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Elkarrizketa | Entrevista
from BIHOTZEZ Nº52
La mayor parte de la gente te deja huella
Has sido llamado por tu Orden (Hermanos Menores Capuchinos) para desempeñar otras labores, ¿cuáles?
La Orden se ha reorganizado. Antes estaba constituída en cinco provincias y ahora España y Portugal forman sólo una. Durante tres años me he encargado de la coordinación de ese proceso de unión y tras alcanzar la reestructuración dentro del equipo de gobierno se me ha encargado desempeñar la animación de las comunidades, de los proyectos comunitarios y de la formación permanente de los frailes.
¿Te vas entonces a Madrid?
En Madrid tenemos la curia y, aunque no voy a vivir en la curia, es necesario residir allí para coordinar el equipo y estar situado en un lugar céntrico que facilite la movilidad. En mi caso estaré en la casa donde se organizan la mayor parte de las actividades de formación permanente. Es una casa de espiritualidad en Madrid-El Pardo en la que durante estos tres años hemos tenido encuentros, asambleas, reuniones…
¿Eres un navarro que se ha pasado la mayor parte de la vida en Bilbao?
Llegué a Bilbao hace veintisiete años, con veintitrés recién cumplidos. En ese periodo estuve un par de años fuera pero todos los demás en Bilbao, en la comunidad de Otxarkoaga.
Entonces, has conocido con detalle la evolución del barrio en los últimos 25 años: los tiempos de carencias, el movimiento social, asociativo…
Pero sobre todo he conocido la crisis más terrible del barrio: la droga. Otxarkoaga, como yo, nació en 1961. Los primeros años fueron relativamente normales. Gente obrera, muy trabajadora; mucho movimiento asociativo, mucho movimiento vecinal… y justo en ese momento llegué yo. Mi primer contacto con el barrio fue en 1984, aunque me establecí definitivamente a partir de 1987. A principio de los 80 irrumpió la droga. Fueron años de gran consumo. Otxarkoaga se convirtió en uno de los más importantes centros de distribución del norte. Recuerdo que se veían coches de Burgos, Zaragoza, Huesca, Pamplona, San Sebastián… venían a diario. Los chavales del barrio empezaron haciendo de contactos para con los traficantes. Al tiempo, ellos acabaron enganchados y muriendo. En los 90 hubo muchas muertes por sosbredosis y SIDA. En el año 1995, en Otxarkoaga, morían unos 50 chavales al año… muchísimo para un barrio de 15.000 habitantes.
¿Cuándo empezaste en Cáritas?
Nada más llegar, en 1987 me pidieron que asumiera la responsabilidad de Cáritas del sector Otxarkoaga-Txurdinaga. En el barrio había ya una trabajadora social, Carmen Castillo, que llevaba muchos años. Justo en aquella se época comenzó a trabajar con niños, en labores de apoyo escolar, en un proyecto que posteriormente denominamos “Xaloka”. También estaba abierto un programa contra el paro y otro de ayudas. Otro grupo de personas empezó desde la parroquia con otro de acompañamiento a mayores que al poco se asoció a Cáritas. Con los años se creó Ekin. Un proyecto integral, con un piso de acogida para drogodependientes. También tuvimos a Norabide, aunque apenas duró un par de años. Cáritas creció mucho en Otxakoaga. Tanto que llegamos a estar hasta 90 voluntarios… gente muy entregada, muy implicada de distintos perfiles. Había gente muy joven que estaba estudiando en Deusto, con mucha ilusión y quien tuvo opción de quedarse a vivir en el barrio. También había un pequeño grupo de religiosos, liberados por sus congregaciones, voluntarias de 40 ó más horas semanales. En aquellos años en los que Cáritas no tenía demasiado desarrollo territorial, con implantación en Portugalete y Otxarkoaga, tuvimos muchos apoyos diocesanos, de ánimo y económicos para sufragar todas las iniciativas.
¿Cuántos años estuviste de responsable?
Catorce años. Empecé en Lersundi en febrero de 1995. Durante cinco años compaginé la responsabilidad de Cáritas Otxarkoaga y Txurdinaga y el servicio psicológico.
¿Desde dónde se impulsó en Cáritas el servicio psicológico?
Es excepcional que en Cáritas haya servicios psicológicos. En su momento había algo parecido en Zaragoza y en Barcelona. Eran años en los que se observaba como una parte de las personas que estaban en riesgo de exclusión tenían problemas psicológicos. Causa y efecto, porque a veces se produce una circularidad en esto. A veces los problemas de exclusión tienen sintomatología psicológica fuerte y esa misma sisntomatología es causa de la propia exclusión. Era un fenómeno que se observaba con claridad, por eso se apostó por hacer un servicio de psicología. Al principio no se tenía claro la fórmula a aplicar. Se habían solicitado ofertas a algunos gabinetes y, cuando yo me enteré de la propuesta, presenté la mía. Entre los proyectos presentados eligieron el mío y lo puse en marcha en Lersundi en febrero de 1995.
¿Empezaste sólo?
Sí, pero enseguida se contempló la posibilidad de aceptar voluntarios. Primero se incorporó una persona que estuvo durante un año con un convenio de comunidad. Luego se incorporaron Itxaso, que es la más veterana, y Gurutze que también empezó como voluntaria.
¿Empezásteis atendiendo a adultos?
Fundamentalmente, pero también acordamos que Edurne Goikoetxea atendiera a unos niños. Era responsable de programas y coordinación general de intervención. Gonzalo era el coordinador de la gestión. Edurne es psicóloga y ya llevaba muchos años trabajando con niños, sobre todo en labores de diagnóstico y apoyo en dificultades de aprendizaje.
¿Qué calado tuvo un servicio de esas características?
Siempre ha sido muy demandado. A raíz de Hontza,
1987an, iritsi bezain laster, OtxarkoagaTxurdinaga sektoreko Cáritasen ardura hartzeko eskatu zidaten. Auzoan bazegoen lehendik urte asko zeraman gizartelaguntzaile bat. Sasoi hartantxe hasi zen umeekin lanean, eskola-laguntzaren arloan, gerora “Xaloka” deitu genion proiektu batean. Langabeziaren aurkako programa bat eta beste laguntza-programa bat ere abian zeuden.
Naiara, Gurutze, Arantza eta Itxasok (ezkerretik eskuinera), Itziarrekin batera (hurrengo orrialdeko argazkian), aurtengo udara arte Jose Mari Lanak koordinatzen zuen Cáritas Bizkaiaren Psikologia Zerbitzua osatzen zuten. Cáritas se sensibilizó con el cuidado de los trabajadores voluntarios. Se atendió entorno al 5% ó 10% de los trabajadores y voluntarios. Ése fue un cambio importante, durante aquellos años creció mucho la demanda de formación y de supervisión de equipos. En aquellos años creo que incluso funcionaba hasta una escuela de voluntariado.
¿Qué parte te gusta más?
Lógicamente, la atención personal. He visto buenas oportunidades en preparar materiales de formación porque te obliga a pararte a leer, a estructurar para poder explicarlas. También he agradecido las demandas de formación desde ahí, pero como motivación personal me va mucho más la psicoterapia.
¿Has tenido experiencias que te hayan marcado porque no has podido ayudar a la persona?
Muchísimas. La mayor parte de la gente te deja huella. Las experiencias negativas tienen que ver siempre con personas que, por su patología, entran en elementos paranoides y no se dejan ayudar, porque desconfían tambien del terapeuta. Esas situaciones generan una gran importancia porque no se puede hacer nada. Recuerdo una persona con la que estábamos haciendo un buen trabajo pero a la que se le cruzaban los cables. Un día vino a que se le devolviera su expediente porque no quería continuar. Como también había notas mías incorporadas y no todo era suyo, acudimos juntos a la destructora de papel y lo destruimos. Recuerdo igualmente todo lo que tiene que ver con las ideas y tentativas de suicidio. Son las situaciones más duras en nuestro trabajo y ha habido personas con las que he trabajado y han acabado con su vida. Fue el caso, por ejemplo, de un usuario de Egunon-Etxea que al día siguiente de estar en terapia, se tomó un bote de salfumán y falleció. Hechos duros que te sitúan ante el drama de una vida.
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¿Afortunadamente también hay historias positivas?
Recuerdo un chaval derivado por Carmen Castillo, un chaval de Otxarkoaga, en una situación de mucha vulnerablidad personal, hijo de madre separada, muy desconfiado y tímido, con el que hicimos un trabajo precioso. Al final estudió, encontró una novia y hoy tiene un hijo. De vez en cuando me suele llamar. Fue un proceso muy bonito y delicado porque él confió mucho; hubo sesiones muy difíciles pero el resultado fue tan hermoso que en su día dije y sigo manteniéndo que vale la pena estudiar cinco años de psicología y cuatro más de psicoterapia por personas como éstas.
¿Cómo se cuida un psicólogo de lo negativo?
Tenemos la suerte de tener en la propia Cáritas un servicio psicológico en el que trabajamos en este momento seis personas. Aquí lo importante es el trabajo en equipo porque te permite comentar e incluso contrastar dudas y sobre todo, cuando algo empieza a afectarte puedes dialogar con los compañeros y contar con su apoyo. Los psicólogos utilizamos también la terapia personal y la superación. Lo que aconsejamos para otros también lo utilizamos nosotros.
También, ante situaciones muy duras, se recurre a personas con las que hemos hecho nuestra formación.
¿Con qué te quedas tras todos estos años en Bilbao y en Cáritas Bizkaia?
Mi estancia en Cáritas la contemplo en tres etapas. La primera fue la de Otxarkoaga, una etapa muy viva y creativa. De mucha pasión, de mucho entusiasmo, de estar muy atento y muy cerca de los problemas de la gente del barrio y de Bilbao, porque curiosamente la gente siempre iba a buscar droga pero también quien iba a que se le ayudara a salir de ella. También ha sido un punto de referencia de los servicios sociales y de los servicios de salud mental. Tampoco hemos sido ni los únicos ni los inventores porque antes estaba el Trastero o el Baúl en Barakaldo. La segunda etapa tiene una característica singular ya que me fui implicando y metiendo en los asuntos comunes. La idea de hacer una Cáritas más de todos, más participativa, más ágil y que dé respuestas creativas a los problemas. Durante esa etapa estuve unos años en el Consejo, en las reuniones de responsables. Esta etapa con lo de Hontza acabó sin que luego hiciéramos una reflexión sobre lo sucedido. Hontza dejó vivencias que luego no trabajamos. Creo que fue una etapa que acabó demasiado bruscamente sin hacer una reflexión y una elaboración. Y en la última etapa, la tercera, me he centrado en el servicio psicológico. Aquí he puesto mis ganas y mi ilusión, porque realmente es lo que me apasiona. Reconozco que las causas “organizacionales” me motivan menos. Me motiva mucho más el trabajo con una persona. Por eso me queda un inmenso agradecimiento a Cáritas que me ha permitido este cauce de acercar la psicoterapia a personas en situaciones de exclusión social, algo que no resulta fácil. Hoy la psicoterapia pertenece al ámbito de lo privado y resulta carísima. Entonces que una organización posibilite que llegue a personas en exclusión algo que es una necesidad, que resulta tan eficaz, como está demostrado científicamente, incluso más que los estamentos farmacológicos, para mi ha sido una suerte y un motivo de agradecimiento.
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Zorionez, Cáritasen bertan psikologia zerbitzu bat daukagu, eta une honetan sei pertsona ari gara horretan lanean. Hemen garrantzitsuena da talde-lanean jardutea, horrela, zalantzak komentatu eta erkatu daitezkeelako, eta, batez ere, zerbaitek ukitzen zaituenean, lankideekin hitz egin dezakezulako eta haien laguntza izan. Psikologoek terapia pertsonala eta geure burua gainditzea ere erabiltzen dugu. Besteei gomendatzen dieguna geure buruarekin ere erabiltzen dugu.