Bogotá, carrusel de colores sin ideología

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exodo

Bogotá

Texto de Galo Martín Aparicio Fotografías de Galo Martín a excepción de "El beso de los invisibles"

"El beso de los invisibles" Fotografía de Ricardo Vásquez, Yurika.

carrusel de colores sin ideología

Esta revista amiga te ha pedido por favor que le escribas sobre Bogotá. La verdad, no sabes muy bien por dónde comenzar. La ciudad es tan extensa que al intentar abrazarla muchos de sus rincones se escurren entre tus brazos. Decides que lo mejor es empezar por el principio; la Calle 26. Esta arteria parte desde el Aeropuerto Internacional El Dorado y circula hasta el corazón de una urbe que late a la falda de sus cerros orientales. Subido en un taxi o "zapatico" amarillo alcanzas la Universidad Nacional y te percatas de que los muros capitalinos son lienzos reivindicativos donde la palabra y el grafiti plasman conceptos como los de: magia, color, memoria e identidad. A pesar del gris, "el tono de la mugre que se agarra al jean después de estar sentado tomando en un parque", como te dice el "pana" (amigo) Francisco cuando le preguntas por el color de la ciudad, Bogotá irradia un espíritu RGB (siglas en inglés de Rojo, Verde y Azul).

Y es que, de la mano de la tragedia sus más de 7 millones de habitantes bailan, gritan y saltan por encima de la superficie y underground. La primera impresión que te provoca esta urbe trazada a base de calles que se denominan por números y hacen esquina con carreras es decadente, de ambiente empobrecido y desigual. La mezcla de edificios coloniales, republicanos y contemporáneos lucen o padecen fachadas sucias, deterioradas y desvenci-

jadas. El tráfico rodado hace lo que puede por esquivar los huecos que salpican el asfalto. Las señales y los semáforos parecen meros elementos decorativos a tenor de la indiferencia que suscitan a los conductores. Aquí no se conduce, aquí se maneja un carro. Por las aceras caminan cachacos, tolimenses, boyacenses, costeños, caleños, santandereanos y otros colombianos, además de extranjeros, sin orden ni concierto y dan el alto a busetas, autobuses y taxis en el lugar que consideran oportuno de la calzada. A bordo de uno de estos vehículos del absurdo transporte público urbano piensas que Bogotá viste un look ochentero como aquel Madrid de "La Movida" del que tanto has oído hablar. Te apeas a la altura de la parada del Transmilenio Centro Memoria, junto al


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