Viajes travel / Portugal Portugal
Sintra,
delirio romรกntico
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Diciembre 2013
Foto: Latinstock Colombia / Corbis
Cautiva por la bruma, la Sierra de Sintra, en Portugal, esconde un canto típico del romanticismo del siglo XIX. La historia de amor entre Don Fernando II y la Condesa d´Edla se consume en un chalet alpino bajo el hechizo de exóticos jardines, atalayas con vistas al océano, eclécticos palacios y un convento excelso en su austeridad.
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Texto y fotos Galo Martín
1 Parte del encanto está en los detalles estéticos del lugar. Aquí, baldosines inspirados en la vid. Part of the charm lies in the aesthetic details. Here, tiles inspired by vines. 2 El casco histórico de Sintra tiene apenas 33.000 habitantes. Barely 33,000 people live in the historic center of Sintra.
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a belleza intrusa que ostentan los Parques de Sintra les valió ser el primer Paisaje Cultural Patrimonio de la Humanidad, declarado por la Unesco en 1995. Ubicada en una escarpada sierra de granito, goza de un microclima que la convirtió en residencia de verano para reyes y aristócratas. Un lugar agreste hasta la llegada de sus excéntricos moradores. Los versos de Lord Byron y la prosa de William Beckford retratan el deseo de los viajeros del Grand Tour por descubrir el Palacio de Monserrate y su recuerdo de las Mil y una noches sobre un manto verde y pardo. El secreto del exuberante jardín que alberga palmeras, bambúes, secuoyas, acebos, madroños, helechos, alcornoques y una delicada rosaleda, entres otras especies, es la posibilidad de viajar a otros mundos sin salir del lugar. Es como si se estuviera leyendo una novela de Kipling, mientras de fondo se oye una cascada. Como seductor arquitecto de la palabra, Byron sostiene la memoria de Monserrate a base de melancolía sin mesura: 1
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“Bajo el delicioso abrigo de este monte elegiste tu morada para llamar a ella a todos los placeres. Pero hoy, como estancia fatal para el hombre, tu palacio encantado ha quedado solitario como tú. Altos matorrales cierran el paso permitiendo llegar a duras penas hasta tus salones abandonados, a tus pórticos abiertos. ¡Nueva lección para el corazón que piensa! ¡Cuán vanos son los palacios de la tierra, cuando el paso del oleaje de tiempo inexorable los convierte en ruinas!”
Las peregrinaciones de Childe Harold
Foto: Latinstock Colombia / Corbis
El Castillo de los Moros, ese centinela que vigila lo que sucede alrededor de Sintra, escurre sus murallas por la cresta de la áspera sierra y da testimonio de la ocupación musulmana. El paseo por el adarve de sus muros regala la vista de un palacio de colores y la panorámica del Atlántico al fondo. Caminando cuesta arriba y sobre piedra, el rojo, el amarillo y el gris presentan el Palacio de la Peña, el talón de Aquiles de Don Fernando II. Elocuente manifestación del romanticismo del siglo XIX en Portugal, además de evocar una estética osada, es notable al transformar una orografía casi inerte en un cosmopolita arboreto: hayas, magnolias, rododendros, eucaliptos, etc.; un prototipo paisajístico fruto del sueño del ‘Rey Artista’. Este amor platónico de Don Fernando II se entiende como un catálogo de tendencias que aúna influencias neomoriscas, orientales, aires de mansión británica 1 2
1 El patrimonio natural del lugar es valioso. Nada como un paseo por la rocosa orilla del mar. The natural heritage is impressive. There’s nothing like a walk along the rocky coastline. 2 La suntuosidad de los volúmenes arquitectónicos evoca a veces un estilo neoárabe. The sumptuous, voluminous architecture sometimes evokes a neo-Arabic style.
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Esta villa fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995. The town was declared a UNESCO World Heritage Site in 1995.
Sin escala, en el recorrido se pasa del amor mundano con espinas a ese otro divino que representa el Convento de Santa Cruz o de los Capuchos, en el que sus espartanos inquilinos adoran al Creador a través de su mejor obra: la naturaleza. Envuelto en un bosque de lavanda, romero, celidonia, laureles y avellanos, W. Beckford lo bautizó como ‘el Convento del Corcho’, ya que este material (servía de aislante) era el único lujo del que gozaban los ocho monjes franciscanos que se alojaban en su interior. Felipe I de Portugal y II de España comentó: “De todos mis reinos, hay dos sitios que mucho estimo, el Escorial por ser tan rico y el Convento de Santa Cruz por ser tan pobre”. Sintra se extingue en esa misma bruma que lo secuestra al alba. El Palacio Nacional, en el centro de la villa, escapa del frescor del musgo y del misterio de las sombras. Y es que, como dice una crónica de viajes “Sintra es un lugar más idóneo para el ensueño que para la descripción”.
Foto: Latinstock Colombia / Corbis
neogótica y manuelina. Una extravagancia arquitectónica que solo se comprende y se disfruta en su conjunto, rico en el lenguaje de los símbolos. El compositor Richard Strauss dijo tras visitar el palacio: “Hoy es el día más feliz de mi vida. Conozco Italia, Grecia y Egipto, pero nunca vi nada que valiera la pena. Es la cosa más bella que he visto. Este es el verdadero jardín de Klingsor y, allá en lo alto, se encuentra el castillo del Santo Grial”. En 1853 murió la reina Doña María II y Don Fernando II quedó prendado de una plebeya llamada Elise Hensler, quien acabaría siendo la condesa d´Edla, su esposa. Juntos levantaron El Chalet en 1869, un refugio de estilo alpino donde su complicidad estaba a salvo de todo y de todos. Ese romance se plasmó en el único dormitorio que tiene la residencia, algo insólito en aquella época y dentro de esa sociedad retraída. El jardín que lo abraza y lo mima está concebido para perderse y encontrarse sin buscarse, dando la sensación de ser el prólogo de Rayuela.
Agradecimientos a Parques de Sintra-Monte da Lua y Turismo de Portugal.
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