DIGNIDAD HUMANA Y BIOÉTICA
El concepto de dignidad humana (aun en medio de las diversas perspectivas desde las cuales se mira), busca reflejar, resaltar y defender, ciertas características en cuanto a la realidad integral del ser humano. En tanto que supera la dimensión biológica, el hombre tiene una dignidad que debe ser reconocida de manera plena, total, sin condicionantes, ni reduccionismos. Hace falta descubrir, valorar y defender esa dignidad. La agitación del trabajo y la innumerable sucesión de circunstancias contrarias a esta dignidad, impiden o dificultan mirar más allá de las exigencias del momento y de la lucha por la consecución de los derechos básicos. Hay un utilitarismo subyacente a muchas realidades laborales, culturales, académicas, que embota el entendimiento y condiciona la voluntad, de manera que la realidad de la dignidad humana es opacada, escondida, distorsionada, fragmentada, reducida y despojada de todo su esplendor.
Los horarios de trabajo que minan la salud física y psicológica de los empleados, las decisiones a nivel ejecutivo que causan pérdidas catastróficas de tipo económico y a nivel personal/familiar, los descuidos y negligencias profesionales, la feroz competencia laboral que destroza hogares y enferma a las personas, la violencia implícita y explícita en muchos hogares, comunidades y sitios de trabajo, constituyen la negación del respeto integral de la persona. El concepto de dignidad humana también debe estar íntimamente asociado al ámbito de la bioética, pues es el punto de referencia que establece el marco dentro del cual se disciernen los alcances, límites e implicaciones que en ella se debaten. La misma variedad de criterios con los cuales se intenta definir la bioética, pone en evidencia la importancia y la necesidad de involucrar el concepto de dignidad humana en la adecuada consecución de protocolos, legislaciones y códigos relacionados y derivados del quehacer médico en particular y de las ciencias afines en general. Los estudios y debates en torno a la dignidad humana y a su relación con la bioética (y, por supuesto, las consideraciones prácticas que surjan de ellos), deben tener en cuenta que el respeto por la persona humana se predica y se aplica, tanto para el hombre como especie, como para cada persona concreta que es sujeto de la intervención profesional.
No es posible hablar de conceptos de dignidad y bioética a nivel abstracto, o general, sin el consecuente respeto y promoción de la persona concreta.
Una discrepancia en este sentido, incluso desde los niveles académicos formativos, sería ir en contra de lo que se pretende inculcar, defender y promocionar, además de generar vacíos que fácilmente pueden ser llenados por perspectivas utilitaristas. La superficialidad, la indiferencia y, en ocasiones, el desdén con los cuales se aborda la perspectiva bioética y de la dignidad humana en ciertos ámbitos académicos y profesionales, refuerzan o perpetúan, los vacíos enormes en la formación del profesional de la medicina y ciencias afines. No se observan criterios claros, unificados, consistentes, en diferentes programas académicos ni en el ambiente de trabajo. La presión por cumplir metas para alcanzar resultados rápidos, en ocasiones más de carácter económico / administrativo, van en detrimento de la formación y el ejercicio ético y moral del profesional.
La dignidad humana es un concepto tan importante, que se constituye en faro, no solo en el ámbito de la bioética y la medicina, sino también de la política, la economía, etc., para dilucidar objetivos, métodos, normas, y el correspondiente desarrollo en la esfera jurídica.
Los fundamentos antropológicos y filosóficos, así como los modelos éticos que subyacen a la bioética, a la realidad de la dignidad humana, y la relativamente reciente preocupación por los derechos humanos, deben gradualmente llegar a la comprensión del ser humano como valor supremo, al cual se debe el máximo respeto y total protección. No deben quedarse en sofisticadas controversias semiológicas, eruditas, sí, aunque a veces estériles. Es necesario discernir esta concepción de la dignidad humana, de aquellas perspectivas basadas en conceptos y enfoques fragmentados, movidos más por consideraciones políticas, o por agendas internacionales, incluyendo aquellas que niegan la integridad del ser humano desde el comienzo hasta el fin natural de su vida. En la medida en que se tenga claridad sobre estos puntos, podrá comprenderse cada vez más y mejor la necesidad de orientar la práctica profesional a la luz de una perspectiva sólida en favor de la persona. Debido a la pluralidad de enfoques en torno al concepto de dignidad humana, se corre el riesgo de reducir el debate a escenarios puntuales de interpretación subjetiva, en los cuales cada profesional escoge el modelo, enfoque o perspectiva que más se ajuste a su pensamiento o estilo de trabajo. Ciertamente, hay elementos comunes presentes en prácticamente todos los enfoques, acentuándose el énfasis en uno u otro elemento, dependiendo de la perspectiva que se esté revisando.
Esto tiene la ventaja de mantener una posibilidad flexible de interactuar con elementos de diferentes matices, pero plantea a su vez el riesgo de terminar aplicando una colcha de retazos, una simbiosis ecléctica que podría manipularse, para inducir tendencias, actitudes, decisiones. De hecho, se han venido utilizando varios medios de comunicación para inducir a las personas a aceptar técnicas reproductivas muy sofisticadas, pero contrarias al orden moral natural del ser humano. Quizás con intenciones loables, podría incurrirse lamentablemente en interpretaciones parciales o equívocas desde el punto de vista bioético. Por tanto, urge el desarrollo sostenido del concepto de dignidad humana, así como de la bioética, las cuales, parecerían estar un poco a la zaga, en comparación con la vertiginosa carrera del desarrollo tecnológico. No es “sano” para ellas, que el ritmo lo marque inicialmente el avance tecnológico, como si la técnica y la ciencia estuvieran jalonando (y quizás por ello, en alguna medida, condicionando o limitando) esta construcción de sus conceptos. En tal caso existiría el riesgo de centrar los esfuerzos, bien en un aspecto, bien en otro, conforme va surgiendo el descubrimiento o la implementación de la técnica del momento, lo cual podría también distraer, quizás demorar un poco, la construcción del sentido completo del concepto de dignidad humana.
A un audaz desarrollo técnico-científico, debe corresponder un sólido contexto bioético, que anticipe y supere los cuestionamientos coyunturales de índole filosófica, ética, política, jurídica. No olvidemos que estas ciencias (filosofía, política, derecho), son construcciones humanas y por tanto, están en constante proceso de actualización, mientras que la realidad de la dignidad del hombre, su valor supremo, su respeto total, han sido connaturales a su existencia. Que ellos estén siendo identificados, reconocidos, estudiados y protegidos, apenas desde hace pocas décadas o centurias, es otra cosa. De acuerdo con esto, sería posible establecer un conjunto de conocimientos acerca del hombre, su dignidad y valor, que pueda estar permanentemente a la altura de los retos propuestos por la ciencia y la tecnología, de manera que se iluminen claramente los alcances, limitaciones e implicaciones de las nuevas realidades científicas, sin el “temor” o la incertidumbre, de pisar arenas movedizas conceptuales, o de estar a merced de tendencias “progresistas” inmunes a los conceptos de dignidad y derechos.
En el ejercicio profesional, esto significaría que el médico tratante podría contar con el repertorio bioético suficiente para dilucidar situaciones y tomar decisiones concretas, actuando de manera ética desde la libertad, entendida, por supuesto, esta libertad, como parte de un orden moral, de una responsabilidad relacionada con unos deberes y unos derechos, en función del respeto a la dignidad del hombre. Dicho repertorio debe basarse en conceptos objetivos, que sí es posible construir (aunque en principio no sea fácil hacerlo), partiendo de la base del reconocimiento de la digna y respetuosa existencia del ser humano, a partir de la cual puede perfectamente desarrollarse y constituirse una plataforma de valores, postulados, criterios y pautas (de índole bioética, moral, jurídica), que, lejos de confundir o acentuar la diversidad, contribuyan a afianzar ese concepto de dignidad humana, el cual, no sobra recordarlo, viene ya inscrito en lo que conocemos como ley moral natural. Con esto se evitaría la inconveniente construcción de conceptos y políticas basadas en el consenso, o en interpretaciones reduccionistas, biologistas, o aquellas basadas en la autodeterminación (la capacidad del ser humano de decidir por sí mismo. Si se pierde esta capacidad, habría “deterioro grave“ de la calidad de vida y se abriría la puerta para la eliminación de la persona) exclusivamente, pues, especialmente en el caso de la bioética y de la dignidad humana, hay tendencias que, no por el hecho de ser muy populares o llamativas, son correctas, así como tampoco ha de aceptarse que la vulneración de los derechos fundamentales en función del interés público, sea la vía de hecho para dirimir conflictos o incompatibilidades, sean del orden que sean (bioético, científico, jurídico, etc.).
Por ejemplo, el diagnóstico prenatal y las prácticas eugenésicas, han venido tomando fuerza como derivaciones de interpretaciones utilitaristas del concepto de dignidad humana, y son reflejo, también, de una creciente ideologización que ha venido pescando en río revuelto y ha ido cobrando cada vez más adeptos, en contravía de la esencia y el espíritu que ha de guiar el ejercicio profesional en relación con la dignidad humana. Una mecanización del ejercicio profesional en función del aumento del desarrollo técnico-científico, así como las condiciones reales de interacción en los diferentes ambientes de desempeño a nivel académico, clínico, administrativo y laboral, entre otros, pueden conducir a la instrumentalización, tanto del profesional, como del paciente. De hecho, son cada vez más frecuentes las quejas y denuncias de pacientes a quienes les es negada su dignidad y respeto como personas, así como también muchos estudiantes y profesionales se ven sometidos a tratos indignos en su desempeño académico y laboral. Pacientes, estudiantes y profesionales, tienen la misma dignidad y respeto, ambos están llamados a vivir, compartir y promocionar esos atributos en su ambiente específico, y ambos están sujetos a las turbulencias y contaminaciones propias de su entorno.
No se trata simplemente de recordar que el ser humano no es solo un manojo de células, tejidos, órganos y sistemas sobre los cuales es posible hacer intervención. No es suficiente tener la idea general de que existen unos derechos que deben respetarse y que “corresponden más al ámbito jurídico que médico”, por lo cual, basta actuar con la suficiente cautela para evitar “complicaciones”. Se trata, realmente, de crear un estilo de vida (personal, académico, profesional, laboral) en el cual estos conceptos se integren y se vivan de manera natural, espontánea. Un estilo de vida en el que, más que procesar contenidos, tales conceptos lleguen a formar parte del ser de cada profesional. Las facultades de medicina y ciencias afines han de plantear y responder preguntas de validez epistemológica sobre su quehacer, incluyendo los elementos formativos acerca de los conceptos de dignidad humana, derechos humanos, respeto al ser humano, así como desde la perspectiva de las implicaciones de este quehacer en el ámbito de la bioética, y reflejar esto en elementos conceptuales cada vez más pedagógicos, más concretos, coherentes, transversales y en permanente actualización. Los estudiantes y profesionales deben, a su vez, reconocer los elementos fundamentales de su propia dignidad personal, de su valor supremo como seres humanos, para poder comprender y vivir esta imperiosa exigencia bioética y moral. El orden natural de la existencia del ser humano marca silenciosamente pautas importantes de índole moral, bioética, jurídica y aún profesional. Decantar las enseñanzas de este orden, descontaminarlas de prejuicios, interpretaciones fragmentadas y de enfoques críticos desafortunados, puede contribuir sustancialmente a la construcción de
los conceptos sólidos que van a iluminar el camino de la solución de dilemas bioéticos y morales de difícil comprensión actualmente. A pesar del alto contenido científico que se discute en el área de la bioética, constituye un error, negar la existencia del orden natural trascendente del hombre. En ningún momento esto es contrario a la ciencia, ni a los avances tecnológicos dentro del marco ético y moral de la realidad del ser humano. Ya se ha venido desarrollando un sólido cuerpo de conocimientos acerca de la relación entre razón y fe. Quienes quieren eliminar toda implicación religiosa acerca de estos temas exclusivamente “científicos”, abren la puerta a los excesos, distorsiones y perversiones de la ciencia, pues, sin el marco ético y moral proporcionado por la ley moral natural inscrita en la realidad del ser humano, se puede desbordar el efecto destructivo de muchos avances en el campo de la ciencia y la tecnología. Por otra parte, este orden natural ya mencionado, conjura la confusión surgida por la profusión de las tendencias relativistas (no tienen en cuenta parámetros universales, sino subjetivos), al establecer bases sólidas acerca de la dignidad y el respeto del ser humano. Se resuelven, también, de paso, complejas implicaciones jurídicas, surgidas en la aplicación de recursos técnico-científicos “legitimados” por postulados “progresistas”, que sobrepasaron hace años los límites sabiamente inscritos en la naturaleza humana, de su dignidad y respeto. Parece ser que, mientras en algunas esferas, se encuentran sofisticados argumentos para justificar “mutilaciones” del concepto de dignidad humana, por otra parte, quienes realmente tienen que enfrentar casi a diario, dilemas y situaciones extremas, reconocen inmediatamente esa dignidad, la sienten en carne propia y obran en consecuencia, siendo fieles a su nobleza y grandeza de seres humanos. Por eso, muchos profesionales del área médica, con sus experiencias particulares, defienden la conveniencia y la necesidad de relacionar estrechamente la dignidad humana con la bioética La dignidad humana debe ser plenamente reconocida y respetada. Los derechos que de ella se derivan, deben ser protegidos y garantizados. La bioética debe tomar suficiente punto de apoyo en la dignidad humana
y debe contemplar la total existencia del ser humano en el momento de orientar, dirimir y enfrentar situaciones que atenten contra esa dignidad. Probablemente hemos dejado en un segundo plano estas consideraciones fundamentales acerca del valor supremo del ser humano, debido quizás, al torrente de conocimientos científicos/tecnológicos que debemos asimilar de manera cada vez más acelerada. Estamos llamados a hacer las pausas necesarias en nuestro ejercicio profesional para verificar si estamos o no siendo desbordados por este torrente científico, y si estamos o no en sintonía con la nobleza que exige la profesión médica (y afines), según la respuesta que demos a cada desafío bioético y moral.
Sugerencias para complementar este artículo: -. Encíclica Razón y Fe, Papa Juan Pablo II AQUÍ -. Instrucción Dignidad de la Persona AQUÍ -. Discurso del Papa Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona, “Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones” AQUÍ -. Encíclica Caritas en Veritate, Papa Benedicto XVI AQUÍ
-. A continuación, tres enlaces, complementarios entre sí, sobre el diálogo entre el sociólogo y filósofo Jürgen Habermas, considerado el principal representante de la “segunda generación” de la Escuela de Frankfurt y el Cardenal Joseph Ratzinger (posteriormente Su Santidad Benedicto XVI). Este diálogo ha sido conocido como: “Secularización , filosofía, religión: el debate Habermas – Ratzinger”. 1. La crítica de la razón tecnológica. Benedicto XVI y Habermas, un paralelismo sostenido. (Sobre la razón y la Fe, dos puntos de vista contrastantes) AQUÍ 2. Debate entre el filósofo liberal Jürgen Habermas y el Cardenal Joseph Ratzinger AQUÍ 3. Dialéctica de la secularización (el texto del debate entre el filósofo Jürgen Habermas y el en tonces Cardenal Joseph Ratzinger) AQUÍ
-. Encíclica Luz de la Fe, Papa Francisco AQUí -. Academia Pontificia de las Ciencias (sitio web en inglés) AQUÍ -. Proyecto Stoq (comentario en castellano) AQUÍ -. Proyecto Stoq (clip de video en castellano)
AQUÍ
-. Proyecto Stoq I (en inglés) AQUÍ -. Proyecto Stoq II (en inglés) AQUÍ -. El humanismo ante el reto del diálogo Fe y Razón
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