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2020: El año en que debimos abandonar las aulas

ALGUNAS REFLEXIONES EN PROCESO SOBRE EL PROYECTO ARQUITECTÓNICO Y SU ENSEÑANZA

Texto: Marcelo Danza

Foto: Rehent Rest

Advertencia

No busque el lector en este texto la palabra institucional de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República sobre el singular momento que estamos atravesando en las lógicas de enseñanza de la arquitectura. La escasa perspectiva histórica y lo complejo de la contingencia que enfrentamos no permitirían una reflexión certera.

Estas líneas deben ser encuadradas simplemente como una interpretación posible del particular momento histórico y la coyuntura de emergencia que estamos viviendo. Sustenta el planteo la actividad profesional en arquitecturas complejas -especialmente hospitalaria- y la docencia en proyecto desde la dirección de un taller de arquitectura y urbanismo. Por eso advierto que más allá de mi actual condición de decano de la Facultad referida e integrante de su Departamento de Enseñanza de Anteproyecto y Proyecto de Arquitectura (DEAPA), lo que expresaré a continuación en nada compromete a estos espacios académicos ni pretende ser una visión “oficial”.

Las siguientes reflexiones sobre los desafíos del proyecto de arquitectura contemporáneo, que con gusto comparto con los colegas de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, apuntan más bien a abrir una posible línea de debate y reformulación del proyecto arquitectónico, un reporte desde el “frente de lucha” de la producción de arquitectura y su enseñanza en este singular inicio de siglo.

“AQUELLO QUE LLAMAMOS COTIDIANEIDAD NO ES EVIDENCIA, SINO OPACIDAD: UNA FORMA DE CEGUERA, UN TIPO DE ANESTESIA.”1

Normalidad: una forma de anestesia

Hace algunos meses asistí a un evento celebratorio de un importante estudio de arquitectura del país que, hace ya más de dos décadas, asumió el desafío de tomar al mundo como su campo de trabajo y a la producción de proyecto contemporáneo en los más exigentes espacios de competitividad global como su arena natural. La reflexión con la que el titular de la firma cerró su mensaje en el clima festivo de esa noche quedó resonando en mi cabeza:

“Hemos trabajado intensamente y hasta ahora hemos sido exitosos, sin embargo, tengo la certeza de que si continuamos haciendo las cosas de la misma manera en el futuro ya no lo seremos”.

Unos días después tuve la oportunidad de preguntarle sobre el por qué de esa frase. Me aclaró antes que nada que ese era un mensaje para su equipo. Aprendió que el éxito es un peligroso espejismo que debe ser contrarrestado. La tentación de continuar con el sistema de trabajo que dio buenos resultados en un cierto momento histórico es la clave del futuro fracaso ante el cambio de escenario que inevitablemente sucederá. Afirmó que toda fórmula, por exitosa que sea en el presente, está fatalmente destinada a fracasar en un futuro, ante una realidad en vertiginoso e inevitable proceso de cambio.

Nuestra facultad cumplió cien años en 2015. Ese siglo de vida la coloca entre las más antiguas del escenario disciplinar latinoamericano. Fue pionera y referente para otras facultades. Tuvo a inicios del siglo XX un importante rol en la generación del pensamiento disciplinar y, conjuntamente con la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, colaboró en el

Foto Nathan Dumlao

Patio de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de Udelar

tendido de puentes de relacionamiento con otras universidades y organizaciones profesionales americanas.

Nació y creció con el siglo XX, en resonancia con la profunda revolución que significó la modernidad para la arquitectura y el diseño, por lo que se acomodó con total naturalidad a sus radicales planteos. Esto también la hizo quedar indisolublemente ligada a su construcción epistémica. Especialmente en lo que refiere al proyecto arquitectónico, tanto sus instrumentos de lectura y representación del mundo construido como sus herramientas de interacción responden a la modernidad. Un alto nivel de factura y representación tectónica la identifica hasta el día de hoy entre las facultades de arquitectura de la región y del mundo. Aquellos profesores –formados en esta cosmovisión- enseñaron a estudiantes que al tiempo se transformaron en profesores de otros estudiantes que a posteriori enseñaban reafirmando y perpetuando el sistema. Este proceso fue y es –sin lugar a dudas- exitoso: una muy buena y hegemónica estructura universitaria formando desde hace más de cien años a profesionales reconocidos internacionalmente por su amplias y flexibles capacidades.

La fórmula ha sido exitosa y podría continuar siéndolo algunos años más y eso quizás sea un problema. Mientras disfrutamos de un lugar de destaque y prestigio por el nivel de proyecto de nuestros estudiantes y de sólida institucionalidad, nos vamos distanciando lentamente de las profundas transformaciones desencadenadas en las últimas décadas por las principales facultades de arquitectura, diseño y urbanismo del mundo. A este escenario de cambio se suma el proceso de consolidación de la carrera docente que inequívocamente ya emprendió la Universidad de la República. Basta como confirmación de esto el nuevo Estatuto del Personal Docente recientemente aprobado por su Consejo Directivo Central y su proceso de implementación que comenzará en enero de 2021.

Los procesos de transformación de las instituciones suelen ser lentos y trabajosos ya que implican, entre otras cosas, reformular prácticas establecidas y aceptadas por el colectivo. En Uruguay, país pequeño y de tejido social avejentado, la dificultad se exacerba. El problema se intensifica en las estructuras universitarias en las que no son pocas las ocasiones en que los espacios de conocimiento se superponen con los de poder, lo que acrecienta la inercia al cambio y resistencia a la incertidumbre de lo que vendrá.

El singular momento en que irrumpió la pandemia mundial del COVID-19 hizo evidente las fortalezas y debilidades del sistema universitario en general, y de la FADU y de la enseñanza de proyectos en particular. Se abrirán encrucijadas históricas en las que deberemos, con el esfuerzo de todos, ajustar el rumbo para continuar en el camino de excelencia que ha caracterizado a la enseñanza universitaria en Uruguay.

Un viernes 13 y 6 “toques de alfiler”2

En la noche del viernes 13 de marzo de 2020, con la aparición de los primeros 4 casos de COVID-19 registrados en el país, el Poder Ejecutivo decreta la Emergencia Sanitaria Nacional y como primera medida se convoca a la población a no salir de sus hogares por las siguientes dos semanas. Dos horas antes de esto el Rector de la Universidad de la República Rodrigo Arim, adelantándose a la inminente situación, suspendía también por dos semanas las actividades presenciales en esta institución y convocaba a los docentes y estudiantes a continuar con las actividades académicas y de enseñanza en plataformas digitales. Aquel viernes 13 de marzo, además de ser un punto de inflexión en la vida de todos nosotros, podría marcar un antes y un después en la enseñanza del proyecto de arquitectura. Por primera vez se practicaría sin contacto físico entre el docente y el estudiante. La transmisión del “oficio” sujeta a los protocolos de trabajo cercano y colaborativo “maestro-aprendiz”, tan esencial al proyecto de arquitectura, parecía poder cuestionarse.

El maestro distante

En el libro El maestro Ignorante 5 lecciones para la emancipación intelectual, Jacques Rancière se apoya en la singular experiencia del profesor francés Joseph Jacotot que -exiliado en Holanda- logra enseñar su idioma a alumnos holandeses sin tener con ellos una lengua en común en la que fundar la primera comunicación. De un modo pragmático busca simplemente dotarlos de las herramientas necesarias para que ellos solos, con autonomía del maestro, logren adquirir el conocimiento. Funda ese proceso en la capacidad innata de la especie humana de aprender de la experiencia autónoma y directa. El profesor –según esta teoría- debe ser un facilitador de inforEL SINGULAR MOMENTO EN QUE IRRUMPIÓ LA PANDEMIA MUNDIAL DEL COVID-19 HIZO EVIDENTE LAS FORTALEZAS Y DEBILIDADES DEL SISTEMA UNIVERSITARIO EN GENERAL (...)

mación, un estimulador de la experiencia y un orientador metodológico en el proceso de investigación y aprendizaje del estudiante, nunca un “represor”, un “corrector” de su trabajo.

La necesidad de enseñanza a distancia obligó a avanzar en procesos pedagógicos de menor dependencia docente–estudiante e incluso estudiante-estudiante. Este proceso de distanciamiento en la transmisión del oficio de proyecto no es tan nuevo como parece. Los talleres de arquitectura han ido mutando en las últimas cuatro décadas hacia una cada vez menor exposición del estudiante con el docente. Hoy son grandes estructuras de centenares de estudiantes y decenas de docentes. Sin duda el proceso ya estaba desencadenado desde tiempo atrás.

En el sentido inverso, el espacio físico del que disponen los talleres en la FADU se ha reducido a menos de la tercera parte de lo que tenían cuando sus estudiantes –y su equipo docente- eran la décima parte. El paso que hemos debido dar forzosamente, de llevar adelante prácticas docentes de proyecto a través de plataformas digitales, probablemente con el tiempo se transforme en otro escalón en un proceso ininterrumpido de modos de aprendizaje menos formales y presenciales. Se hace cada vez más oportuno repensar el encuadre epistémico del proyecto de arquitectura y sus lógicas de enseñanza. La actual situación es también una alerta más sobre esta oportunidad.

EL PASO QUE HEMOS DEBIDO DAR FORZOSAMENTE, DE LLEVAR ADELANTE PRÁCTICAS DOCENTES DE PROYECTO A TRAVÉS DE PLATAFORMAS DIGITALES, PROBABLEMENTE CON EL TIEMPO SE TRANSFORME EN OTRO ESCALÓN EN UN PROCESO ININTERRUMPIDO DE MODOS DE APRENDIZAJE MENOS FORMALES Y PRESENCIALES.

Los alumnos con tecnología móvil

El doctor arquitecto y profesor de proyectos José María Torres Nadal desarrolló en sus últimos treinta años en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alicante una experiencia referencial para el contexto académico internacional sobre la práctica de enseñanza del proyecto arquitectónico. Previo a su retiro de dicha escuela publicó Arquitectura Independiente3, un sugerente libro que sintetiza y reflexiona sobre la experiencia en enseñanza de arquitectura. Dentro de los capítulos que recogen diversas facetas de la práctica y la enseñanza del proyecto contemporáneo resulta especialmente sugerente su conceptualización de los nuevos estudiantes de arquitectura. Torres Nadal pasó de la teoría del “Alumno Actor” que acuñara a inicios de este siglo al de “Alumno con Tecnología Móvil”. Con este nombre define al joven contemporáneo que comienza a transitar por la vida universitaria y el entrenamiento en proyecto arquitectónico, incorporando diversos dispositivos digitales y el manejo de unas herramientas tecnológicas que alteran su vínculo con la información y su lógica cognitiva del mundo.

“El teléfono móvil es el dispositivo que moviliza la violencia necesaria para pasar del alumno que piensa ‘qué puedo hacer para atender a mi profesor ’ al alumno que piensa ‘qué puedo hacer para que mi profesor siga construyéndose, y yo con él ’”5

La situación generada por la pandemia de COVID-19 y el trabajo a distancia no han hecho más que exacerbar y hacer evidente la existencia y el potencial del ATM (Alumno con Tecnología Móvil) definido por Torres Nadal. Hubiera sido imposible dar continuidad a las aulas universitarias y muy especialmente a la enseñanza de proyecto de no haberse conformado pragmáticamente la nueva condición del ATM. Toda la lógica de enseñanza debe transformarse para lograr desarrollar en todo su potencial la capacidad que la revolución digital genera. Se abren nuevos e impostergables desafíos.

“Solo queda movilizar políticamente el diálogo entre los ATM y el contexto, vía tecnología móvil, para que ese diálogo se active arquitectónicamente”6

El proyecto de arquitectura en el antropoceno (o su necesaria crisis epistémica).

“El grupo de investigación considera por el momento al Antropoceno como una posible época geológica, es decir, situada al mismo nivel jerárquico que el Pleistoceno y el Holoceno, lo que implica que está situada en el Período Cuaternario, pero que el Holoceno ha terminado”7

La nueva era del Antropoceno, cada vez más aceptada científicamente como una realidad, nos enfrenta como especie a nuestra irrenunciable responsabilidad sobre la fragilidad del planeta que habitamos. El Holoceno habría durado un tiempo alarmantemente corto y la nueva era del Antropoceno estaría emergiendo a causa del brutal impacto de la acción de la especie en la Tierra. Cada vez se hace más difícil obviar su delicado equilibrio. Hemos generado en algunas pocas décadas cambios comparables con los que a la naturaleza le llevó miles de años. Esta realidad debe incomodarnos muy especialmente a arquitectos y urbanistas en tanto somos responsables directos de buena parte de las alteraciones del medio ambiente y del uso energético. Se hace imprescindible y urgente construir para el proyecto arquitectónico un marco conceptual más sensible a esta realidad, que se abra radicalmente a otros campos del conocimiento aceptando la complejidad de un mundo multiescalar y multiespe-

cie y que actúe regenerativamente sobre los recursos naturales construyendo una nueva ética y estética de la transformación ambiental. El marco epistémico moderno difundido y consolidado a través de la enseñanza es la principal referencia en la práctica del proyecto arquitectónico, este no parece estar preparado para atender la amplitud de dimensiones a contemplar hoy en la arquitectura. Es necesario construir una base cognitiva que nos permita actuar consistentemente con los problemas a los que nos enfrentamos. Otro paradigma deberá aflorar –o acaso ya lo está haciendo- en los próximos años. En este contexto quizás deberíamos tomar al episodio de la pandemia del 2020 como un momento cuya intensidad nos evidenció el actual estado de las cosas y su necesaria transformación. En el Antropoceno las señales de fragilidad de las estructuras humanas nos llegan desde la “otredad”, desde las escalas no evidentes, las no humanas como la de lo infinitamente pequeño (virus) o lo cósmico (clima, movimientos tectónicos, etc.).

La equidistancia virtual

Uruguay alberga en términos relativos una reducida población. Dentro de esta, los colectivos vinculados a la arquitectura y el urbanismo son apenas un pequeño grupo. Más aún si nos enfocamos en aquellos dedicados a la docencia, la investigación y la vida académica. En esta

Composición de

imágenes mostrando el aspecto nocturno simultáneo en toda la Tierra.

Marc Imhoff/NASA GSFC, Christopher Elvidge/NOAA NGDC; Image: Craig Mayhew and Robert Simmon/ NASA GSFC

realidad objetiva, la apertura y el fortalecimiento de los vínculos de intercambio de los arquitectos y profesores del medio con los contextos regionales y globales es, además de una estrategia de enriquecimiento, un camino de supervivencia en el cada vez más competitivo escenario internacional. Para ser efectivo este proceso de internacionalización debe abarcar todos los órdenes y estratos de la vida profesional, académica y universitaria. Arquitectos, estudiantes y docentes deben nutrirse de sus pares en el mundo y a la vez enriquecerse con sus propias prácticas. Las experiencias comunicacionales y de intercambio en plataformas digitales desencadenadas a raíz del COVID-19 nos enfrentó forzosamente a nuevos instrumentos. Es justo reconocer que en cinco meses hemos avanzado más que en varios años en lo que refiere a la utilización de estas herramientas. Pero también debemos asumir que su utilización en todo su potencial obliga a un profundo replanteo de las lógicas pedagógicas y a una nueva construcción de los marcos de referencia disciplinares. No se trata de repetir los protocolos que hemos aplicado en las últimas décadas trasladándolas linealmente a las nuevas plataformas sino de replantearlas a la luz de ellas.

El distanciamiento físico nos puso a todos en equidistancia. Los puntos de conexión esparcidos en el planeta entero son hoy parte de una red virtual factible de ser activada según nuestra empatía, complicidad y acuerdo con profesionales, estudiantes y docentes de cualquier punto del planeta. En los próximos meses nos enfrentaremos a la posibilidad de desarrollar el potencial develado por el “toque de alfiler” del COVID-19 relativo a la posibilidad de ampliar el marco referencial de nuestro trabajo.

La distancia real

En el marco de lo anterior se hace evidente que es imprescindible democratizar el acceso a los instrumentos que los medios digitales ponen a disposición de los procesos de proyecto arquitectónico, de construcción, de gestión y pedagógicos. Por un lado, la formación en estas herramientas debe ser parte del bagaje de las carreras de grado desde las primeras instancias. Por otro lado, es imprescindible velar por el acceso universal a la tecnología y la conectividad. Cada vez se hace más difícil desde el punto de vista económico acceder al equipamiento de última generación. El consumismo y el avance tecnológico acelera los tiempos de renovación de instrumentos y programas de trabajo digital, lo que amplia exponencialmente la brecha del acceso a la capacitación y al trabajo. El mundo laboral y del conocimiento hace tan imprescindible el acceso a los medios tecnológicos como a los otros derechos básicos del ser humano, tales como la vivienda, la salud y la educación. De no contemplar esta realidad estaríamos alimentando una injusta e irremediable fractura social.

El éxodo a la vivienda

La experiencia de la pandemia y la necesidad de aislamiento físico confirieron a la vivienda una dimensión nueva. Es en el espacio privado en dónde debimos recluirnos para protegernos del virus. La vivienda y su conectividad a internet se transformaron en infraestructuras básicas para la vida laboral, académica, política, económica y social.

Esta dejó de ser una dimensión aislada para transformarse en una proveedora de salud y otras necesidades básicas.

En ese sentido es también oportuno reconocer las ventajas comparativas que generó la baja densidad del tejido urbano en las ciudades uruguayas. Aun en la compacidad y en la ausencia de proyecto, característica de los barrios informales, la vivienda se agrupa en densidades muy inferiores a las de las ciudades que más sufren el descontrol del contagio. La vivienda contemporánea, en tanto nueva insularidad de protección y relación que sintetiza en un espacio reducido todas las funciones que la Carta de Atenas consagraba para la ciudad moderna en su conjunto, debe ser nuevamente problematizada. Sus lógicas infraestructurales se complejizan y de ellas dependen su conexión al mundo físico y virtual.

La vivienda ya no debe ser conceptualizada como el mínimo espacio privado habitable al cual refiere la lógica proyectual de la modernidad sino como una nueva entidad espacial compleja, equipada tanto para la micro producción como para la salud y el confort físico, intelectual y afectivo.

NOTAS

1 PEREC, G. (1974) Especies de espacios. París: Éditions Galilée.

2 Parafraseando a Eduardo Darnauchans en “Un transeúnte”. En esta canción usa la expresión “toque de alfiler” como aquella incomodidad que nos devuelve a la realidad.

3 TORRES NADAL, J.M. (2019) Arquitectura Independiente. España, Alicante: Colección Denise Scott Brown.

4 Desde el inicio de su trabajo en la Escuela de Arquitectura de Alicante Torres Nadal confirió a los estudiantes el protagonismo en los procesos de aprendizaje. En su primera etapa desarrolló varias prácticas enmarcadas en conferir al estudiante el rol de gestor de su propia educación y no solo ser un receptor pasivo de información y protocolos. Llamó a este estudiante empoderado “Alumno Actor”.

5 TORRES NADAL, J.M., Op. Cit., p. 99

6 TORRES NADAL, J.M., Op. Cit., p. 102

7 Informe redactado en el curso del congreso de la unión Internacional para la Investigación sobre el Cuaternario, en Berna, Suiza, del 21 al 27 de junio de 2011. Citado por: LATOUR, B. (2017) Cara a cara con el planeta, una nueva mirada del cambio climático alejada de las visiones apocalípticas. Buenos Aires, Argentina: Grupo Editorial Siglo XXI.

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