Arquitectura 4 - 1914

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ARQUITECTURA •

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LA PROFESION DE ARQUITECTO

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no de los fines primordiales que persigue la Sociedad de Arquitectos es dar a conocer al público la índole verdadera de su profesión, colocando a ésta en el rango que lógicamente debe ocupar y haciendo apreciar en lo que realmente ha de estimarse el valor del diploma de Arquitecto, concedido por nuestra Universidad como el digno coronamiento de largos y comple jos estudios proseguidos durante nueve años de intensa labor. Con la profesión de Arquitecto, ocurre en nuestro medio un fenómeno e n extremo curioso. Mientras de todas las demás carreras liberales, el público tiene una idea clara y precisa, conociendo perfectamente cuales son las atribuciones d e cada profesio_ naJ, ignora o confunde en forma lamentable las verdader as funciones del Arquitecto. Tarea h arto difícil seria el indagar las causas de este extraño estado d e cosas. Contentémonos por a hora con señalar su existencia y, a fin de contrihuir a poner término a t a n anómala situación, expongamos algunas reflexiones sobre un tema de tan trascendental importancia. Entre nosotros, suele ser considerado el ArquL tecto como un profesiona l de segunda categoría. algo asi como un ingeniero detenido a la mitad de sus estudios por falta de aptitudes o por carencia de voluntad para llegar haeta el fin de su carrera. Nada más lejos de nuestro animo que de conocer el alto valor del muy honroso titulo d e Ingeniero, expedido por una Facultad que es también la nuestra. La noble profesión de ingeniero merece toda nuestra estima y todas nuestras simpatías, no sólo por la amistad naturalmente concertada en las aulas del mismo centro de ense~anza, sino porque nos complacemos en reconocer en sus dignísimos representantes activos factores del progreso nacional, a c uya competencia y a cuyos esfuerzos laboriosos se deben las vías de comunicación que cruzan el territorio de la República, las mejoras edilicias que benefician incesantemente las condiciones de nuestros pueblos y ciudades, y la explotación racional de las riquezas naturales de nuestro suelo. Creemos, empero, estar en nuestro perfecto derecho, - mas aún, en nuestro deber estricto, - c uando exigimos, - Rin el menor agravio ni ofensa para nadie, - que se r econozca a l Arquitecto el lugar que realmente le corresponde; que se s epa que sus estudios difieren completamente de los de cua lquier otra carrera; que su preparación y sus funciones son esencialmente distintas de las demás pt:'ofesiones; q ue su titulo no es provisorio ni inferior a ninguno, sino definitivo y tan honrosamente conquistado, como los otros diplomas universitarios; que el hecho, eo fin, de que sus estudios duren un año menos que los de ingeniería (que son, como acaba de decirse de diferente naturaleza que los suyos) no

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puede significar en manera alguna inferioridad a dependencia de .n inguna clase, como no es el Médico superior al Abogado porque sus estudios tengan un año más de duración . . Si importa tanto dejar bien establecida la Independencia absoluta y total de la profesi?~ de ~rqu~­ tecto respecto de c ualquier otra p~ofeswn universitaria, con tanta mayor razón ha de señalarse el error crasisimo que se comete a l confundirla, como suele h acerse con lamentable frec uencia, con las ocupaciones de ciertas pe~sonas que, sin tener los conocimientos necesarios y sin haber-h ech o estudios de ninguna clase,- usurpan, sin e3crúpulo al guno, un titulo que jamás han poseído. . . Causa verdadero estupor obssrvar como Infinidad de p ersonas, más o menos incompetentes, se arrogan impunemente un diploma co_?cedido a ~os arquitectos sólo después de largos anos de só_hda ·preparación intelectual; ~ c.a usa ma~or extr~neza aón comprobar como el pubbco no acierta a distingui; la moneda falsa de la verdadera, sancionando con su complacencia un abuso delictuoso expresamente penado por las leyes. < 1 >. Al amparo de esta ilegititpa usurpación,- más o menos d isimulada en la forma, según la mayor o menor audacia de cada uno,- es que se cometen en ·Montevideo tantas aberracioned del buen gusto, tantos errores constructivos, tantos disparates arqui. .tectónicos, que afrentan a nuestra capita l. haciéndola aparecer a los ojos de propios y extraños, en un ,Pl~no de inferioridad estética y de falta de cultura artisttca. Al lado de estas personas, a qpienes acabamos de referirnos, hay otras que son poseedoras de un permiso municipal expedido hace ya la,rgo. tiempo, cuando aun no existia la profesión de arquttecto en el plan de estudios universitarios, y que los a uto· rizaba para ejercer el oficio de constructores. . Conviene evitar aqui también toda confustón. «Siendo el fin de nuestra profesión construir, - escribe Mr. Louvet, uno de los autores del Gr and Pa· lals, - es evidente que el arquitecto debe ser un práctico instruido y ejer citado; pero ésta es una cualidad negativa como para un oficial de caballería saber montar a caballo. Es una cualidad esen_c ial, que forma parte de la definición misma de arquitecto pero que no es suficiente. Pero es p1-'eci60 evitar el creer que para ser buen constructor la experiencia sola basta; es un error de muchas personas que no se dan cuenta de que el arquitecto no ·puede adquirir útilmente los conocimientos prácticos di n o h a hecho antes estu ..aos teóricos completos,. si no h~ aprendido lo que llamaré la Práctica - t éorica ». ( 1 Cód igo P ennl.- A1 t . 184. - El que se arrogare título académico o ejerciere sin legítima autorización, profesiones para cuyo desemp eño las leyes requ ieren una habilitación especial, ser á castigado con mnlta de cien a doscientos pesos.


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