Los Cristianos, ciudadanos de esperanza frente al 2012

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Communitas

Editorial A punto de terminar el 2011 queremos aprovechar este último Boletín Communitas del año para invitarlos a hacer una reflexión en torno a qué tipo de actitudes debemos desarrollar nosotros mismos y en nuestros grupos y ambientes para el próximo 2012 que será un año m uy importante en lo que a construcción de ciudadanía se refiere. Los procesos electorales que están en puerta, generarán o más bien, están ya generando un ambiente de confrontación, desconfianza, división. Esto resulta muchas veces inevitable en la inercia de la competencia electoral, sin embargo también es cierto que como cristianos podemos trabajar para generar ambientes más cordiales, que vayan más allá de la simple descalificación y la mera confrontación; requerimos desarrollar actitudes de tolerancia y diálogo, que nos motiven a hacer análisis profundos sobre las opciones electorales que se nos presentarán, abriendo el corazón y la mente para elegir en relación al verdadero bien común, aquél que México necesita, haciendo a un lado mis intereses personales, familiares, de grupo, de partido. Estamos llamados a imprimir en la próxima contienda electoral un sello diferente, que nuestra participación, desde cualquier ámbito y trinchera, nos distinga como cristianos, ciudadanos de esperanza, constructores de paz, para que sigamos avanzando en este proceso de construcción de ciudadanía permanente pero seamos capaces de transmitir esperanza de que se puede y se debe trabajar por un México diferente.

Dimensión Justicia, Paz y Reconciliación Comisión Episcopal para la Pastoral Social

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LOS CRISTIANOS, CIUDADANOS DE ESPERANZA FRENTE AL 2012

Leyendo a

los expertos El sacerdote y filósofo español José M. Mardones, quien falleció en el 2006, y dedicó su vida a la Filosofía y a la Sociología de la Religión, cuenta con un amplio repertorio de libros y reflexiones en torno a la vinculación de la religión y la política, tales como Postmodernidad y cristianismo, Capitalismo y religión o Fe y política, entre muchos otros. Como pensador es una referencia constante en las últimas décadas de la Iglesia quien analizaba el fenómeno religioso con total valentía. Su obra más fecunda fue su propia vida, basada en una profunda espiritualidad y en un sentimiento permanente de esperanza, que sabía transmitir con una enorme cercanía. En su libro, Fe y política. El compromiso político de los cristianos en tiempos de desencanto nos presenta un análisis extraordinario de la dimensión política del fenómeno religioso contemporáneo, por lo que a continuación transcribimos algunos párrafos de dicho libro que pueden sernos útiles para estos tiempos tan inciertos pero que urgen nuestro compromiso como cristianos:

El quehacer político es complejo, apela a la responsabilidad moral, exige conocimientos técnicos y la información necesaria para tomar las medidas oportunas y adecuadas. La política, por ser una actividad donde lo humano está tan manifiestamente en juego, apela a la responsabilidad de la fe cristiana. Ante la idea maquiavélica de la política que predomina hoy y que es manejada para desprestigiar como inmoral la política y a los políticos, llama la atención la valoración positiva del Concilio Vaticano II, en la Constitución Guaudium et Spes, acerca de la política y del político. “La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la vida pública y aceptan las cargas de este oficio”. (GS, 75a). “La comunidad política nace, pues, para buscar el bien común, en el que encuentra su justificación plena y su sentido, y del que deriva su legitimidad primigenia y propia”.

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El resultado lógico de esta visión de la actividad política es doble. Por una parte, la vocación general y particular de los cristianos a la política. El concilio, que es muy explícito, adopta un tono de obligatoriedad y de llamada a la responsabilidad: “los cristianos deben tener conciencia de la vocación particular y propia que tienen en la comunidad política; en virtud de esta vocación, están obligados a dar ejemplo de sentido de la responsabilidad y de servicio al bien común. La nobleza y dignidad moral del compromiso social y político y las grandes posibilidades que ofrece para crecer en la fe y en la caridad, en la esperanza y en la fortaleza, en el desprendimiento y en la generosidad; cuando el compromiso social o político es vivido con verdadero espíritu cristiano, se convierte en una dura escuela de perfección y en un exigente ejercicio de virtudes. Sin embargo existe entre los cristianos en general, incluidos los más “progresistas” existe una actitud reticente ante la política. En su apoyo se presenta la realidad política marcada por su condición de arte de lo posible, que tantas veces degenera en adaptacionismo a las circunstancias y en mentira institucionalizada: promesas políticas que son puro “marketing” electoral, gestión gubernativa efectuada para fortalecer al propio grupo; financiaciones ilegales… Hay en el creyente un componente de idealismo y purismo que le hace proclive a ver en el juego del posibilismo político una claudicación permanente de los principios morales… sucede a menudo que el creyente se refugia en la ética absoluta de los principios, ante el temor a caer en el cinismo de una ética de la responsabilidad o de las consecuencias en función de los intereses del momento. No se puede pensar en una actividad política seria sin un conocimiento mínimo de la situación, sin reflexionar sobre las consecuencias de las acciones, sin ponderar las medidas más adecuadas para alcanzar un objetivo en pro de la libertad, la justicia, la igualdad. La visión fundamental de la DSI, especialmente del Vaticano II sobre la acción política supone un elogio de la democracia y un correctivo a la mentalidad que minusvalora y recela de la política y del compromiso político.

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1. La DSI supone una valoración muy positiva del quehacer político democrático como empeño del amor a favor del bien común 2. La política es el ámbito del ejercicio de una dimensión de la caridad cristiana dirigida a trabajar por instaurar unas condiciones estructurales de vida humana más libre y justa para las grandes mayorías. El Concilio Vaticano II denomina “caridad política” a este ejercicio del amor cristiano al prójimo. 3. El cristiano está llamado a trabajar responsablemente en este ámbito, donde se juega el destino de millones de seres humanos. La actividad política se muestra como una de las vocaciones humanas más importantes para el bien común. 4. El compromiso político del cristiano está sometido a las reglas de la racionalidad ética y del cálculo racional de los medios. Dado que no es posible obtener una plena objetividad a la hora del diagnóstico de la situación ni de la toma de decisiones, si impone el pluralismo de opciones políticas entre los cristianos. 5. El creyente puede obtener de su fe motivación, impulso y correctivos para su acción política, pero también está tentado por un exceso de expectativas o de purismo que le pueden inducir a 6. actitudes de rechazo del compromiso político.


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LA ESPERANZA VERDADERA En el magisterio de la Iglesia encontramos palabras que iluminan y orientan nuestra práctica cristiana como compromiso en la redención del ser humano en las realidades presentes, en esta ocasión queremos compartir con ustedes algunos extractos de la encíclica Spe Salvi1 del Papa Benedicto XVI, que hacen mención sobre dónde se ubica la verdadera esperanza. Es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la esperanza que sostiene toda la vida (Cf. Ef 2,12) La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando “hasta el extremo” (cf. Jn 13,1) Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente “vida”. (27) El hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. En este sentido, la época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una política fundada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor que sería el verdadero “reino de Dios”. (Cfr. Spe Salvi 30)

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Carta encíclica Spe Salvi, del sumo pontífice Benedicto XVI, Sobre la Esperanza Cristiana, 30 de noviembre 2007.


LOS CRISTIANOS, CIUDADANOS DE ESPERANZA FRENTE AL 2012

Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto. Lo es ante todo en el sentido de que así tratamos de llevar adelante nuestras esperanza, más grandes o más pequeñas; solucionar éste o aquel otro cometido importante para el porvenir de nuestra vida: colaborar con nuestro esfuerzo para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano, y se abran así también las puertas hacia el futuro. Pero el esfuerzo cotidiano por continuar nuestra vida y por el futuro de todos nos cansa o se convierte en fanatismo, si no está iluminado por la luz de aquella esperanza más grande que no puede ser destruida ni siquiera por frustraciones en lo pequeño ni por el fracaso en los acontecimientos de importancia histórica. Si no podemos esperar más de lo que es efectivamente posible en cada momento y de lo que podemos esperar que las autoridades políticas y económicas nos ofrezcan, nuestra vida se ve abocada muy pronto a quedar sin esperanza. Es importante sin embargo saber que yo todavía puedo esperar, aunque aparentemente yo no tenga nada más que esperar para mi vida o para el momento histórico que estoy viviendo. Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar. Ciertamente, no “podemos construir” el reino de Dios con nuestras fuerzas, lo que construimos es siempre reino del hombre con todos los límites propios de la naturaleza humana. El reino de Dios es un don, y precisamente por eso es grande y hermoso, y constituye la respuesta a la esperanza. Podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios: la verdad, el amor y el bien. Podemos liberar nuestra vida y el mundo de las intoxicaciones y contaminaciones que podrían destruir el presente y el futuro. Podemos descubrir y tener limpias las fuentes de la creación, hacer lo que es justo, teniendo en cuenta sus propias exigencias y su finalidad. Eso sigue teniendo sentido aunque en apariencia no tengamos éxito o nos veamos impotentes ante la superioridad de fuerzas hostiles. Así, por un lado, de nuestro obrar brota esperanza para nosotros y para los demás; pero al mismo tiempo, lo que nos da ánimos y orienta nuestra actividad, tanto en los momentos buenos como en los malos, es la gran esperanza fundada en las promesas de Dios. (Cf. Spe Salvi 35)

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Communitas

COMPARTIENDO EXPERIENCIAS Con el objetivo de trabajar en la construcción de procesos de ciudadanía permanente y en este caminar para ir generando actitudes entre los cristianos y cristianas para vivir de manera diferente los procesos electorales del 2012, en diversas Diócesis se han empezado ya a organizar acciones concretas de formación, análisis y reflexión sobre temas relacionados. Compartimos con ustedes la iniciativa realizada por la Diócesis de Teotihuacán, quien el pasado 26 de noviembre organizó el II Encuentro con Mujeres, con el objetivo de impulsar el protagonismo de la mujer en la vida social de manera que su presencia transformadora permee los distintos ámbitos. En dicho encuentro se trabajaron los temas : “Liderazgo y participación política de las mujeres” y “Aportaciones de las mujeres en la construcción de una cultura de paz”. Celebramos acciones como ésta y agradecemos mucho compartirlas y ponerlas en común para enriquecer el trabajo de otras Diócesis.

http://caritas.tv/communitas/

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