Prólogo El héroe y la Reina Demonio Dentro de los recovecos más profundos del reino de los demonios, había un castillo con una sala del trono en su corazón---aquí, la reina demonio reinaba sobre la tierra. En este lugar, dos enemigos estaban enzarzados en combate. Uno era un joven apuesto, cuyo físico ágil ocultaba una fuerza interior feroz. Estaba equipado con un conjunto completo de armadura y una espada larga delgada, ambos forjados en plata. En general, fue un ejemplo notable de héroe. Su oponente, el portador de un estoque negro, podría haber sido confundido con una mujer hechizante, excepto por los cuernos de carnero que brotaban de su cabeza y la siniestra túnica que la envolvía. Ella era la dueña de este castillo---la reina demonio. Sin intercambiar una sola palabra, los dos luchadores se lanzaron el uno hacia el otro con sus espadas chocando en el medio. La reina demonio se enfrentó a los ataques brutales del héroe de frente, y aunque el estoque era más delgado que la espada larga del héroe, su espada bloqueó el ataque con facilidad. Una espada más inferior se habría partido en dos. Se desvincularon por un momento, solo para saltar de nuevo a la refriega. Esta vez, el héroe repelió el ataque de la reina demonio con la parte plana de su espada. Su espada larga absorbió fácilmente el impacto, desviando un golpe que habría perforado limpiamente a través de una espada normal. Sus espadas se encontraron una y otra vez, mientras ambas partes empuñaban sus armas elegidas con perfecta confianza. La batalla continuó y, finalmente, sus expresiones adquirieron idénticos matices de desconcierto. Tanto el héroe como la reina demonio se habían equipado con un arma de nivel Dios, por lo que era insondable que esta batalla aún no hubiera terminado. El mismo pensamiento permaneció en la mente de cada luchador---¿no debería el arma de mi oponente haber alcanzado su límite hace ya mucho bajo este tipo de ataque? Su perplejidad compartida pronto los detuvo. Ambos bajaron sus espadas simultáneamente. El héroe habló primero. —Reina Demonio, tengo una pregunta para ti, no está relacionada con nuestra pelea. —Bien; Respondió ella. —También tengo uno para ti, probablemente sea lo mismo. —Entonces, si puedo preguntar, ¿qué herrero forjó tu espada? —Tal como sospechaba; Comentó ella. —Yo quería saber lo mismo. —Debe haber sido... —Sí. Cierto herrero terco y canoso hizo mi estoque; Confirmó la reina demonio. Ella envainó el arma y mostró el mango de su espada al héroe. En este estaba impreso un gato regordete en cuclillas sobre sus patas.
El héroe giró su propio mango para enfrentar a la reina demonio, mostrando la misma insignia. —Ya veo. Maldito vejete. La reina demonio suspiró. —Debe haber forjado nuestras dos armas sabiendo que esto iba a suceder. Qué intrigante. —Ya no tiene sentido luchar; Dijo el héroe. —Siempre podemos ver de quién es la fuerza que falla primero. —Está claro que somos iguales en ese sentido. —Es cierto; Concedió la reina demonio. —No importa cuál de nosotros gane, en última instancia, el agotamiento dejaría al vencedor vulnerable al ataque. No tiene sentido continuar. —Bueno, entonces supongo que solo hay una opción. —Sí---aceptemos una tregua, al menos durante nuestra generación. —Se lo haré saber a él también, ¿de acuerdo?; Dijo el héroe. —Adelante. No tengo objeciones. Si se lo decimos, ninguno de los dos atraerá su ira, y nos mantendrá a ambos controlados. Después de todo, sería problemático si uno de nosotros ofendiera a ese gruñón sin sentido del humor y respaldara a otro bando. —Está bien, procederé como se discutió. Hasta que nos encontremos de nuevo. —Adiós, héroe; Dijo la reina demonio, girando sobre sus talones. —Ahora bien, debo preparar una proclamación... Ellos salieron del salón del trono en direcciones opuestas. Aunque el ambiente estaba cargado de tensión al comienzo de la batalla, el héroe y la reina demonio---polos opuestos en todos los aspectos---ahora tenían la misma expresión de irónica diversión al recordar a un herrero cuyos rasgos comunes estaban desgastados por la edad.