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CASOS DE LA VIDA REAL

Casos de la vida real: MI FLAC@ NO ES DE LA UP

Escribe: Kevin Gershy-Damet

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Dicen por ahí que tener un flac@ de la UP es lo peor que puede pasarle a uno. La razón principal para esto es que, en un mundo tan chico como nuestro centro universitario, las paredes suelen cobrar vida para difundir indiscretamente las traiciones y problemas amorosos a los que una “inocente” pareja “upesina” suele estar circunscrita. Para ellos debe resultar frustrante, incluso, que los rumores lleguen a ser parte del día a día, y que su vida privada tarde segundos en volverse pública. No obstante, en esta oportunidad quisiera dar a conocer públicamente los rasgos de una situación que muchas veces puede resultar aún peor: estar con alguien que no sea de la UP. Antes que nada, hay que admitir que una experiencia como esta puede tener aspectos “positivos”, aunque estos se centren únicamente en no tener que lidiar con el estrés de cruzarse todo el tiempo con nuestr@ estimad@ “susodich@”; más aún cuando andamos rondando por los múltiples pabellones de la UP haciendo de la nuestra. En efecto, según lo que me cuentan, este es un punto a favor del tan necesitado “espacio para uno mismo”. Lamentablemente, he de decir que la lista de cosas buenas de una relación de este tipo acaba ahí, y me baso en las historias que unos buenos amigos me contaron sin parar hasta que me viera resignado: Primero, está la historia de mi estimado Lucho Cosecante. Pero antes hay que aclarar

que su caso es particular, pues la única razón por la que sus flacas no han sido de la UP es por diferencia de edad. ¿Adivinan por qué? Sí: el buen Lucho no ha dejado de salir con gente de 5to de media (o menos) desde que llevamos nive de mate. Ya han pasado varios años y aún recuerdo cuando, en aquel tono de parciales en que brindábamos con mis patas por el éxito de haber sacado 10.5 en nuestra PC2 de mate 4, recibimos una llamada suya diciendo que nos cancelaba porque tenía que ir al quino de la mejor amiga de su flaca. No te pases, Luchín. Encima de pisado, rompe-cunas. Luego te quejabas de que no la comprendías porque era medio inmadura, y parabas preocupado de que hiciera

travesuras en el colegio. En fin, ahora debo contar una historia que estimo resultará ser más representativa para la mayoría de personas en una situación como esta. Se trata de lo que ocurrió con mi buen amigo Ricky Varianza. Según lo que me contó, ha ido intentando ligar con gente de otras universidades desde tiempos inmemorables. De hecho, una de sus primeras relaciones amorosas resultó ser con una chica que estudiaba la carrera de música en la Universidad San Miguel; y posteriormente, tan solo unos meses después, terminó saliendo con la más capa de “ciencia de las comunicaciones” de la Universidad Jockey Prado. En ambos casos, la experiencia de nuestro estimado resultó ser lo opuesto a lo reconfortante, y quisiera dedicar las siguientes líneas a explicar el porqué. Al parecer, mi buen amigo se percató de que las quejas de ambas chicas eran casi las mismas: que él nunca tenía tiempo, que ellas ponían todo el tiempo posible a la relación a cambio de nada, que solo podían verse los fines de semana por culpa de él, y bla bla bla. Incluso se lanzaron a decirle que las notas que él obtenía en la UP eran demasiado bajas comparadas con las que ellas obtenían. Evidentemente, esos son algunos de los momentos de la vida en donde uno debe respirar profundo para tratar de no hacerle daño a su hígado a causa de la indignación. Al parecer, el sufrimiento de un alumno UP solo es comprendido por alguien que sea de la UP, y es que el esfuerzo que solemos realizar por aprobar nuestras materias puede hacernos ver como unos pequeños “chancones sin vida”. Pero tranquilo, Ricky. Tu situación es más común de lo que crees. Para mi querida amiga Eduarda Convexidad, en cambio, las cosas no resultaron ser tan desastrosas desde el inicio. Ella acaba de

terminar con su flaco luego de 4 años de relación, y fue su “fiel” compañera desde que estaban en el colegio. Según me cuenta, no resistía el hecho de ver a todas sus amigas “felices” con sus relaciones amorosas dentro de la universidad (aunque estas duraran una o dos semanas), mientras que ella solo podía ver a su estimado cada que se desocupaba de sus quehaceres UP (es decir, cada fin de finales). Ya sabíamos que las relaciones eran complicadas, pero yo en particular he comenzado a resignarme con la idea de una. Es como si, sistemáticamente, estuviéramos destinados a vivir en la “soltería” mientras sigamos siendo alumnos. Aun así, pronostico que pronto, en uno o dos quinquenios, cuando por fin nos hayamos realizado como profesionales, podremos encontrar a nuestro verdadero “crush” sin que se quejen de nuestro estilo de vida “upeano”.

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