LA HISPANIA ROMANA

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LAS PRIMERAS CIVILIZACIONES

La Hispania romana Esta ilustración es una buena muestra de las obras de arte que dejaron los pueblos que habitaron la Península durante la Edad Antigua. Este es un jarrón griego, ejemplo de la cerámica de la que han quedado muchos ejemplares en el territorio de la Península Ibérica. Junto a los griegos, los otros pueblos que habitaron este territorio, fenicios, romanos y visigodos, dejaron su huella en diversas manifestaciones artísticas y culturales. Bien conocidos son el acueducto de Segovia o el teatro romano de Mérida. En el teatro romano de Mérida, donde se celebra un importante festival de teatro en verano, se representaron muchas obras de teatro, a lo que eran muy aficionados los romanos o los hispanorromanos. El teatro, en su forma escrita o como edificio, fue uno de los legados de Roma a los territorios que ocupó, y en concreto a la Península Ibérica. Antes de la llegada de los romanos a la Península Ibérica había aquí unos pueblos que habían desarrollado una interesante cultura. Los pueblos anteriores a la llegada de los romanos se les conoce con el nombre de pueblos prerromanos. Estos pueblos habían recibido un fuerte empuje en sus avances culturales porque habían recogido las influencias de colonizadores del Mediterráneo, griegos, fenicios y cartagineses, que les habían enseñado muchas cosas. Precisamente como consecuencia de la lucha por el poder en el Mediterráneo entre romanos y cartagineses, se produjo la invasión y posterior conquista romana de la Península Ibérica. Como ocurrió en otras partes del imperio, se produjo un proceso de romanización del que han quedado huellas fundamentales para la cultura española como la lengua y las obras de arte, a pesar de que, también como en todo el espacio del Imperio romano de Occidente, unos pueblos germanos terminaron haciéndose con el poder, los visigodos. Pueblos prerromanos La Península Ibérica pasó por todos los periodos de la Prehistoria: Paleolítico, Neolítico y Edad de los Metales. Hacia el año 1000 a. C. en distintas partes del territorio peninsular estaban asentados unos pueblos que estaban al nivel de la cultura de la Edad del Bronce. Por los Pirineos habían empezado a llegar grupos de invasores procedentes de Centroeuropa, denominados celtas. También a partir del año 1000 a. C. comenzaron a llegar los colonizadores procedentes del Mediterráneo, que influyeron de manera fundamental en los avances


culturales de los pueblos que vivían en las costas mediterráneas de la Península. Los más importantes pueblos prerromanos fueron:   

Tartesos Celtas Iberos

Tartessos Pueblo que se asentaba en el Suroeste peninsular, posiblemente en la actual provincia de Huelva, en torno a la desembocadura del Guadalquivir, o el coto de Doñana. Se conoce su existencia porque los griegos dicen que venían a comerciar con ellos. Hay pocas huellas de su existencia, aunque se han descubierto algunos tesoros que muestran su habilidad para trabajar el oro, y muestran también que algunos de los pobladores de Tartessos eran ricos y unos más ricos que otros. Su riqueza salía de la propiedad de rebaños de bueyes y también del comercio. Posiblemente esta diferencia de riqueza fue acompañada de un inicio de organización política, de manera que el más rico sería el rey que mandaba sobre los demás.

Celtas En la franja norte y en el centro se asentaban unos pueblos que se mezclaron con los celtas y en conjunto se les llama pueblos celtas, pero son un conjunto grande de pueblos (galaicos, astures, cántabros, várdulos, vascones, lusitanos). Su economía era bastante atrasada, pues vivían fundamentalmente de la recolección, la ganadería y la pesca, en tanto que la agricultura y el comercio tenían poca importancia. No conocían ni la moneda ni la escritura. Han quedado restos interesantes de los poblados en que vivían, llamados castros.


Iberos Fueron los pueblos que ocupaban la parte del Este y del Sur de la Península. Los íberos hay que considerarlos como una síntesis cultural de dos culturas fundamentalmente: la de los pueblos autóctonos de esa zona que estaban a nivel de la Edad del Bronce y la influencia de los colonizadores griegos y fenicios, que les permitió avanzar mucho más rápidamente, conocer la cultura del Hierro. No eran un pueblo unitario, sino que el grupo de los iberos estaba compuesto por pueblos diversos (turdetanos, oretanos, carpetanos, edetanos). Vivían en poblados situados en lugares altos, con una economía basada en la agricultura (la trilogía mediterránea: cereales, vid y olivo) y la ganadería. Sus aportaciones culturales más interesantes son sus esculturas; utilizaban una escritura que no se ha podido descifrar.

Colonizaciones de fenicios, griegos y cartagineses Aproximadamente al comenzar el primer milenio antes de Cristo, comenzaron a llegar a las costas del Sur y del Levante peninsular colonizadores procedentes del Este del Mediterráneo, primero los fenicios, después los griegos y finalmente los cartagineses. Ambos se movían por razones económicas, aunque buscaban cosas diferentes. Fenicios y griegos solo pretendían comerciar o crear pequeños asentamientos agrícolas, no querían conquistar el territorio como lo hicieron luego otros colonizadores, cartagineses y romanos. La llegada de estos colonizadores significó una aportación cultural y económica importante para los pueblos autóctonos de la zona del Sur y del Levante peninsular. Aprendieron de ellos a cultivar el olivo y el esparto, a mejorar las técnicas para fabricar cerámica (torno de alfarero), a acuñar monedas, a refinar las formas artísticas de las que son buena muestra las damas iberas, los tesoros fenicios o las ciudades griegas.

La conquista de la Península por Roma «Romano..., recuerda tu misión: gobernar a todas las naciones con tu fuerza. Los medios para ello serán establecer leyes de paz, ser condescendiente con los humildes y combatir a los soberbios». Virgilio en la Eneida poco antes de su muerte (19 a.C.) Esta frase del poeta latino Virgilio apunta algunos aspectos de las conquistas romanas por todo el Mediterráneo y, como parte de ese espacio, por la Península Ibérica. La llegada de los romanos a la Península se explica por su enfrentamiento con los cartagineses a finales del siglo III a. C.


Una colonia griega, Sagunto, amiga de Roma, fue atacada por los cartagineses y los romanos vinieron en apoyo de Sagunto y a enfrentarse con los cartagineses. El general cartaginés Aníbal Barca decidió llevar su ejército hasta Italia y pasó los Alpes con elefantes.

En Italia los cartagineses fueron ganando todas las batallas, pero los romanos habían trasladado parte de sus tropas a la Península Ibérica y aquí vencieron y expulsaron a los cartagineses. Aquí comenzó la conquista romana de Hispania, que duró aproximadamente doscientos años, aunque no fue una guerra que se desarrollara continuamente. Hubo tres grandes etapa de guerra y largos periodos de tranquilidad.

Primera etapa La primera etapa de la conquista romana de Hispania coincide con la segunda guerra púnica, del 218 a.C. al 206 a. C.; durante esos años los romanos lucharon, conquistaron y se asentaron en la franja del Sur y del Este peninsular. Segunda etapa La segunda etapa (155-133 a. C.) fue muy dura para los pueblos autóctonos peninsulares, pues los romanos estaban decididos a dominarlos, y los indígenas a permanecer independientes. La resistencia de los peninsulares se desarrolló de dos maneras distintas y en dos zonas diferentes. Una de esas maneras fue la de los lusitanos. Con su caudillo Viriato, plantearon una guerra de guerrillas que causó mucho daño a un ejército tan grande como el romano; solo después de la muerte de Viriato consiguieron los romanos dominar el territorio lusitano. Esta forma de enfrentarse a un enemigo poderoso con el que uno no puede pelear en campo abierto, se ha repetido en otros momentos de la historia y en otros países. La palabra “guerrilla” ha pasado a otros idiomas, como el inglés, que ha adoptado este hispanismo al no tener una palabra original inglesa para definir esta forma de lucha. La otra fue la de los numantinos que resistieron el asedio de su ciudad Numancia durante varios años, hasta que al final fue tomada por los romanos cuando no quedaba nadie vivo dentro de las murallas de la ciudad. De esa forma de resistencia ha quedado una frase en el idioma español: la “resistencia numantina” es la que


ejercen un conjunto de personas, o, a veces, una sola persona, que defienden algo de forma tenaz, casi heroica

Tercera etapa La tercera etapa se desarrolló entre los años 29 y 19 a. C. Después de tener dominada toda la península, quedaba una franja en la parte norte, donde vivían los astures, los cántabros y los vascones que no había sido conquistada. Augusto, el que sería primer emperador romano, vino personalmente a iniciar las denominadas guerras cántabras, con las que se puso punto final a la conquista romana de Hispania. ".siendo la primera provincia en que penetraron los romanos -de las que pertenecen al continente, claro está, fue la última de todas en ser sometida, y sólo en nuestra época, bajo el mando y los auspicios de Augusto César"

La romanización


La romanización fue el proceso de captación y asimilación cultural que hicieron los romanos en todos los territorios que habían conquistado militarmente. A la dominación por la fuerza siguió un proceso de integración en las costumbres romanas de los habitantes de los pueblos sometidos. La llegada de los romanos inició cambios paulatinos prácticamente en todos los campos: político, social y cultural. De este proceso Hispania, dividida y subdividida en varias provincias, salió convertida en uno de los territorios más romanizados de todo el imperio. El proceso de romanización se produjo prácticamente en todos los ámbitos de la vida: economía, sociedad, construcción y administración de ciudades, lengua, derecho, religión y expresión artística.


Economía La economía de la Hispania romana fue, sin duda, floreciente, al menos hasta la crisis del siglo III. El florecimiento económico se desarrolló en todos los sectores: 

Agricultura: los grandes latifundios que controlaron ricos propietarios producían los típicos productos de la trilogía mediterránea. Parte de la producción era exportada a Roma.

Actividad artesanal: los artesanos de Hispania estaban especializados en la fabricación de armas, tejidos y especialmente salazones, de los que era muy querido el garum (salsa de pescado que se exportaba a otras partes del imperio)

Minería: todos los colonizadores se interesaron por la riqueza minera de la Península Ibérica y no serían menos los romanos, que extrajeron plata (Sierra Morena), cobre (Huelva), mercurio (Almadén) y oro (cuenca del río Sil).

Comercio: fue importante como consecuencia del florecimiento de los sectores anteriores, pues buena parte de la producción pasaba ser exportada.

Sociedad La sociedad de la Hispania romana respondía al modelo de la sociedad de la metrópoli. La gran división social se establecía entre hombres libres y hombres esclavos. Los hombres libres, a su vez, se dividían según sus posibilidades económicas en relación con su medio de vida: grandes latifundistas, artesanos y comerciantes de las ciudades, campesinos de los medios rurales. De entre los grandes propietarios de Hispania salieron algunos de los hombres que iban a regir los destinos del imperio, en concreto Trajano y Adriano, dos de los emperadores romanos. Los esclavos trabajaban en los oficios más duros: las minas o la agricultura. En un principio no todos los habitantes de Hispania eran considerados ciudadanos romanos, pero en el siglo III, un emperador llamado Caracalla, concedió la ciudadanía a todos los hombres libres que habitaban en las tierras imperiales. Urbanismo Las ciudades fueron en Hispania elementos claves en la administración. Aparte de mantener algunos de los núcleos existentes, los romanos construyeron nuevas ciudades, que llegaron a formar una importante red urbana, unida por calzadas. Algunas fueron bautizadas con el nombre de Augusto: Emerita Augusta (Mérida), Caesar Augusta (Zaragoza), Asturica Augusta (Astorga). Eran centros importantes para al artesanía y el comercio, y eran motores de la economía porque en ellas se construían importantes obras públicas que daban trabajo a mucha gente, aparte de que mantenían en activo las canteras, las minas u otras actividades de otros lugares.


Las obras públicas solían ser pagadas por los propios magistrados que administraban la ciudad, los duumviros, dos hombres procedentes del grupo más rico de cada localidad. Junto a ellos la ciudad era administrada por les ediles que se ocupaban del orden público y de otros oficiales que permitían un buen desarrollo de los municipia. Esta palabra que originariamente significaba tomar la ciudadanía (proviene de dos palabras latinas: munus, ciudadanía y capio, coger) se ha mantenido hasta nuestros días en el lenguaje de muchos de los países que fueron parte del imperio romano, entre ellos España. Lengua La lengua es uno de los grandes legados de Roma a los territorios que ocupó. Las lenguas que se hablan en los dos estados que hoy ocupan la Península Ibérica, exceptuado el vasco, derivan del latín, que fue la lengua que poco a poco se fue imponiendo en todo el territorio peninsular. Fue no solo la lengua hablada, sino la lengua escrita, y en ella dejaron sus obras algunos de los escritores hispanorromanos más importantes como Columela, Lucano, Marcial, Quintiliano y Séneca.

Derecho El derecho romano fue tan importante que podría considerarse uno de los medios esenciales para conseguir la integración necesaria para romanizar los territorios. Por ello, los romanos redactaron leyes que se aplicaron en todo el imperio y de esa forma se pretendió la armonización de los territorios. Religión La religión que practicaron los hispanorromanos recibió las influencias de los romanos. En Hispania se rindió culto al panteón de dioses romanos, al emperador, y cuando comenzó la expansión del cristianismo, los habitantes de este territorio iniciaron la conversión. Algunos autores han considerado que fueron los propios apóstoles de Jesucristo lo que vinieron a convertir a los pobladores de Hispania, y que uno de ellos sería el apóstol Santiago, pero no hay pruebas de que esto fuera así. Expresión artística El arte romano con sus características esenciales se encuentra en todo el imperio y de manera importante en la Hispania romana. Siguiendo las características esenciales del arte romano, en el arte hispanorromano hay que destacar la arquitectura y obras públicas, la escultura y los mosaicos. La arquitectura siguió las pautas del carácter práctico y así se destacan grandes construcciones y obras públicas como acueductos (Segovia),


murallas (Lugo) y puentes (Alcántara), aunque no faltaron obras meramente ornamentales, conmemorativas o dedicadas al ocio, como arcos de Triunfo (Bará – Tarragona), teatros y anfiteatros (Mérida, Itálica) o templos (Mérida). No se ha de olvidar la arquitectura de la casa romana, aunque solo quedan restos de las casas de los más ricos, de las que es buen ejemplo una de las casas de Complutum (Alcalá de Henares). La escultura de Hispania no difiere de la del resto del imperio, por tanto, las obras más destacadas son bustos y estatuas de personajes importantes, destacadas por el gran realismo del rostro de los retratados, aunque el cuerpo no se identificara con el personaje retratado, ya que solía ser un modelo que se preparaba con antelación. Los mosaicos eran también importantes, y han quedado muestras muy abundantes de su utilización en la arquitectura, bien en la decoración, bien en suelos lujosos de algunas de las casas y villas en las que vivían. Algunos de estos mosaicos permiten conocer la forma de vida o las actividades económicas de los hispanorromanos.

Reino visigodo Reino

Visigodo

de

Toledo

Por diversas causas el establecimiento en la Península del reino visigodo tuvo lugar entre los años 507 y 586, situándose la capital en Toledo por su estratégica localización central. Atanagildo fue el primer monarca, si bien sería Leovigildo, entre los años 569 y 586, el auténtico artífice de la unidad política de los visigodos, bajo cuyo gobierno se inició la integración en el reino de elementos godos e hispanorromanos. Para lograr el reconocimiento de su soberanía, combatió a los vascones y anexionó a los suevos, al tiempo que frenó a la nobleza del sur, partidaria en principio de la sublevación de su hijo Hermenegildo, quien se había convertido al cristianismo frente al arrianismo oficial. La evolución del reino entre 586 y 681 depararía no obstante un fortalecimiento de la aristocracia y su consiguiente feudalización, particularmente entre los años 681 y 711. Sin embargo, el enfrentamiento entre los miembros de la aristocracia provocaría una situación de inestabilidad tal que en este contexto de fragilidad la entrada de los musulmanes en la Península apenas encontró una resistencia organizada.


Causas de su llegada

Los visigodos fueron una rama de los godos. Tras salir posiblemente de Escandinavia, los godos se asentaron al Norte del Mar Negro, donde se dividieron en visigodos (godos del Oeste) y ostrogodos (godos del Este). Los primeros contactos de los visigodos con los romanos datan del último tercio del siglo IV d.C., cuando presionados por los hunos pidieron permiso al emperador Valente para atravesar el limes del Danubio. A raíz de esta petición, los visigodos fueron autorizados a acampar en Tracia, aunque el asentamiento, pacífico en principio, no resistiría mucho tiempo. La invasión de los Balcanes y el asedio de Constantinopla por los visigodos pondrían en alerta al emperador Teodosio (379-395), quien prefirió llegar a un acuerdo mediante el cual los visigodos se convertían en los primeros federados del Imperio. Se iniciaba así su sedentarización y su conversión al cristianismo arriano. No obstante, desde el año 396 de nuevo la presión de los hunos y su penetración en Dacia y Panonia causó un efecto dominó, induciendo a otros pueblos germanos a un movimiento migratorio de gran repercusión, las denominadas invasiones en masa de pueblos bárbaros que sacudieron durante más de quince años la parte occidental del Imperio Romano. En este contexto, los godos encabezados por Alarico invadieron la Península Itálica, provocando la caída y el saqueo de Roma en el año 410. Muerto Alarico, la respuesta de Honorio, emperador de la zona occidental (396-423), consistió en ofrecer a los godos una salida hacia la Galia, con el fin de que este pueblo consiguiera frenar los ataques de otros pueblos bárbaros. De este modo, a partir del 418 se instalaron en Aquitania y fundaron con la connivencia del poder romano el primer reino bárbaro, conocido como el reino visigodo de Tolosa.


Desde allí, más tarde, penetraron en Hispania para combatir a los bagaudas y a los suevos, aunque la emigración hacia la Península aumentó a partir del año 490. El punto álgido del traslado llegaría en el 507, tras la derrota sufrida por los visigodos de Toulouse ante los francos dirigidos por Clodoveo.

Evolución

del

reino

entre

586

y

681

Desde su inicial asentamiento en territorio del Imperio Romano, los godos se convirtieron al arrianismo, una doctrina pronto tachada como herejía, ya que negaba el dogma de la Trinidad y, en consecuencia, rechazaba la divinidad de Cristo, al predicar Arrio, un clérigo de Alejandría de principios del siglo IV, que el Verbo, Hijo de Dios, estaba subordinado al Padre y no formaba parte de la misma sustancia. Y en el arrianismo se mantuvieron, transmitiendo dicha doctrina a otros pueblos bárbaros instalados en Occidente, hasta la conversión al cristianismo de Recaredo en el Concilio de Toledo (589). Este hecho y el decreto de inmunidad fiscal para el clero propiciaron el apoyo de la Iglesia a la aristocracia. Y en este sentido, el auge de la nobleza supondría el inicio de la feudalización.


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