Kontravia

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www.eltiempo.com - MARTES 19 DE ABRIL DE 2011 - EL TIEMPO

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Escuela de rock y de vida Un club de ‘metaleros’ del barrio San Agustín, en la localidad de Rafael Uribe Uribe, de Bogotá, les ha dado a cerca de 700 jóvenes el gozo de la música y los ha alejado de la droga y la delincuencia.

Uno ha tenido la oportunidad de aprender nuevas cosas y este es el espacio perfecto para compartirlas”. José Luis Rodríguez PROFESOR Y MÚSICO

Diana Santamaría y Henry González lideran Kontravía.

Talentos

del barrio Carlos Solano Cultura y entretenimiento

Cada fin de semana es el mismo desfile: un río de camisetas negras llega a la casa de Gilberto González, a una cuadra de la iglesia de San Agustín. A veces llenan la calle. El cuadro ya es común para los habitantes de este barrio de la localidad de Rafael Uribe Uribe (suroriente bogotano), quienes entendieron que en el centro cultural Kontravía muchos jóvenes han encontrado cómo alejarse del vicio y forjar una esperanza. Algunos ‘metaleros’ provienen de otros barrios. Llegan buscando a Henry –el hijo de Gilberto–, de 28 años, profesor de química entre semana, que no esconde su melena ni su espíritu roquero. Desde la puerta los organiza y les da turnos para entrar al estudio de ensayos, en el cuarto piso de la casa (a la que apodaron la ‘musitecasa’), que se va a sacudir todo el día con los vatios de versiones apasionadas de canciones de Kreator, Black Sabbath y Iron Maiden. “Si veo que alguno de los ‘pelaos’ llega así como tomado o con vicio, le digo: ‘Ah–ah, nada, se me devuelve: aquí no entra así’, aunque realmente no suele pasar, todos vienen muy entusiasmados porque quieren tocar y se gozan esta vaina”, explica Henry, quien convirtió el altillo en una escuela de rock gratuita por la que ya han pasado cerca de 700 jóvenes del sector desde hace más de seis años. En la ‘musitecasa’ se encuentran además varias subculturas que en otros ambientes no han podido convivir: “Aquí llegan desde ‘metaleros’ hasta ‘emos’ y ‘punks’ y todos son amigos, tocan juntos, son familia, hablan el mismo idioma de la música”, afirma el ‘profe’ roquero. “La casa es de mis viejos y ellos se aguantan esto cada fin de semana: ¡es una vaina terrible!, pero han sido nuestros cómplices”, cuenta Henry, quien no sabía que se iba a embarcar en este proyecto cuando comenzó, en 1997, un grupo de metal con su hermano, que se llamaba Kontravía y era, como les pasa a tantas bandas de garaje, mal vista por la gente. Un día, asignaron a la iglesia de San Agustín a un sacerdote joven, el padre Marcos Quintero, quien fue el primero que les creyó a Henry y sus amigos. Les abrió las puertas para que tocaran e invitaran a más jóvenes. Todo se cocinó allá, pero cuando el sacerdote se tuvo que ir y llegó otro al que no le cuadraba la idea, tuvieron que buscar refugio, pues la escuela ya no tenía marcha atrás. Gracias a la insistencia de Gilberto en la junta de acción comunal, Kontravía se convirtió en centro cultural en el 2007 y, desde entonces, contó con la ayuda de Diana Santamaría, la novia de Henry, y de Lilivet Zamora. El ‘profe’, que se había hecho músico autodidacta, dictaba

Unos 700 jóvenes de la localidad de Rafael Uribe Uribe han pasado por las aulas de la ‘musitecasa’, que comenzó como una banda de garaje. FOTOS: Diego Santacruz / EL TIEMPO

clases de bajo, batería y guitarra. Cada instrumento lo iba comprando con esfuerzo. Luego, empezó a convocar profesores, a los que les pagaba cuando podía. La escuela funcionaba con 400.000 pesos al mes: Henry ponía 100.000; Diana, otros 100. 000; otra plata provenía de algún apoyo, y el resto surgía por la magia del rebusque.

Armando las bandas La mayoría llegan solos: se han sentido señalados en casa o en el colegio. No tienen una banda y menos un instrumento ni saben cómo tocar ni qué. Solo han visto a alguno de sus vecinos dar un concierto en uno de los festivales del barrio, y sienten que ellos también pueden. Algunos llevan más de cinco años seguidos yendo a la

Kontravía no se va a acabar (...) Así se compensa todo lo que hemos recibido en la vida”. Diana Santamaría DEL PROGRAMA DE LA ESCUELA

‘musitecasa’. Rasgando los instrumentos cada semana, y cuando pueden entre semana, han encontrado la forma de rechazar la droga e incluso de tener expectativas diferentes, no solo la idea de ir a trabajar cada día sino de tener proyectos y buscar la calidad. Así, se conformaron Xyan –la de los primeros ‘graduandos’–, Penumbra eterna, Grito de guerra, Luna de acero, D-Mente, Arkana, La flor de la noche (de mujeres), Alma guerrera y Atomic Blast, entre otras. “Recuerdo que, cuando chico, mi papá me decía: ‘Mijo, mejor métase a un curso de ensamblaje de computadores, porque la música no da’, y hoy, todo lo que tengo es por medio de la música”, recuerda José Luis Rodríguez, que surgió como bajista en el

círculo de amigos de Henry, y ahora es profesor de la escuela y músico profesional. Con la llegada de José Luis y su hermano, Óscar, quienes formaron el grupo Nuevo Palenke, de fusión con folclor, empezaron también los cursos de gaita y tambora. “Todo surge cuando llega la necesidad de avanzar, y ya uno ha tenido la oportunidad de aprender nuevas cosas y este es el espacio perfecto para compartirlas, y que esta vaina coja fuerza y nunca vaya a morir”, explica José Luis. Jonathan Rondón, de 22 años, recuerda que cuando armó D-Mente fue un momento mágico: “Miramos qué nos gustaba a cada uno y empezamos a conocernos, antes tocábamos muy poco, y no es que hoy toquemos mucho, pero así comenzó todo (...) Luego

El estudio queda en el piso falso de la casa de los González. Allí graban los ‘demos’ que envían a concursos.

me tocó irme al servicio militar, pero volví y de nuevo empezamos a tocar”. Uno de los primeros conciertos fue en una media torta del barrio, donde duermen los mendigos. Kontravía los convenció de que los dejaran tocar, les llevaron unos tamales y, a cambio, no solo les prestaron el sitio, sino que les ayudaron a barrerlo. “Cuando nos veían tocar en los conciertos, tratábamos de que todos fueran, y nuestros padres se daban cuenta en ese momento de todo el esfuerzo que ponemos en todo este tiempo. Se sienten orgullosos de uno”, cuenta Julie Rondón, de 17 años y hermana de Jonathan, que comenzó en la escuela a los 11. Algunas bandas ya han tocado incluso en el festival Usmetal, de Usme, y Nuevo Palenke estuvo en los conciertos alternos del Festival Rock al Parque. Don Gilberto cuenta que vio la necesidad de apoyarlos: “Vi en ellos una cantidad de muchachos excelentes y, sobre todo, en los que no se encuentra droga, licor ni nada. Yo mismo los superviso y me doy cuenta de la calidad de personas que son, se merecen más apoyo”. Kontravía ha sido uno de los proyectos ganadores de la convocatoria anual ‘Bogotá tiene talento’, de la Secretaría de Cultura del Distrito, un estímulo que les ha ayudado, pero no es suficiente. “Uno oye esas noticias de estos tales Nule y de todo lo que se robaron –reflexiona Henry–, y piensa: ‘No, hermano, con esa plata esta escuela se habría mantenido este y unos tres mundos más’ ”. Hoy, Henry y Diana sienten que Kontravía continuará, no van a acabar las cosas porque la escuela ya tiene vida propia. “Esta es una compensación por todo lo que hemos recibido en la vida”, concluyen Diana y el ‘profe’ roquero. carsol@eltiempo.com

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