Vol. 34 No.3
AUTUMN / OTOテ前, 2015
1959
JUAN ABREU
QQueridos amigos: lindenlanemag@aol.com http://www.lacasaazul.org www.lacasaazulcubana.blogspot.com
Ramón Carulla: Serie. Unforgettable Characters
Founded in March 1982 by Heberto Padilla & Belkis Cuza Malé Publisher and Editor: Belkis Cuza Malé Assistant Editor: René Dayre Abella Copyright © 2015 LINDEN LANE MAGAZINE Una subscripción a LINDEN LANE MAGAZINE en los Estados Unidos: $60.00 para individuos, y $90.00 para instituciones. ISSN 0736 - 1084 It is a publication by Linden Lane Magazine & Press P.O. BOX 101582 FORT WORTH, TEXAS 76185-1582
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Este número, correspondiente al Vol. 34 #3, del otoño de 2015, trae sorpresas. En primer lugar la colaboración del pintor y escritor Juan Abreu, residente en Barcelona, con su proyecto 1959, una serie de retratos de los fusilados en Cuba a partir de la llegada al poder de la Revolución. Los retratos de Abreu son extraordinarios y constituyen una denuncia a la barbarie instituida en la Isla por el castrismo. Abreu ha logrado algo difícil: aunar arte y denuncia política a un tiempo. A su vez, tenemos tres dibujos del grafitero cubano conocido como “El Sexto”, realizados en la prisión de Valle Grande, donde se encuentra encarcelado desde hace más de nueve meses, por soltar a dos cerdos con carteles que llevaban los nombres de Fidel y Raúl. Ramón Carulla, de conocida trayectora artística, residente en Miami, ilustra el resto del número. Una fiesta de color y alegoría. En prosa colaboran varios distinguidos autores: Amir Valle, Ángel Santiesteban (recién salido de la prisión, aunque en libertad condicional en La Habana), Julio Benítez, y Mireya Robles, con el primer capítulo de su magnífico Diario de Sudáfrica, En poesía tenemos a Félix Hangeline, poeta cubano muerto trágicamente en plena juventud, y del cual su amigo, Yoandy Cabrera, escribe un texto crítico, que ayuda a la mejor comprensión de los sonetos de Hangelini. También, colaboran los poetas Angel Collado Ruíz, residente en México; Robert Lima, que ha desarrollado la mayor parte de su producción en inglés, y obtenido varios premios importantes; así como Luis Felipe Rojas, quien recientemente publicó un nuevo libro de poemas, Máquina para borrar humanidades. El teatrista Raúl de Cárdenas, residente en Los Ángeles, figura cimera en el teatro costumbrista cubano, nos ofrece una primicia de su UMAP, su más reciente obra, dedicada a los atropellos cometidos por el castrismo contra los homosexuales y religiosos en los años sesenta. Y el crítico y professor venezolano Edilio Peña, escribe sobre el libro de Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros. El autor obtuvo recientemente el Premio Princesa de Asturias, en reconocimiento a su obra toda. Padura, que vive en Cuba, se ha convertido en un autor controversial, y es criticado por mantener silencio en torno al régimen despótico que gobierna en la Isla. Y para cerrar este número de otoño, tenemos la crítica en inglés de Manuel Tellechea sobre el libro de Jorge Camacho, Etnografía, política y poder a finales del siglo XIX: José Martí y la cuestión indígena. Espero disfruten una vez más de nuestro nuevo Linden Lane Magazine. Gracias y bendiciones, Belkis Cuza Malé Directora
Amir Valle
No hay hormigas en la nieve (Fragmento de novela) El viejo era como cualquiera de sus hormigas: laborioso y callado. Apenas yo sentía el plas plas apagado de sus pantuflas bajando los peldaños de madera pulida de las viejas escaleras que comunicaban su cuarto con aquella inmensa biblioteca, levantaba la vista preparado para la escena que, cada mañana durante aquellos meses, se había repetido inalterablemente, con la tozudez mecánica de dos actores que escenifican los mismos gestos, las mismas palabras, el mismo tempo de las acciones, ante un público que, también, se había acostumbrado a permanecer inmutable, invisible. --Pasó la noche nevando --murmuraba, enojado, de camino al imponente ataúd de cristal que había mandado a construir justo al centro de la biblioteca. Días después caí en cuenta de lo anacrónico de
aquel singular y repetitivo saludo mañanero que me hizo añorar al clásico buen día: los inviernos en Berlín solían carecer de nevadas nocturnas tan obstinadas y aplastantes como las de ese año. La nieve, en esta ciudad, suele ser una capa de fría blancura con obsesión por lo volátil: salvo escasos días en que los copos tiñen todo con esa capa blanca que desnuda incluso de los más amargados adultos el júbilo infantil del niño que alguna lejana vez fueron, lo usual es que la luminosidad del blanco desaparezca y quede sólo ese grumo pegajoso y casi asqueante que conquista las calles y las aceras, sumando su repelente color terroso a la pegajosidad abrasiva del frío y al vaporoso horror del cielo asfixiantemente gris. --La nieve es lo único hermoso del invierno -respondí la primera vez, quizás con la remota intención de consolarlo. Y en cierto modo no mentía: luego de ese impacto, alucinante y memorioso para un caribeño, que es conocer la nieve, me había sobrado el tiempo, me dije muchas veces que todo el tiempo humano que me había sido regalado en estas frías y grises tierras, para descubrir la fastidiosa cara que escondía su superficial hermosura: la humedad churrosa pegándose con sus manitas de bestia sucia a los bajos de mis pantalones, los terrones de hielo grasiento de la calle saltando de mis botas para manchar las alfombrillas del auto, la nata viscosa y gris convertida en peligrosa pista de patinaje tras cada helada nocturna, la forzosa adopción al caminar por las aceras de una estrategia Ramón Carulla: An Unforgettable Voyage
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de caza de los espacios seguros creados por la sal o la grava fina para evitar el inevitable encontronazo del culo sobre la acera en un bochornoso y, por desgracia, siempre público resbalón, y la obligatoriedad de soltarse los zapatos, ya hartamente pringosos y deslucidos, y dejarlos sobre el felpudo de la puerta, con tal de no escuchar las recriminaciones de mi mujer por mi falta de sensibilidad con la condena cotidiana, era su cantinela, “de la esclava de la casa para que esto no sea una pocilga”. En palabras claras, detestaba la nieve, pero hay momentos en que uno cree que una mentirilla piadosa no nos enviará de cabeza al infierno. “Los cubanos idolatramos la nieve, ¿no cree?”, dije entonces. “Ellas odian la nieve”se limitó a decir el viejo, y señaló a las hormigas que se lanzaban ya, voraces, enloquecidas, sobre los cadáveres de los saltamontes que él acababa de arrojar a escasos centímetros del hormiguero. Era el desayuno con el que las saludaba. Y aunque ese inalterable rito matutino se me antojaba cruel, miles de
muelas diminutas troceando los cuerpos aún jugosos de las suculentas víctimas de enormes patas verdes, carne arrancada de cuajo por el corte certero de la voracidad de cada una de aquellas hormiguchas panzonas de testas prominentes, filas pacientes de hambrientas criaturas esperando su turno en el festín para, después del mordisco desgarrador, sumarse a esas otras filas que conducían los diminutos trozos de los saltamontes hacia algún oscuro almacén de comida en el hormiguero, el paso de los días hizo que me acostumbrara, e incluso esperara con cierta fascinación, aquel instante. Tal vez como para urdir el más perfecto acomodo en tan surrealista aureola teatral al personaje que yo representaba, en el transcurso de aquellas primeras semanas de mi contrato, el azar me lanzó, ¿para qué negarlo?, a gastar parte del escasísimo tiempo libre que tenía en responder la pregunta que me estuvo hincando el cerebro siempre que asistía a tan redundante esce-
nificación: ¿dónde carajo podía el viejo conseguir, en pleno invierno, unas criaturas primaverales como aquellos apetecibles saltamontes? Me fascinaba aquel rito: apenas descorría yo las gruesas cortinas de los amplios ventanales que permitían ver desde la biblioteca el bucólico escenario de ese típico patio caribeño que la nieve aplastaba y entristecía de un modo desolador más allá de los cristales, y apenas la escasa luz del día diluía las sombras encerradas en la habitación durante la noche, aparecían en la boca del hormiguero las cabecitas antenadas de las hormigas más madrugadoras, y las veía recorrer la pequeña selva de helechos que el viejo había preparado para ellas y apostarse acechantes, inquietas, en sitios que me obligaban a creer en la asombrosa sabiduría de las hormigas, tan admirada por los científicos: desde cualquiera de aquellos puestos de vigilancia podía observarse la pequeña pira de sacrificios, semejante a las que vi años atrás en las pirámides de Teotihuacán en México, sobre la cual el viejo, diríase
Ramón Carulla: The Promenade
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Tomo I, Guerra de los Diez años
que con la rutina criminal de los sacrificios, depositaba los saltamontes que aún se contraían en los extertores de una muerte que jamás logré adivinar cómo les inflingía. Esos libros son tu trabajo: tu reino desde hoy --me había entonces al ataúd de cristal--, la isla prohibida, mi reino. --¿Isla prohibida? --quise saber, ciertamente confundido. --El único sitio en esta casa donde no puedes meter tus ilustrados deditos --precisó y me enseñó una mueca teatral, forzada, que pretendía ser una sonrisa. Aunque no pasó mucho tiempo para que constatara cuánta razón tenía el viejo al considerar sus libros como el único tesoro que encerraba aquel caserón con aires de aristocrático castillejo, construido en los tiempos en que Hitler comenzaba a engañar con su verbo venenoso a los cautos y desesperados alemanes de los años 20, ese día, e incluso hasta semanas después, me intrigó bastante la excentricidad de aquella pasión mientras observaba --como un ser insignificante que se volatilizaba a los ojos del viejo en sus momentos de intimidad con las inquietas inquilinas del hormiguer-- los ritos que aquel singular anciano había convertido en hábito para cuidar sus hormigas. El summun de lo estrafalario. Excéntrico era ya de por sí el ataúd de cristal. Tal vez sólo comparable en extravagancia a la ceremoniosa alimentación de aquellas criaturas o a la parsimonia teñida por una alienada complicidad con la que
les hablaba en íntimos soliloquios que me dediqué a fisgonear sentado en una esquina de la escalera que subía desde la primera planta hasta la biblioteca, protegido por las sombras que cubrían aquella parte de la habitación. --Parecen hormigas bravas --me atreví a decir cierta mañana. --Solenopsis invicta --respondió--. En el norte de América y otras partes del mundo, hormiga de fuego, pero los cubanos la llamamos con el nombre que más honor hace a su apellido científico, justo ese que dices: hormiga brava. Le gustaba la conjunción perfecta entre la definición de invicta y brava. Una conjunción que --son sus palabras, no las mías-- reflejaba el verdadero ser, la exacta conformación almática y salvaje de esa personilla inteligente, de quien un simple mortal vería sólo su burdo y tosco exoesqueleto pardo. En mi caso, no se lo dije entonces por temor a ofenderlo, las veía sólo como unas simples hormiguchas desalmadas, agresivas bestiezuelas que más de una vez ensayaron en mis carnes la efectividad de sus mordidas durante mis tardes de juegos infantiles, allá, en los campos de Cuba. Véase la escena: niño descalzo, enfundado en un short, pecho desnudo, que busca entre los yerbajos en el patio de su casa cómo entretenerse en algo que no sea la sosegada lectura de esos libros que sus padres le regalan cada semana --entiéndase aquí que se trata de las historias de Sandokan, el tigre de la Malasia; las aventuras del capitán Nemo o Tom Sawyer; los corretajes europeos de los mosqueteros de Dumas; las venganzas exquisitas del Conde de Montecristo, o cualquiera de esas historias fabulosas encerradas en los gruesos tomos del Tesoro de la Juventud--, y de pronto pisa una de esas lomas de tierra blanda removida que anuncian la existencia de un hormiguero y se ve obligado a saltar, contorsionándose, sorprendido y asustado, sacudiéndose --los saltos acompañados por manotazos desesperados-- la nube furiosa de pardas hormigas que han brotado de las entrañas de la tierra como un magma hirviente y devorador, y corren voraces entre sus dedos, suben por sus pies, avanzando y clavando en su piel desnuda esas fastidiosas muelecillas que lo llenan de un escozor insoportable y unas ronchas rojizas que sólo desaparecen con el paso de los días o bajo los fomentos de agua fría que su madre le obliga a ponerse luego de cada incidente, mientras la oye murmurar, compasiva, reprimendas tiernas al estilo de “¿lo ves?, siempre que sales de tu biblioteca te pasa una desgracia”, o “las aventuras de los libros no te hacen estas ronchas, a ver si me haces caso de una puñetera vez” o, simplemente, “ya te lo he dicho, mi’jo, el patio está lleno de bichos, menos mal que no fue un alacrán”. Los saltamontes, supe mucho después, los compraba el viejo en una tienda de bichos. Salía a correr cada mañana, apenas despuntaba el alba, y luego de perderse una hora en una carrerilla tranquila por los trillos nevados y silenciosos del bosque que se extendía majestuoso tras la casona, continuaba hasta el caserío cercano y allí entraba en Animalia, el mercado de un viejo pakistaní especializado, como anunciaba el cartel de la vidriera exterior, en Seltene
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Belkis Cuza Malé
Puerta de Golpe. Mi antoloigía personal de Heberto Padilla “He leído este pequeño libro de un tirón. Ahora me pesa, porque ya se evapora el soplo de vida en sus breves páginas. Belkis Cuza Malé ha escogido magistralmente un grupo de poemas que representan el talento artístico tan propio de la obra de Padilla, el poeta. Eviten los expertos en poesía buscar en este libro un movimiento cultural, una escuela artística o siquiera una sólida fluidez temática. Ese no ha sido el propósito de este maravilloso libro. Deléitese el lector con este abrazo poético de uno de los grandes de siempre, el inmortal Heberto Padilla, nuestro¨. Dr. David Walter Aguado
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und exotische Tiere. Otra excéntrica costumbre, es obvio. Comprensible excentricidad, sin embargo: los alemanes, como no tienen bestias salvajes, fieras mortíferas, ni alimañas venenosas, compran esos bichejos raros en tiendas especializadas, a precios absurdamente elevados y se los llevan a sus casas como mascotas. Una especie de masoquismo nacional, autóctono vicio de aburridos seres del llamado Primer Mundo, diría yo. ¿Quién compraría en América una piraña bebé a 50 euros, en la India una serpiente venenosa Krait a 220 o en Sudáfrica un escorpión asesino de cola gorda a 130? El animal más letal de la raquítica fauna en estas tierras es la garrapata común, bicho insignificante para nosotros como ya se sabe (algo así como las moscas o las cucarachas, a quienes solemos ver como parte de la familia ululando en nuestras casas tercemundistas) y para defenderse de sus mordidas han creado toda una parafernalia tecnológica. “Tenían que ser alemanes, enfermos a la tecnología”, dije la primera vez que vi el modernísimo diseño de un extractor de garrapatas. --¿No les da nunca otro alimento?“ me atreví a preguntarle una de aquellas mañanas. --Les encantan los saltamontes --contestó, sus ojillos concentrados en el vandálico ritual, al otro lado del grueso vidrio--. Raras veces escasean y acudo a otros bichos, pero no es igual. Siento que devoran gusanos y cucarachas por resignación. Nada que ver con esa alegría --y apuntó a la pira de sacrificios, donde una frenética bola parda de hormigas apenas dejaba adivinar retazos verdes del saltamontes bajo las contorsiones de su danza macabra. Me acostumbre a trabajar sin que las visitas del viejo me apartaran de las tareas cotidianas que él y yo habíamos pactado: clasificar todo cómo lo haría un bibliotecario, al punto de que no fuera un reto imposible encontrar algún título entre los millares de volúmenes que había ido acumulando en las últimas cinco décadas; organizar cronológicamente su también inmensa colección de fotos de personales y de
viaje y, su más insistente reclamo, leer sus anotaciones, recortes de prensa, manuscritos coleccionados desde que salió por primera vez de La Habana como diplomático del general presidente Gerardo Machado, y encontrarles algún hilo que me permitiera comenzar a escribir sus memorias. Me acostumbré a cumplir con esas labores sintiendo la presencia de las hormigas oteando mis andadas en aquella biblioteca. Me acostumbré incluso al ataúd, a esa rechinante sensación de respeto que el ser humano siente ante el que, por tradición, será su último camastro, y se me hizo una costumbre despejar el cansancio de la mente, arrastrando el antiguo pero comodísimo sillón isabelino -curiosamente el mueble más moderno allí, siempre lleno de polvo y libros en una esquina junto a la chimenea hasta que llegó el momento de colocar aquellos gruesos volúmenes forrados en piel en sus respectivos estantes--, para sentarme frente al enorme féretro de vidrio a observar la vida encerrada en aquel palacio de cristal.
Amir Valle (Cuba, 1967). Escritor y periodista. Su extensa obra narrativa ha sido elogiada, entre otros, por escritores como Augusto Roa Bastos, Manuel Vázquez Montalbán, y los premios Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, Herta Müller y Mario Vargas Llosa. Salió al reconocimiento internacional por el éxito de su libro Jineteras (Planeta, 2006) y de su novela Las palabras y los muertos (Seix Barral, 2007, Premio Internacional de Novela Mario Vargas Llosa 2006, consolidaron su éxito. Igual impacto de crítica en Europa tuvo su serie de novela negra El descenso a los infiernos, sobre la vida marginal en Centro Habana. Con más de once libros publicados, Amir Valle se ha situado entre los escritores cubanos más reconocidos. Actualmente reside en Berlín, desde donde dirige OtroLunes --Revista Hispanoa-mericana de Cultura, que puede ser consultada en www.otrolunes.com. Su sitio web: www.amirvalle.com
ÁNGEL SANTIESTEBAN Tocata y fuga de hombre cruzando la ciudad bajo sol sostenido mayor Cruzar la ciudad se ha convertido en una verdadera odisea: es la
primera oración que viene a su mente cuando en su centro de trabajo, los estudios de televisión, le entregan el papel con el que debe recoger un cake en una dulcería distante. No pueden garantizarle el transporte. Su jefe le exige que sea con la mayor rapidez. Le advertimos que la filmación se hará en horas de la noche, compañero Alonso, por lo que no puede haber
Juan Abreu: Claro Mollinedo. Serie 1959
contratiempos, no le queda más remedio que trasladar el cake en la parrilla de la bicicleta. Comprueba el aire en las gomas y se dispone a enfrentar la distancia. En las calles las personas sudan como si cruzaran el desierto. Durante cincuenta y cinco minutos se mantiene pedaleando, mientras piensa: ¿a quién se le ocurrió encargar un cake tan lejos? Es una pregunta que nunca hará a sus superiores porque siempre ha estado orgulloso de ser un trabajador disciplinado. Cuando se sabe cerca de la dulcería siente alivio, todo está saliendo bien, se dice. Lo atiende una vieja pequeñísima que sonríe detrás del mostrador. A ella le entrega la autorización de compra junto con los veinte pesos. La vieja la examina detenidamente y luego toca una campanita. Dos hombres vienen a su encuentro con una carretilla vacía que detienen a su lado y la vieja sube de un salto. Mira a Alonso buscando un gesto que apruebe su destreza y él asiente y sonríe. Echan a andar y se pierden por una puerta hacia el interior de la dulcería. Al rato regresan con la carretilla. La enana exhibe una sonrisa de victoria mientras señala el cake sobre una tabla de playwood. –Está revestido completamente de chocolate –explica, auxiliándose de un puntero–, justamente como lo pidieron, usted sabe..., además con flores de fresas. En su confección se han utilizado un promedio de diez huevos, dos libras de azúcar, una de harina, y un cuarto de aceite, entre otros ingredientes. Lo ponen sobre el mostrador y sonríen burlonamente al ver la bicicleta. Para evitar la burla, Alonso asegura que va muy cerca. Ha comprendido que en la parrilla va a ser imposible, y les pide que lo ayuden. Después de varios intentos logran equilibrarlo entre el asiento y el timón. –No hay espacio para usted –dice uno de los hombres–, por lo que tendrá que ir caminando –y aprieta los dientes para no dejar escapar una carcajada. Es mediodía cuando emprende el camino con el cake. Piensa que la travesía será monótona pero sin
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contratiempos. No hay apuro, lo importante es llegar. Involuntariamente, sonríe. Prosigue a ritmo lento para que el revestimiento de merengue no sufra las vibraciones del pavimento y se resquebraje. Los colores brillosos del cake resaltan bajo los rayos solares y el olor a merengue le resulta delicioso. Las primeras gotas del merengue derretido caen sobre el pantalón y se preocupa; siente su cuerpo deshaciéndose en sudores y parece que se derritiera también. La sombra de un portal decide el primer descanso. Las personas que pasan advierten sorprendidos el cake y le sonríen. Algunos niños, que llevan globos hechos de preservativos, se acercan a contemplar el dulce de manera tan agresiva que Alonso desconfía de que puedan reprimir sus deseos y, sin secarse el sudor de la frente, reemprende la marcha. Pero los niños avanzan tras él, alucinados. Apura el paso tratando de aumentar la distancia que los separa. –Señor, regálenos cake. –No puedo. –Sólo un pedacito señor, anda, no sea egoísta. –Les juro que no es mío. –¿Entonces de quién es? –De mi centro de trabajo. Se miran desconfiados. –¿Y si nos da una esquinita se darán cuenta? Esta vez prefiere no contestarles y se apresura aún más. –Ande, mi tío, no sea egoísta; mire que los niños nacen para ser felices. No quiere escucharlos y avanza con más rapidez; le duele no poder complacerlos. Corre. Los niños apresuran el paso, insisten, hablan a la vez sin quitar la vista del dulce. Mientras más rápido camina él, más se apresuran ellos. Una señora llama a uno por el nombre de Evaristo, le pide que regrese inmediatamente pero éste no le hace caso y continúa tras el cake. –Aunque sea déjenos probar el merengue. –Nos conformamos con el del borde. –El que se está derritiendo, ése que cae a la calle, para que no se note.
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Y sin darse cuenta los niños se van alejando del barrio, a veces se detienen para mirar atrás, pero continúan con sus ruegos, casi gritando, aunque no quieran llorar. –Es sólo el merengue de los lados –insisten y se detienen para calcular la distancia de sus domicilios. Pero deciden reanudar la carrera para alcanzarlo, pedir y pedir hasta convencerlo, una y otra vez, gritan, exigen, ruegan, se paran, y continúan la persecución cada vez más inseguros, más lentos, asustados por la lejanía, hasta que, finalmente, Evaristo, logra interponerse en su camino y Alonso se detiene, le mira a los ojos, se miran a los ojos, Alonso le descubre la decisión de probar el cake a cualquier costo; Alonso mira hacia los lados, no hay por donde evadirlo, ve como el niño desatinado se echa a correr hacia el dulce. Alonso cree que va a chocar con la bicicleta, gime, no puede proteger el cake sin soltar la tabla, cierra los ojos para recibir el impacto, que se demora, no llega, siente su respiración, levanta los párpados y lo ve parado ante él, tragando saliva, la cabeza ladeada y los ojos inmensos e inmersos sobre el merengue como un vampiro diabético. Todavía se escucha la voz de la madre llamándolo, luego el niño alza el brazo con el puño cerrado, muestra un dedo con la misma concentración con que el torero se dispone a clavar la espada, y lo deja caer tembloroso en la misma dirección de las rosas que adornan el centro. Mientras el dedo baja, Alonso mira a la madre, suplicándole que no le permita hacer semejante locura, y ya está cerca: –Evaristo, si lo tocas te parto el dedo. Increíblemente el niño queda paralizado, tragándose el merengue con los ojos, la boca llena de saliva y rabia. Alonso, todavía inseguro, suspira. Los otros niños lo incitan a que lo haga. –Ni lo intentes –repite la madre–, disculpe señor, hace tanto tiempo..., es un niño, sabe. El hijo la mira sin bajar el dedo, suplicando su permiso, el hecho está casi consumado, sólo tiene que decidir entre el merengue y un castigo de varios días. Continúa con los ojos
saltones y la saliva brillándole en los labios; pero la señora, con un movimiento ágil, logra sujetarlo por el brazo que aún mantiene en dirección al cake. Alonso cierra los ojos y vuelve a suspirar, jadea, afloja la presión de sus manos, los dientes. Desea continuar y alejarse de las miradas obsesivas de los niños y la señora. Se quita el sudor de la frente con la manga de la camisa y aprovecha para ahuyentarse sin poder evitar la mirada de odio del niño, que aún sostiene su brazo alzado y agarrado por la madre, el dedo queda apuntando al vacío, en un gesto doloroso. Los otros niños también lo miran en silencio hasta que se pierde entre los autos y las columnas de los portales. Alonso no piensa, sólo quiere huir, saberse lejos de esos niños, jadea, la respiración entrecortada, ya no los ve y vigilando disminuye la velocidad. Piensa que pueden reaparecer por cualquier esquina, sorprenderlo y caer sobre él como pirañas. Respira profundamente. Algunas parejas que caminan por la acera se detienen con aire de solemnidad para verlo pasar. Al principio Alonso tiene dudas, no sabe si lo conocen y se dispone a saludarlos a pesar de no reconocerlos a ellos, hasta que descubre que no lo miran a él, sino al dulce. Una anciana, desde un jardín, suelta la tijera de podar y se persigna mencionando a la virgen María, pensaba que ya no se hacían esas cosas de antes, grita: –¡Señor, por favor!, ¿quiere venderme un pedazo? Sube por una calzada donde el tráfico es mayor y los gases de escape de los autos ensucian el merengue. Los choferes reducen la marcha al pasar por su lado para observar el majestuoso dulce. Le proponen adelantarlo un tramo por un pedazo, pero él se niega. Sin pensarlo dos veces decide cortar camino y así eludir el alboroto que causa. Le apena que lo miren constantemente sin poder brindar lo que no es suyo. El ruido de los claxons y la aceleración de los motores lo aturde y avanza entre los autos tratando de dejar atrás la bulla. Entra por una calle, ahora inclinada, el cake, también inclinado, se rueda un poco y Alonso endurece los
dedos pulgares sobre la tabla evitando que se resbale. Gritan desde un balcón que si cae al piso no va hacer falta barrer la calle, prometen pasarle la lengua al pavimento. Alonso sonríe, asustado, porque todavía se mantiene rodando cuesta abajo. Avanza con un zumbido en los oídos. Lo que más quiere en el mundo es acabar de entregar el encargo. Le arde la piel por el sol. Siente ampollas en los pies por las botas. Esta no va a ser la primera vez en su vida que incumpla su palabra. Continúa esquivando las avenidas más populosas. Advierte el cambio arquitectónico de las casonas del Cerro cuando aparecen otras más pequeñas de madera. Las calles, con inmensos huecos en el pavimento, provocan desvíos imprevistos en su ruta. Tiran cubos de desperdicios a la calle sin mirar a los que pasan. Niños descalzos lo siguen alegremente. Una mulata gorda sentada en la entrada de una casa, con las piernas abiertas, grita que no se lo lleve, papito, déjamelo aquí para cuidártelo, y se mete la mano entre las piernas y enseña una lengua roja que
relame con los labios. Alonso la esquiva con timidez, sin abandonar la vigilancia de los niños. El avance es más lento por el creciente deterioro de las calles. Las viviendas despiden un olor fétido que apenas se diluye en el ambiente. Por primera vez en el recorrido el silencio lo hace sentir solo. El calor se agudiza y el aire casi quema al respirarlo. Una curva, un callejón de tierra, el polvo en los ojos, el sol de frente encandilándolo, siente náuseas; y ve a dos muchachos que saltan de un árbol y se interponen en su camino con navajas en sus manos. –Para pasar por este lugarcito, puro, hay que pagar un derecho. Alonso se mantiene callado, sorprendido. Mueven sus armas con agilidad, él sujeta con más fuerza la tabla y la bicicleta. –Por lo tanto –dice el otro–, hay que pagar. Hacen silencio. Sus navajas brillan como espejos. –Seremos buena gente, le dejamos la bicicleta y nos llevamos el cake.
Niega. No es posible. Explica que va a retroceder, no pasará por ese lugarcito. –Es tarde –responden–, porque realmente ya está dentro de territorio particular. Deuda es deuda, mi viejo. Cobramos y estamos en paz. Deciden no hablar más y halan la tabla desde un extremo sin dejar de enseñarle las hojas plateadas que hacen círculos en el aire. De repente se aproxima un camión, los muchachos se separan, esconden las cuchillas; Alonso aprovecha para girar la bicicleta y regresar con premura ante la mirada impotente de los jóvenes. Después que el camión cruza intentan alcanzarlo. Alonso cree que puede ser un juego, un chiste de muchachos para asustarlo: lo cierto es que lo han logrado. Le gustaría detenerse y darles un escarmiento, hablarles del comportamiento humano y demás cosas que no deben ignorar; pero prefiere continuar huyendo. Corren varias cuadras, los saltos de la bicicleta y el dulce le preocupan y atenaza los dedos a la tabla intentando detener los golpes cuando choca con el
Malas lenguas Manuel Ballagas Relatos del ir y venir en un exilio interminable y banal, hilvanados por la sal de los malos recuerdos. “Cuando se enteró de que iban a fusilarlo, lo único que pidió fue una caja de Marlboro. Se fumó el último cigarro atado a un postecito de concreto, en el patio del penal. Rehusó la venda que le ofrecieron y luego encaró el pelotón con una sonrisita nerviosa pero algo desafiante...” Disponible en www.amazon.com y www.lulu.com Edición impresa: $15 Edición en Kindle: $2 9
timón. Escucha: “Ataja, un ladrón”. De las casas, los techos y pasillos sale un enjambre de niños, mujeres y ancianos, preguntándose quién, cuál es, dónde está, los jóvenes señalan al hombre que huye con la bicicleta, y rápidamente la multitud grita: “Agárrenlo”. Cuando Alonso vuelve a mirar atrás, se percata de que avanzan dispuestos a agredirlo. Algunas piedras le caen cerca. Viejas armadas con rodillos y espumaderas bloquean varias entradas de calles con latones de basura. Casi le dan alcance. Y no le queda otra alternativa que ponerse el cake encima del hombro sosteniéndolo con un brazo, mientras con el otro agarra el timón. De un salto que nunca podría volver a repetir, cae sobre el asiento y pedalea, cuando está ya casi en manos de la muchedumbre. Logra aventajarlos. Está seguro de que es un barrio de dementes. Un policía se aproxima y alza su bastón amenazante. Alonso se detiene y va a señalar a los asaltantes pero ya no hay nadie detrás de él. De todas formas le pide ayuda, el agente sostiene la bicicleta para que Alonso deposite el cake y pueda sentarse. Tiene fatiga. Necesita contar lo sucedido pero le falta el aliento. El policía lo encuentra muy sospechoso y decide poner el cake en el piso. Llama por el walkie-talkie pidiendo ayuda y dice la dirección del lugar, le responden que espere. Alonso se agacha y sopla algunas basurillas que se adhirieron al merengue. Al rato aparece un patrullero. Se bajan dos policías, arreglan sus uniformes y se le acercan. Antes de llegar, el sargento aclara la voz y le pide la factura. Examina desconfiado los papeles que autorizan la compra del cake, mientras Alonso explica que es un mensajero de los estudios de televisión, que necesitan el dulce en horas de la noche. –Todo en orden –dice. Entonces se ponen a estudiar el mapa, analizan la vía más directa y segura, porque, comenta el sargento, el cake debe ser para algún homenaje. Desde el patrullero se comunican con el puesto de mando buscando una solución inmediata, dada la importancia del cake para el programa nocturno. Alonso pasa revista al merengue, previendo el inicio de una posible grieta. Después calcula el resto del trayecto, teme no llegar a tiempo. Media hora más tarde responden que la solución no la tienen ellos, aunque apoyarían cualquier medida tendrían que consultar a la Dirección de Tránsito, ésta rápidamente ofrece su colaboración. Envían a un oficial muy delgado con gafas de cristales gruesos y portafolio negro. Luego de estudiar el lugar, mide, calcula, le buscan una mesa donde extiende un mapa con la red de semáforos de la ciudad, reglas,
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semicírculos, compases, una silla, y redacta un informe. Alonso quiere recordarles que el merengue continúa derritiéndose, podría proseguir solo y cumplir su trabajo, que no son necesarias tantas medidas, pero cada vez que intenta hablar con algún responsable le dicen que espere, tenga paciencia, más apurados estamos nosotros. Luego se personan dos oficiales del Orden Público para unificar las fuerzas que custodiarán la caravana. Le entregan a Alonso un nuevo mapa. Los especialistas del transporte le facilitan el horario de mayor tráfico automovilístico. Los funcionarios de Comunales garantizan la limpieza por donde se transite. Turismo pondrá kioscos con refrescos y confituras, en moneda nacional, durante todo el recorrido. Mientras, Cultura aportará una banda musical para amenizar el ambiente. El Historiador dice que en la gira no deben pasarse por alto los lugares históricos, por ello deben hacerse las debidas ofrendas florales y guardar los correspondientes minutos de silencio.
Juan Abreu: Alfredo Alberto Mustelier
Ya
Al escucharse el silbato comienza el movimiento. Algunas patrullas y motos de Tránsito abren paso a la caravana mientras Alonso avanza con la bicicleta y el cake. Varias cámaras emplazadas en balcones y azoteas recogen las imágenes. Los estudiantes y trabajadores de la zona se organizan en las aceras para dar la bienvenida. Por todas partes ondean banderas y se gritan consignas. Los carros fúnebres han sido desviados y las flores vendidas a módicos precios a la población que las compra para lanzarlas también al grupo que rodea al cake. Alonso reconoce a los dos jóvenes asaltantes, que lo saludan alegremente con banderitas en sus manos, a la mulata gorda que vuelve a pasarse la lengua por los labios y a la anciana que podaba el jardín. En el noticiero de la televisión desplazan las noticias más importantes, la cosecha de la papa, el plan de la acuicultura y la feroz lucha contra el enemigo número uno del país: el marabú, para ofrecer las imágenes del hombre con el cake cruzando las calles de la ciudad. Desde la casa, su jefe comprende rápidamente la situación, se pone la guayabera y regresa al trabajo a recibir la caravana. Por el camino se pregunta qué hacer. No sabe si será beneficioso entregarle alguna distinción a Alonso, para premiar su voluntad y disciplina. Desconoce qué puede inventar para modificar la situación creada por su subordinado. Se imagina colocándole en el pecho una medalla, obteniendo felicitaciones de sus superiores por poseer trabajadores de tal temple y capacidad de entrega. Luego de buscar en los libros de efemérides y no encontrar ninguna fecha que justifique la celebración a efectuarse en horas de la noche con el famoso cake, se personan en la caravana, un poco molestos por no tener invitaciones oficiales, los representantes de la Construcción, Pesca, y Agricultura, sospechando algún golpe bajo de otros ministerios. La Cancillería invita con urgencia al cuerpo diplomático acreditado en el país, aunque no tiene una idea exacta de la naturaleza de los festejos nacionales que se celebrarán esa noche. Junto a Alonso caminan los delegados ministeriales que aprovechan la confusión y en la primera oportunidad preguntan el porqué del carácter urgente y secreto de la actividad. Alonso, de tanto sujetar la bicicleta, vuelve a sentir los dedos pulgares acalambrados y pide ayuda a los que lo rodean, que gustosamente acceden, y organizan una cola para sustituirlo. A una señal de alguien es trasladado hacia un carro con cristales oscuros. Lo sientan en su interior: descanse, le dice el chofer sonriente. Quedan algunos minutos en silencio y se percata que se alejan con el cake. –Ya puedo regresar –dice Alonso. –De ninguna manera –niega el otro desde afuera–. Tendrá que descansar. Deje la actividad en nuestras manos. Las avenidas continúan abarrotadas de personas por el recibimiento. Ya falta poco para llegar a los estudios de televisión. Quiere abrir la puerta pero tiene un seguro que le impide salir. Le pregunta al chofer cómo se abre pero no le responde. Él insiste, y entonces el chofer frena, lo mira:
órdenes son órdenes, haga el favor de callarse, y mantenerse en su puesto. Hay que tener disciplina, compañero. Y reanuda la marcha detrás de los delegados ministeriales que se van rotando la bicicleta. Alonso decide esperar. No molestar más. Lo importante es que el dulce llegue sano a su destino. Cierra los ojos y cuenta ovejitas, estrellitas, cakecitos, hasta que el auto se detiene. Está frente a su trabajo. Ahora sí logra abrir la puerta y camina hasta el cake. Alonso se echa la tabla al hombro ante la sorpresa de los demás, que de repente lo empujan, y le arrebatan el dulce. Después, entre varios concurrentes, como si cargaran un ataúd, lo llevan hacia adentro con paso fúnebre y lo depositan sobre la mesa del portero que asustado lo recibe. Su jefe lo llama a un lado, Alonso se le acerca sonriente y cansado, le dice que no ha sido fácil pero el jefe lo manda a callar, no sabe qué hacer con esa gente importante allá afuera esperando algo que no sucederá. El supuesto cake es de atrezzo, ¿me entiendes? Alonso piensa por qué no se lo dijeron desde el principio. Desea sentarse pero el jefe lo sujeta por la camisa, lo sacude mientras le dice con los dientes apretados si puede entender eso ahora, es de cartón, revestido con merengue para la filmación de un videoclip salsero. Eso era todo. Y ni para eso sirve ya, se ha derretido por completo. Seguramente le costará el cargo por su culpa: queda despedido. No quiero volverlo a ver ni por los alrededores, le dice mientras lo empuja y Alonso pierde el equilibrio, cae sentado a los pies de los delegados ministeriales, que conversan entretenidos y sudorosos, lo miran en el piso, y molestos se sacuden los bajos de los pantalones. El mismo hombre misterioso del auto se le acerca para levantarlo, lo aparta del grupo y lo saca de un empellón por una puerta lateral. El jefe se acerca a los Delegados y todos se abrazan caminando hacia las cámaras. Alonso recoge la bicicleta embarrada de merengue derretido. Sale por el frente y atraviesa la manifestación que le acompañó sin que reparen en él. Continúan la música, los bailes y los gritos. Se aleja. Le duele la cabeza. La bulla va quedando atrás. Las calles están sucias de serpentinas, vasos y cajitas de cartón. En una vidriera hay un televisor encendido. Reconoce a su jefe junto a los demás alzando el cake y pronunciando sentidas palabras. Entonces, escucha unos pasos. Los dos jóvenes asaltantes se acercan sonriendo y le ofrecen una botella de cerveza. Va a decirles que no, es abstemio, cuando siente la frialdad de sus navajas en el estómago y las costillas. Los mira sin hablar, como si no sucediera nada. Le quitan la bicicleta y limpian las armas con cerveza hasta vaciar las botellas, que tiran contra la vidriera. Los cristales caen sobre los hombros de Alonso. –Deuda siempre es deuda. Ya estamos en paz, puro. Nadie le debe a nadie –gritan y se alejan en la bicicleta. Se va dejando caer hasta sentarse encima de los cristales rotos. Entre la fatiga y el mareo ve el polvo, una neblina, un remolino lo envuelve todo y avanza hacia él. Escucha voces, risas, pasos, quiere fijar la vista, llamar la atención a la multitud que arrolla al compás de una conga. Entonces lo ven y se acercan. Alonso vuelve a reconocer a
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la mulata gorda de la lengua roja, a la anciana que podaba el jardín, al niño Evaristo, a los agresores que reaccionan cuando él levanta con dificultad el brazo para señalarlos y gritan: –Miren, rompió la vidriera para poner la cosa mala y se hirió. Todos mueven la cabeza asintiendo. –Entonces que se joda –dice la mulata gorda. –Sí, que se joda bien –apoya la anciana de la tijera. Se reanuda la música y ellos se apartan al ritmo del baile. El niño Evaristo queda rezagado. –Eso te pasó por no darme cake, egoísta. La madre llama al niño para que se una al grupo y él adelanta unos pasos pero regresa nuevamente a patearle un costado. Después se asusta y huye. Alonso queda observándolo mientras el niño se pierde con los demás entre el polvo y la neblina. Tose. La calle está fría. Ahora, con la cara apoyada en el pavimento, ve por la televisión a los delegados festejando y moviéndose como muñecos. Un hilillo de sangre caliente corre por la acera. Desea levantarse. El viento rompe la quietud de la noche, mueve el farol de la esquina y arrastra hojas de árboles y serpentinas. La sangre se va coagulando y cambia de color. A lo lejos se escucha el sonido apagado de los tambores de la fiesta. Ahora siente una extraña sensación de paz en el cuerpo que le cierra lentamente los ojos. Sonríe con tristeza y dice: ¡Qué mierda! Mientras, la ciudad se divierte y los hombres de la
televisión brindan y se prometen tiempos mejores.
Ángel Santiesteban Prats (La Habana, 2 de agosto de 1966). Graduado de Dirección de Cine. En 1989 ganó mención en el concurso Juan Rulfo, que convoca Radio Francia Internacional. En 1995, envía al premio nacional del gremio de escritores (UNEAC), ganándolo en esa oportunidad; pero por su descarnada visión sobre la realidad de la guerra en Angola, donde participaron los cubanos por espacio de 15 años, fue retenida su publicación. El libro: Sueño de un día de verano, fue publicado en 1998. En 1999 ganó el premio César Galeano, que convoca el Centro Literario Onelio Jorge Cardoso. Y en el 2001, el Premio Alejo Carpentier que organiza el Instituto Cubano del Libro con el conjunto de relatos: Los hijos que nadie quiso. En el 2006, gana el premio Casa de las Américas en el género de cuento con el libro: Dichosos los que lloran. En 2013 ganó el Premio Internacional Franz Kafka de Novelas de Gaveta, convocado en la República Checa con la novela El verano en que Dios dormía. Ha publicado en México, España, Puerto Rico, Suiza, China, Inglaterra, República Dominicana, Francia, EE UU, Colombia, Portugal, Martinica, Italia, Canadá, entre otros países. Por el único delito de escribir lo que piensa acerca de Cuba y su dictadura en su blog, “Los hijos que nadie quiso”, cumplió 2 años y medio de prisión, de una condena de 5 años. Actualmente se encuentra en La Habana con Libertad Condicional.
Ramón Carulla
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Editorial Persona Con la publicación de la primera y única edición crítica de Los negros catedráticos de Francisco Fernández en 1987, obra cumbre del teatro bufo cubano, acompañada de un extenso ensayo sobre la misma, los profesores Matías Montes Huidobro y Yara González Montes fundan en Honolulo, al amparo de la Universidad de Hawaii donde enseñaron por muchos años, Editorial Persona, que vuelve otra vez con nuevas propuestas editoriales. Durante su primera etapa, además del texto mencionado, Editorial Persona publicó obras claves de la cultura cubana, particularmente en el campo del teatro, que incluyeron Las hetairas habaneras, de José Corrales y Manuel Pereiras; Recuerdos de familia, de Raúl de Cárdenas; Siempre tuvimos miedo (1988) y Piezas Cortas (1990) de Leopoldo Hernández, así como Ceremonial de Guerra (1990) de José Triana, que escribe en Cuba antes de salir del país, y, del propio Montes Huidobro, Funeral en Teruel (1990), Obras en un acto y Exilio (1988), considerada un clásico del teatro cubano. A este conjunto de textos, habría que agregar la primera edición de Algo está pasando, de Rolando D.H. Morelli, uno de los mejores narradores cubanos contemporáneos, y una edición de las obras de Guillermo Hernández, figura icónica de la Generación del Mariel y fundador de la Casa de la Cultura Cubana de Miami, Memorias de un joven que nació en enero (1991). En su nueva etapa, Editoral Persona se propone seguir con la política editorial previa, rescatando textos que forman parte esencial del patrimonio nacional cubano, particularmente del exilio pero sin exclusión de claves significativas de las letras cubanas en general, incluyendo obras de los editores que sirvan de complemento y contrapunto dentro del marco general de las letras cubanas, como esperamos es el caso de esta primera muestra Como parte de un plan que incluirá múltiples títulos de diversos escritores cubanos de mérito, cuya calidad será la base de toda selección, comenzamos con “Del areito a la Independencia: claves literarias de las letras cubanas” (Teatro)” de Matías Montes Huidobro, que comprende un amplio estudio (210 páginas) del teatro cubano colonial, que trasciende los límites estrictamente escénicos y es, escencialmente, un análisis interpretativo del carácter nacional dentro del marco teatral.
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Próxima presentación: FERIA
INTERNACIONAL DEL LIBRO, MIAMI, 2015
JUAN ABREU
1959
(Proyecto) En el año de la llegada al poder de los hermanos Castro se fusilaron en Cuba alrededor de mil personas. En la Constitución de 1940, hasta ese año vigente en la isla, la pena de muerte estaba prohibida. A partir del año 1959 y
Juan Abreu: Alberto Tapia Ruano
Después, investigando, empecé a ver los rostros de los fusilados, y me causaron una enorme impresión. Cientos, miles de rostros que el castrismo ha tratado de borrar y de estigmatizar, calumniándolos, presentándolos como bandoleros y asesinos cuando en realidad eran solo hombres y mujeres que no compartían el proyecto totalitario de los Castro. Y entonces me dije que el arte tiene una enorme fuerza redentora, y que si yo era capaz de pintar esos rostros, de alguna manera los estaría rescatando de la oscuridad a la que el fanatismo ideológico los condenó. 1959 es, naturalmente, un homenaje a los hombres y mujeres víctimas de la dictadura impuesta en Cuba por los hermanos Castro. También una aventura estética y una manera de reivindicar la verdad acerca de la violencia política a partir de 1959 en Cuba, que muchos han querido minimizar, falsear y olvidar. Especificaciones:Todos los retratos de la serie 1959 (Fusilados) tendrán el mismo tamaño, 27 x 35 cms y estarán pintados al óleo sobre tela. Podrán exponerse por grupos, dependiendo del espacio disponible en el lugar de exhibición, o juntos, formando un gran mural.
Primera fila: de izquierda a derecha: Gerardo Fundora Nuñez, Margarito Lanza Flores (Tonddrike), Carlos González Vidal, Abelardo Aguiar Alfonso,. (Segunda fila): Armando Hernández González, Alberto Tapia Ruano, Enrique Rodríguez Valdés. (Tercera fila): Luis O. Méndez Pérez, Antonio Chao Flores, Braulio Amado Quesada y Juan Enrique Domínguez
hasta el año 2003 se ha seguido fusilando en Cuba. Se desconoce con exactitud la cantidad de fusilados, pero algunos historiadores calculan la cifra en alrededor de 5.000 personas. La mayoría de ellas, por motivos políticos. 1959 fue un año capital en la historia de la violencia política en Cuba y el año en que esa violencia se institucionalizó en aras de la consolidación del régimen castrista. Mi proyecto consiste en pintar retratos de todos los fusilados por el castrismo. Al principio, me atrajo la figura del hombre que van a matar, su soledad. Ese hombre solo, que sabe que va a morir, y se enfrenta a los fusileros.
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JULIO BENÍTEZ Lluvia oportuna A pesar de que El Archivero escribiera que la ciudad es abandono/ preñez de olores dulzones /que abanica el guano/ de los portales en siesta (..) Guantánamo fue catalogada como el culo del perro por el Presidente eterno. Cuando la nombró como provincia que se situaba en el Tercer Mundo del Tercer Mundo y con lo anterior descalificaba cualquier mérito a la región y comenzaba una especie de leyenda negra que llega hasta hoy. La ciudad capital de aquel lugar inhóspito según el heredero de un plantador de azúcar que tenía remilgos de gallego racista no valía un comino y solo su sabia intervención puso freno al abandono de casi veinte años por su propia culpa y de todos esos otros que temían que en caso de guerra con los yanquis que ocupan un pedazo de tierra y usurpan también el nombre, el lugar sería borrado de la faz de la tierra. Por eso se consideró demasiado estúpido invertir allí en tierra seca adonde casi no llueve. Pero también porque al Rey Mago y jefe Supremo le molestaba profundamente todo ese rollo de la Base y de la gente fugándose de una zona urbana que seguía los juegos de fútbol americano y adonde se discutía acerca de las Grandes Ligas. La pequeña villa nació a mediados del siglo XIX lo que se repite continuamente en crónicas, libros de historia pero más que nada se confirma con exactitud todo lo anterior cuando Manuel Augusto Lemus, compiló la información con fuentes fidedignas que aseguraban cómo aquel lugar denigrado por el mandatario que dijo salvar al país, fue formado por catalanes, criollos, franceses y otros emigrantes locales y extranjeros. Allí se publicaban varios periódicos, se editaban revistas artísticas y literarias, se mezclaban moros con judíos, ingleses con jamaicanos. Cientos de establecimientos llevaban consigo la marca multicultural de un país con gran empuje económico muy a pesar de la inconformidad reinante. Sólo La Habana superaba en proporción cualquier
interacción étnica y global que se daba en la villa del Guaso en niveles de miniatura. Por lo menos así pensaban Buenafé, El Archivero y probablemente José Sánchez Guerra. Varias emisoras de radio, bares y restaurantes económicamente estimulados por los francos de los marines se nutrían de la interacción de los que venían de sus fincas de café de sus pequeñas plantaciones de azúcar tal como los americanos que invadían la ciudad con sus dólares y cierto afán erótico llevado por falta de información y mucha arrogancia. Esa villa no envidiaba mucho a otras ciudades. Allí también residían cientos sino miles de empleados de la Base Naval de los americanos quienes recibían sus salarios en dólares por lo que fue común ver cambio en moneda cubana o estadounidense en los numerosos centros comerciales de entonces. Antes llovía mucho pero una especie de maldición se expandía en una sequía interminable sólo interrumpida por un ciclón Flora que levantó las aguas hasta prácticamente invadir el pueblo sediento de lluvia. Manuel Agusto no había nacido aun cuando algunos de sus contemporáneos literarios como Buenafé, Arquímides, Rafelito por mencionar algunos ya habían visto la luz y la lluvia caer lo suficiente en un mundo que cambiaría radicalmente sólo años después cuando la Revolución cerrara los seminarios, la escuela Ramón Carulla: Friendship 1
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Normal, la licorería local, los varios periódicos y revistas así como decretaría el fin de los clubes sociales y el CAL. Los aguaceros iban pero se perdían por mucho tiempo, incluso casi como en Las Vegas adonde él viviría después. Ya Regino Boti había muerto y los que lo conocieron sólo mencionaban su existencia como la de un bardo huraño y aburguesado. Le cambiaron el nombre a la biblioteca que llevaba su nombre por la de un mambí con fama de bandido. Antes se nombró para honrar al bardo quien donara ciertos terrenos al ayuntamiento que sirvieron para las obras públicas, incluyendo la minúscula sala de libros y la mucho menos informada sección museo. Y no fue hasta casi veinte años después que Regino viera su última lluvia y las cosas le tocaran su turno. Ya la alcaldía no era tal sino biblioteca Policarpo Pineda. Entonces, como salido de la nada para
numerosa concurrencia disfrutaba de La Única en una actuación inmemorial como todas las de ellas. Otras veces, más atrás en el tiempo cuando las calles polvorientas y cubiertas de lodo en temporada de lluvias, recibían al primer distribuidor de La Edad de Oro, el muchacho saltaba de su retiro forzoso para moverse entre los linotipos de la primera imprenta y de la segunda por Los Ecos del Guaso, la Voz del Pueblo o del Guaso porque no recuerda. Y las noticias no se mezclaban con las discusiones en su casona del Caribe porque todavía no existía esa nuevo entorno urbano que jamás completó su selecto diseño porque se convirtió en refugio de pobres con los edificios iguales que llenaron aquellos lotes reservados para los escogidos, digamos los de dinero y relaciones en la vieja república. Las goteras nunca fueron problemas por allá
Ramón Carulla
sus desconocidos, EL Archivero dictaría su conferencia magistral con sólo quince años de edad para debutar luego de un día húmedo en un tema reservado generalmente a académicos. Para los efectos de esta relación, lo que pasó antes no tuvo mucha importancia aunque a veces el niño asmático caminaba junto a la madre, siempre con un paraguas a la mano, por si acaso. Guantánamo era de un clima raro y un aguacero tropical llegaba en el momento menos esperado y cuando la tierra moría de sequía. Así que sus marchas un día domingo lo dirigían presto a un concierto adonde una
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aunque sintiera una especie de frío que tal vez salía del río y la campiña cercana. Esa casona tenía más de cien años. Cerrando los ojos, se sentó al portal a ver caer las gotas y a palpar con sus manos el tibio sentido del líquido. Se sentía cómodo entre las tejas con madera y portón colonial que albergaba a uno de sus tatara ascendientes. Él abría la puerta y se sentaba a la sombra de un patio con un guayabo. Bueno, esa era la otra quinta en el extremo aún no urbanizado cuando sus abuelos españoles, los de su madre se la mandaron a construir con el crédito que tomaban de sus clientes y su trabajo. No en vano, los que llaman gallegos tenían fama de
agarrados y hacederos de plata. Los días no eran tan secos, medita Manuel Augusto, y me dice que llovía más frecuentemente y aún el calentamiento global y la salinización no invadían los alrededores. Lo que fuera Plaza de armas sirvió de lugar para juegos, no había Parque Veinticuatro, el que desmantelaron en el Siglo XXI sino una plazoleta adonde el joven en sus viajes imaginarios observaba con curiosidad los uniformados españoles. Una tarde, ya cansado de vagar y húmedo por las aguas del río, entonces revestido de un lecho pleno de vegetación salvaje, observó a lo lejos y notó un sargento con el sable colgando quien lucía exactamente igual a la foto que uno de sus conocidos le enseñara tiempo después como su bisabuelo Rodríguez, natural de Lugo en la zona de Galicia. Aquellas excursiones aumentaron en la medida que las visitas, las conversaciones y la imaginación decidieron suplantar las meditaciones. Fue como si de la pasividad mental se moviera a la más agresiva revolución de las correrías de Manuel cuando las aguas lo sorprendieron en un invierno de Las Vegas y leía en el Internet acerca de las inundaciones en Guantánamo. —Coño, mira que esta lluvia jode, Vicky. Hoy los Ego no se reúnen. —No seas ave de mal agüero, Manuel. Seguro que escampa más tarde y si no, vamos por allá por casa de Mireya y como tú sabes, siempre hay fiesta. Nada más hay que comprar una botella de ron y luego viene el concierto. Y aquella conversación continuó un sábado de
jóvenes aburridos aunque El Archivero tiene suficiente que hacer porque sobran los libros. Necesita leer más de Freud. Vicky parece adelantarse porque está de moda como también Camus y nadie sabe de dónde salieron los textos pero siempre alguien presta y les ofrece una novedad. Muchos no son los días de encierro ni tampoco se mueren por simplemente saber porque a su edad, aquella edad de entonces le urge salir. Recordemos que no ha cumplido aún sus primeros veintiséis y se muere como a su amiga por contaminarse con la excitación de los comunes que cargan la energía del que no tiene más que eso y que incluso si es matizada por el agua venida del cielo que rocía tibios líquidos que los niños gozan pues se evitan los males que por contraste sobran luego de las precipitaciones acá después en la gélida empapada del Oeste, sea y lo sabe Lemus por experiencia, Las Vegas o Los Ángeles. Y con la llovizna aun marcando el impase de la aridez, como otras veces los que fueron jóvenes van a la caza de aventuras y tal vez se esboza un poema. Tal vez una novela que cuente de esas aventuras adonde el juego de los cuerpos parecía licor para un sediento. El agua inundó la pequeña aldea y se levantaron los árboles arrastrados por huracanes años después. La rubia cuida sus nietos y escribe una novela invencible. El Archivero, mira desde la ventana la lluvia rara que viene con el frío de un día en Las Vegas. El tiempo que se mueve con las cosas no conmina al envejecimiento. Al Archivero le ha crecido la barriga pero todavía tiene 26 años y comienza un nuevo recuento de su
Carmen Karin Aldrey
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Ramón Carulla, Serie Unforgettable Characters
existencia. Poemas y archivos. Palabras que arrastran.
Julio Benítez, Guantánamo, Cuba, 1951. Ha recibido premios de cuento, poesía y crítica literaria, y publicado varias novelas entre ellas La Reunión de los dioses, Operación Serpiente y Las tres muertes de Gurrumina Robinson, así como varios libros de cuentos entre ellos Leyenda de un trompetista (2015) y tiene a su haber tres libros de poesía así como una colección de ensayos sobre la Edad de Oro. Ha sido crítico literario de la Revista Cultural Hispanoamericana y La Luciérnaga Online así como Neoclub Press, miembro de los grupos La Luciérnaga y Poesía de Los Ángeles, California. Fue profesor de literatura de la Universidad de Guantánamo, y preso político en 1992, como parte del Comité Cubano de Derechos Humanos. Actualmente es profesor de Español en Los Ángeles, Califormia.
MAYA ISLAS Un clásico cubano
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MIREYA ROBLES Diario de Sudáfrica I
ella y la madre, a montar a caballo por los alrededores del establo que tienen alquilado a pocos kilómetros de la casa, o si no, van a montar por toda la orilla de la playa. El hijo de Llegada a la Universidad de Natal, Durban, Julio 17, 14 años, de ojos azules, dulces y a la vez intensos, es retraído, 1985 - miércoles callado, suave. Electra, la hermana de Alex es cariñosa, pero Por fin hoy puedo sentarme a escribirles. Desde el lunes 15 tal parece que llevara con ella una gran preocupación. estoy en mi bella, bellísima cabaña. Parece que el jefe de Miriem, la criada uniformada, es una negra zulu que vive otro departamento se la quería dar a un profesor que viene en su mundo aparte. Algo interesante de los distintos sectores de USA y por eso trataron de que yo me quedara en un de la población con los que he tenido contacto: los negros hablan en zulu. Parece horrible aparta-mento que les cuesta trabajo que está en uno de los hablar y entender indormitorios de glés, como si se resisestudiantes de la Unitieran a salir de su versidad de Natal. mundo. En cuanto a los Como te dije, Maya, indios (de la India) con no me quise quedar ahí los que he hablado, he y Julia Papaphilippou, visto que, para sorpresa la profesora de mía, no hablan hindi, ni Español que fue a lo entienden. Son de esperarme al otros grupos lingüísaeropuerto, me llevó a ticos: tamil o telugu, por su casa frente al mar. ejemplo, y llevan al ¡Qué lugar tan increíinglés británico-sudable! En las pocas horas fricano, un fuerte acenque estuve en ese to de su lengua de barrio de origen. Los blancos del Amanzimtoti, me fui a área Sobrehablan estaspor lo explorar. Bajé la general, inglés, pequeña montaña por piedras queaunque algunos, como los del un trillo que hay cubren la correo de Amanzimtoti, abierto entre matose resisten a salirse del rrales que me hicieron noche afrikaans. He descusentir en la jungla. Así bierto que el afrikaans, llegué hasta la orilla No es fácil al menos el que oía por del mar con su poder sentarse los altoparlantes de los inmensidad increíble. aviones de South sobres estas Qué libertad tan African grande se siente ante piedras Airways, es muy melodioso, casi esta naturaleza. En la que cubren la como un arrullo. Y expedición me noche, poraviones, hablandosi de acompañó el perrito casualidad tuviéramos a mano, cuando entré al avión en Johannesburg para volar a Durban, Blackie. Después Julia me dijo que por ahí hay una especie estaban tocando algo muy familiar y querido: la un jarrón lleno de flores de zorros y gatos salvajes. Pero todo nos fue muy bien a “Guantanamera”. Sentí que me daban la bienvenida. Sentí Blackie y a mí. Caminamos por un caserío quesu hay cerca voz, estaríamos más cómodos ante despedida la luna Nada mejor para recordalo que propia que sentimos a través de este de la carretera. Él, asustándose—que con losatrevida— ladridos de los perros que se confirmaba la certeza que me vino cuando pensé, en poema suyo aparecido en Vuelta en la casa de empeño, su último libro. Había nacido en que a veces se soltaban y venían a perseguirlo, pero siempre el aeropuerto de JFK, que en Sudáfrica no conocía a nadie, se asoma La Habana, ensi1938. Sale entre decuidando. la algodones. Isla enYo,1961 y reside en Virginia y otras ciudades de pero que era éste el único camino a tomar en esos momentos. acompañándome, como me estuviera Lo raro sería encontrarnos abandonados Ahora, en cuanto a la Universidad: ¿sabes, Maya, que lo Estados Unidos; publica varios libros de apoemas; funda revistas y editoriales y escribe explorando la arquitectura. Me encantó. Como le dije primero que vi cuando la visité el domingo fueron unos comodecualquier de barrio, Maya, el marido de Julia (norteamericana), es hijo un griego ensayos sobre la poesía los otros cubanos en el exilio. Falleció el pasado 18 de mayo en monitos como los de Mount Abu? La arquitectura de la interesante, delgado, de ojos y pelo largopalabra —Alex. oclaros tal vez, según borgiana: Miami, donde finalmente residía. Estaba casado de conarrabal, la poeta Silvia Eugenia Odio. Universidad es absolutamente bella. La tierra es roja como La niña de 12 años es bella. Salen temprano en la mañana, y esto no se escapa a nuestra imaginación
esperando el tranvía que ya no existe.
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la de New Delhi y algunos edificios son de ladrillos, del del Cabo (Cape Coloured): 01; malayos: 02; Griquas mismo color de la tierra. Hay palmeras, crotos, helechos y (mulatos de Sudáfrica, de ascendencia europea, bosquimana, unos árboles que tienen las hojas como las matas de plátano. hotentote, según el diccionario Webster): 03; chinos: 04; Dentro de la Universidad hay plazoletas altas con escalinatas indios (de la India): 05; otros asiáticos: 06; otros mulatos y cuando las recorro me parece que estoy en un complejo de (other Coloured): 07. Para los que no son ciudadanos pirámides. Mi cabaña: es de ladrillos rojos con un jardín sudafricanos: blancos: 10; mulatos del Cabo: 11; malayos: delantero de tierra roja, y un patio posterior con árboles 12; Griquas: 13; chinos: 14; indios: 15; otros asiáticos: 16; tropicales y helechos. A la entrada tiene un foyer, a la derecha otros mulatos: 17. El dígito que sigue a estos dos que el baño amplio, a la izquierda, la cocina. Tiene una sala determinan la clasificación de las razas, es un número de comedor con un loft de madera oscura y una habitación en control cuya función no se especifica. Una cosa en la que la planta baja en la que había dos camas que mandé a sacar me tengo que fijar: cómo cruzar las calles. Como el tráfico para poner los libros que envié por el agente Gundelfinger es al revés, siempre me oriento en contra y los frenazos y and Son en un total de 19 cajones. Hice que me subieran los pitazos llueven. Clima: en Johannesburg: había una dos colchones al loft y duermo en ellos, en el suelo. Según temperatura de 8º C (46.4º F) el día que llegué, 13 de julio. me dicen, me permitirán vivir en la cabaña por seis meses. En Durban estaba a 12º C (53.6º F). Pero me dicen que aquí Está amueblada y pagaré 160 rands al mes (unos 80 dólares). el invierno es muy benigno. Hoy hace sol, y con unos jeans, Está en una callecita que se llama Covent Cove, pegada y camisa de mangas cortas y una chaqueta de algodón, siento paralela a Princess Alice Road, a la que atraviesa de cerca más bien calor. Pero por las noches refresca y se siente frialdad porque no hay calefacción. François Road. La cabaña tiene el Ramón Carulla: Serie. Unforgettable Characters Al llegar a Johannesburg no me número 354. Ya solicité que me registraron las maletas en la aduana. pusieran teléfono. La instalación Ni las abrieron. La compañía de me costará de R70 a R100. No sé aviación nos pagó el hotel, un cuánto me costará mensualmente. Holiday Inn, porque salimos de New Ya les mandaré fotos de todo esto. York con dos horas y media de Por lo pronto he sentido la retraso y perdimos la combinación necesidad de transmitirlo así, como a Durban. En el Holiday Inn me pasó lo he visto. Anoche me dio un algo curioso: quise avisarles a los fuerte ataque de nostalgia y para Papaphilippou que no llegaría hasta calmarme me puse a limpiar. He el día siguiente. Traté de averiguar dejado todo brillando. Me dijeron su número de teléfono con la que tal vez más adelante me operadora en varias gestiones, sin consigan a alguien que me lave la resultado. Por fin, como a las 10:00 ropa. Mientras tanto, la iré lavando de la noche decidí bajar a la carpeta yo a mano y la tenderé en el patio. y pedir una guía de Durban y así Seguro que esto se debe a que la conseguí el número. Cuando me matron de las cabañas, que vive al disponía a subir a mi habitación lado, en la cabaña contigua a la mía, número 218, entró un negro alto en no se ha molestado en hacerme las el elevador. Presionó el botón diligencias. Es una mujer como de correspondiente al séptimo piso. Yo unos 60 o 62 años, de una frialdad, como diría José Corrales, ‘espantosa’. Pero no le hago caso. presioné el correspondiente al segundo piso, pero cuando Por lo pronto, la primera familia que conocí aquí fue salí, el negro se quedó en la puerta del elevador y me dijo acogedora y afectuosa conmigo. Mañana viene Julia de que fuera al bar a tomarme un trago con él. Le dije que no Amanzimtoti, que está bastante lejos de aquí, expresamente podía ir. Se puso insistente y salió del elevador, hablando a llevarme al centro de Durban, ya que me quiero inscribir detrás de mí. Cuando le hablé enérgicamente, viró para atrás en el consulado americano, y de ser posible, ir al Department pero mi paranoia newyorkina me mantuvo alerta y decidí of Interior para solicitar lo que aquí llaman The Book of no abrir mi habitación, que estaba cerca del elevador, Life —-ése es el nombre oficial—: un librito donde viene pensando que tal vez él estaba escondido esperando que yo toda la historia de cada uno de los residentes y ciudadanos abriera para entrar también. Seguí caminando por un pasillo de Sudáfrica: cartera dactilar, fecha de nacimiento, foto, un solitario hacia una habitación desde donde me llegaban número de identificación que incluye al principio, el año, voces. Miré para atrás y efectivamente, el negro se había mes y día de nacimiento; le siguen cuatro dígitos que escondido en la esquina y estaba asomando la cabeza, identifican el sexo: si los dígitos son del 0001 al 4999, se vigilando a ver dónde me paraba. En la habitación de donde trata de una persona femenina; si los dígitos son mayores de salían voces había un maletero, negro también. Le expliqué 5000, la persona es masculina. Los dos dígitos que preceden la situación e insistí en llevarlo hasta el área del elevador al último número, clasifican a la persona de acuerdo con la para que viera él al hombre. Cuando el maletero lo vio, quiso raza. Para los ciudadanos sudafricanos: blancos: 00; mulatos ampararlo diciendo que el hombre estaba buscando un taxi.
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Me quedé cerca del elevador hasta ver que ellos dos bajaron y le tomé el nombre al maletero (Jerry Mbona o algo así). Una vez en mi cuarto llamé a Seguridad y les dije que quería que le pidieran explicaciones al maletero de todo esto que había pasado. Me llamaron a los pocos minutos para decirme que el maletero había dicho que el hombre no había ido a tomar un taxi (como me dijo a mí), sino que había ido al bar. Fue una experiencia extraña en la que si bien no sentí miedo, sí sentí la necesidad de estar alerta. Escribo en una cafetería que está como a dos kilómetros de la Universidad. Se llama Wimpy y hacen unos waffles como los del International House of Pancakes. Me voy ya. Son casi las 5:00 de la tarde y aquí a las 6:00 ya es de noche. Tengo que hacer compras en el supermercado que está aquí mismo, el OK Bazar. Si se me hace de noche, una de las empleadas llama por teléfono para que venga el taxi a recogerme. Ayer vine a pie como hoy, pero me fui en taxi. Me cobraron R3. 9:30 PM - Se me hizo tarde en el OK Bazar y como estaba al cerrar no hubo tiempo a que pidieran un taxi para mí. Vine a pie, pero no lo volveré a hacer. El camino es oscuro y desolado. En el mismo centro comercial, Samlam, donde está el OK Bazar, fui a una farmacia a comprar un rollo de cámara. Me atendió un portugués quien me dijo indignado que a él no le gustaba lo que mi país (USA) le estaba haciendo a él, es decir, a Sudáfrica. En cuanto entré me dijo: “You are from America, you are from America”, como si hubiera descubierto algo terrible. Le dije que yo a él no le había hablado de política y que por lo tanto no permitía que me hablara en esa forma inaceptable. Se fue calmando y terminó diciéndome que cuando yo quisiera revelar las fotos, que fuera allí, que él me haría un descuento.
SANTIAGO
Hoy conocí a tres del Departamento de Francés. Una, de ascendencia inglesa, nacida en el Congo Belga (hoy Zaire). Otra, de Francia, está haciendo un segundo doctorado. La tercera, alta y tímida, de île Maurice, se ofreció a llevarme el viernes al centro, en Durban. Al llegar aquí esta tarde me dio otro ataque de nostalgia y les di cera a los pisos. Voy a escribir algunas cartas. Después me doy un baño y me voy para mi loft. Un fuerte, fuerte abrazo. Ah, tengo una oficina para mí sola. Me encanta. La Universidad está en terreno alto y desde mi ventana hay una vista fabulosa. Frutas tropicales: piñas dulces y riquísimas a 40 centavos de dólar. Papayas baratas también. Estoy esperando la época de mangos como cosa buena.
Mireya Robles (Guantánamo, Cuba, 1934), novelista, poeta, ensayista y profesora universitaria, se ha destacado también como pintora. Salió de Cuba en 1957, y tiene un doctorado por la Universidad Estatal de New York. Durante varios años enseñó en la Universidad de Natal, en Sudáfrica, y de esda experiencia es su Diario de Sudáfrica. Estos son sus libros publicados: Combinado del este, novela; Frigorífico del este, cuentos ; Petits poèmes, 1969, poesía; Tiempo artesano. Barcelona: Campos, 1973. poesía; En esta aurora,Xalapa: Universidad Veracruzana, 1976, poesía ; Hagiografía de Narcisa la bella, 1985, novela, también traducida al inglés; Una mujer y otras cuatro, 1989, novela; La muerte definitiva de Pedro el Largo, 1998, novela. Reside actualmente en Miami.
RODRÍGUEZ
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FÉLIX HANGELINI sonetos ESPACIOS DE BELLEZA Espacios de Belleza disecados sobre el feroz aliento del azoro, donde hay un cisne que se ha vuelto toro y hay olas que se han vuelto enamorados, y hay soledades como nubes bajas, y lluvia como lágrimas recientes, y un eterno fluir en las corrientes, por volcanes de luz o entre mortajas. Espacios de Belleza. Cómo siento que se funde el pasado con la flecha de algún espacio en blanco donde exploto. Y si queda el sopor, guardo el aliento de volcanes de luz, pero sin mecha, y la Belleza en el espacio roto.
EL POSO Como sombra esperando la precisa hora que no vendrá, como la ola que en su destino se ha quedado sola, como el aliento que se va en la brisa, como la flor muriendo en la camisa, como la luz donde mi luz se inmola, o como la palabra que desola en la mudez que deja su ceniza. Como un espacio en medio del verano, un libro abierto con un ojo blanco y el esplendor del blanco que me agencio, voy perdiendo la noche de mi mano, y este poso es tal vez el duro blanco que me aplasta y se va con tu silencio.
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QUÉ DE PRONTO DIRÁS Qué de pronto dirás si me desnudo y otros ojos me invaden suavemente, si brota al fin lo que mi cuerpo siente en forma de ventana y de desnudo. Quise escuchar..., pero mi voz no pudo percibirme en la sombra transparente, y por la vaga altura de este puente cuelgo mi desnudez tras de este nudo. No sé bien si me entrego o no me entrego, si crece el agua o aparece el fuego por la tanta ceniza transcurrida... Soy lejano esplendor, pero me oculto si entre tanto vacío, en el tumulto mi desnudez es torre arrepentida.
ía Contemporánea en laRamón Universidad Carulla de La Habana, el Colegio San Gerónimo y la Televisión Cubana. Ha realizado la edición crítica de la poesía de Delfín Prats y de Félix Hangelini (ambas en Ed. Hypermedia, 2013). Colabora también como editor en las editoriales Verbum y Betania en Madrid prologado, además, lay obra comodepoeta y crítico de poesía en el importantes autores hispanoamericanos periódico Diario de Cuba. Ha estudiado y como Damaris Calderón, Lina de Feria, Jesús J. Barquet, Magali Alabau y Luis Martínez de Merlo. Actualmente es doctorante en Estudios Hispánicos y se desempeña como GraduateTeachingAssistant de Griego Clásico y Español en el College of Liberal Arts de Texas A&M University. En 2013 publicó el poemario Adán en el estanque (Ed. Betania).
EL RETORNO
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QUÉ DE PRONTO DIRÁS Qué de pronto dirás si me desnudo y otros ojos me invaden suavemente, si brota al fin lo que mi cuerpo siente en forma de ventana y de desnudo. Quise escuchar..., pero mi voz no pudo percibirme en la sombra transparente, y por la vaga altura de este puente cuelgo mi desnudez tras de este nudo. No sé bien si me entrego o no me entrego, si crece el agua o aparece el fuego por la tanta ceniza transcurrida... Soy lejano esplendor, pero me oculto si entre tanto vacío, en el tumulto mi desnudez es torre arrepentida.
Si es que enfermo me maltrato, me maltratan, porque no sé definir el lugar donde tender mis juncos, y así, al comienzo exuberante de un obtuso silencio me reclino ante las oscuras tribulaciones de la losa donde me he detenido a reidear; si es que me ato a una inmensidad incierta y una ilusión tantea sobre la cuerda insobornable, y me hago creer que el sueño es bello y que sí existe; si me distraigo, nervio disipándose, incolora plenitud de lo que queda siempre adentro, y todo el mundo me nombra y me rechaza, y yo que nombro todo y me despeino al mundo me dilato y sonrío donde Tántalo mira; si me detengo aquí, es porque siempre vuelvo.
Ramón Carulla: In Love V
Félix Hangelini, nombre literario de Félix Ernesto Chávez López (La Habana, 1977–México D.F., 2012). Fue Profesor universitario, editor, ensayista y poeta. En 2010 se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona con un estudio biobibliográfico sobre Luisa Pérez de Zambrana. Dedicó sus últimos años a investigar la literatura femenina del siglo XIX hispanoamericano. Ha publicado La construcción de las olas (Ediciones Abril, 2003), Premio Calendario de Ensayo; La devastación (Premio de la Academia Castellano–Leonesa de la Poesía en 2005) , y La imaginación de la bestia (Fundación Jorge Guillén, 2006).
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YOANDY CABRERA Restauración de la luz: Félix Hangelini, sonetista [1] Félix Hangelini[2] escribió sonetos desde la infancia hasta su muerte. Cuando conversé con él por primera vez en septiembre de 2001, estábamos en el laboratorio de computación de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana y, de una computadora a otra, en apenas unos minutos, Félix escribió un soneto dedicado a mí y me lo regaló[3]. Muchos de sus poemas inéditos están en manos de amigos, familiares y seres queridos en general, a quienes escribió versos en señal de hermandad y afecto en algún momento de su vida, de la misma manera espontánea y circunstancial.Esa impronta en forma de rapto con que escribía un soneto en un instante, dialoga con la capacidad de transformación del entorno en sus sonetos. Como la luz durante el día, Hangelini pasa de
la demasiada luz a la sombra que se hunde.Tenía una gran facilidad para las formas del soneto, en especial para el endecasílabo y para hacer coincidir sus ideas encabalgadas, aparentemente indomables en esa forma lírica de tan larga tradición. Algunos de los temas más frecuentes en los sonetos de Hangelini son la luz, el tiempo, el mar, la belleza, la sombra, el silencio: todos conceptos inapresables, huidizos, formas arquetípicas que con facilidad evaden toda clasificación, todo encierro, tanto natural (dígase físicamente) como conceptual y retórico. Ese es uno de los grandes logros del poeta en sus sonetos: hacer incidir el esplendor a chorros, ráfagas de claridad, relámpagos sostenidos sobre el lector, sobre un “tú” con el que frecuentemente evoca a un interlocutor ideal e imposible en toda su poesía, aunque su “sombra me devuelva al eco”. Esas evocaciones, las presencias naturales de la luminosidad y la noche en sus sonetos encarnan con sus paradojas la constatación de algo que es, a su vez, negado, imposible; de ahí que, en su universo, lo que enamora también espanta: los “espacios de Belleza” se disecan en “el feroz aliento del azoro”; los “volcanes de luz” no tienen “mecha”, y el sujeto Ramón Carulla:The Singer
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lírico guarda “la Belleza en el espacio roto”. Esa imposibilidad atraviesa el tiempo, que viene a ser “la precisa hora que no vendrá”. El poeta en su paso breve alcanza una eternidad que a la vez le es negada. Hay, además, en la naturaleza una diferente “luz donde mi luz se inmola” y “la palabra” desola “en la mudez que deja su ceniza”. Pero el sujeto lírico de Hangelini juega de manera muy seria, a veces agónica, existencial a hacer de la desnudez otro modo de enmascaramiento, a negarse a través de la entrega, a entregarse a través de la negación: al proponer “si me desnudo”, “si brota al fin lo que mi cuerpo siente”, al mismo tiempo que conjuga organismo y verdad, desnudez y entrega, reconoce que “no sé bien si me entrego o no me entrego,/ si crece el agua o aparece el fuego”. Félix Hangelin construye un entorno y un rostro en que la palabra y la naturaleza son escenario, máscara, tejido, distorsión y, simultáneamente, continuidad de su dandismo y su personalidad. A través de la luz, del cuerpo, de la desnudez y del discurso, el poeta es antifaz y verdad, dispersión y núcleo, teatralidad y vida. Su confesión siempre desvela también una máscara en que se entrega y se fabula.Hangelini mismo, como bestia fabulada, como monstruo discursivo, se mueve entre las formas y su falsedad, entre la convicción de que “todo es falso”, de “una inmensidad incierta” o del “olor a nada” y la necesidad de pactar con las mismas formas que niega para comprender y recrear su cosmología poética, de ahí que “me hago creer que el sueño es bello y que sí existe”. Un cosmos, por ello mismo, cambiante como la propia luz que evoca, variable de verso a verso, de soneto a soneto, conformando así “la inquieta pradera que sustento”. La impronta de la naturaleza en estos sonetos recuerda al primer Cernuda y a otros poemas del sevillano como “No intentemos el amor nunca”. Pero Félix no demora en hacer aparecer la forma humana en sus poemas en medio de toda la luz, metamorfoseado en ella y espantándola a la vez. El diálogo amoroso con ese “tú” indefinido, sin marcas genéricas tan propio de la lírica de Hangelini irrumpe desde temprano en este cuaderno. La poesía en verso libre de Felix Hangelini rompe los esquemas de ciertas preceptivas puristas, porque no teme a repetir, a equivocarse, a corregirse y desdecirse dentro del mismo poema. No se amolda a cierta perfección lastrante y engañosa. Irrumpe como lava, como volcán sintáctico que posee su propia respiración rítmica. Pero en el soneto, como en algunos de sus intensísimos poemas breves, Hangelini persigue y a la vez evita domar la noche, conquistar la luz, ensonetar una “incolora plenitud”. Busca en formas tradicionales establecidas desbordar los monstruos del viento y de la tierra. Fuerza las formas estróficas tradicionales, confunde un verso con la ola indómita, con formas oceánicas que lo llegan a desbordar, trastea la rima y la descoloca. Olvidamos, por un momento, que leemos sonetos o poemas independientes al asomarnos a un cosmos en que se conjugan cuerpo, bosque, bruma y mar. Este vaivén discursivo permite recostarnos sobre el hombro del ausente que, como un fantasma de mármol, como viajero
eterno repite desde “la inmensidad sin luz donde me alejo” que“si me detengo aquí, es porque siempre vuelvo”. [1] El poemario Restauración de la luz fue publicado en la compilación de la poesía de Félix Hangelini El bosque escrito. Madrid: Editorial Hypermedia, 2013, 83-154. El cuaderno reúne en total 70 sonetos que constituyen la mayoría de los sonetos escritos por Hangelini durante su vida. [2] Félix Hangelini es el pseudónimo literario del escritor hispanocubano Félix Ernesto Chávez López (La Habana, 28 de octubre de 1977 – México, D.F., 11 de junio de 2012), doctor en teoría de la literatura y literatura comparada por la Universidad Autónoma de Barcelona, profesor universitario, investigador, ensayista y poeta. [3]El soneto se titula “A Soiomerlinus” (que era el nombre inicial de mi correo electrónico en aquel entonces) y forma parte de su libro de sonetos Restauración de la luz (2007) con el cual Hangelini fue finalista en el Premio Internacional Sant Jordi de Poesía 2007.
Yoandy Cabrera (Pinar del Río, 1982) es licenciado en Letras con perfil en Filología Clásica por la Universidad de La Habana en 2006. Ha cursado estudios de Maestría en Filología Hispánica de Filología Clásica. Ha sido profesor de Lenguas y Literaturas Clásicas, Gramática Española, Literatura Colonial y Poesía Contemporánea en la Universidad de La Habana, el Colegio San Gerónimo y la Televisión Cubana. Ha realizado la edición crítica de la poesía de Delfín Prats y de Félix Hangelini (ambas en Ed. Hypermedia, 2013). Colabora también como editor en las editoriales Verbum y Betania en Madrid y como poeta y crítico de poesía en el periódico Diario de Cuba. Ha estudiado y prologado, además, la obra de importantes autores hispanoamericanos como Damaris Calderón, Lina de Feria, Jesús J. Barquet, Magali Alabau y Luis Martínez de Merlo. Actualmente es doctorante en Estudios Hispánicos y se desempeña como GraduateTeachingAssistant de Griego Clásico y Español en el College of Liberal Arts de Texas A&M University. En 2013 publicó el poemario Adán en el estanque (Ed. Betania).
Ilustran este número Además del pintor y escritor cubano Juan Abreu, residente en Barcelona, España, con su “Proyecto 1959”, ilustran este número de LLM el pintor y dibujante Ramón Carulla, nacido en 1936, residente en Miami. Y “El Sexto” (Danilo Maldonado Machado), dibujante y grafitero cubano, residente en Cuba, que lleva más de nueve meses en la prisión de Valle Grande, acusado de ponerle los nombres de Fidel y Raúl Castro a dos puercos. 25
ÁNGEL COLLADO RUÍZ Amándote A Pastora Capanioni Como un ave que cruza el aire claro siento hacía mí venir tu pensamiento José Martí Ahora que vuelves pondré sobre la mesa las flores que tanto te gustaban Al maquillarme para ti recordó el espejo el tiempo que ha pasado el cenizo encanto del desvelo en el surco de mis ojos Para recibirte limpié de sombras el jardín donde nos besamos a escondidas las primeras cartas ya no existen recuerdo sin embargo cada una de sus líneas Mis labios ya no brillan mis pechos dejaron de ser bellos encerrada cada vez más dentro de este lagarto a merced de las arañas del techo Hoy amanecieron olorosas las albahacas bañé mi pelo con jugo de sus hojas me paré en silencio a la puerta de la calle para ver pasar la victoria escurridiza El viejo sillón lo han compuesto mil veces para que al llegar te quites el disfraz de olvido y te sientes a mi lado como la primera vez.
Patria Qué patria tengo sueño oculto extraño signo quién me puso en otra patria para sin darme cuenta tener dos o ser huérfano de ambas De mi patria el seno tu húmedo mundo la mirada dicha fe con que amas fiebre que envuelve La patria no existe absurdo mito frágil escudo de mentiras dócil ombligo impenetrable mejor la sangre en la batalla real tangible humana Ramón Carulla
El Husillo Te acuerdas del viento negro preñado de soledad muerto en su mutismo errante El aullido en la madrugada aquel hedor entre los carrizos donde al caer la vida desaparecía empobrecido campo de recuerdos refugio de la memoria Aún se estremece a merced del embrujo el ojo verdoso
Angel Collado Ruíz. La Habana, 1956. Poeta. Realizó estudios tecnológicos, y de pintura en la Academia San Alejandro. Perteneció a la Peña fotográfica de la Habana Colonial. Desde 1954 reside en San Luis de Potosí, y ha colaborado en la Enciclopedia Británica de México. Ha publicado varios libros de poesía, el más reciente, Amaradentro, en 2014. Actualmente ejerce como Professor de Literatura y Filosofía.
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ROBERT LIMA
Ramón Carulla: Serie Masks
AFTERWORDS PEN AT PENN February 14, 1991 After words that Vargas Llosa & Oviedo said, the Russian loomed up suddenly on stage— quite tall & gaunt, with ruddy face & hair, a raunchy tie of orange-red set off against the jacket’s camel hue—to take possession of the honored guest and of our ears. At dinner, Yevtushenko rambled on and on. Directing his accented twang to Mario’s face, the table-hopping voice curtailed all speech but his, its so-so Spanish nurtured years ago in Castro’s Cuba and Bolivia’s heights, where he had haunted Che Guevara’s path. Tyrant of the banquet table all night long, he soon insisted that we clear away our talk like dirty dishes and listen only to his voice declaim a poem (in Spanish) he had written down in honor of the Comandante’s savage death that fateful day when hunters felled their prey. “A la izquierda, siempre a la izquierda,” said as he ranted from my right (his left, of course), made his impassioned utterance first rise then fall like the Bolivian hills where Che Guevara died. The leftist words he’d spoken to the captors then Emphatic in recounting that old death, Yevgeny placed Guevara’s corpse where plates had been (a somber Valentine) in front of dinner guests. (A tired Vargas Llosa had retired to bed by then and was not forced to witness how surrealistically a fatuous symbiosis was attempted on that night.)
SAN LÁZARO, 386 En esa vieja calle de la capital, En ese número de esa misma calle, Dice el documento que nací. Y en un viejo Lada comunista Peregriné hacia el encuentro Con mi niñez de hace tanto. Llegué al 364 y nada más: Habían edificios derrumbados Y solares de tierra sin numeración. En esa vieja calle donde nací, Ya no quedaba rastro de mí Y pensé que tal vez nunca nací. Y me pregunto que si ahora, viejo, Toda mi vida ha sido pura ilusión, O, si como el santificado hombre De esa calle habanera, He resucitado años después.
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MALECÓN Aquí se cansa el mar, rompiéndose, viejo Atlántico transformándose en la resonancia de las olas espumándose contra la piedra, retirándose del trajín náutico al encuentro terrenal diario.
Robert Lima: (La Habana, Cuba, 1935) Poeta, crítico literario, editor, bibliógrafo y traductor. Profesor Emeritus de Español y Literaturas Comparadas, así como Fellow Emeritus del Instituto para el estudio de las Artes y las Humanidades en la Universidad Estatal de Pennsylvania. Escribe mayormente en inglés. Ha publicado 38 libros de poesía, crítica,bibliografía entre otros, y recibido numerosos premios y condecoraciones. Sus libros más recientes son: The Pointing Bone (2008), The Rites of Stone (2010), Self (2012), y Por caminos errantes (2014). En el 2003 fue nombrado Caballero de la Órden de la Reina Isabel, por el Rey Juan Carlos I de España.
www.ilastamps.com Filatelia Cubana e Internacional 28
lamar en la m a ñ a n
Claustros
Claustros Clamar en la mañana o cruzar los dedos. Resacas Pieza en el agua para posar ante la boca del cañón. Resacas Pieza en el agua -el cadáver enturbia la arribazón de luz. Remuevo el escombro que dejó tu cuerpo la distancia para retener y entrar en ti. Sin otra marca que la sal dejada por tus pies. Un signo en el asomo. Tu cuerpo en la salmuera. Cobres -¿monedas a ese precio? Expendio tú.
Los que no pasaron la alambrada Derraman luz prohijando la aspereza. ¿Es un término tu doble asombro? Ensayador de mí las cantarinas no me esperan advenedizos sin las tablas de mi nombre así cubro mis cifras señuelos para el paso a bordo en Rumba Palace-Tropicana-San Germán no llaman a combate (no me esperan) a sangravida. A sangravida no.
LUISFELIPE ROJAS C
Dibujo de “El Sexto” en la prisión de Valle Grande, Cuba
Por los toros que no sangran Pastor sin beneficio -¿me recojo?al verdear ya no se vuelven hacia ti ¿manzanillas de mercado? Sin obtenerla / una prebenda no se cumple se acumula tu nombre en la pancarta en los carteles cotidianos las huellas de tus padres cuando clarea ya no hay remolineantes a tu acecho¿Un delito la otra vez? ¿la tuya? pastorcillo en bancarrota.
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Temblar una vez ante la reja A la entrada de La Villa El hilo (disparo de metal) dirá mi nombre. Grabará la suerte de haberme conocido. El sangratorio que habrán puesto ante mis pies (por meta, codicia o maldad) será un rastro de metal y sangre. Los corazonantes indicaron el camino de mi hijo lo pusieron entre el muro y la pintura que es el muro entre el muro y las manos que lo atan lo sostienen. El muro es una lengua (mi lengua) y mi carcaj cuando el cambio llegue a casa. Soy el Terry Fox de mi comarca mitad carne mitad hierro. Voy a despertar con los disparos con los pasos que apremian la carrera buscaré en el reclusorio individual la boleta de mi sangre. El disparo (hilo de metal) dirá mi nombre.
(é como El Ahorcado?) lahuellas de tus padres Dibujo de “El Sexto” en la prisión
cuando clarea Dibujo de “El Sexto” en la prisión de Valle Grande, Cuba
ya no hay remolineantes
a tu acecho.
¿Un delito la otra vez?
¿la tuya?
pastorcillo en bancarrota. 30
Luis Felipe Rojas Rosabal (San Germán, Holguín, Cuba, 1971). Tiene publicados los poemarios Secretos del Monje Louis, (Ediciones Holguín, 2001) Animal de alcantarilla, (Ácana, 2005), Cantos del malvivir, (Loynaz, 2005), Anverso de la bestia amada, (Abril, 2006), Para dar de comer al perro de pelea (NeoClub, 2013) y su reciente Máquina para borrar humanidades Por su acción contestataria fue censurado y repudiado por las autoridades de su país, donde ejerció como periodista independiente. Es autor del blog “Cruzar las alambradas”; trabaja para Martí Noticias. Reside en Miami.
LOS LIBROS MÁS RECIENTES DE LINDEN LANE PRESS
RAÚL DE CÁRDENAS U MAP DRAMA EN DOS ACTOS: CUBA. 1965 - 1969. LA ACCION SE DESARROLLA EN LA HABANA Y EN CAMAGUEY. ACTO PRIMERO FERNANDO: (UNA LUZ LO ILUMINA. EL RESTO DE LA ESCENA A OSCURAS) Ya no existo. He sido borrado de este mundo como si fuese la basura que se acumula en un rincón. Cuando estaba en la universidad todo me parecía posible. Casi ni me daba cuenta de quién era, de lo que sentía. Hasta que conocí a Luis, y en él me encontré a mi mismo. Después, las ilusiones que tuvimos en la esperanza que respiramos en el aire fresco de algo nuevo se vinieron abajo de un tirón. Y así… hubo que callarse la boca, esconderse, no decir nada, nunca hablar en alta voz de esas cosas que se sienten en el corazón, porque las fieras comenzaron a rondar las calles…. (LA LUZ SE APAGA Ramón Carulla: In Love IV
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PAULATINAMENTE, MIENTRAS QUE EL RESTO DE LA ESCENA SE ILUMINA) LUIS: (DESDE ADENTRO) ¡Fernando! ¡Se te enfría el café! ¿Se te pegaron las sábanas ? (ENTRA POR UN EXTREMO DE LA ESCENA) FERNANDO (DESDE ADENTRO) ¡No jodas que es sábado !LUIS: Al que madruga, Dios lo ayuda. Oye, en esta casa hay más café que en la bodega. (SONRIE) ¿Ustedes son almacenistas o acaparadores? Porque si los agarran…. FERNANDO (DESDE ADENTRO) Mamá se encargó de eso. (SALIENDO EN CAMISETA Y CALZONCILLOS POR EL LADO OPUESTO DE LA ESCENA). Creo que se pasó un mes por todos los lados comprando lo que podía. (CRUZA LA ESCENA Y SALE POR DONDE LUIS ENTRÓ) (DESDE ADENTRO) Me dijo que me quería dejar bien abastecido para que yo no hiciera colas por lo menos en unos días.. LUIS (SONRIE) Tienes café, azúcar, arroz… para rato. Tu madre debió haber tenido conexiones. FERNANDO: (ENTRANDO. SERIO) Hace una semana que se fueron y me parece que es una eternidad. Te digo, Luis, mejores padres no hay. Si ella hubiese tenido conexiones quizás hubiese sido diferente. La vieja quería que nos dieran el permiso de salida a todos…UE LUIS Pero no dejan salir a los médicos… FERNANDO: Y no se lo dije a ella porque lo sabía, pero yo no te iba a dejar aquí. Salimos juntos, o no salimos. Ellos salieron juntos. Yo salgo contigo. LUIS: Perdimos prenda el año pasado cuando dieron los permisos de salida por Camarioca… FERNANDO: Los que se pudieron ir se fueron porque tenían familia en Miami que los vinieron a buscar. No te hubiera podido incluir en el núcleo familiar. ¿Qué puedo hacer allá sin tí? LUIS: (SONRIE) Bueno… después de todo tiene su ventaja. Ya no tenemos que estar buscando donde meternos para estar juntos. Por lo menos aquí, tú y yo, podemos encontrar un poco de paz. Eso sí, no prendas la televisión. En cuanto comienzan los discursos del comandante no se me para. (SE LE OCURRE ALGO) Mira… ahí tienes el mejor método contraconceptivo, un discurso de seis horas… no hace falta conseguir condones. FERNANDO: (RIE) Con cuidado, Luis. Las paredes tienen ojos y oídos. Y estoy seguro que a la vieja del comité de defensa de la revolución no le hace mucha gracia que tenga este apartamento para mí solo. Cualquier día hace algo para joderme. Siempre está haciendo preguntas.
LUIS: ¿Nos habrá visto entrar anoche? Porque si pregunta, no es la primera vez que me ve en esta casa, se le puede decir que me cogió la confronta y que me quedé a dormir aquí. FERNANDO: ¿Tú crees que la vieja es comemierda? Esa hace cualquier cosa por ganarse puntos con el partido. (BREVE PAUSA) Estamos viviendo de excusa en excusa, tratando de justificar lo que uno hace. LUIS Hay que marcar el paso sin levantar la cabeza, porque si te sales de la línea vas a parar a casa del carajo… FERNANDO: pero estamos juntos y lo demás no importa. LUIS: Ay, Fernando….. En la escuela todos los días es la misma mierda. Tenemos que comenzar el día con una reunión con las preparaciones metodológicas, que yo no tengo ni la menor idea de que me están hablando. Debo ser un maestro muy bruto. FERNANDO Ya no saben que hacer para controlar… LUIS: Tenemos que estar seguros que todos los alumnos… imagínate… sepan valorar los logros de la revolución. (COMO SI ESTUVIESE IMPARTIENDO UNA CLASE) Muchachos… la revolución es una disciplina que podríamos llamar una pasión política con la cual estamos irremisiblemente comprometidos, una preocupación didáctica que se transmite por medio de las ideas. (NO PUEDE CONTROLAR LA RISA) ¡Mierda! FERNANDO (RIE) ¿Y no se te quedan dormidos? LUIS Si le ves las caras a los muchachos… si yo no entiendo lo que estoy diciendo, con ellos es peor. FERNANDO La cuestión es crear una visión idílica, heroíca de la revolución. Si tú te crees que en la escuela es así, en el hospital es peor. Allá hasta la vesícula tiene que ser revolucionaria. Si no, te la sacan. LUIS Bueno, olvídate de eso. Vístete que aquí no me quedo. El día está precioso. ¿Qué quieres hacer hoy? ¿Pasamos por Copelia? (RIE) ¿Quieres ver una película…?F FERNANDO Tiene que ser soviética, polaca o húngara… escoge… LUIS Ahora hasta los cartones son rusos, unos muñequitos horribles que no tienen nada de graciosos. Todo para adoctrinar. FERNANDO (DESDE ADENTRO) Pobre Mickey Mouse, lo tienen marginado. LUIS ¿Tú sabes la película que a mí me gustaría volver a ver? “Cantando en la Lluvia”… (CANTA Y MARCA UNOS PASOS) Como Gene Kelly… “I’m singing in the rain… just singing in the rain… what a glorious feelin’, I’m happy again…” FERNANDO (RIE) Si sigues “singing” así, vamos a que tener que salir a la calle con un paraguas porque el aguacero no habrá quien nos lo quite de arriba… LUIS Imagínate si nos pudiéramos ir. Porque en Miami no me quedo. Nueva York o Hollywood. FERNANDO (BURLON) Sí… Nueva York… con lo friolento que tú eres te pasarías la vida envuelto como un tamal. LUIS Bueno… tú me abrigas… (ALGUIEN TOCA A LA PUERTA)
FERNANDO (ENTRA VESTIDO) Mira, la vieja del comité se viene a quejar que oyó una canción en inglés. Eso aquí es peligroso. (ABRE LA PUERTA) GERARDO (ENTRA PRECIPITADAMENTE) Qué bueno que estás aquí. (SE PERCATA DE LUIS) Hola, Luis. Me van a tener que perdonar que llegue así pero estoy en peligro…. FERNANDO ¿Qué cosa, muchacho? Parece que has visto al diablo. GERARDO (MUY NERVIOSO) Ojala hubiese sido el diablo. Con hacer la señal de la cruz me lo quitaba de encima. (RESPIRA) No sabía qué hacer y decidí venir para acá. (ENFÁTICO) Y ahora es peor que nunca… la soga se rompe por lo más delgado, y el homosexual es al que siempre persiguen… (LUIS Pero… Gerardo, ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué te ha sucedido? GERARDO Ustedes me conocen. Yo no soy ningún santo, pero les juro que yo no lo he hecho mal a nadie. Lo único que pretendo es ser como soy… Nada más… FERNANDO Serénate… dinos qué paso… GERARDO Se aparecieron en casa esta mañana buscándome… LUIS ¿Quiénes? GERARDO Un tipo de la Seguridad del Estado… Hablaron
Ramón Carulla
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con mis padres y les dijeron mil cosas, que yo me estaba reuniendo con delincuentes…que yo no mantenía ninguna militancia revolucionaria y… y… (APENADO) que se me acusaba creo de algo que ellos llaman “conducta impropia”… (RESPIRA) ustedes saben lo que quiere decir eso en el diccionario del gobierno… quiere decir que soy maricón… Un pájaro… un degenerado… imagínense la vergüenza que le digan a los padres de uno que su hijo es homosexual… FERNANDO Tú eres un buen hijo y tus padres te quieren…. ¿No crees que tus padres sabrán comprender?… GERARDO No sé, Fernando, no sé… esas son cosas que no se hablan, que no se dicen…y si alguna vez pensaron que podía ser homosexual, ahora se los han confirmado… LUIS Gerardo… hablando la gente se entiende y si te quieren… GERARDO (INTERRUMPE) Si ni siquiera he podido hablar con ellos… Imagínense que yo iba para casa y me encontré con mi prima Loly que se había enterado de todo y estaba haciendo posta para ver si me podía avisar antes que llegara… me dijo que ni me aportara por allá… ella se iba a encargar de decirle a mis padres que me había visto y avisado y que estaba bien… ¿Qué puedo hacer? FERNANDO Por el momento, nada. Te quedas aquí. LUIS Tranquilízate. GERARDO (ATORMENTADO) Para esa gente somos unos depravados, unos anormales. Yo no le he hecho mal a nadie. Ni hago alardes de lo que soy, y jamás…. FERNANDO Gerardo, para ellos todos somos la mierda que hay que barrer… y tienen que eliminarnos…… GERARDO Pero si no he hecho nada…. LUIS Te pueden acusar de que eres como eres, que no
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encajas en en este rompecabezas… ya eso pasó una vez en Alemania, ahora es el turno de Cuba… FERNANDO (ENFÁTICO) Y ahora es peor que nunca… la soga se rompe por lo más delgado, y el homosexual es al que siempre persiguen… GERARDO Pero… ¿Qué puedo hacer? FERNANDO Nada… tranquilo… yo puedo pasar por tu casa y decirle a tus padres dónde estás… GERARDO Sí… pero ¿qué hago el lunes cuando tenga que ir a la oficina? (PAULATINAMENTE EL ÁREA SE OSCURECE. UNA LUZ TENUE ILUMINA A FERNANDO)
Raúl de Cárdenas (La Habana, 1938). Después de estrenar sus tres primeras obras en la ciudad de La Habana, dos de las cuales fueron presentadas en la televisión, se asila en 1961.Su producción dramática se paraliza por más de dos décadas y media hasta que en 1986 escribe Recuerdos de familia, una pieza en tres actos que narra las vivencias de una familia cubana de 1944 hasta 1961. A partir de ese momento continúa escribiendo y estrenando, obteniendo el Premio “Letras de Oro” 1988-1989 por su drama en dos actos Un hombre al amanecer, basado en la vida de José Marti. Se le considera uno de los mejores exponentes del teatro costumbrista cubano escrito fuera de la Isla. “UMAP es su ultima obra, un drama en dos actos que relata uno de los mas bochornosos y degredantes episodios de la revolución cubana, los campos de concentración establecidos en la provincia de Camaguey, de 1965 a 1969, donde cientos de homosexuales, intelectuales, artistas, Testigos de Jehova y jóvenes opuestos al régimen eran llevados para ser reeducados..Reside en California.
EDILIO PEÑA El hombre que amaba a los perros FASCINACIÓN Y DESCONCIERTO La realidad abruma —cuando sus límites nos desbordan— con desventura o brutalidad. Lo sorpresivo no siempre trae consigo lo favorable. Entonces, prospera el desconcierto y la misma impotencia pareciera una puerta imposible de abrir. Hay días en que comenzamos a caer en picada como un pájaro herido. La respiración se extravía y la mente es insuficiente para comprender. Quizá porque aquellos momentos felices no han vuelto a repetirse. La eternidad es una condena; lo repetitivo adquiere formas de Ramón Carulla: In Love III desazón. La costumbre obstina, porque esa “primera vez” se ha vuelto demasiado cotidiana. Sin embargo, existe un recurso que nos puede preservar del descenso circular, del laberinto del fauno: la imaginación. Esa que desplaza a los niños a otros universos fantásticos. Imaginación que también socorre a moribundos y prisioneros, liberándolos por siempre de su infortunada épica. Aunque esta cualidad o poder (que algunos cultivan con delectación y otros ignoran con frenesí), puede convertirse en feroz instrumento del egoísmo; o perversión que se junta con el padecimiento existencial, para estrechar y ensañarse mucho más, con esa víctima a la que pretenden arrancarle el preciado ahora, y que en medio del padecimiento o delirio, intenta fraguar ensueños de plenitud y libertad. Revelación o certeza de que la imaginación no sólo es virtud para el bien; igual abona para el mal. Dos extremos donde pareciera que un ángel o demonio talla con esmero nuestro certero destino. Así algunos piensen que el mal o el bien, es invención caprichosa de nuestro cerebro, y nada más. La imaginación ha sofisticado sus planes, sus estrategias para alcanzar objetivos, tanto en la realidad como en la ficción, o en la llamada realidad paralela. Su mejor representación la expresan acabadas y sofisticadas estructuras, que deslumbran y cautivan. El arte y la ciencia se han sumado a esta aventura con inteligencia matemática.
La política también es una cantera de imaginación. Cada quien talla su obra en su mejor escenario. En todo caso, la inventiva está presente en cualquier mente, con mesura o desmesura. El resultado de toda obra se revela a través de la manipulación y del uso que se hace de los contenidos que la sustentan, o del destino que a éstos se le asignan o imponen después. Ocurre con artistas o científicos que se alían al Poder para potenciar la trascendencia de su obra, a pesar de que la ética pueda espiarlos hasta en el cuidadoso orden de la discreción. En la construcción de una novela literaria pueden llegar a privar estos argumentos o sospechas donde el lector se detiene con asombro; en las fuentes de información del novelista y del uso que éste hizo de ellas, para construir su obra. No tanto en la novela de ficción pura pero sí en la novela realista. Si algo aprendimos de las mejores novelas del siglo XIX es que son océanos donde uno desciende para emerger luego de sus profundidades de la mano del novelista, sin escamotear la realidad a beneficio de un poder de Estado. Sin embargo, el siglo XIX quedó atrás y el siglo XX nos deparó una visión más compleja de la novela, en su composición y arquitectura. Por igual, más auténtica en los hallazgos que no hicieron ninguna concesión con los asfixiantes totalitarismos presentes. Joyce, Proust, Kafka, Orwell, Faulkner, Vargas Llosa siguen incontaminados. El hombre que amaba a los perros (1), novela de corte realista y policial, de Leonardo Padura, recientemente merecedor del Princesa de Asturias, ha producido en este lector, fascinación y desconcierto. Fascinación por lo bien escrita que está la novela, al pretender recrear el asesinato de León Trotski en 1940, por ese fruto horroroso de la Guerra Civil Española, Ramón Mercader. Desconcierto, porque la novela pretende desmontar el derrumbe de una utopía que le prometió a la humanidad su redención, aunque la novela termina por ocultar la razón sustantiva del último bastión de esa utopía: Cuba, que le dio refugio al asesino después de salir de la cárcel de México, para que cumpliera una función asesora de alta inteligencia al gobierno cubano, contrastando con la lacónica imagen de pasear a sus perros por la orilla de la playa, como aparece en la novela mientras esperaba la muerte. ¿Ramón Mercader enseñó a los agentes
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cubanos a matar con otros nombres hasta borrar la identidad propia? La madre de Mercader comenzó a trabajar en la embajada de Cuba en París, cuando la Revolución Cubana triunfó a manos de su adalid, Fidel Castro. Hecho capital que es desechado en la novela. Si consideramos que la madre de Ramón Mercader fue organizadora, junto con un agente soviético, de cómo había que abrirle la cabeza a León Trotski con un piolet de alpinista. Es decir, Fidel Castro se hizo corresponsal posterior del crimen de León Trotski, desde el mismo momento en que leyó la carta que Mercader le dirigió a él, solicitándole sus buenos oficios, para luego embarcarse en ese destino funesto a cambio de que su revolución, entre múltiples convenios hasta ahora inconfesables, fuese financiada para su sobrevivencia, por la Unión Soviética, que había convertido a Ramón Mercader en héroe revolucionario, por haber asesinado al otrora comandante del Ejército Rojo. No es de extrañar, entonces, que los trotskistas fueran perseguidos y eliminados también en la Cuba revolucionaria. Fidel Castro había comenzado a encarnar el legado de Joseph Stalin. El asesino intelectual de Trotski. ¿Por qué Leonardo Padura opaca esta verdad hacia el final de la novela? Más aún, sorprende el arsenal informativo del cual hace uso el escritor, que por si solo no hubiese podido recabar, sin ayuda o financiamiento privado o público interesado, o del mismo Estado socialista donde se afinca el escritor. Los viejos archivos de la NKVD soviética (luego KGB) y del G2 cubano no se desclasifican sin interés alguno. Los escritores en Cuba ni siquiera tienen derecho a la internet. Leer novelistas prohibidos no es usual ni lo ha sido, a menos que se lean clandestinamente, como se leyó La insoportable levedad del ser,de Milan Kundera. Viajar con libertad a otros países, por donde habrán de transitar personajes en una menudencia existencial impropia, no es fácilmente permitido ni financiable a un escritor cubano. Los límites lo establece el poder totalitario del Estado cubano, no el interés de profundización histórica de un escritor o novelista. Además, la sombra del realismo socialista persiste en la isla de la felicidad. Bajo ese precepto, a la imaginación no le es permitido descubrir y recrear los secretos del poder que domina y controla a la sociedad y a
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sus intelectuales. Este no puede ir más allá sino se lo autorizan. Pero el gobierno cubano necesita un premio Nobel que no pudo conquistar Alejo Carpentier. Y Leonardo Padura es perfecto para ello. ¿Por qué Leonardo Padura se embarcó en esta memorable aventura que produce pavor? Su novela es fabulosa, sí, pero le falta el último capítulo. ¿Le permitirán escribirlo? (1) El hombre que amaba a los perros. Leonardo Padura, Tusquets Editores, Colección Ardanzas, Barcelona, 2009.
Edilio Peña. CARLOSDramaturgo, narrador, ensayista y guionista de cine venezolano.Ha recibido varios premios y reconocimientos nacionales e internacionales. Por su larga trayectoria literaria le fue otorgada la Orden Andrés Bello. Es autor de Los Pájaros se van con la muerte, de la que recientemente el cineasta venezolano, Thaelman Urgelles, ha realizado una película. Resistencia, su primera pieza teatral, representó a Venezuela en el Festival mundial de teatro que se celebró en Francia, en 1975. Otras obras como El Chingo, Los Olvidados, El Círculo, Ese espacio Peligroso, Los Hermanos, se representan continuamente.También ha cultivado el ensayo, y tiene un libro, Trama ( Proceso y construcción de la obra teatral). Actualmente es profesor de Dramaturgia en la Facultad de Arte de la Universidad de los Andes, Venezuela.
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Jorge Camacho. Etnografía, política y poder a finales del siglo XIX: José Martí y la cuestión indígena. Chapel Hill: University of North Carolina Press, Romance Languages Series, 2013 The greatest reverence that can be shown to any historical figure is to desire to know everything about him. The most faithful biographer is the one who provides the most complete picture of his subject, not the myth-maker or repeater of the accepted pieties who wishes us to know only what he believes will elevate our opinion of his hero. These hagiographic histories can be sincere and wellintended, and those who are satisfied by them would no doubt reject less orthodox treatments as sacrilegious or at least mischievous. So it is that the true historian, who hides nothing and puts the truth before his own interests, is often ostracized by those that hold that the truth must always be subordinate to the greater good (as they perceive it) and that to smash an idol is worse than to worship one. No figure in Cuban history, and, indeed, few figures in world history, have been more victimized by their self-appointed “champions” than has José Martí. Indeed, it can be argued that it was not until the advent of the late Carlos Ripoll that the many coats of varnish that had been slapped on Martí’s portrait were finally stripped away and the original exposed to the light much to its advantage. That work of restoration is an ongoing one, in exile, at least, if not in Cuba, where the opposite process has been underway for 56 years, resulting in a mutilated and falsified depiction of Martí which serves the purposes of the island’s ruling elite, whatever those purposes happen to be at any given time: whether Martí as the “Intellectual Author of the Revolution,” the somewhat slow disciple of Marx, or the nationalist cum socialist (precursor of Hitler?). Following in the tradition of Ripoll, but now far ahead of him in the extent to which he is willing to challenge, and, indeed, decimate popularr misconceptions about Martí, Jorge Camacho has authored a landmark study about Jose Martí y la cuestión indígena (Chapel Hill: North Carolina University Press, 2013). This until now marginal but essential subject will change forever not only our interpretation of Martí’s famous essay but even Martí’s relation to “Nuestra América.” Camacho has demonstrated that practically everything that is standard received knowledge on this subject was not only wrong, but wrong in the worst possible way, that is, the truth was the opposite of the popular belief supported by popular scholarship. Martí was not a latter-day Bartolomé de las Casas, the “Protector of the Indians” (in truth, even las Casas is not
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really the canonical las Casas admired by Martí, since he saved the Indians from extinction at the price of African slavery). Martí romanticized the indigenous peoples of the Americas and strongly castigated the Spanish for their depredations on them, especially the systematic destruction of their culture and its literary monuments. He said that the Spaniards had torn a leaf from the Book of Nature. Their descendants, however, he saw as a retrograde people that would become extinct if they did not assimilate to the dominant culture and join the concert of civilization. Assimilation was no longer a choice, but an imperative since “America will not move until the Indian moves.” Getting the Indian “to move” is no easy thing and a lot harder if you
are trying to make him move where he doesn’t want to go. At the time that Martí was writing his crónicas for La Nación, Argentina was engaged in the extermination of its indigenous population. The Argentines did not even try assimilation. As Camacho shows, Martí did not reproach his Argentine friends for their conduct, but supported their course of action both publicly and privately, even going so far as supervising the committee that translated the documents supporting Argentina’s claims to the Indians’ lands, which were disputed by Brazil. Martí’s enthusiastic support for Indian assimilation in the United States after all the tribes had been subjugated and confined to reservations by the federal goverment proved in the long run almost as catastopjhic as genocide: the Indias were allowed to live
Jorge Camacho Etnografía, política y poder a finales del siglo XIX: José Martí y la cuestión indígena
Chapel H ill: U niv ersity of N or th Hill: Univ niversity Nor orth Car olina P omance Languages SSeries, eries, Carolina Prress, R Romance 2013. 38
but “educated” out of their languages and cultures at Indians schools (such as Carslile, which Martí praised in the highest terms). Shorn of their identity, these ssimilated Indians were still racially unacceptable to whites and rejected by other Indians. Although Martí always advocated that Latin Americans embrace their indigenous roots and not copy European models blindly and to the detriment of what was “ours,” it is undeniable that he was Eurocentric to the core of his being (and what else could he be given his origins and education?). Camacho also identifies and presents credible evidence for charging Martí with cultural racism, ethnocentrism, and even racial biases. I am not as bold or as forthright as Jorge Camacho
— not by half, which is not to say that I would have withheld the facts which he discloses; but, rather, that I would have presented them in such a way as to mitigate Martí’s blame whenever possible by contrasting his attitudes to the really genocidal ones of his contempoparies (like Mitre’s). In the context of his time, if not ours, Martí is among the least culpable (which is not the same as saying blameless). My approach, I suppose, shows that I am still not an impartial commentator on these matters and perhaps I never will be; but I admire Jorge Camacho for telling the truth without qualifiers or palliatives because I recognize that this is what we need. Indeed, what Martí needs and would want.
MANUEL TELLECHEA
Fundado en marzo de 1982
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