Mejillones y "frites" en Bruselas

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La complejidad de las cuestiones que se cocinan en el Parlamento Europeo con sede en Bruselas contrasta con la sofisticada sencillez de su gastronomía. La cocina belga es un regalo para los sentidos presentado en platos sencillos y sabrosos. Hay gustos para todos los paladares: patatas fritas –frites–, mejillones –moules– y piezas artesanales de chocolate, por citar los más icónicos. Bruselas es como un gran ágora de sabores que hay que animarse a probar.

SECR ETOS DE COCCIÓN

Guerra Mundial los norteamericanos que se encontraban atrincherados en Bélgica, donde se hablaba francés, las nombraron como French fries por pensar que eran franceses (ya que hablaban el mismo idioma). Lo que es obvio es que los belgas controlan mejor que nadie el arte de la doble cocción, para que así las frites sean doradas y crujientes. Primero se fríen las patatas a 160°C durante ocho o diez minutos. Se retiran del fuego, se les quita el aceite sobrante, se dejan reposar y se vuelven a freír unos cuatro o cinco minutos, pero esta vez a 180°C. Al final quedan unas patatas fritas blanditas por dentro pero crujientes por fuera. Además, no suelen ser demasiado grasientas (para ser patatas fritas, claro). Los belgas las cocinan en dos etapas: en aceite y con grasa (grasa de buey no refinada), que es la opción más demandada. Y claro, también es importante la variedad de patatas que emplean (bintje).

A pesar de la altivez y la distancia que despierta esta elegante y surrealista ciudad, tan gris como acogedora, sus dandis habitantes dan buena cuenta de los cucuruchos de frites con las manos de camino hacia algún lugar. La imagen es tan evocadora que recuerda a esa de Wall Street en la que hombres en traje y corbata portan un café en la mano mientras se dirigen con paso acelerado hacia su oficina. Los denominados Frikots/Friterie, puestos de patatas fritas, están salpicados por todo Bruselas. Simulan lugares de peregrinación, así como elementos decorativos de esquinas y plazas por toda la ciudad. Sin duda, constituyen un rasgo distintivo en la geografía metropolitana. En la Place Jourdan, ubicada en el barrio Europa, se encuentra la Maison Antoine, una emblemática friterie frecuentada por locales y el funcionariado que trabaja en las diferentes sedes de la UE. Otro puesto a reseñar es la Frit´Flagey en la Place E. Flagey, muy cerca de los estanques de Ixelles, una zona copada de arte y estudiantes.

Para aquellos que tengan más apetito siempre pueden acercarse a la vecina Brujas y visitar el Friet Museum (www.frietmuseum.be); un espacio en el que se explica el encuentro de los españoles con las papas en Perú y el camino que siguieron hasta Europa.

El origen de la patata frita se lo disputan franceses y belgas. Los primeros dicen que las denominadas French fries en lengua inglesa ya las comían ellos desde de la época de la guillotina. Los belgas, por otro lado, argumentan que durante la Primera

TEXTO · Galo Martín Aparicio FOTO · Daniel Martorell Ramírez

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