Realismo

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El Realismo 1


El Realismo literario

¿Qué es el Realismo literario? El Realismo surge como un movimiento opuesto al Romanticismo e intenta trasladar la realidad al arte, es decir, representarla lo más fielmente posible y con el máximo grado de verosimilitud. El Realismo surgió en la Francia de la primera mitad del XIX. Se inició con autores como Balzac y Stendhal, y se desarrolló con Flaubert. La literatura realista, en nuestro país, levantó los ánimos de los escombros, hizo análisis y planteamientos político-doctrinarios, cuestionó el sistema imperante y criticó el comportamiento de los caudillos militares. Sobresale más el ensayo y la novela. El pensamiento nacionalista y el afán renovador caracterizan a esta escuela. Brinda testimonio de los problemas del país, visualiza sus causas y propone alternativas.

Características

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Clorinda Matto de Turner

Si la historia es el espejo donde las generaciones por venir han de contemplar la imagen de las generaciones que fueron, la novela tiene que serla fotograf铆a que estereotipe los vicios y las virtudes de un pueblo, con la consiguiente moraleja correctiva para aquellos y el homenaje de admiraci贸n para estas

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Biografia Esta importante autora peruana es una muestra de lucha contra lo establecido. Guerrera incansable en la búsqueda de la igualdad de la mujer y la reinvindicación del indígena. Para conocer un poco de su historia, veamos el siguiente video que ha sido consignado en el wix: http://cesaralbornoz54.wix.com/realism#!biografa/c22ne Luego de visualizarlo comparte con tus compañeros, algunos aspectos que te hallan parecido interesantes sobre su vida.

Argumento de Aves sin nido ‘Aves sin nido’ narra historias en torno al pueblo de Killac, donde el corrupto gobernador Sebastián Pancorbo hace de las suyas y abusa de los indígenas con apoyo del inmoral, lujurioso y violador sacerdote Pascual Vargas. Llegan al pueblo Fernando Marín y su esposa Lucía Marín, quienes defienden a los indígenas. Ella, infatigable defensora de los abusados, apoyará a Isidro Champi y su mujer Martina, quienes por no poder pagar abusivas deudas sufren el rapto de su hija 4


Rosalía. Los Marín y los Champi acuden a las autoridades, pero ellas justifican los abusos y matan a Isidro y Martina. Lucía decide cuidar a Margarita y Rosalía (huérfanas) pero la primera se enamora de Manuel, hijo del alcalde que ayudó a matar a sus padres. Él le revela que en realidad su papá es el cura y Margarita confiesa que ella también es hija del sacerdote, por lo que la pareja será inocente víctima de la inmoralidad de las malas autoridades que ni siquiera les permitirán amarse y ser felices, pues son hermanos.

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LAS HORAS DE LUCHA DE MANUEL GONZÁLES PRADA Manuel Gonzáles Prada nació en Lima, el 5 enero de 1844, en el seno de una familia acomodada. Sus padres fueron Francisco González de Prada Marrón y Lombera y su madre Josefa Álvarez de Ulloa. En 1855 la familia viajó a Valparaíso (Chile) y el pequeño Manuel fue matriculado en el Colegio Inglés. De vuelta al Perú, en 1857 estudió en el Seminario de Santo Toribio y luego en la Universidad de San Marcos donde se matriculó en Derecho y Humanidades, carreras que nunca llegó a terminar. Desde muy joven sintió natural inclinación hacia el Humanismo, por lo que se nutrió de la filosofía de Augusto Comte, Inmanuel Kant, Spencer y otros filósofos. Y, además convencido de los valores de la ciencia se decantó por ella antes que por los de la religión. Como autodidacta, se forjó un sólido bagaje cultural, lo que le facultó para expresar con facilidad sus ideas sobre todo mediante la palabra escrita. Como escritor hizo un crudo diagnóstico de la realidad nacional, fustigó todo lo que le parecía tonto u horrible, las costumbres aristocráticas, la corrupción de los políticos, la actitud de los abogados que vendían la justicia al mejor postor, la falsedad de los periodistas al dar las noticias, los dogmas desquiciantes de los religiosos, las posturas inventadas de los héroes patrios glorificados en sus monumentos y hasta la forma de vestir, pensar y vivir de la gente de su época. Lanzó sus dardos literarios contra el inmovilismo y la hipocresía de las elites gubernamentales que regían los destinos del país: contra la falsedad de aquellos que aprobaban leyes favorables a su entorno familiar y su camarilla política, de los magistrados usureros, jueces que por una bolsa de dinero encarcelaban a los buenos y liberaban del presidio a los malos, de la mentira de los comunicadores de noticias que dañaban el espíritu y el cerebro de la opinión pública, de los hombres públicos, beduinos que ensalzaban la casta y el linaje de la aristocracia y los grupos de poder económico que estaba centralizado en la capital y discriminaban a los peruanos de las provincias del interior. Lo dijo sin tapujos, a pesar de su procedencia criolla: “No forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico y los Andes; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la banda oriental de la cordillera” A lo que habría que añadirle: por la gente de las comunidades nativas de nuestra Selva. Y, empleó además palabras sinceras y valientes para designar lo que es malo, feo y no se debe hacer. En su libro: “Horas de Lucha” resalta la frase, retórica y panfletaria: “El Perú es un organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota el pus.” Manuel sacó a luz los malos hábitos heredados de la Colonia: como la falaz actitud de aquellos licenciados y doctores, que se creían sabios sólo por ostentar títulos firmados por autoridades públicas, ignorando que una sarta de títulos enmarcados sobre una pared y la repetición, a la manera de los loros, de normas y códigos fosilizados en manuales relacionados con sus profesiones, no otorgan sabiduría. Alejados del arte y la ciencia, y sin aptitud para crear algo nuevo, adormecían la iniciativa individual de sus discípulos y los hundían en la pereza y el estatismo intelectual. Criticó también la servidumbre de aquellos, elegidos por el fraude, que copan las cámaras legislativas, de aquellos que desde los inicios de la República, anhelan ser 6


elegidos congresistas para capturar dinero y endilgarse honores; congresistas sumisos a los presidentes de turno, sin autonomía funcional ni goce de libre albedrío, mediocres, ávidos de emolumentos, que defienden las consignas del Ejecutivo – aunque fueran descabelladas– en vez de actuar con inteligencia y capacidad para debatir los verdaderos problemas que afectan al país. Los congresistas que viven alejados de la realidad nacional, sin sentir el clamor popular. Por andar enfrascados en servir de comodines, o medrar entre coimas y chantajes, van en contraposición con la voluntad del pueblo. Y es lógica la protesta generalizada de la población afectada por las medidas que aprueban los denominados “padres de la patria”, gente con rangos y prerrogativas, que parecen seres de otro planeta, extraterrestres que han invadido la Casa del Congreso y ahí moran a sus anchas, discutiendo entre ellos, con diferentes lenguas y banderas, sin llegar nunca a ponerse de acuerdo en algo útil. Los congresistas no son rentables al Erario Público, al contrario le ocasionan un ingente gasto económico y por lo que hacen sirven de poco o nada; su presencia es prueba irreverente de que los peruanos no somos capaces de elegir como legisladores a hombres justos y preparados, a los mejores estadistas, a los que realmente quieren hacer patria y no arrastrarla a la ignominia o empeñarla a especuladores nacionales y extranjeros, como si fuera un bien transferible. Tampoco se cansó de fustigar a la aristocracia limeña, formada por grupos oligárquicos, criollos que imponían su hegemonía en el país, que se consideraban “españoles americanos” y sentían añoranza por la lejana Madre Patria despreciando los valores de nuestra tierra, sobre todo a los indígenas. La aristocracia limeña estaba centralizada en Lima. ¿Y qué era Lima?, una aldea con pretensiones de ciudad, sus casas unos galpones con ínfula de palacios, sus habitantes una mezcla de negros, cholos y epifanios que se creían grandes personajes, ilustres figuras que los domingos salían a pasear por la vía pública pavoneándose con sus sombreros de copa, levitas negras y bastones con puño de oro. Gente zamba, chola o mulata, a la que no se le podía recordar sus orígenes porque se enfadaban. Vivían orgullosos de tener un padre blanco, negando –por vergüenza o afrenta– descender de una sencilla madre india o negra. Y encima creían que se mejoraba la raza casándose con uno de piel blanca, aunque éste fuera un bribón sin estudios ni capacidad para crear su propia fuente de empleo. Los tiempos han cambiado desde la época en que vivió Manuel Gonzáles Prada, aunque su obra sigue vigente, está ahí para recordarnos que debemos mejorar en nuestro manera de pensar y actuar. El escritor, que se rebeló contra la sociedad de su tiempo, publicó en el Comercio, y las revistas “Los Parias” y “La lucha”. Se dedicó también a la política, manteniendo incólume su espíritu individualista, su posición de libre pensador solitario y anárquico. Fundó el Círculo Literario que pasaría a convertirse en el partido político Unión Nacional. En 1894 publicó: “Páginas Libres” y en 1908 salió a luz: “Horas de lucha”. Enemigo acérrimo de lo añejo y decrépito en todos los ámbitos de la sociedad. Son célebres sus discursos leídos en el Ateneo de Lima, en 1886, y el leído en el Politeama, en 1888, donde proclamó la famosa frase: “¡Los jóvenes a la obra, los viejos a la tumba!”, arengando así a la juventud a luchar por el cambio social, por rebelarse contra leyes y

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constituciones promulgadas por congresistas trasnochados que desconocían la verdadera realidad del país. En 1912 asumió la dirección de la Biblioteca Nacional del Perú, en reemplazo de Ricardo Palma. El escritor, que persiguió un ideal político basado en la anarquía, influyó en otras generaciones de políticos, entre ellos Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, quienes respetaron las ideas del maestro pero no concordaron con ellas. Y se fueron por otros senderos, fundaron sus propios partidos políticos con diferentes programas dirigidos a la transformación de la sociedad. Manuel Gonzáles Prada, el patriarca de la ideología moderna en el Perú, falleció en Lima el 22 de julio de 1918, a los 74 años de edad. Su obra, aunque políticamente enfocada desde una postura anárquica e individualista, merece el pleno reconocimiento. Y, por ser el despertador de la conciencia política de los peruanos modernos, se le considera una figura relevante en la literatura y la política peruana del siglo XX. Extraído de http://jorgevaras.com/biografias/manuel-gonzales-prada

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Discurso en el Politeama I Señores: Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy para dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo y algo de ironía; el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el hierro. Los viejos deben temblar ante los niños, porque la generación que se levanta es siempre acusadora y juez de la generación que desciende. De aquí, de estos grupos alegres y bulliciosos, saldrá el pensador austero y taciturno; de aquí, el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador que marque la frente del culpable con un sello de indeleble ignominia. Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna generación recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas que satisfacer. En la orgía de la época independiente, vuestros antepasados bebieron el vino generoso y dejaron las heces. Siendo superiores a vuestros padres, tendréis derecho para escribir el bochornoso epitafio de una generación que se va, manchada con la guerra civil de medio siglo, con la quiebra fraudulenta y con la mutilación del territorio nacional. Si en estos momentos fuera oportuno recordar vergüenzas y renovar dolores, no acusaríamos a unos ni disculparíamos a otros. ¿Quién puede arrojar la primera piedra? La mano brutal de Chile despedazó nuestra carne y machacó nuestros huesos; pero los verdaderos vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra ignorancia y nuestro espíritu de servidumbre. II Sin especialistas, o más bien dicho, con aficionados que presumían de omniscientes, vivimos de ensayo en ensayo: ensayos de aficionados en Diplomacia, ensayos de aficionados en Economía Política, ensayos de aficionados en Legislación y hasta ensayos de aficionados en Tácticas y Estrategias. El Perú fue cuerpo vivo, expuesto sobre el mármol de un anfiteatro, para sufrir las amputaciones de cirujanos que tenían ojos con cataratas seniles y manos con temblores de paralítico. Vimos al abogado dirigir la hacienda pública, al médico emprender obras de ingeniatura, al teólogo fantasear sobre política interior, al marino decretar en administración de justicia, al comerciante mandar cuerpos de ejército... ¡Cuánto no vimos en esa fermentación tumultuosa de todas las mediocridades, en esas vertiginosas apariciones y desapariciones de figuras sin consistencia de hombre, en ese continuo cambio de papeles, en esa Babel, en fin, donde la ignorancia vanidosa y vocinglera se sobrepuso siempre al saber humilde y silencioso! Con las muchedumbres libres aunque indisciplinadas de la Revolución, Francia marchó a la victoria; con los ejércitos de indios disciplinados y sin libertad, el Perú irá siempre a la derrota. Si del indio hicimos un siervo ¿qué patria defenderá? Como el siervo de la Edad media, sólo combatirá por el señor feudal. Cuando tengamos pueblo sin espíritu de servidumbre, y militares y políticos a la altura del siglo, recuperaremos Arica y Tacna, y entonces y sólo entonces marcharemos sobre Iquique y Tarapacá, daremos el golpe decisivo, primero y último. Para ese gran día, que al fin llegará porque el porvenir nos debe una victoria, fiemos sólo en la luz de nuestro cerebro y en la fuerza de nuestros brazos. Pasaron los tiempos en que únicamente el valor decidía de los combates: hoy la guerra es un 9


problema, la Ciencia resuelve la ecuación. Abandonemos el romanticismo internacional y la fe en los auxilios sobrehumanos: la Tierra escarnece a los vendidos, y el Cielo no tiene rayos para el verdugo. En esta obra de reconstitución y venganza no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutas de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra

Manuel González Prada, Páginas libres

Resuelve los ejercicios planteados en la siguiente dirección http://cesaralbornoz54.wix.com/gonzalesprada#!ejercicio/c4ig

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