Los reales sitios y clubes de Santander Veranos de mar, viento, velas y bolas
S A N TA N D E R S A L D A C A D A V E R A N O S U D E U D A C O N E L R E Y A L F O N S O X I I I Y L A R E I N A V I C T O R I A E U G E N I A D E B AT T E N B E R G. C A S I C I E N A Ñ O S D E S P U É S D E A C O G E R A TA N I L U S T R E S H U É S P E D E S , L A C I U D A D S I G U E R E F I N A D A Y A L E G R E , C O N F I A D A Y N O S TÁ L G I C A . Texto Galo Martín Aparicio
Fotos Belén de Benito
E
1913 y 1930 la Familia Real cambió los regios veranos en San Sebastián por unos más relajados y deportivos en Santander. En la ciudad cántabra, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, además de disfrutar de más intimidad, tiempo con sus hijos y de tener unos compromisos más ligeros, montaron a caballo y los vieron correr en el desaparecido hipódromo de Bellavista, jugaron al polo y al tenis en la campa de la Magdalena, al golf en Oyambre y Pedreña y navegaron en la bahía. Deportes con un poso inglés y que acabaron por tener su propia institución en la ciudad: el Real Club de Regatas, la Real Sociedad de Tenis, el Real Club Marítimo y el Real Golf de Pedreña, sin olvidar a su equipo de fútbol, el Real Racing Club de Santander. Nobles prácticas deportivas que encajaron entre audiencias, despachos, banquetes, galas y bailes. Eventos que se celebraron en el Hotel Real, en el Casino, en las sedes de los reales clubes mencionados y en el Palacio de la Magdalena, la residencia vacacional que el Ayuntamiento de Santander regaló a los reyes. Una inversión, una operación de marketing turístico a la que el republicano periódico local El Cantábrico se sumó, a pesar de ir contra sus ideales. Antes de que los reyes disfrutaran de esta ciudad, Santander dependía de su puerto. Con la pérdida de las colonias de ultramar cesó la actividad portuaria y las autoridades santanderinas vieron en el turismo de los baños de ola una salida a la crisis económica. En ese contexto, regalar a los reyes un palacio era asegurar una presencia que daría una oportunidad para que se desarrollara y ntre
Abajo, escudo de La Real Sociedad de Tenis de La Magdalena, que adorna una de las vidrieras de la entrada a su salón principal. En la pág. siguiente, de izda. a dcha. y de arriba abajo, terraza de uno de los salones privados del Restaurante del Real Club Marítimo de Santander; fotografía de Alfonso XIII jugando en las instalaciones de La Real Sociedad de Tenis de La Magdalena, que se encuentra en uno de sus salones; salón privado del Restaurante del Real Club Marítimo de Santander con los retratos de los Presidentes del Club; y busto de la reina Victoria Eugenia sobre la chimenea del Salón de Baile del Real Palacio de La Magdalena. En la doble anterior, Hall Real del Palacio de La Magdalena.
transformara la ciudad, igual que villas como Comillas y Santillana del Mar, bajo su amparo. Con la Familia Real vino su personal y un séquito de aristócratas, burgueses y gente de la cultura que acudió a Santander como abejas a un panal. Un gran rebaño de familias que hizo necesario para su alojo, acomodo y diversión la construcción del Hotel Real, el Casino y residencias palaciegas en la nueva Avenida Reina Victoria y alrededores, elegante paseo con vistas a la bahía que comunica la ciudad de Santander con la aislada, hasta ese momento, zona de playas de el Sardinero. La vecindad regia era una necesidad más que un deber para los palmeros de alta cuna y gran fortuna. La península de la Magdalena a Victoria Eugenia le recordaba a los paisajes de su infancia, a la isla de Wight. La joven y moderna reina nació en el castillo escocés de Balmoral y fue educada en los palacios de Buckingham, Windsor, Sandringham y Osborne. Cortes británicas, como William Shakespeare, autor de El sueño de una noche de verano, el mismo que dejaron de tener Victoria Eugenia y Alfonso XIII, quienes desde hacía años hacían vida por separado de puertas para adentro y que con la instauración de la II República no lo escondieron, exiliándose cada uno a un sitio. 1930 es el último verano que la Familia Real pasó en Santander. Victoria Eugenia vio Santander por primera vez en su viaje de luna de miel con el rey Alfonso XIII en 1906. Antes el monarca navegó a bordo de un balandro por la bahía de la ciudad en una prueba organizada por el Real Club de Regatas, del que era su presidente de honor desde 1893, de ahí que dicho club, fundado en 1870, luzca una corona en su escudo. Un club más social que náutico, que tiene su sede en el palacio de Pombo, en la plaza del mismo nombre. En su interior destaca su biblioteca, su sala de bridge y canasta, su escuela de ajedrez y sus jugadores
La península de la Magdalena le recordaba a la reina Victoria Eugenia su infancia en la isla de Wight
de billar, como antes lo hicieron sus esgrimidores, sin olvidar sus actos culturales. El club quiere acercarse al mar. Mar del que se alejó cuando un grupo de socios, que entendían que Santander era mar, viento y vela, se escindieron del mismo y fundaron el Real Club Marítimo en 1927 y monopolizaron la náutica. En 1906 un grupo de jóvenes santanderinos fundaron una sociedad deportiva para poder seguir jugando al tenis, deporte que descubrieron en Bélgica, en Francia e Inglaterra mientras estudiaban. La primera sede estaba en el sitio que después ocupó la histórica cafetería El Rhin, en el Sardinero. La actual se encuentra en la península de la Magdalena, donde antes había un velódromo, en el que dejaron de dar vueltas las bicicletas y se aprovechó el cemento del rectángulo redondeado para convertirlo en pistas de tenis que hoy son de una mimosa tierra batida. Arcilla que, para que la disfruten sus siete mil quinientos socios, requiere que se pase constantemente y de manera manual un rodillo que se conoce como la “pisona”. Club al que en 1909 Alfonso XIII concedió la condición de Real Sociedad de Tenis y a partir de 1913 se benefició de su proximidad con el Palacio de la Magdalena. Una casa de campo de aire inglés diseñada por los arquitectos Gonzalo Bringas y Javier González Riancho, quienes se inspiraron en la arquitectura francesa, inglesa y montañesa, ubicada en lo alto de la acantilada península de la Magdalena, expuesta a los vientos y a las incidencias climatológicas, pero con vistas privilegiadas al faro de la isla de Mouro. Nada más pasar la puerta de acceso a la península, junto a la Real Sociedad de Tenis, está la campa de la Magdalena. Una explanada verde que se convirtió en un campo de polo, motivo por el que se construyeron las caballerizas. Cuadras, pajeras y cocheras que evocan a un pueblo medieval inglés por sus tejados a dos aguas y entramados de madera. Hoy las caballerizas son una residencia donde se quedan a dormir los estudiantes y profesores que asisten a e imparten clases en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, que es en lo que se convirtió en Palacio de la Magdalena una vez que los reyes dejaron de veranear en Santander por el advenimiento de la II República. En 1977 el Conde Don Juan se lo vendió al Ayuntamiento de la ciudad.
A la izda., vistas del jardín del Real Palacio de La Magdalena, con el mar al fondo, desde una de sus ventanas. A la dcha., de arriba abajo, vistas desde una de las ventanas del Real Palacio de La Magdalena al atardecer; y detalle de la piscina del Real Club de Golf de Pedreña.
Sobre estas líneas, detalle de la decoración del Hotel Real de Santander. En la pág. de la izda. de arriba abajo, bahía de Santander, con el Palacio de La Magdalena al fondo, desde la Suite Real del Hotel Real de Santander; y suelo de una de las terrazas exteriores del Real Palacio de La Magdalena.
La playa de Bikini de la península de la Magdalena, frente a la escuela de vela de la isla de la Torre, se llama así por esa prenda de dos piezas que lucieron algunas de las estudiantes de la Universidad Internacional a finales de los años cincuenta del siglo XX y que tanto asombraron a los y a las locales. Playa que se encuentra junto al antiguo Observatorio Meteorológico, al Mareógrafo y el embarcadero Real, desde donde la Familia Real zarpaba y atracaba antes y después de sus excursiones náuticas, no muy lejos del faro de la Cerda. Los reyes dormían en su palacio y los que les seguían lo hacían en sus residencias particulares y en el Hotel Real, que se inauguró en 1917. Para Pablo López Zafra, director del actual Eurostars Hotel Real, llamado la ‘Dama Blanca’, es una oportunidad y un lujo para Santander. Este bello edificio de cinco plantas se encuentra en una zona elevada de la ciudad en la que los chalés de verano crecieron como setas alrededor de la encantadora avenida Pérez Galdós. En su Salón Real es donde se congregaba la alta sociedad santanderina, hoy quienes vienen aquí disfrutan de su terraza y su mobiliario histórico que hacen del Real un museo vivo. El hotel conserva antiguos libros de registro de huéspedes, de contabilidad, de balances, las comandas del restaurante, la vajilla de plata, una picadora de carne y un ascensor de época. Ascensor que no tiene la Suite Real, habitación dúplex que ocupa la cúpula que orla el edificio y que regala una vista circular a sus privilegiados y caprichosos huéspedes. Huéspedes que frecuentaban la playa del Sardinero y el Casino, donde se celebraban banquetes, galas y actos culturales. En el interior de este icónico edificio había un teatro, en la actualidad lo que hay son mesas de juego y máquinas tragaperras. Su fachada luce más que sus tripas. Aunque para edificio simbólico la actual sede del Real Club Marítimo, obra del arquitecto Bringas. Su construcción comenzó antes de la Guerra Civil y acabó después. Alfonso XIII y Victoria Eugenia nunca lo disfrutaron. Una construcción que huele a salitre y que se eleva sobre el mar gracias a unos pilotes de hormigón armado junto al espigón de Puertochico, al que le une una pasarela por la que embarcan sus socios. Es un edificio asimétrico, blanco y de fachada bipolar. Urbana la que mira a la ciudad, transparente la que mira al mar, con grandes ventanales horizontales, enmarcados en rojo, y terrazas abiertas. Por fuera y por dentro el
DÓNDE COMER En los reales clubes mencionados en este reportaje los socios y sus acompañantes pueden tomar el primer café, comer, cenar y/o beber algo, incluso merendar. El comedor del restaurante y la terraza del bar de la Real Sociedad de Tenis de la Magdalena (rstenis.com) tiene unas estupendas vistas a sus canchas de tierra batida, así como a la península y a la torre del palacio del mismo nombre que la institución. En el
restaurante del Real Club Marítimo (rcmsantander. com) uno puede disfrutar de una comida sobre el mar Cantábrico que baña la bahía de Santander. En la casa club del Real Golf de Pedreña (realgolfdepedrena.com) el restaurante está tan cerca de los hoyos de su campo como del mar. El Real Club de Regatas (realclubderegatas.com), una vez finalicen las obras de remodelación del edificio en el que se ubica va a disponer de un restaurante y el Soho Boutique Hotel Palacio de Pompo (sohohoteles.com).
A la derecha, Salón Real del Palacio de La Magdalena.
Aunque para una estancia distinguida y señorial lo suyo es alojarse en el Eurostars Hotel Real Santander (eurostarshotels.com), historia viva de la ciudad. Además de su suite real, ubicada en la cúpula del edificio, destacan su centro de talasoterapia y su pequeño y gastronómico restaurante El Puntal, especializado en mariscos y pescados. A esta ruta se puede sumar el restaurante El Café Centro Botín (centrobotin.org), en el edificio museístico del mismo nombre, cerca
edificio es como un barco. Muy cerca del mismo, en el muelle del Paseo Marítimo, zarpan las embarcaciones de Los Reginas con destino Somo, El Puntal y Pedreña. Localidad al otro lado de la bahía en donde la Reina Victoria Eugenia en 1929 inauguró el Real Golf de Pedreña. Institución que ha marcado el devenir de este pueblo ligado a su campo de golf y a Severiano Ballesteros. Quien no era socio se colaba por las noches a practicar con palos que se hacía con sus propias manos. Hoy el Golf de Pedreña cuenta con un campo diseñado por el mismo Seve, socio de honor. Un socio del Golf de Pedreña consiguió que el ejército republicano no lo convirtiera en un campo de patatas. Durante la Guerra Civil el mantenimiento oficial del campo de golf se abandonó, pero un puñado de socios pagaban a las mujeres del pueblo para que lo cuidaran durante la guerra. El 1 de septiembre de 1930 la Familia Real embarcó en varios balandros en una regata con destino Bilbao. Las autoridades santanderinas les despidieron desde el Real Club Marítimo. Ese día fue el último que pasaron en Santander. El 14 de abril de 1931 se proclamó la II República. Sin guillotina mediante la monarquía se hizo a un lado y el régimen republicano confiscó los bienes de la Corona, quitó la condición de reales a los clubes y el Palacio de la Magdalena se convirtió en Universidad Internacional de Verano. Desde entonces Santander no es un real sitio de veraneo, pero algo queda de la atmósfera de aquellos veranos en esta ciudad del norte que mira al sur.
del embarcadero donde atracan y zarpan las embarcaciones de Los Reginas (losreginas.com).
QUÉ LEER Y QUÉ VER Para saber un poco acerca de la historia de estos años y los reales sitios y clubes de Santander estas lecturas son muy pertinentes: El Palacio Real de la Magdalena y El Gran Casino de El Sardinero, ambos escritos por Juan Carlos Flores-Gispert y publicados por Tantín,
así como los respectivos libros conmemorativos de los reales clubes escritos por algunos de sus socios. Para saber qué significa ser del Real Racing Club de Santander, uno de los clubes históricos fundadores de La Liga, lo suyo es devorar Una forma de permanencia, de la periodista santanderina Marta San Miguel y publicado por Libros del K.O. Y en esa línea deportiva hay que destacar el documental Seve, sobre la figura del golfista español, oriundo de Pedreña, Severiano Ballesteros.