Edicion noviembre 2013

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REVISTA

BIOMA

NOVIEMBRE 2013

VIDA AL SUR DE LA TIERRA

ISSN 0719-093X

CULIMO Y TILAMA

Una visión chamánica del pasado ZARAPITOS Un turista en Chile CORREDOR DE ATACAMA El lagarto de las olas CERÁMICA DE PALO NEGRO Extractos de la vida cotidiana


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BIOMA VIDA AL SUR DE LA TIERRA

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EN ESTA EDICIÓN CULIMO Y TILAMA, una visión chamánica Millones de años de presencia humana en la tierra, han hecho de muchos lugares en la actualidad una verdadera biblioteca de evidencias de nuestra presencia....

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EL ZARAPITO, un turista en Chile En las solitarias costas de Chile la vida no se detiene, es así como en una playa del norte, más allá de unos ondulantes dunares, el mar no deja de exhibir su baile eterno… CORREDOR DE ATACAMA, El lagarto de las olas. Sin duda tenemos interiorizado que el Desierto de Atacama es uno de los parajes más inhóspitos del planeta...

NELLY Y LA ARTESANÍA EN CERÁMICA GRES La búsqueda del patrimonio vivo de nuestra ruralidad chilena nos lleva por la carretera 5 Norte. A la altura de Quilimarí en la comuna de Los Vilos, entramos por el camino que nos llevará hacia la localidad de Guangualí...

EL PULSO DE LA NATURALEZA Es un espacio donde la vida toma un carácter interpretativo, las sensaciones y la percepción de todos los sentidos humanos adquieren protagonismo. Textos de Mario A. Ortiz Lafferte.


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EDITORIAL Siempre que emprendemos la misión de narrar las historias que cuenta nuestro territorio, el objetivo principal es enseñar y educar, pero ciertamente en ocasiones en esta aventura llamada vida no somos más que simples espectadores de un entorno que a veces se convierte en un misterio para todos. Cuando visitamos el valle de Quilimarí para ir en busca de los petroglifos, no sospechábamos la tremenda incógnita que estos encerraban, sobre quienes fueron sus creadores. Al hacer la nota sobre los petroglifos de Río Hurtado los arqueólogos nos dejaron claro que estos fueron realizados por la Cultura Molle, pero en este caso las evidencias son pocas y los estudios escuetos o no publicados; por ello esperamos que al publicar este reportaje ayudemos a avivar la expectación para la búsqueda de respuestas. Por que a decir verdad, podemos llegar a saber quien grabó estos mensajes en la roca, pero no necesariamente sabremos el contexto de ellos, ¿Qué querían decir realmente?… ¿Eran simples mensajes para leer entre ellos? o ¿Eran marcas para pregnar su presencia en el tiempo?. Hay muchas dudas, y también hay muchas teorías, los arqueólogos dan sus visiones de un mundo cotidiano plasmado en las paredes y en la alfarería y los románticos dan su visión de un mundo místico que trasciende al tiempo y al espacio. Aquí, es donde queremos indicar que las dos visiones tienen cabida en nuestra línea editorial, puesto que las dos incitan a la imaginación y al entendimiento de

nuestro mundo; es decir nuestra propia cosmovisión. El mundo está en algunos aspectos más preparado hoy para llegar a entender la mecánica de la visión chamánica que probablemente dio origen a estos grabados, el concepto de ver el cosmos con los ojos de la mente y no con la racionalidad inmediata que nos presenta nuestra visión ocular, es lo que buscamos. Las personas se conmueven con la mágica energía que los lugares como estos poseen y esta es la intención en parte de este trabajo que les presentamos hoy en la edición de noviembre… maravillarse y asombrarse. Un articulo que presenta sólo datos fechados no despierta necesariamente el espíritu inquieto de un lector, podría no activar la necesidad de explorar y entender nuestro planeta con todo su contenido, con su herencia y su presente. Los invitamos a querer, por un lado investigar y adquirir conocimiento en lo que respecta a este tema y otros temas que hemos abordado, pero por otro lado los invitamos a viajar con nosotros por el mar de la singularidad… a imaginar… a soñar… a especular… abran la puerta que separa la realidad tangible de las evidencias y den un vistazo al universo de la teoría, aquella que lleva a la comprensión de todo lo que nos rodea

Bienvenidos a esta nueva edición de Revista BIOMA César Jopia Quiñones Director 05


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Petroglifos de Culimo, un tesoro escondido entre los cerros. 07


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Petroglifos de Tilama, expuestos al da帽o y la depredaci贸n cultural. 09


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Millones de años de presencia humana en la tierra, han hecho de muchos lugares en la actualidad una verdadera biblioteca de evidencias de nuestra presencia. Tanto que futuras y lejanas generaciones, incluso otras civilizaciones, podrán dilucidar que hacíamos y por que hacíamos muchas de las cosas que nos han convertido en quienes somos hoy. Claro está que nuestras huellas son variadas como la arquitectura y el arte, pero algunas si no casi todas, son muy dañinas por que hemos intervenido y casi destruido el paisaje, construyendo mega represas, anchas carreteras, interminables oleoductos, hasta hemos llenado de chatarra espacial las capas superiores de la tierra. Sin embargo, dentro de estas “huellas” hay muchas culturas en la antigüedad que las han hecho sutilmente en algunos sitios muy puntuales, delicadas manifestaciones de sus mundos internos y externos, su cosmovisión, sus temores y esperanzas, sus rituales y visiones más allá de la vida. Estas marcas se han convertido en muchos casos en misterios indescifrables y por cierto… con un mínimo de impacto en su ambiente. Se trata de misteriosos grabados antropomorfos, zoomorfos o mascariformes, otras con características geométricas que las convierten en verdaderos códigos encriptados que quedan más allá de nuestros conocimientos y estudios. En una experiencia, por decir lo menos… sobrecogedora, fuimos a un lugar donde estas señales del pasado 10

están dispersas y lamentablemente descuidadas. Solitarios caminos de tierra por el valle del Choapa nos llevan a una mística zona, casi como una dimensión donde el tiempo se ha detenido, claro está para quien quiera o sepa percibirlo de esa manera, tal vez; un centro energético del planeta dirían algunos… un vórtice de energía etérea, ¿Quién sabe?. Las pistas físicas para estos mundos descritos en roca, están dispersos por lo que es difícil dimensionar a cabalidad su vinculación, pero en una época este territorio, al igual que los otros tres valles hacia el norte de Chile, fueron un gigantesco corredor de peregrinaje y asentamiento de culturas tan lejanas en el tiempo, que cuesta imaginar quienes eran y como veían el mundo. Hablamos del valle de Quilimarí en la IV región, si bien más cercano a la costa este valle tiene otro carisma, en el interior a los píes de la cordillera… el aire es distinto. Es como si todo lo que lo rodea fuera un atalaya que permite que a lo lejos alguien estuviera observándonos en silencio. Llegamos a la localidad de Tilama, un pequeño poblado que es la puerta de entrada actual a este valle… un seco embalse es la antesala a todo lo que nos espera… “A su izquierda está la quebrada de Culimo” nos cuenta nuestro guía, vemos y no entendemos su profunda extensión ya parece cerrarse o encajonarse hacia el norte de nuestra posición. Casi al fondo, en un escarpado rincón de esta quebrada, entre cactáceas y especies arbustivas locales,


Petroglifo de tipo mascariforme. 11


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se alzan unas piedras cuyas caras perfectamente planas como la tela de un pintor, alojan imágenes como máscaras en rostros humanos, labradas seguramente con rústicas herramientas… parecen dominar el paisaje circundante. Bajo el cielo índigo del norte quedamos absortos ante estas figuras de arte rupestre, y la pregunta surge de inmediato: ¿Quién los hizo?. Pues bien… existe vaga información al respecto, pero se cree que se trató de la cultura Diaguita (900 y 1.500 a.C.*) quienes descienden de la cultura Ánimas que habitó estos valles y cerros, una muestra de ello fue su rico legado alfarero que refleja en parte la creatividad artística de los Ánima.

Los Diaguitas fueron importantes agentes de la cultura Inkaica cuando ellos incorporaron estos territorios a sus extensos dominios, hecho que aportó a la expansión territorial de los Diaguitas incluso más allá de su suelo de origen, llegando hasta tierras trasandinas. ¿Qué significado pueden tener estas marcas y para qué alguien se molestó en hacerlas?. En este encuentro cercano con estos petroglifos, debemos reconocer que percibimos un aire mágico de origen chamánico. Pudo ser un centro ceremonial ritual, tal vez; también marcaba un punto geo referencial como la ubicación de cursos de agua, pieza clave para la supervivencia en estos semiáridos recodos de la geografía chilena. 13


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Pero creemos que la determinante necesidad del hombre por plasmar sus huellas más allá de su propia existencia, es la principal razón para crear estas piezas de arte rupestre. Sin embargo, estos no eran los únicos que veríamos… había mucho más. Al dejar atrás este hito arqueológico de valor incalculable, a un poco más de 12 kilómetros, en el sector de Tilama nos encontraríamos con una extraña agrupación de petroglifos apiñados en una gran loza de piedra a los píes de una colina al borde de lo que fue aparentemente un caudaloso río. Caminamos entre altos y estilizados cactus hacia esta loza de roca que desde la distancia parece una caparazón de tortuga, resalta su color pálido entre la semiárida vegetación, al llegar su tamaño se duplica y en la parte más alta se distinguen sin esfuerzo, más de un centenar de formas y figuras, como si se tratase de un cuaderno de notas ancestral, el grado de complejidad es igualmente proporcional a su aparente caótica diseminación. Los significados de estas expresiones arcaicas de las culturas humanas que vagaron por esta zona pudieron tener variadas intensiones… símbolos de territorialidad, marcas de identidad cultural o pertenencia, es imposible determinar a ciencia cierta su significado. Los petroglifos de Culimo y Tilama tienen por cierto un dejo de sociabilidad unos con otros por la cercanía geográfica, pero es cierto también que los que pudimos apreciar en Culimo poseen una estilizada nitidez 17


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gráfica por lo que son… digamos, distintos a los de Tilama que parecen más al azar, desordenados como garabatos indescifrables, tallados posiblemente en distintas instancias y tiempos. Reconocemos en esta ocasión que nos vamos con más preguntas que respuestas, por que la duda emerge nuevamente, ¿Ante quienes realmente estábamos presentes?... en este caso lo ignoramos… a cabalidad. Pudo ser obra de ¿Los Molles? (300 a.C. al 800 d.C.), ¿Los Ánimas? (600 al 800 d.C.) o ¿Los Diaguitas? (900 al 1500 d.C.). Si bien cada una de estas culturas tuvo su patrón de asentamiento definido por sus costumbres, el desplazamiento territorial no eximía ninguna posibilidad de que pudieron pasar por estas quebradas y valles de Quilimarí dejando estas figuras. Al menos una cosa si es cierta para

nosotros como experiencia vivencial, que ante este breve, pero humano encuentro con el pasado, determinamos que no hay cámara fotográfica ni relato escrito que pueda graficar esa ascética sensación, trasmiten energía… tal vez se trata del poder de cientos de años acumulados en la piedra como un mensaje proveniente de un arcano episodio de nuestra evolución como especie. ¿Podrían leerse estos petroglifos como simples marcas territoriales de grupos humanos? o ¿Se trata de la vertiginosa visión de su tiempo bajo los efectos alucinógenos de un Chamán? que plasmó un mensaje para asimilar su efímera existencia o intentó aquietar con estos grabados su necesidad de trascender ante la incógnita extensión de la línea de tiempo del planeta…

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Caminamos entre altos y estilizados cactus hacia esta loza de roca que desde la distancia parece una caparazón de tortuga, resalta su color pálido entre la semiárida vegetación, al llegar su tamaño se duplica y en la parte más alta se distinguen sin esfuerzo, más de un centenar de formas y figuras... 21


ZARAPITOS 22

TURISTAS EN CHILE


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n las solitarias costas de Chile la vida no se detiene, es así como en una playa del norte, más allá de unos ondulantes dunares, el mar no deja de exhibir su baile eterno, es una oportunidad que muchas especies ven para alimentarse, lo que la húmeda arena esconde y que el agua no deja ver, está como un regalo culinario que queda expuesto por unos segundos… A la distancia vemos una tropa de pequeñas aves que se mueven al unísono en la bruma de una fría mañana, buscando apresuradamente minúsculos artrópodos, pulgas de mar (Talitrus saltator), larvas y lombrices que son el menú servido en la 24

arena. Ellos escarban con el pico (85 mm de largo) curvado hacia abajo en busca de estos sabrosos bocados. La paciencia fue nuestro mejor aliado al sentarnos a esperar que esta tropa pasara frente a nuestro lente, se trataba de Zarapitos (Numenius phaeopus hudsonicus) o Perdiz de mar por su semejanza cromática con la Perdiz. Maravillados por su danza decidimos quedarnos con ellos el tiempo necesario para aprender más de su comportamiento. El fuerte viento de la mañana que azota en estas solitarias costas del norte, hace que la observación se convierta en un experiencia un tan-


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to “aperrada” por decir lo menos, la arenisca golpea peligrosamente la carcasa de la cámara, como si intentara entrar a como de lugar, en tanto podemos ver que los Zarapos se mueven también a merced del viento, además del ritmo del oleaje. Con casi 500 gramos de peso, esta ave sabe encontrar las corrientes ascendentes rasantes para que ante cualquier amenaza pueda emprender un bullicioso vuelo. Miden casi 43 centímetros, unos gigantes al lado de unos Chorlos nevados (Charadrius alexandrinus) de sólo 15 centímetros que corren tan rápido, que sus diminutas patas parecen ruedas en una autopista, estos a diferencia de los Zarapitos se mueven en solitario o en pares, pero frecuentan la misma zona, seguramente en un acto común de agitación alimenticia, actividad que les demanda gran cantidad de energía, al menos en comparación a la que absorben al comer. La mañana helada de nuestro encuentro con esta especie, no grafica su quehacer habitual, puesto que el zarapito es un visitante veraniego de las costas chilenas, las que recorre desde Arica a Tierra del Fuego, por que en invierno retoma su migración hacia la costa Ártica de Norteamérica donde anida, son raros o muy pocos los que deciden quedarse y no viajar al norte, aunque no hay registros de que estos rezagados nidifiquen en esa temporada invernal en esta parte del hemisferio sur. 29


Probablemente estos inquietos caminantes de las orillas que hemos hallado, deben ser los pioneros de temporada, ya que es mediados de septiembre y el número es abundante. Esta señorial ave, pertenece a la familia de los Scolopacidae y hay cuatro subespecies reconocidas y una de ellas es la que apreciamos en las costas de nuestro país. La Perdicilla, como también es conocida, no habita en otras partes que no sean los bordes costeros o desembocaduras de ríos, muy rara vez ha sido vista en zonas interiores, costumbre no habitual que seguramente fue inspirada sólo por la búsqueda de alimento. En el trajín que motiva el apetito de los Zarapitos aparece un férreo competidor, que más bien es un oportunista, la Gaviota dominicana (Larus dominicanus dominicanus), que no trepida en arrebatar los bocados más grandes que algún desafortunado

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Zarapito encuentra, es una escena que se repite durante toda la jornada de ingestión, el ladrón siempre sabe arreglárselas para competir aunque sea superado en número por estos pardos visitantes. Con otro ánimo y una notable indiferencia, una pareja de Pilpilenes negros (Haematopus ater) se toman las cosas con calma mientras pasamos cerca, todo un buen modelo para la observación de aves. En la reflexión final de esta experiencia, vemos como el directorio de la avifauna chilena, ya sea endémica o migratoria, es el gran tesoro de nuestro país… la población y la diversidad biótica es abundante, si bien nuestra fauna mamífera es menor, las aves son el estandarte de la vida en la estrecha geografía de Chile. Por ende nuestra misión de conocer una a una a esta gran familia… recién comienza.

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CORREDOR DE ATACAMA 33


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El lagar to de las olas...

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in duda tenemos interiorizado que el Desierto de Atacama es uno de los parajes más inhóspitos del planeta. La belleza sobrecogedora de sus cerros y llanos erosionados, convive con la extrema aridez y la casi ausencia de formas de vidas animal y vegetal. Esta imagen era la que ocupaba por completo mis pensamientos durante los preparativos de una larga expedición junto al profesor Daniel Hiriart Lamas, uno de mis maestros en el trabajo de campo. "Otra cosa es el desierto en la costa", fue la idea que lanzó a la rápida mi colega pero que me dejó pensando en lo que veríamos en la ciudad de Paposo, nuestro destino y escenario de esta nueva crónica de fauna. Desde Antofagasta, nos trasladamos a lo largo y ancho de un paraje definitivamente marciano, monótono pero a la vez intrigante. A nuestra llegada a Paposo, debimos descender por una carretera que se abre paso casi de manera demencial, a través de un murallón de roca inexpugnable, pero que en su base esconde lo que investigadores y educadores han llamado un jardín en el desierto más árido del mundo, debido a su rica flora nativa la cual se sustenta gracias a la camanchaca costera que humedece quebradas y el borde costero en general. Precisamente en dicho territorio; la costa rocosa, estarían concentradas nuestras labores de observación y registro. Nuevamente mi compañero plantea un inquietante comentario: "Aquí podremos ver un lagarto que está al borde de ser un reptil marino". Inmediatamente a mi mente se vino

la imagen ya clásica de las iguanas del Archipiélago de las Galápagos y preparé mis sentidos para poder observar al menos la silueta de este escamoso misterio de la evolución. No pasaron ni dos minutos cuando nos topamos con lo que para mí fue sólo una sombra veloz perdida tras unas rocas. ¡Por eso le llaman corredor! exclamó el colega. Este fue mi primer encuentro con el Corredor de Atacama (Microlophus atacamensis) reptil endémico de Chile y característico del litoral nortino de la Región de Antofagasta, llegado por el sur hasta la Región de Coquimbo, en su extremo más septentrional. La sombra fue bastante grande, luego comprendí que los cerca de 30 cm desde la cabeza a la cola que alcanzan los machos lo hacen un reptil de respetable tamaño para nuestra herpetofauna. Tras la necesaria hidratación en el desierto, avanzamos hacia el Océano Pacífico, subiendo y bajando escarpadas y resbalosas rocas, tras un par de minutos observamos bajo el sol implacable del mediodía a la distancia una figura de rasgos primitivos, la cual era cada cierto tiempo, empapada por las gotas de agua de mar que salpicaban tras romper la ola en la costa rocosa. Era un gran macho de nuestro Corredor de Atacama. La mirada fija de este ejemplar hacia el azul profundo del Pacífico, nos hizo pensar en una suerte de añoranza pretérita del mar y su bastedad. Microlophus es un género de lagartos sudamericanos, que incluso tiene especies representativas y exclusivas de las Islas Galápagos, donde son llamados "lagartos de lava". ¿Estaría allí 37


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la explicación a la nostalgia de mar por parte de nuestro lagarto? Para nuestra sorpresa, al internarnos en la zona intermareal, Corredores de diferentes tamaños nos salían al paso. Algunos tomando los rayos del sol para regular su temperatura corporal, otros persiguiéndose a saltos entre las rocas y con las colas levantadas, con miras a asegurar territorios en las perchas más grandes. En esta especie existe dimorfismo sexual, siendo los machos los de mayor tamaño, presentando también una especie de papada bajo el cuello que "inflan" levemente para amedrentar a sus contrincantes. Si esto no resulta, rápidos movimientos de cabeza o la persecución a gran velocidad son las siguientes armas de intimidación. Un elemento interesante es comentado por el profesor Daniel mientras tratamos de fotografiar algunos ejemplares: “he observado a grandes machos comer a infantiles de su propia especie”. Dicho dato, no hace más que reforzar este halo prehistórico que irradia el Corredor, al verlo tan dominante de su entorno, conviviendo con las olas, al límite de ser arrastrados por ellas, en un sustrato agreste y erosivo bajo el sol del desierto. Por lo demás este hecho encuentra su correlato en la información científica generada sobre esta especie, en donde las investigaciones han detectado que los adultos y subadultos están espacialmente segregados de los infantiles. A estos últimos los observamos habitualmente en los sistemas rocosos bajos, escondiéndose constantemente. Las perchas más altas fueron siempre 40

usadas por ejemplares adultos y altamente territoriales. Ningún lagarto de otro tipo se presenta en sus dominios litorales en Paposo, siendo por abundancia el denominador común reptiliano de las rompientes. Convive sin embargo con aves marinas como los cormoranes Yeco (Phalacrocorax brasilianus), y Lile (Phalacrocorax gaimardi), Pelicano (Pelecanus thagus), Gaviota Peruana (Larus belcheri) e incluso algunos Passeriformes como el Chercán (Troglodytes aedon) o el Tijeral (Leptasthenura aegithaloides), más asociados a matorrales en la zona semiárida ubicada más al sur, pero que en el desierto absoluto explotan al máximo la riqueza del litoral (larvas, restos de algas, insectos) considerando la matriz de extrema aridez ubicada más allá del límite de las mareas. Nuestra especie también es parte de su mundo. Los improvisados campamentos de los pescadores de orilla y algueros, dan fe de aquello. Al emprender el camino de regreso a nuestra camioneta, nos sorprende nuevamente un gran macho, pero esta vez alcanzamos apreciar restos de piel seca sobre su cola, además de una suerte de pequeña hilera de “espinas” sobre su cabeza. Verlo me trasladó en un viaje imaginario a las zonas volcánicas de las Galápagos que muchos hemos podido apreciar en documentales, con esas grandes Iguanas que transitan entre la tierra y el mar. De manera imprevista vemos un par de metros más adelante, como otro ejemplar asecha un grupo de larvas de moscas, que han surgido de un cadáver putrefacto


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de lobo de mar. Algunos corredores mordisquean las carnes del desdichado. La escena no hace más que evidenciar la versatilidad alimenticia de esta especie y que le ha dado la condición de depredador tope de su microcosmos. El Corredor de Atacama no se aleja mucho de la costa, y es evidente que su número disminuye a medida que nos despedimos del litoral. Sin embargo su presencia no está descartada en lo absoluto, puesto que sus huellas sobre la arena lo delatan. Sus dominios son más amplios de lo que creeríamos a simple vista. Ya en el camino de tierra en dirección a nuestro campamento, las rocas y arenas sustentan una vegetación representada por cactáceas del género Copiapoa y Eulychnia aferrándose al delgado suelo y la humedad litoral. Las mismas le dan el toque mágico a esta desierto costero de Paposo. Nuestra gran alegría por haber capturado en imágenes al Corredor de Atacama se refleja en nuestras risas y comentarios. Discutimos con el profesor Daniel mientras cae la tarde sobre el desierto, si el Corredor de Atacama será capaz de afrontar las heladas aguas del Pacífico y cruzar a los islotes cercanos en búsqueda de alimentos. Puede que sólo le falte un empujón evolutivo para lanzarse a la travesía… Textos y Fotografías: César Piñones Cañete Para Revista Bioma.

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BUENA MEMORIA: "Extractos de la vida cotidiana del Hombre y la Mujer Rural" Nelly y la artesanía en Cerámica Gres ...porque lo lindo es cuando uno esmalta las piezas y las mete al horno y está ansiosa de saber qué colores habrán salido, o si va a salir buena porque la cerámica es... hay que ser muy prolija… entonces tiene que ser preciso, la capa de esmalte precisa, entonces eso es lo más lindo cuando uno abre el horno y están las piezas.

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a búsqueda del patrimonio vivo de nuestra ruralidad chilena nos lleva por la carretera 5 Norte. A la altura de Quilimarí en la comuna de Los Vilos, entramos por el camino que nos llevará hacia la localidad de Guangualí, donde a través de un camino de tierra finalmente llegamos a Palo Negro. En este lugar nos encontramos con Nelly Olivares, Artesana en Cerámica Gres y oriunda de la zona, quien sale inmediatamente a nuestro encuentro y nos recibe en su sala de exposición y ventas. Es imposible en un comienzo no reparar en el silbido del viento que la acompañaba mientras comenzaba a relatar su historia. En principio con un poco de preocupación y timidez, pero luego con mayor fluidez, su primer recuerdo lo dedica a su madre, Artesana en Greda, de quien heredó el amor por este trabajo. Sin embargo en esos tiempos el trabajo en Greda no implicaba más motivación que poder obtener una mercancía que posteriormente pudiera intercambiar en un sistema de trueque por harina, trigo, entre otros alimentos para el sustento de la fami-

(Extracto entrevista Nelly Olivares)

lia. Ya, con el pasar de los años, su trabajo comenzó a ser comercializado a turistas que con mucha dificultad sorteaban los agrestes caminos de la zona para comprar dicha artesanía. Nelly observaba y ayudaba a su madre en la tarea de pulir las piezas ya elaboradas, y así lentamente comenzó a desarrollar su interés por este trabajo manual. Después de muchos años, el azar la llevó a integrar un taller de Artesanía en Greda en la localidad de Guangualí, donde retornó al antiguo oficio de su madre. Y fue a través de la Greda que llegó al Gres: estar constantemente formándose como Artesana es algo que ella tiene muy claro y por lo mismo constantemente toma cursos y talleres. Es así como ya lleva 15 años dedicándose a este oficio que le ha entregado sin duda muchas satisfacciones. Nelly, se considera aún una Artesana en pañales. Sin embargo en el relato, da cuenta de cada detalle de su oficio, los materiales, los grados de cocción de la cerámica, los distintos esmaltes y las formas que sus manos le dan al material. Cada obra es dis45


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tinta a la otra, aunque sea la misma figura, la mano le entrega una identidad que sólo esa pieza tiene. Indagando en su conocimiento, Nelly cuenta que el oficio de la Greda es muy diferente al del Gres: el trabajo en greda con el pasar de los años ha ido variando en su pulcritud, sin embargo originalmente consistía en una tarea que podía durar años, comenzando con la recolección de la tierra y finalizando con la pieza terminada. El proceso de pulido era constante, una pieza podía ser pulida varias veces en el día para lograr mayor perfección. Actualmente todo este trabajo puede ser reducido a un día, perdiendo detalle y cuidado en el proceso del material. La diferencia de este trabajo y la Artesanía en Gres radica principalmente en la materia prima y en los grados de cocción. Se utilizan distintas masas, esmaltes, pigmentos y la quema de las piezas es a mayor temperatura que la Greda. Es un trabajo que requiere mayor implicación artística, que exige más detalle y permite mayor creación de colores y diseños. Cada pieza es un misterio, ya que al abrir el horno recién se puede develar el color que tomó un trabajo, aunque se hayan utilizado los mismos materiales. Nelly relata el proceso de cada trabajo como revelando una historia oculta en la obra, que solo ella conoce: cada trabajo es elaborado con molde o también a mano dependiendo de qué traiga entre manos la artesana. Posteriormente en estado de bizcocho y una vez esmaltada, comienza lo ella denomina

“quema” en un horno especial para este procedimiento. Los grados de calor deben estar prolijamente controlados de lo contrario la pieza corre el riesgo de quebrarse. El camino de la artesanía en Cerámica Gres ha sido un constante aprendizaje para Nelly, tras ensayo y error, ha sabido sacar lo mejor para ir perfeccionándose en el oficio. Actualmente tiene su taller, donde tiene un horno y sus piezas aún en proceso. Todo ha sido gracias al fruto de su trabajo, el apoyo de su familia y la posibilidad de acceder a fondos de financiamiento por medio de proyectos. Uno de sus mayores orgullos es que sus piezas trasciendan con los años en poder de quien las compra. Sin embargo la motivación de Nelly por su artesanía ha traspasado a otras generaciones: todas sus hijas y sus nietos trabajan la Cerámica en Gres; ella se ha preocupado de enseñarles para que la tradición no desaparezca. Hoy trabaja a la par con una de sus hijas y puede mostrar con orgullo, los trabajos que hacen sus nietos, quienes pese a sus cortas edades exponen igualmente en la sala de ventas. Luego de un recorrido por los pasajes de su historia como artesana, Nelly concluye que aún queda mucho por aprender, dejando abierto un capítulo que sin duda será completado por su avidez de perfeccionarse y el cariño que entrega a cada pieza que elabora. Texto y Fotografía: Loreto Alfaro Rodríguez Para Reista BIOMA

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El Arte de Nacer Temporada de nidificación, un gran acontecimiento en la naturaleza, una inmejorable oportunidad para la observación de los entretelones, muchas veces insospechados, en la reproducción y sobrevivencia de las aves. Cómo olvidar ese día memorable, en que tuve el privilegio de observar el momento preciso del nacimiento, en un nidal de perdices, ocurrido hace algunos años, al amparo de los sorprendentes parajes del Parque Nacional Fray Jorge. En la plenitud de una primavera generosa, pródiga en pastos y flores aromáticas, el ruidoso y repentino vuelo de una perdiz, a poca distancia de mis pies, me reveló un secreto celosamente guardado a ras del suelo, entre chamizas, vinagrillos y terciopelos. El sobresalto que me produjo el sorpresivo y aparatoso vuelo, se calmó al instante, frente a un descubrimiento fascinante… ocho huevos de perdiz, de color burdeo brillante, perfectamente ordenados en un discreto nidal, se revelaron ante mi vista, como el más preciado tesoro pre estival. Todavía no terminaba el conteo, cuando me di cuenta que uno de los huevos se movía suavemente, 54

con cierto intervalo de tiempo; inmediatamente descubrí que la cáscara presentaba una fisura, delineada por la blancura de la membrana interior, que se dejaba ver a través de la trizadura, contrastando con el intenso color burdeo de la cáscara protectora. Con asombro, observé que un nuevo movimiento del huevo, prolongaba la trizadura del cascarón; en ese emotivo momento, tuve el primer contacto visual con el polluelo, o más bien dicho, con una de las herramientas de su arsenal para el nacimiento, el filudo y transparente espolón, o diente córneo del extremo de su pico, con el que rompe la cáscara en el momento de nacer, y que pierde por desprendimiento, a los pocos días de vida. Me quedé observando en silencio, admirando la destreza del polluelo, que utilizando este formidable accesorio dedicaba todas sus energías a romper la barrera que lo separaba del mundo exterior. Lentamente, en movimiento rotatorio, picada tras picada, se acercaba a su punto de inicio, cubriendo todo el perímetro de la cáscara, con la promesa de cortarla en dos. Lo que estaba presenciando era real-


ILUSTRACIÓN: César Jopia Q.

mente alucinante, el polluelo, a pesar de su limitado espacio y la aparente incomodidad de su posición fetal, había iniciado la primera caminata de su existencia, en ese momento estaba culminando exitosamente, la primera proeza de su vida… un esforzado recorrido por el perímetro interior del huevo. Esa minúscula criatura que luchaba por nacer, atrapada en esa pequeña cápsula ovalada de calcio, que jamás había visto la luz del día, sabía perfectamente lo que tenía que hacer, movida por el sorprendente y misterioso mandato del instinto. En medio de mi expectación, observé que un segundo huevo comenzaba a moverse, exhibiendo la primera rotura en su cascarón, anunciando que su efímero ocupante emprendía la aventura de nacer, siguiendo los pasos del anterior. Simultáneamente, un nuevo acontecimiento volvió mi atención al primer huevo… con un brusco movimiento el frágil polluelo, había separado por fin, la cáscara en dos, presionando desde el interior con sus imberbes extremidades. Segundos después de tamaña proeza, permanecía tendido entre los demás huevos, visiblemente mojado, extenuado, y todavía conectado a una parte de la cáscara, por un delgado cordón umbilical que parecía a punto de cortarse. En el momento en que descubría que un tercer huevo, comenzaba a picar, la perdiz adulta apareció en escena, acercándose al nido, con postura erguida, pasos sigilosos y en actitud de valentía, como si una impostergable

urgencia la impulsara a desafiar mi presencia. Entonces decidí alejarme retrocediendo lentamente, para permitirle llegar hasta el nidal a proteger a su indefensa descendencia. Desde una distancia prudente, la observé llegar hasta el borde del nido, con su cuello estirado y las plumas de su cabeza erizadas, sin dejar de mirarme, como si no quisiera perderme de vista. Desde mi nuevo puesto de observación, la vi entrar cuidadosamente al nido, y echarse sobre los huevos palpitantes, con amorosa vocación protectora. En ese momento sentí un gratificante alivio, al saber que ese polluelo recién nacido, y esos huevos llenos de vida, superarían con éxito la difícil prueba del nacimiento, al amparo del reconfortante calor maternal.

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Para explorar... para descubrir... para conservar...

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