05 subio a los cielos

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«Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios» ¿Cómo entender hoy esta afirmación de la fe? Josep VIVES* (en Revista Sal Terrae, junio 1998)

¿Entender para creer? Ante la pregunta de la redacción de Sal Terrae que figura como título de este artículo, lo primero que se me ocurre decir es que aquí, más que entender, hay que procurar ver, intuir o, simplemente, creer lo que se dice. De entrada, no quisiera inducir al lector a alistarse con los que piensan que lo importante es entender, y que un ser humano responsable no puede aceptar más que lo que él entiende. Recordemos que el apóstol Tomás, según el Evangelio, tuvo que avergonzarse de haber afirmado que no podía aceptar más que lo que pudiera comprobar. Ponerse en esta actitud de no aceptar más que lo que uno entiende es constituirse uno mismo en criterio y medida de lo que puede existir. ¿Quién me autoriza a decir que sólo existe, o sólo es verdad, lo que yo puedo entender y comprobar? Precisamente la actitud del que cree es la del que se da cuenta de que, como dice un personaje de Shakespeare, «hay muchas más cosas en la tierra y en el cielo de las que vos podríais comprender». Creer es esencialmente aceptar lo que no alcanzamos a entender o a comprobar, lo que nos rebasa y, no obstante, intuimos como válido, a manera de clave de sentido o plenitud necesaria de lo que alcanzamos a conocer. Creer es la aceptación humilde y amorosa del Misterio último que hallamos siempre detrás de cualquier realidad inmediatamente conocida y comprobada. «No es que el Misterio supere nuestra inteligencia: es que la ilumina... El Misterio es aquello que no procede de nosotros y que no podemos abarcar; y, sin embargo, es aquello que nos hace vivir. No es una barrera que se impone al impulso de nuestro intelecto fijándole un límite, sino una atmósfera vivificante... Su oscuridad no es la de la noche que ciega y no deja ver, sino la que proviene de la limitación de nuestra capacidad de ver. Una limitación que va reduciéndose a medida que vamos penetrando en la Luz»1 Según esto, creer no es nunca entender; pero sí es acoger aquello sin lo cual realmente no se entendería nada. Lo que se cree, se cree como algo necesario para comprender plenamente aquello que se conoce; pero propiamente nunca será posible reducir simplemente el objeto de fe a un objeto de conocimiento. Fe y conocimiento se necesitan mutuamente, se complementan, pero nunca se identifican sin más. En este sentido decía bien el gran san Agustín que es necesario «creer para entender, y entender para creer». ¿Creer o entender el Credo? Esto, que habría que aplicar a todo el Credo ─y, en formas diversas, a cada una de sus proposiciones─ vale par@cularmente para la afirmación que se me ha propuesto


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