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DOMINGO 11 DE ABRIL DE 2010
2-2 PANORAMA
El novato de El trío de rock alternativo celebra las energías de lo que llama ‘un nuevo comienzo’.
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CARLOS SOLANO CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
Steve Forrest (der.) Stefan Olsdal (atrás) y Brian Molko.
Por segunda vez, viene a Colombia la agrupación de rock alternativo Placebo. Pero es como si fuera la primera, pues se trata de una banda que vive un renacimiento: No solo Brian Molko y Stefan Olsdal renovaron energías, sino que traen consigo al nuevo baterista, Steve Forrest. Es así como, el próximo jueves 22 de abril, el trío volverá a Bogotá, después de tres años, ahora para promocionar su álbum Battle for the Sun, que simboliza esos cambios. Forrest reemplazó a Steve Hewitt, aquel a quien el público colombiano le cantó el Feliz cumpleaños en el 2007, en el Palacio de los Deportes. El nuevo baterista venía de la banda Evaline. El lenguaje común de la música llevó a este artista de 24 años (12 años menor que Stefan Olsdal y 14 que Brian Molko), perteneciente a la escena punk de Turlock (California), a integrarse al grupo con base en el Reino Unido, casi sin saber quiénes iban a ser sus compañeros. De hecho, cuentan, Forrest pasó un chasco cuando, después de que le informaron de la oportunidad de unirse a Placebo y de explorar todas las canciones, el día en que los presentaron se enteró de que quien cantaba era un hombre y no una mujer. “Hoy somos una familia feliz”, asegura Forrest, quien atendió a EL TIEMPO el segundo día de descanso después de dos meses de andar rodando por el mundo junto a Molko y Olsdal y conocerlos en esencia. “No me siento parte exclusiva del mundo del punk –afirma el joven músico–. Me gusta salir a un escenario y tocar muchos géneros, y con Placebo fue genial porque su sonido es tan europeo y tan de avanzada”.
Creo que Brian nos muestra esa esencia de lo que se encuentra en la base de Placebo, que tiene memorias oscuras, por supuesto, pero también hay buenos momentos”.
Steve Forrest, baterista.
» Cuándo y dónde Jueves 22 de abril, a las 8 p.m., en el Salón Milenio de Corferias. Boletas en dos localidades, con precios de 130.000 y 230.000 pesos. sica y de forma apasionante estados como la melancolía, el dolor o la tristeza. “Tiene mucho que ver con ser un nuevo comienzo y creo que tener toda esa energía en el cuarto es la razón por la que las canciones salieron como salieron”, explica Forrest. “Creo que Brian nos muestra esa esencia de lo que se encuentra en la base de Placebo, que tiene memorias oscuras, por supuesto, pero también hay buenos momentos –añade el baterista–. Puedes disfrutar la vida y reírte por ahí, es un comienzo fresco (...) No es ‘antichévere’ ser feliz. Disfrutar la vida debe ser una cosa buena”.
Más alegría, más color Para lograr encajar, Forrest tuvo que bajar un poco las revoluciones propias en las que se mueve un baterista de punk: “Ellos me ayudaron a soltarme y creo que el resultado es algo para estar verdaderamente contentos”. Battle for the Sun, el álbum que inspira esta gira, ha sido calificado por los críticos como uno “más alegre y colorido”, algo peculiar a la hora de hablar de Placebo, una banda que tiene entre sus fortalezas describir con su múArchivo particular
HABLEMOS DE VINOS
PATRICIO TAPIA ESPECIAL PARA EL TIEMPO
SANTIAGO DE CHILE
Guardar vinos suena a palabras mayores. El arte de saber escoger una botella y –más importante– de tener las paciencia para esperarla hasta que, en teoría, esté en su momento justo, debiera ser el grado máximo al que puede aspirar un conocedor; un signo inequívoco de sabiduría. Ya hemos hablado del tema. Una botella pasa por estados de madurez y la gracia –se nos dice con insistencia– es aprender a descorcharla en su momento justo, cuando el equilibrio de sabores y la complejidad de los aromas sea el correcto. Yo podría estar de acuerdo con eso. Y lo estaría sólo si el vino fuera una bebida corriente, si sólo se resumiera a lo que está dentro de la botella. Pero no es así. El hecho es que el vino no es únicamente una expresión organoléptica: sabores, aromas, textu-
El descorche emocional ras. Una botella tiene significados mucho mayores que no necesariamente están relacionados incluso con quién lo produjo, sino que más bien con quién se encuentra allí, con el descorchador en la mano, dispuesto a beber esa botella de un momento a otro y, de paso, teñirla de su propia experiencia. Perdonando la cursilería, yo creo que el mejor momento para destapar el vino no es el organoléptico, sino que el "emocional". Me explico. Puede que esa botella que hemos guardado no esté lista en términos técnicos, puede que no haya llegado a su peak; puede que de hecho esté lejos de mostrar todo lo que tiene que mostrar, pero ahí estamos sentados, mi mujer y yo, mientras nuestro hijo nos dice que seremos abuelos. O toca a la puerta, de improviso, ese amigo que no hemos visto en años o al
otro lado de la línea telefónica una voz nos dice que sí, que todo está bien, que el trabajo es nuestro, que el futuro inmediato huele a una tímida solidez. ¿Qué hago? Celebro, claro. Y a quién le importa si el vino no está en su mejor estado, a años, a décadas de la alegría que nos cubre en ese momento. Así es que vamos y abrimos la botella y, sea de la cepa que sea, sea del año que sea o de la región que gusten, el vino irremediablemente tendrá el cristalino sabor de la felicidad. Sí. Es así. No les voy a mentir. Los puedo llenar de teoría sobre cuándo abrir una botella o cuándo no abrirla, pero lo cierto es que si, llegado el momento, en medio de la nada, en medio de una reunión entre amigos, surge ese instante revelador, una señal de que la vida es mejor de lo que pensábamos, y les dan ganas de abrir
esa botella especial, nada puede detenerlos. Yo no lo haría. Me quemo las manos antes de contenerme. Y disfrutarán de esa botella mucho más que lo que implicaría la paciencia y la tediosa sabiduría de conocer el momento justo en que se debiera abrir. Claro. Muy claro. El vino no el producto de la fermentación de cierto tipo de uvas, sino de lo que nosotros queremos que sea. Entonces, cuando escuchen por ahí que esta bebida es un elemento cultural más que agrícola, ya sabrán a lo que esa frase se refiere. No es el vino en sí, es para lo que nos sirve, para lo que nos puede ayudar, en dónde puede esa botella poner sus acentos. Abro la botella porque creo que voy a encontrar en ella un complemento o un apoyo. O lo que sea.
Sin las viejas canciones Para llegar a ese estado de depuración de sentimientos, Placebo tuvo que atravesar por momentos difíciles. De la partida de Hewitt, dijo Olsdal a este medio, en julio del 2009: “Estuvimos casados durante 11 años. Estar en una banda, juntos, es como estar en un matrimonio. Si no te comunicas con el otro y si no te diviertes, es muy difícil mantener una buena relación”. Hoy, Placebo decidió retirar de sus conciertos gran parte de las viejas canciones que pusieron al grupo en el corazón de los fanáticos. Prefieren darle rienda suelta a Battle for the Sun y a solo una dosis del viejo material. “No es algo que tenga que ver con Hewitt –explica Forrest–. Es el hecho de que Brian y Stefan odian tocar siempre esas canciones. No quieren tocar Pure Morning o Nancy Boy, en este momento; no puedes pagarles por tocarlas. No es que no valoren esas canciones ni lo que han hecho, sino que llevan 15 años haciéndolo y eso agota a cualquiera”. De Colombia, el novato concluye: “Sabemos que hay un público muy dedicado a nosotros allá. Llevaremos un poco de nuestra nueva música, que creo que les ofrecerá un momento fantástico”.