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Fiestas de Navidad.—Las Posadas y sus preparativos Los Nacimientos.—Misas de Aguinaldo. Las Pastorelas.—Día de los Inocentes.

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EL LIBKO DE MIS RECUERDOS.

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naturales las efectúa el tiempo, quiérase ó no se quiera, pero al paso de los años, yendo siempre adelante y jamás retrocediendo, en tanto que las diabólicas, cuyos demonios transformadores son los vicios, convierten en un abrir y cerrar de ojos las inclinaciones de los viejos en las juveniles, ó convierten realmente al joven en viejo, con igual violencia, según observamos diariamente en la sociedad; mas estos modos de vivir son ficticios, á fuerza de ser contranaturales.

Para dejar plenamente satisfecha á la lógica, tan ofendida en el primer párrafo, ocurro á la filosofía de las matemáticas, hija jaredilecta de aquélla. Los factores son: la juventud y la salud (salvas las causas perturbadoras naturales); la vejez ó la edad de los achaques; los años correspondientes á una y otra edad, y los desarreglos que con más ó menos abusos cometen los hombres y alteran el orden natural. Así tendremos: -+- edad X -)- desarreglos da + enfermedad ó muerte anticipada. + edad X desarreglos da enfermedad y vejez que c o n s e r v a h e r m o s os rasgos de la juventud. — edad X — desarreglados da + salud ó juventud en toda su lozanía. — edad X + desarreglos da — salud y vejez prematura.

Ya vez, carísimo lector, (pie por tus dudas, he metídome, sin querer, en el laberinto de la filosofía alemana, mas te prometo que de él pronto he de salir, aunque sea saltando por las tapias. Dejemos á los franceses los acertijos ó rompecabezas de los hijos de la antigua Germania, que ellos nos los volverán muy cucos y enñoraditos, como sabe hacerlo su rica imaginación, unas veces para bien y otras para mal de la humanidad.

Ya (pie hemos convenido en que fui joven, y no de esos (pie tontamente abrevian la carrera de su vida,, entro en materia, haciéndote presente que de todas las festividades del año, ninguna me hizo salir tanto de mis casillas como las Jornadas ó Posadas. Esta festividad constituía la época más alegre y animada del año, y con razón, como que es aquella en que se celebra el acontecimiento más grato que registran los fastos de la humanidad: la venida del Salvador.

En esa época, el nocturno é inmenso fanal que cubre nuestro Globo se ostenta más bello y más grandioso, permitiéndonos observar, en virtud de la diafanidad y pureza de la atmósfera, el mayor fulgor de las estrellas que centellean en las principales constelaciones, como si el firmamento, con la magnificencia de sus principales galas, quisiera unificarse al contento de los hombres.

En tanto la Tierra, pasmada de frío, presenta sus árboles sin hojas, sus plantas secas y sus pastos abrasados, sustituidos por la nieve que cubre los campos, como que es la época del rigor invernal, cuya crudeza hirió, en su nacimiento, á Aquel que, después de enseñar al hombre á ser libre y á dominar sus pasiones, había de morir enclavado en una cruz. *

La Iglesia, para santificar ese acontecimiento tan memorable, ha dedicado. á la oración, á la penitencia y al retiro, el tiempo llamado de Adviento, que da principio el cuarto domingo antes de la Natividad. Las abstinencias y sacrificios que constituyen la preparación para celebrar las tiernas y alegres ceremonias de la Pascua, redoblábanse en los monasterios y con mayor austeridad en los de religiosas, y no pocas familias se entregaban a tales prácticas.

Los franciscanos celebraban la Calenda de Navidad solemnemente por medio de una ceremonia tierna, y conmovedora. El toque á vuelo de una esquila (pie dejaba oír su voz so-

* Kn México re ni voz envía el cielo á la tierra sus copos de nieve. Las heladas más notables de que se. tiene memoria fueron las del 2(5 de Diciembre de 1814 y del sábado 27 de Diciembre de 1856. Ksta última fué muy copiosa: los árboles y las plantas estuvieron cubiertos de nieve, de un espesor variable de 1 á 6 pulgadas. l>a ciudad era la que ofrecía el efecto más bello y extraordinario; las niveas cristalizaciones, mas ('i menus largas y de caprichosas lisuras, pendían de los balaustrados de los balcones, de los hilos telegralicos y de las molduras de las casas; los detalles arqiiitect 'micos de la Catedral, como los de los otros templo», estaban cubiertos de car¿imbanos, así como los postes y cadenas que limitaban el atrio, ofreciendo el edificio, ; en su conjunto, un aspecto piágico y encantador.

CUADROS DE COSTÜMBBE8.

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Qora de hermoso timbre, en las fiestas clásicas, convocaba á coro á los religiosos, á las cin00 y media de la mañana, la víspera de Navidad. El cántico severo de los monjes, con acompañamiento de órgano, saludaba la llegada del día, con las bellas oraciones de la hora de prima, concluidas las cuales, subían del templo, e n forma procesional los acólitos con la cruz a'ta, ciriales é incensarios, legos con roquete y cirios endendidos, y un sacerdote revestido ^ n capa pluvial morada, con el Martirologio e n la mano. Al llegar la procesión al coro todos los religiosos abandonaban sus asientos ue la rica sillería, que no existe ya, y se colocaban en hileras á uno y otro lado del facistol

POSADAS EN C; V DE VECINDAD.

Para dar principio á la ceremonia, entonando, c°n acompañamiento de órgano, el solemne cántico de la Calenda de Navidad, concebido e n estos términos: "A los cinco mil ciento noventa y nue^e aûos de haber creado Dios el Cielo y la Tie**&•, dos mil novecientos cincuenta y siete del e l u v i o, dos mil cincuenta del nacimiento de Aw a h a m, mil quinientos diez de la salida del Pueblo de Israel de Egipto, conducido por Moisés, mil treinta y dos de la unción del Rey uavid, en la semana sesenta y cinco del Proeta Daniel, olimpiada ciento noventa y cuar ° , á los setecientos cincuenta y dos años de a fundación de la ciudad de Roma y veintinueve del imperio de Octaviano Augusto, estando en perfecta paz el orbe en la sexta edad del mundo, Jesucristo Dios Eterno, Hijo del Padre Eterno, queriendo consagrar el mundo con su piadosa venida á los nueve meses de concebido por el Espíritu Santo, nació en Belén de Judá, de María Virgen, hecho hombre."

Dichas las últimas palabras, todos los religiosos se postraban, tocando el suelo con la frente.

Otras preces y oraciones seguían al cántico de la Calenda, dando fin la ceremonia con un discurso sagrado y con la felicitación mutua de los religiosos por haber tenido la dicha de celebrar, una vez más, el fausto acontecimiento de la venida del Mesías al mundo. Un so-

lemne repique anunciaba el término del acto religioso.

Hoy todo ha cambiado, y no queda de aquella costumbre más que su memoria, en virtud de la cual, aún vibran en nuestros oídos los ecos sonoros de aquellas campanas que convocaban á la oración, la grave y armoniosa voz del órgano y las conmovedoras salmodias de los religiosos.

Las Panadas ó /ornadas eran y son esos actos de la vida soci il de México que tienen lugar anualmente pa r-i celebrar, con novenario, el aniversario del Nacimiento de Jesucristo. En ningunos actos, tanto como en éstos,

ha tratádose de unir estrechamente lo humano con lo divino, la diversión con el fervor religioso, ó como vulgarmente se dice, la ópera con el sermón. La causa detnn encontrados sentimientos ha sido, por una parte, la solicitud d(i conmemorar his penosas jornadas (pie hubieron do emprender Alaría y José, de Nazareth á Betlehen, á tin de empadronarse, en cumplimiento del edicto promulgado por el Emperador romano César Augusto, y, por otra, el deseo de festejar el plausible sucoso del nacimiento de Jesús.

Los actos que provienen de esta unión de distintos sentimientos, se dividen en tres clases: primera, los de pura devoción; segunda, los de devoción y recreo, y tercera, aquellos en que impera el placer. En el curso de este artículo daré á conocer sus caracteres distintivos, tales como pude observarlos en aquellos tiempos.

Los novios y los niños eran los quo más gozaban de las tiestas de Navidad, aquéllos por las gratas emociones que á cada paso les proporcionaba el amor, y éstos por la inocente y viva ilusión de los juguetes. Era la época en que los emisarios de esquelas perfumadas, redactadas con expresivo laconismo, hacían su agosto, como que el oficio era lucrativo y más expedito y seguro que el del Correo. Dime, caro lector, si en tus mocedades no recibiste misivas concebidas en los términos siguientes: •'Mañana á las diez nos veremos en la plaza." --•"No dejes de ir esta noche á la posada; tengo que hablarte;.'" "Si vas esta noche á la posada disimula, pues mi papá, ha maliciado ya." - "Si no quieres darme un gran disgusto y (pie yo quiebre contigo, no bailes esta noche con

Fulana," y por úllimo: "Mi papá no quiere que vayamos esta noche á la posada; pero si vos,á las seis, un pañuelo blanco en el balcón, es seña de que vamos." Si tu carácter retraído, lector mío, no te permitió andar en tales zarandajas, téngote por un hombre insensible y de mal gusto.

No todo ha de sir chanza en mis artículos.

En ellos verás aparecer, con frecuencia á IX;mócrito y á Heráclito; tan pronto mi; verás reir como llorar, porque así lo requie-vn las escenas que observó en la sociedad, y produjeron en mí, encontrados sentimientos. La plaza de 1» Constitución era en los días del Novenario ó de las Posadas una Babel, en donde las voces de los que ofrecían su mercancías y las do los compradores, los gorjeos mal imitados que producían los muchachos soplando sin cesar sus rlautillas de carrizo y pitos de hoja de lata, llenos de agua, y el murmullo de la multitud, producían una confusión inexplicable. Por aquí veíanse montones de grandes ramas del oloroso pino ó abiés religiosa, de lama y heno y de algunas Hores, y por allí 1&S mesas con sus sombrajos y tiendas improvisadas en (pie se vendían juguetes muy variados en sus formas y tamaños, hechos de diversas materias y destinados para repartir en ellos la colación durante la noche de las posadas; asi como esculturas de barro ó cera, ya agrupadas, representando á la Virgen y á San José ó sean los Santos Peregrinos que caminan por detrás de una mula, conducida por un Ángel, grupo que constituía la jornada, ya aisladas, figurando pastores y pastoras, ínulas y bueyes echados, borregos y ánades, sin que faltase en los mismos puestos el tradicional portal de Belén con su establo, formado aquél de madera pintada y revestida de algodón y talco; estrellas y cometas de estaño; fuentecillas que echaban agua; arbolitos y pinos; casas de campo, chozas y capillas de madera, de cartón ó de papel con labrados de popote, y en fin, todo cuanto podía ser útil para los nacimientos.

Apartados de los puestos de juguetes, observábanse los de confiteros y fruteros, los primeros con sus tiendas formadas de tablazón, de esteras y lienzo blanco, en cuyas mesas ó mostradores improvisados SÍ; veían á montones confites grandes y chicos, canelones, pastillas, y en la parte interior, en gradas, dulces cubiertos de todas clases. (írandes balanzas de hierro pendían del techo así como faroles de papeles de diversos colores y las P¡fintas ú ollas que habían de llenarse de colación y fruta, muy adornadas con calados de papel y fafalaises, o revestidas do papeles y lienzos para representar diversa* figuras grotescas.

Los fruteros tenían sus puestos al aire libre, defendidos del Sol por sombrajos. Allí se veían en esteras, á raíz del suelo, montones de diversas frutas cuino naranjas, perones, tejocotes, plátanos, jicamas, guacamotes y granaditas de China, abundando sobre todo, los puestos de cacahuates.

CUADKOS DE COSTUMBRES. 295

Aquella inmensa multitud que invadía la Plaza estaba en continuo y vertiginoso movimiento. Unos iban $ otros venían pasando revista á todos los puestos. Criados y mozos de cordel atravesaban entre la muchedumbre, con cestos vacíos los que iban, y con ellos muy Provistos de frutas, confituras y juguetes los que volvían. Los portadores de piñatas que las llevaban pendientes de una asta ó ensartadas e n bastones, así como los vendedores de faroles cilindricos, esféricos ó en forma de estrellas, interrumpían sin cesar el paso de las gentes.

Esta animación reinaba por el lado del Portal de las Flores y de la Diputación, así como Por el Portal de Mercaderes. raímente empleados ó dependientes del Comercio, recurrían al auxilio del escote, y otros instigaban á las niñas mimadas á quienes nada negaba el papá para obtener de éste el acuerdo respectivo con relación al importante asunto de las posadas. Tales instigadores llamados picoa lar (/os, si no daban dinero se inscribían cdmo los socios industriales, con el valioso contingente de su trabajo. Ellos eran los que á punta de tijera hacían curiosos calados de papel, y tan pronto se les veía sobre una silla, hincando clavos, á golpe de martillo, en los dinteles de las puertas para colgar los farolillos de papel ó de vidrio, como encaramados en una escalera de mano para alcanzar las traviezas de los corredores á fin de ejecutar

PARIAN Y CASAS CONSISTORIALES.

Antes de 1843 en que fué demolido el Par'an formaba éste dos calles, una con la Dipución y otra con el Portal de Mercaderes. En la ultima se establecían los vendedores de todos *°8 objetos concernientes á las fiestas de Navi^ d y de los arreos militares para los niños el '•la de San Juan y en ella también tenían lugar '°8 paseos del 1 y 2 de Noviembre, los que mas 'arde se efectuaron en el Zócalo.

La organización de las posadas ofrecía diVe rsas circunstancias que deben darse á cono^ r. Los ricos, como está en el orden natural ^e las cosas, las organizaban sin dificultad alSUna, pero los que no disfrutaban de rentas ó si las poseían eran escasas, apelaban á diversos tedios y á no pocos sacrificios. Unos, geneigual operación; ya se les veía fijando ramas de pino en los marcos de las puertas y formando arcos de lo mismo en los corredores ; ya empeñados en arreglar el altar de las jornadas, soltando el martillo para reemplazarlo con una gran bola de hilo ú otra de cera de Campeche, materias indispensables para fijar los adornos de papel donde era necesario.

La verdad es que este tipo no quedaba sin honrosa recompensa, pues como hombre indispensable se convertía en maestro de ceremonias y de bastonero durante el baile; las niñas de la casa lo presentaban á todas sus amistades, encomiando su gran ingenio y su bellísimo carácter y decían que era muy curioso, de lo que resultaba que todas las jóve-

nés quedaban impresionadas en su favor; eon todas ellas bailaba, sin inspirar celos á nadie.

Diversas familias se repartían por turno los días de las Posadas y como era natural, establecíase entre ellas la competencia, tanto en lo concerniente al mejor arreglo de la fiesta, como á la calidad de los objetos y de la colación que con (dios se regalaba.

En algunas casas comenzaban l;is Posadas caseritas, y éstas eran las más peligrosas por cuanto á que las familias invitadas, en las primeras noches, se encontraban en un abrir y cerrar de ojos, con el compromiso encima. ¿Cómo decían las niñas al papá ó la mujer al marido, hemos de hacernos desentendidas con esa familia tan distinguida, que nos ha hecho la honra de invitarnos á sus Posadas? ¿Qué dirán de nosotras y Es preciso, querido papá ó esposo mío, que tomemos una noche.

De todo esto resultaba (pue las Posadas según se ha dicho, no tenían, al principio, otro objeto que el de divertir á los niños de la casa se convertían, en lujosas. El papá accedía, sin gran dificultad, á los ruegos de sus hijas, estuviese; ó no en fondos, porque en el primer caso tomaba de su caja el dinero de que necesitaba para sus compras de juguetes y rica colación en la Dulcería de Devers, y en el segundo, hacía llamar cargadores á fin de que condujecen espejos muebles ó algunas joyas al Monte de Piedad ó á la casa de préstamos del ínclito Bustillos, y ya provisto de fondos, en virtud de tan expedito recurso, zanjaba todas las dificultades que pudieran oponerse á la realización de las suntuosas tertulias.

Por tanto, los ricos (pie en la tierra son los relativamente felices, no tenían dificultades como se ha expresado, para el conveniente arreglo de sus Posadas, pues poseían fondos de sobra y dependientes que entregaban éstos sin dilación, criados que convertían en jardines venecianos los patios y adornaban escaleras y corredores, y picas lar (jos que ayudaban en todo. Estas posadas, \>OT SU lujo eran de primera clase, pero }x>r sus tendencias, según la clasificación establecida al principio de este artículo, podían considerarse de tercera, es decir, de aquellas en que impera la diversión. En la clase social de (pie se trata, por regla general, no tenían las posadas el verdadero carácter que las distingue, pues tales actos se reducían á saraos, 1 más ó menos espléndidos, con uno que otro rasgo de las fiestas de Navidad. En muchas casas ri^is dábase á las Posadas el carácter de las de Ia y 3a clase pero separadas en virtud de un límite que aplaudo. A las ocho se efectuaba la Posada, casi en familia, dominando la devoción, y á las nueve, ya terminada aquélla, llegaban los convidados para la tertulia. Tal vez esta circunstancia no reconocía por causa un plan meditado, sino la necesidad en que se hallaba la familia de violentar el acto de la jornada, en favor de los niños que no podían desvelarse y, por tanto, esperar á los invitados que, por regla general y de alta etiqueta establecida, acudían siempre tarde á sus reuniones.

El carácter de las Posadas que podemos llamar nacional, conservábase en la clase media, tanto en las jornadas de primera clase como en las de segunda. Al concurrir á una Posada, lo primero que se advertía al entrar en una casa eran los bosquecillos improvisados con ramas de fragante pino que esparcían en el recinto de aquella el delicioso aroma de los bosques. Miles de farolillos de papel de diferentes colores, ya encendidos, que juntamente con el heno colgaban de esas ramas y de las traviesas horizontales de los corredores, puertas y ventanas, difundían por todas parte su apacible claridad, en tanto que las habitaciones, particularmente la sala, se hallaban inundadas de luz por millares de bujías que ardían en los candelabros y arañas de cristal. Llegaban los invitados sucesivamente y conforme á la costumbre por el buen uso establecido, arrodillábanse los concurrentes y se persignaban, los cantores entonaban un himno, y daba principio la letanía de la Virgen, cantada por todos, organizados en procesión. Por delante iba el ejército de niños provistos de velitas de sebo ó de cera encendidas, con las que chorreaban de lo lindo los suelos de los corredores y las alfombras de las piezas, luego seguían los jóvenes, varones y hembras, quieues también solían dejar escapar las chorreaduras de las velas, embebecidos como iban en sus dulces y nada místicos coloquios; las personas ya de edad, que son las que inmediatamente seguían distraían poco ó nada su atención del acto de piedad y, por consiguiente, poco ó nada manchaban las alfombras; tras de ellos iban los

niños que en hombros llevan las andas de los dantos Peregrinos, con el ángel y la consabida é indispensable mulita, los que parecían caminar sobre un lecho de lama y bajo arcos forj a d os de papel picado y brichos de plata, par a caracterizar el tiempo de la escarcha. De-

P03A0AS EN CASA PARTICULAR.

trás de las andas marchaban los músicos, tocadores de guitarras, bandolones y flauta y e r r a b an la procesión todos los de la servidumbre, quienes no dejaban de representarescenas similares á las del segundo grupo. Muchas veces los niños portadores de las andas abrían la procesión, conduciéndolas á brazo si er an de poco peso.

Terminada la letanía, durante la cual no habían dejado de echarse al aire cohetes tronadores, hacía alto la procesión y procedíase á Pedir la Posada, para ouyo acto las cantantes, generalmente jóvenes apuestas, se dividían en dos grupos, quedando uno dentro de la pieza elegida y otro fuera con las andas y con la mayor parte de la concurrencia.

Cantaban las de afuera:

De larga jornada Rendidos llegamos, Y así lo imploramos Para descansar.

Y las de dentro con el mismo canto, respondían:

¿ Quién á nuestras puertas En noche inclemente Se acerca imprudente Para molestar?

Y así continuaban cantando varias estrofas, con terquedad las de afuera y con marcado egoismo las de adentro, hasta que conmovidas éstas con los últimos conceptos de las que demandaban asilo, aquellas se resolvían á abrir las puertas, diciendo: Entrad, pues, ¡oh esposos!

Castos é inocentes,

Cultos reverentes

Venid á aceptar.

Momentos eran éstos en que el alborozo llegaba á su mayor expansión, en que la muchachería al oír cantar

Ábranse las puertas, Rómpanse los velos, Que viene á posar El Rey de los cielos metían más ruido que un tren expreso, con su algarabía y continuados gorgoritos de sus flautillas de carrizo y pitos de hojadelata.

Pasados algunos instantes y colocado el Misterio sobre una mesa, poníanse todos de rodillas y empezaba el rezo por el acto de contrición al que seguía la oración de la jornada correspondiente al día, y terminaba con siete Ave Marías, cantándose al terminar cada una de ellas la siguiente:

éACULATOM*

tfi^ttt #?«¿J#I« rnLtt p* - - rtL fut tonjmisf**.

Terminado el rezo, renacía el bullicio general, confundiéndose las alegres pláticas de las jóvenes con la algazara de los chicuelos que no cesaban de gorgoritear con sus flautillas de carrizo. Retirábase la servidumbre á menos que hubiese Piñata, pues en tal caso procedíase por todos á la diversión de romper la olla, como aún hoy se acostumbra.

Instalada la concurrencia en la sala, presentábanse, á.poco, dos ó más criadas, muy

peripuestas y peinadas con gracia, recogidas sus trenzas con listones de seda, sosteniendo con ambas manos grandes bandejas con juguetes y colación que señoritas y niños de la casa, distribuían ordenadamente á todos los concurrentes, terminado lo cual empezaba el baile. En las Jornadas de primera clases ó sean aquellas en que reinaba la devoción, se rezaba y cantaba, había procesión y cohetes durante la letanía, sin que nadie en tales momentos distrajese su atención del objeto religioso; se pedía y daba la posada con las mismas manifestaciones de alegría; guardábanse con veneración los Santos Peregrinos; se rompía la olla, se repartía la colación con los juguetes, los nididos con la lama, al Patriarca y á la Virgen acostados, desaparecido el Ángel, y la mulita patas arriba.

En las casas de vecindad, particularmente en los barrios, se efectuaban las Posadas conforme al mismo ceremonial, con la diferencia de (jue, siendo toda gente de trabajo, se acostaban temprano y los bailes eran escasos.

Costumbre que ha desaparecido ya, es la de los muchachos que andaban cantando por las calles y pidiendo posada en diferentes casas de comercio. Veíanseles de dos en dos por distintos rumbos de la ciudad, conduciendo en una tabla compuesta con la consabida lama, con algunos cadejos de heno y con sus fa-

POSADAS CALLEJERAS.

ños se iban á acostar, y las visitas permanecían en la sala agradablemente conversando, y á poco se retiraban á sus casas. Las .Tornadas de esta clase eran, por tanto, muy escasas.

Las de pura diversión ó de tercera clase, se revelaban por la manera con que eran tratados los Santos Peregrinos que sólo habían servido de pretexto para aquella. Los portadores de las andas, terminado el acto religioso, precipitadamente cargaban con ellas para relegarlas á una pieza recóndita de la casa. Basta saber que cierta ocasión advertí la prisa que se daban los que» querían anticipar el baile, para llevar el Mislerio A su escondite, tanto que á poco vi en el rincón de una pieza de último orden, sobre mesa destartalada y confun. rolitos de papel ó guardabrisas, en los que ardían velitas de sebo, á los Santos Peregrinos, al Ángel y á la mulita. En el trayecto de una áotra calle y di> una á otra estación, oíanseles cantar á toda voz.

La palabrota ¡Caramba! dicha con tanta insistencia, valía un Potosí. Con esa interjección los muchachos azuzaban á los flojonazos pastores para que se movieran y echaran á andar, y no con pasos de tortuga. ¡Cuántas v eces hay que lanzar en México esa i nt e

ción, con toda energía, para que los negocios ¡ daban en creer que era español, después el rey caminen y no d u e r m a n!

Deteníanse los muchachos frente á los tendajones y otras p e q u e ñ as casas de comercio, y se ponían á entonar distintas canciones con diversas estrofas, como las siguientes:

Muefot, m ml u*rix no In lUan, /» ht A**en, pcrfUJm áektrintj ¡mm: jura

Muchas veces las estrofas eran inconvenientes por su color algo subido. Los muchachos recibían un finco, moneda ínfima de aquellos tiempos, algunas piezas de fruta ó dulces ó bien juguetes y se retiraban, dirigiéndose á otro lugar de comercio, volviendo á cantar :

Ca—minenpas tores, ¡ Caramba !

Quiai-—viene—Miguel,

Conlaes—pada—enla— mano, ¡Caramba!

Para lu—cifer, ¡Ay Ca.—raniba!

Para lu — cifer. LOS NACIMIENTOS.

En la última noche de Posadas, ó sea la del 24 de Diciembre, el ceremonial tenía y aún tiene dos variantes esenciales: la acostada del Niño y la sustitución de los regalos ó aguinaldos por la cena que generalmente tocaba dar á los dueños de la casa en qne se había efectuado el ejercicio de las jornadas, l'ara lo primero se tenía prevenido el yacimiento ó representation, en miniatura de los alrededores del portal de Belén. Kn dicha representación panorámica imperaban los anacronismos y falta de propiedad. El portal, unas veces en completa ruina y otras ñamante, resguardaba de la intemperie al Haí/rado Misterio. San •José y la Virgen arrodillados á uno y otro lado del Niño Dios, acostado en su cuna de paja ó pesebre; al frente y también en situación simétrica, echados el buey y la niula; después seguían los tres reyes magos, primero el que indio y á lo último el negro; en la clave del portal estaba suspendido un ángel que en sus manos sostenía el letrero: (/loria in excelsis (leo. y por último, sobre el portal, brillaba en el cielo, un cometa de extaño, representación del que guió los pasos de los Santos Reyes hacia el lugar en que nacía el Redentor del

Mundo.

Los pastores y pastoras que se aprestaban á tributar su adoración al Niño, y cuyos trajes han de haber servido de modelo para vestir á los aldeanos que figuraban en la ópera de Bellini, la Somnámbula, ascendían por la colina formada de piedras de mina, con cristalizaciones brillantes de cuarzo, spato calizo y spato fluor, cubiertos los intersticios que dejaban entre sí, con lama y flores. Nada hay que decir respecto de estos caprichos pues no había de adornarse el Nacimiento con basaltos del Pedregal de San Ángel; pero lo que no acepto es que tanto la botánica como la zoología estuviesen en contradicción con la teoría de los naturalistas; plantas de opuestos climas y animales de todas las regiones del globo se | hallaban allí representados. Observábase á la vez una vegetación vigorosa y primaveral y cadejos de escarchas y mazas de nieve, símbolos del crudo invierno, representados por trozos de sulfato de cal hidratado. Por aquí se \ veía una casita al lado de un pastor ó de un | borrego que no cabían por las puertas; por 1 allí, fuentecillas que echaban agua como en los modernos jardines, estanques cristalinos, j hechos con pedazos de espejo, sin faltar en i ellos garzas, patos y peces, detalles con que no ! se engalanó aquel lugar de Palestina. Algunos | Nacimientos hubo notables, aunque no total! mente exentos de impropiedades: el del Obis; po Madrid en su casa de la calle de Chavarria j y el de movimiento, del corredor Camargo en la del Empedradillo. Yo tan sólo recuerdo las hermosas figuras del Misterio, esculturas guatemaltecas, y las de los pastores hechas de cera, debidas á excelentes artífices mexicanos, cuyos renombrados artefactos eran, en aquellos tiempos, objetos de exportación. Después del rezo de la novena Jornada, todos se dirigían al yacimiento para acostar al

Niño Dios, entonándose en su honor la can-

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