Un dia con margot corregido

Page 1

UN DÍA CON MARGOT Siempre he pensado que todo sucede por una razón, que hay algo que empuja a los hechos a que sucedan. Pero ahora mismo en lo único que puedo pensar es qué coño me ha llevado a esta situación. No me juzguéis, pero es que no todos los días viene un tipo y te pega un tiro. Y aun estando en la camilla de la ambulancia, oyendo gritos y sirenas de fondo, me siento en un sueño. Una broma pesada de mi mente. Pero el dolor se encarga de hacerme ver que todo esto es muy real. Mi nombre es Margot, y me estoy muriendo. 4 horas antes... –Margot,¿te has enterado de lo que ha hecho Lauren?¡Ha engañado a Lucía con Clara, la de la otra clase! Dicen que se emborrachó el sábado y...¿me estás escuchando? –No, lo cierto es que no. No sé si te has dado cuenta, pero han puesto ejercicios y los estaba haciendo, no quiero suspender biología. –Bueno, pero luego no te quejes si eres la última en enterarse de las cosas. ¡Te la pasas entre libros! –Gloria, Margot, ¿tenéis algo que aportar a mi clase? Porque en caso contrario os recomiendo que mantengáis silencio. Oigo que Gloria replica algo en voz baja y luego se calla. Siento mi móvil vibrar en mi bolsillo y lo saco disimuladamente para ver de qué se trata. Es un mensaje de mi padre: “No puedo ir a por ti. Puedes ir andando?” Eso significan unos cuarenta y cinco minutos andando. Le respondo con un simple O.K y me vuelvo a guardar el teléfono en el bolsillo de mis vaqueros. Cuando suena la campana del descanso todos salimos precipitadamente de la clase. Entro en la cafetería y busco a David con la mirada. Lo encuentro en una silla comiendo mientras habla con Julia y Gloria. En cuanto me ve sonríe inocentemente y corre a darme un abrazo. –¿Cómo esta la mejor amiga del mundo? –Bastante enfadada. Llevas días sin venir y ni siquiera me has enviado un mensaje. De ésta no te libras. –Ay Margot, ya sabes que te quiero. Pero realmente no tenía ganas de venir, y sabía que me ibas a obligar– me fijo en el borde de su camiseta y veo una marca morada escondida con maquillaje. –¿Eres consciente de que la base de maquillaje de tu madre no es del mismo tono que tu piel? La próxima vez que vayas a esconder un chupetón, compra una bufanda.– me mira con inocencia y me da un abrazo. –Va, perdóname, no lo volveré a hacer. No puedes estar enfadada conmigo por siempre, me adoras. A la hora de la salida recuerdo que mi padre no va a venir a por mi. Decido pasar por la biblioteca para devolver el libro que cogí prestado hace un par de días. Me coloco los auriculares y pongo reproducción aleatoria. Empieza a sonar la música y yo me siento más relajada. Camino sin prisas, disfrutando de la música mientras me siento como en un vídeo musical. En veinte minutos llego a la biblioteca y devuelvo el libro para volver a casa. Mi estómago ruge y eso me hace ir más rápido, tengo tanta hambre que podría comerme una vaca. Muchas veces nos han dado charlas de seguridad vial. Ya sabes, cuando vienen esos policías a decirnos que miremos a izquierda y derecha antes de cruzar una calle. O a no llevar los auriculares con la música a tope.


Pero seamos sinceros, todos nos saltamos alguna de esas normas alguna vez. Vamos con prisa y cruzamos por donde no debemos, o escribimos en el móvil mientras andamos. Y yo no soy la excepción. La música suena fuerte en mis oídos mientras miro al suelo, jugando a no pisar las baldosas de color verde. Un juego infantil al que todos hemos jugado alguna vez. De repente siento un pinchazo fuerte en el vientre. Miro hacia el lugar en el que siento la carne desgarrada. Y mi mirada acaba en el agujero que hay en mi blusa, donde una mancha roja se va haciendo cada vez más grande. Miro hacia arriba donde veo a dos hombres peleando, uno con una pistola en la mano. Los dos me miran fijamente. ¿Qué? La pregunta no sale de mis labios. Mientras caigo veo que el de la pistola sale huyendo huyendo. La música en mis oídos solo hace este momento más dramático. Siento que alguien me quita los audífonos y me pregunta cómo me llamo mientras el hombre de la pelea llama a una ambulancia. Ni una sola palabra sale de mi boca. Dolor. Ardor. Pánico. Intento hablar pero mi mente está paralizada. Siento una presión en mi vientre y veo que es el hombre que me ha preguntado por mi nombre. Está apretando la herida para parar la hemorragia, o eso era lo que decían en esa serie de médicos que mamá veía los domingos. Mamá. Veo que la gente se va agrupando a mi alrededor y murmuran cosas que no logro distinguir. En mi cabeza la música sigue sonando. Veo luces naranjas y alguien me coge para montarme a una camilla. El médico que me está atendiendo dice cosas pero no le entiendo. Noto el dolor como un parásito comiéndome por dentro, cada vez mordiendo mi carne más fuerte. Y chillo. Chillo cómo si no hubiera mañana. Lloro. Lloro porque noto que me muero. Lloro porque no me he despedido de mi madre, de mi padre. Lloro porque estoy cagada de miedo y no quiero morir. Y en medio de la angustia mi cuerpo parece flotar en una nube. Mi nombre es Margot, y me estoy muriendo.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.