Etica 5 jaa liderazgo y responsabilidad

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Camerata Sforzando Ética 5. Liderazgo y Responsabilidad. Querida Camerata, parece que los cuatro primeros temas estuvieron algo abstractos. Hablamos de los fundamentos, de asociatividad, de libertad y de fecundidad. Vimos que la cuestión del bien y del mal radica en vínculos de interdependencia entre todo lo que existe, ha existido y existirá; y vimos que esos vínculos, propiamente, son basados en el amor. La palabra “amor” es aún equívoca. Para algunos sólo contiene el goce de otro, o los beneficios que “consigo” del amor que otro me profesa; eso aún no es amor, es sólo el descubrimiento de sus beneficios directos, que puede ser utilizado de manera egoísta generando un abuso puntual o permanente (estructural) a ese que nos ama. Lo que define al amor es el establecimiento de la red vincular, con canales donde en ambos sentidos transitan dones siempre crecientes, entre ellos compartir y cuidar con respeto los espacios de realización. El ejemplo de Sforzando es tremendamente válido, como orquesta musical y como grupo humano unido por el cariño, por un amor doble: entre sí, y con la música. El amor a la música los une, y una historia común tocando música ha afirmado ese vínculo con un gran capital de conocimiento mutuo. Ese vínculo está siempre amenazado por el egoísmo, y por su expresión más ácida, oxidante y corrosiva: la envidia. Si otro crece más que yo, lo odio y lo aplasto para mantenerme a la cabeza de algo… Luchen todos los días contra ella, desde el fondo de su corazón. Hay un timbal rítmico intentando convencer que la “riqueza” está en el dinero, o en los bienes, muebles e inmuebles que se pueden comprar con él. Todos ustedes habrán soñado comprar o tener algo caro, más aún si han vivido en abundancia. Cuando ustedes tocan música, en el alma de quienes escuchan calla el timbal, reemplazado por una armonía superior, una riqueza que no se compra ni se vende, ni se transa como moneda: el amor, que nos hace humanos. Sin él dejamos de ser humanos. La verdadera riqueza se distingue de esos bienes transables en que: no es transable, no es perecible, al compartirse multiplica su valor, y es la única fuente de donde provienen todos los bienes perecibles. De esa riqueza viene la vida, la libertad, el respeto, la creatividad... ¡todo! Sin embargo, hay una tragedia asociada a poseer riqueza, y sobre todo riqueza verdadera: la envidia. Quien posee algo valioso tiene enemigos por esa estúpida razón. La tragedia consiste en que aún el egoísta y envidioso requiere de nuestra riqueza, y por ello la desea avariciosamente. Si vuestra riqueza crece, mayor es la sed y la avaricia que se despierta. Por eso muchos esconden sus riquezas y se disfrazan. Pero la música no se puede esconder, ni es sano que ustedes vivan con miedo a algo. Notarán, a medida que avancen, ciertos intentos de dividirlos entre sí o de destrozar su unidad orquestal, o de ningunear vuestros logros. Es normal, es porque avanzan. Esta conciencia de poseer riqueza les puede traer conciencia de perseguidos, por un lado, y de superioridad: redentores, mesías. Nada de esto es sano ni bueno. No es el camino correcto. El camino correcto es la sencillez, la humildad y amar aún más, nunca renunciar a compartir. El verdadero liderazgo no tiene nada de paranoico ni redentor; no tiene que ver con presidir, dirigir, mandar. Es más simple: ustedes poseen algo que otros necesitan con urgencia; en pleno desierto, ustedes tienen agua. Los sedientos se les acercarán, podemos asegurarlo. Ustedes son


responsables de mantener limpia el agua, y de repartirla a todo quien se acerque con sed. La envidia y el egoísmo son formas monstruosas de sed, que piensan en el agua como un bien escaso. El agua que ustedes comparten no es escasa: mientras más la comparten, más hay. Esa agua es curativa: “El amor es torbellino de pureza original; hasta el feroz animal susurra su dulce trino. Detiene a los peregrinos, libera a los prisioneros; el amor con sus esmeros al viejo lo vuelve niño, y al malo sólo el cariño lo vuelve puro y sincero”. Quien es responsable de esa agua, es también responsable de los sedientos. Quien necesita del agua depende del que la puede dar. Esa es responsabilidad: responder por ese otro. Esa responsabilidad define el liderazgo. Algunos liderazgos son pacíficos, son sólo servicio; todos agradecen, se van contentos, y quien sirve es recordado con cariño. Los músicos son recordados con cariño. Si los músicos creen ser ellos la riqueza, se ofrecen como producto transable, diseñando su imagen según lo que el consumidor quiere. Si el consumidor quiere androginia, belleza física, atractivo sexual y juventud, destacan esas condiciones en la imagen corporal, y finalmente, entonces, ya no importa su música sino su cuerpo, vendido en la feria de la música comercial. Si los músicos no consideran su cuerpo, ni su alma, ni su instrumento, como riqueza, sólo venden el tiempo que dedican a tocar la música, como cualquier profesional. El músico, en verdad, no es el agua, es sólo la vasija que porta el agua limpia, y es el vaso donde todos toman esa agua. El agua es gratuita, porque si hubiera que asignarle un valor monetario, no existiría en el mundo suficiente oro para pagarla. El músico cobra sólo por la limpieza del agua que ofrece y de la vasija que otros se llevan a la boca para saciar su sed. Esa limpieza de agua y vasija es el corazón de la ética, el corazón de la responsabilidad, y el corazón del liderazgo. Algunos, creyentes y no creyentes, admiramos al Cristo que muere por quienes ama, incluidos quienes lo matan. Ese Cristo muriendo es un anti líder, según la lógica de este mundo, porque fracasa, lo matan, no llega a ser rey ni tiene ejércitos que ganan batallas. En realidad no necesitaríamos al Cristo para comprender ese liderazgo que da hasta la propia vida por quienes ama; basta pensar en la buena madre y el buen padre, que renuncian a todo para que el hijo llegue lejos; esos buenos padres son, como el Cristo, renunciantes por amor. Es un ejemplo extremo, pero presente en cada familia donde hay un buen padre y madre. Ellos son líderes, porque siembran, riegan y fertilizan, con su propia vida, para asegurar la vida futura; ¡saben que es otro quien cosechará!, y lejos de amargarse por ello, sueñan con la felicidad del hijo cosechando esa siembra. Es la perfecta imagen del liderazgo responsable, visto desde el amor. El músico también muere por otros, ¡tambien es padre y madre! Su liderazgo consiste en desaparecer él mismo para que la música sea limpia, todo lo pura que sus límites le permitan. En orquesta el músico también desaparece, quedando visible sólo el director; y el director desaparece cuando comienza la música. Para una hora de música se requieren muchos músicos que han sacrificado miles de horas de estudio. Pudiendo elegir vender imagen, cuerpo, a mucho mayor precio en moneda, prefieren desaparecer para que la música, como agua, riegue la tierra sedienta (mensaje del obispo Horacio Valenzuela). El liderazgo, entonces, es dar vida a otros, por amor, porque nos hacemos responsables de esos otros. José Antonio Amunátegui Ortíz.


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