Porto Santo

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22 DESTINOS

Jueves 24.03.22 SUR

ESPECIAL PORTUGAL Porto Santo es una preciosa isla volcánica cincelada por el paso del tiempo.

silva, el gran patrimonio natural de Madeira. Una isla forrada de una vegetación endémica, donde hay rosas y geranios de monte, e impregnada de humedad.

LA ISLA MINIMA

Un jardín y un juguete flotando en el Atlántico Islas. No es raro hablar de la Madeira y olvidarse de Porto Santo, la pequeña y volcánica isla de este archipiélago portugués G. MARTÍN APARICIO

Vista de la isla de Madeira. GONZALO CRUZ

M

adeira era un lugar de paso. Una isla en la que hacían escala los viajeros ingleses y holandeses enrolados en las embarcaciones que navegaban del Viejo al Nuevo Mundo y viceversa. Aquí dejaban, entre otras muchas cosas más, orquídeas. Flores que hoy lucen en el encantador Jardín de Orquídeas. Las angostas carreteras que recorren la horadada Madeira exhiben en cada curva un ramo floral con denominación de origen tropical. El clima, la humedad y el agua de la que goza la isla no solo beneficia a la vegetación, Sissi Emperatriz y Hemingway, entre otros ilustres personajes, se dejaron caer por estas benignas latitudes con el ánimo de sanar sus males. El periodista y escritor estadounidense también aprovechó para beber y divertirse. Se rindió al vino local. En la

zona de Estreito de Cámara de Lobos hay viñedos plantados en las laderas de las montañas, a modo de terraza y dispuestos en un sistema de estacas, para aprovechar bien el suelo y poder cultivar otros productos. También disfrutó deslizándose desde Monte, a unos 550 metros de altura sobre el nivel del mar, hasta Livramento, en la ciudad de Funchal, subido en una especie de trineo de mimbre dirigido por unos habilidosos y fuertes ‘carreiros’. Unos tipos que visten de blanco, en la cabeza llevan puesto un sombrero de paja y calzan unas botas con suela de neumático que hacen las veces de freno. Un medio de transporte burgués y muy práctico para bajar de la parte alta y periférica de la ciudad, donde se concentraban quintas, villas de recreo y se construyeron los primeros hoteles de

la isla, como el Belmonte, hasta la zona baja de la misma. Un recorrido de dos kilómetros de distancia que se realiza en unos diez minutos y en el que se alcanzan unos 45 kilómetros por hora. Un trabajo duro el de los ‘carreiros’, más todavía cuando llueve. El agua que riega la orografía insular discurre por unas acequias denominadas levadas, construidas poco después de la colonización de la isla en el siglo XV. Un circuito de 2.150 kilómetros ideado con ingenio y construido de manera encomiable. Las hay rasgadas en las rocas sobre abismos, otras excavadas en las montañas por medio de túneles. No solo las personas que las construyeron tuvieron que salvar un importante desnivel, entre los cero y casi 2.000 metros de altura, sino que tuvieron que hacerlo con un equipamiento y unas

técnicas rudimentarias. Gracias a esta canalización del agua de la lluvia, de los manantiales y de la que emana de las fuentes naturales que hay en la sierra, se pudo (y se puede) regar los campos de cultivo y jardines, además de abastecer a los pueblos y generar electricidad. En paralelo a este sistema de irrigación discurren unos caminos de anchura variable, desde senderos amplios hasta veredas estrechas en las que hay que andar en fila de a uno, que se adentran en el bosque de lauri-

Madeira y Porto Santo han tenido ilustres vecinos como Hemingway y Cristóbal Colón

La hermana pequeña de la frondosa Madeira es la agreste y escarpada Porto Santo. Una isla mínima y volcánica, cincelada por el paso del tiempo, la lluvia y el viento. Los alisios han espolvoreado sedimentos de coral, restos de conchas y erizos de mar sobre la arena que cubre gran parte de su superficie. Un campo de dunas aliñadas que va desde el océano, remontando los acantilados de la cara norte, hasta el larguísimo arenal dorado de la cara sur. su gran reclamo es esa playa de nueve kilómetros de largo y agua cristalina, rica en yodo, calcio y magnesio, con una temperatura que oscila entre los 22 y 24 grados centígrados y con la que uno se refresca y cura. Es un spa al aire libre. También es un puerto seguro, como bien apunta su elocuente nombre, en el que se pusieron a salvo unos portugueses a principios del siglo XV durante una navegación de reconocimiento que se complicó por la costa occidental africana. Vila Baleira, en la costa sur, es el principal núcleo urbano y de servicios de Porto Santo. Los sitios más frecuentados por los turistas son el muelle y la Casa Museo de Colón. La hija del primer Capitán Donatario de la isla, Filipa de Moniz, se casó con Cristóbal Colón. Como dote el navegante recibió de su suegro las cartas de los vientos y corrientes de las posesiones portuguesas en el Atlántico. Secretos en forma de documentos que los portosantenses creen que alimentaron su idea de viajar a las Indias por Occidente. Filipa y Cristóbal vivieron en Vila Baleira dos años en la casa que hoy es el museo que lleva su nombre. Porto Santo está cubierto por una gran variedad de plantas que colorean de verde la isla, cuando llueve. Hay plantas endémicas y otras que plantó el windsurfista Carlos Alfonso hace algo más de tres décadas en la Quinta das Palmeiras, un lugar en el que la sombra y el frescor están asegurados. Como algo de lluvia si se sube al mirador de Portela, donde hay unos molinos de viento con los que antes se molía los cereales con los que se hacía el pan. En el extremo oeste de Porto Santo se encuentra el mirador de las Flores, desde donde hay una vista excelente de la vecina e inhabitada isla de Baixo ou da cal. Desde este balcón también se puede ver a la embarcación Lobo Marinho, el ferri que realiza la ruta Madeira-Porto Santo y viceversa. Su bocina se oye en cualquier rincón de Porto Santo y hace las veces de reloj. El capitán de dicho barco, por culpa de su horario laboral, pasa más tiempo en Funchal que en Porto Santo, que es donde vive, aunque casi siempre dormido.


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