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DESTINOS
Jueves 24.03.22 SUR
ESPECIAL PORTUGAL
Alentejo al ritmo de la tierra y el mar GALO MARTÍN APARICIO
L
as desembocaduras atlánticas de los ríos Sado y Seixe hacen las veces de las fronteras naturales norte y sur, respectivamente, del Alentejo. Una región serena y aferrada a una belleza primigenia que atrapa. Una tierra en la que se suceden olivos, trigales, alcornoques, arrozales y pueblos blancos anclados al terreno y su historia. Un paisaje en el que se alternan llanuras y colinas rematadas por castillos como el que luce Marvão, pueblo elevado y amurallado, en la frontera con Extremadura, o como el de Belver, que se refleja en las aguas del compartido por España y Portugal río Tajo. A orillas del mismo se encuentra la villa de Gavião, donde han convertido la orilla del Tajo en una tranquila playa fluvial a la que, claro está, no le falta hotel y chiringuito. Más ambicioso es el complejo hotelero Lago Montargil & Villas, a orillas del lago del mismo nombre. Un caribe sin mosquitos y tierra adentro. Aunque la costa no queda lejos de aquí. Entre las desembocaduras de de los ríos Sado y Seixe se sucede un litoral alentejano que se divide en dos. Un arenal salpicado de dunas larguísimo y pulido y otro, abrupto y sinuoso. En el primero se encuentra la península de Tróia, dentro de la Reserva Natural del Estuario del río Sado. Un paraje vivo, sobrevolado por infinidad de aves y en el que nadan y hacen acrobacias delfines nariz de botella. La pinosa península en cuestión es estrecha y alargada. Se extiende unos 20 kilómetros, que son los que hay entre la zona hotelera, construida con la premisa del respeto por el patrimonio natural y cultural que posee el lugar, situada en la punta de esta lengua de tierra, con vistas a Setúbal y la sierra de Arrábida (sitios a los que se puede llegar fácilmente cruzando el estuario a bordo de un ferri), y el pueblo de Comporta, donde arranca la península. En este pueblecito los alojamientos son las viviendas que los pescadores y agricultores de la zona han adaptado a las necesidades de los turistas. En la misma playa se puede co-
El litoral alentejano se sucede sereno y bello entre las desembocaduras de los ríos Sado y Seixe
Centro-sur. El Alentejo es la región vaciada de Portugal, excepto en verano. Una tierra casi sin adulterar gracias a las prácticas de turismo sostenible A pie o en bici, la región invita al disfrute de la naturaleza. TURISMO DE ALENTEJO
mer pescado fresco y arroces. Un buen sitio es el Café Comporta. En el lado oriental de la península hay playas fluviales. En el occidental están las playas atlánticas, como las de Malha da Costa, do Campismo, Galé, Bico das Lulas y Tróia Mar. En Tróia antes que villas y hoteles estuvieron los romanos. A orillas de la laguna que hay en la península se encuentran unas ruinas romanas que datan del siglo I d. C. Se trata de un interesante sitio arqueológico que se corresponde con un importante centro de producción de salazones de pescado (conocido como ‘garum’) desde el que exportaron al resto del Imperio hasta el siglo VI. Otroo sitio de interés es el pueblecito de palafitos de Carrasqueira, dentro de la misma reserva.
VASCO DA GAMA
Precioso atardecer en la playa de Comporta. TURISMO DE ALENTEJO
El pueblo amurallado de Marvão. TURISMO DE ALENTEJO
Entre planicies y arrozales, sin apenas cruzarse con nadie en el camino, se alcanza Sines. Aquí nació el marino Vasco da Gama, el navegante que trazó la primera ruta oriental rumbo a la India a finales el siglo XV. En esta localidad comienza esa costa alentejana abrupta, sinuosa y recortada que se prolonga hasta la ribera del río Seixe, dentro Parque Natural del Sudoeste Alentejano. De playa en playa, São Torpes, Vierinha y Burrinho, se llega al encantador pueblo pesquero de Porto Covo, un precioso conjunto urbano de casas blancas y remates azules. Tras el mismo, más playas y las ruinas de una antigua fortaleza. La que hay en Ilha do Pessegueiro, construida en el siglo XVI, durante el reinado de Felipe I de Portugal y II de España, para contrarrestar los ataques de los piratas. En las playas de Aivados y Malhão el mar no disimula su agresividad. Tanto que impone hasta bañarse. Coger olas es cuestión de experiencia, coraje o imprudencia. Más seguro es disfrutar de la magnífica panorámica de la desembocadura del río Mira desde Vila Nova de Milfontes, otro pueblo pesquero y principal núcleo de atracción turística de la zona costera alentejana donde locales y forasteros dan buena cuenta de la comida que sirve la Tasca do Celso. Un pequeño paraje de sol y océano en el que conviven personas con el rostro curtido por el trabajo en el campo con otras que lucen un perenne bronceado a base de largas sesiones en el agua cogiendo olas. El Alentejo es un lugar en el que la vida transcurre al ritmo que marca la tierra y el mar.