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Los Prisidiarios y la Acordada.—El Mi- nistro ejecutor

do esto saca de su papelera un pliego chico, | color de rosa, y escribe lo qui5 sigue: AI Sr. 1). Marcan Catalán en su día.

Con prósperas alegrías Y en unión de mi comadre, Te felicita eu tus días, Tu cariñoso compadre José Santos Villerías.

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Quintilla que sabían acomodar los Evangelistas á cualquier nombre. «

Ido el ranchero, muy ufano con su quintilla, van apareciendo nuevos clientes, como son: El y alai i. enamorado, que declara su pasión á la que supo inspirársela, desde el primer momento en que turo la dicha de que sus ojos en ella se Jijasen y su corazón quedó mortalmenle herido, reproducción en romance, de la representación alegórica del timbre del papel, que consiste en dos pichones que se acarician con los picos, ó bien dos corazones atravesados de parte á parte, por enorme flecha.

La celosa, que da quejas al amante infiel, quejas para las que, no bastando la. prosa, exprésase igualmante en verso, de esta manera: ¿Qué te ha hecho mi corazón Para que así lo maltrates? Si lo has de herir poco á poco, Mejor será que lo mates. ó bien:

Ni contigo ni sin tí Mis males tienen remedio; Contigo, por que me matas Y sin tí, por que me muero.

FA solicitante de algún empleo ó emolumentos, que imptitra una gracia eclesiástica, civil ó militar, por medio de un memorial que, el Evangelista extiendo en el papel sellado del bienio correspondiente, empezando en la fórmula admitida,, no faltando evangelistas que dieran principio á su escrito con la siguiente: "El susodicho .Juan N. Troncoso, hijo de su madre Nemesia Alcántara y de Miguel Troncoso que murió en la guerra contra los americanos, como más halla lugar, y con el más profundo respecto, eomparesco y dijo." ote, etc.

Este era el Evangelista del tiempo de Su Alteza Serenísima, y en todos tiempos ha sido el mismo, y para comprobarlo, querido lector, voy á citarte un caso del tiempo del Imperio de Maximiliano.

Instalado se hallaba uno de tantos escribirnt.es, ante su papelera, con la pluma que acababa de tajar, en ristre, esperando la llegada de algún cliente, el cual no tardó en presentarse. Era éste un hombre ya entrado en años, y á juzgar por sus trazas debía de hallarse en extrema pobreza. y,Qué se le ofrece á usted, señor? le preguntó el escribiente. — Quiero, contestó el interpelado, que me rédate una carta pa el rey. —Pero si aquí no hay Rey siuo iïmoerador de la República, se apresuro ¡i de oir ei Evangelista. —Bueno, hombre, Rey ó Emperador, lo mismo da. Escríbale usté, pero niegúele pa que me dé una car ida. - Siéntese usted, hombre, y ya verá todo lo que le pongo. Y diciendo esto, el evangelista levantó la inclinada tapa de la papelera, tomó un pliego de papel azulado, el cual, en su esquina superior izquierda tenía un pequeño timbre realzado que. decía BATH, púsole sobre la susodicha tapa del escritorio, metió la ploma en la estrecha boca de un tintero de vidrio en forma de tortuga, y se puso á escribir, en tanto que el cliente esperaba sentado en la silla de asiento de tule, destinada á los parroquianos.— Cuando hubo terminado la Carta, que original conservo, leyóla en alta voz. "Sacarjial MM. dicimule mis Cortas Palabras, por quien es, esta solo se reduce á suplicarle por vida de la niña emperatris de que se duela de un pobre anciano ya me faltan las fuerzas para poder buscar el sustento de mi familia aoraque Dios nos ha traido nuestro padre de la república que se duela de los pobres; quiero si Dios le mueve el corazón me socorra con lo <pie le digte el corazón para poderme regresar á mi tierra pidiendocelo por la emperatris la niña Carlotita (pie es cosa, que estimo que sacarreal MM. estima que crere en su bondadoso corazón (il no quedar desconsolado, si Dios le mueve el corazón es cuanto le suplica el inútil S.

Q. S. M. B." I —Eso es hablar en plata, hombre, dijo el | cliente, tome el rial y diga dónde firmo.

CUADROS DE COSTUMBRES. 229

- Aquí, contestó el evangelista, señalando el lugar al calce de las cuatro iniciales, y entregándole para el efecto la pluma mal tajada.

El cliente escribió como pudo su nombre y trazó una rúbrica muy historiada.

El evangelista dobló la carta y la entregó al interesado después de haber puesto en el soore la siguiente dirección: Al Señor Emperador. E. 8. M.

Prima hermana de esta carta es la siguiente que original también conservo : A S S. MM. Y. Y.

Postrado á sus Plantas manifiesto estar padeciendo el martirio Eléctrico con todo el pouer de su maquinación, del que he salvado la vida sin crímenes trabaje por el partido del horden y sumamente adicto y sumiso á los deseos d e S S. MM. YY. que Dios Guarde: cuya virtud y esperansa me movió á proclamar en

Justlahuaca esladode ( )ajaca el dia dos de Dbre á la cabeza de sus pueblos como otros Liber. tadores en la desastrosa crisis de Méjico.

Damos á Dios Ntro. Sor. á Su Sma Madre

Ntra Emperatris las gracias, y a SS. MM. la entera obediencia y heternagratitud como

Ntros Soberanos á quienes pido la paz y nos mande para participar de la venturosa Hera que felisito.

B. L. M. D. SS. MM. YY. S. N.

Basta ya de Evangelista y pasemos á otro asunto.

xvii

LA ACORDADA Y LOS PRESIDIARIOS.

-S-0--I-

i K X l S T ÍA por la séptima década del Siglo íp : pasado, en la buena ciudad de México, un edificio tétrico y sombrío, cuya propicia despertaba en la memoria recuerdos na||a gratos. Hallábase situado en la antigua cale del Calvario, que. hoy forma parte de la exe"8a avenida que lleva al nombre de Juárez, y tenía su fachada hacia el Norte de la manzana limitada, al Oriente, por la calle de la acordada, hoy de Balderas, y al Occidente, t*>r un terreno en que se formó la calle Ia de *iumboldt; pero antes de describirte, querido ector, ese edificio, conviene recordarte lo que Qlo origen á su construcción. _ Infestado el país por los salteadores de caminos y por el vandalismo que amagaba constantemeiife á las poblaciones, hubo de. ponerse en práctica., en tiempo del Virrey Duque de Linares, la determinación acordada por la Audiencia de México en 1710 para reprimir el mal por medios enérgicos y privativos; de clarándose una persecución activa á los malhechores. Más de2.(XK) individuos se distribuyeron con el tiempo por los campos y las poblaciones, formando cuerpos semeja.nt.es á los cuadrilleros de Toledo, sujetos nljiwz de caminos ó capdán de la Acordada, nombre éste derivado del calificativo que se J.;ó á la primera resolución de la Audiencia, y que también recibieron el Tribunal (pie; juzgaba á los reos y la Prisión.

Unos galerones en Ohapultepec fueron las

primeras caréelos del Tribunal hasta que se de la Acordada, echándose abajo, en conselevantó el edificio apropiado, el cual habien- cuencia, y con gran contento del pueblo, Ia do sido destrozado por el terremoto de 1718 horca del Ejido, sitio aborrecible por haber (Sedano) fué reconstruido en un solar inme- sido en él ejecutado, por medio del garrote el diato que medía <i(i va- ilustre insurgente Don ras de frente y 70 de Leonardo Bravo, el lo fondo, estrenándose el de Septiembre de 181214 de Febrero de 1781. Desde entonces el ediEn el extenso terreno ficio de la Acordada conocido con el nombre quedó destinado para de Ejido de Concha, del prisión ordinaria y con nombre de uno de los tal carácter subsistió más famosos persegui- hasta 18<>2, en que friedores de bandidos, se ron trasladados los prealzaba In horca sobre un sos á la nueva Cárcel de gran tablado forrado de Belen, y desde esa époplomo. De los nueve capitanes de Acordada que hubo el establecimiento del Tribunal (1710-1812) los más renombrados fueron D. Miguel Velázquez, D. José \ elázquoz de Lorea, hijo del anterior, D. Jacinto Martínez de la Concha, D. Francisco Antonio Aristimuño y D. Manuel Antonio de Santa María. En ese período fueron azotados 1.729 reos; remitidos á presidios. ll),-410; A ^ asaeteados 888; I J I T ¿ ¿í dados en liber :* CALLES DE LA ALAMEDA, CORPUS CHRISTI Y EL CALVARIO HOY AVENIDA JUAREZ. ca con el de cuartel municipal hasta su demolición reciente para ser sustituida por tres casas de estilo modernoEl Tribunal de la Acordada se estableció primero en Chapultepec, de allí fué trasladado al lugar en que se fundó el Colegio y Convento de San Fernando; luego pasó á un antiguo obraje, lugar ocupado más tarde por el Hospicio de Pobres y, por último, en 1757, se estableció en el lugar definitivo tad, 3 5 , 0 5 8; 1 l I l T M Ï D É r w - a l frente al Calvadestinados á o- rio. Arruinado tieios y obrajes, 2<>;>; desterrados de los pueblos, 777; recogidos y depositados,- 250; entregados á la. Inquisición <>8; muertos en la prisión, 1,280; pasados á hosp ¡ t u l e s, :¡4!). Causas juzgadas ;57,50(i. , ()2,SKX); causas pendientes, I 1 ACORDADA, PASEO DE BUCARELI CON LA FUENTE DE LA VICTORIA CAPILLA DEL CALVARIO. establecido el cuartel de I el nuevo edificio por el terremoto de 17<)8 fué reedificado volviendo á él los presos (año de 1781) que habían sido trasladados interinamente á otro local, en el q« e más tarde fué l Puente de los Gallos-

Por la Carta Constitucional de las Cortes El aspecto que el edificio presentaba extede Cádiz, do 1812, quedó abolida la institución riormente, construido de piedra roja basáltica, con las molduras, jambas, pilastras y cornisas

de recinto y cantería, era, como se ha manifestado, triste y severo. A uno y otro lado de s n portada, sobre la que había un escudo que en otros tiempos ostentaba sin duda las armas «e España y, en la época á que me refiero, las de México independiente, hallábanse simétricamente distribuidos en el piso superior, los "aleones que correspondían á varios departamentos, entre los que se contaba la habitación del Alcaide, y en el inferior, puertas y ventanas pertenecientes á los Juzgados, al cuartel de Policía y á la pieza en que se exponían los cadáveres.

Sobre la puerta principal esxitía grabada, e n piedra, esta octava:

Yace aquí la maldad aprisionada,

Mientras la humanidad es atendida.

Una por la justicia es castigada

Y otra por la piedad es socorrida.

Pasajero que ves esta morada,

Endereza los pasos de tu vida,

Pues la piedad que adentro hace favores

No impide á la justicia sus rigores.

Además de esta octava existían otras dos u »a en cada extremo de la fachada. La del lado del Hospicio era ésta:

T Aquí en duras prisiones yace el vicio, ^ íctima á los suplicios destinada,

Y aquí á pesar del fraude y artificio,

Resulta la verdad averiguada.

Pasajero! respeta este edificio

Y procura evitar sn triste entrada;

Pues cerrada una vez su dura puerta,

Sólo para el suplicio se halla abierta.

Y por último, la del lado del Paseo, así decía;

Aquesta excelsa fábrica suntuosa,

Defensa es de las vidas y caudales;

Y su muralla fuerte y espaciosa, -Al público le impide muchos males. ¡Oh, tú que miras su fachada hermosa,

Cuidado como pisas los umbrales !

Que aquí vive severa la justicia

Y aquí muere oprimida la malicia.

Según Don Ignacio Cumplido, el autor de ^stas octavas fué el padre filipense Licenciado Don José Rincón.

En el interior del edificio existían grandes patios de los cuales el principal se hallaba rodeado de corredores y tenía en su centro una fuente cuyo único adorno consistía en una estatua mutilada, y en los otros se veían altos paredones, en algunos de los cuales estaban practicadas puertas y ventanas para dar escasa luz y ventilación á las galeras en que dormían los presos y á la capilla, panadería, enfermería y otros departamentos necesarios al servicio de la prisión.

Con el edificio de la Acordada, uno de los más característicos de Jas construcciones del gobierno colonial y con la capilla del Calvario que se hallaba enfrente del ángulo Noroeste, daba fin la ciudad por esa parte, pues ya al Poniente sólo proseguía una ancha calzada que terminaba en una gran plazoleta, en cuyo centro, lugar ocupado hoy por la soberbia estatua de Carlos IV, se hallaba una fuente de piedra con su taza que vertía el agua por cuatro agujeros, en ella practicados. Llamábase dicha fuente de la Victoria, y la cual se representa en el anterior grabado. Ligábase la sobre dicha calzada con el Paseo de Bucareli, que se hallaba limitado al Oriente por terrenos eriazos en uno de los cuales, en el más extenso, rodeada de fosos y acequias, se veía la Ciudadela, y por el Poniente el famoso Ejido y otros llanos que iban á terminar en lejanas arboledas. El paseo de Bucareli, que se halla hoy substituido por una hermosa avenida, solo ofrecía, un triste aspecto y terminaba, por la parte del Sur, en la garita de Belén y en la calzada de la Piedad. Dicha garita dedicada para

GARITA DE BELEN.

la recaudación de las alcabalas instituidas desde los primeros años de gobierno Colonial, y hasta hoy desaparecidas en México, ofrecía la particularidad de poseer, al lado de la habita-

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ciÓTi dol Teniente! de Garita, (los arcadas que estaban separadas por el acueducto (pie empezaba en Chapnltepec y terminaba en el Salto del Agua,: la del Norte, á la derecha del acueducto, estaba formada por tres arcos, de mayor elevación el del centro; y la del Sur, á la izquierda, por dos de igual altura. Ambas fueron derribadas con el tin de substituirlas por otra uniforme, pero (pie murió al nacer, si se me permite la expresión, puesto (pie por mucho tiempo se m a n t u vo en pie la nueva, construcción con aspecto ruinoso, en la que se gastó inútilmente tiempo y dinero. Con el recuerdo de esas arcadas nos vienen también á la memoria d os hechos muy notables: Ja solemne entrada del Ejército trigaran te el 27 de Septiembre de. 1821, q ue e n t r a ña la consumación gloriosa de nuestra Independencia, y la 1847, avanzaban hacia la Capital por la calzada de Chapultepec, ganando terreno aunque con perdida de muchos hombres.

La calle del Calvario era la comprendida desde la e s q u i na de S an Diego y Avenida J u árez hasta la calle á la espalda del templo, conocida hoy con el nombre de H u m b o l d t, y eu vez de las bonitas casas que hoy se levantan «afrente de la a n t i g ua Acordada y del Hospicio, sólo existía un derruido paredón que sep a r a ba la huerta de los padres dieguinos, de u na acequia sucia, que daba á la mencionada Avenida. En la expresada calle Espalda de San Diego y pasada la capilla del Calvario (véase el siguiente grabado) que hacía esquina, existió el jardín de Tolsa, lugar preferido para los galanteos y citas amorosas y en cuyas mesas de bolos rodaban con profusión las onzas de

cion gloriosa un nuestra inuepciuieiieiii, y m ¡ IK UUU« iu,„»„,».. L-— « * - i „ heroica defensa que de ella hizo el General \ oro y, por último, las calles de Colón y de T e r r és con escasa fuerza y tres piezas de arti- \ Balderas, son de nueva existencia, abiertas enllería, tratando de contener el ímpetu de los tre los muros del vetusto convento de San americanos, q ue el día l!l de Septiembre de Diego. 1 Alameda. 2 Convento de San Diego. 'A San Hipólito. 4 Hospicio de pobres. 5 Acordada, (i Huerta de San Diego. 7 Capilla del Calvario. 8 Jardín de Tolsa. H Calle Paseo Nuevo. 10 Plaza de toros. 11 Kstatua ecuestre. 12 Ti'voli del Eliseo. Vi VA Kjido. 14 Paseo de Bucareli.

» 1 1

( M V - I ^ Í A

CALLKH NI"KVAS.

II. Acueducto dcS. Cosme. Tramo del Puente de Al varad I. Kl mismo acueducto: Tramo del Puente de la Maríscala, al

A. Calle Balderas por el Convento de S. Diego. H. Calle Humboldt. C. talle Iturbide. D. Calle ( Jolón por el Convento de S. Diego. ]•:. Calle Rosales, antes del Paseo Nuevo. V. Calle Bucareli. (i. Paseo de la Reforma. á Buena Vista destruido en 1871 ile Alvarado destruido en 1852.

He descrito este antiguo arrabal de la ciu- desdi» 1825 habían sido derribadas ocho capidad de México por relacionarse con la prisión lias que se levantaban, unas á continuación de de la Acordada, y si he sido prolijo dando otras en la extensa Avenida formada por las á conocer algunos pormenores de ésta, es por- calles de la Alameda, Corpus Cristi y Calvaque así lo requiere el ti]x>. ya perdido, que pre- : rio. Dichas capillas con sus puertas de entratendo bosquejar. da y de salida, al E s te y Oeste respectivamen-

Esta parte de la ciudad había variado no- \ te estaban destinadas al piadoso ejercicio del tablemente á mediados del Siglo X I X, pues I Viacrucis d u r a n te los viernes de C u a r e s ma

CUADROS DE COSTUMBRES. 233

practicándose las primeras estaciones en San francisco y la última en la Capilla conocida con el nombre del Calvario, situada en la esquina que hoy forman las calles de Patoni y Segunda de Humboldt, ( Espalda de San Diego, en la que se hallaba el Jardín de Tolsa).

En el siguiente plano dante á conocer esos detalles.

•-' c

J67) t Sur* r. a

**• Templos y Convento de San Francisco. "• Colegio de Niñas. ~- Callejón de Dolores, hoy parte de la 1" Calle de la Independencia. Comunicabaantiguamente con la Calle de Zuleta. "• Colegio de San Juan de Letr.ín. E - Convento de Santa Brígida. *"• Convento de Santa Isabel. (Toda la manzana ha sido derribada). 2, ¡!, 4, 5, (i, 7. S y 9 Serie de Capillas para el ejercí ció del Viacrucis. H. Templo, Convento y Huertade San Diego. I. Acueducto que terminaba en la Maríscala. J. Caja de agua. L. San Hipólito. M. San Juan de Dios. X. Santa Veracruz. O. Corpus Cristi. F. Plazuela de Duajomulco.

* *

Al pasar por enfrente de la Acordada, lee- | que no podían pagar la distinción; es decir, t°r mío, verías en el interior, á pocos pasos j que allí observabas en consorcio inconveniente la puerta, una gran reja formada de toscos ¡ te á la perversidad y el vicio con la simpliciy fuertes maderos, y si te detenías algún tiem- | dad y la inexperiencia, y expuestos los coraP° bajo el dintel podías oír la voz del baque,- j zones no dañados á perderse fácilmente en mek*'o, que llamaba ágri tosa alguno de los presos, i dio de aquella atmósfera infestada, pues si gritos que eran repetidos sucesivamente, tras ! había departamentos ó separan para apartar de la tosca reja, por otros individuos á dife- I del común de los presos á determinados indirentes distancias apostados. Picada ya tu cu- viduos, no era con el noble fin de evitar el riosidad no podíaj detener tus pasos y pene- contagio, sino con el de alojar en ellos á los "abas, mediante el permiso respectivo, en que pagaban el separo ó distinción. No poa quel foco de los vicios y de la depravación, j días, sin acongojarte, oír el ruido siniestro de Asombrábate el ver, en el extenso patio, una ! los grillos y de las ca:l'!:i:i; que los presos, manwu-medumbre sucia y haraposa, que se agita- ¡ cornados, arrastraban en el pavimento, y el "a y mostraba dócil á los mandatos de los pre- j murmullo (pie aquella muchedumbre produHt'tcntcs, que eran escogido''., entre los fasci- ¡ cía, mezclándose con los gritos de los presidentterosos, para conservar el arden con garrote | tes y empleados: ni versin repugnancia el ree n mano; y tu admiración subía de punto al : cibimiento qui! se hacía de los desgraciados de °03ervar allí confundidos álos verdaderos cri- ! una nuera remesa para consignarlos al cala^males con los que sólo habían delinquido en boza de semana, en el que ingresaban reagrafaltas leves, sin exceptuar á los reos políticos I vando la triste situación de los demás presos.

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EL LIBRO DE MIS RECUEBDOS.

Solamente los que habían cometido faltas le- I día á la comitiva, ni los dobles de algunos camves y de policía, así como los ebrios no pasa- ! panarios, ya no se oían las vehementes exhorban á la Acordada, sino que, sentenciados, des- i taciones del sacerdote que al lado del reo cade luego, en la llamada Calificación que el minaba con un crucifijo en las manos, ni los soGobernador del Distrito hacía en el mismo Pa- llozos de las mujeres, quienes al pasar la fúnelacio Municipal, se les llevaba, juntos hom- bre comitiva se arrodillaban en las aceras de bres y mujeres, abarrer los Arbolitos, nom- las calles y en los balcones, y, por último, no bre que se daba al paseo de Las Cadenas, en tenía ya lugar el encuentro del reo con el Señor el estremo del atrio de la Catedral, limitado de la Misericordia, que se sacaba, en andas, por hileras de fresnos. del templo de la Santa Veracruz. Las a¡ecu-

A todos aquellos gritos que repercutían las ciones sin ese aparato se hacían en algunas paredes de la cárcel, durante el día. había otros plazas, y comunmente en los lugares en quo que fatídicamente llegaban á herir los oídos se habia cometido el crimen, asistiendo tan sóde los presos en la noche; tales eran los ¡aler- j lo los hermanos de la misericordia, quienes tas! de los centinelas, que vigilaban las azo- ¡ salían con los reos de la misma cárcel. teas, patios y murallas, gritos á los que, en una j En aquellos tiempos luciéronse notables alépoca, se mezclaban los ladridos de los perros ! gunas personas que por su profesión ó minisde presa que se soltaban en los patios é iban i terio, hubieron de entender en asuntos relatiá olfatear á los presos por las cerradas puertas | vos á la cárcel y á los presos. Estas fueron: de los calabozos. De todos esos gritos, solo uno I El Licenciado Don José María Casasoln, oían los presos con gran complacencia, el del j honorable letrado y fiscal severo é inflexible boquetero cuando decía: Fulano de fal con su ! en el cumplimiento de la ley. sombrero, porque era el momento en que salía i Don Miguel Perdigón Garay, muy llano éste en libertad. en el trato familiar, pero siempre correcto al

Un día de permanencia en la prisión era desempeñar su noble misión de defensor y cubastante para adquirir pleno conocimiento de ¡ ya elocuencia, más de una vez, arrancó del pala serie de miserias que tenían cabida en ella. ¡ tíbulo al criminal. A los malos tratamientos que se daba á aque- El Licenciado Don Antonio Madrid, inllos desgraciados, y á los peores alimentos que j tegérrimo juez. á título de caridad se les distribuía, agregá- El Obispo Don Joaquín Fernández Mabanse otras inconveniencias que hacían más | drid, siempre dispuesto á llevar el consuelo á infortunada la existencia, siendo la mayor de los que sufrían en la prisión, conducta igualtodas la de morar en unas galeras húmedas, j mente observada por los P P. filipenses Abosin luz ni ventilación, en las que aquellos se- ! gado y Abolafia. res infelices se hallaban acosados, durante la i El religioso franciscano Fray Manuel Pinnoche, por asquerosos insectos, sin más cania j zón, quien con su fácil y persuasiva palabra que una estera miserable ni más abrigo que en las tandas de ejercicios espirituales que dauna sucia y vieja frazada, dormitorios en los ba en la prisión, apartaba de la senda del cri(pie se bebía y se jugaba ala baraja, se hacían ¡ men aun á los más obstinados. revelaciones de proyectos criminales y tenían i El religioso mercedario Fray Manuel Burcabida escenas rtipugnant.es. Mal podía corre- guichani, el compañero inseparable del sentengirse allí el vicio, cuando los que cuidaban del ; ciado á muerte, y que según él mismo decía, orden sólo debían su nombramiento á la fama j el número de los que había auxiliado en el pade sus delitos, cuantío se permitían las canti- tíbulo, ascendía á 1,014. nas en el interior de la misma cárcel y la in- | Al fin salías, lector querido, de ese local en traducción, por las mujeres de los presos, de j el que penetraste, excitado por tu curiosidad, tripas de aguardiente. j y ya fuera no podías, dejar de recordar graves

Aquella costumbre de conducir á los reos, ¡ acontecimientos de nuestra historia, directaal patíbulo con gran aparato había desapare- i mente relacionados con el edificio de la Acorcido. Ya no se escuchaba la fatídica campani- dada. Aquel cañonazo disparado por Balderas lla que de vez en cuando agitaba el que prece- en la antigua Inquisición la noche del 30 de

CUADROS DE COSTUMBRES.

Noviembre de 1828, fué el anuncio á la ciudad, de las tristes y escandalosas escenas que iban á desarrollarse. Aquel fatal disparo que un hombre de bien engañado creyó dirigir contra el Palacio Nacional para derribar un Ministerio, fué á dar en el corazón de la Ley, la que desde entonces quedó á merced de los revolucionarios: ese disparo, en fin, fué el precursor del motín de la Acordada, que por epílogo tuvo el desprestigio de la dignidad presidencial de la República, el infame saqueo del Parian que redujo á la miseria á varias familias mexicanas, el vil asesinato del Conde del Valle por el oficial de Artillería Palacios y la inicua ley de expulsión de españoles, que además de la bárbara acción que *en sí entrañaba, hacía perder al país grandes riquezas y vitales elementos. ¡Dichoso aquél cuyo nombre no se halle asociado á semejantes acontecimientos!

Otro suceso digno de memoria fué la jornada tremenda del 20 de Enero de 1858, en la que el General y Presidente Comorifort con un valor espartano intentó recuperar, con un puñado de soldados fieles, el edificio de la Acordada que había caido en poder de los aguerridos Osollo y Miramón.

Tiempo es ya de darte á conocer, mi buen lector, al presidiario de aquellos tiempos, á ese desgraciado ser cuyos infortunios se hallaban reagravados por la pena infamante del grillete. Sucios, casi desnudos y unidos de dos en dos por una larga cadena de hierro, sujeta por argollas del mismo metal á las gargantas de los pies, derecho el del uno é izquierdo el del otro, veíanse salir de la prisión entre dos filas de soldados y arrastrando en el pavimento sus cadenas, cuyo siniestro ruido dejábase oir á distancia pregonando el castigo de aquellos infelices : veíanse dirigir con trabajoso paso á una calle de cuya limpieza estaban encargados levantar las tapas de la atarjeas, introducirse uno en el fango de aquélla con un cubo de madera que llenaba de lodo inmundo y lo pasaba al compañero que había quedado afuera, encargado de entregarlo á otros compañeros que iban á vaciarlo sobre el pavimento de la calle, en un cerco de majada, en donde el lodo se secaba al calor del sol; veíanse, en fin, disfrutando de un corto rato de reposo, durante el cual reparaban sus fuerzas con el escaso refrigerio que en canastilla sucia les llevaba la andrajosa y, como ellos, desgraciada mujer.

Según te he manifestado, lector querido, en la cárcel de la Acordada no solamente se purgaban los verdaderos delitos, sino también las simples faltas y muchas veces las políticas. De tal manera habíanse recrudecido los odios de partido en aquellos tiempos, que á pesar de la Constitución ya sancionada, castigáronse con la pena infamante del grillete á oficiales del Ejército que fueron sorprendidos conspirando en una casa del Puente de Alvarado, por el activo Gobernador del Distrito, la noche del 2(5 de Mayo de 1857. Grande fué la indignación que produjo en la ciudad la presencia, por algunas horas, de aquellos oficiales, con grillos en los pies y detenidos al borde de la atarjea del callejón de Santa Clara, y aun el mismo Comonf ort, que consintió tal desafuero, no pudo menos que expresar, más tarde, su arrepentimiento con estas palabras: Aquel hecho r.s el único que lia dejado un recuerdo amargo en mi memoria y un remordimiento en mi conciencia de gobcrnatde.

Esos recuerdos causan verdadera angustia, tanto, que no puedo comprender la intransigencia de la Prensa actual, en general, (pie parece destinada á mantener vivos aquellos odios de partido que, hoy, no tienen razón de ser. El periodista (pie no aconseja y sólo hiere, no cumple con su noble misión ; y si la Prensa siguiera un camino inverso, la patria le sería deudora, en gran parte, de su salvación.

La cárcel de la Acordada desapareció y con ella el tipo del antiguo presidiario.

JP JP J?

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E L MINISTRO EJECUTOR.—De intento he separado este artículo del anterior, á pesar de la relación que los liga, porque uno por su carácter no se presta á la broma y el otro sí. Generalmente el Ministro ejecutor era un hombre de edad madura y agrega, bonísimo lector, á esta nota las que siguen y adquirirás una idea completa del personaje que trato de bosquejar. Tez pálida, facciones bien determinadas á causa de lo enjuto de lus carnes, ojos pequeños dé mirar penetrante, patilla recortada y un poco crecido el entrecano cabello; tales son las señas individuales, mas ahora atiende á las concernientes al traje : pantalón de casimir con listas de subido color formando cuadros, largo chaleco y muy ancho corbatín sobre el que asomaban las agudas extremidades del cuello de la camisa, saco de paño con amplias bolsas que dejaban asomar los rollos de papel en ellas depositados y un sombrero de pelo de alta copa, digno de ir á figurar con las otras prendas sobredichas en un museo de indumentaria.

El ejercicio profesional del Ministro ejecutor no era el resultado de largos estudios como pudieran indicarlo las borlas que en el puño del bastón llevaba, sino de las cualidades de su carácter, tales eran: 1'.' la de avenirse de buena voluntad á un sueldo tan escaso como mal pagado ; 2;> , la de darse buenas trazas para salir avante en los percances que le sobrevenían y procurar la compensación con los gajes del oficio; #•', hide ser inflexible con aquellos en que recaía el peso de su autoridad; 4*, la de saberse acomodar á las circunstancias, según iban las cosas entre escribanos y abogados y entre éstos y los jueces, extremos de los cuales él formaba el término medio; y 5a , la de tener una edad maduriia para conocer bien el mundo en que vivía. Sus atribuciones y emolumentos de que disfrutaba eran estos:'

1. Por las posesiones, embargos y lanzamientos, terminándose en un día la. diligencia, 20 reales y veinte más por cada mañana ó tarde que empleaba en repetir aquélla, y si se practicaba fuera de la ciudad, 1 peso por legua de ida y vuelta. 2. Por las prisiones ordinarias que judicialmente se le cometían, siendo dentro de la ciudad 1 peso y 2 si salía fuera. 3. Por su asistencia á una ejecución de pena capital, 5 pesos. 4. Por cobranza de autos que devolvía á la oficina, 1 peso, que pagaba la parte acusada de rebeldía, ó 12 reales por cada mañana ó tarde que invertía cuando se dificultaba la saca de a'quélhas por ocultación del responsable.

El Ejecutor, acompañado del escribano y por mandato del Juez, pasaba á la casa de un deudor, á fin de hacer los requerimientos debidos para el pago inmediato de la deuda ó, en su defecto, para el señalamiento de bienes muebles ó raíces. Si el deudor no se hallaba presente ó se rehusaba á señalar bienes, el Ministro ejecutor los determinaba para hacer la traba.

A causa de los actos propios de su oficio el Ministro ejecutor no era mirado con buenos ojos y le pasaba lo que ó los Inspectores del timbre y á sus congéneres que" era recibidos con desazón y despedidos descortesmente; mas la impertubabilidad del Ministro ejecutor rayaba en estoicismo, pues á una brusca despedida devolvía un saludo cortés, aunque á legua se le conocía la afectación, y á las palabras mal sonantes contestaba con otras, al parecer afectuosas, es decir, sabía dorar muy bien la pildora.

En la traída y llevada de los autos tenía el funcionario de que se trata, su teje maneje con los abogados y escribanos y su destreza consistía en saberse colocar en el medio conveniente de intereses encontrados.

Además del Ministro ejecutor del Supremo Tribunal de la Nación, cada uno de los cinco juzgados de lo Criminal tenía el suyo.

Los reos aprehendidos diariamente por la policía, eran conducidos á la Diputación, en cuya cárcel permanecían por algunas horas en calidad de detenidos, á fin de constituir al día siguiente la remesa que se enviaba á la

Acordada para la secuela judicial.

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