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SE TERMINA EL ROLLO
A lo largo de estas páginas se ha querido mostrar una parte de la producción fotográfica que resguarda el Fondo Consejo Mexicano de Fotografía. Imposible presentar todo, aunque sería deseable, porque hay obras de estos y otros autores cautivadoras y denotativas de los quehaceres, intereses, formaciones y propuestas visuales generadas en el doblar del siglo xx al xxi. Algunas fotografías muestran sus continuidades, otras las rupturas, acercamientos formales, temáticas, con una perspectiva ideológica clara, sin la inocencia adjudicada a la mecánica fotográfica, pues es evidente la (con)ciencia —en el sentido de conocer y saber— del ser fotógrafo: documental, de prensa, fotoensayista, autoral o bien de fotografía construida, que ya se asoma indudablemente en el amplio espectro de los realizadores de fines del siglo pasado. Este término se fue acuñando en el camino del propio cmf. Armando Cristeto recuerda:
En 1984, cuando yo coordinaba las exposiciones, el entonces muy activo Programa Cultural de las Fronteras nos pidió que les armáramos tres exposiciones para itinerarlas en los espacios que manejaban. Entonces les hice la propuesta de tres exhibiciones de tres autores y que cada expo girara en torno a un orden temático y/o estilístico, una de ellas la bauticé como Fotografìa construida con la obra de Jesús Sánchez Uribe, Salvador Lutteroth y otro autor. Otra la titulé Latitudes urbanas, a través de fotógrafos documentales, que fueron realizadas en las calles de la Ciudad de México. Los tres autores que seleccioné fueron José Luis Neyra, Pablo Ortiz Monasterio y el muy nuevo fotógrafo Francisco Mata. Mi memoria en este momento no me alcanza a precisar el tercer autor de muestra Fotografía construida, y no me acuerdo nada de la tercera expo que completaba la serie. El Programa Cultural de las Fronteras publicó un tríptico de cada muestra, donde aparecía una obra de cada autor. Eso dio origen a que se manejara de manera sistemática el término en el interior y también en las exposiciones. Tiempo después se hizo en el Consejo un ciclo de cinco expos individuales de fotógrafos mexicanos cuyo título rector era precisamente fotografía construida, los autores, entre otros, eran Lourdes Almeida, Gerardo Suter, Juan Castañeda. Estas exhibiciones tienen su hoja individual como era la usanza del cmf, pues se presentaron en sus galerías. Si bien es cierto que el
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término empezó a usarse con cierta familiaridad entre los miembros del Consejo Mexicano de Fotografía, al parecer fue retomado para el taller que realizó Pedro Meyer con sus alumnos los lunes, el cual se impartió de 1986 a 1988, en su primera etapa. Entre ellos estuvieron Óscar Necoechea, Marianna Dellekamp, Ana Casas. Estimo que se estaba preparando la nueva generación de fotógrafos que producirían nuevos y diversos materiales con otro concepto e iconicidad. Los miembros de este taller presentaron su primera exposición en 1988 en el cmf, la cual también se llevó a la Fototeca de Cuba, en La Habana. Con ellos se asentó un nuevo concepto que venía gestándose tiempo atrás.
Otro hecho similar es que hasta antes del Primer Coloquio en la cédula de las obras, en el rubro de técnica se anotaba fotografía en blanco y negro, y es Lázaro Blanco, por la experiencia de sus múltiples viajes a Nueva York, a visitar exposiciones, ya que estaba familiarizado con el tecnicismo gelatin silver print, [quien] propuso e implantó en México el que se pusiera como impresión en las fotografías “plata gelatina”, que es la manera correcta. Poco después también se corrigió y cambió el uso de las palabras “fotografía en color” por impresión cromogénica o cromógena.1
Múltiples son las propuestas que surgieron en el último tercio del siglo xx. Es gracias a este resguardo realizado por los miembros del Consejo, y ahora por el Centro de la Imagen, que nos llegan con la trascendencia histórica que contiene en sus entrañas. Se trata de discursos visuales, pero también de la memoria de sus participantes: testimonios muy profundos que se disparan en el recuerdo ante las fotografías o los nombres de ellos mismos. Esto es lo que lo convierte en un testimonio de gran significancia.
En este andar de fotohistoriadora, en ocasiones fue posible hablar con los autores y las autoras sobre sus fotoproducciones. Debo decir que todas las anécdotas detrás del papel fotográfico son memorables: cómo la obtuvieron, por qué la realizaron, en dónde estaban, que veían cuando la captaron, qué no vieron, qué salió en el rollo sin haberlo pensado, qué quedó de marca personal al atender las convocatorias de las Bienales, de las tarjetas postales o de los Coloquios. Esas historias apasionantes dan cuenta de la riqueza de experiencias, que merecerían cada una varias páginas o
1 Agradezco a Armando el gran esfuerzo de memoria que nos ha dado mucha luz en el camino. Información obtenida en comunicación virtual con el fotógrafo, el día 18 de enero de 2021.
hasta un libro. Es hora de seguir narrando nuestras fotografías, encontrar a quienes las crearon, disparar su memoria con los relatos visuales y recolectar esos testimonios. En lo personal, agradezco a quienes tuvieron el tiempo y el ánimo de hacerlo en estos días de encierro y pandemia. Queda una tarea a realizar por otros investigadores e investigadoras. Porque ello significa impedir su olvido, ésta es nuestra tarea como fotohistoriadores, y la del Centro de la Imagen, que ahora las resguarda, conserva y difunde con gran entusiasmo. Cuántos archivos de fotógrafos… La generación anterior de fotoperiodistas no preservó con tanto cuidado sus materiales, con excepciones claras, porque no existían los resguardos que ahora conocemos, pero tampoco existían las instituciones para hacerlo. Debemos estar muy orgullosos de que ahora haya un recinto que las abrigue. Muchos de los fotoperiodistas de aquella época debían entregar sus materiales a las fuentes editoriales de los diarios o las revistas, por eso también están fuera del alcance público. Ahora esas fuentes cobran precios elevados por otorgar el permiso para publicar esas fotos del siglo pasado. Por ende, resulta gravoso para investigadores y estudiantes, usarlas en sus labores académicas, y es una pena perderse de esos materiales de suyo primordiales para la reconstrucción de nuestra fotohistoria y la historia gráfica nacional que nos da una evidente identidad.
Las fotos que se encuentran en el ci son consultables en tanto están digitalizadas, registradas y, aunque es necesario encontrar algunos datos de contenidos, fechas o lugares —que sin duda se está haciendo ya—, es gracias a ese acervo notable que hoy tenemos esta memoria visual de largo aliento y de enorme alcance como patrimonio nacional e internacional. Es material vivo, ahí está para consulta, análisis y comprensión del pasado reciente, para poder apreciar los tesoros que resguardan nuestras instituciones y que tenemos a la mano gracias a los afanes de quienes fundaron y le dieron vida al Consejo Mexicano de Fotografía, hace cuarenta y cinco años, de quienes afortunadamente se obstinaron en guardarlas, a pesar de los malabares económicos, políticos y culturales por los que tuvieron que pasar. Es un lujo tener las imágenes, más aún el poder verlas y saberlas en las manos de quienes comprenden el tesoro significativo de vida y de información iconográfica, histórica y estética que contienen. La invitación es, pues, a que las conozcamos, las disfrutemos y aprendamos de la forma, el contenido y el continente que nos brindan en sus entrañas y fuera de ellas, ante la hermandad de la era latinoamericana.