Vol. 34 No.1
SPRING / PRIMAVERA, 2015
Natasha Perdomo
Queridos amigos:
lindenlanemag@aol.com http://www.lacasaazul.org www.lacasaazulcubana.blogspot.com Roberto Estopiñán
Founded in March 1982 by Heberto Padilla & Belkis Cuza Malé Publisher and Editor: Belkis Cuza Malé Assistant Editor: René Dayre Abella Copyright © 2015 LINDEN LANE MAGAZINE Una subscripción a LINDEN LANE MAGAZINE en los Estados Unidos: $60.00 para individuos, y $90.00 para instituciones. ISSN 0736 - 1084 It is a publication by Linden Lane Magazine & Press P.O. BOX 101582 FORT WORTH, TEXAS 76185-1582
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Entramos en el Vol 34 #1, correspndiente a la Primavera de 2015. Cada volumen representa un año de existencia, sólo posible por la voluntad de Dios que ha permitido que nuestro magazine sobreviva a los avatares propios de cualquier publicación literaria, mas si se trata de una que hasta ahora ha tenido que luchar sola por abrirse camino, en un medio que casi podriamos llamar hostil a la literatura y el arte que se produce fuera de Cuba. En cuanto a los avatares políticos y las anunciadas relaciones entre la Isla y Estados Unidos, sólo podemos desear lo mejor para el pueblo cubano. LLM seguirá siempre aceptando colaboraciones de los escritores y artistas todos y que no siendo alabarderos del régimen deseen acompañarnos en nuestro proyecto, Estos son los colaboradores del número de Primavera. En el género de poesía tenemos a Germán Guerra, Rogelio Fabio Hurtado, Alejandro Fonseca, y Marilé Mosley Crespo. Tanto Rogelio Fabio Hurtado como Marilé Mosley Crespo viven en Cuba. Con el reciente fallecimiento de Alejandro Fonseca, en Miami, hemos querido rendirle homenaje insertando estos poemas que nos había hecho llegar en 2011. En cuanto a la prosa, contamos esta vez con Marlene Monleon, Arnoldo Tauler, Miriam Rodríguez Febles, Alexis Romay, Ana Kika López y Camilo Venegas. Para hablarnos de Roberto Estopiñán, ese extraordinario escultor y artista plástico, también fallecido en estos días, nadie mejor que Alejandro Anreus, pintor y crítico, que fue gran amigo suyo. Pedro García Cueto, desde España, nos habla del mundo onírico de José Lezama Lima, y Jorge Domingo Cuadriello se encarga, desde La Habana, de reseñar el libro de poemas El libro de las conversiones imaginarias, de Jorge Luis Arcos, recientemente publicado por Betania, en su formato ebook. Mi agradecimiento a los artistas que ilustran este número: Natasha Perdomo y Rafael López Ramos, dos extraordinarios pintores, que además forman pareja como esposos, y que desde Miami, tras larga estancia en Vancouver, Canada, triunfan con el talento y el ardor que ponen en todo lo que crean. Luis García Fresquet, por su parte, un reconocido artista cubano´de la gráfica, nos honra con sus dos bellísimas ilustraciones, y de Roberto Estopiñán reproduzco aquí un dibujo a tinta que hace más de veinte años nos obsequíó en New York. De nuevo, gracias a todos. Con bendiciones, Belkis Cuza Malé Directora
Germán Guerra de Libro de silencio Hombres y olvido Si hoy me fuera dado poner un rostro a la tristeza nombrarla con palabras simples, ofrecer otra máscara —nombrarla desde este verso largo, heredado de Whitman heredado de todos los fantasmas que cantaron la gloria y lloraron amargo la caída de Troya y Nueva York—, rompería mi cuerpo entre los cuerpos rotos de esos toros. Altos toros sin entrañas para ser leídas altos toros blancos rumbo a su hecatombe. Palabras enfermas de poder y el filo de un machete han querido que ya sean viejos bueyes partiéndose los huesos entre las rejas del arado hundidos en el fango de sus lágrimas de plomo.
La ciudad y el borde de la isla A Félix Lizárraga Ya no hay ciudad que te repita las canas y el olvido, irte, ser, estar o acostumbrarte ya nada significan, ya no hay ciudad ni muro que detenga tus pasos ni abiertas calles con fuegos de artificio a tu regreso. Ya no hay ciudad ni mar ni barcos en los puertos, no busques más, tu sombra no te sigue. Tú mismo en la ciudad te has convertido: Eres tú el muro que te detendrá. Ya no hay ciudad ni hombres hundidos en el sueño. Aquí estamos, diciendo para que nadie entienda, fingiendo ya ser mudos, ya ser ciegos y sabios, rehaciendo nuestras casas para espantar el tiempo con las hojas ruinosas de este otoño tan largo. Y aquí estamos, sentados sobre la luz y el tedio, colgando nuestras piernas al borde de la isla. Aquí estamos, y estamos tan cansados. Natasha Perdomo. Montes
Hombres detenidos en una vasta multitud de barro carne de mi carne, música ilegible, pan y vino amargo. Toros con hígados abiertos como libros o espejos hígados abiertos que ya no devuelven las palabras palabras que nombran a los que partieron con el alba. Palabras, palabras que soñé mordiendo las vigilias. Palabras que trocaron oratoria en leyes, tribunas en patíbulo abiertas utopías en estertor de fiebre en los escombros y puñal en la garganta del silencio. Palabras tan inciertas como esta primavera que parte relojes y calendas mientras el tiempo es el tiempo que demora un caracol en pasar de lado a lado las puertas de esta casa. Casa donde los hombres plantaron la esperanza acatando los salmos de la sangre y el olvido, donde el lugar del corazón está lleno de piedras y estatuas que nuestras manos no moldearon. Abiertos espejos sin azogue sin fondo sin esquinas, historia sobre el blanco de una página sola manando los rostros que ya ordenaron a sus pechos cortar en las palabras o sacarse los ojos con un clavo —en una letrina en un camastro en una celda en el eterno calabozo de los cuerpos—, sacarse los ojos para no seguir mirando la miseria de esta mañana de septiembre, de todas las mañanas. Ya no importa septiembre o abril, ya nada importa. Larga raya de saliva y plata, de tedio y oscuro caligrama va martillando el caracol por los mosaicos de la casa, por los mosaicos de esta casa que nunca nunca será mía.
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Ante los hombres
Daguerrotipo de la espera El mundo es una mancha en el espejo. David Huerta, Incurable
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A Emilio de Armas parado “Ante un retrato”
El tiempo es una mancha en el espejo, una herida, una luz que define y acerca el contorno de las formas todas bajo el húmedo tedio que regala esta tarde de julio inmemorial, y nosotros aquí, al fondo de la casa, en la orilla cortante de este lago donde dos adolescentes se besan y bracean ´´sin tiempo para el alba´´ el vitral del verano, las aguas donde late sin prisa la espera de la muerte.
El rostro detenido sobre el lienzo es mi rostro. Cicatrices y máscaras ganadas en combate con la vida para que un pintor sin nombre las dejara con nerviosos ocres en esta dimensión de la memoria: aquí está mi rostro, detenido en el arte.
Mi mujer y mis hijos reparten en migajas el pan de la mañana a una terca bandada de pájaros sin sur. Al sur de los abismos, en la orilla contraria de estas aguas tranquilas donde late la vida hay un bote cansado como el barro de Dios que navega, se aleja y se gasta en la costumbre y el óxido de un perro ladrará para siempre contra su propia sombra martillada en la tierra y en las blancas paredes de toda eternidad.
y la próxima mañana de los hombres. Voy entre columnas de palomas calcinadas llorando el perfecto mecanismo de las horas —los párpados resecos y los cuencos vacíos—, predigo y me ahogo en el silencio del silencio.
Poco importa mi nombre en estas ruinas. Tiresias, el mito y unas piedras del camino. Aquí está mi rostro, desnudo ante el espejo que es la frente, el rincón de los suicidios
Y nosotros aquí, abismados bajo esta luz de julio inmemorial, y dispongo y ordeno unas claras palabras que detengan este golpe de tiempo --¡Qué corra este poema la suerte de los daguerrotipos-mientras la sombra del almácigo nos guarda del paso de los astros, de las horas. Rafael López Ramos
Frente a mi sed contempla una mujer que llora los minutos, las sílabas, las noches. Detenida ha quedado, así, ya para siempre y me es dado ver en sus ojos los ojos de la muerte —detenida ha quedado también la buena muerte entre las planchas de cobre que guardan este daguerrotipo de la vida—. Adivino el cabello ardiéndole en los hombros y el río de los siglos fluyendo sin orillas por la vasta eternidad de sus espaldas. A su espalda, en el eco del llanto, buscando entre los nombres de la sombra el poeta se ahoga en sus palabras —una cuerda de versos le sirve de patíbulo y corbata— y fija sus ojos ciegos en los míos, ciegos también bajo la luz que cae de lleno sobre el cuadro.
Germán Guerra (Guantánamo, Cuba, 1966): poeta, fotógrafo y editor. Estudió Informática y Bibliotecología en la Universidad M. V. Lomonosov de Moscú y en la Universidad de La Habana. Reside en Estados Unidos desde 1992. Ha publicado Dos poemas (Colección Strumento, Miami, 1998), Metal (Dylemma, Miami, 1998), Libro de silencio (Ediciones EntreRíos, Los Ángeles–Miami, 2007) y Oficio de tinieblas (Aduana Vieja, Valencia, 2014).
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Marlene Monleon LA ISLA DE LOS PREGONES 3 1960 María regresó a la casa justo a la hora que empezaban los muñequitos. En aquellos inicios de los sesenta se televisaba a las seis de la tarde, un programa por media hora con el Pato Donald, el Gato Félix y la pequeña Lulú; todavía pasaban algunas veces a Supermán, que poco después sería censurado porque decían que les envenenaba la mente a los niños, al hacerles creer en la supremacía yanqui. A su hija le tocaría mirar los animados rusos, que no tenían la gracia del Ratón Miquito o del Pájaro Loco. Su hija Luz crecería con el Tío Stiopa. O con El Lobo y la Liebre, donde
el lobo era el retrato típico de un sinvergüenza, incumplidor de las leyes, fumador, bebedor y excéntrico, mientras la dulce liebrecilla representaba al héroe bueno y puro, que siempre estaba amenazada por el vandálico lobo. O fábulas tristísimas que de ser comparadas con los cuentos de Andersen, éste hubiera quedado catalogado como un autor cómico; el estilo doliente del «alma rusa» traumatizó a más de un niño cubano, aunque se adueñó de la imaginación de muchos. La programación terminó con un muñequito de Tuco y Tico, las urracas parlanchinas, y luego, María y su mamá, Carmen, se encaminaron a visitar a los vecinos que se habían mudado recientemente para una de las casas vacías. Era la primera familia negra en el barrio de Miramar. Carmen llevaba un pudín de pan como obsequio de bienvenida. Madre e hija atravesaron el jardín. Todavía se veía cierto abandono, aunque eran evidentes los cambios: plantas podadas, ausencia de malas yerbas y la tierra removida de los canteros; en vez de flores, crecían tomates, y matas de Natasha Perdomo: Horóscopos
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Belkis Cuza Malé
Puer uerta uer ta de G olpe Golpe M Mii antología personal de H eber to P adilla Heber eberto Padilla He leído este pequeño libro de un tirón. Ahora me pesa, porque ya se evapora el soplo de vida en sus breves páginas. Belkis Cuza Malé ha escogido magistralmente un grupo de poemas que representan el talento artístico tan propio de la obra de Padilla, el poeta. Eviten los expertos en poesía buscar en este libro un movimiento cultural, una escuela artística o siquiera una sólida fluidez temática. Ese no ha sido el propósito de este maravilloso libro. Deléitese el lector con este abrazo poético de uno de los grandes de siempre, el inmortal Heberto Padilla, nuestro¨. Dr. David Walter Aguado
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ajíes y plátanos. Al costado, la huerta se extendía hasta el fondo con plantas aromáticas. Casi al final, en medio del orégano, la yerbabuena, las vicarias, la albahaca y la pasiflora, María vio a la niña más rara del mundo: toda de blanco, un pañuelo del mismo color le cubría el cabello, y de su cuello colgaban largos collares de minúsculas cuentas azules, rojas y amarillas. María se aferró al brazo de su madre con cierto temor, había algo raro en esa niña, tal vez la suavidad de sus lentos movimientos, o el que le estuviera hablando a las plantas. Pero más se asustó cuando la niña se volvió hacia ellas y les mostró una sonrisa sin dientes y un rostro cubierto de arrugas. —Debe ser la abuelita —la tranquilizó Carmen casi en un susurro mientras le devolvía la sonrisa a la viejecita sin dejar de caminar hacia el portal. En la entrada principal, a la altura de los ojos, refulgía una pequeña placa de metal con los colores de la bandera, que decía en alto relieve «Fidel, esta es tu casa». Pocos segundos después de haber pulsado el timbre, abrió la puerta María Antonia, quién con aire curioso miró a las visitantes. —Buenas tardes. Yo soy Carmen, la vecina del 106 y la presidenta del Comité —saludó con formal cortesía. De inmediato, el rostro de Toña se iluminó al reconocer a María, y tal vez eso fue lo que animó la voz de Carmen en un tono más cordial cuando agregó—. Quería darles la bienvenida al barrio. —¡Mamaaaaá, te buscan! —gritó Toña con total desenfado desde el alféizar del recibidor, invitándolas a pasar. Cecilia, la mamá de Toña era oriunda de Baracoa. Una hermosísima mujer con inconfundibles facciones indias en las que no se apreciaba mezcla de razas. Sus cabellos brillantes y lacios olían a azahares; y su cuerpo moldeado por redondeces, sin que se le pudiera llamar obesa—una fina cintura lo desmentía— exudaba una cándida sensualidad. El pueblo de Baracoa, donde Colón pisó por primera vez tierra cubana, era uno de los pocos lugares donde todavía se encontraban descendientes de los habitantes originales de la isla. Con la llegada de los españoles, los indígenas
quedaron virtualmente exterminados y sólo en la recóndita Baracoa se apreciaba esa herencia ancestral. La familia de Cecilia se había mudado para Santiago de Cuba cuando ella era todavía una adolescente. Allí se enamoró de José Manuel, un enorme negro retinto que sólo tenía ojos para ella. Aunque era legendaria, en todo Oriente, la fuerza descomunal de José Manuel y su disponibilidad para los trabajos duros —se rumoraba que podía desbrozar un monte de marabú en una jornada—, era un amor imposible porque, al decir de los padres de Cecilia, casarse con alguien de piel más oscura atrasaba la raza. Pero a ella le gustaba su mirada mansa; le parecía radiante su piel negra y lustrosa; y romántico, su tamaño de gigante. Le desagradaban los otros pretendientes, con quienes su familia pretendía casarla, a los que consideraba alfeñiques pálidos y mojigatos, que no lograban hacer que su sangre hirviera, ni siquiera que borboteara un poquito, como le pasaba con José Manuel, nada más de oír su respiración profunda de animal salvaje Fue por eso que huyó con él en una noche de verano. En poco tiempo nació Antonio, quien heredó la piel canela y el pelo lacio de la madre. La niña nació tres años más tarde, larga como un güin, con el cabello ensortijado y la misma piel negra y lustrosa de su padre. Vivieron en un bohío en medio del monte, hasta que José Manuel se fue con los rebeldes a la sierra y Carmen bajó a la ciudad con el pequeño Antonio de la mano y la recién nacida Toña en el regazo. Se mudaron para La Habana al triunfo de la Revolución y José Manuel se sintió inquieto. Cecilia era una mujer llena de curvas y a sus ojos La Habana era Sodoma y Gomorra: pululaban los machos peligrosos como lobos feroces acechando a su Cecilia. él podía ver cómo se les caía la baba ante el espectáculo de tan buena hembra. No bastaba que Cecilia le demostrara su amor y le jurara fidelidad. José Manuel pensaba que ella no tenía idea de cómo podían actuar los sabandijas para levantarse a una rica mulata. Cuando Cecilia compró a plazos una máquina de coser y algunas telas llenas
de flores y paramecios, José Manuel presintió que no era una buena idea, sin embargo, no dijo nada. A los pocos días, Cecilia modeló orgullosa ante su marido el nuevo vestido. «Parece una estrella de cine», pensó. Pero al reparar que el vestido acentuaba aún más todas las protuberancias de Cecilia, José Manuel montó en cólera y lo destrozó de dos manotazos. Cecilia fue llorando con rabia a su cuarto mientras le decía negro bruto. José Manuel fue casi corriendo tras ella implorándole perdón. La tarde en que Carmen y María fueron de visita, Cecilia las recibió luciendo un nuevo vestido de flores y paramecios. Se ofreció a hacer café y fueron sin ningún preámbulo al fondo de la casa. La mansión olía a limpio. A Cecilia, la mamá de Toña, le gustaba baldear los pisos con muchos cubos de agua. Pancha, la abuela que había asustado a María en el jardín, ya estaba allí, poniendo en orden un mazo de yerbas. De cómo tan diminuta mujer había parido al gigante José Manuel era uno de los misterios inexplicables de la
naturaleza. Desde el amplio ventanal de la cocina se veía el patio con una piscina vacía, en forma de riñón, que amontonaba pencas de palmas, cocos secos y donde dos puercos gruñían apaciblemente. En el salón principal, José Manuel con su uniforme verdeolivo y sus grados de capitán hacía compañía a un juez de los Tribunales Revolucionarios. Cuando María husmeó con disimulo desde la cocina, el magistrado escogía con cuidado un tabaco de la caja que le ofrecía José Manuel. El primero que palpó no le satisfizo. Se decidió por otro, lo desperilló y encendió con una fosforera dorada que sacó del bolsillo de la camisa militar, giró la breva para que prendiera con uniformidad. El aroma dulce del habano se extendió por la habitación. —En una sola noche —afirmó mientras daba una larga chupada al habano y exhalaba con languidez las volutas de humo— ordené el ajusticiamiento de diecisiete contrarrevolucionarios y no tuve problemas para dormir a patas
sueltas. ¿Sabes por qué? —no esperó respuesta para continuar—. Porque tenía la conciencia tranquila de que estaba cumpliendo con el deber de la Revolución. Juzgué y condené a los que cometieron crímenes, tenían planes o pensaban ejecutarlos. José Manuel asintió con la cabeza. El juez, que parecía necesitar aprobación, se entusiasmó con la aquiescencia recibida y continuó: —No podemos actuar sólo con un estricto criterio de responsabilidad jurídica, sino con convicción revolucionaria. La gravedad de los casos está dada por el daño potencial que puedan hacer a la Revolución. Las leyes son un invento burgués. —Sí, pero... es que... —José Manuel no se atrevió a llevarle la contraria, recordó al sobrino de su compadre que era un militar del ejército de Batista, allá en Oriente, y fue condenado a muerte por el delito de asesinar a un joven rebelde. Días después de ejecutada la sentencia, el revolucionario presuntamente asesinado reapareció
Rafaél López Ramos: Telòn de fondo -con Carlos Varela
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sano y salvo— es que hay veces... — repitió titubeando. —Lo mejor es acabar con los hijo’eputas —lo interrumpió el juez, en un tono seco, tajante, tal vez se percató de su acento intransigente porque, tras una pausa en la que parecía estar escogiendo las palabras, agregó sin levantar la voz, casi con dulzura—. A las malas yerbas es mejor arrancarlas de raíz. María alcanzó a oír la última frase cuando irrumpió en la sala acompañando a Toña, quién llevaba una pequeña bandeja con dos minúsculas tazas de porcelana china casi rebosantes con el café recién colado por Cecilia. A pesar del tono suave del juez, María sintió achicársele el alma. Una extraña sensación de angustia la abrumaba. ¿Algo en el aire? «Es que me pongo nerviosa ante desconocidos», se justificó a sí misma para darse coraje. Toña, sin parecer percatarse de nada raro, presentó a su nueva amiga. El juez preguntó —improvisando sin éxito una expresión afable—, si ya era pionera y la exhortó a que se preparara porque la patria necesitaba del esfuerzo de todos. Para María, el juez encarnaba una visión de los bravos rancheros mexicanos, con pistolones al cinto, que lograban lo que querían con la persuasión de la pólvora, lo cual no estaba mal, porque en las películas eran buenos personajes que siempre tenían la razón y no les quedaba más remedio que usar la fuerza para vencer a los villanos. María no sabía que estaba frente a Charco de Sangre, juez de los Tribunales Revolucionarios, quién cargaba sobre sus hombros la responsabilidad de decenas de ejecuciones. Los juicios demoraban veinte minutos y a veces menos. La frase de quien acusaba sin vacilación, «él lo hizo», bastaba para condenar a muerte por fusilamiento en un juicio sumarísimo donde el tiempo transcurrido entre el veredicto y la ejecución de la sentencia era apenas unos días y, a veces, unas horas. Pero María no lo sabía en aquel entonces, aunque la desagradable sensación no había desaparecido. «Pregunta algo, cualquier cosa», se le ocurrió en un instante como idea
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salvadora. Era lo que acostumbraba a hacer cuando sus padres discutían: lanzar una interrogante cualquiera, mientras más tonta, mejor. Ningún adulto podía resistir la tentación de ilustrar con su sabiduría a un niño ingenuo. —¿Quién es Huber Matos? —indagó con la voz más inocente que pudo entonar, porque ya en su casa había recibido una respuesta poco esclarecedora. —¡Un traidor! —chilló iracundo del juez, y sin poder controlar del todo su indignación, continuó—: Es un traidor a la Revolución y a Fidel... Como esos desgraciados que entraron anoche en una lancha para poner bombas y asesinar niños. A María se le hizo un nudo en la garganta, aunque sus padres decían lo mismo de Huber Matos, se asustó de la fiereza de la respuesta. —¿Y quién te habló de Huber Matos? —inquirió el Juez, bajando la voz hasta situarla en un tono dulzón, casi zalamero. —Niñas, váyanse a jugar al patio — interrumpió José Manuel algo molesto, sin esperar a que la niña contestara. Debía dejar de preguntar. La actitud lisonjera del Juez la atemorizó más que su dureza. ¡Si se entera mi mamá, me va a castigar! No intentaría otra vez conocer los misterios que envolvían a aquel nombre. Se prometió a sí misma en ese instante que nunca, nunca más volvería a ser curiosa. Los niños desarrollan una intuición natural para saber que hay cuestiones que no pueden expresarse en público —aunque a veces sus padres las hablen a escondidas—. Existen verdades absolutas, incomprensibles e inamovibles que no se discuten. En aquel entonces María no tenía envenenada el alma. De su corazón emanaban buenos sentimientos hacia el mundo y quería hacer algo por su país. ¡Ay María, que preguntona eres! ¿Qué pensarán? ¿Creerán que eres una gusana? ¡Ay María! Si tienes la suerte de vivir en el primer territorio libre de América, donde no existe la explotación del hombre por el hombre
y no hay capitalistas que se enriquecen con el sudor de los obreros. La Unión Soviética, conquista la naturaleza y cambia el curso de ríos y montañas. En La URSS está el futuro y Cuba será parte de ese mundo. Quieres poner tu granito de arena en la construcción del paraíso en la tierra y ahora te sientes muy desgraciada porque puedan pensar que eres una gusana. Tienes que hacer algo, y pronto, para demostrar a todos que eres revolucionaria.
Marlene Monleon , arquitecta, guionista, documentalista, y escritora cubana, residente en Miami, fundó y dirige la editorial Eriginal Books. Su novela La isla de los pregones (Eriginal Books, 2010) fue finalista en el Premio Azorín, en 2007; éste es uno de sus capitulos.
Precio del amor ‘’Félix Luis Viera, pese a la brevedad de su obra cuentística, sigue siendo uno de los cuentistas más originales de las letras cubanas...’’ Amir Valle
Félix Luis Viera
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Rogelio Fabio Hurtado Contigo en la distancia
Rafael López Ramos: Yawing All the Way to Heaven
Para Aida Peña Machado
Soledad en primavera le abre puertas al aire Y tú regresas, con el vestido de salir en mis poemas Con el peinado de tu libertad. Quisiera ser un tenor pálido, un aprendiz de loco Otra vez por tu carne de mañana de mayo Y tu boca de rosa infatigable. Venías desde tan lejos, seguías hacia tan lejos Ligera, sorda a la lluvia y a mi grito Tu andar errante, tu lucidez de pájaro Desaparecías segura de reaparecer en mis vigilias. Clavado frente al mar quédeme mudo Pasaron todos los caballos de mi vida Y ninguno igualaba tu salvaje silencio. Aún te desnudas con ademán de flor que nace de sus pétalos. Van más de diez veranos que dura aquel instante, Una muchacha casi igual a todas. Pero túLa invisible y peligrosa realidad de los poemas Bullendo en torno a tu pasar volando Como olas en torno a una isleta florida. Afanosa ternura de viajar por tus sueños Apartando la niebla por tocar lo que eras, Entrecruzando indicios y sorpresas Deep glooms and sudden glories mientras Llovizna despacio sobre Casablanca la furtiva Y los hermosos muertos patrullan el aire. Alrededor de tu cuerpo la ley se deshacía Para mirarte fue que abrí los ojos Para abrazarte fue que tuve brazos Para tu altiva desnudez reservé mi ignorancia. Hoy, en las conversaciones tu perfil me interrumpe Hay un brillo en el recuerdo de tus ojos que opaca todo Un veloz intercambio de señales Como si fuésemos a volver con los amantes A sus lechos nocturnos. Quienes en nuestros cuerpos regresaron. Citados en la punta de tu seno Desde qué tinieblas y escombros volvieron En la luz del amor aquella tarde. Peregrinos desnudos que van de cuerpo en cuerpo Depurando su cópula: la noche que lo sabe se estrelló para ellos. Estuvimos a un beso de reconocerlos, Por eso caminábamos mirándonos como dos aparecidos O náufragos salvados por una mariposaSiempre sospeché cierta inconsecuencia en mi obsesión De detener tu vuelo, Hoy seríamos no los herederos de aquellos amantes Sino sus aplicados asesinos. Así siempre queda la memoria de haberte visto pasar.
Pasajero viviente Descubro que mi cabeza sabe muchísimo de miedo que mi carne repasa su tediosa lección; y siendo aún menor de edad para la única muerte atravieso la luz del día disfrazado de pasajero viviente solo por cortesía interesado en las altibajas del viaje. Pero tan perfecta derrota me hace aletear dudas. He averiguado que las virtudes son aburridamente selectivas En tanto los defectos se revelan fraternalmente unánimes… Si la lágrima se repite puntual como el rocío, Ya no es accidental. En la medianoche de hoy Tendré que saludar a la melancolía, Disculparme ante la tristeza que nunca fue un engaño Declararme partidario hasta el fin de la debilidad Que sabe sonreir. En realidad, yo ni sé lo que digo, ¡la vida agita tantas olas! Solo he procurado agregarle un poco de noche, Cierta confusión humana A la implacable luz de la mañana.
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Declaración en Villa
Escritores
Yo, tan nieto de albañil como Ben Johnson no pude ser en mi único País un poeta joven. Hubiese sido en realidad bonito Pasearme en silencio por la Ciudad con la revista en la mano… pero siempre hubo otro desconocido disponible o más adicto al poeta-director. Así, he llegado a convertirme en uno de sus (ilegales) “aficionados a la poesía” El miedo multifacético minó mis versos Y la incertidumbre no me deparó libros, ni viajes, ni cátedras En vez de magistrales profesores, conocí peritos infernales El País de los Dirigentes no, Pero yo llegué a viejo sin sabiduría, queriendo aún escribir Algunas palabras no inferiores a nuestro dolor Callado y amargo, me asusto de mí mismo ante el espejo Cansado ya de tantas batallas indecisas Más que de muerte herido de nada el corazón.
Mis compatriotas tienen el vicio de la correspondencia. Mis compatriotas escriben al lugar menos pensado Porque ansían intimar con un cantante Porque necesitan polemizar sobre Ortega y Gasset Porque les urge localizar a remotos parientes. Mis compatriotas tienen una fe universal en el correo. Lo real es que nadie les contesta. Porque, según parece, Yo y mis compatriotas estamos solos en el universo.
Rogelio Fabio Hurtado (La Habana,1946). Ha hecho periodismo para la publicaciones católicas cubanas y, actualmente, para la revista digital independiente Primavera de Cuba. Libros publicados: El poeta entre dos tigres (Miami,1996), Hurrá y otras Elegías (Pinar del Río,2003) y 400 Años en Cuba – Historia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Diós –. Reside en La Habana.
ritos infernales Natasha Perdomo
Queriendo escribir Nadie sabe, queriendo escribir, cuantos otros papeles y libros Le harán falta para producir a veces solo a veces el milagro De algunas líneas vivas – mientras se amontonan en desorden Encima de la mesa los papeles, los libros en desorden. Por demás, queriendo escribir apenas se hace ruido Que perturbe al vecindario, ni se origina polvo o cualquier otro tipo de basura, ni se corre peligro de incendio o polución Así y todo, queriendo escribir nunca parece claro que esté uno trabajando Es realmente lamentable que queriendo escribir nunca sea necesario Pegar un martillazo, cepillar un tablón – porque si fuese así Queriendo escribir el fragante aserrín cubriría mis zapatos.
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Arnoldo Tauler Batalla contra el eclipse 1 Primavera 1989 La noche anterior había conversado con Dios y... Él no podría reprocharle lo que pasara de ahora en adelante . El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George Herbert Walker Bush, se detuvo en el análisis del valioso expedienteque en ese instante leía, para pensar que de una orden suya dependían la vida de millones de personas. Pero... ¿acaso producía alguna satisfacción personal el disponer de tanto poder? De todas maneras, el mundo estaba en total desorden y había que tomar medidas, los tambores de la guerra resonaban en el horizonte y había que establecer un nuevo orden en beneficio de la paz y de la humanidad Fue en ese instante que vino a su mente un nombre que muchos mencionaban ocultamente, en comentarios de pasillo, en reuniones del gobierno, y en los consejos de dirección de las grandes empresas: “The Omega Agency”, la super secreta organización que se decía era la que en realidad gobernaba el mundo, muy por encima de gobiernos y de presidentes. Sus enemigos, y algún que otro periodista con aspiraciones de novedosa información, decían que él era uno de los doce miembros ejecutivos que dirigían esa organización. También sumaban a la dirección de la misma a uno de sus principales consejeros: Alexander C. Haig. Pero el que lo relacionaran con la Agencia Omega, de la que se desconocía quiénes eran los integrantes; y tampoco donde se reunían, no era motivo de preocupación para Bush. Ahora su mente estaba ocupada en un tema muy explosivo, el cual, dada su gran peligrosidad, requería sumo cuidado en su tratamiento. Por eso había convocado a su Consejo de Seguridad a una reunión urgente. Pero antes, debía terminar de leer el reporte que hacía exactamente cinco días, le había enviado su secretario de Defensa, Richard B. Cheney. George Bush, sentado frente al escritorio de roble en la oficina oval, leyó el título nuevamente: “AURORA, top-secret hypersonic spy plane”, y desvió la vista del opaco file color crema para reparar en el brillo de la madera. Esto le hizo recordar que el mueble había sido donado en 1880 por la reina Victoria al entonces presidente, Rutherford Hayes. Lo significativo del hecho no estaba en una acción que resultaba sencilla, sobre todo para una reina, sino que el escritorio había sido construido con la madera del casco
del buque Resolute. A pesar de su valor histórico, muy pocos conocían o recordaban el hecho. Lo cierto era que en 1855 el buque británico quedó atrapado entre los hielos del Artico, y un ballenero yanqui lo rescató, trasladándolo a puerto seguro. Reparado el barco, fue devuelto por el presidente Pierce a Gran Bretaña. Veinticuatro años después, al ser desmantelado el navío, de su maderamen de roble fue construido el escritorio que tradicionalmente se convirtió en mesa de trabajo de muchos presidentes, y que él ahora usaba lo mismo para firmar unas tarjetas de felicitación, declarar que la democracia es el único sistema capaz de librar al mundo de las dictaduras, o hacer la planificación semanal para practicar su deporte favorito en Camp David. El mandatario contaba en la Casa Blanca con diferentes despachos, pero el del ala oeste era el único particular ubicado en la segunda planta, cerca de sus habitaciones personales, y del comedor familiar, abandonado minutos antes, luego de desayunar con su esposa. Sabía que al cerrar la puerta que conducía al local donde se encontraba en ese instante, llevaba prendida a su espalda la mirada suplicante de Barbara, y que la promesa dada de que la reunión no tardaría mucho era simplemente una fórmula que no perdía su ropaje convencional a pesar del nivel de la persona que la había emitido. Como toda esposa, Barbara deseaba estar con su marido y sus hijos en esos días del mes de Abril para disfrutar el rompimiento de la primavera, y envolverse en el colorido de las flores que estallaban en el jardín de la casa presidencial, y pasear a sus inquietos perros por el césped, luego de que él dejara, más allá de la puerta principal, sus enormes obligaciones políticas. George Bush sonrió para sí. Barbara desconocía los hechos que se estaban produciendo en tierras lejanas, y que Rafael López Ramos: Theseus´Guilt
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requerían de una atención especial por parte de los que tenían las riendas de la Nación en sus manos, y, ¿por qué no?... también las del mundo. Él había convocado con urgencia extrema a cinco personas que en aquel instante esperaban en el Salón del Tratado, a pocos pasos de allí, y no lo había hecho para simplemente verles las caras y saludarlos de manera personal, sino porque estaba en juego la seguridad del País, la posibilidad de que en años futuros una ciudad como Nueva York pudiera encender las luces de sus rascacielos; de que millones de autos transportaran a cristianos o protestantes a los lugares familiares; a que no faltara la calefacción para combatir el invierno; a que Papa Noel fuera siempre una realidad sonriente debajo del dintel de la puerta, con su trineo de cuatro ruedas, seis cilindros, automático, dirección hidráulica, teléfono, CD y video-cassette, parqueado frente a la casa, cargado de presentes navideños; pero no de un Polo Norte imaginario para consumo de chiquillos fantasiosos, sino obtenidos en las mejores tiendas de los “mall”, ¿gracias a qué? Bush giró el reclinable sillón ejecutivo para enfrentarse al cuadro de George Washington colgado encima del secreter en el que descansaba un bergantín a escala, junto a las plantas ornamentales que pintaban de verde la pared color crema.
“Mi querido George –pensó—, hoy mis problemas no se resuelven a base de yerba y agua. Para bien o para mal, mis caballos son ahora aviones, tanques y barcos que se mueven con ese maravilloso producto que se llama petróleo”. La figura del primer presidente de los Estados Unidos permaneció impasible, mirándolo desde el óleo, con una sonrisa que Leonardo da Vinci hubiera envidiado para su Gioconda. El no era muy adicto a la pintura, pero recordó una observación hecha por uno de sus asistentes “Washington nunca vivió entre estas paredes, y tampoco llegó a saber que gracias a la pintura que se le dio para combatir el ennegrecimiento que dejaron los incendiarios soldados británicos, en agosto de 1814, adquirió ese nombre que la identifica mundialmente: la Casa Blanca”. Bush dejó los recuerdos a un lado para centrar su atención en el file. El secreto acerca del avión espía Aurora, el cual estaba destinado a sustituir al Black Bird, o SR-71, se había mantenido durante años. El avión estaba a punto de entrar en servicio, lo cual era de suma importancia a los efectos del espionaje internacional. El presidente estudió con sumo interés los detalles relacionados con las últimas y exitosas pruebas efectuadas en Groom Lake. A unas 90 millas al noroeste de Las Vegas, centro del juego en los Estados Unidos, está ubicada la base de la Nellis Rafael López Ramos: Siempre es 26, 13 ó 666
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Air Force, la cual tiene la misión especial de brindar seguridad al campo de pruebas de las armas secretas que se proyectan por las distintas ramas militares que componen el ejército norteamericano. Este campo de pruebas se conoce con el nombre de Groom Lake o Area 51. Toda el área es supervigilada, tanto en tierra como en el aire. Una inofensiva cucaracha que penetre en la zona terrestre, o el simple vuelo de un mosquito, son detectados por sensores que, como Argos, tienen miles de ojos que nunca duermen. Todas las semanas un promedio de quinientas personas, entre técnicos, científicos, y militares, abordan una pequeña flota de aviones Boeing 737-200 ubicados en el noroeste del Aeropuerto McCarran, en Las Vegas, Nevada, para trasladarse a la instalación, que inicialmente se conoció como “Paradise Ranch”, nombre que fue cambiado simplemente por “El Rancho”, cuando arribaron al mismo los pilotos de prueba. Aunque oficialmente consta con el nombre de Watertown Strip, en honor al lugar donde había nacido el Director de la CIA, Allen Dulles, la base es conocida como Area 51, nombre dado en 1958 por la Comisión de Energía Atómica. Era precisamente en esta área donde se habían realizado las pruebas del avión espía Lockheed’s U-2, del SR-71, el Pájaro Negro, y en ese instante del Aurora, un avión cuya velocidad hipersónica era la de 2.1 kilómetros por segundo, o sea, 125 km por minuto. Esta velocidad lo situaba en condiciones de volar 7 500 km en una hora. También lo hacía invulnerable a los cohetes antiaéreos enemigos, pues ninguno de ellos podían alcanzar la velocidad de Mach 6. Bush sonrió para sí al recordar los valiosos, pero ya viejos aviones que él había volado durante la Segunda Guerra Mundial. Cincuenta y ocho misiones de combate, y el valor desplegado en las mismas hicieron que le otorgaran la distinción “Flying Cross” . Precisamente en una de esas misiones fue derribado sobre el Pacífico por un cohete antiaéreo japonés. Salvó la vida milagrosamente al ser rescatado por un submarino norteamericano. Bush pensó que si en aquel instante hubiese contado con un avión como el Aurora, jamás se habría bañado involuntariamente en las frías aguas del océano. El alto mandatario cerró el file y lo dejó sobre el buró. Entonces miró el reloj de pulsera que le rodeaba con su abrazo de oro la muñeca izquierda, y comprobó que faltaban cinco minutos para las nueve. No quería que el tiempo lo traicionara, pues le gustaba ser puntual, hábito adquirido del antepasado inglés. Desde su llegada a la Casa Blanca se había caracterizado precisamente por el riguroso cumplimiento de los calendarios oficiales. Esta vez aunque la reunión había sido citada en circunstancias especiales, y que cinco esposas, abandonadas de momento, compartían los criterios de Barbara, no violaría los principios de una disciplina de la cual él era su más fiel cumplidor. Se levantó para dirigirse a la chimenea de mármol, frente a la que dos cómodos canapés montaban guardia junto a una mesa para infusiones. Allí arregló con cuidado unas fotos de carácter familiar y otras que recogían escenas en las
que se veía, algo más joven, junto a un hermoso caballo, o enganchando herraduras en un pequeño poste clavado en el césped, deporte o juego que, según su gusto, seguía en prioridad a la pesca y al tenis. Ya no estaban en el lugar los dos cuadros que su antecesor californiano, Ronald Reagan, había ordenado colgar en la pared, en honor a la conquista del Oeste. Estas pinturas, así como su colección de sillas de montar en miniatura, se las había llevado en enero, al dejar la presidencia. La alfombra, un enorme tapiz azul porcelana adornado con cincuenta estrellas y el sello presidencial en el centro, con su frase en latín: E PLURIBUS UNUM, ahogó sus pasos cuando se dirigió a la puerta situada a un lado de la chimenea. La abrió y saludó con un gesto de la mano al personal del Servicio Secreto, que montaba guardia. Uno de ellos lo acompañó hasta que penetró en el despacho de su secretario particular. El funcionario se levantó del mullido asiento con la gracia de un diplomático japonés. Sin esperar orden alguna abrió una gaveta con llave y extrajo del buró un portafolios color ámbar que llevaba impreso en letras blancas sobre fondo rojo las palabras:TOP SECRET.
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Bush tomó el maletín que el subordinado le entregaba, y le respondió con una sonrisa que para el secretario tenía el mismo significado que una palmada amistosa en la espalda. Mientras James se dirigía a recoger el file acerca del avión Aurora, dejado por el Presidente en el salón contiguo, a fin de archivarlo en un lugar seguro, el primer mandatario abrió la puerta que conducía al pasillo, y de ahí pasó al “Cabinet Room”, lugar donde lo esperaban. Bush había rechazado la sugerencia de su secretario de celebrar la reunión en el “Situation Room”, ubicado en el subsuelo de la mansión ejecutiva. No le agradaba ese salón pues carecía de ventanas y sus paredes estaban cubiertas con enormes mapas del mundo, e infinidad de monitores. todo lo cual contribuía a crear un ambiente militar que en días primaverales le resultaba poco armonioso. Campaneó la mirada para identificar a los presentes y acompañó al saludo de la mano una sonrisa que pronto desapareció de su rostro cuadrado. Los cinco altos funcionarios, quienes se habían levantado en señal de respeto, volvieron a sentarse frente a sus portafolios y agendas, que reposaban encima de la brillante superficie de la gran mesa central, iluminada por las luces de una lámpara de cristales. A pesar de que conocían el motivo de la reunión, así como la lógica urgencia de la misma, en el ambiente flotaba una atmósfera de expectativa. El Presidente se sentó y miró distraído a través de los gruesos cristales verdes a prueba de balas, hacia el Balcón de Truman, y más allá, a los jardines que daban a la Pennsylvania Avenue. En la primera oportunidad hablaría con el jefe de la Seguridad de la Casa Blanca, pues en el balcón se veía una de las numerosas cámaras de video Long-Tom, que rodeaban la edificación y recogían el más mínimo movimiento en las áreas verdes, en aquel instante luciendo los acebos sus hojas color verde oscuro, lustrosas y espinosas, y contrastando, el verde permanente de los “bojs”. Se sintió satisfecho al memorizar que él había sido el autor de una de las oraciones más ingeniosas acerca de la Casa Blanca, edificio de estilo clasicista, proyectado en el primer mandato de George Washington y construido durante el período presidencial de John Adams en 1800. “Este será el edificio público más antiguo de la Nación, pero es donde se toman las decisiones más modernas”. La frase le recordó, de repente, la razón por la cual estaban reunidos allí. —Señores, los he convocado porque estamos en presencia de una situación sumamente especial — dijo y continuó con el mismo tono apocalíptico—. Hace más de 400 años el astrólogo y médico francés, Michel de Nôtre-Dame, conocido como Nostradamus, pronosticó para fines del siglo XX una guerra devastadora que tendría su origen en los desiertos musulmanes. Señores... creo que muy pronto nos veremos envueltos en la III Guerra Mundial.
Linden Lane Press / Colección Poesía
UN SALMO QUISIERA SER Matías Montes Huidobro
Arnoldo Tauler , escritor y guionista cubano, estudió en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba. Ha publicado varias novelas de corto histórico, y de su más reciente, Batalla del eclipse, publicamos este texto. Vive en Miami.
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Alejandro Fonseca A QUIEN PUEDA INTERESAR Nos extinguimos en la disonancia: ese compatriota vigila mi perfil estudia esperpentos de la memoria flota entre maquinaciones y un alcohol de supuesta comprobada fineza. La esperanza puede derretirse en cualquier presunto delito. Tanto en el cielo como en la tierra: palomas encubiertas fornican sobre los muros, en el olor de la madera donde perdimos la floresta el deseo y el agua demorándose. Será imposible sobrevivir al estallido. Bocarriba la belleza es sólo el abismo. Nada tan imperdonable es la suerte. Cómo entrar y salir, exabrupto por la campiña que se extiende. Cementerio mío, dadme la lira un pasaporte hacia la nada. El tiempo afuera un basurero. Aunque me hunda en el paisaje no habrán patéticas golondrinas.
ME MIRO Asido al horizonte que huye es improbable detenerse. Afuera un exterminio que se esconde. Al fantasma lo interrogan su escasez de asombros ha hecho una región silenciosa: depredadores, lunas reclinables en la humedad de los puentes. Hoy la justicia se asoma a los traspatios: púlpitos, máquinas de horror. La realidad es un mapa que cruje. Me embrutece cruzar bahías. Ahora me contemplo y estoy roto ya no me pueden excomulgar: política del ciego que gesticula lascivia. Los reportes del tiempo se evaporan. Un exterminio de andenes y en medio una sombra que parece mía. Luis G. Fresquet: Palmas
http:// encomiodelaimagen.blogspot.com.es/ CUANDO LOS MUROS He cruzado el invierno: una bandada desteñida materia y excrementos. Ahí la casa que perdimos qué justicia nos empolva. De la nada personajes. Escuchar es de sabio: trópico multiplicado que se asoma imponiéndose. Hermosa a veces la vida descalza arena. Aun respiro manglares cangrejos aplastados cuerpos avecinándose estrechez de la claridad. Quién detrás del insinuante. En una esquina aparezco esquivando el estertor. Íbamos y veníamos Cuaderno digital Jorge Tamargo. el alcohol por el aire de concedía convocatorias del placer. Arte, literatura y pensamiento No estuvimos cuando los muros. Ante los ojos, los oídos las puertas cerrándose.
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PERRO
UN TIEMPO SEPIA
Por cualquier vía irremediable la noche oferta acontecimientos. Hemos escuchado demasiado: insomnio y duda para sostenernos como animales comiendo flores de la patria. Hay punzadas, estridencias, lenguaraces siluetas y mecanismos que concurren a favor de enfermedades memoriales. A la hora de los fusilamientos sería preciso acallar ese perro. Todavía el payaso sostiene su mueca. Esta noche vendrán a secuestrarte los ojos.
Después de la conquista regresamos con tormentas de azufre. Y en los caminos adoraciones acantilados y banderas dividiéndonos. Las aguas que interrogan avanzan: una pesadilla tras las verjas ruinosas. Las tardes de enero te miran en el huerto donde acudían apóstatas y mujeres sosteniendo fuego. Entre un carnaval y otro vendimos el aroma: provincias acantonadas en el hueco sin alcanzar pedazos de cielo. Rezan argumentos: un tiempo sepia agarrado a la subvención de los ríos. Los adolescentes cruzan delirios para convertirse en personas azules. Ladran, se persignan, cadáveres en las tinas blanquísimas a cada instante. Toda ciudad en su piel esconde una pistola. Hay que olerse jardines debajo del brazo y no enemistarse con periodista rubicunda que los domingos enhebra favores, sortilegios. Si pasara a otra vida, sería barata exhumación. Mejor serán los frutos que carezcan de materia.
Alejandro Fonseca (Holguín, Cuba, 1954). Poeta. Ha publicado los libros de poesía: Bajo un cielo tan amplio (Holguín, 1986), Testigo de los días (Holguín, 1988), Juegos preferidos (Holguín, 1992), Advertencia a Francisco de Quevedo y otros poemas (Madrid, 1998), Anotaciones para un archivo (La Habana, 1999), Ínsula del cosmos (Miami, 2006) y La náusea en el espejo (Miami, 2009). Reside en Miami Luis G. Fresquet: El parque
El 28 de junio de 2011, Alejandro Fonseca me envió estos textos, sus datos y una nota. Tras su repentino fallecimiento en febrero pasado, he querido dejar su ficha biográfica tal como él la escribió. Ésta es la nota: ’Belkis, aquí te envío cinco textos inéditos del también inédito libro: Un golpe en la sombra. Hazme saber si te llegan. La ficha te la mando más tarde. Mi afecto, A. Fonseca.’’. ¿Por qué no publiqué entonces sus poemas? Quizás porque estaban destinados a este momento, cuando ya sólo podrá leerlos desde la Eternidad.. De algún modo son proféticos, testamentarios. Léanlos con mucha atención, por favor.
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Miriam Rodríguez Febles Las playas de Esculapius Capítulo 22 El doctor Balboa daba la clase sin apretar mucho el semblante, apenas alza las cejas cuando explica: —Llegó la hora de escuchar y no hablar—, dice siempre lo mismo al comenzar la lección del día. —He aquí un rostro muerto que nos revela cómo y cuándo dejó la vida. Comenta que un cadáver es una historia triste a punto de ser revelada, un ente desesperado por continuar comunicándose aun después de la muerte. Apunta a la boca hinchada y violácea del difunto. —Lividez mortis, ocurre a las dos horas de pasar al otro mundo. Fíjense como ya nos va dejando un mapa—. Se aleja del muerto, mira pensativo a la clase, dice que es muy posible saber con exactitud científica la causa de la muerte, si por estrangulación o asfixia, por arma blanca u objeto duro. Si fue antes o después de la comida si cenó o almorzó en los chinos o en el café italiano. A ratos sonríe
para sí mismo al hablar de alimentos como si recordara algún hecho agradable. Con disimulo mira el reloj. Dice que pasados las dos o tres horas de ingerirlos, los alimentos ya no se encuentran en el estomago. —Así que el estómago lleno indica muerte reciente a la cena o al almuerzo o desayuno dependiendo de lo que encontremos en la barriga del difunto—. Camina por el amplio salón separando las piernas. Su enorme vientre le cae entre los muslos y entorpece el paso. —¿Cómo saber si el occiso estaba enfermo o sano?—. Preguntó, y procedió a contestarse él mismo. — Por el peso de sus órganos. Un corazón de más de 500 gramos indica enfermedad cardíaca, frecuentemente debido a presión alta mal tratada—. Hizo una pausa, atento al sonido de los lápices en Natasha Perdomo: El extraño camino
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el papel—. También el. alcoholismo debilita las paredes del corazón dilatándolo como un globo —quedó mudo un instante, rascándose la barba insipiente de su mentón—. Existen varios virus, entre ellos el Echo, y el Coxackie que afectan también y sin discriminación corazones de jóvenes o viejos, En ese caso se ven las células cardíacas llenas de vacuolas lo que da un aspecto ahuecado al tejido. No olvidar que una vacuola no es más que un espacio lleno de líquido... —hizo una pausa antes de continuar. —Un cerebro sano no debe pesar más de 1300 gramos. Se acercó a la ventana y miró afuera como buscando inspiración. Era época de Cuaresma y el viento agitaba los brazos de las palmeras... No existía pájaro en vuelo en esos días, pero el gorgoreo de las palomas llegaba fuerte desde algún alero cercano. Balboa miró la lejanía con nostalgia. El horizonte azul claro casi plateado, anunciaba la impertinente lluvia que se avecinaba. No podía dejar de hablar sobre la ola de asesinatos cometidos en Estados Unidos, el país donde había hecho su especialidad. Habló de crímenes contra mujeres y niños en su mayoría víctimas de depredadores sexuales. Mencionó las “viudas negras», mujeres que envenenan a sus maridos repetidas veces y recordó que un fuerte olor a almendras en un cadáver indica la presencia de cianuro, un veneno que no aparece rutinariamente en los exámenes toxicológicos, y suele pasar inadvertido la mayoría de las veces. Habló de Francia, un país digno de emular, donde los crímenes hacia mujeres y niños son pagados en la guillotina. —Como lo oyen, aun en tiempos modernos—. Recordó haber leído recientemente en un periódico de ese país sobre un tal Hamida Djandoubi, un emigrante tunisio convicto de tortura y asesinato de su novia a quien había forzado a la prostitución—. Fue decapitado Sep 10, 1977, Hace apenas dos
anos, dijo, y qie el caso no había alcanzado tanta repercusión como el del año anterior de un nacional blanco, acusado de la muerte de una niña. Eso le recordó que antes de los asesinatos de aquí todos dormían a piernas sueltas en el pueblo, sin necesidad de beber cocimientos caseros para calmar los nervios. Hizo una pausa. — Por lo menos en Francia se le hizo justicia a la prostituta—y sonrió. Miró el horizonte una vez más a través de la ventana sumergido repentinamente en la macabra visión de una playa desierta y fría bajo luna llena y mechones de pelo amarillo asomándose en la arena. —“Sí, a la blonda de seguro la mataron de noche, y aquella infeliz del río ¿Quién sabe? Suspiró profundamente antes de volverse hacia el alumnado. Extendió las gruesas muñecas de pelos rubiangos. Los dedos cortos como salchichas tocan la calavera y su rostro se concentra de nuevo en el presente para seguir explicando a la clase los misterios que contienen los muertos. —He aquí las orbitas prominentes, que sobresalen en la zona frontal por casi media pulgada —, resbala los dedos hacia la porción inferior del esqueleto—, y acá la pelvis de pequeño tamaño. Estamos señores frente a un pobre hombre sin familiares ni nadie que lo reclame. Pensó en Juan Rulfo, en su Pedro Páramo “Oirás la voz de mis memorias mas fuerte que la voz de mi muerte, eso sí la muerte tuvo alguna vez una voz”. Sí, las victimas asesinadas siempre claman justicia, él lo sabia, ahora había que oír sus voces. Miró de nuevo el reloj, ya sin disimulo y mencionó folletos y exámenes para el futuro próximo. Depositó todas sus notas en un maletín de piel muy gastada y salió del local notando que comenzaba a dolerle el estomago. Sin saber por qué le llegó la imagen de Monpellier, de cómo algún tiempo antes, éste había comenzado a visitarlo. Casi todas las noches, le llevaba sándwiches y caramelos, que él
In Memoriam ROBERTO ESTOPIÑÁN El escultor Roberto Estopiñán, uno de los principales exponentes del vanguardismo cubano, murió el 27 de enero en Miami a los 93 años de edad. Había nacido el 18 de marzo de 1921 y comenzó a estudiar escultura y pintura en la Academia Nacional de Bellas Artes de San Alejandro con solo 14 años de edad. Se convirtió en el protegido y ayudante de taller del escultor Juan José Sicre, a quien luego asistió en la creación de varios monumentos públicos, incluyendo el de José Martí en la Plaza Cívica de La Habana.. Vivía en Estados Unidos desde los años cincuenta, residente primero en la ciudad de Nueva York y luego en Miami.
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ALEJANDRO FONSECA ‘’Ha fallecido el poeta Alejandro Fonseca (Holguín, 1954-Miami, 2015). Su muerte enluta no sólo a la poesía cubana, sino a la poesía. En cierta ocasion apunté en Diario Las Américas: “Hace algún tiempo, cuando reseñé Ínsula del cosmos, el primer poemario publicado por Alejandro Fonseca en el exilio, señalaba a su autor como una de las voces que con más vigor enriquecían el entorno cultural de Miami. En su poesía había (en definitiva, hay) una elaborada sencillez expresiva que me atraía. Años después, en La náusea en el espejo, volví a experimentar la confianza de estar leyendo a un buen poeta.’’ Luis de la Paz
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devoraba en pocos minutos. Recordó cómo el cirujano asomaba su cara oscura en la ventana hasta que él lo mandaba a entrar o salían a beber un café aguado en cualquier establecimiento. El tema era siempre el mismo, que si los negros del Ingenio, que si el Vodoo. Le contaba noche a noche las cosas que iba averiguando para picar su curiosidad, para interesarlo a fondo, mientras él sonreía sin parpadear, sin comprenderlo todo, pero llenándose de paciencia. —Y dale con lo mismo—, le decía. Entonces Montpellier replicaba: ‘’que sí, que estoy seguro de ello. Ya me darás la razón’’. Y así hasta el nefasto día que fueron a la playa. Muchos tienen que haberlo visto y reconocido porque aquel pueblo estaba lleno de gente flaca, y él con su gordura llamaba inmediatamente la atención .Entonces, después de varias paradas en el quiosco de las empanadas en un día de esos aburrido, sin nada que hacer, se decidió al fin también el, entrar por su propia cuenta a la comisaría balanceándose sobre sus gruesas piernas semiabiertas. —¡Vengo a declarar voluntariamente!—, grito desde la entrada al despacho del Inspector para que todos lo oyeran. Suárez lo miro no tanto ya con curiosidad, sino con odio. —Óyeme bien, Balboa—, le habló señalándole la silla—, a la primera mentira, te rompo la cara.
Carolina tiene los ojos grandes casi desbocados, teñidos con el color del café, sale cuando el día esta casi al explotar con lluvias. Al entrar al zaguán de la casa de José, el aguacero ya ha caído sobre ella y le ha arruinado la ropa y el peinado. —¡Cuando va a parar esto!—. El pelo chorreado se le nota mas oscuro y lacio. Él se le acerca con una toalla dispuesto a secarle el cabello y el rostro. Con una leve sonrisa le hace saber que desea hablarle, le hace un par de chistes, se entregan a la conversación de rutina, las clases, los exámenes...Entonces él le dice que va a tomarse un semestre libre, anunciando así lo que parece ser una simple ruptura. Mientras le dice que se va, alarga los brazos y le acaricia la cara, el cuello, baja lentamente las manos hacia la cintura. — ¡No!—, grita ella . —¡No me toques! Nunca más! Me oyes?—. Hasta que llega el momento en que José Francisco baja los brazos en desanimo y se acusa a sí mismo de una fatalidad que lo persigue, de un infortunio que marcha con él día a día. Se desgasta en explicaciones, cuando más enamorado está, el deber lo reclama. Le sigue otra perorata que ella no quiere oír, ni fingir que oye. En el largo vidrio de una puerta corrediza Carolina se descubre alta y musculosa, mojada y todo se ve atractiva y deseable. Con los pantalones a media pierna y la blusa encharcada delineándole los pechos por lo que el abandono de él se le hace aun más humillante.
Miriam Rodríguez Febles Las playas de Esculapius En la década del setenta un grupo de jóvenes marchan a estudiar medicina a una isla caribeña. Allí sufren diversas vicisitudes: terremotos, huracanes, epidemias y el descubrimiento sorpresivo, en una playa, del cádaver de una bella joven conocida. Al misterio y al drama se une una historia de amor no correspondido, en un fondo histórico y social donde salen a relucir la Guerra de Vietnam, el paso de varios presidentes norteamericanos, la captura y muerte del Che Guevara y el éxodo del Mariel. Mariana, Lula y Néstor, tres jóvenes estudiantes de medicina, nos adentran en la trama, dejándonos de paso preciosas perlas científicas sobre forénsica médica e investigación clínica.
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Trata de buscar una —Querida—, dice él salida lógica, desviar su mente sin poder evitar su nombre. hacia los pobres niños del —Carolina, quehospital, no lo consigue hoy. rida—. suspira y no sabe qué Come algo y vuelve al más decir. Se sintió como un lecho pensando que esto no es asno vida, que amar así nunca estuvo —No pretendo acaen sus planes. pararte sólo para mí —miente ella—, puedes hacer con tu vida lo que gustes, ahora si te Miriam Rodríguez Febles, marchas de mi lado que sea nació en Cuba y llegó a Estados para siempre. Unidos en los años sesenta; Hay tanta firmeza y estudió en el Jersey City State determinación en como lo College yse doctoró en medicina dice, que él no la detiene en la Universidad Central del cuando furiosa sale dando un Natasha Perdomo: The dark side Este, en Santo Domingo. Espefuerte tirón a la puerta. cialista en reumatología, trabajó en el hospital Jackson de Desde entonces Carolina apenas duerme, se tiende Miami, hasta su retiro. Ha publicado diversos artículos en la cama, los ojos vidriosos, el rostro de él siempre perenne médicos, y recientemente su novela Las playas de en sus sienes. ¿Qué hacer para borrarlo de allí? Esculapius, a la cual pertenece este capítulo.
Teresa Fernández Soneira
Ilustran este número
Roberto Estopiñán (1921-2015), escultor y pintor cubano, recientemente fallecido, uno de los más importantes artistas de su género. Natasha Perdomo, pintora y diseñadora de joyas. Nació en Cienfuegos, Cuba, en 1962. Está casada desde 1997 con Rafael López Ramos. Vive en Miami. httpbook.com//natashaperdomo.wix.com/natashaperdomo Rafael López Ramos (1962), pintor cubano, estudió en la Academia San Alejandro, reside en Miami, y trabaja en Jorge Méndez Gallery y en López Ramos Studio. http://www.lopezramos.info
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Luis García Fresquet, pintor y diseñador gráfico cubano. Ha expuesto su obra en diversos países, y se ha destacado también como ilustrador de libros para niños. Vive en Miami desde 1998. www.fresquetart.com
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Marilé Mosley Crespo Alguien A mi prima Célida Delgado Torre ¿Y qué es la música sin el oído que la escuche? la huella, sin el paso que la extienda o la mirada ansiosa que divise… la palabra sin presagio y el acero sin la mano que lo forja y lo dirige. ... La mano es más fuerte y poderosa…
Tesis A mi primo Otto Michel, por su gran humanidad, la defensa de sus principios y osadía ante la vida.
Poner una marca un símbolo un tatuaje Arriar una bandera o una vela Plantarse de principios Cantar un himno Dar a luz Inventar la independencia.
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La ventana es un espacio que se abre; es un salto al infinito a través del tiempo de la calle la ciudad y el mar. Es la mirada de la gente verse uno mismo en el reflejo y a la vez un viaje al interior. La ventana es un diablillo verde, bajito y hablador que nos vigila.
Que el halo de tu bondad y tu belleza gracias a Dios no dejen de renacer. Sea tu espíritu tocado otra vez por los susurros, las horas, las sombras del hogar y las voces familiares bien amadas… Y escuches el cántico del Ave María de un vivo corazón.
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Marilé Mosley Crespo (Cuidad de La Habana, 20 de mayo de 1960). Psicóloga, poeta. Autora de tres poemarios, dos en proceso de publicación y un tercero que obtuvo reconocimiento especial en el Concurso Hispanoamericano de Poesía en homenaje al centenario del natalicio de Dulce María Loynaz. Su poesía se incluyó en una Antología auspiciada por el Proyecto Cultural: ‘’En el Jardín...’’ Reside en La Habana.
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Deseo Que sean tus ojos siempre agua azul de río caracolas y peces cause de sueños marejada majestad y elegancia ola gigante que se abra suspendida abanico al viento… Ágape al espacio acontecimiento de alas lance, convite vuelo de pájaros, cortejo Roce, dulzura agreste nido, fronda, ramaje crepúsculo romanza Frescura y lozanía, simiente aroma, albores, primicias; y en bandada… ¡qué nazcan en ellos todos los jardines de la tierra!
El rito del café A seres como Bárbara, Olga, Nedel, y las Maricelas que siempre permanecerán en el Café.
Agorero aliento oficiosa fragancia conspiración mutua que nos proyecta frente a frente y nos resguarda que de par en par nos abre al día poniendo en claro el reto. Tu café olvido de morir vigilia que nos salva y nos rehace espacio infinito, traslúcido donde enseñaste avenirse a la palabra. Que no hay ningún lugar ni ninguna vez. Sólo poblar el tiempo y el silencio. Ahondar, catar, remover, salir. Empezar de los residuos asentados en el fondo y esparcirnos con la misma lentitud con que nuestros dedos se deslizan por las cucharillas o este vaho ungido se diluye para respirar... Tu café impulso, fuerza, hálito tinte potísimo que no ceja y no se cansa de obligarme a vivir empeño fijo y natural con que humedeces mi garganta. Esa costumbre tuya humanizada de cuajar el humo en nuestras tazas...
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ROBERTO ESTOPIÑÁN Alejandro Anreus
El 26 de enero de 2015, a las 8:06 pm, falleció en el South Miami Hospital el escultor Roberto Estopiñán. Contaba con 93 años de edad; el 18 de marzo hubiera cumplido 94 años. Nativo de La Habana, Estopiñán es considerado uno de los más importantes escultores cubanos y
Roberto Estopiñán 25
latinoamericanos de la segunda mitad del siglo fue el único finalista de Latinoamérica en el veinte. concurso internacional del Monumento al Preso Tras un permiso especial, a la edad de 14 Político Desconocido en la Tate Gallery de años fue admitido en la academia de San Londres. Otros finalistas fueron escultores de Alejandro donde estudió con Armando Menocal, fama internacional como Alexander Calder, Antonio Rodríguez Morey, y con quien llegó a Ossip Zadkine y Naum Gabo. ser su mentor, el escultor Juan José Sicre. Al llegar al exilio, la obra de Estopiñán Estopiñán asistiría a Sicre en todos los proyectos desarrolló una tendencia expresionista, de escultura pública que éste realizaría en Cuba explorando los temas del preso político, desde finales de los cuarenta, incluyendo la guerreros caídos y crucifixiones, tras la talla en estatua de José Martí en la madera, la soldadura, el Plaza Cívica. grabado y el dibujo. No Después de un cabe duda que su obra viaje a México en 1949, como dibujante es una donde entabló amistad con de las más virtuosas en el escultor Francisco el arte de Cuba y Zúñiga, Estopiñán tuvo su Latinoamérica. primera exposición en el En los setenta su Lyceum. Ese mismo año obra se volvió menos fue uno de los fundadores política, sintetizando del grupo cultural Nuestro formas humanas y de la Tiempo, el cual abandonó naturaleza en una después de conflictos con figuración orgánica, y a los comunistas que habían partir de los ochenta y infiltrado la asociación. noventa, sus esculturas y Después del golpe dibujos se concentraron de Estado de Fulgencio en una visión clásica, Batista en 1952, Estopiñán casi minimalista del aceleró su activismo en el torso femenino. En los últimos años había Directorio Estudiantil, participando en la lucha vuelto al tema del preso político con formas urbana. En 1959, tras el triunfo de la depuradas y sencillas. En 2011 una retrospectiva Revolución, fue nombrado al cuerpo de su obra fue presentada en la galería de Miami diplomático, trabajando en las embajadas Dade College, en Doral. cubanas en Egipto y China. Ya en 1961 estaba Filosóficamente influenciado por las completamente desilusionado, y partió al exilio, ideas de escritores como Albert Camus, Simone estableciéndose en New York. Weil, George Orwell y Víctor Serge, Estopiñán En el exilio mantuvo su activismo con reflejó en su obra una búsqueda perpetua por la grupos de derechos humanos y como consejero libertad. Esto lo logró a través de la batalla de de los estudiantes social-demócratas de la las formas escultóricas por purificarse. Sus agrupación Abdala. Estopiñán y su esposa, la esculturas, dibujos y grabados siempre nos declamadora y poeta Carmina Benguria, se comunicarán belleza y eternidad. Fue un gran radicaron en Miami en 2002. artista, un hombre bueno y ético, de los Su obra escultórica de los cincuenta imprescindibles. Que en paz descanse experimentó con elementos figurativos y abstractos, utilizando materiales como las maderas nativas de la Isla, el yeso directo y Alejandro Anreus, pintor y crítico de arte cubano, metales soldados. Sus piezas de estos años radicado en New Jersey, que trabaja como curador recibieron primeros premios en el Salón en el Museo de Montclair. 26
Alexis Romay Larga noche láctea Ya que estamos, déjame decirte que en los camilitos de Capdevila han dado con la fórmula más efectiva para lograr que, como dice George Lucas, una se pase al lado oscuro de la fuerza. Porque todo cuanto tienes que hacer para crear un desafecto es poner a una criatura inocente (que yo me hago la maldita, pero no mato una mosca) y dejarla que conviva y coexista con lo peorcito de la escuela (que es, por supuesto, lo mejorcito de la misma): los muchachos de doce grado, cuyos castigos respondían al hecho de que se habían fajado a trompones con tal o más cuál capitán, o que habían sido atrapados en su enésimo intento de fuga a la vocacional Lenin, que no queda cerca ni lejos, pero cuya proporción de alumnos y alumnas es inversa a la de esta escuela militar y por tanto abunda la falda y el amor por el uniforme verde olivo, o con un par de estudiantes a quienes un oficial de guardia había descubierto en medio de la madrugada atracándose de helado y papitas fritas, dentro del almacén de alimentos, que está a su vez dentro del comedor, lo que implica haber burlado al menos a una posta y luego haber abierto una puerta y
forzado un candado, o al loco de Humberto Morán que se coló en el cuarto de armamento y sacó una AKM con su respectivo cargador y se fue al campo de tiro también en medio de la noche y encendió sus luces y se acomodó en el piso y ajustó la mirilla y soltó una ráfaga con balas de verdad que por suerte o designio divino no acribilló a ninguna de las parejitas que escogen esa zona para manifestar sus amoríos, pero sí despertó al campamento en vilo y el corretaje que se armó fue de Pompeya y Herculano a raíz de la erupción volcánica y claro que por mucho menos que esto basta y sobra para botar (con b larga) de la gloriosa Escuela
Natasha Perdomo: Home
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Militar Camilo Cienfuegos de Capdevila a cualquier alumno, pero en esta granja unos animales son más iguales que otros y todos estos muchachones caen en esa categoría, hijos de papá, con sangre tan azul como las franjas de la bandera, que el padre que menos rango tiene de este grupo de vándalos revolucionarios es teniente coronel y los más son generales de una y dos estrellas y hay hasta su hijo de viceministro de relaciones exteriores y todo en esta bachata y entonces el escarmiento que le da el alto mando de Capdevila es dejarlos sin pase tres o cuatro fines de semana mientras les advierte que en la academia de cadetes otro gallo cantará y los bandidos responden que sí, está bien y se limpian con la noticia y con esta crema y nata del crimen adolescente nos dejaron a mí y a Alejandro en las largas noches de los fines de semana del primer mes del año y cuando estos personajes históricos vieron que nosotros éramos gente con swing, como canciones, nos adoptaron bajo su manto y nos enseñaron a colarnos en el comedor (que por demás no requiere de ningún truco especial, pues ellos tienen la llave) y en el almacén que hace las veces de despensa de la escuela y hasta nos metimos en par de ocasiones en el cuarto de
armamento, que está al doblar de la oficina del coronel Cuadras, y cuando entramos en confianza nos confesaron que, por el simple hecho de joder, han sacado de ahí en más de una ocasión una pistola y se la han llevado para sus parrandas nocturnas de fines de semana en la capital, o se han lanzado a campismos y guerrillas (que estos sí que tienen obsesión de rangers) con el hierro caliente y que han devuelto el arma a su cubil al regreso del pase, los domingos en la noche, escurriéndose de nuevo en el cuarto de armamento y que nadie en Capdevila ha reportado una Makarov ausente del arsenal en las tres o cuatro instancias en que han probado el desfalco. Y que les dieron ganas de matar a Humbertico la noche que tomó prestado el fusil de combate para ponerlo a cantar en el campo de tiro y que la cosa terminó en alarma general, pues el bárbaro se había fumado un cigarro de los cómicos y el vuele le dio por creerse que era Rambo y por poco les jode el secreto, que ellos sabían a salvo con nosotros, pero que por eso había que mantenerse fuera del local de las municiones por un tiempo, para no tentar la suerte. Y Alejandro y yo andábamos con las quijadas que nos daban al piso, aún sin entender muy bien si nuestro Rafael López Ramos
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Los libros de LLP Linden Lane Press http://www.lacasaazul.org Fort Worth,Texas
estupor se debía a la inmunidad (o impunidad) con que actuaban estos seres que estaban más allá de nuestras nociones del bien y el mal, o al hecho de que hablaban de unos cigarros cómicos que intuíamos de qué se trataba, pero nos resistíamos a creer que la belleza fría de María había logrado inmiscuirse en las vidas de los habitantes de nuestro antro revolucionario, o si lo que más nos chocaba era la evidencia de que, al margen de todos los turnos de guardia que se le asignaban al alumnado en pleno, una pistola podía desaparecer de una oficina que estaba a cinco pasos de la del director y, por ende, abandonar la escuela y regresar a la misma dos días después sin mayores consecuencias. Por tanto, como para aprender hay que practicar y ya que el cuarto de armamento estaba vedado hasta nuevo aviso, todas las noches de los cuatro fines de semana de nuestro encierro nos colamos en el comedor y nos dimos banquete tras banquete y te preguntas por qué sigo flaca y a lo mejor la respuesta es una solitaria que me está comiendo por dentro o que tengo un metabolismo que funciona a su aire y no le hace mucho caso a lo que entra por esta boca o qué sé yo, Esporádico, no me interrumpas más. ¿Qué quieres que tediga en mi defensa? ¿Qué repita aquello de ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón? Sí, porque yo estaría robando comida, pero a mí los caciques de Capdevila me habían robado mi tiempo de pasear por La Habana en el invierno, de estar con mi familia, de discutir con la petulante de Tatiana, de reconciliarme con la testaruda de mi madre y de paso explicarle que quizá es buen momento para buscar otra escuela, preferiblemente el Preuniversitario Saúl Delgado, que está a menos de diez cuadras de 25 y G y no es ni interno ni militar, porque a este paso, como van las cosas, con
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Natasha Perdomo: Fachada
las amistades que he hecho y las indisciplinas que se me seguirán imputando en lo que queda de curso no creo que vaya a terminar estos tres años de purgatorio en los camilitos de Capdevila. Además, ya de pensar en la escuela se me revuelve el estómago. Es que en estos fines de semana, con los muchachos de doce grado y Alejandro de ángel guardián aprendí a beber y déjame decirte que cada vez que aparecía una botella bebíamos como si el mundo se fuera a terminar con cada trago. No es justificación, pero para soportar aquel encierro forzado era imprescindible un estado mínimo de ebriedad. Y por culpa de esta ebriedad no recuerdo de quién fue la idea —quién quedaría, oh, de autor intelectual del asalto a las reservas de comida—, pero me consta que actuamos en plan Fuenteovejuna: ¡todos a una! El atraco fue hace dos sábados. Parece que por dificultades logísticas o por una simple avería —que no nos dieron ni pedimos pormenores del caso, que la
mierda mientras más se revuelve más apesta—, el camión que trae la comida los fines de semana brilló por su ausencia en la tarde del viernes antepasado y esa noche comimos raspa de arroz con unos chícharos indigeribles y una sopa de gallo que para tu conocimiento californiano es agua con azúcar prieta y a eso de las diez estábamos con un hambre que cualquiera de nosotros, cómodamente, podía haber cantado “El manisero” en búlgaro con tal de agenciarse un plato de comida y ya a la medianoche decidimos que de los muertos por inanición tampoco se ha escrito mucho, así que nos dimos cita en el comedor y en su interior nos adentramos en el cuarto que tiene ese cartel admonitorio que dice “Reservas: Opción Cero” y al amparo de la madrugada y con el ruido de nuestros estómagos como banda sonora, el candado no tuvo que volar por los aires pues la misma llave que nos daba acceso a la cocina lo abría y para nuestra continua sorpresa y deleite, en lugar de telarañas y roedores raquíticos encontramos un cargamento de latas de leche evaporada, del que, como ha de resultar lógico, consumimos una discreta porción de inmediato —en estado casi febril (esto lo confirmaríamos más tarde)— en medio de aquella larga noche láctea. A la mañana siguiente, la mierda daba al techo. La oración anterior no es metafórica, Esporádico. Y perdóname que me ponga escatológica y que al hacerlo use tantas esdrújulas, pero no olvides que eres un diario
que da cuenta de mi vida y mi vida transcurre en Cuba y acaso puedes imaginar cloaca más sublime para el alma divertir. Te decía que una epidemia de diarrea se desató entre los asaltantes a la cocina. Por suerte éramos pocos, que si no los baños de toda la escuela no habrían dado abasto. Los deshidratados iban y venían. Tuvimos que colarnos en la enfermería y auto-medicarnos pastillas de sales hidratantes que fueron repartidas (por primera vez) con carácter democrático. Y el oficial de guardia, un capitán que es un bofe, pero que por suerte también es medio bobo, nos había mandado a que nos diéramos un brinco al huerto y trajéramos algunos tomates y un par de coles para alegrar y darle algo de color al almuerzo de ese día y le buscamos los dichosos vegetales para que no jodiera más, pero todos sin ponernos de acuerdo nos negamos a probar bocado, que cuando el mal es de cagar no valen las hortalizas. También le pedimos permiso al oficial para no asistir a la retreta de las seis de la tarde frente a la bandera y el busto del Martí de cera (ay, se me fue otra rima), que no nos sentíamos muy bien y él a decir que ya lo había notado y a preguntar que a ustedes qué les pasa y nosotros a echarle la culpa al exceso de aire en los chícharos. Y ahí lo tienes, querido,¡actividad patriótica suspendida por mierda! ¡Hurra! ¡Qué gran imagen revolucionaria! Ah, no hizo falta ningún personaje de Arthur Conan Doyle para develar el misterio del caos intestinal, que ya te dije que la despensa de marras
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guardaba lo que los dulces guerreros cubanos conocen como reservas de guerra. Pero esto lo confirmaríamos luego, cuando Humbertico se apareció con la evidencia: en el fondo de una de las latas recién consumidas, la fecha de vencimiento databa de agosto de 1970. No me digas que tengo mala leche, que razón no me falta: la susodicha tenía mi edad y me llevaba dos meses. Y así no hay quien viva, cariño, y si con esos bueyes nos toca arar, repite conmigo:¡a correr, liberales del Perico y al carajo, albañiles, que se acabó la mezcla! Socialismo o muerte: ¡cagaremos! ***
Nota del autor: Este es un fragmento de una
entrada de diario de una de las protagonistas de La apertura cubana. El texto tiene fecha de domingo, 1ro de febrero de 1987. Alexis Romay es autor de las novelas La apertura cubana, y Salidas de emergencia, el libro de sonetos Los culpables, y Diversionismo ideológico, una compilación de décimas satíricas. Colabora con revistas y periódicos prohibidos en Cuba y publicados en España, Estados Unidos y México. Ha escrito las letras de las canciones de ‘’Cecilio Valdés, Rey de La Habana’’, una «zarzuela moderna» concebida por Paquito D’Rivera. Vive en Nueva Jersey. Lleva un blog: Belascoaín y Neptuno.
EDUARDO MANET The Painter´s Lover Translated from the French by Annie Heminway and Ellen Sowchek
The secret love story of a famous painter In this beautifully-crafted novel, Eduardo Manet, a Cuban-born French novelist and playwright, tells the story of a woman’s passion for a famous artist. The artist is his grandfather, the painter Édouard Manet, and the woman his grandmother, Eva Gonzalès, Manet’s only pupil and an extraordinary painter in her own right, whose profound understanding of the human soul shines through all her work.
272 pages –18,95 € Published in December 2014 Born in Santiago de Cuba in 1927, Eduardo Manet lived in Paris and Italy in the 1950s, and heturned to Cuba in 1960, where he became director of the National Dramatic Ensemble at the National Theater. In Cuba he also directed four feature-length films and six shorts, and served as assistant to Chris Marker in the filming of Cuba, Sí. In 1968 he left again for Paris, where he has lived ever since. As an author, Manet has written many works in both Spanish and in French, and a number of his plays have premiered in prestigious theaters in France and around the world; he has published 25 novels, several of which have won major prizes. This novel was written after he discovered that the painter Édouard Manet was, in fact, his grandfather.
EDITIONS ECRITURE 34 rue des Bourdonnais 75001 PARIS www.editionsecriture.com 272 pages –18,95 € Published in December 2014
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Ana Kika López EL SIGILOSO Al fin llegó la noche tan amada. Un largo silencio de autos y bocinas, interrumpido a veces por la conversación de los trasnochados que, ya de madrugada, iban a comer una completa a la Plaza del Mercado, o se sentaban a cantar boleros desentonados en el muro del malecón. En la oscuridad no era necesario caminar escurrido, pegado a la pared para no ser notado y evadir las pedradas que le tiraban los muchachos crueles, ignorantes del respeto a la vida. Fue directo al fondo del restaurante donde botaban las sobras de comida. Buscaba algún alimento: un pedazo de carne, un delicioso postrecillo de huevos con helado derretido o un pedazo de pan, cualquier cosa para calmar el gruñido de su estómago, y de paso, rellenar un poco su costillar huesudo.
La luz de la farola callejera alargó su sombra hasta hacerlo lucir enorme. Se sobresaltó y todavía más, al escuchar un grito raro, como si fuera un quejido amplificado. Siempre supo que no era valiente, se espantaba a la menor sospecha sobre su seguridad, en especial, al acercarse un perro, a los que detestaba por el afán que ponían en perseguirlo sin motivo aparente. Agazapado detrás del estante de periódicos, reconoció al barbero quien, después del grito, había salido corriendo de la casa de Lolita… traía la camisa manchada de sangre…en la mano: una navaja... la tiró a la cuneta. y aguantándose el pecho, siguió de largo sin advertir su presencia. La puerta de la vivienda estaba entreabierta y él se acercó despacio, con disimulo, como si no planeara las cosas. Se asomó. No se veía nada. Entró para curiosear según era su costumbre, subió las escaleras con la agilidad de una pantera; arriba alguien gemía, Natasha Perdomo: Paisaje con pez
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agrandó las pupilas para ver mejor en la negrura. Lolita en el suelo, lloraba sobre el cuerpo de su marido muerto o malamente herido, porque sólo se movía cuando ella lo zarandeaba entre sollozos y le decía: “Él no es mi amante, estaba en la cama porque quería probar las almohadas, entiéndelo, no era para tanto, no tenías que pelear así, mira lo que te hizo, lo odio, no te mueras…” Vaya, cuánta tontería, pensó, y fue a la cocina a ver qué encontraba de comer. ¡No había ni platos sucios! Salió a la calle nuevamente, y continuó con calma su recorrido hasta llegar a la alcantarilla. La navaja no se había caído adentro y permanecía, con el filo ensangrentado, reposando sobre la rejilla de metal al borde de la vía. Como no era comestible, siguió camino a la fritanga situada al lado del cine, con la esperanza de hallar, aunque fuera solamente un pedacito de morcilla aplastado en el pavimento. Tuvo suerte. En el piso encontró un delicioso chorizo y un pedazo casi entero de “perro caliente”, naturalmente, frío a aquella hora. Fue un gran hallazgo porque ya tenía decidido comerse una ardilla con pellejo y todo. ¡Pero una rata colmilluda, jamás! Eran abundantes, pero muy agresivas y con el horrible sabor de toda la basura que comían. A través del ramaje, una luna enorme proyectaba retazos de luz en el parque. Sobre un banco dormía La Condesa, sucia, harapienta, envuelta en una frazada llena de agujeros. Fue a restregarse con ella. Al principio le pareció que lo aceptaba pues hizo espacio entre sus brazos para recibirlo, pero cuando la rozó con su bigote, ella despertó súbitamente, lo empujó con rudeza tirándolo a un costado sin miramientos. Humillado por el rotundo e incomprensible rechazo, se alejó. con disEl sueño empezó a acariciarle los ojos. Buscó un lugar donde acomodarse y terminó echándose debajo de la figura ecuestre del prócer, cuya regia estampa con la espada en alto y el caballo encabritado en dos patas, infundía patriotismo a los niños e irremediable atracción a las palomas. Desde allí, acostado cuan largo era, percibió un perfume embriagador. No perdió ni un segundo, se puso de pie y rastreó como un mastín la huella de aquel aroma excitante que lo condujo hasta el puente. Allí estaba ella, cimbreante, arisca y sumisa al mismo tiempo. La rodeó varias veces, le susurró al oído su más dulce ronroneo, la mordió en el cuello antes de poseerla. Ella cantó el resto de la noche, largos gemidos de amor. Cuando llegaron otros galanes, él no quiso pelear. Estaba ya muy satisfecho.
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Ana Kika López
www.anakika.com
Novelas, cuentos, relatos
Escritora cubana residente en Miami, miembro del Pen Club Cubano en el exilio
La importancia de ser cubana y vivir en Miami
Caminó lentamente, buscando donde refugiarse porque amanecía. La ciudad despertaba y la calle era territorio peligroso para un gato.
Ana Kika López (Chaparra, Las Tunas, Cuba). Novelista, cuentista y pintora, que estudió en La Universidad de La Habana y en Rutgers University, New Jersey. Ha publicado varios libros, donde prevalecen el humor y la imaginación. Vive en Miami, y ésta es su web side: www.anakika.com
ALEJANDRO F. PASCUAL
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Camilo Venegas
Dos patrias tengo yo, Cuba y el Cibao
En 1895, pocos meses antes de caer abatido en una absurda escaramuza, José Martí atravesó el Cibao a lomo de caballo. Los apuntes que hizo en su Diario sobre los paisajes y la gente que encontraba en el camino, son una de las páginas más hermosas de la literatura cubana. Martí describió su ruta dominicana como si fuera un viajero y no un hombre que organizaba una guerra y avanzaba lentamente hacia su sacrificio. El 14 de febrero, fascinado por el acento cibaeño, le dedicó casi cuatro páginas a las expresiones que escuchó en “la casa pura de Nicolás Ramírez”, en Santiago. Si se tiene en cuenta que en esos momentos se veía forzado a escribir una carta tras otra (para tratar de convencer a muchos patriotas, que andaban desperdigados fuera de Cuba, de que volvieran a la lucha), el valor de esos apuntes se multiplica. Es admirable que no se le escaparan ni los piropos callejeros. “A la moza que pasa, desgoznada la cintura, poco al seno el talle, atado en nudo flojo el pañuelo amarillo, y con la flor de Campeche al pelo negro: ‘¡Qué buena está esa pailita de freír para mis chicharrones!’”, detalla casi con rigor de antropólogo. En los libros de historia de Cuba nunca falta una foto de la casa de Máximo Gómez en Montecristi. Aunque esa modesta armazón de madera y zinc no está en nuestro territorio, los cubanos desarrollamos un familiar sentido de pertenencia hacia ella. La primera vez que me paré en su portal sentí que estaba de regreso en mi país. Esa casa, el Diario de Martí y los cuentos de Juan Bosch me hicieron cibaeño mucho antes de mi primer viaje a República Dominicana. Por eso no me fue difícil hacerme aguilucho (a veces me engaño a mí mismo y creo serlo desde chiquitico) y ver en jugadores como Luis Polonia o Miguel Tejada a los ídolos que dejé en el equipo de mi provincia. Ya digo los nombres de Bonao, La Vega, Moca, Constanza o Jarabacoa con la misma naturalidad que digo Manicaragua, Santa Clara, Cruces, Santa Isabel de las Lajas o Cienfuegos. Cada vez que llego a la Cumbre (el punto de
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la Autopista Duarte donde está la puerta imaginaria del Cibao) es como si llegara a Aguada de Pasajeros (la puerta Natasha Perdomo. Equinoccio
imaginaria de Las Villas). Hace unas semanas Diana y yo conocimos al ingeniero Juan Manuel Taveras, un mocano “seco, sacudío y medío por buen cajón”, quien tiene una gran gratitud por una de las familias cubanas que llegaron al Cibao hace más de 50 años. Gracias a él, conseguimos varias posturas de frutales de Cuba (cuyas semillas trajeron los exiliados, convencidos de que ya no volverían). En el patio de nuestra casa en Jarabacoa, como en el patio de mi casa en el Paradero de Camarones, habrá una mata de anón y otra de aquellas toronjas con las que mi abuela hacía uno de sus postres inolvidables. En la medida en que esos árboles crezcan y den frutos, mis raíces se irán hundiendo aún más en esta tierra a la que tanto le debo. “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche”, asegura José Martí en el primer verso de uno de sus mejores poemas. Como soy campesino y madrugador, paso la mayor parte de la noche durmiendo. No coincido con Martí en eso. Vivo dentro del día, mis dos patrias son Cuba y el Cibao.
Camilo Venegas (Paradero de Camarones, Cienfuegos, Cuba, 1962), escritor y periodista, residente en Santo Domingo. Escribe para la prensa dominicana, y lleva un blog: http://www.elfogonerovenegas.blogspot.com
EL MUNDO ONÍRICO DE LEZAMA LIMA PEDRO GARCÍA CUETO Lezama Lima se nos aparece en las sombras poderosas de los sueños, porque en su mágico y trascendente destino, Lezama vuelve, incitando a la Cuba soñada y la que aún está por despertar. Lezama juega con las palabras como si fuesen jeroglíficos que él dota de sentido, porque así vive la vida, imaginando, reconstruyendo imágenes, pintando la realidad en novelas que sucumben ante la experiencia del surrealismo que Lezama tiene en las entrañas. Un breve repaso a su biografía resulta necesario, antes de adentrarse en las honduras de su estilo narrativo y de su forma de ver el mundo. Lezama nació el 19 de diciembre de 1910, con el nombre de José María Andrés Fernando Lezama Lima en el campamento militar de Columbia, la Habana. Hijo de José María Lezama, coronel de artillería y de Rosa Lima, hija de emigrados revolucionarios. La muerte de su padre, el 19 de enero de 1919 en Pensacola (Estados Unidos), ya le familiariza con la imagen de la tragedia, con su fatum terrible hacia la vida, porque el escritor cubano vive muchas veces desde el dolor, lo expulsa en el lenguaje de sus novelas, de su poesía. El asma hacen mella en Lezama, vuelve a Cuba, allí en 1929 comenzó la carrera de Derecho en la Universidad de la Habana. En 1930 ya participa en contra de la tiranía del presidente Gerardo Machado. Fue en 1937 cuando entabla amistad con el poeta moguereño Juan Ramón Jiménez, se edita entonces la revista universitaria Verbum y Lezama se convierte en secretario de redacción, publica allí el poema ‘’Muerte de Narciso’’. Comienza en 1939 la amistad con el célebre poeta cubano Gastón Baquero, también con Cintio Vitier y Eliseo Diego. En el año 1941 publica Enemigo rumor y en 1944 inicia la revista
Orígenes, que dirige junto a José Rodríguez Feo. En el año 1959, al triunfar la revolución castrista, pasa a ser Director de Literatura y Publicaciones de la Dirección General de Cultura. En el año 1966 publicó su célebre novela Paradiso. En 1968 se le nombró Delegado al Congreso Cultural de la Habana. La Biblioteca Nacional José Martí le brinda un homenaje. Muere el 9 de agosto de 1976 en la Habana. Esta trayectoria sería insuficiente, sino viniese enriquecida por múltiples experiencias, amistades, etc. Antón Arrufat cuenta en el número 118 de la prestigiosa revista República de las Letras, de la Asociación Colegial de Escritores de España, en el número dedicado a Lezama Lima, en octubre de 2010, su amistad con el escritor cubano, cómo conoció primero a Eloísa, la hermana menor de Lezama. Fue en 1947 cuando conoció a Eloísa y, gracias a ella, entabló contacto con el escritor cubano. Toda la familia de Lezama hablaba de él como el poeta, el hombre singular que construía un lenguaje misterioso, el intelectual que, después, abrazaría la revolución castrista, sin darse cuenta de que ésta iba a restringir de manera muy acentuada los derechos de los cubanos. Arrufat cuenta en este artículo la imagen que se tenía de Lezama, le llamaban el “gordo”, debido a su voluminoso físico, amigos y admiradores le invitaban a comer en sitios lujosos para oírlo disertar. Se hablaba de él, se vertían diferentes rumores sobre su homosexualidad, para alimentar la malsana curiosidad de la sociedad. Pero Lezama era un hombre de gran vanidad, tanto fue así (pese a ser afable y atento con sus invitados), que quería constituir un Estado poético donde él fuese el presidente. Por ello, como nos dice Arrufat, se volvió radical en cuanto a otra forma de entender la poesía que no fuese la suya, esta actitud le distanció de Vintier, de Arrufat, de Piñeira y de otros amigos. Pero el escritor cubano era un hombre de una enorme capacidad intelectual, como nos recuerda Arrufat, cuando, después de varios años de separación, reinician
su relación amistosa y literaria, se ponían a hablar y el escritor cubano, presa de su talento innato, iba de un tema a otro, porque su mundo estaba lleno de imágenes, de luces que alumbraban la palabra, la significaban, la daban una solidez que se puede ver en libros como Paradiso, hechos con la fuerza de la poesía que hay dentro de ellos: “Su hablar estaba vinculado a su forma de escribir. Sus grandes diálogos verbales tenían cierta semejanza con su escritura. En su plática se podía reconocer la imaginería, el don metafórico, la capacidad de asociación, el culto al artificio y el tono reflexivo de su prosa” (p. 43). No sólo Arrufat reconoce en Lezama un artífice del lenguaje oral y escrito, sino que Reynaldo González, otro de sus amigos de los años posteriores a la Revolución, dice que Lezama es pura imagen, su forma de entender el mundo está lleno de lo visual, late en él el sentido de la mirada, que se plasma en todo, que circula por cada espacio para hacer de la palabra pura metáfora, puro símbolo: “Piensa que el mundo existe o se vitaliza sólo a través de las imágenes que le provoca su decursar por una “mirada” peculiar; a saltos y en búsqueda de esencias ya premonitorias, ya conclusivas” (p. 46). Esa idea de lo premonitorio está en sus novelas, como si los sucesos ya se intuyen antes de ocurrir, la desgracia de la familia de José Cemí en Paradiso se intuye, porque todos son símbolos que nos oprimen, nuestras vidas están dirigidas a la sombra de la muerte, que rodea a los personajes, lo que nos recuerda a la vida de Lezama, la pasión por su madre, Rosa Lima, el dolor terrible que sintió al morir, como si se le desgajase una parte de su cuerpo, la muerte de su padre, cuando él era un niño, imagen que se repite para perpetuar el dolor y la magnificencia de las imágenes en su poesía y en su prosa. Lo conclusivo nos remite a la muerte, único desenlace, sin olvidar el erotismo, la fuerza de los personajes, recordemos a Fronesis y Foción, el deseo que pervive, latente en su mundo de censura homosexual. Julio Cortázar también nos habla de Lezama, su amistad, los lazos que los unieron, porque Cortázar, escritor
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prodigioso que nos dejó cuentos y novelas inolvidables (¿quién no sintió en la magistral Rayuela que la Maga era un personaje real, impactante e inolvidable?), dice sobre Paradiso, la mejor novela de Lezama (en mi opinión) lo que sigue: “Paradiso es como el mar. Sorprendido en un comienzo, comprendo el gesto de mi mano cuando toma el grueso volumen para hojearlo una vez más; esto no es un libro para leer como se leen los libros, es un objeto con anverso y reverso, peso y densidad, olor y gusto, un centro de vibración que no se deja alcanzar en su coto más entrañable si no se va a él con algo que participe del tacto, que busque el ingreso por ósmosis y magia simpática” (p. 88). Cortázar habla de dos grandes escritores cubanos, esencialmente barrocos, el gran Alejo Carpentier (recordemos su inolvidable La consagración de la primavera, entre otras muchas de este hombre de talento prodigioso) y Lezama Lima, poeta de lo onírico, capaz de dotar al lenguaje de una música interior incomparable. Pese a su adhesión a la revolución cubana (Lezama considera que con Castro llega el héroe que entró en la ciudad donde todos los conjuros negativos habían sido decapitados), fruto de un entusiasmo primero que irá, con el tiempo, perdiendo, como todo aquello que promete más que cumple, Lezama sí va a ser un gran promotor de la cultura, lo es porque tiene cargos importantes y ayuda a la edición de obras tales como la Antología de la poesía cubana, en tres volúmenes,la edición crítica de la obra de Julián de Casal, entre otros esfuerzos editoriales que promovió el escritor cubano. Si parte de la familia de Lezama se va al comenzar la Revolución, él permanece en Cuba, pero él sigue apegado a su madre, Rosa Lima, la mujer de su vida, su verdadero apego a la vida. María Zambrano, la ilustre pensadora, lo llamó “árbol único”, sin duda, Lezama lo fue, como si de ese árbol sólo brotasen las raíces de la verdadera literatura, la fuente del saber. Concluyo con las palabras de Lezama, acerca de la muerte de su madre, las que iluminan una prosa prodigiosa, que debe releerse para saborear el idioma en toda su extensión, lejos de libros fáciles, de usar y tirar de nuestros días: “Fui, acompañado de mi madre al centro de la tierra. Después, comprendí que ella quería, como en La Odisea, que yo ascendiese de nuevo a la luz. Hijo, ve a otra luz. Todavía éste no es tu reino, aunque bien sé que tú para estar conmigo serías capaz de escaparte de la pradera donde pace el antílope y el águila traza círculos dentro de la Naturaleza” (p. 104, recogido de la revista República de las Letras, nº 118). Su madre, como una mujer del Antiguo Testamento (así la califica Lezama) le dio el don de la sabiduría, la pertenencia al mundo de los sueños, la posibilidad de hacer de la literatura una sabia combinación de imágenes llenas de múltiples significados. Hay que leer a Lezama para entender la importancia del lenguaje, de la luz que irradia un escritor único en las letras cubanas, de dimensión universal.
Pedro García Cueto, filólogo y antropólogo, profesor de enseñanza secundaria en Madrid, escribe también poesía.
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Nota de Libro Jorge Luis Arcos, El libro de las conversiones imaginarias.Madrid, ebetania, 2015. Si a través del orden cronológico siguiéramos la lectura de los libros de poesía publicados por el también investigador literario y ensayista Jorge Luis Arcos –Conversación con un rostro nevado (1992), De los ínferos (1999), Del animal desconocido (2002) y La avidez del halcón (2003)–, al desembocar en el que encabeza estas líneas podríamos comprobar el ascendente proceso de intensidad de su discurso, la reafirmación de temas y visiones que ahora alcanzan una mayor profundidad y vehemencia. En este volumen de poemas se observa la madurez de una voz que solo se adquiere a través de los años vividos, de la reflexión acuciosa y de las lecturas que proporcionan nutrientes que enriquecen el pensamiento. El libro de las conversiones imaginarias no es un texto de tanteos y aproximaciones, de búsqueda y experimentación. Por el contrario, fue escrito desde la perspectiva del viaje de regreso, en el borde –término frecuente en sus páginas-, amasado con pérdidas y frustraciones, derrotas, y desventuras, tras un largo recorrido que incluyó páramos, légamos, naufragios, suicidios, soledades y la maldita insularidad. Todo ese largo camino lleva por último al autor a reiterar la expresión de desaliento: “No puedo sufrir más”. Las alucinaciones, las imágenes espectrales, oníricas, equívocas, permean muchos de estos poemas, que a veces conforman una especie de espiral, no avanzan, y crean así en el lector un desasosiego emocional, una sensación opresiva (“Láminas, espejos, umbrales, ondas de agua”, “Ruinas”). Sin embargo, una mayor relevancia le concede Jorge Luis Arcos al diálogo, muchas veces bajo la forma de la insinuación, con otros poetas, en algunas ocasiones por medio de la alusión personal directa y en otros casos a través de la reproducción de algún verso. Dentro de esa extensa relación de autores encontramos a Lorenzo García Vega, José Martí, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, Raúl Hernández Novás, Manuel de Zequeira, Ángel Escobar, Virgilio Piñera. Una mención especial merece la pensadora malagueña María Zambrano, cuyo artículo ‘Sentido de la derrota”, publicado inicialmente en la revista Bohemia en 1953, revive en el verso con el cual
el autor puso fin a esta obra: “sólo en la derrota hay plenitud”. El libro de las conversiones imaginarias, que cuenta con un esclarecedor prólogo de Efraín Rodríguez Santana, estremece por su fuerza desgarrante y –valga el oxímoron– por su lucidez sombría. Desde el punto de vista cuantitativo, tal vez sólo sea un cuaderno de poesía más publicado por un poeta cubano más de los tantos que pueblan los más remotos parajes del mundo, en este caso San Carlos de Bariloche, en las estribaciones de los Andes Patagónicos. Allí, entre la añoranza y el frío y la desubicación geográfica, Jorge Luis Arcos, además de recordar las conversaciones con el ensayista Enrique Saínz, un viaje a las intrincadas localidades de Baracoa, marcadas por la historia patria, y
las amenazas del “manotazo de plomo”, quizás evoque estos versos de Eliseo Diego que bien pudieron servir de epílogo a su libro: “Se acabaron las fiestas que solían / iluminar los hondos corredores.”
JORGE DOMINGO CUADRIELLLO Jorge Domingo Cuadriello, crítico cubano, residente en La Habana. Publicada en la revista Espacio Laical (La Habana, Nº 3, 2014; págs. 64-65) del Centro Cultural Padre Félix Varela. (www.espaciolaical.org).
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