Capítulo 1: Enamorarse. Se dice que hay amores que tienen una intensidad tal, que solo suceden una vez en la vida. No recuerdo los detalles ni tampoco si lo leí en un libro o si lo vi en una película o en algún programa de televisión. Siento como si hubiera escuchado esas palabras hace mucho tiempo. Un amor tan intenso que solo sucede una vez en la vida. Aunque son palabras positivas, por alguna razón, se sienten incomodas. La razón era bastante simple. ¿Por qué razón solo sucedía “una sola vez”? Esa parte era la que me molestaba. Me pregunto ¿Por qué no se puede amar con la máxima intensidad cada vez? No podía afirmar que era una verdad universal, pero para mí lo era, aunque solo en parte. Sólo experimenté una cita hasta que estuve en segundo año de preparatoria. La otra persona era una senpai que estaba en un año escolar más arriba que yo. En aquellos días, yo estaba en el club de béisbol y me sentía atraído por ella, quien era el pitcher del equipo de softbol, estuve angustiado durante varios meses después de mi confesión. Recuerdo que mi senpai era alegre, pero al mismo tiempo me daba la impresión de que, por alguna razón, irradiaba un aura de misterio. Creo que me atrajo esa maravillosa personalidad contradictoria antes y después de salir con ella. Además, su sexo era tremendamente salvaje. Después de unas semanas de que empezamos a salir, como si fuera algo trivial, quiso que tuviéramos relaciones sexuales. Estaba desconcertado, pero me encantó que mi senpai tuviera deseo sexual por un estudiante de preparatoria por lo que no me pude reprimir y lo terminamos haciendo casi enseguida. Por supuesto, no pensé que fuera algo malo. Estaba bastante feliz de estar conectado en cuerpo y alma con mi amada, y en aquellos días eso me hacía estar alegre. Mi senpai era evidentemente una persona popular por lo que mis amigos estaban celosos. Sin embargo, nuestra relación terminó tan pronto como ella se graduó de la preparatoria. Deje de tener contacto con ella. No recibí ningún correo electrónico de parte de ella y ni siquiera recibí respuesta cuando le envié uno. Sin tener contacto por ese medio, tampoco pude encontrarme en persona con ella. Ante lo que podría denominarse como “un final natural” no tenía a mi disposición ni tiempo ni dinero de sobra por ser solo un estudiante de preparatoria, por lo que, sin poder ir tras ella, todo terminó como un amor frustrado. Durante un año después de que ella se graduó, me la pasé frecuentemente absorto en mis pensamientos mientras pensaba en ella. Realmente me gustaba mi senpai, por lo que tenía la intención de seguir saliendo con ella aun después de que se graduara. Por esta razón tuve sexo con ella. Desde aquel momento tuve la intención de demostrar que cuando salía con alguien iba en serio. Sin embargo, para ella no era lo mismo y cada vez que lo pensaba me provocaba un sentimiento de vacío. Mi filosofía personal sobre el amor estaba muy alejada de la de la otra persona, y no me di cuenta prácticamente hasta que la relación terminó. Mi primer amor terminó dejando recuerdos amargos, luego, durante mi época de estudiante universitario me esforcé, busqué trabajo, y me encontré con Gotou san. Así que no hay necesidad de recordarlo.
Me enamoré de verdad. Mientras trabajaba me enamoré de verdad, aunque me tomó tiempo encontrar un enfoque especifico, durante 5 años, pensé continuamente en Gotou san con la misma intensidad. Como esto no puede ser catalogado como una relación amorosa, tampoco es apropiado describirla como “un amor tan intenso de una sola vez en la vida”. Si en verdad ese amor intenso solo ocurre una vez en la vida ¿No lo habré tenido ya? Me refiero a mi romance de preparatoria o a mi amor hacia Gotou san. En retrospectiva, no puedo decir cuál de los dos es el más intenso. De cualquier forma, es la segunda vez que me enamoro de la misma manera. Dejando de lado el hecho de si este amor se hará realidad o no, a estas alturas no me puedo imaginar una respuesta ante la pregunta: ¿Tendré un siguiente amor? O, mejor dicho, temo que la respuesta sea “No”. — Bueno, ¿Y yo? Preguntó una voz a mi espalda, y cuando volteé se trataba de Sayu, la estudiante de preparatoria que vivía conmigo. — ¿Qué piensas de mí? — Qué es lo que pienso… Cuando dudé en contestar, Sayu me miró, sonrió ampliamente e inclinó un poco su cabeza. Su cabello colgaba en su hombro, como sí, inevitablemente sucumbiera ante los efectos de la gravedad. Sayu es un apersona que entró a mi vida de una forma irregular. Soy su tutor temporal. Claramente la relación entre Sayu y yo es ilegal, sin embargo, no es el tipo de relación en la que hay relaciones sexuales de por medio. No ha sido mi objetivo, ni tampoco se ha despertado en mi ese tipo de sentimiento. — Pero, siento que Yoshida san ha pensado más últimamente en Gotou san que en mí. Yo me quedé estupefacto al sentir que Sayu estaba diciendo esto como si supiera lo que había en mi corazón. — ¿Qué estás diciendo? — Aunque había una posibilidad de que Gotou san viniera a la casa, y que ella y yo nos encontráramos. Es extraño ¿No es así? Si te deshicieras de mí, y estuvieran los dos solos podrían hacer varias cosas. — No, eso… Eso fue lo mismo que me había dicho Mishima. Sin embargo, en aquel momento yo no pensaba de esa manera. Más que eso, pensaba que debía explicarle apropiadamente el hecho de que Sayu se estuviera quedando en mi casa. — Así es. De nueva cuenta, Sayu dijo eso como si pudiera ver lo que estaba pensando. — ¿Quieres estar conmigo más que con Gotou san? — ¿Qué? No, eso… — ¿No es así Yoshida san? Sayu dijo esto con una sonrisa un tanto fascinante. — ¿Qué soy para Yoshida san?
*
— …shida san. Oye… ¡Yoshida san! — ¿Mm? Mi cuerpo se sacudió y abrí los ojos. Una cantidad considerable de luz de claridad entró sin piedad a mis pupilas por lo que entrecerré mis ojos. Moviendo sin parar mis ojos, entró en mi campo de visión una estudiante de preparatoria que estaba parada a un costado de mi cama. — Buenos días. Se trataba de Sayu con quien vivía en la misma casa. Con la mirada borrosa por tener los ojos entrecerrados, me fue imposible ver con detalle la expresión en su rostro, pero al parecer tenía una sonrisa irónica. — — — — —
Buenos días. Parece que hoy no te levantaste para nada. Siempre te levantas, aunque sea por un momento. ¿Es así? Te llamé y toqué a la puerta, pero no respondiste. Me agité un poco. Perdón. No, si no me hubieras levantado se me habría hecho tarde.
¿Habré estado durmiendo con la boca abierta? Porque tenía la garganta seca y sentía la boca desagradablemente pegajosa. — ¿Tuviste una pesadilla? — ¿Una pesadilla? Incliné la cabeza ante la pregunta de Sayu y ésta asintió poco a poco. — Tu voz sonaba preocupada. — Si… una pesadilla. Cuando lo dije, intenté recordarlo, pero mi cabeza estaba en blanco. Pero ciertamente, tenía la sensación extraña de haber estado hablando con alguien justo antes de despertarme. Sin embargo, no podía recordar de que trataba la conversación. — …No lo recuerdo. — Vaya… vamos levántate rápido, levántate. Si no te apresuras, no tendrás tiempo para desayunar. — Vale. Tan pronto como se aseguró de que me levantara, Sayu asintió ligeramente y luego volvió apresurada hacia la cocina. Se podía escuchar el ruido de la olla encima de la estufa encendida. Miré hacia allá de reojo, me levanté de la cama y luego me estiré lo máximo que pude. En la mesa ya estaba acomodado el desayuno que ella misma había preparado. Vi Sayu que estaba revolviendo la sopa de miso caliente que estaba dentro de la olla, pero no se dio cuenta. Definitivamente, la vida junto a Sayu se ha vuelto algo cotidiano. Pero, algún día ella ya no estará. Y regresaré a mi vida anterior. Es bastante bueno tanto para ella como para mí, pero al mismo tiempo es lo correcto. Esos pensamientos fueron los primeros que surgieron en mi mente luego de levantarme, así que sacudí mi cabeza. ¿Será que a estas alturas me estoy sintiendo culpable? Aunque haya sabido que estaba equivocado con esta relación desde el principio, es un camino que he decidido tomar por mi propia voluntad. Era algo necesario y una obligación hacerla regresar al camino correcto. Por el bien de Sayu y también por mi propio bien. Me dirigí apresuradamente al tocador y me lavé la cara con agua del grifo. Gracias a lo frío del agua, mi consciencia que había estado neblinosa desde que me levanté, finalmente se aclaró.