Edita: Comunidad Educatica Colegio Ntra. Sra. del Carmen
Nos debemos Gratitud Cuando finaliza el curso quiero recordar una frase de bienvenida que aparece en la página 3 de la agenda escolar del curso 2012-2013 “ Este conjunto de actividades sumadas, harán que al final de curso admires lo mucho que has trabajado y aprendido y experimentes la satisfacción del esfuerzo diario”. Lo que hemos tratado de hacer en el colegio es llevar a cabo un plan educativo construido sobre ideas claras, personas y valores con la mirada en los resultados educativos y académicos, si es que algo se puede separar en este campo. Teníamos un objetivo que destacaba: “Búscate en tu interioridad: Conócete a ti mismo” Pretendemos la formación de una personalidad integrada que descubre poco a poco que la fuerza, la riqueza, la vocación y el futuro están dentro de uno mismo y que los demás nos acompañan responsablemente para conducirnos al estilo de personalidad y formación propias de cada uno. Este era el punto de partida en septiembre, bien escrito y secuenciado como una hoja de ruta para cada momento. Desde luego, es mucho más denso y complejo nuestro plan pero ahora toca realizar solo unas pinceladas para invitar en el punto de llegada a una actitud muy positiva de admiración y agradecimiento a tanto esfuerzo o a tantos intentos por parte de todos. Creo que en el interior se encuentra la verdad de lo que se vive y desde la verdad se acallan los gritos, cabe la aceptación propia y ajena, brotan las palabras serenas aunque sean fuertes, nace el respeto a los demás y puede surgir la esperanza en que todo puede ser mejor si hay un nuevo intento. No es ahora momento de estrenar sino de recoger lo sembrado en el más amplio sentido. Sobre ello volveremos a construir más alto, más hondo y más bello. Ahora están a punto de comenzar las vacaciones, un tiempo maravilloso para vivir el descanso necesario, la realización de otro tipo de actividades más gratas y que exigen menor esfuerzo o de distinta manera. No deben significar la ruptura con lo que nos ha ayudado a crecer y madurar. En este final de curso deseo expresar mi agradecimiento a todos los que hemos vivido el día a día de manera cercana y respetuosa. Felices vacaciones. Elena Amaro Vidales López
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La existencia de Dios ha originado un gran debate durante millones de años, aún sin resolver. Han abordado de este tema en sus obras desde el incansable filósofo Platón hasta el mítico cantante John Lennon, desde Santo Tomás de Aquino hasta Napoleón Bonaparte. Partiendo de que nunca será posible conocer la verdad sobre este asunto, nos planteamos la pregunta: ¿existe Dios? Y aquí nos remitimos a aquella cita pronunciada por Voltaire: “Si Dios no existiera, sería necesario inventarlo.” ¿Es eso cierto? ¿Hasta qué punto necesita el hombre creer en Dios para vivir sin temores? Pienso que, antiguamente, la creencia en Dios estaba estrechamente relacionada con aquel miedo a morir, cuando la gente veía a sus familiares y seres queridos morir a edades tempranas sin opción alguna de encontrar una cura. En la actualidad, se ha perdido ese fervor hacia aquel ser que todo lo podía, y es evidente que esta devoción está extendida principalmente en las personas de edad más avanzada. ¿Quiere esto decir que la creencia sigue estando ligada con el miedo a morir? Puede que sí. Por otra parte, está el tema de los valores. La religión siempre ha estado ligada a acciones buenas, al amor, a la generosidad. Pienso que otra parte de la población es creyente debido a que viven en un ambiente donde estos valores les han sido inculcados desde siempre, al igual que les han enseñado desde pequeños que hay un ser bueno que ayuda a los necesitados, que te escucha cuando le hablas, y que se preocupa por todos. Como dijo el filósofo Schopenhauer, “las religiones, como las luciérnagas, necesitan de oscuridad para brillar”. Es decir, las personas tendemos a ser más creyentes cuando atravesamos períodos difíciles, cuando no vemos otra salida, cuando lo vemos todo negro… En ese momento cualquier opción nos parece maravillosa. Entonces nos acordamos de aquellos sermones que oíamos en la misa de los domingos, aquellas palabras que nunca llegamos a entender del todo y que nunca escuchábamos con demasiada atención. Cuando has perdido algo ves las cosas desde otro punto de vista, y si alguien te ofrece la mano para ayudarte a ponerte en pie de nuevo, la aceptas sin dudar. Sólo una vez que te has levantado miras a la cara a quien te ha ayudado, y aunque no te agrade quién lo ha hecho, sientes que estarás en deuda con él el resto de tu vida. A las personas que aceptan el camino de la religión para evadirse de sus problemas, cuando estén totalmente recuperados y miren hacia atrás buscando la clave de su mejora, puede que se arrepientan de no haberlo hecho antes, o puede que vuelvan a rechazar ese camino, olvidando quién fue aquel extraño que les tendió la mano. Otra gran frase que nos propone Voltaire dice: “La religión mal entendida es una fiebre que puede terminar en delirio.” Todos conocemos las controversias que ha generado el excesivo furor por la religión. Desde castigos inhumanos a quienes no la comparten, como los que impartía el Consejo de la Santa y Suprema Inquisición, hasta violentas guerras entre fieles de distintas creencias. Hablando de creencias es necesario mencionar que nosotros, la mayoría de los españoles, al hablar de Dios nos vamos directamente al Dios cristiano, pero el tema de su existencia también lo pueden abordar aquellas personas que identifican su dios con Alá, o aquellas culturas que adoran, por ejemplo, a una piedra. Yo pienso, si Dios era aquel que nos
salvaba de la muerte a todos, ¿por qué hay tanta gente que ha muerto por Él? Este es el delirio que nos menciona Voltaire. Según mi punto de vista, la ignorancia que tienen aquellas personas que no creen, que intentan taparse los ojos para no ver lo evidente, la tienen igual aquellos que, de tanto que pretenden ver, se quedan ciegos y no ven nada. Y es que como decimos habitualmente, las cosas contrarias, exageradas hasta el colmo, acaban por parecerse. Actualmente hablar del tema de la existencia de Dios puede resultar un tanto extraño, por diversos motivos. Se ha creado una “moda” entre los jóvenes en la cual si afirmas la existencia de Dios te tachan de marginado y extravagante. También están aquellas noticias que nos llegan a todos, sobre la pederastia de algunos religiosos, o del robo de niños de gente relacionada con la religión. Estos temas asustan a todo creyente, es cierto, y además sirven como argumento a los ateos que, de tanto repetirlos, se han quedado sin ellos. Pero lo cierto es que estas noticias nos impresionan más y se nos quedan grabadas en la mente por morbo más que nada, pero ¿cuántos casos hay de pederastia en gente común? En todos los grupos sociales hay personas dignas y otras que se malogran, ¿por qué no iba a pasar lo mismo con los fieles de Dios? Por otra parte, los inminentes avances en la ciencia han destronado muchas creencias relacionadas con la existencia de Dios. Se ha demostrado que el hombre ha sido resultado del proceso evolutivo de diferentes especies, no provenimos de aquellos Adán y Eva creados por Dios en el paraíso. La ciencia también ha demostrado que el “cielo” al que vamos después de morir si somos buenos, está compuesto por diferentes capas y más adelante va a dar al espacio exterior, y en ninguno de estos lugares hemos encontrado a aquel ser que nos observa y nos ayuda. También está el tema del alma, que ya abordaba Pitágoras, aquella alma que se eleva a un mundo superior si es purificada, aquella que todos tenemos dentro de nosotros. La ciencia ha permitido observar los cuerpos humanos por el interior, y nunca se ha encontrado el alma. Hay muchas razones científicas para argumentar el ateísmo, pero la fe no tiene que estar separada de la ciencia. Hay cosas que la ciencia no puede alcanzar, y allí es donde entra la religión. Personas que según la ciencia no iban a sobrevivir de sus enfermedades, han salido adelante milagrosamente. Algunos lo llamarán suerte, otros preferirán llamarlo fe. Debido a la gran variedad de opiniones y creencias acerca de este aspecto, será imposible llegar a un acuerdo, a una conciliación en la que todos creamos lo mismo, pero creo que eso es lo que nos hace, precisamente, criaturas de Dios. Quizá nuestras luchas, debates y peleas diviertan a ese Dios que nos está observando y que lleva milenios diciéndose, como aquel padre que mira a sus hijos discutir: “¡No se pondrán nunca de acuerdo estos chicos!” Así que, para finalizar, resumo mis opiniones con una cita del escritor ruso León Tolstoi: “Dios existe, pero no tiene ninguna prisa en hacerlo saber”. Marta Sabugo
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Kant afirmó que “la disconformidad que encontramos en el mundo entre el ser y el deber ser exige la existencia de Dios como realidad, en donde el ser y el deber ser se identifican y en donde se da una unión perfecta de virtud y felicidad”. Esto es, Dios existe, pero no porque sea el creador de la realidad, sino porque el ser humano inteligente necesita poder encontrar una explicación a aquello que nos resulta desconocido. A lo largo de la historia, se ha intentado explicar aquello que la razón no puede conocer mediante un ser superior todopoderoso, capaz de crear y controlar el universo y a la humanidad como si de un simple juego se tratase (multitud de textos literarios reflejan al ser humano como objeto de entretenimiento de Dios, por ejemplo Shakespeare). Aún así, hemos evolucionado y hemos sido capaces de dar explicación lógica y comprobable a fenómenos que, grandes pensadores y científicos de otras épocas, definían como obra del Dios creador. Por esta misma teoría, ¿no sería posible que aquello que ahora no podemos explicar, resulte ser un hecho claramente lógico en el futuro, y que nuestra mente no dispone de la información necesaria para resolverlo por medio de la lógica, y busca explicaciones inmediatas que satisfagan nuestros problemas y deseos? Este defecto de la razón es el que nos lleva a utilizar la religión como explicación, para después rechazarla por una teoría que resulte más lógica. Además, esta deficiencia de nuestro conocimiento hace que la idea de Dios sea un medio fácil para controlar a aquellas personas de menos cultura, lo cual conlleva a hacerse una idea falsa de lo que es Dios. En mi opinión, tal como dijo Feuerbach, “Dios es el ser del hombre liberado de los límites del individuo, de la corporeidad y de la realidad, y objetivado, es decir, contemplado y adorado como otro ser, distinto de él”. Y es que Dios no es otra cosa que nuestra conciencia, aquello que ambicionamos llegar a ser: perfectos, todopoderosos e inmortales. Es esto lo que hace imposible demostrar la existencia de Dios, que es una versión mejorada de nosotros mismos. También se dice que no podemos percibirlo con los sentidos, sin embargo esa sensación indefinible que sentimos en momentos de extremo pesar o felicidad, es Dios, es decir, nosotros en total perfección. Lo increíble es que la perfección no consiste en la plena felicidad, sino en la capacidad de sentir tanto dolor como placer y en controlar ambos sentimientos. Dios es, sin duda alguna, atemporal pues siempre está presente en nuestro interior, en lo que conocemos como alma, completándonos. Es un no ser que constituye nuestra conciencia, por lo que no le podemos pedir ni agradecer nada más que la confianza que nos aporta. Y aunque los siglos XVI y XVII se conozcan como los siglos de la Fe, jamás habrá un período temporal determinado en el que la fe sea la cualidad principal. Siempre ha habido y siempre habrá un dios, el cual tendrá unos rasgos característicos dependiendo de la época y de la cultura, pero al fin y al cabo un dios que nos aporta la esperanza que todos necesitamos. Por todo lo citado se puede concluir que es una necesidad racional, a pesar de no poder probar su existencia mediante la observación o la experimentación, y que no está sujeto ni al tiempo ni al espacio, puesto que está allí donde existe humanidad, conciencia. Tal como dijo Albert Camus, “los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado de la existencia dentro del universo acabarán fracasando finalmente debido a que no existe tal significado”. Pero Dios nunca ha sido un hecho que se acepte de forma acrítica, puesto que siempre lo intentamos comparar con algo que conocemos, o justificarlo de la misma forma que explicamos por qué las manzanas se caen del árbol usando la teoría de la relatividad. Esto hace que caigamos continuamente en el mismo error, y solo con-
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seguimos confundir nuestras ideas, complicando algo sencillo. Ante la incapacidad de comprensión recurrimos al camino fácil: obligarnos a creer que Dios no existe y así librarnos del esfuerzo de reflexionar. Sencillamente, sólo podemos comprender qué nos aporta la creencia en Dios cuando sentimos un profundo dolor tanto físico como vital, que nos hace ver lo bueno de la vida y la perfección contenida en la aparente imperfección del ser humano y la naturaleza. Al llegar a ese punto de pesar, nuestro amor hacía el prójimo, hacia la divinidad y hacía nosotros mismos alcanza su máxima pureza. Desgraciadamente, no acostumbramos a discernir los aspectos positivos proporcionados por el sufrimiento y despreciamos el equilibrio que aporta a nuestra conciencia, y al encontrar obstáculos en nuestra vida nos compadecemos de nuestra desgracia y culpamos a dios de nuestros problemas. Lo gracioso de la situación es que, siguiendo la idea de que dios somos nosotros en total perfección, estamos culpando a la versión mejorada de nosotros mismos. Además, existe una falsa idea de que la ciencia es contraria a la fe, y que es imposible que ambas se den a la vez. Pero si esto fuera cierto, ¿por qué hay numerosos científicos de gran renombre que aseguran que ciencia y dios están interrelacionados? Un ejemplo de filósofo creyente es William D. Phillips, quien dijo: “Hay tantos colegas míos que son cristianos que no podría cruzar el salón parroquial de mi iglesia sin toparme con una docena de físicos”. Y como está frase hay muchas más que apoyan tanto la fe como la ciencia. Realmente la ciencia nos vuelve más críticos ante las explicaciones incomprobables, pero lo que hace que la religión pierda fuerza es la prepotencia del ser humano, al creer que sabe todo y que aquello que la ciencia no ha explicado no es cierto. Sin embargo, en el siglo VI a.C se había observado que la tierra era redonda y, aunque nadie lo creyó porque consideraban que no había pruebas suficientes, varios siglos después nos resulta absurdo pensar que sea plana. Todos sabemos que la ciencia no es infalible, incluso los propios científicos lo saben, y por ello necesitamos la religión, para encontrar la energía necesaria para seguir investigando y encontrando explicaciones a lo que desconocemos y superarnos a nosotros mismos. Como dijo Kant: "los pensamientos sin contenidos son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas", y es que la ciencia es pensamiento e intuición, pero no podemos pensar ni tener intuiciones sin la base que nos aporta la religión. Nunca habríamos llegado a definir el universo si las religiones no hubiesen hablado de un dios creador del mundo, del universo. Por tanto ciencia y religión son dos conceptos inseparables, siempre que haya ciencia habrá religión y siempre que haya religión habrá ciencia. Claudia Butler
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