Canarias. Ignatius Farray
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Por Galo Martín Aparicio Fotografías por Marina Neira
“MI COMEDIA SE BASA EN MIS CARENCIAS COMO CÓMICO” Ignatius Farray (Granadilla de Abona, Tenerife, 1973) es un cómico generoso y cultivado en la cátedra del humor. Sobre el escenario es un tipo descontrolado y ansioso, que salta de la trinchera del cliché y se pasa de la raya. Ese cruce de fronteras sin pasaporte es un privilegio y un deber intrínseco al oficio. A la hora de hacer reír o incomodar no discrimina a nadie. Tampoco lo hace con los medios, atiende a todos. Nuestra charla matutina transcurre en el Pepe Botella de Malasaña, un bar de su barrio en Madrid, rodeados de mesas vacías. de hacer comedia surge como algo muy contestatario, antisistema y planteado como una comedia alternativa. En España es todo lo contrario. Nace como un producto televisivo, muy mainstream, y de ahí se van derivando cómicos que sí hacen una comedia más personal y alternativa.
Usted es un teórico del humor. Me gusta pensar, reflexionar sobre la profesión. En vez de monologuista yo digo stand-up comedy, que es ese tipo de comedia que viene del mundo anglosajón y que aquí se pone de moda a principios del siglo con El club de la comedia y Paramount Comedy. En ese momento se impone la palabra monologuista, a la que yo le veo muchas connotaciones teatrales.
¿Cómo describiría su humor? Mi comedia se basa en mis carencias como cómico. Yo no soy el cómico que, en algún momento de mi vida, deseé ser. Yo me imaginaba haciendo comedia de cierta manera, ese nivel no lo he alcanzado ni de lejos. Pierdo los nervios, me puede el pánico, soy muy histérico, no acabo controlando para nada la situación. Me he tenido que contentar como me he podido apañar.
¿Qué diferencia hay entre el stand-up comedy español y el anglosajón? Yo digo que el stand-up comedy español nació de una manera un poco bastarda. En Estados Unidos en los setenta, en el Reino Unido en los ochenta, esta manera
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¿Qué provoca usted más al público: risas o incomodidad? La incomodidad no la busco premeditadamente. Creo que había más momentos incómodos al principio y menos ahora. La gente ya me conoce y sabe lo que puede esperar si va a ver una actuación mía. Antes no existía eso (ríe) y había momentos bruscos. Hay mucha gente a la que no le gusto, pero con el tiempo hay otra gente que me ha dado complicidad.
“A veces mides bien y la broma no se sale de madre, y otras notas que has medido mal, pero eso no significa que no lo vuelvas a intentar hasta que la broma te salga bien” ¿Antes de subirse a un escenario qué siente? Nervios y después vergüenza. ¿Se suele arrepentir de algo que ha dicho durante la actuación? Continuamente. Remordimiento y arrepentimiento son los dos sentimientos que más veces se me han repetido a lo largo de estos años. No es bonito tener conciencia de haber metido la pata. ¿El público le hace saber que ha metido la pata? Te lo hace saber y tú, al mismo tiempo que lo estás diciendo, te das cuenta de que estás metiendo la pata, pero has empezado la frase y la terminas de decir. Los cómicos podemos meter la pata, pero a la vez creo que debemos tener un margen.
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A veces notas que el público te lo da, para intentarlo. A veces mides bien y la broma no se sale de madre, y otras notas que has medido mal, pero eso no significa que no lo vuelvas a intentar hasta que la broma te salga bien. ¿El cómico tiene la obligación de pasarse de la raya por el público? George Carlin, un cómico mítico, decía que el cómico tiene el privilegio, pero también el deber, de pasarse de la raya. Yo creo que la gente te da esa oportunidad de comportarte de esa forma y si uno utiliza esa oportunidad para estar al límite está bien aprovechada. Si uno, en cambio, se reduce a convertirse en un cómico previsible y convencional, entonces no ha aprovechado bien esa oportunidad que la gente le ha dado.
A partir de ahí intentas tirar del hilo y desarrollarlo un poquito. ¿La comedia en España ha evolucionado?
“Si uno se reduce a convertirse en un cómico previsible y convencional, no ha aprovechado bien esa oportunidad que la gente le ha dado” -
Hay dos olas que chocan. Existe una tensión entre esa ola que se expande, cada vez se puede hacer comedia de más cosas, y otra más puritana que te censura. ¿Por qué no hay más mujeres haciendo comedia?
¿El límite es un estímulo? Tal cual. Creo que los límites del humor existen y son necesarios porque, cuando están muy marcados, eso para un cómico es un estímulo. Ya sabe dónde hay que empujar esos límites para ensanchar esa ilusión de libertad. ¿Cómo prepara sus actuaciones? Escribo a golpes, lo que me sale. Con los años acabas desarrollando una especie de antenita para que cuando ves algo que pueda ser aprovechable para contarlo enseguida coges y lo apuntas.
En el boom del 2000 había muchas chicas; algunas triunfaron, como Eva Hache, otras muchas no lo hicieron. Ahora empieza otra vez a haber muchas mujeres haciendo comedia. En el club Riot Comedy de Madrid hay micro abierto de comedia femenina; además, hay cómicas como Valeria Ros, Patricia Sornosa, Pilar de Francisco y otras más jóvenes que ojalá se las conozca mucho más. ¿Cuál es el insulto que le han dicho y que más gracia le ha hecho? Sucio simio de circo (ríe). Además, me lo dijo un canario, seseando.
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