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ANÁLISIS
Por: Ricardo Ávila Pinto, periodista y analista económico.
LA LUZ AL FINAL…
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Cualquier proyecto de infraestructura que se sume a los que están en las listas conocidas, servirá para que la economía colombiana logre hacer reverdecer sus laureles más temprano que tarde. Y más crucial todavía, es la creación de fuentes de empleo que se requieren con urgencia. Por eso es que hay que ponerle manos a la obra. Análisis.
Amediados de diciembre del año pasado la Comisión Económica para América Latina y el Caribe dio a conocer sus cálculos con respecto al comportamiento previsto de la región en materia de crecimiento, tanto en el año que terminaba como en el que estaba cerca de comenzar. Según la entidad adscrita a las Naciones Unidas, todo apuntaba a una tímida recuperación del 1,3% en 2020, que en todo caso no alcanzaría a borrar los sinsabores de los calendarios previos.
Semejante pronóstico tuvo que ser revisado a la baja tres meses después. Como consecuencia de una nueva enfermedad de tipo respiratoria originada en China, para marzo era evidente que la respuesta de las naciones afectadas por la recién declarada pandemia golpearía no solo la actividad fabril sino los flujos comerciales. En consecuencia, el organismo multilateral habló de una caída del 1,8% en el Producto Interno Bruto latinoamericano.
Treinta días más tarde, el lente se había oscurecido todavía más. De manera paulatina, los países de la zona habían comenzado a imponer cuarentenas obligatorias, de orden similar a las adoptadas previamente en Asia y buena parte de Europa. Debido a ello, la Cepal habló de un retroceso del 5,3% en abril.
Pero ese cálculo, volvió a quedarse corto. La duración de los confinamientos se prolongó en el tiempo debido a que el epicentro de la pandemia se trasladó a estas latitudes, dando al traste con la esperanza de una recuperación rápida tras la primera caída. En julio el pronóstico le apuntó a una contracción de 9,1%, la peor desde comienzos del siglo XX, fecha en la cual comenzaron a aparecer estadísticas al respecto.
Semejante progresión en las proyecciones negativas pone de presente el tamaño del impacto
atribuible al coronavirus a lo largo y ancho del planeta. Hoy en día las cifras en rojo son la constante y no la excepción en los cinco continentes, pues la que comenzó como una emergencia en el campo de la salud, acabó enfermando a la economía, con graves secuelas sobre los indicadores sociales.
El motivo del deterioro previsto en el bienestar de incontables familias no es otro que el desempleo. De acuerdo con cálculos de la Organización Internacional del Trabajo, el número de desocupados en América Latina habría crecido en 26 millones de personas, que se suman a los 15 millones que no podían encontrar una plaza para laborar.
Por su parte, un observatorio del Banco Interamericano de Desarrollo habla de la pérdida de más de 29 millones de empleos, concentrados en los siete países más grandes del área. Ese es el motivo por el cual la Cepal sostiene que la población en condición de pobreza pasará de 186 a 231 millones de personas, pues no solo se trata de quien se queda de brazos cruzados sino de los integrantes de su círculo familiar directo.
Colombia, lamentablemente, no se escapa de un escenario tan inquietante. A medida que pasan las semanas y la demora en el retorno a la normalidad se prolonga, empeoran las apuestas de los expertos con respecto a la economía nacional.
La dispersión en los números es notoria, pues la incertidumbre no termina. De tal manera, el Banco Mundial dice que la magnitud del retroceso del PIB del país sería de 4,9 por ciento en 2020, mientras que el Fondo Monetario Internacional le apuesta a un descenso del 7,8%. Tampoco se queda atrás el Ministerio de Hacienda (bajón del 5,5%) o el Banco de la República, que menciona un rango que estaría entre seis y 10% de caída.
Sea como sea, nos encaminamos al peor desempeño económico de nuestra historia, al menos desde la separación de Panamá en 1903. Los datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares que elabora el Dane confirman que el daño en materia laboral es extenso: de acuerdo con el reporte de junio, el número de desocupados había subido en 4,3 millones de personas frente a los registros de un año atrás.
Es verdad que el guarismo es menos malo que el observado en abril, pero el consuelo no sirve de mucho. Para ponerlo en términos esquemáticos, uno de cada cinco trabajadores se quedó de brazos cruzados por cuenta de la pandemia.
Semejante impacto ha tratado de ser mitigado por las autoridades. Tal como se vio en otras partes, la política económica combina alivios que van desde transferencias y subsidios para las personas de menores recursos, hasta garantías crediticias y pago parcial de las nóminas, con el objetivo de respaldar a las empresas. El valor de las ayudas en cuestión asciende a unos $28 billones, en los que se incluye el dinero girado para el sistema de salud.
Si bien el esfuerzo presupuestal sirve para evitar el desamparo de millones de hogares, propios y extraños saben que la mejor manera de disminuir el sufrimiento es crear las condiciones para que la economía vuelva a crecer. Aunque eso no será posible en la medida en que la movilidad de las personas todavía está condicionada por la emergencia sanitaria y renglones clave se encuentran lejos de retornar a la normalidad perdida, hay manera de hacerle contrapeso al viento en contra.
Una de ellas es la inversión en infraestructura, cuyos efectos positivos son múltiples. Para comenzar, las obras físicas de diferentes tamaños exigen la contratación de trabajadores con diferentes grados de especialización, aunque concentrados en un segmento masivo. AdicioAQUÍ NO SOLO HAY nalmente, están los encadenamientos productivos que favoRESULTADOS DE recen a industrias como la de CORTO PLAZO EN cemento y hierro, pasando por una serie de materiales comCUANTO A EMPLEO plementarios. Y CRECIMIENTO, No menos fundamental es la contribución a la productiSINO MEJORAS vidad y la competitividad, que PERMANENTES QUE comprende igualmente incor porar a las corrientes econó DESATAN LA INVERSIÓN micas a regiones rezagadas PRIVADA, GRACIAS A LA por dificultades de acceso a mercados importantes, locales REDUCCIÓN DE COSTOS. y foráneos. Puesto de manera esquemática, aquí no solo hay resultados de corto plazo en cuanto a empleo y crecimiento, sino mejoras permanentes que desatan la inversión privada, gracias a la reducción de costos.
En tal sentido, los elementos del compromiso por Colombia anunciados por el presidente Iván Duque durante la instalación de las sesiones del Congreso son un paso en la dirección correcta. El motivo es que los $100 billones identificados se concentran en emprendimientos relacionados con infraestructura, cuya ejecución sería acelerada.
No obstante, se puede y se debe hacer mucho más. Para que eso sea así es obligatorio incorporar a departamentos y municipios en el esfuerzo, lo cual abarca el uso de las regalías sin asignación precisa o la identificación de nuevos mecanismos de financiación como el de la valorización. Además, hay que reexaminar las vigencias futuras y darles un nuevo empujón a las asociaciones público privadas.
Cualquier proyecto de importancia que se sume a los que están en las listas conocidas, servirá para que la economía colombiana logre hacer reverdecer sus laureles más temprano que tarde. Y más crucial todavía, es la creación de fuentes de empleo que se requieren con urgencia. Por eso es que hay que ponerle manos a la obra.