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La Identidad Digital sociedad descompuesta en una

Eric Vuillard, en La guerra de los pobres, nos describe el espíritu que animó a aquellos valientes a interpelarse y comprender la realidad. Ayer como hoy, a la ciudadanía perpleja que no entiende lo que pasa no se le puede pedir que viva aceptando el anacrónico mensaje de que todo será mejor en la otra vida. Tenemos que reivindicar con convicción, como en su día nos enseñó Luther King, ¡queremos todos nuestros derechos y los queremos ahora! Porque deseamos una sociedad sin desigualdades en esta Tierra.

#CiudadaníaInteligente

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Estamos viviendo momentos con muchas contraindicaciones e igual nos dejamos arrastrar por la euforia tecnocientífica que nos hunde en el desconcierto de una sociedad sin valores y sin norte. Parece como si nos invadiera una incapacidad innovadora ante los retos planteados por los nuevos escenarios y uno de los retos a superar —en línea con los Objetivos 2030— es conseguir un orden social sin exclusiones basada en un proyecto político participativo a través del cual la ciudadanía cree su visión del mundo inteligente e inteligible. Sin embargo, es imposible conseguir una estrategia transformadora de la nueva política en este mundo globalizado sin la innovación inteligente y sin dar solución a las transformaciones históricas que posibiliten una nueva forma de pensar. La Identidad Digital (ID) entra de lleno en el terreno de la gobernanza porque irrumpe en el funcionamiento pleno de un nuevo proceso que se está realizando en todos los niveles, superando las formas de coordinación que conocíamos y con independencia de los modos en que tradicionalmente se ha movido la información en un sistema más coordinado y controlado. La ID puede ser un procedimiento muy valioso para reconquistar nuevos espacios que la política tradicional ha ido abandonando por su burocratización, clientelismo y distanciamiento, al cerrar las instituciones a la exclusividad de la democracia representativa.

La ciudadanía debe transitar por la política, las instituciones y todos los sectores de la sociedad con capacidad plena de acción. Es la forma de desarrollar el compromiso participativo que inyecta nueva energía a las instituciones anquilosadas en el siglo pasado. Luchar por los sistemas inteligentes es tan importante como luchar por las personas inteligentes. Sin un equilibrio en las dos vertientes es imposible avanzar para ir dejando atrás la visión individualista de la política y la sociedad. Los sistemas democráticos tienen que adaptarse a las nuevas fuentes de inteligencia y preparar una democracia tan abierta y eficiente que cualquiera pueda gobernarnos.

En la medida en que se consigan estos objetivos, las sociedades estarán mejor gobernadas por sistemas de inteligencia colectiva, que no son otra cosa que un conjunto de normas y procedimientos, con un ejercicio permanente del Derecho a Saber en conexión estrecha con el Derecho a Entender. Necesitamos que la ciudadanía inteligente impulse los sistemas inteligentes. Esa es la fortaleza para que, cuando por los azares de la vida llegue un mal gobernante, pueda ser detectado inmediatamente y se pueda remover por los mecanismos constitucionales previstos para su rechazo, algo que ahora no ocurre. Mientras esto no se logre el lawfare nos estará persiguiendo, convirtiendo el sistema en una selva destructiva a la caza y captura de cualquier disidencia frente a los poderes fácticos.

El poder ciudadano en la ID

La Identidad Digital no es una sofisticación, es un medio para conocernos mejor y protegernos de riesgos futuros, además de un excelente detector para responder a la pregunta: ¿Quién manda aquí? En la búsqueda de formas de identificación en las nuevas tecnologías, los sistemas inteligentes no sólo tienen que defendernos frente a otros, sino también frente a nosotros mismos. Es un autocontrol para que nuestros propios errores o incluso una circunstancial maldad pueda ser controlada y detectada a tiempo para evitar el daño. Aquí juegan un papel esencial la transparencia, la ética y la eficacia del sistema. Un paso más en ese sentido es la cooperación de la lógica democrática y la inclusividad de los sistemas para que las sociedades no fracasen y sus sistemas sean integradores, como aconsejan Acemoğlu y Robinson.

Las plataformas que gestionan la ID del ciudadano permiten acceder a todos los servicios en línea con la Administración Pública. Es una única gestión de credenciales (nombre de usuario y contraseña) que puede ser utilizada en ordenadores, tabletas y teléfonos inteligentes. Este sistema abre inmensas posibilidades para los retos de participación en las democracias complejas, en expresión de Innerarity.

Los tres niveles de certeza respecto a la identidad, de menor a mayor, permiten un acceso a servicios utilizando el nombre de usuario y contraseña; otros niveles de segundo grado de seguridad son los que utilizan claves de acceso y, además, se pueden emplear tarjetas inteligentes con gestión de identidad. Con las notificaciones de los

#InteligenciaColectiva

Sistemas Públicos de Identidad Digital de la Unión Europea se ha establecido, por la Comisión Europea, un camino para una normativa comunitaria: elDAS (IDentification, Authentication and trust Services por sus siglas en inglés) para el reconocimiento de la Identidad Digital como instrumento de acceso a los servicios digitales de las administraciones públicas de los demás países miembro. El proceso de revisión interpares, que comenzó el 24 de noviembre de 2017 y finalizó el 11 de julio de 2018, obtuvo la opinión favorable de todos los Estados miembro durante la reunión de la red de cooperación en la Dirección General de Redes de Comunicación, Contenido y Tecnología de la Comisión (DG Connect); ahora toca el reto de la implantación del mismo. Países como Italia, Reino Unido, Francia y España, con su DNI electrónico, están avanzando, así como países pequeños como Estonia que lo están desarrollando plenamente.

Estos procedimientos bien se pueden utilizar en las experiencias de las Asambleas Ciudadanas y en los Laboratorios Ciudadanos que están surgiendo para ir desarrollando propuestas que aborden de una forma participativa soluciones a los múltiples retos de los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) y las muy diversas formas de reconstrucción social que hay que abordar como consecuencia de esta pandemia. La reconstrucción social y económica de los países afectados debe hacerse desde una respuesta comunitaria, y la ausencia de posibilidades presenciales no debe impedirlo. Urge que los procedimientos electrónicos se difundan y familiaricen para ser utilizados. Hay que eliminar la brecha digital en todos los países como un derecho fundamental y hay que conseguir que el sistema educativo y el de salud lo implanten para un mejor servicio y capacidad de relación y aportación de soluciones y experiencias.

Vivimos en una sociedad descompuesta por un virus que nos ha dejado descolocados, pero es la hora de reaccionar. No sólo serán las vacunas las que solucionen el problema. Necesitamos medios para reconstruir esta nueva sociedad y que surja con más fuerza para no repetir los errores del pasado. Se debe superar el COVID-19 a la vez que superamos la descomposición social, fortaleciendo nuestras debilidades democráticas, impulsando la innovación en todo el sistema económico y de servicios públicos, y teniendo una función pública a la altura de los nuevos retos de los objetivos del 2030.

La Identidad Digital no es una sofisticación, es un medio para conocernos mejor y protegernos de riesgos futuros

José Molina Molina

Doctor en Economía, Sociólogo y Auditor. Actualmente se desempeña como Presidente del Consejo de la Transparencia de la Región de Murcia y como Presidente de Honor de la Cátedra Abierta. Su libro más reciente se titula “Una sociedad con respuestas: manifiesto por la participación y la transparencia”. Blog: http://www. economiaapiedecalle.com/wordpress/

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