Con faldas y a lo loco

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STYLE | CHARLAS

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Con faldas y a lo loco

A todas sus piezas, únicas en el mercado, les cose el logo de su marca. El objetivo no es más que proporcionar a la prenda esa exclusividad tan característica de sus diseños 100% escoceses.

POR GALO MARTÍN · FOTO DANIEL MARTORELL

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De cintura para abajo Howie Nicholsby es la excepción. Incluso en Edimburgo (Escocia). Botas altas azules con puntera reforzada y los cordones atados con desgana. Calcetines de punto grueso sin estirar del todo, dejando al descubierto un tatuaje en su pierna derecha. Falda de tejido vaquero, un poco por encima de la cadera, sujeta por un cinturón con una hebilla metálica igual que la de los aviones y rematada con un alfiler. A los lados le cuelgan dos bolsillos exteriores grandes cruzados. Así viste el tipo que lleva 16 años sin ponerse unos vaqueros y que diseña y teje faldas escocesas para lucir en caso de alunizaje o una visita al urólogo.

E

l castillo que hay en el centro histórico de Edimburgo se eleva igual que si fuera un volcán. Howie Nicholsby es el fuego que incendió el tradicional mundo de los fabricantes de faldas escocesas –que ellos llaman kilts– hechas con tartán: una tela de lana con cuadros de diferentes colores que distingue a los clanes históricos. El tipo se aburrió, no de la falda, sino del tartán, y se puso a experimentar. Hasta romper las reglas del juego. Él habla de una “evolución radical”. Pero, claro, antes tuvo que aprender, alguien le tuvo que enseñar. Alguien al que, tiempo después, desobedecería. La escuela donde se instruyó fue el negocio familiar. Su padres, Geoffrey y Lorna, fabrican faldas desde 1971, clásicas y con un toque contemporáneo, que venden en su tienda Geoffrey The Tailor’s Kiltmakers and Tartan Specialists, en la Royal Mile de la capital escocesa. Howie estuvo con ellos diez años. No le convenció la ubicación del negocio, por donde transitan muchos turistas, los mismos que se compran por 50 libras faldas hechas en China que, en el mejor de los casos, visten en despedidas de solteros. Se hartó de las diferencias comerciales y estéticas que empezaban a relucir

entre él y su padre. Su progenitor le instaba a vender Mercedes, cuando lo que él quería era ofrecer Teslas. En el tiempo que pasó trabajando con sus padres aprendió a coser faldas a mano y siempre tuvo presente la idea de que debían de ser prendas llevables de uso cotidiano. “Llevo 16 años sin ponerme unos pantalones vaqueros”, dice. El hecho de no embutirse en unos puede que haga que la calidad de su esperma sea mejor que la del resto que sí lo hacemos. Él lo deja caer. Viajó mucho a los Estados Unidos y empezó a mirar Escocia a través de los ojos de aquel país. De ahí ese punto de entretenimiento que tienen sus diseños. En 1999 dio comienzo su aventura en solitario al frente de su tienda 21st Century Kilts, en el número 48 de la calle Thistle, en la New Town de Edimburgo. En el interior del local hay dos salas. Las telas que rebosan, lana –tipo tweed–, camuflaje, raya diplomática, vaquera y cuero negro, se mezclan con los encargos colgados en rieles de cobre de corte industrial listos para entregar a sus propietarios. Clientes que han pagado desde 650 libras –unos 730 euros– por uno de sus modelos. Personas cuyo fondo de armario es muy probable que

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esté nutrido con más de una y dos faldas. Howie tiene algo más de diez. Gente que no necesita excusas para vestir una prenda que ya se ponían los egipcios, los griegos, los romanos y los vikingos. Pueblo, este último, del que viene la palabra kilt. Al fondo, según se entra, hay un rincón en el que ahora está trabajando uno de los fabricantes que Howie contrata para realizar los pedidos. “No somos una fábrica”, explica. Se toman su tiempo para tener listas las prendas, entre seis y ochos semanas en el caso de las faldas. Si encargas un traje de falda te toca esperar entre ocho y doce semanas. En cualquier caso, encargues lo que encargues, él siempre te regala un alfiler decorativo: su logo. Una marca que han vestido Vin Diesel, Lenny Kravitz y modelos fotografiados por Mario Testino, como se puede ver en los recortes de prensa y fotografías que hay colgadas en las paredes de la tienda. Si quieres que Howie te reciba en su local, más te vale concertar una cita. Eso te asegura su asesoramiento a la hora de escoger la falda que mejor se adapta a tu cadera, y una cerveza o un whisky. Si el motivo de tu presencia es porque te casas, te ofrecerá champán. Trabaja bajo

demanda y crea faldas a medida. Nosotros avisamos antes de nuestra visita y ahí estaba Howie, quien, al ver que llevábamos puestos unos vaqueros, no dudó en decirnos: “No os ofendáis pero, de los tres, el que viste con más clase aquí soy yo”. Él no viste como el resto y tampoco cree que haga falta ser escocés para ponerse una falda ni que todas ellas se hagan con un tartán. Ya hemos visto que él ofrece materiales alternativos. Además de los tejidos que emplea, Howie busca la comodidad frente a la moda. Así, sus faldas,con adornos y forros, no parten de la cintura, sino de un punto por encima de la cadera, para darle un aire más informal, y los bolsillos externos y desmontables que cuelgan sustituyen al clásico monedero que iba alrededor de la cintura de la falda. De ahí para arriba uno puede vestir igual que si llevara esos vaqueros denostados por Howie: chaqueta de tres botones, a la que se le puede sumar un chaleco y una camiseta. En el siglo XVIII a los escoceses se les prohibió vestir falda. Fue la manera de rebajar su orgullo rebelde y nacional. En el siglo XXI hay que tener la autoestima muy alta para ponerse una de las que hace Howie. Poco convencionales, sí, pero con un trabajo de sastrería impecable.


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