en veintitrés casas y seis ciudades distintas, algo que no es único en estos tiempos, ya que como yo, muchos experimentamos un profundo desarraigo con el origen, transitando por la vida como mariposas que mudan de vivienda como de ropa, de país como de gustos y con ello, sin querer, sintiendo muchas veces que pertenecemos a todos lados así como a ninguno. De esta forma nos transformamos en un espectador más que un habitante, convirtiéndonos en seres trashumantes y en definitiva sin arraigo a ningún lugar ni hogar.
LA BÚSQUEDA DE MI ARQUITECTURA / POTRAGA ZA MOJOM ARHITEKTUROM Camila Mancilla Vera Prevela: Tuga Tarle
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i maestro dice que tengo más vocación por el arte que por la arquitectura. Esta afirmación no creo que sea por carencia de habilidades, sino que más bien se debe a mi incapacidad para reconocer mi propia arquitectura. Probablemente desde que haya existido la casa, ella ha inspirado la imaginación tanto de la gente común como la de cientos de poetas, filósofos, antropólogos y teóricos de la arquitectura, quienes en su mayoría concluyen que la casa no es más que la esencia de todas las cosas, el cobijo, el vientre y la base de toda cultura, transformándose en el intento máximo de definir a un humano, donde este forja y encuentra su identidad. La palabra hogar nos traslada instantáneamente a miles de recuerdos de infancia, que quizás en nuestras casas adultas ya no son más que reminiscencias borrosas de ensoñación y nostalgia, así como también nos dirige a esos miedos y angustias que pudiéramos haber experimentado en dicha niñez. Probablemente si nos pidieran describir nuestra casa o casas de infancia, no sería posible describirlas con objetividad. Este ejercicio lo he realizado constantemente como parte de una búsqueda de mi identidad. A lo largo de mi vida he vivido
ARHITEKTURE IZRAĐENE OD ARHITEKTURA 2019-2020
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Al indagar en el profundo sentido de esta serie, recuerdo mis primeros años de carrera inspirada en el trabajo de la guía de arquitectura patrimonial de Chiloé, lo cual me llevó a viajar en búsqueda de las arquitecturas propias de mi ciudad natal, Punta Arenas, en el extremo sur Austral de Chile. En dicho viaje me encontré con las casas traslapadas en mis imaginarios de infancia, donde como un puzzle, logré unir todas las casas que significaron algo para mí. Estaba la casa flotante, la casa sumergida, la casa verde y húmeda, la casa del orgullo y la casa sapo, y así fui reconociendo y dándole carácter a distintos fragmentos de mi infancia y a estos espacios que me acogieron en alguna etapa de mi vida, los que si bien se encuentran difusos y escondidos en mi memoria, se mantienen estoicos en el tiempo. Fue en estos mismos años cuando comprendí que no somos seres aislados, sino que nuestro carácter se encuentra forjado en virtud de muchos imaginarios que se traslapan entre sí como un collage. En este proceso de búsqueda identitaria tuve la oportunidad de conocer y adentrarme en la historia del poblamiento de la ciudad Punta Arenas, así como la de mis bisabuelos, quienes provenían de tierras tan alejadas entre sí, como lo son Chiloé (Chile) y Dalmacia (Croacia), cada una con una identidad cultural tan distintas pero que, sin embargo, fueron parte de la creación de una nueva identidad en la Patagonia Chilena. Al conocerlas, me fasciné con estas historias, intentando encontrar en ellas las características propias de cada una de estas culturas y de los imaginarios fusionados y materializados en las viviendas. Conocer y aprender la técnica del collage, y el trasfondo que tiene, me ayudó a traslapar en un modo plástico estos imaginarios, los que con el tiempo pude encontrar en todo lo que veía. Desde ahí concluí que, si quería encontrar mi propia arquitectura, debía conocer mis dos mundos fusionados: el chilote, que ya conocía y había vivido, y el de los Balcanes, aún por encontrar e interiorizarme de él, conocer sus arquitecturas, su gente y adentrarme en aquellos elementos propios que puedo reconocer en mí.