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Filosofía intempestiva de aquí y allá
FILOSOFÍA INTEMPESTIVA DE AQUÍ Y DE ALLÁ
La vida tiene aires de tierra prometida, que debemos hacerla florecer a fuerza de optimismo para no morir viciados por las enfermedades sociales más comunes: El mal de ojos, el mal de amores, el olor a santidad del estrés, la ansiedad, el inconsciente de la infancia que habla hasta los codos y el síndrome del dinero mal habido, que dan vueltas por nuestras cabezas cerrándonos el paso a todo razonamiento razonable.
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Cuántas veces el amor es revoltijo de bolsa de gatos, dudas, incertidumbres, posibilidades y probabilidades inciertas; el amor es monstruo indomesticado que ríe con risa sarcástica.
La mujer guarda en el corazón el amor con el misterio de cuenta bancaria en bancarrota: Todo es duda, desconfianza, infelicidad. En todo caso, conviene recoger con beneficio de inventario.
Solo la vida plena tiene la máscara griega sin pelos en la lengua que nos arroja en la cara el destino incierto de vivir el dolor de amar gota a gota.
Muchas veces la filosofía no pasa de dama encopetada con ínfulas de señora Academia vestida de Diosa Themis con los ojos cerrados a la realidad concreta. En este contexto, cómo se pavonean los endiosados académicos vestidos de frac en los círculos cerrados donde concurre la turba de sabios ajenos a la realidad.
Si aceptamos la teoría de que nuestro universo, los multiversos/pluriversos y los seres humanos se rigen por las mismas leyes, apenas conocemos el alma humana o que la conocemos con escasa fidelidad de lo que se conoce toda esa bolsa de gatos que viven de la duda y la incertidumbre. Por ejemplo, la picardía de Erwin Schrödinger - Erwin Schrodinger, premio Nobel de Física en 1933, que habla de la paradoja del “gato vivo” y “gato muerto”, de que el gato estará vivo y muerto, al mismo tiempo; el Principio de la Incertidumbre o de Indeterminación de Werner Karl Heisenberg, premio Nobel de Física en 1932, formulado el 1927, afirma que es imposible medir al mismo tiempo de forma precisa la posición y el momento lineal de una partícula. Pero cómo asusta filosofar metidos en bolsas de gatos, que el alma humana resulta ser el lugar secreto
más concurrido por adivinos, mentalistas, alquimistas, científicos, filósofos, astrofísicos, mercaderes, fariseos, políticos teledirigidos, religiosos que se creen hermanos menores de Dios y toda la gente dedicada a ganar dinero a la velocidad de la luz con la misma velocidad y en el mismo lugar, al mismo tiempo.
Siendo los seres humanos, tierra, barro, ceniza, polvo de estrellas y chatarra cósmica, necesitamos conocer mejor la masa confusa de la que están hechas las neuronas cerebrales de los mafiosos devenidos adivinos, mentalistas, alquimistas, científicos, filósofos, astrofísicos, mercaderes, fariseos, políticos teledirigidos, religiosos hermanos menores de Dios, que creen que tienen la verdad en las manos o en el bolsillo del Dios blanco, sumémonos al escritor Oscar Wilde, que sostiene: “Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir”.
Dudo de todo y siempre dudo de todo, que no estoy del todo convencido de la bolsa de gatos vivos y muertos, al mismo tiempo. La duda socrática, la duda metódica de Renato Descartes, la duda de la incertidumbre, el amor a la verdad, la duda filosófica de la sabiduría, mi sed de conocimientos y mi sed de infinitos, me tienen persiguiendo millones y millones de universos desconocidos, buscando la verdad suficiente a flor de labios, lejos de la risa sarcástica de los dioses burlones que se creen blancos de blancura infinita.
Dios es negro, natural de Kenia-África; luego existe. Certidumbre que me cautiva, porque los científicos afirman que los primeros seres humanos aparecen en Kenia-África y más tarde, se extienden por el planeta Tierra buscando casa, agua, comida y mujeres para pacificar sus violentas ganas de creerse dioses de sí mimos. Entonces, ¿de qué presumen los pigmentócratas “blancos”? Blanco es el papel donde escribo verdades surrealistas.
Los seres humanos necesitamos pocas cosas: Dinero, sexo, prestigio social, alcohol, religión, carnavales. Arte, ciencia, filosofía, Astrofísica, u otras elevaciones científicas nos son ajenas. Profetizamos: Si los padres fueran virtuosos, los hijos seríamos virtuosos viviendo felices de la luz de las estrellas, del agua clara de la acequia y del aire fresco del verde patio de nuestras verdes casas comunitarias.