LECTURA POÉTICA DE ANTONIO CARVAJAL MILENA
Reseña biográfica Poeta español nacido en Albolote, Granada en 1943. Es doctor en Filología Romántica por la Universidad de Granada y ha sido titular del mismo claustro en Métrica. Miembro de la Academia de las Buenas Letras de Granada. Dotado de una gran facilidad para la versificación, es considerado como uno de los poetas mayores de la actual poesía española y excelente representante de la Generación del 68. Nunca elude el cultivo de estrofas exquisitas y complejas, manteniendo un fecundo diálogo entre la tradición y la modernidad. Desde su juventud ha venido escribiendo y publicando una amplia obra poética que consta ya de más de una veintena de títulos, iniciada con «Tigres en el jardín» en 1968, «Serenata y navaja» en 1973, «Siesta en el mirador» en 1975, «Después que me miraste» en 1984, «Testimonio de invierno» en 1990 y culminada hasta el momento con las obras «Alma región luciente» en 1997 , «Una perdida estrella» en 1999, “ Los pasos evocados”, en 2004 donde aparecen estas palabras suyas en la introducción: ”Y reconozco muy bien la belleza, como reconozco la poesía. Si en cuarenta y cinco años de oficio de poeta no he conseguido definir exactamente qué es poesía , qué es belleza, pueden estar seguros, en cambio, de que he adquirido una agudísima capacidad para percibirlas. Sigo creyendo en el amor, en la amistad, la lealtad, la libertad, el respeto al prójimo: y los practico”. Y el último “Un girasol flotante” 2011, Premio Nacional de Poesía 2012. Ha obtenido distinciones importantes destacándose principalmente el «Premio Nacional de la Crítica» en 1990.
POEMAS
Tigres en el jardín BIBLIOTECA IES AURINGIS
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Como un ascua de odio te hemos visto en la aurora, como un trigal de cielo derramado en la vega, y hemos sorbido el agua que tu contacto dora y ese aroma de rosas que nos cerca y anega. En este huerto el lirio es feliz. Sólo implora libertad nuestra sangre, mientras la nube llega, se riza y, leve, pasa. Da el chamariz la hora, y el gozo de la sombra, como un rencor, nos niega. Solos entre las dalias, entre cedros y fuentes, tanto nos asediamos que nos cala hasta el hueso este amor sin futuro y esta luz de los dientes. Tigres somos de un fuego siempre vivo e ileso, y te odiamos por libre, recio sol, mientras puentes de plata ha levantado la muerte a nuestro beso.
A veces el amor tiene caricias... A veces el amor tiene caricias frías, como navajas de barbero. Cierras los ojos. Das tu cuello entero a un peligroso filo de delicias. Otras veces se clava como aguja irisada de sedas en el raso del bastidor: raso del lento ocaso donde un cisne precoz se somorguja. En general, adopta una manera belicosa, de horcas y cuchillos, de lanza en ristre o de falcón en mano. Pero es lo más frecuente que te hiera con ojos tan serenos y sencillos como un arroyo fresco en el verano.
Narcisos A Elena Martín Vivaldi Bocas de vidrio, esbozos de penumbras. Adelantados o doblados o pertinaces en su insomne palidez de vientos como llamas, los narcisos entregan su aroma, luna de invierno. Florecer y morir, qué triste júbilo. Su dispersa agrupación conmueve
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el corazón del hombre, pues conoce que la armonía existe, mas tenerla sometida no puede a su dominio. Todo es renuncia: de tanto aroma nada se percibe, como en la muchedumbre de los besos tantos pierden relieve, sólo el beso inicial y el postrero perduran. Hanse abierto en los días cálidos de febrero, largamente esperados, interludio suavísimo entre la agria orquestación del otoño y el ascenso difuso y orgiástico del polen. Y se propagan y se ofrecen y su obsequio es cuasi monacal, como si una vidriera de ponientes áureos derramara no sé qué olvido glorioso en el tocado de la novicia, ella, tan nueva, entrada en la sabiduría de la entrega. En las columnas del incienso, en el cavado resonar del órgano suspenso, en el ilustre bisbiseo latino de letanías, hay la misma floración angustiosa de los narcisos, algo intacto que pasa, y no relámpago; algo que es luz y, al tiempo, materia deleznable; algo que llena el pecho de veneno y promesas. Algo como una nube que transita en silencio. De "Siesta en el mirador"
Poema final A Mari Paz Muros y Juan Carlos Lazúen "Dejó un cuadro, un puñal y un soneto." Manuel Machado Si mañana no vivo, si mañana queda inmóvil la luz en mi ventana sin mi apresuramiento y mi figura, sabed que algún soneto os he dejado y que, cruzando del olvido el vado,
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salvé de tantos cuadros la hermosura. El puñal me lo llevo entre los dientes porque morder las frases más mordientes es caridad, si no cautela humana. ¿Qué os dejo? Mi palabra agradecida y nada más. Si acaso, una manzana que en vuestras bocas suene a fresco fruto. Iré a otra luz. La luz no guarda luto por quien la amó en el arte y en la vida.
ELEGÍAS, 8 Quizá de la poesía sea yo el mejor obrero. Lo dicen tantos. Ellos deben saber por qué. Pero no saben darme la palabra que quiero, toda ella encendida de esperanza y de fe. Pero no saben darme el abrazo que espero; porque antes que poeta, antes que artista, que domador del vocablo rebelde, hubo un certero rayo que hirió mi alma y curarla no sé. Porque antes que poeta, y antes que profesor de vanidades, soy un varón de dolor, un triste peregrino que busca su alegría. Tal vez cordial o vano, tal vez il miglior fabbro; Pero pocos entienden que en mis palabras labro Esa fosa con flores que llamamos poesía. (Miradas sobre el agua,1993) ARTE POÉTICA Arte poética, Lección primera: Cuerda y tijera. Arte poética, Lección segunda: Que la palabra sea Como la luna, Mudable y engañosa Y exacta y única. BIBLIOTECA IES AURINGIS
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O sea, lección dos: Que la palabra sea Puntual como el sol Que da, entre dos tinieblas, Luces al corazón. O, por mejor decirlo, Que la palabra tenga Al par la luna, el sol: Ágil la luz sagrada, Sangrando el corazón. (La florida del ángel,1996)
CONVALECENCIA Pensamientos de enfrente, luz de ayer, Índices y señales del acaso. Federico García Lorca. Un pensamiento de enfrente Bajo la luz del acaso Dejó en mi pecho el fracaso De un jazmín convaleciente. Entre dos labios ardiente Quedó mi verbo cautivo Y un veneno sensitivo De otra flor de primavera Hurgó en mi llaga primera Y desde entonces no vivo.
Hacia las cumbres iba... Primer acorde. Alhambra Hacia las cumbres iba, hacia las verdes cumbres, su deseo. Allí aprendió que la melancolía, cuerpo lento del tiempo, cuerpo del agua frágil detenida en los vasos secretos, a conformar empieza la memoria. Lleno de suaves algas y de pétalos sumergidos, de platas indecisas y de leves luceros, allí esperó que la frescura nítida
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y los blandos oreos condujesen su sed, su amor, su dicha sin nombre hasta los cielos, las visiones perfectas, la precisa iniciación del vuelo y supo allí que la belleza efímera es de toda verdad fuente y espejo.
Sonata de otoño
A José Manuel Peña. Humos tendidos, valles Sin norma, cielos huecos, Rastrojos vanos, vana La espera, vano el cauce: Vacía la luz que, apenas Traspone montes y ojos Ávidos, abre un pecho. Acumulada sed, remota fruta Que los labios no gozan. Así triunfó el estío. Así el otoño Suspira nieves y reclama nieblas, Jardín umbrío y derramadas hojas Para cubrir la desnudez del sueño.
Trinitarias A Joelle Guatelli Tedeschi
He aquí la bella flor que desmiente mi invierno como imagen de muerte, abierta en la luz fría, frente a la nieve hostil, junto a los lirios tímidos que en las herrizas vírgenes proclaman agrupados el vigor de la vida. Un discreto perfume, nunca el de la nostalgia, nunca el de
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los deseos, sino el constante aroma de las hojas tenaces con su verdor, me acepta con mi espeso ropaje de ceniza y de humos y mi opaco latido. Cautivo de su ofrenda, su tersura, su brillo, su vigor, su gallarda vinculación al aire, vigilo. Ahora la riego, de la escarcha la cubro, me cubro con sus pétalos, con su mano piadosa que me tiñe de aurora.
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