Portafolio

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PORTAFOLIO Carolina D铆az Pimentel Periodista y fot贸grafa


Crónica

Danzando entre fantasmas La historia de seres anónimos jugando a divertirse en el Toro-retrobar (Concierto de Capital Cities)

Anonimato es una palabra complicada de pronunciar, no porque sea difícil en su composición, es más bien por el hecho de que, algo en su esencia, transmite miedo. El miedo que sientes cuando aquel escurridizo viento llega a hacerle compañía a tu nuca y estás solo, mirando a la ventana. Adelina sabía a ciencia cierta que su nombre, por la primera vocal, se parecía un tanto a aquella palabra de nueve letras. Ade, así le gustaba que la llamaran, pero nadie parecía notarlo. Nunca lo dijo. Nunca nadie quiso preguntarle si tenía un nombre. Sus estatutos estaban regidos a seguir viviendo por cinco horas en un mundo impersonal donde ella brindaba un servicio y eso era todo. Estaba sentada encima de un balde de Repsol color blanco humo y mientras hablaba tenía la mirada fija en todas las chicas que entraban por aquella puerta grande color caoba la cuál aparentaba tener vida propia, abriéndose sin parar, segundo a segundo. Las miraba como si fueran sus niñas pequeñas. Como si en cada rostro desconocido hubiera un poco de su vida. Como si ellas le dieran vida. Hacían casi dos años y medio que había iniciado a trabajar en Toro. Para cualquier peruano promedio de más de treinta años que “desconoce mayormente” y es adepto a la cantinas del centro de Lima, solo queda explicar que Toro es un bar retro muy de moda que nació con todo el furor de la moda indie que ha invadido Lima como una suerte de nuevo migrante. Mientras que para dos de las chicas que se acicalaban frente al espejo este sería el día de sus vidas, el día en que el podrían ver a sus ídolos “Capital Cities”, danzando como bailarines de tijeras con sigiloso talento natural, entre instrumentos, humo asfixiante y luces de neón. Para Adelina la adrenalina y las emociones fuertes estaban de más, este era un viernes como otros tantos, en los que permanecía sentada pronunciando mecánicamente las mismas frases, con aquellas arrugas que no le perdonaban años y que parecían contar tantas historias como se las podía ver.


-Cojan el papelito higiénico, lávense las manos, arréglense bonito (que no se note que están borrachas) y regresen a portarse bien y, sólo si pueden, me dejan una propinita- Repetía una y otra vez- Quizás pensando que era una suerte de Frida Coller y ellas, sus aprendices de Miss Perú preparadas para salir a escena.

Mientras una especie de robot se apoderaba de Adelina, iniciaba otra escena y la perspectiva de la realidad cambiaba. Cinco chicas se acercaban al espejo, las cinco, llevaban falda negra y maquillaje en sus carteras, se miraban los ojos y sacaban sus cosméticos para iniciar el proceso de retoque. –Puta Sandra, no quiero agarrarme al amigo de Sergio- Decía una, mientras las miradas de desconfianza de la otras afloraban-¿Por qué no huebona? Está buenaso- decía la tercera. Los ojos cómplices de la número dos se hacían notar, mientras la tercera, le arreglaba el escote y la falda que, algo chuecas, harían de puntos bonus, indispensables para lograr el objetivo tan deseado. Y después de un arduo proceso de preparación para el ataque, las cinco salen sigilosamente a dar la pelea con un semblante tal, que por un instante parecen ser parte del elenco de 300 (preparadas para la guerra) y, aquello se nota por la dureza con la que azotan la puerta al salir. Chicas así las veo todo el tiempo-Decía Adelina, mientras señalaba a la puerta vacía. Me han pasado cosas tan raras que todavía me acuerdo-Sus ojos mostraban que, en ese momento, estaba haciendo una suerte de recuento de todas las cosas dignas de ser puestas en el libro de Record Guiness de las que había sido testigo ocular por más de 600 días. Me acuerdo de lo más raro que me ha pasado. Una chica un día vino llorando al baño con los ojos negros, llena de maquillaje en toda la cara. Vino y me dijo que su enamorado era muy bueno con ella, que le parecía que era un estúpido por ser tan bueno. “Un día me voy a hartar y lo voy a engañar por ser tan estúpido”, decía la chica. Así que lo llamó y lo insultó, el chico se puso mal y ella se encerró en el baño como media hora. No pude sacarla.-Dijo. Aparte también hubo una vez que otra como de veinte siete vino a llorar, estaba bien borrachita la pobre y me contó que su enamorado le había dicho que estaba en su casa y se lo había encontrado acá. Le dije que nunca es bueno llorar por nadie y que uno tiene que vivir su vida. ¿Qué pasó? Terminó con el enamorado y se besó a cinco diferentes, los vi atrás de la puerta, estuvo ahí todo el rato.- Contó exaltada. Parecía como si en cada palabra quisiese decir: “Para los hombres las mujeres son piernas y faldas, para mí son corazón”. Y realmente era así. Aunque no lo buscaba así, todas las presentes en ese momento fueron testigos de cada uno de sus relatos y con el semblante en alto, parecían reflexionar acerca de sus acciones. No hubo nadie más subiéndose la falda o


arreglándose al escote, tampoco escándalos por pérdida de control. Muy a pesar de experiencia y sentido, Ade continuaba siendo, nada más que la señora del baño, una botella de agua a su lado, tal vez una de las canciones que escuchaba hacia afuera cuando tenía la oportunidad de ver la puerta abrirse, canciones que no lograba identificar y algún recuerdo

de la niñez que de vez en cuando se le colaba en la memoria. Al fin y al cabo Adelaida era como una mina en el buscaminas, como la vela número uno de tu cumpleaños, como el botón extra que se adhiere al saco nuevo por si el otro se cae, acompañada, necesaria, pero a la vez, totalmente solitaria y dispensable. Cuando el instante de fotografía se descongelo, hubo que volver a la vida normal. Ade calló y retiró la mirada. Se sentó y comenzó a examinar las comisuras de sus uñas por si había restos de suciedad en ellas, pero no encontró nada fuera de lo normal. Observó su rostro por un segundo y dijo: –Papelitos para el baño acá a mi costado, no boten nada al wáter y si quieren me dejan una propinita-. La puerta se cerró y Ade desapareció tras ella. Al otro lado, todo resultaba ser como una suerte de dimensión desconocida: grandes letreros con colores psicodélicos, esculturas abstractas en las paredes, personas luciendo la tenida más de moda, la música electro zumbando en los oídos y una anfitriona vestida de negro avisaba a los de la parte vip que repartía tickets para pedir Whisky gratis. Las caras de la “Very important people” se iluminaron de repente y lo que, para hasta ese momento no era nada frente al bar, se había convertido en un ordenado amontonamiento con miras a la ebriedad. Y, era evidente que poco a poco iban logrando adormecerse más y más, con cada sorbo lento que tenía como destino final: su boca, todo se tornaba oscuro y divertido. Las imágenes danzantes de los presentes se dibujaban en la oscuridad: gritos, furor y adrenalina recorrían sus extasiados cuerpos mientras sonaba la banda de turno. Era sorprendente la manera en la que Capital Cities tenía el poder de hacer que todos levantaran sus manos al unísono y cuál fans enamoradas de Servando y florentino en el 95’ llevarlos a corear sus canciones sin reparo alguno, como si el universo se hubiera desfasado, como si su garganta mantuviera su voz allí, intacta, sin riesgo de pérdida. Sin embargo, ellos no eran más que caras sin rostro, una mezcla de todos los demás fans de aquella banda indie, jugando a formar parte de una sociedad conjunta pero siendo en realidad, parte de nada. Las manos que uno a uno levantaban, serían luego confundidas con unas manos de Florida, Pekín o Wimbledon, como reza el dicho: “Todos somos iguales”, el poco original dicho que condenaba a esa manada de amantes del sonido a la calidad de masa.


Banda “Capital Cities”


Banda Indie “Autobús”


Reportaje

¿Ser o no ser? El mundo de las lolitas Por: Carolina Díaz Para muchos, puede resultar algo nuevo oír de hablar acerca de ellas. Para otros que sepan más de la cultura japonesa, no tanto. Si alguien ve las fotos podría pensar que sólo se trata de un grupo chicas a las que les gusta disfrazarse, pero, sólo se necesita un minuto de conversar con ellas parte darse cuenta que ser lolita es un estilo de vida: un movimiento cultura, con ideología y estética. Como muchas de las corrientes underground de Japón, esta moda surge a finales de los 70s y se expande hasta llegar a todos los puntos de Tokio, Finalmente, el barrio japonés de Harajuku se convierte en la famosa capital del lolita. Aunque algunas personas piensen mal al escuchar la palabra en este caso se usa para describir a una persona inocente y súper femenina. Si se acuerdan cuando les enseñaban la revolución francesa en el colegio, van a acordarse de María Antonieta: la reina más controversial y bien vestida de toda la historia. Esta moda mezcla corrientes juveniles con la tendencia aristocrática de siglos pasados, como la época en donde vivía la reina y corrientes como el rococó y la era victoriana. ¿Sí o no que sus vestidos eran espectaculares? Un inicio complicado En el Perú, por el momento solo hay un grupo de lolitas y está en Lima: Lolimafia. Pero ellas esperan, que con el tiempo, se sumen los demás departamentos. Las primeras en iniciar la moda en el Perú, la descubrieron navegando por internet a principios del 2007. No había más que decir; para ellas fue amor a primera vista. Lo que les dio un poco de pena en esa época fue que no había casi nada de información y fue con el tiempo que empezaron a volverse unas expertas. Lo primero que dijeron algunas al ver los outfits de la moda lolita por primera vez f ue: “Hay que increíble, me voy a vestir así” e iniciaron una nueva vida. Cuando comenzaron; como todo, eran un desastre, no sabían maquillar, ni peinar. Pero, con el tiempo, se volvieron las diosas del


mundo estilístico y ahora, sin bromas, serían la sensación si se animaran a abrir una peluquería.

La mayoría no toma, ni fuma y prefiere vivir una vida libre de excesos, pero, si alguna lolita ama el tabaco no tienen problema en aceptarla. La música no se relaciona con su estilo de vestir, existen lolitas con estilo gótico que escuchan desde rock hasta baladas. Aunque, hay algunas que sí llevan una vida llena de música clásica al mismo estilo de los años burgueses. En cuanto a los chicos, les llueven, como mínimo cinco invitaciones de facebook diarias rogando atención. Son las más pedidas para sesiones de fotos en sus universidades y el inevitable centro de atención cuando caminan por las calles.

Al contrario de lo que se piensa, ellas tratan de llevar una vida normal dentro de tanta euforia colectiva: Tienen reuniones en grupo con fiestas de té, al mejor estilo de un “Té de tías”, como ellas lo llaman entre risas; y, también, salen al cine, a comer helados y van a reuniones con sus otros grupos de amigos. Con sus papás la cosa va bien, en un inicio, como es obvio, causó un poco de sorpresa su cambio de estilo pero a muchas las apoyan en combinaciones. Algunas

lolitas,

como

Valeria

Minaya; sweet lolita, se convirtió en negociante y exportadora para poder evitarle el gasto de comprar vestidos a sus papás, ya que la mayoría pasa de los cien dólares. Al igual que Evelyn Ospina y María Lourdes Durand que comenzaron, una con un vestido y la otra con una falda negra con la que hacía malabares para combinar prendas y hoy tienen mucha más ropa.


Algunas tuvieron que elegir entre el amor o ser lolita porque no las comprendían, a otras las han insultado en la calle, las han perseguido para sacarse fotos con ellas y hasta les han dicho “Freakis”. Pero ser lolita es más que sólo ser “diferente”. Para muchas, entrar a este mundo, las

ha ayudado a combatir sus propios miedos, como el clásico miedo al qué dirán. Todo se trata de verse y sentirse preciosa, todo es una competencia contigo misma para ver que tan linda puedes llegar a ser.








Ensayo periodístico

Cholo soy, y no me compadezcas, reza con ferviente devoción un famoso vals de Luis Abanto Morales. Y, quizás, necesitemos escuchar esa canción para darnos cuenta de la realidad que ahora vivimos. Realidad, que no por llamarse así es necesariamente sólo de ahora o, diciéndolo mejor “recién nacida”, más bien viene dándose a lo largo de siglos de “evolución”, si se puede llamar así. Para iniciar este ensayo que abarcará muchos temas, quiero proponer dos preguntas que planeo responder más adelante y, que creo que serán centrales en el desarrollo de la paradoja que vengo analizando: ¿Los medios de comunicación nos están ayudando realmente a unificar al país? ¿O se están comportando como un organismo centralista más? Vendría bien analizar varios casos para darnos cuenta de ello. Pero primero, propongo que viajemos en el tiempo, más precisamente a la época de la conquista. Si nos ponemos a pensar, desde que pronunciamos la oración: Cristóbal Colón descubrió América, nos colocamos en una posición de subordinados. ¿La razón? Creo que nunca me había puesto a pensar en esto antes, pero con decirlo estamos aceptando que no éramos nada hasta antes de que aquel joven viniera con su Niña, su Pinta y su Santa María. Igualmente, que no teníamos ninguna importancia relevante, es más, que representábamos

una X en el mapa mundial y que, a partir de que los socios de la

conquista “nos eligieron” para volvernos, ¿Cómo se podría decir? ¿Civilizados? Nos convertimos en algo. Cuando ingresé a estudiar a la universidad me tocó el curso de Historia del Perú en el que, naturalmente me tocaba estudiar a fondo que era lo que había pasado en la época de la conquista española. Antes de mi examen parcial llegó a mis manos una lectura, est a se llamaba: “Mitos y verdades en la historia de la conquista del Perú”, tal fue mi sorpresa al descubrir que muchas de las cosas que me había enseñado en el colegio quizás no eran ciertas que mi mente se puso en blanco. La verdad acerca del Tahuantinsuyo se posicionó ante mis ojos como si fuera una revista de prensa amarilla, era increíble. Pues, ¿Qué era lo que decía esta lectura? Lo que decía era que no debíamos creer que la vida en el Tahuantinsuyo era un cuento de hadas, no era cierto que “todos eran como hermanos”, había muchas peleas que no convenía sacar a la luz para que la gente se sienta orgullosa de un legado lleno de perfección imaginaria. La verdad de todo era que los españoles habían usado la inteligente táctica de divide y vencerás, convenciendo a algunos pobladores que no estaban de acuerdo con el trato de subordinados que se les daba y prometiendo una vida mejor. Naturalmente, ellos lo creyeron y así, con pobladores de el lado español luchando por la independencia prometida, se inició una guerra, una guerra con el final que todos conocemos.


Lo cierto es que, nada de lo que prometieron fue cierto y que, más de lo que estaban, los dueños de esa tierra a la que llamaban “Tahuantinsuyo” se vieron puestos en un trampa y, en ese momento más que nunca, serían los subordinados, lo más bajo, unos simples esclavos. Fue en ese momento que la falta de moral se hundió en los corazones de aquellos que confiaron y que fueron traicionados. Esa falta de moral podemos verla en las caras de todas aquellas personas que hoy, confían en que saldrán de los problemas y que en algún momento dejarán de ser los otros, para convertirse en “parte de”. Pero la solución va más allá de esperanzarse o rezar, va más allá de cualquier posibilidad, pues es como un chip que se ha implantado en el cerebro de algunas personas, como un tubérculo que fue hace muchos siglos cultivado y que ha venido desarrollándose satisfactoriamente dentro de la tierra y nada lo puede parar. Quizás, la solución tampoco sea desentenderse, quizás sea poco a poco cambiar esa mentalidad alicaída que nos viene persiguiendo desde que España vino a por nosotros. Con la llegada española vinieron animales nuevos, nuevas costumbres, pero sobretodo algo que revolucionó toda forma de vida antes pensada: la escritura. Todo lo que antes estaba dicho desde ese momento había cambiado. Pero, no pensemos erróneamente, no creamos que lo importante fue la escritura o el papel que esta tuvo en la sociedad a partir de ese momento. Lo realmente importante (ya llevo mencionando en varios trabajos para no olvidarlo), es la transformación que la sociedad tuvo a partir de que esta cobró importancia. Como decía Mcluhan: El medio es el mensaje. Todo lo que dije acerca de los españoles y la conquista suena a que les estoy echando la culpa de todo lo que ha pasado, pero, lo cierto es que no necesariamente son los malos de la película. Siempre se pudo hacer algo para cambiar la historia, todos se pudieron unir en contra de ellos y ganarles si hubieran querido. Lo que pasó nos evidencia envidia y rivalidad en personas de una misma comunidad y, no es que esas actitudes sean buenas ya que se pueden considerar como algo instintivo, como parte de un mecanismo adaptativo que puede aflorar en los momentos en los que uno se siente intimidado. Sin embargo, cobró un papel de vital importancia en las decisiones de los pobladores sobre lo que acontecería luego. Lo cierto es que llegó el papel y con él muchos cambios. Incluso, la historia nos demuestra tristemente que los primeros juicios no fueron contra criollos ni contra españoles sino contra los “indígenas” 1, lo hacían debido a que era más fácil inculpar a personas que: 1. No sabían hablar el español, 2. No tenían ningún papel probatorio (algo que era obvio, si nos damos

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Indígena: Palabra que con los años ha adoptado un significado peyorativo, pero, que realmente quiere decir: el que es natural del país, provincia, ó lugar de que se trata”


cuenta que los que trajeron el papel fueron los que enjuiciaban) y 3. No representaban importancia alguna en la sociedad por ser considerados inferiores. Pero, ¿es válido pensar que los europeos efectivamente discriminaban racialmente a los “indígenas”?, o realmente el hecho de separar por castas según el color de la piel y las uniones era una simple justificación para sentirse superiores cuando la verdadera razón era que ellos solo querían las riquezas que descansaban en nuestro pueblo. Sea cuál fuera la respuesta, el estigma de llamar indígenas o indios a los peruanos, el creer que todos son ladrones, sucios, violadores, entre otros, ha descansado sobre nuestras espaldas por muchos siglos y creo yo que va a ser muy difícil de borrar. Por entregar una razón muy factible por la cuál es casi imposible dejar los prejuicios a un lado vayamos nuevamente al pasado. Cuando los europeos llegaron se creó un sentimiento de superioridad dentro de la raza “blanca” (el significado de “raza blanca” es muy ambiguo ya que no puede ser estrictamente pura pues es casi seguro que cada familia tuvo mezclas de distintas nacionalidades), la cual argumentaba ser superior a cualquier otra. Con los españoles llegaron los africanos, con ellos los italianos, croatas, ingleses, Alemanes, chinos, japoneses, entre otros, de origen inicialmente humilde, pero que, con los años (la gran mayoría), lograron hacerse camino en los negocios, con la apertura de bodegas, empresas textiles y/o bancos. Muchas de las personas que salen en las revistas Caretas u ¡Hola!, son descendientes directos o indirectos de estos inmigrantes. La historia nos ha enseñado que el estigma de ser “cholo” ha seguido persiguiendo a ciertas clases sociales durante muchos años y como dije antes, no por tener precisamente el tono de piel sino por las costumbres, vivienda, apellido, etc. Es comprobado que el estigma se ha creado y es muy difícil de borrar por el simple hecho de que siempre se relaciona todo lo anterior con el tono de la piel y está prácticamente instituido. En muchos de estos migrantes se creó un sentimiento de superioridad que fue trasmitido a sus descendientes y estos a los suyos en un teléfono malogrado que dura hasta la actualidad. En el siglo XX personas de los altos sectores económicos

ya

marcaban

distancia y propugnaban el sectarismo de la sociedad en base a dinero y apellidos anglosajones o españoles señoriales, con agravantes como el prejuicio o la burla con respecto a las clases inferiores. Por ello, desde que las castas desaparecieron, la sociedad peruana ha olvidado las líneas divisorias notorias. Sin embargo, debemos aceptar que dentro de la sociedad están instituidas líneas invisibles que demarcan la importancia o no de cada persona según su status social. No es válido separar a las personas en sectores sociales, pues se está encasillando y obligando a esta a situarse permanentemente en el mismo lugar por el resto de su vida, claro, inconscientemente.


Paternalismo televisivo y mediocridad recurrente Sobre los sectores sociales, recuerdo una vez escuchar a una señora en el bus decir sobre las personas de bajos recursos: “Siempre todo quieren que se lo den gratis, siempre piden apoyo y así no debe ser, deben buscarse las cosas, luchar por lo que quieren, no pueden esperar sentados a que les den todo a la mano”. Pues, si bien la apoyo en su afirmación de que siempre quieren que se les de todo porque es algo indudablemente cierto, no apoyo que se diga que es una aptitud innata. ¿Esto se les atribuye gratuitamente a ellos? En realidad, puede decirse que se les atribuye a personas con ideas paternalistas que pensaron en algún momento pensaron que podían comprar votos o aprobación regalando cosas que, a la larga no iban a tener ninguna relevancia para las personas que las recibían. Entre ellos, tenemos al ex presidente Alberto Fujimori que en su candidatura regalaba polos, toma-todos, entre otras cosas sin importancia alguna, para captar a la población menos favorecida ofreciendo que si votaban por él, iban a tener más que eso. Siendo más puntuales le hecho la culpa también a los programas televisivos, aquellos que avivaron las llamas del escándalo y que fortalecieron las bases para formar una cultura llena de mediocridad. En ellos, tenemos a los programas de Laura Bozzo (1990- actualidad), los cuales fomentaban las peleas, como se llamaban en esa época “de callejón” (por atribuir de esta manera a las personas que vivían en condición humilde). Este programa contribuyó de alguna manera a fomentar el rechazo por una cultura televisiva que luchaba por alcanzar el tan ansiado raiting a cualquier precio. Gracias al programa de Laura Bozzo, se creó un estereotipo, un estigma más acerca de las personas de condición humilde, se entendía a ellas como personas “sin educación”, que todo el tiempo buscaban fomentar la violencia. Otro de los programas que a mi parecer fomentaba el paternalismo y llamaba a las personas de condición humilde de ridiculizarse por unos billetes es el llamado: Trampolín a la fama (1967) conducido por el fallecido Augusto Ferrando. No concuerdo de ninguna manera con las personas que creían que era un programa de sano entrenamiento. Tuve la mala fortuna de toparme con algunas imágenes de este programa en la televisión, como parte de algún tipo de nota informativa que recordaba a los programas de antaño. Y, puedo decir que condeno fervientemente la política que aplicó este señor para jugar con la necesidad de la gente. Como estos dos programas ha habido muchos que “ayudaban” a las personas a tener una vida mejor. Regalando los clásicos carritos sangucheros, camas, dormitorio completo, la clásica cocina a gas, la promesa de algún trabajo bien remunerado o alguna operación de tipo urgente que hayan requerido. Se podría pensar que diciendo esto estoy condenando la ayuda que se les da a las personas que no tuvieron la suerte de nacer en un hogar con mucho dinero y posibilidades, pero la verdad es que, lo que apoyo es el hecho de crear mejores condiciones para el desarrollo de toda persona que no cuenta con las necesidades básicas, como por ejemplo, dar capacitaciones para carreras técnicas, mejorar la educación pública de colegios y universidades, dar la posibilidad de entregar becas para estudios en las mejores universidades a los estudiantes destacados, mejorar la seguridad


ciudadana, entre otros. Los cambios a largo plazo y no los que sirven para sacar pecho y gritar que eres una persona “solidaria” para así tener uno puntos y muchos televidentes son los que finalmente imperan en el desarrollo de una sociedad, como es la persona. El paternalismo es totalmente condenable, el creer que hay personas cuyas decisiones no son importantes y no los llevarán a nada bueno es mentira, puesto que toda persona (a menos que desgraciadamente no cuente con la totalidad de sus facultades mentales o padezca de algún problema cerebral) puede opinar sobre su futuro y tomar sus propias decisiones en aras del desarrollo de su presente y futuro. Todo este tema me recuerda a una anécdota que viví hace algunos años. Tuve una chica que trabajaba en mi casa desde que yo tenía nueve años y mi hermana recién había nacido. Cuando yo era pequeña y ella tenía unos dieciséis años mi mamá le dio todas las facilidades para estudiar en el colegio. Lo que yo no entendí en ese momento era porque cuando terminó sus estudios no siguió alguna carrera, ni siquiera se preocupó por postular a una universidad nacional o estudiar alguna carrera técnica (por los bajos recursos con los que contaba). Cuando yo crecí, ella tenía unos veintitrés y seguía trabajando en mi casa. Me parecía extraño como nunca tuvo ninguna intención de continuar sus estudios, era como si algo la detuviera. Y así como a ella, a muchas chicas y chicos les pasa lo mismo. ¿Cómo es que sus aspiraciones no son tan grandes? Un día me di cuenta de que es como si la sociedad les gritara: si tú naciste ahí ya no puedes hacer nada, no puedes pretender ser superior, tienes que volver a tus orígenes. Entonces, comprendí que el hecho de tener bajos recursos los limite y los coloca en una posición subordinante y temerosa con respecto a si podrán lograr lo que se proponen. Viendo la realidad, se rinden al darse cuenta (o creer erróneamente) de que en este mundo lleno de poder e influencias ellos no tienen lugar, por lo que se quedan en lo que inicialmente fueron. Lo mismo quizás pasa con las personas que suben a los buses a vender caramelos y cantar, con los que piden limosna en la calle, perdieron las fuerzas y las esperanzas. Como dije párrafos arriba, no es que el día de hoy existan estratos sociales marcados en el Perú o mejor conocidas como líneas demarcatorias, estas son en realidad ondulantes y frágiles. Es como si las personas con sentimiento de superioridad se acercan a las que creen inferiores para recordarles que no son bienvenidos o que son pertenecen al mismo círculo. Oralidad, escribalidad y electronalidad Estos son tres conceptos muy importantes ya que mediante estos resolveremos cuales, además de las anteriormente presentadas, son las paradojas que acercan, pero a la vez alejan a un determinado grupo de personas a formar parte importante de la sociedad. Inicialmente, antes de la llegaba de los españoles la oralidad era lo que predominaba en la


sociedad. Es realmente sorprendente como con la llegaba de la escritura, lo oral pasó inmediatamente al segundo plano. Ahora, todo lo que tenía que ver con la cultura oral se consideraba estar lejos, en un mundo no perteneciente. Lo que me recuerda una frase del tristemente célebre José Portillo: “Papelito Manda”. Ahora es cierto, si no tienes un papel que funcione, algo así, como tu testigo, no puedes probar nada. Con la escritura el papel pasó a ser “la temible fuerza” para los que no tenían importancia. Es, como ahora, en el caso de los habitantes de pueblos pequeños que no se encuentran debidamente empadronados en la base de datos del gobierno, por lo que, si muriesen, sería como si no hubiera muerto nadie. ¿Se imaginan? ¿Morir sin que se sepa que siquiera exististe? Si nos ponemos a pensar, cuando un gobierno de turno va a finalizar saca a la luz todas las obras de último minuto que ha realizado y, adicionalmente, siempre dice (como Alan García en su último gobierno), el porcentaje de pobreza que se ha reducido esta vez. Si tomamos en cuenta que hay muchos peruanos en condición de pobreza y pobreza extrema que no son tomamos en cuenta por no estar inscritos en el registro nacional, ¿la pobreza reducida es la real?, ¿es cierto que Alan redujo de 48% a 31.4% la pobreza? Como dijo Guillermo Nugent en su libro El poder delgado: “El papel fue, durante muchos siglos, una fuerza excluyente que aparentemente ha sido neutralizada en gran medida, por la aparición de otros modos de comunicación de un mayor componente participativo. Es decir, el terreno de los medios audio-visuales”. Resalté el término aparentemente, porque es un término que no es atribución de Guillermo Nugent, más bien es de atribución mía. Para empezar, si es cierto de que de algún modo entrar a una cultural electronal a favorecido a que muchas personas que inicialmente no tenían voz puedan decir lo que piensan. Un ejemplo claro de ello es, el hecho de que “la cultura blogger” se haya difundido con mucha fuerza en el país. Ahora todos tenemos la posibilidad de generar debate, de crear nuestra propia opinión, de ser no sólo consumidores de medios sino también prosumidores: es decir, producir nuestra propia información, tomar nuestras propias fotos, ser incluidos en el proceso. Sin embargo, aunque todos estemos muy felices por el gran salto al desarrollo de las comunicaciones que ha experimentado el país, siguen habiendo desacuerdos notorios en cuanto a las posibilidades que tiene toda persona para decir lo que piensa. ¿Una persona de una localidad poco conocida de Huancavelica tiene las mismas posibilidades de dar su punto de vista que una de Lima? ¿Se han puesto a pensar que absolutamente todos los canales de televisión están en Lima? ¿Qué todos los programas son grabados aquí, con excepciones de algún programa cultural de viajes que muestre las riquezas de nuestro país? Gracias a lo que veo todos los días ha quedado demostrado que los medios y las mismas políticas de gobierno, ponen a lima como el centro, como el gran todo. Cuando vemos las noticias, vemos siempre que los periodistas critican al gobierno de tener siempre


políticas centralistas pero no se dan cuenta y es más, nadie se ha dado cuenta que ellos también las tienen. Esto se debe a que todo modelo de gobierno de corte liberal en el caso de las comunicaciones tiene el principio de que la competencia y la cobertura se rigen de acuerdo a la rentabilidad de las zonas geográficas. Es decir, venden en las zonas donde la gente tiene más dinero y les va a comprar más (todo favorece a intereses económicos aunque lo nieguen). Los periódicos de corte amarillista no ayudan en lo absoluto, tales como: El chino, Ajá, La razón, Ojo, etc. Los periódicos que mencioné en la línea de arriba son los famosos periódicos que forman parte de la lista representaciones de la cultura chicha. Este tipo de periódicos que apela al morbo popular nació en los estados unidos y fue importado al Perú en el siglo XX. Si se dan cuenta, por sus coloridas portadas, lo que mayormente se muestra en estos periódicos son escenas violentas y escandalosas. En el caso de la televisión, el primer noticiero en favorecer a la cultura chicha fue el canal 2 con “90 segundos”. Fue el tiempo en que comenzaron a mostrarse cadáveres en la pantalla y a una agitada reportera que perseguía a sus entrevistas con tenacidad pocas veces vista. En un libro que Juan Gargurevich presentó para una ponencia en el año 1999 llamado: Perú: Cultura Chicha y Comunicación Masiva, puso al descubierto una investigación que el sociólogo Juan Luis Vargas hizo sobre este tema para una tesis. Vargas elaboró una lista de temas de Talk-shows: “Abandoné a mi hijo”, “No creo en los hombres”, “Me inicié en un prostíbulo”, “Mi padre me violó”, “Maridos borrachos”, “Me avergüenzo de mi madre”. Como sabemos, todos estos temas hacen inmediatamente alusión a las vidas de personas de bajos recursos que eran invitadas a los sets de televisión para contar sus desgracias. ¿Cómo nació la cultura Chicha? Según mi punto de vista hay dos grupos distintos que exponen las representaciones de esta cultura. Primero, está la población que vino como inmigrante a Lima en el siglo XX en busca de oportunidades y un mejor nivel de vida, como tanto se vendía en aquella época. Lo que pasó con estas personas es que se encontraron con una realidad muy distinta de la que pensaron. Nadie les daba la mano y muchas personas se aprovechaban de su poco conocimiento de las “actitudes” que se debía tomar en la ciudad, prácticamente recién solo burlas e insultos, sin contar que comenzaron a ser marginados por una “clase media-alta” que estaba en contra de relacionarse directamente con personas que no eran de su círculo ni tenían sus costumbres. Los inmigrantes se vieron obligados a juntarse, creando así una especie de comunidad. Juntaron todas sus costumbres y con esfuerzo y lucha crearon representaciones propias de sus lugares de origen y al mismo tiempo tomaron actitudes propias de Lima, creando así la cultura chicha. Una mezcla de representaciones culturales que logró que estos pobladores se sintieran pertenecientes y revolucionarios en su campo, como es el caso de los conciertos de música andina, la creación de la chica o cumbia (como fusión de distintos ritmos), la creación del sistema de carteles de colores para promocionar conciertos, las invasiones de terrenos, la cultura del transporte público: micro.


Es claro que algunos medios de comunicación vieron a esta, como la oportunidad de ganar más dinero y decidieron lucrar con la cultura chicha, adecuándose a su modo de vida y costumbres. Estos transformaron a esta cultura por completo, mostrando una cara menos agradable y por consiguiente, dejando a estas personas como indeseables. T al es el ejemplo de los periódicos que mencioné, los talk-shows (como cuando hablé de ferrando y de Laura Bozzo), etc. En mi opinión una de los principales factores por los cuales la sociedad peruana se encuentra tan dividida y encontramos en los medios de comunicación opiniones tan desiguales y discriminatorias como las expresiones: “Los lugares más alejados del país” o “Ayudemos a los hermanos de…” es la creación de esta cultura chicha como medio de comunicación constante. Inicialmente, la palabra chicha no representaba ninguna concepción negativa. Significaba únicamente ese trago llamado “chicha de jora” que representaba a la sierra peruana. Pero, de algún modo la palabra chicha comenzó a adoptar su significado negativo a partir de dos niveles: Aparece como un manifiesto social, a partir de que se crea la música chicha. El significado negativo se asociaba con el ambiente chichero: fiestas que generalmente terminaban en pleitos, a quienes se les identificaba como “achorados”, “gente del mal vivir”. ¿Y quienes participaban de estas fiestas? Generalmente jóvenes de sectores sociales bajos, de barrios populosos, muchos de ellos migrantes andinos pobres o “nuevos limeños”.

En el segundo nivel, en el plano de los valores, el término adquiere un

significado negativo teniendo como cimientos al desprecio al indígena, al serrano, al cholo, producto del racismo criollo del siglo XIX, el racismo republicano, del cholo frente al blanco. No es raro admitir que hoy en día el racismo forma parte de nuestro inconsciente colectivo, y es una característica de la manera en la que nos han formado culturalmente. Este racismo fue creciendo a partir de los años cincuenta en adelante con el aumento de migrantes andinos en la ciudad. Si nos damos cuenta es como si nos programaran a lo largo de la historia para repudiar a las clases bajas. Un caso que nos acerca más a esta realidad es el de “las tías de la molina” que fue largamente difundido en el Programa cómico “El especial del humor” de Jorge Benavides y el renunciante Carlos Álvarez que actualmente intenta hacer algo parecido en el canal nueve. Pero la realidad es que, fuera de las pantallas este caso no tenía nada de humorístico.




Sobre mi cadáver Reportaje sobre feminicidio en el Perú “Esta va a ser la última vez”, fueron las últimas y falsas siete palabras que escuchó Soledad decir de José. Ella tiene ahora treinta y dos años, vive en Chorrillos y, para ese momento considera que era una persona muy ingenua. Mientras mira a la sombra de la ventana de su sala, recuerda como conoció a José: Fue en una fiesta de familia en el noventa y seis, cuando ella rondaba los dieciséis. Recuerda entre lágrimas como confió en que valía la pena, en cómo sus padres estuvieron de acuerdo con la relación, parecía hombre de bien hombre- dijo. Soledad guarda aquellas marcas que no la dejan dormir y las que son fruto de innumerables cuestionamientos por parte de sus tres menores hijos: ¿Qué te pasó mami, te caíste?, gracias a dios que ellos no estaban cuando me golpeó- balbucea. La primera vez que fue violentada su primera hija, Mari Carmen, tenía apenas un año y los demás no habían nacido. Todo ocurrió a raíz de que se malogró la refrigeradora, yo no tenía plata para arreglarla y se lo dije, el estaba con la cabeza caliente y reaccionó mal, yo no estuve de acuerdo con su actitud y me jaló de los pelos. Esa fue la primera vez- Afirma. Soledad mira hacia un punto fijo y no a los ojos, por vergüenza, porque está arrepentida de no haber tenido firmeza, de haber soportado tanto.

Es común en las mujeres maltratadas por sus parejas, pensar que quizá es mejor darle una oportunidad, pero las oportunidades pasan, segunda, tercera, cuarta y los golpes llegan, llega quizás la muerte, el desamparo de los hijos y la impunidad. ¿A partir de qué punto el amor se transforma en sangre? Soledad desarrolló inevitablemente el “Síndrome del esclavo”, según el ministerio de la mujer, es muy común en estos casos que la pareja agresora intercale momentos de abuso con algunos momentos de recompensa o reconciliación. La víctima necesita a su “poderoso” hombre y establece un fuerte vínculo afectivo con él. Es por eso que se aferra a los momentos momentos de calma y tranquilidad, y cree que él por fin “va a cambiar”.


Aquella lúcida y jovial ex señora no está más, solo recuerda pedazos de aquel infierno, pues el trauma cerebral le ayuda a borrar obligatoriamente las escenas del pasado que repercutirían más en su futuro, es natural. El cerebro tiende a borrar las escenas traumáticas de nuestr a vida. Pero no olvida su primer viaje a la comisaría. Su primer paso por la comisaría de Villa, con fuerza de voluntad ella se acercó a la primera autoridad que vio y le preguntó en qué parte podía denunciar violencia familiar.

No tienes golpes- Le dijo el policía. Ella respondió firmemente: Habían golpes, ahora queda el problema psicológico que me está causando el soportarlo y si no hago algo, van a haber más golpes. Tenía todas las intenciones, realmente lo estaba haciendo, como cuando resuelves el problema de matemática que no te salía en el examen, lo estaba logrando. Dionisio (recuerda el nombre del policía por la placa que tenía en el pecho), la miró con aire inquisitivo, llena este papel y nos vemos en un rato, voy a estar por acá- le dijo. Pero Dionisio no estaba a los veinte minutos, ahora salía por la puerta el Inspector Jefe Martínez, que le preguntó qué era lo que venía a hacer. Le pareció de lo más raro que no se informaran entre ellos sobre lo que estaba pasando, ya que ella consideraba que era algo importante, para ella y para su familia. Le volvió a contar la misma historia a Martínez pero este reaccionó de un modo reacio y puso un gesto extraño, demostrando que no le estaba creyendo, ahorita vemos lo que pasa- Afirmó. Tras la oficina se escuchó un bajo- “Qué la habrá hecho al marido para que la trate así”. Soledad estaba sola. La oración que Martínez pronunció a lo lejos parece haber salido sacada de un libro. Nos remonta a aquella página de Abril Rojo de Santiago Roncagliolo, cuando el fiscal Chacaltana pensó: “Los esposos no violan a sus esposas: les cumplen”. Y es precisamente, el germen machista el detonante y motivo por el cual, en el Perú, La violencia contra la mujer, que lleva en algunos casos, inevitablemente al feminicidio, es muy difícil de parar. Existen complejas estructuras de dominación masculina que explican estos fenómenos. No solo el feminicidio, sino la violencia contra la mujer (aquí y en todo el mundo) es indisociable de mecanismos de socialización sostenidos en el género. Sin embargo, tanto en sociología como en criminología (no olvidemos que el feminicidio es un hecho criminal) casi ningún fenómeno es reductible a una sola causa. Por eso para comprenderlo hay que ir un poquito más allá de los estudios de género. Lo que Soledad y muchas mujeres en Perú parecen olvidar es que El artículo 6 de la ley 26260 dice claramente que uno puede ir a la Policía o a la Fiscalía para denunciar violencia familiar y que ellos serán los encargados de investigar los hechos hasta su culminación. La ley también dice que la Policía y la Fiscalía nos darán las garantías para resguardar nuestra integridad.


Por lo tanto si se ve que no están cumpliendo lo que dice la ley, hay que hablar con el Jefe de la Policía o el Fiscal para exigir que hagan su trabajo. Pero Soledad no hizo eso quizás por temor, por cansancio, porque creía que podía cambiar, porque pensaba que si en esa comisaría no le habían hecho caso ¿Qué sentido tenía ir a las otras cinco? ¿Con quién seguiría dejando a sus hijos chiquitos?

Ella dió el primer paso, pero en el Perú la realidad es otra. Solo tres de cada diez mujeres denuncia el maltrato de su pareja. Eso hace que sea más complicado lidiar con el problema. Siete de cada 10 mujeres decide no denunciar los maltratos que recibe de su pareja. ¿Por qué? Sienten vergüenza, miedo a más agresión, divorcio o separación, no saben adónde irían, no quieren dañar a su agresor, piensan que los daños no son serios, que de nada serviría sentar una denuncia, o incluso, llegan a sentirse culpables. “La violencia familiar es un grave problema de salud pública. Es alarmante que solo tres de cada diez mujeres denuncie situaciones de maltrato, ya que tiene consecuencias profundas y directas en la salud sexual y reproductiva de la mujer. El reporte corresponde al último censo que hizo el INEI y otro indicativo es que en el Perú cada dos minutos una mujer es maltratada”, expresó Manuel Saravia, director del Instituto Guestalt de Lima.

Otras

mujeres

violentadas,

como

soledad,

no

muestran

marcas

corporales

pero,

inevitablemente tienen muchas huellas internas, huellas que no son fáciles de borrar. La mujer golpeada experimenta el síndrome de fatiga crónica. El desequilibrio emocional le produce agotamiento e insatisfacción, ansiedad, disminución de la concentración, falta de memoria y de voluntad, además de debilidad física y mental. Suele desubicarse en el espacio temporal luego de un episodio violento. Es con esto que se entiende quizás, el porqué de la no decisión de la mujer agredida cuando se ve en el dilema de denunciar o no denunciar. Sin embargo, no es un factor determinante si se acude a una tercera persona de confianza para encontrar apoyo. Una situación similar la vivió Tatiana de 20 años. A su corta edad ya ha experimentado el maltrato en su máxima expresión. Cubre su rostro mientras habla porque quizá se siente confundida y avergonzada, no quiere mostrar sus golpes. Rony, como le decía de cariño, a su ex enamorado Ronald Arellano, siete años mayor que ella, la amenazó de muerte. Pero, lamentablemente, no fue sólo una amenaza, este intentó cumplirla. Ella aún lo ama y no entiende porque lo ha perdonado, sin embargo, decidió acabar con la relación el 20 de enero de este año porque sentía que podía ser peor. La primera vez que le pegó, tenían solo cinco meses de relación y en anteriores oportunidades le había levantado la mano. No lo denuncié a


pesar de la indignación de mi madre, por amor y porque yo también tenía la culpa, no le podía echar todo el pato a Ronald- Dice Tatiana.

Celos que matan La suerte que tuvieron Soledad y Tatiana no es para todas, pues es común en el día a día ver portadas en los periódicos y reportajes televisivos hablando de mujeres asesinadas, generalmente por sus parejas. El feminicidio no está desconectado de los ejercicios de violencia regulares contra las mujeres. De hecho, en al menos 40% de los casos reportados por el Ministerio Público, las víctimas habían denunciado a la Policía maltratos físicos y psicológicos. Eso es señal de que algo anda muy mal en la protección de esas víctimas.

No hay un perfil ni de las víctimas ni de los victimarios y, por supuesto, sería un gran aporte tener uno. La información pública disponible se ha centrado en la relación de la víctima con el victimario. Lo relevante es que la mayoría de victimarios eran personas conocidas por las víctimas. Y precisamente eso es lo que los últimos estudios destacan contra muchos sentidos comunes: el peligro real está más dentro de las casas, no afuera. Explica Diego Tuesta Reátegui, sociólogo egresado de la PUCP. Una vez, pensé que me iba a matar y a meter en una maleta, como esa chica que salió en la televisión- Dice Tatiana entre lágrimas. Y en realidad era así, ella estuvo a cinco minutos de la muerte un viernes cinco de abril del 2010. Era las 3 de la tarde y su mamá había salido, era normal que se quedara viendo la televisión cuando no tenía clases. Algunos días, Ronald llegaba para acompañarla y la veían juntos. Ese día, su ex enamorado tenía otros planes para ella. El detonante: Los celos. Un amigo en común le había contado que la había visto conversando con un hombre por más de treinta minutos en una fiesta el fin de semana anterior. Su enamorado llegó a recriminarle en el momento, no le preguntó como estaba, ni la saludó. No tocó el timbre, casi me rompe la puerta, hasta rompió la luna, me acuerdo que vi su mano toda llena de sangre, yo le abrí y me asusté, lo abracé pero él me tiró al suelo y me gritó: ¿Me has hecho cachudo acaso? – Cuenta. Manuel Saravia, explica que una de las principales razones por las que un hombre maltrata a su pareja son los problemas económicos, la infidelidad, los celos, pautas de crianza, hábitos de convivencia, consumo de sustancias y alcohol. Por lo que el ex enamorado de Tatiana, preso de los celos por sospechar de un posible engaño de la entonces menor, había intentado quitarle la vida. Cogió un cuchillo y se aproximo a la víctima en un relato que quizás sonaría muy acorde con una película de terror. Sin embargo, la puerta de la entrada lo detuvo, cuando se dio cuenta


de que la mamá de Tatiana había llegado y lanzó el cuchillo tras el mostrador de la cocina, intentando actuar como en una escena de la cotidianidad.

Los celos de pareja son el principal detonante feminicida. El jefe del Observatorio de la Criminalidad del Ministerio Público Juan Huambachano, reportó que entre enero y mayo de este año, 26 mujeres han sido víctimas de feminicidio en nuestro país, lo que hace una suma total de 435 en los últimos cuatro años. Según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público, el 31 % de los 92 feminicidios cometidos en el 2012 tuvo a ese sentimiento como factor determinante, mientras que el 16 % fue motivado por la resistencia a continuar con la relación de pareja. Las formas más comunes de agresión son las de: Asfixia o estrangulación (30 %), el ataque con cuchillo (29 %), los golpes (21 %), el disparo con arma de fuego (41 %) y el envenenamiento (4 %).

Así como Ronald, muchos hombres están libres en este momento, habiendo violentado a sus parejas y/o relativas o incluso mujeres desconocidas. Habría que preguntarse, hasta que punto, en este caso, el amor es sano y en qué momento se convierte en obsesión. Si el común dicho popular “Más te pego, más te quiero” ha calado en lo más hondo de nuestra sociedad para convertirse en una especie de ley de la jungla. Sin embargo, esto no es más un juego o un mito: es la realidad.

El feminicidio es un crimen que debe ser atendido por el estado. No tiene actores ni coyunturas únicas; en consecuencia, cualquier mujer puede ser agredida hasta ocasionarle la muerte. Por otra parte, los autores de los crímenes no responden a una particularidad, pueden ser realizados por personas conocidas o vinculados con las víctimas (familiar, sentimental o amicalmente), así como del entorno laboral o de estudios; además de ex convivientes o ex cónyuges o desconocidos. Aunque las cifras explican que, en su mayoría los asesinos eran personas relacionadas directa y sentimentalmente con la víctima en cuestión. La tipificación del feminicidio como delito autónomo es una de las acciones que se consideran fundamentales para prevenir y sancionar esta expresión extrema de la violencia contra las mujeres. Sin embargo, No puede afirmarse que la creación de leyes garantice el acceso a la justicia de las mujeres que han sufrido violencia como vimos en el caso de Soledad. Sin embargo, la existencia de una norma específica puede dar mayores herramientas para sancionar adecuadamente la violencia contra las mujeres, además que posibilita la realización de acciones de incidencia con autoridades, en la movilización por el cumplimiento de las normas.


Hablar de feminicidio es útil para visibilizar la magnitud y consecuencias de la violencia de género y plantea una desmitificación de la violencia contra la mujer, evitando que se romanticen los hechos, se patologice al agresor o se naturalice la situación. Un feminicidio es un crimen contra las mujeres. No es un crimen pasional ni es perpetrado por un enfermo mental. El problema es mucho más complejo y se vincula directamente con las relaciones de dominación que han existido y existen en nuestra sociedad- Afirma el Centro de la mujer peruana, Flora Tristán. “La terapia es una buena opción, ya que permite soluciones en un 90% de los casos. Deben acudir a terapia tanto el maltratador como la mujer golpeada a fin de determinar razones psicológicas implícitas (...) esta permite controlar los impulsos, desarrollar habilidades para negociar y aprender a no lastimarse”- Dice Saravia. Y, de cierto modo es verdad, nadie ha pensado en esta posibilidad como opción, pues, generalmente, se involucra al maltratador en el problema pero no en la solución y la solución tiene que ser algo conjunto. Es claro que en el caso de agresores que tienen que ver con las mujeres, convendría arrancar el problema desde la raíz, pues un hombre agresivo no está bien de la cabeza y lo mejor sería tratarlo antes de recluirlo y que salga a seguir haciendo lo mismo. La solución no está en cuántas penas se aumenta, en cuantas leyes de crea, la solución está en manos de la psicología.

“¿Qué te pasó mami, te caíste?, gracias a dios que ellos no estaban cuando me golpeó- balbucea Soledad”. “Una vez, pensé que me iba a matar y a meter en una maleta, como esa chica que salió en la televisión”Dice Tatiana entre lágrimas. “El común dicho popular “Más te pego, más te quiero” ha calado en lo más hondo


de nuestra sociedad para convertirse en una especie de ley de la jungla”. “Lo abracé pero él me lanzó al suelo y me gritó: ¿Me has hecho cachudo acaso? – Contó”. “Solo tres de cada diez mujeres denuncia el maltrato de su pareja. Eso hace que sea más complicado lidiar con el problema”.


Retrato




Fotos varias









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