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Mónica Surreal Salvatierra

MÓNICA SURREAL SALVATIERRA

Mónica Surreal Salvatierra, sal de la vida que sazona la burda teoría del tiempo, de la vida, del amor y la muerte, lo que los filósofos predican rumiando siglos de repeticiones repetidas repetidamente, el absurdo conflicto que arrastramos los seres humanos, que con olvidarnos de nosotros mismos creemos haber resuelto la cuestión filosófica: “Del polvo nacimos y polvo tornaremos a ser”. Cuando todos sabemos con certeza negra que el amor es la máxima realización humana. Sin embargo, pobres y ricos corremos tras el dinero. Mientras que, en mis momentos de felicidad, desde este país que sueña con un mundo mejor y del brazo de los movimientos sociales luchamos a brazo partido defendiendo nuestros recursos naturales, en lo profundo de tu corazón oigo sollozar tu voz perdida en la selva de cemento recorriendo extraños países del mundo, que sé tanto como tú, también la gente por donde vas sufre, llora y se angustia quemándose en el infierno del neoliberalismo depredador del planeta Tierra.

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Eterna primavera de eterna juventud que todos los días cantas y bailas canciones de amor en mi pecho florido de amor, qué importa que diga la gente que no tienes ni pies ni cabeza. Más allá de la realidad que miente o que dice la verdad, tú eres hermosa mujer de carne y hueso, estrella matutina recién amanecida, resplandeciente sol del mediodía, nubes negras y nubes blancas del hermoso atardecer, fulgor de arcoíris en el horizonte que se pierde

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en lontananza, noche estrellada con la que sueño dulcemente, al modo inspirado del fulgurante poeta boliviano Franz Tamayo, “iluso y descreído”, “mujer, diosa, nácar o rosa”, sin que me tiemblen un segundo los labios, afirmo que eres realidad palpable y sobrada inspiración poética.

Que de mí dependiera, hago de ti hermosa flor del valle cochabambino porque te ama mi devoto corazón. Cuántas veces repetías incansable luchadora social: “El pueblo es nuestra familia. Del amor venimos y al amor tornaremos en brazos del pueblo que lucha”. De todas, todas y todas, si se habla de la muerte en calidad de esperanza pisoteada o esperanza muerta, la revelación bíblica apenas explica a medias, que nos asaltan las dudas. Cuando todos buscamos saber, qué más hay en la vida aparte de bolsas de oro, dinero, plata, piedras preciosas, petróleo, el excremento del diablo del que habla el papa Francisco.

El tiempo le pide tiempo al tiempo, el tiempo, tiempo le da al tiempo y al mismo tiempo, el tiempo se le ríe en la cara del tiempo. En los buenos tiempos te reías a gusto susurrándome al oído, amor del alma mía cuánto te amo y en mis noches de penas, tristezas, desvelos y largos insomnios, ayer, hoy y quién sabe mañana, tanto sudar la gota gorda del sufrimiento, te escucho decir, amor del alma mía no puedo vivir sin ti. A lo lejos el alma mía se agiganta amándote, sin importar cuánto de ti hay en mí y cuánto de mí hay en ti.

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Amor pasajero del alma mía, fuimos el ideal perfecto del amor inolvidable. Qué importa si estás viva o muerta, amor del alma mía te amo con todo el corazón. Te digo tantas veces del mismo modo, porque nos amamos con amor entrañable y hoy como ayer amor, cuántas veces me llenas el corazón de alegría, mi maravillosa musa verde revolucionaria poética, repito cada vez que tengo dolor en el alma y tú me contestas, mi adorable fantasma corazón de piedra y me alarmo ante semejante acusación. Entonces, reviso los antecedentes de lealtad ante ti que me tienes en tus manos.

Digo de ti con sobrada razón, fuiste flor del día en plena eterna primavera recién florecida: Adorada rosa roja de mi jardín en constante floración y adorada rosa amarilla de mi patio en constante floración, río arriba y río abajo, noche oscura y día nublado, nieve y viento, lluvia y tierra fresca, agua dulce y agua salada, oleajes de olvido y maravilloso cielo de recuerdos inolvidables.

Cómo olvidarte porque te amo y cuánto te amo amor que no puedo vivir sin ti. Entonces, qué mejor que nombrarte la mitad del alma mía que cantas penas y tristezas, grito doloroso del espíritu atormentado que clama en el desierto. Te dije alguna vez con muchas dudas en el corazón, te amaré eternamente y dos y tres días y no pasaron dos o tres noches, eres en mis carnes insepultas la sombra de ti misma. Dolor de amar y dolor de olvidar, agua que corre cuesta abajo sin detenerse nunca.

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Fue un día jueves en tiempos de dictadura del general Hubo Banzer Suárez, a las siete de la noche me miraste con ojos fulgurantes, diciéndome, “contigo no puedo más”, “terminamos, nunca más me hables, ni me mires a los ojos”. Y yo, sorprendido, que todavía no comprendo las razones de semejante decisión. “Tú tienes la culpa”. Resuenan las palabras de despedida en mis oídos. “Mis ojos que se coman el polvo de la tierra, antes que volverte a verte”. Fueron las últimas palabras terribles que escuché a mis espaldas.

Yo también soy de los que no dan el brazo a torcer. Nunca me doy la vuelta cuando se trata de olvidar, así sea el amor amado. No pregunté las razones de tu despedida. Seguí de frente, con el orgullo altivo camino al olvido, sin darme la vuelta para nada, sin preguntarte qué tienes que me sorprendes. Pude a mis espaldas sentir el dolor de tu alma. Tu corazón golpeaba más que la piedra grande del juicio final. Tiene algo que no me quiere decir, pensé para convencerme a mí mismo de que había algo más que rabia, celos o profundo dolor en tu corazón desencantado.

“Inescrupuloso que me dejas por otra mujer”. Escuché a lo lejos porque domino telepatía. Sin mayores dificultades leí el profundo dolor de tu corazón. “Hombre sin entrañas”. Funciona la telepatía, el pensamiento que lee a distancia el contenido del corazón de la mujer amada. Y tú, no negarás que te amo con todo el corazón. Aun hoy me tienes comiendo el pan limpio de tus manos. Te

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nombro día y noche. Me acuesto contigo soñándote. Me levanto cada mañana preguntándome, qué será de ella.

Estés viva o muerta, te amo leyendo extrañas realidades, que a momentos más allá de la noticia que me aplasta, así sea que no tenga certeza alguna de dónde vives, cerca o lejos de mí, mi corazón me asegura que andas de país en país reponiéndote de la mala hora de tus malas decisiones. Mi poder telepático sabe que vives en España y esta clarividencia de la juventud que conservo, me socorre con una sorprendente intuición, bien que, riéndoseme en la cara, vive en los Estados Unidos de Norteamérica.

Yo con el pensamiento clavado entre ceja y ceja, adivino que te arrepientes de tus malas andanzas. Terminar mal sirviendo a países sustitutos. Pudiendo triunfar en el país de nacimiento. Bolivia tiene la magia y el encanto de deslumbrante belleza, con mirarte a ti misma tendrías para sentirte orgullosa. Aun así, con todas tus dudas y debilidades de identidad desbaratada, te bendigo con todo el amor que todavía resuena en mi corazón largamente enamorado de ti.

Desesperado, angustiado y desvalido te nombro en mis largas noches de penas, tristezas y amarguras. Por tu culpa tengo diabetes, porque tanto amarte me produce exceso de azúcar, por la dulzura del amor que siento por ti. Amor tanto amarte padezco dolor de estómago, cáncer, estrés y depresión. No obstante, te nombro largamente en mis horas vacías, en mis terribles pesadillas y en estas

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negras horas de largos insomnios que no me dejan dormir. Cómo no nombrarte largamente si te llevaste el alma mía.

Reina mía de mi corazón amartelado que te ama. Amor de mi vida. Alma de mi alma. Mi cielo, mi sol, mi luna, el aire que respiro. Corazón de piedra que me tienes en el olvido, algo de bueno tiene el amor en nuestras vidas que no todo se va al abismo. Te digo con la verdad en las manos y con el alma desnuda, el amor nos quita la muerte de encima. Amando alcanzamos la máxima realización humana, sumado que luchamos juntos por los pobres de Bolivia. Que puedes creerlo, de cuando en cuando me curo de todos mis males, con solo pensar en ti porque tienes magia para curarme de mis dolores, por la simple razón de que luchamos años junto a los movimientos sociales en defensa de nuestros recursos naturales.

Recuerdo bien que me decías, “nunca más que los países ricos vivan del hambre y la pobreza de los países pobres”. “Necesitamos nacionalizar nuestros recursos naturales”. “Devolver al pueblo lo que es del pueblo”. “Cuándo carajo, cuándo carajo, ahora carajo”. Saldando las cuentas de los ideales de la juventud, nos metimos en las luchas callejeras, que repetías, “aquí nos tienen para darle una manita a la patria”. Quién sabe cuántas veces estuvimos en largas huelgas de hambre. Quién sabe cuántas veces nos instalamos en largas vigilias con los movimientos sociales exigiendo la nacionalización de los recursos naturales. Decenas de veces nos levantamos en largas protestas

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sociales marchando con ollas vacías. “La tierra es de quien la trabaja”. “Pan, techo, educación, salud y patria para los bolivianos”. Gritamos en las calles dando el pecho desnudo a las ametralladoras de las dictaduras y los gobiernos constitucionales, que creen que la única solución es enajenar nuestros recursos naturales, sin sentido de realidad ni amor a la patria, repitiendo como loros lo del “pueblo enfermo”, incapaces de resolver el hambre y la pobreza.

Bien sabes que el pueblo es nuestra familia, que, enamorado largamente de ti, vivo de susurrarte a los oídos que parece que no tiene olvido. Hoy incansable grito todavía, Mónica Surreal Salvatierra, quieras o no quieras me amas. Y con el alma en las manos, te entrego mi corazón con el alma dolida. Convertido en más huesos que carnes, cuántas veces me veo a mí mismo alma en pena, que un dolor de piedra negra se me clava en el corazón herido por siempre y no contento con nombrarte día y noche, día y noche te sueño y digo, ella también me ama, tanto como yo la amo.

Y la razón bien razonada, me grita, hace rato que te tiene en el olvido y otra razón bien razonada con mejores argumentos me devuelve la cordura, diciéndome, hoy te ama más que nunca. No hay momento en que no me diga a mí mismo, solo la muerte es la tumba del olvido y repitiéndome día y noche que te amo, hablo contigo como se habla con la enamorada o con la esposa, boca a boca, corazón a corazón, abrazados en un campo de flores, bajo

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la luna llena blanca y agarrados de las manos bajo las estrellas matutinas. Pero a ratos me digo a mí mismo, si no quiero perder la razón bien razonada, debo entrar en razones para no desvariar. Me digo que no puedo más tenerme en pie y veo que tus negros, grandes y hermosos ojos me miran desde lejos. Verdad que a ratos patina la telepatía, que no sé a ciencia cierta desde dónde, pero de que tus negros, grandes y hermosos ojos me miran, ni duda cabe. Es cuando siento que la esperanza es lo último que muere, porque el amor es la sal de la vida y el agua de la vida.

Hay días y noches de felicidad que no me cambio por nadie, que, valiéndome de la telepatía, estés o no estés conmigo, hablo contigo. Creo que vives en mi corazón, mucho más real que cuando vivíamos juntos. Inseparable amor de mi vida. Alma de mi alma que me tienes embrujado. Te debo toda mi vida. De otro modo, no puedo vivir de la ilusión desmedida hablando contigo.

Qué nos importan los científicos despistados que se dan ínfulas de académicos; qué importa que digan lo que quieran los alquimistas y filósofos sin patria, sin identidad ni pensamiento feliz. La telepatía es la ciencia de la realidad más avanzada del mundo, y tú que compartes conmigo la telepatía desde España y Estados Unidos, con el alma en la mano, me dices te amo amor con toda el alma, y yo con el fuego del corazón que me quema y con la magia telepática que domino, leo la realidad a larga distancia, sé

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que tus ojos me miran con amor y sé que me amas amor tanto como te amo yo.

Mónica Surreal Salvatierra, admirador del fulgurante poeta boliviano Franz Tamayo, “iluso y descreído” me veo a mí mismo y tú, “mujer, diosa, nácar o rosa”, dueña, señora y reina mía de mis desvelos, insomnios y libertades telepáticas, cuanto más lejos estás de mí, con el corazón contento me doy una manita de charla contigo, que sé que tú eres mi vida, que sé que tú eres mi amor, que sé que tú eres mi cielo y el universo donde como el pan de limpio de tus manos.

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Uno de los mejores poetas de Bolivia

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