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Fuerte apuesta al tratamiento integral

En 2013, el Servicio de Baja Visión y Rehabilitación Visual del Hospital Oftalmológico Santa Lucía puso en marcha un taller que busca brindar a sus pacientes un espacio de reflexión, discusión e intercambio de experiencias y saberes sobre su discapacidad, así como herramientas para alcanzar una vida independiente. Esta propuesta es única y novedosa dentro del sistema de salud nacional que crece año a año apuntalado en el trabajo interdisciplinario de las profesionales a cargo.

La idea fue impulsada por la médica oftalmóloga Verónica López Fernández y la licenciada en Trabajo Social Claudia Gómez Vecchio y rápidamente contó con la adhesión de la rehabilitadora visual Lic. Pilar Andueza, la enfermera y rehabilitadora visual Lic. Silvia Viera, la psicóloga Lic. Nora Martino, la psiquiatra Dra. Graciela Herrera y las trabajadoras sociales Lic. Cintia Mariel Alvarez y Lic. Ethel N. Bajú. Cuenta, además, con la activa participación de profesores de la escuela para jóvenes y adultos con discapacidad visual y formación integral Nº 37 “ Francisco Gatti ”.

Según comparten desde el servicio, una vez confirmado el diagnóstico médico y derivado el paciente a rehabilitación, sobrevienen muchas dudas e interrogantes que llevan incluso a que este se rehúse a participar, acuda con cierta desconfianza o sin motivación: ¿Por qué y para qué hacer rehabilitación? ¿Cuál es el sentido de la rehabilitación si no voy a recuperar la visión? ¿Para qué hacer rehabilitación si en casa me puedo arreglar más o menos bien?

“Entendemos el taller como un dispositivo de atención más, que se incluye en el tratamiento de las personas con baja visión. No se considera una actividad opcional, sino que se constituye en un aspecto fundamental del proceso de atención y tratamiento integral que brinda el Hospital Oftalmológico Santa Lucía”.

¿Para qué tengo que ir a rehabilitación si mi hijo, mi esposo u otro familiar siempre me acompañan y me ayuda en mis quehaceres y necesidades?

Para alentar la inserción y generar un sentido de pertenencia de los asistentes, el taller se enfoca desde el comienzo en promover su autonomía mediante la búsqueda de herramientas y estrategias que le permitan tener una vida más independiente, con menos riesgos y con la posibilidad de lograr concretar sus intereses y preferencias personales. “El objetivo es siempre mejorar su calidad de vida y que logre, dentro de sus posibilidades, continuar realizando las actividades que ejercía”, resaltan.

El taller es anual, y se dicta en ocho encuentros mensuales en los que se trabajan distintos temas de interés comunes al grupo de participantes: “Por un lado, se abordan los aspectos psicológicos de la baja visión, es decir, el impacto psicosocial de la enfermedad y la discapacidad, el duelo que implica la disminución visual, la pérdida de autonomía, el vínculo con la familia y la asunción de nuevos roles familiares, laborales y sociales”, explican las profesionales a cargo.

También se incluyen las áreas de Orientación y Movilidad, y la de Actividades de la vida diaria, dictadas por profesores y terapistas ocupacionales. A la vez, se asesora sobre la obtención del Certificado Único de Discapacidad (CUD) como herramienta de acceso a derechos para las personas con discapacidad, su uso y posibilidades de acuerdo a la legislación vigente en nuestro país.

“La puesta en común de experiencias y situaciones atravesadas por sus pares que viven día a día la misma realidad, el contacto directo con la variada oferta de recursos tecnológicos, ayudas ópticas y no ópticas, la propuesta de nuevas actividades o estrategias para sortear obstáculos en su vida diaria, etcétera, le permiten al paciente apropiarse de la actividad y comprender el objetivo que se persigue, es decir, promover el mayor nivel de autonomía posible”, resumen las especialistas.

En este proceso, desde el Taller de baja visión afirman que es fundamental el involucramiento y la participación de los familiares, “a fin de trabajar situaciones, vivencias, problemáticas y orientaciones comunes, en un espacio claramente diferenciado, que sirva como facilitador de la organización y dinámica familiar del paciente con baja visión”.

Según la experiencia recabada en estos años, aquellos pacientes que cuentan con mayor presencia y acompañamiento familiar o de otros referentes dispuestos a asistirlos tienen más resultados en el proceso de rehabilitación e inclusión social. En cambio, “cuando la respuesta familiar suele ser tardía o ausente, el acceso a recursos y derechos dependerá más de las posibilidades de autogestión del paciente, situación que condiciona negativamente ese proceso”, remarcan las responsables del taller.

“Entendemos que integrar significa convivir con la diversidad que presenta el ser humano. Desde esta premisa, el espacio del Taller de baja visión aloja, acompaña y vivencia la diversidad en pacientes con baja visión”, coinciden las profesionales que integran el equipo.

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