Una isla verde de naturaleza infinita
Para descubrir. Compuesto por un parque natural, varios núcleos urbanos y bancales de arrozales así es la zona del Delta del Ebro, al sur de la provincia de Tarragona
Se trata de una zona que forja carácter en la gente que vive y trabaja en la misma. Un sitio aislado y solitario que el Ebro divide en una mitad norte, la comarca del Baix Ebre, y otra sur, la comarca de Montsià. Una flecha que se introduce unos 22 kilómetros en el mar Mediterráneo.
Una superficie que equivale a 21 mil campos de fútbol en la que el paisaje es de una belleza singular y suena a viento, mar y a los graznidos que emiten las cientos de aves que lo sobrevuelan y habitan, de manera temporal y permanente. Una rica biodiversidad en la que destacan los flamencos. Aves que son más fáciles de ver buscando comida debajo del fango que volando, que es como mejor se ve el Delta. Un territorio plano que se divide en dos: el interior y el litoral. En el primero se suceden las huertas, los árboles frutales y los arrozales. En la costa se encuentran las lagunas bordeadas por carrizales y juncales, grandes extensiones de suelos salinos con vegetación halófila, bahías, islas, puntas y largas playas arenosas con dunas que son de una maravilla digna de ver y disfrutar.
EL INTERIOR
El cultivo del arroz en el Delta del Ebro no estaba planeado. Fue como consecuencia de que no saliera adelante el proyecto de construir un canal navegable que pretendía comunicar Tortosa con Sant Carles de la Ràpita, a orillas del Mediterráneo, ya que el agua del Ebro no es propicia para la navegación. Tortosa es la ciudad que concentra la vida económica, social y cultural de la zona.
Se asienta a orillas del Ebro y a unos 40 kilómetros de su de-
sembocadura. Ubicación estratégica que la convirtió en una importante ciudad comercial a la que llegaban mercancías del Mediterráneo y desde donde se transportaban Ebro arriba.
Sant Carles de la Ràpita hoy es el principal puerto desde el que zarpan los barcos que navegan por las bahías y puntas del Delta del Ebro. Al no cuajar la viabilidad del canal navegable se optó por hacer dos canales en el Delta; el canal de l´Esquerra de l ´Ebre y el canal de la Dreta de l´Ebre, uno en la mitad norte y otro en la mitad sur, respectivamente, y así poder introducir el cultivo del arroz, que se riega con agua dulce. Campos de arroz que están parcelados y atravesados por caminos hechos por los arroceros y que dan a parar a unas construcciones blancas.
Barracas en las que los trabajadores guardaban los aperos de labranza y que hoy sus propietarios han convertido en casas de fin de semana o alojamientos turísticos. Se sabe dónde hay una de estas casas por los árboles.
Una parra, una higuera o un eucalipto significa sombra, algo que escasea en el Delta. Lo que no falta es arroz y los varios usos que se dan a los granos.
Al olor del arroz cocinándose se ha sumado el que desprende la bodega Kenshô Sake (www.kenshosake.com), en la localidad costera de Ampolla, en la mitad norte del Delta. Una masía familiar en la que, al aunar las dos pasiones de sus fundadores, Meri y Humbert, el arroz y Japón, se produce sake con el arroz del Delta, además de shochu, miso, salsa de soja, koji, etc.
Una idea con fundamento más que una extravagancia ya que esta bebida japonesa se elabora a par-
tir del arroz, algo de lo que está bien provisto el Delta. Un río que, a veces, es invisible en su propio Delta. Un río que, después de un largo viaje desde Cantabria, alrededor de 900 kilómetros, llega cansado y débil al Mediterráneo.
LITORAL
El Ebro no desemboca siempre en el mismo sitio. Las puntas que se aprecian en el Delta, la del Fangar y la de la Banya, por ejemplo, formadas por la redistribución que hace el mar de los sedimentos arrastrados por el río, se corresponden con las antiguas desembocaduras que ha tenido a lo largo del tiempo el Ebro. Su actual desembocadura se encuentra en la Puntera del Galatxo.
En el litoral del Delta hay luga-
EN BICICLETA ELÉCTRICA
por el Delta del Ebro
Una manera alternativa, diferente y divertida de recorrer el Delta del Ebro es hacerlo subido en una bicicleta eléctrica. La empresa cicloturística Deltacleta (www.deltacleta.cat/es) las alquila para recorrer el interior y el litoral del Delta siguiendo algunas de sus diferentes rutas: La desembocadura del río Ebro, la bahía del Fangar, entre canales, la Cerrada y la Encañizada, la isla de Buda y el río Migjorn, etc. Rutas que siempre discurren cerca de un arrozal, un canal, una laguna, el Ebro y el Mediterráneo. También organizan rutas temáticas: gastronómicas, ornitológicas y de educación ambiental.
res tan sorprendentes como bonitos. Atípicos. Además, de la propia desembocadura, sobresalen las bahías de los Alfaques, en la mitad sur, y la del Fangar, en la mitad norte. El fondo marino de dichas bahías está cubierto de praderas de algas, lo que le convierte en un ecosistema rico y en el origen de su gran diversidad biológica. Gracias a este entorno y a sus condiciones en las dos bahías se pueden cultivar mejillones, ostras y almejas. No son las rías gallegas, pero casi.
En la bahía del Fangar se encuentra la punta del mismo nombre. Refugio y despensa para varias especies de aves acuáticas migratorias. Una península con una longitud de siete kilómetros y una anchura de tres kilómetros que se adentra en el mar y en la que hay un desierto y un faro. La Faroleta es uno de los íconos del Delta y destaca por su tamaño y por ser la única edificación en medio de este arenal con dunas rodeadas de agua. Dicha construcción, al igual que los árboles, provee de sombra. Un bien muy preciado en el Delta.
En la bahía de los Alfaques se encuentra la punta de la Banya, unida al Delta por la barra del Trabucador. Un brazo de tierra estrecho de unos ocho kilómetros de largo y rodeado de agua por sus dos lados, lo que hace que tenga una playa exterior y otra interior, en las que uno se puede bañar y practicar diferentes deportes acuáticos; kayak, windsurf y kitesurf, principalmente.
Aquí se encuentran las salinas de la Trinidad, las únicas del Delta en funcionamiento. Había otras en la laguna de la Tancada, las de Sant Antoni, que también fueron una piscifactoría.