Memorias de Mates y Cafés

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Memorias de Mates y CafĂŠs


COORDINACIÓN GENERAL:

Carolina Jaramillo Ramírez PRODUCCIÓN DE TEXTOS: Carolina Jaramillo Ramírez CORRECCIÓN DE TEXTOS:

Lucia Villegas DISEÑO Y MAQUETACIÓN:

Carolina Jaramillo Ramírez DISEÑO DE TAPA:

Carolina Jaramillo Ramírez Diseños exclusivos de Edición


Memorias de MatCaroleinas Jaramiy CafĂŠs l o Ramirez Ilustraciones y fotografĂ­a: Carolina Jaramillo


Impreso en Bogotรก, Colombia el 27 de Octubre de 2011


Indice Prologo

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Introduccíon

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El comienzo de esta historia

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Un regalo inesperado

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La aventura del Solsticio

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Llegando a San Martín

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San Carlos de Bariloche

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Un encuentro inesperado

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El comienzo de algo nuevo

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De vuelta a la realidad

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Consecuencias

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El comienzo del club del Mate

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Aparentes coincidencias

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Comenzando a soñar

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Cosas inexplicables

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Nuevos Argumentos

79

La gran señal

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Derribando Sueños

91

El primer tropiezo

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Trabajando por conseguirlo

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Mensajes de los Antepasados

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Conociendo a Enanitos Verdes

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El esperado concierto

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Preparativos

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Nuevo comienzo

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Llegando a Buenos Aires

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La luz del rio

135

Shunkti

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Kumbanquele

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Con los Scouts

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T铆pico domingo

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Rumbo a La Plata

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La banda de la esquina

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Aun sigo cantando

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Fiesta Jurasica

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Mil historias

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Cada vez que te digo adi贸s

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Camino a Mar del Plata

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Un futuro mejor

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Sweet Summer

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Fabuloso Concierto

204

Rumbo a Chile

209

Valdivia y Temuco

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Cordillera

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Amor callejero

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El Guerrero

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A las tres

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“Lo importante no es llegar lo importante es el camino yo no busco la verdad sólo se que hay un destino.” Eso que llevas ahí, Fito Paez

A todos los personajes de esta historia. Gracias por cada huella, por cada sueño, cada sonrisa, cada problema, cada alegría, cada charla, cada tristeza, cada viaje, cada costumbre, cada fiesta, cada momento. Gracias por soñar junto a mi! A la súper mamá por haber vivido a mi lado cada una de las aventuras y al super papá por haberme enseñado a soñar y a Maki que siempre estuvo a mi lado. . A los que no creyeron en mí porque me hicieron ser más fuerte



Prologo

Gustavo Antunez Pauletti Buenos Aires, Febrero de 2010

Croissant. Hermosa palabra. Croissant. Su pronunciación es casi mágica, puedo ver los colores que emite la lengua al nombrarla. Como una danza en la que el pueblo entero se reúne a festejar la Litha1,1 las ondas sonoras van bailando al compás de la cítara. Uno a uno se van sumando a la alegre celebración del Sol, que emerge hasta su punto más alto, para retomar el viaje que emprende cada año. De la misma manera, la autora nos lleva consigo para que vivamos con ella la travesía entre los dos mundos: Sol y luna, pasado y presente, mates y café, son a la vez un solo conjunto. En una alineación universal, estas fechas no pasan desapercibidas para aquellos que, consciente o inconscientemente, están abiertos a los cambios y emprenden un nuevo desafío. Las tierras mapuches, la inagotable Patagonia es el escenario de incontables historias que nos hablan de la hermandad. Todos alrededor del fuego, vamos sumergiéndonos en un mundo en donde los milagros suceden, en donde la vida misma se hace presente. Y a medida que descendemos por esas aguas, poco a poco se va imponiendo el silencio y la paz reinante del océano. Nuestra vista se va acostumbrando a lo que parecían penumbras hasta poder ver con claridad el tesoro escondido en el fondo del mar. Un fogón en Bariloche, una sonrisa en Bogotá, un reencuentro en Buenos Aires, una canción en Montevideo, un deseo de seguir, una lágrima derramada en el tiempo. Cada uno de nosotros tiene ese cofre allí, esperándonos. Es entonces cuando debemos poner proa hacia las aguas que nos guían a nuestro objetivo. Porque después de todo, ¿A quién no le gustaría tener un barco? Y vos sos el capitán, yo soy el capitán, con el viento a nuestras espaldas, 1 Litha: dícese de la celebración del solsticio de verano, día en el cual el Sol se mantiene por más horas por encima del horizonte. En el hemisferio Sur se ubica alrededor del 21 de Diciembre. Originariamente era una celebración pagana, luego eclipsada por la Navidad y el Día de San Juan, en el lado austral y boreal del planeta, respectivamente.

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enfilamos con una velocidad de 25 nudos, la visibilidad es muy buena, las olas rompiendo contra la cubierta y salpicándonos… ¿Acaso existe una sensación más placentera? La inmensidad del mar te va abrazando como una madre amorosa que ve a su hijo crecer, alentándote a seguir, ya que nada se interpone en tu camino. Caminante no hay camino, se hace camino al andar, decía Machado. Las ampollas no tienen la fuerza necesaria para detenerte, ellas también crecen pero mueren trágicamente, gritando al momento de estallar. Es que estallar no es solo volar en mil pedazos, es dividir todo tu ser en partes indivisibles que componían el todo, la energía concentrada de la materia latente que, como Asafa Powell, se disponía a salir a velocidades astronómicas. Al fin y al cabo, todo parte de la astronomía, las escalas magnánimas y lo infinitesimal se dan lugar para sorprendernos con sus misterios. Una estrella en la constelación de la lira nos puede explicar la desintegración de un átomo de una célula vegetal, porque si no comes tus vegetales no habrá postre. Y el flan de mamá es el mejor de toda la galaxia, ¿Te perderías eso? Como se me antoja uno ahora, y más teniendo en cuenta que hace varias horas que no pruebo bocado. Esto de la escritura da hambre, pero no puedo despegarme de la computadora una vez que ya arranqué, sería como abandonar a los 15 minutos un partido de fútbol. La pasión de multitudes nos trajo un mundial nuevamente, en la tierra de Mandela, y nadie podrá apartarnos de los televisores. Cuatro años más tarde la tendremos en Sudamérica, una cita a la que no faltaremos los amantes del fútbol. Porque este continente tiene mucho que ofrecer, la calidez de sus pueblos que es como las llamas de un fogón en invierno, tan acogedor, tan humano, el mate dando la vuelta e iluminando las caras de aquellos que la ingieren, en un ritual de tiempos ancestrales. La yerba, con sus propiedades energéticas nos impulsan a ver la llegada del sol, de un sol viajero que recorre cientos de lugares, pero que siempre vuelve. El nuevo sol del invierno, y su punto máximo en la Litha, el solsticio de verano. Fecha clave de esta historia, que son a su vez muchas historias, las de una familia, las de un pueblo, las de una generación. Un mate. Un café. Como en el arte del latte la autora nos cuenta sus vivencias, la espuma del cappuccino dibujando una sonrisa en el lector. Es un despertar a la vida, un desayuno sin espacio ni tiempo. Y nada mejor que una medialuna o un croissant para acompañar.

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Introduccíon

Carolina Jaramillo Ramirez Bogotá, Febrero de 2010

Este libro es la historia de una parte de mi vida, es la historia de algo que inconscientemente se fue forjando dentro de mí desde hace algún tiempo. Es la evolución de las cosas, es el camino trazado, las preguntas y las respuestas que más tarde obtuve. Es una historia escrita por varios personajes, que fueron dejando parte de sus vidas en la mía. Aquí demuestro que un viaje es mucho más que el mero hecho de conseguir la plata y subirse a un avión, pues la persona que se va jamás será la misma que regresa. El intercambio cultural, las costumbres, la historia, el destino, el aprendizaje, la sincronía, las coincidencias, las decisiones, los problemas y las diferentes personas son los componentes de este relato. Estamos demostrando que las oportunidades existen para quien las busca y las aprovecha. Y no es que ahora seamos más que nadie, simplemente nos dedicamos a abrir puertas ocultas, a disfrutar de las ventajas de la vida y a seguir las señales que percibimos en el camino, señales que nos llevan a encontrar los métodos para alcanzar nuestros sueños. Soñadores inalcanzables, eso somos, ya no nos atan las fronteras, las banderas, el tiempo o la distancia. Estamos volando en busca de derribar nuestros sueños. Sueños que se encuentran en los picos de las más altas montañas, ahí donde ni las alas funcionan para llegar fácil y rápido. Caemos frente al obstáculo, listos para emprender la subida, llegar al objetivo. El sacrificio, dejar la casa, la monotonía, las cosas que no cambian, las costumbres, las personas. Las ampollas nos hacen doler los pies, nadie dijo que la vida era fácil, pero vale la pena correr el riesgo de la aventura. Esas ampollas duelen a veces mucho más que las cadenas que alguna vez nos ataron, las cadenas que la sociedad nos pone y con las que nos condiciona desde que somos pequeños.

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Sin embargo, así a veces piensen que somos raros y locos (y lo somos), porque estamos tratando de cambiar el mundo, nuestro mundo, nada nos hace desfallecer, seguimos adelante en busca de alcanzar nuestros sueños. Al llegar a la cima, después del sacrificio y el esfuerzo, es el momento en el que nuestra alma y nuestro cuerpo se llenan de satisfacción, porque una vez más, así seamos o no considerados locos, nos hemos salido con la nuestra, demostrándonos que vale la pena seguir adelante por el camino señalado, sin importar la cantidad de piedras, barro, precipicios, cimas, ampollas u obstáculos. Reafirmamos que sacrificarse vale la pena. La gente hoy en día vive atada a millones de cosas, sobre todo al inmenso miedo al cambio, tal vez el más temible monstro que habita en esta selva. Y es así como caminan perdidos en la planicie sin arriesgarse o intentar subir a la cumbre de la montaña. Y la pregunta seria…¿ Viven felices aquellos de que mala forma nos llaman locos? Soñadores inalcanzables, locos, raros…no importa cómo nos llamen, no importa si son alas o motores, lo que importa es que a diferencia de muchos, nosotros sabemos el verdadero significado de vivir felices.

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El comienzo de esta historia ¨Somos parte de la naturaleza, los hijos se parecen a su madre¨

Esta es una historia llena de retazos de otras historias, de sueños, de ilusiones, de personas, de calles, de casas, de lugares, de momentos, de experiencias, de aprendizajes, de acontecimientos buenos y malos; esta es una historia de historias. Como escribió Cortázar una madeja de calles y árboles y nombres y meses. Esta es una historia llena de ideas, de pensamientos, de sentimientos, de emociones y momentos; algunas veces extraños, absurdos, locos, fuera de lo normal, pero al fin y al cabo reales. Esta es una historia o parte de una historia…es mi historia Comienza en 1996, algún mes, algún día, incluso no estoy segura de que ese fuera el año, lo intuí según mis cálculos. Una visita a la casa de una tía, nada fuera de lo normal. Subí las escaleras que llevaban al ático que me recordaban a alguien que amo mucho, mi abuela, tal vez porque ella y su hermana (la dueña de dicha casa) siempre se la llevaron muy bien. Llegué a la parte superior y vi que mi primo, a quien siempre he admirado y querido mucho, estaba viendo televisión, así que me senté y vi con él el programa. Desde el principio me llamaron mucho la atención los actores, el tema. Trataba de unos jóvenes que vivían en un conjunto residencial y los cuales intentaban sobrevivir a su adolescencia. Pregunté cómo se llamaba el programa y a qué hora lo daban, porque yo quería empezar a verlo. Se llamaba “Conjunto Cerrado” y lo daban todos los días entre semana a las 6:00 pm. Y es que a los 6 años uno quiere estar con “los grandes”. Creo que logré convencer a mi mamá de me lo dejara ver y empecé a verlo todos los días sagradamente. ¿Por qué esta historia comienza con algo

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sobre un programa? Bueno, los temas musicales de Conjunto Cerrado, eran un par de canciones de Los Enanitos Verdes, grupo argentino que la gente de mi generación no oía porque eran demasiado viejos (1984). Esa música tenía algo, algo que me gustó mucho y que desde ese momento marcaria mi vida. No sé si las cosas empezaron por el programa, o tal vez por estas canciones, pero no tardé mucho en aprendérmelas e incluso en convertir las historias en juegos de colegio. Recuerdo que varios años jugamos a Conjunto Cerrado interpretando los temas de las canciones y del programa. Años después tuve una niñera y supongo (no lo recuerdo) que le hablé del programa o de las canciones por que algún día me llevó a la casa dos casetes que tenían los temas del programa y otros temas más del grupo. “Guerra gaucha” e “igual que ayer” se convirtieron en una parte muy especial de mi vida; llevaba los casetes a todas partes con una grabadora, los oía en el carro, en la casa, en las visitas; incluso alguna vez los llevé a la casa de mi tía y recuerdo estar oyéndolos ahí, en uno de los corredores de su casa. Por esa época, 1998-1999, cálculo yo, las niñas de mi edad oían a Shakira, Paulina Rubio y Melody mientras yo oía mis dos casetes de Los Enanitos Verdes. Tiempo después mi tío me regaló un CD de ellos, que tenía una canción que se llama “derribando sueños”, la cual se convirtió en mi canción favorita y en un futuro marcaría pautas importantes en lo que sería mi vida. Pasaron los años y con los años llegaron los cambios. El programa pasó por tres generaciones; sobra decir que me lo vi hasta el final y que el día que se acabó me dolió muchísimo. En ese momento lo apreciaba pero tal vez no tanto como hoy. Después de un tiempo, mi vida se llenaría de acontecimientos que estarían ligados significativamente con esta época, con Conjunto Cerrado y con Los Enanitos Verdes A mi vida llegaron cosas nuevas. Cambié de colegio y llegaron personas muy importantes para esta historia de historias. También llegó un nuevo y gran fenómeno en mi vida: los Scouts.

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Antes de seguir, debo decir que durante el paso de los años desarrollé un gusto y amor por el arte en todas sus formas; es de familia y ahí está el gran aporte de mi abuela, una gran artista; no estuvo conmigo mucho tiempo físicamente por que murió, pero ha estado a mi lado cada día de mi vida diciéndome cosas y mostrándome el mundo por medió del arte. El colegio jamás me gustó, tuve problemas con mucha gente el tiempo en que estuve allí; no problemas graves, pero sí situaciones que me enseñaron mucho, me hicieron madurar y crecer. Odié el ambiente y a veces a las personas. Sin embargo tuvo sus cosas buenas que en estas páginas irán saliendo. Conocí a Marina y a Luisa, con ellas principalmente pasé los mejores y peores momentos en el colegio y de mi adolescencia. Conocimos un grupo de niños del colegio de mi hermano que a mí me presentó una amiga de mi mamá (la mamá de Francisco, uno de ellos) y con esto comenzaron las primeras fiestas, las primeras salidas y los grandes aprendizajes. Las fiestas eran en mi casa, en la sala, jamás lo olvidaré, con un equipo de sonido como de la edad media. Recuerdo que como no sabíamos hacer fiestas y jamás habíamos ido a ninguna, para la primera grabamos un montón de canciones que daban en radió. Cuando pusimos los casetes con esa música los niños nos miraron como diciendo: Ey! ¡Qué es esto! Así que tuve que salir corriendo a pedir salsa, merengue y vallenato en la casa de mi vecina. Eso obviamente fue en la primera fiesta, para las demás ya habíamos invertido en unos discos que se volvieron clásicos durante nuestras fiestas de adolescentes, en que muchos de nosotros vivimos excelentes momentos. Pero a le vez cometimos muchos errores e hicimos muchas estupideces. ¿Y es que, quien dijo que era fácil ser adolescente? En esas fiestas oíamos de todo pero se destacaron varias canciones que marcaron importantes momentos, sobre todo las de los “Fabulosos Cadillacs”, y ahí empezamos a encontrar una pequeña pista de la influencia de la música argentina y de la evolución que esto tendría después.

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De ese tiempo hay que destacar a dos personajes importantes y básicos en el resto de la historia: Sebastián Restrepo y Francisco Restrepo (no eran hermanos lo de los apellidos es pura coincidencia). Francisco era el hijo de la amiga de mi mamá y por medió de él, yo conocí a los demás, entre ellos a Sebastián. Además en una época el hijo del embajador de Argentina en Colombia (Lucas) estudió en ese colegio, salió con nosotros y fue a fiestas en mi casa. Sin embargo, todas las cosas en la vida tienen un final a veces no sabemos porque, otras veces la razón es perfectamente entendible. A principios del 2004 todo se acabó con una última fiesta y durante largo tiempo no volvimos a saber de ellos. No hubo una pelea o algún acontecimiento por el cual se rompieron las relaciones, solo se acabó, o eso era lo que pensábamos. Debo resaltar que durante toda la vida tuve muchas coincidencias con uno de ellos, Sebastián. Vivimos cerca mucho tiempo; estudió toda la vida en el colegio de mi hermano; además perteneció a los dos grupos scouts a los que he pertenecido, eso sí en tiempos diferentes; sus tíos fueron jefes scouts míos y sus primos compañeros de grupo, por lo tanto conocía parte de su familia; su mamá se llevaba muy bien con la mía; una vez el tuvo un accidente y durante varios meses mi mamá lo llevaba del colegio a la casa y de la casa al colegio; incluso mi perro tuvo una casita de madera que alguna vez fue del perro de él. Creí que se habían acabado las cosas con el grupo. Por segunda vez en mi vida llegaron grandes cambios. Como me mudé de casa, empecé a saber menos de ellos e incluso a llegar a desaparecernos por casi dos año; marco también el final de la época de las fiestas y el inicio de una nueva etapa. Ya no faltaba mucho para que me graduara y tenía que empezar a tomar decisiones importantes. Supongo que además de ese tiempo, olvide muchas otras cosas porque mi cabeza estaba ocupada en asuntos que eran más “importantes”. De todo esto hay que rescatar importantes lecciones que aprendí, como la importancia de compartir los momentos con las personas como si fueran los últimos, y de disfrutar cada una de las cosas que traía la vida, lo bueno y lo

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malo, poder aprender de los errores que uno comete y sacar algo positivo de eso; fue así como modeló gran parte de mi pensamiento y de mi forma de ser. Estas cosas no las descubriría sino mucho tiempo después. Describo toda esta etapa como un momento en el que sembré semillas en un montón de vidas y de situaciones; semillas que tiempo después cosecharía, me serian devueltas y llegarían con ellas grandes acontecimientos. Aunque no me quejo porque vivía feliz. Después de mucho rogar logré convencer a mi papá de instalar un programa para bajar música. Durante todo ese tiempo que había pasado desde que recibí mis casetes, habían salido más o menos unos 7 CD de Los Enanitos Verdes. Fue así como logre actualizarme y darme cuenta de que cada vez me gustaba más el grupo. Comenzó en mí una pasión increíble por el rock en español, inspirada e influenciada por Los Enanitos Verdes y con la posterior aparición de grupos como los Fabulosos Cadillacs en las fiestas. Inconscientemente dentro de mi estaban pasando muchas cosas, que tiempo después entendería, pero como en la vida las respuestas a las peguntas llegan cuando uno ya se ha resignado y deja de buscar, obviamente en ese tiempo jamás llegaron.

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Un regalo inesperado “Patria no es tierra, es libertad”

Un día en septiembre del 2006 llegó a mis manos algo que cambiaria todo el rumbo de esta historia; es probable que estuviera escrito para ser así. Recuerdo estar sentada frente al computador del tercer piso de mi casa. Mi mamá llamó a mi hermano que estaba abajo y cuando estuvimos los cuatro dijo: En alguna parte de la casa hay un regalo de navidad que llegó por adelantado, tienen que buscarlo donde creen que “Papá Noel” lo dejaría. Y empezó la búsqueda, después de un rato de buscarlo por varias partes de la casa y de recibir algunas pistas de mi mamá, mi hermano y yo encontramos un sobre blanco que decía: Para Caro y Juanca del Niño Dios (aquí en Colombia la costumbre es decir que el que trae los regalos es el Niño Dios). Sacamos lo que estaba en el sobre y había una tarjeta de navidad; tenía un árbol con banderas del mundo. Al abrir la tarjeta decía algo así como: “su regalo de navidad para este año es un paseo por…y aparecían las banderas de Chile y Argentina y continuaba diciendo incluye paseos, pasajes, comidas, hoteles y la visita a su tía y a sus primos (la hermana de mi mamá quien vive en Chile hace como 7 años y nunca la habíamos visitado).” La noticia nos tomó por sorpresa, indiscutiblemente iba a ser un gran paseo, además yo estaba muy feliz porque por fin iba a poder conocer la tierra de Los Enanitos Verdes, esa tierra de la que aparentemente no sabía mucho, pero inconscientemente con ella me pasaban muchísimas cosas. Sin embargo,

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ni mi mamá, ni mi papá, ni mi hermano, ni yo, nos hicimos demasiadas expectativas, pues no nos parecían lugares tan increíbles porque habíamos oído muy poco de ellos y pensábamos que lo más importante de todo era poder ir a visitar a mi tía, ir a conocer a mi ahijado y pasar con ellos las fiestas de fin de año. Tengo que decir lo equivocados que estábamos con la imagen que teníamos de los dos países, pero parte de todo lo que implica un viaje, es al final descubrir cosas que uno jamás se imaginó, es inmiscuirse en la cultura y aprender todo lo que se pueda, es interactuar con la gente y hacer grandes amigos, es poder comparar todo lo bueno que hay entre las diferencias de un lugar a otro, es abrir los ojos a todo lo que no sabíamos que estaba ahí y así mismo aprovechar y disfrutar al máximo una a una las experiencias que traen los viajes. Un viaje es eso que nos abre la mente a nuevas cosas. Chile fue el segundo país en el mundo en tener scouts así que consideramos que el viaje era una excelente oportunidad de realizar el llamado intercambio scout, en que además de cambiar objetos de cada país se comparten experiencias culturales y se vive la hermandad scout. Antes de irnos compré insignias, cintas con la bandera de Colombia, y empaqué mi pañoleta y mi gorro para cambiarlos. Cuando uno es scout valora todos estos objetos de una manera particular, pasan de ser pedazos de tela a convertirse símbolos que expresan muchos sentimientos, mística y momentos dentro de la vida scout. Sin embargo, el intercambio scout se convierte en un ritual simbólico en el que se intercambian unos símbolos por otros símbolos, se fortalece la hermandad se fomenta el coleccionismo y se consolidan amistades.

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La aventura del solsticio “Te invade la magia del lugar”

El 21 de diciembre del 2006, día del solsticio de verano en el hemisferio sur, comenzó una de las grandes aventuras que cambiarían mi vida para siempre. Salimos del aeropuerto de Bogotá por la tarde, de ahí volamos hasta Lima donde estuvimos un rato y tomamos otro vuelo a Santiago de Chile a donde llegamos a las 3 de la mañana del 22 de diciembre. En uno de los vuelos conocimos a un scout de Venezuela, que nos invitó a quedarnos en su casa cuando fuéramos. Nosotros ya conocíamos Venezuela por que en el 2005 estuvimos en isla Margarita, con esto quiero mostrar una de las ventajas que tiene el ser scout. Un scout siempre tiene una casa y una parte de una gran familia en cualquier lugar del mundo. Mi tía vive en Temuco que queda a 12 horas de Santiago en carro. Por eso esa noche nos quedamos donde una prima que vive en Santiago y a la mañana siguiente partimos a Temuco en un bus. En el bus no pude dormir, el paisaje me tenía embobada, como sorprendida, era como sentirse dentro de una postal y descubrir que algunas pinturas que parecerían sacadas de la imaginación probablemente nacieron de alguien que se sentó por ahí a un lado de la carretera a pintar lo que estaba viendo. Llegamos y estuvimos recorriendo gran parte del sur de Chile. Fue una gran experiencia porque durante toda la vida he admirado la cultura indígena, su pensamiento, su arte, su entorno, su equilibrio, sus religiones, sus mitos, sus

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creencias, sus costumbres, sus idiomas, en fin, todo. Siempre me gustó mucho esto y Chile es un país en el que muchas de estas cosas aún quedan vivas y prevalecen con el paso de los años y la conquista española. Los nombres de la mayoría de los lugares son en mapudungun (idioma de los Mapuches, pueblo indígena habitante de gran parte de Chile y Argentina); además uno va a las notarias o al registro civil y están los letreros en español y en mapudungun. Mi ahijado Daniel, el hijo de mi tía (adoptado) es de ascendencia mapuche, así que por esta parte también aprendimos mucho sobre esta cultura de la cual nos enamoramos. Además, me sorprendió mucho la importancia que tenían en los dos países. A pesar de que aquí en Colombia la cultura indígena, mucha de esta identidad la hemos perdido y aunque yo sé bastante de los indígenas que habitaron mi país, creo que parte del conocimiento ha quedado perdido en el pasado, por diferentes circunstancias. Todo lo aprendido sobre este aspecto también tendría gran importancia para mi vida, meses después. Entre las cosas que hicimos fue conocer la nieve en el volcán Llaima. Estuvimos unos días en un pueblo todo construido en madera, al lado de un lago y un volcán llamado Pucón, hermoso. Uno jamás se llega a imaginar que en el mundo existan lugares así, como se dice popularmente, “hasta no ver no creer”. En Pucón un día nos cruzamos con un par de scouts que iban más hacia el sur del país a un campamento, pero llevamos más de 2 semanas allá y no habíamos encontrado nadie con quien realizar el intercambio scout.

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Llegando a San Martín “No nací en un rincón remoto, mi patria es el mundo entero”

Allí pasamos Año Nuevo, uno de los mejores Año Nuevos de mi vida! Y el 2 de enero del 2007 partimos hacia Argentina en carro. En ese trayecto del paseo íbamos acompañados por una cuñada de mi tía con su esposo y sus dos hijos, mi tía, mi prima Gabriela y nosotros cuatro. Como éramos tantos estábamos viajando en dos carros. En uno iba la familia de la cuñada de mi tía con mi mamá y en el otro íbamos los demás. Fue así como salimos de Chile hacia Argentina. Los caminos de un sitio a otro eran larguísimos, pero el tiempo se pasaba volando por que los paisajes eran tan imponentes y espectaculares que no me cansaba de mirar por la ventana y sentir el aire fresco de la cordillera. Con el cielo sin nubes, el sol brillando sobre las montañas que aun tenían un poco de nieve, las araucarias, los lagos, los pequeños pueblos; no quería ni hablar, ni pensar en nada, solo mirar lo que la tierra nos regalaba. Llegamos a la frontera, a un lado el volcán Lanin, ubicado entre los dos países y curiosamente sobre la carretera una araucaria, árbol nacional de Chile de gran importancia para la cultura mapuche. Como para ellos es un símbolo importante, por más de que estuviera en la mitad del camino no lo quitaron sino que abrieron dos caminos alrededor del árbol para que pasaran los carros. Recuerdo que en esa parte nos bajamos de los carros y nos tomamos varias fotos, pero me acuerdo de una en particular de mis pies. Al sacarla me dije a mi misma “estoy pisando la tierra de los Enanitos Verdes”.

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Entramos en el edificio donde se hacen los trámites para pasar frontera, donde uno muestra el pasaporte y se lo sellan. Llegamos al mostrador y como que yo aun no creía que íbamos a entrar a Argentina. Empecé a sentir el acento de la gente que atendía, unos chilenos y otros argentinos y ya me convencí de que si era verdad. Pasamos la frontera. ¡Por fin Argentina! Nos dirigíamos a San Martín de Los Andes. Ni idea de qué era eso. El paisaje de repente se transformó; ahora era algo más desértico. Llegamos al único lugar que había después de muchos kilómetros de carretera, una estación de gasolina donde conseguimos unos sanduches con gaseosa de almuerzo. Continuamos el camino y después de un montón de tiempo, en el que el paisaje volvió a tornarse verde y volvieron a aparecer los lagos y los árboles, llegamos a un pueblo con construcciones en madera, plazas, ferias y gente caminando por las calles; era San Martín de los Andes. Como teníamos donde quedarnos, después de dejar los dos carros parqueados fuimos a la oficina de turismo donde decidimos que unos irían a buscar la cabaña donde nos íbamos a quedar, mientras que mi mamá, Gabriela y yo cuidaríamos las maletas que estaban en los baúles de los carros que estaban parqueados al lado de la plaza. Y así fue, tuvimos que esperar a que los demás vinieran, como dos horas sentadas en la plaza. Y claro, no teníamos como llamar, pues ninguno tenía celular que funcionara en Argentina. En la plaza había una feria de artesanos, algunos hacían teatro, otros bailaban y oían a Bob Marley, otros atendían los puestos, pero lo particular de ellos era que la gran mayoría tomaba algo rarísimo. Gabriela estaba desesperada y corría por todas partes y mi mamá y yo solo queríamos que llegaran los demás para poder ir y acomodarnos. Finalmente después de mucha espera, llegaron. Al parecer habían ido a ver yo no sé cuantas cabañas y finalmente habían logrado encontrar una que les gustara y que habían alquilado.

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Nos subimos a los carros y fuimos a las cabañas, llegamos, nos acomodamos y decidimos la hora y el lugar de encuentro para comer. Esa tarde, salimos a caminar por ahí antes de la comida. Volvimos a la feria donde estaban los artesanos y vendían muchas cosas interesantes. Descubrí que entre los scouts y los Gauchos existía una particularidad, la flor de lis. Así que este símbolo de gran importancia tanto para ellos como para los scouts decoraba llaveros, billeteras, zapatos, joyas y otra serie de artículos que vendían allí. Por estar al lado de Chile, Argentina también tenía muchos scouts así que los artesanos habían aprovechado esto para crear objetos que les sirvieran a los scouts. Allí compré un canuto, que es como una especie de anillo que se pasa por la pañoleta para que esta no se caiga del cuello; era de cuero y tenía una flor de lis, nadie iba a tener uno como ese en Colombia. Al argentino al que se lo compré le llamó mucho la atención mi acento, empezó a conversarme y me preguntó qué de donde era, cuando le dije que de Colombia se emocionó muchísimo y me dijo que era un hermoso país y que él tenía amigos que eran de acá. Si hay algo que agradecer de ese primer contacto directo y consciente con otra cultura es el buen trato que nos dieron durante el viaje, tanto en Chile como en Argentina. Como Colombianos siempre fuimos bienvenidos y bien recibidos en cada uno de los lugares en los que estuvimos. En San Martín estuvimos del 2 al 4 de enero. San Martín, como después aprendí y conocí, es un pueblo recostado a una montaña, al lado de un lago y centro de ski en invierno. Tiene como particularidad una mitología muy fuerte sobre duendes, hadas y seres de los bosques, lo cual lo hace un lugar místico y mágico, además con un gran desarrollo turístico. Es un interesante contraste el que se da entre la mitología, la cultura indígena y los grandes vestigios de los colonizadores, que hacen de esta aldea un lugar fantástico lleno de historias.

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San Carlos de Bariloche

“ Y así podrán pasar los años y yo tomar mil direcciones”

El 4 muy temprano partimos hacia Bariloche; si todo lo demás me había parecido hermoso, esto era un sueño. El camino entre estas dos ciudades se componía de un paisaje de montañas nevadas, con un cielo limpio en el que el sol brillaba, y el paso por los 7 lagos. Cada lago, cada parada era una composición artística, las descripciones me quedan cortas y seguramente si mostrara fotos pensarían que son pinturas sacadas de la imaginación del artista. A uno en el colegio le enseñan cosas de historia y de geografía, pero hay cosas que uno solo aprende viajando, viendo. No es lo mismo cuando te lo cuentan a cuando lo puedes ver realmente con tus ojos. En San Martín había aprendido mucho sobre historia y cultura Argentina, cosas que jamás hubiera podido aprender y contar si no hubiera sido porque estuve ahí. Íbamos en el carro, la carretera al lado de un inmenso lago bordeado por montañas y al fondo una gran ciudad. Era Bariloche, y durante todo el viaje habíamos oído el mismo CD de Ataque 77, así que como estábamos ya cerca de una ciudad mi papá decidió poner emisora para variar un poquito. Inmediatamente empieza a sonar una canción de Enanitos Verdes, mariposas. Ahí sí que no me la creía, aquí en Colombia difícilmente sonaban las canciones de ellos en la radió y oírla justo llegando a Bariloche era increíble.

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Tampoco teníamos donde quedarnos (como buenos forasteros), pero esta vez decidimos irnos todos juntos a buscar cabaña por lo que había pasado en San Martín, que nos habían dejado botadas a mi mamá y a mí mientras iban a buscar sitio. Buscamos en varias partes, y como no encontrábamos nada, decidimos ir a la oficina de turismo donde nos dieron unos datos para que llamáramos y consiguiéramos donde quedarnos. Hacia muchísimo calor, el paisaje imponente en contraste con la ciudad de techos de madera y ladrillo a la vista. En la plaza del centro cívico se alzaba la estatua del general CARLOS DE BARILOCHE. Después de ir al departamento de turismo, fuimos a un parqueadero donde habíamos dejado los carros. Allí una señora que se estaba bajando de un auto nos preguntó que si andábamos buscando una cabaña y al decirle que si nos dijo que ella estaba alquilando unas y nos dió un papel con sus datos y las señas de donde quedaba, para que fuéramos a verla. Finalmente mi tía, Gabriela y nosotros cuatro nos quedamos en la cabaña de esquiadores a las afueras de la ciudad que alquilaba la señora del parqueadero, los demás se quedaron en un sitio dentro de la ciudad que se llamaba la Posada de Viejo Aljibe. Ese día fuimos al supermercado a comprar algunas cosas y en la noche nos reunimos con los demás, a comer. El restaurante al que fuimos esa noche se llamaba Cocodrilo’s, quedaba en una esquina de la calle San Martin, al lado del centro cívico de la ciudad. Terminamos volviéndonos amigos de uno de los meseros, Pablo, un tipo queridísimo que terminó conociéndonos pues le gustaba conversarnos y preguntarnos cosas sobre Colombia; además fuimos varias veces, pues la comida era deliciosa.

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Un encuentro inesperado “Todo sucede por una razón”

El 5 de enero, decidimos dar un paseo por todo el centro cívico de la ciudad y las calles cercanas a él. Recorrimos todo a pie. Caminamos por la avenida San Martín, entrando a tiendas donde vendían cosas del lugar, buzos, perros san Bernardo de peluche, chocolates, libros y artesanías. A eso de la 1:30 PM decidimos almorzar en un restaurante por ahí cerca. Yo había visto que como a dos cuadras del centro cívico había una feria artesanal y llevaba el día entero rogando que fuéramos, así que mi mamá me dijo que después del almuerzo iríamos. En el almuerzo se decidió que nos separaríamos por la tarde, mi papá mi tía y Gabriela irían a descansar un rato la cabaña; mi mamá, mi hermano y yo iríamos a seguir caminando por Bariloche; y los demás irían al cerro campanario. Apenas terminamos de comer y pagamos, le dije a mi mamá que fuéramos a la feria esa. ¿Por qué insistía tanto? No sé, seguro sentía que algo iba a pasar. Salimos, y antes de ir, nos quedamos mirando cosas y comprando regalos un buen rato en un almacén, cerca al lugar donde almorzamos. Después salimos de la tienda y vi un puestito donde vendían collares me detuve ahí y me demore otro poco de tiempo en encontrar la piedra volcánica que mas me gustara, hasta que la encontré y la compré.

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Cruzamos la calle y llegamos por fin a la feria artesanal. Estaba llena de cosas de duendes, artesanías tradicionales de la zona y cosas típicas. Como no había ningún afán estuve recorriendo puesto por puesto, viendo todas las cosas diferentes que vendían. Paré en un puestito donde vendían collares con diferentes duendes y tenían la explicación de cada uno. Yo cargaba un bolso donde tenía una libreta, mi cámara, unas cintas de Colombia y las insignias scouts que había llevado para cambiar (en Chile), no sé por qué andaba todavía con eso, si ya estaba resignada a que no encontraríamos scouts. Estaba hablando con el vendedor de los collares y decidiendo qué iba a llevar, cuando me di la vuelta y vi a un montón de scouts justo al lado mío. Inmediatamente y sin pensarlo ni un segundo, me acerque y les pregunté: -¿Ustedes son scouts? -Si!!!- fue la respuesta que recibimos -Nosotros somos scouts de Colombia -Qué bueno!...Una foto! Una foto! Empezó en medio de la feria una sesión de fotos con ellos, incluso hasta el vendedor del puesto terminó tomándonos fotos y contándonos que cuando pequeño había sido scout. Aprovechando que yo llevaba las insignias y las cintas de Colombia le di una a cada uno y les pasé la libreta que tenía para que me escribieran sus mails. De las insignias que tenía les di a todos una, que decía scouts de Colombia, solo uno de ellos se quedó con la flor de lis nacional, porque no quedaban más de las otras. -como tú eres el guía te doy a ti la flor de lis de Colombia - el no es el guía - contestaron todos- el guía es él- y Colo, uno de los chicos del grupo, pelirrojo y alto, pasó delante de todos - miren entonces como se las reparten entre ustedes.

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Nos contaron que eran de La Plata, una ciudad cerca de Buenos Aires, y que estaban en el campamento de verano ahí en Bariloche, que se estaban quedando cerca. Nos invitaron a visitar su campamento, y nos pidieron algún número de celular para que pudiéramos charlar. Como no teníamos celular ni teléfono para que nos ubicaran decidimos anotar el nombre del lugar donde se estaban quedando (Nehuel Rucca en la Colonia Suiza) para poder tratar de irlos a visitar al día siguiente. Ellos se tenían que ir y nosotros ya teníamos que ir a encontrarnos con los demás, así que nos despedimos y les dijimos que a lo mejor nos veíamos al día siguiente. No lo podía creer, comenzamos a caminar para ir a una tienda antes de encontrarnos con los demás y por la calle había unas scouts de Rosario, así que paramos y también nos tomamos fotos con ellas y cambiamos algunas cosas. También nos invitaron a ir a su campamento. Mi hermano quería ir a donde ellas y yo a donde los de la Plata. Todo eso era increíble, nunca lo hubiera imaginado, ambos encuentros en un solo día y pensar que justo llevaba conmigo las insignias. Al rato nos encontramos con mi tía y con mi papá, a quienes les contamos que nos habíamos encontrado con los scouts y con las guías. No hacíamos más que rogarles para que nos dejaran ir a los campamentos. El hecho de que mi hermano quisiera ir a uno y yo a otro agravaba un poco las cosas, pues si no nos poníamos de acuerdo iba a ser más complicado. Esperamos para encontrarnos con los demás del paseo y consultarles sobre la posibilidad de ir a los campamentos. Cuando estuvimos todos, miramos el mapa para ver donde eran los campamentos. El lugar donde acampaban los niños era bastante lejos de donde nos estábamos quedando, como a 30 o 40 kilómetros; en cambio las niñas acampaban muy cerca de nuestra cabaña.

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El comienzo de algo nuevo

“las personas somos una mezcla de un montón de sincronías, situaciones, huellas, historias, personas y circunstancias”

Tomamos entre todos la decisión de ir en la mañana al cerro Otto, un cerro al que se subía por un teleférico y que tenía en la punta un restaurante giratorio. En la tarde pasaríamos al campamento de los niños en la Colonia Suiza y de venida a la cabaña, al de las niñas. Esa noche no dormí, pensaba demasiado en lo que iba a pasar al día siguiente y en todo lo que había pasado ese día. Alisté todas las cosas que debía llevar, deje lista mi pañoleta y las insignias, la libreta y la cámara. Al día siguiente comenzamos yendo al cerro Otto. Desde que me bañé me puse la pañoleta scout porque ya me había dado cuenta que era probable encontrar scouts en cualquier parte. El cerro era un lugar hermoso, un sueño, se veía toda la ciudad al lado del lago y de las montañas que aun tenían un poco de nieve en las cimas. En la cumbre del cerro visitamos el restaurante y un pequeño museo con replicas de las obras de Miguel Ángel. En el cerro Otto había una tiendita de recuerdos atendida por un Argentino más o menos de mi edad, que desde que lo vi me pareció muy simpático. Teníamos una crisis de pilas para las cámaras por que en cada país el voltaje era diferente entonces no había forma de recargarlas, y para colmo de males mi cámara se había dañado. Teníamos que guardar carga porque aun nos hacía falta un día más en Argentina, antes de llegar a Chile donde de nuevo podríamos cargarlas.

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Me acerque a la tiendita a ver que había, y después de eso pasaba y pasaba una y otra vez, me detenía a mirar algo (como excusa) y siempre nos sonreíamos o nos hacíamos caritas con el niño que atendía. Fuimos a comer algo al restaurante y a mi mamá se le ocurrió comprar algo de recuerdo, así que obviamente la acompañe. Llegamos y en un momento el argentino hizo un comentario que mi mamá no entendió y ambos empezamos a reírnos. Mientras estábamos ahí llegaron dos mexicanos que me preguntaron si yo era scout; ellos eran scouts también y entonces intercambiamos correos electrónicos y nos tomamos una foto (que no salió por que se acabaron las pilas). Yo recordé que tenía las cintas de Colombia entonces las saqué y le di una a cada uno, aproveché me di la vuelta y le pasé una al argentino que se había quedado mirando lo que estaba pasando, y le dije pásame la mano es un regalo de Colombia, la extendió y le puse la cintita. Volvimos a entrar al restaurante, y mientras comíamos yo pensaba que jamás iba a volver a verlo, que uno normalmente no hace ese tipo de cosas de hablarle a gente que ni conoce en cualquier parte, pero que esta vez valía la pena porque era la única oportunidad en que se iba a dar una situación así, y además no había de que avergonzarse. Entonces decidí que le iba a pedir que se tomara una foto conmigo para tenerla como recuerdo. Cuando terminamos de comer volví a la tiendita y le dije: Oye, ¿me puedo tomar una foto contigo? –Claro- respondió el sonriéndome. Salió de la tienda, me abrazo, poso para la foto y esperó a que tomaran una foto que fue tomada pero jamás salió. Yo juraba que la foto si había salido, pero no nos dimos cuenta que la cámara se había quedado sin baterías segundos antes de presionar el botón para tomarla. Ya nos íbamos y quería devolverme a pedirle el mail, pero no me dejaron porque ya estábamos de afán para ir al campamento. En resumen me quede sin la foto, sin el mail y sin saber jamás del argentino de la tiendita. Salimos y comenzó una nueva aventura. Tomamos la carretera que iba a la Colonia Suiza donde se estaban quedando los niños. Hacía un calor infernal,

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el cielo de nuevo sin una nube y el paisaje imponente. Todo iba bien hasta un punto en que la carretera se convirtió en un paso destapado lleno de piedras y polvo. Ahí pensé que todo había acabado y que nos iba a tocar devolvernos por las condiciones del camino, sin embargo no hubo protesta alguna. En el camino encontramos un grupo de guías scouts de José C paz, nos bajamos de los carros, cambiamos cosas con ellas y nos tomamos un par de fotos. Aun faltaba camino para llegar… Después de un rato de camino por fin vimos el letrero que decía Nehuel Rucca. Entramos al lugar y al bajarnos de los carros decidimos que mi mamá, mi hermano y yo nos quedaríamos en el campamento y los demás se irían a recorrer la colonia Suiza y en un rato nos encontraríamos todos. Salieron a saludarnos Colo y Mauricio. Me acorde que la noche anterior había pensado en el momento en que nos íbamos a encontrar en el campamento y se me había pasado por la cabeza la frase: “lo prometido es deuda”, sin embargo, pensé que era ridículo usarla porque a lo mejor en Argentina no era común la expresión; sin embargo, me lleve una gran sorpresa cuando al saludar a Mauricio me dice: ya están aquí, es que lo prometido es deuda! Después llegaron Nahuel y Cristian, nos tomamos otro montón de fotos mientras íbamos intercambiando cosas scouts. Cambié mi pañoleta con Carlos Sanmillán uno de los dirigentes y mi gorro con Mauricio. Como ellos tenían que terminar una actividad, mi hermano, mi mamá y yo nos fuimos con los jefes a recorrer el resto del campamento. Llegamos al lugar donde se encontraban las Raiders, y ahí conocimos a Marianela (la hermana de Colo y la novia de Mauricio), a Natalia, a Lorena y a la jefe de ellas que era además la mamá de los Colos; esto generalmente pasa en los scouts, es común que toda una familia haga parte del movimiento. Con ellas estuvimos un rato, cambiamos insignias y me estuvieron contando que el día anterior los niños les habían hablado de nosotros y les habían dicho que íbamos a ir a visitarlos. Compartimos muchas experiencias de cómo

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funcionaba el movimiento scout en Argentina, de qué cosas hacían y de cómo era irse de campamento de verano durante más de una semana. De ahí nos llevaron a donde estaba el clan. Tenían una mesa puesta donde estaban haciendo una especie de tortillas. Conocimos ahí a Cebolla, a Hernán y a otros Rovers. Obviamente otro montón de fotos de ese momento. Después Cebolla dijo que nos iba a llevar a mi hermano y a mí a ver el campamento del clan. Caminamos hasta llegar al lugar donde estaba el clan acampando, ahí nos mostró la construcción hecha con palos y cuerda como portada, las banderas y los símbolos. De ahí salimos a donde estaban los Raiders, pues mi mamá estaba con ellos y con todo el resto de los chicos que habíamos conocido el día anterior. Íbamos camino hacia allá cuando, llegó Mauricio a nuestro encuentro. - A tu mamá le encantó el mate y dice que la carne Argentina es la mejor!. -Hay que bueno- respondí riéndome Seguimos caminando para llegar a donde estaban los demás y Cebolla que iba a mi lado izquierdo comenzó a decirme que cuando volviera yo a Colombia podríamos hacer intercambio scout por correo, a lo cual yo le respondí que sí. En ese momento Mauricio dijo: conmigo también -No con vos no- respondió Cebolla -Pues mira lo que tengo y tu no- dijo Mauricio extendiendo la mano para que todos viéramos la cinta de Colombia que yo le había dado. - Yo también tengo una- le contestó Cebolla Menos mal llegamos al lugar donde estaban los Raiders porque era chistoso y a la vez incomodo estar en medió de esa conversación. En esa parte del campamento había otro montón de scouts. Mientras intercambiábamos insignias ellos sacaron de las carpas unos ponchos que utilizaban en las fogatas, donde también pegaban las insignias. Nos mostraron las insignias que tenían y como eran los uniformes que usaban (diferentes en cada país).

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Después nos dijeron que nos iban a dar a probar mate, y este se convierte en otro de los puntos importantes de esta historia. Me pasaron un recipiente lleno de una hierba (la cual llamaban yerba mate) y agua, eso mismo que unos días antes yo veía tomar a la gente en las plazas de San Martin de los Andes. Tenía un pitillo largo metálico, por donde se tomaba el agua con yerba mate que estaba dentro del recipiente, al que llamaban mate. Mientras todos me miraban a la expectativa, lo recibí. De un sorbo me lo tomé todo, ellos se murieron de la risa, no sé si por mi cara o por la forma como me lo bebí. Mientras mi mamá me decía Caro eso no se hace y Mauricio decía dale no importa no hay problema!. A pesar de que me sentía un poco apenada, pude disfrutar el mate y me encanto esa tradición y esa connotación de compartir con el otro; ese fue mi primer encuentro con el mate. Luego de tomar el mate, se me ocurrió la brillante idea de decirles que les enseñaba a hacer canutos mientras mi hermano cambiaba insignias con unos. Así que me trajeron cuerda para que les enseñara, a un lado se hizo Juan Ignacio y al otro lado Ezequiel. Primer intento…no salió….segundo intento…y nada!. Yo temblaba y mientras ellos estaban pendientes mirando todo lo que hacía, como a la expectativa a ver si me salía el pasa pañuelos. Hice unos 10 intentos antes de conseguirlo. Yo estaba muy nerviosa y ellos me decían, no importa ya esta, y yo les decía que no que tenía que lograr que saliera. No paré de intentar hasta que por fin salió y pude enseñarles. Decidimos ir a tomarnos una foto de todos al lado del lago. Ya era la última foto porque nosotros teníamos que irnos para encontrarnos con los otros y devolvernos a Bariloche. Ahí nos despedimos, como a regañadientes porque no teníamos ni cinco de ganas de irnos. Caminábamos y parábamos para despedirnos, seguíamos caminando y volvíamos a parar en otro punto a volver a despedirnos, algunos se iban quedando en el camino pero la mayoría seguía acompañándonos. Como a la tercera vez prometimos encontrarnos en el Jamboree (reunión de scouts) de Perú el año que venía.

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-podemos acompañarlos hasta la puerta? - le dijo Mauricio a Carlos el jefe - sí pero vaya uno solo- respondió Carlos - yo voy- dijo Colo Nos acompañó hasta la puerta del lugar y ahí ya nos encontramos con mi papá y los demás. Recuerdo lo que sentía en ese momento, no me hallaba, no entendía nada de lo que había pasado. Era una mezcla de felicidad por haberlos conocido y una mezcla de tristeza de pensar en que todo se estaba acabando. Estaba demasiado sorprendida, por primera vez entendía lo que significaba la hermandad scout. Por mi mente pasaban un montón de pensamientos y de imágenes y mi corazón sentía cosas que no entendía. Caminamos hasta la Colonia Suiza y ahí nos comimos un helado. Luego salimos en los carros a para conocer los alrededores. Llegamos a un lugar donde se cruzaban el lago Moreno y el lago Nahuel Huapi. Decidimos meter los pies un poco en el agua transparente que salía la nieve que se derretía poco a poco mientras el verano iba llegando al lugar. Me senté en una piedra mientras me quitaba los zapatos y las medias; mi hermano que estaba haciendo lo mismo, mientras pensaba un poco en lo que había pasado. Después de unos minutos de silencio, me dijo: -Deberíamos devolvernos y decirles que si nos invitan a acampar y que mis papás pasen por nosotros mañana. -porque no nos quedamos allá?- le respondí Me di la vuelta para hablar con mi mamá y preguntarle sobre la posibilidad de devolvernos al campamento. - Mamá podemos devolvernos y decirles que si nos invitan a dormir esta noche en el campamento- le dije -¿Como se les ocurre? están locos? Además mañana nos vamos otra vez para Chile- respondió mi Mamá

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Volvimos a los carros, el paisaje imponente llenaba mis ojos que se empañaban con lágrimas, sin saber muy bien porque. Después de un rato de camino, llegamos a una iglesia pequeña. La iglesia era la de San Eduardo. Todos entraron a la iglesia y mientras yo me quede afuera, (yo soy creyente pero no practicante) y decidí quedarme viendo el paisaje que acompañaba la hermosa construcción en medio de la nada. Después ellos salieron y mi Mamá me dijo que entrara y viera porque era una iglesia muy diferente y muy particular. Así que cuando estuvo completamente sola la iglesia, me animé y entré. La iglesia en realidad era muy distinta, todo era en madera y las imágenes eran hechas en arte primitivo, efectivamente era algo fuera de lo común. Me quede ahí un rato, el silencio me envolvió y volvieron a salir lágrimas de mis ojos. En ese estado di las gracias por estar ahí, por haberlos conocido y pedí para que alguna vez pudiera volver a verlos. A la salida de la iglesia había unas estampitas con la Virgen de Lujan, así que tomé una y la guarde en mi billetera. De ahí pasamos por el hotel Llao Llao, el más importante y caro de la región. Finalmente y después de otro largo viaje de vuelta, llegamos a Bariloche. Lo primero que hice fue buscar un lugar donde vendieran mate y me compré un kit con yerba, mate y bombilla. Tuve que preguntar cómo se preparaba bien y la que me atendió me dió las indicaciones que en realidad no fueron buenas, pero lo importante era que yo ya tenía mi mate y estaba feliz.

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De vuelta a la realidad

“Las historias que podamos contar pueden cambiar vidas, los amores del pasado pueden hacer mas fuerte al corazón para una próxima oportunidad, los miedos pueden hacernos valientes, los recuerdos forjan un presente y un futuro.”

Así terminamos nuestros días en Argentina con una gran cena en un lugar donde vendían vino de las bodegas de la Patagonia. Mientras tanto yo sufría por dentro, comencé a sentir que la libreta donde tenía los mails de los scouts se me iba a perder y no iba a poder comunicarme con ellos. Intentaba no pensar en todo lo que había pasado, pero no lo conseguía, habían sido demasiadas cosas vividas en muy poco tiempo. Partimos hacia la isla de Chiloé y mis pensamientos aumentaron, me sentía una desagradecida por no poder disfrutar por completo todo lo que estaba pasando, pero había algo que había quedado ahí, como en el tintero y que yo no terminaba de comprender por completo. Después de unos días allá, volvimos a Temuco, y obviamente lo primero que llegué a hacer, fue a meter esos mails en mi correo, por que seguía con el mismo delirio de que la libreta se iba a perder. Sabía que ellos seguían de campamento pero por alguna razón era como si los esperara. El viaje iba llegando a su fin y fue entonces cuando llegamos a Santiago de Chile a pasar los últimos días. Estábamos ya muy cansados, pues habían sido unas vacaciones muy movidas, sin embargo disfrutábamos hasta el final. Yo seguía igual, ni el cansancio físico lograba apartar los pensamientos y los recuerdos de mi cabeza y seguía sintiendo un montón de cosas que no lograba entender. Unos ojos, esos ojos, los de uno de ellos y esa maldita mirada. Y después los pasa pañuelos, el mate, las fotos, todo!

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Estación del metro, Santiago de Chile, 37º C afuera. Me duele desde la punta del pelo hasta los dedos de los pies. Poca gente. En los televisores del andén Ricardo Arjona cantando. Esperamos….cambia la imagen del televisor, Mana y Juan Luis Guerra. Me empiezo a fijar por que no había oído esa canción antes. Bendito el lugar y el motivo de estar ahí, bendita la coincidencia, bendito Dios por encontrarnos en el camino, bendita la luz de tu mirada? Que era todo eso?...una broma?... Un tiempo después de ese momento escribí esto: “Y recuerdo perfectamente lo que en ese momento estaba pensando. Con un gran cansancio después de un largo viaje, ahí me encontraba yo, de pie en el andén de una estación del metro de Santiago de Chile. En las pantallas del andén estaban dando el video de la canción El Problema, de Ricardo Arjona. No pasaba el bus, de pronto la imagen de las pantallas cambio, era la primera vez que veía ese video, la canción ya la había oído antes, durante el viaje, tal vez. Y por obvias razones se había quedado catalogada como la canción del encuentro que él y yo tuvimos en una calle principal de un pueblo de Argentina, durante las vacaciones de verano. No era fácil borrar la imagen de mi mente, además la canción lo decía todo, que absurdo! odié el momento, odié la canción, lo odié a él, odié todo. La imagen de sus ojos, esa mirada penetrante, no lograba sacarla de mi mente. Llegó el bus. Gracias a Dios un puesto vacío!, sentía como el cansancio se iba apoderando de mi cuerpo, sin embargo mi mente seguía distraída. Cerré los ojos, ahí estaba él, su imagen, seguía la canción el momento, el recuerdo parecía real, Bendito el lugar y el motivo de estar ahí, Bendita la coincidencia... La maldita Coincidencia!!! Ahora yo partía, me iba muy lejos, hasta nunca, un encuentro fugaz, ya no estaba más, se acabó, en un instante, un amor de verano... que se prolongó por algún tiempo..

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Hoy oigo la canción, aun lo recuerdo, no como antes!. En mi mente la escena del metro...Tan viva!...ojalá pudiera olvidarme de todo. Hoy todavía resuena la letra en mi cabeza...La Maldita coincidencia, el lugar, la fecha, la hora, el clima, el momento. ¿Por qué pasó?, ¿Qué pasó?, Nos encontramos en el camino... qué sentido tenía?...NO hay respuesta o SI?. If I hadn’t known you, everything would have been different. Finalmente el momento de volver a casa llegó. Todas las cosas empiezan y acaban en algún punto, es un ciclo que se repite una y otra vez en nuestras vidas. Un viaje es dejar ciertas cosas para poder recibir otras nuevas, es desprenderse de preconceptos para entender en cuerpo y alma ciertos aspectos de la vida. Llegamos a Bogotá y no se perdió nada, ni las insignias, ni las pañoletas ni la libreta. Todo llegó como era. Yo me moría de ganas de hablar con ellos y poder cambiar las fotos que nos habíamos tomados y saber más de sus vidas. En los días que pasaron hablé con Mauricio y Colo por internet; ya habían llegado del campamento. No hablamos mucho, pero les dije que para mi había sido muy importante y muy lindo haberlos conocido y que teníamos que tratar de vernos en Perú. Pero las cosas no salieron como yo esperaba; después del encuentro en Bariloche, ellos habían cambiado un poco. No me respondían cuando les hablaba por internet, eran monosilábicos, dejaban las conversaciones a medias. Mientras tanto tenía que luchar con todo lo que había sentido y lo que había vívido, no entendía nada. Tenía que lidiar con ese algo que había pasado en Bariloche y yo no lograba comprender. Al llegar conté la historia una y mil veces, hasta que la gente se canso. Y es que parecía que nunca a nadie le hubiera pasado lo mismo, todo era demasiado confuso y a la vez triste.

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Consecuencias

“si uno deja que las cosas lo afecten es muy difícil ser feliz, porque la felicidad depende de uno mismo”

Al dilema de saber qué hacer con eso se le sumaban las veces que profesores, representantes de institutos y universidades, o gente en la calle nombraba una y otra vez a Argentina o algo que tuviera que ver con eso, y me sometía a que todo el mundo se diera la vuelta y me mirara ya fuera en el colegio o en los scouts. No faltaban comentarios como: “qué pereza, otra vez ese cuento”, “usted y sus Argentinos”, “si le gusta tanto porque no se va a vivir allá?”. Con ellos cada vez todo iba peor, las cosas no mejoraban y seguía sin entender el por qué de su actitud. ¿Es que acaso no se habían sorprendido ellos con la coincidencia de habernos encontrado?. En Argentina la moda era usar una cosa llamada Fotolog. Uno carga una foto y la gente puede poner comentarios sobre la foto. Entonces en esa época no era necesario tener uno para poder firmarles. Así que de vez en cuando pasaba y dejaba una que otra firma. Seguía hablándoles y les firmaba los Fotologs, todo sin respuesta. Alguna vez en uno de esos Fotologs me cruce con Gonzalo “Gonzo”. Nos convertimos en muy buenos amigos y él era uno de los únicos que me entendía. Otra vez por otra coincidencia conocí a Javier, que era argentino pero no era scout ni tenía vínculo alguno con los scouts. Era una persona espectacular y gracias a él iba

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aprendiendo más cosas sobre la cultura Argentina. El y Gonzo siempre estuvieron ahí cuando me sentía mal y siempre trataban de hacerme reír cuando estaba pasando por algún mal momento. Con ellos se crearon unos lazos de mistad muy fuertes. El 15 de abril del 2007 decidí abrir un Fotolog, probablemente eso me iba a acercar más a los scouts de La Plata. Al principio y como era obvio el único que me firmaba era Gonzo. Como el Fotolog no me estaba sirviendo para lo que yo lo había abierto me puse a buscar y a buscar y comencé a abrir más puertas. En otras partes del mundo, además de Argentina era muy común utilizar este medió y me di cuenta que había muchos scouts que lo usaban. Fue así como comencé a tener contactos scouts de otras partes de Argentina, de México, Chile, Brasil, Venezuela y España. Con algunos argentinos pasaba lo mismo, al principio todo bien, pero después se volvían como serios y secos y se alejaban. Muchas veces pensé que estaba gastándole demasiadas energías a eso y que era hora de dejarlo y seguir mi vida como si nada. Sin embargo no sé por qué nunca lo hice. Maxi, que poco se conectaba, era el único que no me respondía con monosílabos y que me hablaba bien. Muy pronto nos volvimos muy buenos amigos y compartíamos muchas cosas, el poco tiempo que podíamos hacerlo.

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Todo era una confusión, muchas veces hice promesas que jamás cumplí. Marina, mi amiga del colegio, siempre estuvo ahí oyéndolas y oyéndome decir que ya no más, que iba a dejar de molestar con eso, pero nunca lo hice, porque siempre había algo más fuerte que yo que me hacia seguir pensando en eso. Con lo del Fotolog llegaron nuevas personas, como Will y Mechi. Con ellos hablaba mucho y desde el principio nos caímos muy bien, poco a poco nos volvimos muy amigos. Ellos Vivian en Buenos Aires, eran de dos grupos diferentes y no se conocían. Yo siempre pensé que sería muy bueno que se conocieran, porque si algún día yo volvía a Argentina podíamos salir los tres. Una vez en alguna actividad scout se conocieron, y unos días después pasaron a firmarme el Fotolog y se dieron cuenta que me tenían como amiga en común. Fue ahí donde nació el Trío Maravilla, que algún día se iba a reunir en Buenos Aires o en Bogotá, pero no sabíamos ni cómo ni cuándo. A mitad de año mi papá iba a viajar a USA, y, como enviar cosas por correo aquí es tan caro, decidí hacer un paquete con insignias, cartas y algunas cosas de Colombia, para que mi papá lo pusiera desde USA hasta Argentina. Así que durante un tiempo estuve haciendo las cosas en el colegio o en los ratos libres para tenerlo listo apenas él se fuera a ir.

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Mandé el paquete a la casa de los Manazza. A los demás no les gusto mucho la idea, pero finalmente el paquete allá llegó. Sin embargo, pasaban y pasaban los días y los demás no recibían lo que yo había mandado (ahí comencé a entender por qué no les gustaba la idea de que el paquete llegara a donde los Manazza). Cuando yo preguntaba se hacían los locos, o decían que no habían ido a reunión, o que no los habían visto o que ya no iban a volver a los scouts. Algún día recibí un paquete de insignias y cosas que me había mandado el papá de los Manazza, como parte del intercambio. Yo llegué del colegio y en la portería me entregaron el paquete. Mientras caminaba a la casa lo abrazaba con fuerza. Fue un día muy especial, abrí el sobre en mi cama, lo vacié y vi como iban saliendo las insignias, unos CDS, algunos papeles y entre lo que había encontré unas banderitas de Argentina. Uno de los CDS era un video de las fotos del campamento de Bariloche. Yo veía el video y no podía parar de llorar, había un par de fotos de cuando habíamos ido nosotros al campamento y de cuando nos habíamos encontrado en la calle. Es noche cosí en mi chaqueta del colegio una de la banderitas de Argentina que me habían mandado. (Esa bandera permaneció ahí pegada todo el tiempo que estuve en el colegio y cuando terminé el colegio, la deje ahí de recuerdo). Al

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día siguiente fue motivo de controversia; Marina no me quería hablar y las demás estaban muy ofendidas por lo que yo había hecho. Según ellas yo no quería mi país, sino que quería otro y me sentía menos Colombiana y más Argentina. Aunque había cosas de las que decían que me dolían mucho, todo esto fue un motivo para desarrollar pensamientos y cosas que poco a poco iban a ir tomando lugares importantes en mi vida y darían paso a otras que me abrirían la mente y el corazón a experiencias inigualables que me harían ser feliz y vivir cosas que nunca nadie había vivido. Pasaron los meses y por fin logramos que les entregaran las cartas y las insignias que yo había mandado. Ya había pasado mucho tiempo y digamos que las cosas poco a poco habían ido mejorando y lo de las cartas había servido como para sellar la amistad. Creo que ahí se dieron cuenta que nunca tuve malas intensiones o no me estaba acercando a ellos buscando nada en particular, solo quería su amistad. Desde ahí comenzó a cambiar todo, ya no eran monosilábicos y ahora hablábamos más seguido. La relación mejoró tanto que hablábamos de todo lo que nos pasaba, ellos comenzaron a confiar más en mí y yo en ellos.

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Cada vez comenzaba a conocer más gente de allá; a medida que pasaba el tiempo se iban abriendo nuevos círculos y hacia mas amigos. Del Jamboree de Perú no se volvió a saber nada, finalmente descubrimos que no se iba a hacer y que lo habían cancelado. Inconscientemente continué sumergiéndome en esa cultura, extraña para algunos, pero desde hace ya bastante tiempo tan cotidiana para mí. Yo seguía con la idea de irme para Perú. Cuando alguien me preguntaba que cuando iba a volver a Argentina siempre les contestaba “no sé, pero algún día voy a volver”. Sin embargo, yo veía eso muy lejano, para mí era algo casi completamente imposible a pesar de que en mi mente la idea permanecía.

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El comienzo del Club del Mate “De las diferencias se aprenden grandes cosas, en las diferencias se mejora, se cuestiona, se analiza y se corrige.”

En el colegio teníamos para una materia un libro de comprensión de lectura que odiábamos, casi siempre era una sola la que hacia el trabajo y las demás se copiaban, o en últimas terminábamos dividiéndonoslo y llegábamos por la mañana a ver las respuestas que nos hacían falta de las demás. Un día nos tocaba hacer una de las lecturas de ese libro y como resultó ser de Argentina, mis compañeras me dieron esa parte para que yo lo hiciera. Como era un tema que me gustaba, me senté a leerlo. Capítulo 93 de Rayuela; Julio Cortázar -su autor-, era de Bruselas pero se consideraba argentino. El texto estaba lleno de modismos argentinos y exponía una idea del amor bastante parecida a la que yo tenía sobre el mismo. Me gustó tanto que quedé fascinada con lo que estaba leyendo. Llamé a mi mamá y le dije que me lo comprara y que se lo pagaba cuando llegara a la casa. Sentía que tenía que leerlo completo. Y así fue como Rayuela llegó a mis manos. Rojas, Venegas y Medina (compañeras mías de colegio) se lo habían empezado a leer hacia un tiempo. Algunas mañanas nos sentábamos a hablar del libro o de algo que alguna había leído. Pero yo particularmente, lo estaba leyendo muy despacio, para mi requería de mucha concentración, lo subrayaba, paraba para pensar un rato lo que decía, volvía algunas páginas atrás a leer lo que acababa de leer, y sentía que no lo podía leer en cualquier parte ni en cualquier momento, sino siempre en situaciones en que sentía que debía hacerlo. Lo que me llamaba la atención del libro, era que en ciertas partes, me encontraba con cosas que había pensado, había vivido o había sentido.

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Por esa época Luisa y yo ya habíamos vuelto a hablar. Cuando teníamos tiempo nos acordábamos de las cosas que nos habían pasado hace mucho tiempo, y de las cuales habíamos aprendido gran parte de lo que sabíamos ahora. Empezamos a reconstruir la historia de lo que había pasado hace años y comenzamos a darnos cuenta de partes de la historia que no sabíamos, entre esas nos dimos cuenta que habíamos peleado por culpa de una persona que había estado en nuestras vidas, pero que no tenía nada que ver con nosotras. El ambiente en el colegio siempre fue muy tenso la mayoría del tiempo, muchas veces llegaba llorando a la casa, sentía que no podía más y que algún día no iba a ser capaz de volver. Al parecer a todas nos pasaba lo mismo, pues cuando estábamos en el salón de clases queríamos matarnos. Era una mezcla de querer salir corriendo con algo que quería quedarse allí para siempre. Los días que pasaba por esa época, eran horribles, por todos los problemas en el colegio y por no querer estudiar más. Estuve castigada casi dos meses, en los que solo me dejaban conectarme una hora diaria a Internet. Así estudiaba 8 horas en el colegio y llegaba a la casa a estudiar otras 4 para poder pasar las materias que había perdido. A veces el hecho de compartir con otras personas y de hablar con gente diferente, era como una escapatoria a lo que vivía en el colegio. Así me refugié mucho en los scouts y en lo que me pasaba con Argentina. Pero poco a poco con el castigo todo se iba desvaneciendo y podía refugiarme menos por que tenía que estar pensando todo el tiempo en estudiar. Después de la oscuridad llegará la luz como después de la noche llega la mañana, me dijo alguna vez alguien. Y así fue como poco a poco pasé las materias que debía, me quitaron el castigo y el ambiente en el colegio se volvió interesante porque ya no nos importaba nada, íbamos a ser felices costara lo que costara. Mi puesto en el salón era al lado de una ventana; en alguna época nos dió por pegar letreros ahí. Al lado de mi silla, sobre la ventana había un letrero que decía amo a los scouts de Argentina. Ya al menos el tema era un poco tolerable, y en algunos momentos hasta llegaba a ser tema de conversación.

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En el colegio ya algunas sabían cómo se llamaban mis amigos, quien era quien y se sentaban a oír las historias sobre Argentina. En una de esas apareció Christian, más o menos a mediados de octubre. Era un scout, que durante un tiempo había trabajado en la embajada de Colombia en Argentina y tenía un amor por Colombia tan grande como el mío por Argentina. Pronto nos volvimos muy buenos amigos, disfrutábamos de largas conversaciones en las que hablábamos sobre muchas cosas. El se sentía halagado de que yo amara a su país, de que dijera lo que decía y de las cosas que conocía sobre Argentina. Varias veces recibí mensajes de parte de él en agradecimiento por cosas que veía que yo ponía en el Fotolog o que algún amigo leía y le contaba. Siempre me hablaba de que tenía muchas ganas de conocer Colombia. Otra de sus cualidades, era la forma de escribir que tenía, escribía poemas y textos muy lindos sobre mi país, que a mí me sorprendían, pero que cuando le mostraba a otras personas, no entendían como era que me pasaban ese tipo de cosas y como era que de repente en mi vida aparecía este tipo de gente. Uno de los más lindos que escribió fue este: Que hubo Caro!!!!... Espero tocar por última vez este tema feo de los chistes. Sé que se disculpo porque es un scout de mi distrito, un tanto torpe, y el pobre es medió inmaduro, pero nosotros ya hablamos del tema como para mejorar las cosas, por eso además estaba yo muy dolido. La ley de la selva que es tan antigua como el mismo cielo y nada dicta sin motivo alguno, dicta que una vez cometido el castigo no se vuelve a mencionar la falta... Sabia ley la de la manada, no?? Listo, tema cerrado. Sabes una cosa?..., me pone nervioso que hablés así de nosotros y sientas lo que sientes por mi tierra, ya que no considero que seamos merecedores de tal halago, pero a cambio de todo lo bonito que has expresado hasta ahora, te transcribo en escritura humana lo que mi sincera persona siente... Colombia es una mujer Mestiza, Pura, criolla, morena, alegre, bonita y risueña, que lleva en sus cabellos una flor llamada Bogotá. Tiene en su boca

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un dulzor de aromas, de misterios tropicales. Perla del Caribe te veo, paraíso terrenal te siento, tus cerros verdes esmeralda no se pueden dejar de admirar. Porque en mi sangre te he incorporado y hasta el corazón te bombeo... Ho, Colombia, eres mujer de historia de piratas y aborígenes, que en tu memoria quedaran por siempre, y a tus vírgenes selvas iré en sueños bailando vallenatos y con sus notas dulces embriagarme. Hay, Bogotá, por más que quiero dejar de pensarte, es inútil intentarlo. Siento que al intentar llegar a ti llore de emoción mi ser... Argentino soy, lobo sensible y soñador, llevo en mi corazón el abrazo caliente para tu pueblo, me embriaga tal emoción y me apago en un “Tinto” al imaginar...Ho Bogotá, por culpa de tus “bellas hijas camisas celestes” que con orgullo en fotos te muestran, ya no puedo dormir... Viendo tu imponente silueta de ciudad desde el Monserrate, siento dentro mío crecer, algo que me seduce a acercarme al calor de tus colombianas, y en busca de saciar mi sed de querer, temo irremediable el volver a padecer en el amor... Colombia, dulce y cálido lugar en el cual sueño renacer, con tus acordeones quisiera llegar hecho vallenatos y cumbias... Hasta entonces suceda... Todos esos mensajes comenzaron a hacer parte de Rayuela, siempre los llevaba conmigo metidos entre las páginas del libro. Era como tener a Argentina cerquita, era como llevarla bajo el brazo, justo al lado del corazón. Cuando las cosas tienden a acabarse es cuando uno comienza a disfrutarlas más, así es la vida y eso justamente fue lo que nos paso en el colegio. Veíamos como se nos iba, como se iban a acabar las historias mundanas con el sol de la mañana en que no regresaríamos más. Pero de los finales siempre nacen cosas nuevas y hay finales que creíamos que eran finales pero a la hora de la verdad se convierten en renacerse. Una vez estábamos en el salón, a finales de octubre, probablemente hablando sobre algo de Rayuela y salió el tema del mate. Me preguntaron si yo sabía que era y si alguna vez lo había probado. Así que les conté la historia de cómo

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había sido mi primera experiencia con el mate y les dije que aun tenía un poquito en mi casa. Después de terminar de contar la historia Medina me dice: “Traiga mañana y probamos”. Por esos días yo andaba con un termo lleno de café que me tomaba por las mañanas, así que pensé que llevar agua para el mate no iba a ser nada difícil. Esto más que cualquier cosa, era un reto, pues aunque el tema de Argentina ya lo toleraban por esos lados, aun me decían que por qué no me iba para allá y hacían los mismos comentarios que antes pero con un tono de sarcasmo y de burla. Yo aún me sentía rara, y sentía que mi vida se estaba consumiendo en preguntas que no tenían respuesta, y lo único que pasaba era que en cualquier lugar donde estuviera alguien nombraba a Argentina, se colaba por donde fuera, como si yo la invitara a sentarse a mi lado en cada lugar al que iba. Esa noche preparé todo para llevar al otro día el mate al colegio. Al día siguiente no íbamos a tener clase normal sino una feria porque se celebraba el día de la fundadora. El 30 de Octubre del 2007 llegué al colegio, como todos los días, pero esta vez con un termo y un mate bajo el brazo. Antes de irnos a preparar lo de la feria comencé la ronda de cebadas de mate. Todas estaban encantadas, en poco tiempo el termo terminó completamente vacío. Teníamos un profesor de religión que había vivido en Argentina y andábamos por ahí pensando cómo conseguir más agua para poder tomar más mate y justo nos lo cruzamos en un pasillo. Le dije: “¿quieres mate?”. Con cara de sorpresa me contestó “¿Cómo así, trajiste?” (Era evidente que él como todas las personas que me rodeaban ya conocía la historia sobre los Argentinos y sobre lo que me pasaba con este país). “Si” le respondí, “pero se nos acabó el agua y no tenemos como cebar mas”. “Yo les consigo, pero tienen que darme” contestó él.

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Ese día terminamos tomando mate toda la mañana. Hicimos videos cebando mate y nos tomamos fotos que evidenciaban que algo nuevo estaba por surgir. Varias personas con las que tenía roces se decidieron a probarlo, incluso se sentaron a oír las historias que tenía por contar en torno a la bebida Guaraní. Fue así como al final del día, además de haber solucionado algunos problemas, se dió por fundado el Club del Mate. Yo ya no tenía mucha yerba de la que había traído de Argentina porque en ocasiones tomaba sola en mi casa. Así que decidimos entre todas comprar un kilo de mate para seguir tomando en el Colegio. Duramos todo el fin de semana en diferentes puntos de la ciudad tratando de conseguir la yerba mate. El domingo en la tarde recibí una llamada de Yuly que había ido a un supermercado y finalmente lo había encontrado. Y así comenzó el Club del Mate. Comenzamos 8: Lula, Lalita, Cami, Yuly, Pérez, Medina, Angie y yo. Después se le sumo Venegas y con su llegada llegaron incluso nuevos términos a nuestras rondas de cebada. Ya no tomábamos sorbos de mate, sino PECHADAS de mate. Las conversaciones matutinas alrededor de un mate se hicieron comunes, incluso indispensables. Eran ahora parte importante de la vida de cada una. Eran las historias, las conversaciones de futbol, las quejas, los problemas, el futuro, eran los sueños, era querer volver, pero sentirlos cerca con cada pechada; eran ellos, éramos nosotros y era el Mate. Algunas veces los profesores entraban al salón y nos miraban raro al vernos tomar mate, al fin y al cabo aquí nadie tomaba de eso. Otras veces éramos parte de largos interrogatorios acerca de la misteriosa bebida que tomábamos. Pronto en Argentina mis amigos comenzaron a conocer sobre la existencia del club, por las fotos o porque les contaba; me sentía orgullosa de que parte del rechazo se hubiera convertido en aceptación, además el mate nos había ayudado a alivianar y a sobrellevar la presión y el sufrimiento de aquel lugar en el que debíamos estar. Con el club del mate empezaron a quedar grabados mil recuerdos e historias que marcarían el inicio de algo grande.

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Detrás del club hay millones de anécdotas. Una mañana estábamos tomando mate en clase de cálculo. La profesora que nos dictaba era odiada por la mayoría de nosotras. Mientras ella explicaba de frente al tablero nosotras nos pasábamos el mate de una a otra. Cuando se dió cuenta pegó un alarido “Carolina, NO MÁS”. Se acercó a donde yo estaba, me quito el mate de las manos y lo puso en su escritorio. Después de un rato se salió del salón para ver algo, y, sin vergüenza alguna me paré, tomé mi mate y volví a sentarme en mi puesto. Y obviamente seguimos tomando durante la clase. El mate fue nuestro compañero de aventuras. Una mañana en que hacía mucho frio, estábamos algunas del club fuera del salón porque no teníamos que presentar un examen de química. Estábamos buscando algún lugar calientico para tomarnos unos matecitos, pero nada que conseguíamos alguna silla vacía o algún salón donde pudiéramos hacerlo. Había un lugar donde recibían a los padres cuando los citaban a hablar con algún profesor. En ese lugar había varias sillas y sofás. Estábamos dispuestas a meternos, cuando Venegas dijo que ella varias veces había hecho eso y siempre la encontraban, la sacaban y la regañaban. Nos fuimos a buscar al profesor de religión para que nos ayudara diciendo que tenía alguna actividad o algo con nosotras y nos pudiéramos meter a los recibidores. Subimos al segundo piso donde quedaba la sala de profesores, preguntamos por él y resultó que estaba en clase. Al frente de la sala de profesores quedaba la capilla. En vista del desespero de querer tomar mate en algún sitio caliente, de broma mencione la posibilidad de tomar adentro de la iglesia. Alguna se asomó y revisó que no hubiera nadie adentro. “Hagámoslo” y entonces nos entramos a tomar en la capilla. El silencio y la posibilidad de ser encontradas por alguien que entrara nos producían risa. De repente cebando se regó el agua en el piso y se hizo un charco gigante debajo de una de las bancas en las que estamos sentadas. La risa nos invadía y cada vez era más complicado no hacer mucho ruido. Entre carcajadas ahogadas decidimos que si alguien venia íbamos a decir que una monja se había orinado.

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Finalmente se terminó el agua y teníamos que salir de ahí. Oíamos como en el corredor pasaba y pasaba gente. Escuchábamos la voz de los profesores que entraban y salían de la sala. Muertas de la risa, logramos salir de ahí corriendo después de asomarnos y asegurarnos que nadie nos iba a ver. Fueron muchos los momentos que acompañamos tomándonos unos mates. Los regueros en el piso del salón e incluso la tentación para aquellas personas que no sabían que no se debía revolver con la bombilla y pasaban frente a nuestros puestos y revolvían el mate, hasta que alguna de nosotras pegaba un grito desde el otro lado del salón y se acercaba a salvar el mate. Pronto se acabó el tiempo, llegó noviembre y ya faltaba relativamente poco para ese día que todas estábamos esperando. Por esa época volvió a aparecer Sebastián Restrepo; me había dejado un comentario por una página web. Me sorprendió mucho ya que hacía más de dos años no sabía nada de él. Hablamos un par de veces esos días, me contó qué estaba haciendo de su vida y yo le conté a él en que andaba yo. Sin embargo, todo quedó ahí. Durante esos últimos días de colegio decidimos que lo único que no podía morir después de que saliéramos y nos fuéramos a las universidades era el club del mate, que ya además de ser conocido en Argentina tenía un grupo en una de las redes sociales más importantes del momento por internet. Muchos de mis amigos habían abierto cuentas en esta red solo para unirse al famoso grupo del Club del Mate. En ese momento, incluso, ya existían entre nosotras varias canciones que algunas habían “compuesto” en las clases de música mientras ensayábamos para el evento de clausura de ese año. La tolerancia al tema de Argentina llegó al punto de que todo el tiempo me cantaban una canción que decía “Carolina Argentinízate”, de la cual grabamos un video y lo subimos a internet para que mis amigos pudieran verlo. Para diferentes materias hicimos exposiciones sobre Argentina, con las fotos y el material que yo había conseguido. Todo esto hacia que los de allá se sintieran orgullosos y felices.

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Al final del año íbamos a sacar un libro de fotos de todo el colegio y cada una tendría una página para poder escribir. En este libro también íbamos a poner anécdotas sobre lo que habíamos vivido. Había una sección que se llamaba que sería de 11 A sin… Y decía: Sin Carolina y sus argentinos. En otra sección se llamaba donde encontrar a… en 10 años, el mío decía: Carolina Jaramillo, en Argentina comiendo churrasco Argentino, con un scout y viendo “sos mi vida”. Íbamos a hacer una fiesta para celebrar mi grado y el cumpleaños de mi hermano. Yo sentía que mis amigos de Argentina cada vez me hacían más falta. Sabía que el día de esa fiesta iba a ser muy importante y especial para mí, pero nada iba a ser igual porque ellos no iban a estar. El 1 de diciembre la hicimos, incluso les mande la invitación por mail porque yo sabía que no podían estar personalmente, pero de corazón iban a estar ahí. Llegó el día del grado, las despedidas y el comienzo de una época que traería muchas diferencias y muchos cambios en mi vida. Una época con más libertad, una época en donde podría ser yo y podría entender todo eso, que antes no compendia, pero con lo que convivía día a día. Después empezó la época más complicada de todo el año aquí en Colombia. Los días previos a la navidad y año nuevo están llenos de compromisos, visitas, salidas, compras, etc. Yo me sentía tan libre, también feliz como nunca antes me había sentido. Era más yo que nunca. Debía empezar a prepararme para entrar a la universidad y enfrentarme a nuevas cosas. De alguna manera esperaba que todo lo que me pasaba con Argentina se atenuara un poco, estaría en un nuevo ambiente que probablemente me alejara de eso. No había dejado todo de lado sin embargo, pues en la fiesta de grado me habían regalado plata y yo había decidido que el destino de ese dinero era para el viaje que algún día lejano, según mis planes iba, a hacer.

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Aparentes coincidencias “la gente hoy vive atada a millones de cosas, pero sobre todo al miedo al cambio”

En enero del 2007 hice un viaje con toda mi familia a una región de Colombia que se llama Santander. Al volver mis amigos estuvieron viendo las fotos, se interesaban por saber los nombres de los lugares y que cosas se hacían allí. Y es que parte de todo lo que pasaba a mí alrededor, era que siempre estábamos en un constante intercambio de información sobre cada una de nuestras culturas y nuestros países. Contábamos historias, aprendíamos sobre fechas importantes y conocíamos lugares por medió de fotos o diferentes visiones. Poco a poco entendíamos sobre la vida del otro. El día que iba a la inducción de la universidad venía de vuelta a mi casa y decidí bajarme en un centro comercial cerca a donde vivo para almorzar. Había quedado de encontrarme allí con mi mamá. Me bajé del bus y comencé a caminar por el lugar. Pasé por un sitio donde vendían arepas (una comida típica Colombiana) y pensé que podría comer allí si no encontraba otra cosa en la plazoleta de comidas. Seguí caminando y vi algo que me sorprendió muchísimo. Un montón de banderitas de Colombia y Argentina colgaban de un letrero de uno de los locales. Camine rápidamente y me paré en frente. Había una vitrina llena de mates ¿Era posible que esto estuviera pasando? Entre en el local, sentía una mezcla de confusión y alegría dentro de mí. Miraba en las paredes los cuadros con fotografías de Buenos Aires, como un

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sueño de otro mundo. Oí una voz argentina, me di la vuelta y un señor de bigote atendía el restaurante detrás del mostrador. Me acerqué despacio, sentía que no podía parar de sonreír. El me devolvió la mirada. Le pregunté, ¿usted de donde es? Al oír que era de Buenos Aires, sonreí aun más. Comencé a mirar qué vendían de comida. Solo tenía ocho mil pesos colombianos y era casi obvio que no me iba a alcanzar para nada. Milanesa…Disculpe, ¿Cuánto vale la milanesa?....ocho mil pesos, fue la respuesta que recibí. Y esas cosas que te pasan a ti, pensaba en mi cabeza. “Me da un combo de milanesa por favor”. Claro, con mucho gusto, me respondió el argentino. “No puedo creer esto” le dije “¿Qué es lo que no puedes creer? Me respondió Brevemente mientras el cocinaba le conté un poco sobre la historia de todo lo que me pasaba con Argentina, obviamente por encima, teniendo en cuenta que era la primera vez que lo veía y que era alguien que no conocía. Qué raro todo, y yo que pensaba que pronto todo iba a acabar, pero este tipo de cosas se presentaban en el camino y ya no podía pretender hacer como si no pasaran o fueran cosas sin importancia, porque parecía que la vida intentaba decirme algo.

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Comenzando a soñar

“ la plata no es lo que importa, más bien lo que importa es el sacrificio y la voluntad para conseguirla, lo que hace que ella llegue” Comenzaron las clases en la universidad y yo estaba más feliz que nunca. Ahora tenía mucho más tiempo para mí y hacia las cosas que me gustaban. Seguía sin poder desprenderme de lo que sentía por Argentina y finalmente creo que llegó el momento en que no tuve otra opción que empezar a aceptarlo como parte de mí, ya sin hacerme más preguntas, simplemente a aceptar que era algo con lo que tenía que vivir. Las ideas retumbaban fuertemente en mi cabeza. Pensar en viajes y soñar era muy frecuente, sobre todo en los momentos de silencio y reflexión en los que me hundía en mis trayectos diarios en buses. Algún día, después de uno de esos trayectos de buses, decidí sentarme y hacer cuentas de cuánto podría costarme un viaje a Argentina. Después de echarle un rato cabeza decidí que me iba en diciembre. Llamé a mi mamá y le pedí que me llevara después de que llegara de la universidad, a comprar dólares y aprovechar que estaban baratos. Sin preguntarme porque o para que me dijo que sí. En la tarde me encontré con ella y fuimos a la casa de cambios. Primera cuota para el viaje! Y ella como que no se la creía. Ya habíamos tenido antes algunas discusiones con respecto a eso. Incluso una vez les había dicho que quería irme a vivir allá (sobra decir que casi me matan). Parecía que estaba dispuesta a luchar hasta conseguirlo. Las cosas iban pasando, las ideas, reflexiones y pensamientos hacían que poco a poco en mi cabeza se fueran organizando cosas que debían transformarse, para dar paso a una nueva y renovada forma y filosofía de vida que dejaba a flote todo lo que en realidad era yo.

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Era raro que cuando leía Rayuela me sintiera tan reflejada en Horacio (el personaje principal). Una a una sus acciones, sus manías, sus pensamientos y su forma de ver algunos asuntos de la vida, hacían que me identificara con él. A veces incluso me daba rabia que esto pasara, dejaba de leerlo por un tiempo, tal vez porque sentía que invadía mi vida, mi forma de ser, lo que yo era. Sin embargo siempre volvía a mí; lo veía tirado en una silla o en el escritorio después de algunas semanas y tenía que continuar leyéndolo porque algo me llamaba. Eventualmente describía algunas cosas que me pasaban. Para febrero había vivido y sentido tantas cosas que terminé por entender que la distancia y el tiempo no son más que barreras puestas por el hombre. Y si el hombre las había puesto, también las podía quitar. Entonces opté por transformarlas en medios para crecer, para soñar y para vivir; en vez de sentirlas como impedimentos y obstáculos en mi camino. Después de mucho hablar con mis compañeras de colegio, logramos ponernos de acuerdo para hacer las reuniones del club del mate los miércoles cada 20 días en la plaza “Che” de la Universidad Nacional. La primera reunión fue muy linda. Volvernos a encontrar después de algunos meses y ver cómo estábamos todas, tan cambiadas, tan felices, con nuestras nuevas vidas. Ahora no éramos un montón de quienes, ahora éramos Ana María, Camila, Luisa, Diana, Laura, Carolina…Ahora si podíamos decir que realmente ÉRAMOS. Poder darnos tiempo en la vida tan agitada de la capital para reunirnos entre amigas y tomar mate era algo que me hacia considerar mas la posibilidad de eliminar las fronteras, cada vez sentía que esto era posible. Aquí no estoy hablando de cosas materiales, sino de cosas que el hombre puede llegar a vivir por medió del alma y los sentidos. La primera reunión marcó un punto importante en la historia del club, ahora podía ser llamado realmente un club. En un país en el que el mate no es lo cotidiano, o lo normal; ver gente por

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ahí en las plazas tomándolo, es algo que causa curiosidad. Y eso pasó aquel día de la primera reunión oficial del club. Llovía, el clima perfecto para tomarse un mate, siempre lo he dicho. Además la lluvia es sinónimo de buena suerte para nuestros antepasados aborígenes. Lluvia, mate, agua…Plaza “Che”. Qué bueno es reencontrarse y compartir historias. “Me voy para Argentina” les dije “¿Qué?” “¿Cómo así?” contestaron ellas “Si me voy, todavía no sé muy bien, pero todo parece indicar que me voy” Ellas no podían creerlo, y la verdad es que incluso a mi me parecía algo ridículo cuando lo escuchaba de mis labios. Comenzaron las risas y las historias. Tuvimos que ir por mas agua y mientras caminábamos con en el mate entre las manos las miradas de la gente se posaban sobre la yerba burbujeante. Alguien casi osa meter si cara dentro del “jarrito fenomenal”. Terminamos dándole a probar a unos amigos de la facultad de Ana María. Hagamos un breve recuento: la calle, los scouts, el campamento, el mate, Colombia de nuevo, un extraño sentimiento, rechazo, mate en el colegio, nacimiento del club, cuatro meses después reunión oficial…¿alguna duda sobre aquello de que las fronteras las pone el hombre?...No, ninguna…pero así como el hombre las pone, también el hombre las quita. Yo lo hice, o al menos eso pareciera. En los días siguientes mis amigos de Argentina se enteraron que el club seguía y que habíamos tenido nuestra primera reunión oficial. Era bastante raro un club del mate en Colombia, fundado por una colombiana; pero bueno así son las cosas.

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Cosas inexplicables

“las respuestas a las preguntas que uno tiene llegan cuando tienen que llegar, no cuando uno quiere que lleguen”

Una tarde iba en un bus y por casualidad llevaba el mate de Ana María en mi maleta. El bus paró en una estación y se subieron varias personas. Entre las personas que entraron había un señor bastante particular. Lo miré detenidamente mientras se abría paso entre la gente. Lo primero que pensé era que su apariencia y su forma de vestir eran muy peculiares para los bogotanos que uno se encuentra normalmente por la calle. El tipo encontró un espacio justo frente a mí. Iba con otro señor que aparentemente se veía mucho más joven. Me quede observándolos mientras el bus se ponía en marcha. El que me causaba curiosidad, levantó el brazo para agarrarse de la baranda de metal del bus. La manga de el buzo que tenía puesto se escurrió un poco, dejando ver un poco de su muñeca. En ella apareció una pulsera con una bandera de Argentina. Una vez mas ¿era posible que esto estuviera pasando, en un lugar como un bus en medió de Bogotá? A la vez pensaba que no era necesario que fuera argentino. Yo no lo era y llevaba en mi muñeca una cinta parecida con los colores de la bandera de ese país, que había comprado en el restaurante del argentino. Esperé un poco intentando escuchar su voz, pero había demasiado ruido. Empecé a entender porque me había causado tanta curiosidad. No era el prototipo de hombre colombiano. Seguí esperando alguna señal. Cuantas ganas tenía de hablarle! Saqué la bombilla de la maleta para llamar un poco su atención. Él se quedó observán-

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dola por un momento, se dió la vuelta y le dijo algo al otro hombre que iba con él. Ahí conseguí oír su acento finalmente, si, era argentino! Se dió la vuelta y seguía mirando la bombilla que tenía en mi mano. ¿Cómo podía hablarle?. Finalmente en una de las paradas aquel hombre se bajo, no sin mirar antes la bombilla que llevaba entre mis manos. A finales de febrero me entere que Sebastián Restrepo se iba a vivir a Buenos Aires. Era como que mi pasado de una u otra manera se iba a ir a vivir a donde yo quería pasar mi futuro y en donde en esos momentos estaba gran parte de mi presente. Cuando le hablé para confirmar la noticia, me contó que se había ganado una beca para estudiar allá. Decidí que lo más prudente era que él se enterara de todo lo que a mí me pasaba con Argentina, así en el momento en que yo fuera él no iba a pensar que estaba buscándolo a él o alguna cosa así. Le conté lo que él necesitaba saber y entender. Finalmente se fue en los primeros días de marzo. Con la llegada de marzo se acercaba mi cumpleaños. Esta vez no se trataba de un cumpleaños cualquiera. Era mi cumpleaños número 18, lo que implicaba que iba a ser mayor de edad. Y además de los múltiples beneficios que esto traía, llegaba la gran ventaja de poder viajar sola como mayor de edad y sin la necesidad de tener un permiso de mis papás. Toda la vida ha sido normal que los días antes de mi cumpleaños me pongan irritable, irascible y nostálgica. Me da por encerrarme a oír y leer cosas viejas. Sin embargo, aunque este año esas cosas estuvieron presentes, sentía como que una parte de mí me hacía falta, yo sabía exactamente lo que era y dónde estaba. Me hacían tanta falta, ya había pasado bastante tiempo y sin embargo recordar el día en que los conocí era como revivir la magia de ese verano, de aquel verano eterno. Eterno, ¿Por qué eterno? porque mi alma y mi corazón, vivían a dos horas de mi cuerpo, allá. Siempre me había causado curiosidad una de las fotos que tenía de el campamento en el que había estado con ellos. En aquella fotografía apare-

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cíamos un niño y yo. Yo me acordaba perfectamente de haberlo visto y del momento de la foto. Sin embargo, él no había puesto sus datos en la libreta donde yo les había pedido que los anotaran y llevaba un año y dos meses sin saber quién era y donde estaba. Un día entré a ver una foto que Cristian había puesto en Internet. Resultó que en esa foto estaba aquel niño que aparecía conmigo en esa foto del campamento. Le pregunté a Cristian quien era y le mostré la foto para asegurarme de que fuera el mismo de la foto que yo tenía. Cuando Cris me confirmó que evidentemente era el mimo de la foto, me sentía muy feliz, porque aunque lo había visto solo un ratico, volver a saber de él era como haber reencontrado a un amigo que se había desaparecido. Cristian me pasó sus datos y por medió de él pude volverme a poner en contacto con Ezequiel. Esa noche, después de un año sin saber nada el uno del otro volvimos a hablarnos y fue muy bonito poder encontrarnos después de todo el tiempo que había pasado. Ezequiel era una gran persona, pasábamos horas y horas hablando sin aburrirnos. Siempre teníamos tema de conversación y todo fue como si jamás nos hubiéramos perdido y hubiéramos sido amigos durante toda la vida. Pronto descubrimos que éramos muy parecidos, nos gustaban las mismas cosas y muchas veces pensábamos igual sobre los mismos asuntos. Era loco y a la vez interesante poder deducir que iba a decir o como iba a actuar de acuerdo a lo que estaba pasando. Y si la gente dice que todos tenemos un doble en alguna parte del mundo, el mío a lo mejor estaba en Argentina. Llegó el 17 de marzo, varios de mis amigos de Argentina, se quedaron conectados esperando que fueran las 12 de la noche allá, o sea las 10 pm en Colombia, para desearme el feliz cumpleaños. Mientras celebraba el último día de “irresponsabilidad” de mi vida, celebraba tomándome una buena cerveza Argentina. Mi mamá andaba un poco preocupada, pues le daba miedo que yo me ilusionara mucho con recibir alguna llamada o alguna atención de las personas

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de allá. Yo le contestaba que uno las cosas las hace porque le nacen, no porque le toque hacerlas. Evidentemente, fue la oportunidad perfecta para volver al restaurante del argentino a comer por mi cumpleaños. Durante la tarde recibí felicitaciones de mis amigos de allá y de aquí. Pero una de las tantas cosas que me sorprendió fue que muchos de ellos me hicieron dedicatorias y felicitaciones públicas por sus Fotologs. En la noche Marianela se fue a buscar con Nahuel una cabina telefónica para llamarme. Ya en la tarde habían pasado por una pero este estaba cerrado, así que después de su clase de salsa irían a buscar otra de nuevo. Recibí la llamada de ellos cuando por fin encontraron algún lugar para llamar, abierto. Nati también me llamó al celular un rato después de que yo hubiera colgado con los demás.

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Nuevos argumentos

“las cosas que uno vive son un preparación para lo que se tendrá que enfrentar en el futuro”

Fue lindo que después de todo lo que había pasado ya realmente existía una amistad consolidada y la distancia no era ningún tipo de barrera para que cada día creciera más. No importaba mucho todo lo que nos había falta por vivir o aquellas cosas que cuando nos conocimos no habíamos podido compartir. Todos coincidían en que siguiera luchando por poder ir. Ellos también tenían muchas ganas de pasar un poco más de tiempo conmigo. Después de haber tratado de darle explicaciones a todo lo que había pasado con ellos, terminé por descubrir que lo que sucedía era mucho más que una coincidencia. Haber estado en la misma calle, a la misma hora, no podía ser más que la vida queriéndonos mostrar algo. A mi alrededor había mucha gente que todavía no lograba entender qué era lo que me pasaba. Juzgar, rechazar y esa tonta excusa de que el hecho de que a uno le guste otro país es sinónimo de no sentirse parte del lugar en el que uno había nacido, eran cosas que rondaban cerca mío todo el tiempo. Poco a poco me di cuenta de lo ridículos que eran esos argumentos. En realidad el conocer culturas, otras personas y otros países, lo que hacía era abrirle la mente a uno y enseñarle un millón de cosas que solo se pueden aprender si uno deja que esto haga parte de la vida de uno. Y siempre sentí que todo lo que me pasaba, me pasaba en parte gracias al hecho de ser colombiana.

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Ya no me importaba que me dijeran que yo no me sentía Colombiana o que era Argentina. Yo sabía que esa nueva visión del mundo me estaba dando muchas cosas buenas y ya no me importaba lo que pensara el resto del mundo. Christian me explicó un día un principio antropológico que dice que el hombre tiene miedo de todo aquello que no conoce y ese miedo se convierte en rechazo. Por eso era que a mí no me entendían, era un rechazo causado básicamente por inseguridad. Y comencé a darme cuenta que ese miedo estaba fundamentado en todas esas cosas que no conocen, en esas trabas que el hombre inventa y que no permiten que veamos mas allá. Un día mi papá llegó a la casa con un libro que le habían regalado y me lo dió para que lo leyera. Abrí el libro y lo primero que leí fue una frase que decía: No nací en un rincón remoto, mi patria es el mundo entero (Séneca). Probablemente haber encontrado esa frase de esa forma, era otra de las señales que me estaba dando la vida. La patria no era más que un invento, y sí el mundo era de todos… ¿Qué tenía de malo que a uno le gustara más una parte u otra? Una visión amplia de lo que es el mundo, de las culturas, del arte, la religión y el conocimiento nos hace más autónomos y mucho más críticos. Dejamos de ser de aquellos que se comen todo entero porque creemos que las cosas son como nos las dijeron y ya. Si hay alguna bandera, que sea verde y azul. Verde por la tierra y azul por el agua. Esta es la bandera del mundo, de nuestro mundo.

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La gran señal

“a veces es solo cuestión de tomarse una pausa y las cosas poco a poco se van dando y vamos entendiendo hacia donde debemos ir”

Para la universidad tenía que hacer un ensayo sobre algún tema que me gustara. Yo escogí el mate, investigué mucho durante unas semanas, hasta llegar al punto de decidir mezclar más tradiciones dentro del club y hacer una ceremonia de totemización. En una reunión antes a eso, había escogido a Ana María como vicepresidenta del club, pues siempre había sido una persona incondicional y nunca faltaba a nuestras sesiones. Para la ceremonia buscamos nombres mapuches que le dieran a cada miembro del club una característica que hiciera parte de él o de ella. De esta forma cada uno era un pedacito de una composición, de un todo, de una unidad. Es decir, cada miembro totemizado era indispensable para el funcionamiento del club. Nos totemizamos como espíritus en una reunión solemne alrededor del fuego y de un delicioso pastel de mate que me había inventado para tan honorable ocasión. Era una torta común y corriente, pero le había puesto un poco de infusión de mate y algo de yerba para darle un sabor diferente. Todos estos eran pasos para la consolidación de algo mucho más grande. Aunque aquí en Colombia éramos un grupo de 9 personas, el grupo de nuestra red social contaba ya con un poco más de cien personas; de todas partes del mundo, que contaban sus historias con el mate. Pronto incluso se sumaron más colombianos y en Argentina se iban sintiendo más orgullosos de la existencia del club. Como ahora Sebastián Restrepo estaba viviendo en Argentina, de vez en cuando hablábamos por las tardes. Una tarde me hizo contarle la historia completa de

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cómo se había creado el club. Me decía que era muy bonito todo lo que yo hacía, que cuando el viniera o yo fuera para allá, teníamos que tomarnos unos mates juntos. Un día hablando con él dijo algo malo sobre Buenos Aires, algo que me molestó mucho. Estaba con una visión muy cerrada y además estaba siendo muy desagradecido porque finalmente ese país le estaba dando algo que él antes no tenía aquí. Sin que supiera que me había enojado, le dije que dejáramos ahí el tema. Tú y yo pensamos muy diferente.- Le dije A veces me costaba entender mucho sus cambios de actitud y además era difícil entender por qué había terminado viviendo en Argentina y ahora se dedicaba a hablar conmigo todas las semanas. Durante ese tiempo comencé a estar más alerta a las cosas que pasaban a mí alrededor y que tenían que ver con Argentina. Varias veces me pasaron cosas extrañas. A veces estaba en la biblioteca buscando algún código para sacar un libro y de repente detener la mirada en un punto, levantarla un poco y descubrir que el libro que estaba mirando tenía que ver con Argentina. Comencé a leer más sobre la historia de allá, a ver más películas y a investigar un poco más sobre la música. Algunas veces el temita se ponía pesado en la casa. Por una parte yo entendía a mis papás; les daba miedo esas ideas aparentemente “locas” que se me ocurrían. Pero por otra parte yo sentía que el rechazo al tema no era ni la solución, ni la forma de llevar las cosas. Era obvio que para ellos era duro sentir que yo estaba creciendo y formando parte de mi carácter, aprendiendo a tomar decisiones y a caminar el camino que la vida me estaba mostrando. Algunas veces el tema se ponía feo, pero siempre terminaba optando por no pensar ni darle más vueltas al asunto. Matarme la cabeza intentando resol-

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ver todas las preguntas que me asediaban era perder el tiempo en algo que la vida poco a poco me iba a ir mostrando. Las respuestas a aquellas preguntas que yo tenía, iban a ir llegando poco a poco, cuando la vida misma considerara que yo estaba preparada para recibirlas y entenderlas. En la universidad me hice muy amiga de una niña llamada María José (Majo). Con ella salíamos muchas veces a tomarnos algo por ahí. Siempre terminábamos hablando sobre aquellas teorías y filosofías acerca de la distancia o la patria. Terminó probando el mate una vez que fue a mi casa, pues sus horarios no coincidían con los de reunión del club del mate. Después de aquel día, se volvió muy común que cada que nos reuniéramos, en la universidad o en la casa de alguna, tomáramos mate juntas. Todo esto de soñar con viajar, conseguir la plata, sostener unas ideas y tomar diferentes decisiones no siempre era fácil. Hubo muchos momentos en los que me sentí débil e incapaz de lograrlo. Los ánimos se me iban para el piso y yo veía la posibilidad de volver a Argentina, de nuevo lejana y remota, casi imposible. Unas veces era yo, otras veces eran otras personas y otras más, las situaciones. Algún día de mayo andaba con el ánimo por el piso. En un ataque de negatividad me había dicho a mi misma que ya no valía la pena seguir luchando para lograr ir. Al día siguiente tenía el último parcial del semestre y ya estaba desesperada por terminar y no tener más trabajo. Sabía sin embargo, que me faltaban dos o tres días más de mucho trabajo y probablemente esa era una de las razones para sentirme más irascible, ansiosa y cansada. Nada de esto hacia que me sintiera mejor. Había quedado con Majo de llevar mate para tomar aquel día del parcial. Sin embargo, me había quejado porque no íbamos a tener tiempo para hacerlo pues teníamos 3 clases seguidas y ningún hueco en el horario para dedicar-

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nos a tomar el cimarrón. Ese día además de todo, iban a ir Paola y Evelyn (dos scouts) porque tenían que hacer unas averiguaciones sobre las carreras que había en mi universidad. Ese día también era la entrega del ensayo que había escrito sobre el mate al final del día. Logré apartar un poco los malos pensamientos para dormir esa noche. A la mañana siguiente mientras me bañaba para irme para la universidad, recordé que había soñado con Nahuel. En mi sueño él estaba arreglando una puerta o intentaba moverla. No recordé más cosas sobre el sueño y tampoco me importó demasiado. Llegué a la universidad, entregué uno de los trabajos que tenía para ese día y me encontré con Evelyn y Pao. Estuvimos haciendo las averiguaciones de lo que ellas necesitaban y luego fuimos a almorzar juntas. Ellas decidieron quedarse a esperarme mientras yo estaba en el parcial. Me encontré con Majo a la entrada del salón donde teníamos que hacerlo. La profesora comenzó a entregarnos unos trabajos y cuando terminó nos dijo que como nos había ido tan bien durante todo el semestre había decidido no hacer el parcial. Por una parte era muy bueno, era una carga menos; por otra era un montón de tiempo botado a la caneca porque había estudiado en vez de terminar otros trabajos que tenía. Quedaban como dos horas para la clase que seguía, en la cual tenía que entregar el ensayo. Majo me dijo: “si ves, yo te dije que íbamos a poder tomar mate hoy”. Salimos del salón después de recibir la noticia y decididas a tomar mate. Nos sentamos en unas escaleras al frente de la entrada de la universidad. Mientras Evelyn y Pao iban a buscar un minuto a celular para llamar, Majo y yo comenzamos a arreglar todo para cebar el mate. Ni Pao ni Evelyn habían probado el mate y querían aprovechar la oportunidad para hacerlo. Mientras yo cebaba, Majo se quedó mirando a un tipo que estaba haciendo malabares con una bola de cristal cerca de las escaleras en las que nos encontrábamos.

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-Caro, mira que chévereLevanté la mirada y observé rápidamente. -Ah sí, muy chévere- le contesté con desgano. Me di la vuelta y seguí concentrada en la cebada. De repente sentí como si alguien se paraba frente a mí. Levanté la vista y me di cuenta que era el mismo tipo que andaba haciendo malabares con la bola de cristal. Me quede mirándolo fijamente. -Me convidas a un mate?- me dijo -Sí, claro- le contesté sin pensarlo, finalmente uno no le niega un mate a nadie. Le pasé el mate. Se acomodó y se sentó en la escalera de abajo a la nuestra. Era un hombre joven, de pelo largo y negro. Su piel morena y unos ojos brillantes que dejaban ver lo mucho que había vivido. Tenía una barba corta y estaba vestido con un pantalón de rayas de esos que venden los hippies en Latino América y que si duda alguna, caracterizan a los mochileros. Nos quedamos en silencio un tiempo, hasta que después de pensar por qué una persona en esas circunstancias, se acerca a pedirle un mate a un extraño (evidentemente tenía que ser alguien que conociera de aquella costumbre, porque si no, no tendría mucho sentido) me animé a hablarle. -Y…Tú, ¿de dónde eres?- pregunté. -De Buenos Aires, Argentina- me contestó con aquel inconfundible acento. -Me di la vuelta y miré a Majo. “Esto es una señal” le dije. Volteé en dirección a él, para poder hacerle algunas preguntas. -¿Cómo te llamas? -Nahuel – Contestó él. En ese momento me acorde de mi sueño de la noche anterior, todo era como una cadena de señales. Un poquito de destino aquí y otro poquito de destino allá; todo para que a esa hora, ese día yo estuviera tomando mate en aquella plaza y justo él estuviera pasando por ahí.

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Nos contó que andaba de mochilero por América hacia catorce meses más o menos. En junio regresaría a su casa en Buenos Aires. Al rato llegaron Pao y Evelyn que se sumaron a la ronda de cebada, jurando que aquel hombre era amigo mío y que yo lo conocía desde hacía mucho tiempo. No pude contenerme y le conté algunas cosas sobre lo que sentía por Argentina y lo que había vivido allá; que tenía un club del mate y que iba a volver algún día porque estaba ahorrando. Él también había sido Scout en alguna época y tenía amigos que aún lo eran. Empezamos a hablar sobre los sueños, las fronteras, las barreras y las cosas que acontecían alrededor de eso. En un momento todo se desvaneció. Éramos él y yo, el mate y yo, soñando con un mundo sin barreras, un mundo para todos y todos para el mundo, un mundo en el que situaciones como esta se volvían parte de la cotidianidad y dejaban de ser acontecimientos fuera de lo normal. Saqué mi ensayo sobre el mate y el leyó un pedazo. Cuando terminó de leerlo me dijo: “Me hiciste acordar de los mates de mi viejo, que son bien amarguitos. Hace mucho que no los tomo y los extraño”. Me sentí halagada con aquel comentario. En mi mano derecha (la más cercana al corazón) llevaba una pulserita con la bandera de Colombia. Era de las que había llevado cuando había estado en Argentina la primera vez. También llevaba al lado de esa una con la banderita de Argentina, que había comprado en la tienda del argentino. Me quité la de Colombia y se la di. Se la puso en uno de sus tobillos. Fue como una forma de reforzar todo eso que estábamos hablando. Había que tener unos pies lo sufrientemente libres para poder caminar el mundo, nuestro mundo. No hay patrias, ni fronteras; lo que hay es un mundo lleno de diferentes lugares, con distintas culturas, con distintos puntos de vista, distintas formas de pensar, con caminos que convergen, con paisajes ocultos, con secretos por descubrir, con experiencias por vivir y con gente por conocer, un lugar que es de nosotros.

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Después de una hora más o menos de estar hablando con él, él tenía que irse y nosotras debíamos ir a entregar los trabajos a la otra clase. Nos despedimos con la esperanza de volvernos a ver en algún lugar del mundo en un futuro. En medio del shock, subí, entregué el ensayo y llamé a mi mamá. Cuando le estaba contando estaba que me mataba porque no entendía como había compartido la bombilla (el pitillo con el que se toma el mate) con alguien que no conocía. Me dió rabia esa postura ante lo que me acababa de pasar, en parte sentía que era muy cerrada. Además como dije antes, uno no le niega un mate a nadie, es un poco de lo que significa tradicionalmente el mate, es la bebida para compartir. Por otra parte me sentí un poco irresponsable, el centro de Bogotá no era el lugar más seguro para hacer ese tipo de cosas y uno no puede andar por ahí por el mundo haciendo cosas sin pensar. Salí rápido y me volví a encontrar con Pao y Evelyn que seguían esperando a que yo terminara con todo para podernos ir. Me hicieron contarles un montón de cosas de esas que me pasaban con Argentina, para que así pudieran entender un poco la situación que habíamos vivido. -Caro, está muy claro que tienes que irte para Argentina – me dijo Evelyn en una esquina, camino al transmilenio. -Sí, pero por ahora lo que importa es que tengo que irme y terminar el trabajo para mañana – le contesté. Trató de convencerme de que me quedara, probablemente en vista del estado de asombro en el que me encontraba. No acepté porque debía pensar un poco antes de llegar a terminar el trabajo que debía entregar al día siguiente. Me subí en el bus, pensaba en todo lo que había pasado, cada una de las cosas que él había dicho. Ahora entendía muchas cosas. Después de todo me preguntaba, cómo el día anterior, y muchas otras veces antes, había pensado en la posibilidad de dejar botado mi sueño y no luchar por regresar.

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A veces confiaba muy poco en todo lo que sentía, a veces todo me arrastraba y no recordaba algo que alguna vez Laura Venegas (del club del mate) me había dicho: “El mundo está así porque la gente dejó de soñar y dejó de luchar por los sueños”. También pensaba en las palabras de mi mamá y me sentía mal. Después comprendí que era inútil devolver el tiempo y así pudiera hacerlo de nuevo, hubiera compartido mate con Nahuel. Lloré un poco, sin saber bien acerca de aquel remolino que aturdía mi cabeza y mi corazón. Hice el transbordo en el portal. En el bus en el que me subí abrí la ventana por completo. Miré la calle, el asfalto gris, la línea amarilla…sentía el aire en mis mejillas, todo se desvaneció, cerré los ojos y estaba tomando mate con Ezequiel. No hablábamos, pero el mate que compartíamos contaba todas las historias que teníamos que contar. Yo no oía nada, no sé cuánto tiempo estuve ahí, ni tampoco recuerdo cuanto tiempo pasé hablando con Nahuel aquella tarde. Pero esos dos recuerdos se hacían eternos en mi cabeza. Abrí los ojos, me bajé del bus y caminé. Si había alguien con quien quería hablar en ese momento era con Ezequiel, era él la persona que podía decirme aquello que yo necesitaba oír. Al encontrarme con mi mamá, me recibió con un papel en el que estaban todas las enfermedades que se transmitían por la saliva. “Que exageración” pensé. -No lo voy a leer, porque no me arrepiento de haberlo hecho – le dije. -Claro! Y si te da tuberculosis y nos la pegas a tu papá o a mí. ¿Eso tampoco te importa, no? -Apártame unos platos y unos cubiertos solo para que yo los use entonces. -No se trata de eso! Ya no quería hablar más del tema, no era el momento ni la forma. Llegué y me conecté. Ezequiel no estaba, pero estaba Luisa. Le conté absolutamente todo lo que había pasado. “Yo creo en esas cosas, eso pasa. El mensaje está claro. Pero, ¿qué tal que el tipo no exista?, eso también puede estar pasando” me dijo.

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Me sentí muy mal en ese momento, me sentía como una loca. Tenía que intentar concentrarme en hacer el trabajo que tenía que entregar al día siguiente. Me senté a recortar el trabajo, pero las imágenes no se iban de mi cabeza y los pensamientos recorrían mi cerebro una y otra vez. ¡Qué diablos era eso! Majo se conecto a internet. Apenas la vi le pregunté si lo que había pasado con el Argentino había pasado de verdad. “Yo venía pensando en lo mismo, te iba a preguntar exactamente eso a ti” me contestó. Ya esto era la tapa de todo, la gota que rebosaba la copa de aquel extraño día de mayo. -Si lo vemos conectado estos días, es porque de verdad existe.-le dije. -No se – me respondió ella. Necesitaba urgentemente desahogarme de todo lo que sentía, pero la situación que ahora estábamos viviendo no ayudaba en nada. Sabía que era complicado que a esa hora se conectara Ezequiel, pero tenía que hablar con él como fuera. Me senté al lado del escritorio a seguir recortando el trabajo que estaba haciendo. Cada tanto miraba el computador para ver si me hablaba alguien. De un momento a otro sentí algo, me di la vuelta y alguien me acababa de hablar. Me cambié de silla a la de frente al computador. Ezequiel me acababa de hablar. -Menos mal entraste – le dije – si vieras lo que pasó. -¿Qué pasó? – me dijo -Le conté todo lo que había pasado. “Eso demuestra la conexión tan grande que vos tenés con nosotros, yo te apoyo y también lo hubiera hecho. Ahora solo tenés que seguir luchando para poder venir”. Leer eso era como que alguien me dijera todo aquello que yo pensaba y sentía, pero que no me creía mucho, o a veces dudaba. Siempre fue así, un poco de firmeza, las cosas claras y aquellos que confiaban en mí y estaban a mi lado siempre. Problema resuelto!, ya estaba un poco más tranquila. Del tema poco se volvió a hablar en mi casa. Un tiempo después Nahuel apareció conectado en internet, desde Perú o algún lugar de esa zona. Aquel día quedé un poco más tranquila, podía estar loca, pero definitivamente no tanto como para inventarme la existencia de alguien.

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Derribando Sueños

“cuando uno tiene voluntad, cualquier cosa se puede lograr”

Un tiempo después de esto sucedió otra cosa que marcó un punto importante en esta historia y que para el futuro seria la culminación de otro gran sueño de mi vida. Una vez una amiga de los Scouts, Viviana, me había contado que en otra de las redes sociales del momento (My Space) había encontrado a Andrés Cepeda, un artista Colombiano que es uno de sus cantantes favoritos. Ahora ella se hablaba con él y eran muy amigos. Con anterioridad me habían rogado mis amigos que abriera uno para mí. Yo me negaba porque no me gustaba el formato y me deba mucha pereza hacerlo, ya era suficiente con el Fotolog y todas las otras cosas que me distraían en internet. Una tarde me dió por mirar la página web de los Enanitos Verdes. Estaba mirando en la sección de links y descubrí que Marciano (Voz y bajo) y Felipe (guitarra) usaban My Space. Pensando en lo que le había pasado a Vivi, la busqué para que me ayudara a crearme una cuenta lo más rápido posible. Simplemente si a ella le había pasado, a mi también podría pasarme. Comencé a escribirles y ellos me respondían. Cuando le contaba eso a mi familia y amigos, pensaban que era muy ridículo que fueran ellos en realidad y me trataban de convencer de que debían ser secretarias las que los respondían. ¿Cómo va a responderle un famoso a sus fans los mensajes? ¡No, Imposible! Sin embargo, algo en mí sabía que no había ningunas manos detrás del computador que no fueran las de ellos, las que respondían aquellos mensajes y comentarios que yo les dejaba.

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Después de eso y por medió de esa misma red, encontré un Club de Fans de los Enanitos Verdes en Latino América. Poco tiempo después comencé a pertenecer a él y me hice muy amiga del presidente, Charlie que vivía en México. Hablábamos de vez en cuando y nos transmitíamos noticias que sabíamos acerca de lo que pasaba con la banda. Él tenía un programa de radió por internet y algunas veces realizaba un programa que se llamaba “La hora de los Enanitos Verdes”. Una tarde estábamos hablando y me comentó que estaba planeando un programa pero tenía mucho trabajo y tenía que enviarle un comunicado a todos los fans para avisarles del mismo. Le dije que si quería yo podía ayudarlo. -Si ves, deberías nombrarme vicepresidenta – le dije en broma. -Sí, sabes, no es mala idea – me contestó – tu siempre me ayudas y estás pendiente del club, no quieres ayudarme como vicepresidenta? -Claro!- respondí emocionada Desde aquel día me convertí en la vicepresidenta del club de fans de los Enanitos Verdes para América Latina. Cuando les contaba a mis amigos, o la gente me preguntaba como lo había logrado, no sabía muy bien que contestarles, todo había sido muy inesperado y había partido de un comentario en tono de broma.

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El primer tropiezo “nadie dijo que la vida era fácil...pero vale la pena correr el riesgo de la aventura”

Cuando terminó el semestre de la universidad y salía a vacaciones, decidí hacerme dos rastas en el pelo. Se preguntarán que tiene que ver esto aquí. Bueno, cada rasta significaba algo. Una era “Mapu” que significa tierra y la otra “Co” que quiere decir agua. Ambas empezaban en mi cabeza, como símbolo de la vida, el espacio y la cultura. De una u otra forma era la manera de acordarme siempre de las ideas que tenía respecto al tiempo y al espacio, respecto a la patria y respecto al hecho de conocer el mundo. Me senté un día y de nuevo volví a hacer cuentas. Ya tenía la plata lista para irme. Llevaba 6 meses sin salir a bailar, a cine o a tomar con mis amigos. Además estaba vendiendo dulces y caramelos en la universidad, para poder tener otra entrada de dinero que me ayudara con los gastos del viaje. Como había salido a vacaciones, tenía ganas de conseguirme algún trabajo en vacaciones para poder llevar más plata. Ya había empezado a averiguar pasajes y ver en que casas podría quedarme durante los días que estuviera allá. La ilusión ya estaba ahí, por fin iba a poder irme. Una tarde mi mamá me llamó para que habláramos sobre el viaje. Empezó a preguntar y a preguntar cosas. ¿Dónde me iba a quedar? ¿Cómo? ¿Con quién? Finalmente me dijo que estaban pensando que nos fuéramos de viaje todos en diciembre, que creían que era mejor que dejara el viaje para el otro año.

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Me salí fácil del problema diciéndole que me dijera a donde nos íbamos a ir de viaje y yo decidía si quería ir o no y si dejaba el viaje para el otro año. En la noche volvió a llamarme para decirme que ella y mi papá habían estado hablando y no estaban de acuerdo con que me fuera para Argentina este año porque yo estaba muy pequeña para viajar sola. Me hablaron de todos los peligros que evidentemente existían y en los cuales yo no había pensado. Me plantearon la posibilidad de que yo me fuera al año siguiente, pero fui muy clara en decirles que el próximo año iban a existir los mismos peligros que este. Un año más de vida no iba a hacer que las cosas cambiaran y todo fuera más seguro. Me puse muy mal, su desconfianza respecto a que yo pudiera conseguir la plata para irme, había hecho que me hicieran volar y volar; decirle a todo el mundo que iba para después golpearme contra el piso y decirme: despierta, NO TE PUEDES IR. Estaba tan mal que no tenía cara para hablarle a nadie. Fueron un par de días y noches con los ojos hinchados de tanto llorar. Todo estaba por el piso, no tenía ganas de nada, finalmente después de tanto soñar y tanto luchar ya no me iba. Sé que mis papás también se sentían mal. Me pidieron disculpas por haberme ilusionado para después hacerme caer en cuenta que todo era igual de imposible que al principio. No sé cuantas horas hablé con Luisa por teléfono, ahogada en lágrimas intentando obtener respuestas. Pensé en irme de todas maneras, pero eso era casi irme y no volver y no estaba convencida de que esa fuera la forma de hacer las cosas. Pensé en la posibilidad de irme con alguien, pero quien se iba a ir conmigo y de dónde íbamos a sacar la plata? Como ya había salido a vacaciones, había estado enviando hojas de vida para tratar de conseguir algún trabajo. Sin embargo, nada salía. Ahora pensaba que no valía la pena seguir buscando trabajo, pues finalmente ya no iba a poderme ir para Argentina. Pensé incluso en desaparecer del todo Argentina de mi vida, o tratar de desaparecerme yo de la vida de allá, pero esa no era la solución. Luisa me

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consolaba, intentaba que yo lo tomara con calma y que tratara de buscar una solución por las buenas y pensando con cabeza fría. Me decía que todo esto que estaba pasando era parte de todo lo que debía vivir y en cualquier momento las cosas podían cambiar. Finalmente tomé la decisión de poner la cara. Las primeras personas de allá en enterarse fueron Natalia y Cristian. Estaban un poco mal después de enterarse. Todo esto me hacía pensar, que pronto debía renunciar del todo a ese sueño, afrontar la verdad y decirles a todos. Y justo cuando uno anda mal por algo, es cuando a todo el mundo le da por acercarse a preguntar sobre eso. Son las cosas de la vida. Un día fui a hacer mercado con mi mamá. Ya no me importaba mucho el asunto o si me importaba, pero no quería afrontarlo. Evitaba pasar mucho tiempo en mi casa para no tener que darle la cara a nadie y para no tener que dármela a mí misma. Mi mamá seguía animándome para que consiguiera trabajo, pero yo sentía que ya no valía la pena. Parqueó el carro al frente del supermercado. Pasamos frente a una tienda de ropa que justo tenía un letrero que decía: “Se solicita vendedora con experiencia”. Me sugirió que entregara una hoja de vida en aquel lugar. De mala gana me devolví al carro y saqué una de las hojas de vida que tenía ahí, una de las ultimas que había impreso. Ya había entregado tantas que solamente me quedaban las más feas. No tenían fotos ni carpetas. Sin embargo, fui y la entregué. Durante el mercado el tema volvió a salir en la conversación. Mi mamá me dijo que ella y mi papá se habían dado cuenta de que eso era tan importante para mí que estaban planteándose la posibilidad de irnos los cuatro para Argentina. Sin embargo, tendrían que dejar a un lado la construcción de una pequeña casita de campo que estábamos iniciando en un lugar a hora y media de Bogotá. Ese era el sueño de mi papá. La única respuesta que pude dar ante aquel comentario fue “quien los manda, eso no es mi culpa”.

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Siguiendo con el tema (que se que lo tocaba para tratar de buscar alguna solución o por lo menos de subirme el ánimo), muerta de la risa me dijo: “pues llévame”. -Sí, eso ya lo había pensado, pero mínimo me dices que no” – le contesté - No te voy a decir que no – me contestó – habla con tu papá a ver el que te dice-Bueno, voy a hablar con él y a esperar a la decisión que ustedes tomen, pero si tú me dices que sí te vas conmigo, después no te puedes echar para atrás, arrepentirte y decirme que no.- le contesté. Ahora yo pensaba que si tomaban la decisión de que me fuera con mi mamá, de dónde iba a sacarme la plata para poder llevarla conmigo. Esa tarde seguía medió bajoneada, sin ganas de hacer nada o hablar con alguien. Por la noche, mi mamá me pidió que le prestara mi celular porque yo tenía minutos y ella tenía que hacer una llamada. Bajé al primer piso donde había dejado mi bolso después de volver del mercado y saqué mi celular. Me di cuenta que tenía una llamada perdida de un número que no conocía. Decidí devolver la llamada (cosa que con poca frecuencia hago), me contestó una señora diciéndome que era del local de ropa donde yo esa tarde había dejado la hoja de vida. Me preguntó si a las 8:00 pm podía ir para que habláramos. A las 8:00 pm llegué al local para la cita. Esa era casi la única oportunidad que tenía de irme, era eso o nada. Con la plata que ganara podría pagarle el pasaje a mi mamá y finalmente lograría irme. La señora me hizo llenar una hoja y me pidió que al día siguiente estuviera a las 9:30 am en el local. Estuve durante dos días en prueba, dos largos días de incertidumbre en los que no era ni sí, ni no. Al segundo día me entregaron las llaves del local y quede de administradora del lugar. Les dije que solo podía trabajar durante los meses

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que tenía de vacaciones, pues después yo debía entrar y seguir estudiando en la universidad. Bajo esas condiciones ellos aceptaron y me dieron el trabajo. Finalmente también recibí la respuesta de mis papás, decidieron que sí podría irme y que mi mamá se iría conmigo. Al principio le pusieron un poquito de trabas a la cosa, pero después se fue solucionando todo. Ahora no estaba soñando sola y qué mejor persona para soñar conmigo que mi mamá. Así, todo iba a ser mucho más fácil. Una tarde me dijo: -Caro, es que tu solo hablas del viaje, que pereza -Bueno, está bien, voy a bajarle un poco A los 5 minutos continúa diciéndome: -Oye y cuando nos vayamos para Argentina…. – -¿Si ves que eres tú la que pone el tema? – le contesté -Ay, si tienes razón, lo que pasa es que todo esto me tiene como aterrada – me contestó riéndose.

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Trabajando por conseguirlo

“Soñar no cuesta nada.. Y confiar en que los sueños pueden hacerse realidad tampoco....”

En el trabajo las cosas iban bien, mis jefes me pidieron que consiguiera a alguien para trabajar los fines de semana que era cuando más volumen de gente entraba al almacén. Yo le dije a Majo que también estaba buscando trabajo. Fue una tarde al local, la entrevistaron y la contrataron. Ahora ya la cosa iba completamente en serio, ya pensábamos en las fechas, cotizábamos los pasajes, la comida y el transporte. Como el local quedaba en el mismo centro comercial donde era el restaurante del Argentino, terminamos volviéndonos muy amigas del dueño. A veces íbamos a almorzar allá o pasábamos por mate cocido para tomar mientras trabajábamos. Mis amigos estaban muy contentos de que al final iba a poder ir. Hacíamos planes de todas las cosas que íbamos a hacer cuando yo estuviera allá. Sin embargo, siempre que uno quiere algo debe sacrificar cosas. Esta vez yo estaba sacrificando mis vacaciones, el levantarme tarde, ver a mis amigos, descansar los fines de semana, las reuniones scouts y los clubes. Cada cosa que hagamos en el presente es una oportunidad para que nuestro futuro sea en algo diferente. Si las cosas no cuestan no tienen gracia alguna, era parte de lo que tenía que vivir y aprender antes de volver a pisar Argentina. Ya ni siquiera tenía mucho tiempo de hablar con mis amigos de allá, pues los horarios de trabajo eran muy pesados y no me daban los tiempos. Pero ellos sabían que todo era parte de lo que debía hacer para poder lograrlo.

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Trabajando en el local nos pasaron muchas cosas extrañas. Una vez llegó un vendedor de perfumes. Nos saludó y cuando continuó hablando sentí como los ojos de Majo se posaron en mi cara. Me quede observando al tipo y le dije: “Usted es Argentino, cierto?”. “Sí, soy de Rosario” me contestó. Pasar tanto tiempo sola, me hizo comprender muchas cosas. Tuve tiempo para descubrir qué pensaba y qué sentía. En cierta forma fue un tiempo en que me conocí mejor y aprendí a controlar ciertas cosas de mi personalidad que a veces no me ayudaban en nada. Tuve tiempo para mí y solo para mí. Para entenderme y de a poquitos ir digiriendo todo lo que pasaba y las cosas que habían sucedido en el pasado. Creo que de las cosas más importantes que aprendí fue a ser más paciente. Me entrené en eso completamente y eso me hizo mejor persona. Un viaje no es solo comprar un pasaje, llenar una maleta y subirse a un avión. Un viaje es la evolución de un individuo que durante el tiempo en que lo planea organiza su vida y la dispone para las nuevas aventuras que está por vivir. Un viaje no es solo el principio y el fin de la aventura. Un viaje es entender que hubo cosas antes y habrá cosas después que irán marcando más y más caminos para llegar a otros lugares. Comencé a hacer manillas para llevarles de regalo a mis amigos. Las manillas son unas pulseritas de hilo tejidas en nudos. Más o menos cada una tiene 5000 nudos. Me encantan, y es de las cosas que hago y que jamás he vendido, no solo por el trabajo que llevan sino porque ahí dejó gran parte de lo que soy y considero que eso no es algo que uno venda. Con esto era como dejarles un poquito de mí, para que me sintieran cerca cuando me devolviera.

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Mensajes de los antepasados “Estoy tomándome una pausa, simplemente estoy confiando en la vida”

Un día andaba un indígena en el centro comercial en el que quedaba el local. Lo vi medió perdido y salí a preguntarle si necesitaba algo. Me dijo que estaba un poco perdido, había quedado de encontrarse con alguien en la puerta principal del almacén pero no estaba seguro cuál era. Le indiqué cuál era y lo acompañé hasta ahí. Estaba muy agradecido conmigo. Durante un rato nos quedamos conversando, era un hombre muy sabio y que inspiraba paz y equilibrio. Él me miraba, como queriendo ver que había más allá de mis ojos, sabiendo tal vez que había algo importante dentro de mí, algo que en parte se parecía a lo que él pensaba sobre la vida. Antes de irse, me dijo: “siempre, en cualquier parte del mundo donde uno se encuentre, hay alguien bueno dispuesto a ayudarte”. Un tiempo después, estábamos trabajando y por la ventana que el local tenía se podían ver las montañas del oriente que bordeaban la ciudad. Ese día, sin haber llovido, apareció el arco iris. En ese momento pensé que todo era un mensaje de mis ancestros, pensé en mi abuela y en los indígenas.

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Decidí ir al baño y le dije a Majo que ya volvía. Caminé por el sendero del centro comercial por donde podía seguir viendo el arco iris, era tan lindo, no estaba cortado, estaba completo. El inicio estaba aparentemente muy cerca del lugar donde yo estaba caminando. Pasando la calle se veía un poco de lluvia, pero donde yo caminaba estaba todo seco y no llovía. Entré al baño, al salir volvió a mi cabeza aquel pensamiento acerca de los mensajes de los antepasados, de cómo ellos pueden comunicarse con uno por medió de cosas simples, como un arco iris. Me paré en la puerta del baño y volví a contemplar el arco iris. Sin saber por qué, algo en mi tomó la decisión de ir por el pasillo interno, donde no podía ver el arco iris, pues los locales del medió me lo impedían. Empecé a caminar despacio, en un momento giré mi cabeza a la izquierda y vi un letrero en una puerta que decía: “PISARÁS UNA TIERRA SIN FRONTERAS Y LLEGARÁS A DONDE TUS SUEÑOS TE LLEVEN” Era tan claro y tan explicito el mensaje. ¿Había alguna duda? ¿Algo que preguntar? Volví al local corriendo y anoté la frase en un papel. Cuando el local estuvo más desocupado tuve la oportunidad de contarle todo a Majo. Me dijo que el arco iris era muy importante en algunas culturas primitivas. Una de las cosas que significaba, era una alianza con los dioses. Varios días después, recibí un mensaje con las cotizaciones de los pasajes. Siempre que uno va a viajar es mejor hacer eso con algunos meses de anticipación, de esa manera uno puede conseguir mejores tarifas y mejores opciones de viaje. Ya teníamos decididas las fechas y también habíamos decidido pasar unos días por Chile a visitar a mi tía de nuevo. Una de las aerolíneas tenía una promoción pero era de compra inmediata el pasaje, es decir debíamos comprarlo ese mismo día. Yo terminaba semestre de la universidad el 21 de noviembre y la idea era irnos el 22. Mi papá empezó a decir que era posible que me dejaran trabajos

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para entregar después de ese día y qué iba a hacer si me iba. Según él era mejor esperar un par de días después de terminado el semestre para poder viajar. Llamamos a la universidad a averiguar cuál era la fecha máxima de entrega de las notas por parte de los profesores y nos dijeron que era el 24 de noviembre. Yo no recordaba si la aerolínea de la promoción tenía salida el 22 o el 24. Pero, obviamente, me convenía más la opción de la oferta, porque la diferencia de precio eran casi 200 dólares. Cuando volví a revisar el mensaje con los precios me di cuenta que si salía el 24 de noviembre la aerolínea que tenía la promoción me servía. El 27 de junio compré los pasajes. Ahora había mil motivos para celebrar. Ya tenía gran parte de mí allá, solo faltaba un poquito de tiempo y estaría allá, tal y como lo había soñado. Todos estaban felices, yo aún no me lo creía. La gente a la que mis papás le contaban tampoco entendía cómo lo había logrado. Y aquellos que no habían confiado nunca en mí estaban realmente sorprendidos. Ese fin de semana Majo se quedó a dormir en mi casa. Íbamos a trabajar y por las noches hacíamos celebraciones, mate, Quilmes y más de tres horas hablando con Ariel y con los otros por teléfono haciendo planes de lo que íbamos a hacer. Ya me quedaban dos semanas de trabajo, era imposible no pensar en el viaje. Pero también era imposible no tener millones de expectativas que a veces incluso me hacían daño. Todo el tiempo se hacía lento y tedioso. Era normal que eso pasara, cuando uno viaja, la cabeza se le llena de un millón de preguntas acerca de los lugares que va a visitar, de las personas que va a conocer, de las costumbres que va a adquirir. La persona que se va de viaje, no es evidentemente, igual a la que llega después de viaje. En esos momentos yo tenía miedo, a pesar de lo mucho que sabía de la cultura a la que iba, esta vez iba a lugares para mí, desconocidos. Iba a ver a personas que no había visto antes y a pasar más tiempo con gente con la que a duras penas había pasado dos horas en el pasado. El trabajo se había vuelto monótono y aburrido. A veces me daban ganas de dejarlo y no trabajar más. Me sentía cansada y aburrida. Sin embargo, yo

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era consciente de que era parte de lo que debía vivir si quería irme. Era uno de los sacrificios que debía hacer para poder lograr lo que me había propuesto. En uno de mis días de descanso, hicimos una reunión del Club del Mate. Ahí le conté al resto que finalmente me iba, finalmente había conseguido lo que tanto quería. Celebramos juntas y comenzamos a soñar con la posibilidad de abrir sedes en Buenos Aires y La Plata. En Buenos Aires cada vez había más miembros y el fenómeno se había difundido. Varias personas de las que había conocido por medió del grupo del club, me decían que ahora siempre que tomaban mate se acordaban de mi o del club. Nos estábamos convirtiendo en un ícono del mate. Muchas personas les habían contado de la existencia del club a amigos o conocidos con los que tomaban mate y cuando se reunían en torno a unos mates, éramos nosotros el tema de conversación. Al club empezaron a llegar personas muy especiales. Incluso colombianos de Medellín y Manizales, y un montón de argentinos más, entre esos Any. Any era una gran mujer, mucho mayor que yo y con un hijo, Federico de 15 años. Se interesó mucho en la historia que había detrás del club y en las cosas que habíamos hecho. Hablábamos mucho y nos contábamos muchas historias. Ella tenía muchas ganas de verme cuando yo estuviera en Buenos Aires. Estaba planeando con Fede a donde llevarnos cuando estuviéramos allá. Todas estas eran las cosas locas y extrañas que poco a poco fueron volviéndose parte de la realidad y la cotidianidad de mi vida. Había gente que incluso me preguntaba si yo era Argentina y vivía en Colombia o si lo que quería, era irme a vivir allá. Un día me enteré que Los Fabulosos Cadillacs iban a estar en concierto en Buenos Aires durante mi estadía allá. Decidí que era una oportunidad que no podía perderme. Era como otro sueño hecho realidad. Así que como Laura Rojas, una niña del colegio estaba viviendo allá le pedí el favor de que me comprara dos entradas y le consigné en una cuenta que ella tenía aquí.

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Conociendo a Enanitos Verdes “deja que mi mente traspase los limites que quiera traspasar y no cuestiones, finalmente ni siquiera te afecta lo que piense”

Comenzaron a pasar los días y una noche me enteré que iba a haber un concierto de los Enanitos Verdes en Bogotá. Ese día estaba yo hablando con Ariel por micrófono y un fan de los del club me buscó para contarme que había visto el anuncio por internet. Mientras miraba la página me había quedado sin palabras. El concierto iba a ser gratis porque era el inicio del Festival de Verano en Bogotá y la alcaldía traía artistas para que dieran espectáculos masivos para abrir el festival. En esta época justamente eran Los Enanitos los que venían. Yo llevaba aproximadamente doce años de mi vida esperando por verlos en concierto y la alegría que sentía ahora de esta oportunidad era increíble! Recordé que aun tenía mi cuenta de MySpace, por donde ellos antes se habían comunicado conmigo. Decidí que no perdía nada si les escribía preguntándoles acerca de la posibilidad de vernos para charlar un poco acerca del club y ver si por fin llegábamos a ser un club oficial. Un día encontré un mensaje de Marciano en el que me decía que no había ningún problema en hacer tal reunión que yo planteaba. Me dijo que apenas supiera el nombre del hotel donde se iban a quedar me escribiría de nuevo para pasarme el nombre y el teléfono. Junto a todo esto llegó el inicio del segundo semestre de la universidad y 112 días que faltaban para poder llegar a Argentina. Era lunes, el concierto era el miércoles, ya sentía que si aquel día no me mandaban el mail con el teléfono del hotel iba a ser imposible poder verme con ellos.

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Aquella tarde como cosa inusual en mi rutina yo me bajé a ver televisión con mi mamá. Nos pusimos a ver un programa en un canal Argentino y después de un rato me aburrí y decidí subir a revisar el correo. Cuando llegué al computador vi que tenía un mail en la bandeja de entrada del correo. Lo abrí y era la respuesta que tanto había esperado. Hacia un rato la estaba esperando y justo media hora después de sentirme un poco resignada ante el asunto, estaba en mi mail el teléfono y el nombre del hotel donde se estaban quedando los Enanitos Verdes en Bogotá. Comencé a gritar como loca por toda la casa. Marciano me decía que quería que fuera al día siguiente al hotel. En mi cabeza no cabía mucho la idea de que eso estuviera ocurriendo y en mi corazón no cabía la felicidad que estaba sintiendo en aquel momento. Ni mi mamá ni mi hermano podía creerlo, yo no sabía qué hacer! Bajé y volví a subir. -¡Llama!- me dijo mi hermano -No soy capaz- le dije aterrada -No seas boba que si eres capaz – me dijo tomando el teléfono, marcando el número y entregándome la bocina para que yo hablara. Al otro lado oí una voz que decía “Hotel Windsor, buenas noches” -Buenas noches – dije con la voz temblando- podría comunicarme con la habitación del señor Marciano Cantero? – -Con mucho gusto – respondió la voz de la mujer al otro lado del teléfono. Sonó un poco de música por un momento hasta que alguien atendió al otro lado. -Hola – respondió la inconfundible voz de Marciano Cantero con su acento. -Marciano, hablas con Carolina Jaramillo, hace un rato recibí un mail tuyo. Yo soy la vicepresidenta del club de fans.

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-Hola!!! Qué tal? – me respondió el en un tono alegre -Todo muy bien. Y ¿ustedes? ¿Cómo estuvo el viaje? – le respondí con un poco mas de confianza. -Bien, todo muy bien. Te decía en el mail si querías venir mañana al hotel después del medio día que estamos desocupados. -Claro! No tengo ningún problema. Por ahí a las dos de la tarde estaría bien? -Si, a esa hora esta perfecto. Igual dame tu número celular por si se nos presenta algo yo te aviso Le di mi número celular y quedamos de vernos al día siguiente a las 2 de la tarde en el hotel en el que se encontraban. Esto era algo increíble! Intentaba no pensar mucho en eso y mucho menos hacerme demasiadas ilusiones. Mi mamá, como siempre un poco desconfiada, me insistía que todo podía ser una mentira, pero que sin embargo, ella me apoyaba y me iba a acompañar. Yo llevaba 12 años esperando un concierto, pero esto era mucho más de lo que en cualquier momento yo hubiera podido soñar. Les conté a algunas personas esa noche, sin embargo decidí que era mejor esperar a ver qué pasaba el día siguiente, antes de que todo el mundo se enterara alisté cámaras, pilas, discos y hojas. Esa noche casi ni dormí de la ansiedad que me producía lo que estaba pasando. Al día siguiente comenzaba semestre en la universidad y tenía clase a las 9 de la mañana. Llegué tarde a la primera clase y no pude entrar. Sabía además, que a la que tenía después solo iba a entrar 15 minutos porque debía irme a encontrar con mi mamá para poder llegar al hotel justo a las 2 de la tarde. Salí de la universidad y tenía que hacer un transbordo en una de las estaciones del transmilenio para poderme encontrar con mi mamá. Mientras tomaba

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el bus sonó mi celular y al contestar, resulto ser Marciano Cantero. Les habían puesto una rueda de prensa a las 2:30 y quería saber si podía ir un poco más temprano para verme con ellos o si prefería ir con ellos a la rueda de prensa. Le contesté que ya iba en camino, que me esperara que ya estaba por llegar. Iba muy preocupada por llegar rápido y que no hubiera tráfico en la vía. Logré llegar al punto donde debía encontrarme con mi mamá y salir de ahí para el hotel. Como cosa rara en esta ciudad, aquel día no había nada de tráfico y nos demoramos muy poco en llegar, conseguimos hacerlo a tiempo. Entramos al parqueadero, el portero nos preguntó a quien íbamos a ver. “A Marciano Cantero” le contesté, “sigan por favor” respondió el hombre dándonos paso. Yo estaba muy nerviosa, no sabía qué hacer, ni como hablar. Subimos por el ascensor al Lobby del hotel y en la recepción le dije al señor: “vengo a ver a Marciano Cantero”. Revisó en el sistema que los datos fueran correctos, tomó el teléfono y llamó a la habitación. Señor Cantero, lo buscan aquí en el Lobby. La señorita Carolina Jaramillo. Esperó la respuesta y continúo hablando- perfecto, yo le digo-. Colgó el teléfono y me dijo que ya bajaba, que por favor lo esperáramos en la salita y me señaló unas sillas que estaban detrás de nosotras. Nos sentamos. Le dije a mi mamá: ¿viste que esto no es ningún cuento? Es verdad! Al momentito vi aparecer al hombre que con su música me había hecho enamorarme de un país y de una cultura. Que desde siempre me acompañó en los momentos más felices y más tristes de mi vida, y que de una u otra forma por medió de excelentes letras me hizo aprender muchas cosas de la vida. Me puse de pie, lo saludé con un abrazo, le presenté a mi mamá, y tomamos la primera foto de una gran tarde. Hablamos muchísimo, sentados en aquella sa-

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lita de el lobby del hotel, como si nos conociéramos de hace muchos años. Aquí ninguno era más o menos que el otro, éramos dos personas iguales. Le pregunté sobre canciones, letras, experiencias, le hablé del club de fans, y me dijo que me iba a presentar a Juan Carlos el manager para que pudiera estar en contacto siempre con él y estar al tanto de las noticias, para el club. Le conté como me habían empezado a gustar y las cosas que en mi vida había producido su música. Fue una tarde increíble, llena de historias, uno de esos días en que mucho tiempo después cuesta asimilarlo y entender esas coincidencias y esas sorpresas de la vida. Una historia que al contarla se hace increíble, pero que siempre estaría viva en mi memoria. Una tarde que me demostró que querer es poder. Marciano me firmó mis CDS, me dió autógrafos para mis amigos, y firmó el cuaderno donde yo escribía este libro. Le conté que había dos personas con las que hubiera querido compartir este momento y que justo no estaban en Colombia: una era Andre, mi prima que andaba de paseo en EU y la otra Juane, mi mejor amigo, que se había ido 6 meses a estudiar inglés. Al rato bajó Juan Carlos, otra excelente persona que también me dió su apoyo para el club y su contacto para estar al tanto de las noticias. Otro rato después bajo Daniel (el baterista). Con él me tomé una foto y se fue porque estaba de afán, sin embargo, Marciano me presentó ante él como la vicepresidenta del club de fans para América Latina. Finalmente, después de un par de largas horas, ellos se tenían que ir para la rueda de prensa. Juan Carlos me dijo que lo llamara al día siguiente para que nos diera pases VIP para el concierto a mí y a mis amigos, y me dió su número de celular. Salimos del hotel, no se cual de las dos estaba más emocionada y mas sorprendida, con todo lo que había pasado. Repasábamos la historia una y otra vez y cada intento sonaba más absurdo. Por la tarde subí las fotos, le conté a todos mis amigos y a la gente del club, porque ahora si era real y había evidencia de eso. Charlie estaba feliz, por fin su club era oficial, por fin su sueño se hacía realidad.

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El esperado concierto

“Me sorprendo de lo que veo y lo que oigo, solo soy yo, soy tan yo que me siento extraña, pero simplemente soy yo.” Esa noche decidimos con quien íbamos a ir al concierto. Al día siguiente dejé todo listo y me fui para la Universidad. Cuando salí eran las 3, nos íbamos a encontrar con mi mamá para irnos al parque donde era el concierto. Llegamos al parque Simón Bolívar, las filas eran bastante largas. Llamé a Juan Carlos y me dijo que me tenía los pases que me había prometido, que fuéramos por ellos al hotel. Nos devolvimos al hotel y mi mamá me decía que no me emocionara que de pronto no estaban en el hotel. Finalmente llegamos y él salió. Me saludo de gran abrazo y me dió los pases VIP. Yo había oído que en una emisora los estaban regalando y había llamado un par de veces sin obtener respuesta alguna, finalmente había desistido de la idea porque algo me decía que no los iba a necesitar. Le pregunté que si los chicos andaban por ahí para que mi hermano y Majo que se habían bajado conmigo los conocieran. Me dijo que no estaban ahí pero que cuando se acabara el concierto, lo llamara para que pudiéramos pasar a los camerinos. Todo eso fue a las 4 de la tarde. Finalmente salieron al escenario como a las 9 de la noche, después de la presentación de Miguel Mateos. Nos acompañaba un hermoso cielo estrellado, y la presencia de una luna imponente. Doce años reunidos en un instante, increíble, aun escribiendo me contagio de lo que ese día estaba sintiendo. Con una majestuosa presentación se cumplió uno de los tan anhelados sueños de esta cadena de sueños, de esta cadena de historias. Después del show comenzaron unos juegos pirotécnicos que iluminaron el cielo de la capital Colombiana. Mientras el espectáculo pirotécnico, yo intentaba

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comunicarme con Juan Carlos. Varias veces se cayó la llamada, pero finalmente logré decirle donde estábamos para que fuera a buscarnos. Paso un momento, al fondo lo vi venir caminando. Vi como les decía a los organizadores que nos dejaran pasar porque éramos del club de fans de Los Enanitos Verdes. Pasé la barra de seguridad con todos mis amigos, mi hermano y mi mamá; mientras le agradecía a él por lo que estaba haciendo para que todo esto fuera posible. Paramos al lado de la camioneta donde se irían, mientras Juan Carlos iba a hablar adentro y nos daban el visto bueno para entrar al camerino. Alguien se me paró al lado, pero no volteé a mirar quien era, solo oí como Majo le decía que si quería tomarse una foto conmigo. Me di la vuelta y estaba ahí Chicho el tecladista de la banda desde hacía muchos años, y que justo ese día había dado su último concierto con ellos. Emocionada le dije:”no lo puedo creer”. Nos tomamos la foto y pasó por ahí Daniel que ya se iba a subir a la camioneta. Me tomé una foto con él, mientras Juan Carlos salía. De repente comenzó a llamarme desde una de las carpas, donde estaban Felipe y Marciano. Comencé a caminar hacia la entrada, de la cual estaba saliendo en ese instante el alcalde de Bogotá. Juan Carlos le decía: “permiso señor alcalde, que va a entrar el club de fans de Los Enanitos Verdes”. El señor alcalde tuvo que salir rápidamente, nos saludó en la entrada de la carpa y se fue seguido de dos guardaespaldas. Entré de primeras, al fondo vi a Marciano y a Felipe que no lo había visto el día anterior. Me acerqué a Marciano que me vió y me dió un gran abrazo, saludo a mi mamá que no dejaba de halagarlos y agradecerles, y le presente a mi hermano y a los demás. Nos tomamos unas fotos, y de pronto le dije: “hey, ¿no me vas a presentar a Felipe? “Y me dijo claro, claro!. Lo llamó haciéndole señas con la mano y Felipe se acercó. “Felipe te presento a Carolina la presidenta del club de fans de Enanitos Verdes en Colombia y la vicepresidenta para Latinoamérica”. Felipe me saludó muy alegremente con un abrazo, conversamos un rato sobre el club y sobre el grupo. No faltó la oportunidad para tomarse fotos, con aquel hombre que tanto deseaba conocer porque su música y su forma de ser inspiraban mi vida. Después de charlar conmigo y con mi hermano, le dijo a él que le tenía un regalo y le dió el pick con que había tocado en el concierto. Tuve la oportu-

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nidad de preguntarle por las razones y el contexto en el que había nacido la canción derribando sueños, mi favorita. Con su respuesta pude hacerme una idea de por qué la habían escrito. Finalmente ellos tuvieron que irse, nos despedimos y nosotros también salimos del parque rumbo a nuestras casas. La sensación era increíble, inexplicable… mi mamá me decía que eso era impresionante y que eso solo me pasaba a mí. Mi hermano y los que habíamos invitado, Majo, Juanita y Alejandro Henao, no lo podían creer… estábamos todos como en estado de shock, era una sensación impresionante como caminar por las nubes, una satisfacción y una felicidad llenaba nuestros corazones y nuestros rostros. Todos me decían, que me diera cuenta de lo que había logrado… no lo podíamos creer, aun contarlo sigue sonando absurdo. Esa semana transmití por radió desde internet, en el programa de Charlie “La hora de Los Enanitos Verdes”, contando la historia de cómo había sido todo el encuentro y de cómo ahora éramos un club oficial. Los fans de Latino América estaban felices y Charlie no podía creer que al fin su sueño era realidad. Con esto se inició una nueva era del Club, de intercambio de información y de cultura y el nacimiento de grandes amistades en torno a Los Enanos.

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Preparativos

“todo lo vivido en el pasado era necesario para que en el presente o en el futuro alguna cosa fuera diferente.”

Comenzó a pasar el tiempo, buscábamos hoteles, sitios turísticos, comprábamos cosas, armábamos itinerarios, planeábamos recorridos y todo giraba en torno al viaje. La emoción se hacía más fuerte y las ganas de “ver el otro lado de la vitrina” que me separaba de Argentina se convertía día a día en algo más cercano. El tiempo comenzó a volar, cada vez pasaba más rápido, era inevitable que se me cruzaran pensamientos y me preguntara ¿por qué había decidido ir? o ¿por qué había tomado esa decisión?. Intentaba no hablar del tema, y no contar mucho, pero las personas que sabían le contaban a otros y me preguntaban cosas, como una cadena interminable, en la que todo el mundo quería saber como lo había logrado. Yo comencé a vender dulces y gaseosa para terminar de conseguir la plata y por eso despertaba más curiosidad en la gente, que preguntaba y preguntaba, en la universidad y en los scouts. Mis papás decidieron darme de regalo de navidad una pasada por Mendoza. Íbamos a aprovechar que estábamos en Santiago de Chile, para pasar a Mendoza, tierra de Los Enanitos Verdes, que estaba a solo 5 horas y tendríamos la oportunidad de pasar y ver el Aconcagua. La noticia se regó junto con el crecimiento del club de fans y el aumento de personas de Mendoza, que justamente eran amigos de Felipe y de Juan Pablo (el hijo) que ahora también hacia parte del grupo. Cada vez faltaba menos, cada vez había menos tiempo y un montón de cosas se venían encima, creo que me alejé un poco de algunas cosas pues me

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sentía por una parte invadida y presionada, como que todo el mundo hablaba del tema y tenían muchas expectativas frente a eso y yo había decidido que lo mejor era no generarme expectativas de nada, pues así todo lo que pasara me sorprendería y estaría preparada si algo no salía bien durante el viaje. Tuve que sentarme muchas veces a pensar que la única y mejor forma era ponerle buena actitud, tratar de alejarme por completo de cualquier prejuicio, esperanza o expectativa que se me cruzara por el camino o por la mente. Comencé a dedicarle más tiempo a otras cosas para así no pensar en miedos o angustia que tenía. Sabía que después de todo, una buena actitud era lo único que me ayudaría el día que pasara el vidrio a través del cual estaba viendo, a veces claro, pero sin entender mucho, otras veces oscuro, otras nublado; simplemente estaba detrás de una vitrina esperando el golpe que la rompiera. Un día en clase de dibujo, se me cruzó el título de un libro que tuve que comprar: ¨el poder de la coincidencia¨, que mediante una teoría descrita por Carl Young un alumno de Freud, explicaba que en la vida, llegar a un equilibrio con el mundo que nos rodea nos permite identificar fácilmente la SINCRONIA, una especie de coincidencia significativa o una cadena de coincidencias, que desencadena una serie de acontecimientos que lo llevan a uno a un destino, un lugar, un proyecto, un momento, una situación, un algo. Al final había logrado entender todo lo que me pasaba, el libro me había dado muchas pistas y muchas herramientas para poder comprender estas sincronías que me llevaban a Argentina. Al analizar todo lo que había venido pasando, era de esperarse que la vida me estuviera indicando mediante coincidencias significativas, que debiera estar allí.

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Me tranquilizaba la idea de saber que no había forzado nada, y que lo único que había hecho era seguir esa serie de eventos que me llevarían a Argentina, donde seguramente vería, aprendería, conocería, entendería o viviría algo que la vida consideraba importante para mi camino. Faltaban 35 días, había días buenos y días malos, me preocupaban muchas cosas, todo lo que había por hacer y obviamente tenía miedo, más miedo que nunca. Trataba de estar tranquila y cuando lo lograba alguien a mí alrededor conseguía preocuparme. Ya solo me faltaban los últimos dos capítulos de rayuela que leeré en el avión. Intente convencerme de que hice lo que debía hacer, no forcé nada, la sincronía me había llevado hasta donde estaba. Fui a una iglesia como aquella vez que salí de ver a mis amigos en Bariloche, hice la promesa de que si aprendía lo que tenía que aprender y no tenía ningún contratiempo en el viaje de ninguna índole, (se incluye en esa ninguna índole las actitudes de las personas) cuando volviera haría una obra de caridad en nombre de eso que había aprendido. Di mucho en todo esto, ahora solo me quedaba caminar hacia adelante y ver qué tenía que aprender. Lloré, pero sentía el alma tranquila, había hecho todo lo que tenía por hacer, solo me queda el miedo a lo desconocido. Aun quedaba un mes y una semana detrás del vidrio, comiéndome las uñas y esperando el día en que debiera subirme a un gran pájaro. Intenté sobrevivir tranquilamente a lo que quedaba, confiando en la vida y apartando el miedo con buena actitud. Faltaban 15 días, la reacción fue completamente inesperada, no tenía miedo, no sé si lo que tenía era resignación o aun no me lo creía. La mayoría de las cosas ya estaban listas. Los de Buenos Aires me habían ayudado mucho,

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incluso ya teníamos compromisos que tenían fecha y hora. Lo único que me preocupaba era La Plata, no aparecían mucho mis amigos de allá, a lo mejor ni los fuera a ver, sin embargo tenía que ir y quería ir. A lo mejor estaban ocupados con sus cosas, a lo mejor es otro patrón cultural, no lo sé! Poco a poco fui saliendo de cosas, sin embargo, había otras que obstruían mi cabeza, actué impulsivamente en esos últimos días y las cosas raras aumentaron, era como la vida retándome, pero me río y soy fuerte. Aun las cosas seguían siendo sincrónicas…. Faltaban 3 días para irme, la presión, los nervios, la ansiedad y la emoción se hacían inevitables, estaba teniendo que tomar góticas de algo parecido al nervocalm (que le daba Mafalda al papá). Hay algunos comentarios que hacia la gente que no quería leer u oír, pero era parte de todo. Otros tantos se portaron muy bien, sin embargo tenía ochenta mil sentimientos dentro. Por fin se acabo el semestre y decir que el lunes me iba parecía una mentira. Faltaban dos días, la noche anterior no pude dormir bien. Ese día me quede en la casa arreglando las mil cosas que hacían falta, entre ellas escribirle una carta a mi mamá, que lo dejó todo por irse a cumplir mi sueño. El día anterior a irme, pase otra noche de perros, no me hallo. Seguíamos empacando las maletas y despidiéndonos de algunas personas. Esa tarde salí a tomarme algo con Juana, antes de que llegara tan anhelado día.

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Estuve pensado en lo arriesgado que era todo esto, a veces recordaba momentos que me parecían muy lejanos, como el trabajo en el local, o cuando decía en el colegio que me iba a Perú. Pero simplemente parecía que la vida me demostraba a donde es que tenía que ir. Pensaba que todo esto era una locura y me cuestionaba si era lo que soñaba; pero por otra parte me sentía tan feliz como nunca. Hace unos días me pasó una de esas cosas extrañas que hace un tiempo me venían sucediendo. Un tipo me agregó a Facebook y yo juraba que era del club del mate, pues era argentino. Pasó un tiempo y me di cuenta que era un personaje importante de allá, me parecía paradójico que tuviera un famoso argentino que me había agregado y yo ni sabia quien era. Un día hablando del concierto de Los Fabulosos Cadillac en Bogotá, le conté a mi hermano y le dije que el tipo se había metido a un grupo de los Fabulosos que si le sonaba conocido el nombre y él me dijo que creía que era el baterista. Cuando buscamos, resulto que no hacia parte de la banda; pero aun así, yo decidí buscar en el perfil de él a ver en que trabajaba. Buscando encontramos que trabajaba como manager de artistas. Emocionados comenzamos a buscar y resultó ser el manager de Los Cadillac.

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Le mandé varios mails que no respondió, y justo por el clima cancelaron el concierto de aquí en Bogotá, que era antes de yo irme a Argentina. Me inventé la pequeña mentira de que con unos ahorros había comprado un pasaje para Buenos Aires para ir a verlos porque no aguanté las ganas. Esa mañana un día antes de irme, llegó un mensaje de él, diciéndome que no creía que en Argentina alcanzáramos a vernos pero que seguro en Bogotá podríamos encontrarnos, ya que el concierto lo habían aplazado y se haría en febrero. Si!, más y más sincronías, esa es mi vida… 2 veces en un año y la tercera en la vida si contamos lo de patito feo. Un día antes de irme, Any me contó que una compañera de ella del trabajo le había estado contando que una amiga pertenecía al club del mate, todo esto era bastante sorprendente para mí, todo se iba dando así y que este tipo de coincidencias se convertían poco a poco en el pan de cada día. Solo quedaba esperar a ver qué pasaba, que me esperaba y que iba saliendo, pero estaba más que demostrado que querer es poder.

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Nuevo comienzo

“y descubrir la realidad del sueño o el sueño hecho realidad.”

¡Llegó el día! Sobra decir que la noche anterior no dormí muy bien, la gente seguía mandando mensajes y llamando, y me preguntaba si así es de grande el ejemplo que estaba dando. Hicimos todos los últimos preparativos esa mañana. Si dos día antes había tenido un hueco en el estomago y el día anterior tenía un cráter, lo que sentía el día que nos íbamos era un foso! Empecé a tener dolor de cabeza y todo lo hacía como por inercia…. Seguía sin creérmela. A las 4:30 pm llegaron Nanita y Lucha, mis tías, a recogernos para llevarnos al aeropuerto. No fue mucho lo que hablé en el carro, andaba como en otro planeta, sin pensar en nada, con la mente en blanco y esa sensación de extrañeza que no se iba de mi mente y de mi cuerpo. Tenía muchas ganas de vomitar y el hueco seguía así, pero nos acompañaba el más hermoso atardecer del mundo. Los negros árboles contrastaban con el rojizo cielo que se veía al occidente de Bogotá mientras nos dirigíamos al aeropuerto. Todo eso me impedía pensar. Llegamos al aeropuerto, eran las 6 p.m., nos chequeamos, pasamos las maletas y subimos a tomar café. Ahora como que si era verdad. Llamé a mucha gente a despedirme mientras esperábamos para entrar a la sala de espera. Sigo sorprendiéndome de las palabras de las personas: yo no pedí cosas buenas para este viaje, pedí que todo fuera como debía haber sido, que aprendiera lo que tenía que aprender y que me siguiera sorprendiendo la naturaleza.

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Llegaron mi papá y mi hermano; antes de ir a comer mi hermano me llevó a un lado a hablarme, me dijo que era lo que tanto había luchado, que no dejara que nada ni nadie amargara mi sueño. Fuimos a comer, el hueco en el estomago me impide saber si tengo hambre. De todas formas comí un sándwich porque no sé a qué horas nos darán la comida en el avión. 8 pm. Nos despedimos, el gran momento había llegado, ya no hay vuelta atrás, entre abrazos, besos y palabras pasamos inmigración, abracé a mi mamá y le dije: “nos vamos a la aventura”. Pasamos los controles sin ningún problema y llegamos al duty free donde paseamos un rato y nos sentamos en una mesita a esperar, antes de entrar en la sala. Son las 9:15 p.m. ya estamos en la sala de espera, esperando a ver a qué hora nos hacen pasar al avión. En Argentina ya deben ser las 12:15 pm y debe estar comenzando el martes 25. El calor es insoportable, me siento con muchas ganas de vomitar y el vacío sigue ahí, es posible que todo esto esté pasando? Es como un estado de trance en el que es incomprensible las cosas que pasan y que siento. 9:55 pm nos montamos al avión, aun mis sentimientos eran confusos, vamos en una fila de las del centro. Nos toco con un argentino nacido en Tucumán, que venía de New York de visitar a sus hijos y sus nietos. Nos conversó un rato hasta que yo prendí el MP4 para oír la canción del viaje ¨cordillera¨ de Los

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Enanitos. No pude terminar de oírla porque prendieron los televisores y comenzaron a decir que apagáramos los aparatos, el avión iba a despegar. Cogí de la mano a mi mamá lloré, lloré, mucho saqué de mi todo lo que hace días llevaba dentro; le dije: “yo jamás creí que este momento llegaría”.”¿Cómo no, si todos lo habían creído?” me respondió. Le dije ¨yo les hice creer algo que yo no me había creído aún¨. Me sentía tan feliz, tan orgullosa, tan angustiada y con tanto miedo. Saqué rayuela, siempre dije que los dos últimos capítulos los leería en el avión. El último contaba de Horacio, en una clínica. Cortázar menciona que él no puede dormir, pero se va a un largo viaje. En la última hoja Majo me había dejado un mensaje, una semana antes de terminar de trabajar en el local, ahora ya estaba montada en un avión. Despegó el avión, le rogué a mi mamá que me pellizcara y después de leídos los dos últimos capítulos procedí a leer los mensajes que mis amigos habían escrito al final de mi libro, de este libro. Sus huellas eran tan importantes en ese momento, todo era una especie de ritual, algo que durante mucho yo había planeado. Era la forma de llevármelos a este gran viaje, a esta gran aventura que emprendía, era la forma de recordar cosas y de no olvidar otras que serian indispensables durante el mes que estuviera fuera.

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Sus mensajes me llenaron de fuerza, me hicieron sentirme segura, me recordaron cosas que tenía que recordar, momentos, sentimientos, vivencias, me recordaron que no estoy sola y que en algún lugar del mundo hay varios corazones vibrando al ritmo de este sueño. Mi mamá me dice lo orgullosa que esta de mí, dice que soy la esperanza de muchos y el ejemplo a seguir de muchos otros. Eran las 11pm., hora colombiana, en Buenos Aires debían ser las 2 a.m. del martes. Estábamos volando sobre San José del Guaviare rumbo a Leticia, Brasil, Rosario y finalmente Ezeiza, el aeropuerto de Buenos Aires. El avión iba a 900 Km. por hora. Había que intentar dormir para estar bien al día siguiente. Antes de arrancar saqué el papelito de la virgen de los Scouts de Lujan para rezarle, pues fue la que me llevó de vuelta a la Argentina, yo se lo pedí en Bariloche en la capilla de San Eduardo. Pasaron la comida, preguntaban si uno quería raviolis o wrap de pollo. Como íbamos viajando con tantos argentinos era inevitable no haber oído un “posho” y haberse transportado a los momentos pollisticos anteriores al viaje. De postre eran panderitos. Oí por allá atrás la palabra shiga (giga) y después de una cerveza Águila bien fría esperaba comenzar a dormir.

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Después de comer fui al baño y cuando llegué el viejito que estaba sentado al lado mío, no hacía más que hablarle a mi mamá y echarle cuentos y cuentos y la pobre andaba fundida del sueño, hasta que por fin el viejito entendió que queríamos dormir. La noche fue larga, no pudimos dormir mucho y amanecimos con dolor de garganta del aire acondicionado del avión. Según mi reloj al que ya le había cambiado la hora faltaba un cuarto para las 7, o sea en Colombia debía faltar un cuarto para las 4. Nos recibió un espectacular amanecer, que vemos por la ventana, volamos hacia el sur y se veía en el cielo un juego de luces amarillas, azules, naranjas y rojos. Fue un vuelo bastante movido. Faltaban 20 minutos para las 7 de la mañana hora Argentina y ya comenzábamos el descenso, la temperatura era de 21 grados centígrados.

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Llegando a Buenos Aires “Y yo estoy solo derribando sueños”

7:10 a.m. tocamos tierra Argentina y a las 7:20 salimos del avión, pasamos a recoger las maletas y a la aduana. La sensación era muy extraña, no podía pensar de la emoción. Comenzamos a sentir el calor del verano mientras salimos a la parte de afuera. Al salir nos encontramos con un letrero que dice Carolina Jaramillo, era el primo de Sussy que venía por nosotras en su taxi. Íbamos en el taxi. Pasamos por una Iglesia mormona parecida a la de Bogotá, el día estaba espectacular, eran las 8:30 a.m. En el trayecto vi a un par de tipos en un carro tomando mate, algún día quiero hacer eso! Es increíble incluso en los carros tomen mate! Pasamos por el frente de la casa de la selección Argentina mientras nos acercamos al centro de Buenos Aires bajo un sol espectacular escuchando las marchas de estadio del Boca Juniors en el carro. Aprovechamos para conversar un poco con el primo de Sussy, en medio de la congestión de la mañana. Llegamos al departamento que habíamos alquilado ubicado en las calles Suipacha y Córdoba como a las 9:30 am, después de un largo trayecto en el taxi. El señor que nos lo entregaba, nos había citado a las 10 am, así que aprovechamos para desayunar unas tortillas típicas con cortado mientras era la hora de recibir nuestra casa por los próximos días. El portero se llamaba Marcelo y muy amablemente nos ayudó a subir las maletas y don Francisco (el dueño del departamento) nos lo entregó tal y

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como habíamos quedado a las 10 de la mañana. Recibimos las llaves y los papeles. Sorprendentemente en nuestra nueva casa, ya había llegado el correo; Any me había dejado un sobre con información sobre Argentina. Salimos a cambiar plata y a buscar de donde llamar para avisar que habíamos llegado. El lugar era hermoso, lleno de edificios antiguos, y muchos locales comerciales. Llamamos a mi hermano y después caminamos como 3 cuadras hacia un centro comercial construido en un antiguo edificio público de la ciudad. La que antes era una plaza de mercado, ahora, Galerías Pacifico, está ubicada en uno de los paseos peatonales del centro muy cerca de nuestro apartamento. Allí estaba la casa de cambios y al llegar nos dimos cuenta de que no habíamos llevado ningún documento para cambiar la plata, así que unos Brasileros nos empezaron a hablar y casi ni les entendimos lo que nos decían, pero nos ayudaron cambiándonos 20 dólares y hasta de futbol terminamos hablando. Luego fuimos a buscar un chip para el celular y algo de comer. Conseguimos el chip y pasamos por un mini mercado donde por fin pude comerme mis tan anheladas galletas pepitos! Volvimos al departamento a bañarnos, a organizar la maleta y a reposar un poco. Aproveché ese tiempo para enviar mensajes a todos mis amigos avisándoles que ya había llegado y que tenía número de celular de allá.

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Después de un rato llegó Margarita Luna, hija de unos amigos de mis papás que vive allá. Le entregamos las cosas que le mandaron, tomamos café colombiano y salimos a caminar y a cambiar el resto de dólares para almorzar. En Galerías Pacifico nos encontramos con Christian, otro hijo de amigos de mis papás, al que le dimos los encargos que le habían mandado sus papás. Como a las 3 p.m. almorzamos sándwich de milanesa y volvimos al departamento para que Margarita se llevara la maleta que va para Chile, así nosotros no tenemos que cargarla por todas partes el resto de nuestro viaje. Durante el día ya había recibido unos cuantos mensajes, Sussy, Caro, Ariel y Nati. A las 4 quedamos de encontrarnos con Javier en el obelisco. Caminamos hacia allá guiadas por un mapa que nos habíamos conseguido. Íbamos a cruzar Cerrito para llegar a la Plaza de la República, justo donde se encuentra el obelisco y delante nuestro iba un chico muy lindo. Le dije a mi mamá… ese es Javier, y me dijo: ¿estás segura?

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Pasamos a la Plaza de la República cuando el semáforo cambió y le dije: si se para ahí como buscando a alguien es porque es él. El muchacho, efectivamente comenzó a buscar, como si estuviera esperando a alguien, y le dije a mi mamá, es él! Fuimos y lo saludamos. Fue un encuentro extraño, él no es scout ni tiene nada que ver con el club del mate, tampoco conoce a ninguno de mis amigos, sin embargo es una persona espectacular, amable y cariñosa. Caminamos todo el centro, aprendimos sobre la ciudad y su historia, nos tomamos fotos, estuvimos en la Casa Rosada, Plaza de Mayo, la catedral de la ciudad, que por fuera parece un templo griego y por dentro parece como una Basílica Romana. Aprovechamos la caminata por los paseos peatonales para hacer las primeras compras y ahí compré mi primer mate porteño. Caminamos como 3 horas por la calle peatonal Florida, una calle llena de comercios y movimiento a cualquier hora del día. Como a las 5:00 p.m. comenzaban a poner en medio de la calle puestos de artesanías y algunas personas salían a hacer espectáculos y a bailar tango en medió de los transeúntes que transitaban la congestionada calle. Nos comimos el primer helado artesanal de todo el paseo; y es que Argentina se caracteriza por una gran variedad de sabores de helado y cremas que no son iguales a los de Colombia.

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Como a las 6:00 pm Javi tomó su bus, después de toda la tarde compartiendo con nosotras. Mi mamá y yo seguimos caminando de vuelta a la casa, pero estábamos lejísimos. Caminamos por La Valle, otra de las peatonales del centro de la ciudad porteña, caminando por entre el comercio y la calle, enamoradas de la ciudad, la arquitectura y la gente! Buenos Aires nos sorprendió, es una ciudad espectacular! Pasamos por un supermercado a comprar unas cosas de comida para cenar y pasamos por un café internet para reportarnos a Colombia. Llegamos al departamento rendidas del viaje y la larga caminada del día. Eran como las 8:30p.m, y hacía mucho calor, aun ni siquiera oscurecía, el verano de Buenos Aires regalaba largas jornadas perfectas para recorrer la ciudad. Organizamos algunas cosas, comimos, alistamos todo para el día siguiente y como a las 10:30 pm caímos en un sueño profundo después de un agitado día en el sur del continente.

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La luz del rio

“Si descifro el secreto de mis sueños, el futuro sería como un juego. Pero sé que prefiero arriesgarme, dejar todo atrás y seguir adelante.” La luz del rio, Enanitos Verdes Nos levantamos a las 7 de la mañana, pues había que aprovechar los días al máximo. Arreglamos el departamento, desayunamos, nos bañamos. Salimos del departamento y tomamos camino para San Telmo. Llegamos a la parada del bus y preguntamos qué bus nos servía para llegar allí. La gente muy amable, nos indicó el número del bus que nos llevaría a nuestro destino. Nos subimos y sacamos el mapa para poder ubicarnos, debíamos encontrar la plaza Dorrego. Todo el mundo nos hablaba, nos ayudaba, nos daba consejos e intentaban guiarnos para llegar a uno de los barrios más tradicionales de Buenos Aires. En el bus una señora nos dijo que ella se bajaba en una parada antes de la nuestra, así que nos avisaba para que timbráramos en la siguiente. Otra decía: “tranquilas yo les indico cuando deben bajar del bus”. Cuando llegamos a la parada que era, la mujer, se bajó con nosotras para indicarnos el camino, mientras el chofer del bus la esperaba a que recibiéramos las indicaciones sobre la dirección que teníamos que tomar. Si Buenos Aires nos había sorprendido, la calidad de la gente, nos tenía absolutamente impresionadas. Tal vez esta era una forma de darse cuenta de que los estereotipos que se tienen por fuera acerca de una sociedad, no siempre son la realidad de cómo esa sociedad actúa. Esto me enseñó que nunca hay que creer en los preconceptos, uno no debe guiarse por lo que la gente dice generalizando, cada quien habla sobre su experiencia y se debe hablar solo de lo que realmente se conoce. Hay que abrir la mente y conocer las cosas antes de juzgarlas.

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Nos bajamos a unas cuadras de la Plaza Dorrego en San Telmo. Caminamos y finalmente llegamos a la famosa Plaza Dorrego. Nos sentamos en la placita, donde una pareja bailaba tango. Nos tomamos un delicioso batido de durazno, que nos calmó la sed y nos refrescó mientras disfrutábamos del espectáculo de baile. Nos atendió un mesero colombiano que estaba estudiando música en Buenos Aires. Caminamos por la placita y compramos algunas cosas en la feria de artesanos que caracteriza a este lugar. Pasamos por algunos puestos en donde el arte del filete porteño, tradicional de la ciudad, cubría las estanterías con diversos objetos como letreros y mates. Los bares que rodeaban la placita estaban colmados de historias que se dejaban ver en sus llamativos nombres y fachadas. En uno de ellos se podía ver una hermosa escultura de Carlos Gardel, acompañado de Mafalda y Homero Simpson con una cerveza en la mano. Después tomamos otro bus para ir al barrio La Boca, nuevamente todo el mundo nos ayudó a encontrar el camino y el bus que nos llevaría al barrio que quiso ser república independiente. Nos bajamos del bus y caminamos al lado de una curva que hace el río de La Plata y pasamos por una galería donde compramos algunas cosas, probamos el dulce de leche, el licor de dulce de leche, nos regalaron agua y nos hicieron una súper rebaja por ser colombianas! En todas partes nos pedían que habláramos mucho y que repitiéramos ciertas frases; les encanta el acento y nos preguntaban por las novelas, El Cartel, Pedro el Escamoso, Betty la Fea, y siempre tenían una palabra amable para Colombia. En ese sitio, realmente, nos hicieron sentir aún más felices y orgullosas de ser colombianas por la forma en que nos trataron. Inclusive había más personas, pero todo el personal que estaba en el local, estaba era interesado en nosotros, fue muy lindo y realmente especial! Estábamos felices, de inmiscuirnos en la nueva cultura escuchando las que para nosotras, eran nuevas palabras.

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Seguimos caminando hasta la calle de Caminito… mágica, espectacular, increíble, lleno de tango, de arte, de historias, de futbol, de Argentina, indescriptible. Música por todos lados, colores y la gente caminando entre los cafecitos y restaurantes típicos de la ciudad. Hay que vivirlo para sentirlo, es la vida Argentina, es el aire porteño, es la historia! En algún momento nos topamos con un hombre vestido de Maradona, quería que nos tomáramos una foto con él (pagando, claro!) y nos hablaba de las maravillas que tenía Colombia. Definitivamente ellos saben cómo explotar correctamente el turismo y como tratar a los forasteros que visitan la ciudad. Caminando llegamos al estadio La Bombonera, un lugar que nos dejó sin palabras, enérgico, vibrante y colorido, imponente e impresionante! Los alrededores y las fachadas de las casas, llenos de sitios de las barras, museos, la cumbia argentina, el futbol, los héroes, la música, el amarillo y el azul. Algunos almacenes de cosas de Boca Juniors donde uno puede deleitarse con los mejores productos para hinchas del equipo. Ahí siente uno y entiende la pasión Argentina por el futbol, ese deporte que trasnocha a una sociedad y que hace que la pasión pos sus equipos corra por las venas, es un sentimiento que se contagia. El estadio, inmenso, monumental en medió del tradicional barrio de la ciudad. Lo que más impresiona es todo el ambiente de fanatismo, la alegría, el colorido, las estatuas de los ídolos, las estrellas en las aceras con las huellas de los jugadores, cada detalle, que hace que aunque uno no sea aficionado al futbol, vibre con esa pasión! Nos tomamos fotos con la estatua de Maradona que estaba dentro del estadio justo a la entrada del museo para los hinchas. Luego volvimos caminando a la calle Caminito, donde entramos a un pequeño café-bar llamado Filiberto en honor a Juan de Dios Filiberto, un conocido cantante de tangos argentino y uno de mis favoritos, pues su canción Malevaje aparece como parte de la

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banda sonora de la película Tango Feroz. Había fotos colgadas en las paredes del local, que dejaban ver a grandes personalidades que habían estado allí, como al ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton y otra gente famosa. Nos tomamos un batido, una de nuestras bebidas favoritas del paseo y luego de un pequeño descansito seguimos caminando para tomar el colectivo. Pasamos por un museo de papel y grabado, Maguncia, pero ya no teníamos plata pues en San Telmo nos habíamos enloquecido con las artesanías, y por cansancio del día anterior tampoco habíamos hecho cuentas, no habíamos llevado lo suficiente y solo teníamos para devolvernos al departamento. Mi mamá me insistía en que tenía que entrar, pero no sabíamos cuanto costaba la entrada ni si lo que teníamos nos alcanzaba. Decidimos entrar y averiguar para ver si podía ver el museo o no. La entrada valía $5 pesos argentinos y evidentemente no nos alcanzaba, pero la señora muy querida, nos dijo que como yo era estudiante, me la dejaba en $2. Con esa rebaja nos quedaba la plata suficiente para que yo entrara y para tomar el bus de vuelta, así que sin pensarlo entré. Mientras tanto mi mamá se quedó en la recepción esperándome. Allí la hicieron sentar, le dieron agua, le mostraron catálogos de la exposición. Era una galería en que grababan en el papel que ellos mismos hacían. Era chiquita pero había cosas espectaculares! Cuando terminé de recorrerla bajé y mi mamá estaba hablando con un montón de gente que había conocido mientras me esperaba. Nos quedamos ahí, me ofrecieron agua porque hacia muchísimo calor.

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En ese momento llegó el artista de una de las exposiciones que había en el lugar, me lo presentaron, me tomé fotos con él, me contó sobre la obra que estaba exponiendo. Hablamos de arte, de qué me inspiraba su obra y de que sentía al ver los cuadros hechos en papel que él había realizado. Fue una experiencia maravillosa haber compartido con él y que me contara sobre su trabajo, es algo que no pasa todas las veces que vas a un museo. Al salir de allí, después de tan agradable encuentro, tomamos el colectivo 152, recorrimos el centro, y llegamos al departamento. Sacamos plata, nos cambiamos y alistamos las cosas que necesitábamos para salir de nuevo. Eran las 5:30 y no habíamos almorzado, así que comimos algo rápido y caminamos como 40 cuadras para llegar a la esquina donde Any nos estaba esperando. Que persona tan increíble, fue como si nos conociéramos de toda la vida, como si nos hubiéramos visto antes. Toda esa sincronía seguía sorprendiéndome, pero ya no pensaba en el por qué, solo dejaba que la vida me mostrara lo que debía pasar, que la vida me sorprendiera con esos encuentros inesperados y con esas personas que poco a poco se convertían en gente muy especial para mí. Cada momento que pasaba, cada cosa que vivía era una alegría que llenaba mi corazón de satisfacción, estaba en el lugar indicado en el momento indicado, después de todo lo que había sucedido y de todo lo que había luchado. Con Any, caminamos hacia la reserva natural que queda al lado del Rio de La Plata. Es un espacio impresionante lleno de árboles, como un pulmón dentro de la ciudad. Vimos la flor nacional, estuvimos a la orilla del rio, tocamos sus aguas y nos llenamos los ojos de naturaleza y paisaje. Es un contraste muy bonito entre la ciudad llena de cemento, de esa arquitectura tan imponente y en medió de ella, sentir la naturaleza así de cerca. Desde el lugar se vislumbraban parte de las grandes torres del centro de la ciudad que hacían un juego de colores con los diferentes verdes que nos presentaba la reserva. Mientras disfrutábamos de una animada conversación con mi amiga matera, caminábamos por el borde de la reserva, sobre una de las avenidas de la

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ciudad. Any nos contó que antes el rio de la Plata iba hasta lo que hoy en día es esa avenida. Sin embargo, en el pasado había sido rellenado para poder construir una parte moderna de la ciudad. De la reserva tomamos camino hacia Puerto Madero, una zona espectacular donde están las bodegas y los barcos. En sus alrededores están restaurantes famosos y costosos apartamentos. En el camino nos tomamos fotos en la estatua en honor al corredor de la formula 1 Juan Manuel Fangio, paséanos alrededor de los diques, pasamos el puente de La Mujer, vimos la fragata Sarmiento, los nuevos edificios que están construyendo en la zona, los barcos. Es otro sitio muy diferente de lo que habíamos visto, ya que se unen el embarcadero, el agua, con unas vías peatonales muy amplias, con los barcos y en medio de una arquitectura moderna imponente. Desde los alrededores del rio vimos un espectacular atardecer de verano. Puerto Madero, era otra cara de la ciudad, otra de las facetas de Buenos Aires que nos encantó y más nos llamó la atención. Any había hecho las reservas en un restaurante muy elegante, una especie de Rodizio, con muchos cortes diferentes de carnes, barras de ensaladas, mariscos y sushi. Tomamos vino argentino con la deliciosa carne, y charlamos con Any sobre un montón de cosas, cultura, historia, anécdotas, nuestras vidas, las ciudades; se creó una relación muy estrecha, que se mantendría viva por muchos años. Salimos de comer como a las 12 de la noche y aprovechamos para tomar muchas fotos del puerto en la noche. Caminamos hasta el departamento, si, increíble, a esas horas de la noche, todo tranquilo y sin problema. Tres mujeres caminando solas por todo el centro, más o menos unas 20 cuadras y sin ningún problema de seguridad, Las calles llenas de gente y de movimiento, una vida nocturna agitada, los restaurantes, los locales, los bares y una ciudad que nunca duerme. Llegamos al departamento después de un día muy movido casi a las a la 2 a.m. muy cansadas y listas para dormir, pues nos esperaban más aventuras al día siguiente.

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Shunkti

“Amanece el sol sobre la tierra alguien descubrió un mensaje escrito en la pradera, yo soy como vos” Shunkti, Enanitos Verdes

Al otro día, 27 de noviembre, nos levantamos un poco más tarde, como a las 9 a.m. En la mañana no hicimos mucho, tomamos con calma el día, descansamos un rato, arreglamos el departamento, nos arreglamos y salimos hacia el medió día a cambiar plata y al supermercado. Pasamos por una tienda de ropa donde compramos varias cosas para llevar a Colombia de regalos y almorzamos en un restaurante de tenedor libre, donde comimos mucho, todo delicioso y de muy buen precio. Este tipo de restaurantes son muy populares y comunes en Buenos Aires, en los distintos barrios uno los encuentra fácilmente, son baratos y tienen una gran variedad de comidas para elegir. Caminamos hacia el teatro Colón después de nuestra suave mañana. Lamentablemente no pudimos entrar porque estaba en reparaciones. De todas maneras la construcción por fuera era muy llamativa, rítmica y armoniosa, me hacía pensar en edificios de la antigüedad. Estuvimos un rato medió perdidas, por las grandes avenidas. Tuvimos que preguntar por la parada del bus que necesitábamos para ir a la tienda scout. La mayoría de las personas a las que les preguntamos nos recomendaron ir caminando porque estaba “cerca”. Esa cercanía era muy relativa, en Argentina implicaba más o menos caminar unas 20 cuadras y como nadie nos daba razón del paradero, decidimos andar a pie.

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Caminamos mucho, por una calle llamada Libertad, hacia la tienda scout. En el camino lleno de arboles y de verde, pasamos por varios almacenes de arte, donde la parada a ver lo que vendían fue necesaria. Hacia las 3 o 4 de la tarde llegamos al fin a la tienda scout, donde nos recibieron muy cálidamente y conocimos dos scouts chiquitos de Ushuaia y dos de Buenos Aires. Mientras conversábamos e intercambiábamos algo de información yo miraba que cosas vendían para mi colección scout. Después de un rato en el lugar, mi mamá se empezó a sentir mal, aparentemente el calor la había puesto débil y está haciendo que se sintiera enferma. Dejamos la tienda scout, cada vez la veía peor, mas pálida y con el ánimo más bajo. Tuvimos que volver a Libertad e intentar tomar un taxi en hora pico, cosa que es bastante complicada en cualquier capital. Al final logramos conseguir el vehículo y volvimos al departamento a descansar un rato. Al parecer mi mamá sufrió un “Golpe de calor” ya que la temperatura había estado sobre los 40 grados

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y habíamos caminado mucho al sol. Menos mal, llegamos a tiempo al departamento y mi mamá se bañó y tomó mucho liquido, descanso y el aire acondicionado la hizo sentirse mucho mejor. Esa noche íbamos a ver un show de tango en uno de los cafés más tradicionales de la capital porteña. Como a las 8 salimos del departamento y cogimos un colectivo que nos dejó a unas cuantas cuadras de nuestro destino, el café Tortoni. Llegamos al lugar lleno de gente, donde se abría un amplio vestíbulo lleno de mesas, adornos y unas grandes lámparas que colgaban del techo e iluminaban el lugar dándole un aire de magia y tradición. El show era en la bodega del lugar, por lo tanto después de echar una mirada al gran salón lleno de animadas conversaciones al ritmo de espectaculares tangos, bajamos por las estrechas escaleras hacia el lugar del espectáculo nocturno de Tango y Milonga. Aprovechamos la ocasión para deleitarnos con una deliciosa merienda típica, con churros y submarinos; y compartimos la mesa con dos gringos que no hablaban nada de español pero estaban encantados con Argentina.

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El show estuvo espectacular, saludaban a cada país de donde había asistentes del público y nos aplaudieron mucho cuando nombraron a Colombia. Es impresionante ver como aquellas personas bailan tango y milonga, sus movimientos, su ritmo, su armonía. El café está lleno de historias en sus paredes y sus personajes, su música y su tradición. Los instrumentos producen que aquella hermosa música llene el alma de los mejores recuerdos y las mejores memorias del país. Ver bailar tango y milonga es una hermosa tradición de la cual es imprescindible disfrutar si se visita este país. Al final del show nos despedimos de nuestros amigos estadounidenses y salimos a buscar un café internet para reportarnos y revisar correos. Aproveché para arreglar con Willy y Mechi para vernos al día siguiente por la noche. Después de otro largo día volvimos a nuestra casa por varios días en la ciudad porteña y nos sentamos a hacer cuentas mientras comíamos algo. Entradas las altas horas de la noche, con el cuerpo cansado pero el corazón lleno de emociones, como esta aventura nos fuimos a dormir.

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Kumbanquele

“Primavera color limón, un romance cósmico. Soy inmune a su atracción. Un silencio avanzado” Kumbanquele, Enanitos Verdes

El 28 de Noviembre tomamos el metro (subte como lo llaman allá) y nos bajamos en la estación de Palermo. La estación no tenía mucho de particular, pero allí fue donde se suicidó Tanguito, personaje reconocido por haber cantado en Tango Feroz y por una película, que lleva el mismo nombre y que cuenta su historia. Es la historia de un músico que se revela durante la época de la dictadura en Buenos Aires y sufre todas las consecuencias de revelarse e ir en contra de la política de la época. Salimos de la estación y buscamos un colectivo que nos llevara al Jardín Japonés. Al parecer no nos entendieron porque nos dejaron en el jardín botánico. Preguntando y preguntando encontramos otro colectivo que nos servía y que nos dejó en la cuadra de al lado de nuestro destino. El día estaba un poco lluvioso, pero eso no impedía que disfrutáramos de la ciudad y de las largas caminatas, para eso teníamos cada una un paraguas y unos excelentes zapatos para caminar. El jardín nos encantó, otro pequeño pulmón dentro de la ciudad, lleno de construcciones orientales, puentes, flores y todo el estilo japonés reflejado en cada detalle del lugar. Por los senderos del lugar caminábamos y sentíamos una paz indescriptible. El clima le daba un toque diferente al lugar, las góticas de agua cayendo en los estanques y las flores con sus pétalos húmedos llenaban de magia ese

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pequeño jardín. En un restaurante que hay adentro, tomamos té de durazno y frambuesa con galleticas japonesas, mientras nuestros pies tomaban un merecido descanso y nosotras conversábamos sobre nuestra aventura juntas. Al finalizar nuestro corto receso, salimos del jardín caminando hasta el Museo Malba. Mi mamá se quedó esperándome afuera y yo entré a recorrer el recinto. Fue increíble ver el arte desde distintos puntos de vista en otro país, encontrar un millón de técnicas y de buenos exponentes que en otro lugar del mundo. Estuve ahí metida recorriendo los amplios pasillos de las gigantes galerías como 2 horas. Cuando salí me encontré con mi mamá y acordamos ir al supermercado que quedaba cerca a comer algo de almuerzo antes de continuar nuestro paseo por esa zona de la capital argentina. Aprovechamos para recorrer los pasillos del mercado y ver que encontrábamos de extraño. Ahí conseguí el mate con peperina. La peperina es una especie de menta, que en Colombia no se consigue. Sabia de su existencia por una canción de Seru Giran que lleva ese nombre y habla de una mujer que se parece en algunas cosas a mí. Me había causado curiosidad el nombre y después de investigar había descubierto, que además de ser una menta que se tomaba en Argentina, se usaba para acompañar el mate. Luego de nuestro recorrido para almorzar, iniciamos de nuevo la marcha hacia la escultura de la Rosa, una escultura metálica gigante, ubicada en la plaza de las Naciones Unidas. Esta escultura en las noches se cierra como si la flor fuera a volver a nacer. En las calles que nos llevaron hacia ella, se veían tapetes de flores amarillas y moradas de los árboles que habían florecido en primavera (porque el verano inicia el 21 de diciembre). Como estábamos cerca del museo de Bellas Artes, decidimos ir a visitarlo. De nuevo me deleité con las nuevas formas de arte que no había visto antes, con los artistas y los conceptos de ese lado del mundo.

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Me encontré de nuevo con mi mamá que me estaba esperando afuera mientras descansaba sus rodillas. Tomamos un taxi al cementerio de la recoleta, donde nos impresionó el número de gatos que había en los corredores entre las tumbas. Aparentemente los abandonan y los dejan cerca al cementerio y ellos hacen de este, su hogar. Los sepulcros estaban llenos de historias, imponentes estatuas decoraban estos lugares de piedra y como me diría un profesor un tiempo después: “no hay mejor forma de conocer a una cultura que viendo cómo entierra a sus muertos”. Visitamos varias tumbas famosas del lugar, entre ellas la de Evita Perón y algunos otros políticos Argentinos. Al cruzar la calle a la salida del cementerio pasamos al Buenos Aires Design, un centro comercial muy bonito. Allí tomamos otro colectivo que nos dejó al lado del departamento al cual llegamos cansadísimas pues habíamos caminado mucho ese día. Nos acostamos a dormir como media hora para recargar energías y luego nos bañamos, nos cambiamos y fuimos a encontrarnos con Any quien nos había llamado para invitarnos al Gallery Night.

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Gallery Night, es una noche al mes donde en una zona de la ciudad las galerías de arte abren sus puertas, dan champaña y pasabocas para que uno recorra las exposiciones, haga vida social y conozca a los artistas. Se siente como el ambiente bohemio, pienso en Paris, tal vez. Es una actividad extraña, pero me gusta, me siento bien. Al parecer hoy ha sido un día de mucho arte en esta ciudad, es increíble!. Tuve la oportunidad de pasar por varias y conocer a los artistas que exponían sus obras. Will y Mechi llegaban al departamento a las 9pm pero, después me llamaron a decir que llegaban a las 10. Así que aprovechamos para caminar un rato por Florida y despedirnos de Any. Cuando la estábamos despidiendo, Willy mando un mensaje diciendo que ya habían llegado al apartamento, que estaban esperando afuera. La sensación de esas últimas cuadras para llegar al apartamento, fue muy extraña, esa gente, a quienes yo no conocía en persona, estaba esperándome en la puerta del departamento, esa gente con la que yo había compartido tanto y nada. Aquí iba a comprobar si aquello de que ser scout rompe barreras, era cierto. Al llegar me encontré con Will y Felipe (que no lo conocía hasta ese día), estaban sentados en la entrada a la portería del edificio. Todo fue como si nos conociéramos de siempre, como si fuéramos amigos de toda la vida y como si esta no fuera la primera vez que nos viéramos. Subimos al apartamento y nos pusimos a conversar. Al rato llegaron Mechi y Nadu (a quien también conocía por el Fotolog, pero con quien no hablaba mucho, por los horarios que teníamos). Tomamos aguardiente y, tinto (café), en medio de una animada conversación sobre cómo nos habíamos conocido, sobre las novelas colombianas y algunas diferencias entre Colombia y Argentina, los scouts y los lugares que más me habían gustado de la ciudad porteña.

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Después decidimos ir a comer algo al Mc Donalds que quedaba por la calle Florida, cerca del apartamento. Durante la comida continuaron las historias y las anécdotas. Con los scouts pasan esas cosas, uno se encuentra con gente que nunca en la vida ha visto y es como si siempre hubiéramos estado en el mismo lugar, compartiendo desde hace muchos años. Con un scout uno siempre tiene muchas cosas de que hablar, compartimos una misma forma de vida y tenemos muchas cosas por vivir. Yo a ellos solo los conocía por internet y el tiempo que pudimos pasar mientras yo estuve en Buenos Aires hizo que nuestra amistad se consolidara mucho más. Mechi y Willy me invitaron a ir a sus grupos scouts al día siguiente y estábamos arreglando para salir a bailar la noche del sábado. La emoción y todos los sentimientos que tenía revueltos me hacían sentirme muy rara. Hacia un tiempo hablábamos con Mechi y Willy de que el trió maravilla (ellos dos y yo) nos íbamos a conocer algún día en Bogotá o en Buenos Aires. Ahora resultaba que eso se hacía realidad. Durante la comida estuve un poco callada, como contemplando y entendiendo la situación, atónita ante lo que estaba sucediendo aquella noche de primavera. Volvimos al departamento otro rato y como a las 2:30, nos despedimos y ellos se fueron. Después de tan largo día nos tumbamos en la cama y nos quedamos dormidas ahí mismo.

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Con los Scouts

“No se trata de encontrar las oportunidades por el camino, se trata más bien, de salir en busca de ellas, encontrarlas, caminar, correr tras ellas si es necesario.”

Al día siguiente por la mañana, fuimos a lavar ropa y a bajar fotos de las memorias de la cámara. Luego fuimos caminando hasta Corrientes 348, otro de los lugares tradicionales de la capital Argentina. Volvimos al departamento y nos cambiamos. Salimos de allí y tomamos un colectivo para ir a los scouts. Seguimos las instrucciones que Mechi nos daba por mensajes de texto al celular. El colectivo nos dejó en Cabildo y Juramento, pero después de caminar unas cuadras vimos que la sede del Grupo San Patricio estaba un poco lejos, así que decidimos tomar un taxi que nos dejó justo al lado de la parroquia, el lugar donde se reúne el grupo al que van Mechi y Nadu. Otra vez la vida me sonreía y llenaba mi día de sorpresas. En la visita al SanPa conocimos muchos scouts, compartimos largas charlas sobre el escultismo y aprendimos nuevos juegos. Yo estuve compartiendo la reunión con el Clan mientras mi mamá estuvo con los jefes y los padres de familia. Algunos estaban con mucha curiosidad de saber cómo habíamos llegado al grupo y cuando escuchaban la historia de cómo había conocido a Mechi y después a Nadu, se sorprendían de lo que la hermandad podía lograr. Los scouts realizaron una ceremonia en la que entregaron varias condecoraciones, entre esas nos impusieron el pañuelo del grupo a nosotras en

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agradecimiento a nuestra visita desde tan lejos. Fue muy conmovedor y muy emocionante recibir ese gran recuerdo de este espectacular grupo scout. Al final de la reunión nos reunimos con el clan en la sala de música. Allí rezamos; comimos choco torta, un postre típico que habían hecho en nuestro honor; compartimos historia; nos tomamos algunas fotos; y charlamos sobre nuestras vidas. Tuve que contarles la historia de cómo había llegado allá y de cómo se había fundado el club del mate, porque Mechi algo les había contado a los demás, pero ellos querían saber la historia completa. Luego salimos, diluviaba y había una tormenta fuertísima de verano. Había una exposición scout a la cual nos habían invitado. Todo el clan iba y nosotras nos unimos al grupo para ir a conocer más scouts y ver más sobre el escultismo argentino. No importaba mojarnos, la lluvia nos refrescaba y caminar juntos hablando y compartiendo hacia más suave el peso de los uniformes mojados. Después de unas cuantas cuadras caminadas, logramos conseguir 4 taxis y nos fuimos con el Clan a la Expo Scout. En unos pabellones cerca a la facultad de derecho, estaba esta gran exposición, que por primera vez se hacía en la ciudad de Buenos Aires y que pretendía que la gente conociera que hacen los scouts. En ella grupos scouts y la asociación habían puesto una serie de stands para que la gente recorriera y aprendiera sobre escultismo.

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Entregamos las tapitas de botella plástica en la entrada, este era el único requisito para asistir. Y de repente nos encontramos en un inmenso salón lleno de scouts. Ahí estuvimos un rato, conocimos más gente, jugamos rondas scouts, intercambiamos insignias y pañoletas y recorrimos los stands que estaban en el lugar. Un rato después de estar allí, decidimos irnos. Estábamos mojados y hacia un poco de frio, además debíamos ir a cambiarnos para salir a una discoteca esa noche, o boliche, como le llaman en Argentina. Nos despedimos de los scouts del clan en un paradero de bus que había al frente de la facultad de derecho. Aun llovía un poco, pero el camino estuvo tranquilo hasta el departamento. Cuando llegamos al centro, toda la zona estaba sin luz. A duras penas pudimos comprar una pizza para comer en medio de la oscuridad de las calles y en los pocos negocios que aun tenían abiertas sus puertas. Buscamos en los alrededores velas o linternas y no conseguimos, lección: siempre viajar con una linterna. Nos tocó subir los 7 pisos hasta el apartamento, sin nada de luz, por una escalera que no conocíamos, bastante estrecha y serpenteante.

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Llegamos al departamento; hacía un calor terrible, sin aire acondicionado y con la humedad altísima. Abrimos las ventanas pero, no era suficiente, el lugar estaba hirviendo. Dormimos un poco, o por lo menos lo intentamos. En medio del calor y el cansancio yo contestaba las llamadas del celular y los mensajes que los chicos me mandaban para salir esa noche. La luz no llegaba, yo necesitaba una ducha con urgencia si quería salir, ellos no podían venir por mí y mi mamá no quería que tomara un taxi sola a esa hora. Las llamadas iban y venían, intentábamos arreglar algo pero no lo conseguíamos. El apagón se había extendido por toda la ciudad, el calor había hecho que la gente encendiera aires acondicionados y ventiladores haciendo que el sistema eléctrico se saturara. También era peligroso volver a bajar a oscuras y buscar un taxi por ahí si todo el centro estaba a oscuras. Al final tomamos la decisión de no hacer nada en vista de que eran casi las 2 de la mañana y la luz nada que volvía. Lo único que podíamos hacer en ese momento era acostarnos a dormir.

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Típico Domingo

“Parecía un típico domingo. Afuera llovía, hacía frío tenías que irte esa tarde era una movida inevitable.” Típico Domingo, Enanitos Verdes

Al día siguiente, 30 de noviembre, nos levantamos y nos bañamos. Arreglamos el apartamento y para nuestra gran sorpresa, todavía no había luz. No hubo impedimento ese día para no seguir nuestros planes de paseo. El clima seguía húmedo y lluvioso, pero salimos tempranito y tomamos un colectivo hasta Retiro, la estación de trenes de Buenos Aires. Ahí tomamos un tren a Olivos, siempre siguiendo las instrucciones que habíamos conseguido en internet para ir a Tigre, a las afueras de la ciudad. Terminamos perdidas un buen rato por el barrio ese, no encontrábamos la otra estación en la que debíamos hacer el cambio. No había gente por ahí porque era domingo en la mañana, las calles estaban vacías y no había a quien preguntarle. Al final encontramos una tiendita abierta y pudimos preguntar y llegar al lugar donde cogimos el tren de la costa hasta Tigre. Me comencé a sentir muy rara, estoy llena de cosas bonitas que no puedo describir, aun no digiero todo lo que ha sucedido, me siento como nostálgica, la hora de irse se acerca y sé que me va a dar muy duro irme de Buenos Aires. Los días han pasado lento y hemos aprovechado cada momento, cada situación, aun así todo ha sido muy corto.

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Al final llegamos a nuestro destino Tigre. Es un lugar muy lindo, un pequeño pueblo al lado del rio de La Plata. Comenzamos a caminar por las calles, estuvimos en el puerto de frutos donde había una feria artesanal inmensa y pasamos un buen rato comprando algunos regalos y cosas para llevar a Colombia. Me compré un duende que se llama Jaime en uno de los puesticos, que me acordaba a las ferias del sur, en San Martin de los Andes. Después comimos unos deliciosos Waffles en un lugar llamado Waffles del mundo, donde se los venden a uno en una especie de paleta y cubiertos de la salsa que uno desee. Decidimos almorzar en un lugar con vista al rio, otra vez, unas deliciosas milanesas con papás fritas y el batido de durazno que no podía faltar en nuestras comidas. Caminamos otro rato después de terminar de almorzar y decidimos devolvernos a Buenos Aires Capital, esta vez en un tren directo para evitar pasar por Olivos y perdernos. En el camino, arreglé de nuevo para ver a Mechi y a Nadu. Cuando llegamos a la ciudad nos fuimos al centro comercial El Abasto donde nos encontramos con ellas y aproveché para encontrarme con Laura, mi compañera de colegio que tenía las entradas al concierto de Los Fabulosos Cadillacs.

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La oportunidad de ver una nueva cultura urbana en aquel lugar fue excelente. Había visto algunas fotos de los Floggers y había oído hablar muchísimo de ellos, El Abasto era su lugar de reunión en Buenos Aires. Los Floggers son un show completo, se visten muy raro, surgieron aquí a causa de los Fotologs y las firmas en los mismos. La gente comenzó a hacerse amiga de otros por este medió y se reunían a tomarse fotos en lugares determinados de la ciudad. Después de ver el show ofrecido por esta particular tribu de la ciudad, nos fuimos a jugar maquinitas electrónicas con Nadu y Mechi. Mi mamá se quedó dando una vuelta por el centro comercial y después nos encontramos con ella para comer helado en un popular puesto de helados llamado Freddo. Un rato después de comernos un delicioso helado nos despedimos de las chicas y nos devolvimos al departamento. Había muchas cosas por arreglar y teníamos que hacer cuentas y empacar un poco. Esa noche, me llamó Ariel para preguntarme si podía ir a verme. Nosotras ya estábamos en piyama y tuvimos que cambiarnos y arreglarnos de nuevo para recibirlos. Como a la 1 a.m. llegó con Peter a hacernos visita. Tomamos café, charlamos un rato y compartimos juntos y nos tomamos muchas fotos. Ellos se fueron como a las 3 de la mañana y nos fuimos a dormir.

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Rumbo a La Plata

“Una sonrisa basta para convencerse a uno mismo o a cualquiera de que somos capaces de hacer lo que nos proponemos.”

Al día siguiente nos levantamos temprano por que teníamos que recoger ropa en la lavandería, cambiar plata y comprar unas cosas antes de irnos para La Plata. Entregamos el Departamento a la 1 pm, y nos recogió en su taxi el primo de Sussy para llevarnos a su casa a tomarnos unos mates antes de irnos para nuestro siguiente destino. La casa de Sussy quedaba muy lejos de ahí, sin embargo como íbamos en el taxi fue fácil llegar. Llegamos allá, tomamos mate con Sussy y Caro, dos señoras de las que me habían contactado por medió del club del mate al igual que Any. Nos trataron muy bien, nos atendieron muchísimo y pasamos un rato muy ameno con ellas y sus familias. Después de un rato nos dejaron en un paradero horrible, donde teníamos que tomar el bus a La Plata. No era en la parada normal sino, era una con unos buses que paraban muchísimo y que no iban por una autopista principal sino por una secundaria.

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El bus era horrible, paraba cada dos minutos, era lento y olía asqueroso. Para acabarla de completar nosotras andábamos con las maletas encima. Al final de un eterno viaje nos dejó botadas en una esquina en La Plata y casi nos roban las maletas. En bus no nos llevó al terminal, no sabíamos dónde estábamos y casi no cogemos un taxi para llegar al departamento que habíamos alquilado. Al final logramos llegar, después de toda la odisea del transporte. El apartamento de La Plata, era grande, pero bastante sucio. Después de buscar algo para almorzar, ya que eran las 7 p.m., fuimos a un Carrefour cerca y compramos mercado y cosas de aseo para limpiar todo. Ahí nos encontramos con Naty y el novio que vinieron a hacernos visita. Nos fuimos al apartamento a tomar café y a conversar un poquito. Ellos no se demoraron mucho y nosotras estábamos muy cansadas después de ese largo y estresante día. Cuando se fueron, terminamos de arreglar y nos fuimos a dormir.

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La banda de la esquina

“porque nadie puede vivir de recuerdos o es la ilusión de vivirlo de nuevo” La banda de la esquina, Enanitos Verdes Al día siguiente, 2 de diciembre, nos levantamos como a las 10 de la mañana, la idea era tomarse el día un poco suave y descansar un poco. Marianela llegó a las 11 am a vernos, trajo mate y una banderita de Argentina que ella había hecho para darnos la bienvenida. Tomamos café y mate mientras recordábamos como nos habíamos conocido. Al rato llegaron Cristian y Nahuel, fue un reencuentro muy especial, después de tantos años sin vernos y seguir sintiendo que la amistad estaba intacta. Oímos muisca colombiana, bailamos y tomamos mas mate. Después de un rato juntos en el departamento, fuimos a la municipalidad a buscar información sobre la ciudad y un mapa de la misma para poder ubicarnos, mientras Cristian y Nahuel pagaban una factura. Pasamos a la Catedral de La Plata, era algo que había esperado desde hace mucho tiempo, pues había visto muchas fotos y me parecía muy bonita. Verla al fin fue algo maravilloso es hermosa, imponente, espectacular, la iglesia más linda que haya visto. Es un sitio tan imponente que se siente la presencia de Dios, es difícil de explicarlo, pero es un sentimiento de pequeñez y de grandeza al mismo tiempo. Es una de las iglesias neogóticas más importantes de toda América, la segunda más alta de todo el continente. Los vitrales fueron traídos de Alemania, es una obra de arte completa, desde las bancas hasta las estatuas que decoraban las paredes. Estuvimos mucho rato, admirándola, viendo los vitrales, las imágenes, el altar, cada capilla del lugar. Compramos unas estampitas, una para mi cuaderno de viajes de la Virgen de La Puerta, nombre que me llamó mucho la atención.

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Cuando salimos de allí paséanos un rato por la Plaza Moreno, el centro de la ciudad, tanto administrativamente como geográficamente. La Plata es una ciudad planeada, fue concebida antes de ser construida, es un cuadrado perfecto. Es la ciudad de las diagonales y cada 6 cuadras uno encuentra una plaza. En la plaza Moreno se encuentra la piedra fundacional de la ciudad que está justo en el centro de la misma. De ahí fuimos a Carrefour donde compramos algo para almorzar todos en el departamento, hicimos sanduches y pionono con dulce de leche. Estuvimos charlando y molestando un rato. De sobremesa tomamos café con panela, que les encanto!. Organizamos el itinerario de los próximos días en la ciudad y las cosas que había para hacer. Después de tener el panorama más o menos claro, salimos a dejar ropa en la lavandería y a caminar por el centro del 8, otro lugar típico de la ciudad. Ahí nos despedimos de ellos que tenían que irse a trabajar y nos fuimos a tomar batido en un cafecito del lugar. Quede de verme con Ezequiel, un rato después de que nos despedimos de los chicos. Así que nos encontramos hacia las 7 de la noche en el locutorio del frente del apartamento. Nos acompañó a recoger la ropa y de vuelta al apartamento, tomamos café y le di el regalo que le había mandado a hacer, una camiseta con un pollito que yo también tenía. Me mostró sus cuadernos de escritos, yo le mostré los míos. Al final se llevo Rayuela, porque la idea era que me lo devolviera la próxima vez que yo fuera a Argentina, ya que él quería leerlo. Después del intercambio pasamos al locutorio de nuevo, a mandar unos mails y a que él se inscribiera en la Universidad y al rato de estar ahí nos despedimos pues él se tenía que ir y nosotras estábamos muy cansadas. Las dos volvimos al departamento, cocinamos algo para comer y analizamos todo lo que había pasado ese día antes de irnos a dormir.

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Aun sigo cantando

“Te acordás que tiempos aquellos qué tiempos aquellos, donde todo era un buen motivo para decir te quiero.” Aun sigo cantando, Enanitos Verdes

Al día siguiente fuimos caminando hasta la plaza Las Islas Malvinas. Caminamos hasta la catedral nuevamente para ir al museo y subir a la torre. Recorrimos el museo, en el que conocimos toda la historia de la construcción de la catedral. Allí vimos los bocetos de las gárgolas, de las estatuas y de la estructura de la construcción. En un salón del museo estaba el mausoleo de Dardo Rocha, el fundador de la ciudad de La Plata y su esposa. Esperamos la guía para subir a la torre. Cuando estuvo el grupo completo, entramos al ascensor y ascendimos. Íbamos una señora, dos señores, la guía y nosotras. Al llegar a la primera parada, bajamos del ascensor para ver la ciudad por las ventanas, al frente se veía la municipalidad y la piedra fundacional. Se podía ver la estructura de la ciudad y la estructura de las torres neogóticas desde cerca. Comenzamos a hablar sobre las catedrales del mundo, nos preguntaron de dónde éramos, y uno de los señores dijo que había estado en Bogotá un par de veces. Mientras subíamos nuevamente, el señor nos contó que había estado en Bogotá porque tocaba con Soda Stereo, ya que es el saxofonista

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del grupo. Obviamente le pedí autógrafos para mi hermano y para mí, nos tomamos una foto con él y continuamos en nuestro recorrido. Las gárgolas de la catedral no eran monstruos como en las catedrales góticas, a diferencia de estas las neogóticas tenían gárgolas en formas de animales como gansos y pájaros. De la catedral salimos a almorzar al departamento y luego fuimos a hacer un recorrido por los teatros de La Plata. La ciudad está llena de este tipo de lugares, pues se destaca por su fuerte actividad cultural y social. Antes del viaje había leído acerca de una virgen que habían hecho en papel mache para una obra de teatro. Al finalizar la obra la habían guardado en la bodega del teatro Argentino. Este teatro había sufrido un incendió y una de las cosas que se habían salvado del incidente había sido aquella virgen, ahora tenía el nombre de La Virgen de las Cenizas. Supuestamente había sido llevada a la catedral. Pero nosotros habíamos averiguado allá y nos habían dicho que la virgen había estado un tiempo allá, pero que ahora estaba en el teatro Argentino.

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Pasamos por el frente del teatro Coliseo Podestá, con una hermosa estructura arquitectónica. De ahí pasamos al teatro Argentino, en nuestra búsqueda por encontrar la Virgen de las Cenizas, que resultó ser un mito urbano, pues según nos contaron los trabajadores del teatro, la virgen no había estado en el lugar del incendió y ahora la tenían guardada en una de las bodegas subterráneas. De ahí fuimos al pasaje Dardo Rocha, un centro cultural y artístico en el que se dictan cursos y se hacen exposiciones de arte. Además se destaca por su espectacular piso ajedrezado y sus altos techos en formas de bóvedas de cañón. Ahí vimos algunas exposiciones de los niños que tomaban talleres en el lugar. Volvimos al departamento y llegó Nati con su abuelo a buscarnos para llevarnos a su casa a comer. Nos llevaron un rato a pasear por la ciudad, antes de ir a la casa Herrera. Estuvimos en la plazoleta de la noche de los lápices, protagonista de una de las historias más tristes y conmovedoras de

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la dictadura Argentina. Esta queda detrás de la facultad de bellas artes y es increíble la sensación que produce aquel lugar, con los muros pintados, en los que se ven las caras de los desaparecidos, es escalofriante. Luego fuimos a la estación del tren, Plaza Italia, la facultad de Bellas Artes y de ahí fuimos a su casa donde nos esperaban sus papás, Kiyen su novio, sus hermanas y su abuela. Tomamos mate conversando y luego nos dieron un asado delicioso, al mejor estilo Argentino. Nos contaron muchas cosas, sobre su ciudad su país y su cultura. Nos atendieron como reinas, inclusive, le mandaron a mi papá una botella de vino muy especial de regalo. Al final de la velada volvieron a dejarnos en el departamento y de nuevo pasamos una deliciosa noche después de un agitado día de paseo.

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Fiesta Jurasica

“Tendremos una fiesta, una fiesta especial. Afuera los planetas arderán.” Fiesta Jurasica, Enanitos Verdes

Al día siguiente llegó Marianela como a las 11 de la mañana a nuestro hogar temporal, tomamos café y salimos a pasear. Ese día el paseo comenzaba en la casa Curutchet, una obra del famoso Arquitecto Le Corbusier. Ahí estuvimos un rato, recorriendo la estructura moderna que presentaba la casa, aprendiendo sobre los modernistas y sobre su manera de concebir las formas. El guía se hizo amigo de nosotras, nos enseñó las cosas que tenía la casa y nos explicó todo acerca de la estructura, que como cosa curiosa tenía un árbol en el medió. Nuestros siguientes destinos eran el museo y al zoológico, ubicados en un gran parque que hace parte del pulmón de la ciudad. Camino allá, pasamos a averiguar los pasajes para irnos a Bariloche. Resultó que para los extranjeros eran más caros, así que toco tomar la decisión de irnos en bus, pues no teníamos presupuesto para pagar casi el doble de dinero para hacer ese trayecto. Llegamos al zoológico, que recorrimos completo. Había muchísimos animales, en sus entornos libres. Encontramos unas especies de árboles que no conocíamos, de troncos muy anchos y muy altos en que uno se sentaba en las

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raíces y si uno se ponía al lado del árbol era como una hormiguita de grande al lado de él, creo que eran Ombúes. El lugar estaba muy bien organizado y limpio, a diferencia de otros zoológicos en los que habíamos estado antes. Caminamos mucho, admiramos cada animal y vimos por primera vez una jirafa! Salimos y nos encontramos con Nahuel y Yurman (otro scout que conocía solo por internet) en la puerta del lugar. Yurman, caminó un momento con nosotros y luego se tuvo que ir porque había quedado de verse con su novia. De ahí salimos al museo de ciencias de La Plata, donde mi mamá decidió quedarse afuera durmiendo en el piso, porque estaba extenuada. Por fuera el museo es como un templo griego, decorado con dos grandes

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estatuas de unos tigres dientes de sable que le dan un toque bastante interesante. Entramos Nahuel Mary y yo, compramos las entradas, yo me hice pasar por Argentina para que me saliera más barata la entrada. Por dentro tiene toda clase de animales disecados, dinosaurios, y fósiles. En una de las salas muestran artículos de distintas culturas indígenas, el proceso del mate, y de algunos minerales que se explotan en Argentina. Cuando salimos encontramos a mi mamá dormida al lado de una de las columnas. La despertamos y salimos de ese sector de la ciudad. Compramos garrapiñadas, una especie de cereales confitados, mientras caminábamos. Fuimos hasta la terminal de buses para averiguar los pasajes a mar del Plata. Salimos con Nahuel y Mary en el mismo bus, pero ellos iban para la peluquería y a hacer sus cosas, mientras nosotros nos íbamos a comprar las cosas para la fiesta colombiana que tendríamos esa noche en nuestro apartamento y aprovechamos también para pasar por el locutorio a comunicarnos con Colombia.

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Salimos de ahí y nos pusimos a arreglar todo el departamento. Nati y Kiyen, fueron los primeros en llegar, llegaron como a las 10 y los demás como a las 11. Comimos comida tradicional colombiana, les hicimos arepas con hogao. Había aguardiente, canelazo, café y algo de vino argentino también. Estaban casi todos los que habíamos conocido hace más de un año y medió en el campamento en Bariloche. El reencuentro fue espectacular, con todas las de la ley. Molestamos un rato, bailamos, oímos música colombiana, compartimos la comida y todos los recuerdos de aquella coincidencia de cruzarnos en una calle. Organizamos cosas para hacer los próximos días juntos, para aprovechar al máximo el tiempo que yo estaría allí. Después de una velada llena de alegría y de compartir con viejos amigos, ellos se fueron a sus casas a las 3 de la mañana. Nosotras organizamos la casa y nos fuimos a dormir muy contentas por todo lo que habíamos vivido aquella noche en la ciudad de La Plata.

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Mil Historias

“Como olvidarte si en este lugar todo me lleva a recordarte” Mil historias, Enanitos Verdes

El viernes “madrugamos” para ir a República de los Niños. Se suponía que íbamos con Cris, Nahu, Mary y Eze, pero no aparecieron a la hora que habíamos quedado, así que nos fuimos solas; al parecer la trasnochada del día anterior no había ayudado mucho a que se levantaran a tiempo para irnos de paseo. Cuando ya íbamos llegando, Mary avisó que llegaba mas tarde. Mientras ella llegaba, nos tomamos un licuado con un alfajor de maicena y entramos al museo de muñecos. Es un lugar a las afueras de la ciudad, dicen que Walt Disney lo visitó y luego decidió construir Disney World. Es como un pequeño mundo, todo diseñado para los niños. Es un lugar inmenso, tiene una parte que constituye un pequeño centro cívico donde los niños pueden aprender cómo está constituido el gobierno y cómo funcionan los organismos del estado. Las construcciones son muy coloridas y llenas de vida, además está lleno de árboles y el día estaba muy soleado, así que aprovechamos para recorrer y disfrutar de la llegada del verano.

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República de los Niños, tiene otra parte en la que hay una granja donde los niños pueden interactuar con los animales y conocer diferentes procesos de la vida rural. Nos encantó todo, la forma de los edificios, las calles, los almacenes. Mary llegó como a la 1 p.m. fuimos al centro cívico y a la granja con ella, es divino todo. Después de un rato caminando, nos sentamos bajo la sombra de un gran árbol, al lado del lago a tomar mate con galleticas, y a hablar un rato. Los patos se nos acercaban a pedirnos galletas. Luego caminamos el resto del sitio y fuimos a un restaurante del lugar a almorzar sanduches de milanesa y de postre, un delicioso helado. Salimos como a las 4 de la tarde y tomamos el bus que nos dejaba en el terminal para comprar los pasajes de Mar del Plata. Mary se fue a trabajar y mientras tanto nosotras compramos los pasajes, fuimos al departamento a descansar un rato antes de ir a su casa a un asado argentino al que nos habían invitado, y que empezaba a las 10 de la noche.

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Salimos del departamento y seguimos las instrucciones que nos habían dado para llegar a la casa de los Colos. El bus nos dejaba a unas cuadras de la casa, donde fue Mary a buscarnos con Agustina, una scout que estudia en el colegio de ella. Estuvimos comiendo, compartiendo y molestando como hasta las 2 am con los demás y con su familia, que también es scout. Todo estaba delicioso y fueron muy queridos con nosotros. A esa hora dejamos a mi mamá en el departamento en el carro de Mauricio, el novio de Mary, y de ahí salimos a la fiesta de egresados del Albert Thomas, un colegio de la ciudad. Llegamos al boliche y nos encontramos con otros scouts, entre ellos los Manazza que también estudiaban en ese colegio. Fue super interesante entender como son las fiesta de graduación de Argentina. Eran las tres de la mañana y la fiesta apenas estaba comenzando. Los integrantes de los diferentes cursos

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que se graduaban, pasaban por una tarima desfilando disfrazados y bailando alguna canción. Mientras pasaban algún video con fotos de las cosas que los chicos habían vivido durante el colegio. Luego comenzó la fiesta como tal y estuvimos bailando un buen rato al ritmo de cumbia y cuarteto. Era buenísimo ver como bailaban cumbia, como era el ambiente del boliche y como eran las fiestas. Yo me imaginaba que era más complicado, pero un rato después yo ya estaba contagiada por la música y pude seguirles los pasos, bastante parecidos a los del merengue. No nos quedamos hasta muy tarde ya que Mauricio y Marianela tenían que madrugar a trabajar, así que después de salir de allí me dejaron en el departamento como a las 5 de la mañana.

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Cada vez que te digo adiós

“yo luche tanto tiempo por lograr lo que ahora tengo. Que es muy grande la ciudad si no estás bien convencido que querés llegar bien alto aunque sea duro el camino” Cada vez que te digo adiós, Enanitos Verdes

El sábado me levanté como a las 11am, tenía que hacer el horario de la universidad, para el semestre que venía y como siempre fue medió caótico. No lograba hacerlo y habíamos quedado de encontrarnos con todos para irnos a la última reunión scout de distrito del año en La Plata. Después de muchos intentos, en varios locutorios y de correr por media ciudad logré hacer el dichoso horario y pudimos salir para allá. Tomamos el bus que nos dejaba en Berisso, el lugar donde se haría la reunión, como a las 4 p.m. y llegamos como a las 5. Mary fue a buscarnos y nos llevó a la reunión donde había montones de scouts. Ahí volví a ver a Hernán y a otros scouts que no veía desde el viaje a Bariloche. Nos encontramos de nuevo con Nahuel, Nati y conocimos más de scouts de su grupo y de otros grupos, con los que compartimos juegos, asistimos a la misa de fin de año, cambiamos insignias, nos tomamos fotos y merendamos juntos. Como siempre nos trataron muy bien; en la presentación de los grupos pasamos al frente a presentarnos. Siempre se preocupaban por saber cómo estábamos, cómo nos había parecido el país y qué cosas habíamos hecho. Teníamos que ir a la casa de los Colos porque Mary tenía que entregarme algo. De camino pasamos por la parroquia donde ellos se reúnen, para conocerla. Todos íbamos en un bus y mientras llegábamos me preguntaban del club del mate y cómo había aprendido a tomarlo. De la parroquia nos fuimos cami-

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nando a la casa de los Colos, con Mary, Nati, Matías (otro scout que conocí ese día, y que según todos quería conocerme desde hace rato porque yo tenía cierto parecido en las fotos a una de sus ex novias) y Colo. La nostalgia ya se sentía cuando llegamos. Mientras Mary terminaba de hacerme lo que me iba a dar y Nati escribía en este libro, yo les enseñé a hacer a Matías y a Colo, canutos. Era como querer que el tiempo no pasara y que no llegara la hora de decir adiós, pero inevitablemente llegó, justo cuando llegaron los papás de Mary y Colo. Nos despedimos como 5 veces y al fin lo logramos. Nati se fue con nosotros a acompañarnos a tomar el bus; nos despedimos y mi mamá y yo subimos al bus. El atardecer era increíble… pensar que quién sabe cuándo volvería a verlos, en todas las fotos que había visto antes del llegar y de por fin haber podido pisar aquellas tierras. Fue inevitable no llorar… lloré mucho por lo vivido y porque sabía cuánto los iba a extrañar. Caminamos por ahí al bajarnos del bus, buscamos donde comer y fuimos al locutorio y a empacar. Como a las 12 de la noche llegó Nahuel a hacerme visita y como a la 1 llegó Cristian. Cambiamos las camisas scouts, nos quedamos hablando un rato, oyendo música y hablando del día que ellos fueran a Colombia, porque al llegar a La Plata me sorprendió saber que ellos tenían ganas de ir a verme y que tenían ya algunas cosas averiguadas. También fue complicada la despedida, se fueron como a las 2 de la mañana y yo tenía que despertarme a las 6.

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Camino a Mar del Plata

“No importan los nombres de las cosas, o las acciones, importa sentirse satisfecho y tranquilo después de la misión cumplida.”

Al día siguiente salimos en un taxi para la estación de buses, ya era hora de despedirse de esa parte del sueño y de comenzar una nueva aventura en otro lugar de este hermoso país. Yo seguía conmovida, no digo triste, porque eso sería un poco egoísta, la vida me había puesto de nuevo en el camino de grandes personas, me había permitido ir a verlos y conocer cómo vivían, solo quedaba la nostalgia de los buenos momentos y la inmensa alegría del sueño colectivo cumplido. A las 8 tomamos el bus a Mar del Plata, yo dormí todo el camino porque había tenido una semana de poco sueño. Definitivamente en Argentina es muy poco lo que la gente duerme, no sé como sobreviven a veces. Llegamos a Mar del Plata como a la 1 de la tarde, tomamos un taxi al departamento que habíamos alquilado (era del suegro de la señora que atendía la tienda scout en Buenos Aires), nos instalamos y nos fuimos a hacer mercado y a almorzar. Después compramos una estera y nos fuimos un rato a la playa, pero como estaba tan llena decidimos irnos y volver luego. Caminamos por la ciudad, más que todo por los alrededores del apartamento porque estábamos muy candadas. Aprovechamos y nos fuimos a dormir temprano. Al día siguiente decidimos dormir hasta tarde, mi mamá se levantó a las 11 y yo como a la 1, en verdad estábamos necesitando un día suave y de dormir mucho para poder recargar energías.

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Después de comer algo y de bañarnos y arreglarnos, salimos para el centro a caminar. Conocimos la catedral, la plaza principal, los puesticos típicos del comercio y luego de nuestro recorrido por la zona, tomamos un bus al puerto. En el puerto hay muchos restaurantes de comida de mar, y almorzamos paella y cazuela de mariscos para probar algo típico de esta ciudad sobre el pacifico. Seguimos caminando por el puerto, que está lleno de pequeños barquitos pesqueros donde uno puede ver cómo los pescadores sacan a la venta el producto de su pesca. Otra de las atracciones del lugar es ver los lobos de mar que se echan a tomar el sol cerca de la orilla del puerto. Estaba todo rodeado de redes llenas de langostinos, camarones y jaibas, lo que le daba un particular colorido al puerto. Pasamos a un almacén donde vendían anchoas en todas sus formas, y mariscos enlatados y en frascos. Las anchoas son típicas de Mar del Plata, así que teníamos que llevar de regalo para mi papá, al que le encantan los mariscos. Luego fuimos a comer helado a una heladería grandísima que había cerca al puerto, uno de los mejores helados que probamos en todo el viaje. Nos

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devolvimos al centro, estuvimos en el locutorio y comimos algo liviano. Hicimos un poco de tiempo antes de irnos a dormir porque no nos gustaba mucho quedarnos en el departamento, era un poco oscuro y había algo raro en la energía del lugar. Finalmente el cansancio nos pudo más y nos fuimos a dormir. Al día siguiente estuvimos de compras toda la mañana, hay un comercio muy grande, muchas artesanías y de muy buenos precios. Compramos casi todos los regalos de llevar a Colombia, muchas cosas típicas y tradicionales de Argentina. De ahí nos fuimos a almorzar y a dejar las compras en el departamento. Aprovechando que pasábamos por allí nos alistamos para ir a la playa, nos pusimos nuestros vestidos de baño y sacamos la estera que habíamos comprado. Era lunes y la playa ya no estaba tan llena como el fin de semana, así que era el día para aprovecharla. Justo cuando llegamos, empezó a hacer mucho frio, el cielo estaba nublado y el sol tapado por completo. Así que estábamos con los sacos puestos,

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echadas en la estera en la playa y sin quitarnos la ropa, los pies se nos congelaban con la fría brisa que había. Mi mamá de valiente metió los pies al agua, yo me quedé sentada congelándome. Ese fue nuestro gracioso día de playa en Mar del Plata. Decidimos caminar un poco, estuvimos otro rato sentadas en la arena, hasta que el frio definitivamente nos sacó. Es de anotar que había gente bañándose, como si fueran las playas del Caribe, pero nosotras estábamos congeladas y no fuimos capaces. Caminamos por las calles cerca a la playa, vimos algunos viejitos bailar cumbia y unos shows que estaban haciendo cerca a la playa. Luego fuimos a un locutorio a tratar de buscar hotel en Buenos Aires, porque decidimos no quedarnos más días en Mar del Plata. Después de conseguir el hotel y de reportarnos en Colombia, nos fuimos al departamento, terminamos de empacar y nos fuimos a dormir.

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Un futuro mejor

“Naturalmente quede solo con más preguntas sobre mis hombros. Tal vez sea yo el que aprende otra vez una lección” Un futuro mejor, Enanitos Verdes

Al otro día, 12 de diciembre, salimos para Buenos Aires como a las 10 a.m. y llegamos allá como a las 3. Tomamos un taxi al hotel que habíamos conseguido y que Nadu y Mechi nos habían ayudado a buscar. Dejamos las cosas y salimos a buscar un sitio para almorzar y un locutorio cerca. Después de comer unas deliciosas milanesas, caminamos por las calles cercanas al hotel, era otra zona de Buenos Aires, esta vez estábamos lejos del centro y más cerca de donde vivían los chicos. Nos encontrábamos cerca de cabildo, una avenida grande y llena de comercio. El hotel era bastante particular, con una decoración muy folklórica y fea y con las paredes pintadas de rosado. Sin embargo la gente era muy amable y pasamos una buena noche aquel día, que terminó justo después de ir a lavar ropa y de un rato en un locutorio revisando los correos.

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Sweet Summer

“Y cuando el sol se esconde, se que el viento me llevará donde los ojos no pueden llegar.” Sweet Summer, Enanitos Verdes

El jueves salimos temprano, tomamos el subte y llegamos a Plaza Italia, de ahí caminamos por Palermo como 10 cuadras, por la calle Borges, llena de almacenes de arte y de diseño, a los cuales entrabamos a curiosear y a que yo viera que cosas estaban haciendo los diseñadores Argentinos. Llegamos a la Plaza Julio Cortázar, donde nos tomamos un batido con una media luna y nos estuvimos un rato conversando sobre lo que habíamos vivido y sobre lo que nos esperaba, era un lugar de la ciudad muy bohemio, lleno de pequeños restaurantes y de cafés. Nos devolvimos hasta el subte, lo tomamos hasta la estación Bullnes y ahí nos bajamos para ir al Alto Palermo Shopping donde almorzamos. Salimos a caminar para cambiar plata y después a la casa de Margarita, la hija de los amigos de mis papás, a recoger la maleta que nos tenía guardada. Tomamos

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onces con ella, estuvimos como hasta las 7 contándole lo que habíamos hecho hasta ahora. Después tomamos un taxi de vuelta al hotel, para ir a hacer otras cosas que teníamos pendientes. Quedamos de encontrarnos con Miguel, otro scout que conocí por internet, a las 9 en la esquina de cabildo y juramento, justo a una cuadra del hotel. Nos encontramos a la hora acordada y fuimos a comer helado y cambiamos las pañoletas, mientras conversábamos y descubríamos que teníamos otros amigos scouts en común. Miguel nos dejó en el hotel como a las 10:30 pm y después de otro largo día, nos fuimos a dormir.

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Fabuloso Concierto

“Yo te avisé y vos no me escuchaste. Yo te avisé y vos no me dejaste convencerte” Yo te avise, Los Fabulosos Cadillacs

El viernes nos levantamos temprano, caminamos por cabildo, unas 12 cuadras hasta la calle Jaramillo, que no podíamos dejar de visitar. Almorzamos temprano cerca del hotel, para poder ir al concierto de Los Fabulosos Cadillacs, que era ese día. Se suponía que iba a ir con Ariel, nos quedamos de encontrar a las 4 en el hotel y llegó a las 4:30. Resultaba que tenía que irse a su casa antes de poder ir conmigo al concierto, porque tenía que recoger una plata en donde su abuela, o algo así. Entonces mi mamá y yo fuimos yendo al estadio mientras él iba y volvía. Caminamos otras 20 cuadras hacia el estadio Monumental de River Plate, donde era el concierto. Llegamos y ya había algo de fila, pero no mucha, compramos unas camisetas de Los Cadillacs, una para mí y otra para mi hermano. Mientras estábamos en la línea, pasaron unos reporteros y un camarógrafo y cuando supieron que éramos colombianas nos entrevistaron y nos filmaron para salir en la página de la empresa de celulares, Personal. Comenzó a avanzar la fila, como a las 5:30 y Ariel nada que llegaba. Finalmente nos dejaron pasar y él no alcanzó a llegar, así que entré con mi mamá que se disfrutó el concierto entero conmigo. Los teloneros comenzaron a sonar como a las 8, primero una orquesta de niños y después un grupo argentino “Massacre”. A las 9:30 salieron Los Fabulosos

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Cadillacs, nosotros estábamos contra una de las barras de seguridad, donde tenían las luces. La gente en vez de empujar hacia adelante, empujaba hacia atrás, pues hacia muchísimo calor y la gente de adelante no tenía mucho aire ni espacio para moverse. Era complicado porque ya nos estaban lastimando, así que decidimos pasarnos atrás de la barra de seguridad donde había mucho más espacio. A las 11 salió la luna llena, justo cuando Vicentico se preparaba para cantar la canción “siguiendo la luna”. Pensar en estar en el estadio de River Plate, en Buenos Aires, en Argentina, viendo los Cadillacs, el cielo completamente despejado, bañado de estrellas y la luna llena inmensa saliendo a nuestras espaldas, era increíble. Las canciones iban sonando y era como retroceder en el tiempo, era poder unir todo el pasado con el presente, era darse cuenta que solo existe un ahora muy largo, fue recordar a muchas personas y muchos momentos. Revivir todo lo que había tenido que pasar para poder cumplir el sueño de estar ahí. Ellos no estaban ahí pero era como si algo los llevara hasta donde yo me encontraba y pudieran estar acompañándome. Ya la nostalgia comenzaba a invadirme, pensaba que esa única e inigualable noche, era la última de mi gran hazaña, de mi sueño, vivía esa última noche en Buenos Aires, en mi querida Buenos Aires.

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Mientras el concierto y los recuerdos, Mechi arreglaba para que saliéramos después del concierto a tomarnos algo. Salimos a las 12 del estadio después del magnífico concierto. Tomamos un taxi hasta el hotel, me bañé, pedí un domicilio a esa hora y me arreglé. Tirada en la cama descansando los ojos, esperé a que Mechi pasara por mí. Llegó como 2:30 en un taxi. De ahí fuimos a buscar a Nadu y después nos encontramos con Will y con Felipe en un bar en Urquiza, un barrio cerca a donde nos estábamos quedando, “Cuatro Copas” o “La Cantina” eran los nombres del lugar. Conversamos, molestamos, nos tomamos unos tragos típicos y disfrutamos de buena música. Según ellos tenía que probar todo lo que en Colombia no tomaba. Ese día yo ya estaba más tranquila y más serena respecto a la situación, ya no era la primera vez que los veía. Así que hablé más y compartí mucho más con ellos. Llegaban y llegaban amigos de Will y Felipe, a todos les decían que yo era scout colombiana, y les mostraban mi carnet de la asociación de Colombia. La pasamos muy bien, era muy chévere compartir la forma de salir a fiestas y rumbas en otras culturas. En un momento llegaron como 6 personas más, todos scouts. Willy me contó que tenían una banda de rock scout y que eran de su grupo. Estuvimos con ellos compartiendo un rato también, en un momento, incluso, sonó una de sus canciones en el lugar. Como a las 5 a.m., después de una larga noche de concierto, recuerdos y amigos salimos del bar, nos despedimos y Mechi y yo tomamos un taxi. Ella me dejó en el hotel y se fue para su casa. Terminé durmiéndome como a las 6 am después de uno de los días más movidos, especiales y largos de todo el viaje.

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Rumbo a Chile

“He confiado en la vida. He seguido señales y creo que eso es lo único que me debe importar en este momento.”

A las 8 am del 13 de diciembre nos levantamos, nos arreglamos y nos fuimos al locutorio. Volvimos al hotel a entregar el cuarto, salimos a almorzar y volvimos por las maletas. Pedimos un taxi y nos fuimos al terminal de Retiro. Yo estaba muerta, solo había dormido 2 horas y el viaje que nos esperaba hasta Temuco era de más de 24 horas. Estábamos sentadas con las maletas, el bus justo se había retrasado cuando llegó Any con Fede! Fue una sorpresa hermosa, nos acompañaron mientras esperábamos el bus y nos despidieron cuando nos subimos al vehículo. Fue muy lindo y muy especial verlos ahí, despedirnos y dejar Buenos Aires. Ahora vamos en el bus rumbo a Neuquén, llevamos unas 4 horas de viaje, yo dormí un poco pero no lo suficiente. Ando nostálgica, todo esto es tan increíble, es difícil de digerir y de comprender, pero es lo más lindo que me ha pasado en la vida. Después de un largo pero cómodo viaje, en que nos dieron una deliciosa comida caliente, llegamos a Neuquén como a las 5 de la mañana. El otro bus, que nos llevaría hasta Temuco, en Chile salía a las 8. Nos tomamos algo y nos dormimos encima de las maletas mientras abrían la oficina del bus en que nos íbamos, para comprar los pasajes. La abrieron como a las 7 am y después del corto sueño sobre las incomodas maletas y el frio piso, compramos los tiquetes para el resto del viaje. El bus salió a las 8 y ya estábamos bastante cansadas, y este bus de

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Neuquén a Temuco no se parecía en nada al de Buenos Aires a Neuquén, era incomodo, lento y feo. Nos demoramos mucho tiempo en las aduanas, pero por lo menos eso nos permitía respirar algo de aire puro. Terminamos mareándonos porque la carretera estaba llena de curvas, no habíamos comido y en el bus no nos dieron nada. Finalmente como a las 5 de la tarde, logramos llegar a Temuco, a visitar a mi tía y a su familia. En el terminal nos estaban esperando Ama, Luis Alberto y los niños, fue hermoso ver a mi Dani, al que no conocía! Llegamos a la casa y estaban Pedro y Nela, Tatan y Matías, con ellos habíamos compartido el viaje a Bariloche y fue muy lindo volver a verlos. Estuvieron un rato saludándonos y después se fueron. Nosotros abrimos las maletas, entregamos los regalos, y descansamos un rato. Luego fuimos al supermercado a acompañar a Ama a comprar algunas cosas que necesitaba. Llegamos y Luis Alberto nos estaba haciendo un asado delicioso, y luego a dormir porque teníamos que aprovechar los pocos días que íbamos a estar allá.

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Valdivia y Temuco

“Y no es que ahora seamos más que nadie, simplemente nos dedicamos a abrir puertas ocultas, a disfrutar de las ventajas de la vida y a seguir las señales que percibimos en el camino, señales que nos llevan a encontrar los métodos para alcanzar nuestros sueños.”

Al día siguiente fuimos de paseo a Valdivia, una ciudad muy linda, donde varios ríos desembocan en el mar. Tiene unos fuertes antiguos porque en una época llegaron los piratas a hacer saqueos y estuvieron los conquistadores asentados. Allí también se aprecian los efectos de un maremoto, el más fuerte de la humanidad. Caminamos por la costanera, compramos artesanías, almorzamos al lado del mar unos mariscos deliciosos típicos de la región (cholos, cholgas, choritos, machas y pastel de jaiba). Caminamos por la playa, metimos los pies al agua, y no pudimos entrar al fuerte porque estaba cerrado por ser lunes. Fuimos al centro, comimos helados y nos devolvimos a Temuco, por una carretera que ofrecía un imponente y espectacular paisaje, como todas las de Chile. Descansamos un rato, estuvimos con los niños y acabamos otra larga jornada de visita y paseo. El martes, fuimos al mercado artesanal del centro de Temuco. Después llevamos a los niños al colegio para que les tomaran la foto de fin de año y de ahí nos fuimos al centro comercial, pues íbamos a tener un día de ¨madrinas y ahijados¨ ya que mi mamá es la madrina de Gabriela y yo la de Daniel. Ese día yo había amanecido como enferma, me dolía la garganta, la cabeza y no tenía alientos de hacer nada. La casa comenzaba a hacerme falta.

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Llevamos los niños a almorzar a Mc Donalds y a tomarse la foto con el viejito páscuero, como le dicen en Chile al Papá Noel. De ahí salimos a la casa, a cambiarnos para ir a una presentación que tenía Ama, de la orquesta de niños que dirige en el colegio donde trabaja. Yo me sentía muy mal, pero no quería dejar de ir. Fui y lo disfrutamos al máximo, pero cuando salimos me sentía peor, el dolor no se pasaba, la cabeza me iba a estallar y me sentía muy débil. Llegamos a la casa y tenía fiebre, me dieron remedios y me acosté a dormir para ver si me sentía un poco mejor al día siguiente. El miércoles amanecí mucho mejor, después de descansar y de los remedios que me dieron la noche anterior. Fuimos a ver el ensayo de la Orquesta Sinfónica de Temuco, donde toca mi tía. Volvimos a la casa y nos quedamos arreglando las maletas y alistando las cosas para la novena colombiana que íbamos a hacer con la familia de mi tío Luis Alberto. Como a las 8 de la noche llegaron todos los invitados de la familia Ardura. Comimos natilla, arepas y chocolate. Les enseñamos a rezar la novena y compartimos un delicioso rato con los tíos, primos, hermanos y sobrinos de mi tío, acompañados de tradicionales villancicos colombianos. La navidad lejos de la casa nos hacía mucha falta a mi mamá y a mí, por eso este día estábamos muy felices de poder compartir un poco de nuestra cultura y tradición con ellos.

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Como a las 11 de la noche, cuando se fueron todos, nos invitaron Pedro y Nela, a su casa a comer empanadas y piña colada para hacernos una atención. Salimos como a la 1:30 a.m. para donde mi tía Ama de vuelta después de la visita donde recordamos nuestro viaje al sur de Argentina y al sur de Chile. Yo había mantenido uno de los celulares de Argentina prendido y se me hacía muy raro que tuviera roaming internacional, porque no lo habíamos pedido. Esa noche mientras arreglábamos todo para salir temprano al otro día a Santiago, y poníamos los despertadores para levantarnos, comenzaron a llegar mensajes de Emiliano, uno de los fans de enanitos verdes, que vive en Mendoza. Me decía que Felipe Staiti, el guitarrista, se presentaba en el café del Soul, al día siguiente en Mendoza, que si alcanzaba a llegar y si quería ir ellos esa noche, tenía que avisarles para que hicieran las reservaciones.

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Nosotros volábamos al día siguiente de Temuco a Santiago, teníamos que ir a dejar las maletas donde Marce, mi prima que vive en Santiago, y después irnos al terminal de donde salen los buses a Mendoza, a buscar pasajes para podernos ir. Sin saber si alcanzábamos o no y bajo la frase insignia del viaje de ¨hay que confiar en la vida¨ le dije a Emi que sí, que nosotras íbamos con ellos a ver la presentación de Felipe, que reservaran que de alguna manera llegaríamos. Nos acostamos a dormir, al día siguiente el avión salía a las 9 de la mañana. Nos levantamos, nos organizamos y nos despedimos de los chiquitos. Ama nos llevó al aeropuerto, y dejamos Temuco, a Daniel, a Gabriela y a mi tía, con la alegría de haberlos vuelto a ver y haber podido compartir ese tiempito cortico pero inolvidable con ellos!

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Cordil era

“Y así podrán pasar los años, y yo tomar mil direcciones, sé que he dejado un mundo atrás, siguiendo siempre un ideal, como un valiente cazador, de las estrellas. Se vive la libertad, se siente la libertad, te envuelve la magia del lugar.” Cordillera, Enanitos Verdes

El vuelo hizo escala de 20 minutos en Concepción y de ahí partió rumbo a Santiago. Llegamos a las 11:30 al aeropuerto, tomamos un transfer que nos dejó en la casa de Marce, donde justo estaban los suegros de ella, quienes nos ayudaron a llamar a las empresas de buses y averiguar a qué hora salían. El único que alcanzábamos a coger, era uno a las 3 de la tarde. Así que salimos casi corriendo, tomamos el metro y finalmente llegamos a la terminal donde compramos los pasajes y medió almorzamos a las carreras. A las 3 de la tarde salió el bus que nos llevaría de nuevo a Argentina, esta vez a la ciudad de Mendoza. Yo dormí un par de horas durante el camino y me desperté justo antes de comenzar a subir la imponente cordillera de los Andes. El paisaje era hermoso, envolvente, con un ascenso lleno de curvas, el cielo azul, las nubes tocando las cumbres que aun tenían un poco de nieve. Había pequeños riachuelos y cascadas, formadas por el deshielo de los altos picos. Uno era incapaz de cerrar los ojos o de dejar de mirar tan imponente escena. Durante mucho tiempo había soñado con eso, este era mi regalo de navidad. Tal vez era por mi contacto con los indígenas o por lo que siento por la naturaleza, pero me envolvía por completo, tomaba algunas fotos, y oía a

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Los Enanitos Verdes en mi reproductor de música mientras subíamos en el bus. No pensaba en nada, solo me dejaba llevar por lo que mis ojos veían y mi corazón sentía. Era una conexión inmediata e inexplicable con lo que mis ojos percibían. Le pedí al ayudante del bus que me avisara cuando pasáramos el Aconcagua, la montaña más alta de América. Al pasar cerca, sentí tantas cosas… se veía imponente a lo lejos, inmenso, lleno de nieve, y unas cuantas nubes lo cruzaban por encima. Llegamos a la aduana, donde conocimos una señora que era de Mendoza y que también iba en el bus. Como éste iba medió desocupado y yo iba cambiándome de un sitio a otro para tomar fotos, la señora en un momento se me sentó al lado y me comenzó a hablar contándome cosas sobre Mendoza y preguntándome de Colombia. Como a las 8 de la noche, Emi comenzó a mandarme mensajes, preguntándome dónde estaba y diciéndome que ellos ya estaban en las pruebas de sonido y que él y Marcos, otro de los fans de los Enanitos Verdes (que además era el mejor amigo de Juan Pablo el hijo de Felipe) ya estaban allí, esperándonos. Yo solo pensaba que el bus tenía que apurarse para yo alcanzar a llegar antes de que Felipe se presentara. Rogaba y rogaba para llegar rápido, todo sin saber muy bien donde nos encontrábamos. El camino seguía y no llegábamos a nuestro destino. Finalmente el paisaje comenzó a cambiar un poco, anunciando la llegada a la ciudad de Mendoza.

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Logramos llegar, cambiamos plata en el terminal, confirmamos los pasajes de vuelta y tomamos un taxi al hotel donde nos íbamos a quedar. Llegamos allí y después del check in, nos bañamos, nos arreglamos y salimos a buscar algo de comer. En ese momento ya eran más o menos las 11:30 pm. Emi me mandaba y me mandaba mensajes, mi mamá y yo estábamos paradas en la calle tratando de conseguir un taxi para ir al café Soul. Casi no pasaban taxis y los que pasaban estaban llenos. Por fin, después de caminar un par de cuadras logramos conseguir uno vacio. Llegamos al lugar como a las 12 pm. En la puerta del café, le mande un mensaje a Emi diciéndole que habíamos llegado. Salió, nos saludó como si nos conociera de toda la vida y le presenté a mi mamá. Pagamos las entradas y nos hicieron seguir por una entrada lateral que daba a la parte trasera del local. De repente Emi se dió la vuelta y me dijo señalando: ¿ves allá?, es Felipe, vamos a saludarlo!. Yo no podía creerlo, eso era mucho más de lo que yo alguna vez hubiera podido soñar. El cansancio del viaje se había esfumado, estaba más viva que nunca caminando por Mendoza para saludar a uno de mis héroes, Felipe Staiti. Nos acercamos a la barra donde estaba él hablando con alguien. Emi le dijo Felipe “nos das un minuto” y él le hizo señas que ya iba. Mientras tanto hablábamos con Emi, de lo increíble que era estar ahí sentados acabándonos de conocer y como si fuéramos amigos de siempre y como si la distancia no hubiera existido jamás.

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Felipe se desocupó y vino a donde estábamos nosotros. Emi le dijo: “mira, aquí esta Carolina la vicepresidenta del Club de Fans desde Colombia”. Felipe me saludó y saludó a mi mamá, como que no entendía bien el asunto, así que le dije que si se acordaba que nos habíamos conocido en Bogotá en los camerinos y ahí lo recordó todo. Le contamos el gran viaje que habíamos hecho para llegar allá, para estar ahí ese día y a esa hora. Hablando un poco sobre el viaje, nos preguntó cuándo nos íbamos y cuando supo que nos quedábamos solo un día mas dijo “tenemos que juntarnos mañana, entonces vamos a cenar o algo así”. Nosotras le agradecimos mucho y después de esa conversación tuvo que irse, pues lo estaban llamando. Después seguimos hablando con Emi mientras nos tomábamos algo y llegó Marcos. Era otro encuentro con alguien que solo había hablado algunas veces. Nos saludamos como buenos amigos y estuvimos un rato hablando sobre el club, sobre la reunión y los otros fans. Al rato llegaron Natalio y Juan Pablo, los hijos de Felipe, nos saludamos y nos tomamos fotos con ellos. Como a las 2 am tocó Felipe con otros músicos, en un tributo a Jimmy Hendrix. Para el recital, entramos al café a ver su excelente presentación. Felipe estaba tocando increíble, en una faceta que yo jamás lo había visto, pues esta

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vez no estaba con Los Enanitos Verdes. Además de toda la emoción que la música nos transmitía, estaba ese sentimiento de estar en Mendoza, su tierra natal, un lugar con el que yo había soñado, viéndolo tocar su guitarra. Después de la presentación, volvimos a salir a la parte de atrás para arreglar todo para el día siguiente. Oímos en un momento que Felipe le contaba a otro músico que nosotros habíamos llegado ese día desde Temuco; el otro músico replicaba que esa ciudad quedaba muy lejos y había un largo camino desde allá hasta Mendoza. Al rato Felipe se acercó donde estábamos para hablar con nosotros y para ver qué íbamos a hacer al día siguiente. Emi le dijo que él nos iba a hacer un city tour y que después podríamos encontrarnos. Felipe propuso que fuéramos a comer pizza a un local famoso en Mendoza, uno de sus favoritos. Marcos no podía ir porque tenía que trabajar, pero iba a acompañarnos un rato por la mañana. Quedamos entonces de encontrarnos para comer todos. En ese momento le di a Felipe una cajita de aguardiente que le llevaba y una manilla que le había hecho verde y negra, especialmente para él. Después de conversar otro rato, nos despedimos de todos y finalmente salimos a coger un taxi para el hotel después de un día de viaje, lleno de emociones y sentimientos encontrados. Sobra decir lo cansadas que llegamos al hotel, directo a dormir como a las 4 de la mañana.

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Amor callejero

“Con las alas cortas que tienen tus ideas, con las patas cortas que tienen tus mentiras. Dónde vamos a llegar?” Amor callejero, Enanitos Verdes

Al día siguiente nos levantamos temprano, no había mucho tiempo en la ciudad de Mendoza y había que aprovecharlo todo. Nos arreglamos, nos bañamos, bajamos a desayunar y salimos a un Carrefour cerca, a comprar las cosas de comida que nos hacía falta para llevar a Colombia. Después pasamos al hotel a dejar las compras, antes de seguir nuestro camino hacia el centro de la ciudad. Fuimos caminando por la calle San Martin, almorzamos en el mercado unas exquisitas milanesas y quedamos de encontrarnos con Emi y Marcos en la esquina de la calle peatonal sobre San Martin. Llegaron nuestros guías turísticos y de ahí salimos para la torre 10, donde, desde una terraza altísima, se ve una excelente vista panorámica de Mendoza. Aunque no íbamos a pedir nada en el restaurante que queda en el último piso, nos hicimos los locos y entramos, para poder apreciar la vista. La imponente ciudad se pierde ante nuestra vista cuando aparecen las enormes montañas que la rodean, a diferencia de otras ciudades de Argentina que son bastante planas. Aun se aprecia algo de nieve en las puntas de las elevaciones en el horizonte, un sol picante y un cielo despejado presentan a la espectacular Mendoza ante nuestros ojos. Salimos a la peatonal hasta el parque de la independencia. Un parque grandísimo con una fuente en el centro, donde me había quedado de encon-

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trar con Leandro, un scout que había conocido hacia poco por medio de un evento scout en internet, para darle las cosas que le había llevado para donar al museo scout de la ciudad. Estuvimos un rato charlando, le entregué las cosas y nos despedimos, pues nuestro tour con los fans de Los Enanitos seguía. Salimos nuevamente a la peatonal a cambiar plata y a conocer una pequeña galería, la galería San Martin. De ahí, caminamos a la Plaza San Martin mencionada en una canción de Los Enanitos y después nos dirigimos a una calle comercial, la calle Las Heras, donde aprovechamos para comprar unas camisetas de Mendoza y nos sentamos a tomar gaseosa en una mesita afuera del local. Seguíamos pensando en lo extraño que era habernos encontrado sin conocernos, teniendo en cuenta que ellos no son scouts y que cruzarnos y entendernos tan bien era algo extraño. Poder estar compartiendo lo que estábamos viviendo, recorrer la ciudad y lo mejor de todo, en torno de Los Enanos. Marcos nos decía que Felipe estaba feliz el día anterior de habernos visto, que decía que yo tenía buena onda y que a la noche cuando lo viera le contara la historia de cómo había llegado hasta ahí.

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Como a las 6:30 Marcos se fue porque tenía que ir a trabajar. Emi nos acompañó hasta el hotel, allí dejamos las cosas que habíamos comprado y salimos a tomar un taxi hasta un sitio llamado Las Puertas. Caminamos por un parque hermoso e inmenso, que tiene un gran lago donde se hacen deportes, pequeñas fuentes, paseos llenos de árboles y gente montando en bicicleta. En ese momento sentía que la mejor descripción para Mendoza estaba en una canción de Los Enanitos que dice: ¨ se siente la libertad, te envuelve la magia del lugar¨. Yo quería quedarme en Mendoza, me enamoré de esa ciudad, es tan diferente, tan vibrante, es espectacular. Estando allá, comencé a sentir mucho más de lo que antes había sentido de las canciones de Los Enanitos Verdes. Tratamos de ir al cerro La Gloria pero estaba cerrado; entonces nos fuimos al hotel, nos arreglamos y empacamos un poco mientras que Emi nos esperaba y era la hora de salir para la pizzería.

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El Guerrero

“Las piedras del camino le dieron la clave: la muerte no termina con todo. Dos cosas distintas: los sueños y el destino final.” El guerrero, Enanitos Verdes

Tomamos un taxi hacia las 9:30 pm, para ir al lugar donde nos habíamos quedado de encontrar con Felipe. Llegamos a la esquina de la pizzería y al ratico llegó Hugo con su hija de 4 años, Luna. Hugo es uno de los mejores amigos de Felipe, también fan de la banda y locutor de radio. Esperamos un poco y como a las 10:30 vimos a Felipe acercarse caminando con su novia. Nos saludamos todos afuera, entramos y pedimos una deliciosa pizza de mozzarella y otra especial. Para beber, cerveza Quilmes y gaseosa. Conversamos del club de fans de los Enanitos Verdes, del viaje y de la banda. Era increíble, yo me sentía de nuevo en una nube, flotaba en medio de ese acontecimiento tan fuera de lo normal. De regalo de Navidad le había comprado un CD de los enanitos a mi mamá para que Felipe se lo firmara, así que le pedí el favor y le puso dedicatoria. También firmó mi libro de viajes, y a Emi una foto que tenía en la bille-

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tera. Les conté la historia de Nahuel Quimey, de las manillas, del amor por Argentina, de lo que había hecho para poder estar allí. Felipe estaba, muy conmovido con las historias, como sorprendido, feliz y orgulloso. Terminamos de comer, brindamos por estar todos reunidos y compartiendo esa noche. Al salir, Felipe, no nos dejó pagar, pues él quería invitarnos. Decidimos ir a comer helado porque hacía mucho calor, a un sitio muy famoso de Mendoza, donde Felipe en su infancia iba a comer helado después del colegio. Felipe y Hugo tenían carro así que nos dividimos para irnos con ellos. Felipe nos dijo a mi mamá y a mí que nos fuéramos con él en su carro y Emi se iba con Hugo. Era posible estar montada en el carro de Felipe Staiti? Si, lo era y también era real todo lo demás. En el carro, Verónica su novia, me regaló la uñeta con que Felipe toco en un concierto en Puerto Rico. Justo cuando la lanzó al público le cayó a ella en la falda, que estaba adelante del escenario.

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Llegamos a la heladería y esta vez obviamente invitamos nosotros. Conversamos un rato afuera, Marcos nos había dicho que el día anterior a Felipe lo habían invitado a tocar en alguna parte y había dicho que no podía porque iba a ir a comer con nosotros, sin embargo logró arreglar los horarios para ir a tocar como a las 2 a.m.. Así que a la 1:30 se despidieron de nosotros entre abrazos y agradecimientos. Verónica me dijo que quería que su hija fuera como yo cuando creciera y claramente mi mamá, los otros fans y yo no hacíamos más que agradecer y agradecer y ellos igual. Nos despedimos con un gran abrazo y ellos se fueron. Hugo, Luna, Emi mi mamá y yo, nos quedamos charlando un rato, de todo lo que había pasado. Hugo nos contó la historia de cómo Felipe había conocido a Stevie Vay y no hacía más que decirme que estaba seguro de que Felipe había quedado muy tocado con todo eso, con saber más de mi y por haber compartido mas con nosotras.

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Salimos los 5 en el carro de Hugo, quien nos iba a llevar al hotel. Conversamos hasta llegar a la puerta y llegó el momento de otra despedida, otra dura despedida. Era dejar amigos, era dejar Mendoza y era comenzar a vivir el final de este gran viaje, de este gran sueño. Yo les voy a estar eternamente agradecida por lo que hicieron ellos y por todo lo que hizo la Súper mamá (como bautizo Felipe a mi mamá esa noche). Seguiré firme pensando que la música y el arte logran hacer milagros en la vida de las personas, porque finalmente todos éramos unos desconocidos, que alguna vez nos encontramos en un chat por internet, sobre Los Enanitos Verdes y ahora nos encontrábamos y habíamos vivido esa gran experiencia juntos, ese momento que nos había marcado para siempre. Yo no sé si es cuestión de tacto, y de saber cómo manejar esas cuestiones o si es solo dejarse llevar confiando en la vida, pero esa última noche en Argentina cerró este gran sueño con un broche de oro.

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A las tres

“el entusiasmo algunas veces se me va con la rutina masticando mi verdad. Aunque el trabajo sea pesado ,yo me la aguanto y no me rajo” A las tres, Enanitos Verdes

Al día siguiente viajamos a Santiago a las 8:15. Dormimos todo el camino pues los días en Mendoza habían sido muy agitados y el cansancio se apoderaba de nuestros cuerpos. Llegamos donde Marce y tuvimos una novena Colombiana con sus amigos. El último día decidimos tomarlo suave, estuvimos en el centro comercial y en una feria artesanal. Compartimos con ella y con Eduardo su esposo ese último pedacito de viaje que nos quedaba. Nos levantamos el lunes 22 de Diciembre muy temprano, nos bañamos, terminamos de arreglar las maletas y bajamos con todo a la portería; el transfer nos recogió a las 5:30. Llegamos al aeropuerto después de cruzar parte de la ciudad de Santiago, nos chequeamos, pasamos a la sala y a las 8:25 abordamos el gran pájaro que nos llevaría de vuelta a casa. Si a alguien debo agradecer después de este gran viaje, es a mi mamá, que me acompañó en todo, que me apoyó, que estuvo conmigo en los días de nostalgia y en los de alegría, ella que jamás se quejó, jamás se quedó atrás y siempre estuvo ahí. A ella que decidió soñar conmigo y que terminó de dejarme lista para que en el futuro yo viviera nuevas aventuras sola. Era inútil pensar que toda la sincronía acabaría con este viaje. Todo esto ha sido un suceder de cosas, tiempo que ha revelado poco a poco las coinciden-

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cias significativas que me unen con Argentina. Esta historia, mi historia, no acaba aquí, vendrían más viajes, más sincronías, más coincidencias, más personas. Qué importa si siempre que piso esa tierra pienso que es la última vez que lo voy a hacer, finalmente la vida siempre vuelve a llevarme, una y otra vez, tras lo que algunos llaman destino. Yo solo me dedico a creer en la vida, incluso cuando no entiendo muy bien qué es lo que quiere para mí. A veces se pone de pie frente a mí y se ríe a carcajadas, yo le respondo con una más fuerte y solo me dejó llevar por la magia de la aventura. Lo inesperado, lo oculto, lo inconsciente y lo consciente, lo que puedo ver y lo que no, lo que entiendo y lo que aún me preguntó, lo que he vivido, lo que he soñado, lo que ha pasado. Cada una de estas cosas es lo que me ha hecho ser quien soy hoy. Un viaje va mas allá de la simple satisfacción física y material que puede producir, un viaje construye la nueva vida de una persona, le da nuevos argumentos, nuevas costumbres, nuevas huellas, nuevas puertas, nuevos caminos, nuevos amigos y una innumerable cantidad de historias y enseñanzas. A veces no nos damos cuenta de que con pequeñas cosas podemos cambiar la vida de las personas y eso hizo cada una de las personas que cruzó esta historia, que caminó parte del camino, ellos, que de alguna forma cambiaron algo en mi vida. Cada hombre es una mezcla de un montón de personas que cruzan su vida, de coincidencias, de caminos, de momentos, experiencias, sentimientos y emociones. Yo me quede con un poquito de cada uno de ellos y sé que probablemente ellos también se quedaron con un poco de lo que soy yo.

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Ahora ese paralelismo que vivía, aumentaba. Mi vida de allá era aún más activa que antes y de nuevo algo de mí se había quedado allá. Ya no tenía una sola vida, tenía dos, una en Colombia y una en Argentina. A finales del 2009, un año después de esta historia, volví a Buenos Aires. Esta vez me quedé a vivir allá por un mes y medió en la casa de Nadu. Estudie 3 semanas en un instituto de diseño web, volví a ver a mis amigos, volví a los grupos scouts, volví a recorrer las calles de la hermosa ciudad porteña, compartí cosas de mi cultura, conocí nuevas personas, compartí con quienes había estado poco tiempo en el pasado, estuve viviendo en la casa de una familia argentina y aprendí más sobre su cultura y sus tradiciones. En el 2010, las huellas que había dejado en Argentina fueron seguidas por dos personas. Ese diciembre Nadu y Carly vinieron de sorpresa a Colombia, a pasar navidad aquí, a visitarme, a conocer a mi familia, a aprender sobre la cultura colombiana y a conocer el lugar donde yo vivía. Aún, algunos años después, las sincronías continúan…

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Voy en un bus llueve, llueve mucho El cielo esta blanco, no se ve nada siento ganas de llorar es un sentimiento agridulce dolor y alegría a la vez tragedia y comedia esa dualidad que siempre esta me invade la nostalgia tengo miedo de pensar lo que vendrá Algo habrá que inventarse fui la más feliz soy la más feliz simplemente soy yo No puedo describir lo que siento jamas nadie vivirá lo que he vivido Este es el fin de un sueño pero el comienzo de millones Esa es una historia, tras otra historia y otra mas Esta es una huella de un corazón, en millones de corazones Vuelvo a casa, feliz, con más sueños en la maleta y el alma llena de sentimientos y emociones inexplicables. Simplemente feliz....Simplemente YO Escrito cuando estaba volviendo de Argentina a Colombia en el 2008



“El mundo es un libro, y quienes no viajan leen sólo una página” San Agustín de Hipona 239



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