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ACERVO FEMINISTA Y ESCENARIOS DE GUERRA
Allí donde el neoliberalismo de décadas anteriores alardeaba de formas más etéreas de control, la noción de “guerra” impulsada desde los feminismos permite discutir su carácter autoritario y represivo de hoy. Al calor de las luchas de los últimos años y con la brújula de distintas pensadoras feministas, surge un acervo conceptual y político para atravesar escenarios de violencias enjambradas, desde la guerra de Malvinas de 1982 hasta el presente.
Por Verónica Perera
Para Michel Foucault la guerra podía leerse como el punto de máxima tensión de las relaciones de fuerza. Pero de modo más extendido, argumenta la teórica y activista feminista Verónica Gago, para el filósofo francés la guerra evocaba una trama “de cuerpos, de casos y de pasiones”1. Es que antes de acuñar las nociones de gubernamentalidad y biopolítica para analizar el neoliberalismo, dice Gago, Foucault subrayaba la guerra como “el sonido y filigrana detrás de todo orden”. Allí donde el neoliberalismo alardea de formas más etéreas de control, suponiendo la interiorización del poder como un fenómeno de autoempresarialidad de masas o la destreza de una regulación que modula exitosamente subjetividades para volverlas funcionales a los mandatos de la valorización del capital, la noción de guerra –impulsada desde los feminismos– recupera vigencia y anticipa lo que hoy se discute bajo “neoliberalismo autoritario”.
Aunque se remonte a un temprano Foucault, entonces, la insistencia en la idea de guerra para leer el presente neoliberal viene de la mano del feminismo masivo y radical; tan teórico y académico como político y callejero. Una idea de guerra actualizada por un conjunto de debates feministas que consideró, continúa Gago, que las violencias por razones de género, violencias contra los cuerpos de las mujeres y los cuerpos feminizados, son una clave estructural de una guerra en curso; de un nuevo tipo de guerra2 Se trata, en última instancia, de una capacidad para leer la intensificación de las violencias, volverlas inteligibles, comprenderlas en su modo maquínico, intersectado y enjambrado. Se trata de una guerra que ya no ocurre entre dos bandos en un único campo de batalla, sino que más bien se desplaza y se despliega en el terreno de la reproducción social3. Una guerra por las condiciones para la vida y las posibilidades de lo viviente, como anunciaba ya en el año 2000 la Guerra del Agua en Cochabamba, Bolivia, cuando la Coordinadora del Agua y de la Vida junto a la movilización popular impidieron la privatización del acceso al agua potable recetada por el Banco Mundial. Se trata de una guerra como la que libra el Jujuy que nos Arde hoy, evocando palabras de Ana Longoni4
Hay dos claves importantes para leer estos nuevos escenarios de guerra. En La Potencia Feminista, Gago sugiere mirar las luchas que confrontan los proyectos neo-extractivistas en América latina, lideradas mayoritariamente por mujeres, para abrevar de allí la noción de “cuerpo-territorio”, surgida al calor del activismo. Se trata de una idea de cuerpo que es singular y colectivo a la vez; que excede el confinamiento de la individualidad garantizada por los derechos individuales y evoca, en cambio, una “materia ampliada, una superficie extensa de afectos, trayectorias, recursos y memorias” (p. 92); un ensamble mutante de relaciones y de fuerzas entre lo humano y lo no humano del que se es parte. No “se tiene”, no “se posee”, se es parte de un cuerpo-territorio: se lo habita, se lo defiende, se lo resguarda en común. La producción y la ampliación de la riqueza es compartida. Desde este prisma, surgen los diagnósticos más certeros sobre las formas de desposesión, despojo y explotación del extractivismo ampliado que hacen a la máquina de valorización capitalista y colonial contemporánea5
Jujuy nos Arde
En De la biopolítica y la guerra… Gago advierte (y esta sería la segunda clave para leer nuevos escenarios de guerra) que la tarea es mucho más compleja que sumar o listar violencias ocurridas en distintos lugares o planos de la vida social. La clave está en “cartografiar la simultaneidad y especificar la interrelación”6. Como lo vienen haciendo las luchas feministas de los últimos años en América latina, lo fundamental es conectar las violencias imbricadas que minan el terreno de la reproducción social; el terreno del trabajo no pago, invisibilizado, obligatorio y asociado a mandatos de género; terreno donde se combate, también, en torno a lo común, a los bienes y servicios públicos. La tarea conceptual y el trabajo político es engranar violencias –económicas, coloniales, patriarcales, institucionales, policiales, racistas– como lo señala con lucidez la feminista comunitaria y popular jujeña, Adriana González Burgos. Al referirse a la reforma constitucional reciente, que se salteó el Convenio 169 de la OIT, borrando así el derecho de las comunidades originarias a participar en las decisiones que les afectan en sus territorios ancestrales, la referenta de la comunidad indígena, kolla y activista por la diversidad sexual dijo:
…esta reforma libera el mercado. Es una reforma neo-extractivista, que regala los recursos mineros, que se adjudica autoridad política y de gobierno para ir por los territorios de los pueblos originarios, por el agua, claramente traccionado por la explotación de litio y otros minerales que sabemos que tienen que ver con las nuevas tecnologías. La minería siempre ha sido motivo de conquista y colonización en nuestros territorios.Y esta reforma es una reforma colonialista. Es una reforma de muerte, es una reforma de hambre.7
Contra esa reforma de muerte y de hambre, centenares de comunidades de pueblos originarios, organizados en el Tercer Malón de la Paz en su desplazamiento de protesta a Buenos Aires en agosto del 2023, exigen que se declare la inconstitucionalidad y se promulgue, en cambio, la ley de propiedad comunitaria indígena. Contra esa reforma de hambre y de muerte, desde la Casa Mama Quilla en Tilcara, el espacio para mujeres y el colectivo LGBTAndino que coordina González Burgos proponen actualizar la crítica que “las feministas hacemos del amor romántico”, para trasladar esa alerta a la relación con un Estado provincial que violenta y permanentemente desilusiona. Con “autonomía epistémica de los pueblos”, en el espacio de Mama Quilla se ensayan vocabularios en torno al “rol de las mujeres en la defensa del territorio” y los Feminismos Comunitarios Campesinos y Populares en Abya Yala8
Este Jujuy que nos Arde, entonces, también nos refracta una maquinaria enjambrada de violencias y despojos a cielo abierto. La estadounidense Livent y Sales de Jujuy –cuyo nombre local distrae del capital australiano (66.5%), japonés (25%) y, en menor medida, gubernamental provincial (8.5%) que la conforman– hoy extraen el litio en Argentina mientras gozan de un sistema privilegiado de deducción de impuestos y tributan solo el 3% de regalías9. Aquí no cuesta advertir cómo el saqueo del litio y del agua se anuda con una brutal represión cuyos modos clandestinos se asemejan a los de la última dictadura cívico-militar10; una represión que, ahora apunta a enceguecer, literalmente, directo a los ojos de les manifestantes, emulando a carabineros chilenos11. Aquí no es difícil conectar el arrasamiento del territorio y la violencia del ajuste con una resistencia feminizada de maestras y activistas de derechos humanos que agregando capas a sus reclamos laborales, los integran en el grito “arriba los salarios y abajo la reforma”; y de mujeres de comunidades originarias en la protesta cuyos cuerpos resisten gases y balas de goma al tiempo que preparan comida y distribuyen la despensa para los turnos rotativos en los cortes de ruta 12 . Esta habilidad para evidenciar las conexiones y poner de manifiesto los modos en que se enjambran la violencia colonial, extractivista, patriarcal, racial, ha sido un “saldo” cognitivo y organizativo de las movilizaciones y huelgas feministas de los últimos años, volviendo a la brújula teórica de Gago: un acervo del movimiento que hoy es necesario para leer los nuevos escenarios de guerra. La clave está en anudar distintas violencias o, mejor dicho, desentrañar sus modos concretos y específicos de conexión, para advertir que el campo de batalla no es otro que el de la reproducción social, aquellas actividades que son “necesarias, aquí y ahora, para garantizar el flujo cotidiano del hacer”.
El hacer de las mujeres
Entre las herramientas para repensar la violencia en nuevos escenarios de guerra, el acervo feminista nutrido al calor de las luchas de los últimos años, acopia la visibilización y valorización del hacer de las mujeres y cuerpos feminizados; del trabajo todo, productivo y reproductivo, “como un territorio común en su multiplicidad” 13. Por supuesto que el trabajo estuvo siempre en el centro de las luchas políticas y los debates académicos feministas. Alcanzaría señalar la muerte de las trabajadoras textiles en 1911 en la huelga de Nueva York en la genealogía del “Día Internacional de la mujer”. O bastaría recordar la noción de “división sexual del trabajo” como fundante de la economía feminista en los años 8014. Pero los feminismos populares, masivos y radicales, que en los últimos años transfiguraron “de manera irreversible la noción y la práctica de
16 de julio, 2023. Fuente: El ciudadano, 17 de julio 2023-10-29 lo político”15, en Argentina y en otras latitudes, han puesto la valorización del hacer de las mujeres en el centro de la escena política, entre sus conquistas más importantes. A pesar de persistentes diferencias salariales y naturalizadas jerarquías laborales, aún por desandar, el proceso de la huelga feminista del 8M reveló y saboteó formas de explotación y extracción de valor que no ocurren solo en ámbitos definidos como “laborales”. Pero hizo aún más: permitió a los feminismos populares atravesar el duelo y la victimidad por los femicidios contra los que se habían organizado en 201516.
Este repertorio del movimiento en el presente afecta también –quiero sugerir– los modos de leer escenarios de guerras pasadas, “guerras convencionales” libradas entre dos Estados, como la guerra de Malvinas de 1982 entre Argentina y Gran Bretaña. El acervo feminista de hoy también oxigena las memorias del conflicto del Atlántico Sur. Su fuerza tentacular revitaliza la potencia para saber algo más de esa guerra dilemática, como la nombró tempranamente León Rozitchner, ocurrida hace cuarenta y un años pero que aún permea la argentinidad, el sentimiento popular, una enorme producción cultural y la conversación pública dentro y fuera de instituciones de gobierno. El acervo feminista del presente, nutrido al calor de los últimos años, fue también condición de posibilidad para transformar ese régimen de (in)visibilidad de “las mujeres de Malvinas” que sostenía la fantasía patriarcal de una guerra protagonizada exclusiva o fundamentalmente por hombres17. Voy a referirme más abajo especialmente a algunas de estas mujeres, a las aspirantes a enfermeras de la Armada en la Base Naval de Puerto Belgrano, quienes empezaron a buscarse y agruparse alrededor de 2013, alentadas por ese campo de confianzas ampliado de los feminismos populares; documentadas en 2019 por una joven cineasta conmovida por aquella experiencia bélica femenina y soterrada. No es casual que uno de los primeros –y pocos– reconocimientos públicos al hacer de las aspirantes durante la guerra ocurrió en 2015, dentro de esa asamblea feminista y festiva que fue el Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata.
Cuidar allí: otras guerras de Malvinas
Los testimonios de las enfermeras y aspirantes a enfermería, instrumentadoras quirúrgicas, radioperadoras y radiotelegrafistas que, desde las tres fuerzas armadas, participaron en la guerra de Malvinas de 1982, empezaron a aparecer treinta años después de ocurrida. En 2012, la instrumentadora del Hospital Militar Central, Norma Navarro, que trabajó como voluntaria a bordo del buque hospital Irizar a metros de las islas, brindó su testimonio junto a otros diez ex combatientes en la colección Malvinas del archivo oral de Memoria Abierta18. Dos años después, lo hizo en el Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur. En 2014 también la periodista, historiadora y esposa de un oficial militar Alicia Panero publicó las experiencias de mujeres argentinas, británicas e isleñas durante la guerra en su libro pionero Mujeres Invisibles. En 2017, aparecieron otros dos libros testimoniales: Crónicas de un olvido. Mujeres enfermeras en la guerra de Malvinas de Alicia Reynoso y Mujeres olvidadas de Malvinas de Sandra Solohaga. Reynoso narra sus propias vivencias y las de sus compañeras enfermeras militares de la Fuerza Aérea en el hospital reubicable de Comodoro Rivadavia, y Solohaga recoge la experiencia de enfermeras civiles en el Hospital Naval de Puerto Belgrano en Punta Alta.
Además de testimonios, también desde 2012, las experiencias de estas mujeres aparecen en obras de teatro y películas documentales. Inspiraron, por ejemplo, a la dramaturga y directora Mariana Mazover a reescribir libremente Los Pichiciegos en Piedras dentro de la piedra (2012). Aunque basada en la novela fundacional de Rodolfo Fogwill, la obra de Mazover no se organiza alrededor de un colectivo homosocial y homoerótico de soldados, sino que la presencia de mujeres, quienes también se sustraen de la guerra en una pichicera, bajo el mando firme y amoroso de Mabel, son una clave de esta trama19. La experiencia de “las enfermeras de Malvinas” también inspiró a Roxana Aramburú a escribir Mares de piedra (2014) para el ciclo Teatro Abierto 2014 en el Teatro del Picadero20. En 2020 el documentalista Federico Strifezzo acompañó a Ana Massito, Alicia Reynoso y Stella Morales al hospital reubicable donde habían trabajado durante la guerra en Comodoro Rivadavia, mientras filmaba el documental Nosotras también estuvimos. En 2021, la dramaturga Gabriela Aguad creó Mujeres al frente. Historias de Malvinas; y a partir de la fotografía documental de Ivy Perrando Schaller, la directora teatral Victoria Lerario creó Valientes: una historia de mujeres, estrenada en Ushuaia, el 2 de abril de 2022.
No hay registro unificado ni archivo que permita establecer exactamente cuántas fueron las mujeres que participaron directamente en la guerra de Malvinas, quienes casi siempre, como el grupo de soldados llamado “movilizados”, lo hicieron desde el continente. Paula Salerno estima que fueron casi cien: algunas militares, la mayoría civiles. Hay una tendencia a homogeneizarlas en la esfera pública, dice Salerno, pero sus experiencias pasadas y sus reclamos presentes están lejos de ser los mismos21. Una minoría de ellas fue reconocida como veteranas y cobran pensiones vitalicias de guerra. En mayo de 2021, Alicia Reynoso logró más que eso. Al otorgarle una pensión honorífica de guerra debido a “su servicio brindado desde el propio hospital de revista (en Comodoro Rivadavia) donde tanto la contención brindada como la aplicación del arte de curar a cada uno de los caídos en combate sin dudas merece el reconocimiento”, la Cámara Federal de la Seguridad Social No. 2 modificó la propia definición de veteranía en la restrictiva y heterosexista legislación argentina sobre Malvinas22
Las voces de “las mujeres de Malvinas” suelen aparecer en los medios de comunicación y en las redes sociales especialmente alrededor del 2 de abril. Las enfermeras de la Fuerza Aérea (enfermeras militares que suelen expresar mayor afinidad con la institución, exaltar valores patrios y no cuestionar a las autoridades castrenses) suelen tener mayor presencia y visibilidad. Son portadoras de una “memoria laudatoria” centrada en los reconocimientos; una memoria que clausura fricciones sobre el pasado bélico y los reclamos vigentes23. Las enfermeras navales, y especialmente Las aspirantes –como lee el título del cortometraje de Gretel Suárez (2021)– suelen tener mucha menor presencia y visibilidad en los aniversarios de la Operación Rosario. Al momento de la guerra contra Gran Bretaña, eran adolescentes de entre quince y diecisiete años recibiendo capacitación como enfermeras militares, al tiempo que vivían y terminaban sus estudios secundarios en la Escuela de Sanidad Naval en la Base de Puerto Belgrano. Sus familias no podían costearles una educación profesional y las impulsaban a ingresar. Cuando las fuerzas armadas desembarcaron en las islas, ese Estado que “las había tomado bajo tutela… en lugar de mandarlas a casa, a (sus) familias, (las obligó a) pasar la guerra en una base militar amenazada...”, como me dijo una de ellas, Nancy Castro, en entrevista24. La Armada extrajo de estas menores en formación trabajo de cuidado para los heridos de guerra. En el documental de Suárez, Patricia Lorenzini, lideresa de la organización colectiva insiste:
Todas las estudiantes de una manera u otra participamos. Desde la sanidad, desde el recargo de guardias, desde el armado de gasas, desde la contención, desde darle de comer, ayudar a cambiar una azalea. ¡Las chicas del 82 también estuvieron participando! No estuvieron bajo bandera, porque el 20 de junio... pero la labor la cumplieron y a rajatabla. Tal vez con mucho más valor, porque las del 82 eran todas menores.
La amenaza que vivían no eran solo los armamentos de la Marina Real británica: dos de ellas narran en el documental de Suárez haber sido amenazadas con la vida de sus padres (por cuadros militares argentinos) si brindaban información sobre su experiencia en Puerto Belgrano. Algunas fueron abusadas sexualmente, como lo denunció públicamente Lorenzini25. Son portadoras, así, de una “memoria combativa”, escribe Salerno, que no oculta los reclamos del presente y que “evidentemente”, se trata de voces “menos propicias a las efemérides” .
Hacer cine
Pero Gretel Suárez hizo cine con sus memorias. En el documental con el que completó su tercer año en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, estrenado y premiado en el 9° Festival Internacional de Cine Político, en 2019, la joven directora decidió “mostrar un dolor y un silencio que nadie estaba mostrando”, como me dijo en entrevista 26 . El estrago del dolor fue evidente cuando Patricia Lorenzini, lideresa de las aspirantes en su organización durante la posguerra, se quitó la vida durante el proceso de filmación. El silencio al que se refiere Suárez es institucional, militar, patriarcal, tiene múltiples capas. Allí donde todavía se oculta el funcionamiento de la Base Naval de Puerto Belgrano como centro clandestino de detención durante la última dictadura militar 27 , las voces de las aspirantes vuelven cognoscible otro secreto: el de la (sobre)exposición de mujeres jóvenes –menores de edad en 1982– al escenario de la guerra y la extracción de sus labores de cuidado para la maquinaria bélica. Sus voces vuelven legibles otros cuerpos afectados a y por la guerra de Malvinas, desarmando una abstracción imposible: la que supone que una guerra es protagonizada o padecida exclusive o principalmente por hombres, volviendo a las palabras de Paola Ehrmentraut 28 .
“Me interesaba poner el foco ahí, ‘en el sector más marginado del ambiente de Malvinas’ y no en la gloria...”, me dijo Suárez en entrevista. Y agregó refiriéndose a su equipo de filmación: “es muy loco que un grupo de estudiantes sea tan importante para estas mujeres”. La importancia del cortometraje de “un grupo de estudiantes” se deriva, probablemente, de su encuadre por fuera de la victimización de las aspirantes. Una cámara que traduce la empatía del vínculo generado y la confianza con el equipo de filmación dirigido por una mujer joven, abiertamente conmovida y escuchando sus vivencias, registra las denuncias de Lorenzini y de Stancato sobre la violencia sexual padecida, las bajas “deshonrosas” y la imposición de silencio con amenazas. Pero, tal como decidieron la directora y las participantes filmadas, la narración audiovisual, no se agota en una victimidad privada de agencia sino que logra nutrir un lazo agenciador alternativo con ese pasado29, a partir del trabajo de cuidado
Las imágenes del documental junto a los testimonios surgidos dentro y fuera de cámara subrayan los horrores del archivo de maltratos a lxs propixs, que conocemos desde los primeros testimonios de ex combatientes apenas terminada la contienda30. Esas denuncias que desde 2007 se tradujeron en causas judiciales por crímenes de lesa humanidad cometidos por cuadros militares contra soldados conscriptos durante la guerra31. Pero junto a ese duelo y a esa elaboración del dolor, de esas imágenes y testimonios también emerge una fuerza insumisa; se escucha un deseo de agencia para visibilizar y valorar un trabajo de cuidado largamente obliterado. Castro me dijo:
Tuvimos otra guerra, de silencio y dolor (...) más que nada por haber vivido la experiencia de haber tratado con cuerpos mutilados, con sufrimiento... muchos eran (soldados) del interior, estaban solos, pasaban por eso solos, el único contacto que tenían éramos el personal del hospital, enfermeras, médicos y mis compañeras aspirantes... Y una sabe que los médicos son médicos, indican, tratan pero la que da la contención, la calma, la que lleva la tranquilidad, la que escucha, la que lleva todo eso es la enfermera, ¿viste?
Pasada la denuncia y el momento catártico, tal vez terapéutico, aparece en los testimonios la fuerza para poner en escena un trabajo de cuidado físico y emocional, intensivo y extenuante, y traducirlo hoy en sustento para el lazo social. Las aspirantes junto a las enfermeras ya formadas del Hospital de Puerto Belgrano contribuyeron, sin saberlo, a adaptar el Buque Bahía Paraíso según la normativa de la Convención de Ginebra, como buque hospital para la guerra. De esa misma embarcación recibieron a los sobrevivientes del Crucero General Belgrano, hundido el 2 de mayo fuera de la zona de exclusión, incluido el primer caído en combate, el capitán Pedro Giachino, años más tarde identificado como parte del grupo de tareas de la
ESMA32. Atendieron a innumerables heridos de guerra, acompañándolos hasta el alta, en muchos casos bien pasada la rendición argentina, “cuando la guerra se traslada al hospital”, como me dijo Castro. Y agregó: “Para nosotras, la guerra no terminó el 14 de junio. Dentro del hospital, los heridos no se van, siguen tratamiento y rehabilitación por mucho tiempo más”. En otras palabras, para estas jóvenes mujeres, su propia experiencia de la guerra, el trabajo de cuidado que realizaron, no terminó cuando los mandos militares anunciaron el cese al fuego y firmaron la capitulación en las islas. Aunque probablemente disminuyó la intensidad o las tareas no fueron las mismas –ya no existía la urgencia del herido recién llegado–, el trabajo de las aspirantes y enfermeras en el Hospital de Puerto Belgrano continuó hasta diciembre de 1982, cuando el último combatiente Daniel Paredes se fue de alta a su hogar en Florencio Varela en la provincia de Buenos Aires. “Que lo digan los libros de Historia” respondió en la entrevista cuando le pregunté qué le gustaría, “porque las mujeres trabajaron a la par”.
El deseo de mostrar y la fuerza para valorar su propio hacer en la guerra desafía, también, la restrictiva legislación argentina y se suma a los esfuerzos historiográficos incipientes por indagar escenarios más amplios de la guerra33. Con un largo historial de marchas y contramarchas iniciado en 1983, el Estado argentino reconoce como “Veterano de Malvinas” a oficiales, suboficiales y soldados de las fuerzas armadas y de seguridad que “participaron en efectivas acciones bélicas de combate en el conflicto del Atlántico Sur y a los civiles que se encontraban cumpliendo funciones en los lugares donde se desarrollaron estas acciones”. Esos “lugares donde se desarrollaron las acciones” se refieren al Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), establecido por el régimen militar entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, cuya jurisdicción comprende la Plataforma Continental, las Islas Malvinas, Georgias, Sandwich del Sur y el espacio aéreo y submarino correspondiente34. La agencia femenina de las aspirantes a enfermeras navales –entre otras y otros– cobijada en la confianza feminista de los últimos años, recordando y recuperando su trabajo de cuidado durante y después de la guerra, transforma las coordenadas de tiempo-espacio del teatro de operaciones.
Escenarios de guerra
Los feminismos que irrumpieron en los últimos años, sin duda heterogéneos y cargados de tensiones y diferencias, recogieron los hilos de tramas más añosas. Esa marea que se tiñó del verde con el que conquistó la ley del aborto legal, seguro y gratuito en diciembre de 2020 alimenta, no solo en Argentina, la posibilidad de subjetividades emancipadas al tiempo que es atacada “con encarnizamiento por la creciente oleada de la nueva reacción”, como escriben Dieguez y Longoni35. Pero en estas latitudes, esa “revolución de las pibas” no podría concebirse sin legados fundamentales: el movimiento de mujeres con casi cuatro décadas en Argentina; las luchas de las disidencias sexuales desde los años 70; los organismos de derechos humanos y sus liderazgos de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y el protagonismo feminizado de los movimientos sociales36
En ese acumulado histórico, en los últimos años y especialmente a partir del proceso de la huelga del 8M, los feminismos reposicionaron el hacer de las mujeres y cuerpos feminizados en el centro de la escena política.También para renovar desde allí un lazo colectivo que las sostenga. El proceso de la huelga feminista reveló y saboteó formas de explotación y extracción de valor que ocurren dentro y fuera de los espacios laborales. Pero eso no fue todo: así como las Madres de Plaza de Mayo apostaron a colectivizar el duelo y socializar la maternidad (cada hija buscada era –políticamente– la de cualquier madre y cada condena es justicia para todas), los feminismos que irrumpieron en el 2015 con Ni una menos, también afirmaron lo común en el duelo público de los femicidios. Eso fue solo “el punto de partida”, como dice María Pía López37. Con todo lo que se agita alrededor de la huelga del 8M, los feminismos atravesaron la victimidad para abrirle carriles a la agencia femenina y para construir lazos alternativos, también con el pasado.
Ese acervo feminista reposicionó, así, la noción de guerra. La militancia de la calle y la práctica política resuenan con un conjunto de debates donde teóricas feministas advierten que las violencias por razones de género, violencias contra los cuerpos de las mujeres y los cuerpos feminizados, son una clave estructural de nuevos escenarios de guerra. De esa constelación político-académica, surge una claridad, una capacidad para leer, intersectadamente y desde el cuerpo-territorio, la intensificación de las violencias, volverlas inteligibles y comprenderlas en su modo enjambrado y maquínico.Y en esa narración, se disputa lo que entendemos tanto por guerra como por violencia. Se trata de algo que ya no ocurre entre dos bandos en un único teatro de operaciones, sino que más bien se desplaza y se despliega al terreno de la reproducción social: de trabajo no pago, invisibilizado, obligatorio y asociado a mandatos de género; terreno donde se combate, también, en torno a lo común, a los bienes y servicios públicos; en torno a las condiciones y posibilidades para lo viviente.
Este acervo nos impulsa hacia temporalidades distintas, argumenté. Se nos ofrece como vocabulario para desentrañar diversos escenarios. Por un lado, tenemos herramientas (léxico, estrategia, sensibilidades) para contrariar el despojo y la explotación de la máquina de valorización capitalista y colonial contemporánea; para mirar los escenarios más autoritarios y represivos del extractivismo ampliado del presente neoliberal, como ese Jujuy que nos Arde. Pero esa inteligencia colectiva para conectar violencias también nos habilita, o mejor dicho, habilita a las propias protagonistas, a seguir leyendo guerras pasadas, las convencionales, como la de Malvinas. En el territorio de complicidades y confianzas ampliadas de los feminismos populares de los últimos años, “las mujeres de Malvinas” comenzaron a hablar sobre su hacer en el medio de la guerra, iluminando experiencias soterradas e impugnando la fantasía patriarcal de una guerra padecida o protagonizada solo por hombres. Las aspirantes a enfermeras navales lo hicieron, además, frente a la cámara joven y empática de Gretel Suárez. Ponen una lupa insumisa sobre capas de silencios, secretos y violencias anudadas: lo ocurrido en la Base Naval de Puerto Belgrano en esos años de dictadura y guerra.Y con esa agencia femenina también transforman los escenarios de la guerra de Malvinas.
Las Aspirantes de Gretel Suárez, 2018.
1 Gago, V. “De la biopolítica y la guerra hacia la reproducción social: ¿Un desplazamiento feminista?” en: Las sobrevidas de la biopolítica. LASA Forum 54.1, 2023, pp. 37- 42.
2 Contra procesos de ocultamiento, segmentación y aislamiento de las violencias, procesos propios del capitalismo teorizado, por ejemplo, por María Mies o Denise Ferreira Da Silva, dice Gago, surge un conjunto de teóricas feministas que construyen nociones para nombrar la intersección de las violencias a partir de la idea de guerra: Silvia Federici se refiere a “un estado de guerra permanente”; Rita Segato a “las nuevas formas de la guerra”; Cavallero y Gago investigan “la guerra de las finanzas”, etc. Ver Gago, V, ibid, p. 40.
3 Ver Gago, op. cit., p. 41.
4 Tomadas de su muro de Facebook.
5 Por extractivismo ampliado, Gago se refiere tanto al extractivismo histórico, literal, de materias primas como al extractivismo más reciente, al digital y financiero. Ver Gago, V. La potencia feminista O el deseo de cambiarlo todo Buenos Aires: Tinta Limón, 2019, p. 93.
6 Gago, V. Las sobrevidas… Op. cit., p. 39.
7 Ver Corvalán, E. “Kolla, feminista y defensora de la diversidad sexual y cultural: Adriana González Burgos y la resistencia en Jujuy”, 2023. [Consulta en línea: https:// agenciapresentes.org/2023/07/11/jujuy-dicen-que-loskollas-somos- callados-pero-cuando-nos-joden-nos-rebelamos/]
8 Ver Corvalán, E. Ibid.Ver López, M. “Tilcara: abrió la Casa Mama Quilla, un espacio para mujeres y personas LGBTIQ+” en: Página 12, 24 de octubre, 2022. [Consulta en línea: https://www.pagina12.com.ar/492025-tilcara-abriola-casa-mama-quilla-un-espacio-para-mujeres-y- ]
9 Desde la Reforma Constitucional de 1994, el dominio de las minas es de los gobiernos provinciales. Las poderosas transnacionales negocian directamente con gobiernos locales, en principio más débiles que el Estado federal.Ver Ortega, J. “El litio y el avatar. La Reforma Constitucional en Jujuy”. El Co- hete a la luna. 25 de junio, 2023. [Consulta en línea: https://www. elcohetealaluna.com/el-litio-y-el-avatar/]
10 Ver Malinovsky, N.Y Hurtado, D. “Reforma, represión y litio”, 25 de junio 2023. [Consulta en línea:https://agenciapresentes. org/2023/07/03/jujuy-las-mujeres-en-la-primera-linea-de-lucha-contra-la-reforma-constitucionalhttps://www.elcohetealaluna.com/reforma-represion-y-litio/]
Ver Meyer, A. “Jujuy: Las mujeres en la primera línea de lucha contra la reforma constitucional”, 3 de julio 2023. [Consulta en línea: https://agenciapresentes.org/2023/07/03/jujuy-las-mujeres-en-la-primera-linea-de-lucha-contra-la-reforma-constitucional ]
11 Ver Satur, D. . “Brutalidad estatal Jujuy: al menos cuatro manifestantes perdieron sus ojos a manos de la Policía de Morales”, 2023. [Consulta en línea: https://www.laizquierdadiario.com/ Jujuy-al-menos-cuatro-manifestantes-perdieron-sus-ojos-a-manos-de-la-Policia-de-Morales]
12 Ver Meyer, A. “Jujuy: Las mujeres en la primera línea de lucha contra la reforma constitucional”, 3 de julio 2023. [Consulta en línea: https://agenciapresentes.org/2023/07/03/jujuy-las-mujeres-en-la-primera-linea-de-lucha-contra-la-reforma-constitucional]
13 Ver Gago, V. La potencia feminista… Op.cit., p.22.
14 Pienso, por ejemplo, en el trabajo pionero de Lourdes Benería y Martha Roldán sobre el trabajo industrial y la subcontratación de mujeres en Ciudad de México. Ver Benería, Lourdes y Roldán, Martha, The Crossroads of Class and Gender: Industrial Homework, Subcontracting, and Household Dynamics in Mexico City. Chicago: Chicago University Press, 1987.
15 Dieguez, I. y Longoni, A. Incitaciones Transfeministas, Buenos Aires: Ediciones Documenta Escénica, p 15, 2021.
16 Gago. Op.cit., p.22-23.
17 Ehrmentraut, P. “Nosotras también estuvimos: masculinidad femenina en la memoria de la guerra de Malvinas”. Ponencia presentada en las Jornadas “Repensar Malvinas/Rethinking Falklands. Visiones y versiones en las culturas argentina y británica”, organizadas por el IIGG-UBA y la Universidad de Cardiff, el 7 de abril de 2022.
18 Ver Perera, V. y Laino Sanchís, F. “Memoria Abierta de Malvinas: archivo, ex combatientes y derechos humanos” en: Revista Sudamérica No 14, Julio 2021, pp. 366-397.
19 Perera, V. “De Mujeres y de Pícaros: Memorias de la guerra de Malvinas” en: Revista Caracol, Revista del Programa de Posgraduación en Lengua Española y Literaturas Española e Hispanoamericana. Universidad de São Paulo, No 12, julio-diciembre 2016, p.88.
20 Ver Perera, V. Ibid. p.80.
21 Ver Salerno. “Memorias sobre mujeres en la Guerra de Malvinas: hacia un estado del discurso social (2014-2019)”. Refracción. (5), 2022, pp. 19-47.
22 Ver Perera, V. Las Aspirantes de Gretel Suárez (2018): Memorias subterráneas de Malvinas y una fuerza insumisa” en: Historia Regional. Sección Historia, Villa Constitución, Año XXXVI, Nro. 48, enero-abril 2023, pp. 1-14.
23 Ver Salerno. Op.cit., p.39.
24 Entrevista personal, 2 de septiembre de 2021.
25 Además de alusiones, en el documental de Suárez, ver por ejemplo, Parrilla, J. “La historia jamás contada de las enfermeras abusadas durante la Guerra de Malvinas”, 28 de mayo 2015, Infobae. [Consulta en línea: https://www. infobae.com/2015/05/28/1731513-la-historia-jamas-contada-las-enfermeras-abusadas-la-guerra-malvinas/]
26 Entrevista personal, 5 de agosto, 2021.
27 Ver Rama, C. “Sobrevivir. Experiencias de “sobrevivientes” de la represión clandestina de la última dictadura en la Sub-Zona 51 (1975-1987) (Tesis de Doctorado) Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, Argentina, 2020.
28 Ehrmentraut. Op.cit.
29 Macón, C. “Giro afectivo y reparación testimonial: El caso de la violencia sexual en los juicios por crímenes de lesa humanidad” en: Mora, (21), p. 71.
30 Ver Kon, D. Los chicos de la guerra. Buenos Aires, Galerna, 1983.
31 Ver Perera,V. y Laino Sanchís, F. Op.cit.
32 Ver Lorenz, F. Unas Islas demasiado famosas. Malvinas, Historia, Política. Buenos Aires, Capital Intelectual, 2013, pp.196208.
33 Ver, por ejemplo, Federico, L. “Presentación del dossier ‘Memorias y experiencias de la guerra y la posguerra de Malvinas. Miradas locales y regionales para una causa nacional a cuarenta años del conflicto armado’” en: Prácticas de Oficio, v 1. N 28, enero-junio, 2022.
34 Ver Chao. ¿Qué hacer con los héroes? Los veteranos de Malvinas como problema de Estado. CABA: sb Editorial, 2021, p. 59.
35 Dieguez, I. y Longoni, A. Op.cit., p.15.
36 Gago,V. La potencia feminista… Op. cit., p. 22.
37 López, M.P. Apuntes para las militancias. Feminismos: promesas y combates. La Plata, EME, 2019, p. 35.
*Verónica Perera Doctora en Sociología por la New School for Social Research, Nueva York. Desde 2013 es Profesora titular e investigadora en la Universidad Nacional de Avellaneda. Coordina el Grupo de Estudios sobre Memorias, Política y Cultura de la Argentina Reciente en UNDAV. Es docente de seminarios en distintos posgrados. Es integrante del Grupo de Estudio sobre Arte, Cultura y Política coordinado por Ana Longoni y Cora Gamarnik en el Instituto de Investigaciones Gino Germani de la UBA. Sus artículos académicos y publicaciones aparecen en revistas especializadas en Argentina, Brasil, Estados Unidos, España, Inglaterra, México y Turquía.