Relato

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Él era distinto, diferente a los demás. En todos los siglos que he vivido, no me había encontrado con algo semejante. Y él me necesita, necesita mi ayuda para poder dejar el estado en el que se encuentra desde hace varias semanas. Pero él no lo sabe, su mente sigue recordando el día en el que comenzó todo… Era un día de primavera, como otro cualquiera. Los alumnos salían de clase después de una larga y aparentemente inacabable jornada. James se disponía a recorrer el largo y rutinario camino que lo separaba de su hogar, situado a las afueras del pueblo, esta vez con una lentitud mayor de lo habitual, acción que acabaría con el pobre James y que marcaría el resto de su existencia. Se podría decir que estaba en el lugar y en el momento equivocados, como muchos de los que a mí acuden. Pero él demostró gran coraje y valor al enfrentarse a aquel fornido hombre. Un coraje que era el habitual en los caballeros del Medievo, no en un vulgar adolescente de un pueblo perdido en la estepa nórdica. Al pasar cerca de un oscuro callejón sin aparente salida situado cerca de su casa, vio a Lauren, una compañera del colegio con la que compartía recuerdos desde la guardería y hacia la que sentía una fuerte atracción que crecía con el paso del tiempo, para su desgracia, ya que no se atrevía a demostrárselo. No era normal encontrársela a tal distancia del centro del pueblo, cosa que James notó de inmediato. La sorpresa aumentó al ver que ella seguía a un grupo de hombres, a mi parecer, con rasgos semejantes a los del hombre de Cromagnon; eran de esa clase de personas que los humanos esperan no encontrarse durante la noche en lugares con poca gente, ni en un callejón sin salida, como ocurría en este caso. Ella acababa de sacarle una fotografía con su teléfono a aquella extraña banda, más propia de los suburbios de una gran ciudad que de su pequeña población. Cuando Lauren comenzó a alejarse de aquel lugar, el que parecía el cabecilla de aquella banda de narcotraficantes empezó a perseguirla. James no se lo pensó dos veces y corrió a protegerla. Lo que él no sabía era que aquel energúmeno no pretendía hacerle daño a la muchacha, solo quería quitarle el teléfono, ya que contenía una prueba obvia de su profesión (si es que se puede llamar así) para no ser encarcelado. La reyerta entre el frágil adolescente y el fuerte adulto duró menos de un abrir y cerrar de ojos. James cayó en los brazos de Lauren: una puñalada certera había puesto fin a su vida de una forma rápida e imprevista. Así es cómo él llegó a mí. Aún no me he presentado. No es que haya mucho que presentar, sinceramente. No recibo nombre alguno; tampoco poseo un cuerpo como vosotros, los humanos. Se podría decir que soy parecido a lo que llamáis nube, solo que desempeño una función totalmente distinta y de mayor complejidad que ellas: dirijo las almas que vagan, una vez dejado su estado material, hacia la luz. Sí, ya lo sé, es difícil comprenderlo, pero es aún más difícil de explicar, teniendo en cuenta que existo desde la aparición de la primera célula de este planeta al que llamáis Tierra. Pero ,desde entonces, aún no he conocido a nadie a quien le pase lo que a James. Todas las almas que acuden a mí lo hacen porque ya ha llegado su hora, sea por el motivo que sea; este no es el caso. Él no tendría que estar muerto. Yo no puedo permitir que esto siga así, porque, a diferencia del resto de almas, él no puede dejar de revivir el momento de su muerte y tampoco llegará a ver la luz, por mucha ayuda que yo le preste. Llevaba barajando la posibilidad de que esto sucediera desde hace lustros, y aquí lo tenemos. Solo hay una solución,


muy a mi pesar. Yo no debería hacerlo, pero ¿acaso hay otra opción? Ya está decidido, ahora no hay vuelta atrás.

Era lunes, un soleado lunes que daba una pequeña tregua en aquel frío y tormentoso invierno que se estaba viviendo en un pequeño pueblo nórdico. Para Arthur era su primer día en el colegio de aquella diminuta ciudad; sus padres habían tenido que mudarse por motivos de trabajo, y había tenido que dejar atrás a sus mejores amigos y sus más queridas posesiones para empezar una nueva vida: volver a nacer, se podría decir. Al llegar a la escuela, el profesor lo presentó ante la clase y le asignó su sitio y su nuevo compañero de pupitre. Era ella. No podía estar pasando. Lo había soñado una y otra vez. La conocía muy bien; todas las noches soñaba con ella, sin conocerla de nada. Pero era imposible; eran meramente sueños que contaban historias aisladas… con los mismos protagonistas, eso sí: su actual compañera y un chico, bastante similar a él físicamente. Era alto, con el pelo claro, al igual que sus ojos. No era demasiado corpulento; se podría decir que era de esas personas que no practican ningún deporte pero se mantenían en forma. El saludo de Laura lo despertó de sus cavilaciones. Con una mirada suya había bastado; por fin, todo encajaba. Ya lo entendía todo. No se creía lo que yo había hecho por él. A lo largo de la mañana, Arthur tuvo tres cosas claras: una era que haría todos los asuntos pendientes que en la vida no tuvo ocasión de hacer; otra, que no podría expresar con palabras lo agradecido que me estaba por haberle dado otra vida; y la última, que estaba locamente enamorado de Lauren y que esta vez se guiaría por su corazón. Y así se recupera el equilibrio y todo vuelve a fluir con normalidad. ¡Quién diría que aún me quedan cosas por vivir!

Carlota Ferreiro Díaz (4º ESO)


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