Capitales imperiales

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Foto Miquel Fabre

Foto Dziewul

VIAJES

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Foto Igor Kapkov

La Casa danzante, en Praga, fue diseñada por el arquitecto canadiense Frank Gehry

La arquitectura de Praga reúne más de cien torres y cúpulas de iglesia

Haga un alto y cene en La Degustation Bohême Bourgeoise

EL TRIÁNGULO IMPERIAL Diners le propone un recorrido por Praga, Budapest y Viena tres capitales europeas que conservan la magia y el esplendor de su pasado. POR GALO MARTÍN | FOTOS SHUTTERSTOCK Y CREATIVE COMMONS

Al son de la Marcha Radetzky Viena se erigió en la capital del Imperio austrohúngaro. Las capitales orientales de los reinos de Hungría y Bohemia, Budapest y Praga respectivamente, hacían parte de aquel conglomerado de territorios habitados por cincuenta millones de personas y quince nacionalidades diferentes. El garante y símbolo de esta unidad monárquica era Francisco

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José I de Austria, esposo de Isabel Amalia Eugenia, duquesa de Baviera, la melodramática emperatriz Sissi. Los ríos Danubio y Moldava atraviesan esas tres urbes y ambos han sido homenajeados por grandes compositores musicales. En sus orillas, cada una de dichas ciudades ha sabido custodiar aquel pasado glorioso y tumultuoso que se derrumbó en 1919.


El río Moldava fue la inspiración del compositor Bedrich Smetana, reconocido como el padre de la música checa

LOS SECRETOS DE PRAGA

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n esta ciudad los cafés también fueron importantes. En el Louvre se podía ver a Franz Kafka y en el Evropa tuvo lugar la única lectura pública que hizo de su libro El proceso. Esta esotérica ciudad simula la pintura cubista que trazó Pablo Picasso –Las señoritas de Avignon– en sintonía con edificios concebidos como estructuras cristalinas, con formas geométricas y bordes puntiagudos. La capital checa, que pasa por ser la ciudad más occidental del antiguo bloque comunista, parece querer reafirmarlo con la Casa danzante, de Frank O´Gehry, popularmente

conocida como Ginger y Fred, a orillas del Moldava. Si de algo anda sobrada Praga es de torres y cúpulas de iglesias (123), así como de puentes para cruzar el río (13). El más transitado por los turistas es el puente de Carlos. Su casco antiguo se considera el más grande de Europa y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En la orilla oeste hay que ascender a lo alto de la colina Petrin y caminar por la calle de Nerudova hasta alcanzar la cima en la que se alza la catedral de San Vito y el castillo de Praga. Hacia abajo discurre el barrio de Malá Strana y la isla de Kampa. Un buen lugar para volver a cruzar hacia la orilla este y adentrarse en Josefov.

Aquí hay varias sinagogas y el cementerio judío en el que se amontonan miles de lápidas. Siguiendo el paseo por la calle Celetná, como si fuera un camino de baldosas amarillas, se llega a la Torre de la Pólvora. Se alza sobre una de las puertas de acceso a la ciudad y se construyó con las mismas dosis de monumentalidad que el puente de Carlos. Están comunicados, ya que por aquí entraba la plata proveniente de las minas de Kutná Hora. Cuando el cansancio haga mella una buena opción es sentarse en el Café Slavia y aprenda a escuchar el susurro del Moldava, el amor platónico que inspiró al compositor Bedrich Smetana. REVISTADINERS.COM.CO 51


VIAJES Foto Nopassin

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Foto Anton Ivanov

El Bastión de los Pescadores es un conjunto de torres y pasadizos que se ubican detrás de la iglesia de San Matías

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La colina Gellért es un cerro rocoso del que brotan tres manantiales

El restaurante Gellért Brasserie le ofrece comida húngara contemporánea

LA ROMÁNTICA BUDAPEST

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ncarna la vieja Europa a orillas del Danubio. El río escinde la ciudad que nació de la unión de Buda con Pest y el olvido de Óbuda (al norte del margen oeste del río, donde se estableció el campamento romano que después dio nombre a Aquincum, germen de la actual capital húngara), en 1873. En la ribera oeste, esparcida sobre colinas, se sucede la romántica Buda. En la cima de una de esas lomas se ubica la ciudadela. Esta construcción tiene dos partes: el Palacio Real de Buda y la ciudad antigua, donde se concentran iglesias, residencias y museos. Puede acceder en funicular o caminando entre edificios medievales. El carácter defensivo de este lugar lo manifiesta el Bastión de los Pescadores, un conjunto de torres y pasadizos detrás de la iglesia de San Matías. En el medievo aquí estaba la lonja de pescado. Hoy es un excelente mirador desde el cual se puede contemplar el otro lado de la ciudad.

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Una panorámica similar se tiene desde lo alto de la colina Gellért. Un cerro rocoso del que brotan tres manantiales que abastecen a los baños de Gellért, Rudas y Rácz. Budapest es la capital de termalismo urbano. Fueron los turcos los que instalaron en la cultura popular los baños, allá por el siglo XVI. Dese una vuelta por la piscina central de los baños Rudas. De una orilla a otra se puede cruzar por alguno de sus nueve puentes, entre los cuales destacan el de las Cadenas, el de la Libertad y el de Isabel (en homenaje a la emperatriz Sissi), todos ellos destruidos por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial al abandonar la ciudad y reconstruidos posteriormente. En medio del río está la isla Margarita, repleta de fresnos, robles y hayas. En la ribera este, extendida a lo largo de una llanura, está Pest. “Llana, judía, comercial y progresista”, según el escritor húngaro Sándor Márai. En esta parte de la ciudad, animada y festiva, prima la arquitectura ecléctica y de estilo Secesión, como les gustaba a los burgueses del siglo XIX.

La avenida Andrássy út es la distinguida arteria principal de Pest. Ha cambiado de nombre varias veces a lo largo de su historia: calle Stalin y avenida de la República del Pueblo. Tiene tres kilómetros de largo y cruza por lugares como Nagymezö (calle con teatro de variedades, restaurantes y cafés) y por la plaza del compositor Liszt Ferenc, un rincón citadino muy animado. En las calles adyacentes está el barrio judío. Los turistas suelen concentrarse en la Gran Sinagoga y por la noche en los “bares de ruinas”, edificios abandonados, los cuales se han reconvertido en locales de ocio y sus patios en terrazas donde tomar una copa. No sea tímido y atrévase a curiosear. Si no lo hace, jamás dará con su paradero. Al sur de Pest, después de pasar por viviendas tipo colmena construidas durante el régimen comunista se alza el Palacio de las Artes (Müpa) y el Teatro Nacional, dos construcciones que tienen visos de recuperar este rincón un poco olvidado de la ciudad que vio nacer al fotógrafo Robert Capa.


Foto In Green Foto Nopassin

A orillas del Danubio se alza uno de los edificios emblemáticos, el Parlamento de Budapest

En medio del Bastión de los Pescadores se erige la estatua de Esteban I, primer rey de Hungría

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Foto JFélix González

VIAJES VIAJES

El Palacio Belvedere alberga varios museos en los que se puede contemplar, por ejemplo, El beso, de Klimt

RECOMENDADOS Dormir en Hotel Grand Ferdinand www.grandferdinand.com

Baño de la suite del hotel Grand Ferdinand

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Visite el Café Landtmann y pida un kleiner mocca

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Loos American Bar, diseñado por el arquitecto modernista Adolf Loos


VIENA, LLENA DE SORPRESAS

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Siempre hay razones para entrar en un café y darse un respiro antes de continuar con la visita. Tome asiento en el Café Sperl, Central o Landtmann, pero, por favor, no pida un tinto. Aquí los clientes toman un kleiner mocca, melange, grober brauner o un fiaker. Los golosos tienen su refugio en la pastelería Sacher, en la que preparan la famosa tarta de chocolate del mismo nombre siguiendo una receta secreta. Los envíos de dulces a los palacios de Belvedere y de Schönbrunn eran frecuentes. El primero de ellos alberga en sus estancias barrocas, extensos jardines y varios museos en los que contemplar, por ejemplo, El beso, de Klimt. En el segundo, Napoleón lo utilizó como cuartel general, vivieron Francisco José I y la emperatriz Sissi y Mozart tocó el piano a los ocho años de edad. Viena, que a veces ha pecado de sobria y formal, sorprende con la iglesia Steinhof. Una joya modernista arquitectónica, obra de Otto Wagner y que se encuentra dentro del recinto de un viejo sanatorio. Otra atractiva excentricidad es el museo Kunst Haus Wien y los anexos Hundertwasser Haus y Village, a orillas del canal Danubio. Superficies multicolores, formas irregulares y a menudo cu-

biertas de plantas exuberantes a las que dio vida el pintor Friedensreich Hundertwasser, un pionero de la eco arquitectura. Siguiendo el curso de agua se alcanza la isla Danubio, un paraíso deportivo y de ocio, con bares, restaurantes y playas. Concentrado en no pisar a su pareja de baile, al son de un vals como El Danubio azul, es posible que después de un giro aparezca en Budapest, donde el agua cambia de color en función de su estado de ánimo.

Foto Imre Joo

s una ciudad de espíritus despiertos: Sigmund Freud, Gustav Klimt y Oskar Kokoscha, por citar unos pocos. Todos ellos eran asiduos de los cafés, espacios sin los cuales mucho no se hubiera hecho, hablado o pensado. Imagínelos llenos de humo, con el suelo de madera, mesas de mármol, sillas sencillas, divanes afelpados, atendidos por meseros vestidos de blanco y negro. Los cimientos de los buenos viejos tiempos. No hace falta acudir a Berggasse a la consulta del ínclito psicoanalista local para entender cómo funciona la capital austriaca. Pasee por la icónica Ringstrasse y verá materializada la idea de su concepción: comunicar el centro del poder imperial (Hofburg) y el centro de la ciudad con los barrios periféricos burgueses. A lo largo de sus 5,3 kilómetros de longitud, elegantes edificios flanquean este bulevar que se construyó a mediados del siglo XIX: la Ópera Nacional, Burgtheater, los museos de Historia del Arte, Historia Natural y Artes Aplicadas (lindando con la avenida circular se ubica el Distrito de los Museos, un complejo cultural de 60.000 metros cuadrados), el Ayuntamiento, el Parlamento, la Bolsa y la Universidad.

El Palacio Schönbrunn tiene grandes extensiones de jardines y construcciones como el invernadero Casa de las Palmeras

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