...Y...LUEGO INICIÓ EL SIGLO XXI...

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SIGLO XX ¿QUÉ HA PASADO EN EL MUNDO EN EL SIGLO XXI?

A diez años de inicio de este siglo tan esperado ¿qué ha pasado en el siglo XXI? y ¿qué cambios hay en la sociedad del siglo XXI? ¿Qué pasa con los valores?

En estos primeros diez años que han pasado del siglo XXI, la vida y el desarrollo del ser humano y del mundo han ido evolucionando. En ciertas dimensiones de la sociedad ha sido posible observar transformaciones radicales en las formas de pensar, de hacer y de no hacer; en otras más, ha sido un proceso menos notable y las modificaciones se han dado de manera más porosa, incluso difíciles de distinguir con líneas bien delineadas. Quizás ahora que comienza la segunda década del siglo XXI, sea momento de poner en perspectiva algunos de estos cambios. De manera que sea posible incitar a la reflexión de preguntarse quién es uno mismo, en qué lugar se encuentra uno mismo y el lugar de los demás, y qué es lo que se espera, al menos, en la próxima década. La información y la tecnología en la primera década del siglo XXI

La información y tecnología, se dice, están al alcance de todos, pero quiénes son todos y qué tipo de información y tecnología. Es cierto que la información fluye a través de la


tecnología alrededor del mundo en el mismo momento y de manera más accesible para el promedio de la población. Pero el problema viene cuando esa población invisible y marginada es la que no tiene conocimiento de esto, sigue ahí invisible y sin que sea contemplada para que le sea posible acceder y obtener, al menos, la información a la que el promedio de la población tiene acceso. Con la televisión, con la radio, con la prensa y con Internet. El segundo punto es acerca de la calidad de la información a la que tiene acceso el promedio de la población, es decir, todos aquellos que se encuentran en una posición fuera del mundillo de decisores en el desarrollo de las sociedades y el mundo. Obviamente, la información que recibe la mayoría de la población no es la misma que se encuentra en ese lugar intangible, allá arriba, donde los grupos de poder que dominan, son los que verdaderamente tienen y manejan la más veraz y certera información a su favor.

El mercado, el Estado y la familia

En estos tres planos interconectados, definitivamente, es posible ver cambios en perspectiva, incluso de hoy a mañana; y es que las modificaciones se han dado de manera tan confusa e imprecisa, que no es posible encontrar una separación exacta entre el antes y después con las mutaciones actuales. El mercado, sin duda, domina e influye totalmente sobre la familia, mientras que se concibe la idea que no ha llegado hacerlo en su totalidad sobre el Estado. Al menos eso es lo que se pretende. La especulación invita a pensar en lo contrario, sobre todo cuando se habla de países en desarrollo y del tercer mundo, donde supuestamente es el Estado el encargado de regular


las actividades, espacios y maneras de operar del mercado. Sin embargo, es posible cuestionarlo cuando el Estado se ausenta cada vez más y más en la provisión de ciertos bienes, servicios y derechos que lo mantienen cada vez más lejos del ideal conocido como Estado benefactor. Los beneficios se amplían cada vez más hacia el sector del comercio, sin que sea posible disminuir las tensiones que esto provoca en el sector privado, como la familia. Definitivamente, sigue en deuda para este último, el diálogo y la concesión de fuerzas y dominios entre los más poderosos sectores, para que el progreso en las tres dimensiones sea posible darse de manera más uniforme.

El concepto de felicidad y la crisis de existencia actual en el ser humano

Inmersos y en medio de esta confusión es que los individuos pretenden y siguen en busca de la felicidad, cuando todo, hasta el concepto de felicidad se ha vuelto tan complejo como para siquiera saber qué es lo que se persigue y cómo alcanzarlo. El individuo se encuentra varado entre su localidad y su globalidad, entre sus posesiones y sus carencias, basadas, en el parámetro liderado por la regla del consumo y en relación con los significados y simbolizaciones del deseo y de su satisfacción. Cuando todo deseo parece más fácil de ser satisfecho de manera pronta y expedita, se estimula la idea de que todo a nuestro alrededor se adapta y conspira para ceder a las tentaciones de nuestros deseos, sin cuestionar si tal deseo o satisfacción en algún


momento podrá confrontarse con el estilo de vida que es posible llevar tanto económica como moralmente. Sin cuestionar sí el sistema de valores que regula la vida del individuo, puede ir de un extremo a otro sin que le represente enfrentarse a una crisis con su propia existencia y su propósito de existir. Los valores en el siglo XXI: ¿una crisis de valores?

¿La moral?, ¿los valores? Conceptos más que complejos posiblemente olvidados, al menos entre los sistemas de creencias y valores que dominan y en los que se mueve el ser humano actualmente. Estos conceptos multidimensionales y polisémicos son el mejor ejemplo de que en las sociedades actuales lo que puede ser hoy definido como negro, posiblemente mañana sea definido como verde azulado. Los opuestos, parece, que se han exterminado, ya no hay bueno/malo, feo/bonito, agradable/desagradable, etc., lo cual por una parte es bueno. Sin embargo, por otro lado, esto hace más difícil aproximarse a todas las posibilidades que esto presta, para que las nuevas formas de pensar, los nuevos comportamientos y conductas en el ser humano, lleguen a ser tan deformes y retorcidos como el fenómeno del tráfico de drogas, el terrorismo o la nueva esclavitud: el tráfico de personas; así como el fenómeno de la migración, la pobreza y la discriminación. Conceptos, valores y creencias pues, que se encuentran en constante movimiento y en constante modificación minuto a minuto, de persona a persona, ya no se diga, de localidad a globalidad. Lo claro es que definitivamente las reglas de esas modificaciones y movimientos se encuentran inclinadas a las conveniencias y parámetros de esos que dominan.


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