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Perfiles: Peter Lindberg
Perfiles
Peter Lindberg:
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La esencia de la belleza natural
Por: Alfonso Solano
Si existe una verdad insoslayable dentro del mundo estético -y la fotografía forma parte de este corpus- es que nadie descubrió la fealdad a través de las “Bellas Artes”. Y, tratándose de la fotografía, esta verdad es aun más directa y expedita. Por medio de las fotografías, como lo afirma Susan Sontag, muchos de nosotros hemos descubierto la belleza de las cosas. Más allá de aquellas situaciones o ámbitos específicos en el desempeño fotográfico como la fotografía de prensa o documentalista, lo que en efecto, mueve a las personas a fotografiar, es el descubrimiento de algo bello. Y desde luego, en la historia de las imágenes fotográficas y como de nuevo lo menciona Sontag en su capital obra “Sobre la Fotografía”, la cámara fotográfica ha tenido mucho éxito “en su función de embellecer el mundo” donde las fotografías -la captación de esa realidad- se han convertido “en la medida de lo bello” más que del propio mundo de donde se capturan. En el mundo de la Moda con mayúsculas, esta visión ha sido tan dominante, que incluso, estableció ‘cánones’ que permanecieron por mucho tiempo a la hora de señalar o transmitir a través de las imágenes, lo que se consideraba bello y chic para toda una generación.
Cuando el fotógrafo alemán Peter Lindbergh fotografió en una playa de Malibú la serie White Shirts en 1988 (imágenes que ahora se conocen en todo el mundo), donde presentaba a las jóvenes modelos Linda Evangelista, Christy Turlington, Rachel Williams, Karen Alexander, Tatjana Patitz y Estelle Lefébure, jamás imaginó que estas sencillas fotografías de unas chicas con camisas blancas jugueteando en la arena, marcaría el comienzo de una nueva era que redefinió el canon de la belleza que imperaba hasta ese entonces. Después de haber sido portada de la conocida revista Vogue con la célebre editora Ana Wintour, Lindbergh continuó cambiando el panorama de la fotografía de moda durante las décadas siguientes.
En cierto modo, Lindbergh fue un auténtico revolucionario de la fotografía de retrato y moda, porque desde el principio de su carrera mantuvo una filosofía de vida con respecto a la esencia de lo que para él significaba ‘lo bello’ con el cual, ciertamente, redefinió este concepto que mostró a través de sus magníficas y sensibles fotografías. Desde la imagen elegida por Anna Wintour para la portada de su primer número de American Vogue , hasta la legendaria foto de Tina Turner en la Torre Eiffel, nunca es la marca de la prenda, la fama del diseñador o el glamour lo que define la escena en sus fotografías. Todas las imágenes de Lindbergh, transmiten una sensación de la esencia humana de los sujetos fotografiados, con una especie de melancolía y sutileza que es única y singularísimamente Lindbergh.
El Comienzo de La Era de las Supermodelos
En una histórica conversación que sostuvo Peter Lindbergh con el talentoso y singular diseñador John Galliano y que fue publicada en la revista Interview en el año 2013, el fotógrafo alemán cuenta al creativo cómo fue el proceso por el cual fue contratado para realizar la célebre serie de fotografías White Shirts: “El Sr. Liberman (Alexander) era
el director creativo de Condé Nast en ese momento, y Grace Mirabella era la editora de Vogue. Carlyne [Cerf de Dudzeele] también estaba allí. De todos modos, los editores de American Vogue me habían pedido que fotografiara para la revista y, desde mi punto de vista de París, dije: “Oh, no. No puedo”. Es realmente horrible decir eso, pero eso es lo que pensamos entonces porque había un tipo diferente de mujer que se mostraba en Vogue en ese momento: esta es, una dama elegante, perfecta y rica. Entonces, la oficina del Sr. Liberman me llamó y me dijo: “¿Puedes venir a verlo? Quiere hablar contigo en Nueva York “.Así que vine a Nueva York y fui a su oficina, sin saber nada, y me dijo: “Mis editores me dicen que no quieres trabajar para Vogue. ¿Estás loco? ¿Tienes idea de lo que te niegas? ¿Por qué no quieres trabajar para American Vogue? Y dije: “No comulgo con el tipo de mujer que estás fotografiando en la revista”. Al principio, estaba asombrado, pero luego dijo: “Está bien. ¿Por qué no tomas a uno de mis editores, a quién quieras, y luego vas a dondequieras y disparas lo que quieras? Tu tipo de mujer”. Estaba claro que el director-editor del emporio Condé Nast le había dado toda la libertad creativa al fotógrafo para que tomara sus propias decisiones e hiciera lo que, a su juicio estético, debía ser ese “otro tipo de mujer” del cual le había hablado Lindbergh. Peter escogió a la modelo Carlyne y ella se emocionó porque le encantaban las joyas y los Rolex de oro y todas las prendas de marca. Lindbergh le expresó: “Carlyne, “ Te hubiera en realidad no se trata de moda”. La modelo se le quedó mirando extrañada con unasonrisa medio congelada. Ella preguntó; dado “Entonces, qué me llevo?”. Lindbergh respondió “Solo toma algunas camisas blancas”. Y eso hizo Carlyne. la portada y 20 páginas ” Luego contactó y eligió sólo a las modelos que a él realmente le gustaban y gozaban de su simpatía. Estaban allí incluidas Christy [Turlington] , Linda [Evangelista] y Tatjana [Patitz], que para ese momento, eran muy jóvenes y poco conocidas en el medio. Lindbergh se las llevó a una playa en Los Ángeles y las fotografió súper relajadas con sus camisas blancas. Cuando el fotógrafo regresó a Nueva York y se vio denuevo con míster Liberman y la editora para ese entonces en la revista Grace Mirabella, les mostró las fotografías y ambos se cruzaron de brazos y expresaron al verlas: “Sí, pero ... ¿Qué se supone que debamos hacer con ellas? ”. Lindbergh miró a Liberman y le respondió “Me pediste que te mostrara el tipo de mujer que me gusta”. Y ambos dijeron: “Oh ... Bueno, muchas gracias”. Después que el fotógrafo se marchó de la oficina, tomaron las fotografías y las metieron en un cajón de madera. Pero, resultó que meses después, Mirabella fue sustituida por Anna Wintour como editora en jefe. Anna sacó las fotos del cajón y al verlas quedó gratamente impresionada. Le pidió a su secretaria que le comunicara con Lindbergh y cuando este le contó lo sucedido, ella respondió: “Te hubiera dado la portada y 20 páginas”. Y así sucedió. Wintour le encargó a Lindbergh que disparara la portada de su primer número, el de noviembre de 1988. En la Fotografía escogida para la ocasión, la modelo israelí Michaela Bercu vestía un jersey corto con aplicaciones de Christian Lacroix y unos jeans lavados. Lindbergh captó su rostro sonriente, con los ojos algo entrecerrados, que se apartaban tímidamente del lente de la cámara. Wintour, por fortuna, entendió la esencia del momento y le dio todo el apoyo al fotógrafo.
La mirada Lindbergh
En el complicado y competitivo mundo de la gran Moda, las relaciones entre los actores que ponen en funcionamiento la aceitada y enérgica maquinaria del Fashion Global, suelen ser muy conflictivas y por lo general, estresantes. Esto incluye , desde luego, a los fotógrafos que por regla general siempre tienen un guión que deben seguir y cumplir a cabalidad. En la época en que Linbergh trabajó para el grupo editorial Condé Nast , esta era la regla. Sin embargo, Lindberg con su particular carácter apacible y conciliador nunca comulgó con esta vorágine de trabajo. Para él siempre fue muy importante la relación de armonía que establecía con todo su equipo de producción, que incluía a su mujer y a su hija. Para el fotógrafo siempre fue primordial “construir una relación creativa con los modelos”, como él mismo lo expresó. Y eso sólo se consigue con el tiempo; por esa razón Lindbergh siempre trabajó con las mismas chicas (modelos) por largos años. Y aquí está la clave: esto haría que la chica se familiarizara con su lente y aprendiera sobre la luz y lo que Peter proponía como fotógrafo, es decir, la mirada Lindbergh. Era muy raro ver una actitud creativa por parte de las modelos y que realmente aportaran algo nuevo a las sesiones de fotografía. No obstante, había sus excepciones. Una de ellas fue la bella e inteligente Linda Evangelista que entró en perfecta comunión con el fotógrafo e irrumpió
en el modelaje con sus propias ideas sobre lo que quería hacer y lograr. En este ámbito, Lindbergh también fue un pionero, porque defendió el punto de vista de las modelos y las ayudó a establecer una relación creativa con todo el flujo de las ideas que estaban por desarrollar. La relación que estableció el fotógrafo con sus modelos no sólo era laboral, sino que se extendió más allá de ese ámbito, logrando una verdadera y sólida amistad con esta beldades del mundo de la Moda. Ellas eran, como se lo mencionó John Galliano, sus verdaderas “estrellas de cine mudo”.
El Legado de un auténtico Artista de la Imagen
Usualmente, se suele pensar que todo fotógrafo de modas debe tener siempre algo que ofrecer por anticipado, y que además debe establecer “patrones de sugerencias” en cualquier reto que se le presente, es decir, barajar sus cartas bajo la manga. Esto hace que muchos de ellos, ya tengan un “guión” pre-establecido de lo que quieren lograr con tal o cual casa de Moda. Eso hace que casi todos, se alineen en una sola dirección. Y eso, por lo general, crea una tendencia que muchas veces, no tiene nada nuevo que aportar. Por el contrario, Peter Lindbergh entendió desde muy temprano en su oficio que él siempre debía fotografiar sin pensar que lo que estaba haciendo era, simplemente, una “obra de negocio”. Aprendió muy pronto que “cuanto más miraba otras imágenes, menos sabía qué hacer”. De modo que intuyó “de que tienes que dejar eso a un lado y simplemente sentarte, tomar un lápiz y una hoja de papel y pensar lo que quieres hacer. Creo que esa es la única forma de hacer las cosas que son importantes más adelante”, confiesa Lindbergh en la mencionada entrevista- conversación con el diseñador británico.
Peter Lindbergh siempre se mantuvo a distancia prudencial del circuito voraz de los desfiles. A menudo, los directores de Revistas y algunos colegas fotógrafos le increpaban diciéndole “¿No vas a los desfiles de moda? ¿Qué tipo de fotógrafo eres?”. Él guardaba silencio y reía de forma tímida. Pero, en el fondo, sabía que eso era lo mejor que podía hacer para que su creatividad e inspiración se mantuviera a un buen nivel y sin contaminación externa. En un trabajo realmente creativo y original, no hay guiones pre-concebidos. Todo debe ser libre y sin prejuicios. Y como lo dijo Galliano, “Una buena historia definitivamente puede inspirar, incluso, si no es necesariamente la apariencia o lo que visten las chicas, sino solo el espíritu”. Y acá está el verdadero quid del asunto; “Necesitas tener tu propia experiencia, tu propia conexión, tu propia visión para crear algo diferente”, algo que Galliano menciona y que es en esencia, lo que hay que tener para producir algo que realmente posea un valor. Debe existir una auténtica conexión entre el trabajo creativo del diseñador y la propuesta gráfica del fotógrafo. En el caso feliz de Lindbergh y Galliano, esto fue siempre una dupla de inspiración mutua. Y esta actitud creativa de colaboración, este sentimiento afectivo y estético, se reflejaba con todos sus brillos en las imágenes que ambos contribuían a realizar.
Hoy por hoy, las imágenes que Lindbergh realizó durante toda su extensa e increíble carrera profesional, conforman un legado imperecedero para las nuevas generaciones y establecen un verdadero puente entre la concepción creativa del fotógrafo, la propuesta concreta del diseñador y la visión editorial de los nuevos medios en sus contenidos interactivos. Lo que hizo Lindbergh a finales de los ochenta y principios de los noventa inspiró a los artistas emergentes de su generación, en ámbitos que nunca otros fotógrafos habían tenido la oportunidad de soñar y crear. Fue así como la portada de Vogue con las supermodelos, hizo que el
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cantante compositor George Michael fichara a todas estas chicas para su videoclip de Freedom!‘90, imágenes que a su vez inspirarían a Gianni Versace para subirlas a su pasarela haciendo un playback de la canción. Mientras se extendió el reinado de las tops models, y a medida que estas conquistaban a las nuevas generaciones, allí siempre estuvo Lindbergh para fotografiarlas. Y, además de ser uno de los grandes impulsores de sus carreras, quizá lo que más sorprendía de sus fotografías era esa especie de “intimidad que desprendían sus imágenes, siempre sin retoques y con luz natural, su visión del plantel más glamuroso se traducía a menudo en retratos esenciales y cinematográficos de depurada belleza”, como lo menciona, muy acertadamente, el periodista Osman Ahmed en un nutrido artículo de la revista Vogue en septiembre del 2019. Sólo basta con ver el hermoso libro: On Fashion Photography, hermosamente editado por la editorial alemana Taschen, para darse cuenta del peso específico que posee el lenguaje fotográfico de Peter Lindbergh quien siempre elevó el espíritu de las mujeres que se posaban frente a su lente para capturarlas y proyectarlas con una verdadera dimensión humana; sin photoshop, sin aquella “demoledora religión de la perfección absoluta”. Una concepción de la belleza que se define con la sencillez de un rostro prístino de humanidad, “de una belleza diferente, más real y sincera, libre de manipulación por intereses comerciales, una belleza que habla de individualidad, el coraje de ser uno mismo y de la sensibilidad propia.”
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