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epitafio reaL Elbert Coes

Epitafio real

Elbert Coes

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Pereira

Ganador de este mismo concurso, FELIPE III, en 2016. Ha escrito para varios medios virtuales como La Cola de la Rata, Literariedad y revista Semana. En 2019 publicó el libro de cuentos Florida Killer y ganó el Premio La Capital del Eje Canta, categoría «Siembra», con la agrupación musical Ritos, por la canción Lujuria.

Enkidu estaba debilitado, no podía correr como antes, pero ahora tenía razón y amplios conocimientos. Volvió y se sentó a los pies de la ramera, contempló a la ramera, observó sus rasgos. Gilgamesh

Por el honor propio y la honra que merece nuestra señora Ishtar confieso que dos son los relatos que enmarcan vida y obra del rey Hammurabi: uno el del imperio y el otro, que a continuación refiero, pertenece a la más estricta intimidad, sobre su amor, su pecado y su muerte. Fuera de la versión oficial, diarios y contratos dan cuenta de la modesta vida, la buena reputación y el enorme poder del difunto, así como también revelan su intransigente devoción al divino Marduk.

Es cierto que mi señor conquistó el sur y el norte y expandió el imperio desde el levante hasta el poniente; sabiduría y justicia fueron aquellas virtudes que hoy lo hacen memorable, que imprimen su largo rostro moruno en sellos de mármol y monedas de plata. Y también es cierto que, por facultad de su dios, el rey estableció castigos y desamparos contra nosotras, porque contradecimos la llamada ley natural de servir con devoción a los hombres. En consecuencia, durante al menos dos tercios de su existencia, el rey ignoró que por nacer bajo el amparo de Ishtar nuestro espíritu no tiene otra obligación que la libertad al servicio del placer.

SEXTO CONCURSO DE CUENTO CORTO

Ahora, opuestas al mandato de escribas y sacerdotes, las ishtaritu le honramos a nuestro modo, recordando al imperio que fue una de nosotras quien después de toda su tragedia lo sepultó y, más por amor que por temor, dedicó a él sus lamentos y sus memorias, aunque el gran testamento acadio sugiera lo contrario. Ashant relata en sus diarios que tras ser diagnosticado de una contagiosa enfermedad, el rey Hammurabi se negó al tratamiento de bañarse a diario con la sangre menstrual de una ramera, resistiéndose a ello durante diez años, pues tal acto contrariaba no solamente su ética y cierta sección especial del código que lleva su nombre, sino que también ofendía a los dioses.

Y como habría de esperarse, a causa de tanta obstinación, su cuerpo se deterioró con el paso del tiempo.

No obstante escribas y sacerdotes se opongan a nuestro oficio y nos condenen a pagar multas y al desamparo de los dioses, la verdad es esta: que tras años de padecer dolores el rey acudió, ante la insistencia de su médico, a la casa de los placeres; que por su lugar entre las rameras, Ashant lo consoló, lo bañó, lo cobijó con sus sedas y lo convenció de hacer concesiones privadas con la diosa Ishtar si deseaba mantener su honor; concesiones que significaron levantar templos en su nombre y brindar protección y comida a todas las putas de Babilonia.

Es natural que corrieran rumores, que hombres y mujeres se sorprendieran al ver la figura del rey entrar en los aposentos de las ishtaritu. El hecho se difundió en

EPITAFIO REAL

varias versiones: que el rey estaba enfermo y para curarse (y vivir el número de años predestinados por los dioses) tenía que dormir por cien días con distintas rameras; que para mantenerse sano el rey estaba obligado a beber la sangre menstrual de una ramera (entrada en años) hasta el final de sus días; que el remedio surtía efecto solo si el rey Hammurabi bebía aquella sangre directamente del sexo de la ishtaritu (mientras la complacía).

Pese a todos los esfuerzos que hizo, nuestro señor falleció a temprana edad; y aunque en su honor el imperio celebró un culto funerario con vino, música y carnes, debido a que en los últimos años bebió sin parar la miel de las rameras, su cuerpo fue sepultado en secreto por Ashant. Cuenta la versión oral, pues su escritura será prohibida por los siglos de los siglos (cuando la crónica caiga en el olvido de Mesopotamia), que en la inscripción de su verdadera tumba reza: “Duro y justo por ley, fiel servidor sexual, yace en paz aquí un rey, bajo el amparo de la diosa Ishtar”.

Breve evangelio según santa María, la mujer judía (o la forzosa trilogía del dolor adolescente)

Luis Fernando Loaiza Zuluaga

Manizales

Docente de la Universidad de Caldas. Le gusta considerarse profesor e investigador teatral. Padece de una obsesión por los lenguajes religiosos, adquirida en su adolescencia. Tiene una relación de doble vínculo con el teatro. Está enamorado de la literatura, pero no se siente correspondido.

I [El espíritu]

1. La noche cayó fulminante. Nada se oyó: ni un animal, ni una persona. Silencio total. 2. Una voz me despertó al pronunciar palabras incomprensibles. Todo estaba oscuro. Encendí un candelero. Nadie cerca de mí. 3. Sentí sus manos en mis pechos. En mi rostro. En mi cabello. 4. Me besó. Besé sus labios, aunque a nadie vi. 5. Su saliva tenía un sabor dulce. Un dulce extraño. Una especie de fruta casi líquida derritiéndose en mi boca. 6. El sudor humedeció toda mi piel. Mis ropas cayeron. 7. Sus manos sobre mi vientre, cálidas, apenas rozaron mis pliegues con las puntas de sus dedos. 8. Un olor a animal se esparció por el aire. Olor a animal salvaje. 9. Balbuceó las extrañas palabras. Mis oídos se estremecieron. Un dolor agudo me atravesó desde los oídos hasta el vientre. 10. Fuego en mi vientre, en mis oídos, en todo mi cuerpo. 11. Sangre: Sangre brotó de mis oídos. Sangre brotó de mi boca. 12. Semen y sangre manaron de mi orificio.

II [El cuerpo]

1. Mi vientre se sacudió. Un dolor intenso. 2. Deseos de vomitar, de orinar, de defecar. 3. Mi esposo me tomó en sus brazos y me tendió en el piso. Intentó besarme. Lo eludí. 4. Dos mujeres limpiaron mi rostro y mi sexo

SEXTO CONCURSO DE CUENTO CORTO

con agua de manantial. 5. Agua fresca y limpia. Pura y cristalina. 6. El dolor punzante en mi vientre. Mi carne interior empujó su pequeño cuerpo. 7. El dolor se extendió, desde mi orificio, hacia todos mis rincones. 8. Me sentí despedazada, descuartizada. 9. El niño apareció bañado en sangre. Rompió en llanto: me aturdió con sus gritos. 10. La mujer mayor acomodó el niño en mis brazos. De súbito, el pequeño guardó silencio. Respiramos profundo, acompasados. Caí dormida. 11. No sé cuánto tiempo pasó. Lo acerqué a mi pecho. 12. El dolor punzante se concentró en mi pecho izquierdo: leche con sangre en sus labios.

III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI [Fragmentos extraviados del códice]

XII [La mente]

1. Un sueño viene a mí cada noche: Su cuerpo desgajado, suspendido en el madero. 2. Estalla en un último grito, plegaria sin palabras. 3. Una hoja afilada atraviesa su piel. 4. El cielo llora. Llueve aguasangre. 5. De repente, me veo desnuda. Orino a cántaros. 6. Mi fluido se mezcla con la lluvia rosa. Todo el líquido es absorbido por la tierra. 7. Mi cuerpo se desploma. La tierra húmeda me engulle por completo.

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