Revista Nacional de Cultura Nº 340

Page 1

DIRECTOR FUNDADOR MARIANO PICÓN SALAS Fundada en 1938


V

EDITORES

Ministerio del Poder Popular para la Cultura Reinaldo Iturriza Ministro

Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello William Osuna Presidente

Alcaldía de Caracas Jorge Rodríguez Alcalde

Fundación Editorial El perro y la rana Giordana García Presidente

Imagen de portada Pintura del artista venezolano César Rengifo.

La revista no se hace responsable de las opiniones emitidas por sus colaboradores. El lector tendrá derecho a participar con sus propias ideas en aquellos casos en que las apoye o disienta de ellas.


ANTONIO TRUJILLO > Director

Aテ前 LXXVII ENERO 2015 . Nツコ 340


Antonio Trujillo Director

Ánghela Mendoza Homero Hernández Alfonzo Rondón Ximena Hurtado Portada y diagramación Yesenia Galindo Yessica la Cruz Fundación Editorial El perro y la rana Corrección Fundación para la Cultura y las Artes FUNDARTE Impresión

Depósito legal Nº P.P. 193802DF 102 ISSN: 0035-023

Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello Mercedes a Luneta. Parroquia Altagracia Apdo. 134 Caracas 1010. Venezuela Telefax: (0212) 562.72.11 www.casabello.gob.ve revistanacionaldeculturavzla@gmail.com


SUMARIO ENSAYOS Y ARTÍCULOS

Mario Sanoja Obediente ~ LOS INDÍGENAS VENEZOLANOS: FUNDADORES DE LA NACIÓN 13 Nelly Arvelo-Jiménez ~ LA NAVEGACIóN ENTRE LOS INDíGENAS YEKUANA 21 Caracciolo Parra Pérez ~ MIRANDA Y LOS ORÍGENES DE LA REVOLUCIÓN (Fragmento) 31 José Martí ~ DISCURSO PRONUNCIADO EN LA VELADA DE LA SOCIEDAD LITERARIA HISPANOAMERICANA EL 28 DE OCTUBRE DE 1893 41 Tomás Straka ~ LA ERA DE JOSÉ DOMINGO DÍAZ 49 Simón Bolívar ~ CARTA DE JAMAICA 61 J. A. Calzadilla Arreaza ~ LA REVOLUCIÓN PEDAGÓGICA DE SIMÓN RODRÍGUEZ 85 Temístocles Salazar ~ ANDRÉS BELLO, ANTIIMPERIALISTA 93 Antonio Corredor Aveledo ~ ANDRÉS BELLO Y LOS ESTUDIOS GEOGRÁFICOS: UNA CIENCIA PARA EL USO DE LOS AMERICANOS 105 Ramón Querales ~ EL “DRAMICUENTO” COSTUMBRISTA COMO CRÓNICA DE LAS IDEAS Y DE LA VIDA COTIDIANA DE LOS SIGLOS XIX Y XX 115 María Eugenia Bravo ~ MARÍA CALCAÑO Y LA DESPATRIARCALIZACIÓN DEL CUERPO EN LA LITERATURA VENEZOLANA 139 Celso Medina ~ VIAJE AL PARAÍSO MISTÉRICO DE ROGELIO LEÓN 147 Mariana Libertad Suárez ~ COSAS DE MUJERES: REPRESENTACIÓN DE LA (CONTRA)MEMORIA EN LA NARRATIVA VENEZOLANA (1952-1959) 153 Lolola Hernández-Barbarito ~ ALBA SUDACA VS OCASO CAPITALISTA. UN ACERCAMIENTO AL PENSAMIENTO DE FRANCISCO MIERES 163


CRONISTAS DE INDIAS

Gustavo Pereira ~ EL DIARIO DE A BORDO DE COLÓN O LA PRIMERA PROCLAMA DEL COLONIALISMO EN EL CARIBE 173

CRÓNICAS

Adolfo Rodríguez ~ EL SUR CALABOCEÑO EN EL SIGLO XVII 197 Armando González Segovia ~ DUDAS E INCÓGNITAS SOBRE LA

VIDA Y LA MUERTE DEL GENERAL JOAQUÍN CRESPO 211 Héctor Seijas ~ LA CASA Y EL RÍO 227 Leonardo Gustavo Ruiz ~ ORLANDO ARAUJO EN LETRA ROJA 237

PENSAMIENTO FILOSÓFICO LATINOAMERICANO

Adriana Arpini ~ FILOSOFÍA Y POLÍTICA EN EL SURGIMIENTO DE LA FILOSOFÍA LATINOAMERICANA DE LA LIBERACIÓN 243 Graciela Maturo ~ ANTONIO DE LEÓN PINELO Y EL MITO DE AMÉRICA-PARAÍSO 273 Lourdes Manrique ~ PRÓLOGO DE Rajatabla: UNA POÉTICA DEL DESCONCIERTO 283

CRÍTICA LITERARIA

Alberto Hernández ~ ALY PÉREZ EN NUEVE LIBROS 293 José Carlos De Nóbrega ~ INSERCIÓN DE LA OBRA POÉTICA DE LEDO IVO EN EL CORPUS DE LA POESÍA CONTEMPORÁNEA DE BRASIL 307

LITERATURA Y ORALIDAD

Héctor Padrón ~ Voz de los tiempos, voz de la tierra: la oralidad, refugio de la esencia del pueblo Pemón 323

TEATRO

Gustavo Meléndez Filippe ~ “YO CONOCÍ A CÉSAR RENGIFO A MIS SIETE AÑOS” 335

DANZA

Poy Márquez ~ UNA MANERA DE ANDAR POR LA VIDA 345


POESÍA

Teófilo Tortolero ~ POEMAS 353 Edgard Méndez ~ POEMAS 356 Freddy Ñáñez ~ POEMAS 359

CINE

José Miguel Acosta Fabelo ~ CINES CARACAS 367

LITERATURA INFANTIL

Enrique Pérez Díaz ~ AMÉRICA EN SU LITERATURA PARA NIÑOS: EL DESPERTAR DE UN CONTINENTE 387

LA CIENCIA COMO UTOPÍA Asdrúbal González ~ PEDRO DE VERASTEGUI PRIMER BOTÁNICO DE VENEZUELA 407

COLABORADORES 415



Tintero que perteneci贸 a Andr茅s Bello. Colecci贸n Casa de Bello. Foto: Homero Hern谩ndez.


Tomado de: http://www.pueblosdevenezuela.com/Lara/LA-Camay.htm


ENSAYOS Y ARTÍCULOS


Foto: Ana Gita de Oliveira, 1974.


Mario Sanoja Obediente

Los indígenas venezolanos: fundadores de la Nación

La historia hispanista venezolana considera que el origen de la Nación venezolana fue subproducto de un evento histórico fortuito: la llegada de Cristóbal Colón, en 1493, al territorio que es hoy Venezuela. Tal concepto de nación ignora los miles de años de vida social organizada que transcurrieron en dicho territorio desde hace 14.000 años, cuando llegaron a esta tierra los primeros colonizadores paleoasiáticos (Sanoja y Vargas-Arenas, 2007: 78-83). A partir de aquel remoto pasado, la sociedad originaria, que colonizó las diferentes regiones de lo que hoy es nuestro país, creó un paisaje cultural, un territorio geográfico humanizado que contenía centros poblados, áreas de cultivo, itinerarios y medios de transporte para las comunicaciones terrestres, fluviales y marítimas, tradiciones técnicas para el trabajo de la tierra, la caza, la pesca y la recolec­ción, el trabajo de la madera, el cultivo de plantas útiles que proporcionaban alimentos y materias primas para elaborar tejidos, cestas y componentes para la arquitectura de la vivienda doméstica, tradiciones técnicas para la producción de instrumentos líticos para la agricultura, conocimientos arquitec­tónicos y estructurales para el diseño y construcción de terrazas agrícolas y sistemas de riego y almacenamiento de agua, de varia­dos tipos de RNC

13


vivienda, de los enseres de la vida cotidiana: vasijas y ollas de barro, mobiliario, fogones, técnicas para preservar y transformar los alimentos naturales; conocimientos para domesticar las plantas silvestres y modificar sus procesos de reproducción natural, conocimientos de mecánica y balística para fabricar arcos, flechas, cerbatanas, dardos; utilizar el principio del resorte para la fábrica de sebucanes, de las trampas para animales, etc.; el cultivo de plantas para producir drogas medicinales, alucinógenos, resinas, etc. (Sanoja y Vargas-Arenas, 2007: 119-121). Ya para el siglo XV de nuestra era, algunas etnias habían alcanzado niveles de desarrollo sociopolítico que se acercaban a relaciones sociales de tipo estatal, sociedades jerarquizadas con un locus de poder centralizado, gestión de recursos humanos, producción, intercambio y una actividad comercial que permitía la distribución de ciertos bienes de consumo entre las diferentes comunidades que integraban el circuito de relaciones políticas (Sanoja, 2011:131-132). Enumerar todas las áreas que comprendían los conoci­mien­tos creados por nuestras sociedades originarias indígenas excedería el espacio del presente trabajo. Baste lo expuesto para evidenciar que la inserción de los invasores españoles en la historia de la nación venezolana no se hizo en un vacío social, sino, por el contrario, en un espacio geográfico habitado por comunidades humanas con un amplio dominio y cono­cimiento de la gama de posibilidades materiales y sociales que hacían posible la vida organizada en todo el territorio. Gracias al aprovechamiento de esa circunstancia pudieron los invasores construir su base de poder para dominar, controlar y posteriormente expoliar la base material y social de nuestras comunidades originarias. Pero en dicho proceso quedó impresa la marca indeleble de nuestras culturas originarias, que es tanto o más importante que el aporte europeo: sin el concurso y el soporte de la sociedad y los conocimientos de nuestras sociedades originarias, el experimento de conquista y colonización española no habría sido viable. Queremos comenzar este trabajo, como ya se ha expuesto, refutando las posiciones ideológicas hispanistas que consideran al siglo XVI como el inicio de la nación venezolana, las cuales asimilan la RNC

14


ciencia histó­rica, la Historia, al estudio del documento escrito. De esa manera ignoran que existen numerosas otras fuentes que han permitido recons­truir e historiar el desarrollo de la sociedad durante las decenas de milenios que precedieron la aparición de la escritura, desconociendo la historia real de la Nación, ignorando la significación real del concepto de Nación que alude a un proceso histó­rico de consolidación de las nacionalidades y finalmente de los estados nacionales. La contribución de las etnias y las tradiciones indígenas venezolanas para consolidar la nacionalidad y el Estado Nacional Venezolano, no constituye un aporte cultural pasivo. Las etnias indígenas tuvieron una destacada participación en nuestra Guerra de Independencia, acompañando y luchando en el ejército llanero del general Páez (Vargas-Arenas, 2007: 70). Su trabajo, su contribución a la consolidación de la base material de la nación, a la creación de tradiciones sociales y culturales le dan su perfil y su idiosincracia a la cultura del pueblo venezolano y a nuestro proyecto nacional, lo que debe ser reivindicado primordialmente en la época presente. Considerar a la sociedad indígena como un proceso paralelo y desconectado de la creación de la Nación, del proyecto nacional del Estado venezolano, es una falacia que acentúa la visión de nuestros indígenas como un rezago inútil, una antigualla de la historia que no pesa en nuestra formación como pueblo independiente. Por otra parte, esa visión es la que hizo posible, hasta la IV República, la práctica de una política indigenista etnocida, o de marcado corte etnopopulista, que acentuó la pauperización y la destrucción de la cultura de nuestros pueblos indígenas. El proceso inicial de colonización y luego la expansión territorial del bloque capitalista venezolano a partir del siglo XIX, centrado particularmente en la región norte-costera, relegó las etnias originarias a ocupar regiones de refugio en las zonas periféricas en aquel entonces a la sociedad criolla. El desarrollo capitalista industrial venezolano comenzó, a partir del siglo XX, a expandir su área de interés y a explotar los recursos mineros, forestales, agropecuarios e hidroeléctricos de vastas regiones hasta entonces sin interés comercial e industrial como la Guayana, el Amazonas RNC

15


y el Delta del Orinoco. En consecuencia, durante la IV República las etnias indias que las habitaban y habían podido conservar en cierto grado su autonomía, fueron progresivamente asimiladas a la sociedad nacional, desmantelando sus particularidades culturales y negándoles el acceso a la propiedad de la tierra que es el fundamento de su existencia, de su diferenciación étnica. Dicha situación tenía como objetivo forzar a la mayoría de los indígenas a integrarse a la sociedad capitalista como simples asalariados, en el mejor de los casos, rompiéndose los vínculos consanguíneos que mantenían la cohesión cultural de sus comunidades. En regiones como el suroeste de Venezuela o en la Península de la Guajira, las comunidades indígenas se han visto presionadas, no solo por la sociedad criolla venezolana, sino también por conflictos fronterizos binacionales que han determinado la militarización de las fronteras de Venezuela y Colombia. Al mismo tiempo, el resto de las etnias indígenas se ha vinculado, quiéranlo o no, con las profundas crisis sociales y políticas de una envergadura que nunca habrían imaginado, como la subversión armada en Colombia y el narcotráfico que extiende sus redes a lo largo y ancho de las fronteras de estos dos países, y las cuales han acelerado su proceso de disolución. Un grave problema que enfrenta, a nuestro juicio, el proceso bolivariano, es la construcción de ciudadanía en una población tan penetrada todavía por la industria cultural imperialista, hecho que determina en muchos venezolanos la ausencia de referentes históricos que le permitan identificarse con una idea de nacionalidad sólidamente construida. El ser venezolano fue definido durante la IV República con base en una memoria histórica extremadamente corta, donde la sociedad india prehispánica se agota en una serie de estereotipos desprovistos de toda significación real para la sociedad contemporánea. Muchos venezolanos y venezolanas son todavía incapaces de asimilar dentro de su compleja –y muchas veces dura– realidad cotidiana, a esos seres que la historia tradicional ha convertido en entes nebulosos y abstractos que poblaron el territorio nacional desde antes del siglo XVI: han seguido viviendo y luchando en él hasta la actualidad, para defender y afirmar su derecho a existir como una cultura diferente, entendiendo que la diferencia no se puede convertir en desigualdad social. RNC

16


La memoria de los caciques famosos: Guaicaipuro, Tamanaco, Paramaconi, Mara fueron enterrados en la tumba del pasado “precolombino”, evocados solamente por topónimos urbanos contemporáneos. Dichos estereotipos fueron cargados por la historia neocolonial con significaciones negativas que, bloqueando la posibilidad de que se identificasen con los objetivos de vida de la sociedad moderna, muy por el contrario implicaban una suerte de vergüenza nacional que debía ser ocultada. Entre las masas populares que construyeron el país nacional entre el siglo XVI y el siglo XVIII, indios, negros, mestizos, criollos y españoles peninsulares, la ideología patriarcal que permea la historia oficial nunca incluyó a las mujeres. Solamente los hombres figuran en las acciones que contribuyeron a construir las bases del Estado Nacional. Pero dichas acciones han sido por lo general enmascaradas bajo una historia de las instituciones coloniales que refleja o quiere reflejar un solo matiz de este complejo proceso histórico que es el proceso nacional venezolano. La independencia, la consolidación del Estado Nacional, solo se transmite al ciudadano como una acción militar donde los héroes de la burguesía definen el curso de la historia con el filo de su espada.

La historia de los indios y la educación bolivariana El aporte de las sociedades indígenas pre y post-hispánicas a la formación de la nación venezolana fue deformado por la información histórica impartida a través de la educación formal, para justificar la posición teórica de los historiadores hispanistas. La historia tradicional enseña un concepto de la historia dividida en bloques tempo­ra­les organizados linealmente, sin solución de continuidad: a) El bloque de la historia con mayor profundidad temporal y formativa, denominada precolombina, se despacha en los textos oficiales con unas cuantas líneas que ocultan su extraordinaria riqueza e importancia cultural. b) La historia colonial, la cual sirve para asimilar el origen de la Nación venezolana al proceso civilizatorio que se origina por la imposición de las formas socioculturales iberas o hispanas. Esta RNC

17


tesis supone necesariamente que antes de la invasión española existió una población autóctona con un bajísimo grado de desarrollo sociopolítico, la cual habría desaparecido en el siglo XVI, bien por la destrucción física o por su hispanización forzada, de forma que su aporte a la consolidación de la nación venezolana podría considerarse como poco importante. A esta visión deformadora de la historia podríamos agregar la visión etnopopulista del indio, que trata de rescatar su cultura, como una entidad aparte del proyecto político nacional cuando, por el contrario, es dentro de él como podemos apreciar su valor y su proyección histórica. c) La historia contemporánea que narra la participación protagónica de la burguesía venezolana en la Guerra de Independencia y en la instalación del Estado liberal burgués que dominó la vida de nuestro pueblo desde 1830 hasta 1998, cuando se inicia la consolidación del Estado socialista bolivariano. Para que la historia nacional contribuya efectivamente a formar conciencia revolucionaria entre la población venezolana, esta debe ser comunicada al ciudadano común a través de sus productos tangibles, no como objetos sino como contextos sociales vivos, llenos de sentido, que le permitan a aquel visualizar, entender y reflexionar sobre lo cotidiano vivido por otros hombres, otras generaciones precedentes cuyas acciones son no solo un patrimonio estático sino una fuente de enseñanzas, de guías para el futuro. Tal como hemos expuesto en una obra reciente (Vargas-Arenas y Sanoja, 1993: 169-239), los museos didácticos deben cumplir esa función, convertir la historia pasada en experiencia actual, hacer real lo que el maestro Acosta Saignes denominaba “ficción de coetaneidad”: el hecho histórico ocurrió, pero su interpretación, su proyección y su importancia dependen de nuestra percepción del presente. Solo podremos darle a la historia de la Nación venezolana una dimensión articulada y coherente, si la pensamos y analizamos como un proceso de creación y recreación de la sociedad, sin rupturas y cortes arbitrarios, donde el ciudadano pueda perfilar su proyección y sus raíces, entender racionalmente la comunidad de origen y destino que nos compromete con la construcción de un país más justo, más humano, socialista y revolucionario.

RNC

18


BIBLIOGRAFÍA SANOJA, MARIO y VARGAS-ARENAS, IRAIDA. (2007). “El legado territorial y ambiental indígena prehistórico e histórico”. En: Geo Venezuela 1. Geografía histórica del poblamiento territorial venezolano. La tropicalidad venezolana. Caracas: Fundación Empresas Polar. SANOJA OBEDIENTE, MARIO. (2011). Historia sociocultural de la Economía Venezolana. Catorce mil años de recorrido. Caracas: Banco Central de Venezuela. Edición Bicentenaria. VARGAS-ARENAS, IRAIDA y SANOJA, MARIO. (1993). Historia, identidad y poder. Caracas: Fondo Editorial Tropykos. VARGAS-ARENAS, IRAIDA. (2007). Resistencia y participación. La saga del pueblo venezolano. Caracas: Monte Ávila Editores.

RNC

19


Foto: Ana Gita de Oliveira, 1974.

RNC

20


Nelly Arvelo-Jiménez

LA NAVEGACIóN ENTRE LOS

INDíGENAS YEKUANA

Historiografía de la navegación yekuana

A mediados del siglo XVIII los exploradores españoles nos dejaron relatos de viajes al alto Orinoco que hacen referencia a las sabanas de La Esmeralda como lugar de convergencia de poblaciones procedentes de los diversos ríos afluentes del alto Orinoco. Esas descripciones destacan con admiración la habilidad yekuana para navegar y comerciar a lo largo y ancho de la extensa red fluvial que forma la cuenca del Orinoco. Desde aquella época se va construyendo una copiosa serie de publicaciones que resaltan la excelencia artesanal de estos indígenas en la fabricación de embarcaciones, las cuales se distinguen por su solidez, belleza y duración. Pensamos que estas caracterizaciones están estrechamente vinculadas con la vocación para el comercio y para el emprendimiento que con igual entusiasmo dan impulso al comercio e intercambio intra e interétnicos de servicios. En sus largas travesías cubren distancias considerables a través de rutas que combinan navegación fluvial de ríos y caños con largas caminatas por trochas y caminerías. Es esta la única combinación exitosa para aprovechar la red fluvial que existe en las cuencas de los ríos Orinoco y Amazonas. RNC

21


Cuentan los yekuanas contemporáneos que los viajes acometidos por sus antepasados solían prolongarse hasta tres y cinco años porque llegaban a tierras lejanas; vale decir, partiendo del territorio yekuana en Venezuela alcanzaban tierras que hoy día pertenecen a Brasil y a Guyana. Combinaban la navegación fluvial con caminatas por travesías que ellos mismos abrían, utilizaban y mantenían mediante el trabajo concertado de varios pueblos indígenas caribehablantes, principalmente los célebres indígenas kariñas y los propios yekuanas. La superación de las dificultades inherentes a este complejo sistema de comunicación, que debía funcionar en el intrincado contexto del bosque tropical húmedo, nos permite imaginar la gran importancia que para esos pueblos representó ese sistema de comunicación que los facultó para mantener la fluidez de vínculos múltiples entre los diversos grupos étnicos pobladores de la Cuenca que así se beneficiaban con la circulación de servicios religiosos, de disponer de todo tipo de información, de recibir y poner, a su vez, a circular mercancías así como divulgar y propagar modas de maquillaje y parafernalia de arreglo personal. Su gran importancia se ve ratificada por la existencia de toda una organización para el intercambio. Los grupos de viajeros tenían un jefe que negociaba en nombre de su gente mediante instituciones correlativas, tales como el intercambio diferido. Este último implicaba que las transacciones no necesitaban ser canceladas de inmediato, sino que la deuda contraída podía pagarse a plazos; la existencia de socios comerciales fijos lo que elimina las negociaciones al azar; la existencia de creencias religiosas que sellan de manera absoluta, so pena de sanciones, las asociaciones comerciales interétnicas, llegándose a creer que su transgresión o incumplimiento podía ocasionar sanciones sobrenaturales, por ejemplo, enfermedades y muerte. Estos titánicos viajes que atravesaban varios países y varias etnias no se realizaban necesariamente entre grupos étnicos amigos o aliados, sino que, para aliviar la tensión que produce la interacción entre grupos diferentes, se celebraban rituales conciliatorios. Entre estos ritos de conciliación las crónicas mencionan la existencia de duelos ceremoniales y de los famosos “mirray”. La fuente etnográfica más detallada que insinúa la existencia de una infraestructura de comunicación creada para facilitar los RNC

22


vínculos interétnicos es la obra de Salvatore Gillij, misionero jesuita, fundador de una misión entre los indígenas tamanacos en el hoy estado Bolívar. Su obra Ensayo de historia americana es una joya histórica, lingüística y etnográfica. De ella hemos extraído las rutas que Gillij califica de “rutas comerciales” utilizadas por los grupos indígenas que transitaban en múltiples direcciones dentro de la cuenca del Orinoco durante el siglo XVIII. En 1968 y 1969, Arvelo-Jiménez (1974), durante la realización de su primer trabajo de campo entre los yekuanas del alto Ventuari, registró historias orales que corroboran algunas de las rutas identificadas por Gillij. Los narradores yekuanas añaden que como esas rutas eran utilizadas por sus antepasados, los relatos orales recibidos de ellos les permiten constatar que las mismas continuaron en vigencia por mucho tiempo. Durante el siglo XIX, tanto la Guerra de la Independencia como las frecuentes montoneras, llamadas por sus líderes “revoluciones”, nublan nuestra comprensión de lo que pudo acontecer con este sistema de comunicación, intercambio e interacción interétnica durante los primeros sesenta años de ese siglo. La obra histórica de Briceño de Bermúdez (1993), relativa al comercio de cabotaje e internacional que se canalizaba por los ríos Apure y Orinoco, permite leer entre líneas que el sistema de interconexión continuaba existiendo aunque disminuido en su alcance, ya que la interacción entre los pueblos habitantes de la cuenca del Orinoco fue probablemente fracturada y dividida en circuitos reducidos que ya no podían comunicarse regularmente entre sí o lo hacían de una manera esporádica. A finales del siglo XIX y principios del XX con la irrupción de la explotación del caucho, ocurrieron brutales movimientos de las poblaciones autóctonas y los caucheros asestaron un golpe mortal a la operatividad del sistema de intercambio. Para el siglo XX ciertos antropólogos especializados en el análisis de sociedades caribehablantes ubicadas en la Gran Sabana, en el sureste del estado Bolívar (Butt, 1973, entre pemones, makushis y akawaios; Thomas, 1972, entre pemones), interpretan los intercambios interétnicos como circuitos comerciales para la circulación de productos indígenas. Inspirado por los circuitos económicos RNC

23


o kulas que B. Malinowski describiera para los pueblos de Melanesia, David Thomas denomina “mini kulas” a los que observa operando entre etnias de la Gran Sabana y Guyana. Es importante recalcar el modus operandi de este ingenioso sistema de conexión interfluvial registrado desde por lo menos el siglo XVIII mediante el cual no solo se conectan las rutas existentes en las cuencas de los ríos Orinoco, Amazonas y Cuyuní, sino que además se alcanzan grandes distancias. El diseño y operación del sistema implica una planificación entre varias aldeas o comunidades (no necesariamente de la misma etnia) para alcanzar funcionalidad. La logística implica colocar embarcaciones al pie y por encima de los grandes saltos de agua y/o de los raudales que impiden la navegación continua o ininterrumpida. La construcción de embarcaciones implica en primer lugar la selección de la madera, pero, como es característico de la distribución de especies tanto animales como vegetales en los ecosistemas amazónicos, los árboles aptos y preferidos para la fabricación de embarcaciones o curiaras están dispersos en medio de grandes extensiones. Los principales son: palo amarillo (dadija) que abunda en la región de las cabeceras; jiyu, árbol de concha lechosa (no identificado); sasafrás (saadi, Ocotea cymbarum); laurel amarillo (kawishi, Ocotea aciphylla); laurel blanco (totoshi, Ocotea aff. amazónica); cachicamo (uduwadi, Carpotroche grandiflora). Una vez talado el árbol escogido se da comienzo al paciente trabajo de ir cavando el tronco con la ayuda de hachas y hachuelas para extraerle el corazón y lograr una abertura parcial. Se le colocan rolos dispuestos horizontalmente cada cierto trecho y luego se llena de leña para iniciar la combustión e ir lentamente, mediante la acción del fuego, abriendo el tronco hasta el ancho deseado que tendrá la embarcación. Este es un proceso muy delicado que exige paciencia y experiencia a fin de no malograr el objetivo trazado. Culminada esta etapa, la embarcación está lista para ser botada al río o caño. Debido a que la curiara o embarcación se construye en el sitio donde el árbol es talado, una vez finalizada su construcción, para llevarla hasta el río hay que construir una plataforma sobre la trocha por donde se transporta. La base está compuesta por rolos RNC

24


de madera que simulan los rieles de trenes y tranvías. Estas plataformas son también parte del entramado sistema de conexiones construidas por los indígenas para sus viajes interfluviales. Siempre contemplan cuales son los sitios estratégicos que requieren construcciones para la colocación de las dos curiaras por debajo y por encima de cada salto innavegable a lo largo de un trayecto o camino interfluvial dado. Visión interna o “emic” de la navegación sobre el origen de la canoa, tomado del Atlas Dekuana (Arvelo-Jiménez y Jiménez, 2001:19): El primer constructor de una curiara se llamó Kadiwa quien taló la madera que llamamos Wanadi ñajujodü para utilizarla en su construcción. Kadiwa encargó de esa tarea a su yerno Emadiju. Transcurrido un tiempo que consideró prudencial, Kadiwa quiso supervisar el trabajo y fue al sitio de construcción para revisar el proceso hecho por Emadiju pero no observó modificaciones en el tronco, el cual lucía como si no lo hubieran tocado. Kadiwa se irritó y enojado pensó que sería mucho mejor si él mismo construía la curiara, así que tomó su hacha y comenzó a trabajar sin percatarse de que su yerno trabajaba dentro del tronco por lo que lamentablemente le cercenó la cabeza. Al darse cuenta de esta tragedia, Kadiwa se sintió culpable, pero nada pudo hacer. Antes de morir Emadiju expresó una sentencia que condena a los hombres a padecer mucho trabajo para poder construir una curiara y esto lo hemos heredado. Esta muerte accidental causó la ruptura de la paz familiar y provocó la aparición incluso entre parientes, del rencor y el odio como, por ejemplo, entre suegros, yernos y nueras. La primera curiara se llamaba Kadiwa y tiempo después desapareció en un pozo llamado Öshadujai, hundiéndose en la profundidad para ser arrastrada luego, llegando eventualmente al mar. En el mar ya no era una curiara sino un espíritu maligno o wiyu que induce accidentes y desgracias porque tiene la capacidad de apoderarse de fuerzas existentes en la naturaleza y manipularlas para dañar a la gente. Este espíritu maligno toma variadas formas: aparece como persona, animal, culebra, tigre, etc. Su nombre actualmente es Wayenedu. Kadiwa en su trayecto hacia el mar ya podía apoderarse de las fuerzas de la naturaleza como lo atestiguan casos que conocemos RNC

25


por historia oral. En un sitio del río Padamo llamado Mudeshijanña, a veces cuando los niños se bañaban en la playa del río, jugaban y bromeaban diciendo que necesitaban que apareciera una curiara para salir a navegar; el deseo se cumplía y de repente aparecía una curiara que se acercaba a la playa y algunos de los muchachos se montaban en ella confiados mientras que otros se salvaban porque antes revisaban el fondo de la curiara y descubrían un ojo, por lo que concluían que no era una curiara normal. A los niños confiados la curiara se los llevaba rápidamente y en el medio del río, curiara y niños desaparecían. En un brazo del río Cunucunuma llamado Kaduwaijanña, los niños desaparecían en la misma forma, pero alguien siempre se salvaba y contaba la historia. En la orilla de estos sitios se oía el llanto de los niños cuando excavaban, la gente hallaba niños con cola como si fueran culebras. En las cabeceras del Cunucunuma en el sitio Shaduwakanña la historia sucedió de manera idéntica.

Transcribimos a continuación el testimonio de Simeón Jiménez Turón [SJT], yekuana del río Cunucunuma, sobre la navegación, su percepción y significado: Antiguamente con nuestras embarcaciones navegábamos todos esos ríos y caños ayudados por el remo, el canalete y la palanca. Mamá contaba cómo durante la era del caucho los yekuanas llegábamos hasta el caserío de San Antonio sobre el Orinoco para vender mañoco a los caucheros criollos. A punta de canalete y palanca navegó nuestro gran antepasado Adamare, quien además de ser un destacado y muy renombrado jefe, acompañó a varios expedicionarios criollos en largos viajes desde el Cunucunuma hasta Tencua en el río Ventuari, y cuentan los antiguos que también viajaba hasta el río Paragua en el estado Bolívar. Al Ventuari viajó con unos expedicionarios, fotógrafos, geógrafos, etc., que cuenta que eran alemanes. De la época de Adamare también se mencionan a Juan Turón, a Silva y a Julián Ortiz como remeros o marineros de grandes piraguas o embarcaciones propiedad de los criollos que navegaban por el Orinoco. Todos ellos iban del Cunucunuma hasta San Fernando de Atabapo. Hasta Puerto Ayacucho solo viajaron algunos antepasados en calidad de marineros. Nosotros usualmente llegábamos hasta San RNC

26


Fernando de Atabapo, pero si era necesario el viaje se extendía hasta Puerto Ayacucho, atravesando los raudales de Atures. Parece que mi tío Julián cuando joven atravesó esos raudales en calidad de marinero, pero los que realmente eran expertos en la navegación de esos raudales eran los indígenas que vivían en esa zona. Muchos años después llegaron los primeros motores fuera de borda y con estos se fue abandonando la palanca que ahora solo sirve para ayudar a atracar las embarcaciones al puerto. Aquí [en el río Cunucunuma] los primeros que tuvieron motor fueron Aurelio y Otilio Turón y Kurumí Velázquez. Yo compré mi primer motor en 1965. Entre los que viajaban por el Ventuari, recuerdo al Catire Asisa, a Horacio Asisa y al viejo Bautista, quienes se llegaban hasta Carmelitas, un sitio en el bajo Ventuari que fue centro de acopio desde la era del caucho. Entre tanto en los ríos Erebato y Caura, el gran navegante era Kalomera y uno de los sitios de salida y venta de las embarcaciones era Maripa, en la boca del río Caura. Las mujeres también aprendieron a manejar motor y los utilizan para ir a pescar y para llegar hasta el conuco a cosechar y/o a limpiar. El motor nos ha servido para ahorrar tiempo y para potenciar el número de viajes que se pueden realizar. La navegación por el Cunucunuma no ofrece grandes riesgos durante el período de lluvias, pero es más azarosa durante el verano sobre todo para las grandes embarcaciones.

RNC

27


BIBLIOGRAFÍA ARVELO-JIMÉNEZ, NELLY. (1974). Relaciones políticas en una sociedad tribal: estudio de los ye’kuanas, indígenas del Amazonas venezolano. México: Instituto Indigenista Interamericano (Sección de Investigaciones Antropológicas, Ediciones Especiales, 68). ARVELO-JIMÉNEZ, NELLY y JIMÉNEZ, SIMEÓN. (2001). Atlas Dekuana. Caracas: Asociación Otro Futuro. BRICEÑO DE BERMÚDEZ, TARCILA. (1993). Comercio por los ríos Orinoco y Apure durante la segunda mitad del siglo XIX. Caracas: Fondo Editorial Tropykos. BUTT COLSON, AUDREY. (1973). Inter-tribal trade in Guiana Highlands. Antropológica. Revista del Instituto Caribe de Antropología y Sociología. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales (Nº 34: 1-7). GILLIJ, FELIPE SALVADOR. (1965). Ensayo de historia americana o sea historia natural, civil y sacra de los reinos y de las provincias españolas de Tierra Firme en la América Meridional. 3 vols. [correspondientes a los tres primeros de la edición original de la obra]. Caracas: Academia Nacional de la Historia (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, I: 71; II: 72; III: 73). THOMAS, DAVID J. (1972). The indigenous trade system of South East estado Bolívar, Venezuela. Antropológica. Revista del Instituto Caribe de Antropología y Sociología. Caracas: Fundación La Salle de Ciencias Naturales (Nº 33: 3-37).

RNC

28


Cesta Yekuana. Imagen de archivo.


Escultura de Francisco de Miranda. Tomado de www.deviantart.com


Caracciolo Parra Pérez

Miranda y los Orígenes de la Revolución

(Fragmento)

I Las primeras convulsiones Si un observador imparcial examina, con el criterio que hoy llaman científico, la situación de Venezuela al romperse la monarquía, encuentra que nuestros criollos no tenían serias e irrefutables razones de descontento contra el régimen. Sin embargo, no obedecen siempre las revoluciones a motivos cuyo encadenamiento resulte aparente y lógico. Revélase en aquellas una fuerza independiente de la voluntad de los hombres, que hace saltar en el momento oportuno los resortes mejor forjados de la máquina social y empuja a los pueblos hacia decisiones de violencia, por caminos imprevistos. Los creyentes, para explicar esta especie de inexplicables fenómenos, invocan con Bossuet la acción directa de la Divina Providencia. Otros, que se dicen espíritus fuertes, aplican el materialismo a la historia y sobre él levantan hipótesis cómodas, que nada resuelven. Sea lo que fuere, vemos que las tendencias subversivas en Venezuela buscaron base en cierto número de proposiciones, verdaderas o falsas, pero de carácter que podríamos decir práctico y que constituyeron la doctrina o mística separatista y llegaron a imponerse dogmáticamente como RNC

31


juicio histórico definitivo de las causas de destrucción del imperio español. Para mayor claridad, tomaremos del libro que Manuel Palacio Fajardo publicó en 1817 y que habremos de citar más de una vez1, la enumeración de los principales cargos que sus compatriotas hacían al sistema colonial. Tales cargos, formulados mucho tiempo antes por Miranda en su correspondencia de conspirador, figuran naturalmente en las piezas oficiales de la revolución. No sería pertinente entrar a discutir aquí aquellas alegaciones, que la crítica ha desvirtuado en gran parte: lo esencial es conocerlas al emprender el estudio de nuestra historia, para poder darse cuenta de la posición política, moral e intelectual tomada por los partidarios de la independencia frente a la Madre Patria. Véase en resumen y según nuestro insigne llanero de qué se quejan los criollos: del poder de virreyes y capitanes generales, que acusan de arbitrario, no conforme con las leyes y aun contrario a las órdenes del Rey; de la administración de la justicia, que dicen ser a veces clandestina, cruel e ilegal y pronunciarse siempre o casi siempre en favor de los europeos contra los americanos, por el simple hecho de formar los primeros la Audiencia; de la desconfianza del gobierno hacia los americanos, a pesar de las pruebas de secular lealtad dadas por aquellos a la Corona y de su heroísmo en defender el imperio contra los ataques del extranjero; del desprecio con que tratan a los habitantes del continente los españoles europeos que a él llegan, con o sin cargo público; del estado de ignorancia en que deliberadamente se mantiene a los criollos y del muy deplorable en que se hallan los indios; del olvido de las primitivas convenciones celebradas entre la Corona y los conquistadores y pacificadores, que daban a estos y a sus descendientes, a los colonos y aun a los indios, la preferencia en la provisión de los empleos; del cual olvido resulta el apartamiento gradual de los criollos de toda participación en la vida pública y en las dignidades; del aislamiento en que viven los americanos,

Esquisse de la Révolution de l’Amérique Espagnole, ou Récit de l’origine, des progrès et de l’état actuel de la guerre entre l’Espagne et l’Amérique Espagnole, contenant les principaux faits et les divers combats, etc., etc.; par un citoyen de l’Amérique Méridionale. Traduit de l’anglais. París. Imp. de Fain, 1817.

1

RNC

32


a quienes se prohíbe visitar la Península sin permiso expreso del Rey, difícilmente otorgado; de la política económica de la metrópoli, que no permite establecer en América manufacturas, restringe el cultivo de ciertos frutos y abastece insuficientemente las provincias ultramarinas. Mas aunque se admitan como verdaderas estas proposiciones de los revolucionarios, es evidente que las condiciones en que parecían fundarse no habrían bastado para provocar la explosión. Factores más decisivos se desprenden de los hechos, que es indispensable analizar, al menos superficialmente, si se quiere tener idea completa del ambiente político y psicológico en que se produjo el cataclismo histórico. En realidad, cualesquiera que fuesen las providencias de la Corona española en sus posesiones trasatlánticas y cualquiera que fuese su política general en Europa, la monarquía debía fatalmente desmembrarse. Se critica, muchas veces con razón, la estrechez de las miras de la corte de Madrid y el régimen a que estaban sometidas las colonias. Pero no se censuran menos las dos decisiones más liberales de Carlos III: la expulsión de los jesuitas en 1767 y la cooperación prestada en la guerra de independencia de los Estados Unidos. La conducta de los monarcas españoles halla raramente gracia ante los historiadores, sobre todo extranjeros. Así, el decreto de expulsión se atribuye a miedo y tiranía, y califícase de imprevisora la intervención en favor de los insurgentes norteamericanos. Los jesuitas representaban una fuerza enorme, a la vez religiosa y financiera, ejercida sin cortapisas y cuya doble actividad despertaba en Europa considerables prevenciones. En Francia los parlamentos emprendieron contra ellos la lucha que se manifestó, desde luego, por la condenación al fuego de muchas de sus obras y la clausura de sus colegios. En noviembre de 1764, Luis XV disolvió la Congregación en lo concerniente al territorio francés. Ganó el movimiento a España, Nápoles, Parma, gobernados por príncipes borbónicos. El Papa declaró que no recibiría a los expulsados en los Estados de la Iglesia. Choiseul insistía en obtener la supresión completa, previendo que los jesuitas serían en adelante enemigos jurados de los Borbones. RNC

33


Las gestiones imperativas de Francia y España ante la Santa Sede obtuvieron buen éxito en 1773. En América el destierro de los padres y la ocupación de sus temporalidades, que el Rey distribuyó paulatinamente entre varios institutos de enseñanza o vendió a particulares, contribuyó mucho a mejorar la situación económica general, dando gran impulso a la agricultura. No obstante, sufrió con aquella medida la causa de la instrucción pública y se perjudicó la obra primordial de las misiones. Por otra parte, los proscritos emprendieron en Europa una obra de propaganda encarnizada contra el gobierno de España; y sus ocultos manejos en el interior del continente, apoyados en el recuerdo de sus muchos beneficios, ayudaron a levantar la opinión contra el sistema colonial. El ejemplo más notable de aquella prédica adversa lo dará D. Juan Pablo Vizcardo y Guzmán con su Carta póstuma a los españoles de América, libelo contra el gobierno real menos famosos que los escritos del padre Las Casas en el siglo XVI, pero que ha servido como éstos de fundamentos al criterio histórico corriente sobre la dominación peninsular en nuestras provincias. La desgracia del imperio español fue haber tropezado con la fatal enemiga de Inglaterra. Por su parte, Portugal, que no se embarazaba con el orgullo de creerse gran potencia, comprendió pronto que no conservaría sus colonias sin el apoyo de los dueños del mar. España, cuya posición política era distinta, sufrió además de la larga incapacidad de sus hombres de gobierno (no de sus reyes, ya que los de Inglaterra en los siglos XVII y XVIII fueron tan nulos como sus contemporáneos españoles), de la falta de una clase directora a semejanza de la que siempre existió en Gran Bretaña, encuadrara la nación y guiara el Estado. Hacia 1737, el gobierno español había tomado algunas medidas para mejorar la situación económica de la Península y aumentar el comercio con las colonias, que eran presas de los contrabandistas extranjeros, especialmente de los ingleses. Construyéronse buques y arsenales, se crearon manufacturas y se reformó la administración financiera y fiscal. Inglaterra se alarmó: el capitán Jenckins contó que los españoles le habían RNC

34


maltratado y cortándole por fin una oreja. La historia era falsa, pero la oposición y los negociantes ingleses la explotaron a tal punto que Walpole, después de pedir a la corte de Madrid la supresión del derecho de visita, es decir, la libertad de contrabando, concluyó por declarar la guerra el 19 de octubre de 1739. Pero aun antes de la declaración oficial ya tenían las flotas inglesas orden de atacar a los establecimientos españoles, sobre todo en Venezuela y Nueva Granada. El 22 del mes citado una escuadra bombardeó a La Guaira, y fue rechazada a pesar de la impreparación de las autoridades, que ignoraban las rupturas de las hostilidades. Cartagena, por su parte, derrotó al almirante Vernon, quien con cuarenta y ocho navíos y treinta mil hombres, le dio asalto. Nuevo ataque a La Guaira el 2 de marzo de 1743 y nuevo ruidoso descalabro de los británicos, cuyos barcos maltrechos fueron a refugiarse en Curazao. Por mayo, última intentona, esta vez contra Puerto Cabello, donde durante tres semanas hubo encarnizados combates que terminaron con el reembarco de los invasores. Tocó así a la Tierra Firme, predestinada a la gloria de las armas, salvar al continente de la dominación extranjera sesenta años antes de que los heroicos milicianos de Buenos Aires batieran a Popham y Whitelocke. Por la paz de Aquisgrán, Inglaterra conservó durante cuatro años más sus privilegios comerciales en la América española. Francia hizo después grandes esfuerzos para arrastrar de nuevo a España en su lucha contra los ingleses, pero Fernando VI se negó en 1754 a escuchar las sugestiones que en tal sentido le dirigió personalmente Luis XV y aconsejó a éste que pusiera término a la guerra. No fue sino en 1761 cuando vino a concluirse el Pacto de Familia que uniendo a todas las ramas de la Casa de Borbón, ligó definitivamente a España con Francia y contra Inglaterra. La paz de 1763 dio a la primera la Luisiana, en compensación de la Florida, cedida a la última. La hostilidad de Inglaterra se acentuó necesariamente cuando España tomó parte en la guerra angloamericana. Carlos III intervino en ésta no solo en virtud de las estipulaciones del Pacto, sino con el deseo de reconquistar a Gibraltar y Mahón, RNC

35


que estaban en poder de los ingleses desde la guerra de Sucesión. Además, los ingleses, con el pretexto de que barcos de los insurgentes americanos hallaban entrada y refugio en puertos españoles, visitaban y despojaban los navíos de España e interceptaban la correspondencia 2. Pero si la intervención en aquel conflicto fue inevitable y determinada más por la actitud de Inglaterra que por la voluntad de España, no es menos cierto que la aparición de los Estados Unidos debía ofrecer a las colonias españolas un ejemplo digno de imitarse e influir de manera decisiva en la propagación de las ideas de independencia. A ello juntóse, en Venezuela, para difundir aquellas al contacto con los ingleses y el consecuente desarrollo de los intereses económicos, que afirmaban la noción de igualdad entre criollos y peninsulares. Tales factores, que en definitiva vinieron a tomar tanta importancia, obraban naturalmente en las clases acomodadas, cuya tendencia era acrecentar el bienestar y las riquezas al mismo tiempo que la participación en el manejo de los negocios públicos. Todavía en plena guerra angloamericana, algunos aristócratas de Caracas escribían a su compatriota Miranda, que servía a la sazón en las tropas españolas de las Antillas, y le excitaban a cooperar en la emancipación de su país3. Al firmarse los tratados de 1783 entre España, Francia e Inglaterra, el conde de Aranda expresó a Carlos III con “impresión dolorosa” sus temores del engrandecimiento futuro de los Estados

En 1782 fue reconquistada Menorca después de ocho meses de sitio. En Gibraltar, un oficial de ingenieros francés, D’Arçon (que debía servir diez años más tarde bajo Miranda, en Bélgica) inventó unas baterías flotantes, de cuya eficacia se esperaba mucho, pero que fueron destruidas por los cañones ingleses.

2

Más de una vez trataron los criollos de otras partes de América de explotar las disposiciones antiespañolas del gobierno de Londres y más de una vez mostró éste voluntad de perjudicar al país rival contemplando la posibilidad de levantar las colonias. Auxilio inglés solicitaban ya, a treinta años de intervalo, los nobles limeños y mexicanos que confiaron sendas misiones a Campuzano y a Mendiola.

3

RNC

36


Unidos, cuya independencia acababa de reconocerse. Esta República federal –dice el perspicaz ministro– ha nacido pigmea por decirlo así y ha necesitado el apoyo de la fuerza de dos Estados tan poderosos como España y Francia para lograr su independencia. Tiempo vendrá en que llegará a ser gigante y aun coloso muy temible en aquellas vastas regiones. Entonces ella olvidará los beneficios que recibió de ambas potencias y no pensará sino en engrandecerse. Su primer paso será apoderarse de Las Floridas para dominar el Golfo de México. Estos temores son, Señor, demasiado fundados y habrán de realizarse dentro de pocos años, si antes no ocurrieran otros más funestos en nuestras Américas. Una sabia política nos aconseja precavernos de males que nos amenazan...

¿Cómo creía Aranda salvar la integridad del imperio español y prevenir la guerra destructora entre la metrópoli y sus colonias? Agrupando éstas en tres reinos autónomos, México, Perú y Tierra Firme, a cuya cabeza se pondrían tres infantes de España. El Rey tomaría el título de emperador. La Madre Patria conservaría solo bajo su dominación directa algunas islas como Cuba y Puerto Rico, en calidad de bases navales y factorías de comercio4. Las ideas propagadas luego por la Revolución francesa y la situación política general creada por ellas contribuyeron también a lanzar a las colonias por el camino de la revuelta. Aquel influjo, exagerado tal vez durante mucho tiempo por cierta escuela histórica, debe mencionarse entre las causas de nuestra independencia como tercer elemento exótico, al lado del precedente norteamericano y de la intriga inglesa. La invasión napoléonica en la Península será circunstancia determinativa del estallo final. Las provincias americanas, ricas y prósperas con relación a la metrópoli y cuyas clases superiores habían llegado a ese nivel apreciable de cultura que provoca inevitablemente el nacimiento de aspiraciones políticas, prepáranse así a recibir las influencias exteriores que decidirán la emancipación. Mas en espera de los elementos intelectuales deflagradores, algunos de índole más pro Documentos para la vida pública del Libertador. Vol. I. (p. 190).

4

RNC

37


saica y de origen puramente nacional trabajaban contra el régimen vigente. Las revoluciones –ha dicho un célebre convencional francés– tienen por causa real el odio al impuesto. En Hispanoamérica no se escapó a esta regla y ello es digno de notarse, porque al menos en lo relativo a Venezuela, el fisco estaba lejos de exagerar sus exigencias y porque las medidas administrativas de Carlos III suprimieron gran número de trabas en el ramo comercial y estimularon la iniciativa industrial y mercantil de los colonos. Convulsiones intermitentes recorrían el organismo imperial, revelándose aquí y allá signos anunciadores de la catástrofe. En Venezuela, por 1749, el canario Francisco de León y sus partidarios se alzaron en armas contra la Compañía Guipuzcoana que monopolizaba el comercio, reclamando el fin del privilegio y la vuelta al régimen de libre negocio y contrabando. En otra parte5 hemos recordado que fue aquella la conmoción popular más importante que se efectuó, antes de la del Socorro, en los territorios del Nuevo Reino y de Tierra Firme. No la primera, sin embargo, que ya los venezolanos, además de varios golpes de Estado contra los gobernadores, habían ensayado algunas revoluciones como las rápidamente debeladas de Nirgua, en 1628, y de Carora, en 1671. Los “isleños” de León, fundador y teniente justicia del pueblo de Panaquire, explotaron el descontento general contra el monopolio de los vascongados, levantaron hasta nueve mil hombre y por tres veces, marcharon contra Caracas. El gobierno, con empleo alternativo de artimañas y de tropas, dominó entonces la situación y la Guipuzcoana pudo continuar en su fructuoso negocio, que por lo demás, enriquecía y desarrollaba a la Provincia. La casa de León fue arrasada y el cabecilla enviado a España, donde el Rey le hizo gracia. Historiadores hay que ven en esta curiosa revuelta la primera manifestación de las tendencias de la Colonia a separarse de España. También en México y en Perú, invocando motivos diversos, los criollos intentaron sublevarse, y los quiteños hicieron en 1765 una revolución que impresionó profundamente a los habitantes del Nuevo Reino de Granada. El régimen español en Venezuela.

5

RNC

38


Proseguíase paralelamente en la Capitanía y en el Nuevo Reino la reorganización de la Real Hacienda, reformándose en especial las rentas de aduanas, de tabaco y aguardiente. Ello dio motivo a los grandes disturbios del Socorro, cuya importancia es innegable entre los que procedieron a la revolución de independencia, aun cuando en la mente de los alzados de entonces no existiera ninguna idea separatista. El gobierno necesitaba fondos, sobre todo para proveer al armamento de buques y de las plazas marítimas del Nuevo Reino amenazadas por los ingleses. Las providencias del regente Piñérez, aparentemente tiránicas, exasperaron a las poblaciones sin cubrir el déficit creciente, pues, en rigor, aquel funcionario solo transformaba el modo de percepción sin crear nuevos impuestos. La separación de los derechos de alcabala y de armada de Barlovento, hizo creer, sin razón, que se aumentaban las cargas fiscales y que se forzaba a los colonos a pagar una tasa individual. Hubo fuertes protestas. Piñérez, intimidado, otorgó concesiones parciales, como la de eximir del impuesto de armada a las fábricas de telas, industria próspera en algunas provincias del norte del Virreinato. Pero esto no bastó para calmar los espíritus y muy luego, en marzo de 1781, estallaron motines en el Socorro, donde una mujer exaltada hizo añicos el edicto gubernativo que ordenaba pagar al real tesoro los derechos de armada y sisa. La conmoción se extendió rápidamente. Capitaneados por Juan Francisco Berbeo y José Antonio Galán, ochenta aldeas y villorios se pusieron en armas. Y como por entonces se recibieran noticias de la revuelta del Inca en el Perú, un tal Ambrosio Pisco, negociante de Nemocón, se puso a la cabeza del movimiento diciéndose descendiente de los zipas, antiguos soberanos de Cundinamarca. Las autoridades reales fueron depuestas y los comunes, o sea el pueblo, eligieron sus capitanes y pidieron la abolición del estanco del tabaco, la reforma del de aguardientes, la reducción del derecho de alcabala y la supresión de los de sisa, armada de Barlovento, papel sellado y de otros gravámenes: era un verdadero cuaderno de reivindicaciones comparable a los que años después se levantaron en Francia con ocasión de la reunión de los Estados Generales. Esta revolución, que se llamará de los comuneros del Socorro, se propagó hacia el norte, en las jurisdicciones de Pamplona, Maracaibo, RNC

39


Mérida y Trujillo. Mérida, que había tratado de insurreccionarse en 1778 contra su justicia mayor, acogió con entusiasmo el nuevo movimiento. Los pueblos se cubrían con el nombre del Rey para desembarazarse de sus agentes europeos y de los pechos que soportaban. En Casanare, Javier de Mendoza se proclamó teniente de Túpac Amaru, decretó que los indios no debían asistir al culto católico y mandó cerrar las iglesias. Dieciocho mil rebeldes avanzaron hasta Zipaquirá, a ocho leguas de Santa Fe y, en junio de 1781, dictaron condiciones a las autoridades. Sin embargo, las medidas políticas y militares tomadas poco después por el virrey y el capitán general de Venezuela y la habilidad del arzobispo Caballero y Góngora alcanzaron la disolución de los alzados y la pacificación del país. La capitulación concluida por medio de aquel prelado y que acordaba la amnistía, la supresión de la alcabala, la disminución de otros impuestos y el alejamiento del visitador, fue violada por el virrey Flórez a su regreso a la capital, de donde había huido a Cartagena; la orden de arrestar a los jefes insurrectos ocasionó una nueva revuelta que cesó cuando Flórez fue remplazado en el gobierno por el Arzobispo. Tropas de Maracaibo sometieron las regiones de Mérida y el Táchira y una división caraqueña ocupó a Casanare. Una rápida ojeada sobre los diversos movimientos que ocurrieron en las colonias durante el siglo XVIII nos lleva, pues, a decir que su carácter general fue en gran parte, económico y fiscal, y que no hubo diferencia esencial, bajo este aspecto, entre las reivindicaciones de los criollos blancos, que, con Francisco de León o los capitanes comuneros, se alzaban contra impuestos y monopolios, y las de los indios del último inca que protestaban contra el mal gobierno, vitoreando todos al Rey y declarando fidelidad a su corona.

RNC

40


José Martí

Discurso pronunciado

en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893

Señoras, señores: Con la frente contrita de los americanos que no han podido entrar aún en América; con el sereno conocimiento del puesto y valer reales del gran caraqueño en la obra espontánea y múltiple de la emancipación americana; con el asombro y reverencia de quien ve aún ante sí, demandándole la cuota, a aquel que fue como el samán de sus llanuras, en la pompa y generosidad, y como los ríos que caen atormentados de las cumbres, y como los peñascos que viven ardiendo, con luz y fragor, de las entrañas de la tierra, traigo el homenaje infeliz de mis palabras, menos profundo y elocuente que el de mi silencio, al que desclavó del Cuzco el gonfalón de Pizarro. Por sobre tachas y cargos, por sobre la pasión del elogio y la del denuesto, por sobre las flaquezas mismas, ápice negro en el plumón del cóndor, de aquel príncipe de la libertad, surge radioso el hombre verdadero. Quema y arroba. Pensar en él, asomarse a su vida, leerle una arenga, verlo deshecho y jadeante en una carta de amores, es como sentirse orlado de oro el pensamiento. Su ardor fue el de nuestra redención, su lenguaje fue el de nuestra naturaleza, su cúspide fue la de nuestro continente: su caída, para el corazón. Dícese Bolívar, y ya se ve delante el monte a que, más RNC

41


que la nieve, sirve el encapotado jinete de corona, ya el pantano en que se revuelven, con tres repúblicas en el morral, los libertadores que van a rematar la redención de un mundo. ¡Oh, no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño y la tiranía descabezada a los pies...! Ni a la justa admiración ha de tenerse miedo, porque esté de moda continua en cierta especie de hombres el desamor de lo extraordinario; ni el deseo bajo del aplauso ha de ahogar con la palabra hinchada los decretos del juicio; ni hay palabra que diga el misterio y fulgor de aquella frente cuando en el desastre de Casacoima, en la fiebre de su cuerpo y la soledad de sus ejércitos huidos, vio claros, allá en la cresta de los Andes, los caminos por donde derramaría la libertad sobre las cuencas del Perú y Bolivia. Pero cuanto dijéramos, y aun lo excesivo, estaría bien en nuestros labios esta noche, porque cuantos nos reunimos hoy aquí, somos los hijos de su espada. Ni la presencia de nuestras mujeres puede, por temor de parecerles enojoso, sofocar en los labios el tributo; porque ante las mujeres americanas se puede hablar sin miedo de la libertad. Mujer fue aquella hija de Juan de Mena, la brava paraguaya, que al saber que a su paisano Antequera lo ahorcaban por criollo, se quitó el luto del marido que vestía, y se puso de gala, porque “es día de celebrar aquel en que un hombre bueno muere gloriosamente por su patria”; mujer fue la colombiana, de saya y cotón, que antes que los comuneros, arrancó en el Socorro el edicto de impuestos insolentes que sacó a pelear a veinte mil hombres; mujer la de Arismendi, para la cual la mejor perla de la Margarita, que a quien la pasea presa por el terrado de donde la puede ver el esposo sitiador, dice, mientras el esposo riega de metralla la puerta del fuerte: “Jamás lograréis de mí que le aconseje faltar a sus deberes”; mujer aquella soberana Pola, que armó a su novio para que se fuese a pelear, y cayó en el patíbulo junto a él; mujer Mercedes Abrego, de trenzas hermosas, a quien cortaron la cabeza porque bordó, de su oro más fino, el uniforme del Libertador; mujeres lo que el piadoso Bolívar llevaba a la grupa, fieras indómitas de sus soldados, cuando a pechos juntos vadeaban los hombres el agua enfurecida RNC

42


por donde iba la redención a Boyacá, y de los montes andinos, siglos de la naturaleza, bajaban torvos y despedazados los torrentes. Hombre fue aquel en realidad extraordinario. Vivió como entre llamas, y lo era. Ama, y lo que dice es como florón de fuego. Amigo, se le muere el hombre honrado a quien quería, y manda que todo cese a su alrededor. Enclenque, en lo que anda el posta más ligero barre con un ejército naciente todo lo que hay de Tenerife a Cúcuta. Pelea, y en lo más afligido del combate, cuando se le vuelven suplicantes todos los ojos, manda que le desensillen el caballo. Escribe, y es como cuando en lo alto de una cordillera se coge y cierra de súbito la tormenta, y es bruma y lobreguez el valle todo; y atajos abre la luz celeste la cerrazón, y cuelgan de un lado y otro las nubes por los picos, mientras en lo hondo luce el valle fresco con el primor de todos sus colores. Como los montes era él ancho en la base, con las raíces en las del mundo, y por la cumbre enhiesto y afilado, como para penetrar mejor en el cielo rebelde. Se le ve golpeando, con el sable de puño de oro, en las puertas de la gloria. Cree en el cielo, en los dioses, en los inmortales, en el dios de Colombia, en el genio de América y en su destino. Su gloria lo circunda, inflama y arrebata. Vencer ¿no es el sello de la divinidad? ¿Vencer a los hombres, a los ríos hinchados, a los volcanes, a los siglos, a la naturaleza? Siglos, ¿cómo los desharía si no pudiera hacerlos? ¿No desata razas, no desencanta el continente, no evoca pueblos, no ha recorrido con las banderas de la redención más mundo que ningún conquistador con las de la tiranía, no habla desde el Chimborazo con la eternidad y tiene a sus plantas en el Potosí, bajo el pabellón de Colombia picado de cóndores, una de las obras más bárbaras y tenaces de la historia humana? ¿No le acatan las ciudades, y los poderes de esta vida, y los émulos enamorados o sumisos, y los genios del orbe nuevo, y las hermosuras? Como el sol llega a creerse, por lo que deshiela y fecunda, y por lo que ilumina y abrasa. Hay senado en el cielo, y él será, sin duda, de él. Ya ve el mundo allá arriba, áureo de sol cuajado, y los asientos de la roca de la creación, y el piso de las nubes, y el techo de centellas que le recuerden, en el cruzarse y chispear, los reflejos del mediodía de Apure en los rejones de sus lanzas; y descienden de aquella altura, como dispensación paterna, RNC

43


la dicha y el orden sobre los humanos. ¡Y no es así el mundo, sino suma de la divinidad que asciende ensangrentada y dolorosa del sacrificio y prueba de los hombres todos! Y muere él en Santa Marta del trastorno y horror de ver hecho pedazos aquel astro suyo que creyó inmortal, en su error de confundir la gloria de ser útil, que sin cesar le crece, y es divina de veras, y corona que nadie arranca de las sienes, con el mero accidente del poder humano, merced y encargo casi siempre impuro de los que sin mérito u osadía lo anhelan para sí, o estéril triunfo de un bando sobre otro, o fiel inseguro de los intereses y pasiones, que solo recae en el genio o la virtud en los instantes de suma angustia o pasajero pudor en que los pueblos, enternecidos por el peligro, aclaman la idea o desinterés por donde vislumbran su rescate. ¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía! América hervía, a principios del siglo, y él fue como su horno. Aún cabecea y fermenta, como los gusanos bajo la costra de las viejas raíces, la América de entonces, larva enorme y confusa. Bajo las sotanas de los canónigos y en la mente de los viajeros próceres venía de Francia y de Norteamérica el libro revolucionario, a avivar el descontento del criollo de decoro y letras, mandado desde allende a horca y tributo; y esta revolución de lo alto, más la levadura rebelde y en cierto modo democrática del español segundón y desheredado, iba a la par creciendo, con la cólera baja, la del gaucho y el roto y el cholo y el llanero, todos tocados en su punto de hombre: en el sordo oleaje, surcado de lágrimas el rostro inerme, vagaban con el consuelo de la guerra por el bosque las majadas de indígenas, como fuegos errantes sobre una colosal sepultura. La independencia de América venía de un siglo atrás sangrando: ¡ni de Rousseau ni de Washington viene nuestra América, sino de sí misma! Así, en las noches amorosas de su jardín solariego de San Jacinto, o por las riberas de aquel pintado Anauco por donde guió tal vez los pies menudos de la esposa que se le murió en flor, vería Bolívar, con el puño al corazón, la procesión RNC

44


terrible de los precursores de la independencia de América: ¡van y vienen los muertos por el aire, y no reposan hasta que no está su obra satisfecha! Él vio, sin duda, en el crepúsculo del Ávila el séquito cruento... Pasa Antequera, el del Paraguay, el primero de todos, alzando de sobre su cuello rebanado la cabeza: la familia entera del pobre inca pasa, muerta a los ojos de su padre atado, y recogiendo los cuartos de su cuerpo; pasa Túpac Amaru; el rey de los mestizos de Venezuela viene luego, desvanecido por el aire, como un fantasma: dormido en su sangre va después Salinas, y Quiroga muerto sobre su plato de comer, y Morales como viva carnicería, porque en la cárcel de Quito amaban a su patria; sin casa adonde volver, porque se la regaron de sal, sigue León, moribundo en la cueva: en garfios van los miembros de José España, que murió sonriendo en la horca, y va humeando el tronco de Galán, quemado ante el patíbulo: y Berbeo pasa, más muerto que ninguno –aunque de miedo a sus comuneros lo dejó el verdugo vivo–, porque para quien conoció la dicha de pelear por el honor de su país, no hay muerte mayor que estar en pie mientras dura la vergüenza patria: ¡y, de esta alma india y mestiza y blanca hecha una llama sola, se envolvió en ella el héroe, y en la constancia y la intrepidez con ella; en la hermandad de la aspiración común juntó al calor de la gloria, los compuestos desemejantes; anuló o enfrenó émulos, pasó el páramo y revolvió montes, fue regando de repúblicas la artesa de los Andes, y cuando detuvo la carrera, porque la revolución argentina oponía su trama colectiva y democrática al ímpetu boliviano, ¡catorce generales españoles acurrucados en el cerro de Ayacucho, se desceñían la espada de España! De las palmas de las costas, puestas allí como para entonar canto perenne al héroe, sube la tierra, por tramos de plata y oro, a las copiosas planicies que acuchilló de sangre la revolución americana; y el cielo ha visto pocas veces escenas más hermosas, porque jamás movió a tantos pechos la determinación de ser libres, ni tuvieron teatro de más natural grandeza, ni el alma de un continente entró tan de lleno en la de un hombre. El cielo mismo parece haber sido actor, porque eran dignas de él, en aquellas batallas: ¡parece que los héroes todos de la libertad, y los mártires RNC

45


todos de toda la tierra, poblaban apiñados aquella bóveda hermosa, y cubrían, como gigante égida, el aprieto donde pujaban nuestras armas o huían despavoridos por el cielo injusto, cuando la pelea nos negaba su favor! El cielo mismo debía, en verdad, detenerse a ver tanta hermosura: de las eternas nieves, ruedan, desmontadas, las aguas portentosas: como menuda cabellera, o crespo vellón, visten las negras abras árboles seculares; las ruinas de los templos indios velan sobre el desierto de los lagos; por entre la bruma de los valles asoman las recias torres de la catedral española; los cráteres humean, y se ven las entrañas del universo por la boca del volcán descabezado; ¡y a la vez, por los rincones todos de la tierra, los americanos están peleando por la libertad! Unos cabalgan por el llano y caen al choque enemigo como luces que se apagan, en el montón de sus monturas; otros, rienda al diente, nadan, con la banderola a flor de agua, por el río crecido; otros, como selva que echa a andar, vienen costilla a costilla, con las lanzas por sobre las cabezas; otros trepan un volcán, y le clavan en el belfo encendido la bandera libertadora. ¡Pero ninguno es más bello que un hombre de frente montuosa, de mirada que le ha comido el rostro, de capa que le aletea sobre el potro volador, de busto inmóvil en la lluvia del fuego o la tormenta, de espada a cuya luz vencen cinco naciones! Enfrena su retinto, desmadejado el cabello en la tempestad del triunfo, y ve pasar, entre la muchedumbre que le ha ayudado a echar atrás la tiranía, el gorro frigio de Ribas, el caballo dócil de Sucre, la cabeza rizada de Piar, el dolmán rojo de Páez, el látigo desflecado de Córdoba, o el cadáver del coronel que sus soldados se llevan envuelto en la bandera. Yérguese en el estribo, suspenso como la naturaleza, a ver a Páez en las Queseras dar las caras con su puñado de lanceros, y a vuelo de caballo, plegándose y abriéndose, acorralar en el polvo y la tiniebla al hormiguero enemigo. ¡Mira, húmedos los ojos, el ejército de gala, antes de la batalla de Carabobo, al aire colores y divisas, los pabellones viejos cerrados por un muro vivo, las músicas todas sueltas a la vez, el sol en el acero alegre, y en todo el campamento el júbilo misterioso de la casa en que va a nacer un hijo! ¡Y más bello que nunca fue en Junín, envuelto entre las sombras de la noche, mientras que en pálido silencio se astillan contra el brazo triunfante de América las últimas lanzas españolas! RNC

46


...Y luego, poco tiempo después, desencajado, el pelo hundido por las sienes enjutas, la mano seca como echando atrás el mundo, el héroe dice en su cama de morir: “¡José! ¡José! Vámonos, que de aquí nos echan: ¿adónde iremos?”. Su gobierno nada más se había venido abajo, pero él acaso creyó que lo que se derrumbaba era la república; acaso, como que de él se dejaron domar, mientras duró el encanto de la independencia, los recelos y personas locales, paró en desconocer, o dar por nulas o menores, estas fuerzas de realidad que reaparecían después del triunfo: acaso, temeroso de que las aspiraciones rivales le decorasen los pueblos recién nacidos, buscó en la sujeción, odiosa al hombre, el equilibrio político, solo constante cuando se fía a la expansión, infalible en un régimen de justicia, y más firme cuanto más desatada. Acaso, en su sueño de gloria, para la América y para sí, no vio que la unidad de espíritu, indispensable a la salvación y dicha de nuestros pueblos americanos, padecía, más que se ayudaba, con su unión en formas teóricas y artificiales que no se acomodaban sobre el seguro de la realidad: acaso el genio previsor que proclamó que la salvación de nuestra América está en la acción una y compacta de sus repúblicas, en cuanto a sus relaciones con el mundo y al sentido y conjunto de su porvenir, no pudo, por no tenerla en el redaño, ni venirle del hábito ni de la casta, conocer la fuerza moderadora del alma popular, de la pelea de todos en abierta lid, que salva, sin más ley que la libertad verdadera, a las repúblicas: erró acaso el padre angustiado en el instante supremo de los creadores políticos, cuando un deber les aconseja ceder a nuevo mando su creación, porque el título de usurpador no la desluzca o ponga en riesgo, y otro deber, tal vez en el misterio de su idea creadora superior, les mueve a arrostrar por ella hasta la deshonra de ser tenidos por usurpadores. ¡Y eran las hijas de su corazón, aquellas que sin él se desangraban en lucha infausta y lenta, aquellas que por su magnanimidad y tesón vinieron a la vida, las que le tomaban de las manos, como que de ellas era la sangre y el porvenir, el poder de regirse conforme a sus pueblos y necesidades! ¡Y desaparecería la conjunción, más larga que la de los astros del cielo, de América y Bolívar para la obra de la independencia, y se revelaba el desacuerdo patente entre RNC

47


Bolívar, empeñado en unir bajo un gobierno central y distante los países de la revolución, y la revolución americana, nacida, con múltiples cabezas, del ansia del gobierno local y con la gente de la casa propia! “José! José! Vámonos, que de aquí nos echan: ¿adónde iremos?”... ¿Adónde irá Bolívar? ¡Al respeto del mundo y a la ternura de los americanos! ¡A esta casa amorosa, donde cada hombre le debe el goce ardiente de sentirse como en brazos de los suyos en los de todo hijo de América, y cada mujer recuerda enamorada a aquel que se apeó siempre del caballo de la gloria para agradecer una corona o una flor a la hermosura! ¡A la justicia de los pueblos, que por el error posible de las formas, impacientes, o personales, sabrán ver el empuje que con ellas mismas, como de mano potente en lava blanda, dio Bolívar a las ideas madres de América! ¿Adónde irá Bolívar? ¡Al brazo de los hombres para que defiendan de la nueva codicia, y del terco espíritu viejo, la tierra donde será más dichosa y bella la humanidad! ¡A los pueblos callados, como un beso de padre! ¡A los hombres del rincón y de lo transitorio, a las panzas aldeanas y los cómodos harpagones, para que, en la hoguera que fue aquella existencia, vean la hermandad indispensable al continente y los peligros y la grandeza del porvenir americano! ¿Adónde irá Bolívar?... Ya el último virrey de España yacía con cinco heridas, iban los tres siglos atados a la cola del caballo llanero, y con la casaca de la victoria y el elástico de lujo venía al paso el Libertador, entre el ejército, como de baile, y al balcón de los cerros asomado el gentío, y como flores en jarrón, saliéndose por las cuchillas de las lomas, los mazos de banderas. El Potosí aparece al fin, roído y ensangrentado; los cinco pabellones de los pueblos nuevos, con verdaderas llamas, flameaban en la cúspide de la América resucitada: estallan los morteros a anunciar al héroe –y sobre las cabezas descubiertas de respeto y espanto, rodó por largo tiempo el estampido con que de cumbre en cumbre respondían, saludándolo, los montes. ¡Así de hijo en hijo, mientras la América viva, el eco de su nombre resonará en lo más viril y honrado de nuestras entrañas!

RNC

48


Tomás Straka

LA ERA DE JOSÉ DOMINGO DÍAZ PRENSA E IDEAS EN VENEZUELA,

1815-1821

El miércoles 9 de junio de 1819, José Domingo Díaz, redactor de la Gaceta de Caracas, publica la primera de una serie de ocho cartas con las que esperaba refutar a la modernidad. Así, por dos meses su colega de El Correo del Orinoco se convierte en el destinatario de uno de los ejercicios de argumentación más elaborados de cuantos se hicieron desde el “pensamiento tradicional” para desmentir la propuesta “moderna” de los republicanos1. El objetivo de Díaz era defender la unión con España y la superioridad ética del Antiguo Régimen. No siempre las dos cosas fueron de la mano: hubo quienes defendieron lo primero, pero ya no lo segundo, cosa que el propio “Gacetero”, como lo llamaron sus enemigos, sufriría en carne propia un año después, con el advenimiento de

1

Elías Pino Iturrieta es quien mejor ha desarrollado la tesis de la independencia como un enfrentamiento entre modernidad y premodernidad; véanse sus trabajos: La mentalidad venezolana de la emancipación (2da. Edición, Caracas, El dorado, 1991); y “Sentido y fundamento de la mentalidad tradicional”, estudio preliminar al Tomo IV de la Gaceta de Caracas, (edición facsimilar, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1984), XIXXXII. RNC

49


los liberales por lo que es necesario hacer énfasis en el carácter tradicional de sus planteamientos, al menos desde la perspectiva del debate en el momento (aunque, como veremos, su caso fue más bien el de una forma de modernidad contra otra). Nos explicamos: lo alegado en aquellas cartas construye una especie de síntesis de las doctrinas políticas, jurídicas, éticas y en ocasiones teológicas sostenidas en la Real y Pontificia Universidad para 1810, puestas al servicio de la disputa de la emancipación2. Y eso haciendo la salvedad de que ni era una universidad del todo refractaria a las nuevas ideas3, ni Díaz, entre otras cosas el iniciador del periodismo científico en Venezuela, fue un “oscurantista” en el sentido decimonónico de la palabra. Tal vez fue el más altisonante de los enemigos de la independencia, pero no el más conservador. Tal vez fue el que llegó más lejos en la incitación al odio –como llamaríamos hoy a lo que escribía–, pero no necesariamente el hombre que odiara más en aquellos días de Guerra a Muerte. Es probable que no haya habido en Venezuela alguien que entonces escribiera mejor (Bolívar lo hacía, pero buena parte del período estuvo fuera; al igual que Bello) y por eso expresó y legó un testimonio de encono, que si nos atenemos a los hechos, el resto de la sociedad compartía. ¿O qué podemos pensar de la pardocracia como “inclinación natural y única, para el exterminio de la clase privilegiada”4, practicada por sus compañeros de casta y de color? Aunque no dijo una palabra llamando a la matanza de

Quien propuso esta categoría para definir al proceso en el sentido del gran debate sobre la sociedad que implicó, fue Germán Carrera Damas. La disputa de la Independencia y otras peripecias del método crítico en historia de ayer y de hoy. (Caracas, Grijalbo, 1995).

2

Véase el clásico de Caracciolo Parra-León, Filosofía universitaria venezolana, 1788-1821: discurso y estudio histórico presentados por el Sr. Dr. Caracciolo Parra, en el acto de su incorporación a la Academia Venezolana correspondiente de la Española (Caracas, Parra León Hermanos, 1933).

3

4

“La igualdad legal no es bastante por el espíritu que tiene el pueblo, que quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y después querrá la pardocracia, que es la inclinación natural y única, para exterminio después de la clase privilegiada”. Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander, Lima, 7 de abril de 1825. Obras completas de Bolívar (Caracas, Pool Reading, 1975, Vol. 2, (p. 116). RNC

50


blancos, fue quien fulminó al Libertador con aquello de que tenía la “democracia en los labios y la aristocracia en el corazón”5, así como el destinatario de las burlas de El Correo del Orinoco, que en aquel certamen de insultos que también fue la guerra, se mofó de su adscripción a los españoles y no a sus “hermanos de Guinea”, como ya veremos6. Pero al mismo tiempo todo indica que él soñaba con un despotismo ilustrado, muy en la “primera modernización” de los Borbones. Como casi todos los funcionarios del entresiglo, creyó en la ciencia, en el progreso, en las artes útiles; participó en la junta de la vacuna contra la viruela en 1804, intentó reorganizar los hospitales7, incluso ayudó a formar una filarmónica en Caracas, pero todo eso solo lo consideraba posible bajo el manto severo y benéfico de un rey ilustrado, con poderes absolutos. En todos los lances políticos de su vida –que terminan en las Guerras Carlistas durante su exilio español– se mantendrá firme en sus convicciones. Es notable, por ejemplo, la manera en que rodea en las cartas a las teorías pactistas, que entonces quedan básicamente en manos 5

Gaceta de Caracas. Nº. 12, 19 de abril de 1815.

6

Sobre José Domingo Díaz, véase: Ricardo Archila, El médico José Domingo Díaz contemplado por otro médico en el años sesenta del siglo XX (Caracas, Italgráfica, 1970); Argenis Gómez Pérez, “La Gaceta de Caracas y sus colaboradores”, Ensayos históricos, 2da. etapa. Nº 3 (1991): 23-32; y “El Dr. Díaz y el Arzobispo Coll y Prat”, Ensayos históricos, 2da. etapa. Nº. 10 (1998): 63-72; Tomás Straka, La voz de los vencidos. Ideas del partido realista de Caracas, 1810-1821 (Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2000); Susana Ramírez Martín, “José Domingo Díaz, un médico venezolano al servicio de la causa realista”, Congreso internacional 1810-2010: 200 años de Iberoamérica, (Actas del XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, Santiago de Compostela, 15-18 de septiembre de 2010 / coord. por Eduardo Rey Tristán, Patricia Calvo González, 2010), (pp. 149-166).

Una de las raíces de su desencuentro con los criollos fue el menosprecio que sufrió en la Junta de Vacunación, donde se burlaron de sus capacidades médicas, que pusieron en tela de juicio. El problema lo hace marchar a España, donde la Junta Central premia su trabajo como inspector de hospitales, cargo que la Junta Suprema de Caracas le deroga. Domingo Monteverde y Pablo Morillo lo ratifican en el cargo, donde dio muestras de humanidad notables. Para sus problemas con Vicente Salias, también de la Junta de Vacunación, Argenis Gómez Pérez, “Venturas y desventuras de Vicente Salias”, Ensayos históricos, 7 (1995): 31-45.

7

RNC

51


de los patriotas (y que progresivamente van abandonando hacia 1820), para centrarse en los clásicos, de los grecolatinos a los castellanos. Es decir, esa nueva lectura que de ellas hacen los actores de 1808, y que según Guerra es uno de los signos inequívocos de la llegada de la modernidad política en el mundo hispano8, no ocurre en él9. De este modo hallamos en la primera carta uno de los más formidables testimonios que sobre los alcances ideológicos de la disputa de la emancipación ha llegado a nosotros, especialmente en el sentido de la pugna entre los nuevos y los viejos lenguajes que entraron en colisión. Espeta Díaz al redactor de El Correo del Orinoco: 1.º Yo no sé cambiar los nombres de las cosas: aquellos nombres que el uso común, los maestros del idioma, y la sucesión de muchos años han establecido para significarlas. Así: yo no sé llamar libertad à la licencia y al desenfreno: felicidad à la miseria efectiva y à la vana posesión de nombres aéreos é insignificantes: república à una turba de hombres perdidos en que el más astuto y perverso esclaviza bárbaramente à los demás: fanatismo à la virtud pura y severa: derechos imprescriptibles del hombre à la insubordinación y

Guerra, François-Xavier, (2000). Independencias y modernidad. Ensayos de las revoluciones hispánicas (2da. edición). México: Fondo de Cultura Económica.

8

9

A pesar de que el “Manifiesto de las Provincias Unidas de Venezuela a todas las Naciones Civilizadas de Europa”, que redacta y publica el mismo año con el objetivo de negar la legitimidad del Congreso de Angostura, y que es firmado por unos trescientos munícipes de los cabildos de españoles y de indios de la mayor parte del país, basa su argumentación en la vieja idea de soberanía y de “pueblo” centrados en las corporaciones, y no en la comunidad de individuos libres que supuestamente llevó por el sufragio a los diputados de Angostura a sus curules, y que para él no es legítima. El Manifiesto también fue publicado en francés y en inglés; apareciendo en varias partes, comenzando en la Gaceta de Caracas. Como libro salió en Madrid en 1820, en la Imprenta de Álvarez. Se trata de la edición que está guindada en la red, en la Biblioteca Digital Hispánica: http://bibliotecadigitalhispanica.bne.es/view/action/singleViewer.do?dvs= 1315415409829~238&locale=es_MX&VIEWER_URL=/view/action/singleViewer.do?&DELIVERY_RULE_ID=10&frameId=1&usePid1=true&us ePid2=true (consultado 20 de agosto de 2011). RNC

52


à la rebelión: ilustración a la pedantería: filosofía a un conjunto de máximas y principios de subversión y de ideas siempre funestas y peligrosas à la tranquilidad de los pueblos: política al doblez, á la mentira y à la perfidia: patriotismo al furor revolucionario y al deseo del trastorno del orden establecido: igualdad á la confusión de situaciones cuya diferencia han señalado la naturaleza y la fortuna: pueblos à los holgazanes, á los perdidos y á aquellos que no tienen lazos ni intereses algunos para con la sociedad: fortaleza de espíritu á la impiedad; y otros muchos de que puede dar á V. una larga lista el Sr. Zea, quien la ha recibido de buenos maestros.10

El testimonio es notable ya que, en primer lugar, demuestra la naturaleza del pensamiento del grueso de los realistas (ya con los liberales las cosas cambian), en cuanto discurso, digamos, reaccionario, es decir, que en vez de ofrecer algo nuevo, se limitó a desmentir a sus contrincantes, por mucho que (también como todo discurso reaccionario) lo hiciera con un estilo muy agudo, irónico, y no carente de argumentos difíciles de rebatir (incluso hoy). Por ejemplo, su crítica al famoso Discurso de Angostura, que ocupa varias de estas cartas, es al respecto una pieza esencial para entender cómo los realistas podían leer e interpretar las propuestas del Libertador: aunque en algunas de sus conclusiones llega a coincidir con los sectores más liberales del Congreso (por ejemplo, en la suspicacia frente a los supuestos deseos monárquicos de “Simón I de Angostura”, cómo se burla de él); en vez de contestarle con alguna propuesta alternativa, se limita a usar sus propias palabras –expediente común en sus textos, que por generaciones ha hecho rabiar al espíritu patriota– para demostrar –eso creyó– que los sistemas republicanos y democráticos son inviables: si hasta Bolívar mismo lo dice, ¿pues qué más pedir? En segundo lugar, porque las cartas en sí mismas expresan el papel de la prensa y el de la naciente opinión pública, en la disputa. No es cualquier cosa que Díaz se haya propuesto saldar las cuentas con el redactor del periódico (en realidad los redactores), porque es “Primera carta al redactor de El Correo del Orinoco”, Gaceta de Caracas, No. 251, Caracas, 9 de junio de 1819, (p. 1.933).

10

RNC

53


ahí, en ese nuevo espacio de lo público que ella representa, donde tales enfrentamientos comienzan a hacerse. De hecho, eso más o menos venía siendo así desde 1810, cuando el cambio de régimen permite de facto la libertad de imprenta, e incluso un poco antes, desde 1808, cuando aprovechando la coyuntura de la crisis de la monarquía, ésta es, después de muchas solicitudes negadas, finalmente introducida a Caracas. Díaz, coeditor con Miguel José Sanz del primer periódico privado de Venezuela, El Semanario de Caracas, sabía de lo que estaba hablando. Pero como con casi todos los sueños cívicos de la primera hora, la guerra ahoga también el de la libertad de expresión. Las urgencias de un alzamiento que tiende a generalizarse contra la república, de un Estado neonato que comete demasiados yerros y de un devastador terremoto, llevan al recurso extremo de una dictadura comisoria, que recae en Francisco de Miranda11. El 14 de mayo promulga una ley marcial que para muchos es la primera proclama de guerra a muerte que enlutaría al país, y que entre otras cosas establecía la pena capital para quienes hablaran mal del gobierno. Ya no serán posibles debates como los suscitados por William Burke. Al menos no en el clima de la civilizada polémica entre los miembros de una comunidad con opiniones contrapuestas, que no necesariamente quieren matarse por ello. El conflicto, que ya se anuncia muy cruento con la Ley Marcial –que en rigor no llega a aplicarse por el desmoronamiento de la República–, adquiere toda su amplitud con la Guerra a Muerte promulgada por Simón Bolívar en 1813. Caracas cambia de dueño tres veces en tres años, y cada uno usará la Gazeta según sus intereses, para fines fundamentalmente propagandísticos. Tal vez la historia de Lamb y Gallagher sea la mejor muestra de las desventuras de nuestro primer periodismo: dejan de ser impresores del gobierno ya en 1810 (pasa a serlo Baillío), y si bien logran sobrevivir con muchos percances hasta 1815, entonces Pablo Morillo prácticamente

El clásico, aún insuperado sobre el tema: Caracciolo Parra-Pérez, Historia de la Primera República de Venezuela (3era edición, Caracas, Biblioteca Ayacucho, Nº. 183, 1992). El libro puede descargarse en el portal de la Fundación Biblioteca Ayacucho: http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/

11

RNC

54


los confisca, ya que si bien le “compra” la imprenta por más de dos mil pesos, hasta donde lo evidencian los documentos, para 1819 Lamb aún sufría el calvario de conseguir que le pagaran12. La lógica militar, pues, sobre la noble y libertaria labor del impresor (además es bueno recordar que Morillo había traído una imprenta, pero que ésta probablemente se hundió con el “San Pedro Alcántara”). Baillío, por su parte, emigra cuando cae la Segunda República en 1814, para retornar dos años después como impresor del Libertador. Queda entretanto en Caracas uno de sus aprendices, Juan Díaz Gutiérrez, el primer venezolano del que se tengan noticias dedicado al arte de la impresión, y que actuará hasta el final de la guerra al servicio de los realistas. Al emigrar, después del triunfo patriota, a su vez tomará el testigo su aprendiz, Domingo Navas Spínola, que hará una gigantesca labor cultural y editorial en la república que nace en 1830. Es así que José Domingo Díaz se convierte en el gran personaje del momento. Si Gutiérrez, que tanto trabajó con él, fue el primer impresor venezolano, el Gacetero, como lo indica el remoquete, fue el primero en ser recordado básicamente como periodista. En 1812, en el breve interregno de ocupación realista de Caracas, Domingo Monteverde lo nombra redactor de la Gazeta. Sale del país con la llegada de Bolívar un año después, para retornar en 1814, después de que las tropas de Boves arrollan –y degüellan, literalmente– a la Segunda República. Entre 1815 y 1821 se encargará de combatir a la independencia desde las páginas de la ahora llamada Gaceta. Por eso llamar la “era de José Domingo Díaz” a este lustro tal vez genere alguna aprehensión. ¿No es más bien la era de la “prensa heroica”, como se titula aquella famosa y lujosa edición conmemorativa de El Correo del Orinoco hecha por el Estado en sus sesquicentenario13? ¿Cómo poner el acento en el hombre que, más allá de sus virtudes como escritor, al cabo drenó bilis y reaccionó contra los cambios,

Grases Pedro. (1989). Escritos selectos. Caracas: Biblioteca Ayacucho (pp. 106-107).

12

La prensa heroica. Selección de El Correo del Orinoco, en homenaje al sesquicentenario del periódico de Angostura, 1818-1822 (Caracas, Presidencia de la República, 1968).

13

RNC

55


sin hacer propuestas esenciales frente a ideas tan altas como la de la libertad? Más allá de sus aciertos (que los tuvo), ¿por qué es él quien define la hora? ¿Por qué él y no, insistamos, el Libertador, que despliega toda su energía y todo su talento para hacer de la imprenta un arma fundamental de la emancipación? Porque en el gran match Díaz-Bolívar (sus ocho cartas al redactor de El Correo del Orinoco fueron en realidad para su odiado adversario político), es el Gacetero el que mejor recoge el espíritu de la hora: la violencia de los campos de batalla llevada o retroalimentada en la pluma; el debate entre la modernidad política y la tradición en toda su crudeza; la partición del país en dos bandos irreconciliables y excluyentes: cada sector tiene su periódico como tiene sus espacios y ni en sus páginas, como tampoco en sus comarcas, hay lugar para el adversario. La guerra a muerte se expande a los americanos con la Ley Marcial del 11 de diciembre de 1817 (hasta el momento oficialmente se aplicaba solo a los peninsulares y canarios), de tal manera que no estaba tan desencaminado Rufino Blanco Fombona cuando lo llama el “Boves de la pluma”14, en cuanto portavoz de un estilo acorde con la violencia del momento; y también porque en frente de este “Boves” vuelve a estar Bolívar, que no necesita de la pluma de otros, al menos no por falta de talento (aunque tiene eficientes redactores en Angostura, de Francisco Antonio Zea y Juan Germán Roscio en adelante) y que, en ciertas ocasiones (aunque francamente menos que las del Gacetero), le responderá en proporción. La causticidad con la que Díaz intentó destruir el prestigio de la emancipación y de sus líderes, sus ejercicios comentando de manera irónica sus documentos, los textos de franco humor negro –y recordemos que el humor negro siempre es el primer paso

14

En “Revolución de América”, Nuestro tiempo, VI. 81 (1906), (p. 198), citado por Susana Ramírez Martín, “José Domingo Díaz, un médico venezolano al servicio de la causa realista”, Congreso internacional 1810-2010: 200 años de Iberoamérica, (Actas del XIV Encuentro de Latinoamericanistas Españoles, Santiago de Compostela, 15-18 de septiembre de 2010 / coord. por Eduardo Rey Tristán, Patricia Calvo González, 2010, p. 150). RNC

56


para las matanzas15 – le ganaron el encono de entonces y de la posteridad. Fue capaz de piezas antológicas de mordacidad y, es necesario insistir, incitación al odio, como la que aparece el 18 de octubre de 1815 en la Gaceta, donde echa mano de su formación médica –y mordacidad– para “concluir con el erudito Vitet que el espíritu de la independencia es una enfermedad que pertenece al género de Manía”, recomendando como terapia: [...] separar del enfermo todas las causas capaces de aumentar este excitamento. La luz, obrando sobre los delicados nervios de los ojos, es uno de estos temibles estímulos. La luz, por consiguiente, debe separarse del enfermo. El sonido es otro estímulo capaz de aumentarlo con su influencia y acción sobre el tímpano; la soledad también, por consiguiente, es indispensable para la curación. Es decir: el enfermo por estos innegables y eternamente verdaderos principios debe permanecer en un cuarto obscuro y sin persona que le hable. Si no son bastantes estas medicinas y el enfermo continúa en la fuerza de su delirio, debe procederse à substraer del cerebro el aumento de circulación, y à dirigirlo à distantes partes menos principales. Esto solo se consigue aplicando à estas estímulos más fuertes y violentos que el que obra en la entraña enferma: y como los potenciales (ò aquellos que obran después de mucho tiempo de aplicados) son siempre lentos con relación à la violencia del mal, es indispensable la aplicación de los actuales, como contusiones y sus compañeros; advirtiendo que si la enfermedad es aguda, la evacuación de sangre debe hacerse, ha de ser de aquellas que los médicos materiales llaman usque ad animi delinquium.

15

Recordemos el ineludible trabajo que Jhonatan Glover desarrolla al respecto en su Humanidad e inhumanidad. Una historia moral del siglo XX (Madrid, Cátedra, 2001). En él se demuestra cómo jugó un fundamental papel de preparación en los genocidios nazis y de la Revolución Cultural China hasta Bosnia y Ruanda. La prosa de Díaz encaja en casi todos los aspectos señalados por el autor entre los incitadores del odio. RNC

57


Por último, “cuando el médico conoce la necesidad de este remedio, entonces solo se encuentra una curación, que es impedir el asenso de la sangre con una fuerte ligadura en el pescuezo.”(sic) ¿Son o no los chistes de la Guerra a Muerte? En otro artículo llega a prodigarle a Bolívar nueve epítetos seguidos: déspota, insolente, tirano, cruel, disoluto, orgulloso, ignorante, bárbaro y rebelde (oportuno recordar que la rebeldía era un delito)16. Obviamente, este lenguaje producirá sus cosechas: bajo los seudónimos de “Filo-Díaz” y de “Trimiño”, un autor que se ha sospechado fue el mismísimo Libertador17, trata de humillarlo desde El Correo del Orinoco y la Gaceta de la ciudad de Bogotá. No solo lo llaman “Archi-embustero-regio”, “adulador” y “canalla”, sino también “bastardo”, y peor, de “raza africana”; sobre todo eso, le critican que, siendo de color, prefiriera los españoles a sus “hermanos de Guinea”, como creen –y seguramente lograron– zaherirlo; que se dé cuenta “que tú y tus semejantes” solo eran admitidos como soldados y esclavos en el régimen colonial, jamás como ciudadanos españoles18. Por supuesto, Díaz no solo trazumó vítreo en sus trabajos. Como señalábamos más arriba, sus ocho cartas al redactor de El Correo del Orinoco lo demuestran capaz de reflexiones teóricas de mayor calado19. En todo caso, el punto es que a partir de 1820, cuando la libertad de imprenta que decretan los liberales del Trienio hace que en Caracas surjan una gran cantidad de periódicos incendiarios –La Segunda Aurora, El Fanal de Venezuela, La Mosca Libre, El Celador de la Constitución, La Mariposa Negra, que ahora

16 17

Gaceta de Caracas, No. 15, miércoles 10 de mayo de 1815. Véase: Pérez Vila. (1974). Las campañas periodísticas del Libertador. Caracas: Monte Ávila Editores.

Véase: Correo del Orinoco, Caracas 27 de febrero de 1819, y Gaceta de la ciudad de Bogotá, 20 de agosto de 1820.

18

19

Véase, por ejemplo, su alegato contra la democracia en la “Cuarta carta al redactor de El Correo del Orinoco”, Gaceta de Caracas, Caracas, miércoles 30 de junio de 1819. RNC

58


redactan liberales como Tomás Lander20 – Díaz ya se vio rebasado incluso en su mismo bando. La polémica que sobre la tolerancia religiosa emprende contra El Fanal de Venezuela, por ejemplo, coloca a ese nuevo lenguaje que tanto detesta en su propio zaguán. Y con el agregado de que sus lectores parecen apoyar a Lander (quien comienza la polémica por unos libros que le incauta el vicario de La Guaira, desatendiendo la nueva libertad de imprenta que hay). Va quedándose solo en su causa y es un golpe mortal. La carta de despedida que publica en La Gaceta de Caracas el 31 de enero de 1821, es de los textos más tristes que encontramos en un período tan lleno de ellos. Aunque no fue como los cisnes, porque ya había “cantado” mucho en su vida, este artículo recuerda mucho a la imagen del animal imponente que entona su última melodía antes de morir. Poco a poco liberales y patriotas verán en los serviles un enemigo común. Poco a poco la modernidad política se hace el idioma común y la sociedad empieza a rehacer su tejido, olvidándose de una España en la que la mayoría siente que ya no hay nada que buscar. De alguna forma era el triunfo de los valores de la “prensa heroica”, es decir, de los que se difundían en ella. La era de Díaz estaba por terminar21. Rosas Marcano, Jesús. (1975). La prensa realista entre 1820 y 1821. Boletín histórico, 38. 171-186. Véase, también: Straka. T. La voz de los vencidos.

20

Después de Carabobo debe emigrar a Puerto Rico y después a España. Convencionalmente se supone que murió alrededor de 1834, pero estudios recientes señalan que debió ser en 1842 o 1843 (Ramírez Martín, op. cit., pp. 154-155). En 1829 publica en Madrid la “contrahistoria” de la independencia: Recuerdos de la rebelión de Caracas, que no vino a ser editada en Venezuela hasta 1961, cuando lo hizo la Academia Nacional de la Historia con un cargado aparato de críticas destinado a desmentirlo en cada uno de sus alegatos. Recientemente fue vuelto a editar, con estudio introductorio de Inés Quintero (Caracas, Asociación Académica para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia/ANH, 2011). También se publicó una selección de sus artículos, lamentablemente con muchos defectos en su edición: T. Straka (Comp.), Contra Bolívar, una selección de los artículos de José Domingo Díaz (Caracas, Libros Marcados, 2009).

21

RNC

59



Simón Bolívar

Carta de jamaica

CONTESTACIÓN DE UN AMERICANO MERIDIONAL A UN CABALLERO DE ESTA ISLA [Henry Cullen] Kingston, 6 de setiembre de 1815

Me apresuro a contestar la carta de 29 del mes pasado que Vd. me hizo el honor de dirigirme, y yo recibí con la mayor satisfacción. Sensible, como debo, al interés que Vd. ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece desde su descubrimiento hasta estos últimos períodos, por parte de sus destructores los españoles, no siento menos el comprometimiento en que me ponen las solícitas demandas que Vd. me hace sobre los objetos más importantes de la política americana. Así, me encuentro en un conflicto, entre el deseo de corresponder a la confianza con que Vd. me favorece, y el impedimento de satisfacerla, tanto por la falta de documentos y libros, cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un país tan inmenso, variado y desconocido como el Nuevo Mundo. En mi opinión es imposible responder a las preguntas con que Vd. me ha honrado. El mismo barón de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teóricos y prácticos, apenas lo haría con exactitud, porque aunque una parte de la estadística y revolución de América es conocida, me atrevo a asegurar que la mayor está cubierta de tinieblas y, por consecuencia, sólo se pueden ofrecer RNC

61


conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por su posición física, por las vicisitudes de la guerra y por los cálculos de la política. Como me conceptúo obligado a prestar atención a la apreciable carta de Vd., no menos que a sus filantrópicas miras, me animo a dirigir estas líneas, en las cuales ciertamente no hallará Vd. las ideas luminosas que desea, mas sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos. “Tres siglos ha –dice Vd.– que empezaron las barbaridades que los españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón”. Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen superiores a la perversidad humana; y jamás serían creídas por los críticos modernos si constantes y repetidos documentos no testificasen estas infaustas verdades. El filantrópico obispo de Chiapas, el apóstol de la América, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relación de ellas, extractadas de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables había entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sí, como consta por los más sublimes historiadores de aquel tiempo. Todos los imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denunció ante su gobierno y contemporáneos los actos más horrorosos de un frenesí sanguinario. ¡Con cuánta emoción de gratitud leo el pasaje de la carta de Vd. en que me dice que espera que “los sucesos que siguieron entonces a las armas españolas acompañen ahora a las de sus contrarios, los muy oprimidos americanos meridionales”! Yo tomo esta esperanza por una predicción, si la justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el destino de la América se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a la España está cortado; la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que antes las enlazaba, ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar RNC

62


que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes que reconciliar los espíritus de ambos países. El hábito a la obediencia; un comercio de intereses, de luces, de religión; una recíproca benevolencia; una tierna solicitud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que formaba nuestra esperanza nos venía de España. De aquí nacía un principio de adhesión que parecía eterno, no obstante que la conducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatía, o, por mejor decir, este apego forzado por el imperio de la dominación. Al presente sucede lo contrario: la muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrasta. El velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, la América combate con despecho, y rara vez la desesperación no ha arrastrado tras sí la victoria. Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿no está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la inmensa extensión de este hemisferio. El belicoso estado de las provincias del Río de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perú1conmoviendo a Arequipa, e inquietado a los realistas de Lima. Cerca de un millón de habitantes disfruta allí de su libertad. El reino de Chile, poblado de 800.000 almas, está lidiando contra sus enemigos que pretenden dominarlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indómitos y libres araucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles que el pueblo que ama su independencia, por fin la logra. El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y me1 Hoy Bolivia. RNC

63


dio de habitantes, es sin duda el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del Rey; y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella porción de América, es indudable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias. La Nueva Granada, que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito, que con la mayor dificultad contienen sus enemigos por ser fuertemente adicto a la causa de su patria, y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están repartidos en aquel territorio, que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare será a costa de grandes pérdidas, y desde luego carecerá de fuerzas bastantes para subyugar a los morigerados y bravos moradores del interior. En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos, y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto; y sólo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven, combaten con furor en los campos y en los pueblos internos, hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaba en Venezuela; y sin exageración, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra2, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones; excepto el terremoto, todo resultado de la guerra.

2 Alude al terremoto de marzo de 1912. RNC

64


En Nueva España3 había en 1808, según nos refiere el barón de Humboldt, 7.800.000 almas con inclusión de Guatemala4. Desde aquella época, la insurrección que ha agitado a casi todas sus provincias ha hecho disminuir sensiblemente aquel cómputo, que parece exacto; pues más de un millón de hombres han perecido, como lo podrá Vd. ver en la exposición de Mr. Walton, que describe con fidelidad los sanguinarios crímenes cometidos en aquel opulento imperio. Allí la lucha se mantiene a fuerza de sacrificios humanos y de todas especies, pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mexicanos serán libres porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus antepasados o seguirlos al sepulcro. Ya ellos dicen con Raynal: llegó el tiempo, en fin, de pagar a los españoles suplicios con suplicios y de ahogar a esa raza de exterminadores en su sangre o en el mar. Las islas de Puerto Rico y Cuba que, entre ambas, pueden formar una población de 700 a 800.000 almas, son las que más tranquilamente poseen los españoles, porque están fuera del contacto de los independientes. Mas ¿no son americanos estos insulares? ¿No son vejados? ¿No desean su bienestar? Este cuadro representa una escala militar de 2.000 leguas de longitud y 900 de latitud en su mayor extensión, en que 16 millones de americanos defienden sus derechos, o están oprimidos por la nación española, que aunque fue, en algún tiempo, el más vasto imperio del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo hemisferio, y hasta para mantenerse en el antiguo. ¿Y la Europa civilizada, comerciante y amante de la libertad, permite que una vieja serpiente, por sólo satisfacer su saña envenenada, devore la más bella parte de nuestro globo? ¡Qué! ¿Está la Europa sorda al clamor de su propio interés? ¿No tiene ya ojos para ver la justicia? ¿Tanto se ha endurecido, para ser de este modo insensi3 Los actuales Estados Unidos Mexicanos. 4 La Capitanía General de Guatemala, que abarcaba entonces toda la América Central, con exclusión de Panamá. RNC

65


ble? Estas cuestiones, cuanto más lo medito, más me confunden; llego a pensar que se aspira a que desaparezca la América; pero es imposible, porque toda la Europa no es España. ¡Qué demencia la de nuestra enemiga, pretender reconquistar la América, sin marina, sin tesoro y casi sin soldados! pues los que tiene, apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia y defenderse de sus vecinos. Por otra parte, ¿podrá esta nación hacer el comercio exclusivo de la mitad del mundo, sin manufacturas, sin producciones territoriales, sin artes, sin ciencias, sin política? Lograda que fuese esta loca empresa; y suponiendo más aun, lograda la pacificación, los hijos de los actuales americanos, unidos con los de los europeos reconquistadores, ¿no volverían a formar dentro de veinte años los mismos patrióticos designios que ahora se están combatiendo? La Europa haría un bien a la España en disuadirla de su obstinada temeridad; porque a lo menos se ahorraría los gastos que expende y la sangre que derrama; a fin de que, fijando su atención en sus propios recintos, fundase su prosperidad y poder sobre bases más sólidas que las de inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en pueblos remotos, enemigos y poderosos. La Europa misma, por miras de sana política, debería haber preparado y ejecutado el proyecto de la independencia americana; no sólo porque el equilibrio del mundo así lo exige; sino porque éste es el medio legítimo y seguro de adquirirse establecimientos ultramarinos de comercio. La Europa que no se halla agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambición y codicia, como la España, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la equidad e ilustrada sobre sus bien entendidos intereses. Cuantos escritores han tratado la materia se acuerdan de esta parte. En consecuencia, nosotros esperábamos con razón que todas las naciones cultas se apresurarían a auxiliarnos, para que adquiriésemos un bien cuyas ventajas son recíprocas a entrambos hemisferios. Sin embargo, ¡cuán frustradas esperanzas! No sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda, que por su esencia es la más justa, y por sus resultados la más bella e imporRNC

66


tante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos, porque ¿hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad del hemisferio de Colón? “La felonía con que Bonaparte –dice Vd.– prendió a Carlos IV y a Fernando VII, reyes de esta nación, que tres siglos aprisionó con traición a dos monarcas de la América meridional, es un acto muy manifiesto de la retribución divina, y al mismo tiempo una prueba de que Dios sostiene la justa causa de los americanos y les concederá su independencia”. Parece que Vd. quiere aludir al monarca de México Montezuma, preso por Cortés y muerto, según Herrera, por él mismo, aunque Solís dice que por el pueblo; y a Atahualpa, Inca del Perú, destruido por Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Existe tal diferencia entre la suerte de los reyes españoles y de los reyes americanos, que no admite comparación; los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran su libertad y trono; mientras que los últimos sufren tormentos inauditos y los vilipendios más vergonzosos. Si a Guatimozin sucesor de Montezuma, se le trata como emperador, y le ponen la corona, fue por irrisión y no por respeto; para que experimentase este escarnio antes que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca fueron las del rey de Michoacán, Catzontzin el Zipa de Bogotá , y cuantos toquís, incas, zipas, ulmenes, caciques y demás dignidades indianas sucumbieron al poder español. El suceso de Fernando VII es más semejante al que tuvo lugar en Chile en 1535, con el ulmen de Copiapó, entonces reinante en aquella comarca. El español Almagro pretextó, como Bonaparte, tomar partido por la causa del legítimo soberano y, en consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en España; aparenta restituir al legítimo a sus estados, y termina por encadenar y echar a las llamas al infeliz ulmen, sin querer ni aun oír su defensa. Este es el ejemplo de Fernando VII con su usurpador. Los reyes europeos sólo padecen destierro; el ulmen de Chile termina su vida de un modo atroz. “Después de algunos meses –añade Vd.– he hecho muchas reflexiones sobre la situación de los americanos y sus esperanzas futuras; tomo grande interés en sus sucesos, pero me faltan muchos informes relativos a su estado actual y a lo que ellos aspiran; deRNC

67


seo infinitamente saber la política de cada provincia, como también su población, si desean repúblicas o monarquías, si formarán una gran república o una gran monarquía. Toda noticia de esta especie que Vd. pueda darme, o indicarme las fuentes a que debo ocurrir, la estimaré como un favor muy particular”. Siempre las almas generosas se interesan en la suerte de un pueblo que se esmera por recobrar los derechos con que el Creador y la naturaleza lo han dotado; y es necesario estar bien fascinado por el error o por las pasiones para no abrigar esta noble sensación: Vd. ha pensado en mi país y se interesa por él; este acto de benevolencia me inspira el más vivo reconocimiento. He dicho la población que se calcula por datos más o menos exactos, que mil circunstancias hacen fallidos sin que sea fácil remediar esta inexactitud, porque los más de los moradores tienen habitaciones campestres y muchas veces errantes, siendo labradores, pastores, nómades, perdidos en medio de espesos e inmensos bosques, llanuras solitarias y aislados entre lagos y ríos caudalosos. ¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas? Además, los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros accidentes, alejan de sus hogares a los pobres americanos. Esto es sin hacer mención de la guerra de exterminio que ya ha segado cerca de un octavo de la población y ha ahuyentado una gran parte; pues entonces las dificultades son insuperables y el empadronamiento vendrá a reducirse a la mitad del verdadero censo. Todavía es más difícil presentir la suerte futura del Nuevo Mundo, establecer principios sobre su política, y casi profetizar la naturaleza del gobierno que llegará a adoptar. Toda idea relativa al porvenir de este país me parece aventurada. ¿Se pudo prever cuando el género humano se hallaba en su infancia, rodeado de tanta incertidumbre, ignorancia y error, cuál sería el régimen que abrazaría para su conservación? ¿Quién se habría atrevido a decir: tal nación será república o monarquía, ésta será pequeña, aquélla grande? En mi concepto, ésta es la imagen de nuestra situación. Nosotros somos un pequeño género humano; poseemos un mun-

RNC

68


do aparte, cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias aunque en cierto modo viejo en los usos de la sociedad civil. Yo considero el estado actual de la América, como cuando desplomado el imperio romano, cada desmembración formó un sistema político, conforme a sus intereses y situación o siguiendo la ambición particular de algunos jefes, familias o corporaciones; con esta notable diferencia, que aquellos miembros dispersos volvían a restablecer sus antiguas naciones con las alteraciones que exigían las cosas o los sucesos; mas nosotros, que apenas conservamos vestigios de lo que en otro tiempo fue, y que por otra parte no somos indios, ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento, y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país, y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores; así nos hallamos en el caso más extraordinario y complicado; no obstante que es una especie de adivinación indicar cuál será el resultado de la línea de política que la América siga, me atrevo a aventurar algunas conjeturas que, desde luego, caracterizo de arbitrarias, dictadas por un deseo racional, y no por un raciocinio probable. La posición de los moradores del hemisferio americano ha sido, por siglos, puramente pasiva: su existencia política era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más bajo de la servidumbre, y por lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad. Permítame Vd. estas consideraciones para establecer la cuestión. Los estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella; luego, un pueblo es esclavo cuando el gobierno, por su esencia o por sus vicios, huella y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que la América no sólo estaba privada de su libertad, sino también de la tiranía activa y dominante. Me explicaré. En las administraciones absolutas no se reconocen límites en el ejercicio de las facultades gubernativas: la voluntad del gran sultán, kan, bey y demás soberanos despóticos, es la ley suprema, y ésta es casi arbitrariamente ejecutada por los bajaes, kanes y sátrapas

RNC

69


subalternos de la Turquía y Persia, que tienen organizada una opresión de que participan los súbditos en razón de la autoridad que se les confía. A ellos está encargada la administración civil, militar y política, de rentas y la religión. Pero al fin son persas los jefes de Ispahan, son turcos los visires del Gran Señor, son tártaros los sultanes de la Tartaria. La China no envía a buscar mandatarios militares y letrados al país de Gengis Kan, que la conquistó, a pesar de que los actuales chinos son descendientes directos de los subyugados por los ascendientes de los presentes tártaros. ¡Cuán diferente era entre nosotros! Se nos vejaba con una conducta que además de privarnos de los derechos que nos correspondían, nos dejaba en una especie de infancia permanente con respecto a las transacciones públicas. Si hubiésemos siquiera manejado nuestros asuntos domésticos en nuestra administración interior, conoceríamos el curso de los negocios públicos y su mecanismo y gozaríamos también de la consideración personal que impone a los ojos del pueblo cierto respeto maquinal que es tan necesario conservar en las revoluciones. He aquí porque he dicho que estábamos privados hasta de la tiranía activa, pues que no nos era permitido ejercer sus funciones. Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más, el de simples consumidores; y aun esta parte coartada con restricciones chocantes: tales son las prohibiciones del cultivo de frutos de Europa, el estanco de las producciones que el Rey monopoliza, el impedimento de las fábricas que la misma Península no posee, los privilegios exclusivos del comercio hasta de los objetos de primera necesidad, las trabas entre provincias y provincias americanas, para que no se traten, entiendan, ni negocien; en fin, ¿quiere Vd. saber cuál era nuestro destino? Los campos para cultivar el añil, la grana, el café, la caña, el cacao y el algodón; las llanuras solitarias para criar ganados, los desiertos para cazar las bestias feroces, las entrañas de la tierra para excavar el oro que no puede saciar a esa nación avarienta. Tan negativo era nuestro estado que no encuentro semejante en ninguna otra asociación civilizada, por más que recorro la se-

RNC

70


rie de las edades y la política de todas las naciones. Pretender que un país tan felizmente constituido, extenso, rico y populoso, sea meramente pasivo, ¿no es un ultraje y una violación de los derechos de la humanidad? Estábamos como acabo de exponer, abstraídos, y digámoslo así, ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y administración del estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores, sino por causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos nunca; militares, sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios reales; no éramos, en fin, ni magistrados, ni financistas, y casi ni aun comerciantes: todo en contravención directa de nuestras instituciones. El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores, conquistadores y pobladores de América, que como dice Guerra5, es nuestro contrato social. Los reyes de España convinieron solemnemente con ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles hacerlo a costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación, con otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar. El Rey se comprometió a no enajenar jamás las provincias americanas, como que a él no tocaba otra jurisdicción que la del alto dominio, siendo una especie de propiedad feudal la que allí tenían los conquistadores para sí y sus descendientes. Al mismo tiempo existen leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a los naturales del país originarios de España, en cuanto a los empleos civiles, eclesiásticos y de rentas. Por manera que, con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales de la autoridad constitucional que les daba su código. De cuanto he referido, será fácil colegir que la América no estaba preparada para desprenderse de la metrópoli, como súbitamente sucedió, por el efecto de las ilegítimas cesiones de Bayona y por la inicua guerra que la regencia nos declaró, sin derecho

5 El sacerdote mexicano revolucionario Fray Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra. RNC

71


alguno para ello, no sólo por la falta de justicia, sino también de legitimidad. Sobre la naturaleza de los gobiernos españoles, sus decretos conminatorios y hostiles, y el curso entero de su desesperada conducta hay escritos, del mayor mérito, en el periódico “El Español”, cuyo autor es el Sr. Blanco6; y estando allí esta parte de nuestra historia muy bien tratada, me limito a indicarlo. Los americanos han subido de repente y sin los conocimientos previos, y, lo que es más sensible, sin la práctica de los negocios públicos, a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario, diplomáticos, generales, y cuantas autoridades supremas y subalternas forman la jerarquía de un estado organizado con regularidad. Cuando las águilas francesas sólo respetaron los muros de la ciudad de Cádiz, y con su vuelo arrollaron los frágiles gobiernos de la Península, entonces quedamos en la orfandad. Ya antes habíamos sido entregados a la merced de un usurpador extranjero; después, lisonjeados con la justicia que se nos debía y con esperanzas halagüeñas siempre burladas; por último, inciertos sobre nuestro destino futuro, y amenazados por la anarquía, a causa de la falta de un gobierno legítimo, justo y liberal, nos precipitamos en el caos de la revolución. En el primer momento sólo se cuidó de proveer a la seguridad interior, contra los enemigos que encerraba nuestro seno. Luego se extendió a la seguridad exterior; se establecieron autoridades que sustituimos a las que acabábamos de deponer, encargadas de dirigir el curso de nuestra revolución, y de aprovechar la coyuntura feliz en que nos fuese posible fundar un gobierno constitucional, digno del presente siglo y adecuado a nuestra situación. Todos los nuevos gobiernos marcaron sus primeros pasos con el establecimiento de juntas populares. Estas formaron en seguida reglamentos para la convocación de congresos que produjeron alteraciones importantes. Venezuela erigió un gobierno democrático y federal, declarando previamente los derechos del hombre, manteniendo el equilibrio de los poderes y estatuyendo leyes generales en favor de 6 José María Blanco (Blanco White), escritor liberal español. RNC

72


la libertad civil, de imprenta y otras; finalmente, se constituyó un gobierno independiente. La Nueva Granada siguió con uniformidad los establecimientos políticos y cuantas reformas hizo Venezuela, poniendo por base fundamental de su constitución el sistema federal más exagerado que jamás existió; recientemente se ha mejorado con respecto al poder ejecutivo general, que ha obtenido cuantas atribuciones le corresponden. Según entiendo, Buenos Aires y Chile han seguido esta misma línea de operaciones; pero como nos hallamos a tanta distancia, los documentos son tan raros y las noticias tan inexactas, no me animaré ni aun a bosquejar el cuadro de sus transacciones. Los sucesos de México han sido demasiado varios, complicados, rápidos y desgraciados para que se puedan seguir en el curso de su revolución. Carecemos, además, de documentos bastante instructivos, que nos hagan capaces de juzgarlos. Los independientes de México, por lo que sabemos, dieron principio a su insurrección en setiembre de 1810, y un año después, ya tenían centralizado su gobierno en Zitácuaro e instalada allí una junta nacional bajo los auspicios de Fernando VII, en cuyo nombre se ejercían las funciones gubernativas. Por los acontecimientos de la guerra, esta junta se trasladó a diferentes lugares, y es verosímil que se haya conservado hasta estos últimos momentos, con las modificaciones que los sucesos hayan exigido. Se dice que ha creado un generalísimo o dictador,que lo es el ilustre general Morelos; otros hablan del célebre general Rayón7; lo cierto es que uno de estos dos grandes hombres, o ambos separadamente, ejercen la autoridad suprema en aquel país; y recientemente ha aparecido una constitución para el régimen del estado. En marzo de 1812 el gobierno residente en Zultepec presentó un plan de paz y guerra al virrey de México, concebido con la más profunda sabiduría. En él se reclamó el derecho de gentes, estableciendo principios de una exactitud incontestable. Propuso la junta que la guerra se hiciese como entre hermanos y conciudadanos, pues que no debía ser más cruel que entre naciones extranjeras; que los derechos de gentes y de guerra, inviolables para los mismos infieles 7 El General mexicano Ignacio López Rayón. RNC

73


y bárbaros, debían serlo más para cristianos, sujetos a un soberano y a unas mismas leyes; que los prisioneros no fuesen tratados como reos de lesa majestad, ni se degollasen los que rendían las armas, sino que se mantuviesen en rehenes para canjearlos; que no se entrase a sangre y fuego en las poblaciones pacíficas, no las diezmasen ni quintasen para sacrificarlas; y concluye que, en caso de no admitirse este plan, se observarían rigorosamente las represalias. Esta negociación se trató con el más alto desprecio; no se dio respuesta a la junta nacional; las comunicaciones originales se quemaron públicamente en la plaza de México, por mano del verdugo, y la guerra de exterminio continuó por parte de los españoles con su furor acostumbrado, mientras que los mexicanos y las otras naciones americanas no la hacían ni aun a muerte con los prisioneros de guerra que fuesen españoles. Aquí se observa que por causas de conveniencia, se conservó la apariencia de sumisión al rey y aún a la constitución de la monarquía. Parece que la junta nacional es absoluta en el ejercicio de las funciones legislativas, ejecutivas y judiciales, y el número de sus miembros muy limitado. Los acontecimientos de la Tierra Firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas, y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud. Y así como Venezuela ha sido la república americana que más se ha adelantado en sus instituciones políticas, también ha sido el más claro ejemplo de la ineficacia de la forma democrática y federal para nuestros nacientes estados. En Nueva Granada las excesivas facultades de los gobiernos provinciales y la falta de centralización en el general, han conducido aquel precioso país al estado a que se ve reducido en el día. Por esta razón, sus débiles enemigos se han conservado, contra todas las probabilidades. En tanto que nuestros compatriotas no adquieran los talentos y virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina. Desgraciadamente, estas

RNC

74


cualidades parecen estar muy distantes de nosotros en el grado que se requiere; y por el contrario, estamos dominados de los vicios que se contraen bajo la dirección de una nación como la española, que sólo ha sobresalido en fiereza, ambición, venganza y codicia. “Es más difícil –dice Montesquieu– sacar un pueblo de la servidumbre, que subyugar uno libre”. Esta verdad está comprobada por los anales de todos los tiempos, que nos muestran las más de las naciones libres sometidas al yugo y muy pocas de las esclavas recobrar su libertad. A pesar de este convencimiento, los meridionales de este continente han manifestado el conato de conseguir instituciones liberales y aun perfectas, sin duda, por efecto del instinto que tienen todos los hombres de aspirar a su mejor felicidad posible, la que se alcanza, infaliblemente, en las sociedades civiles, cuando ellas están fundadas sobre las bases de la justicia, de la libertad, y de la igualdad. Pero ¿seremos nosotros capaces de mantener en su verdadero equilibrio la difícil carga de una república? ¿Se puede concebir que un pueblo recientemente desencadenado se lance a la esfera de la libertad sin que, como a Icaro, se le deshagan las alas y recaiga en el abismo? Tal prodigio es inconcebible, nunca visto. Por consiguiente, no hay un raciocinio verosímil que nos halague con esta esperanza. Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Aunque aspiro a la perfección del gobierno de mi patria, no puedo persuadirme que el Nuevo Mundo sea por el momento regido por una gran república; como es imposible, no me atrevo a desearlo, y menos deseo aún una monarquía universal de América, porque este proyecto, sin ser útil, es también imposible. Los abusos que actualmente existen no se reformarían, y nuestra regeneración sería infructuosa. Los estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra. La metrópoli, por ejemplo, sería México, que es la única que puede serlo por su poder intrínseco, sin el cual no hay metrópoli. Supongamos que fuese el istmo de Panamá, punto céntrico para todos los extremos

RNC

75


de este vasto continente, ¿no continuarían éstos en la languidez, y aun en el desorden actual? Para que un solo gobierno dé vida, anime, ponga en acción todos los resortes de la prosperidad pública, corrija, ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo, sería necesario que tuviese las facultades de un Dios, y cuando menos las luces y virtudes de todos los hombres. El espíritu de partido que, al presente, agita a nuestros Estados, se encendería entonces con mayor encono, hallándose ausente la fuente del poder, que únicamente puede reprimirlo. Además, los magnates de las capitales no sufrirían la preponderancia de los metropolitanos, a quienes considerarían como a otros tantos tiranos: sus celos llegarían hasta el punto de coma parar a éstos con los odiosos españoles. En fin, una monarquía semejante sería un coloso disforme, que su propio peso desplomaría a la menor convulsión. M. de Pradt ha dividido sabiamente a la América en quince a diecisiete estados independientes entre sí, gobernados por otros tantos monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la América comporta la creación de diecisiete naciones; en cuanto a lo segundo, aunque es más fácil conseguirlo, es menos útil, y así, no soy de la opinión de las monarquías americanas. He aquí mis razones: el interés bien entendido de una república se circunscribe en la esfera de su conservación, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio, porque es precisamente su opuesto, ningún estímulo excita a los republicanos a extender los términos de su nación, en detrimento de sus propios medios, con el único objeto de hacer participar a sus vecinos de una constitución liberal. Ningún derecho adquieren, ninguna ventaja sacan venciéndolos; a menos que los reduzcan a colonias, conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Máximas y ejemplos tales, están en oposición directa con los principios de justicia de los sistemas republicanos; y aun diré más, en oposición manifiesta con los intereses de sus ciudadanos: porque un estado demasiado extenso en sí mismo o por sus dependencias, al cabo viene en decadencia, y convierte su forma libre en otra tiránica; relaja los principios que deben conservarla, y ocurre por último al despotismo. El distintivo de las pequeñas repúblicas es la permanencia; el de las

RNC

76


grandes es vario; pero siempre se inclina al imperio. Casi todas las primeras han tenido una larga duración; de las segundas sólo Roma se mantuvo algunos siglos, pero fue porque era república la capital y no lo era el resto de sus dominios, que se gobernaban por leyes e instituciones diferentes. Muy contraria es la política de un rey, cuya inclinación constante se dirige al aumento de sus posesiones, riquezas y facultades: con razón, porque su autoridad crece con estas adquisiciones, tanto con respecto a sus vecinos como a sus propios vasallos, que temen en él un poder tan formidable cuanto es su imperio, que se conserva por medio de la guerra y de las conquistas. Por estas razones pienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos; y me parece que estos deseos se conforman con las miras de la Europa. No convengo en el sistema federal entre los populares y representativos, por ser demasiado perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy superiores a los nuestros; por igual razón rehúso la monarquía mixta de aristocracia y democracia, que tanta fortuna y esplendor ha procurado a la Inglaterra. No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas. Busquemos un medio entre extremos opuestos, que nos conducirían a los mismos escollos, a la infelicidad y al deshonor. Voy a arriesgar el resultado de mis cavilaciones sobre la suerte futura de la América: no la mejor sino la que sea más asequible. Por la naturaleza de las localidades, riquezas, poblaciones y carácter de los mexicanos, imagino que intentarán al principio establecer una república representativa, en la cual tenga grandes atribuciones el poder ejecutivo, concentrándolo en un individuo que si desempeña sus funciones con acierto y justicia, casi naturalmente vendrá a conservar su autoridad vitalicia. Si su incapacidad o violenta administración excita una conmoción popular que triunfe, este mismo poder ejecutivo quizás se difundirá en una asamblea. Si el partido preponderante es militar o aristocrático, exigirá probablemente una monarquía que al principio será

RNC

77


limitada y constitucional, y después inevitablemente declinará en absoluta; pues debemos convenir en que nada hay más difícil en el orden político que la conservación de una monarquía mixta; y también es preciso convenir en que sólo un pueblo tan patriota como el inglés es capaz de contener la autoridad de un rey, y de sostener el espíritu de libertad bajo un cetro y una corona. Los estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizá una asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo: Sus canales acortarán las distancias del mundo; estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso sólo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra, como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio! La Nueva Granada se unirá con Venezuela, si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad que, con el nombre de Las Casas, en honor de este héroe de la filantropía, se funde entre los confines de ambos países, en el soberbio puerto de Bahía-honda. Esta posición, aunque desconocida, es más ventajosa por todos respectos. Su acceso es fácil, y su situación tan fuerte que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un territorio tan propio para la agricultura como para la cría de ganado, y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados, y nuestras posesiones se aumentarían con la adquisición de la Goajira. Esta nación se llamaría Colombia como un tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio. Su gobierno podrá imitar al inglés; con la diferencia de que en lugar de un rey, habrá un poder ejecutivo electivo, cuando más vitalicio, y jamás hereditario, si se quiere república; una cámara o senado legislativo hereditario, que en las tempestades políticas se interponga entre las olas populares y los rayos del gobierno, y un cuerpo legislativo, de libre elección, sin otras restricciones que las de la cámara baja de Inglaterra. Esta constitución participaría de todas formas y yo deseo que no participe de todos los vicios. Como esta es mi patria tengo un derecho incontestable para desearle lo que en mi opinión es mejor. Es muy posible que la NueRNC

78


va Granada no convenga en el reconocimiento de un gobierno central, porque es en extremo adicta a la federación; y entonces formará, por sí sola, un estado que, si subsiste, podrá ser muy dichoso por sus grandes recursos de todo género. Poco sabemos de las opiniones que prevalecen en Buenos Aires, Chile y el Perú; juzgando por lo que se trasluce y por las apariencias, en Buenos Aires habrá un gobierno central, en que los militares se lleven la primacía por consecuencia de sus divisiones intestinas y guerras externas. Esta constitución degenerará necesariamente en una oligarquía, o una monocracia con más o menos restricciones, y cuya denominación nadie puede adivinar. Sería doloroso que tal cosa sucediese, porque aquellos habitantes son acreedores a la más espléndida gloria. El reino de Chile está llamado por la naturaleza de su situación, por las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores, por el ejemplo de sus vecinos, los fieros republicanos del Arauco, a gozar de las bendiciones que derraman las justas y dulces leyes de una república. Si alguna permanece largo tiempo en América, me inclino a pensar que será la chilena. Jamás se ha extinguido allí el espíritu de libertad; los vicios de la Europa y del Asia llegarán tarde o nunca a corromper las costumbres de aquel extremo del universo. Su territorio es limitado; estará siempre fuera del contacto inficionado del resto de los hombres; no alterará sus leyes, usos y prácticas; preservará su uniformidad en opiniones políticas y religiosas; en una palabra, Chile puede ser libre. El Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo régimen justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad: se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas. Aunque estas reglas serían aplicables a toda la América, creo que con más justicia las merece Lima, por los conceptos que he expuesto y por la cooperación que ha prestado a sus señores contra sus propios hermanos, los ilustres hijos de Quito, Chile y Buenos Aires. Es constante que en Lima no tolerarán los ricos la democracia, ni los esclavos y pardos libertos la aristocracia: los primeros preferirán la tiranía de uno solo, por no padecer las RNC

79


persecuciones tumultuarias y por establecer un orden siquiera pacífico. Mucho hará si concibe recobrar su independencia. De todo lo expuesto, podemos deducir estas consecuencias: las provincias americanas se hallan lidiando por emanciparse; al fin obtendrán el suceso; algunas se constituirán de un modo regular en repúblicas federales y centrales; se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes secciones, y algunas serán tan infelices que devorarán sus elementos ya en la actual ya en las futuras revoluciones, que una gran monarquía no será fácil consolidar, una gran república imposible. Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América. ¡Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras tres partes del mundo. Esta especie de corporación podrá tener lugar en alguna época dichosa de nuestra regeneración; otra esperanza es infundada, semejante a la del abate St. Pierre8,que concibió el laudable delirio de reunir un congreso europeo para decidir de la suerte y de los intereses de aquellas naciones. “Mutaciones importantes y felices –continúa Vd.– pueden ser frecuentemente producidas por efectos individuales”. Los americanos meridionales tienen una tradición que dice que cuando Quetzalcoatl, el Hermes o Buda de la América del Sur, resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos desiguales hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición no opera y exci8 Charles Irénée Caste, abate de Saint Pierre, escritor francés. RNC

80


ta una convicción de que muy pronto debe volver? ¿Concibe Vd. cuál será el efecto que producirá si un individuo, apareciendo entre ellos, demostrase los caracteres de Quetzalcoatl, el Buda del bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No cree Vd. que esto inclinaría todas las partes? ¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas y los partidarios de la corrompida España para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?”. Pienso como Vd. que causas individuales pueden producir resultados generales; sobre todo en las revoluciones. Pero no es el héroe, gran profeta, o Dios del Anahuac, Quetzalcoatl el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que Vd. propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mexicano y no ventajosamente, porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su nombre quiere decir Santo Tomás; otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán, Chilan-Cambal. En una palabra, los más de los autores mexicanos, polémicos e historiadores profanos, han tratado con más o menos extensión la cuestión sobre el verdadero carácter de Quetzalcoatl. El hecho es, según dice Acosta, que él estableció una religión cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás como lo afirman otros célebres autores. La opinión general es que Quetzalcoatl es un legislador divino entre los pueblos paganos del Anahuac, del cual era lugarteniente el gran Montezuma, derivando de él su autoridad. De aquí se infiere que nuestros mexicanos no seguirían al gentil Quetzalcoatl, aunque apareciese bajo las formas más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y exclusiva de las otras.

RNC

81


Felizmente, los directores de la independencia de México se han aprovechado del fanatismo con el mejor acierto, proclamando a la famosa virgen de Guadalupe por reina de los patriotas, invocándola en todos los casos arduos y llevándola en sus banderas. Con esto, el entusiasmo político ha formado una mezcla con la religión, que ha producido un fervor vehemente por la sagrada causa de la libertad. La veneración de esta imagen en México es superior a la más exaltada que pudiera inspirar el más diestro profeta. Seguramente la unión es la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración. Sin embargo, nuestra división no es extraña, porque tal es el distintivo de las guerras civiles formadas generalmente entre dos partidos: conservadores y reformadores. Los primeros son, por lo común, más numerosos, porque el imperio de la costumbre produce el efecto de la obediencia a las potestades establecidas; los últimos son siempre menos numerosos aunque más vehementes e ilustrados. De este modo la masa física se equilibra con la fuerza moral, y la contienda se prolonga siendo sus resultados muy inciertos. Por fortuna, entre nosotros, la masa ha seguido a la inteligencia. Yo diré a Vd. lo que puede ponernos en aptitud de expulsar a los españoles y de fundar un gobierno libre: es la unión, ciertamente; mas esta unión no nos vendrá por prodigios divinos sino por efectos sensibles y esfuerzos bien dirigidos. La América está encontrada entre sí, porque se halla abandonada de todas las naciones, aislada en medio del universo, sin relaciones diplomáticas ni auxilios militares, y combatida por la España, que posee más elementos para la guerra que cuantos nosotros furtivamente podemos adquirir. Cuando los sucesos no están asegurados, cuando el estado es débil, y cuando las empresas son remotas, todos los hombres vacilan, las opiniones se dividen, las pasiones las agitan, y los enemigos las animan para triunfar por este fácil medio. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria: entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está

RNC

82


destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado la Europa, volarán a Colombia libre, que las convidará con un asilo. Tales son, señor, las observaciones y pensamientos que tengo el honor de someter a Vd. para que los rectifique o deseche, según su mérito, suplicándole se persuada que me he atrevido a exponerlos, más por no ser descortés, que porque me crea capaz de ilustrar a Vd. en la materia. Soy de Vd. etc., etc., etc. Bolivar.

Tomado de: BOLÍVAR, S. (1979). Doctrina del Libertador, Manuel Pérez Vila (Compilador).Caracas: Biblioteca Ayacucho. Vol. 1 (pp. 55-75).

RNC

83


Sim贸n Rodr铆guez. Imagen de archivo.


J. A. Calzadilla Arreaza

LA REVOLUCIÓN PEDAGÓGICA

DE SIMÓN RODRÍGUEZ

La Caracas de finales del siglo XVIII, que vio surgir la primera forma coherente de identidad política y la primera autonomía de gestión de Venezuela, convertida en Capitanía General por la Corona española en 1777, y donde se radica por primera vez en tres siglos, el año de 1786, una Real Audiencia que localizaba las decisiones judiciales en su propio territorio y no en Santo Domingo o en Santa Fe de Bogotá, vio nacer, junto a la numerosa generación que determinó la independencia republicana a partir de 1810, dos figuras eminentes de la historia de la pedagogía continental: Simón Rodríguez y Andrés Bello. Con ellos nacen también dos modelos pedagógicos, marcados por profundas diferencias. El más joven de ambos es Andrés Bello, nacido en 1781, apenas dos años antes que Simón Bolívar. Bello, primogénito legítimo de una blanca familia decente, frecuentaría desde muy joven las academias, hasta graduarse en la Real y Pontificia Universidad de Caracas y ocupar posiciones significativas en la sociedad colonial de su época, como la de oficial segundo de la secretaría general de la capitanía general en 1802. Fue comisario de guerra y secretario civil en 1807, y redactor de la Gaceta de Caracas en 1808. Bello partió de Venezuela en 1810 para no regresar nunca; luego del RNC

85


19 de abril, en la misión diplomática a Gran Bretaña que integró también el joven Bolívar. Bello permanecería en Londres leyendo la inagotable biblioteca de Francisco de Miranda hasta 1829, años después de finalizada la guerra independentista, cuando aceptaría el cargo mejor remunerado y en el lugar más seguro que se le ofreció en el nuevo continente. Una vez allí, se residenció en Chile, donde adquirió la nacionalidad del país, fundó y rigió la universidad, fue senador, consejero de Estado y se llevó todos los honores posibles conferidos por la inalterable oligarquía chilena. Bello reformó gramáticas, pobló de contenidos nativos las formas literarias europeas, fue maestro indiscutido de la élite intelectual suramericana. Puede considerársele como el representante máximo de la Academia americana. En el polo opuesto, si se nos permite seguir trazando el paralelismo, tenemos al niño blanco pero ilegítimo, expósito, es decir, abandonado y sin familia, Simón Rodríguez. Doce años mayor que Bello, se supuso que el niño nació entre el 28 y el 29 de octubre, respectivamente días de San Simón y de San Narciso, en 1769, fruto de la unión inconfesable del clérigo y músico Alejandro Carreño y de la viuda de origen canario Rosalía Rodríguez. Criado y nunca reconocido en las casas de sus propios padres, el niño Simón Narciso adquirió las primeras letras, el latín y la gramática de la mano de su tío materno Jorge Rodríguez, clérigo al igual que su ilegítimo padre. El director de la Escuela de Primeras Letras de la ciudad de Caracas, Guillermo Pelgrón, reconocería sus aventajados dotes de docente, y apoyaría su incorporación al cargo de maestro de educación básica, que le fue concedido por las autoridades del Cabildo a partir de 1792. Autor de un proyecto de reforma educativa que sería diferido por el Cabildo y finalmente rechazado por la Real Audiencia en 1795, Rodríguez manifestó su indignación renunciando categóricamente a su puesto ese mismo año y partiendo de Venezuela en noviembre de 1797, meses luego del descubrimiento y la sangrienta represión del movimiento insurgente de Gual y España. Desde los 27 años, tampoco volvería a ver tierras venezolanas. Al llegar a Europa en 1800, tomaría el seudónimo de Samuel Robinson. Cuando en 1825, de vuelta a Suramérica, el edecán de Bolívar, general O’Leary, le preguntó la RNC

86


razón de aquel falso nombre, Rodríguez confesó enigmáticamente: “Para no tener siempre en la memoria el recuerdo de la servidumbre”. En la prejuiciosa e hipócrita sociedad criolla caraqueña Simón Narciso Rodríguez o Carreño, como se le llamaba, era un “blanco de orilla”, eficiente servidor de confianza de la clase mantuana, y fue secretario y amanuense de Feliciano Palacios, abuelo del riquísimo niño huérfano Simón Bolívar, de quien se convirtió en “ayo” o tutor cuando éste contaba no más de 9 años. El Libertador lo mandará llamar desde el Perú, antes de la batalla de Ayacucho, cuando el recién llegado Robinson se hallaba en Bogotá, en 1824. En su famosa carta de Pativilca, Bolívar le escribe: “No puede usted imaginarse cuán hondamente se han grabado en mi corazón las lecciones que usted me ha dado; no he podido jamás borrar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado. Siempre presentes a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infalibles”. Muerto Bolívar en 1830, Simón Rodríguez errará sin protección, sin patria y sin fortuna por las nuevas y precarias repúblicas de la larga cordillera andina, por donde se le llamaría, cuando Colombia la Grande había ya desaparecido, “el Colombiano”. La muerte lo sorprenderá a él mismo en 1854, en la más cruda pobreza, en el destino accidental de Amotape, pueblecillo desértico del norte peruano, cerca de donde había naufragado en una precaria balza. Murió solo y sin asistencia alguna, pues el cura del pueblo prohibió a su gente acercársele al hereje. Hoy los modestos habitantes de Amotape lo veneran y lo consideran orgullosamente de los suyos. Andrés Bello y Simón Rodríguez, como dos polos opuestos, representan en el continente dos modelos pedagógicos. Uno, la nueva academia americana; el otro, la educación popular republicana. Mientras Bello se dedicó a formar los doctores de las oligarquías autónomas, Simón Rodríguez, o el loco Robinson, dedicó todas sus fuerzas a tratar de formar el pueblo nuevo de la América libre. Dos ensayos llevo hechos en América, y nadie ha traslucido el espíritu de mi plan. En Bogotá hice algo y apenas me entendieron; en Chuquisaca hice más y me entendieron menos; al verme recoger niños pobres, unos piensan que mi intención es hacerme llevar al cielo por los huérfanos... y otros que conspiro a desmoralizarlos RNC

87


para que me acompañen al infierno. Solo Usted sabe, porque lo ve como yo, que para hacer repúblicas, es menester gente nueva; y que de la que se llama decente lo más que se puede conseguir es que no ofenda.

Así escribe Simón Rodríguez al Libertador desde Oruro, en 1827, en una de esas cartas que jamás llegaron a manos de Bolívar, luego de que se separaron en Bolivia en 1826, por ser interceptadas a manos de los cada vez más numerosos antibolivarianos. Robinson regresó a la América, luego de más de veinte años de una errancia por Europa de la que no se conocen más que unos pocos detalles, en 1823. Traía entre ceja y ceja un proyecto dominante, que representaba su contribución como filósofo y pedagogo a la independencia del continente. Lo llamó de varias maneras a lo largo de los escasos documentos que nos quedan. Simón Rodríguez publicó apenas una pequeña parte de su seguramente copiosa escritura. El grueso permaneció inédito (y se perdió por completo junto con un gran cajón de madera que lo acompañó hasta su muerte), por indiferencia de los poderosos, por interés de sus enemigos, que eran los enemigos de Bolívar, por las propias carencias financieras del maestro, por incomprensión de la mayoría. Lo llama “Educación Popular”, en contraste con la “Instrucción General” de Rousseau, que según él se limitaba a la dotación de conocimientos, mientras que su concepto de “educación” conllevaba como factor esencial la formación del carácter o de la fuerza moral, la creación pedagógica de la voluntad, la formación del sujeto republicano o la creación de un pueblo libre y no siervo, como era aquel legado por la historia colonial aun luego de la liberación política y militar. La idea fija de Robinson es que la primera independencia lograda por las armas corre el riesgo de perderse si no se consolida como revolución de las costumbres, revolución moral y cultural, revolución del sujeto, revolución pedagógica. Ello solo sería posible, en su visión, a través de un revolucionario proyecto de educación generalizada que además llamó “Educación Republicana”, “Educación Social” o “Educación Mental”. Su principio y justificación general es el siguiente: una nueva forma política como es “la verdadera República” y que solamente en la América liberada es posible, dadas sus condiciones de territorio y de RNC

88


población, exige la inclusión absoluta, social, política y económica de todos sus miembros, pero ello requiere la absoluta inclusión educativa. La utopía republicana de Simón Rodríguez plantea que la República es “la verdadera sociedad”, y se caracteriza, incluso antes que por la libertad, por la inclusión absoluta y total de todos los miembros del colectivo, sin lo cual la idea misma de sociedad resulta incompleta, contradictoria, y social y políticamente inoperante. Resulta irracional que dentro de una conformación colectiva una inmensa parte de sus integrantes sea excluida de ella y sus beneficios. Para Robinson, basta con que un solo individuo sea excluido para que una sociedad fracase. La integración debe ser total y perfecta porque el sistema u organismo republicano obtiene la garantía de su potencia y de su libertad gracias a la satisfacción y participación de cada uno de sus componentes. Una sociedad libre, una sociedad sin amos y sin esclavos, requiere y exige el protagonismo de todas las voluntades, no por temor, amenaza o coacción, sino por la comprensión racional, orgánica y sistémica, de que la parte no puede subsistir sin el todo y de que los esfuerzos de aquella deben dirigirse a ultranza al beneficio de éste, y, recíproca y simultáneamente, los esfuerzos del todo deben velar por el beneficio de cada parte. De otro modo cualquier organismo fracasa. Así, si la República como la organización o conformación política perfecta del poder social consiste en el cogobierno de todas las voluntades, lejos de la subordinación arbitraria propia de la monarquía, la garantía de la forma republicana implica el autogobierno de cada voluntad, su capacidad de postergarse y compensarse, que Simón Rodríguez denomina “Moderación” del “Amor Propio”. El cogobierno republicano exige el autogobierno ético y racional, pues un sistema que depende de la articulación de todas las voluntades requiere que cada voluntad particular sea capaz de reconocer conscientemente, y de tolerar afectivamente, los momentos cambiantes del equilibrio social y los órdenes fluctuantes de prioridades necesarias a la supervivencia del conjunto, en donde muchas veces el beneficio particular se pierde de vista sin la acción sólida de la razón y la tenacidad inflexible de la voluntad, RNC

89


que serán ingredientes indispensables del ejercicio de la libertad y el poder social. Por ello la obra de la educación, según Simón Rodríguez, es una nueva voluntad individual y colectiva, dictada por el reconocimiento racional de la necesidad y el autodominio y moderación del amor propio de cada quien. La revolución pedagógica de Robinson, que quería crear un nuevo pueblo libre, será al mismo tiempo una revolución del sujeto o un nuevo proceso de subjetivación bajo unas nuevas relaciones y criterios de poder. Todo el proyecto de Educación Popular, Republicana, Social o Mental legado por Simón Rodríguez se mueve continuamente entre la pedagogía, la ética y la política. Es que los tres términos constituyen en su filosofía los tres aspectos simultáneos de un mismo problema: la fundación de una República Social, donde se satisfagan las necesidades de todos sin excepción, y donde se cuente con la voluntad de todos sin excepción. La inclusión absoluta de todos los miembros de una comunidad constituye el socialismo de Simón Rodríguez. Pero esta República no puede existir desde la mera formalidad jurídica o institucional. La República no existirá sin sujetos republicanos, lo cual implica la creación de un pueblo nuevo, deslastrado de las costumbres y los caracteres fijados por la monarquía colonial durante siglos, y dueño por primera vez de su fuerza moral o voluntad. Esta tarea política solo podrá llevarse a cabo mediante una pedagogía republicana realizada por un proyecto efectivo de Educación Popular e Instrucción General que consista en la implantación, sobre todo en las nuevas generaciones, de unas nuevas costumbres de la libertad y el establecimiento de procesos de subjetivación, o forja de sujetos, que no reproduzcan las relaciones del amo y el esclavo. La pedagogía comprenderá entonces eminentemente una ética, teórica y práctica, que consiste en el trabajo de formación de una subjetividad deshabituada a las costumbres de la esclavitud y rehabituada a las del ejercicio libre y deliberado de la voluntad. La ética sería la ciencia y el arte de la formación de costumbres y voluntades republicanas, integrando una teoría de la subjetividad y una práctica de la racionalidad que solo se harán efectivas a través de una concienzuda educación sobre la realidad con base en la RNC

90


experiencia y el pensamiento sin prejuicios, es decir, la Razón. Ello implica el desarrollo de la Sociabilidad como forma afectiva y cognitiva del nuevo sujeto, y un trabajo ético constante para desviar la fuerza subjetiva primaria, el “Amor Propio”, de los cauces monárquicos y coloniales del Egoísmo, entendido como la fuente de la ignorancia y la esclavitud. La Educación Popular de Simón Rodríguez debe ser absolutamente general y no dejar de lado a nadie sin excepción, según el principio de que todo integrante de una asociación debe comprender, dominar y ejercer la racionalidad misma de esa asociación. Por ello la revolución pedagógica de Robinson era eminentemente incluyente, incluía a los pobres, a los pardos, a los indios, a las mujeres, aspirando a que con esa inclusión se anularían los infortunios y los peligros de la marginación social estructuralmente propia del sistema monárquico, arbitrario o despótico. Simón Rodríguez, en una de sus pocas publicaciones, caracteriza brevemente los beneficios sociales de su proyecto pedagógico en este hermoso párrafo que leo para concluir: ¿¡De cuántas satisfacciones, Espirituales y Corporales, no se privan los hombres, por el absoluto abandono en que viven los más!? —Si se hubiera malogrado, en la Ignorancia General, el talento de los Escritores que nos han instruido ... qué sabríamos?! ... — Si la Instrucción se proporcionara a TODOS ... ¿¡cuántos de los que despreciamos, por Ignorantes, no serían nuestros Consejeros, nuestros Bienhechores o nuestros Amigos?! ... ¿¡Cuántos de los que nos obligan a echar cerrojos a nuestras puertas, no serían depositarios de las llaves?! ... ¿¡Cuántos de los que tememos en los caminos, no serían nuestros compañeros de viaje?! No echamos de ver que los más de los Malvados, son hombres de talento ... ignorantes –que los más de los que nos mueven a risa, con sus despropósitos, serían mejores Maestros que muchos, de los que ocupan las Cátedra– que las más de las mujeres, que excluimos de nuestras reuniones, por su mala conducta, las honrarían con su asistencia; en fin, que, entre los que vemos con desdén, hay muchísimos que serían mejores que nosotros, si hubieran tenido Escuela.

Doscientos cuarenta y un años después del nacimiento de Simón Rodríguez, su proyecto de revolución pedagógica sigue en RNC

91


pie, en medio de circunstancias que curiosamente recuerdan las que lo rodearon en su momento de vida física. Rememorar hoy al maestro, y más que eso estudiarlo, comprendiendo y practicando el espíritu de sus profundas y lúcidas intenciones, es nuestra forma, como maestros, de seguir trabajando por una independencia que aún no hemos logrado y por el nuevo pueblo libre que todavía se gesta entre nosotros.

RNC

92


Temístocles Salazar

ANDRéS BELLO, ANTIIMPERIALISTA

Me regocija y compromete hablar de Andrés Bello antiimperialista, quien hizo familia sin dejar de pensar en Patria, quien hizo Patria sin necesidad de olvidar “el eterno femenino” (“la naturaleza nos da una sola patria y una sola madre”), quien hizo caminos de letras sin poder desprenderse de sus primeros caminos de aguas expiativas (“la melancolía que ahora más que nunca me atormenta... es Caracas... el Guaire, Catuche...”, dijo una vez desde Chile), quien hizo historia sin descuidar el dolor de sus pies ni la profecía de la libertad en lucha contra la desolación. Nadie más sufrido que él; hasta mendigo fue en Londres cuando la pobreza le apabulló la familia. Sufrido en sus estudios para alcanzar el título de Bachiller en Artes de la Real y Pontificia Universidad de Caracas. Sufrido en amores como aquel que se lo llevó la lepra en Cumaná. Sufrido por la muerte de varios de sus hijos que lo llevaron a armarse de una moral para combatir y resistir la propia muerte. Murió de 84 años y cojo, porque le amputaron una pierna y anduvo en silla de ruedas, pero jamás se rindió ante la soledad porque se aferró a la música, al “Claro de Luna” de Beethoven, a la “Sonámbula” de Bellini, o la “Lucrecia Borgia” de Donizetti, que le tocaban en piano sus hijas por las noches, mientras él fumaba RNC

93


un cigarro.1 Sufrido por la agonía de su América, utopía soñada, amenazada por nuevos poderes imperiales, y se abrazó a ella porque “solo la utopía combate la muerte”2. Hombre de madera profética: tenía que ser antiimperialista. Si alguna figura debemos valorizar en estos tiempos de revolución bolivariana antiimperialista, es la de Andrés Bello. No lo dejemos en manos de la derecha, liberémoslo de esa coyunda que le ha martirizado su pensamiento. Bello no es, no debe ser, emblema de la derecha sino del antiimperialismo. Este es uno de los mayores compromisos ideológicos, políticos e históricos de los marxistas, vale decir, de los revolucionarios venezolanos en el campo de la cultura y de la identidad nacional: rescatar a Bello para la revolución, acercarlo a ella, a nosotros, sobre todo retomar o recuperar su perfil antiimperialista, una de sus facetas más silenciadas y menos exploradas, quizás nunca exploradas, de Bello. Cuando hablamos de Bello antiimperialista advertimos que no hablamos de un antiimperialista tipo Che Guevara o Sandino, para nombrar dos figuras emblemáticas. Debemos acotar que cuando Bello muere en 1865, hace 147 años, el imperialismo asomaba su cabeza en el mundo, particularmente en Inglaterra y Estados Unidos. Comenzaron a surgir los trust o cartels, vale decir, comenzaron a aparecer los monopolios en proceso acelerado con la depresión mundial de la industria de 1870-1880. La mente lúcida de Bello avizoró el imperialismo, pudo olfatear con intuición y sabiduría la amenaza imperialista que levantaba su vuelo de águila. Al efecto, propuso salidas no coyunturales ante tal amenaza, es decir, propuso políticas de Estado para enfrentarla dentro de los márgenes de legalidad y legitimidad que le permitían las clases dominantes chilenas, los “pelucones” de entonces. Cuando hablamos de imperialismo, lo hacemos dentro de las líneas teóricas de Ulianov (“El imperialismo, fase superior del capitalismo”), es decir, nos estamos refiriendo a la fase del capitalismo en 1

Grases, Pedro. (1981). Antología del Bellismo en Venezuela. Caracas: Monte Ávila Editores, (p. 278.).

2

Caruso, Igor. (1990). La separación de los amantes. Una fenomenología de la muerte. México: Ed. Siglo XXI, (p. 191). RNC

94


la que el gran capital monopolista domina las esferas económicas, políticas e ideológicas. El imperialismo es el capitalismo monopolista, de exportación de capitales, de reparto colonial del mundo, de búsqueda y control de materias primas, de intervención contra los estados nacionales independientes y debilitamiento de sus mercados internos, de la desfiguración de las identidades nacionales, del fortalecimiento del latifundio en sus colonias, de la imposición de caminos no democráticos para los pueblos. El Chile de Bello, aun cuando estaba muy lejos, geográficamente, de los centros del poder del capital monopolista, estaba, sin embargo, cerca de las tentaciones y ambiciones imperialistas de Inglaterra y Estados Unidos. Esto fue motivo de preocupación de Bello y fuente de inspiración para hilvanar toda una obra política, cultural e ideológica en defensa no solo de la soberanía chilena sino también del resto de Hispanoamérica. En aras de la brevedad, vamos a puntear algunas facetas donde se asoma el rostro y la visión nacionalista y antiimperialista de Bello: 1. Estando en Londres en 1826, como amigo y consejero de Mariano de Egaña, embajador chileno en esa capital, Bello promovió una protesta contra la actitud intervencionista del gobierno norteamericano, específicamente, contra el agente diplomático yanqui Samuel Larned, en torno a la discusión que se desarrollaba en el Congreso de Chile sobre el proyecto constitucional3. 2. Desde que llegó a Chile en 1829 hasta su muerte en 1865 (36 años de estadía), Bello ocupó funciones relevantes en los gobiernos de ese país, como consejero de presidentes de la República (como Diego Portales y Manuel Bulns) y como senador. Su conducta fue invariable en defensa de los fueros de nación de Chile, como en los siguientes casos: 2.1 Con el problema del guano en 1842 (abono apetecido para la labranza de tierras) en las costa de Coquimbo y del litoral del desierto de Atacama, que ambicionaron varios países, incluyendo

3

Bello, Andrés. (1958). Obras completas. Tomo XVII. Caracas: Biblioteca Nacional. (p.xxx). RNC

95


a los Estados Unidos e Inglaterra, Bello propuso un proyecto de ley defendiendo la soberanía de Chile sobre esa riqueza4. 2.2 En cuanto a la reclamación que, desde 1821, sostenía el gobierno yanqui contra Chile, sobre el buque “Macedonio”, de bandera norteamericana, cuya carga le fue confiscada por el gobierno chileno por estar en aguas territoriales de ese país, la posición de Bello, en 1842, fue serena y firme de defensa de la nación austral ante el reclamo extranjero5. 2.3 Cuando se dio el acalorado debate sobre los mayorazgos, que eran fueros y privilegios para los grandes terratenientes y médula fundamental del feudalismo chileno, Bello y su hijo Juan, que también era senador, mantuvieron posiciones contra los mayorazgos6. Ser antifeudal en aquel Chile era ser antiimperialista, porque el mejor aliado interno del imperialismo es el latifundio. 2.4 En relación con el tráfico de esclavos que practicaban algunos países europeos y muy particularmente Inglaterra y sobre el cual se estableció un tratado de Chile con la Gran Bretaña en 1839, la posición de Bello fue de apoyar la abolición de ese tráfico inhumano alentado todavía por los imperialistas, 15 años antes de que Venezuela, por ejemplo, aboliera la esclavitud. Proponía Bello la obligada requisa de los barcos ingleses que llegasen a Chile a ver si cargaban esclavos o no, y si los cargaban, abrirles juicio y condenarlos por contravenir el tratado en cuestión7. En ese momento, ser antiesclavista era ser antiimperialista. 3. Una de las columnas vertebrales de los nacientes Estadosnacionales surgidos entonces en América Latina a raíz de las guerras de Independencia fue la práctica y defensa del principio de la autodeterminación de los pueblos o de las naciones, Ulianov sostiene que tal principio se sustenta en dos supuestos básicos: la conquista del mercado interior por parte de la burguesía y la adquisición de la cohesión social interna y la unidad del idioma y su 4

Ibídem, p. 122.

5

Ibídem, p. 127 y p. 130.

6

Ibídem, p. cvii.

7

Ibídem. RNC

96


libre desarrollo8, eliminando los obstáculos que se opongan a ese idioma. Este principio es un instrumento decisivo para afrontar y afrentar las ambiciones imperialistas. Eso fue precisamente lo que hizo Bello: enarbolar ese principio, recogerlo y exponerlo, con sustentación en el Derecho natural, en una de sus obras mayores y visionarias: Principios de Derecho de Gentes o Principios de Derecho Internacional, donde defiende con firmeza y hondura política la soberanía de nuestras naciones, quizás inspirado en el temor que sobrevendría a “cada nuevo descubrimiento de las riquezas que nuestros pueblos atesoran”, como dijera Picón Lares9. Veamos algunos extractos de esta obra donde Bello desarrolla este principio de la autodeterminación de los pueblos: “La injerencia de un gobierno –dice– en los negocios particulares de otro u otros no es una regla sino una excepción; generalmente hablando es ilegítima, es atentatoria contra la independencia de los estados”. O este otro: “Que una intervención pueda producir resultados benéficos, nada prueba; las más inicuas conquistas han mejorado alguna vez la condición de los vencidos, y no por eso mirará nadie como un derecho de los estados poderosos el subyugar a los débiles a pretexto de hacerlos felices”. Y remata en su visión antiimperialista: “La primera intervención de una gran potencia marítima (se refería con toda seguridad a Inglaterra o Estados Unidos) en las querellas recíprocas o domésticas de nuestros nuevos estados debe ser a los ojos de todo buen americano un agüero funesto; un preludio de males y calamidades para muchas generaciones”10. Esto lo escribió con el valor de la prueba histórica: Bello estaba enterado de la invasión norteamericana a la República Mexicana a quien le arrebató inmensos territorios en su región norte. Y lo visionario de Bello se acrecienta cuando el transcurrir de la historia corrobora sus palabras con las numerosas intervenciones de la armada yanqui en Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Nicaragua, Guatemala, Panamá, etc., y las de Inglaterra en las Malvinas. Este

8

Lenin, V. (1941). Obras escogidas. Tomo II. México: Ediciones Sociales, (p. 241).

9

Grases, Pedro, Ob.citada. (p. 260).

10

Ibídem. RNC

97


tratado jurídico-político de Bello sentó pautas en las relaciones internacionales de América, y puede ser visto como un paradigma antiimperialista. Pero Bello no se quedó en la mera enunciación de este principio de la autodeterminación de los pueblos y naciones, sino que propuso caminos para enfrentar esas amenazas imperiales, como es el camino de la integración que se hizo tan nombrado y necesario en América Latina a finales del siglo XX y comienzos del XXI: Las varias secciones de la América han estado hastaahora demasiado separadas entre sí; sus intereses comunes las convidan a asociarse, y nada de lo que puede contribuir a este gran fin desmerece la consideración de los gobiernos, de los hombres de estado y de los amigos de la humanidad11.

Dos extractos finales de esta obra dicen del pensamiento de avanzada y antiimperialista de Bello, ya de por sí angustiado por la presencia del capital inglés en la economía chilena, que iba a tener efectos desastrosos cuando Chile le despoja a Bolivia de su mar en la llamada “Guerra del Pacífico”, ya muerto Bello: El objeto primordial –dice– que a nuestro juicio debe buscar la Unión Americana es garantizar contra todo género de contingencias la estabilidad exterior de nuestras Repúblicas. Los peligros capaces de comprometerla seriamente pueden venir no solo de una nación extraña a la América (se refería a Inglaterra), sino también de la América misma (por supuesto que incluía a los Estados Unidos).

El otro párrafo llama a la unión americana, es decir, la de los países latinoamericanos: Si el medio más adecuado de rechazar los ataques contra la independencia de los estados americanos es la acción común de todos estos, para que esta acción esté siempre pronta, para que sea

11

Ibídem. RNC

98


eficaz y vigorosa, es indispensable que los que han de ejercitarla no la encuentren nunca divididos entre sí por desacuerdos o animosidades. Hacer imposible la guerra entre ellos, remover toda causa que pueda menoscabar su buena inteligencia y cordiales relaciones, trazar el camino para zanjar pacíficamente sus desavenencias y conservándolos así unidos, y por consiguiente fuertes, ponerlos en actitud de ocurrir con oportunidad y decisión a conjurar los peligros comunes, tal es el gran resultado que está llamada a alcanzar la Unión Americana12.

Bello complementa lo dicho con una expresión de militancia antiimperial, en el año 1849, digna de recordarla para que la revolución no siga marginándolo ni silenciándolo, escribió: ¿Un gobierno sostenido por bayonetas extranjeras se granjearía jamás la confianza de los americanos?, ¿Sería bien visto de sus vecinos?, ¿Haría la felicidad del país? Si algo hemos heredado de los españoles es un odio implacable a toda dominación extranjera13.

4. El logro de un mercado interior, como supuesto básico del principio de la autodeterminación de los pueblos, según la propuesta leninista, pasaba necesariamente por la codificación de leyes que eliminase la dispersión de las mismas, que superase el viejo Catálogo de las Partidas alfonsinas que nos dejaron los españoles. Esa es la razón por la que Bello se dedicó a redactar el Código Civil de Chile en 1857, que sirvió de modelo para otros países latinoamericanos que andaban también en ese camino. El imperialismo emergente no podía ver con buenos ojos la aprobación de Constituciones liberales y antifeudales en estos países que estaban en la mira de sus ambiciones, así como también de Códigos Civiles o de Comercio. Por eso podemos considerar a Bello como un pensador antiimperialista. En esta tarea de conquistar un mercado interno para la burguesía chilena, Bello trascendió lo jurídico y se lanzó a proponer y defender medidas de política económica y social, tales como la de apoyar el proyecto del Ferrocarril 12

Ibídem, p. 327-328.

13

Ibídem, p. 303. RNC

99


Santiago-Valparaíso que fortalecía el mercado interior chileno, igualmente la defensa del guano, del salitre, de la soberanía marítima y la abolición de la esclavitud. 5. En cuanto a la “adquisición de la cohesión social” interna, como sostén del principio de la autodeterminación de los pueblos, conforme a la proposición leninista, Bello fue de nuevo un adelantado. Luchó por un sistema que derrotase la anarquía social y política, pasto de las intervenciones imperialistas, por un Estadonacional que hiciera posible el triunfo de la producción mercantil en su propio territorio, por un sistema social bajo el imperio de la ley y no del desorden y el caudillismo, un sistema social que radica “en el orden asociado con la libertad”. Allí habrá bienestar, allí habrá vida republicana plenamente, diría Bello, para poder enfrentar “las bayonetas extranjeras”. Bello fue más allá, insistió en el camino democrático para lograr la cohesión social interna, camino que nadie se atrevió a plantear en aquellos tiempos revoltosos, camino que constituía un trago amargo para las águilas imperiales siempre ganadas para la imposición de regímenes dictatoriales. En esta materia, Bello recogió el clamor de un sector de la burguesía chilena y latinoamericana que aspiraban a la conquista de un sistema democrático de gobierno donde se respetaran “las garantías de la libertad individual”. En ese entonces y ahora, democracia es un canto antiimperialista. Tengamos juicio –decía–, tengamos orden, hagamos una democracia inteligente y activa, prosperemos y nuestro ejemplo cundirá. Si por el contrario seguimos dando al mundo el escándalo de las aspiraciones ambiciosas de las revueltas, si se nos oye balbucir teorías mientras carecemos de comercio, de artes, de rentas, de escuelas primarias, en suma, si se nos ve estacionarios, cuando no retrógrados en el terreno de la civilización y de la prosperidad industrial, como sucede en la mayoría de nuestras repúblicas, los razonamientos, las homilías de todos los congresos del mundo, no nos ganarán un solo prosélito, desacreditaríamos las propias instituciones republicanas14.

¡Democracia inteligente sustentada en escuelas primarias! Esto ga-

14

Ibídem, p. 305. RNC

100


rantizaba la cohesión social interna de las repúblicas latinoamericanas emergentes. Definitivamente, democracia era metáfora antiimpeialista. 6. El idioma es la obra cumbre del pensamiento antiimperialista de Bello. El idioma es un arma eficaz de la autodeterminación de las naciones, según la proposición leninista. El idioma crea conciencia nacional indispensable para enfrentar al imperialismo. El arma del idioma le permitió a Bello ser el mejor defensor de la identidad e independencia de nuestros pueblos hispanoamericanos. Su Gramática de la lengua castellana, su Ortología y métrica, y su Análisis ideológico de los tiempos de la conjugación castellana, son obras que buscaron salvar “la unidad del idioma nuevo, autónomo, con leyes y fisonomía propias, sustancialmente soberano”, a decir de Picón Lares15, porque expresaba una determinación de independencia absoluta de Europa y Estados Unidos, “una cultura continental hecha con carne y médula criollas”16. El idioma representó para Bello un instrumento de unidad americana no anglosajona, por consiguiente antiimperialista. Estas tres obras fueron verdaderos programas de lucha política, económica, ideológica y social de Bello contra “la desintegración lingüística dialectal”, a decir de Siso Martínez17, que se observó después de la Independencia, con el peligro de un debilitamiento del castellano, lo cual se hubiese convertido en un duro obstáculo para las burguesías latinoamericanas nacientes en su empeño por conquistar el mercado interior y la cohesión social necesaria para fortalecer su Estado-nacional, ello hubiese sido la muerte del principio de la autodeterminación de los pueblos. Esto significó anotarse en un programa antiimperialista en aquellos tiempos en que la sombra yanqui comenzaba avanzar en Hispanoamérica. Para decirlo con palabras de Ulianov: “El idioma es el medio esencial de trato entre los hombres; la unidad del idioma y su libre desarrollo es una de las condiciones más importantes de una circulación mercantil libre y amplia...es lo que

15

Ibídem, p. 263.

16

Ibídem.

17

Ibídem, p. 413. RNC

101


condiciona la estrecha relación del mercado con todo propietario o pequeño propietario, vendedor y comprador”18. Esta concepción clasista no está alejada del enfoque de Bello. La formación del Estado-nacional, aunque burgués, pasaba por la unidad del idioma, y sin Estado-nacional no había posibilidad de resistencia ante el imperialismo naciente que Bello presentía de manera ineluctable. “No tengo –decía Bello– la pretensión de escribir (la Gramática) para los castellanos. Mis lecciones se dirigen a mis hermanos, los habitantes de Hispanoamérica. Juzgo importante la conservación de la lengua de nuestros padres en su posible pureza, como un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las naciones de origen español”19. Hoy incluso el castellano es un idioma de redención frente al idioma del imperio. 7. La educación popular siempre ha sido una bandera antiimperialista, por eso este tema no puede ser soslayado cuando asomamos a Bello como precursor del antiimperialismo. La mejor arma para cohesionar internamente las sociedades hispanoamericanas y la mejor barrera cultural, además del idioma, para enfrentar las “bayonetas extranjeras” del imperio, era establecer en nuestros países recién liberados una educación popular, no elitesca, con sentido integral, de inclusión social. Dejemos a Bello deslizar su pluma clarividente sobre esta materia: Nunca puede ser excesivo –decía– el desvelo de los gobiernos en un asunto de tanta trascendencia. Fomentar los establecimientos públicos destinados a una corta porción de su pueblo no es fomentar la educación; porque no basta formar hombres hábiles en las altas profesiones; es preciso formar hombres útiles, es preciso mejorar la sociedad, y esto no se puede conseguir sin abrir el campo de los adelantamientos a la parte más numerosa de ella. ¿Qué haremos con tener oradores, jurisconsultos y estadistas, si la masa del pueblo vive sumergida en la noche de la ignorancia, y ni

18

Lenin, V. Ob. cit., (p. 241).

19

Grases, Pedro. Ob. cit., (p. 264).

RNC

102


puede cooperar en la parte que le toca a la marcha de los negocios ni a la riqueza, ni ganar aquel bienestar a que es acreedora la gran mayoría de un Estado? No fijar la vista en los medios más a propósito para educarla sería no interesarse en la prosperidad nacional20.

Estos conceptos de Bello son argumentos poderosos para rescatarlo de la derecha jesuítica, son argumentos para sustentar, en esta materia, el socialismo del siglo veintiuno enfrentado al imperialismo. Por eso sostenemos que Bello antiimperialista es una realidad que no puede seguir siendo ocultada a los ojos ni al corazón de la Revolución Bolivariana. Bello debe convertirse en emblema también de nuestro socialismo.

20

Ibídem, (p. 413-414).

RNC

103


AndrĂŠs Bello. Imagen de archivo.

RNC

104


Antonio Corredor Aveledo

ANDRÉS BELLO Y LOS ESTUDIOS

GEOGRÁFICOS: UNA CIENCIA

PARA EL USO DE LOS AMERICANOS

En una carta fechada en Santiago de Chile, el 30 de abril de 1842, le escribe Andrés Bello a su hermano Carlos Bello López lo siguiente, que copiamos in extenso: Mi querido Carlos: Me has dado uno de los mayores placeres que he tenido durante mi largo destierro, con la remesa que me has hecho de la Historia de Venezuela, Atlas y mapas; todo lo cual ha llegado en el mejor estado a mis manos. Sería por demás querer expresarte los sentimientos con que he leído tan interesante historia, las emociones con que me han hecho palpitar tantos nombres queridos. Abro el Atlas, y recorro el mapa; qué de recuerdos, qué de imágenes se agolpan a mi imaginación. De la vista de Caracas, sobre todo, no pueden saciarse mis ojos; y aunque busco en ellos vanamente lo que no era posible que me trasladase el grabado, paso a lo menos algunos momentos de agradable ilusión. Me has hecho el más apreciable, el más exquisito presente. La vista de Caracas estará colgada en frente de mi cama, y será quizás el último objeto que contemplen mis ojos cuando diga adiós a la tierra. Hubiera deseado que me dieses algunas noticias de los autores Baralt y Díaz. ¿Son venezolanos? Lo celebraría mucho, RNC

105


porque su obra hace honor al país, así como el resultado total de los trabajos del Sr. Codazzi le da un título a la gratitud de los americanos todos. A. Bello (Bello 1984: XXVI, 75-76)1

Después de su larga estadía en Londres, a donde había llegado como parte de una misión diplomática en 1810 junto con Luis López Méndez y Simón Bolívar, y de haber llegado a Chile en 1829, Bello había hecho suya la conciencia del desterrado. Muchas son las referencias en sus cartas a los nostálgicos recuerdos de sus días caraqueños que añoraba con profundo fervor, ya que, a pesar de estar ahora en el mismo continente, Bello se sentía lejos de su patria. Este conmovedor registro epistolar, sin embargo, no es solo muestra de un fraternal intercambio de recuerdos, tan común en sus misivas destinadas a los familiares que aún permanecían en Caracas, sino que es un reflejo de una faceta iluminadora del humanista: la del lector. Le escribe a su hermano, pues, para agradecerle por el envío que le ha hecho de dos obras cuya lectura le ha causado enorme placer: la Historia de Venezuela que han publicado Baralt y Díaz; y el Resumen de geografía de Agustín Codazzi, obras que exploran dos vertientes determinantes para el conocimiento de Venezuela: el tiempo y el espacio. Sin embargo, más que simple placer, han hecho despertar en él, siempre melancólico, la melancolía imaginativa que lo lleva al viaje fantástico de recorrer los parajes más significativos que de su tierra guarda en la memoria. Como la magdalena de Marcel Proust, hay algo que desencadena el viaje, un elemento detonante de las imágenes que llevarán a Bello a esos “momentos de agradable ilusión” que comenta a su hermano en la carta. La historia y la geografía han pasado del plano puramente intelectual, como fuente de conocimiento, a ocupar

1

Todas las referencias a las obras de Andrés Bello se hacen a la segunda edición de sus Obras completas, editadas entre 1981 y 1984 por La Casa de Bello, Caracas, Venezuela. Se indica en números romanos el tomo y en arábigos las páginas. RNC

106


por un instante el lugar de la literatura descriptiva, de la cual era maestro consumado gracias a sus poemas Alocución a la poesía y la silva La agricultura de la zona tórrida. El detonante no será otro, pues, sino los mapas, en los que Bello posará una y otra vez su mirada, ante la imposibilidad de que sean los pies los que se posen sobre la añorada tierra caraqueña. En una especie de cartografía imaginativa, el poeta convertirá la información técnica de un mapa en un recuerdo que viaja por las calles de su nativa Caracas, ciudad que, aunque en el mapa, quiere ver justo antes de su muerte. El 21 de junio de 1839, Andrés Bello publica una nota en El Araucano, titulada “Curso elemental de Geografía Moderna destinado a la instrucción de la juventud sudamericana. Escrito por Tomás Godoy Cruz”, en donde hace un breve comentario acerca de dicho libro. Las primeras palabras las dedica específicamente a la utilidad de un tratado elemental de geografía: Un tratado elemental de geografía para los establecimientos de educación no debe ser más que un alfabeto, por decirlo así, que habilite a los jóvenes para la debida inteligencia de las obras de historia, viajes, etc. Con este auxilio se pueden leer sin tropiezo y con placer las obras abultadas de geografía física y política; y de esta manera se extienden y perfeccionan en la lectura privada de las nociones, necesariamente abreviadas y diminutas, de los colegios. (Bello 1981: XXIV, 263).

Estas primeras ideas acerca de la enseñanza no solo se aplican a la geografía, sino que se podría decir que son necesarias para cualquier disciplina. Sin embargo, conviene notar que Bello aquí coloca a la geografía, en este nivel de enseñanza, como una herramienta útil y necesaria para comprender otro tipo de libros, como los de historia y viajes (recordemos su viaje imaginario a través de los mapas de Caracas). En ese sentido, estos tratados elementales deberán ser como un abecé que preste al estudiante las herramientas necesarias para conocer y comprender otras modalidades textuales, seguramente más amplias y más complejas, que deberá hacer el alumno en la más provechosa y satisfactoria de las lecturas: la lectura privada. RNC

107


Pero líneas más abajo, en el mismo texto, Bello destaca el papel que juega la geografía en la imaginación del joven, y le sumará esta vez el conocimiento de la cosmografía, disciplina a la que se dedicará con profundo tesón y de la que llegará a escribir un valioso tratado. Nos dice: Desearíamos que a la par de la geografía se diese más cabida y ensanche entre nosotros a la cosmografía, o ciencia del universo; estudio el más a propósito para elevar la imaginación de la juventud, y para darle alguna idea de las maravillas de la naturaleza, y del poder y sabiduría del su inefable autor. Lo que hay sobre este asunto en todas las obras elementales de geografía que conocemos, exceptuando la de Letronne, es sumamente escaso y defectuoso; y aun en la que acabamos de citar (bien que solo podemos juzgar de ella por su traducción castellana), no encontramos aquel orden, aquella exposición luminosa, que en composiciones de esta especie son necesarios para formar buenos hábitos de raciocinio, y para dar al mismo tiempo un ejercicio agradable a la imaginación, que en ningún otro género de objetos encuentra un campo tan vasto en que explayarse. (Bello, 1981: XXIV, 263-264).

Dos veces menciona en el párrafo la relación entre la geografía, y aquí también la cosmografía, y la imaginación de los jóvenes, que se ve potenciada con este tipo de lecturas y de conocimientos, pues no solo potencia los “hábitos de raciocinio”, sino que también resulta un “ejercicio agradable de imaginación”, tanto, que no se encuentra, según Bello, en “ningún otro género”. En este sentido, resulta curioso que desde muy temprano en su vida Bello parecía tener conciencia de la importancia de la geografía para la formación del estudiante. Como es sabido, el joven Simón Bolívar recibió clases particulares del también joven Andrés Bello, quien era apenas dos años mayor del que sería el Libertador. Cierta fama tendría ya el incipiente humanista cuando fue llamado a impartir lecciones a Bolívar, y precisamente una de las materias que le enseñó fue geografía. El interés de Bello por esta rama del conocimiento se evidenció a lo largo de toda su vida. Sin embargo, podríamos diferenciar, junto RNC

108


con los tres períodos en los que suele tradicionalmente separarse su vida, diferentes propósitos en el uso de estos conocimientos. En primer lugar, podemos reseñar los importantes conocimientos que sobre la historia y la geografía se pueden apreciar en el Resumen de la historia de Venezuela, publicado en 1810, como parte del Calendario manual guía universal de forasteros en Venezuela para 1810, escrito cuando aún permanecía en Caracas. Una segunda etapa coincidiría con su estadía en Londres, en la que Bello se da a la tarea de construir una imagen de las tierras americanas, para lo cual formará parte de proyectos editoriales tan notables como El censor americano (1820), Biblioteca americana (1823) y El repertorio americano (1826), en donde será el redactor de numerosos trabajos dedicados a mostrar la realidad americana. Es en esta misma etapa en la que Bello publica las dos famosas silvas, Alocución a la poesía y la silva La agricultura de la zona tórrida, dos poemas en los que el conocimiento de la realidad geográfica americana, y específicamente venezolana, llega a límites insospechados y logra, como era tan caro a Bello, romper esos límites entre geografía como ciencia e imaginación poética, producto de relacionar constantemente ambas cosas, lo que hace que su nombre también sea recordado como maestro en el dominio del paisaje. En esta etapa publicará Bello además varios textos relativos al Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente de Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland, de los cuales el primero, de 1827, comienza con el siguiente comentario: “Esta nueva parte de la relación histórica del viaje de Humboldt y Bonpland contiene mucho de nuevo sobre la geografía y estadística de América, interpolado de interesantísimas observaciones físicas y meteorológicas, que el autor hace sobremanera instructivas comparando, según su costumbre, los aspectos y fenómenos de diferentes climas y localidades.” (Bello, 1981: xxiv, 273). Ese mismo año publicará asimismo en El repertorio americano un artículo titulado “Cascadas principales del Paraná, el Iguazú y el Aguaray, ríos tributarios del de la Plata”, en el que las describe con detalle, según, como era su costumbre, las publicaciones más autorizadas. La tercera etapa, por su parte, la anotamos desde 1829, cuando llega a tierras chilenas. Y es que en Chile, Andrés Bello tendrá un RNC

109


papel fundamental en la consolidación de la realidad americana como construcción cultural, como realidad independiente. En todos los distintos ámbitos del conocimiento, el caraqueño dejará su huella a través de una sólida obra que recorre numerosas disciplinas. Es así que en cuestiones políticas, históricas, legislativas, jurídicas, gramaticales, literarias y, por supuesto, geográficas, Bello procurará dar su voz con un fin muy preciso: hacer de todas ellas disciplinas nuestras, propias, americanas. En ese sentido, Bello será insistente en elaborar un plan general que trabaje por la construcción de un continente unido a través de su cultura y, sobre todo, que esté consciente de sus propias posibilidades. El bellista chileno Iván Jaksic, en su notable biografía Andrés Bello: la pasión por el orden (2007), ha propuesto esta visión de Bello como un todo unificado en la que se nos muestra al humanista no como una persona de simples intereses diversos, sino como alguien que plantea, a través de diversas ramas del conocimiento, un sistema capaz de sustentar el nacimiento de las nuevas repúblicas americanas. De esta manera, Bello publicará en la prensa numerosos artículos y notas con la intención de formar a la sociedad en esta manera de ver nuestra realidad americana. Prácticamente con cualquier tema que toque, el motivo conductor será siempre el mismo: nosotros los americanos. Apenas llegue a Chile, ya se interesará por conocer la realidad de esta nación. En una carta fechada en Santiago, el 20 de agosto de 1829, le escribe a José Fernández Madrid lo siguiente: Mi querido bienhechor y amigo: Al fin hemos llegado a Santiago, después de una larga navegación en general feliz y agradable. El país hasta ahora me gusta, aunque lo encuentro algo inferior a su reputación, sobre todo, en cuanto a bellezas naturales. Echo de menos nuestra rica y pintoresca vegetación, nuestros variados cultivos, y aun algo de la civilización intelectual de Caracas en la época dichosa que precedió a la revolución; y quisiera echar menos nuestros malos caminos y la falta de comodidades domésticas, mucho más necesarias aquí que en nuestros pueblos, porque el clima en el invierno es verdaderamente rigoroso [...] (Bello, 1984: XXVI, 7). RNC

110


Desde su llegada a Chile, Bello hace gala de una de sus cualidades más características: su don de observador. Comparará la geografía chilena, curiosamente, no con su referente anterior más cercano, Londres, sino con su tierra natal, Venezuela. Para él, el horizonte es América, y su vista descansa sobre las tierras americanas. Le interesa observar y comparar las distintas realidades geográficas y comentarlas. Pero también comienza a hacer énfasis en la necesidad de estudiar esa realidad. Entre 1844 y 1845, publica en El Araucano un estudio acerca de la Historia física y política de Chile de Claudio Gay, en el que hace comentarios como el siguiente: “la geografía chilena podrá en breve competir con la de Venezuela, que debe tanto a la devoción científica y a la laboriosidad de don Agustín Codazzi.” (Bello, 1981: XXIII, 132). Antes, en 1837, hacía explícito su interés por publicar todo lo concerniente a describir y estudiar nuestra geografía, en una nota publicada también en El araucano, bajo el título “Sobre los nuevos estados hispanoamericanos”, en donde apunta al comienzo del texto: “Consiguientes a nuestro propósito de dar lugar en este periódico a todo lo que se publica en los extranjeros sobre la historia, antigüedades y geografía de América, hemos insertado en los números anteriores dos extractos de un artículo de la Revista Extranjera de Londres, relativos al Perú y a Bolivia.” (Bello, 1981: XXIII, 113). Es decir, que ese interés por divulgar todo lo relativo a las tierras americanas, que había empezado ya en Londres, se iba a hacer cada vez más profundo en Chile, en donde hará todo lo posible por establecer la importancia de conocer cómo somos los americanos en todos los aspectos de nuestra realidad. En ese sentido ya había escrito un artículo en ese mismo periódico en 1832, titulado “Principios del clima de la América del Sur” en el que comenta las particularidades propias del continente en cuanto al clima, y trata de explicar las bruscas diferencias que pueden encontrarse en lugares más bien cercanos. Un breve recorrido a través de las páginas de los tomos xxiii (“Historia y Geografía”) y XXIV (“Cosmografía y otros escritos”) de las Obras completas de Andrés Bello, nos permitirá encontrarnos con múltiples referencias a los conocimientos geográficos que poseía, así RNC

111


como nos revelará también el interés que esa disciplina despertaba en su siempre hábil curiosidad. Pero más allá de una simple curiosidad, podemos ver que, así como la gramática o las leyes, también la geografía será para él un elemento más de ese gran mosaico que era el sistema totalizante de nuestra realidad americana necesario para fundamentar nuestro crecimiento y nuestro desarrollo, no solamente material, sino también cultural y espiritual. De esa manera, podríamos hablar de una geografía para el uso de los americanos, pues ese rótulo con el que hará famosa su Gramática se aplica prácticamente a todos esos elementos del sistema que propone Bello para la formación de los ciudadanos americanos, para esa especie de paideia americanista en la que cada ciencia y cada rama del conocimiento estaba íntimamente ligada al propósito educativo y formativo de las nuevas naciones hispanoamericanas.

BIBLIOGRAFÍA BELLO, ANDRÉS. (1981-1984). 26 vols. 2da. Edición Obras completas. Caracas: La Casa de Bello. JAKSIC, IVÁN. (2007). Andrés Bello: la pasión por el orden. Caracas: Bid & Co. Editor.

RNC

112


Imagen de archivo.


Imagen de archivo.


Ramón Querales

El “dramicuento” costumbrista

como crónica de las ideas

y de la vida cotidiana de los siglos XIX y XX* De “Jabino”, don Francisco de Sales Pérez, escribió Marco Antonio Saluzzo algo que es común en los textos de la mayoría de los costumbristas: “... señala el vicio, pinta sus estragos, pone de resalto lo que tiene de horrible y detestable, presenta al vicioso como doliente y procura su curación oponiendo a la repugnancia de lo feo la atracción de lo bello”.

Preámbulo Luego del trisecular período de la Venezuela dependiente del poder colonial español cuando los cronistas de Indias, al servicio de la monarquía, así como de gobernadores y autoridades eclesiásticas, alcaldes y empleados menores en las ciudades de Venezuela y sus jurisdicciones, que cumplían el oficio de anotar para enviar a las autoridades peninsulares noticia de cada pormenor de la realidad geográfica y de los quehaceres y características físicas y espirituales de cada uno de los estamentos humanos de la sociedad colonial, transcurrió un larguísimo segmento temporal en el que, por causa de los azarosos acontecimientos de la guerra y desde el triunfo de las armas venezolanas hasta los primeros instantes de la organización de la república, nadie o muy * “Dramicuento” es término acuñado por don Francisco de Sales Pérez, “Jabino”, en su discurso de incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua en 1895. RNC

115


pocos, se ocuparon de anotar sistemáticamente y con algún rigor los detalles, al menos los más característicos, de la vida doméstica venezolana, ni los organismos oficiales tuvieron como parte de su gestión proyectos de este tipo, pues solo fue en 1945 cuando el Concejo Municipal de Caracas designa mediante concurso al historiador y escritor Enrique Bernardo Núñez para ocuparse de investigar la historia de la ciudad capital, tarea que, en el corto tiempo de su gestión, cumple con brillante profesionalidad. Pero los pueblos no esperan que sus anhelos y necesidades se resuelvan solo por vía de la gestión oficial y ellos mismos generan las soluciones más pertinentes. A falta de cronistas oficiales o historiadores designados por el gobierno para cumplir tan importante tarea, ya en la primera mitad del siglo XIX, en la sociedad venezolana surgieron los escritores costumbristas, quienes se encargaron de registrar los aspectos más característicos de la vida cotidiana de la sociedad, convirtiéndose así en sus más auténticos y perspicaces cronistas cuyas obras están solicitando una justa valoración porque en ellas, quizás como en ninguna otra, se encuentra retratada en vivo; no en balde sus textos se han denominado “cuadros de costumbres”, el alma venezolana en sus esencialidades más profundas al término de las contiendas civiles del siglo XIX y en el inicio de la búsqueda y organización de una república independiente, soberana, de justicia y prosperidad. El “costumbrismo” aunque no es de origen totalmente autóctono sino surgido bajo la influencia española, tuvo como propósito, con base en la observación de los problemas nacionales, crear los cimientos de la organización republicana independiente, aunque desde el gobierno, como en el caso del guzmancismo, se impuso el afrancesamiento cultural e incluso desde protagonistas sobresalientes del género, se promovió la posibilidad, el interés de superar las dificultades y carencias venezolanas con los aspectos positivos del modelo de vida norteamericano. El “costumbrismo” se produce en un tiempo cuando una porción de venezolanos combatían con las armas la posibilidad de conquistar un país organizado, de ley y de satisfacciones materiales y otros, paralelamente, con el estudio de la sociedad venezolana, RNC

116


intentaban crear las condiciones para, por sobre las ruinas de la guerra, hacer posible un país satisfactorio, de paz y provechos materiales. La reconstrucción de los procesos históricos dados en un momento y un espacio serán más aproximados a la realidad mientras más completas y precisas sean las fuentes utilizadas y porque en cualquiera de ellas es posible localizar elementos que, pequeños o grandes, son parte del pasado que se desea conocer, menos todavía pueden desecharse aquellas que, habiendo sido concebidas con propósitos no directamente historiográficos, ofrecen sin embargo, con diafanidad y pureza, rasgos esenciales de un momento determinado y acontecimientos en los cuales se aprecian complejidades sociales, sentimientos colectivos no siempre al alcance del historiador a través de la ortodoxia historiográfica. En los últimos tiempos a más de las fuentes clásicas de la investigación histórica como son la documentación y la bibliografía, los investigadores han venido apoyándose cada vez con mayor énfasis en ciencias como la antropología, la etnología, la etnografía, la lingüística, la arquitectura, la arqueología, la numismática, la biología, la economía, la sociología, la literatura, cuyos resultados son inapreciables contribuciones en el descubrimiento de la vida pasada de las sociedades humanas. Más reciente aún es el recurso hemerográfico como fuente de extraordinario valor para los estudios históricos. Pero existen géneros de valiosa importancia que la historiografía oficial y aun la de más avanzada concepción han relegado casi totalmente, siendo como fuentes no solo comparables a las mencionadas, sino posiblemente insuperables para la cualificación de lapsos de los que con seguridad los análisis existentes, si se han realizado, son generalmente muy superficiales o bastante deficientes. Nos referimos a tres en particular: 1. La caricatura. 2. La tradición histórica. 3. El cuadro de costumbre. Ellos examinan las más prominentes taras sociales y descubren sus llagas, defectos y carencias, al contrario de la historia oficial, y aun de la oficiosa, dedicadas principalmente a destacar RNC

117


“lo bueno”, “lo ético”, “los méritos”, “la gloria”, en fin, los hechos monumentales y los personajes importantes. Aquí se tratará con mayor amplitud el cuadro de costumbres o costumbrismo que, al reconocerse como crónica de las ideas y de la vida cuotidiana, se hace necesario probar sus características como invaluable fuente historiográfica que, al menos, los cronistas de los municipios venezolanos, obligados como están de elaborar la historia cotidiana de los habitantes de su jurisdicción, tienen, en esta modalidad de la historia popular, un ejemplo a seguir en el análisis historiográfico que deben realizar como cronistas municipales.

Definiciones de los críticos Varios autores, al abordar el estudio del costumbrismo, proponen definiciones como expresión literaria que todavía no alcanza a ser narrativa novelística o que, conteniendo elementos de la realidad nacional, tampoco puede considerarse historia. Quien primero se ocupa del tema fue uno de sus más calificados cultivadores, Francisco de Sales Pérez, quien en su discurso de incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua, en marzo de 1899, expresa sustantivas ideas acerca de su modo de abordar el trabajo creador, en el cual evitaba –dice– “que el espíritu de partido no desvirtuase” sus apreciaciones, procurando “decir la verdad sin acritud”, no dañar reputación alguna y, algo que pudiera caracterizarse como propósito cardinal del costumbrismo, “tocar las úlceras del cuerpo social con pinceles de seda para no lastimarlas”, condenar el vicio, no a la persona, y “huir del naturalismo grosero que sirve para escandalizar y no para corregir”. Esto último, “corregir”, debe anotarse como otro importante elemento que fundamenta la labor de los costumbristas como estudiosos de la vida cotidiana, especialmente de las “úlceras del cuerpo social”. Con estos criterios antecedentes, Sales Pérez se define él y se distingue de otros: Así entiendo yo el género de costumbres, y así debe ser; no la irritante mordacidad, ni el sarcasmo villano y soez con que lo han comprendido escritores que, debiendo servir a la sociedad RNC

118


con su talento y alcanzar aplauso, solo obtuvieron la reprobación y el desprecio.

Estos lineamientos presentes en el discurso de Sales Pérez, se advierten en la opinión desarrollada por el notable crítico Pedro Henríquez Ureña: El cuadro de costumbre –dice– era una crítica de la vida social, a menudo con un propósito público declarado, la corrección de los hábitos anticuados y perjudiciales. Tuvo relación con la literatura política, con los escritos de hombres que querían dar nuevos moldes a la sociedad y al Estado. (Las corrientes literarias en la América hispánica, México, Fondo de Cultura Económica, 1949, p. 129).

Don Mariano Picón Salas, estudioso de la literatura venezolana, afirma que cronológicamente “...el costumbrismo es la primera vía [...] hacia lo circundante [...] después que Venezuela se hace independiente” y que “es como un hito de unión entre la Historia heróica que escribían graves varones de la época de la Gran Colombia como Restrepo, Yanes, Baralt y la novela que todavía no despuntaba”, calificándolo de “caricatura burguesa y plebeya frente al lirismo frenético” e igualmente como “la política en imágenes, la sátira de esos personajes...” (Antología de costumbristas venezolanos del siglo XIX. Caracas, Biblioteca Popular Venezolana, 1964). Picón Salas equipara los propósitos de reforma planteados por los políticos del siglo XIX y por los escritores costumbristas, afirmando que “Después de la Guerra Federal el cuadro de costumbres se convierte en insustituible documento de historia social” y que mientras los novelistas siguen romantiqueando los costumbristas “tratan de interpretar [...] el enigma y el color de nuestro proceso histórico” lo que ciertamente es una aguda observación de este notable ensayista venezolano con cuyas reflexiones podemos fundamentar los propósitos de estas notas. Según Pedro Díaz Seijas, el cuadro costumbrista “viene a ser [...] como la historia viva de toda una inmensa sociedad en periodo de formación” porque puede “llegar hasta el detalle mínimo, RNC

119


el dato palpitante” de dicha sociedad y a diferencia de la historia puede “hurgar en las intimidades del alma nacional” y se interesa en “ese pequeño mundo de detalles insignificantes al parecer”. Otro crítico, el poeta José Ramón Medina, encuentra que la narrativa venezolana tiene “dos manifestaciones que significan, en cierto modo, antecedentes propios para definir, andando el tiempo, los elementos de la prosa de ficción”. Uno de los elementos es “la tradición”, que “en morosa delectación da no pocos detalles de una cierta intimidación (sic) histórica de lo colectivo, que no por menos humilde deja de aportar características esenciales de la vida nacional”. De otro lado “se manifiesta el costumbrismo, que tiende a descubrir ágiles facetas de la vida real de la época; ejerciendo el costumbrista oficio de pintor liviano de hechos, tipos y costumbres de la sociedad venezolana decimonónica, con preciso sentido de actualidad, sal de ingenio popular y hasta ironizante crítica que muchas veces se regocija humorísticamente con los males o supuestos males de la pequeña circunstancia de la existencia criolla”. Medina agrega que costumbrismo y tradicionismo “emparentados históricamente [...] son fuentes inexcusables de nuestra literatura de ficción, poniendo de relieve, a su manera, un sentido venezolano de la vida, un aliento autóctono...” (50 años de literatura venezolana. Caracas, Monte Ávila Editores, 1969, p. 135). Estas opiniones de Medina, si bien califican con bastante certeza algunos elementos del tema, no alcanzan sin embargo a comprender la verdadera importancia del costumbrismo, pues éste difícilmente puede regocijarse de los males, nunca pequeños, de la existencia criolla, venezolana, ni tampoco es solamente fuente de “nuestra literatura de ficción”, sino mucho más, como por otros autores y en estas notas, puede detectarse. Semejantes criterios maneja en cierto modo, el escritor y poeta Juan Liscano de quien citamos: La literatura narrativa venezolana, cuya característica procedente de las escenas típicas, las estampas y bocetos de los costumbristas fue cultivada intensamente desde fines del siglo XIX, puede ser definida como el punto de una relación atormentada pero firme, nunca rota, entre la realidad social, histórica, geográfica y la realidad de la ficción. RNC

120


(Panorama de la literatura venezolana actual. Barcelona, España, 1973, (p. 30).

Otro autor latinoamericano, al ocuparse de este tema, escribe lo siguiente: El artículo o cuadro de costumbre obtuvo difusión considerable en el continente de habla hispánica. Reflejaba el presente vivo de los usos y desusos del pueblo, sin mayor alusión al pasado. Era el espejo del acontecer en las clases media y baja, pero careció de posibilidades de larga vigencia. Se agotaron pronto sus contenidos ante el avance y buen éxito de la forma narrativa de ficción extensa que por entonces inició su desarrollo: la novela. (Estuardo Núñez. “De la tradición, género hispanoamericano”, En Revista Nacional de la Cultura, Nº 238, Caracas, septiembreoctubre 1978, p. 46).

Vistas las anteriores opiniones, en las cuales se exponen algunos criterios parecidos, pero igualmente aspectos no siempre coincidentes, conviene examinarlos más detenidamente y verificar lo cierto o no de las conclusiones emitidas por los autores citados. Antes que nada, sin embargo, debe establecerse que, según nos parece, el cuadro costumbrista no se dio únicamente como narrativa, sino que adoptó formas propias de la poesía, del teatro, del cuento, de la crónica periodística y, aunque aquí no nos ocuparemos de ella, de la música, especialmente en especies como la zarzuela. Representantes sobresalientes del costumbrismo, como Bolet Peraza, autor de una obra teatral titulada A falta de pan buenas son tortas, muy exitosa en los escenarios y grupos teatrales venezolanos; como Rafael Michelena Fortoul, autor de numerosas piezas poéticas dedicadas no solo a personajes populares de su época, sino a diversos elementos de la gastronomía nacional; como Rafael María Baralt, quien dedica varios artículos periodísticos con temas propios del costumbrismo, son ejemplos de esta diversidad formal que los autores costumbristas utilizaron para la creación de sus obras, pintando en ellas la realidad nacional sufriente, melancólica y sin rumbo, una Venezuela esforzándose, pese a sus miserias, en levantar, sobre las cenizas de la guerra, una nación digna para todos sus habitantes. RNC

121


Ninguno de los críticos que se han ocupado del tema han considerado esta realidad del costumbrismo que para expresarse abordó no solo la forma narrativa, sino que también hizo uso de modelos teatrales, poéticos o versificados y hasta de la música lírica, como en el caso de la famosa zarzuela “Alma llanera” y otras, e, incluso, en un famoso discurso de Fermín Toro en el Congreso en 1859, se asoma en descarnado ejemplo de la realidad venezolana, un esbozo costumbrista de lo que en esa época era Venezuela y sus habitantes en los poblados que a duras penas sobrevivían.

Antecedentes Lo que el costumbrismo toma como elementos para la elaboración de sus “cuadros” es lo que, en palabras de Mariano Picón Salas, pudiera señalarse como aquello “que estuvo mucho tiempo callado” y aflora ya en documentos oficiales de la primera república y en las sabias manifestaciones escritas del Libertador. Por ejemplo, en la Constitución de 1811, muchos de aquellos venezolanos que se transforman en personajes del costumbrismo, se señalan como inhábiles para ejercer derechos electorales: dementes, sordomudos, fallidos, deudores a caudales públicos, extranjeros, transeúntes, vagos públicos, “los que hayan sufrido infamia no purgada por la ley, los que tengan causa criminal de gravedad abierta, y las que siendo casados no vivan con sus mujeres...”, conforman un submundo ciudadano del que los costumbristas hacen aflorar los desequilibrios sociales de la naciente república, en la cual tampoco solteros o casados sin un mínimo de renta gozaban de algunos derechos ciudadanos (art. 27), y es que, esta Constitución, según el Dr. Federico Brito Figueroa, “era un instrumento jurídico democrático, pero en su contenido era de estirpe feudal” y su toma de razón “se remontaba a las fuentes del derecho divino”, negando así al pueblo como “fuente de todo poder”, principio instaurado por la Revolución francesa (“Las clases sociales en la Primera República” . En: septiembre 1958, Cruz del Sur, vol IV. Nº 39-40. Caracas, p. 50). En proclamas y discursos de Simón Bolívar se encuentran señalamientos sobre un sector de la población venezolana que luego figurarán protagónicamente en los textos del costumbrismo nacional.

RNC

122


Por ejemplo, en el Manifiesto de Cartagena (15-12-1812), Bolívar se refiere a “los rústicos del campo” y a “los intrigantes moradores de las ciudades” como obstáculos para la práctica de la Federación “porque los unos son tan ignorantes que hacen sus votaciones maquinalmente, y los otros son tan ambiciosos que todo lo convierten en ficción”; en el Manifiesto de Carúpano (0709-1814) habla de que no es posible hacer libres e ir “contra la opinión de seres fanáticos cuya depravación de espíritu les hace amar las cadenas como vínculos sociales”. En su Carta de Jamaica (06-09-1815) reconoce que los americanos, “han subido de repente y sin los conocimientos previos [...] sin la práctica de los negocios públicos a representar en la escena del mundo las eminentes dignidades de legisladores, magistrados, administradores del erario...”; que, además de ser un lamento, pronostica una situación negativa para la república independiente que los escritores costumbristas señalan en su anhelo de corregir sus rumbos y organizar en mejores condiciones una patria justa, laboriosa y suficiente en beneficios morales y materiales para todos. En 1819, Bolívar continúa considerando las dificultades morales de la sociedad venezolana. En el Discurso de Angostura (1502-1819), el panorama que nos pinta se concreta en estas palabras: Uncido el pueblo americano al triple juego de la ignorancia, de la tiranía y del vicio no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud. Discípulos de tan perniciosos maestros las lecciones que hemos recibido, y los ejemplos que hemos estudiado son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la superstición”.

Y un poco más adelante concluye con una definición de las causas que han impedido la construcción republicana y democrática, aunque es frase muchas veces y por mucha gente citada. “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción” y aunque reconocía que “nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre” a pesar de ser libres, sugería seguir y “Que la historia nos sirva de guía en esta carrera”. El constante análisis del Libertador acerca de la realidad social venezolana tuvo seguidores, aunque en el caso de Cecilio Acosta RNC

123


lo hizo desde un punto de vista favorable a los gobiernos de la oligarquía conservadora contra el partido liberal calificando al primero como la facción ilustre del pueblo, el “de la independencia y de la gloria, del patriotismo y de las virtudes civiles”, posiblemente porque sus calificaciones se producían al calor de las luchas de los partidarios de Antonio Leocadio Guzmán contra Páez, representante de “los ciudadanos honrados, de los virtuosos, de los leales militares, de los industriales y jornaleros y contraídos... el clero que predica la moral, los propietarios que contribuyen a afianzarla, los que se ocupan de menesteres útiles, que dan ejemplo de ella...”, ese es el pueblo verdadero, “lo demás no es pueblo, son asesinos que afilan el puñal, ladrones famosos que acechan por la noche, bandidos que infestan caminos y encrucijadas, especuladores de desorden, ambiciosos que aspiran, envidiosos que denigran y demagogos que trastornan”. (Obras completas. Caracas, Casa de Bello, tomo I, p. 56-58). Más adelante agrega algo ya contemplado en la constitución de 1811: “buenos ciudadanos son aquellos que tienen propiedades o renta”. (p. 62). Eco de estas batallas cruentas entre facciones políticas y militares sea posiblemente lo anotado tiempo después por Bolet Peraza en su artículo titulado “La revolución del trabajo”: [...] nuestros pueblos, sin darse cuenta de los signos de los tiempos, hanse entregado al glorioso destrozo de sí mismos, al heroico suicidio por la sangría de las revoluciones fratricidas, al esforzado empeño de hacerse cada día más débiles, más despoblados, y sobre todo más pobres.

De gran dureza e intolerancia suma se nos presenta don Cecilio en las citas anteriores, pero lo que se quiere destacar es cómo en sus análisis, sin importar el signo de los mismos, aparece una Venezuela que, para la elaboración de sus textos y el propósito de enmienda nacional, son los mismos elementos sociopolíticos tomados en cuenta por los costumbristas de la segunda mitad del siglo XIX y que ya en Fermín Toro, en su discurso del 29-09-1858, se hacen más evidentes y anuncian el inminente surgimiento del género costumbrista. El texto ha sido ya citado por varios autores: RNC

124


Figurémonos a un extranjero que llega a una de nuestras parroquias rurales que son las más numerosas de la República. Entrará al pueblo, en el centro del cual encuentra una gran plaza, alrededor de la plaza tres edificios notables: la iglesia, la cárcel y la casa del juez. Alrededor del cura (perdóneme el clero: estoy muy distante de hacer una sátira de su profesión), alrededor del cura está lo más ocioso y holgazán del pueblo: algunos santeros pidiendo permiso para obtener limosnas, otros con el calendario en la mano para saber las fiestas que se esperan, otros para repicar las campanas y quemar cohetes. El santero recorre las poblaciones empleando pláticas supersticiosas y recogiendo pequeños fondos de los vecinos... De la casa de los curas pasemos a la del juez. ¿Qué rodea al juez? Lo más corrompido y viciado de la población. Allí están los que llegan a cohechar al juez, los perjuros, los que examinan los archivos para falsificar las escrituras para excitar pleitos entre los vecinos... Estos son los elementos de la parroquia.

En este discurso Toro expuso en el Congreso Nacional sus ideas acerca de establecer en la Constitución un sistema ni central ni federal, fijando un término medio de descentralización administrativa y ensanche del poder municipal, pues el país y sus pobladores no estaban en condiciones de regirse de otra manera, menos por un sistema federalista. Toro opinaba que este ensanche del poder municipal conduciría, tarde o temprano, “a la completa federación”. (J. A. Armas Chitty. Fermín Toro y su época. Caracas, Biblioteca Popular Venezolana, 1966, p. 161). Así pues que escenarios y protagonistas que son materia prima en el “cuadro costumbrista” estaban presentes ya en los años aurorales de la república, tal vez mucho antes, y lo que los escritores del género hacen es tomarlos e intentar, luego de elaborar sus coloridas pinturas, señalar con ellas la necesidad de diseñar nuevos rumbos a la nación, como lo proponía Bolívar con la guía de la historia en tales propósitos.

Época costumbrista Aunque, en realidad, no es fácil fijar con exactitud la o las épocas RNC

125


de este género, los estudiosos del tema proponen tres épocas en las cuales florece el costumbrismo venezolano: Una primera época que ubican entre 1830 y 1848 destacando en ella la obra de Juan Manuel Cajigal, Fermín Toro, Rafael María Baralt y Luis D. Correa. Una segunda época que habría transcurrido entre 1848 y 1864, en la cual sitúan únicamente a Daniel Mendoza. La tercera, comprendida entre 1864 y 1885, la de mayor plenitud creadora y mayor número de representantes: Andrés A. Level, Nicanor Bolet Peraza, Francisco Tosta García, Francisco de Sales Pérez, Felipe Tejera, José Antonio Espinoza, José María Rivas, Delfín Aurelio Aguilera, Rafael Bolívar, Tulio Febres Cordero, Gonzalo Picón Febres, Eugenio Méndez y Mendoza, Miguel Mármol y Pedro Emilio Coll. En la antecedente lista es notoria la ausencia de escritores y zonas del interior de la república, pues, salvo los merideños Tulio Febres Cordero y Gonzalo Picón Febres, y el zuliano José María Rivas, los demás, si bien algunos son nativos de ciudades diferentes a Caracas, fue en esta ciudad capital donde principalmente desarrollaron sus actividades literarias, por lo que no vacilamos de calificar esta división epocal, comúnmente aceptada, como insuficiente en orden a contener un panorama más completo y nacional de la producción “costumbrista” en Venezuela por un lado, y por otro, tampoco señala, y eso le hace menos exacta, los valiosos antecedentes históricos y literarios que, finalmente, produjeron a cabalidad una obra perfectamente caracterizada y llena de importantes valores que, ahora, a la luz de las modernas exigencias historiográficas, merecen tomarse en cuenta.

Periodos y antecedentes en el estado Lara En la región larense el costumbrismo presenta algunos rasgos característicos diferentes. Por ejemplo, sus antecedentes se fijan entre 1820 y 1881, un primer periodo entre 1881 y 1899 y otro entre 1901 y 1922, aunque un autor como Rafael Michelena Fortoul prolonga con gran éxito la vida del género hasta el año de su muerte en 1933, aclarando que su obra se llevó a cabo principalmente en Caracas. RNC

126


Elementos antecedentes son parte ya de las descripciones hechas por el obispo Martí en 1779 cuando señala graves dolencias sociales en Barquisimeto y vituperables vicios morales de connotados personajes de la ciudad; así mismo un llamado “Diálogo familiar que tuvieron Juanito y Pepe dando aquel a este noticia exacta de lo que advirtió en Barquisimeto”, de 1820, en el cual conversan sobre las triquiñuelas practicadas por grupos políticos barquisimetanos para impedir que sus contrarios tengan cabida electoral en los órganos de poder municipal; también en una obra de teatro, titulada “Pepito o la educación a la moda”, de carácter pronunciadamente romántico, cuyo autor fue el caroreño Jonás Álvarez, se retrata un personaje joven de conducta poco edificante, pero que, según Álvarez, sería prototipo de un sector de la generación juvenil de 1856; en otra pequeña obra teatral titulada “Ganga formal” actúan personajes tomados de la realidad larense de 1875; todas ellas serían obras de corte teatral en las cuales están presentes situaciones, escenarios y personajes que los costumbristas resaltarán en sus “cuadros”. Pero también en la poesía o textos escritos con tales pretensiones pueden observarse estos elementos que los costumbristas tomaron, no al azar, sino con toda intención para sus trabajos. Uno de esos poemas se titula “El arrojo de don Berdolaga, príncipe de la ventosidad, o El fandango de la paz,” que es una feroz sátira política de la oligarquía conservadora formándose en partido contra la facción liberal larense que igualmente en 1834 se organizaba; otro llamado “Iglesia parroquial de Barquisimeto” es, por lo contrario, una crítica liberal contra el padre Macario Yépez y sus seguidores que, en 1842, trabajaban para reconstruir la iglesia parroquial derribada por el terremoto de 1812; del mismo corte son unas coplas que en 1843 circularon en Carora contra los liberales y el fraile Ildefonso Aguinagalde, ductor de aquella facción política en la provincia barquisimetana, titulada “Café amargo para la mañana del 23 de noviembre de 1843”. En diciembre de ese año se constituyó en Barquisimeto la llamada “Sociedad Democrática” de la cual formó parte el presbítero Macario Yépez, cuyo estilo resalta en el manifiesto inaugural de dicha sociedad donde se dice lo siguiente: RNC

127


Después de un pasado tan borrascoso y animado, que puso en tormento el honor y la virtud, que desmoralizó la acción de la ley, sacrificando la justicia a los halagos de la bandería, que consternó la sociedad con una revolución de hombres y principios proclamando la expropiación y comunismo, que descartó de la representación política al hombre probo e inteligente, llevando a la exageración el principio alternativo, que inspiró odio y venganza a las masas populares contra los hombres notables por su moral, inteligencia y propiedad, estableciendo entre ellos un divorcio, contra los fines de toda asociación política, para obtener los medios, después, en fin, de un conjunto tan indefinible, es consolatoria la política moral, ilustrada y conciliadora que ha emprendido la administración.

Esta “Sociedad Democrática”, mucho antes que Cecilio Acosta, pero en Barquisimeto, en defensa del gobierno de Jacinto Lara, diagnosticaba, según su partidaria opinión defensora de los intereses de la oligarquía conservadora, la realidad social en la cual veían favorable solamente aquello que sirviera a la parcialidad política a la cual pertenecían, pero de alguna manera allí están presentes elementos característicos de lo que sería núcleo característico del costumbrismo larense. El escenario que en 1874 capta Luis María Castillo, matizado de mucho pesimismo, está referido principalmente a la condición espiritual de los venezolanos, o, más propiamente, de los barquisimetanos, pero es en él donde el escritor costumbrista encuentra base para su llamado a rectificar las vías de la destrucción republicana. Dice: [...] hagamos por contradecir eso que se dice de nosotros con suma razón. Concebimos la idea, la acogemos con interés, nos proponemos practicarla, hacemos mucho al principio, agotamos toda la fuerza en el primer empuje, y luego desmayamos, la apatía, el desencanto, la burla del egoísmo, la sátira de algún crítico de esquina, el dicho picante de alguno que nada hace ni deja hacer, mata en germen nuestra buena idea, nuestro loable propósito, y volvemos al reposo retrógrado, a la deplorable situación de un pueblo que se mancha, y calla la prensa que, según Sieyes, es el sexto sentido de los pueblos, y se cierran las escuelas, y se abren los garitos y RNC

128


las tabernas y las cárceles y agoniza el pensamiento, se acobarda el corazón, y se acaba el periodismo que es el honroso taller de la pluma, la poderosa tribuna de la idea. (“El Pensil”. Barquisimeto, 10 de junio).

Como en el plano nacional, los costumbristas locales encontraron establecidos y en cierta forma predeterminados ya los escenarios que sirvieron de abono para la cosecha de su siembra histórica literaria, y con ellos surgen a la luz pública en el siglo, XIX, Juan Manuel Alamo y José Isidoro Arroyo, cuya labor se prolonga muchos años más en el siguiente siglo, Rosendo Perdomo y Félix Lander, mencionado por Antonio Álamo como autor perteneciente al género; en el siglo XX, varios autores anónimos cuyos nombres, pocos en verdad, nunca fueron revelados a los cuales debe agregarse los de Antonio S. Briceño, bobareño; los caroreños Agustín Oropeza, Ramón Gutiérrez; los barquisimetanos: Luis José Alvarado, Juan Alvarado Ruiz, Juancho Aguilera, autor de una serie de jocosos poemas distinguidos con el título general de “Chirigotas”, y el tocuyano Alcides Losada. De estos autores merecen destacarse los “cuadros” de Juan Manuel Álamo: “Los Cantares de Marta”, 1879; “Entierro del Carnaval”, poema, 1888; “Pedro, el Correo”, 1894; “Un buen trago”, 1894; “Las rifas”, 1896; “El kepis de las Gandules”, 1895; “El diablo en misa”, 1894; “Pascualinas”, 1905; “Una obrita”, 1905; “El avaro”, 1905; “Sin bigotes”, 1906; bastante significativas son también las de José Isidoro Arroyo: “El dependiente”, 1889; “Los rayos X”, 1896; “Mortus fui”, 1906; los del caroreño Ramón Gutiérrez: “Las loterías”, 1903; “Rifirrafas”, 1909; “Al pueblo que fueres”, 1910; “Las románticas”, 1912; “Testamento de Judas”, 1914; “Ser gordo”, 1915; los del tocuyano Alcides Losada: “Exámenes”, “Autobombo”, “Elecciones”, “Beatas”, “Bachilleres de monte”, “Corporaciones”, “Duendes”, “Necrologías”, “Inventores”, todos publicados en 1918 en su obra Gotas de tinta. Un autor, el larense Rafael Michelena Fortoul (a), alias Chicharrita o Fray Momo, llenó las páginas de varios periódicos caraqueños con divertidos cuadros de los barrios, callejones, costumbres, actividades de la Caracas entre 1919 y 1933, en largos poemas a veces de corte romántico, a veces de profundo lirismo, generalmente RNC

129


con mucho buen humor, se refiere a personajes como “Cachorro”, Marcos Parra, Juan de Mata, Ño Pastor, Niño Chispita, Ña Telésfora quien en el mercado de San Jacinto elaboraba suculentos hervidos y mondongos de los que Michelena era cliente frecuente, pero además dedica coplas y poemas a los limpiabotas, a unos valientes huelguistas de 1919, a la pandemia de poetas líricos de la época, a El Calvario, a la vida conyugal, a los bachilleres, a los viajes de salud o de tempero, al “palo de hombre”, a un personaje llamado “el mago verde”, a las “bolas” políticas, a los choferes, barberos, al hombre alegre, al hombre equilibrado, al hombre bueno, al hombre activo, a la niña frágil, al sportman, al burgués, al poeta pálido, a sus constantes enfermedades, propias de quien vivió mal alimentado y bien bebido; en sus poemas son reiterativas las menciones al ron, al betiver, al toronjil, al berro, al cocuy, al sancocho, mondongo, olleta, menestrón, mute, hallaca, chícharos, frijoles, tapiramos, habas, caraotas negras, cachapas, bollos pelones, arepas, chivo, morocoto y otros pescados.

El tiempo en el “cuadro costumbrista” Si en la historia generalmente el tiempo que se estudia o analiza es el pasado, en el “cuadro de costumbre” es el “presente”, el instante mismo, la luz y que el color que el autor intenta pintar, algo semejante a la noticia periodística que se refiere al suceso del día que el reportero debe transmitir a los lectores. Se lee, se capta, se estudia como cosa pasada, pero entendiendo que su percepción fue un “presente” de quien concibió el “cuadro” y que en eso radica su inestimable valor como crónica de ideas o de vida cotidiana. Pero en el “presente” del cuadro costumbrista, y en eso ya no se parece a la noticia periodística, subyacen otros tiempos que no se expresan directamente, sino que el lector debe sobreentender con base en el texto de estudio: un pasado caótico, el venezolano, de dominación colonial y esclavitud y represión, miseria y desesperanza de la mayor parte de la población, un pasado de combate por la independencia nacional y de guerras internas mediante las cuales los grupos dirigentes combatían por el dominio político de la nación RNC

130


mientras, sobre el exterminio de miles y miles de venezolanos, nada se construía, poco se preveía para la felicidad de quienes lograron sobrevivir a la hecatombe bélica. Y como los costumbristas, al registrar los cuadros de injusticia, inmoralidad, miseria, haraganería, extorsión y vicios, solicitaban a los gobiernos planes reivindicativos de justicia y equidad; en sus trabajos asoman los ideales de un tiempo futuro inalcanzable, pero ardientemente deseado aún como lejana realización positiva. Cuando los críticos estudiosos del género anotan la existencia de costumbristas pesimistas y costumbristas optimistas deberían entender que los primeros relievan aquel pasado terrible y sus consecuencias desastrosas, mientras que los optimistas proclaman la posibilidad de un mejor país en un lapso no tan lejano, solo si sus habitantes así se lo propusieran.

Personajes y escenarios Una revisión, no bastante exhaustiva, aún por sus resultados necesariamente incompletos, da una idea muy aproximada de los personajes, temas y situaciones que más llaman la atención de los autores que se ocuparon de pintar la realidad de su tiempo, como ellos tan agudamente lo veían. Es posible señalar cuatro áreas y, en cada una de ellas, diferentes motivaciones: En lo relativo al gobierno y la política: los presidentes del país y de los Estados, los jueces, los comandantes de armas, los policías, los comisarios, los diplomáticos, el ejército, el registro público, las cárceles, el congreso nacional, los caciques, los revolucionarios, las garantías ciudadanas, el sufragio, los partidos políticos, la guerra, la educación y la paz, etc., etc.; en lo relativo a oficios y profesiones: el peón, el comerciante, el hacendado, el casero, la doméstica, el vendedor, los escritores, los curas, etc., etc.; en lo relativo a figuras y personajes: las beatas, los bachilleres, el petardista, el baladrón, el llanero, los muchachos a la moda, las negras, los avaros prestamistas, las románticas, el pretendiente, las solteronas, el elegante, los agricultores, los dentistas, el médico, el sastre, el jugador, el bebedor, los enamorados. RNC

131


Temas varios: las industrias, la prensa, el hogar, los cementerios, las tarjetas de presentación, los exámenes escolares, las fiestas de los pueblos, la vestimenta, las visitas sociales, los velorios, las bodas, las bolas o noticias, el progreso, el imperialismo, los carnavales, las rifas, la lotería, los mercados públicos, etc., etc., etc. Estos y muchos otros personajes y temas se captan y actúan en diversos escenarios como casas de familias, bares, mercados públicos, plazas, establecimientos comerciales, teatros, barrios, esquinas, haciendas, bolos, velorios y numerosos lugares más principalmente pertenecientes al sector urbano.

Lenguaje popular Junto con motivos, escenarios y personajes del pueblo, el cuadro de costumbre contiene de manera sobresaliente una importante oferta de léxico, giros y expresiones de carácter popular cuyo estudio sería de mucho interés, pues su inventario mostrará una relación bastante aproximada del habla popular venezolana de la cual se podrá deducir su evolución histórica con bastante aproximación. A manera de ejemplo se presentan aquí algunas expresiones y dichos: “estar arriba”, equivalente a mandar o gobernar que en palabras de Delfín Aguilera sería “poseer el derecho de hacer imposible hasta la vida fisiológica de los de abajo”; “¡La pobre!”, mujer cuyos hijos ninguno es del mismo color; “cajonero”, de ningún otro modo; “más pobre que una rata”; “consentio”, hacia la Venezuela de 1900 equivaldría a novio; “hembra”, expresión peyorativa para referirse a la pareja femenina del hombre del pueblo; “cuelga”, regalo; “allá abajo”, la Rotunda de Caracas; “cara de Caifás”; indispuesto o enfermo; “chocancia”, actitudes burlonas de alguien; “sobajar”, algo como despreciar; “bolonio”, descuidado; “acomodado”, rico; “cara de hereje”; “arrojar” por vomitar; “colcha”, sábana; “correr truenos”, parrandear; “chavalo”, muchacho; “taparo”, alguien importante; “tumbado”, despedido de un empleo; “garrote empatado”; “ahora es que tuerce el puerco el rabo”; “puchunguito”, por nené; “patuco”, por algo oculto; “ponerse copetón”, por nervioso; “cotines pactos”, por alianza entre amigos; “carraplana”, limpieza o sin dinero; “comer RNC

132


pavo”, por quedarse solo o sola en un baile; “lechuguino”, por joven amanerado. Nombres de alimentos y bebidas, conductas, empleos, útiles domésticos, elementos de construcción, artefactos, animales y muchas cosas más en sus denominaciones populares se encuentran en el texto costumbrista, pero igualmente modas, maneras de ser aceptadas o reprochables, actividades de todo tipo tal como fueron en cada época, se encuentran documentadas en los textos del costumbrista, en fin, mucho de la vida cotidiana de la Venezuela profunda y de las ideas que en cada oportunidad se manejaron en la vida social del país.

Ideas y vida cotidiana No se pretende desarrollar un análisis exhaustivo de la literatura costumbrista para comprobar cómo ella puede caracterizarse, en ausencia de cronistas oficiales u oficiosos como una especie de crónica de la vida cotidiana de los siglos XIX y XX, o de las mentalidades actuantes en ese período histórico venezolano. Ni tampoco podría afirmarse que en la intención de los costumbristas se planteó un modelo de análisis de la realidad nacional como instrumento para verificar la existencia de un sistema de ideas vigentes y activas en la sociedad venezolana. No, pero en la observación llevada a cabo por ellos es posible identificar elementos relacionados y los mismos pueden en cierto modo esquematizarse. Por ejemplo, en numerosos cuadros se expresan opiniones acerca de los gobiernos existentes y se hace la crítica, generalmente adversa, de sus actuaciones, y frente a los gobiernos se examinan aspectos relativos a los grupos opositores, no siempre vistos con benignidad, partiendo del criterio de que quienes militan en el bando contrario al gobierno actuaron negativamente y los del gobierno, entonces pasados a la oposición, solo tendrán como meta volver al poder. En referencia a esto, Luis D. Correa anota en una de sus páginas que la política de su tiempo necesitaba “una pluma flexible y acomodaticia, cuando no mercenaria”; y Delfín Aguilera, en tiempos de Castro, escribe que el presidente, como San Pedro, tiene todas las llaves del gobierno, y que frente a su poder inmenso se encuentra RNC

133


la inmensa debilidad ciudadana y que sin importar su origen, educación u oficio, dice burlando, “el Presidente es siempre un hombre providencial, el que necesitaba la Patria justamente a la hora en que llegó, con las virtudes, la capacidad y los ideales de su pueblo”. No llega el costumbrista a aplicar a sus análisis las categorías marxistas de las clases sociales, pero en ellos aparecen claramente dibujados personajes representativos de la riqueza, así como de los colectivos de la miseria y el abandono: los “pepitos”, por ejemplo, los jóvenes pertenecientes a familias adineradas, siempre a la moda y realizando nuevos usos sociales reñidos con las prácticas de una sociedad profundamente conservadora; otros personajes que podrían ubicarse en este sector de los privilegiados pudieran ser “el baladrón” descrito por Francisco de Sales Pérez, la romántica de quien se ocupa Fermín Toro, jueces, militares, curas, diplomáticos, ministros, gobernadores. Y en las capas inferiores, el peón, el petardista y otros inofensivos pillos sociales, los verduleros, los vendedores de alimentos y otras especies en los mercados públicos, los dependientes de comercio, las sirvientas, los mandaderos y muchos otros que, en realidad, conforman la mayoría de la sociedad venezolana de los siglos XIX, al menos desde finales de su primera mitad y la primera mitad del XX. Según la visión del costumbrista, los intelectuales formaban una capa especial intermedia, incluidos ellos, cuyo oficio ejercían a través de los periódicos y uno que otro en libros. El intelectual, particularmente el periodista, es, por lo general, pobre, viendo que “el vulgo, inconsecuentemente se ríe de lo que escandaliza” que “lo deleita la novedad” mientras “la verdad lo irrita, le place el deshonor del prójimo” y “se cree sabio, travieso y entendido”. Escritores hay tan necios que creen que todo lo saben. Véanse los siguientes ejemplos de personajes cuya mentalidad o manera de ser capta la pluma costumbrista; en los primeros casos, Francisco de Sales Pérez y, en el tercero, Delfín Aguilera. 1. El petardista, según Sales: • pasa la vida entera a costa de los demás. • es natural de Caracas y si no lo es, se residencia en ella porque dicha ciudad es su escenario natural. • la suya no es una profesión estudiada, es congénita. RNC

134


• nace pobre y jamás se enriquece. • su verdadera casa es la calle o, en el mejor de los casos, la casa de juego, la cantina, la gobernación, el restaurant o el teatro, lugares donde ejerce. • posee en alto grado el hábito de halagar a sus víctimas. • Es apolítico, pero se identifica con todos cuando es necesario. • “divierte a quien lo estudia e irrita al que lo sufre”. 2. El baladrón, según el mismo autor: • no tiene ocupación. • existe desde que se inventó la insolencia. • El tipo antiguo era rico, valiente, mujeriego, generoso, bailarín, brillante y coleador. Simpático. • El tipo moderno de baladrón, es militar; ni liberal ni conservador, pero está con quien gobierne. • Es de diferentes jerarquías según el grado militar que ostente. 3. Los muchachos a la moda. Daniel Mendoza se preocupó en el estudio de la juventud de su época y, desde su posición política conservadora, definió la conducta juvenil como inscrita en principios liberales a los que él, por supuesto, veía como causa de desorden y contrarios a la decencia y buen orden. Escribió en el preámbulo de su trabajo: [...] me he propuesto abarcar hoy [...] el desenfado con que se va abriendo camino hasta los puestos, que la naturaleza misma ha destinado a más altas edades, esa clase imberbe que nos viene empujando, esa fruta, que verde y sin sabor todavía se nos quiere vender por ya madura y sazonada en el gran mercado de nuestra sociedad.

Ejemplifica con Pepito quien no llega a la edad de catorce años y está siempre, en el vestir y usos, a la última moda, cursa clases de filosofía, es ateo, tiene talento pero, según Mendoza, lo malbarata, pero mucha gente lo admira, escribe poesía de amor a imitación de los románticos españoles, es políticamente liberal y, RNC

135


por tanto, enemigo de Páez, y, concluye Mendoza, que este tipo de personaje se multiplica como la yerba porque tanto Mendoza como Sales Pérez, al describir a estos personajes dicen hacerlo como ejemplo de especies que abundan en la sociedad de la época. Así, dice Mendoza, de “los muchachos a la moda” lo siguiente: Es tan abundante la especie a que me refiero y son tantos los puntos de semejanzas entre los individuos que la componen, que todos ellos no son más que las distintas fases de un mismo cuerpo o sea de las distintas reflexiones de una misma imagen.

Igualmente el baladrón, según Sales Pérez, no es sino el ejemplo del numeroso conjunto de individuos actuantes en la época: “(...) dejo en el tintero –escribe– muchas caricaturas de este personaje que tiene, por desgracia, tantos originales en el país”. Resalta en gran medida, en los cuadros de costumbres, la cuotidianidad del pueblo venezolano desde sus estamentos más afortunados hasta los sectores menos favorecidos económicamente que también lo estaban en lo político, en lo cultural y, desde luego, en lo social. Cosa de todos los días sería la corrupción policial, las creencias mágico-religiosas, las festividades de todo tipo, (bailes, juegos y licor en todas ellas), la abundancia de opinión (llamadas bolas o noticias), el fingido temor a los principios religiosos, frente al poder del gobierno en todos sus niveles, la debilidad ciudadana, la carencia de comodidades de los sectores mayoritarios del pueblo, su escasez de vestimenta, malas viviendas, deficiente alimentación, analfabetismo, su fuerza de trabajo única posesión embargada de por vida, víctima de la recluta, jóvenes “empavesados y olorosos”, país de permanentes “disturbios y revueltas”, pero donde se come, cuando se encuentran estos alimentos: hervido, mute, carato, adobo, bollos, arepas de chicharrón, hallacas, quesos caseros, verduras, hortalizas; los grupos elitescos –según los costumbristas– contra honores y virtudes se afanan en obtener riquezas. Este diagnóstico costumbrista sirve a Daniel Mendoza para concluir que “Las costumbres de los pueblos son, como las del individuo, el remedo de su carácter, de su índole, el remedo de RNC

136


sus creencias, el remedo de sus goces, en una palabra: su manera de ser”. Pero el estudioso de las costumbres venezolanas no está satisfecho con el simple diagnóstico de las mismas, el regodeo en su creación literaria, su trabajo le dio base para proponer, como don Luis D. Correa, una “República próspera y feliz, sin malos gobernantes, sin agiotistas, sin traidores y sin maulas”, sueños que solo ahora comienzan a verse realizados con la participación protagónica de todo ese inmenso pueblo oculto y marginado, que los costumbristas del siglo XIX y XX, en su papel no oficializado de cronistas, visibilizaron con sus trabajos.

A manera de conclusiones 1. Algo que no parece haberse considerado anteriormente, pero que al analizarse resulta claro como que debe tomarse en cuenta, es que para expresarse el costumbrismo tomó diversas formas: el reconocido hasta ahora que Sales Pérez llamó “dramicuento”, la poesía o forma versificada que los críticos han creído clasificar mejor en el género humorístico, el teatro, como el caso de Nicanor Bolet Peraza y su obra A falta de pan buenas son tortas, muchas veces representada, y hasta la zarzuela, como la famosa “Alma llanera”. 2. El cuadro de costumbre no es puramente una expresión literaria en la cual, mediante la captación de realidades nacionales, se intenta una obra estéticamente aceptable, sino que, ubicándolo en el contexto histórico de su realización, es también fuente acorde con los más adelantados métodos historiográficos actuales. 3. Posiblemente como solo los críticos literarios son los que más se han ocupado de este género, que no debe dudarse en calificar de compleja densidad analítica del carácter esencial del venezolano, convendría que nuevos estudios lo valoren más exactamente, especialmente los dedicados a la historia venezolana. 4. No obstante que, según los críticos literarios, este género se dio de manera semejante en otros países, es quizás el tipo venezolano el que mayormente se nutre de esencias nacionales y elementos que, mejor que cualesquiera otros, identifican el alma profunda y total del venezolano en cada uno de sus estamentos sociales. RNC

137


5. Por tales razones y en presencia de la necesidad y urgencia de descubrir los auténticos valores del hombre venezolano, de sus ideas e historia cotidiana, se impone a historiadores y cronistas, no copiar el modelo, pero definitivamente sí, a ejemplo de los costumbristas más destacados de ayer y de hoy, estudiar, profundizar, con armoniosa solicitud, en las realidades colectivas actuales y visibilizar vicios y virtudes, voluntades y abulias, laboriosidad y ocios negativos, falsedades y bellezas, y combatiendo contra lo que atrasa, construir patria de grandeza, justicia, libertad y belleza. 6. Pero la conclusión que más interesa destacar es que los escritores costumbristas deben ser considerados y tenidos como auténticos, muy valiosos y exactos cronistas, guardianes meticulosos de la historia popular venezolana del siglo XIX y principios del XX, época durante la cual, ni de manera oficiosa, ni ad honorem ni oficialmente, los gobiernos municipales habían designado cronistas de las ciudades y son, en consecuencia, honrosos antecesores de los cronistas oficiales de los municipios venezolanos del tiempo actual.

RNC

138


María Eugenia Bravo

mARÍA CALCAÑO Y LA

DESPATRIARCALIZACIÓN DEL CUERPO EN LA LITERATURA VENEZOLANA

Desmontar la poesía hecha por mujeres como una estrategia de emancipación,” del dominio y la subyugación patriarcal a principios del siglo pasado, no es tarea fácil. Sin embargo, el estudio de obras de autoras latinoamericanas como Delmira Agustini (Uruguay, 1886-1914) y Alfonsina Storni (Suiza, Argentina, 18921938), contemporáneas de María Calcaño (Maracaibo, 1906-1956) delimitan un territorio fértil para la afirmación, según la cual, existen trabajos poéticos (fundamentalmente eróticos), que pretenden separarse de la dependencia y sumisión tradicional, típica de los discursos coloniales y modernistas en las mujeres del siglo XIX. ¿Cómo lograr este objetivo? ¿Qué nuevos códigos y símbolos inaugura esta influencia en la poética venezolana? ¿A través de qué mecanismos se puede hablar de un sujeto femenino que irrumpe contra los arquetipos de la época? Todas estas interrogantes pueden ser encauzadas en una respuesta que tiene varias vertientes, como la corriente de un río salvaje e indómito que brama a través de un lenguaje de accidentes y tropiezos, cuya topografía desconoce. Lo trascendente de este movimiento de mujeres radica en su actitud individual y colectiva, a favor de los derechos de la mujer como ciudadana, y también en el ejercicio de una autonomía del cuerpo RNC

139


que las deslastra de la visión de simples “objetos decorativos” y las pone a circular en una dimensión de “sujetos” de su propia historia. Si se colocan diques de contención a las pulsiones humanas, ellas tienden a desbordar y derrumbar todo límite, en aras de su natural inclinación y por un principio sano de libertad. En algún momento, Luis Suardíaz, intelectual cubano, llegó a afirmar que los textos de la poeta zuliana María Calcaño eran de índole campesino, el sustantivo correcto es: agreste, salvaje que son dos términos que calan más a su estilo primitivo y a su revoltosa escritura. Por lo menos es así, en su libro primerizo: Alas Fatales (1935), publicado en Chile, que surge bajo el halo protector de Antonio Arráiz, Andrés Eloy Blanco y José Rafael Pocaterra. La despatriarcalización se inicia cuando Calcaño supera en su poemario a sus predecesores, y comienza a nombrar el cuerpo con una voz propia, divorciada de su papel de madre y esposa. La liberación sexual que había iniciado Agustini y Storni, el asumir la iniciativa en el ejercicio del amor y la pareja, le ofreció a Calcaño un horizonte inédito para explorar las posibilidades del cuerpo como texto y viceversa. Esa fue su principal rebelión. Pero, en ese tránsito quemante, riesgoso y novedoso, aparece la anécdota biográfica que tiene un valor incalculable en el discurso de sus diarios y fragmentos de cartas; es decir que el género confesional, cultivado como una forma de auto-afirmación identidaria, a través de un sujeto que había sido esclavizado, oprimido y discriminado por el patriarcado gomecista maracaibero. La férrea imposición de una madre cruel y sin escrúpulos, de formación machista y convencida de que lo mejor para su hija era casarla con un hombre 30 años mayor, contador marítimo y accionista ferroviario de Juan Vicente Gómez, llevó a una niña traviesa, inteligente e impetuosa, a aceptar la propuesta, creyendo que así se liberaba de la tiránica matrona. En los entornos de una finca, entre cabritos y leche recién ordeñada nacieron los primeros hijos: seis en total, y también los poemas iniciales. Posteriormente, la joven se marcha a la ciudad, ya muerto el padre. Es una autodidacta incipiente, debido a las lecturas que le deja Camilo Arístides Calcaño como herencia paterna: Rubén Darío, Santos Chocano, Voltaire, Dumas y hasta Udón Pérez, del que se burla en una ocasión presentando a Francisca Ortega (la madre) un poema del bardo como suyo. RNC

140


En casa de Carmencita Finol, maestra de piano y hermana de Ramiro Finol, el científico zuliano: María Calcaño conoce a Héctor Araujo Ortega, a los 17 años e intercambian autores que completaron el bagaje intelectual de la poeta: Nietzche, Anatole France,Colette, Juana de Ibarbourou, Verlaine, Lautremont. Se enamoran perdidamente. Araujo fue su editor, su amante, su maestro y finalmente su segundo esposo. Anarquista, anti-gomecista, periodista y fabulista irónico, se pliega “como un guante” a las exigencias amorosas e intelectuales de Calcaño. Se hacen inseparables y clandestinos. Las “alas” poéticas de Calcaño se encumbran en un trabajo cada vez más auténtico y ella hace amistad personal con Sarah Cabrera (la cantautora cubana) y Olga Luzardo (la escritora y sindicalista), para participar conjuntamente con su prima: Graciela Rincón Calcaño, en la fundación de la Agrupación Cultural Femenina (1946), grupo conspirativo que lucha por los derechos de la mujer y el sufragio. En este sentido, las féminas tratan de revertir las desigualdades imperantes, las injusticias, las marginaciones sociales y políticas a las que eran sometidas, consideradas como seres inferiores. Descolonizar el discurso, oponerse a autoras como Teresa de La Parra, que a pesar de sus intentos por hurgar en el espíritu de la mujer moderna, mantenía una “doble moral” a la hora de fijar posición con respecto a figuras de la oligarquía venezolana, y sus más rancios valores, entre ellos los de La Colonia. De esta manera, y en otra trinchera se manejan tanto Calcaño, como Luzardo, más afines a las heroínas de la independencia, leales a la difusión de una conciencia de los valores nacionales y autóctonos, más cónsonos con el espíritu de la emancipación femenina. María Calcaño describe en sus poemarios, personajes costumbristas: El Panadero, El Sembrador, El Sepulturero y los soldados, con un lenguaje sencillo, coloquial y diáfano en la transmisión de nuestra identidad de pueblo. Teresa de la Parra en Memorias de Mamá Blanca hace lo mismo; sin embargo, ella resalta con nostalgia los valores coloniales, y sus esclavos negros, siguen siéndolo, en novelas como Ifigenia (1922), al trastocarlos en sirvientes o domésticas. En otro orden de ideas, Olga Luzardo reivindica en su poemario: Flor de cactus (1935 -42) a la india, a la “pata en el suelo” y comunista; a la mujer sencilla, sin maquillaje, revolucionaria y militante que a veces tiene que abandonar a sus hijos y sacrificar RNC

141


su libertad en una prisión, por defender sus principios ideológicos. Calcaño cuestiona a los soldados que van a la guerra, en su poema: Junio 18 en Palmira; y defiende a los sembradores de trigo, a las campesinas de pañuelo en la cabeza; sin discriminar jamás a esa Venezuela Rural que dejan de lado los escritores del petróleo. Su literatura se acerca más a la obra de los costumbristas: Francisco de Sales Pérez y Miguel Mármol en semblanzas como El Panadero: Tengo un panadero, puntual, que madruga. ¡Vaya un bullanguero, el que me ha tocado, de panadero! Más adelante, la autora no solamente anima con el colorido de su pluma el quehacer del personaje, que luego se transforma en parte sustancial de las calles marabinas; sus dotes de buena fisionomista pasan por manifestar el libre albedrío del deseo, derrumbando la mirada prejuiciosa y severa de cualquier señora de la época. La despatriarcalización consiste en poner a temblar, a desestructurar las “bases morales” o la hipocresía religiosa del clero, cuando el sujeto del poema, construye un nuevo arquetipo de mujer: Si estuviera niña me fuera con él cualquier mañanita, cuando pasara con su algarabía de cuatro dominguero… (Obras Poéticas Completas, 2008: 80). Resulta poco probable que la sociedad venezolana de 1935, permitiera a una mujer marabina, casada y con seis hijos expresarse con semejante desenfado y frescura. Sin embargo, la revuelta de estos versos radica en la propuesta de soberanía que encarna para las adolescentes del momento; quizá el desparpajo con el que cierra este texto, tiene mucho que ver con el planteamiento del despertar sexual. Hay algo de pureza explosiva, peligrosa, RNC

142


que irrumpe como un polvorín” porque otorga voz y poder a un discurso que estaba situado en las márgenes e invisibilizado: el silencio (a punto de asfixia) que se ahoga tras las celosías de los caserones tradicionales, tras los perfiles de la bota gomera. La violencia contra la mujer tiene sello patriarcal, basta pasearse por la lectura de una legislación como la guatemalteca del siglo pasado, que contempla la “violación sexual” como un “derecho” hacia la esposa o la “toma” del cuerpo de la mujer, aunque ella no quiera “hacer el amor” por parte de “su hombre”. De tal manera que, la mujer casada era un “objeto”, la “propiedad privada” que podía ser usufructuada y explotada, y si se me permite el símil, la esposa aquí es como la tierra en manos de un latifundista. Ese tipo de relaciones en la estructura “familiar,” deben ser desterradas y expropiadas por las feministas que buscan igualdad y autonomía, debido a que cuando el hombre no lo desea se exime de tener sexo con la que considera “su mujer,” sin que ella tenga derecho a pedir explicaciones. El sujeto de Distinta (2008: 35) afirma en un verso: “ya va mi gozo como piedra lanzada”; la poetisa Calcaño subvierte aquí el orden patriarcal, según el cual a la mujer “que ha dado el corazón” como dice Storni en Fuera de Ley, se le lanzan piedras, como en el episodio bíblico de Magdalena. Este grito textual tiene la particularidad de ser una embestida contra el machismo; en tanto el eros se transforma en “piedra” que se devuelve hacia la sociedad prejuiciosa. No importa que me beses otra vez, ya va mi gozo como piedra lanzada. La descolonización de la mirada femenina implica desnudar el ropaje impuesto por patriarcas, conquistadores y caudillos que intentaron ejercer el poder para que la india y la campesina venezolana permaneciera en las sombras y desde luego, silenciada. Si a alguna señorita se le ocurre alzar la voz, hablar del pecado de la carne, que equivale también a ejercer la potestad de su desborde en la escritura, este hecho constituye un escándalo. Pronunciarse en espacios públicos, en legítima posesión de su libertad de opinión, implicaba para cualquier mujer, el escarnio, el RNC

143


vilipendio y la expulsión de la sociedad, como si Manuela Sáenz reencarnara en ellas. Sí, estas mujeres son “distintas”, así lo dice Calcaño en el verso: Cada vez, / te ofrezco un goce nuevo. / Cada vez, otro aspecto/ que no me conozco… La autora no solo se adentra en las profundidades de sí misma, a partir de la revuelta erótica. La escena no es tan solo una actitud transgresiva: es un habla, es una “grieta” que fractura la rendija por la que observa la iglesia y el sistema patriarcal desde hace lustros a la feminidad, y este aspecto ensancha la amplitud de un registro vital: el eros con el que culmina su Grito Indomable. De manera que, la que “no se conocía” ya asume una identidad, una voluntad de ser y existir, que colinda con la emancipación de los sentidos. Según el arquetipo mariano, la mujer debería dejar de existir para la sexualidad, ser un ente pasivo y subordinado a la voluntad de los placeres masculinos. Se le sembraba el veneno de la culpa y el “temor de dios” para evitar que ella se desbocara con toda la fuerza de sus instintos. El sujeto del poema en María Calcaño se libera de esa milenaria castración. Y nos sirve de ejemplo infinito a través de la lectura de uno de sus credos: Cómo van a verme buena Si me truena la vida en las venas, ¡Si toda canción se me enreda como una llamarada! Y vengo sin Dios, Y sin miedo…

RNC

144


RNC

145

María Calcalño.


Rogelio Le贸n. Imagen de archivo.


Celso Medina

VIAJE AL PARAÍSO MISTÉRICO

DE ROGELIO LEÓN

Es difícil hablar del poemario Catador de cuchillos sin que nos refiramos a su autor, Rogelio León. De él diríamos que es un hombre de una gran honestidad intelectual, que cultiva con profunda humildad. Y, además, que es un amante de la oralidad, en sus dos facetas: como escuchante y como hablador. Pero no es esta una ocasión para hablar de él, porque si seguimos aludiendo a sus dones y dotes, sacrificaríamos hablar de su libro. Diríamos, en primer lugar, que estamos ante un poemario, y no ante una colección de poemas. Cada verso, cada epígrafe encaja a la perfección en el propósito poético de Rogelio León, que no es sino ponernos en contacto con un cosmos donde su abuela Juana, su madre, Pastora, y los chotos chaimas nos conducen por el espacio de lo mágico. Estamos, entonces, ante un libro cósmico inmerso en el colectivo espiritual que percibimos gracias a un eficaz manejo de las imágenes y de las metáforas, que surgen o insurgen como chispas de un cuchillo que está amolándose. El diseñador de Catador de cuchillos, libro que se edita bajo los auspicios de la Fundación Editorial El perro y la rana, escogió como ícono una mariposa. Y atinó ese diseñador, porque es la mariposa precisamente el símbolo que arropa un poemario que RNC

147


hace alarde de jugar a la chispa instantánea, que permanentemente está situándonos en el abismo de la vida y de la muerte. La mariposa es como la flor, vive su belleza en la instantaneidad. Se le ha dado una vida muy corta, se sacrifica en su aleteo y en su belleza. Tampoco es gratuito el nombre que escoge el poeta para su libro: catar, como quien prueba la vida, como quien saborea una bebida agriamarga. El cuchillo es símbolo de muerte, pero también de vida; el metal que brilla, que rasga para asegurar la carne o la fruta que alimenta. En el poema “del corazón”, nos dice el poeta: “así es como deseo mi/corazón/indómito/retador del acecho/en el umbral del/abismo/catador de cuchillos/en las horas sin tiempo/ lobo”. Ese lobo que se asoma nos llama la atención. Nos recuerda el bestiario de los surrealistas, es un lobo con colmillos afilados para morder en el límite de la vida, que vive porque arriesga. Por eso su cuello parece vivir permanentemente asediado por un cuchillo cercenador; de allí que su vida sea un permanente reto. Rogelio León se deleita oyendo a la gente. Este poemario es el encuentro de voces que lo acompañan en su viaje hacia sus raíces étnicas. Cada poema lo precede un epígrafe en versión chaima; cada uno de ellos nos confirma que, como Machado, el camino se hace al andar. Y Rogelio León, o el poeta que encarna este poemario, es un viajero hacia sí mismo. Es toda una constelación de alientos que va tramando el paraíso. Leamos su poema “Adán”, para catar en el diario del personaje mítico su goce: 6 a.m.: hoy ando con los huesos cargados de demonios Ecos de crótalos aturden mis sentidos tiembla mi piel de anhelos 8 a.m.: huelo un aleo de pájaros escudriño la fronda se me ofrece agridulce la mañana 10 a.m.: dos garzas se acurrucan en mis manos Se abandona bajo mi vientre la mariposa azul RNC

148


Rogelio León.

6 p.m.:

se rebelan los trinos hay un brote de aromas deshabito el edén Me esperan las indesgastables sandalias malditas

El epígrafe que acompaña al poema, sacado de la oralidad chaima, dice “Cerró el sexo como una mariposa/y amansó al hombre”. El poeta hace su versión particular de la caída. Esas “sandalias malditas”, que cierran el poema, nos sugieren el dolor por el destierro al que se condena al caminante, un destierro que expulsará al poeta fuera de sí, más allá de su paraíso. Pero la mariposa no muere definitivamente, perviven sus aleteos y sus colores porque se depositan en la memoria. El Adán de Rogelio León es, pues,

RNC

149


el demiurgo transformado que se niega a olvidar su, paraíso. La tierra se lleva en la memoria, no en las faltriqueras del viajero. Mucha maduración tuvo que tener este poemario. Sobre todo por la trama que cohesiona el lirismo. Obligado por su afán de viajero, la voz poética adquiere un tono surrealista. No hay otra vía para guardar la fidelidad del poeta ante su ensimismada mirada al mundo que rememora y hace presente. En la dedicatoria, habla de su madre, Pastora León, como “tejedora del linaje en el piélago del tiempo”. Y es precisamente lo que el poemario representa: un tejer, pero con un hilo de variados esplendores, donde la metáfora tiene poco recato en construirse con las más osadas tensiones verbales. El “verbo que estruenda los espacios” crea un caos productivo, que busca con tesón el génesis de la vida. En su imaginería, el poeta no se ahorra fuerza creadora, gestando palabras nuevas, como “pájaroflechas”, que son animales que matan y reviven a la vez, como dice un viejo bolero de Carmen Delia Dipini; o “enlunecida”, palabra que marca el umbral persistente de la noche, en la que el placer y la muerte hacen la vida del cosmos, como en el poema “Gacela”, donde leemos: gacela enlunecida en las puertas del alba tráeme heliotropos azules de los campos celestes recógeme en tus ojos el fuego que besa al sol a mediodía Sin duda, el poeta surrealiza la realidad para ensimismarse en ella, para seguir desandando el hilo que lo empuja hacia el paraíso. ¿Cómo resucitar en él lo perdido? Poniendo su oído auscultador en la tierra. Por ello dice en un poema: convoca al silencio hasta tu vientre para el rugido que insalvaje al deseo de esta noche sin mengua

RNC

150


El poeta o la voz poética vive de la convocatoria, del ensalme de un espacio cuyos límites son insondables. Su propensión permanente lo hace andar hasta donde lo lleven sus pies sin descanso, con unas “sandalias malditas”, que lo condenan a la errancia. Ese “insalvaje” no tiene tregua: es el que va, el que viene, pero también el que no avanza, concentrado en el oficio de vivir tras “el derecho irrenunciable a ser quien soy”. Para procurar un entendimiento de este poemario, es necesario asomarse a la poética que se explicita en el poema “Poeta”. Allí la voz en vez de hablar, reza, invocando las voces que le hagan propicio el poema. Esas plegarias se dirigen hacia el lugar donde reposa la memoria del mundo. La poesía es registro de una vida que se aspira tense permanentemente los misterios insondables. Por eso el poema no se asoma fácil a la página, y el “ritual perpetuo/del poema” cuesta, porque se apuesta la vida cuando se la invoca. El poeta, es, entonces el que entrega la chispa de lo sensible al hombre, y su paso es muy ético, de allí que el referido poema concluya así: “prometeo/te espero en el suplicio/página en blanco”. No obstante el poeta sabe llevar su suplicio, se hace acompañar de las voces de su madre, su abuela y de los ecos chaimas que retumban en sus versos. Pero no es son solo ellos; otras figuras del imaginario universal son evocadas, como Leda y Eurídice, sacadas de la tradición grecolatina. La primera la vemos en su desnudez sugestiva en los siguientes versos: cuando Leda hace el amor se le enredan luceros en el pubis los duendes mordisquean sus pezones se desbocan sobre sus turgencias insólitas cabriolas y enloquecen las huestes de los placeres bárbaros al emerger de su fragua volcánica suelo contemplar como con sus mohines recompone su rostro transfigurado

RNC

151


y alas abiertas el cisnefénix dora en sus recónditos ardo el fragor de los próximos ritos Como vemos, el erotismo resurge con la fuerza de la metáfora que hace de la amada una cantera donde abrevar deseos. Igual aliento veremos en el poema dedicado a Eurídice, cuyo mito encarna en un caminante que busca en medio de su selva metafísica. Son muchas las aristas de este poemario, muchas las pistas que sus poemas van arrojando sobre nuestra asombrada mirada. Quiero concluir ofreciéndoles el poema “Urimare”: resquebrajo las paredes de mi ingrimitud y salgo a rastrear tus huellas en el aire en la senda donde se desgajó tu imagen en el eco de las palabras que se aferran a la memoria solo hallo lo que evoco en el fulgor del sol en tu nombre indecible en tu imagen que evoca la lluvia en un luceropájaro en una piedraflor en la cumbre de un monteestrella donde te yergues diosaluna salvaje Se recoge aquí, en tantas imágenes y metáforas entrechocándose la idea de la chispa del amolador-catador de cuchillos. Busquemos al poeta en estos poemas. Y compartamos con él la gracia de esos fulgores, donde la poesía crece como los árboles, hacia sus propias raíces.

RNC

152


Mariana Libertad Suárez

Cosas de mujeres: representación de la (contra)memoria en la

narrativa venezolana (1952-1959) En la vida no hay como tener “cosas”. Todo el que establece fama de hacer “cosas” peculiares es un feliz independiente. Hace todo lo que le da la gana y nadie protesta. Todo le es perdonado al decir de él: ¡Son cosas de Fulano! En ese mismo instante en que escuché la sentencia de Titilá resolví sentar una fama tan apetecible y sentí un gran alivio, como si me hubiera encontrado a mí misma. De allí en adelante me dediqué con devoción al objetivo: oírle decir a alguien algún día “Son cosas de Conny”. Conny Méndez Memorias de una loca

En Venezuela, la década de los cincuenta supuso el inicio apresurado de un proceso de modernización. En pocos años, el crecimiento urbano nacional desembocó en la producción de nuevas subjetividades y la negociación de una variada gama de identidades. Este fenómeno se vio reforzado en diversas plataformas discursivas como los medios de comunicación social, los programas

RNC

153


de educación media y, ocasionalmente, la novelística1. Dentro de la literatura nacional se originó una producción de obras potencialmente asumidas como “ficciones de identidad”, aunque en muchos sentidos distantes a las propuestas regionalistas. Tal y como señala Raquel Rivas Rojas en su libro Narrar en dictadura: renovación estética y fábulas de identidad en la Venezuela perezjimenista (2006): Las novelas aquí estudiadas [El camino del dorado (1948), de Arturo Uslar Pietri; Cumboto (1950), de Ramón Díaz Sánchez; Los alegres desahuciados (1948), de Andrés Mariño Palacios; El falso cuaderno de Narciso Espejo (1952), de Guillermo Meneses; Todos iban desorientados (1951), de Antonio Arraiz; Casas muertas (1955), de Miguel Otero Silva; Bela Vegas (1953) y Amargo el fondo (1957), de Gloria Stolk; y Memorias de una loca (1955), de Conny Méndez] pueden ser entendidas como diversos impulsos realizados con el fin de instaurar una estética desregionalizada, en la que lo identitario desea ser concebido sin anclaje en una tradición nacional específica. De ahí que en los textos de este período sea posible

1

Es importante recordar que en la Venezuela de los cincuenta, la rememoración del pasado también aparece signada por la profesionalización de los estudios históricos. De hecho, María Elena González Deluca, en su texto Historia e historiadores de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX (2007), asegura que: “La transformación económica y social de mayores consecuencias en toda la historia de Venezuela como nación independiente marcó la segunda mitad del siglo XX. Los efectos, notables en todos los órdenes, dejaron atrás al país agrícola, rural, de lento crecimiento económico [...] Venezuela recibió entonces el más fuerte impulso modernizador de toda su historia y fue en esos años que el establecimiento de programas universitarios de estudios de historia transformó la actividad de los historiadores en ejercicio profesional. Y con la profesionalización vinieron la noción de las exigencias metodológicas y las reglas de mètier” (González, 2007: 17). Es decir, la necesidad de revisar el pasado desde distintas plataformas también constituía una suerte de pronunciamiento acerca de la nueva instancia de saber que se edificaba por entonces en la Academia venezolana. Vale la pena recordar a este respecto que entre 1950 y 1954, la masa estudiantil de las universidades nacionales se duplicó, lo que evidencia un fortalecimiento del saber académico y, como consecuencia de ello, unas marcadas ansias de intervención por parte de las subjetividades emergentes. RNC

154


observar, junto con el giro subjetivo que marcan muchas de las producciones del momento, un afán metaficcional, autorreflexivo, que genera tonos paródicos, distanciamientos discursivos y mecanismos de extrañamiento como la reescritura, la versión o la tachadura. (Rivas Rojas, 2010: 16).

En este marco resulta sumamente interesante la lectura de dos obras venezolanas: Memorias de una loca (1955), de Conny Méndez y Memorias disparatadas (1959), de Cristina Ferrero de Tinoco, textos escritos por dos mujeres letradas quienes debían construir una imagen que las identificara como nuevas voces dentro del campo cultural. Textos imposibles de leer como novelas históricas en el sentido tradicional del término e inclusive difíciles de asumir como testimonios o novelas de la memoria. Dos escrituras que teorizan en torno a la historia y, paralelamente, consiguen nuevas formas de relación con el pasado. Tanto Memorias de una loca como Memorias disparatadas codifican de manera diferente las fluctuaciones entre convenciones, deseo y posibilidad, aunque siempre terminen por trazar una ruta inversa a la escritura de la memoria. En la obra de Conny Méndez, por ejemplo, la (auto)ficcionalización del sujeto público encarnado en la escritora devela una necesidad de penetrar en lo simbólico para demostrar su discontinuidad y dejar al descubierto el papel ambiguo que juega la memoria en la adquisición de la voz y de la identidad. Esta alternativa de lectura se trasluce en diversos momentos de la obra, por ejemplo, en el “Prólogo en vísperas marcianas”, que antecede la escritura de Méndez y que aparece firmado por Rafael Pineda. Aquí no solo se reconoce el derecho de Conny a deshacerse de la impostación exigida a las mujeres narradoras por las instituciones canonizantes, sino que, además, se inscribe su voz en una tradición de autoras y pensadoras ajenas a este modelo escritural. Asimismo, se establece: Rota la crisálida en eclosión de vida, como hubiera dicho un redactor de “El Cojo”, una de las primeras cosas que hizo Conny fue descubrir los aires populares de Venezuela. Le bullía en la sangre. Y cuando en las veladas familiares caraqueñas todavía se cantaba “Pensée d’Avril”, de Luis Ancil; “Ronde! De l’Adieu”, de Adina Manrique; “Melopeya”, de Diego Jugo Ramírez; o la pavosísima RNC

155


“Biondina in Gondoletta”, de Reinaldo Hanh, Conchita Méndez se arrebujó, con nostalgia tiritante, en su cuarto de hotel en París, y compuso la amelcochada, música de un valse venezolano que le estaba haciendo tanta falta como un buen café recién colado: Florece en la montaña del cafetal./ Cantan la paraulata y el turpial/ Se mecen los cocales, y al son,/ de las olas que rompen,/ canta mi corazón. (En: Méndez, 1955: 6).

En este fragmento se destaca la identidad nacional como el tercer componente del debate presente-pasado, propuesto por la autora. Si bien es cierto que en el perezjimenismo, la recuperación de la cultura popular como fundamento de la venezolanidad resultó un tema recurrente, nunca estuvo del todo asociada a la función de los sujetos femeninos dentro esta propuesta de nación. De hecho, la sustitución de la elegancia de la mujer ilustrada –demandada desde muchos de los medios impresos del país, incluso desde aquellos que no estaban del todo alineados con las exigencias del Estado– por una expresión propia de la oralidad, pudiera resultar desconcertante. No parece ser casual que con su referencia a “El Cojo”, Pineda de algún modo señale el proceso de reconstrucción de estereotipos decimonónicos, iniciado en la década de los cincuenta: la reutilización de iconos por medio de los cuales se pretendía reinsertar y limitar a la mujer venezolana al espacio privado. Aún más, resulta altamente irónico que esta referencia se emplee para describir el momento en que la autora abandona del todo el estereotipo de la bella dama y se decanta por la construcción de una voz propia, que –por añadidura– contendrá una propuesta de país. En su debate con la historiografía, Conny Méndez no solo tratará de definir una identidad rememorante, sino que, además, la usará para ampliar los límites de la nación. Un hecho que, por otra parte, el prologuista legitima con la proximidad de la autora a figuras emblemáticas de la alta cultura. Según lo aquí expuesto, Méndez no maneja el registro de la oralidad porque tenga negado el acceso a la letra impresa, sino porque le resulta más conveniente para pensar la nación. El carácter errático que asume, le permite circular paralelamente por el espacio de la letra y del habla, confundir registros y otorgarle luminosidad a un saber dentro del espacio del otro. De ahí que no resulte sorprendente cuando la autora confiesa que también su identidad de “loca” es producto de un arduo

RNC

156


trabajo de escritura. En el segundo prólogo del libro, firmado por ella misma, refiere: En la vida no hay como tener “cosas”. Todo el que establece fama de hacer “cosas” peculiares es un feliz independiente. Hace todo lo que le da la gana y nadie protesta. Todo le es perdonado al decir de él: ¡Son cosas de Fulano! En ese mismo instante en que escuché la sentencia de Titilá resolví sentar una fama tan apetecible y sentí un gran alivio, como si me hubiera encontrado a mí misma. De allí en adelante me dediqué con devoción al objetivo: oírle decir a alguien algún día “Son cosas de Conny”. (Méndez, 1955: 9).

Comentario que se ve fortalecido cuando, al cerrar ese apartado, la voz narrativa señala: Porque, sea dicha la pura verdad, no se puede ser loco por elección propia. Es una condición innata. Más, es un grado de evolución. El que pretende meterse a loco únicamente por gozar de las ventajas y privilegios del género y sin poseer las aptitudes, fracasa. Eso equivale a tratar de hacerse cantante sin poseer voz. Yo siento compasión por todos los que manifiestan anhelos de pertenecer a la cofradía y no pueden pasar la prueba porque... ¡Qué divino es ser loco! (Méndez, 1955: 10).

Indudablemente, en la obra de Conny Méndez, “la locura” va a ser una delimitación. El diseño de una posición dentro del campo cultural que, con mayores o menores inestabilidades, va incidir en su relación con el pasado. En ese proceso de (de)formación institucional y confrontación de experiencias individuales, el espacio para la política contingente va a estar contaminado por un redescrubrimiento de representaciones de la ciudadanía a lo largo del siglo XX, como la mujer letrada, los venezolanos descendientes de los indígenas o los integrantes de las clases populares. Del mismo modo, la vocación de “tener cosas” expuesta por la autora va a hacer de su subjetividad un territorio ideal para la coexistencia de lo práctico y lo imaginario. Al asumir la locura como una nueva identidad, la autora decide sistematizar el pasado de este constructo y, por tanto, el texto prometerá la generación de una RNC

157


nueva historia. Quizás lo más interesante de esta promesa radique en el carácter explícito que imprime la autora a la dupla creación/ historización. En la misma medida en que la voz narrativa se inventa dentro del espacio social, consigue dar luz a su pasado. Por ello, se puede afirmar que el personaje en sí mismo va a detentar un carácter y una voz arcaizantes. En otras palabras, durante el proceso de generar “sus cosas” la autora recupera el pasado para dejar signos de su existencia y, paralelamente, construye un documento que fungirá como una memoria futura. Es decir, toma de sus fuentes orales y de la apropiación del registro del habla coloquial el material necesario para otorgarle carácter de documento a su presencia en diversos momentos y espacios del siglo XX. Esta instauración del recuerdo será también una forma de producir modelos culturales. Aún más, la clasificación subjetiva que se despliega a lo largo de esta propuesta de pasado va estar determinada por las imágenes que encarna y las que produce cada uno de los personajes. Ahora bien, si se piensa este tránsito hacia la interiorización del pasado y su fluctuación entre lo social y lo personal en la obra Memorias disparatadas, de Cristina Ferrero, emergerán nuevos elementos. Por ejemplo, una necesidad de contemporanizar el recuerdo para dialogar con la tradición, más que para comprender el presente y, a la par, una declarada intención de usar socialmente la historia, sea cual fuere su contenido. Una de las primeras referencias a estas visiones aparece en el “Pórtico”, donde Cristina Ferrero cede la palabra a una voz narrativa que es a su vez su alter ego: el personaje Carmen Farabuti. Este constructo intenta disculparse con el lector, de hecho, anuncia que explicará “el motivo de que este libro haya sido escrito” (p.15): Manifestábale yo aquella vez, a una mujer simpatiquísima, cuya charla, por lo acelerada y copiosa, hace pensar en una porción de metras rodando por una escalera], aprovechando una de sus muy raras pausas que me angustiaba un tanto el retorno a la vida normal, en vista de que, a consecuencia seguramente de largos padecimientos, venía notando que adolecía de ciertas amnesias parciales, de unas como lagunas en mis recuerdos de los últimos años. Sin embargo, había observado, continué, que RNC

158


por el contrario, las memorias de mi infancia, de mi madre y de mis hermanos, se presentaban dentro de mí con una claridad sorprendente [...] La respuesta rápida e impensada de amiga me cortó la respiración: No te preocupes, chica! (sic) A mi mamá cuando ya se iba a morir, le sucedía exactamente lo mismo. (Ferrero, 1959: 15-16).

Obviamente, la recuperación del pasado como forma de supervivencia no suponía ya para la década de los cincuenta, ninguna novedad dentro del pensamiento latinoamericano. Por el contrario, el auge de la novela histórica, los libros de memorias y las crónicas, había nacido casi a la par de la fundación republicana; no obstante, existen al menos tres elementos que singularizan este comentario en la voz de una mujer letrada en el perezjimenismo. En principio, la mujer doméstica sabe que aunque “no se ha muerto” (p.16), está condenada a desaparecer como subjetividad y quiere dejar constancia de su existencia en la Venezuela moderna; en segundo término, quizás por el gesto excluyente del nuevo proyecto nacional, se niega la posibilidad de un presente deseable, digno de ser recordado; por último, cuando se emplea el sustantivo “metras”, se incluye en el texto una nota aclaratoria que las define como “canicas”, gesto que señala la construcción de un narratario extranjero e inclusive geográficamente muy distante a la “muchacha de provincia”, que en términos explícitos se solicitaba. El personaje Carmen Farabuti estaría entonces exigiendo un territorio de pertenencia dentro de los límites nacionales, tanto a sus pares femeninos como a los lectores más eruditos que se afirmaban como únicos dueños del registro impreso. Esta intención toma rasgos más definitivos cuando la voz del personaje principal borra los límites entre la alta cultura y la cultura popular, pero no bajo la aparente sumisión que determinó las primeras expresiones de Ferrero, sino en un tono desacralizador, que legitimaba los discursos populares y, por tanto, tildados de banales como herramientas de construcción del “yo”: Y es que la historia de mi HOGAR (así, en letras mayúsculas) fue tan hermosa y divertida, que fijarla en el papel sería una bella distracción. He recordado, pues; he soñado, he escrito, me he reído RNC

159


mucho... y a ratos he llorado. Pero no me he muerto. Y el resultado final está aquí, en este libro de memorias familiares. Desordenado, caprichoso, humorístico, tierno algunas veces y cursi muchas, como la vida. (Ferrero, 1959: 16).

Se vislumbra, en este fragmento, un deseo de intervenir tanto la exigencia de la estética realista, en la literatura venezolana, como en la resignificación de la cultura popular. La intimidad –ahora en mayúsculas– adquirirá una relevancia innegable dentro de este discurso, en cuyo interior, ser venezolano, tachirense o mujer perderá su condición inmutable y/o estereotípica, a favor de la particularidad que otorgan la autoría y la historia. Paradójicamente, la fijación de los significantes en torno al saber no institucionalizado lo hace susceptible de manipulación. El manejo performativo y retórico de la memoria permite que su escritura no regle, como en el caso de la Historia, los hechos, sino que los ponga en circulación para dar cabida a la voz de esa mujer condenada a desaparecer. O, lo que es lo mismo, el reconocimiento de la cursilería, el desorden y la afectivización como rasgos estilísticos del discurso que está por comenzar, permite que la voz narrativa parodie la distancia que siempre existe entre el cuerpo y la identidad asignada, para así cuestionar los presupuestos epistemológicos de la narrativa realista. Se trata de la coronación de ese tránsito entre los público y lo privado, determinante para el nacimiento de las escrituras de la contramemoria. Las alternativas de rememoración mostradas en estas obras dejan claro que los límites entre la intimidad pretendidamente femenina y la vida pública rememorable en el discurso historiográfico se establecen únicamente desde la posición subjetiva que se elige para hablar, por tanto, no existen ni podrán existir identidades o pasados inevitables.

RNC

160


BIBLIOGRAFÍA FERRERO DE TINOCO, CRISTINA. (1959). Memorias disparatadas. Edime, Caracas. GONZÁLEZ DELUCA, MARÍA ELENA. (2007). Historia e historiadores de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. Caracas, Academia Nacional de la Historia. MÉNDEZ, CONNY. (1955). Memorias de una loca. Nueva Segovia, Barquisimeto. PINEDA, RAFAEL. (1955). “Prólogo en vísperas marcianas” En: Méndez, Conny. Memorias de una loca. Nueva Segovia, Barquisimeto. RIVAS ROJAS, RAQUEL. (2010). Narrar en dictadura: renovación estética y fábulas de identidad en la Venezuela perezjimenista.Fundación Editorial El perro y la rana, Caracas.

RNC

161


Francisco Mieres.


Lolola Hernández-Barbarito

ALBA SUDACA VS. OCASO CAPITALISTA un acercamiento al pensamiento de Francisco Mieres

La reciente publicación del libro Alba sudaca vs ocaso capitalista que recoge un conjunto de editoriales de la Revista Sudaca elaborados por el profesor Francisco L. Mieres, publicado por la Editorial Trinchera con el esfuerzo de Mercedes Otero y Paulino Núñez M., constituye un marco teórico e histórico sumamente valioso para el abordaje investigativo del presente y del futuro de nuestra Madre Tierra, de Nuestramérica y de la Venezuela bolivariana. Aunque, dada la vigencia de sus reflexiones, pudiera sentirse como el diagnóstico de la realidad actual. El profesor Francisco López Mieres fue el fundador de la revista Cuadernos Nuevo Sur-Sudaca que constituyó para él y para todo el equipo que lo acompañó durante muchos años, como Violeta Roffé, Antonieta Rodríguez, además de la propia Mercedes Otero, su compañera durante muchos años, un esfuerzo por impulsar el conocimiento de las realidades de los pueblos del Sur, particularmente de América Latina y el Caribe, frente a un mundo mediático que los somete y oculta sus particularidades y necesidades más profundas. Era para él un instrumento de la lucha de los condenados de la periferia, hoy no solo subdesarrollada sino peligrosamente contaminada. Ella fue una trinchera por la defensa de RNC

163


precios justos para el petróleo, para difundir la necesidad de crear un modelo de desarrollo que pudiera garantizar el equilibrio del ser humano con su ambiente, para denunciar los verdaderos efectos de la globalización capitalista, la profundidad de la crisis del sistema, las virtudes del socialismo y particularmente de uno que pudiera apoyarse en la genuina democracia y en las tecnologías populares y alternativas para impulsar un proceso de desarrollo agrícola e industrial generador de empleos e impulsador de la creatividad local, nacional y sudaca, o sea, de los pueblos del sur. Fue nuestro investigador un profesional con una visión integral del mundo, del país, con una altísima sensibilidad social y una angustiada lucha por alcanzar la utopía que orientaba sus pasos. Fue autor de textos de economía venezolana, de economía petrolera, particularmente en el abordaje de temas como la crisis energética, la relación entre la economía y el ambiente, la nacionalización petrolera, entre muchos otros. En este libro que nos ofrece la Editorial Trinchera, Mieres realiza, en primer lugar, una crítica férrea a la globalización capitalista; en segundo lugar, profundiza en la necesidad de asumir la reflexión y con ella la defensa del ambiente para salvar a la madre tierra; en tercer lugar, realiza un conjunto de reflexiones sobre la persistencia del subdesarrollo y, en consecuencia, la necesidad de luchar contra la pobreza y la dominación que él conlleva. Finalmente, a lo largo de los editoriales atiende el caso venezolano, muestra sus preocupaciones y propuestas para garantizar el éxito de la revolución bolivariana. La crítica a la globalización capitalista la muestra tanto cualitativa como cuantitativamente en su fracaso por alcanzar el crecimiento de la producción y del empleo. Además de las cifras correspondientes, cita el profundo testimonio de Viviane Forrestier y su Horror económico que muestra el desaliento que sufre la juventud francesa, en ese momento, lo que hoy se extiende al ámbito mundial, al sentir el rechazo del modelo económico-social a su incorporación como trabajador por primera vez, aun siendo profesional, simplemente porque no hay una oferta de empleo y de haberla solo sería temporal. Lo que Mieres describe para los años 1992 al 2006 se evidencia hoy en toda Europa con las crisis de la deuda, más evidenciada hasta ahora en Grecia, España, Portugal e Italia, pero RNC

164


que influye y amenaza con profundizarse en toda la zona Euro, como suele llamársele. El segundo aspecto que aborda a lo largo de todas sus reflexiones es la debilidad de aquellos enfoques teóricos, incluido el marxismo que él asume y enriquece, al dejar fuera del análisis del desarrollo la variable ambiental. Describe los esfuerzos vinculados a Brasil 92, al Protocolo de Kioto, y su pensamiento, al igual que el discurso del Fidel Castro pronunciado hace 20 años, muestra plena vigencia ante las deliberaciones de la Cumbre de Río + 20 que se desarrollan en este junio 2012. Vemos de nuevo como la conciencia ambiental solo ha crecido en las Cumbres de los Pueblos, no en las burocracias internacionales, gubernamental y transnacional que intentan ahora seguir lucrándose con lo que han llamado la Economía Verde, a la vez que culpan de la destrucción ambiental a los pueblos del Sur. Para él la estrategia debe apoyarse en el esfuerzo de denuncia de los movimientos sociales hasta que los gobiernos sean capaces de asumir sus responsabilidades como intentan hacerlo hoy los países del ALBA en Río + 20. En el marco de estos planteamientos llega a plantear la necesidad de delinear una nueva teoría que tenga como núcleo la ecología y dentro de ella la energía, como la base integradora del conocimiento. El tercer aspecto que destaca en sus planteamientos es el de la persistencia del subdesarrollo, ahora ampliado geográficamente con las repúblicas ex soviéticas. Los países subdesarrollados, nos dice, no son solo pobres y dependientes, sino también contaminados. Con base en el conjunto de estas tres reflexiones llega a la conclusión de que se requiere un nuevo orden mundial y de un marco teórico que ayude a impulsarlo en el cual se acabe con el protagonismo del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, reemplazados por los movimientos sociales, sindicatos y foros regionales, del Sur y estratégicos como la OPEP, que cuente con el apoyo de Rusia y China. De esta última reconoce su poder ante EE.UU. por el control que tiene sobre la mayor parte de sus bonos del tesoro, pero también destaca sus críticas frente al modelo de socialismo de mercado que la ha caracterizado en los últimos años. Se requiere entonces construir un Estado Global, con núcleos de integración regionales así como superar el caos financiero y monetario. Esta crisis financiera contemporánea, Mieres la explica desde sus raíces considerando tanto la expansión monopólica global, el RNC

165


papel de la microelectrónica en el incremento de la productividad, el consecuente desempleo y la caída del consumo, lo que llevó al crecimiento desmesurado del capital financiero con sus capitales golondrinas generadores de vulnerabilidades económicas a lo largo y ancho del mundo. La búsqueda de centros de inversión lleva a los monopolios hacia el Sur a propiciar la privatización de las empresas estatales estratégicas, imponer acuerdos de libre comercio y de inversiones, con el consecuente quiebre de los sectores productivos y la creciente dependencia de los países subdesarrollados. Una crisis que muestra un desequilibrio entre el capital financiero y el productivo que solo los Estados podrán corregir con políticas de crecimiento del empleo, de atención social y de control de los recursos básicos y las finanzas, manejadas con espíritu emprendedor. Todo esto con la urgente atención impostergable a los ecocidios y la búsqueda de un modelo productivo que armonice con el ambiente. En el desarrollo de este diagnóstico, que bien podría ser el que acompañe a la crisis actual de la Eurozona y a la de los EE.UU., Mieres plantea la necesidad de atender los efectos negativos del monopolio de la información para superar el consumismo y el derroche, e inclusive alcanzar un mundo de paz. Este poder sobrepasa hoy día al de los medios de producción, como lo planteaba Marx. Los medios sirven para generar necesidades artificiales y promover la obsolescencia planificada, ambas estrategias promotoras del consumismo, pero también sirven a la generación de conflictos en zonas estratégicas para el gran capital como ha sido el Oriente Medio petrolero. Lo vimos en la crisis creada en Iraq con el argumento falso de las armas de destrucción masiva y en Libia con los montajes audiovisuales que buscaron justificar la intervención de la OTAN y que ocasionó la muerte de Gadafi y el derrumbe de la sociedad más desarrollada del África. Es la realidad virtual que se opone a la verdadera y que permite a los poderes imperiales justificar sus agresiones. De allí la importancia del accionar de los movimientos sociales con sus denuncias frente a las cumbres de los países poderosos e implementar medios de comunicación propios como Telesur y la Radio del Sur. Finalmente se destaca a lo largo de sus editoriales, la defensa de la naturaleza humana de la América Latina y de Venezuela RNC

166


en particular, con su fortaleza producto del mestizaje que fundió en un solo pueblo la sabiduría y capacidad de resistencia de nuestros aborígenes y afrodescendientes con la ciencia venida de Andalucía que recogió las investigaciones y aplicaciones de los pueblos árabes en la agricultura, la medicina, la construcción, la astronomía, etc. Todo lo que explica el papel protagónico de los llaneros en la lucha por la independencia de América Latina y el alma llanera en nuestras expresiones musicales como la fiesta del joropo, híbrido de las tres raíces de nuestra cultura. Para atender la situación nacional hace un llamado a los intelectuales, a las universidades en particular y avanza una serie de recomendaciones, muchas de las cuales nacieron de un documento elaborado originalmente en un foro convocado por él, denominado La Universidad y el País frente al Paquete Económico y que luego fue recogido en las propuestas que desde sectores vinculados a la UCV y otros del quehacer ambientalista lo acompañaron en tiempos de la elaboración del I Plan de Gobierno del Presidente Hugo Chávez. Muchas de ellas han encontrado aplicación en el proceso revolucionario bolivariano, otras están pendientes y constituyen objetivos históricos en el II Plan Socialista de la Nación para el período que se inicia el 2013. La primera que se destaca ha sido la defensa de los precios del petróleo en el marco de la OPEP, en este caso acompañada con una política de austeridad en la producción petrolera, inspirada en el ideario de Juan Pablo Pérez Alfonso, de guardar el petróleo para las generaciones futuras. La segunda, el rescate de la soberanía sobre los sectores estratégicos y recursos, incluida la verdadera nacionalización de la industria petrolera que se produjo a raíz del golpe de Estado y subsecuente sabotaje petrolero que recuperó a la industria de la gerencia transnacionalizada. Además de la recuperación de la industria del hierro, del cemento, entre otros. La tercera tiene que ver con la política monetaria, de salarios, precios e intereses. Desde entonces, Mieres insistió en la necesidad de aplicar un control de cambio y de precios combinado con incrementos permanentes de los salarios y oferta de tasas bajas de interés para la agricultura, la pesca y la industria. Mantenía la RNC

167


necesidad de darle un impulso acelerado a la industrialización, de allí que aceptara el cargo de presidente de Corpoindustria. Este proceso se ha venido realizando, pero no desde una estrategia continua y acelerada, sino de manera voluntariosa como se podría calificar las nacionalizaciones de empresas quebradas o en conflicto con sus trabajadores, caso de Los Andes y Diana, entre otras; o las construidas con base en acuerdos internacionales con Irán, como es el caso de la fábrica de harina de maíz, país con el que además se construyen tractores y automóviles. Con China, se avanza en el ensamblaje de electrodomésticos, celulares, carros y además satélites y viviendas, también construidas con apoyo de Rusia, además de armamentos. Con Argentina y Brasil se negocian fábricas de tractores y de equipos de producción diversos. Quedaría pendiente, dentro de la concepción de Mieres, el lanzamiento de la pequeña y mediana industria, preferiblemente cooperativa o de capital social que, apoyándose en tecnologías populares y alternativas en general, propicien el autoabastecimiento de alimentos y bienes de primera necesidad para la población, con el efecto multiplicador del empleo y el desarrollo tecnológico propio, bases de la independencia económica del país. Dentro de esta estrategia agroindustrial, la agricultura debe ser sustentable por lo que sería hoy un crítico feroz a la Economía Verde y a la producción de agrocombustibles en los espacios y con los productos agrícolas que sirven a la alimentación humana. En armonía con estas ideas, proponía en el I Plan de Gobierno para Chávez el traslado de la capital hacia la región del Orinoco lo que le permitiría contar con agua y energía en abundancia para la población y los desarrollos productivos de la región capital; y preveía, para las ciudades en general y este caso en particular, la creación de cinturones verdes a su alrededor lo que garantizaría, además de buen aire y clima, el autoabastecimiento alimentario urbano. Fue un defensor de las medidas del gobierno orientadas a recuperar la industria petrolera, canalizar sus ingresos hacia la inversión social; la ley de pesca, el desarrollo de las misiones y el apoyo del gobierno a los sectores empobrecidos de EE.UU., como Bronx y la ciudad de Londres, y al reconocer los cambios que se producen RNC

168


en América Latina con Chiapas, en México, el Frente Amplio en Uruguay y Lula en Brasil hace notar el despertar de los pueblos latinoamericanos tanto en lo referente a los aconteceres nacionales como los referidos al proceso de integración regional, por lo que otorga enorme valor a los avances de la integración regional, con Petrocaribe, el ALBA, el Banco del Sur y el Sucre. La idea del Banco del Sur así como la de Universidad del Sur, aún pendiente su concreción, caminó con él durante varias giras que hizo a la región en sus últimos años, mucho antes de su puesta en discusión. Aspiramos que cuando se concrete el proyecto de la Universidad del Sur, la escuela de Energía pueda llevar su nombre. En conclusión, se puede afirmar que la lectura de este libro llevará al lector, como bien lo dice Paulino Núñez en su prólogo, a reflexionar sobre grandes y variados tópicos de nuestra realidad mundial, regional y nacional con la profundidad, agudeza y compromiso con que Francisco Mieres asumía los retos que se autoimponía para lograr la maduración del proceso revolucionario al que dedicó su vida.

RNC

169



CRONISTAS DE INDIA S


Imagen de archivo.

RNC

172


Gustavo Pereira

el Diario de a bordo de Colón o la primera proclama del

colonialismo en el Caribe El viento gime en las cuerdas...

Juan Antonio Pérez Bonalde

Y sus almas violentas y salvajes con modorrosas telarañas cubren.

Luis Palés Matos

Un palo labrado a la deriva El 11 de Octubre de 1492, un día antes de ser avistada la isla de Guanahaní –que nombrara Colón San Salvador– entre las sosegadas refulgencias de la madrugada del trópico, ven los marineros de la carabela Pinta sobre las aguas una caña y un palo “y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra hierba, que nace en tierra y una tablilla”1. Intuyeron por ello cercana la costa “y respiraron y alegráronse todos”. El pequeño madero es el primer atisbo del ulterior deslumbramiento, balbuciente evidencia de que a poco navegar la mano que fijó contorno en aquel báculo, cayado o mango descolorido a la deriva, liberaría otros resplandores. Paradoja terrible también, porque tal hallazgo simbolizaría la bifurcación en maravilla y tragedia que a ultranza cruzara, cual mandoble rutilante y asolador, la historia de la América indígena.

1

Cristóbal Colón (1982), Textos y documentos completos, Madrid: Alianza Editorial, p.28. Los cuatro viajes del Almirante y su testamento (Relación comprendida por fray Bartolomé de Las Casas). México: Espasa-Calpe, (1958), (p.58.) Las citas subsiguientes del Diario corresponden a estas ediciones. RNC

173


Al caer la tarde, ruega y amonesta el Almirante a su tripulación para que hiciesen buena guardia en el castillo de proa y observasen atentos el confín de la mar, ofreciendo al que primero viese tierra un jabón de seda, amén de otras mercedes prometidas por los reyes, que eran diez mil maravedíes. A las dos de la madrugada la silueta de una isla emerge de la bruma del océano. A dos leguas de ella, las naves amañan las velas, quedando con el treo “que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda” hasta el día siguiente, viernes, en que llegaron. “Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Anés (sic), su hermano, que era capitán de la Niña”. Ante el paisaje inusitado los navegantes se extasían. Aquello que Colón y sus compañeros ven o creen ver deviene de secretos anhelos alimentados en mente europea por una edad histórica que ha propiciado, con sus cerrojos, los vuelos de la imaginación. El feudalismo agoniza. La esfericidad de la Tierra, junto a otras “herejías”, se discute. Y aunque reputados jerarcas de la Iglesia argumentan contra tal descabellada suposición con la tesis de que, de ser cierta, los habitantes de las regiones antípodas se hallarían imposibilitados de ver a Cristo a su regreso a este mundo (cosa que “Dios en su docta e infinita misericordia”, bajo ningún respecto podría consentir), entre gente ilustrada se admite como factible arribar a las ricas regiones del Oriente navegando hacia Poniente. Pero ¿habría alguien tan insensato –se preguntaban, citando a Lactancio, ciertos religiosos y tratadistas de Salamanca cuando el asunto fue discutido allí [...] como para creer que haya en las antípodas hombres con los pies opuestos a los nuestros, gente que ande con los talones hacia arriba y la cabeza colgando para abajo, que exista una parte del mundo en que las cosas todas se hallan trastocadas, donde los árboles crezcan con las ramas hacia abajo, y donde llueva, granice y nieve hacia arriba? Esta idea de ser esférica la Tierra ha sido causa de inventarse esa fábula de los antípodas con los

RNC

174


calcañares por el aire; porque los filósofos, una vez que han errado, siguen adelante con sus absurdos, defendiendo uno con otro nuevo2.

Había, sin embargo, insensatos. Los hay en la propia España, en donde una burguesía insipiente urde planes expansionistas para sus telares y manufactureras. Y también en otras naciones europeas. Allí, una pléyade de navegantes, aventureros, cartógrafos, físicos, peritos y viajeros de toda laya ha generado una imprecisa y contradictoria gama de rutas imaginarias o verídicas. ¿Qué noticias, informe y evidencias sustentan a este presumible insensato genovés llegado de Portugal con pretensiones de virrey para intentar la gran aventura? “Fue la autoridad de muchos hombres doctos –escribe su hijo Fernando–, que dijeron que desde el fin occidental de África y España, podía navegarse por el Occidente hasta el fin oriental de la India y que no era muy gran mar el que estaba en medio”3. ¿Acaso sabe antes de partir que va a hallarse, no con el Asia, sino con un mundo nuevo (la península de Cattigara) que las cartas de Martín Behaim y sus propias constataciones ubican al Occidente?4. En 1441, los portugueses, cuyo empalme geográfico abría para ellos las puertas de la mar océano, han alcanzado las riberas africanas de Guinea, usufructuando desde entonces las riquezas naturales de ese país y esclavizando a los nativos. El oro, el marfil y las especias de África despertarán pronto la codicia de otras naciones. Hasta qué punto se hallaba socavado el feudalismo para fines del siglo XV, a qué hondura carcomido en sus entrañas por fuerzas sociales emergentes, lo prueba la sed de acumulación de oro que, 2

Citado por Charles Duff, (1938). La verdad acerca de Cristóbal Colón y del descubrimiento de America.Madrid: Espasa-Calpe., (p.50).

3

Colón, Fernando.(1938) Historia del almirante de las Indias don Cristóbal Colón. México: Editora Latinoamericana, (p.50).

4

De Mahieu, Jacques. (1979). L´imposture de Cristophe Colomb (La géographie secrète de l’Amerique). París: Editions Copernic, (p. 91). RNC

175


como señala Engels, se enseñorea por toda Europa: “ORO era lo que buscaban los portugueses en las costas africanas, en la India, en todo el lejano Oriente, ORO era la palabra mágica que impulsaba a los españoles a cruzar el Atlántico, rumbo a América; ORO era lo primero por lo que preguntaba el blanco cuando hollaba una playa recién descubierta”5. En nao portuguesa, bajo tempestades o barracas, o al abrigo de cielos trillados, el mismo Cristóbal Colón ha navegado y constatado venturas, prodigios y honores de nuevos “descubrimientos”. Lo ha hecho al comienzo, mozo de 14 o 15 años, para traficar con lana y seda desde su Génova natal: Entré a navegar en el mar de muy tierna edad –escribe a los Reyes Católicos– y lo he continuado hasta hoy, pues el mismo arte inclina a quien le sigue a desear saber los secretos de este mundo, y ya pasan de cuarenta años que le estoy usando en todas las partes que hoy se navega; mis tráficos y conversaciones han sido con gente sabia, latinos, griegos, indios, moros y otras diferentes sectas, y siempre he hallado a Nuestro Señor muy propicio a este deseo mío, y se sirvió de darme espíritu de inteligencia, hízome entender mucho de la navegación, diome a entender lo que bastaba de la astrología, geometría y aritmética; me dio el ánimo ingenioso y las manos hábiles para pintar la esfera y las ciudades, montes, ríos, islas y todos los puertos, con los sitios convenientes de ella. En ese tiempo, he visto y estudiado en ver todos los libros de cosmografía, historia, filosofía y otras ciencias, de manera que Dios Nuestro Señor me abrió el entendimiento con mano palpable para que yo vaya de aquí a las Indias, y me puso gran voluntad en ejecutarlo6.

Por lo demás, él sabe que un navegante portugués –Diego Taire–años antes había zarpado de Lisboa hacia occidente, a instancias del rey Enrique el Navegante, en busca de la fabulosa Antilla (o Antilia), presuntamente poblada por los refugiados de las guerras 5

Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1974). Materiales para la historia de América Latina (Compilación y traducción de Pedro Scaron). Buenos Aires: Ediciones Pasado y Presente, (p. 46).

6

Citado por Fernando Colón, ob. cit., (p. 26-27). RNC

176


moro-cristianas del siglo VIII y cuya presencia la esfera del cartógrafo Behaim (1436-1507) ya señalaba antes de 1492. A cierto Fernaö Domingo do Arco, nativo de Madeira, había dado, en 1484, licencia del rey Juan II para hallar una innominada isla en el Atlántico, y dos años después había hecho lo propio con Fernaö Dulmo, de las Azores, para realizar un largo viaje de descubrimiento. Cerrada abruptamente –en virtud de la toma de Constantinopla por los turcos– la ruta tradicional a la India de la especiería, al Cipango de oro, a la tierra de la maravilla no hallada, la necesidad de descubrir derroteros alternos ha impulsado aventuras, empresas y quimeras. Apenas dos años después de este hito histórico –que señala, según algunos, el despunte de la Edad Moderna– el Papa acordaría a Portugal el monopolio del comercio, exploración y explotación de los territorios encontrados en el trayecto hacia la India. Parece cuestión de poco tiempo hallar la nueva vía. Aportes árabes al arte de navegar, entre ellos la invención del astrolabio –que Colón no utilizó, pero con el cual los marinos europeos pudieron calcular la latitud y determinar la altura del sol, la luna y las estrellas–, franquean para el naciente capitalismo las rutas oceánicas. Que los portugueses cuentan con llegar hasta el Asia circunnavegando el África lo atestigua además el hecho de que por esa época, también a instancias de Enrique el Navegante –quien por otra parte era el impulsor de las investigaciones que permitieron la construcción de la carabela, el barco apropiado para tan largas travesías– un cartógrafo veneciano, Fra Mauro elabora una carta geográfica que patentiza tal posibilidad. Catorce años atrás Paulo Toscanelli, desde su Florencia natal, había escrito a Colón la célebre carta en la que describía, hacia Poniente, el país del Gran Kan (Addenda, I). A comienzos del mes de enero de 1492, los Reyes Católicos logran expulsar a los moros de su último reducto en Granada. El hecho sella la estancia y dominación árabe de casi ocho siglos, pero a él se agrega otra oportuna circunstancia: el más rico de los cardenales, el español Rodrigo de Borja (a quien después italianizarían el apellido en Borgia), sobrino de Calixto III, ha comprado a alto precio la dignidad pontificia y sube con el nombre de Alejandro VI. Ambas coyunturas permiten a las clases dirigentes españolas iniciar sus empresas marítimas. A escasos cuatro meses de RNC

177


la toma de Granada, sale Colón de allí con autorización real para armar en Palos tres navíos, y coetáneamente con la ascensión de Borgia al papado se hace a la mar. Es 3 de agosto de 14927. ¿Qué lleva a este oscuro, terco o insondable navegante a trasponer las tenebrosas regiones del mar de los Sargazos? ¿Qué confianza absoluta guía su brújula y qué seguras fuentes de información nutren su arrojo? Él había oído decir a muchos pilotos hábiles, cursados en navegación de los mares occidentales, en las islas de los Azores y en la de Madeira, por muchos años, cosas que le persuadían de que él no se engañaba, y que había tierras no conocidas hacia Occidente. Cuenta Fernando Colón que Martín Vicente, piloto del rey de Portugal, le dijo que hallándose a 450 leguas hacia Occidente del cabo de San Vicente, había sacado del agua un madero perfectamente labrado, y no con hierro, que el viento de Poniente había traído [...] Pedro Correa, cuñado del Almirante, le dijo que él había visto hacia la isla de Puerto-Santo una pieza de madera, semejante a la primera, venida de la misma parte de Occidente; y añadía saber del rey de Portugal, que hacia la misma isla se habían hallado en el agua cañas tan gruesas, que de nudo a nudo cabían en ellas nueve garrafas de vino [...] Los moradores de las Azores le contaron que cuando soplaba viento del Poniente, arrojaba el mar en sus orillas, especialmente en la isla Graciosa y el Fayal, algunos pinos que no había en ellas. Añadían algunos, que en la isla de las Flores hallaron en la orilla dos hombres muertos, cuya cara y traza eran diferentes de los de sus costas. Supo también de los moradores del cabo de la Verga, que habían visto almadías o barcas cubiertas, llenas de una especie de gente de quien jamás habían oído hablar. (p. 40-41). (negritas nuestras).

Por largo tiempo el empecinado navegante ha montado su teatro a nobles, príncipes y reyes. Ante ellos mostró cartas terrestres

7

Solo seis años después Vasco de Gama, al mando de una flota de trece embarcaciones portuguesas, alcanzará –doblando el cabo de Buena Esperanza– la India. RNC

178


y celestes, trajo evidencias, escamoteó testimonios, hizo y rehízo el lejano fulgor de Catay, el pálido encanto de doncellas trajeadas de alhajas, el curso y el discurso de las aguas, el soñado antruejo del oro, el diamante, las perlas, las especias. Él, que ha vendido vinos en Savona, telas y quesos en Génova, ha sido, dice, equipaje de naves, timonel avezado, capitán en quien el pulso de las aguas palpita. Sabe por el Imago Mundi de Pierre d’Ailly –viejo tomo descolorido que jamás abandona– que entre las costas de Marruecos y las orientales de Asia no hay distancia mayor que la de unos pocos días a vela de buen viento. Acaso es verdad que acompañara al astrónomo José Vicinho en la carabela que lo condujo a Guinea para comprobar las medidas de Al-Fargahani sobre el cinturón ecuatorial (lo que no le impide calcular, inexacta y descabelladamente –¿o más bien consciente y astutamente como intenta probar Mahieu?– la circunferencia terrestre y ubicar a Cipango a 2.400 millas marinas de las islas Canarias en vez de las 10.600 que en efecto las separan). (Addenda, 2). No obstante, cuando aborda la chalupa que lo conducirá a la nave capitana, baja, sobre el espejo de su pasado, un manto de niebla que ya no le abandonara.

Cuentas de vidrio por pendientes dorados Mientras los navíos avanzaban, la fulgencia de las aguas se metía en el cielo como en cúpula de iris. La travesía, plana y aburrida, ha pasado como un desasosiego expectante desde que salieran de la Gomera, en las Canarias, hace 37 días. Inquieta, casi a toque de motín, la marinería quiere tornarse. Sin embargo, aves, hierbas, sargazos y otras señales presagian tierras cercanas. El jueves 11 de octubre, después de medio día, cobran gran ánimo y alegría porque hallan indicios manifiestos de estar cerca de tierra. Los de la nave capitana ven pasar junto a ella un junco verde y después un pez verde de los que no se alejan de las rocas. Los de la Pinta divisan una caña y un bastón, y toman otro palo labrado ingeniosamente. Estando después el Almirante en el castillo de popa, dos horas antes de la medianoche, vio una luz en tierra, pero dice que era de RNC

179


modo que no se atrevía a afirmar que fuese en tierra, por lo cual llamó a Pedro Gutiérrez, maestresala del Rey, y le dijo que mirase si veía la luz, y le respondió que sí; y luego llamaron a Rodrigo Sánchez, de Segovia, para que tan presto, ni después la vieron más que una o dos veces [...] La Pinta, que iba delante por ser muy velera hizo señal de tierra, la cual vio el primero Rodrigo de Triana, marinero, y estaba a dos leguas de distancia de ella; pero no se le concedió merced de los treinta escudos, sino al Almirante, que vio primero la luz en las tinieblas de la noche, denotando la luz espiritual que se introducía por él en aquellas tinieblas8.

La historia de los treinta escudos de Rodrigo de Triana ha pasado al anecdotario dubitativo del Almirante y algunos la tienen por fechoría. Aquel 12 de octubre de 1492, cuando desciende a la playa desconocida, va provisto no obstante de toda su dignidad: escolta, escribanos y banderas reales. Haya un pueblo extraño a sus ojos que lo seduce y lo maravilla, pero al que de inmediato piensa convertir a la santa fe “con amor que no por fuerza”. Se sorprende de que aquellos hombres desnudos y bronceados no lleven armas; las espadas que les muestran, escribe, “las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia”. El asombro parece mutuo y marcará para siempre el devenir de los pueblos caribeños. También quebrantará a estos seres duros, toscos exsoldados y aventureros, muchos de los cuales contarán a su regreso el portento que vieron o creyeron ver. Extasíasen los indígenas ante los bonetes colorados y las cuentas de vidrio “y otras cosas mucho de poco valor” que los extranjeros les truecan por sus aros o pendientes dorados. Los españoles, a su vez de las almadías o canoas con las que aquellos se acercan a los navíos, todas “hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo un pedazo, y labrado muy a maravilla”, y de las muestras de oro que alcanzan a percibir entre el jolgorio. Pronto la sorpresa y el asombro darán paso al verdadero sentimiento que ha arrastrado a los navegantes hasta allí. Ciertamente no se emprendió tan largo viaje, a tan alto costo, para subyugarse

8

Fernando Colón, ob. cit., (p. 70-71).

RNC

180


ante aquel pueblo o aquellos paisajes. Tantos maravedíes no han sido invertidos para regodeos espirituales ni para entregar a aquella tierra –como ingenua o mordazmente afirma un prologuista contemporáneo de la Relación o Diario Colombiano– ser y sangre incólumes, “para volcarse con alma y vida”9. “Vine por oro, no a labrar la tierra”, dirá, sin más circunloquios, pocos años después, Hernán Cortés. Desde las primeras páginas del diario a bordo, el propio Colón precisa el alcance de sus preocupaciones: “Yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vide que alguno de ellos traían un pedazuelo colgado de un agujero que tienen a la nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur o volviendo la isla por el Sur, que estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho”. (13 de octubre). Y sucesivamente: “[...] Y cuasi al poner del sol sorgí acerca del dicho cabo por saber si había allí oro, porque éstos que yo había hecho tomar en la isla de San Salvador me decían que ahí tenían manillas de oro muy grandes a las piernas y a los brazos”. (15 de octubre). “[...] Y desviado de tierras los tiros de lombarda, hay en todas estas islas tanto fondo que no se puede llegar a él. Son estas islas muy verdes y fértiles y de aire muy dulce, y puede haber muchas cosas que yo no sé, porque no me quiero detener por calar y andar muchas islas para fallar oro”. (Ídem). “[...] Esta isla es grandísima y tengo determinado de la rodear, porque según puedo entender, en ella o cerca de ella hay mina de oro”. (16 de octubre). “[...] quería llevar el dicho camino de Sur y Sureste, porque aquella parte todos estos indios que traigo y otro de quien hobe señas en estas partes del Sur a la isla a que ellos llaman Samoet, adonde es el oro”. (17 de octubre). “No es la población salvo allá más adentro, a donde dicen otros hombres que yo traigo que esta el rey que trae mucho oro” (19 de octubre). “[...] luego me partiré a rodear esta isla fasta que yo haya lengua con este rey y ver si puedo haber de él oro que oyó que trae, y 9

Anzoátegui, Ignacio B. (1958). (Prólogo a la edición de Espasa-Calpe, México. (p.13). RNC

181


después partir para otra isla grande mucho, que creo que debe ser Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo [...] y según yo fallare recaudo de oro o especiería y determinare lo que he de facer”. (21 de octubre). “[...] Algunos de ellos traían algunos pedazos de oro colgados al nariz, el cual de buena gana daban por un cascabel de estos pies de gavilano y por cuentecillas de vidrio” (22 de octubre). “Esta noche a medianoche levanté las anclas de la isla Isabel del cabo del Isleo, que es de la parte del Norte, a donde yo estaba posado para ir a la isla de Cuba, adonde oí de esta gente que era muy grande y de gran tanto y había en ella oro y especierías y naos grandes y mercaderes” (24 de octubre). “[...] y vinieron luego a los navíos más de diez y seis almadías o canoas con algodón hilado y otras cosillas suyas, de las cuales mandó el Almirante que no se tomase nada, porque supiesen que no buscaba el Almirante salvo oro a que ellos llaman nucay”. (1º de noviembre). A veces las demandas reciben abigarradas respuestas: “[...] Mostróles oro y perlas, y respondieron ciertos viejos que en un lugar que llamaron Bohío había infinito y quien lo traía al cuello y a las orejas y a los brazos y a las piernas y también perlas. Entendió más. Que decían que había naos grandes y mercaderías y todo esto era el Sureste. Entendió también que lejos de allí habían hombres de un ojo y otros con hocicos de perros que comían los hombres y que en tomando uno lo degollaban y le bebían su sangre y le cortaban su natura”. (4 de noviembre). Y así en casi todas las jornadas el oro es un fantasma cada vez más distante. De su lado, suponen los aborígenes a los extranjeros llegados del cielo y como a dioses o semidioses los acogen. No tardan en descubrir, como señala Bartolomé de Las Casas, que era en verdad extraño que quienes provenían del cielo mostraran tal codicia por el oro. El propio padre Las Casas, que pasó más de sesenta años de los noventa que vivió denunciando la iniquidades de los conquistadores, cuenta como los indios, al comprender la naturaleza del verdadero dios de los cristianos, echaron al mar todo el oro que pudieron. RNC

182


Cuando las naves llegan, en las islas ha comenzado la temporada del comercio. Regidos por un calendario secular de estaciones y códigos agrícolas específicos, los antillanos, por el mes de octubre, se aprestaban a recorrer las rutas interinsulares (y probablemente también intercontinentales) en sus canoas oceánicas, algunas tan holgadas que disponían de una parte techada en el medio y albergaban unos cuarenta y cinco remeros a cada lado. Colón anotará en su segundo viaje haber visto una de estas grandes embarcaciones, portando unos setenta hombres, en Jamaica, y Fernando Colón observa que en La Española “encontraron otra canoa hecha como la que va referida de 95 palmos, en que cabían 150 personas”. (p. 86). Prolijo sería ocuparse aquí de venturas y cuitas de este primer viaje, escamoteada de continuo entre mañas retóricas y rodeos en el diario de a bordo. No escasean allí superlativos ni menguan las descripciones desconcertadas, no por ello menos reveladoras del estupor que cierto o fingido –para decir verdad más cierto que fingido– embargaba al navegante. Sentimientos encontrados, encubiertos entre arrebatos y obnubilaciones y consignados para resguardarse de rivales, conservar secretos náuticos o salvar simplemente el pellejo, resaltan en estas páginas que no son ciertamente las de un humanista, sino las de un hombre práctico para quien el riesgo de la aventura se asimilaba a recompensas concretas. Recién llegado a aquel territorio que cree hasta su muerte el Asia, se afana en buscar sitio “donde pudiera hacer fortaleza”, manifiesta su propósito de enviar siete indios a España para que Sus Majestades se percaten de su mansedumbre y educados a la usanza peninsular sirvan con posterioridad de intérpretes, y expresan la convicción de que solo cincuenta hombres bastarían para sojuzgar aquel pueblo y forzarle a “hacer todo cuanto quisiere” la Corona. Esta lamentable –y comprensible– dicotomía invade toda la relación colombina. Independientemente de su raro poder descriptivo y sus reiteradas profesiones de fe, no hallamos en ella ninguna grandeza espiritual, ningún rasgo generoso o justiciero que pueda servir de distintivo al héroe sobre el aventurero o el comerciante. A RNC

183


veces, en la letra, el Almirante se conduce cual deslumbrado admirador de gentes y paisajes, más en los hechos ejerce como conquistador algo más astuto y flexible, pero igualmente perverso. Al principio, alucinantes le parecen aquella naturaleza, los contornos elásticos y barrocos de aquellos montes, el verdor y la prodigalidad de las tierras, aquellas clarísimas aguas y aquellas aves encendidas. No poco cautívale la condición de aquel pueblo “con tan franco corazón que era maravilla” (21 de diciembre). Cada página suya sucede en arrobamiento a la anterior, al punto de que a veces “no bastarían mil leguas a referillo ni su mano para lo escribir, que le parecía que estaba encantado” (27 de noviembre). Las naves recorren durante dos semanas, al pulso del prodigio, el archipiélago de las Bahamas. Las anotaciones del 14, 15 y 16 de octubre describen y renombran las islas Santa María de la Concepción y Fernandina (Addenda, 3). En el trayecto de una isla a otra, el quince de octubre, encuentra un indio que navega solo en una canoa. En este punto, la escritura alcanza una sobria belleza: Traía un poco de su pan, que sería tanto como el puño, y una calabaza de agua y un pedazo de tierra bermeja hecha en polvo y después amasada, y unas hojas secas que deben ser cosas muy apreciadas entre ellos, porque ya me trajeron en San Salvador dellas en presente, y traía un cestillo a su guisa en que tenía un ramalejo de cuentecillas de vidrio y dos blancas [...].

En las Bahamas, la tripulación conoce que al sur se halla una inmensa y rica isla, Cuba (llamada por él Juana), y hacia allá pone proa la flotilla. Encuentra en efecto, “la tierra y los aires más templados que hasta allí” hubiese visto, “por la altura y hermosura de las sierras” de las cuales descienden muchas aguas lindísimas; y todas las sierras llenas de pino “y por todo aquello diversísimas y hermosísimas florestas de árboles”. Del puerto dice que “los ojos tal nunca vieron”. El 27 de noviembre, al ponerse el sol, llega cerca de un cabo que llama Campana: y porque el cielo claro y el viento poco no quiso ir a tierra a surgir, aunque tenía de sotavento cinco o seis puertos maravillosos, RNC

184


porque se detenía más de lo que quería por el apetito y deleitación que tenía de ver y mirar la hermosura y frescura de aquellas tierras donde quiera que entraba.

Y acota Las Casas, esquivo: “y por no se tardar en proseguir lo que pretendía”. Al pie de aquel cabo de Campana ve un puerto maravilloso y un gran río, y de allí a un cuarto de legua otro río, y de allí a media legua otro río, y dende a media legua otro río, y dende a otra otro río, y dende a otro cuarto otro río, y dende a otra legua otro río grande, desde el cual hasta el cabo de Campana habría veinte millas. A intervalos, coteja sus descubrimientos con los realizados por los portugueses en África y pondera los suyos. Las aguas aquí, escribe, son: [...] buenas y sanas, y no como los ríos de Guinea, que son todos pestilencias porque, loado Nuestro Señor, hasta hoy de toda mi gente no ha habido persona que le halla mal la cabeza ni estado en cama por dolencia, salvo un viejo de dolor de piedra, de que él estaba toda su vida apasionado, y luego sanó al cabo de dos días.

Los indígenas que topa encuentra que son gente como las otras que ha hallado y de las mismas creencias: Y creían que veníamos del cielo, y de lo que tienen luego lo dan por cualquier cosa que les den, sin decir que es poco, y creo que así harían de especería y de oro si lo tuviesen. Vide una casa hermosa no muy grande y de dos puertas, porque así son todas, y entré en ella y vide una obra maravillosa, como cámaras hechas por una cierta manera que no lo sabría decir, y colgado al cielo de ella caracoles y otras cosas. Yo pensé que era templo, y los llamé y dije por señas que si hacían en ella oración; dijeron que no, y subió uno de ellos arriba y me daba todo cuanto allí había, y de ellos tomé algo. (3 de diciembre).

Costeando la isla cree, por su extensión, que ha llegado a las costas de China, por lo que hace el 5 de diciembre rumbo al Este, hacia el país que los nativos nombran Bohío que él supone la esplendente Cipango o Japón. Allí descubre, entre otros portentos, no RNC

185


a Cipango sino “unas vegas las más hermosas del mundo y cuasi semejables a las tierras de Castilla, antes éstas tienen ventaja, por lo cual puso nombre a la dicha isla la Isla Española” (9 de diciembre). La Española es también “la más hermosa cosa del mundo”. En ella se percatan los marineros que muchos nativos llevan al cuello, brazos o piernas adornos de oro. Este apunte de la transcripción de Las Casas, fechado el 22 de diciembre, es tan preciso como revelador: [...] Hoy envió seis hombres a una población muy grande, tres leguas de allí de la parte de Oeste, porque el señor de ella vino el día pasado al Almirante y dijo que tenía ciertos pedazos de oro. En llegando allá los cristianos, tomó el señor de la mano al escribano del Almirante para que no consintiesen hacer a los demás cosa indebida a los indios, porque como fuesen tan francos, los indios y los españoles tan codiciosos y desmedidos, que no les basta que por un cabo de agujeta y aun por un pedazo de vidrio y de escudilla y por otras cosas de no nada les daban los indios cuanto querían; pero, aun sin detalle algo se lo querían todo haber y tomar [...].

Semanas atrás, el 12 de noviembre, había consignado lo que tal vez constituya la primera declaración de objetivos del colonialismo europeo en América: [...] esta gente no tiene secta ninguna ni son idólatras, salvo muy mansos y sin saber qué sea mal ni matar a otros ni prender, y sin armas y tan temerosas que a una persona de los nuestros fuyen cientos de ellos, aunque burlen con ellos, y crédulos y cognocedores que hay Dios en el cielo, e firmes que nosotros habemos venido del cielo, y muy prestos a cualquiera oración que nos les digamos que digan y hacen el señal de la cruz. Así que deben Vuestras Altezas determinarse a los hacer cristianos, que creo que si comienzan, en poco tiempo acabará de los haber convertido a nuestra Santa Fe multidumbre de pueblos, y cobrando grandes señoríos y riquezas y todos sus pueblos de la España, porque sin duda es en estas tierras grandísimas sumas de oro, que no sin causas dicen estos indios que yo traigo, que hay en estas islas lugares a donde cavan el oro y lo traen al pescuezo, a las orejas y a RNC

186


los brazos y a las piernas, y son manillas muy gruesas, y también ha piedras y ha preciosas y infinitas especerías [...].

La ideología al lado de la explotación, pues Colón ha sopesado ilusiones y realidad, y no halla aún en esta lo que tan afanosamente busca. Por ello, apenas un año después de su primer encuentro con los apacibles taínos antillanos, inaugura la trata de esclavos en el Caribe enviando a España una nave cargada con 500 indios (que la reina Isabel, contrariada, confutará), comanda en persona las represiones y proclama, en 1495, el pago de tributo obligatorio para todo indio de La Española bajo pena de esclavitud, mutilación o muerte. En el fondo, sus móviles no han sido sino los de un hombre de empresa: Quiero ver y descubrir lo más que yo pudiere para volver a Vuestras Altezas, a Nuestro Señor aplaciendo, en abril. Verdad es que fallando a donde haya oro o especería en cantidad me deterné fasta que yo haya de ello cuanto pudiere; y por esto no fago sino andar para ver de topar en ello [...]. (19 de octubre).

Un biógrafo norteamericano de Colón escribe que este tenía “un sentido helénico de la sorpresa ante lo nuevo y lo extraño, combinado con la valoración de la belleza natural, digna de un artista”. Agrega que toda la historia de las Américas: [...] arranca de los Cuatro Viajes de Colón, y así como los griegos de las Ciudades-Estados tenían a los dioses inmortales como sus fundadores, así hoy una veintena de naciones independientes y dominios se unen en el homenaje a Cristóbal, el hijo de Génova, de animoso corazón, que llevara la civilización cristiana a través de la Mar Océano10.

Independientemente de tan exaltadas adjudicaciones a la personalidad del Almirante, no sorprende en verdad, entre las habituales faramallas colonialistas y etnocentristas de que está bien provista nuestra historia, afirmar que la de América arranca de esos cuatro 10

Morison, Samuel Eliot. (1945). El almirante de la Mar Océano, vida de Cristóbal Colón, Buenos Aires: Librería Hachette. (p. 806). RNC

187


viajes. Durante casi cinco siglos esta falacia ha intentado ocultar las secuelas de la injusticia señorial, consagrada en sepultar todo vestigio de las culturas vencidas y ponderar los “incalculables” beneficios de la llamada “civilización cristiana” en el también inapropiadamente denominado Nuevo Mundo. La imagen que trasluce Colón a través de todos sus escritos dista mucho de ser la del albacea de la heroicidad y de la poesía que Morison y otros quieren plasmar, sino la de un aventurero de su tiempo, no más, pero tampoco menos ávido de horizontes tanto como de fortuna y dignidades. El propio biógrafo norteamericano, en otros aparte de su libro, confirma los contradictorios afanes de su biografiado: Lejos de descorazonarse por este tropiezo, escribe al referirse al frustrado intento del Almirante para formalizar el comercio regular con esclavos caribes, ya que no placía a los reyes el tráfico de esclavos en América, aun con la especiosa promesa de convertirlos en cristianos y trabajadores productivos en lugar de paganos caníbales, Colón procedió a establecer un comercio de esclavos entre los habitantes de La Española. Y esto, después de haber declarado una y otra vez que los taínos eran el más amable, el más pacífico y generoso pueblo del mundo, y que solo deseaban una oportunidad para transformarse en buenos súbditos y buenos cristianos. Esclavizar a estas gentes en sus propias islas no era idea nueva en Colón: un primer pensamiento en 1492 fue el de vestirlos y enviarlos a trabajar. (p. 580).

Michele de Cúneo, testigo de los hechos, escribirá un dramático cuadro de estas primeras persecuciones y expediciones punitivas. Como resultado, unos mil quinientos cautivos fueron llevados a la Isabela y de estos unos quinientos, “los mejores machos y hembras”, fueron embarcados en las cuatro carabelas. Colón anunció entonces que cualquier cristiano podría tomar los que quisiera del resto. A las mujeres con niños de pecho se les ordenó “huir”. "Para mejor escapar de nosotros desde que temían que nos volviéramos para apoderarnos otra vez de sus personas, dejaron sus pequeños en el suelo a la aventura y comenzaron a correr

RNC

188


como gentes desesperadas”11. En otra parte, subraya Morison: “Nunca cruzó por la mente de Colón o los demás descubridores o conquistadores ninguna otra noción de relaciones entre españoles e indios americanos que no fuera la de amos a esclavos. Era un concepto basado en el esclavizamiento de los guanches en las Canarias por los españoles, de los negros por los portugueses en África, que Colón había observado y tomado por hecho, y que la iglesia había permitido” (p. 362). O bien, explicitando el aparente humanismo del Almirante: Desgraciadamente, esta franqueza y generosidad de los simples salvajes, despertó los peores rasgos de codicia y brutalidad en el europeo común. Aun el humanitarismo del Almirante parece ser simplemente político, mero medio para un eventual esclavizamiento y protección. Pero para los intelectuales de Europa, parecía que Colón había retrocedido varios milenios, y encontrado gente que vivía en la Edad Dorada, esa brillante mañana de la humanidad que existió solamente en la imaginación de los poetas .(p. 295).

O para referirse a la proverbial avidez colombina: “Debe confesarse que Colón hubiera vivido más feliz en sus últimos años de haber poseído un sentido menos agudo de sus derechos pecuniarios”. (p. 798). Con toda razón escribió con su acostumbrada perspicacia José Martí: Que Colón fue más personaje casual que de mérito propio, es cosa de prueba fácil, así como que se sirvió a sí más que a los hombres, y antes que éstos pensaba en sí, cuando lo que unge grande al hombre es el desamor de sí por el beneficio ajeno12.

Pero por sobre valores literarios que nadie ha podido, con o sin holgu11

Portuondo, Fernando.(1977). El segundo viaje del descubrimiento, (Cartas de Michele de Cúneo y Álvarez Chanca). La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, (p.24-26).

12

Martí, José. (1964). "Libro de Notas", en: Obras completas. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, vol. 18, (p.286). RNC

189


ra, dispensarles, las páginas atribuidas al llamado descubridor –escritas o no efectivamente por él13 – son el primer testimonio europeo sobre América y este testimonio, por muchas razones, ubica lo privativo americano (lo humano y lo geográfico) a distancia de la visión llamada después occidental, portadora de elementos subjetivos y equívocos que la ideología capitalista dominante perfilaba ya sobre pueblos y culturas del denominado después Tercer Mundo. La de Colón puede estar aderezada –y de hecho lo estaba– con exageraciones destinadas a ensalzar la para ese momento pobre y escasa mercancía que trataba de entremeter a los reyes españoles, pero no deja de extrañar que con posterioridad poco difieran de la suya la de explotadores, cronistas y relatores europeos que sucesivamente, con variedad de prontuarios y diapasones, recorrieran América. La ingenua y casi espontánea violencia que acompaña las manifestaciones de admiración beata de estos primeros y ulteriores viajeros es también expresión del menosprecio etnocéntrico que ya entonces identificaba “civilización” con hombre blanco. No obstante, y en suma, como escribiera Marx, “el descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la incipiente conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de las pieles negras caracterizan los albores de la era de producción capitalista” que Colón acelera con sus viajes14. La gama de fulgores, soliloquios, interpolaciones y sobre intenciones del Diario y otros documentos colombinos no solo deviene de las considerables o desmesuradas ambiciones del Almirante, sino también de sus dobleces, proyectos mercantiles, astucias (como anotar falsamente las distancias recorridas en el primer 13

El Diario de abordo del primer viaje solo se conoce por la versión o extracto que de él hiciera Bartolomé de Las Casas, quien a su vez lo habría tomado de una copia perdida de 1493. Fernando Colón, hijo y biógrafo del Almirante, toma también, al parecer, esta copia para su obra, traducida al italiano por Alfonso de Ulloa en Venecia, 1571. La relación del segundo viaje se presume igualmente desaparecida.

14

Marx, ob. cit., (p.43). RNC

190


viaje), secretos de alcoba (como el que le atribuye relaciones íntimas con la reina Isabel y cuya versión, conseja o realidad, recoge Alejo Carpentier en su novela El arpa y la sombra) y quién sabe cuánto trance, peripecia y coyuntura15. Por lo demás, él actúa en este primer viaje con una seguridad de derrotero y una confianza en sí mismo sorprendentes. ¿Le guiaba acaso también, además del mapa de Toscanelli –inspirado en los testimonios de Marco Polo–, el de Behaim y los demás documentos e informes citados, la confesión del protonauta fallecido en su casa de la isla de Madeira, quien le revelara datos precisos sobre la situación de aquellas tierras descubiertas por él en un forzado viaje?16 La posesión de tal secreto prescribiría en buena parte su entereza y vanidad, perturbadas solo cuando, pasados los días sin recabar más que lastimosos cuencos de oro que apenas si alcanzaban para pagar un mástil, y unos cuantos muestrarios de plantas que poco tenían que ver con las buscadas especias, piensa en la deuda contraída con Abravanel y la pluma saca chispas a la imaginación. No se saldan las deudas de maravedíes con descripciones de Arcadias remotas, ni las arcas del banquero Santángel que ha hecho posible la empresa, con votos de fe ni promesas de evangelización. El 3 de enero de 1493, cuando decide retornar a España, el Almirante de la Mar Océano lleva apenas en su bodega un cargamento de pájaros exóticos, frutas, yerbas, pieles de serpientes y lagartos, ramas, plumas, caracoles, pedazuelos de oro y una decena de indios tomados a la fuerza. El viaje de regreso le da todavía –prodigios del trópico– pábulos para el deslumbre. El pasaje del 9 de enero transcrito por Las Casas rubrica viejas fábulas y fantasías consustanciales al pensamiento

15

Parece increíble el cúmulo de material biográfico generado por la figura del Almirante. En procura de establecer su verdadera personalidad – que no los alcances y la trascendencia de sus expediciones, pese a ello mal llamadas “descubrimientos” (que lo serían solo para los europeos, jamás para los amerindios, o africanos venidos a la fuerza) – se han publicado en todas las épocas, desde su muerte, estudios y biografías controversiales, la mayoría de las cuales sitúan con holgura virtudes, méritos y proezas que investigaciones contemporáneas han colocado en más justos términos.

16

Manzano, Juan. (1972). Colón descubrió América del Sur en 1494. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, (p. XIV). RNC

191


medieval: “El día pasado, cuando el Almirante iba al Río de Oro, dijo que vido tres sirenas que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre en la cara [...]”. ¿Realmente se equivocaba, confundido ante los manatíes u otro animal marino, o exageraba y falseaba para añadir a su ya luenga relación de alucinaciones una última ratio? La anotación del 9 de enero es resabio del carrusel de quimeras en que Colón se debate frente al pragmatismo burgués que hayamos en esta áspera observación sobre lo indios hecha días antes (16 de diciembre): Ellos no tienen armas, y son todos desnudos y de ningún ingenio en las armas y muy cobarde, que mil no guardarían tres, y así son buenos para les mandar y les hacer trabajar, sembrar y hacer todo lo otro que fuera menester y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos a nuestras costumbres.

Las noticias disformes del Diario establecieron en la parte del mundo llamada Occidente una nueva disposición humana. La presencia de aquella geografía presuntamente idílica, exultante y virginal, y la de pueblos para quienes las nociones de propiedad, religión, instrucción, progreso, conflagración o solidaridad respondían a concepciones distintas del universo, incomprensibles para los hombre de las sociedades mercantilistas europeas, revierten hacia sus páginas el interés de una primera revelación. En cierto sentido esas descripciones, como señala Pedro Henríquez Ureña, se ajustan al ideal de la belleza natural que por muchos siglos alimentó la imaginación europea, ideal que habría de ser confirmado después por lo testimonios de los conquistadores, cronistas, viajeros y exploradores. Tuvo Colón más de un motivo, en ese primer viaje, para la hipérbole, el portento y la anomalía, pero, ¿no es extraño que el paso de los siglos no haya podido borrar del todo aquella visión en el entendimiento del Viejo Mundo? América, o al menos su zona tropical, “ha conservado en la imaginación

RNC

192


de los hombres los rasgos esenciales que aparecen en la famosa carta de 1493”17. El choque de estas dos matrices culturales significó la preponderancia de la más avanzada tecnológicamente para el uso de la violencia y la acción bélica. Con ello, la persecución y el desprecio para la vencida, el exterminio de numerosos pueblos y naciones y la incorporación a los factores productivos occidentales de un inmenso territorio abarrotado de riquezas sobre el que se ejerció a la par un proceso de dominio y asimilación que ha continuado, a través del tiempo, bajo disímiles modos y protagonistas. El primer viaje de Colón abre las compuertas de otro mundo –esta vez tangible– a la imaginación y la codicia. Los relatos que la marinería contó a la vuelta, las fantasías que alrededor de las misteriosas tierras se tejieron y destejieron, las ambiciones, y el afán de aventura, renombre o poderío, aventaron hacia el océano a un tipo de hombre ansioso de horizontes, ahíto, pero influido por la fuerza de las culturas medievales, creyente en Arcadias y Edenes, pero avezado a los nuevos poderes que movían su sociedad, nutrido de las tradiciones judeo-cristianas arraigadas a una España convulsa y empobrecida, y poseedor de una tecnología eficaz –recién probada victoriosamente– para los hechos de la conquista. Este hombre –el homo accidentalis que nominara Toynbee–, sobrepone a la tomentosa cola del siglo XV el légamo bifronte de la quimera y la codicia, un poco a semejanza de Colon, cuyas cartas y relaciones señalaban ya, junto al prodigio, la iniquidad.

17

Ureña, Pedro Henríquez.(1969) Las corrientes literarias en América hispánica, México. (p.15).

RNC

193



C RÓNICAS CRÓNICAS


Plaza Mayor a finales de 1800 Tomado de www.faceboo.com


Adolfo Rodríguez

EL SUR CALABOCEÑO

EN EL SIGLO XVII

El “rumbo al sur” por donde marcha “la caravana” con “pastores y ganados” en La Silva Criolla, dice Alberto Arvelo Torrealba, es el que de Calabozo busca “la hilera de islas” o “donosa Mesopotamia, sita entre el Apurito y el Apure, donde la tenencia de la tierra y el derecho de veraneo se regulaban preferentemente por el régimen de condominio”. Esa sequedad en la que Arvelo sitúa el reto entre Florentino y el Diablo, de acuerdo con el crítico Pérez Contreras (2009). Un ámbito que trillan monseñor Martí, Humboldt, José Tomás Boves y Simón Bolívar. Y refugia a Guardajumos. Presumiendo Blas Loreto que el personaje Palmarote de dos relatos de Daniel Mendoza es Juan Tomás Acevedo, mayordomo del hato Pirital, por el cual parientes de este escritor enfrenta a Francisco Mier y Terán, de presencia insomne, al parecer, por predios de Doña Bárbara. Suficiente misticidad como para no soslayar la historia de ese inframundo. Y, especialmente, la que precede la aparición de las misiones de la Trinidad y los Ángeles comenzando el siglo XVIII.

RNC

197


El sur calaboceño Asumo como sur calaboceño el triángulo que, partiendo de la ciudad de Calabozo, asienta su base en los costos que van desde Cabruta hasta la margen derecha del río Portuguesa. No en balde el eje de lo que Arvelo nomina capital del llano integral, es como un aluvión de ese sur, previo a las correrías de los frailes Salvador de Cádiz y Bartolomé de San Miguel buscando, por márgenes orinoqueños, dónde asentar misiones y villas con qué amellar la fiereza.

Cuando el horizonte es el destino Los Llanos: el horizonte es el destino es un hermoso libro con fotografías de R. Benavides y textos de L. A. Crespo. Título que nos sirve a las fines de referir la circunstancia histórica en que las reses hacen suya la determinación de invadir este corredor llanero que va entre los ríos Guárico y Tiznados, procurando, por sí mismas, ese horizonte que linda en los cotos del sur. En oficio de 1721 hateros exponen que el ganado orejano se desplaza al sur y su transporte se dificulta por ser “bravío y cogido a garrocha” y reducir 300 reses mostrencas amerita 45 días, 200 caballos y 20 peones, pues se lidia “con la ferocidad”. Agregando que “la mortandad de dichos ganados no es de poca monta, pero viéndose subyugados y no con aquella libertad de que gozan, unos mueren de coraje y otros se quedan en los caminos estropeados” (Izard, 1988, 35). Tiempo en la que el pastoreo y aquerenciamiento en rodeos y abrevaderos merma, porque el ganado se retira al Portuguesa, Apure y Orinoco, en términos de más de treinta leguas de los hatos (Rodríguez Mirabal, 1987: 169). A dos siglos ya de una presencia ganadera en tierras en las que aún no se habían fundado las avanzadas territoriales que apuntalarían definitivamente el poblamiento y dominación europea en la región. La secuencia invasora revela, luego de los asomos por Cabruta, de Ordaz y Herrera por Cabruta, la incursión de Sedeño en febrero, tras el señuelo del Dorado: 300 hombres y 80 caballos que penetran el norte guariqueño, a través de las cuatro cuencas hidrográficas representadas, de este a oeste, por el Unare, el RNC

198


Orituco, el Guárico y el Tiznados. Entre otros, secundándolo el poeta Juan de Castellanos (l522-l607), que prosigue hacia el sur, hasta el bajo llano, enrumbados a occidente. Sus Elegías recogen la más antigua imagen sobre el Guárico y sus remotos habitantes e invasores: De todos alimentos ya vacíos adelante les lleva su porfía topan inmensos campos, grandes ríos y gente sin ninguna policía.

El nuevo Dorado Los comienzos de la propiedad territorial en los llanos de la Provincia de Caracas están asociados con la persecución de indígenas, presuntamente caribes, y su esclavización a través de encomiendas. Garci González de Silva participa en numerosas acciones punitivas contra quiriquires, como la de 1574 por Tácata y vertientes del Guárico, y en l576 rechazando y persiguiendo caribes por el río Tiznados y el Guárico, hasta las márgenes del Orinoco. Siendo de 1589, su solicitud ante el gobernador Diego de Osorio y en compañía de Mateo Díaz Alfaro, hijo del fundador de San Sebastián y pariente suyo, de un paño de tierra que iba desde Los Morros de San Juan hasta cerca de aquel pueblo, prolongándose por el sur hasta el Orinoco.

Hinterland, ganadero de Caracas Existen ya los hatos de Paya y San Antonio, pudiendo decirse que la colonización de tal zona no comienza en San Sebastián de los Reyes, sino en esa franja norte. Quizá los hatos más importantes en la Venezuela del siglo XVII. La Real Cédula de 1651 sobre saca y desjarrete de ganados se refiere a los llanos y sitios donde ha noventa años vecinos y moradores de Caracas fundan hatos de ganado vacuno para “su sustento y permanencia”: Paya, Aricapano, Las Palmas, Caicara y San Antonio. El emporio cimarrón que desata litigios, que trascienden hasta el exterior, por la comercialización RNC

199


del cuero. Se prohíbe el ingreso de las piezas sin el debido registro y, en l624, se acentúan las penas ante el hurto de “grandes cantidades de reses y cueros” por “tratantes con mercaderías, que las cambiaban a los mayordomos, hijos y criados por reses orejanas de las que se acostumbran repartir entre los criadores”, las conducen a los valles de Aragua y embarcan sus cueros por La Guaira. Y dos años luego pregones para que las vaquerías se hagan en conjunto, condenándose a no recibir beneficios quien falte y se obligue tener gente, casas, corrales y caballos en la población de dichos hatos para cuanto se ofreciese y no llevasen ni sacasen más del ganado que les perteneciese ni se matase dichos ganados para hacer... sebo y manteca si no fuese a puerta de corral”, prohibiéndose, además, no arrearlos, sino por camino real, so pena de incautación y destierro de los vaqueros; sancionando, igualmente, las ventas de mercaderías para evitar negociaciones ilícitas, “so pena de perdimiento”, restringir el exagerado contrabando de corambre practicado con desjarretaderas que ahuyenta más aún el ganado y evitar que las reses conducidas a Caracas para las pesas no fuesen “terneras y vacas de poca edad”. Disponiéndose en 1652 que no se “matase ganado en el distrito de una legua de la ciudad” para evitar pestes por carne abandonada. Y en 1668 que “cada cuatro orejanos correspondería un peón y cinco caballos, que era la forma antigua. Después de sacar el ganado para los tres meses de pesas, herrar los demás orejanos conforme a lo que a cada uno tocare, pero no podían sacarse de allí por ninguna causa ni pretexto. Que concluyendo “la vaquería todos debían salir sin quedar allí criadores, peones o aperos algunos, y sin que nadie pudiese entrar bajo fuertes penas. Todo el distrito de los llanos despejado, prohibiéndose “tener corrales con el pretexto de ganado manso, que también debía sacarse de allí y llevarlo a otros lugares”. Para que así “se aquieten y aumenten los ganados”.

Reducir al hombre para reducir la res En 1619 el gobernador La Hoz y Berrío ordena reducir a pueblos los repartimientos de Caracas, Valencia y San Sebastián de los Reyes. Ello ante la eventualidad del cuero convertido en el primer RNC

200


producto de exportación, mientras la demanda de carne aumenta por el crecimiento demográfico de Caracas. Aunque sobre todo porque los caribes y otras naciones “que vienen a robar, saltear y matar indios de paz del dicho término de Paya y a los habitadores de los hatos de sus contornos”. Que el asentamiento que allí se proyectaba habría de representar, según Castillo Lara (1984), “el primer pueblo indígena en los llanos de San Sebastián, y por otro una derogatoria a las normas de las Leyes de Indias, al permitir la convivencia de indios y gentes de otras razas en un mismo poblado”, aunque tal proyecto no fraguó. Pudiendo conjeturarse que fuese un pretexto más para la cacería de ganado cimarrón, por lo cual se erigen, por lo menos, los poblados de Santa María de Manapire, en l63l, por Juan de Urpín; Nueva Cantabria por Juan Ochoa Gressala y Aguirre y en 1645 a orillas del Orinoco, cerca del Caño Caribe, al este de los cerros de Cabruta, y San Miguel del Batey por Miguel de Urbés en l647. Fray Jacinto de Carvajal (l956) en l647, desde la banda izquierda del Orinoco, apunta que, hacia el norte, en los Llanos, no existían más que “los llanos de Paya y los hatos de San Sebastián”. Ignorando quizá, como luego veremos, que estos se encontraban dentro de aquellos. Distando tales llanos y hatos como “sesenta y más leguas”, hacia el sur “el ganado vacuno si halla por donde pueda explayarse...”, por lo cual encontró “muy abastecida de carne la Nueva Cantabria, faltándole de este género a la Guayana y Trinidad, al paso que abundan de diferentes pescados esta y aquella”, insinuando la estratégica ubicación de tal sitio en el contexto nacional e internacional de la época (p. 230). La Ciudad del Triunfo de la Cruz y Nueva Cantabria fue encomendada al capitán Juan Ochoa Gressala y Aguirre, quien levantó gentes en Caracas y los Valles de Aragua e inició la erección a mediados de 1643 con soldados y religiosos e hizo las veces de Justicia Mayor. Un pueblo que se extinguió aproximadamente cuatro años más tarde. Su hermano, Tomás de Ochoa, fue autorizado, al siguiente año, por el gobernador Gedler y Calatayud para coger cien piezas de amaibas, otomacos y paimas, mató algunos, unció otros con collares de cuero y ató otros con sogas (Castillo Lara, 1984, II: 89). RNC

201


Nueva Cantabria resulta, además, de la política de alianzas con los caribes para que estos resistieran incursiones extranjeras. De manera tal que el jefe Maguare, designado general, acompaña a Ochoa en la fundación de dicha ciudad y forma parte de la comitiva que la traslada a Pilotillo, cerca del caño Escobar y del sitio de Moitaco, “en pleno bastión de población caribe” (Civrieux, 1976: 25-28). El gobernador Mendoza Lahoz no quiso encomendar los indios guayqueríes, arguaquimas, chacaracos y aurivires a los hombres de Ochoa y los entregó a los vecinos de Santo Tomé de Guayana. Decisión que marca probablemente la suerte de dicho poblado (De Armas Ch. 1964). Demetrio Ramos Pérez considera que los llanos son descubiertos “económicamente”, cuando la acción misional opta, como relata en 1713 el P. Froilán Río Negro, por abrirse: caminos para todas partes y especialmente para los Llanos, sitio de donde se han sacado innumerables vacas, sebo y corambre, con cuyos medios se sustentó en ese discurso de tiempo –entre 1659 y 1669– toda la provincia los castillos y fortalezas [...]

Recordando que en 1646 habían estado, en el pueblo de españoles de Nueva Cantabria, dos religiosos de San Francisco de Caracas. Y en 1718 el capuchino Fray Salvador de Cádiz, en procura de vías de acceso al Orinoco (Ramos Pérez, 1976).

Arremetida al sur Se informó que “mestizos, mulatos y yndios libres” llevados allí por los dueños de hatos se han dado a la tarea de contrabandear el ganado. Situación persistente en 1652 cuando la viuda Ysabel Méndez de Toro se excusa ante el cabildo caraqueño de no cumplir con la pesa prometida por habérsele “juido todos y no haberme quedado más de un negro”. Dos años antes de la expedición emprendida por Brea de Lezama, desde San Sebastián, contra “los negros esclavos que asaltaban los hatos y se llevaban los ganados”, en la que invierte “tres meses” recorriendo “la tierra” y pasando “muchos trabajos” por las “aguas, pantanos, ríos crecidos, malas noches” en razón de “ser tiempo de invierno”, alcanzando “la población de RNC

202


negros”, a ochenta leguas de San Sebastián y apresando cincuenta esclavos (AGN, Encomiendas, T. XLVII, N- 1, f. 111 vto.; Castillo Lara, 1984, I: 278). Aunque en 1653 Diego de Velásquez de Ledezma, propietario en San Sebastián, comanda la destrucción de una partida de indios caribes, otomacos, aurigüires, ajaguas y aliados, establecidos en las riberas del río Portuguesa, enemigos, según dicho capitán, de indios que llevaban relaciones pacíficas con los españoles. Lugar de captura, entre otros, del cacique Chiparara, de nación Caribe, quien declara que: es verdad que va todos los años a la guerra [...] en busca de los guamonteyes porque son sus enemigos y son camaradas de los españoles, y que el ir a los hatos es por comer vacas y traer caballos en que andar y por ver si de miedo los vaqueros y gente de los hatos se huyen y dejan la tierra para ellos y venirse a poblar en ella, porque antes los españoles conquistasen era su tierra el Guárico [...]

Situación de resistencia frente a la penetración hatera que motiva desde los primeros tiempos, la intervención religiosa, como la expone Juan de Urpín, hasta que el 22 de noviembre de 1657 el deán y Cabildo Eclesiástico de Caracas solicita al Rey el envío de misioneros capuchinos para la conversión de los indios guamonteyes de los llanos “[...] gente humilde y que nunca han dado guerra, ni impedido los pastos, caminos y agua a los españoles” y, por otra parte, protegerlos de españoles “que no tienen de qué vestirse o qué jugar” y los usufructúan. No lejos del Orinoco estaba el hato de Mocapra, donde en 1659 María de Vera Ibargoyen, viuda del sargento mayor don García de Vera, se declara imposibilitada de cumplir con las pesas “por no tener ganado como por avérsele muerto los yndios con que hacía las baquerías”, probablemente por la peste entonces desatada. Sin duda la misma dueña que hacia 1663 manifiesta, con razón quizá, que no cumple porque: [...] ymbié mis mayordomos y baqueros a baquear el ganado nessessario para dichas pesas, y estándolo baqueando en los llanos les dieron asalto, en el sitio que llaman de Mocapra, los yndios RNC

203


Güires y otras naciones que andan alzadas en dichos llanos, y mataron a los dichos mis mayordomos y baqueros, llevándose las bestias y cavallos que había ynviado...”, [más los ganados de Martín Pérez Maderos] las bestias y caballos (Actas del Cabildo XI: 272; Castillo Lara, 1975: 230).

Posiblemente los “indios silvestres”, únicos residentes en la región antes de 1714, cuando pasa por allí el presbítero Marcos Pereira (Castillo Lara, l975: 129) y que los misioneros caracterizan como “soberbios y rebeldes” (Carrocera, 1972: II, 301). Quizá, por lo cual, ese 1663 el cabildo caraqueño prohíbe la venta de “reses en pie a los mulatos y negros [...] que por conocer cuáles son las mejores las revenden” (Actas... VIII: 311). Y lamentos “porque durante cuatro meses de ese año no fue posible cargar ni un solo navío para España en La Guayra por la inexistencia de esclavos para sacar corambre de los llanos” (Actas del Cabildo... X: 24. 735, 137-8, 290). Refiere Castillo Lara que “fueron muchas las jornadas misioneras en las tierras guariqueñas”, y menciona a fray Pedro de Belicena, en 1666, incursionando por el río Pao, llegando a Tiznados, pasando por el hato de Mijares y fundando el pueblo de Paraima, antes de ser flechado; a fray Ildefonso de Zaragoza quien, sin escolta, navega por el Apure hasta la desembocadura del Guárico, reduciendo indios. Dos años antes que el gobernador y capitán general Don Fernando y Villegas disponga la posibilidad “de serrarse de todo punto los llanos, no solo para que no se vaquee ni jarretee [...] si no para que ninguna persona por ninguna causa ni con ningún pretexto entre ellos [...]”, enfatizando la prohibición contra la gente de “baja condición”, y estimándose como simple evidencia “el hallarle o justificar que entró de la galera para avajo” (Actas del Cabildo XIII: 68; Castillo Lara, 1984: I: 215-216). Y finalizando el siglo, “El año 1690 el P. fray Ildefonso de Zaragoza, sin auxilio de escolta, solo con dos o tres indios, que gobernaban la canoa y servían de intérpretes; y habiendo navegado más de 399 leguas [...] y llegado al brazo del Apure que se junta con el Guárico se encontró con un gran porción de indios, a los que no pudo reducir saliesen a poblarse en su compañía...” (Armellada, 1960, I: 76). Opinando Botello (2005) que “Seguramente había RNC

204


llegado al río Apurito brazo del Apure y desaguadero del Guárico”, fray Salvador de Casabermeja funda Jesús de Nazareno de Calabozo que dura dos años (l694-6). En tanto que los frailes Buenaventura de Vistybella y Arcángel de Albaide en l690 fundan “la fatal población” (según sus palabras) de San Buenaventura de Camaguán y antes de que los “bárbaros” los maten, huyen, refugiándose en el hato de don Lorenzo Villegas. Mientras otros capuchinos establecen: San Pablo del Guárico (1694-96), San Francisco de Guanayén (l694), Nuestra Señora de la Concepción de Camatagua (l696), San Diego de los Aceites (l697-l700).

Los vértices fundacionales Como puede observarse comunidades indígenas que asolaban hatos situados en esa gran franja al sur de Calabozo, tanto a oriente (güires) como hacia occidente (caribes, otomacos, ajaguas y otros) conforman ese núcleo inicial fundador de un espacio al que disímiles lenguajes convergen hasta constituir este epicentro de tantas inquietudes. Gestándose aquí una relación agónica, no antagónica, entre el vértice de resistencias y tenacidades evangelizadoras y el eje norteño representado, al oriente por hacendados y hateros de Orituco, San Sebastián y Paya o Parapara, hasta la avalancha ganadera que viene con el agua de la serranía, por Cojedes y el Pao. Una voluntad regional, si advertimos que los señores de la tierra instalados en las metrópolis centro-norte-costeras asumen con recelo ese empeño a coexistir en este lugar de paso de todas las coordenadas y los días.

RNC

205


BIBLIOGRAFÍA ACTAS DEL CABILDO DE CARACAS. Caracas: Tipografía Vargas - Talleres Servicio Gráfico Editorial S. A., Imprenta Municipal, tomos VII-XIX, 1966-1989. ARCHIVO GENERAL DE LA NACION. (1979). Encomiendas. Caracas: Imprenta Nacional. AGUADO, Fray Pedro. (1963). Recopilación Historial de Venezuela. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia (B .A. N. H.). ARVELO TORREALBA, A (1965). Lazo Martí: vigencia en lejanía. Caracas: Inciba. BLANCO José Félix y Ramón Azpurua. (1981). Papeles para la vida pública del Libertador. Caracas: Presidencia de la República. CALZADILLA VALDEZ, Fernando. (1948). Por los Llanos de Apure. Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación. CARVAJAL, Fray Jacinto. (1956). Descubrimiento del río Apure. Caracas-Madrid: Ediciones Edime. CARVALLO, Gastón. (1985). El hato venezolano, Caracas: Fondo Editorial Trópicos. ----------------- y RÍOS DE HERNÁNDEZ, J. (1984). Temas de Venezuela Agroexportadora. Caracas: Fondo, Editorial Trópicos. CASTELLANOS, Juan de. (1962). Elegías de varones ilustres de Indias. Introducción de Isaac J. Pardo. Caracas: B. A .N. H. CASTILLO LARA. Lucas Guillermo (LGCL). (1984) San Sebastián de los Reyes. Caracas, 2 v.

RNC

206


-----------------. (1975). Villa de Todos los Santos de Calabozo. Caracas. CUNILL GRAU, Pedro. (1987). Geografía del Poblamiento Venezolano en el siglo XIX. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República. De Armas Chitty, J. A. (1964). Guayana: su tierra y su historia. Caracas: Corporación Venezolana de Guayana. DE ARMAS (MIRABAL), Julio. (1974). Historia de la Ganadería en Venezuela. Caracas: Ediciones del Congreso Nacional. FEBRES, Humberto. (1984). Encima de un caballo castaño oscuro, mimeografiado. GALLEGOS, Rómulo. (1977). Doña Bárbara. Caracas: Biblioteca Ayacucho. HUMBOLDT, Alejandro de. (1956). Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo (Trad. De Lisandro Alvarado), Tomo III. Caracas: Ministerio de Educación. IZARD, Miguel. (1988). Orejanos, Cimarrones y Arrochelados. Barcelona (España), Sendai. LORETO LORETO, Blas. (1954). Alborada: pie de luz para medio siglo. Caracas: Ediciones Paraguachoa. MARTÍ, M. Visita Pastoral. (1969). Caracas: BANH. OVALLES, Víctor Manuel. (1905). El Llanero. Prólogo de José Vicente Abreu. Caracas: Ediciones de la Presidencia de la República, 1990. PÉREZ CONTRERAS, Frank. (2009). Caminos del Desamparo: Florentino y el Diablo. Poesía y códigos poéticos de Alberto Arvelo Torrealba. Fundación Cultural Barinas.

RNC

207


RAMOS PEREZ, Demetrio. (1973). El mito del Dorado: su génesis y proceso. Caracas: BANH. RODRIGUEZ, Adolfo. (1991). Imagen del Llano y los Llaneros (tesis doctoral). Caracas: FACES-UCV. RODRÍGUEZ MIRABAL, Adelina. (1986). Formación del Latifundio Ganadero en los Llanos de Apure. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. SIMON, Fray Pedro de. (1963). Noticias Historiales de Venezuela. Caracas: BANH. VILA, Pablo. (1975). Juan de Urpin. Caracas: UCV. -----------------. (1969). en “La mocedad del cronista-poeta Juan de Castellanos en tierra venezolana”, en Visiones Geohistóricas de Venezuela. Caracas: Ministerio de Educación.

RNC

208


Plaza de las Mercedes, 1880.Tomado de www.faceboo.com


JoaquĂ­n Crespo. Imagen de archivo.

RNC

210


Armando González Segovia

Dudas e incógnitas sobre la

vida y la muerte del general Joaquín Crespo

Sobre la muerte del general Crespo es necesario reflexionar. Es el último caudillo llanero que ejerció la presidencia de la República en el siglo pasado. En ese siglo el poder pasó de mano en mano entre llaneros centrales y corianos. José Antonio Páez gobernó veinticinco años; José Tadeo y José Gregorio Monagas once años; Antonio Guzmán Blanco dieciocho años y Joaquín Crespo once años. Con Crespo se cerró una etapa de la historia nacional y comenzó la hegemonía andina. Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita y Marcos Evangelista Pérez Jiménez, ocupan la mitad de la historia venezolana del siglo XIX. La vida de Crespo la rodean muchas dudas, incógnitas y anécdotas. Por ejemplo el doctor Ramón J. Velásquez afirmó en el libro La caída del Liberalismo Amarillo, que “El General Joaquín Crespo no sabe escribir” (p. 77), pero que era muy hábil para designar a quienes escribían sus designios, como el doctor Diego Bautista Urbaneja. Sin embargo, esta afirmación de Velásquez se contradice con el testimonio de Manuel Landaeta Rosales en la Biografía del Benemérito Joaquín Crespo (1893), donde afirmó que “Los priRNC

211


meros años los pasó el joven Crespo en el pueblo de Parapara en el Guárico, donde aprendió los rudimentos propios de aquellos tiempos que le sirvieron de base para su futura educación”. El padre del general Joaquín Crespo era un curandero de fama en todo el Guárico. Por este motivo, siendo presidente de la República, nombró como director del Manicomio Nacional de los Teques y del Hospital de Lázaros de Caracas y administrador de otras casas de salud, a un brujo de nombre Telmo Romero, en 1884. Telmo Romero gozaba del aprecio de doña Jacinta Parejo de Crespo y de su esposo, el general Crespo, porque les había curado un hijo. El conflictivo nombramiento produjo la protesta de afamados médicos, como los doctores Laureano Villanueva y Alfredo Terrero Atienza, quienes escriben para los periódicos las protestas. Pero el general Crespo no oye las protestas de la prensa ni de los partidos y sencillamente hace lo que quiere. El anillo o argolla crespista (actualmente se le denomina entorno) apoyaba y aplaudía todas las decisiones presidenciales, acertadas o erróneas.

Se llama Joaquín Sinforiano De la unión matrimonial entre Aquilina Torres y don Leandro Crespo, nació el niño que recibió el nombre de Joaquín Sinforiano de Jesús Crespo Torres, el 22 de agosto de 1841, en el pueblo de San Francisco de Cara, que actualmente está cubierto por las aguas de la represa Camatagua.

El inicio como militar A los dieciocho años, había estallado la Guerra Federal, cuando llegó al pueblo de Parapara uno de los guerrilleros que la integraban. El general Borrego se acostó en un chinchorro de moriche a descansar de la jornada. Describe la escena Laureano Vallenilla Lanz, en el libro Cesarismo Democrático (Monte Ávila, 1994): 252-253.Entonces se acercó un joven, colocó la tinaja que cargaba en un rincón y al ver la espada fue rápidamente a ella, la contempló y la tomó entre sus RNC

212


manos, “la sacó de la vaina, blandiéndola cual si estuviera mandando una guerrilla y embelesado estaba con ella como si fuese un precioso juguete, cuando el hombre que se había despertado y le veía por entre los hilos del chinchorro le dijo con voz de sorna: —¿Cómo que te gusta la carrera militar? —A mí sí, señor –le respondió el muchacho. —¿Tú te quieres ir conmigo? —Yo sí. Pero eso depende de mi madre. A poco llegó esta, y al escuchar la proposición del guerrillero se opuso fuertemente. Aquel muchacho, que era el segundo de sus hijos, la ayudaba en las necesidades de la casa, porque el padre, de oficio curandero y de gran reputación en la comarca, se hallaba siempre ausente. Pero ante la observación muy cierta que le hizo el hombre, de que si no se lo llevaba él se lo llevarían los godos, quienes en cualquier momento entrarían en el pueblo, se resignó a verle partir a la grupa del guerrillero. ¿Pensaría el general Borrego, que aquel muchacho debía ser más tarde el general Joaquín Crespo, Gran Caudillo, político sagaz, y dos veces presidente de la República?”

Consolida su carrera militar En 1862, ya se destacaba por su capacidad militar en los ejércitos Federales y en 1868 se alzan en armas contra Falcón las fuerzas de Francisco Linares Alcántara, José Tadeo Monagas y Joaquín Crespo. Tres años después Guzmán Blanco inició la campaña de Apure, donde el general Crespo sobresalió en su actuación, como consecuencia de esto, al consolidarse Guzmán en el poder, el 7 de enero de 1872, Joaquín Crespo se convierte en una figura de carácter nacional. Ese mismo año Matías Salazar se alza en armas y es capturado el 29 de abril, sometido a un Consejo de Guerra integrado por RNC

213


Ignacio Pulido, León Colina y Julián Castro, quienes le condenan a muerte y es ejecutado en Tinaquillo el 17 de mayo.

Abril en la vida de Crespo El mes de abril fue de significado en la vida del general Joaquín Crespo. El 15 de abril de 1873, es electo presidente de la República Antonio Guzmán Blanco y al día siguiente, el 16 de abril, nombra como Primer designado a la Presidencia al general Francisco Linares Alcántara y como Segundo designado a Joaquín Crespo. El 7 de abril de 1877, se juramentó Guzmán Blanco como presidente del estado Bolívar, hoy Miranda, y Joaquín Crespo es designado como ministro de Guerra y Marina, por el presidente Linares Alcántara. A este cargo renunció al año siguiente como protesta ante la actitud antiguzmancista de Linares Alcántara. Para 1884, existía la duda de a quién el General Antonio Guzmán Blanco le entregaría el poder. En abril de ese año Guzmán Blanco convocó a una reunión, senadores y diputados estaban presentes. Al despedirse Guzmán le dio un abrazo al general Crespo y le colocó en las manos el bastón que utilizaba como símbolo de poder, en evidente señal de escogencia. Para los presentes se disipó toda duda respecto al sucesor de Ilustre Americano. El 14 de abril se eligió el presidente. Guzmán dijo “Yo no tengo candidato, a mí lo que me toca es el papel de escrutador y comenzaré por don Narciso Ramírez, quien votó por el general Crespo”. Ante esta señal tan directa todos votaron por Crespo, exceptuando al general Raimundo Fonseca, quien manifestó que él votaba por el candidato de Guzmán, en una muestra evidente de complacencia y adulancia. Entonces Guzmán dijo: “Pues bien, me incorporo a la casi totalidad de votos y para que la votación sea unánime, incorporaré también a mi voto el del Gral. Fonseca”. Así quedó electo Crespo para la Presidencia, de la cual se encargó el 27 de abril de 1884. El 29 de abril del último año de su primer mandato presidencial (1886), el Congreso le otorgó el título de “Héroe del Deber Cumplido”. El 15 de febrero de 1892, el General Joaquín Crespo desde su hato El Totumo lanzó la proclama en nombre de la Legalidad RNC

214


Constitucional, en contra del presidente Raimundo Andueza Palacios, quien pretendía continuar con el poder después de haber concluido su período de gobierno. Había nacido así la “Revolución Legalista”. El 15 de abril de ese año Crespo derrotó al ejército del Gobierno, comandados por el doctor y general Sebastián Casañas, en Jobo Mocho, estado Apure, Crespo y Ramón Guerra pactaron, en una alianza entre dos grandes estrategas militares del siglo XIX. El 27 de abril de 1879, en la conmemoración de la entrada triunfante de la Revolución Liberal de Antonio Guzmán Blanco, se proclama entonces la candidatura presidencial de Ignacio Andrade, quien tenía el pleno apoyo del general Joaquín Crespo. El 14 de abril de 1898, el general Joaquín Crespo andaba en búsqueda de las tropas del Mocho Hernández y acampa en Sabana de Arce. El 15 en la población de Cojedes. Desde este lugar partió al día siguiente (el 16) hacia el sitio de Mata Carmelera, donde fue muerto por las tropas mochistas al mando del general Luis Loreto Lima, hecho este que motiva el presente estudio y al cual se han dedicado los más diversos estudiosos del tema.

La administración de Crespo Afirma Fernando González en el libro Mi compadre (1934) que el Gobierno de Crespo fue un desastre desde el punto de vista administrativo. Desorganizó la Hacienda Pública. Fue un Gobierno de camarilla. “Hasta por sus parientes se abusó del contrabando. El tesoro estuvo casi exhausto. No se hizo ninguna obra y no se atendió las necesidades locales, como la invasión de la Langosta, los políticos gastaban el tiempo en discutir el desconocimiento de Guzmán Blanco”, pero Crespo se mantuvo fiel al “Ilustre Americano”.

A pesar del desastre administrativo del Gobierno del general Crespo, en el aspecto político logró mantener un partido firme y fuerte. Fue todo un caballero, con una concepción muy acentuada de la fidelidad y la amistad. La palabra empeñada era una RNC

215


deuda que había que honrar, esto lo llevó a cumplir también todo compromiso político adquirido. En consecuencia, se puede afirmar que fue un gran amigo que no hizo alarde del poder que le otorgó la Presidencia de la República. Sus enemigos políticos eran encarcelados por poco tiempo y no los torturaba, como era usual en esta época. De lo anterior quedó testimonio en la prensa de finales de siglo XIX.

Ruptura entre Crespo y Guzmán Al finalizar la primera Presidencia del General Crespo, se reunió el Congreso y fue electo para un nuevo período en la Presidencia de la República el general Guzmán Blanco, en el bienio de 1886 a 1888, a finales de este período gubernamental Guzmán le hizo saber sin miramientos ni rodeos a Crespo que no debía pensar en una nueva elección porque “eso sería haciendo la misma ridícula comedia de los hermanos Monagas”, alternándose el poder entre ellos, según refiere el general Manuel Modesto Gallegos en el libro Historia contemporánea, 1869-1888 (Caracas, Tip. Mercantil, 1924). A lo que Crespo respondió: Me llama mucho la atención que hoy piense usted en lo ridículo que sería una nueva elección mía, con lo cual se repetiría la farsa o comedia representada entre José Tadeo y José Gregorio Monagas; pero cuando usted me entregó la Presidencia en 1884 ¿No le pareció entonces una farsa idéntica a la de los hermanos Monagas que yo se la haya devuelto en el año 1886?

Desde entonces aquellos hombres quedaron separados. Se había roto la amistad que por tantos años les unió.

La muerte del general Crespo Sobre su muerte existe diversas anécdotas, dudas, incógnitas y contradicciones. Desde la hora en que murió, hasta el autor del disparo, existe una serie de aspectos sobre los cuales es necesario reflexionar. RNC

216


La hora de la muerte Uno de estos aspectos es la hora de la muerte del general Joaquín Crespo. El doctor José León Tapia, en la Sesión que se hizo el 16 de abril de 1996, en el sitio de Mata Carmelera, en conmemoración a esta batalla, afirmó que el suceso fue aproximadamente a las doce y treinta del mediodía. Esta afirmación la comparte el doctor Germán Fleitas Núñez, en su libro Palabras al viento, y en la Sesión Solemne del Concejo Municipal de Anzoátegui del 22 de agosto de 1997, en honor al natalicio del general Crespo. Sin embargo, basándose en los testimonios de los periódicos de la época se puede afirmar que el combate fue en horas de la mañana. En La República del 18 de abril de 1898, se afirma que el ejército del Gobierno partió de la población de Cojedes por la mañana, encabezado por Crespo. El antiguo camino hacia Mata Carmelera era casi recto, en menos de una hora se estaba en el lugar. Esto permite afirmar, que la batalla duró aproximadamente dos horas, porque la muerte de Crespo ocurrió antes de mediodía. El testimonio del doctor José Rafael Núñez, que aparece en el citado periódico del 18 de abril de 1898, afirma que durmieron en la población de Cojedes desde donde partieron a Mata Carmelera y en “los primeros disparos del enemigo cayó el general Crespo atravesado por la bala que le truncó la existencia”. Esto conlleva a pensar que si salieron de la población de Cojedes debieron llegar a La Mata a eso de las siete y media a ocho de la mañana y si Crespo fue muerto “en los primeros disparos”, ello debió ocurrir antes de las diez de la mañana del 16 de abril de 1898. El autor del disparo Existen dos posibles autores del disparo que mató al general Crespo. Uno, el que se basa en el testimonio del Gral. Alfredo Franco y afirma que fue un soldado de nombre Jesús Jaramillo. Esta versión fue recogida por el doctor José Antonio Giacopini Zárraga y es apoyada por el doctor Germán Fleitas Núñez. Giacopini Zárraga, afirmó en una conversación el viernes 19 de septiembre de 1997, que las fuerzas del Mocho Hernández, RNC

217


comandadas por Luis Loreto Lima, habían escogido seis de los mejores tiradores, los cuales fueron ubicados en las copas de los árboles, entre los que se hallaban Jesús Jaramillo y Antonio Vita. Bajo los árboles tenían tinajas con agua, con la intención de distraer la visión de los enemigos. Allí llegó el general Alfredo Franco a beber agua, cuando bajaba Jesús Jaramillo y le dijo: —Parece que he matado un jefe. La otra versión fue recogida por el doctor José Antonio de Armas Chitty del señor Pánfilo Cedeño, quien afirmó que Manuel Tortolero, que acompañó a Crespo en la Batalla de La Mata Carmelera, contó que lo había matado un francotirador de nombre Antonio Vita. Respecto al autor del disparo es muy difícil establecer criterios precisos. Al saberse que el muerto había sido el general Joaquín Crespo, lo más natural es que los seis francotiradores que tenían por objetivo los jefes del Gobierno se adjudicaran la autoría del disparo. Por esto resulta acertada la opinión de J. A. Armas Chitty, en el libro El Mocho Hernández (p. 63) dónde afirma: “Hasta hoy resulta aventurado determinar de donde partió la bala. Hay testimonios múltiples de que fue un tirador nacionalista, tal vez en el intento de mantener el orgullo de haber derribado tan señalado enemigo”.

La montura Al igual que en otras circunstancias, en cuanto a la montura usada por Crespo a la hora de su muerte también existe dicotomía de opiniones. Ramón J. Velásquez, cita el testimonio del Gral. José Rafael Núñez y afirma que “el general Crespo se había desmontado de la mula que cabalgaba y hacía ensillar el caballo peruano, el famoso Gragea”. Sin embargo, el Dr. Giacopini Zárraga, quien es uno de los intelectuales que se ha dedicado con más tesón a estudiar la vida y la muerte del Gral. Crespo, afirma que en Mata Carmelera Crespo cargaba un caballo puertorriqueño de nombre Gato Andaluz, porRNC

218


que Gragea había sido herido en una pata. Surge la duda irremediablemente. El doctor y general José Rafael Núñez acompañó a Crespo en La Mata Carmelera y sirvió de cronista de estos sucesos y afirma que andaba en Gragea, según la cita que hace Velásquez en La caída del Liberalismo Amarillo (p. 284). Surge la pregunta irremediable ¿A cuál versión creer?

Las cuatro muertes de Crespo Germán Fleitas Núñez describe la trayectoria de la bala que mató a Crespo, le entró por el segundo intercostal izquierdo y siguió una trayectoria de adelante hacia atrás y de arriba hacia abajo. Atravesó la arteria pulmonar, el corazón y el hígado, para luego salir destrozando las tres últimas falsas costillas, lo cual equivale a morir cuatro veces, afirma. Pero ¿Cómo morir cuatro veces sin haber mediado el milagro de la resurrección? Se muere en una vida una vez, por una o diversas causas, pero la muerte es una y única, lo cual no le quita la belleza a la figura literaria, que no pasa de ser eso: una metáfora.

El Mocho Hernández no peleo en Mata Carmelera Como opinión generalizada se ha afirmado que el general José Manuel Hernández peleó con Crespo en La Mata Carmelera. Esta es una de las tantas dudas que existen en este capítulo de la historia venezolana. Hernández había salido en la madrugada con su ejército y solamente quedó un grupo comandado por el general Luis Loreto Lima, quien fue el que se enfrentó a Crespo en La Mata Carmelera, tal como refiere Rafael Domingo Silva Uzcátegui, en el libro El estado Portuguesa: Siempre se ha dicho que el General José Manuel Hernández peleó con Crespo en la Mata Carmelera. Esto es lo que casi todo el mundo cree. Pero el General Manuel Modesto Gallegos, que era entonces Presidente del Estado Portuguesa (sic) y tuvo ocasión de hablar con los que en el campo de batalla llevaban el cadáver del General Crespo, dice en sus “Memorias” que cuando en la RNC

219


mañana del 16 de abril llegó el caudillo liberal a las sabanas que por el norte y el oeste rodean La Mata Carmelera, ya Hernández no estaba allí, porque desde altas horas de la madrugada había ordenado movilizar el ejército y había marchado con él. Pero había dejado una pequeña fuerza en La Mata a las órdenes del General Luis Loreto Lima, y con esto fue que hubo el zafarrancho donde murió Crespo.

En los periódicos del 18 abril de 1898, como El Tiempo y La República, se encuentra publicado un telegrama que Riera envió de Coro al general Ignacio Andrade por la Compaçnie Francaise Descable Telegraphiques. En este telegrama afirma que se “oyó decir que Hernández había muerto”. Esto indica que en los momentos siguientes de la pelea se comentó que el Mocho Hernández había peleado y muerto en La Mata Carmelera, lo que pudo haber sido una estrategia de las fuerzas del Gobierno para intentar recuperar la moral caída por el fallecimiento del máximo líder del ejército, el general Joaquín Crespo.

La muerte del general Joaquín Crespo ¿Traición o enfrentamiento? Otra versión afirma que Crespo fue víctima de una traición. El primer testimonio de dicha versión es de un contemporáneo a Crespo que necesariamente debió estar muy bien informado, el presidente Ignacio Andrade, quien afirmó que cuando Crespo iba “a conseguir el objeto de sus afanes y desvelos, la cobardía de un mal subalterno e infiel amigo, que no cumplió con sus órdenes lo sacrificó lastimosamente”. Y por parte del telegrama del Gral. José Rafael Núñez, publicado en el diario La República del 18 de abril de 1898, donde afirma que la “bala traidora le atravesó el pecho”. Salta a la vista la imagen de Wiedemann, como jefe de la Guardia. Esto es ratificado en parte por un testimonio recogido por el doctor Raúl Humberto De Pascuali, según el cual Crespo le dijo a Wiedemann por haber llegado tarde a una batalla en tierras carabobeñas: “General usted siempre llega cuando las papas están peladas”, lo que produjo el rencor en el subalterno. Rencor que suRNC

220


puestamente se desató en La Mata Carmelera el 16 de abril de 1898. A raíz del estado de los conocimientos actuales, nos inclinamos por la primera hipótesis, o sea que fueron las fuerzas del Mocho Hernández, quienes lograron matar al general Crespo en el enfrentamiento. Aunque no es descartable un descuido premeditado de parte de la Guardia del Gobierno, en cuyo caso no serían las balas asesinas, pero igualmente serían responsables.

Embalsamado en Acarigua y trasladado a Caracas Después de su muerte instantánea el general Joaquín Crespo es trasladado en hamaca hasta Acarigua. Allí se designa para su embalsamamiento a los doctores Isaac y Ernesto Capriles, quienes vienen en el cortejo fúnebre, también participan en la operación que duró ocho horas, los doctores Jaime Cazorla, de Acarigua, y Manuel Padilla, de Araure, quienes venían con el presidente del estado Zamora, general Manuel Modesto Gallegos. El cadáver se colocó sobre una gran mesa, en la casa donde funcionó la Prefectura y el Concejo Municipal de Acarigua, como no se contaba con los recursos necesarios para realizar esta operación se trató con las pocas sustancias que había disponibles; ni siquiera había formol. El cuerpo fue rellenado con semillas de algodón para poder equilibrar el peso y lo cubrieron con sal, cera y cal. De Acarigua se llevaron el cadáver hacia Caracas. Se tenía pensado llevarlo a Barquisimeto, luego por ferrocarril hasta Tucacas, para después ser embarcado al puerto de La Guaira y a bordo de un vapor de guerra trasladarlo a Caracas. Don Pedro José Muñoz cuenta que esta travesía tuvo un percance inexplicable el General Aquilino Juárez, a quien Crespo hizo re-elegir en la Presidencia de Lara, niega el paso a los restos del que fue su jefe y fiel amigo. Gallegos quien condujo el fúnebre convoy, cruzó agrios telegramas con Juárez y consigue la salida por la vía de Tucacas.

Así fue como el cadáver de Crespo logró salir del territorio por donde el presidente del estado no quería darle paso. RNC

221


El general Francisco de Paula Vásquez publicó en 1923 en el periódico caraqueño El Universal, sus remembranzas sobre el cadáver de Crespo en Lara, la cual luego compila en el libro Apuntaciones para la historia del estado Lara (que conocimos por el poetahistoriador Ramón Querales) cuenta que en Cabudare el ataúd hubo de ser envuelto en yeso para aislar el mal olor que desprendía del interior del cadáver, y permaneció así toda la noche en la terraza de una vivienda, al aire libre, hasta el amanecer del otro día cuando reanudó su marcha hacia su destino final. El informe forense practicado por la División de Medicina Legal del CTPJ (hoy CICPC), afirma que el cadáver presentó regular estado de conservación, lo cual quiere decir que al llegar a Caracas debió recibir un tratamiento avanzado de embalsamamiento y conservación que permitió salvarlo de la descomposición. El cadáver llegó a Caracas el 20 de abril de 1898. Días después fue enterrado en el mausoleo diseñado por Víctor Barret de Nazarís.

La leyenda de Crespo En La Mata Carmelera existe la creencia popular que el alma en pena del general Joaquín Crespo desanda por esas tierras, tal como se ha podido recoger de diversos pobladores del lugar. El antropólogo Argenis Agüero, publicó en Las Noticias de Cojedes, el 8 de junio de 1996, la siguiente versión La conseja dice que el alma en pena de Crespo desanda en tierras cojedeñas, y hay quienes afirman que en horas de mediodía o de la medianoche, cuando la quietud envuelve el ambiente, un hermoso caballo blanco cruza la sabana llevando un jinete sin rostro que se pierde en la espesura del monte. Muchos lo han visto pasar y se santiguan para liberarse del mal. Así viene sucediendo por décadas, durante casi un siglo, alimentando la memoria colectiva la verdadera historia que la leyenda disfraza.

También afirma la creencia popular que a Crespo le dispararon desde la copa de un mango, aunque los documentos de la época establecen que eran samanes los árboles desde donde salieron los disparos que mataron a Crespo. Esto permite afirmar que RNC

222


posiblemente en el lugar donde está el mango, pudo ubicarse el samán desde donde le dispararon al general Crespo.

Retrato Sobre la base de la descripción realizada por funcionarios del Cuerpo Técnico de Policía Judicial, en la exhumación que se realizó el 4 de diciembre de 1996, de los restos momificados de Crespo, aunado a las informaciones de las fuentes históricas se puede realizar la siguiente descripción de este general: El general Crespo era de cabeza redondeada. Frente alta, amplia y rectangular, desarrollado entrecejo. Tenía ojos medianos y redondeados, pómulos pronunciados y fuertes, orejas pequeñas y redondeadas. Nariz grande, larga, delgada y puntiaguda, con una pequeña elevación en la mitad. Boca grande, labios gruesos y bien delineados con prognatismo en el maxilar superior, mentón ovalado. Medía aproximadamente un metro setenta y ocho centímetros y pesaba noventa y cinco kilogramos (95 kg). Era cojo de la pierna derecha por una antigua fractura de un balazo que recibió en marzo de 1860, en San Francisco de Cara, por lo cual en el informe de CTPJ, manifiesta que tenía una pierna más larga que otra. La piel de color blanca, tostada por el sol. Debido a lo grueso del labio inferior, la gente del pueblo llamaba “Bemba de Crespo” a quienes tenían esa deformación.

Otras descripciones afirman que era casto, porque no se le conoció otra mujer que no fuese su esposa, doña Jacinta Parejo de Crespo. Pero las damas lo perseguían. No bebía, no jugaba ni fumaba y se acostaba temprano. Fue masón en Grado 33 y Gran Maestro del Gran Oriente.

Ni muerto descansó Generalmente cuando alguien muere se afirma “descansó en paz” o se conjuga la oración en presente “descanse en paz”. Pero con el general Crespo este proverbio no se cumple. Después de muerto violentamente, se le presentaron percances para el traslado de sus restos a Caracas y luego se profanó su tumba. El mausoleo donde fue enterrado Crespo es el más llamativo del Cementerio General del Sur. El mismo sitio donde en los RNC

223


últimos años se ha generalizado el comercio macabro de robar tumbas para luego ser revendidas en otras, así como el remate de cadáveres para rituales de brujería e incluso que son utilizados como contras o amuletos para desviar las balas que les disparen. Entre las víctimas de estos sucesos se encuentra el cadáver del general Joaquín Crespo. Su tumba fue violentada hace tiempo, una pared y la reja que circunda el monumento han sido derribadas para construir unas tumbas ajenas al perímetro. Describe el periodista José Roberto Duque en el artículo “No se salva ni el general Crespo, los delincuentes actúan sobre héroes y tumbas” (Caracas: El Nacional, 02-02-97, p. H-11) que: Los funcionarios de la Judicial encontraron los sellos de la tumba violentados y la tapa rodada de su sitio. Los restos del general Crespo quien fuera enterrado de uniforme, con sable, charreteras y condecoraciones aparecieron ahora desnudos y apenas recubiertos por lo que semejaba un saco de papas. Acerca de la mutilación del cuerpo, al cadáver le faltaba la mano izquierda.

De ahí que la desgracia del general Crespo fue completa, de La Mata Carmelera hasta el Cementerio General del Sur, donde a casi un siglo no le dejan descansar en paz. Estos apuntes conllevan a plantear la necesidad de un estudio exhaustivo sobre el significado y proyección del general Crespo, quien como todo ser humano fue un ser cargado de errores, pero que también poseía virtudes, entre ellas algunas consideradas de los más altos valores del ser humano, como lo es la fidelidad, la amistad sincera, la tolerancia y el respeto. La historia de Venezuela esta llena de imágenes y situaciones que rayan en lo increíble. Hemos pasado de mano en mano, con una carga de colonialismo y deudas. En el país en el siglo XVI, cuando se le entregó a los alemanes en pago de la deuda que la Corona Española tenía. En el siglo XIX, pasamos por concepto de deudas por la adquisición de armas para la Guerra de Independencia a manos de ingleses, luego con Guzmán a manos de los franceses. Después a los Estados Unidos. Desde la llegada de RNC

224


los europeos tenemos una historia impuesta, hecha a la medida de los vencedores. Escrita por ellos o por quienes representan sus intereses y están a su servicio. En ese sentido mantener esos valores universales del ser humano es una gran virtud, sin que esto signifique (y ni siquiera se piense) justificar la corrupción. La historia de Venezuela se desarrolla entre el teatro, el drama y la comedia. El venezolano posee la facultad de reírse de sus desgracias ironizándolas. Por esto, el pasado se proyecta en el presente y muchas veces vemos situaciones tan semejantes que parecen ser una recapitulación de un hecho anterior. El pasado trágico de nuestro pueblo se repite y vive constantemente en lo cotidiano de la vida del venezolano.

RNC

225


Fotografテュa: テ]ghela Mendoza.


Héctor Seijas

La casa y el río

Abuelo Loco. Un día Abuelo se volvió loco. Veía al diablo y creía poseer facultades para curar a los enfermos con saliva. Quiso ser barbero y para ello, en lugar de laca, utilizó coca-cola en sus peinados. Yo fui su primera víctima. Esa tarde asistí a la escuela con el cabello dulce y tieso. Las hormigas lo percibieron y tuve que abandonar el salón de clases y refugiarme en el jardín. Allí me liberaba de la pesada carga de los pupitres y me iniciaba en mi verdadero oficio, o uno de mis verdaderos oficios: agricultor. También mi padre fue agricultor y mi abuelo y mi bisabuelo. Y mi hermano José B. también fue agricultor y cosechó la muerte a temprana edad. El campo para mí sobrevive en la memoria de un trapiche y un río y una sola calle que se pierde hacia arriba hacia la montaña. Y el río, que es el río Guare, desemboca en el río Tuy. El pueblo se llama San José de Tácata. Para mí no existe desde la última vez que lo vi. Se ha convertido en un pueblo imaginario. Una entidad imaginaria, para decirlo con la lengua rupestre de los filósofos. Y en ese pueblo habita un cura de origen español de apellido Búcar. El padre Búcar. Y un médico de origen africano de apellido Wilson. Y una maestra que es mi madre y un jefe civil y un profesor de música llamado Calasanz Herrera. El pueblo tiene RNC

227


una bodega y un botiquín y un dispensario. No recuerdo haber visto relojes por ninguna parte, ni siquiera en la pequeña iglesia construida en los tiempos de la colonia, cuando el pueblo era un pueblo de encomiendas. Valga decir que con este pueblo acontece un fenómeno particular. Y es que así como puede haber micro climas dentro de un mismo ámbito geográfico, también puede haber un micro tiempo dentro de otro tiempo. Estando la urbe de Caracas tan cerca, a escasos kilómetros de distancia, la vida del pueblo de San José de Tácata transcurre dentro de lo que cabe concebir como un micro tiempo –con sus vivos y sus muertos, sus fiestas y sus lutos, sus rufianes y sus pastores. Abuela Ifigenia. Pescaba corronchos con la boca y un día se sumergió con los ojos cerrados en las aguas del río Guare y metió la mano en una cueva debajo de una piedra y palpó la piel rugosa y hubo de llevarse a la boca un sapo en lugar de un corroncho y fue al salir de las aguas que pudo percatarse. Coronas y cruces. En una época vivíamos frente al cementerio de Valencia, en la avenida Lisandro Alvarado. Al final de esta avenida quedaba el camposanto. La vida en los alrededores giraba en torno suyo. Casi todo tenía que ver con el cementerio. Los eventos cotidianos de la muerte, aquellos ritos dedicados a nuestros parientes del más allá. A lo largo de la avenida había floristerías, casi todas de mis primos agricultores de Sanchorquiz del Ávila y Hoyo de la Cumbre, los Álvarez. También había marmolerías especializadas en mampostería funeraria. Justamente al lado de nuestra casa funcionaba una de estas marmolerías. Al lado derecho, y al lado izquierdo una floristería propiedad de mi primo Marcos Álvarez. Todo giraba en torno a los muertos, pues, créase o no, la avenida Lisandro Alvarado era esa calle del cementerio que propiciaba la evidencia de una calle arquetípica. Una sola calle, por donde todos pasamos o pasaremos. No hay caminos verdes. Y cada día pasaban cortejos y cada día la muerte pasaba con diferentes atuendos frente a la casa y a veces se quedaba a dormir con nosotros hasta que amanecía y continuaba sus labores que nunca RNC

228


cesaban. Sin tener que ir muy lejos, sucedía que los accidentes de tránsito eran recurrentes. Siempre había alguien arrollado en el pavimento de la avenida. Uno escuchaba todo el día el sonido de dinamos puliendo y dándole forma al mármol blanco y negro: angelitos, santos, cristos, vírgenes y capillitas a las ánimas. En el patio de la casa un árbol de mango padecía de insomnio y se la pasaba toda la noche dejando caer sus frutos en el techo. Este árbol de mango no dormía. Al día siguiente amanecía el patio cubierto de mangos y había que quitarlos de encima del techo. Madre estudiaba enfermería y buscaba trabajo en hospitales. Padre venía los fines de semana. Y Abuela se ocupaba de nosotros mientras Abuelo trabajaba en una de las floristerías. Las flores las traían para entonces desde el Hoyo de la Cumbre. Y la elaboración de coronas y cruces floridas constituía un acontecimiento de participación familiar donde todos ejecutaban una función precisa como clavar botones de oro y gladiolas y nardos y claveles que iban dibujando una especie de mandala. Estas labores surgían de improviso. De repente alguien llamaba a la floristería y pedía tal cantidad de coronas o cruces. Inmediatamente nos reuníamos todos y comenzaba la urdimbre de colores y letras góticas escarchadas, en dedicatorias de familiares, deudos, amistades. Lo hacíamos con alegría y entusiasmo y podíamos pasar toda la noche haciéndolo, de acuerdo con la cantidad de encargos cosechados por la Pelona. Tía Trina pescaba con atarraya en el río Tuy. En su casa había un tanque de agua donde echaba los peces recién traídos del río. El tanque, además de ser un acuario, a la vez servía de reservorio de pescado fresco, a la orden del día. Guebinas, bagres y corronchos trazaban hendiduras de agua como cometas elásticos, siguiendo sus respectivas órbitas. Muy cerca estaba el patio y una mata de granadas. El color del río Tuy era como el color de un bagre dorado. La corriente circulaba estrepitosa contra las piedras. Y mi tía Trina enarbolaba la red como una manta mágica que cubría el río y lo tapaba por instantes que duraban lo que dura una ráfaga en el fondo de la retina. Mordía muy fuerte la red y estiraba los brazos como si elevara una plegaria a las ninfas y a los renacuajos y a los pájaros bacos que RNC

229


ondeaban sus largas colas de faisanes desaparecidos. Hoy día no hay un solo pájaro baco. El único que existe perdura en mi memoria como una imagen sometida a la fragua de un fuego onírico. Entre profusas ramas movedizas a causa de la niebla matinal que todo lo transformaba en la forma de un sueño condensado. La montaña latía en el corazón del pájaro baco y todos los peces existían y las piedras también existían ensimismadas. En actitudes budistas al despertar la aurora y a la hora en que el tigre persigue a las estrellas en un pozo. Tía Trina tenía que ser muy precavida y apretar muy fuerte con los dientes la red extendida, pues los dientes de tía Trina eran postizos. La edad así lo había dictaminado, en la forma encajada de una prótesis dental. O plancha, como decimos todos. Y sin embargo, la red jamás voló sobre el río con los dientes de Tía Trina. La plancha se aferraba a la red por cuenta propia. Tía Trina la había amaestrado, la plancha sabía el momento de abrir y el momento de cerrar la fuerte mandíbula. Cuentan los sobrevivientes que luego de haber muerto tía Trina la plancha iba sola y pescaba ella misma mordiendo la atarraya extendida sobre las piedras y remolinos del río Tuy. Padre bajaba de la montaña con la lluvia y sus relámpagos. Madre lo esperaba asustada en nuestra casa, enclavada en medio de los elementos. La lluvia caía como una cortina espesa, a través de la cual las cosas aparecían desde un tiempo que retornaba siempre brumoso, iluminado por una luz mortecina que no era ni aurora ni ocaso. Por la carretera plagada de baches y obstáculos los árboles caídos cerraban las encrucijadas. Barrancos como bocas agrestes se abrían desde los profundos abismos vegetales. Padre conducía la camioneta Willis bajo la obturada noche de los cafetales, entre jabillos, apamates, ceibas inmemoriales. Por aquel enigmático paraje de la montaña llamado el Infiernito, donde había visto, o donde creía haber visto, el ánima en pena de un espanto. El pueblo está habitado por seres, árboles y cosas. Todo está habitado por dentro. No solo las casas y los nidos y las madrigueras. También las personas están habitadas por dentro en aquel RNC

230


lugar de las ruinas llamado San Daniel. Los muros de lo que fue la casa de Guare parecen las costillas de un animal asesinado en medio del follaje. Éstos se precipitan en una caída sin final, bajo las piedras, donde los matorrales carecen de sentido y significado histórico. La casa está en ruinas a merced de las patas del ganado que posee la fuerza y la maña suficientes para tumbarlas y así permitir que la maleza penetre y lo borre todo en un relámpago de flora agreste. Telescopio. Yo quisiera tener un telescopio y mirar desde mi casa las estrellas y los planetas y saber distinguirlos por sus respectivos nombres. Y es que yo siempre he soñado con tener un telescopio. ¿Y quién no? La condición de los ojos repotenciada. A unos milímetros del espacio sideral. Abiertos ante cualquier oportunidad fisgona, de noche y de día. Y de esta manera, una vez obtenido el artefacto, poder sufragar la infinita curiosidad que provoca el universo en su versión macroscópica. La implacable sospecha que se cierne sobre el mundo entero. Les estoy hablando de un objeto mágico. A veces resulta difícil pensar que se trata de un invento. Mejor un obsequio de los dioses. Un encuentro como cualquier otro: como los encuentros que siempre tuvo Pablo Picasso, quien, según él mismo decía, nunca buscó nada y siempre encontró algo. Así como los poetas (y los pintores) surrealistas encontraron un paraguas en una mesa de disección. Yo me voy por el mundo en busca de un telescopio. Ya mis ojos están cansados de ver las cosas en su cotidiana y atribulada medida. Los seres y las cosas requieren de otra u otras dimensiones que permitan explorarlos e indagarlos como si lo hiciéramos a través de una lupa o de un microscopio. El espacio, su noción vertiginosa y crucial se convierte en una cuestión dialéctica, a partir de la cual se suscita un tiempo dinámico, absurdo en un principio, pero que poco a poco se nos devela en los intríngulis de un auténtico drama cósmico. Es decir, su significado. En las texturas y en las porosidades volcánicas de los planetas muertos, un resumen de lo que sucederá en cuestión de años, RNC

231


meses, días, horas, segundos precipitados en apocalípticos meteoritos que se estrellan contra la Tierra. Si yo tuviera un instrumento de esta clase, capaz de engrandecer las siluetas de los demás y permitir que las vidas distantes de nuestros vecinos se vuelvan vidas paralelas. Y es que el ojo (o los ojos) se han convertido en una vía de escape o de reclusión, hacia adentro y hacia afuera. Entre lo exterior y lo interior únicamente está la retina como una membrana apolítica, una membrana lustral, que nunca ha traslucido el mundo en su exacta confusión y por ello nunca lo ha trasegado como un asunto apocalíptico. A la verdad es que no me gusta verlos, a los mundos serenos y distantes, pintarse de sol y grana al volar despedazados, hechos triza atómica, pellejo chamuscado, árbol rociado con espanto. De modo que lo político se desarrolla equidistante tanto de la naturaleza como del hombre, siguiendo el rigor de las abstracciones. Y los fuegos fatuos (son como llamitas de fuego azul o lengüitas de fuego azulado) se desplazan como ánimas en pena por los campos de batalla. Y en las grandes ciudades de plomo y cuchillos en ángulo, precipicios rellenos de desperdicios de toda clase le imponen límites a la vida. ¿Acaso existe otra clase de desperdicio que no sea humano? A Liebre lo posee el Ismaelito. No puedo contarles nada más allá de lo que ven mis ojos porque más allá de lo que ven mis ojos no sé nada más. Yo únicamente digo lo que ven mis ojos y si es verdad que a Liebre lo posee el Ismaelito. Y es que Liebre se transforma, o se transporta, o pierde el sentido cuando es poseído por el Ismaelito y se voltea la gorra hacia atrás. Ya antes de salir a la calle se prepara y se viste como el Ismaelito. Collares. Un cinturón de balitas de plástico. Un revólver cañón corto en miniatura que forma parte del amasijo de guindas enhebradas entre el pecho y la espalda y también más abajo por la zona de la ingle tiene unos amarres y unos puñalitos y un crucifijo roto pulseras y usa camiseta sin mangas y lentes oscuros, pero cuando es poseído por el Ismaelito se los quita y pela los ojos y gruñe y se pone RNC

232


tenso muy tenso cuando el Ismaelito lo posee, pero mucho más cuando el Ismaelito baja engorilado. Uno está adentro del otro. Hasta que el trance se desvanece y Liebre también se desvanece y se sienta desinflado con los músculos aguados, dice que quedó sin energías esta vez, el Ismaelito estuvo rudo. Liebre se recupera con otro trago de aguardiente Coplero y hace reverencias. Salamaleikun. Liebre nos pregunta qué significa Salamaleikun. Y pela los ojos. La noche se vuelve un punto dilatado en sus pupilas. Una lucecita negra brilla al fondo de ese laberinto que comienza con un agujero diminuto. Liebre segrega una espuma que se pega a la comisura de los labios y allí queda como sal. ¿Yo me pregunto si será posible que a Liebre lo posea el Ismaelito cuando está bueno y sano? Y es que a Liebre se le ponen los ojos como dos piedras negras fulgurantes. Dos negros diamantes fríos incrustados en su tenso rostro. La quijada de Liebre se mueve como la quijada de un muerto que habla. Mandibulea. Las venas de su cuello parecen cables retorcidos. El dije pistolita 38 brilla entre los collares y las contras. Liebre pagó seis años de cana y regresó cambiado espiritualmente. Estando preso se le apareció el Ismaelito la primera vez. Lo poseyó ante un altar en la celda hecho con pedazos de papel metálico de envolver cigarrillos y pan amasado en forma de santos y cruces adosadas a un rincón. Desde esa vez que fuera poseído por el condenado espíritu Liebre no ha podido sacárselo de adentro al engorilado Ismaelito. Vivo a pocos metros de una encrucijada. A mi edad salgo poco y cuando lo hago, voy a la oficina, al gimnasio y de vez en cuando me introduzco en un barcito de mala muerte. Adonde he decidido no entrar más, dado que los contertulios preferidos se han ido retirando por distintos motivos, pero el principal de ellos es la muerte. Pues la mayoría eran viejos o estaban enfermos de cirrosis o fueron emboscados una noche al salir ebrios del bar en busca de una casa a la cual nunca llegarían. Puedo referirles varios casos que apuntan en esta dirección. Por estas y otras razones cada día me recluyo a voluntad y gracias a la bondad de mi compañera, disfruto de cama y ropa limpia y comida convenientemente preparada a la hora justa. En realidad nunca había estado tan RNC

233


cómodo ni nunca había tenido la fortuna de cobrar por mi trabajo de redactor. En un país en donde las oportunidades y los reconocimientos literarios dependen de otros factores distantes de las letras, como el amiguismo y la codicia. La ciudad me ha elegido como tema suyo, al punto en que trato de dibujarla constantemente por medio de las palabras a semejanza de quien confecciona un mándala a base de distintos y disímiles elementos. Por ello me refiero a los insectos y a los agujeros en las paredes y a los laberintos de escalinatas que surcan el espacio heteróclito y así voy en busca de un tiempo que se pierde en el presente. Para escribir debo antes pasar por una fase de desintoxicación etílica que me procura la posibilidad de restablecerme del hastío y de la futilidad. La escritura es en cierto modo un proceso de desintoxicación. Una forma que adquiere la demencia. Un proceso que consiste en ser y en no ser. Y uno de los peores enemigos al cual enfrento como a mí mismo es el aburrimiento. Ya lo decía Charles Atlas: prefiero los puñetazos al aburrimiento. Éste, el aburrimiento, el hastío o la molicie magistralmente descrita por Julio Ramón Ribeyro, ronda la vida de los seres humanos como una sombra en todas partes. Por ello hemos recurrido a los vicios y a las diversiones y multiplicamos cada día los artefactos que puedan consolarnos por momentos del aburrimiento perpetuo al cual está condenada la especie humana. Televisores, radios, teléfonos, computadoras, vehículos, calculadoras: todo un coney island de las mentes. A veces no nos consuela la lectura y los viajes cada vez se hacen más costosos e imposibles. Los dioses se han retirado por la senda que atisbara el poeta Hördeling y únicamente Dionisos se ha quedado entre nosotros en medio de borracheras y ordalías aliñadas con la química esquizoide del materialismo capitalista. Un sistema demencial que recurre a la violencia como una forma delirante del exterminio y que transmite a cada momento, a través de un sistema de neuronas tecnológicas que conforman las llamadas corporaciones de la información, la comunicación y el entretenimiento, reiterativas visiones de un apocalipsis psicodélico. Un sistema planetario fundamentalista, terrorista, incapaz de reconciliar a la humanidad con otra temporalidad distinta a la sucesión constante de la RNC

234


molicie. La gran perturbación de nuestro tiempo. El aburrimiento planetario. La humanidad se fastidia al borde del abismo donde se guardan las siete llaves de la destrucción. Nos corresponde vivir una época desacralizada por completo. La orgía ritual desaparece para dar paso a la masturbación global. Todos nos frotamos los unos contra los otros. Todos nos hacemos la paja divididos. Prescindimos del otro y lo convertimos y lo reconvertimos de acuerdo con la cotización en la bolsa de valores para el caso del burgués y en el juego de la lotería para el caso del proletario, el lumpen y el saltimbanqui. Por cierto, cómo y cuánto me gusta esta palabra así como a Karl Marx que la utilizaba para designar aquellos elementos que estaban fuera del sistema productivo del gran capital y que formaban parte, los saltimbanquis, de una legión escatológica. Paradójica y postmilenaria. Harapienta y en muchos casos infrahumana. No carente de humor y dramatismo. Como aquellos personajes de las películas de Federico Fellini que reproducen una variedad de rostros infinita, grotesca y abisal. En un relato visual ininterrumpido donde el sentido del ojo se convierte en nuestro sentido del tacto. Una danza. Un espectáculo que nunca termina y que nunca comienza. El vacío que propicia el surgimiento del arte y la escritura barroca es similar al tokonoma. Una de las categorías que integran el sistema poético de José Lezama Lima. Basta rasgar la superficie de una mesa o de cualquier otra superficie con la punta del dedo índice para advertir la evidencia del tokonoma. Una especie de hueco invisible. Una huella del vacío. Es decir, un espacio, por minúsculo que pueda ser, imaginario. Una nada diminuta al alcance de la mano y del entendimiento que las imágines propician. Una revelación tan sencilla como una revelación cotidiana: el aburrimiento es la causa de muchos de nuestros males contemporáneos. Y la imagen del vacío, su metáfora palpable, está ahí, sobre la superficie de la mesa. Y es que Dios, o los dioses, crearon el universo porque estaban aburridos: al hombre y a la mujer a imagen y semejanza del hastío. Por lo cual la creación pasó a ser una especie de juego cósmico donde la humanidad participaba mediante la ciega consecución de eso que los griegos llamaban destino. Toda la historia de la RNC

235


humanidad se reduce a la historia del aburrimiento. Adán y Eva pecaron y fueron impelidos por la curiosidad porque estaban muy aburridos en el Paraíso terrenal. Había que violar alguna norma para superar el aburrimiento y por eso comieron del fruto prohibido: una simbólica manzana ofrecida por una serpiente pícara y cabrona oculta con suspicacia en el jardín del Edén. La tentación es otra de las caras del aburrimiento. Y sus consecuentes consecuencias: la lujuria, el vicio, la vanidad, la envidia y el sacrificio criminal del prójimo. Alguien podría refutarme aduciendo que el amor también lo es, mientras permanecemos bajo el encanto de su poder. Pero el amor suele ser tan pasajero como todo lo que sea pasajero y al final de cuentas el aburrimiento persiste reconcentrado. Esto sucede en ciertos estados de despecho crónico que pueden conducir al suicidio o al exilio involuntario del mundo. Una vez que el amor desaparece por cualquier circunstancia, sentimos un vacío mayor y más profundo. El objeto amado se ha volatilizado y en su lugar aparece el fantasma del aburrimiento que hay que exorcizar mediante todos los recursos a la disposición. Como buscar un nuevo amor o ir al cine o practicar yoga. Hay quienes se alcoholizan o cambian las facciones de su rostro mediante una cirugía plástica. También los hay que ingresan a un religión vocinglera o asumen el misticismo como una derivación teatral del aburrimiento. Cristo murió en la cruz porque estaba demasiado aburrido de este mundo, y lo que los curas justifican como pasión no pasa de ser un sanguinario espectáculo concebido por los romanos: una raza, si es que acaso hay razas humanas, de fornicadores aburridos que amaban y aman el espectáculo al extremo de la crueldad, bien lo sabe el mismo Federico Fellini.

RNC

236


Leonardo Gustavo Ruiz

orlando araujo en letra roja

A pura paradoja, contrariando aquello que un abstemio Uslar Pietri tachó de “daño de la taberna”, Orlando Araujo legó a su patria (es decir, al mundo latinoamericano) más de una veintena de libros, los cuales trabajó ardua y febrilmente de 1954 a 1986. Desacralizador de la literatura venezolana, decodificador de sus engranajes secretos y solemnidades académicas, hizo entrar él mismo al pueblo andino-hablante del piedemonte barinés, a lomo de mula, en el escenario de las letras con un entrañable modo de narrar en campesino. A este amigo de viaje rendimos ahora el humilde tributo de estas líneas que buscan acompañar el décimo aniversario de la Bienal de Literatura que lleva su nombre y que le inventamos el año 2000 al siempre rebelde intelectual barinés, quien hasta cárcel pagó por dirigir y escribir aquella famosa revista En Letra Roja, en los fogosos 60. La obra de Orlando Araujo se multiplicó en estudios literarios, temas de historia social y de economía, poesía, crónica y periodismo, guiones para TV y cine, y hermosísimos textos para niños y niñas, entre muchas otras militancias de la palabra. Pero donde se hizo maestro mayor fue en el decir oral, o sea, en el arte de RNC

237


conversar aprendiendo y enseñando al mismo tiempo, heredado de sus filosos paisanos montañeses, habilidades que asoman desde los riscos de Calderas a los serpenteantes ríos que van a dar al Apure que es el vivir. Baquiano supo que la tierra era suya con el registro de las andanzas ancestrales de “guates” y llaneros, a quienes dibujó con maestría en Barinas son los ríos, el tabaco y el viento, en sus 7 cuentos y, más íntimo y telúrico, en Compañero de viaje. Sus ensayos tienen hoy vigencia plena, pues interrogan al unísono lo económico, la literatura y ese mal endémico de la Venezuela dependiente que es la violencia social, y esos ensayos atisbaban ya a fines de los 80 respuestas que hoy, mediante el proceso de refundación revolucionaria, se han colectivizado en cerros, barrios, campos, fábricas, imprentas, cines, viviendas, industrias y tantos otros proyectos de la Revolución Bolivariana. Por ello hoy debemos reconocer en Orlando Araujo, a uno más de la estirpe de Salvador de la Plaza, Rodolfo Quintero, Ludovico Silva, por nombrar solo a tres de los intelectuales militantes que pensaron hace décadas este período histórico que empezó en 1999. Pero en el caso de Orlando agregamos su infinita entrega a los caminos, las tabernas, los chirivitales y recovecos de una Venezuela profunda que él recorría a diario para desentrañar hablas y otros lugares de la memoria común de nuestro pueblo. En el pueblo de Orlando, Calderas, Jesús Enrique Guédez recogió imágenes y testimonios que lo recuerdan en toda su multiplicidad: como el hombre de letras capaz de olvidar los libros para andar con sus coterráneos por la alegría y las angustias cotidianas. Los fundamental es que Orlando Araujo dejó una obra que va de los libros y sus complicaciones a la voz del pueblo, con la facilidad de quien descorcha una botella para salvarse del naufragio.

RNC

238


Orlando Araujo.



PENSAMIENTO

FILOSÓFICO LATINOAMERICANO


Enrique Dussel. Imagen de archivo.


Adriana Arpini

Filosofía y política

en el surgimiento de la

Filosofía Latinoamericana de la Liberación

Presentación En 1975 aparece el primer volumen de la Revista de Filosofía Latinoamericana. En los trabajos de ese volumen y de los que le siguieron, así como en otras publicaciones –libros y revistas– que aparecieron desde comienzos de los 70 en Argentina, predominó el análisis del sentido y función de la filosofía en América Latina y del modo en que se establece el vínculo entre filosofía y política. Todo ello permitió identificar un nuevo estilo de hacer filosofía, denominado “filosofía de la liberación”, cuya especificidad se determina por contraposición a los rasgos característicos de la filosofía europea moderna. Es posible diferenciar posiciones entre quienes participan de este movimiento, las cuales se plantean en torno al concepto de pueblo, a la legitimación o crítica del discurso populista, al concepto mismo de liberación. Seleccionamos un conjunto de artículos y documentos que nos permiten una aproximación a los debates y posicionamientos acerca del quehacer filosófico en el momento de emergencia de la Filosofía de la Liberación. Deseamos aportar al esclarecimiento de la relación entre filosofía y política en nuestra América a través del análisis de un conjunto de discursos que fueron posibles en la Argentina y también en el resto de América Latina en la década de los setenta del siglo pasado. RNC

243


En ellos se ponen de manifiesto los conflictos que atraviesan dicha relación y el modo de vincular ambos términos. Más específicamente se trata de la relación entre filosofía y política para la construcción de la nación, en términos de liberación y en el contexto de América Latina. Ahora bien, al hablar de filosofía y política, es necesario identificar algunos supuestos. En primer lugar, supone confianza en la capacidad transformadora de las ideas; en este sentido, las ideas “son acciones que los hombres realizan” (Gaos, J., 1980) inmersos en la trama conflictiva de la vida social. En segundo lugar, y a los efectos de nuestro análisis, supone un ejercicio de memoria que nos sitúa en relación activa con el “legado”, entendido como el conjunto de bienes materiales y de relaciones intersubjetivas –es decir, un conjunto de medios y de fines– respecto de los cuales ejercemos una función selectiva y transformadora (Roig, A., 1981). En tercer lugar, para construir algo sólido hay que partir de la revisión crítica de lo ya construido –porque puede estar mal hecho o porque ha quedado obsoleto, o porque resulta insuficiente. De modo tal que entre crítica y construcción se entabla una relación dialéctica en sentido fuerte, es decir, una dialéctica que no busca la reconciliación de los opuestos, sino su superación a través de una instancia nueva, creadora. Se trata, pues, de hacer actual el pasado reciente, someterlo a la criba de un análisis que ponga a la luz sus contradicciones, ofreciendo así posibilidades para un acontecer diferente1. En 1975 aparece el primer número de la Revista de Filosofía Latinoamericana. Desde esa fecha hasta 1979 la Editorial Castañeda publica seis volúmenes en los que predomina el análisis acerca del sentido y función de la filosofía en América Latina y se afirma el nacimiento de un nuevo estilo de hacer filosofía denominado Filosofía de la Liberación, cuya especificidad se determina por contraposición a los rasgos característicos de la filosofía europea moderna. Después de un paréntesis de seis años, en 1986 se inicia una segunda etapa en que la revista es retomada por la Asociación de Para el desarrollo del presente artículo seguimos en lo sustancial el capítulo de nuestra autoría “La “filosofía de la liberación” en el lanzamiento de la Revista de Filosofía Latinoamericana”, publicado en el libro editado por Clara Alicia Jalif de Bertranou, Argentina entre el optimismo y el desencanto. Mendoza: Colección Cuadernos de Cuyo, IFAA, FFyL, UNCuyo, 2007, pp. 193 – 230.

1

RNC

244


Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales. Ello implica una modificación en el nombre, que ahora es Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales. La nueva etapa de la revista significó la renovación casi completa de sus colaboradores y un cambio en su orientación ideológica y epistemológica. Ya en la primera etapa de la publicación se puede advertir una diversidad de posiciones teóricas y proyecciones prácticas, en ocasiones incompatibles o abiertamente enfrentadas entre sí. Tales diferencias se explican atendiendo a las condiciones sociohistóricas de la producción intelectual y al modo en que estas condiciones son interpretadas y asumidas por quienes colaboran en la publicación. En esta oportunidad nos concentramos principalmente en el análisis de las posiciones que quedaron definidas en el primer volumen de la revista, con el propósito de mostrar que la llamada Filosofía de la Liberación Latinoamericana, surgida en la Argentina en la década de los setenta, no constituyó un conjunto monolítico, orgánico y coherente de pensamiento. Antes bien, desde sus orígenes presentó importantes diferencias que alentaron un rico debate interno. Los autores que participan en el primer volumen son todos argentinos: Osvaldo Ardiles, Mario Casalla, Horacio Cerutti, Enrique Dussel, Daniel Guillot, Rodolfo Kush, Arturo Andrés Roig. El debate estuvo atravesado por motivaciones y praxis teóricas diversas vinculadas a la militancia política y/o académica, distintas maneras de llevar adelante la crítica del presente y la construcción del futuro.

Texto y contexto En un repaso somero a las condiciones socio-históricas en las que tiene lugar el surgimiento de la Filosofía de la Liberación no podemos dejar de señalar que desde la segunda mitad de los sesenta los problemas en la esfera productiva originaron el quiebre de la “edad de oro del capitalismo”. La crisis condujo a la disolución del sistema fondista de producción y a la expansión multinacional del capital, segmentando su producción y generando una nueva división internacio-

RNC

245


nal del trabajo. Los conflictos financiero y energético mundiales de principio de los setenta –subidas del precio del petróleo y crisis de la convertibilidad del dólar norteamericano– preanunciaron el cambio de paradigma tecnológico e industrial del capitalismo. Además, el mapa geopolítico mundial sufrió profundas transformaciones. Por un lado, los resultados de la Guerra de Vietnam; por otro, los cuestionamientos a la Unión Soviética por parte del movimiento checoslovaco de 1968, conocido como “primavera de Praga” y la “revolución cultural” desatada en China comunista en 1966 con el propósito de forzar cambios en un gobierno que, según se afirmaba, había abandonado los objetivos revolucionarios. En Francia se propagó en 1968 una rebelión estudiantil que cuestionaba el sistema educativo de ese país, pero más radicalmente a la “sociedad de consumo”. Tuvo repercusiones importantes en varios países europeos y latinoamericanos. Asimismo, en el impulso de la Revolución cubana, se desplegaron movimientos contestatarios y reformistas en América Latina, una de cuyas principales manifestaciones fue el gobierno del socialista Salvador Allende, elegido democráticamente en Chile en 1970, abriendo la posibilidad de una vía alternativa hacia el socialismo. En la Argentina, el golpe militar de 1966, autodenominado “Revolución Argentina”, disolvió las legislaturas nacionales y provinciales, destituyó a los miembros de la Suprema Corte y prohibió la actividad de los partidos políticos. Con un perfil ideológico bifronte, antiliberal en lo político y liberal en lo económico, se adhirió a las ideas de la llamada “Doctrina de la Seguridad Nacional”, fundada en una hipótesis de guerra interna permanente, en distintos frentes, con el fin de defender las “fronteras ideológicas” que separaban, dentro de cada comunidad, a los partidarios del bloque occidental y cristiano de los adherentes al mundo comunista. En mayo de 1969, se inició una serie de movilizaciones estudiantiles y obreras que culminaron en el gran estallido social de Córdoba –“el Cordobazo”. La impopularidad del programa económico y de la política laboral, por un lado, y la aparición en primera plana de la guerrilla a partir de 1970, los alzamientos populares, el endurecimiento de la represión y los procedimientos

RNC

246


ilegales, por otro lado, generaron un clima de tensiones frente al cual las Fuerzas Armadas optaron por una salida electoral controlada. La agudización de las tensiones llevó al convencimiento de que Juan Domingo Perón era el único político capaz de encauzar la rebelión y pacificar los ánimos. Perón regresó a la Argentina el 17 de noviembre de 1972, formalizó el Frejuli (Frente Justicialista de Liberación) integrado por peronistas, desarrollistas de Frondizi, la Democracia Cristiana, el conservadurismo popular, desprendimientos del socialismo y del radicalismo y algunos partidos provinciales. Impuso la candidatura del Frente en las figuras de Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima. Las elecciones se concretaron en marzo de 1973 y el Frejuli obtuvo el 49,5 % de los votos en la primera vuelta. Sin embargo, con la asunción de Cámpora se profundizaron los conflictos internos del peronismo. Después de las renuncias de Cámpora y Solano Lima, las elecciones presidenciales del 23 de septiembre de 1973 plebiscitaron la tercera presidencia de Perón por el 62% de los votos. Su proyecto requería el fortalecimiento del Estado frente a los actores sociales y económicos, y el disciplinamiento de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, tropezó con enfrentamientos irreductibles que desbordaron el Pacto Social y los acuerdos políticos afectando la gobernabilidad. Su muerte, el 1 de julio de 1974, produjo un vacío político que terminó desencadenando una crisis sin precedentes en la historia nacional. En noviembre de 1974 se declara el Estado de Sitio al tiempo que se amplifica la actividad represiva gubernamental. Durante este periodo, previo al golpe militar del 24 de marzo de 1976, se produce el vaciamiento de las universidades y se acelera el exilio –externo e interno– de intelectuales argentinos, que fueron apartados de sus lugares de trabajo, silenciados, perseguidos, amenazados, secuestrados, torturados o desaparecidos. Cabe señalar dos hechos de interés para completar el panorama del momento de surgimiento de la Filosofía de la Liberación: por una parte, que este movimiento filosófico, si bien tuvo su origen en Argentina, no es argentino sino latinoamericano; y, por otra parte, que existieron divergencias y contradicciones en su

RNC

247


interior. Con respecto a lo primero, es indiscutible el impulso que cobró el cuestionamiento acerca de una filosofía latinoamericana a partir de la polémica sostenida entre Augusto Salazar Bondy (Perú, 1925 – 1974) y Leopoldo Zea (México, 1912 – 2004), a través de sus respectivas obras ¿Existe una filosofía de nuestra América? (México, Siglo XXI, 1968) y La filosofía americana como filosofía sin más (México, Siglo XXI, 1969), en las que se ponía en cuestión y al mismo tiempo se buscaban respuesta a los problemas de la existencia y el carácter normativo de una filosofía latinoamericana propia2. Si bien estas problemáticas y otras relativas a la cuestión de la ideología, a la función social y crítica de la filosofía, a los vínculos entre filosofía y teología, filosofía y política, etc., venían desarrollándose en diversos centros académicos y grupos de estudios independientes en la Argentina durante la década de los sesenta, podemos acordar con Domenchonok (1992) en señalar como ámbito de gestación de la Filosofía de la Liberación a las “Semanas Académicas” de San Miguel, en la Universidad del Salvador de los Jesuitas, de 1969. Allí se discutieron los problemas de la dependencia y la búsqueda de las vías de liberación. De estas discusiones participaron jóvenes profesores universitarios y opositores a la dictadura militar que abogaban por transformaciones sociales y políticas democráticas y por una reforma universitaria a la altura de los tiempos. Con respecto al segundo punto, acerca de las divergencias y contradicciones entre los que participaron del movimiento de Filosofía de la Liberación, procuramos avanzar en el señalamiento Acerca de esta polémica pueden consultarse: ARPINI, Adriana. “La polémica entre Augusto Salazar Bondy y Leopoldo Zea. Una revisión crítica del historicismo en América Latina”. En: Otros discursos. Estudios de Historia de las ideas latinoamericanas. Mendoza: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo, 2003; CERUTTI GULDBERG, Horacio. “Polémica entre Augusto Salazar Bondy y Leopoldo Zea”. En: Filosofía de la liberación latinoamericana. México: Fondo de Cultura Económica, 1983; GALLARDO, Helio. El pensar en América Latina. Introducción al problema de la confrontación de nuestra conciencia. A. Salazar Bondy y L. Zea. Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, San José de Costa Rica, vol. XII, Nº 5, 1974, 131. Filosofía y política en el surgimiento de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación.

2

RNC

248


de las mismas analizándolas tal como aparecen en el volumen de lanzamiento de la Revista de Filosofía Latinoamericana. A nuestro entender, el primer estudio en que se examina el movimiento en su conjunto, atendiendo a diversidad de posicionamiento interno y buscando establecer una tipología, es el llevado adelante por Horacio Cerutti Guldberg en Filosofía de la Liberación Latinoamericana. A manera de esquema, diferencia entre un sector populista y otro sector crítico del populismo. Quienes integran el primer grupo están más directamente ligados con el peronismo y adquieren “un considerable poder en las estructuras académicas y, sobre todo, un alto grado de difusión de sus escritos a nivel nacional y también internacional” (Cerutti Guldberg, H., 1983, p. 49); de ahí que muchas veces se haya identificado a la Filosofía de la Liberación exclusivamente con las posiciones sustentadas por este sector. El sector crítico del populismo asumía una actitud de cuestionamiento del fenómeno sociopolítico del populismo y de sus alcances en vistas del pluralismo democrático; tuvieron limitaciones en cuanto a las posibilidades de publicación y difusión de sus producciones; sus definiciones teórico-prácticas quedaron expresadas en el Manifiesto del grupo salteño y en el Primer Encuentro Nacional de Filosofía de la Liberación (Salta, 1974). Las diferencias que se ponen de manifiesto desde el primer volumen de la Revista de Filosofía Latinoamericana no se circunscriben exclusivamente a la problemática del populismo o al modo de legitimación o de crítica en relación con el discurso populista. El concepto mismo de liberación, así como el sentido y función de una Filosofía de la Liberación permiten señalar posicionamientos heterogéneos. Además, la frecuencia y el modo en que se entablan vinculaciones con la Teoría de la Dependencia, la Teología de la Liberación, Historia de las ideas y sus cuestiones metodológicas, el discurso marxista y la problemática de lo ideológico, la mayor o menos proximidad a la tradición fenomenológico–hermenéutica (E. Husserl, M. Heidegger, P. Ricoeur), la incorporación de la cuestión del otro (E. Levinas), la atención a los problemas relativos a las prácticas de enseñanza de la filosofía son aspectos relevantes a tener en cuenta en orden a reconocer diferencias y contradicciones entre los representantes de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación.

RNC

249


Filosofía y política en el programa filosófico de la liberación En la primera página del primer volumen de la Revista de Filosofía Latinoamericana se publica un texto titulado "A manera de manifiesto"; el cual puede leerse también en la contratapa externa del volumen Hacia una Filosofía de la Liberación Latinoamericana (Bonum, 1973), cuya autoría –aun cuando no está firmado– es de Enrique Dussel3. En dicho texto se afirma que el “nuevo estilo de filosofar latinoamericano” no parte del ego, yo conquisto, yo pienso, como voluntad de poder europeo imperial –que comprende a Estados Unidos y Rusia, como prolongaciones del hombre europeo moderno–, sino “del oprimido, del marginado, del pobre, desde los países dependientes de la Tierra presente”: La Filosofía de la Liberación pretende pensar desde la exterioridad del Otro... [pues] Una filosofía que tome en serio los condicionamientos epistemológicos del pensar mismo, los condicionamientos políticos de un pensar latinoamericano desde la opresión y la dependencia, no puede ser sino una filosofía de la liberación. (RFL, I, 1, 1975, p. 3).

Según el autor, tal filosofía tiene que encarar dos tareas: una destructiva de las formas de ocultamiento del oprimido; otra constructiva, mediante el esclarecimiento de las categorías que permitan al pueblo acceder a la humanidad de un sistema futuro de mayor justicia internacional, nacional e interpersonal. La política desplaza a la ontología abstracta como filosofía primera, pues se parte de la posición del hombre ante el hombre, de la Totalidad ante la Alteridad, de Alguien ante Alguien otro. Ésta es, según afirma, “la única filosofía posible entre nosotros”. Tal programa filosófico descarta otras maneras de llevar adelante la tarea del pensamiento: El pensar filosófico que no tome debida cuenta de sus condicionamientos y que no juegue históricamente en el esclarecimiento y la liberación del pueblo latinoamericano es ahora, pero lo será

Anotación al margen, en el volumen perteneciente a Arturo Roig, de su puño y letra.

3

RNC

250


mucho más en el futuro, un pensar decadente, superfluo, ideológico, encubridor, innecesario. (RFL, I, 1, 1975, p. 3).

En un escrito anterior, “Metafísica del sujeto y liberación”, presentado como ponencia al II Congreso Nacional de Filosofía de 1971, Dussel traza una suerte de genealogía de la actual Filosofía de la Liberación. Sostiene que al mismo tiempo que se consumaba la conquista de América se consolidaba en Europa una “metafísica del sujeto, que interpreta la sustancialidad tradicional como subjetividad”, desde el ego cogito hasta la voluntad de poder. En el pensar nordatlántico se llega, hoy, hasta hablar de una superación de la metafísica del sujeto, lo que significa el inicio de una nueva época: más acá del sujeto está el hombre; más allá del objeto está el mundo. Aún más allá del horizonte o del ser neutro de Heidegger o de la Totalidad de lo mismo de Hegel está la “exterioridad del Otro” que (...) plantea Emmanuel Levinas (...) Sin embargo todo esto es todavía abstracto. Desde Europa (...) nos llega todo pensado desde uno de los momentos de la dialéctica que al no haber sido explícitamente descubierta absolutiza el polo de la correlación desde la cual se considera la totalidad, que es así dominada y ocultada. (Dussel, E., 1971, p. 27-32).

La metafísica del sujeto se expresa como voluntad universal de poderío, e históricamente como dialéctica de dominación / dominado. Al quedar oculta la relación de dominación, el dominado interpreta su situación como “natural”. El modo de hacerse consciente de su existencia dominada es descubriendo la estructura de la dominación (Salazar Bondy, A., 1969, pp. 20 y ss.). Hasta que eso suceda los hilos de la cultura, la economía y la política son movidos desde afuera. En estas afirmaciones, Dussel retoma un tema de las reflexiones de Salazar Bondy sobre “la cultura de la dominación” y sobre la función crítica de la filosofía como praxis superadora de la estructura de dominación. Una filosofía que piensa desde dentro la praxis liberadora es, para Dussel, post-moderna. Su carácter programático radica en acompañar al “pueblo puesto en movimiento”, agregando lo nuevo, lo Otro, que interpela siempre desde la exterioridad. RNC

251


Por otra parte, el libro de la editorial Bonum antes mencionado está encabezado por un texto breve titulado Dos palabras, el cual presenta también un fuerte carácter programático. Su autor, Arturo Roig, afirma que la filosofía argentina se encuentra en un momento en que la reflexión, llevada adelante por un grupo de autores, casi todos jóvenes con alto grado de argumentación y compromiso, cobra “sentidos y matices de indiscutible importancia”. Podemos leer: La filosofía entendida tradicionalmente como una “teoría de la libertad”, quiere ser ahora “saber de liberación”, para lo cual se ha de entregar apasionadamente a la denuncia de las totalidades objetivas opresoras, entre ellas el concepto mismo de “libertad”, y ha de tratar de rescatar al hombre concreto en su inalienable diferenciación, en lo que lo hace radicalmente “otro”. (...) Ahora el rigor del quehacer filosófico no está al servicio de una imitación, sino de una construcción desde nosotros mismos, mirándonos y reconociéndonos como valiosos. (...) Las mismas armas del enemigo, negadas y asumidas, son puestas al servicio de una causa en la lucha contra las innúmeras y ocultas formas de dependencia.4

Con la crítica de las formas academicistas enajenadas de pensar, América Latina se llena de voces y signos que son objeto de un filosofar auténtico. Pero no se trata de partir de cero, otros han sentado ya las bases de la tarea crítica: Carlos Astrada, Nimio de Anquín, Miguel Ángel Virasoro. El existencialismo como “crisis de la filosofía”, las relecturas de Hegel y del pensamiento social poshegeliano han ocurrido como devenir interno del pensamiento argentino y conducen al señalamiento de lo propio como alteridad. En el mismo libro se publica un extenso y significativo artículo de Roig sobre las “Bases metodológicas para el tratamiento de las ideologías”, en que se parte del reconocimiento de la ambigüedad ínsita

En: VVAA. Hacia una Filosofía de la Liberación Latinoamericana. Buenos Aires: Bonum, 1973, p. 5. Igual que el anterior, este texto no lleva firma personal, está presentado como una introducción al volumen de la propia editorial. En nota manuscrita y firmada por Arturo Roig se declara su autoría.

4

RNC

252


en las conceptualizaciones filosóficas y de la necesidad de penetrar en la naturaleza del concepto para desbrozar sus formas ideológicas, esto es la denuncia de las totalidades objetivas cerradas y justificadoras de la estructura social vigente y la posibilidad de su reformulación como totalidad objetiva abierta que no impida ni oculte la presencia de lo nuevo histórico y su poder transformador. Pero esta tarea requiere una revisión minuciosa de la historia entera de la filosofía entre nosotros, atendiendo al “acucioso llamado a favor de una filosofía americana que lanzara Juan Bautista Alberdi en un momento de lucidez intensa” (Cfr. Roig, A., 1970, pp. 117-128 y 1973; pp. 202-220). Se trata, para Roig, de desenmascarar el obsoleto saber de cátedra, nacido de la “normalización” filosófica, y rescatar el saber filosófico vivo que en él pueda haber, integrándolo constructivamente y con profunda vocación humana. No para caer una vez más en la “miseria de la filosofía”, sino para hacer una filosofía de la miseria auténtica, es decir, no para construir un nuevo “mundo de la filosofía”, sino una “filosofía del mundo” y del hombre de carne y hueso que somos.5 Tal filosofía no surge de la nada. Están las ideologías de los grandes movimientos populares, cuya historia está todavía por hacerse y que encierran una filosofía de la praxis de los marginados en sus luchas por el reconocimiento, y junto a ella, la obra de algunos maestros que la han anticipado como saber fundado en una ontología. Pero, advierte Roig, el reconocimiento de “los pueblos” como sujetos del devenir histórico reclama para la filosofía una tarea de decodificación y mostración de esa realidad doliente y marginada, que emerge como alteridad radical y es puesta como objeto de la meditación filosófica. Exige también una lúcida autocrítica a fin de evitar los riesgos de recaer en totalidades dialécticas cerradas.

5

Los principales problemas teóricos y metodológicos que quedan esbozados en los textos de Roig son retomados y profundizados en su obra posterior (Cfr. Roig A., 1970, pp. 117-128 y 1973, pp. 2002-220). ROIG, Arturo Andrés. Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México: Fondo de Cultura Económica, 1981 (edición corregida y aumentada). Buenos Aires: Una ventana, 2009; Rostro y filosofía de América Latina. Mendoza: Ediunc, 1993, 135, Filosofía y política en el surgimiento de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación.

RNC

253


En efecto, la categoría “pueblo”, al mismo tiempo que señala un posicionamiento del filosofar, oculta las tensiones y conflictos existentes al interior a aquello que se designa con ese término. En Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano (1981), Roig se aparta tanto de la noción moderna de sujeto como de las ambigüedades de la noción de pueblo, en un intento por echar las bases de un pensamiento filosófico latinoamericano crítico, abarcador de diversas expresiones históricas de nuestra filosofía, incluso de aquella que se presenta expresamente como filosofía de la liberación. Sostiene que la filosofía, en cuanto crítica, es una meditación que no se reduce a explorar los límites de la razón, sino que le interesa tanto el conocimiento como el sujeto que conoce en su realidad humana e histórica. En este sentido, afirma Roig, la filosofía es una práctica que surge de la afirmación de un sujeto, de un nosotros –a priori antropológico– que se pone a sí mismo como valioso y considera valioso conocerse a sí mismo: “el a priori antropológico es el acto de un sujeto empírico para el cual su temporalidad no se funda ni en el movimiento del concepto, ni en el desplazamiento lógico de una esencia a otra”, se trata de “una sujetividad cuya categoría básica es la temporalidad en cuanto historicidad”. Tal sujeto no es singular, sino plural, “no es un yo, sino un nosotros, que se juega por eso mismo dentro del marco de las contradicciones sociales, en relación con la que se estructura el mundo de códigos y subcódigos” que se pone de manifiesto en la estructura axiológica de todo discurso posible (Roig, 1981, pp. 12 – 15). Si bien los textos comentados de Dussel y Roig ponen el acento en el carácter liberador de una filosofía surgida desde y para América Latina, es necesario señalar diferencias teóricas y metodológicas que darán lugar a desarrollos posteriores divergentes. En el caso de Dussel, la Filosofía de la Liberación consiste en pensar desde la exterioridad del Otro. Para ello es necesario cuestionar y superar la metafísica del sujeto, que se consolida en la filosofía occidental desde la modernidad y se expresa como voluntad de dominación. Tal superación exige el desplazamiento de la ontología por la política que, en la perspectiva del autor, es la única filosofía posible entre nosotros en la medida que contribuye al esclarecimiento y liberación del pueblo. Queda por aclarar, RNC

254


al menos en los primeros tramos del nuevo programa filosófico, qué es lo comprendido por la categoría pueblo y el lugar que ocupa –como sujeto o como objeto– de una Filosofía de la Liberación6. Por otra parte, para Roig, la filosofía como saber de liberación no renuncia a ser ella misma filosofía, entregada a la tarea de denunciar las totalidades objetivas opresoras. Para ello la filosofía ha de encarar una compleja tarea teórico-metodológica que permita, por una parte, diferenciar el saber de cátedra del saber filosófico vivo que pone como objeto de meditación la realidad doliente y marginada de América Latina. Ello no implica partir de cero, sino del reconocimiento de la ambigüedad propia de las conceptualizaciones filosóficas y de la remoción de sus formas ideológicas, para lo cual es indispensable encarar una historia crítica de las ideas latinoamericanas. El saber filosófico de liberación consiste en una construcción que parte de la afirmación del hombre concreto en su inalienable diferenciación, esto es, como sujeto que afirmándose en su propio valor se abre a nuevas posibilidades históricas. Otros documentos se presentan con igual carácter programático en el marco del surgimiento de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación. Es el caso de los ya mencionados “Manifiesto salteño” y el “Documento de trabajos” elaborados en ocasión del Primer Encuentro Nacional de Filosofía de la Liberación, realizado en Salta, en 1974. Según testimonia Cerutti Guldberg, el “Manifiesto salteño” no fue publicado en el primer número de la Revista de Filosofía Latinoamericana por decisión del Consejo de redacción. En el mismo se declara el propósito de llevar adelante una tarea de redefinición del concepto mismo de “filosofía” y de fundar un nuevo filosofar. Este es entendido como “función filosófica”, es decir, como una práctica específica dentro del todo social que incluye la mediación de la política en tensión dialéctica con las otras prácticas sociales. El hacer filosófico comprende tanto un momento crítico de la ideología –quiebra de la pretendida pureza de la conciencia– como uno de El problema señalado dio lugar a interesantes polémicas posteriores que favoreció la profundización de la reflexión sobre el tema. Cfr. DUSSEL, Enrique. Filosofía de la liberación. México: Edicol, 1977; Praxis latinoamericana y filosofía de la liberación. Bogotá: Editorial Nueva América, 1983. H. Cerutti, p. 136, Adriana Arpini.

6

RNC

255


praxis liberadora. La liberación es entendida como proceso real y objetivo que, en la estructuración que va adquiriendo en la historia, deviene el verdadero sub-jectum de la filosofía. Esta práctica filosófica de liberación es sustantivamente latinoamericana, en cuanto afirmación de la propia diferencia y alteridad en la búsqueda de la universalidad. Para llevar adelante esta tarea se reclama toda tradición humana como disponible y susceptible de ser críticamente incorporada en orden a la afirmación de lo propio, desde un ámbito antropológico superador de la escisión teoría – praxis (Cfr. Cerutti Guldberg, H., 2006, pp. 475 – 476).7 En correlación con el Manifiesto y en el marco del Primer Encuentro Nacional de Filosofía de la Liberación, realizado en Salta en 1974, se presentó un “Documento de trabajo”, elaborado colaborativamente por Arturo Roig, Horacio Cerutti G. y León Maturana, en el cual abordan analíticamente la situación, el punto de partida y la redefinición del concepto de “filosofía” . En cuanto a la situación, se afirma la paradoja de intentar filosofar luego de la muerte de la filosofía anunciada en la undécima Tesis sobre Feuerbach. Es decir, después que se agotó una forma de concebir a la filosofía como actividad autónoma y como profesión liberal. Al contrario, la filosofia es concebida como una práctica de criticidad permanente que “inserta el discurso político en el filosófico”. En el documento se señala la ambigüedad del nuevo momento del discurso peronista que, tras el breve período camporista, instaló el slogan “liberación y reconstrucción” en el seno de otra categoría, la de “pueblo”, de modo que la ambigüedad opera tanto a nivel histórico como filosófico, enmascarando la contradicción presente en los propios térmicos del slogan. Tales dualismos son considerados como obstáculos para una conceptuación capaz de dar cuenta del devenir histórico como “proceso inédito desconcertante”. Asimismo, el punto de partida del filosofar no es un momento propedéutico, sino que en él “se juega y se decide la reflexión misma”, al

7

Guldberg ofrece la primera síntesis sobre la cuestión al introducir la diferencia entre populistas y críticos del populismo en su estudio sobre la Filosofía de la Liberación Latinoamericana, Op. cit., p. 137, Filosofía y política en el surgimiento de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación. RNC

256


diferenciar entre formas académicas y no académicas del saber. Los autores del documento declaran inscribirse decisivamente en las últimas, “entendidas como aquellas formas que necesariamente incluyen el momento de la praxis, de la realización, constituido en momento central, fundamental y determinante del saber mismo”. Mencionan a las ideologías de los oprimidos, las filosofías de la sospecha, las filosofías del objeto, de la denuncia, de la representación, las filosofías críticas y de la ruptura. Los rasgos comunes que las caracterizan son: afirmar la prioridad ontológica del objeto sobre el sujeto, asumirse como filosofía de la liberación (no de la libertad), atribuir las funciones de integración y ruptura como propias del concepto, denunciar las totalidades dialécticas opresoras y afirmar un ejercicio dialéctico abierto a la irrupción de lo nuevo e inesperado, incorporar lo económico como categoría fundamental del pensamiento filosófico, reconocer la conexión entre filosofía y política, afirmar la vigencia a la “conciencia de alteridad” como forma de la conciencia social y motor del status epistemológico común, advertir sobre la necesidad de replantear la noción de “monismo” en el marco de un discurso liberador (se reconoce, no obstante, que este último punto exige un planteo que excede los límites del documento). Al redefinir un pensar filosófico “nuestro”, los autores aclaran que no se trata simplemente de una definición por el lugar geográfico desde donde se filosofa, ni por el sujeto que lo hace, antes bien, se trata de un pensar que sabe que para dar cuenta de un proceso histórico inédito debe elaborar una episteme original, donde la tradición sea críticamente asumida, en orden a la superación de la escisión entre teoría y praxis –filosofía y política– para la “efectiva liberación de nuestros pueblos” (Cerutti G., 2006, p. 482 - 488).

El primer volumen de la Revista de Filosofía Latinoamericana: posiciones divergentes Si bien las diferencias al interior del movimiento de Filosofía de la Liberación se ponen de manifiesto ya en los textos programáticos

RNC

257


de Dussel, Roig y el Manifiesto salteño, la gama de variaciones es aún mayor y muestra la diversidad de posicionamientos desde los que se asume el designio del “nuevo estilo de filosofar”. Veamos cómo surgen esas diferencias en los trabajos contenidos en el primer volumen de la Revista de Filosofía Latinoamericana (enero – junio de 1975). Un conjunto de artículos está dedicado a delinear los caracteres básicos del nuevo estilo de filosofar. Así queda expresado en los escritos por Osvaldo Ardiles: “Líneas básicas para un proyecto de filosofar latinoamericano”, Horacio Cerutti: “Propuesta para una filosofía política latinoamericana” y Enrique Dussel: “Elementos para una filosofía política latinoamericana”. Otro grupo de trabajos, sin abandonar el carácter programático, se explaya en la revisión crítica de la filosofía europea. Tales son los casos de Mario Casalla: “Husserl, Europa y la justificación ontológica del imperialismo”, Daniel Guillot: “Filosofía contemporánea europea y filosofía latinoamericana: sobre la posibilidad de una asunción crítica”, y Rodolfo Kush: “Una reflexión filosófica en torno a un trabajo de campo”. El volumen contiene también un trabajo de Arturo Roig dedicado a presentar y evaluar los procesos de cambio en las instituciones universitarias en las que se cultivan la filosofía, las humanidades y las ciencias sociales: “Un proceso de cambio en la Universidad Argentina actual (1966 – 1973)”. Esta sección se completa con los siguientes documentos: “Anteproyecto de plan de estudios filosóficos de la Universidad Nacional de Salta” (1973), la Ordenanza Nº 40 del Rectorado de la Universidad Nacional de Cuyo, relativo a la Reforma del Plan de Estudios de la Carrera de Filosofía (1973) y las ordenanzas Nº 24/74 del Rectorado, Nº 1 y 3/74 de la Facultad de Filosofía y Letras de dicha universidad, complementarias del plan de Filosofía y política en el surgimiento de la Filosofía Latinoamericana de la

RNC

258


Liberación estudios reformados8. A medida que se profundiza en el conocimiento de los artículos de este volumen en relación con el contexto histórico, se advierte la presencia de matices que diferencian las posturas de cada uno de sus autores. Los artículos mencionados en primer lugar (Ardiles, Cerutti G. y Dussel) ponen de manifiesto que ese nuevo estilo de filosofar9 se desarrolla como expresión de específicas necesidades de liberación, entendida esta como lucha contra el fenómeno estructural de la dependencia. Ahora bien, las diferencias surgen cuando se trata de explicar el modo de llevar adelante esa lucha. Para Ardiles, la ruptura de la dependencia requiere un filosofar orgánicamente popular que permita exponer los fundamentos del Proyecto Nacional de Liberación. La dicotomía opresor – oprimido se expresa Filosóficamente en la oposición entre la filosofía academicista europea y la filosofía Latinoamericana de Liberación, cuyos sujetos son respectivamente la razón imperial y las masas populares. Frente a estos pares contradictorios solo cabe optar. Parece no haber una salida superadora de la contradicción, sino una decisión por la cual uno de los opuestos se sobrepone frente al otro, en sentido inverso, aunque estructuralmente semejante, al que se otorgó en el siglo XIX a la dicotomía “civilización–barbarie”.

El volumen contiene además notas y reseñas bibliográficas. De las dos notas, una está dedicada a subrayar la universalidad de la filosofía latinoamericana y la otra a destacar la figura del filósofo peruano Augusto Salazar Bondy, fallecido en febrero de 1974. Es indiscutible la presencia de este pensador como precursor e inspirador en muchos aspectos del nuevo movimiento de la filosofía latinoamericana. En la sección Reseñas Bibliográficas se comentan los siguientes libros: el volumen colectivo publicado por Bonum en 1973, Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana; el libro de Arturo Andrés Roig, El espiritualismo argentino entre 1850 y 1900, publicado en México por Cajica en 1972; de Rodolfo Kusch se comenta el libro El pensamiento indígena y popular en América, publicado en 1973, así como los Escritos de ética, de Coriolano Alberini, publicados por el Instituto de Filosofía Argentina y Americana de la Universidad Nacional de Cuyo en 1973, y el libro de Enrique Dussel, Dependencia y liberación, antología de ensayos antropológicos y teológicos desde la proposición de un pensar latinoamericano de 1973.

8

La frase es utilizada por Enrique Dussel en “A manera de manifiesto”, en RFL, I, 1, 1975, p. 3.

9

RNC

259


También el artículo de Dussel presenta un juego de dicotomías. A propósito de una caracterización geopolítica, introduce la oposición entre centro y periferia, que se corresponde con una ontología política del centro o imperial y otra de la periferia o de liberación. La frontera entre ambas es la que separa al Ser del noSer. La posibilidad de irrupción desde la exterioridad depende de una toma de conciencia que involucra al pueblo como periferia, como oprimido. Por otra parte, Cerutti Guldberg retoma la diferenciación entre filosofía e ideología, reconociendo en esta última un aspecto negativo, como “falsa conciencia”, pero también un aspecto positivo como conjunto de ideas que orientan la praxis. En este nivel decisional se abre la posibilidad de pensar una filosofía política que, entendida como auténtica superación dialéctica, presiona sobre los límites de la clausura del presente y propone categorías críticohermenéuticas con suficiente potencialidad creadora como para permitir la emergencia de posibilidades futuras, que constituyan alternativas genuinas. Los dos primeros trabajos acentúan la oposición y/o contradicción entre categorías que surgen del análisis filosófico y político de la realidad, mientras el tercero acentúa el potencial movilizador de la tensión, que habilita la emergencia de lo no previsto, es decir, de lo no contenido necesariamente en los opuestos. Otro grupo de trabajos pone el acento en la crítica a la filosofía europea moderna y/o en la búsqueda de alternativas superadoras; son los de Casalla, Guillot y Kusch. A diferencia de los artículos anteriores, estos tres se proponen o bien llevar adelante una crítica de la filosofía europea tal como hasta el momento se ha cultivado en los centros académicos y mostrar sus limitaciones; o bien, partir de la crítica en busca de alternativas más ajustadas a las necesidades reales de América Latina. El primero es el caso del artículo de Casalla quien, valiéndose de los textos de Husserl sobre la crisis de Europa, pone de manifiesto el límite crítico al que ha llegado la pretendida unidad espiritual de Europa y su “misión histórica”, límite que se hace evidente en virtud de la práctica histórica de los pueblos del Tercer Mundo. Queda instalada, así, una dicotomía entre la idea de Europa y los procesos de liberación nacional iniciados por los “extranjeros” de la civilización. RNC

260


También la propuesta de Rodolfo Kusch establece un juego de oposiciones basado en la distancia cultural existente entre razón y mito, entre la razón de ser y la razón de estar. El problema de la filosofía consiste entonces, para este autor, en encontrar el auténtico sujeto de la cultura. Para ello propone una forma de hacer filosofía a partir de estudios de campo, a la manera de la antropología cultural. Tal propuesta resulta en el establecimiento de una nueva oposición entre dos formas de entender el quehacer filosófico; una es la que se ha desarrollado en los ámbitos académicos, que a juicio del autor produce un pensamiento sin sujeto; otra es la que él mismo propone, la cual construiría sus categorías a partir del trabajo de campo; entre ambas es necesario optar. Daniel Guillot, por su parte, intenta abrir una alternativa dialécticamente superadora de las antinomias focalizándose en el análisis de los conceptos de alteridad y diferencia. La alteridad de la filosofía latinoamericana, lo que sella su diferencia propia, no surge del interior de un sistema filosófico, sino de la historia. Una filosofía que reflexiona a partir de la novedad del acontecimiento, que en el caso latinoamericano es la realidad del oprimido, tiene la exigencia de revisar y renovar sus propias categorías, decodificando la dialéctica opresor – oprimido, sacando a la luz las alternativas superadoras de la clausura ideológica de la filosofía occidental. La lectura contrastada de estos tres últimos trabajos pone de manifiesto una divergencia en el ejercicio de la dialéctica. Mientras que los dos primeros aportan al reconocimiento y análisis de los opuestos, la alternativa superadora consiste en decidirse por uno de ellos, el que ha sido caracterizado como propio y auténtico. El último trabajo mencionado pone en relación dialéctica el quehacer filosófico de conceptualización con el acontecer histórico. Precisamente esa conjunción agónica ofrece la posibilidad de construir lo nuevo en las fisuras del presente. Tres décadas después del surgimiento de la Filosofía de la Liberación, en el marco de las VIII Jornadas Internacionales Interdisciplinarias, organizadas por la Fundación Icala (Intercambio Cultural Alemán Latinoamericano), en noviembre de 2003, se dio la ocasión propicia para realizar un balance de sus perspectivas

RNC

261


originales y de sus desarrollos posteriores10. Los trabajos allí discutidos pusieron en evidencia la fecundidad de algunas definiciones teóricas y de ciertas categorías revisadas y reformuladas en orden a las exigencias socio-históricas planteadas con el advenimiento del siglo XXI. En esa reunión, Cerutti Guldberg, tras constatar que las contradicciones sociales en las que surgió el movimiento filosófico han aumentado exponencialmente en los países de nuestra América, sostiene que si el quehacer propio de la filosofía consiste en pensar la realidad sociocultural a partir de la propia historia, crítica y creativamente, para colaborar en su transformación, entonces reclama la articulación entre un enfoque que privilegie la dimensión histórica y otro que ponga de relieve el esfuerzo de sistematizar rigurosamente. No con la pretensión de construir sistemas, sino de problematizar, es decir, de mantener la tensión entre la reflexión y la contradicción creciente de la vida social. Filosofar desde la práctica histórica evita tanto la ilusión de transparencia de la conciencia como la tentación de los dogmatismos. “Pensar es un riesgo” –dice–, y uno de los mayores es la “pérdida del habla”, tanto mayor cuanto más se aleja la filosofía de la historia. El cultivo de la historia de las ideas resulta un enfoque fecundo para explorar y reconstruir el pasado de nuestro pensamiento desde las urgencias de nuestro presente. Se trata de una práctica de pensamiento que se produce dentro de las instituciones académicas, aprovechando sus potencialidades, y fuera de ellas, evitando el academicismo (Cerutti G., 2003, pp. 15 – 27). En esa misma oportunidad, Enrique Dussel dimensionó a la Filosofía de la Liberación en el contexto mundial. Sostuvo que ella no fue solo pensamiento latinoamericano, sino una “filosofía crítica y localizada autocríticamente en la periferia, en los grupos subalternos”. Su intuición originaria, heredera de los movimiento del 68 e inspirada en la primera escuela de Frankfurt y en las

Cfr. Erasmus. Revista para el diálogo intercultural, Año V, Nº 1 / 2, Río Cuarto, Ediciones del Icala, 2003.

10

RNC

262


obras de Franz Fanon11, partía de la crítica a la razón moderna y del desmontaje de sus supuestos ontológicos, epistemológicos, éticos y políticos. La categoría de “el Otro”, elaborada al principio bajo la impronta de Levinas, se aparta de esta influencia para transformarse en una herramienta crítica que permita pensar la responsabilidad acerca de la vulnerabilidad del Otro en un proceso de construcción de un nuevo orden. También el esfuerzo por “localizar” el discurso desde la periferia del sistema-mundo –desde las razas dominadas, desde la mujer en el orden machista, desde el niño en el sistema de educación bancaria, etc.– despliega su potencialidad crítica en las “luchas por el reconocimiento”12 y en la superación de dualismos simplistas. “Las categorías dialécticas duales –afirma– deben ser situadas en niveles concretos de mayor complejidad, articuladas con otras categorías que le sirven de mediación, en un nivel micro. Si bien la “lucha de clases” nunca puede ser soslayada, existen otras luchas –la de las mujeres, la de las razas discriminadas, la de los ecologistas– que complejizan el examen de la realidad y que en ocasiones tienen mayor significación política. Ahora bien, la crítica de la razón moderna no es la crítica de la razón sin más, sino que se hace, en la perspectiva dusseliana, desde una “racionalidad diferencial y universal”, “Universalidad en la Diferencia, Diferencia en la Universalidad”. (Dussel, 2003, p. 47 – 64).

Especialmente en Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica, 1963.

11

Dussel se apropia de la expresión hegeliana con la que Axel Honnet titula su obra La lucha por el reconocimiento. Por una gramática social de los conflictos sociales. Traducción del alemán por Manuel Ballesteros. Barcelona: Crítica, 1997. p. 143, Filosofía y política en el surgimiento de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación.

12

RNC

263


Filosofía y política en las prácticas pedagógicas de las instituciones académicas A través del análisis del proceso de cambio de la universidad argentina, Arturo A. Roig pone en práctica una reflexión crítica que involucra la vinculación teoría-práctica, la dicotomía totalidadalteridad, y una concepción de filosofía política como superación dialéctica de las contradicciones mediante la emergencia de la novedad a partir de la afirmación de lo propio. A pesar de la especificidad del tema, este documento es, a nuestro juicio, una síntesis concreta del nuevo proyecto del filosofar latinoamericano en el momento de su emergencia. Los cambios en la universidad anteriores a 1973 respondieron a una concepción que no afectaba la estructura tradicional de la Nación, sino que tendía a favorecer la sociedad de consumo dentro de los lineamientos del desarrollismo. Pero, aun dejando de lado el trasfondo ideológico, el proceso de cambio de la Universidad sobredimensionada planteó problemas en el terreno de la pedagogía universitaria: necesidad de adaptar métodos y sistemas de transmisión, asimilación y creación del saber en un medio humano masificado. Estos ensayos de pedagogía universitaria, que implicaron una reformulación de la relación docente-alumno, fueron valiosos en sí mismos e impulsaron la posibilidad de pensar una universidad abierta en sentido social que había tenido antecedentes en la Argentina en los movimientos de la “Escuela Nueva” y la “Escuela de Trabajo”. Estas experiencias de “pedagogía social” estuvieron motivadas también por cierto sentimiento de afirmación nacional y de integración latinoamericana. Todo ello arrojó un resultado positivo en cuanto puso en marcha un proceso de concientización de los problemas sociales y de la función de servicio que debía prestar la institución de altos estudios. Entre las experiencias renovadoras de la pedagogía universitaria más logradas, Roig destaca las del “taller total”, las “dinámicas de grupos”, las “cátedras nacionales” y el “sistema de áreas”. Estas experiencias apuntaban a “organizar una universidad abierta de claro y decidido sentido nacional y social, en la que se haga carne en el universitario su primordial función de servicio”. Uno de los factores de real peso RNC

264


y eficacia consistió en el reconocimiento del papel educador del alumno. En tal sentido afirma Roig: Han sido en cada caso, realizadas como propias, en relación con una problemática social que es argentina y por argentinos que han deseado hacerse responsables de la universidad. De ahí el enorme valor que tiene para nosotros historiar y valorar nuestros procesos pedagógicos. (...) no nacieron como modelos abstractos para toda universidad posible, sino para facultades y escuelas concretas que se dieron a la tarea de alcanzar su modelo. (...) No se trata de una ‘reforma de plan de estudios’ que pretende solucionar problemas agregando o quitando ‘materias’, sino de una transformación del sistema de relaciones humanas dentro de la Universidad, atendiendo las funciones de docencia, investigación y servicio. (...) pone de manifiesto el enorme potencial de cambio de la Argentina (...) incorporada de acuerdo con sus más nobles tradiciones en el profundo y rico proceso latinoamericano de liberación. (RFL, I, 1, 1975, pp. 123-124)13

A través de la reconstrucción histórica del proceso de cambio en las universidades argentinas y, en particular, de las transformaciones de los planes de estudios de la carrera de filosofía en las universidades de Salta y Cuyo, los cuales se reproducen en la revista, puede vislumbrarse el potencial creador de una reflexión filosófica surgida al calor de una realidad histórica compleja, donde la crisis sociopolítica puso al descubierto contradicciones, las cuales fueron asumidas como asuntos de una filosofía que quería ser auténticamente latinoamericana.

Este artículo es reproducido posteriormente en: ROIG, Arturo Andrés. La Universidad hacia la democracia. Bases doctrinarias e históricas para la construcción de una pedagogía participativa. Mendoza: Ediunc, 1998. El libro contiene las reflexiones del autor a partir de la premisa de que la pedagogía universitaria no existe, al menos en la Argentina, organizada como disciplina. Propone revertir esa situación aportando elementos desde una revisión histórica de las luchas y compromisos por una universidad participativa.

13

RNC

265


Consideraciones finales Hemos seleccionado un puñado de trabajos y documentos con el propósito de realizar una aproximación a los debates entre filosofía y política y a los posicionamientos acerca de la función de la filosofía en América Latina que tuvieron lugar en la Argentina en los años 70, los cuales dieron lugar a la emergencia de un movimiento filosófico singular. A partir de ellos pudimos comprobar que el movimiento de filosofía de la liberación fue, desde sus orígenes, un conjunto heterogéneo, poco orgánico y con importantes discrepancias en la teoría y en las prácticas desplegadas por sus participantes. Las diferencias, tanto en el modo en que son interpretadas las propias condiciones socio-históricas de elaboración intelectual, como en la reconstrucción genealógica en la que cada uno de los autores inscribe su propia producción, contribuyen a la emergencia de discursos filosóficos peculiares, que no obstante presentan como rasgo común el hacerse problema de su propia condición de discurso situado y del carácter preformativo de su proyección como liberación. Los períodos de emancipación política y emergencia social latinoamericanos han alcanzado, a través de la historia, distintas formas de expresión discursiva. No pocas veces éstas logran la especificidad del discurso filosófico en cuanto se ocupan de la definición y esclarecimiento de categorías, de la explicitación de supuestos o de la fundamentación de la praxis. Ejemplos de ello se encuentran en numerosos textos, como el ya citado de Juan Bautista Alberdi, y otros de José Martí, Francisco Bilbao, Juan Montalvo, Simón Rodríguez, Eugenio María de Hostos –para mencionar solo algunos exponentes del siglo XIX. Con esto queremos señalar que el discurso filosófico de la liberación no constituye una novedad –en términos absolutos– en la historia de las ideas latinoamericanas. Esto es así, en el caso de la Filosofía de la Liberación, no solo por su vinculación con otros discursos de la época, como los de la Teología de la Liberación, la Teoría de la Dependencia o la Pedagogía del Oprimido, sino porque es posible trazar su genealogía, incluyendo momentos de continuidad y ruptura, por lo menos desde el siglo XV. Sin embargo, los desarrollos conceptuales y las discusiones que tuvieron RNC

266


lugar en los años setenta del siglo XX permiten hablar de una etapa cualitativamente nueva de la filosofía latinoamericana que surge con peso propio a partir del cuestionamiento del sentido y función de la filosofía tal como venía practicándose en los ámbitos académicos. Asimismo consideramos que si bien tuvo su origen en Argentina, no es un movimiento argentino, sino latinoamericano y que existen divergencias y contradicciones dentro del mismo. Cuestiones tales como la función social y crítica de la filosofía, la problemática de la ideología, la discusión acerca de los vínculos entre filosofía y teología, filosofía y política, filosofía y economía, etc., que eran motivo de controversias en diversos centros académicos y grupos independientes en la Argentina durante la década de los sesenta, movilizaron reflexiones y debates al calor de los cuales se gestó la Filosofía de la Liberación. Un ámbito propicio para ello fueron las “Semanas Académicas” de San Miguel, en la Universidad del Salvador de los Jesuitas, de 1969, donde la discusión se focalizó sobre los problemas de la dependencia y la búsqueda de las vías de liberación, que implicaban transformaciones sociales, políticas y culturales. Tales posicionamientos se manifiestan públicamente en el II Congreso Nacional de Filosofía de 1971 en Córdoba. Con el propósito de superar la visión homogeneizadora de la Filosofía de la Liberación, Horacio Cerutti Guldberg introduce una tipología provisional que diferencia entre un sector populista y otro sector crítico del populismo. Aunque las divergencias no se circunscriben exclusivamente a la problemática del populismo, sino que hacen al concepto mismo de liberación y al sentido y función de una filosofía de la liberación. Las discrepancias se ponen de manifiesto ya en los textos de Enrique Dussel, Arturo Andrés Roig, el Documento de Trabajo y el Manifiesto de Salta, los cuales constituyen el conjunto de textos programáticos del movimiento. Tales divergencias tienen que ver, por una parte, con la reconstrucción genealógica del propio posicionamiento teórico, desde donde se lleva adelante el análisis de la realidad; por otra parte, con la manera de asumir la práctica filosófica y el ejercicio dialéctico. Destacamos la figura del filósofo peruano Augusto Salazar Bondy como precursor e inspirador en muchos aspectos del nuevo movimiento de la filosofía latinoamericana. En efecto, en sus RNC

267


últimas producciones, el filósofo peruano había desarrollado los conceptos de “cultura de la dominación” y “dialéctica de la dominación”. El primero contiene la descripción de una situación histórica concreta, vivida por los países latinoamericanos y del Tercer Mundo, víctimas de relaciones de dependencia colonial y neocolonial, que les impide proyectar en forma autónoma y sostener en el tiempo un proyecto nacional propio; y el segundo se refiere a la experiencia no solo filosófica, sino también política, económica, educativa de superación dialéctica de la dominación, mediante un acontecimiento que dé lugar a la emergencia de la novedad en el curso de la historia. Esta distinción resulta útil para visualizar dos maneras de construir el discurso de la Filosofía de la Liberación, cada una de las cuales presenta a su vez variados matices. Por un lado se acentúa la descripción fenomenológica e interpretación de la situación de dominación. Frente a ella y en sentido contrario se postula un proyecto –deseo– de liberación. Se generan así dicotomías categoriales tales como: dependencia–liberación, opresor–oprimido, pueblo–antipueblo, razón imperial–masas populares, centro–periferia, totalidad–exterioridad o alteridad, filosofía académica europea–filosofía latinoamericana de liberación, unidad espiritual de la civilización europea–extranjeros de la civilización, razón de ser–razón de estar, razón–mito. En algunos casos la escasa problematización de los opuestos produce cierto efecto de clausura discursiva que induce a optar por uno de ellos, a veces en forma explícita. En ellos, la reconstrucción genealógica tiene como fin legitimar la opción deseada. Otra es la situación cuando se problematizan e historizan las contradicciones y cada uno de sus componentes. De esta manera se abren posibilidades de superación dialéctica. La reconstrucción histórica lleva el propósito de señalar momentos de autoafirmación y emergencia, a través de los cuales los sujetos se reconocen como partícipes en una tradición abierta a la irrupción de la novedad en la historia. En síntesis en el conjunto de textos estudiados se pone de manifiesto una búsqueda, una relación activa respecto del pasado y de las prácticas académicas que fueron sometidas a crítica por los jóvenes filósofos que actuaron en los setenta del siglo XX. Supone también un intercambio entre diversas posiciones y sus respectivas RNC

268


posibilidades de construcción y/o de transformación de la realidad de nuestra América. No obstante las diferencias, convergen en torno a la voluntad de realizar el proyecto de un nuevo filosofar propio de América Latina con carácter liberador. Sin embargo, la liberación, tanto personal como de los pueblos de nuestra América, es una construcción permanente. Algo recibimos como legado, algo podremos legar, pero una actitud potente frente al legado no es la de sumisión, sino la que nos permite tomar distancia, sospechar, criticar, seleccionar y construir a partir de ello. Aquellos jóvenes filósofos lo hicieron e instauraron un “nuevo estilo de filosofar”. Es una tarea a la que, de manera sencilla pero decidida, podemos contribuir por diversas vías.

Bibliografía Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales. Nº 1, 1975, a Nº 22, 2000, edición digital, Buenos Aires, Argentina, 2003. Nuevo Mundo. Biblioteca Fray Mamerto Esquiú de la Provincia Franciscana de la Asunción del Río de la Plata, Tomo 3, Nº 1, San Antonio de Padua, enero–junio 1973. Erasmus. Revista para el diálogo intercultural, Año V, Nº 1 / 2, 2003. (Volumen monográfico compilado por Dorando Michelini, sobre el tema: Filosofía de la liberación. Balance y perspectivas 30 años después. II Congreso Nacional de Filosofía. Temas de Filosofía Contemporánea. Buenos Aires: Sudamericana, 1971.

RNC

269


ARPINI, Adriana. (2003). (Compiladora). Otros discursos. Estudios de Historia de las ideas latinoamericanas. Mendoza: Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo. CERUTTI GULDBERG, Horacio. (2003). Urgencia de un filosofar vigente para la liberación. Erasmus. Revista para el diálogo intercultural.Año V, Nº 1 / 2, (pp. 15 – 27). CERUTTI GULDBERG, Horacio. (2006). Filosofía de la liberación latinoamericana. México: Fondo de Cultura Económica, 1º edición: 1983, 2º edición: 1992, 3º edición. DEMENCHONOK, Eduardo. (1992). Filosofía latinoamericana. Problemas y tendencias. Santafé de Bogotá: El Búho. DUSSEL, Enrique. (1971). Metafísica del sujeto y liberación. En: Temas de filosofía contemporánea. II Congreso Nacional de Filosofía. Buenos Aires: Sudamericana. (pp. 27 - 32). DUSSEL, Enrique. (1973). Para una ética de liberación latinoamericana. Buenos Aires: Siglo XXI. DUSSEL, Enrique. (2003). La “Filosofía de la Liberación” ante el debate de la posmodernidad y los estudios latinoamericanos. Erasmus. Revista para el diálogo intercultural. Año V, Nº 1 / 2, (pp. 47 – 64). GAOS, José. (1980). En torno a la filosofía mexicana. México: Alianza. JALIF de BERTRANOU, Clara Alicia, Compiladora, (2001). Semillas en el tiempo. El latinoamericanismo filosófico contemporáneo. Mendoza: Ediunc. RAPOPORT, Mario y colaboradores. (2003). Historia económica, política y social de la Argentina (1880–2000), segunda edición. Buenos Aires: Macchi, p. 149, Filosofía y política en el surgimiento de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación.

RNC

270


ROIG, Arturo Andrés. (1973). El problema de la alteridad en la ontología de Nimio de Anquin. Nuevo Mundo, tomo 3, Nº 1, enero–junio, pp. 202-220. ROIG, Arturo Andrés. (1973). Necesidad de un filosofar americano. El concepto de “filosofía americana” en Juan Bautista Alberdi. Cuyo, Anuario de Historia del Pensamiento Argentino, Instituto de Filosofía, 6 (1970), pp. 117-128. Separata, Mendoza: Imprenta Oficial. 14 pp. (Reproducido en Actas, Segundo Congreso Nacional de Filosofía, Córdoba. Buenos Aires: Sudamericana. II, pp. 537-547). ROIG, Arturo Andrés. (2009). Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. México: Fondo de Cultura Económica, 1981. (Edición corregida y aumentada. Buenos Aires: Una ventana). ROIG, Arturo Andrés. (1998). La Universidad hacia la democracia. Bases doctrinarias e históricas para la construcción de una pedagogía participativa. Mendoza: Ediunc. SALAZAR BONDY, Augusto. (1969). Entre Escila y Caribdis. Lima: Casa de la Cultura del Perú. TERÁN, Oscar. (2004). Ideas e intelectuales en la Argentina, 1880 1980. En: TERÁN, Oscar (Coord.). Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano. Buenos Aires: Siglo XXI. VVAA. (1973). Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana. Buenos Aires: Bonum. VVAA. (1875). Cultura popular y filosofía de la liberación. Buenos Aires: García Cambeiro.

RNC

271


Imagen de archivo.

RNC

272


Graciela Maturo

Antonio de León Pinelo

y el mito de América-Paraíso

El mito de América, de amplia repercusión en ambas orillas del Atlántico, ha sostenido la literatura y la historia americana, además de activar la vasta producción del romanticismo europeo. Las Cartas de Cristóbal Colón, e igualmente las escrituras del florentino Américo Vespucci, instauraron con fuerza en la Europa de fines del siglo XV y comienzos del XVI, a imagen de una América arcádica, tanto por contener a pueblos que vivían en contacto con la naturaleza virginal –ideal filosófico cultivado por los humanistas-, como por ser el lugar en que los humanistas podrían –y deberían– construir un mundo feliz. Además de tener como referente inmediato a las islas del Caribe, primer punto de llegada de los viajes del Almirante, y a la Nueva España, territorio de la inicial colonización hispánica, existe una corriente que ha poetizado la región del Sur, adjudicando especial significación al gran río que lleva el nombre indígena de Paraná, agua grande, y desemboca en el gran estuario donde confluye con su hermano el Uruguay, río de los pájaros. Ese estuario fue llamado Mar Dulce por Solís, luego recibió el nombre de Mar de Solís en recuerdo del infortunado conquistador muerto y fagocitado por los indios RNC

273


charrúas, y finalmente tomó el nombre –juntamente con todo el río Paraná– de Río de la Plata. El Paraná, al que Manuel de Lavardén llamó sagrado río, nace en el centro selvático de América del Sur y atravesando tierra paraguaya donde recibe otros caudales viene a vertebrar la región del Sur, volcándose en el anchuroso estuario que baña las costas argentinas y uruguayas. Cuatro naciones quedan vinculadas por el padre fluvial ParanáGuasú o Agua Grande, al que los españoles nominaron Río de la Plata, expresando su ilusión de hallar metales en estas tierras ásperas. El Argentino Reyno tuvo cronistas antiguos y modernos que dieron cuenta de su paisaje y población, conformación étnica y desarrollo histórico, dentro de una más amplia corriente que ha creado y desplegado el mito de América. Entre la historia y la fantasía, nuestros escritores ocasionales o de oficio fueron conformando un perfil ético y estético de la región, en que se entrelazaban una visión realista y un diseño utópico enraizado en la tensión escatológica que da su signo a la cultura occidental. Más que de utopía cabe hablar de una topía, y sobre todo una eutopía, que impregna la fantasía poética de varios siglos y refluye como toda fantasía en la historia misma. América misma, al ser nombrada, descubierta o encubierta por Europa, ha sido para los europeos la encarnación de antiguas profecías, la concreción de proyectos largamente gestados. En la intuición historificante americana han confluido los mitos de la Atlántida, el Finis Terrae trasladado por los navegantes más allá de las columnas de Hércules, las islas Hespérides, el Paraíso terrenal, la nueva Jerusalén, la última Thule profetizada por Séneca, y también los mitos de los pueblos autóctonos, que en muchos casos hemos tenido que redescubrir a través de los novelistas americanos modernos: la tierra sin mal de los guaraníes, el Quinto Sol de los aztecas, los hombres de maíz de los mayas. Se trata de un caudal permanentemente explorado y revitalizado por los poetas, novelistas y dramaturgos americanos, en relación con ritos, celebraciones y revelaciones de la cultura popular. Dos humanistas, separados por alrededor de tres centurias, que han elaborado la eutopía de América del Sur: son ellos Antonio de León Pinelo en el 1600 y Leopoldo Marechal en la segunda mitad del 1900. Entre ambos, y haciendo de gozne entre la eutopía colonial y la moderna, voy a referirme al poeta español Juan Larrea, quien redescubrió, a mediados del siglo XX, la obra de Antonio de León Pinelo. RNC

274


Recordaré que los hermanos León Pinelo, Antonio, Juan y Diego, luminarias de la vida colonial, pertenecían a una familia portuguesa de judíos conversos, como –se sabe hoy– muchos de los peninsulares que vinieron desde España o Portugal. Uno de sus abuelos, Juan López, fue quemado por la Inquisición de Lisboa. La familia pasó de Portugal a España, y en Valladolid habría nacido Antonio en 1595, aunque no falta quien diga que era oriundo de Lisboa como sus padres. Las persecuciones a la familia, repetidamente acusada de relapso, determinaron el viaje al Río de la Plata y luego a Córdoba del Tucumán, donde nació el menor de los hermanos. Antonio estudió en Chuquisaca, donde se graduó de abogado, y en 1612 ya residía en Lima, con la familia. Tanto el padre como los hermanos menores tomaron luego la orden sacerdotal. Su hermano Juan, que usó el nombre de Juan Rodríguez de León, fue un apreciado poeta y erudito. El menor de la familia, Diego de León Pinelo, llegó a ser rector de la Universidad de San Marcos, sobre la que escribió una historia y elogio (Hipomnema apologeticum pro regaliis Academia Limensi, 1643), además de otras varias obras. Consta que debió defenderse constantemente de la acusación de criptojudaísmo. Antonio de León Pinelo regresó a España, en 1622, y desde entonces dedicó todas sus horas a escribir sobre el Nuevo Mundo, al que dio siempre este nombre. Vivió sus últimos años en Madrid, admirado y respetado como máxima autoridad en asuntos americanos y cultivó la amistad de Lope de Vega y del mexicano Ruiz de Alarcón. Murió en 1660. Produjo Antonio de León buena cantidad de obras, que lo califican como geógrafo, historiador, escritor y bibliógrafo. Galardonado con el título de Cronista Mayor de Indias, nuestro primer bibliógrafo escribió obras importantes como la Recopilación de las Leyes de las Indias y el Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental (1629), que hemos conocido años atrás en la pulcra edición crítica de Agustín Millares Carlo. En la importante tarea de recopilar y depurar la legislación indiana, Pinelo fue auxiliado por otro eminente jurista de la época, Juan de Solórzano Pereira, el autor de Política Indiana. El Epitome es el catálogo fundacional de la bibliografía americana; y en él constan, además de las obras pertenecientes a las principales colecciones americanas de su tiempo, más de cuatrocientas obras debidas a religiosos de distintas órdenes, donde se estudiaron, RNC

275


expusieron y analizaron las lenguas indígenas, e incluso se estableció la gramática de lenguas ya desaparecidas. Antonio de León escribió también un breve tratado litúrgico-gastronómico, Cuestión moral sobre si el chocolate quebranta el ayuno eclesiástico (1624), una erudita Vida del ilustrísimo Toribio Alfonso de Mogrovejo (1653), y algunas poesías de circunstancias. Entre esos tratados varios se destaca una obra singular, que participa de la historia, la geografía, la teología y la filosofía, titulada El paraíso en el Nuevo Mundo. Historia natural y peregrina de las Indias Orientales. Pinelo trabajó varios años en esta obra, cuyo manuscrito en dos volúmenes, según el Epitome debió parar en la biblioteca de Barcia. Se sabe que de esta curiosa obra llegó a publicar el índice y “aparato” en 1656, según Larrea, y esto ha dado origen a datos confusos sobre la publicación de todo el libro. El manuscrito, lamentablemente inhallable, aparece a mediados del siglo XVIII en poder del historiador peruano José Eusebio Llano Zapata, quien lo había recibido en Buenos Aires como obsequio del arzobispo de Charcas (suponía este historiador que Pinelo habría enviado su obra a su hermano Diego, oidor de la Audiencia de Lima, y que por esa vía hubiera llegado a manos del arzobispo). Afortunadamente Llano Zapata hizo sacar una copia para el Rey, en la que se leen los años 1643-1647. Tal copia, existente en la Biblioteca del Palacio Nacional de Madrid, fue consultada por Juan Larrea, antes de su exilio en México, donde le dedicaría un extenso trabajo publicado en la revista España Peregrina (1942). Por su parte el erudito peruano Raúl Porras Barrenechea exhumó y publicó el texto, en dos tomos, en 1943, por la Universidad de San Marcos de Lima. Para Juan Larrea es esta la obra más importante de Antonio de León Pinelo, y a su juicio, una obra admirable por su erudición, a la cual califica de poética y profética. El Paraíso en el Nuevo Mundo es un libro enciclopédico, fruto de eruditas investigaciones sobre la naturaleza, la prehistoria y las sociedades americanas, destinado a probar que el Edén bíblico con sus cuatro ríos convergentes en un centro simbólico, se hallaba, en un remoto pasado, en el centro de la América del Sur. León Pinelo realiza una prolija exégesis bíblica interpolada con un examen de restos arqueológicos hallados en México, Perú y otros sitios, hecho que de suyo significa una novedad hermenéutica, por la libertad con que el autor reinterpreta diversas fuentes. Luego, RNC

276


ya en tren de demostración, pasa a describir al continente americano, con barroca exhuberancia, añadiendo una nueva versión a la ya por entonces cuantiosa descripción de las Indias Occidentales. Las fuentes más conocidas de Pinelo son Gomara, Oviedo, Herrera, Acosta y el Inca, pero cita también a un autor que se desconoce, y es Felipe de Pamanes, cuya obra Notables del Perú, está registrada en su Epítome. Porras Barrenechea se refiere así al libro de Pinelo: La obra consta de dos partes: una de disquisición y dialéctica pura, barroquismo mental y sutileza quintaesenciada de filósofos y geógrafos antiguos; y la otra, realidad viva y esplendorosa, visión radiante de un Nuevo Mundo visto con los lentes de hipérbole de un cosmógrafo saturado de textos medievales.

Comienza esta obra monumental por el examen de una serie de hipótesis sobre la ubicación terrenal del Edén, las que son desechadas una por una con el apoyo de copiosas argumentaciones. Este tema ocupa el Libro Primero de los 3 que conforman el 1er tomo. En el Libro Segundo, considera y justifica las opiniones a favor del Nuevo Mundo como lugar del Paraíso Terrenal. El Arca de Noé, construida en América, habría navegado de un continente a otro y así lo desarrollan el Libro Segundo y el que le sigue. Los libros IV y V integran el segundo tomo. El capítulo IV despliega la descripción de las naciones, monstruos, animales y figuras míticas de las Indias, a las cuales caracteriza con el adjetivo peregrinas. En el Libro V describe los ríos americanos. Acompaña al libro un mapa ciertamente fascinante, y me permitiré hacer al respecto una referencia personal. Una copia del mapa me fue entregada personalmente por don Juan Larrea en una de mis visitas a Córdoba, durante las cuales abríamos permanentemente el tema del destino sudamericano, central en el trabajo del poeta bilbaíno, y asimismo en mi propia labor al frente del Centro de Estudios Latinoamericanos. En ese tiempo inicié una actividad itinerante por América, postulando la formación de grupos similares, gesto que recientemente he reeditado con el apoyo de humanistas de esta región. El mapa, que fue para mí un símbolo de alta significación, lo reproduje RNC

277


como motivo de tapa en mi libro De la utopía al Paraíso, publicado en 1983. Hasta aquí esta referencia personal, que me vincula a Larrea y al tema de la eutopía americana. El mapa de Antonio de León Pinelo representa la América del Sur, en cuyo centro se ha dibujado un círculo a cuyo pie se lee la palabra Edén. Es el Paraíso Terrenal, locus voluptatis. Cabe ahondar en el simbolismo de algunos elementos que caracterizan a este curioso mapa. En primer termino el mapa se halla orientado de un modo anómalo: la punta de la Tierra del Fuego ha sido colocada al Norte, en la parte superior del mapa, con lo cual las representaciones clásicas del mundo o planisferio resultan invertidas. Esto corresponde acaso a la idea del mundo de los antípodas, difundida en el Medioevo. El círculo designado como Edén está situado en el centro del territorio sudamericano: abarcaría de un modo vago parte del Brasil, el Paraguay, Bolivia y la Argentina. Dentro de él se ha dibujado la figura de un árbol, punto de convergencia (fontal o final, poco importa porque se trata de un esquema mítico de contenido netamente simbólico) de cuatro grandes ríos americanos: el Marañón o Amazonas, el río del Plata o Argentino, es decir, el ParanáGuazú, el Orinoco y el Magdalena. Estos grandes ríos reproducen la cuaternidad de los ríos del Paraíso bíblico. También se dan nombres de las regiones y sus habitantes. La región correspondiente al norte del Brasil, Colombia y Venezuela se rotula: Habitatio hominum y la costa del Pacífico Habitatio filiorum Dei. Es posible ver en esto un reflejo del viejo tema de las puertas de la tierra, una reservada a los hombres, otra a los dioses, tema que proviene del Antro de las Ninfas. Finalmente apuntaré que en las tierras del Perú figura dibujada el Arca de Noé, construida en el Mundo Nuevo para ser luego llevada al resto del mundo. Antonio de León Pinelo atribuye a Cristóbal Colón el haber instaurado esta idea del Edén, de antigua data, al reconocer el territorio americano, y menciona a otros cronistas que lo continuaron: Francisco López de Gomara, Martín del Río, Antonio de Herrera, Juan de Solórzano, Joseph de Acosta, Fray Tomás de Maluenda, Laurencio Beierluic... Juan Larrea, poeta penetrado del espíritu auténticamente surrealista, y por ello capaz de aceptar realidades sobrenaturales RNC

278


que se superponen a las realidades históricas, es quien ha otorgado a la obra de León Pinelo su estatuto poético, más allá de la erudición con que ha sido construido. Lo notable en el poeta español es el modo casi natural con que acepta la imagen paradisíaca del Nuevo Mundo y la continúa. Larrea practica una operación sobre esta ubicación del Paraíso en América. La extrae de su aparente condición de pasado, científicamente demostrable o no, y le devuelve su carácter mítico, intemporal, proyectándola al futuro. Al mismo tiempo aporta una justificación psicológica y teológica para esta razón imaginaria que viene a compensar –afirma– la indigencia terrenal del hombre, dando sentido a sus pasos en la historia: Observa Larrea: ... Son muy numerosas las obras en que se refleja un mismo afán de encontrar explicaciones, de establecer nexos entre la llamada revelación sobrenatural y esta otra revelación revolucionaria de la historia, con su aporte de presencias incontrovertibles (p. 75). ... la clara inteligencia de León Pinelo y su tendencia al orden y a la clasificación recogió todos los datos concordantes que la tradición religiosa y los nuevos conocimientos le brindaban, sometiólos a una trabazón rigurosa agrupados en series de coincidencias acusadas por la necesidad de comprender el todo de un modo unitario. (p. 76).

“La mentalidad que pudiéramos llamar colonial que se produce en América a raíz de la conquista es resultado de idéntico proceso”, dice también Larrea, y llama a la obra de Pinelo “Libro de época trabajado con la esmeradísima perfección de una piedra preciosa” así como: singular, extrañísimo Cantar de los Cantares. Y sigue el poeta: León Pinelo se recrea exaltando la hermosura de la naturaleza americana... se complace en reproducir aquellas noticias fantásticas, a todas luces imposibles, que a sus ojos consagran la divinidad, el carácter extranormal de su amada Ibérica. Algunos de los capítulos, en especial aquellos finales dedicados a la descripción de los cuatro grandes ríos, pudieran considerarse en cierto modo como los cantos de un poema erudito, la correspondencia, si RNC

279


se nos permite el recuerdo, de aquel Paraíso Perdido en que era directa materia poética lo que aquí es seca, desabrida erudición. (p. 79).

Las fuentes más conocidas de Pinelo son: Gomara, Oviedo, Herrera y el Inca, pero cita también a un autor que se desconoce, y es Felipe de Pomanes, cuya obra Notables del Perú está registrada en su Epítome. Larrea justifica la utopía en la tensión inevitable que surge entre la temporalidad y la eternidad. Los ojos nostálgicos del hombre dejan de volverse hacia atrás para mirar delante de él, en el sentido de su marcha que así se hace funcional, afirmativa y sin obstáculos. Bajo estos determinantes se plasma el mito de un mundo futuro más perfecto, el cual, cuando toma cuerpo en una realidad de orden material, asume la especie de tierra prometida, y cuando vencida aquella y vista su insuficiencia, lo hace en una realidad de orden espiritual, se proyecta más allá de los confines de la vida histórica para corporizarse no en la dimensión longitudinal del tiempo sino en la altitudinal del destiempo o la eternidad. De este modo se fragua la creencia en el más allá celeste correspondiente a la eternidad del alma que informa la religiones occidentales. (p. 81).

La esperanza en un tiempo celestial es propia de la teología ortodoxa, no así la fusión de lo celestial en lo terreno, que los “utópicos” ven plasmarse en el tiempo concreto de los hombres. Joaquín de Fiore había abonado esa inminente utopía, que impregnó la mentalidad de geógrafos y navegantes del siglo XV. Colón percibió esa atmósfera y la expresó en sus escritos, fundando el realismo mágico americano. Quiero subrayar hasta qué punto el surrealismo de Larrea le permite vivificar la eutopía americana de León Pinelo y anunciar la venida de la Ciudad Celeste en el tiempo histórico de América. Dice finalmente: Estas consideraciones definen en verdad la forma y la sustancia del Paraíso en el Nuevo Mundo, obra, en primer lugar, nacida amorosamente de la necesidad intelectual de conocer; constituida, en segundo, por una intuición fundamental racionalizada a posteriori. RNC

280


La intuición es el punto de partida y la médula; las precisiones materiales, el método y el aparato racional, el hueso, la caparazón que la envuelve protegiendo su debilidad orgánica. Queda sentado que la intuición es el elemento psicológico que revela la presencia de la imaginación creadora. El Paraíso en el Nuevo Mundo historia natural y peregrina, tiene, por extraña que sea su forma, las características esenciales de una obra poética (p. 83).

Y sigue el poeta y hermeneuta bilbaíno: El Paraíso que, según su visión particular se refiere a tiempos pasados, corresponde en realidad al futuro. Con lo que no hizo sino seguir el ejemplo del Descubridor que murió creyendo que había desembarcado en el continente antiguo. Su paraíso es en verdad un paraíso nuevo, apenas perceptible en la lontananza del hombre cuya conciencia ha dado media vuelta, la cual en vez de alejarse cada vez más de su perfección, hacia ella, vencida la mitad del camino, endereza positivamente sus pasos. El mismo título de la obra de León Pinelo expresa a esta luz su realidad precisa. El Paraíso en el Nuevo Mundo, en el mundo situado más allá del antiguo, en la tierra de la nueva promesa, en América –Continens Paradisi– continente del Amor, continente que se singulariza en espera de su contenido... Las consecuencias que de ella se derivan coinciden por completo con las que arroja la intuición reinante en todas las repúblicas de América. (...) Es axiomático en el nuevo continente que sus tierras incuban el nacimiento de un mundo nuevo (p. 84).

El poeta español contrasta el destino sobrenatural de América con “el contenido irremisiblemente bárbaro de la pretenciosa civilización occidental centralizada en el antiguo continente”. Como español, se sitúa entre los dos mundos (como igualmente se lo ve en su libro El surrealismo entre el Viejo y el Nuevo Mundo, 1944), entregándose con pasión al anuncio y el desarrollo de esa nueva realidad histórico-metafísica. Hasta el título de la obra de Pinelo y su insistencia en el adjetivo peregrino se le hace connatural a la condición peregrina de España, y a su destino histórico, expuesto en otra obra suya: Rendición de espíritu (1943). Además, Larrea pone su atención en el aspecto autobiográfico de la obra, escrita desde la nostalgia del indiano que ha regresado a RNC

281


España y dice: “No deja Pinelo, como es lógico, de situarse a sí mismo en América, evocando los días felices que allí pasó, siempre que puede incorporar su personal testimonio al cuerpo de doctrina” (p. 79). Con esta memoria personal, evocada desde la ausencia, se refuerza un tema capital en cierta línea de las letras americanas, cual es la poetización desde el exilio, practicada antes por el inca y después por jesuitas expulsados como Rafael Landivar, o bien por viajeros extranjeros, como Alejandro de Humboldt, o por quienes habitaron América en la infancia y la rememoran en otra lengua, como Guillermo Enrique Hudson. En todos ellos se expresa de algún modo la eutopía americana, que resurge con fuerza en la novelística del siglo XX. Larga sería la serie de imágenes eutópicas que podríamos ofrecer espigándolas de una amplia y extendida literatura, que sin duda irradia sobre la cultura americana y en consecuencia sobre la gestación de su proceso histórico. Esa secuencia incluye versiones terroríficas, humorísticas, irónicas y disparatadas de la eutopía americana, en la que nos reconocemos antípodas, antropófagos, hiperbóreos; somos los Buendía, víctimas de un diabolismo atávico o de un sueño ingenuo. Somos Ariel y Calibán.

RNC

282


Lourdes Manrique

Rajatabla: una poética

del desconcierto

Rajatabla de Luis Britto García (1970), Premio “Casa de las Américas”, integrado por setenta y dos textos breves, es un libro de alto vuelo imaginativo habitado por una poética del desconcierto, que resume un compromiso con la historicidad, y en la que la parodia jugada magistralmente desenmascara la barbarie del sistema capitalista. Esta obra pronunció con veinte años de antelación lo que se dio por llamar en los años noventa la crisis de la razón y fue, por ende, la crisis del sueño de la razón como utopía del gran orden moderno y totalizador de la vida humana, tal como lo preconizaran Tomaso Campanela, Thomas Moro y Francis Bacon. En el aspecto formal, la visión innovadora de este libro generó polémica al tener que dilucidarse si era una novela o una colección de relatos, o si más bien se trataba de fragmentos de relatos. Interrogantes que no parecieran ser tan importantes como el hecho de preponderar en estos textos breves un desborde de creatividad y de inteligente provocación, ya notable desde el mismo nombre Rajatabla. El autor, valiéndose del juego lingüístico que cifra todo este libro, construye el referido título a partir de la transposición o reordenación de las letras de otra palabra. Tremendismo que provoca RNC

283


sorpresa en los lectores al descubrir que la palabra es, leída a la inversa, albatajar, un arroyo de Castilla La Mancha. Este rasgo metaliterario también estará presente en algunos de los títulos de los textos: Etra es anagrama de ‘Arte’, además en los de otras obras de Britto, Abrapalabra (1980), Premio “Casa de las Américas” (en el género novela); Anda Nada (1984), ambas integradas por textos breves, y lipogramas de la vocal a como Rajatabla.1 Este libro de juventud recibió el reconocimiento de la crítica internacional, expresado, entre otros autores, por Seymour Menton al señalar que: “... El tono de la cuentística hispanoamericana de 1970-1985 lo establece el venezolano Luis Britto García (1940) con el volumen Rajatabla...”. Esta aseveración obliga a situarnos en el decenio de 1970, época en la que se observará un distanciamiento de los registros discursivos del Boom literario. Dentro del contexto que llamaremos post Boom se ubica Rajatabla, será referencia de peso para los autores latinoamericanos, marcando un hito en cuanto a experimentación formal se refiere. En Britto, el juego del lenguaje puesto al servicio de un afilado sentido crítico alude a la guerrilla en nuestro país, las torturas policiales; y en Latinoamérica los regímenes dictatoriales. Las guerras de hoy, Guerra de Cuarta Generación, están preanunciadas en la trilogía “Las guerras posibles”; igualmente la alienación capitalista producida por los medios de comunicación. Inusitado fue el impacto de la cualidad innovadora de Rajatabla, en los lectores venezolanos, la “distancia estética” que se experimentó entre el “horizonte de expectativas” de la comunidad histórica y social de lectores y la aceptación del texto como literatura en la mayoría lectora. Una investigación de Verónica Jaffe, El relato imposible (1991), en la que se estudió al autor y su obra, dentro de la producción literaria de la década de los setenta, nos refiere el fenómeno de Rajatabla como el de no reconocimiento de

1

Luis Miguel Garcerán Vásquez: “El infierno como sistema. Huellas distópicas en Anda Nada de Britto García”, Ponencia en VII Congreso Internacional de la Asociación Española de Estudios Literarios, Madrid, 2008.

RNC

284


esta creación dentro del género del cuento. Resultado que no llega a sorprender, por cuanto en esta poética britteana del desconcierto no hay cronómetro, símbolo del sueño de la razón como utopía, ni relojero. Rajatabla, adelantada a su tiempo, tiene por intertexto el paradigma científico del siglo XXI, la Teoría del Caos. Si en este paradigma la matemática y la creatividad se hermanan, en Rajatabla subrepticiamente está implicada esta visión de orden y caos, por cuanto dentro de la brevedad discursiva de Luis Britto, hallamos estructuras fragmentadas, mixtura de registros, la parodia, la ciencia-ficción, lo fantástico, el lenguaje insospechado, hiperrealista, delirante, sin sentido, pero con sentido. La poética del desconcierto asume títulos muy cortos en la gran mayoría de estos textos breves: “Helena”, “Carne”, “Calle”, “Utopía”, “Grupo”, “Nada”. Asimismo, la variedad de temas posibles en los que se involucra lo político-social, la ciencia-ficción y el arte, y en los que detrás de lo ilusorio ficcional se entremezcla el ensayo. A veces el autor apela a la ausencia de signos de puntuación. Los setenta y dos breves relatos de la obra se encuentran agrupados en: “Carne”, “Calle Ciega”, “Trono”, “Ilusiones ópticas”, “Trama”, “Vuelco” y “Ciclo”. Los textos de la sección “Carne”: “Helena”, “Carne” y “La calle”, entre otros, escritos en tono irónico, absurdista y tamizados por un humor mordaz, están narrados en primera persona, en la que un niño es el narrador-protagonista. Narración cruel y abismal denuncia de la miseria, el hambre, la descomposición social y moral de los barrios marginales de las grandes ciudades –cabría suponer para el caso Caracas–, el mundo de las favelas brasileñas, situaciones que no son ajenas a las actuales propiciadas por el neoliberalismo a nivel mundial. Distinción especial merece el final sorpresivo de “Helena”, servido a partir de una remarcable sutileza en la que identificamos la habilidad del autor de tomar una circunstancia de tan cruel horror que eclipsa al personaje y con éste el destino de los pobres, de los excluidos, imponiéndose ese destino cruel sobre una individualidad llamada Helena, situación extrema que se convierte en símbolo del débil y, por consiguiente, de lo universal. Final igual de abrupto y aterrador, impregnado de canibalismo social es “Carne”, es la miseria traducida en resentiRNC

285


miento. En estos textos queda desenmascarado el mito urbano del progreso como expectativa de la utopía de la modernidad, en la que la ciudad pensada desde el orden registra lo que señala Adorno: “la tendencia a la autodestrucción de la racionalidad humana”. ¿Acaso no se hace evidente en esta obra, un acto de amor? El autor hace la comparecencia del rostro del pobre, o, lo que es lo mismo, según Lévinas, del ser en el otro. “Calle ciega”, compuesto por once relatos, entre otros, “Utopía”, “Consérvese joven”, “Transformación”, es el mundo ciego, sin salida que ofrece el no lugar, la desesperanza que estaría pintada en Gerontia (un país, imaginado por el autor de manera grotesca en “Utopía”). Lo grotesco, recurso manejado por Britto en esta aventura imaginaria, rompiendo con el ideal de belleza, desmonta a la vez que niega desde la ironía dramática, los valores impuestos por el discurso del poder al decirnos: En el país de Gerontia, ustedes no lo van a creer, funciona la Utopía. Nace un niño, se toma niño, se impide salgan dientes niño, se arruga la piel niño, se implantan cataratas artificiales en los ojos niño, se arruga la piel niño, se envenenan huesos niño [...] quizá no fue así, como lo cuentan los manuales de historia, o nunca fue.

Esta barbarie monstruosa, absurda en extremo, ajena a todo sentido, paradojalmente se hace real y verosímil. En “Ser”, de la sección “Vuelco”, se alude a los mitos de la publicidad que cosifican al individuo y controlan su mente impidiéndole, como diría Lévinas, citémoslo otra vez: “la epifanía del rostro”. Genialmente, este rostro débil, indefenso, arrollado por el poder imperialista del yo, está en “Ser”. Es la síntesis de toda una vida condensada en una imagen que se vuelve paradigmática, en la que no hay epifanía, tan solo flujo de memoria: “El lactógeno/el chupón/el pablum/ los pañales cannon/el talco mennen/los escarpines/ el gallo de oro/los teteros evenflo/la tarjeta de bautizo imprenta/ la torre/los jugos gerber/la leche klim/el visineral /los helados/ cruz roja/la pistola wyandote toys/el triciclo nortern/la cucharilla/el tenedor/el cuchillo/la ovomaltina/la cocaRNC

286


cola la pepsicola/la cola kdt/la naranjita/la crema dental colgate/ el cepillo tek/los chocolates savoy/los caramelos la suiza/el lápiz mongol/los cuadernos castle/los creyones prismacolor/la goma de borrar eagle/la goma de pegar lepage/la tijera de plástico [...] las flores/el clavel/la urna la voluntad de Dios/la placa marmolería roversi”. “Ilusiones ópticas” comprende textos dedicados a la estética y el arte, entre otros: “Artes posibles”, “Pantomorfón” y “El monstruo”. El monstruo, el Urfal, es un extraterrestre, un ser fantástico; con su presencia, Luis Britto satiriza el arte y al artista, ridiculiza la condición temporal de la alienación, atrapada en la temporalidad de lo finito. De ahí, que señale el autor: “...falto de informes sobre aquella cultura y aquella técnica, recurrió el Urfal a su última defensa: la inmovilidad mimética”. Ante la imposibilidad de crear desde la desmesura, desde el infinito, donde caos y orden conviven, al artista no le queda sino imitar. En esta poética del desconcierto se ironiza, otra vez, el sueño de la razón en el que la posibilidad de la pérdida del límite nos causa horror. En esa relación de caos y orden, hay alusión al tiempo, hay postulación filosófica, ¿cuál? La relación del tiempo lineal con el tiempo existencial. “Entropía”, que cierra la sección “Ciclo”, es el conato de diagnóstico final. Britto nos notifica que el hombre agotó su diálogo con la máquina; la última partícula movilizadora se equilibró por la última partícula estabilizadora; el resultado: “Será tan incapaz de hacer marchar el universo como el agua de una laguna de hacer girar la rueda de un molino”. Pesimismo, fin de la utopía, que a la vez resultó anticipación histórica. El autor pareciera decirnos las frases con que cuarenta y dos años después de la publicación de Rajatabla definió el estado del mundo y de la economía mundial la cumbre de Davos: “Estamos en Entropía. La gente estudiará, pero no sabe si tendrá empleo; trabajará, pero no sabe si habrá jubilación”. Si Gabriel García Márquez resume un universo en lo que ha sido llamado “la biblia latinoamericana”, Luis Britto, situándose más allá de las convenciones, más allá del yo imperial, que todo lo engulle; más allá de las formas establecidas, instaura una nueva RNC

287


geometrĂ­a del lenguaje, desenmascarando y desmitificando verdades establecidas, creando la poĂŠtica del desconcierto.

RNC

288




CRÍTICA LITERARI A


Aly PĂŠrez. Imagen de archivo.


Alberto Hernández

ALY PÉREZ EN NUEVE LIBROS

I La casa se advierte en la experiencia del poema. En el comienzo de su transición, pero también en el final de sus misterios. En cada espacio indica el tiempo que lleva ocultando y ofreciendo el lugar que ocupa en el interior de cada voz, de cada habitante. En poesía, como en los sueños, la casa es un habitante más, un ser que nos concede sus cambios, porque ella es testigo de todos los pasos, de los amagos de la vida y de la última piel de la muerte. Los textos de Aly Pérez, recogidos en su libro Pasión según la casa (1991), vienen de muchas preguntas, de íntimas lecturas, de recogimientos interiores que renuevan las imágenes cuyo rigor interpreta la vocación poética de sus intentos. Pero también de un inédito, ganador del Premio Jesús Bandres de San Juan de los Morros en 1995, Salmos de la vigilia, que creemos nació antes que el primero de los nombrados. Entonces es voz que se pluraliza cuando desde el poema modela esa epifanía que en Keats es el ascenso a la belleza y el descenso a la verdad. La casa, rodeada de imágenes reales, vierte una atmósfera que transforma al hombre de la palabra en un hacedor de experiencias estéticas. Nombres, autores, lugares, expresiones, el cuerpo de un milagro visual destacan la contemplación de quien tiene en el lenguaje una particular manera de decir las cosas. RNC

293


El Endymion, ascender y descender, retira la creencia según la cual el creador pierde –en medio de esta dicotomía ambigua– el sentido del espacio para crear una atmósfera. Este libro –como todos los demás– del poeta Aly Pérez transita por esa delgada línea divisoria. Una lectura, la gracia de atreverse a penetrar en la memoria de quien irrumpe con una obra culta y a la vez sazonada con elementos de su cotidianidad, universaliza la imagen, verbaliza el silencio y la lección que nos tiene reservada la observación, la pasión por cada objeto que nos conduce a recrear el mundo. Cada poema de este libro es un símbolo de la pureza del autor, de su también contaminada costumbre de rozar con imágenes desnudas cada aventura con la palabra. "La casa ya no es la misma// En el patio/ no están las granadas rojas/ ni el amarillo de los jobos/ en la tierra", pero tampoco la portátil destreza de Mishima, Utamaro o el abanico japonés que la casa aceptó con benevolencia. Desde la casa, desde sus entrañas, y desde la contemplación hasta la elaboración del texto poético, cortado por el filo de la vida. Ascenso y descenso. ¿Qué nos tiene reservada la casa si somos para nosotros mismos habitación del silencio? ¿Puertas y ventanas no son acaso portadoras, dueñas de palabras que alguna vez resuenan reformadas porque el tiempo abusa de la desmemoria? ¿No hay en cada casa un silencio que nos lleva a morir cada vez que lo deseamos? ¿No es la casa misma una voz que nos convoca, que nos aturde en la soledad? ¿No están las habitaciones llenas de ausencia, de aquella muerte que nos prepara el terreno de la eternidad? La poesía de la casa es la permanencia en ella. Una vez desalojada nos perdemos en un tipo de olvido, de abandono. La pasión por paredes, goznes y sonidos. Los ruidos de la noche en la sangre. El miedo que nos aleja de ella o nos acerca más. El silencio que debilita la voz nos hace profundos, quizás nada desde la calle, desde el recorrido que trazamos para marcarnos la única sílaba alguna vez escuchada en un sueño futuro. ¿Quién dijo que una puerta no es el límite entre la vida y la muerte?

RNC

294


II En Salmos de la vigilia el poeta se ampara en el Rey David, con él inicia un tránsito donde “nos congregamos todos/ como un grupo de aves/ que sueñan más allá de la muerte/ sobre esta patria/ hecha pátina de tedio/ cal de esperanzas/ a la cual vuelvo”. El poeta regresa, retorna a la tierra luego de una larga ausencia, de una intensa extensión silenciosa por poemas o versos iniciales marcados por el paisaje, por olores, colores y sonidos que despiertan a “los ángeles de la casa”, donde las cosas se agitan, respiran la angustia de sus habitantes. “Hay una desolación de las cosas/ en los seres/ en el viento que se dobla tras el humo de los días...”, y que sigue con la casa a cuestas, con el vino escanciado, rancio, viejo entre la inminencia de los pájaros y un jardín. Y así, “condenado al fracaso”, quien escribe se afinca en la naturaleza viva, en las palabras, en Dios siempre presente “cuando se nombran las cosas”. Ese instante funda el alfabeto de este hombre que halla el eco en muchas voces a toda hora, en el sueño y la vigilia, en toda la geografía de sus papeles. Común era verlo con la cara enterrada en los libros, allá en su casa de Los Colorados de Villa de Cura, ausente, alucinado, insulinamente extraviado, dulcemente quieto sobre el esqueleto de un poema. Siempre una casa y su patio, el universo entero en la mirada de quien describe cada paso, cada sombra o relámpago, cada nombre: el Nazareno, Mondrian, Virgilio, Homero, los talabarteros, los panaderos, las caminadoras, los ladrones. Cada salmo es un estar despierto con el mundo a oscuras.

III Un homenaje frustrado a Borges toma cuerpo en unos versos donde la noche comienza y termina en “el paso del tigre blanco de Sumatra”, porque Aly Pérez tenía en Villa de Cura toda la geografía, toda la tierra recogida en los ojos, “donde el ángel de las sombras” alcanza el zumbido de sus trazos verbales. Así lo pronuncia en Rumor de alameda, escritura y espacio cotidiano, respiración en la que habitan todos los paisajes.

RNC

295


“Gira la tierra/ en su noche/ sobre el secreto canto de la muerte”. Aquí se resume este libro, que arriba a la imagen del viajero Alejandro de Humboldt en la Alameda Crespo, “donde un fabuloso animal de la tarde se hace palabra”. El tiempo, recurrencia que admite la presencia del cosmos: el poeta viajaba ensoñado, desde un almendrón tropical hasta un ciprés sirio o andaluz. Desde una calle de su pueblo hasta la Judea filistea y cristiana. Un cují pudo haber sido el árbol de la muerte del traidor. Árboles, vocablos, la sombra del poeta, los meses crueles, las estaciones enfermas, el paraíso perdido, el perfil del abuelo Carmelo Aponte en 1928, la “patria borrosa”. O el hijo reciente, su boceto en el poema mientras noviembre descorre “los pliegues del corazón”. Todo el olor recogido en la mirada perdida del amigo: Omar Gutiérrez “bajo un árbol de agua desplomado”, mientras Leonardo Da Vinci hunde sus pasos en un libro de historia del arte. La casa, una vez más, en una elegía. Los cajones repletos de sombras, de apellidos, la nostalgia y Miguel Ramón Utrera en su “otra claridad”, presente en el río y en el aire. Algunas cartas lanzadas al aire, a poetas y al tiempo.

IV Y de esas tantas anteriores, Cartas a Ofelia, un libro de amor. Es el material de la espera. El poema se estira sobre el cuerpo amado y se hace músculo tenso, lo imagina, lo hace casa habitable; sin embargo, “Cada vez que intento el poema/ se salpica de un no sé qué de ti”. Abunda: “Siento el aguijón del retardo/ posiblemente no vengas”. La voz de quien habla por lo bajo se queda adherida al nombre de Eloísa, silenciada en el secreto de un texto, pero prevista en las manos que tocan con el mismo poema: “Tú que eres soplo de nube/ en el álgebra de la mañana”. El tiempo acosa al escribano, al amante. Él es “fugacidad”, temblor, pecho, sudores, “ángeles de Boticelli”. La música “a la deriva de quebrados silencios”. La piel de la mujer es un “delicado óleo de Renoir”. Y un gato se apresura a ser otro poema en el que ella es “beso sedoso”. Finalmente, Ofelia, una primera carta, nombrada, sacada del misterio para decirle que “es otoño de abril” en el pueblo que lo habita. RNC

296


Insiste en el viaje por el mundo con ella en el recuerdo y calificarse “sueño oscuro”, solitario en el poema. La segunda carta a Ofelia descubre la imposibilidad de su cuerpo, de los pliegues de su pensamiento. Ajena, la despedida en la voz de la mujer que ama, que lo ama y no debe.

V La comarca era la casa: este libro se abre con una ventana y luego se completa en el hogar, el que el poeta lleva a cuestas en todas sus páginas, en el denso clima de sus sueños: regresa al tema, insiste, entra y sale por la misma puerta silencioso, eufórico, solo, triste, vivo con el pintor Carlos Martínez “Cejota”. Es la comarca palabreada, vocalizaba bajo la “arquitectura umbrosa” de su “antiguo cielo”. Pasea Aly Pérez por el país perdido “intentando cantar una canción/ sobre lo poco que hay que alabar/ en el fondo de lo que se respira”. Poema crítico este “Colorado blues” en plena calle donde la podredumbre se confunde con los buenos sentimientos o con los ojos sucios de “sombras de perros hambrientos”. Poema nostálgico en el que se aprecia el tiempo perdido porque “la casa y el barrio/ dejaron de amarse”. Una metáfora de nuestras heridas abiertas, de nuestros ardores nacionales. Nada deja de tocar este hombre que escribió a prisa, porque sabía de su vida y de su muerte. Desde aquella declaración: “Siento deteriorarse la casa/ y con ella la casa real/ casa de adentro, / casa humana/ cargada de pesares”, él casa, agónica, moribunda casi. Una crónica del lugar y del tiempo, de los ancestros, de sus voces retomadas. Un largo trecho de tropiezos y ahogos donde los libros se confunden con el barro viejo, el de las paredes, el del cuerpo vencido, enfermo. Atrás quedaron las fotos, los muebles, una “mujer que se perdió/ en el vibrar de una pantalla de cine”. Y así sigue la voz de la casa a la calle, al amanecer, a la noche de la misma casa hablada o silenciada, a las “porosidades del tiempo”.

RNC

297


VI Sigue la casa en la memoria: un paisaje recurrente en los cantos de Aly Pérez. Los objetos domésticos forman parte de la complejidad del universo. La paz y los sobresaltos del recinto materno. La matriz de barro, la techumbre de linfa. La madre inicia esta aventura en Nochevieja (Premio Concurso de Literatura Augusto Padrón de la municipalidad de Maracay), atrapada en el silbo de un pájaro, en el extravío del perro junto a un venado que aún se mueve en el recuerdo. Sigue, en esa instancia, la casa/ cuerpo del poeta, en sus órganos vitales, en sus enfermedades, en el diagnóstico de su soledad. La casa es el poeta agónico. Casa y voz, la misma materia, lectura del tiempo en el sufrimiento de quien dejó estos versos anclados en varios libros inéditos: huesos “traqueantes”, “muebles de madera”, el exceso de azúcar en el torrente de su sangre liviana, los discos, el páncreas, los dibujos, la insulina, los islotes de Langerhans, la diabetes. La casa es el poema de la enfermedad, “el dolor de la lengua/ dientes y resecor de la saliva”, dicho en “Anotaciones para una fisiología del cuerpo y la casa”. Así comienza este libro: “Yo era niño y estaba sentado/ en las lomas de la inocencia...”, el muchacho que viaja de Villa de Cura a Varsovia en medio de la noche: la espera como pregunta frente a un vaso de vino, tantas más preguntas sin respuesta. El desvelo, la noche otra vez, la eternidad a través de la ventana. La casa perdida. Un poema polaco donde Milosz, Kósnik o Wilsawa Szymboska se pasean en confianza, asidos de las palabras que Aly recogió bajo el manto oscuro de las madrugadas de su villa. El país sitiado por el miedo y la depresión, por la muerte. Así: “Consumo sorbo a sorbo este vino/ pienso en mis amigos cercanos/ y en usted poeta Watt/ que esta noche tan nueva/ y tan vieja como la suya/ me hace meditar mis 45 años/ frente a túmulos de tierra/ donde busco a los amigos/ con quienes compartí el instante”. La tarde atraviesa la sombra de los “árboles y bancos de la plaza Miranda”, el Café Ayacucho recurrente, mítico y vivo entre los dedos del autor. Los ojos del poeta miden las calles y hacen un inventario de pasos y almas que cruzan las paredes de afuera; por el friso del RNC

298


café: referencia de pueblos, Grecia y algunos nombres clásicos: todo un viaje imaginario. El mundo es Villa de Cura. Rubens dialoga con Boves, con la estatua de Miranda. La cultura del poeta villacurano en cada verso, en cada ensueño. Y así Maracay, la nostalgia de unos nombres, la trama de la memoria en las tantas esquinas, la geografía desordenada en cada línea emotiva... los poetas preferidos. Poemas largos donde el autor pierde la piel: “Al otro lado de estos textos/ el mundo es ajeno...”. Y así, en medio de tanto silencio, Aly Pérez se consume en palabras.

VII El lugar, el topos, la exactitud del paisaje habitado. En Pisando el valle, Aly ingresa en el resplandor, en el padre que lo repite al nombrarlo. Elegíaco, el sitio, el valle donde se oye “el resonar de tus pasos”. El dolor, la muerte cercana, cautelosa, en fin, el silencio más allá del poema dejado a la orden de los que quedamos mientras tanto: la voz desnuda, en carne y hueso, viva. También, dilatada, está la música: B. B. King, Biella Da Costa, Ella Fitzgerald, Sony Boy Williamson o Baco, “en el vuelo gris de las torcazas”. El diario devenir, la permanencia de la misma imagen, los muros de una casa llevan hasta un espacio preciso en el que hay “una tierra que no existe”. Alucinado, bajo la fuerza de las imágenes, el poeta pierde el rumbo del polvo, por eso deja marcas en su mapa personal, de allí que “vivo en una provincia dura/ al sur de un país duro/ que no veo”. Viaja por el azul de Salmerón Acosta, el otro poeta enfermo, en un “inconcluso texto”. La casa, testaruda pasión, aparece y desaparece. Es una palabra toda su poesía, el destierro de las voces apagadas. Y al final, otro viaje clásico, el del eterno retorno a los orígenes, a las piedras de Grecia de nuevo, a los árboles de Creta, a Orfeo y Eurídice, a la carne literaria de Ulises, “un viaje hacia las sombras”.

RNC

299


VIII No es un café del Barrio Latino, pero como si lo fuera. En Cartas del Café Ayacucho, la poesía revienta su corsé municipal y viaja con la sombra de un lugar en el que tanto París como Villa de Cura encumbran el trago de la palabra. Y Aly Pérez siempre lo supo, a pesar de tenerse en pie –frágil naturaleza– bajo los árboles del trópico, muchas veces cantado a través de sus inviernos y sequías, sacudidos por las voces de poetas lejanos traídos a esta comarca desleída. Un hombre –un poeta para ser más preciso– se sienta en un café pueblerino e inventa el mundo. Solo o en la compañía de quien abre un libro, las calles historian el poema, lo revisten de un largo aliento en el que caben los adjetivos, el tiempo y la muerte. “Vuelvo a este lugar/ tal vez atraído por el sopor de la memoria/ pero allí no está el lugar/ todo el Café se ha ido, / sus pequeñas mesas/ el espejo en la pared...”, el poeta advierte la sorpresa, el tiempo aprisionado en la calle, la que queda, la que corre hacia el oeste y tropieza el comienzo del poema: “El Café Ayacucho fue/ una fábrica de ocultamientos/ donde siempre se dijo la verdad”. ¿Cuál verdad? Solo las palabras tienen derecho a develar ese secreto, esa verdad oculta, escondida en pleno paisaje villacurano. El poeta que habla en este poema es un fantasma “de días desvencijados”. La muerte lo ha convertido en el visitante más aventajado del Café Ayacucho. Nada, Aly Pérez se pronuncia desde el lugar de aquellos días. La fiesta de su silencio nos regresa a esta conclusión: “Definitivamente estamos enfermos de miseria”, como dejara en sombría amonestación en el poema que abre y da título a este libro de cartas, de envíos especiales a los fantasmas que en vida lo acosaron amablemente. Se advierte, de manera clara, la influencia de muchos de los que jalonaron su pasión por la poesía. Los detalles y la euforia por artistas que lo hicieron pintor. Sonríe por un blues o un jazz en el fondo de un patio cubierto de flores de apamate. Entonces se encuentran en el Café, taciturnos todos. Allá afuera, en medio del silencio de la tarde: Phillip Larkin, Antonio Trujillo, James Wright, Gustavo Pereira, Elizabeth Bishop, Luis Alberto Crespo, Joseph RNC

300


Brodsky, Alejandro Oliveros, Charles Wright y Laura Jensen. Personaje al fin, el pueblo que lo vio nacer y morir, Villa de Cura: “Fue la vida/ tal vez el destino quien eligió/ abrir mis ojos/ en el valle”. El poema, artefacto litigante, mereció igualmente el mensaje: “Dando la cara/ a la inquietud del poema/ que me mira de reojo/ con su yodo solar/ de gato sin dueño/ buscando a quien pertenecerle/ si es que elige corresponder”. Y, finalmente, cardinal y señero, el Sur, la bóveda celeste de nuestra geografía comarcana y global: “Los ojos avanzan/ bajo estos cielos vacíos/ soplan secos los vientos/ y un azul metálico quema/ el verde de las montañas”. El mismo Sur de Miguel Ramón Utrera, el profundo sur del gentilicio. Son cartas poemas. Poemas cartas que son poemas nada más. Sus sonidos, tanto silencio abrevia, lo dicen, lo aseguran, como ponen en duda la escritura del tiempo. Estos papeles que el poeta dejó sobre la mesa para que fuesen recogidos, entre tazas vacías, un mantel manchado y unas flores artificiales en el viejo café de su villa, se desnudan y recorren el pequeño universo de este lector apresurado. Hace rato me llegaron estas cartas como un mandato del poeta, como una gracia del Aly que siempre nos honró con su amistad. El mismo miedo, el de siempre, el de Char en medio de su desértico silencio. Pero esta vez fue más agreste: la poesía de Aly radical y angustiosa, porque la vida lo empujaba, y verbalmente terrenal. Atiné a regresar a su manera de leer, a la forma de inventarse desde su propia sombra. Me dije: este libro es la verdadera despedida, tan personal, tan sin embargo abierta. Y me di en leerlo con el peso de quien está solo en la muerte, con la incertidumbre de quien está solo en la vida. “En la barra leía poemas con mi amigo, / un viejo vago, asiduo visitante, / me hablaba de Teócrito y sus bucólicas,/ yo de Cavafis,/ de las destrucción de las ciudades”. Desde este instante, el libro se confirma: la poesía se cartea con sus hacedores. La lectura con el amigo destaca la aventura de Aly: hablarse con los poetas, nombrarlos con la suficiente confianza de su dolor por Villa de Cura, de la que páginas más adelante dice: “Tampoco tengo la culpa/ de mirarte con tristeza/ ni de atravesar tu ausencia/ en la lejana Alameda Crespo, / buscando en ti/ un trozo de patria,/ una ventana de afecto/ para poder decir/ que te amo”. RNC

301


La yuxtaposición abrevia el libro. Es un solo poema cuyo destinatario se multiplica en los nombres de algunos de sus poetas más cercanos. Pero Villa de Cura es el verdadero motivo, la fuerza que impulsa a Aly Pérez a hacerse de otros ámbitos. Una constante al comienzo de estos textos: El tiempo, los colores y sus andanzas, la lluvia o la sequía, la hora de manifestarse el poema: “Ha soplado el viento toda la mañana/ en el verde de los cerros...” (Carta a Phillip Larkin); “En estos valles el verano no reposa...” (Carta a James Wright); “En el espeso verdor del mediodía...” (Carta a Gustavo Pereira); “Se desgaja el invierno/ como una rosa oscura...” (Carta al alce de Elizabeth Bishop); “No vendrá el diluvio/ tras nosotros...” (Carta a Joseph Brodsky); “Frente a vientos de cuaresma/ el rumor de la sequía nos destierra/ ante el borbotear del verano...” (Carta a Alejandro Oliveros); “Frente al velamen del poema/ se abre el amarillo agonizante del verano” (Carta a Charles Wright); “Como sonata de anhelos perdidos/ emergen sus cuernos de vaca blanca/ en la claridad de los traspatios...” (Carta a Laura Jensen), y “Los ojos avanzan/ bajo estos cielos vacíos/ soplan secos los vientos/ y un azul metálico quema/ el verde de las montañas...” (Carta al Sur). Desde la soledad del Café Ayacucho, donde alternaban los duendes silenciosos de la poesía, la ficción se hace fiesta de la nostalgia. ¿Quién niega que Buñuel o Fellini saludaran con regocijo a los paseantes de la plaza Miranda? No era nada extraño que “junto a la música de las cañafístolas / y el blues rabioso de Janis Joplin” se advirtieran Gonzalo Rodríguez, Kristel Guirado y Rosana Hernández Pasquier, mientras José Pulido repasaba la calle de sus eternos viajes. No era raro Oxford, Londres o Turín frente al Santo Sepulcro. Mucho menos John Constable, René Char o Paul Celan buscando las escaleras de El Calvario. O las costas del Egeo en la sonrisa del mismo Aly levemente suspendido por los “brazos olvidados de Yorgos Seferis”, bajo los “brotes de samanes”. Los campos de Ohio no eran extranjeros en el Valle de Tucutunemo, mucho menos los “amarillos delicados de Giorgione”. Por algo confesó el poeta de la dulce sangre: “Soy en vano mi límite/ tuerzo los márgenes de las palabras”.

RNC

302


IX Y si él se concede el espacio de una frontera, precisamente, en Sagrado límite del silencio se concentra toda la fuerza de su espíritu, la que promueve la vuelta al origen, al vacío, a la nada que consagra la esencia de la poesía: el silencio, que se sacraliza con la hermana muerte, como decía Francisco de Asís. No bastan los pájaros o un árbol. El silencio se aproxima, “es solo una hoja/ del día puro que amanece”. Y así, el calor, el clima, la temperatura de un instante de la naturaleza, acosan la carne y la armazón física del poeta: “Como estaca enconosa se incrusta/ en cartílagos y huesos, / ante tanta luz mortecina”. Casandra lo confunde, lo conduce a su oráculo, y por eso pregunta: “¿Conocerás los límites de mi biología azotada por la conspiración de los minutos?”. Más adelante: “¿Puedes predecir el paso de mi vida/ atravesando la irradiación de este valle...”. La infancia lo vuelve a convocar, con ella al lado recoge los pasos en la casa de la abuela mientras “al fondo la llama de la vela/ dibuja su rostro/ viejo como el mundo...” Mientras tanto, sea paseo por el pueblo, por la pequeña provincia de la Villa con amigos y fantasmas. Perros que acechan y asechan, un venado y alguien que “sabe/ que la vida/ es una gran mentira...” Vuelve a su cuerpo lesionado, suerte de cuerpo otro visto desde afuera, de “frágiles tejidos de carne descompuesta”. Y así la antigua Grecia, en medio de sus ruinas, en “Hesíodo y su Teogonía”. Un periplo por la biología de la Enfermedad (la mayúscula no es exagerada), toda vez que Aly Pérez se consagró a ella y la hizo parte afectiva de su paso por la vida, sin querellarse con ella. Un viaje por ventrículos y heridas, mientras “la inspiración de Dios/ pegado a sus escombros/ en secreto pensamiento”. Huesos, “una osamenta de res”. Este poema escrito en medio de una espesa sequía lo lleva a decir: “Tanto hueso amontonado/ hiede a muerte/ demorada por sí misma”. En otro añade: “Morir, tal vez sea/ esa misteriosa y clara manera/ de lavar losas, cerrar grifos”. Una doméstica mirada como despedida. Pasan meses, estaciones y voces de amigos, dedicatorias, más pájaros y otros árboles, referentes de la vida en plenitud. RNC

303


Una “crónica funeraria” cuenta la rutina de la muerte en un entierro, en un homicidio, en el adiós a los muertos. Las tantas veces desde el centro del pueblo hasta el cementerio, esas que el poeta vivió con la elegía de su caminar lento hacia el silencio. Este es el libro de una muerte. Este es el libro donde muere el tiempo y con él Aly pronuncia: “... tanta indiferencia/ ante el respirar de la vida,/ y de ese Dios que vacía su mirada/ en el frágil/ solitario cristal de la luz que somos”. Finalmente, se hizo luz, silencio. Una poética de la despedida. Y en estas palabras lo acompañamos todos, hasta el fin de los tiempos.

Coda Todos los libros de Aly Pérez llegan al mismo lugar. Cada uno se ata al que sigue. Son libros amarrados al paisaje que los inventó. Aly Pérez sigue en ellos, pendiente de cada giro de la tierra. Tan vivo como el pájaro que descubre su presencia diaria en los árboles y calles de su antigua ciudad.

RNC

304


Aly PĂŠrez. Imagen de archivo.


Ledo Ivo.

RNC

306


José Carlos De Nóbrega

INSERCIÓN DE LA OBRA POÉTICA

DE LÊDO IVO EN EL CORPUS DE LA POESÍA CONTEMPORÁNEA DE BRASIL

En diversas entrevistas, concedidas a un notable número de medios de comunicación, Ledo Ivo ha marcado una distancia crítica respecto al movimiento poético modernista; la mayoría de las veces en un tenor radical, algunas veces destilando un afán relativamente conciliatorio. Hasta tal punto, que había sido estigmatizado como la oveja negra de la llamada Generación del 45: “Yo era, entre mis jóvenes pares, la oveja negra, el llamado enfant terrible. Varias veces Péricles Eugenio me expulsó de la Generación del 45, alegando indisciplina y mal comportamiento de mi parte” (Guimarâes, 2003. La traducción es nuestra). En su ensayo Los modernismos del siglo XX, Ivo pretende poner en su sitio el mito del modernismo en tanto hito único que conformó a la literatura contemporánea de Brasil. El siglo XX registra también la incidencia puntual de otras corrientes y figuras literarias en su devenir dinámico y múltiple: el parnasianismo, el simbolismo, la narrativa extraordinaria de Joaquim M. Machado de Assis, el realismo, el naturalismo, el barroco “deslumbrante” de Euclides da Cunha, la novela nordestina de los años 30, la Generación del 45 y la poesía concretista, entre otras. He aquí la esencia de sus tesis respecto a las debilidades del movimiento modernista: RNC

307


Con su culto a lo paisajístico y a lo folclórico, y su formalismo superficial y perentorio susceptible a petrificarse en las estilizaciones, los modernistas brasileños no esconden su penuria ontológica. Como interrogación existencial, es uno de los movimientos artísticos más pobres y cosméticos de nuestro escenario cultural –como si sus figuras se desvanecieran en la condición de literatos, impotentes para proyectarse estéticamente como hombres (Ivo, 2004b: p. 707).

Si a este juicio severo agregamos que nuestro poeta alega en contra su espíritu aristocrático, urbano, festivo, experimental y decorativo de “los grandes salones de los dueños de la vida” (Ivo, 2004b: p. 704), es menester una aclaratoria pertinente en torno a esta disputa que no en balde enriquece la discusión en torno al desarrollo de la literatura contemporánea brasileña. El distanciamiento entre el uno y los otros se fundamenta entonces en lo teórico, lo anecdótico y lo político; el cuestionamiento de Ivo se dirige a contrariar los manifiestos y declaraciones de principios, no los hallazgos poéticos de figuras protagónicas tales como Manuel Bandeira o Carlos Drummond de Andrade. Asimismo, tales datos permitirían ubicar a la obra poética de Ledo Ivo en la construcción del panorama literario reciente de Brasil y América Latina. Harold Bloom (1991) realiza un aporte teórico en tal dirección: “Las influencias poéticas, o, como las llamaré más frecuentemente, los errores de interpretación, constituyen necesariamente el estudio del ciclo de vida del poeta como poeta” (p. 16). Por tal razón resulta oportuno ojear uno de los cocientes revisionistas propuestos por Bloom: Kenosis o repetición y continuidad. En este caso, el poeta procura vaciarse del influjo del poeta padre, evitando así la repetición para asumir una posición de discontinuidad respecto al precursor. “A los críticos, en el más secreto fondo de su corazón, les gustan mucho las discontinuidades; pero quien vive solo en la continuidad no puede ser poeta”, apunta el crítico anglosajón (Bloom, 1991: p. 92). Recordemos, por ejemplo, que el modernismo hispanoamericano se agotó en las malas repeticiones de los poetas menores; tan solo sobreviven en la memoria –histórica y poética– pocos de sus egregios, mal recompensados por discípulos indeseables: Rubén Darío, José Martí, Leopoldo Lugones, Vargas Vila, RNC

308


Blanco Fombona o Manuel Díaz Rodríguez. Ledo Ivo embiste los excesos y los errores conceptuales de los modernistas brasileños, afincándose en la condición rigurosa, culta (no culterana, ni divorciada de lo popular) e inquisidora de la poesía. A tal respecto, Ledo Ivo es harto contundente: “Tengo horror a los poetas caipiras o semianalfabetos. Y, dentro de mi convicción, presumo que un buen poeta no podrá pasar por alto la lección de Homero, de Dante, de Shakespeare, de Quevedo o de Camoes” (Guimarâes, 2003). La solución de discontinuidad respecto al modernismo brasileño tiene como apoyatura asertos como este: En efecto, nuestro modernismo –en su operación antropofágica de comer, asimilar y digerir a Europa– alineaba retazos de escuelas y procesos de renovación estéticos, pero no siempre los más significativos o substanciales. Las idas de los muchachos paulistas a París, en aquellos tiempos suaves en que los viajes a Europa eran privilegios de castas, fueron insuficientes para captar todo el trajinar de una revolución artística que, lastrando y abasteciendo los ismos y los no-ismos más diversos, si no polifacéticos, en verdad reflejan la multidireccionalidad de las creaciones artísticas en los países clásicos de la producción occidental (Ivo, 2004b: páginas 705-706).

Briceño Guerrero (2007) nos parodia o falsifica la voz de los que pretenden distanciarse de Occidente, creyendo no pertenecer en absoluto a su ámbito cultural. El mestizaje latinoamericano no puede quitarse de encima el influjo europeo por sí mismo; el referente dominante forma una mixtura particularísima con el substrato aborigen precolombino y el africano. La insurgencia en contra de la opresión es un tema occidental, solo que muchas veces no hay una relación armónica o simétrica entre cambio social y cambio cultural. Por ejemplo, Pedro Téllez en De Nóbrega (1996) destaca la contradicción que implica comprender los sacrificios aztecas durante la Guerra Florida, en contraposición a la cruel y genocida Conquista de América por parte de las huestes españolas; lo cual trae consigo la mutabilidad y relatividad del equívoco en cuanto al ejercicio histórico del poder. A tal respecto, Briceño Guerrero lo resume e ironiza a través de la Agresión Interrogativa: RNC

309


Otro orden y otra justicia quiere, otra cultura quiere. ¿Tendrá de verdad -¿será cierto?- otra dimensión en su seno? ¿Querrá retornar al arco y la flecha, al guayuco, al bohío, a los sacrificios humanos, a los fetiches? ¿Lo invade acaso la nostalgia de la barbarie y quiere restaurarla? (Briceño Guerrero, 2007: p. 291).

He aquí el problema de la mala interpretación de los antecedentes, lo cual conduce a la compulsión de la repetición, si seguimos a Harold Bloom (1991): “La mala interpretación, podemos ahora decir corrigiendo lo anterior, es en realidad un hacer impropiamente (y un interpretar impropiamente) lo que hicieron los precursores, pero “impropiamente” también se tiene un significado dialéctico en este caso” (p. 97). De allí que el poeta, imbuido en el cociente revisionista de Kenosis, confronta su poema con el poema del precursor, evitando la repetición o mala copia. A tal respecto, parafraseando a Ledo Ivo en Guimarâes (2003), las cornucopias de los precursores omiten o ignoran que la literatura y la poesía descansan en la diferencia, la pluralidad e incluso la colisión. Va más allá de una oposición generacional, pues tal asunción crítica apunta a la renovación expresiva sin menoscabo de las metamorfosis que conlleva la tradición clásica. En otra entrevista concedida a Claudio Aguiar (1996), Ivo había hecho un chiste, llevando tal situación crítica a sus extremos: el mejor poeta de su generación sería aquel que hiciese una peregrinación a la tumba de Olavo Bilac (poeta parnasiano brasileño) y lanzara piedras a la vidriera de Drummond de Andrade. Esta metáfora, inaccesible a la mentalidad cretina de ciertos poetas y académicos, destacaba la necesidad de reacción de los nuevos escritores ante las modas literarias desaforadas. Pues, “yo creo mucho en las generaciones parricidas. Lo que caracteriza a una generación es exactamente la capacidad que ella tiene de recusar el pasado reciente y reconsiderar el pasado antiguo” (Aguiar, 1996; la traducción es nuestra). Por otra parte, Ivan Junqueira, en un afán más conciliador que el de Ledo Ivo, advierte que el riesgo de toda vanguardia consiste en romper indiscriminadamente con la tradición, sin reponer lo destruido: “esas mismas vanguardias nos remiten a lo opuesto que pretendían, tornándose con frecuencia autofágicas y epigónicas” (Junqueira, 2004a: p. 629). Por supuesto, las vanguardias reflejan su entusiasmo revolucionario de conformidad a las preferencias y RNC

310


los odios. Sin embargo, este crítico brasileño reconoce el papel del movimiento en la conformación de la literatura contemporánea brasileña, así como también el lugar ganado por el díscolo poeta Ledo Ivo en su multifacética panorámica. Si del modernismo manifiesta que fue una bendición, del poeta de Alagoas afirma que no es comprensible la opulencia ni la diversidad de su obra poética sin vislumbrar su condición de “hombre variado, complejo e inquieto que se mueve sin cesar por detrás de cada uno de sus versos” (Junqueira, 2004b: p. 25). Es pertinente leer con atención el siguiente poema de Ivo: LOS MURCIÉLAGOS Los murciélagos se esconden entre las cornisas del almacén. ¿Pero dónde se esconden los hombres, que todavía vuelan la vida entera en la oscuridad, chocando contra las paredes blancas del amor? La casa de nuestro padre estaba llena de murciélagos pendiendo, como lámparas, de las viejas vigas que soportaban el tejado amenazado por las lluvias. “Estos hijos nos chupan la sangre”, suspiraba mi padre. ¿Qué hombre arrojará la primera piedra a ese mamífero que, como él, se nutre de la sangre de otros animales (¡mi hermano! ¡mi hermano!) y, comunitario, exige el sudor de su semejante aún en la oscuridad? En el halo de un seno joven como la noche se esconde el hombre; en el algodón de su almohada, en la luz del farol el hombre guarda las monedas doradas de su amor. Pero el murciélago, durmiendo como un péndulo, solo guarda el día ofendido. Al morir, nuestro padre nos dejó (a mis ocho hermanos y a mí) su casa donde de noche llovía por las tejas partidas. Pagamos la hipoteca y conservamos los murciélagos. Y entre nuestras paredes ellos se debaten: ciegos como nosotros. (De Nóbrega, 2008b). RNC

311


Esta manifestación de Bestiario personal, nada fantástico como el de Jorge Luis Borges, traduce la personalísima voz de Ledo Ivo. La fidelidad a la forma, no al formalismo, es solidaria con el apego a la tierra, la autobiografía y la recreación de imágenes impresionantes de la memoria enriquecida por el discurso poético. La metáfora no deviene en un tropo patético y desgastado, sino concilia la anécdota con el tenor: Hombres y murciélagos se estrellan por igual en las paredes maravillosas y ásperas del amor. Las palabras son monedas que el hombre esconde para interactuar con su entorno y la legión de voces que lo atribulan y lo corroen por dentro. El verso largo no se regodea en experimentos formales ni en la picardía chispeante de los modernistas más acérrimos; se sumerge en la paradójica condición humana, sublime y miserable en la posesión amorosa y egoísta del mundo que nos comprime. La humanidad da traspiés chupándose la sangre a sí misma, se confunden entonces los roles de la víctima y el victimario. En este caso, tenemos la búsqueda de la voz propia dentro de un repertorio muy extenso. Ivo argumenta a favor de sí mismo lo siguiente: No obstante yo cultivé mucho el verso medido, encuentro que tal vez mi contribución a la poesía brasileña, si es que di alguna contribución, será en relación al verso largo, que tiene una medida respiratoria y no una medida manual, parnasiana, ¿entiende? Mi modo de expresión es en el poema largo, no en el poema concentrado, lacónico (Ethel de Paula, 2002).

Lo expuesto al inicio de este capítulo, nos conduce por el camino pedregoso y difícil del tema del canon, referido a Brasil y América Latina. El canon se define como aquel subdiscurso hegemónico –enclavado en la Academia– que aborda la literatura en una determinada formación histórica, social y económica que contraría otros subdiscursos marginales (la subliteratura, la literatura de cordel o la referida a desplazados y subyugados). Implica entonces el catálogo institucional de obras y autores, los paradigmas literarios o extraliterarios (obras y géneros dignos de ser imitados) y la construcción de criterios y presupuestos que regulan la inclusión y la exclusión de su corpus. ¿Cómo articular la polémica antes descrita, preñada de discontinuidad, con la rigurosidad RNC

312


académica del canon? ¿Los Modernistas y Ledo Ivo pueden acceder a un canon brasileño sin colisiones o contradicciones de índole conceptual? Evidentemente, una noción vertical del término no facilitaría tal propósito. María del Carmen Castañeda (s.f.) nos ofrece una alternativa más flexible, dinámica y problematizadora: El canon debe ser un canon del deseo, como propone Borges, donde el proceso de canonización para un lector curioso, nunca debe terminar y debe rehacerse mil veces. Debe ser un canon como lo plantea Adriana López ‘del goce’ y no ‘del poder’, jerárquico, autoritario, nacional, rígido y excluyente.

Si bien la literatura es un producto histórico y cultural, amén de ser objeto de investigación, no podemos excluir el placer de la lectura dialógica que comparten autores y lectores; el poder es un instrumento de perversión no solo político y socioeconómico, sino también de primacía cultural, por lo tanto, resulta de primera necesidad deshacer los entuertos y la alienación derivados de la mala lectura del texto literario. Wilson Martins (1999) plantea que el canon no puede ser definitivo ni invariable, sin desconocer los grandes nombres y obras que permanecen a lo largo de los tiempos; asimismo, teniendo en cuenta a los grandes autores muertos como fuente de elección, la crítica –no en balde los malentendidos literarios en tal materia– ha de abocarse a seleccionar, “entre los vivos de la literatura corriente”, a los que a su vez se transformarán en “grandes muertos”. Más adelante, nos dice no sin temeridad que “los cánones son, por definición y naturaleza, construcciones mayoritarias del espíritu”. Por supuesto, en el devenir de todo proceso histórico, algunos autores y obras pierden canonicidad y otros la ganan, situación inmersa en la hegemonía eurocéntrica del canon occidental (véase el caso del canon de Harold Bloom, de 1995, editado por Anagrama). En el caso de Brasil, la formación de su propio canon va de la mano con la relación de dependencia y de autonomía que sostiene respecto a las fuentes metropolitanas. Gracias al trabajo crítico que comprende nombres tales como Bouterwek, José Veríssimo, Ferdinand Denis y Sílvio Romero, se ha consolidado un canon brasileño que se diferencia de las fuentes europeas RNC

313


y concretamente portuguesas. Sin lugar a dudas, este canon posee nombres incontrovertibles: Joaquim M. Machado de Assis, cuya cuentística y novelística implica asimilación dialéctica de la tradición y renovación expresiva y técnica experimental, patentes por ejemplo en sus novelas Memorias Póstumas de Brás Cubas (1881), Quincas Borba (1891) y Dom Casmurro (1899); Mário de Andrade, fundador y figura tutelar del modernismo; poetas postmodernistas como Manuel Bandeira, Carlos Drummond de Andrade y Murilo Mendes; y narradores de la talla de Jorge Amado, José Lins do Rego y Lima Barreto. No está de más agregar otros nombres en el complejo campo de la poesía posterior al modernismo, considerando dos de sus líneas fundamentales: la identificada con el aporte de Joâo Cabral de Melo Neto y del concretismo de Ferreira Gullar; y la otra de sesgo más ecléctico y libre, en la que se encuentran Ledo Ivo y Floriano Martins, la cual “incluye el cultivo de la imagen (...), la defensa de un espacio para la subjetividad, y un énfasis en la convicción de que la poesía es más que palabras, aunado a una autoconciencia del quehacer literario” (Rodolfo Mata y Regina Crespo, 2003). La mayoría de estos autores pudieran ser considerados en la conformación de un canon latinoamericano, excediendo claro está la verticalidad eurocéntrica y académica de críticos como Harold Bloom, quien apenas toma en cuenta a Carlos Drummond de Andrade (Travelling in the Family) y a Mario Vargas Llosa como autores ligados a Brasil, La guerra del fin del mundo, novela deudora del clásico brasileño Los sertones de Euclides da Cuunha, lo cual destila una inclinación de Bloom por la inmediatez del mercado editorial). En el caso que nos ocupa, podemos afirmar que Ledo Ivo es un autor que no puede pasar desapercibido en nuestras lecturas. Sin duda que el poeta de Maceió, estado de Alagoas, formará parte del canon placentero que los lectores edifican día a día. Entre sus aportes a la literatura brasileña y latinoamericana, tenemos la conciliación de lo novedoso y lo tradicional como propuesta poética y crítica, abordando temáticas diversas que van de lo social a lo estético, la profundidad y densidad de su voz poética, el ejercicio dinámico de diversos géneros poéticos (oda, elegía, cántico, soneto y poema dramático) y la problematización de las inquietudes por el mundo a través de RNC

314


un discurso polifónico y personal. Este gran poeta ha sobrevivido tercamente la muerte de las vanguardias, la crisis de las ideologías y el despropósito que abunda a nuestro alrededor; sin que su compulsión poética, crítica y artística desfallezca un instante.

Conclusiones Sin duda alguna, es una necesidad –cada vez más ingente– leer y considerar lúdicamente la poesía de Brasil, dado el marco de la integración latinoamericana. Por supuesto, sin descartar los estudios académicos y críticos que contribuyan a facilitar al lector una pertinente visión panorámica de la poesía que se escribe allí. Siguiendo al poeta Ledo Ivo, la poesía contemporánea del gigante amazónico no es producto exclusivo del Modernismo insurgente de 1922, sino compendio variopinto de muchas escuelas y corrientes literarias que es menester ojear y estudiar. Hay numerosos nombres que nos hacen pensar que la poesía brasileña es una de las más sólidas del continente: Manuel Bandeira, Carlos Drummond de Andrade, Joâo Cabral de Melo Neto, Cecília Meireles, Ana Cristina Cesar, Murilo Mendes, el mismo Ledo Ivo, por ejemplo. Hasta tal extremo, que la poesía se convertiría en canto popular y festivo, si no fijémonos en el caso de Vinicius de Moraes, Chico Buarque de Holanda o Antonio Carlos Jobim. Por tal razón, Ivo señala dos de sus más importantes fortalezas: la poesía actual de Brasil es un todo, bien complejo, que constituye hoy a su vez “un acervo cultural de ostentivo efecto multiplicador” (Pérez Só, 1986: p. 2). Ledo Ivo es, entonces, una de sus voces más singulares. El conjunto de su obra, de una coherencia sin par, se afinca en la diversidad que le es propia. Su versificación comprende la uniformidad métrica y el verso libre; explora y experimenta en diversos géneros poéticos; el respeto por la literatura clásica afina la transgresión de las modas literarias del momento, amén de consolidar la asunción de una voz personal y única en el panorama de la poesía contemporánea de Brasil; forja bestiarios que lo atan al paisaje interiorizado y a la memoria, bien sean caracoles que enmudezcan ante la inquisición humana de la vida y la muerte o murciélagos que astillan nuestro inventario emotivo. El parricidio de los poetas modernistas no excluyó la rigurosidad del oficio poético como tal; trajo consigo RNC

315


nuevos caminos de expresión poética a contracorriente de escuelas literarias en boga. Escuchemos a Ledo Ivo, sin editar su voz, en la confirmación de que es uno de los poetas más jóvenes de América Latina: Es irrelevante discutir sobre la vida entera que pudiera haber sido y no fue, como dice Manuel Bandeira en su famoso verso. Pero, de todos modos, yo creo que las generaciones tienen que ser parricidas. Psicológicamente hablando, yo diría que el hijo que no mata a su padre será siempre sofocado por él. Yo creo, realmente, en la idea de que, para que un joven escritor se afirme en conquistar su espacio, tiene que cortejar con la transgresión, la insubordinación a los talentos establecidos, aun corriendo el riesgo de volverse injusto con aquellos que, un día, fueron sus maestros. De modo que, tal vez yo haya sido injusto con relación a algunos poetas fundamentales del Modernismo brasileño. Hoy, pasados tantos años, me arrepiento por lo que hice. Pero, en la época, pensaba que estaba haciendo lo correcto, que no había otro camino (Vieira Lima, 2004: p. 10).

Valga la confesión y el consejo en pro de una propuesta poética alternativa, solidaria con el Otro, desmitificadora y vinculada a la vida. Solo así auscultaremos el corazón de la poesía en el cortejo de unas castas reinas, tal como lo escribió Mário de Andrade.

RNC

316


BIBLIOGRAFÍA Aguiar, Cláudio. (1996). Ledo Ivo: “A Poesia tornou-se uma aventura secreta”. Disponible en: www.jornaldepoesia.jor.br/claudi01.html Briceño Guerrero, José Manuel. (2007). El laberinto de los tres minotauros. Caracas: Monte Ávila. Bloom, Harold. (1991). La angustia de las influencias. Caracas: Monte Ávila. Castañeda Hernández, María del Carmen (s.f.). Desmitificar el canon de la literatura latinoamericana. Disponible en www.letralia.com/210/ensayo01/htm De Nóbrega, José Carlos. (1996). Textos de la prisa. Valencia: Gobierno de Carabobo. De Nóbrega, José Carlos. (2008b). Para Machucar mi Corazón: Una Antología poética de Brasil. Editorial Letralia. Disponible en www.letralia.com/transletralia/brasil/index.htm De Paula, Ethel. (2002). Ledo Ivo entrevistado pelo jornal O Povo. Disponible en: www.jornaldepoesia.jor.br/ledo3.html Guimarâes F., Izacyl. (2003). Izacyl Guimarâes Ferreira entrevista o poeta Ledo Ivo para o jornal da UBE / jul / 2003. Jornal de Poesia. Disponible en http://www.jornaldepoesia.jorbr/izacyl17. html Consulta: julio 2009. Ivo, Ledo. (2004b). Os Modernismos do século XX. En Escolas literárias no Brasil: tomo 2 (pp. 701-712). Rio de Janeiro: Academia Brasileira de Letras. Junqueira, Ivan. (2004a). Modernismo: tradiçâo e ruptura. En Escolas literárias no Brasil: tomo 2 (pp. 629-648). Rio de Janeiro: Academia Brasileira de Letras. RNC

317


Junqueira, Ivan. (2004b). ¿Quién le teme a Ledo Ivo? En Poesía Completa de Ledo Ivo. Rio de Janeiro: Toopbooks – Braskem. Páginas 25-43. Mata, Rodolfo y Crespo, Regina. (2003). Presente de la literatura brasileña. Disponible en: www.letraslibres.com/index. php?art=9086. Martins, Wilson. (1999). O cânone brasileiro. Disponible en: www.secrel.com.br/jpoesia/wilsonmartins046.html. Pérez Só, Reynaldo. (1986). Entrevista con Ledo Ivo (traducción). Poesía, 65 (1), páginas 1- 7. Vieira Lima, Ricardo. (2004). Entrevista con Ledo Ivo (traducción de Carlos Osorio). Poesía, 139 (1), páginas 5-12.

RNC

318


Ilustraci贸n de Robson Vilalbad.



LITERATURA Y ORALIDAD


Imagen de archivo.

RNC

322


Héctor Padrón de los tiempos, voz de la tierra: Voz la oralidad, refugio de la esencia del pueblo Pemón ¡En verdad que no es de tierra de Europa de donde han de venir nuestros cultivadores! Somos como notario olvidadizo que lleva en sí, y anda buscando fuera, las gafas con que ve. José Martí

Los indios de Norteamérica

Un velo de invisibilidad parece tenderse sobre las literaturas indígenas, que al pasar de los siglos han sido ignoradas por la mayoría de las investigaciones sobre literatura venezolana. El quehacer literario de nuestros pueblos originarios, de naturaleza oral, parece haber sido convertido en una sensibilidad ensombrecida en el tiempo; el ocultamiento de una estética y una cosmovisión que comunica al ser humano con el universo bajo otro sistema de relaciones, hilos en tensión perfecta, una equilibrada aprehensión de la realidad, lejana a la depredación y el avasallamiento, tan común en la lógica eurocentrista, que ha impuesto montañas de vacío entre nosotros y un territorio, usualmente intangible, que sustenta buena parte de nuestro imaginario latinoamericano, la cultura primigenia del Abya Yala. Ante este panorama, y como una invitación a la visión amplia sobre la literatura venezolana, escribo estos comentarios, apoyado principalmente en el vínculo que con el pueblo Pemón me une, producto de mi aproximación a su cultura, de haber recorrido sus conucos y observar su modo de producción, el caminar por sus cementerios, así como también la visita a sus escuelas y la presencia en algunas de sus asambleas de capitanes; es la breve RNC

323


experiencia que me proporciona una primera perspectiva de la dinámica social que se transmuta en expresión creadora, principalmente en el campo de la palabra hablada, como centro de su manifestación artística. El encuentro con la literatura Pemón es además un navegar por el proceso de transmisión de la esencia y los saberes propios de un colectivo, a través de la oralidad. La palabra se transforma en un refugio, una herramienta de resistencia contra la totalizadora y uniforme construcción de la realidad, que nace de la lógica que cosifica al ser humano, alienándolo y mercantilizando su expresión cultural, cuando no desplazándola con lo que algunos autores han dado por llamar anticultura. Lo narrado, cantado e invocado en la voz del pueblo Pemón, es más que algo lejano en el tiempo y espacio, es el dibujo de un territorio real que explica el mundo, y donde vive eso que “solía pasar como un fantasma o perro / desnudo entre la noche” y que por medio de la oralidad termina siendo “nosotros mismos, en nosotros mismos”. La convocatoria de una parte de nuestra identidad, marginada y aplazada por tanto tiempo, redimida por la oralidad. Es tal el poder de la oralidad, que la esencia de los pueblos, condensada en relatos, es capaz, no solamente de crear un imaginario, sino que enriquece la identidad de los individuos y colectivos, a través de representaciones, imágenes del espacio territorial; tal es el caso de Kumarakapay, conocido también como San Francisco de Yuruaní, donde se han creado cartografías participativas nacidas de las historias contadas por los abuelos de la comunidad, ancianos respetados y valorados, pues ellos parecen guardar, proteger esa savia originaria de su pueblo, un asidero de la historia, por sus bocas hablan los tiempos y habla la tierra, y de esas voces se conoce donde se libraron las batallas de sus ancestros, acaso el lugar en el cual se asentaron generaciones pretéritas y también donde se unieron para siempre a la tierra los antiguos guerreros de su estirpe, es decir, el mapa hablado de los vínculos intangibles que unen a los pueblos con su territorio. La fuerza de la palabra convocante al autorreconocimiento colectivo de una imagen integradora, que le da coherencia y cohesión territorial a un pueblo, pertenencia e identidad por medio de la percepción espacial que nace de la palabra de los tiempos, la palabra de la tierra. RNC

324


El origen Wei (el sol) tenía un conuco el cual trabajaba con ahínco, y del que obtenía grandes frutos como la yuca, el plátano, ocumo, ñame, entre otros. Pero Wei, a pesar de su prosperidad, estaba solo, no tenía compañera. Un día encontró a una mujer en el río, quiso tomarla como suya, pero ésta se negó diciéndole: “Yo soy Tuenkarón, la Diosa del río, si me tomas como tu mujer el río se secará”, prometió entonces la deidad de las aguas hacerle una mujer para que lo acompañara en su conuco. Le envió una mujer hecha de caolín, que al hacer contacto con el agua del río, se deshizo, dejando nuevamente solo a Wei. La segunda mujer enviada a Wei por Tuenkarón era muy bella, pero al acercarse al fuego se derritió, pues estaba hecha de cera. Wei enfurecido fue en busca de Tuenkarón, creyéndose engañado quiso tomarla a ella misma por esposa nuevamente, la señora del río lo convenció de tener paciencia, que ahora sí le enviaría a una mujer que estaría con él por siempre, fue así como de barro, agua, fuego y aire hizo una mujer que buscó a Wei, ambos se unieron engendrando al pueblo pemón. Este mito de origen del pueblo pemón, contado por los abuelos, resulta bellamente interesante, más aún si se intenta ahondar en la simbología de sus protagonistas y las relaciones que entre ellos se desarrollan. Los pemones nacen de la naturaleza, del sol y el río, de una mujer constituida de los cuatro elementos de nuestro planeta, resistente a los embates de la intemperie. Wei y la mujer, padres de los makunaimá, fundan el origen y desarrollo de su pueblo en el trabajo armónico de la tierra y con la tierra. Abordar la literatura pemón es, sin duda, caminar por los umbrales de la palabra y de sus orígenes; compenetrarse en la génesis de la comunicación verbal y de otros símbolos que se fundan en formas constitutivas de la realidad de los pueblos. Por tanto, la aproximación a la expresión oral del pueblo pemón representa un valioso andar hacia la comprensión de la identidad cultural de este pueblo.

Hablar o callar su lengua La tradición oral de los pueblos ágrafos nos orienta también hacia nuestros orígenes y nos permite adentrarnos en la existencia primigenia y actual de los elementos intangibles que nutren la visión RNC

325


universal de los pueblos indígenas, y por lo tanto de una de las raíces de la sociedad actual. Iniciar a los niños y niñas en la palabra y los ritmos de la raíz evocadora de las etnias que nos constituyen como sociedad es un acto de resistencia al proceso de aculturación, es una apertura a un verdadero diálogo intercultural, que a futuro contará con actores, oficiantes de la sociodiversidad, que impulsen el intercambio de entidades igualmente valiosas. Contribuye a estructurar el pensamiento colectivo para la pluralidad cultural y el disfrute estético del enriquecimiento recíproco, a comprobar que es grato sentirse acompañado por lejanas y sugerentes voces en relaciones verdaderamente democráticas, atacando algunos factores como: “el desplazamiento, el debilitamiento interno y la vergüenza inducida”, que Esteban Emilio Mosonyi ha identificado como causas de la desaparición de las lenguas indígenas, y con ellas el desvanecimiento de una identidad distintiva y el truncamiento del derecho de todo pueblo a desarrollar su propio modo de vida, acompañado de sus expresiones creadoras particulares. En el campo colectivo, la trascendencia generacional de la tradición oral pemón le permite a esta etnia sobrevivir culturalmente, garantizando el relevo de la información de sus raíces. Acto de resistencia ante el desborde aplastante de una etnocéntrica cultura ajena, sin voluntad aparente para profundizar en las fuentes de la cosmovisión indígena desde una perspectiva de respeto. Los pueblos indígenas en general, desde el contacto con la cultura europea, están siendo amenazados, de forma abierta o encubierta, tanto en su integridad humana como en su acervo cultural. De allí que aún en la actualidad existan, con una frecuencia vergonzosa (y solo por citar uno de los problema, tal vez el peor de todos), un número quizá indeterminable de conflictos territoriales entre indígenas y Estado, terratenientes, compañías privadas nacionales o extranjeras. Líneas atrás escribía la palabra vergonzosa para aludir a la frecuencia con que se daban estas disputas, y es precisamente, a mi modo de ver, el adjetivo justo para una situación que el modelo de poder, dominante en estas tierras desde hace más de cinco siglos, no ha podido o no ha querido resolver: si la cultura dominante estructuró e impuso un orden social, político y económico, que no ha tenido cambios sustanciales en quinientos años, ¿cómo se inserta el indígena en esta estructura extraña a su concepción RNC

326


del universo? Incapaces hemos sido en invocar la armonía con los pueblos indígenas, y todos los temporales que desde nosotros, seres occidentalizados, han arrasado con su cultura, seguirán asolando a sus pueblos hasta que no cese la transgresión a la lógica universal indígena, y para lograr tal grado de conciencia y acción, aún falta dejar muchas huellas en muchos caminos. Las cabeceras de un cauce son importantes al momento de saber el material, que en el fluir de su torrente transporta el río. El origen le da un color, una dimensión, una fortaleza a sus aguas; rasgos característicos, constitutivos de su cuerpo e identidad, la visión con que se le conoce. De manera similar se da con los pueblos, especialmente los indígenas, donde toda razón de cuanto es y existe está en el origen, De ahí la importancia que se le otorga a los comienzos, tanto más, cuando la evanescencia, producto de la invasión cultural, sentencia la desaparición del ser, la sequía amenaza con convertir en polvo el caudal, hay entonces que preservar los nacientes del río. La literatura pemón en cualquiera de sus tres géneros, relatos, cantos e invocaciones (en lengua pemón: pantón, eremú y tarén respectivamente), es ese espacio mágico en donde la palabra crea la realidad que nombra, la oralidad se erige como ese guardián de la esencia, al tiempo que cumple una función tangible al momento de ejercer influencia, no solo en el pensar y sentir del pueblo, sino también en la vida cotidiana de los pemones. Es por ello que se hace imprescindible mencionar el papel de la narración en el proceso de conservación de la memoria colectiva, el acto de narrar para el pueblo Pemón, no se encuentra desligado de la cotidianidad de la vida. La belleza artística de las narraciones le imprimen al lenguaje un alto sentido polisémico estructurado sintácticamente en bellas frases, onomatopeyas y metáforas del hablar cotidiano que son frecuentes y espontáneas.

La vigencia de la palabra En la literatura pemón, los indios se convierten en animales, irrumpen como seres fantásticos, los elementos de la naturaleza poseen una representación humana o humanizada en la tierra, los objetos se trasmutan, la realidad nace como parte de la maravilla de sus inicios. RNC

327


Las culturas indígenas, más allá de recontextualizar las experiencias anteriores y traerlas al presente, consideran a las invocaciones, cuentos y cantos, la causa explicativa de los sucesos actuales; en todos los mitos existe además de una lógica universal, una esencia de valores o dictado de comportamiento adecuado, cónsono con el equilibrio que debe mantenerse entre los seres, hijos de la tierra. He aquí una de las razones que justifican y hacen de las culturas indígenas cuerpos vivos y necesarios, visiones vigentes y salvadoras ante la cultura dominante europocéntrica tendiente a la depredación de la vida, asfixiante de la diversidad cultural, dada su naturaleza opresiva y avasallante de todo cuanto no se parezca a ella. A través de la negación y supresión de las culturas de las naciones originarias de nuestro continente, y la imposición velada y sutil de su cosmovisión homogeneizante. Ante la visión de una posición europocéntrica globalizante, es necesario subvertir las estructuras de dominación cultural. Hacedores, promotores culturales o ciudadanos conscientes y responsables, debemos comprometernos a utilizar todas las herramientas a disposición, para profundizar en la riqueza y vastedad de las culturas originarias; desde una perspectiva de respeto, difundirlas y universalizarlas con el fin de iniciar un flujo intercultural verdaderamente plural, proceso este donde no exista un sujeto único de generación cultural, y donde los distintos actores, por medio de sus aportaciones, consoliden una fuerte identidad (no vulnerable a los embates alienantes de la anticultura, pero tampoco contraviniendo diálogos interculturales), diversa en sí misma, como estructura sólida de resistencia. Para figurar con mayor alcance las ideas expuestas con anterioridad, y conectarlas con lo vital y lo cotidiano, no solo de los pemones, sino de la humanidad y el tiempo que se nos ha dado a vivir, se puede enfocar el análisis en relatos sencillos como el siguiente, recopilado por Fray Cesáreo De Armellada, en su libro Cuentos y no cuentos:

Un indio ansioso de cacería Se cuenta que hace muchos años hubo entre nosotros un indio, extremadamente ansioso de cacería. Por eso, cuando salía de caza, no se RNC

328


contentaba con cobrar una o dos piezas, sino que mataba cuantas podía. Especialmente cuando oía los gruñidos o berridos de los cochinos de monte o de los báquiros, que andan en manadas, armado con su escopeta y un tolete, mataba a diestra y siniestra. Y nunca decía: basta, ya está bien. Su mujer se cansaba de asar la cacería en la parrilla o troja, y siempre se perdía poco o mucho, porque no tenían sal para salar tanta carne o ponerla en salmuera. Pero sucedió una vez que, al oír los berridos de los báquiros, el indio corrió hacia ellos según su costumbre; pero quedó pasmado al ver una fila interminable de esqueletos, que gruñían más que nunca y corrían como si estuvieran vivos. Desde aquel día el indio quedó escarmentado y aprendió a ser moderado en la cacería y también aprendió a decir: ya basta, ya está bien. Nosotros decimos que hay que dejar semillas de todas las cosas (animales o plantas) para que se reproduzcan cada año y así no nos falte el sustento de cada día. Al leer este pantón, se aprecia el principio de equilibrio que subyace en la esencia de la cultura pemón, el no ir más allá de la satisfacción justa de sus necesidades; un límite que de ser traspasado, seguramente se generará situaciones de desajuste, donde proliferaría la escasez, por no haber pensado antes en el futuro, en la balanza que armoniza el fluir vital en la naturaleza. La reflexión dejada en el relato, viene muy a tono con la actualidad, cuando vivimos en un planeta que constantemente y por medios arrolladores, anuncia la imposibilidad cierta de mantener un modelo de vida que ha llevado al mundo al borde de la extinción. Sin eufemismos ni palabras tersas, se puede expresar la certeza de las causas del desastre natural que desde hace aproximadamente doscientos años (con la invención de la máquina de vapor y la instauración de un modelo de producción industrial capitalista) viene en avance, alienando al ser humano, al tiempo que destruye el equilibrio natural del planeta. Equilibrio, principio vital inmerso entre todos los seres vivos. Origen irrespetado, su transgresión es la causa del inicio de la muerte y la decadencia de nuestras relaciones con el universo. En un relato corto y sencillo se palpa la profunda sabiduría de los orígenes del indio. En este caso, de la literatura pemón, se RNC

329


extrae un llamado a retornar a la vida plena y equilibrada que asegure la perdurabilidad justa, para todos, de la vida. Queda demostrada entonces la vigencia de una cultura, su pensar, su sentir y su expresión, la forma como comprenden su rol en la naturaleza, y cómo a partir de allí se relacionan con el mundo. Mucho hay que aprender del legado cultural, en los ámbitos éticos y estéticos, de nuestros pueblos originarios. La expresión oral ha existido en todos los pueblos y todos los tiempos antes que cualquier forma de escritura. Podría decirse aún más: la narración y la poesía nacieron antes que la grafía, y cuando la cultura occidental, emplazada a la fuerza en el Abya Yala, traslada su concepto de literatura, de basamento estético constituido por la escritura alfabética, es entonces cuando establece su dominio colonial sobre el arte narrativo y lírico que se sustentaba en la palabra viva y su semántica particular; en consecuencia, condenó a un nivel subalterno a las expresiones originales de los pueblos indígenas, y tal parece que aún hoy, esa subalternidad sigue marginando a las artes orales que florecen en nuestros pueblos. Son quizás, los resabios, o tal vez la supervivencia de esa ciudad letrada, que tanto acusó Ángel Rama, la que se empeña por empozarse en nuestra visión cultural actual. La oralidad es un espacio de resguardo de los relatos fundamentales de los pueblos, pero más que eso, parece convertirse en una herramienta deconstructiva de las estructuras colonizantes de Nuestra América, un camino de retorno desde la realidad palpable hacia aquella no táctil: el mito, del cual la colonia distanció a nuestra cultura, y que equivocadamente podría confundírsele con ficción, siendo para los pueblos indígenas la revelación más profunda y la fundación de la realidad.

RNC

330


BIBLIOGRAFÍA Colombries, Adolfo. (2004). América como civilización emergente: Hacia una teoría intercultural de la literatura. Buenos Aires: Sudamericana. De Armellada, Cesáreo. (1964). Taurón Pantón. Caracas: Ministerio de Educación. De Armellada, CesÁreo. (1988). Cuentos y no cuentos. Caracas: Instituto Venezolano de Lenguas Indígenas, Universidad Católica Andrés Bello. Gutiérrez Salazar, Mariano. (2002). Cultura pemón: mitología de la Gran Sabana. Caracas: Universidad Católica Andrés Bello. Martí, José. (2006). Alas de la memoria. La Habana: Centro de Estudios Martianos. Mosonyi, Esteban Emilio. (1982). Identidad nacional y culturas populares. Caracas: Fundarte. Mosonyi, Esteban Emilio. (2006). Aspectos de la génesis de la educación bilingüe para los pueblos indígenas de Venezuela. Caracas: Ministerio de Educación y Deportes. Rama, Ángel. (1985). La crítica de la cultura en América Latina. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Pereira, Gustavo. (2001). Costado indio. Caracas: Biblioteca Ayacucho. Velásquez, Ronny. (2008). Estética aborigen. Caracas: Fundarte.

RNC

331



TEATRO TEATRO


CĂŠsar Rengifo.


Gustavo Meléndez Filippe “YO CONOCÍ A CÉSAR A MIS SIETE AÑOS”

A finales de los cincuenta Era la hora de irme a la escuela y mi papá seguía sumergido en su siesta. ¡Papá, llévame a la escuela! A lo que respondió: Estoy muy cansado. (Ve mañana). Pero, estaba decidido a irme a la escuela. Y no porque fuese muy aplicado, sino porque la escuela era muy divertida, a pesar de las monjas y sus jalones de oreja o sus pellizcos retorcidos cargados de profundo amor cristiano. En realidad deseaba echarme ese viaje desde Catia hasta la plaza de la Concordia solo porque la pasaba muy bien con mis compañeros de clases. Por ello insistí: ¡Yo quiero ir a la escuela! Mi padre respondió: Ya te dije que estoy muy cansado. Y con gran determinación agregó: Hoy no vas, irás mañana. Pero, como de tal palo tal astilla... repliqué: Pues yo me voy solo. Era perfecto. ¿Cómo alguien podría permitir que su hijito de apenas siete años se fuera solo desde Catia hasta la plaza de La Concordia, en pleno centro de la ciudad, donde últimamente se habían estado desarrollando disturbios en contra de Marcos Pérez Jiménez? El último dictador no democrático y digo no democrático porque con la democracia, que lo sucedió, tuvimos una saga de dictadores representativos RNC

335


que instalaron las peores técnicas de represión jamás vistas en este continente. Cuando mi papá se incorporó en la cama me vi en el carro rumbo a la escuela, pero para sorpresa mía y de mi mamá, sacó un bolívar de su bolsillo y me dijo: Allá en la esquina toma el autobús verde de Monte Piedad, se queda en la esquina de Marcos Parra, donde está el liceo “Fermín Toro” y desde allí baja caminando hasta la escuela y de regreso lo mismo. Mi mamá pegó el grito en el cielo, pero ese tipo de orden no se discutía y a mi mamá solo le quedó el inútil argumento de: ¡Ya vas a ver! ¡Deja que le pase algo al muchacho! Ante mis ojos se abrió un nuevo e inmenso parque de diversiones. Podría andar en autobús, yo solo, cruzar las calles, mirar las tiendas, comprar conservas de coco a la señora que se paraba frente a la iglesia de Santa Teresa. Con un bolívar era mucho lo que podía hacer: el pasaje del autobús costaba un medio, así que con la venida y el regreso gastaba un real y me sobraba un real y cada conserva costaba una locha o sea me podía comer cuatro granjerías de las que más me gustaban. Esta ruta me la sabía de memoria. Mi tío la hacía conmigo todos los domingos cuando me llevaba a la misa y a la búsqueda de la boleta, lo cual era obligatorio, las monjas eran incansables, por cierto una de mis tías era una de ellas. Tal vez mi papá esperaba un “no” como respuesta, pero no hubiese sentido el orgullo que tuvo cuando, parado en la puerta de la casa, me vio desembocar en la esquina con mi bulto y mi guarda polvo blanco, bueno casi blanco. ¡Allá viene, negra! –exclamó–. Mi mamá, que tenía el alma en un hilo, respiró aliviada y enjugó una lágrima que discretamente pretendía rodar mejilla abajo–. ¡Se lo dije! ¡Ese es un palo de hombre!– agregó mi orgulloso padre. Por eso sonrió cuando tomé rápidamente el bolivita y salí raudo perseguido por las bendiciones y los santos a los que mi mamá encomendó mi cuidado.

Esa tarde de regreso... Aquella tarde de regreso a la casa, salí del colegio junto con algunos compañeros de clase que vivían cerca de allí. Me despedí de ellos y puse rumbo a mi casa siguiendo la ruta ya conocida. Subí RNC

336


por la cuadra de Miracielos a Hospital o al revés, pasé frente a la basílica de Santa Teresa, crucé corriendo la calle y entré súbito al pasillo cubierto de las Torres del Centro Simón Bolívar y cuando vi aquel piso pulidito, no pude contener las ganas de deslizarme en él y con el impulso que traía me lancé. Fue como un celaje, casi me llevo por delante una señora gorda que al verme pasar cerca de su robusta pierna me gritó: ¡Muchacho del carrizo! ¡Casi me matas! Y otra señora con el moño envuelto en una mayita me dijo: ¡Claro, como tú no lavas! ¡Tas hecho una mugre! ¡Vas a ver, cuando llegues te van a dar meremere con pan caliente! ¡Sinvergüenza! Toda una avalancha de regaños. Pero qué les pasa a todos, solo estoy jugando. Y cuando creí que la cosa iba a seguir, siento por mi lado izquierdo algo como una mirada cálida, comprensiva, volteo, y me encuentro con una pared no muy alta, pero sí muy ancha, donde se veían una serie de personajes semidesnudos con algunos animales, una corriente de agua donde nadaban unos peces muy extraños. Desde ese día ese sitio se convirtió en mi lugar preferido para jugar cuando salía de la escuela. Alguien trataba de contarme una historia que no lograba entender. ¿Qué querían decir aquellos hombres y mujeres escasamente vestidos y esos animales? Un domingo cuando regresábamos a casa, le pregunté a mi tío: ¡Tío!, ¿quiénes son esos? ¿Por qué están con esos animales raros? Y mi tío me respondió: ¡Bueno, vale! ¡Esos son indios! Y viven en la selva, son salvajes. Tío y ¿quién hizo eso?, ¡Qué voy a saber yo! Pregúntale a la maestra, a la monja, y la monja me respondió: ¡No preguntes esas cosas! ¡Busca otro camino! ¡Esos dibujos ofenden a Dios! Me cambiaron de escuela y no volví a ver el mural, pero sus imágenes siguieron dentro de mí. Quien hizo aquel mural, había logrado, desde nuestro primer encuentro, penetrar en mi conciencia. Y allí se quedó haciendo su trabajo de conductor, sin yo saberlo.

Ahora el teatro... Transcurrido el tiempo, me tropecé con el teatro. Un amigo me llamó para que me incorporara a un nuevo movimiento cultural: “Arte de Venezuela”, dirigido por Levi Rossell. La primera noche me entregaron un libreto de una obra teatral titulada María Rosario RNC

337


Nava y había sido escrita por César Rengifo. Levi nos habló del autor y he aquí que once años después me reencuentro con el invisible maestro que aquella tarde de travesura me salió al paso y me rescató de aquellos adultos que no podían ver en mi juego otra cosa que no fuera un atentado contra mi madre. Pero claro, solo aquel, que cuando niño cambió su bicicleta nueva por un violín, a un niño desconocido, podría entenderme. Qué emoción tan grande sentí el día que durante una de sus charlas nos habló de su mural de las Torres del Silencio. Amalivaca. Así se llama el mural que durante uno o dos años disfruté a la salida de mi escuela. Y entonces comprendí muchas cosas sobre la historia que nos contaba el maestro César Rengifo en su recreación pictórica del mito de Amalivaca. Esta obra pictórica nos habla del nacimiento de nuestra América, de nuestros orígenes, de nuestras raíces. Rengifo indaga apasionadamente la urdimbre de la historia. Quiere que conozcamos muy bien nuestro pasado para construir nuestro futuro. Cuando escribo teatro, aunque sea histórico, siempre busco que esos elementos jueguen dramáticamente en función del presente y precisamente yo creo que una de las maneras de conocer el presente es mediante elementos que nos aporta el pasado. El teatro que yo escribo debe cumplir esa misión...

También su pintura es fiel a este principio. El mural de Amalivaca, realizado en 1956, según nos contó César, consta de cinco unidades: 1) Llegada de Amalivaca durante el diluvio. 2) Creación del Orinoco por Amalivaca y su hermano Vochi. 3) Los hijos del Moriche arrojan los frutos de este árbol y vuelven a repoblar el mundo después del diluvio. 4) Etapas del desarrollo histórico: recolectores y pescadores, mitos religiosos, agricultura, cerámica y cestería, forma tribal y 5) Anuncio de la Conquista. Todo esto está expresado en 84 mts cuadrados de pura creación y reflexión, y no podría esperarse otra cosa de quien fue alumno de maestros de profunda conciencia nacionalista como Orozco, Siqueiros y Diego de Rivera, los tres grandes muralistas mexicanos. Pensar que me paraba a jugar ante semejante discurso y, aunque no entendía totalmente, aquellas imágenes me enganchaban RNC

338


todos los días. Hoy siento un placer muy especial cuando me enfrento a este mural y a toda la plástica de César. Cuando monto algunas de sus piezas no puedo evitar la tentación de tratar de rendir homenaje al maestro congelando imágenes que se parezcan a sus cuadros. El aporte de César en la profundización de la búsqueda de las raíces de nuestros pueblos de la América de Sur es realmente único, en nuestro país muy pocos, me atrevería a decir que ningún otro, ha escrito tantas piezas teatrales en torno a nuestro pasado forjador de nuestro presente. Gran parte de su dramaturgia tiene un enfoque épico, un tratamiento historicista, en el mejor de los tonos reflexivos, que incluso lo condujo a convertirse en víctima de una intelectualidad exquisita que veía la historia como incómoda para los intereses de los “Dueños del valle” y para el Imperio. Piezas como Obcéneba, Un Tal Ezequiel Zamora, María Rosario Nava, Esa espiga sembrada en Carabobo, Manuelote, son íconos de su trabajo dramatúrgico. Pero no solo la historia puebla su siembra dramática. También temas que profundizan en la psiquis de los hombres y mujeres, envueltos en la frustración y la depresión que genera una sociedad mezquina donde un hombre vale cuanto produce, abundan en la prolífica escritura de Rengifo. “La fiesta de los Moribundos”, “El santo viaje de los inocentes”, “Un Fausto anda por la avenida” tratan con humor los problema de esa clase media que se ubica en ese ser o no ser. También hay obras donde trata los problemas de los más humildes. Aquellos que no ven esperanzas para de salir adelante y se abandonan y deciden vivir como vaya viniendo. Es este el caso de La Sonata del Alba donde la maternidad, la crianza de un hijo, parece imposible, sin embargo César abre una brecha al través del pesimismo y ofrece un amanecer distinto en sus vidas. El teatro de César Rengifo, por sus características, por su temática, tiene una profunda coincidencia con la propuesta de Berthold Brecht. El teatro didáctico no panfletario y de un alto nivel estético, sin caer en el elitismo necio, que nos aleja de la realidad. Cuando Brecht nos habla de distanciamiento o de extrañamiento, nos habla de crítica y autocrítica, nos habla de otra forma de participación en el espectáculo teatral, bien sea como intérprete o RNC

339


como espectador. Nos pide romper con la catarsis, con la actitud alienada que impide extraer el mensaje que pretende hacernos llegar el autor. Así pues, podemos decir que el teatro de César tiene una gran coincidencia con la propuesta del gran poeta y dramaturgo alemán. Plantear la terrible temática de nuestros pueblos de la manera más bella y llena de poesía, hace del teatro de César una experiencia muy grata y educativa para los espectadores que asisten a la sala donde se representa cualquiera de sus piezas y de igual manera es una excelente oportunidad detenerse delante de su obra pictórica. Ahora, cuando estoy muy distante de mis siete años, paso una que otra vez frente al mural de Amalivaca y siento deseos de deslizarme en el piso pulidito y reencontrarme con el viejo maestro, el viejo amigo.

RNC

340


Los trompos de Cesar Rengifo.



DANZA DANZA


Imagen de archivo.

RNC

344


Poy Márquez

UNA MANERA DE ANDAR POR LA VIDA

El título de este escrito es una frase que está muy presente dentro del colectivo Coreoarte, ya que fue repetida muchas veces por el maestro Carlos Orta para referirnos al hecho de que la danza es un espacio creativo, particular y efímero el cual hay que vivirlo intensamente, entendiéndola como una extraordinaria excusa para comprender la vida. La danza como parte de realidades sociales y culturales concretas se representa más allá del cuerpo en movimiento, es precisamente lo que Carlos de manera constante nos decía: “...expresamos bailando, esa manera de andar que tenemos los latinoamericanos del Caribe...”. La vida puso a Carlos Orta en el camino de Noris Ugueto, caraqueña, quien en sus años como investigadora, maestra de la vida y de la danza, se dedica a perfilar lo que más adelante se llamaría Coreoarte. Como una conspiración del universo para que lo mágico surja, ese encuentro sucede en el lugar y en el momento preciso. Estando en Caracas, en el año 1983, se cristaliza el sueño llamado Coreoarte. En 1983 nació lo que hoy con orgullo llevo como un fuerte estandarte, Coreoarte, Escuela Integral de Danza, con una metodología RNC

345


construida en el proceso, se le fue dando forma a un sueño, este dio como resultado una camada de jóvenes preparados técnicamente y filosóficamente para vivir, expresar sus experiencias y tener capacidad de enseñarlas con la misma magia y dignidad con que la fueron aprendiendo (Carlos Orta). Años más tarde este proyecto artístico fue cobrando cada vez más sentido y fue logrando un lenguaje propio con contenidos muy claros, Coreoarte rinde tributo al hombre urbano, proyectando a través de sus creaciones todas las vivencias cotidianas que el ser humano atraviesa en la metrópoli, partiendo de los pasos más sencillos hasta llegar a lo más complejo de la composición coreográfica” (Carlos Orta). Coreoarte representó en los ochenta una opción para formar jóvenes artistas de la danza con un criterio profundo acerca de su realidad cultural y social. Desde su fundación este colectivo viene bailando, enseñando y manifestando lo que somos y esto refiere una forma de expresión importante que se manifiesta en una identificación cultural propia cargada de experiencias, vivencias y modos de ser, de historias y vidas que por lo general no se reconocen en el espacio danzario. La Fundación Coreoarte como proyecto integral alberga la Escuela Integral de Danza y la Compañía profesional y planteó desde sus inicios la búsqueda de un lenguaje corporal que expresara esa forma de concebir la danza contemporánea a partir de una estética, un lenguaje y una serie de códigos de identificación que relatan una manera de andar y estar. El ballet clásico, la danza contemporánea, la danza tradicional, la danza popular, la literatura, la pintura y la música son las disciplinas y estilos que utiliza esta escuela desde el año 1983 para formar, teniendo como fuente de inspiración y cantera permanente la calle, la comunidad, el barrio, la urbanización, es decir, todo lo que nos acompaña cotidianamente y que son elementos fundamentales en el momento de enseñar y de crear las pieza coreográficas. Ya arribando a los 30 años, Coreoarte como espacio para la formación de un hombre y una mujer que asume el hecho artístico y cultural como una herramienta de liberación, considera que Una manera de andar por la vida es lo que ha reafirmado al trabajo, es lo que definimos como una testimonio de existencia, un camino RNC

346


cargado de historias vividas que con el tiempo nos ha permitido evocar y manifestar a través del arte, lo que somos como latino caribeños, como venezolanos. Esto sin duda, nos define y nos reconoce dentro de ésta, nuestra sociedad pluricultural y multiétnica, justificación perfecta para que Coreoarte manifieste ese reconocimiento y compromiso que permite través de la danza contemporánea, fortalecer un trabajo creativo expresivo e identitario. Años atrás, antes de este proceso revolucionario que vive Venezuela nos enorgullecía decir que algo era traído de afuera o que estábamos formados afuera. Hoy el planteamiento es otro, afortunadamente lo que nos fortalece es reconocernos, venezolanas y venezolanos, en espacios de construcción creativa, de invención, de intercambio y de producción, esto sin duda representan espacios educativos, emancipados, profundos y fecundos, lugares que legitiman el poder cultural de un territorio. En este sentido y ya casi a los 30 años de camino recorrido, Coreoarte puede decir que la tarea, que la misión, está hecha en gran parte y que afortunadamente hay nuevas generaciones que continuarán el legado de un sueño que nació en 1983, en Caracas, en Venezuela.

Noris Ugueto Directora y fundadora de Coreoarte. Apasionada y entusiasta, creadora de la plataforma de investigación y experimentación de Coreoarte. Es sin duda el pilar fundamental de la compañía gracias a su esfuerzo y dedicación sostenida. Posee formación profesional en danza moderna con la maestra y coreógrafa Evelia Beristain y por Yolanda Moreno en Danzas Tradicionales, ejecutó presentaciones en Argentina, Estados Unidos, Trinidad, Rusia y Venezuela como integrante de la prestigiosa Compañía “Danzas Venezuela”, participó como bailarina en diferentes programas de televisión. Ha realizado trabajos de investigación de campo en el área audiovisual de la mano de la profesora Yolanda Medina especializada en manifestaciones tradicionales. Como docente se desempeñó en diferentes instituciones educativas de Caracas, fue asesora en el programa educativo INOS RNC

347


(Instituto Nacional de Obras Sanitarias) en el área de Folklore, fundó y dirigió la academia de artes “Centro Arte” en Caracas. Sus años como bailarina profesional e investigadora de la esencia de las danzas en Venezuela y Latinoamérica han constituido un valioso aporte y una influencia positiva en la labor que adelanta Coreoarte para lograr fusionar lo tradicional con lo contemporáneo.

Carlos Orta (1944-2004) Fundador de Coreoarte, maestro del movimiento, de grandeza interior y noble elocuencia, con una trayectoria internacional extraordinaria, irrepetible, dedicó gran parte de su vida a la búsqueda de un medio de expresión para la Danza Moderna y Contemporánea en Venezuela y Latinoamérica, reflejado de manera especial en la formación y coreografías de la Compañía, la cual mantiene un importante número de sus piezas en repertorio. Inició estudios en la Escuela FolkwangHochshule en la ciudad de Essen, Alemania, con los maestros Hans Zullig, Jean Cebron, Pina Baush e Irene Bartos. Como bailarín actuó con prestigiosas agrupaciones de corte internacional: el Ballet Folwang, El TanztheatreWuppertal y la Tanz-Forum de la ciudad de Köln. Como integrante de The Limon Dance Company de Nueva York, desde el año 1979, realizó presentaciones a nivel mundial interpretando los roles de José Limón. Su trayectoria como maestro incluye reconocidas escuelas de danza en América Latina, Estados Unidos y Europa. RNC

348


Imagen de archivo.



POESÍA POESÍA



Teófilo Tortolero

Poemas Tengo un patio lleno de guijarros con un gallo enfermo de mi misma sangre. La soledad que recorre su cresta y sus alas hace que me anochezca y convierta en lodo del sagrario, en hostia inútil e idiota de la que jamás mana sangre de dios alguno. Gallo hundido en su propia ruina de saliva y martirio, ninguna ventura llegará a tu cabeza; te quedarás venerando tu ruina con todo cuidado dando ebrios picotazos y repitiendo el canto de tu enfermo corposanto.

RNC

353


EN LA CASA DE LOS ESPÍRITUS A Gabriel Rodríguez En la casa de los espíritus la matrona de los espiritistas dejó sus manos sobre el piano para escucharme atentamente mirándome desde sus ojos profundos por esos días mi ser se comportaba como una cuerda tensa una llama. Con toda convicción, acompañando con gestos apropiados mis palabras dije: no se puede creer en los astros, ni en los libros sagrados ni en la lectura de las manos tampoco en los filtros de amor o cosas así. Luego miré entonces como quien tiene toda la fuerza de la tierra en su vista y seguí: para qué estos altares, el buda gordo los candelabros y oraciones el incienso quemado, el papel de colores Este silencio a la paz, para qué; para qué los espíritus, si estos no existen más que en su bella cabeza, madame? Y diciendo así descargué mi puño terrible sobre la madera y diciendo así, para mi asombro eterno mi puño ya no estaba mi puño mi cuerpo mis ojos la llama de mi ser todo fue aire.

RNC

354


A mi padre, Teófilo II Elegía, en su memoria

Qué dolorosa y dura fue tu muerte qué dura y dolorosa fue tu muerte mía Ave, traza tu rato, tu no ser cuando crezca en carne tuya el jazmín de las furias y el alcohol que derramó callado en tu pureza No intentes más estar en mis manos como un sonido de hueca sangre porque resuena tu pisada y tu bastón en mis patios, donde tus pies sagrados se consagraron a vivir sin amo; besando el limpio cielo de las mariposas Adiós, padre de mi adoración, adiós, gentil hombre del suelo, del camino y las rosas Adiós, señor de tanta majestad caído por tu propia mano a la última tierra.

RNC

355


Edgard MĂŠndez

Poemas Anochece Respira en silencio la cigarra Un pez redondo bosteza bajo el agua

RNC

356


AquĂ­ los recuerdos pesan Recobran su memoria los espejos AquĂ­ mi palabra es otra

RNC

357


Mi padre se limpia de sue単os Me mira en una lengua extra単a En su memoria no hay lugar para los muertos

RNC

358


Freddy Ñáñez

Poemas Al escribir sobre las palabras Si el destino de tu palabra era no quedarse en ti ahora que se ha ido la posees para siempre En un libro antiguo, en una conversación ajena, la verás volver Y si tu oficio es perderla Tuya es la gramática del abandono (La carencia que es su forma de quedarse) Al escribir sobre las palabras olvida todo lo que has dicho Ten en cuenta nada más su frágil transparencia.

RNC

359


Al escribir sobre pájaros 1 Nadie escoge el pájaro que nombra, Nadie habla por él Si el escritor existe es para que suceda y pueda llegar hasta aquí: intentas con palabras, y de pronto le nace un pájaro a la línea de tu verso Ese que miras vino solo No tiene autor Si la página existe es para que no se quede contigo el aleteo para que no se vaya del todo En verdad tampoco escoges lo que dices sobre un pájaro los pájaros nunca llegan solos al papel

RNC

360


2 Al escribir sobre un pájaro hijo, fíjate de vuelta en la rama estremecida por el peso de su ausencia Visita ese vaivén, Copia el gesto despedido Es esa la caligrafía que dará forma a tu palabra.

RNC

361


[UN ÁRBOL ARRIMADO AL HORIZONTE...] UN ÁRBOL arrimado al horizonte sabe dónde van a parar los gestos (qué dañan... qué es lo que fundan) Y yo que solo puedo ver su sombra ignoro la gramática de esas ramas secas qué detrimento, qué bendición protestan Incapaz de traducir sigo pues el viaje La llanura, un monte, otra vez la llanura el monte y aún la llanura siempre Árbol del más allá Del decir infinito del gesto aparte del indescifrable hedor a incienso en las costillas SÁLVANOS hoy.

RNC

362


LA CASA GRANDE NO SE le caen los muros según la sombra que derrama Sigue en pie Hay una paz que la sostiene Es en esa líquida estatura donde duerme el equilibrio de tus seres No se viene abajo con su ruina Una nostalgia la alza siempre Erguida en tu mirada la Casa allá en la aldea En pie conversando de solares muy adentro.

RNC

363



C INE C INE


Teatro Rialto inicios a単os 30.

RNC

366


José Miguel Acosta Fabelo

Cines de Caracas: Venezuela (1935-1945)

Inserto en un trabajo histórico sobre el comercio del cine en Venezuela durante los años 1935-1945, en esta ocasión nos ocuparemos primordialmente de los exhibidores (minoristas) y de la propagación de los cines en Caracas en el lapso mencionado. Reseñaremos asociaciones entre ellos y los distribuidores (mayoristas) para detectar concentraciones de capitales en las dos ramas del trajín. Antes, consideraremos ciertos antecedentes que nos permitan apreciar la situación en los últimos años de tiranía del general Juan Vicente Gómez (1908-1935) y las transformaciones habidas en el proceso de expansión cinematográfica a raíz de su muerte. Aunque no sean tratadas, es importante señalar que tales mutaciones coexisten localmente con la promulgación de la Ley Nacional de Censura Cinematográfica en 1941 y con el primer intento frustrado del cine nacional por industrializarse (Acosta: 1999 a). Indudablemente ir al cine era una de las formas más populares de esparcimiento en la Caracas de los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Belisario Delgado, inspector de Espectáculos Públicos, señala en la Memoria del Gobernador del Distrito Federal (MGDF), que en 1929 funcionan en la capital de Venezuela 17 RNC

367


locales donde se proyectan películas, los llamados teatros –ubicados en el centro de la ciudad– y los cines de barrio. Los primeros, salas de exclusiva, se encuentran en los alrededores de la plaza Bolívar, corazón de la vida económica, sociocultural y lugar propicio para el consumo masivo en ciernes. Espacio que comparten, además, con las rancias edificaciones de los teatros Municipal y Nacional, las casas comerciales de importancia, las oficinas públicas y privadas y los pocos restaurantes y cervecerías de prestigio existentes para aquel entonces en Caracas. Por lo general, estos cines de estreno (1ª clase) lanzan una película en exclusiva por semana (jueves y/o viernes) y su promoción abarca el despliegue de carteles en las esquinas de las calles importantes, gacetillas de prensa, hojas sueltas (heraldos) y publicidad a través de la radio. Organizados –o no– en pequeños circuitos poseen gran aforo (más de 1.000 butacas) y elevados precios (Bs. 3 a Bs. 1) en razón de su lujo, comodidad y primicia programática. Por su parte, los empresarios de los cines de barrio (3ª clase), que por lo general suelen ser sus propietarios, exhiben las películas en su tercer o cuarto pase a un precio que oscila entre Bs. 1 y Bs. 0,50. Contando con una concurrencia local cautiva, publican su oferta en pequeños avisos al pie de la cartelera de espectáculos de los periódicos, o bien se limitan a colocar un cartel con su programa en el frente del establecimiento. Estos cines, de una sola planta y reducido aforo (menos de 500 butacas), junto a la iglesia, la botica y la bodega, constituyen lugares de socialización importantes que sin duda favorecen el encuentro vecinal. Entre unos y otros encontramos los cines de 2º clase (entre 500 y 1000 butacas); estos locales, agrupados –o no– con los de estreno, proyectan las películas en su segundo o tercer pase y la admisión oscila entre Bs. 2,50 y Bs. 0.50. Tales categorías (1ª, 2ª y 3ª), normadas por la Patente de Industria y Comercio, establecen tres tributos distintos a pagar, basados en el número de asientos del local: los primeros pagan por función Bs. 20, los segundos Bs.10 y los de 3ª clase Bs. 5 (Acosta: 1999 b). El ajuste por clase, y dependiendo del estado físico de la sala, determina el valor de las entradas y éstas a su vez se distinguen en diversas modalidades según el día de la semana y la hora de la función. Las tarifas expuestas corresponden RNC

368


a los domingos, días feriados y noches de estreno; estas últimas llamadas Veladas de Gala. En la Tabla Nº 1, elaborada según MGDF, aparecen los nombres de los 17 locales de proyección en actividad durante 1929. Destacan 3 salones de estreno situados en el centro de la ciudad, cine Rívoli, Teatro Ayacucho y cine Rialto, 11 cines dispersos en barrios y poblados que circundan a Caracas y 3 circos donde también se exhiben películas: Teatro Circo Olimpia, Circo Metropolitano y el Nuevo Circo de Caracas. Este último propiedad del coronel Gonzalo Gómez, hijo del presidente de la República, general Juan Vicente Gómez. Ayacucho Candelaria T. C. Olimpia Príncipe Rívoli El Valle

Antímano Baby Catia C. Metropolitano Nuevo Circo Pastora Recreo Rialto San José San Juan La Vega

Tabla Nº 1: Salas de cine en Caracas, 1929.

Las tres salas de estreno y el Circo Metropolitano son administradas en 1929 por las Empresas Unidas. En esta potente firma exhibidora, la más importante de la ciudad para el momento, hallamos a Roberto Santana Llamozas como socio del francés Mauricio Sejourne. Habiendo registrado su compañía de espectáculos en 1928, su empresa será administrada por Luis Henrique Muro hasta 1931, momento en que éste deja el cargo para gerenciar directamente el cine Rialto y más tarde el Teatro Principal, además de ocuparse de la distribución de los materiales de la casas Fox y Pathé. (Sueiro: 2002). A finales de 1929 dos nuevas salas abren al público, el Teatro Bolívar y el cine El Dorado, con capacidad para 1.375 y 675 espectadores, respectivamente. Ambas están situadas fuera del nucleo central capitalino antes señalado. El cine El Dorado se ubica en una zona de expansión al este de la ciudad, en la urbanización El Conde, y en un par de años comienza a anunciarse como “el local preferido por las damas”, implantando por vez primera en la ciudad las funciones continuas de 5 a 11:30 pm. Con esta promoción, RNC

369


la sala propicia un ámbito donde las mujeres, casadas o solteras, pueden asistir sin acompañamiento masculino y sin miedo a malas interpretaciones. Por su parte el Teatro Bolívar, magnífica sala de primera clase ubicada en una barriada popular al oeste de la ciudad, se destaca por haber instalado el primer aparato del cine parlante en el país. El equipo fue traído por la empresa O. B. Mantell, arrendataria del local en diciembre de 1929. La función del 1º de enero de 1930, considerada como una de las primeras del cine parlante presentada en nuestra capital, incluyó en su programa un filme versionado en español, Taberna (A. Boytler, 1929), cortometraje de dos bobinas, hablado y cantado en castellano con sonido sincronizado en disco, producido por la Empire Productions Inc. (Heinink y Dickson: 1999). En 1930, los hermanos Antonio y Ramón Pimentel añaden a sus diversos negocios la explotación del ramo de espectáculos públicos, y un año después registran la Compañía Anónima Nacional de Cines y Teatros, sociedad que controla sus locales, Teatro Pimentel y Teatro Caracas. El céntrico Pimentel se inaugura en mayo de 1930 y, desde diciembre de ese mismo año, anuncia el empleo de proyectores y sistema sonoro Western Electric, dominando así, a partir de 1931, el área de los estrenos parlantes en la capital junto con el Teatro Principal. En el caso del Teatro Pimentel, contribuye el sólido arreglo de exclusividad que establecen los propietarios con la Metro Goldwyn Mayer (MGM). El Teatro Caracas es inaugurado en 1932 y constituye otra sala de lujo ubicada en una zona de expansión de la ciudad, al este del casco central. A este par de cines se suma en 1936 el Teatro Continental, otra sala de estreno de los Pimentel y de elevado aforo. Señala Aquiles Nazoa (1987) que tal era la atracción de esas primeras películas habladas en español, proyectadas en los teatros Bolívar y Pimentel de Caracas que, aprovechando el interés despertado por ellas, Radio Caracas Radio instalaba sus micrófonos en las pantallas de los cines para trasmitir en las noches de estreno la banda sonora de los filmes. Fue así, dice el poeta, como el público caraqueño se familiarizó, mientras escuchaba su aparato de radio, con las voces de Rosita Moreno, José Bohr y tantos otros. Volviendo a nuestra cronología, en 1931 se incorpora a los ciRNC

370


nes de estrenos el local más chic construido en la Caracas de los años treinta, el Teatro Principal. La sala, anunciada como “el cine preferido de la élite”, era, de hecho, propiedad de miembros de esa misma estirpe: Julio Velutini, José Loreto Arismendi y Ana Teresa de Arismendi de la Plaza. El inmueble, diseñado por Gustavo Wallis, posee varias ventajas a destacar. En principio su muy favorable ubicación en la esquina noroeste de la Plaza Bolívar, a la que hay que sumar la categoría de su edificio y el lujo de sus dependencias. Asimismo, desde la entrada en operación dispone de prestigiosos equipos parlantes, último modelo de la marca Western Electric, como un elemento más de su infraestructura. Este teatro aparece así como la primera sala de la ciudad que cuenta con la tecnología para exhibir películas sonoras y parlantes desde su apertura, convirtiéndose en el cine más lujoso de la ciudad y, junto al Teatro Pimentel, en uno de los pocos que puede dedicarse exclusivamente a las proyecciones sonoras y parlantes (Sueiro: 2002). Este moderno teatro, administrado por Luis H. Muro, es inaugurado el 18 de abril de 1931 con la superproducción United Artists, sonorizada con partes dialogadas y títulos en español, Hell´s Angels (1930) de Howard Hughes. La película es interpretada por uno de los sex symbol femeninos de la historia del cine, quien además se convertirá a partir de esta cinta en el prototipo de la rubia platino. Por ver a Jean Harlow, o por dejarse ver, la élite caraqueña pagaría esa noche en la Velada de Gala Bs. 7 por una butaca en palco. El costo del trayecto más largo que puede hacerse en transporte público en la Caracas de aquel entonces es de Bs. 0.25. En la Tabla Nº 2, elaborada de acuerdo con la MGDF, agrupamos los 14 cines activos en Caracas para 1935. Empresario y/o dueño Mariano Rivera Rodríguez C. Y Gómez Jesús M. Garmendia Hnos. Pimentel Nerio Valarino J. J. Pesquera Julio E. Molina

Salas Ayacucho Bolívar Candelaria y Dorado Caracas y Pimentel Circo Metropolitano Colón Pastora RNC

371


Luis H. Muro Vicente Gómez J. J. Pesquera

Principal y Rialto Príncipe San José y San Juan

Tabla Nº 2: Empresarios y salas de cine en Caracas, 1935.

Aunque nuevos locales surgen en el intervalo 1929–1935, apreciamos que su número disminuye en tres (de 17 a 14). En los suburbios de la periferia caraqueña solo 5 cines, de los 11 habidos en 1929, logran mantenerse activos luego del trastorno ocasionado por la conversión de las salas del sistema mudo al sonoro; proceso ocurrido en la ciudad entre 1929 y 1934. Los cines de barrio cerrados en 1935 son: Antímano, Baby, Catia, El Recreo, El Valle y La Vega. Además se encuentran inactivos los cines Rívoli, el Teatro Circo Olimpia y el Nuevo Circo de Caracas. Las razones técnicas y/o económicas de su clausura se pueden inferir: dificultad para adaptar los locales y alquilar patentes sonoras. A estas alturas ya podemos señalar que durante el lapso 1929– 1935, entre las personas que se ocupan del comercio del cine en Caracas, se encuentran nombres allegados al régimen gomero. Además del mencionado coronel Gonzalo Gómez, y dejando de lado a los dos Gómez reseñados en la Tabla nº 2 sobre los que aún poco sabemos, están Ramón y Antonio Pimentel, ahijados del presidente de la República e hijos del general Antonio Pimentel, compadre y entrañable amigo del autócrata. En segunda instancia, Roberto Santana Llamozas, compinche de Luis H. Muro y esposo de Belén Gómez, o, lo que es lo mismo, yerno de Juan Vicente Gómez. En 1935 el grupo de Luis H. Muro proyecta en los dos locales que controla (Cine Rialto y Teatro Principal) 83 y 152 estrenos, respectivamente, lo que representa casi 48% sobre un total de 489 registrados en Caracas. El Teatro Pimentel cierra el mismo año con 150 primicias (30.6%) y el Teatro Ayacucho con 103 (21%). Constatan las cifras que todas las películas que llegan al país durante ese año debutan en alguno de estos cuatro locales, ubicados en los alrededores de la Plaza Bolívar. Espacios propiedad de “los amos del valle” y/o de los favoritos de la tiranía, círculo de admiradores y socios de los “vecinos del norte”.

RNC

372


Las relaciones vinculantes de los empresarios de estas salas de exclusiva con las majors norteamericanas hacen que durante 1935 los filmes estadounidenses ocupen 91% de las pantallas de todo el país (Roffé: 1962). La primera de las majors en instalar una sucursal en Venezuela es la MGM, en mayo de 1931; en junio de 1934 se establece la Fox y en agosto de 1941 la filial de la empresa de J. Kennedy, firma que, además de las cintas RKO, distribuye los materiales de Walt Disney. Un año después, en noviembre de 1942, se instala la Columbia. En octubre de 1946 inaugura oficinas la Paramount, acción que emula la Universal en 1952. Antes de establecer sus agencias en Venezuela las firmas norteamericanas trabajan con representantes locales. Otras, en el lapso escogido (1935-1945), no llegan a establecer filiales en el país. Entre esos intermediarios está Christian Van der Ree (Warner Bros. y Columbia), Salvador Cárcel y Luis H. Muro (RKO, Paramount y United Artist), Luis Martínez (Universal), Luis E. Pérez (Republic) y Antonio Narváez (Monograph). Las películas made in USA son exhibidas en Caracas, más o menos cuatro meses después de su estreno en Nueva York y, aunque es obvio y hasta un lugar común decirlo, ellas difunden valores y patrones en acuerdo con el american way of life. Una misiva de 1943, enviada por Robert Bottome a Frank P. Corrigan (embajador de los Estados Unidos en Venezuela), lo señala explícitamente: “aunque es indudable que mucho del material rodado por las compañías norteamericanas es mediocre, aun así, esos filmes muestran, mucho más que otros canales, la forma de vida y el punto de vista de los Estados Unidos en los países latinoamericanos”1.

1 Extracto y traducción libre de una sección de la carta fechada en Caracas el 19 de febrero de 1943, misiva enviada por el secretario ejecutivo de la Oficina de Coordinación de Asuntos Interamericanos en Venezuela al embajador de Estados Unidos en nuestro país. Difficulties Encountered by Local Distributors of American Motion Pictures Films in Obtaining Shipments. Colección Archivos Diplomáticos (Actividades de las Repúblicas Americanas) 1940-1943, Doc:4009 RG:590308, Instituto Autónomo Biblioteca Nacional, Caracas.

RNC

373


El 17 de diciembre de 1935, después de veintisiete años de tiranía, muere Juan Vicente Gómez. A partir de esa fecha las carteleras de los teatros Pimentel y Caracas desaparecen de los periódicos. De acuerdo con datos consignados por Yolanda Segnini (1990), esto ocurre porque los tres cines patrimonio del general Antonio Pimentel son saqueados por las turbas protagonistas de los desórdenes callejeros que estallaron en plazas y calles de Caracas tras la muerte del dictador. Para el momento, el Teatro Continental aún no abría sus puertas. Con calma y cordura, el general Eleazar López Contreras, fiel ministro de Guerra y Marina de J. V. Gómez, es designado Presidente de la República para el quinquenio 1936-1941. Luego del luto, los poco más de 2.000.000 de habitantes de Caracas vuelven a la normalidad y los rotativos anuncian la reapertura de los espectáculos públicos. El Teatro Continental y el Teatro Caracas (propiedad de los Pimentel) hacen su apertura el 9 de enero y el 27 de febrero de 1936, respectivamente. Hecho que resulta muy favorable a los intereses expansivos de la Metro Goldwyn Mayer de Venezuela, pues fungirá, por dos años, como arrendataria de las ahora salas: Metro ss Continental y Metros Caracas. El otro cine de los Pimentel, el Teatro Pimentel, es restaurado y, a través del diario La Esfera del 2 de junio, se constata que aparece identificado con el nombre de Teatro Coliseo. Gerenciado por Luis H. Muro, es reinaugurado el 9 de julio de 1936. Nuevos nombres y nuevas firmas pretenden ocultar la presencia de los hermanos Pimentel, conocidos por su cercanía con el fallecido general Gómez. Pero ambos hermanos continuan detrás del Teatro Coliseo hasta 1942, año en que una junta de accionistas, donde ellos representan la mayoría, resuelve la liquidación de la Compañía de Cines y Teatros. También permanecen tras los teatros Continental y Caracas. Estas dos salas son reagrupadas doce años después, en 1954, en la Sociedad Anónima Continental y Caracas que, con un capital de 5 millones de bolívares, presenta como únicos accionistas a Ramón y Antonio Pimentel. Volviendo a 1936, el “aristocrático” Teatro Ayacucho, propiedad de Vicente Vallenilla Lecuna, recobra presencia y aparece bajo la tutela de una nueva empresa administrada por Mariano Rivera, personaje que se había iniciado en el negocio del cine en RNC

374


1933 como cajero del mismo local; así lo señala la columna “El Empresario”, aparecida en agosto de 1945 en la revista Mi Film. De los catorce cines activos en 1935 pasamos a treinta en 1940 y a más de cuarenta en 1945; esta cifra, según Alfredo Roffé (1999), seguirá en ascenso hasta los años sesenta. Así como aumentan la cantidad de cines, se duplican los estrenos de películas (de 350 a 715) en el intervalo de los cinco años entre 1933 y 1938. Por otro lado, una información del encargado de Comercio de los Estados Unidos señala que a partir de 1937 comienzan a desarrollarse las producciones cinematográficas mexicanas y argentinas, indicando al mismo tiempo que la participación norteamericana en Venezuela desciende, en el total nacional exhibido, de 91% en 1935 a 45% en 1938 (Roffé: 1962). Ante tal baja en las preferencias del público por las producciones norteamericanas, desplazamiento que pudiéramos explicar por razones idiomáticas –además de razones de gusto– los exhibidores y/o distribuidores locales expanden su negocio para obtener las películas habladas en castellano y atraer a la gran masa iletrada. El porcentaje de analfabetismo de la población alcanza casi 50% en 1938. A partir de este momento, Salvador Cárcel y Luis H. Muro (Cárcel & Muro S.A.), además de ser agentes exclusivos de RKO, United Artist y Paramount, se ocupan de la distribución, bajo contrato, de cintas mexicanas y argentinas y luego, hacia 1945, su sociedad se integra a la firma puntal de la “época de oro” del cine mexicano, Clasa Films Mundiales. Vicente Blanco (Vicente Blanco & Cía) cuenta en exclusiva, y bajo contrato, con los materiales argentinos producidos por la empresa Sono Films, a la cual está asociado, además de encargarse de las películas producidas por los estudios SIDE y Pampa Films. Diligencias para obtener los materiales hablados en castellano también emprenden el agente de la Universal, Luis Martínez (La Casa del Exhibidor); el representante de la Republic, Luis E. Pérez; el apoderado de la Monograph, Antonio Narváez (Cinematográfica Caracas); el mexicano Joaquín Martín (Internacional Films) y Alejandro D'Empaire (Selecciones Multicolor). Esto, por solo citar a los comerciantes más destacados. De nuevo a la cronología y a la propagación de los cines en Caracas, en 1939, a una cuadra de la Plaza Bolívar y a un costo de más de 1 millón de bolívares (Bs. 1.210.000), Manuel Fonseca, RNC

375


Francisco Raffali y Gustavo Zing hijo, edifican el Teatro Ávila. Este local, administrado por Joaquín Martín, será prontamente el más importante cine de exclusiva del centro de la ciudad. Un año después (1940), Vicente Vallenilla Lecuna, dueño del Ayacucho, restaurá su viejo local e inaugura el Teatro Boyacá; con 1.400 butacas, este cine es el más flamante y amplio local del momento ubicado en la urbanización El Conde. Aún en 1940, M. Peña reconstruye y reinaugura el Teatro Capitol, emplazado en los alrededores de la Plaza Bolívar; el local es administrado por Luis E. Pérez. Apreciamos que los inversionistas propietarios de los cines de 1ª y 2ª clase arriendan o dejan la administración de sus locales a un comerciante preferentemente vinculado a casas productoras foráneas y percibimos que el reparto topográfico de los cines en Caracas se orienta hacia el centro del plano urbano y hacia las comunidades locales. Efectivamente, en los aledaños de la ciudad, donde surgen nuevas construcciones, se inicia el levantamiento de confortables y modernos cines. Con el mismo nombre, quizá con diferente propietario o administrador, pero de seguro restaurados y sonorizados, se reintegran al circuito caraqueño algunos cines de barrio que desde el trastorno ocasionado por la llegada del sonido, permanecían cerrados. Reforzando estos núcleos locales, junto a los recintos mencionados y a los ya existentes, aparecen nuevos espacios de proyección en el lapso 1936-1940. En la Tabla Nº 3, elaborada según MGDF, reseñamos los treinta cines en actividad para 1940. Entre otras cosas, apreciamos en la Tabla Nº 3 que para 1940 el Teatro Ayacucho forma un minicircuito de estreno con el flamante Teatro Boyacá. Observamos también conjuntos conformados por dos o tres cines de barrio. Por su parte, Luis H. Muro –que en 1936 controlaba los locales Principal y Rialto– rige ahora junto a Salvador Cárcel el más importante circuito de cines de estreno, al incorporar a su gerencia las tres salas de la familia Pimentel: Continental, Caracas y Coliseo. Este binomio CárcelMuro, al controlar distribución-exhibición, explota en sus locales casi 59% de los 658 filmes estrenados en la ciudad en 1939. A

RNC

376


Empresario y/o dueño Salas Nicanor García América, Dorado y San José Jaime Moix Antímano Joaquín Martín Ávila Mariano Rivera Ayacucho y Boyacá Weisz y Carriles Baby Miguel Rodríguez Bolívar Julio C. Ayala Candelaria y Rex Luis E. Pérez Capitol Luis H. Muro Caracas, Coliseo, Continental Principal y Rialto Juan Villalobos Colón Pedro González Columbia Carlos E. Mancera Jardines Miguel Pulido Metropolitano A. Fuenmayor y M. Rivera Para ti Arturo Sánchez Pastora E. Delgado & Cia Plaza Muñoz y Rodríguez Príncipe Hipólito Agrisado Recreo Pablo Moser Río Juan Villalobos Royal Juan Sapene San Juan Leandro Moreno & Cía. Sucre Tabla Nº 3: Empresarios y salas de cine en Caracas, 1940.

ellos les siguen el Teatro Ávila con 12.6% y los teatros Capitol y Ayacucho con 12.2% de estrenos cada uno. Vamos, por los momentos, a otra cosa. Dada la carestía de investigaciones sobre la problemática de los cines de barrio, vale la pena detenerse brevemente en ellos. Una revista recientemente hallada, Social Cine, nos permite acercarnos a esos locales que, a causa de la escasez de fuentes y a su poca significación arquitectónica y económica –mas de gran relevancia cultural–, han sido poco estudiados. Aunque el “semanario predilecto en toda Venezuela” (así se

RNC

377


presenta) fue fundado en 1938, solo veinte ejemplares han sido ubicados. Los números hallados corresponden al año 1943 y en cada caso su portada muestra la foto de un comediante cinematográfico en boga, estrella de alguna película próxima a estrenarse en el país. En principio, la publicación parece dirigida al sector femenino que habita en los barrios caraqueños y su contenido se presenta dividido en tres secciones: amenidades, radiodifusión y cinematografía. Entre las amenidades encontramos sugerencias para las damas al estilo de “Cuide el diseño de sus labios” o las “Maneras de sentarse”; ambos artículos incluidos en el número aparecido en mayo. La sección dedicada a la radiodifusión divulga los programas de ciertas emisoras, incluyendo un programa sobre cine que la misma revista transmite diariamente por Radio Caracas y Radiodifusora Venezuela. La parte dedicada a la cinematografía incluye trivialidades sobre las estrellas, promueve películas de próximo estreno y abarca la cartelera de diversos cines de barrio. Este último apartado nos permite acercarnos a la programación de estos recintos y seguir la circulación de los filmes en Caracas. A diferencia de los teatros de estreno, que programan una película a la semana en exclusiva, estos locales cambian su programa casi a diario. Igual que en los cines de estreno, los días lunes, llamados populares, el precio de admisión disminuye a la mitad; en este caso de Bs. 1,00 a Bs. 0.50. Los días domingos y feriados, las funciones Matinal (9:15 a.m.), Vermouth (11:15 a.m.) y Matinée (3:15 p.m.) están dedicadas a la chiquillería. Como en los cines de mayor categoría, los estrenos se realizan los días jueves y/o viernes en la función Noche y, casi siempre, el mismo filme se repone el domingo siguiente en las tandas Vespertina, Intermediaria y Noche. El flujo de las películas entre enero y junio de 1943 nos permite precisar que en los cines de barrio los filmes noveles estrenados en los teatros de primera se programan luego de dos o tres meses de aquellas funciones iniciales, a un tercio del precio de la admisión preliminar (Bs.3 o Bs.1). Dejando a futuras investigaciones el complejo estudio de los aspectos entre el denominado “público cultivado” y “público popular”, retomamos nuestra cronología en 1943, año en que diversos propietarios RNC

378


Empresarios Junta Directiva y/o dueño Mariano Rivera, Presidente Miguel Rodríguez Primer Vicepresidente Luis H. Muro Segundo Vicepresidente Julio Ayala Secretario Nicanor García Tesorero Luis E. Pérez Primer Vocal Vicente Blanco Segundo Vocal Joaquín Martín Tercer Vocal

Salas Ayacucho Bolívar, Catia, Los Rosales Principal, Rialto, Continental, Caracas, Coliseo Rex, Alcázar, Candelaria El Dorado, América Capitol Paraíso, Ritz, San Juan, San José, Colón Ávila

Tabla Nº 4: Relación Empresarios - Juntas Directivas - Salas.

y/o empresarios de los cines del país se agrupan para institucionalizar su unión a través de la Asociación de Exhibidores Cinematográficos de Venezuela (AECV). Así lo reporta la revista Mi Film en diciembre del mismo año. En la Tabla Nº 4 reseñamos a los miembros de la Junta Directiva de la AECV y los cines que ellos manejan. En Caracas, además de los citados, participan otros 14 empresarios que a su vez controlan 16 locales. En el departamento Vargas encontramos dos exhibidores con tres cines; en el Oriente del país se menciona a la Empresa Murillo y en el Occidente al Circuito Cinelandia. En la Tabla Nº 5, elaborada con base en datos extraídos del Anuario Estadístico de Venezuela de 1945, se aprecia la gran prosperidad del comercio, tanto en Caracas, como en el resto del territorio. País cuya población asciende a poco más de 4 millones de habitantes (4.093.400), con un promedio de asistencia al cine de casi seis veces en este año.

Año

Nº funciones

Nº espectadores

Entrada bruta (Bs.) 11.075.959 20.184.269

CARACAS 1945 31.777 11.464.615 TOTAL NACIONAL 1945 87.182 24.172.544

Tabla Nº 5: Funciones, espectadores y entradas brutas en Caracas en 1945. (Total nacional tomando en cuenta las poblaciones con más de 5.000 habitantes). RNC

379


Por otro lado, y a pesar de que el cine se encuentra entre los espectáculos más baratos (Bs. 0.83, promedio), en la Tabla Nº 6, elaborada con base en la misma fuente oficial arriba citada, reparamos en que la recaudación bruta por entrada en 1945 casi quintuplica el total obtenido por el resto de las diversiones públicas en todo el país. Ello demuestra la extraordinaria y definitiva consolidación del cine como el más importante espectáculo popular de diversión a través de su oferta cultural. Espectáculo Valor de entradas brutas Bs. Cinematógrafos 20.184.269 Boxeo 389.640 Toros 1.090.265 Conciertos 38.761 Carrera de caballos 97.133 Baseball, football 1.662.516 Otros 1.181.552 Tabla Nº 6: Total Nacional, 1945.

El cada vez mayor número de cines en Caracas y en el interior del país, la prosperidad ya aludida del comercio y la intención por parte de los empresarios (distribuidores y exhibidores) de fusionarse en grupos institucionalizados para expandir la exhibición y a la vez concentrar sus capitales, se resume en la primera mitad de los años cuarenta a través de tres grandes agrupaciones: C.A. Cines Unidos, Circuito Venezolano de Cines y Tropical Films. Aquí está el germen de los conjuntos que aún hoy controlan el comercio del cine en Venezuela, país donde las injerencias por parte de capitales de carácter semimonopolistas están sólidamente implantadas. Poderoso caballero es Don Dinero, que diría Francisco de Quevedo.

Resumen La expansión de los cines en Caracas y el propósito de fundir los capitales de la distribución y exhibición se manifestó en algunos empresarios de las salas caraqueñas de estreno desde finales de los años veinte. Este proyecto sufrirá un revés con el deceso de Juan RNC

380


Vicente Gómez en 1935, ya que entre los miembros de las empresas que controlan el comercio del cine se encuentran personalidades cercanas al gobierno gomero. A partir de 1936 nuevos capitales privados se interesan en el comercio del cine, implantándose entre los comerciantes cinematográficos estrechos vínculos en las dos ramas del trajín (distribución-exhibición). Dicho proceso se institucionaliza en la primera mitad de los años cuarenta a través de tres grandes agrupaciones que constituyen el germen de las empresas que aún hoy controlan el comercio del cine en Venezuela.

RNC

381


BIBLIOGRAFÍA Acosta, José Miguel. (1999a). “El Comercio del cine en Caracas y la producción nacional”. En Anuario del Instituto de Investigaciones de la Comunicación (Ininco), 10: 107-131. Acosta, José Miguel. (1999b). “Ordenanzas que reglamentan los cines de Caracas entre 1935 y 1945”. En Ensayos históricos, Anuario del Instituto de Estudios Hispanoamericanos, 11: 123-148. Heinink, Juan y Robert Dickson. (1990). Cita en Hollywood: antología de las películas norteamericanas habladas en castellano, Ediciones Mensajero, Bilbao. Ministerio de Fomento. (1945). Anuario Estadístico de Venezuela, Dirección General de Estadísticas, Caracas. Nazoa, Aquiles. (1987). Caracas física y espiritual, Editorial Panapo, Caracas. Roffé, Alfredo. (1962). “El mercado del cine en Venezuela visto por el Departamento de Comercio de los Estados Unidos”. En Registro, Caracas, Nº 1: 23-30. Roffé, Alfredo. (1999). “Políticas y espectáculo cinematográfico en Venezuela”. En Panorama histórico del cine en Venezuela (T. Hernández, coord.), Caracas, Fundación Cinemateca Nacional: 245-268. Segnini, Yolanda. (1990). Los caballeros del postgomecismo, Alfadil Ediciones, Colección Trópicos Nº 30, Caracas. Sueiro, Yolanda. (2002). “Pictura loquens: evolución del sonido cinematográfico y repercusión en las exhibiciones de cine en Caracas, Venezuela”, Secuencias (Revista de Historia del Cine), Instituto de Ciencias de la Educación, Universidad Autónoma de Madrid, Nº 15. RNC

382


Imagen de archivo.



L ITERATURA INFANTIL L ITERATURA INFANTIL


RNC

386


Enrique Pérez Díaz

aMÉRICA EN SU LITERATURA

PARA NIÑOS: EL DESPERTAR DE UN CONTINENTE

América Latina hereda una fuerte tradición europea en sus letras para niños que viene del período del llamado “Descubrimiento”, con su posterior Conquista y Colonización. Desde el inicio, el proceso fundacional de su literatura infantil y juvenil –que se acredita entre los siglos xvii hasta el xix, si se consideran como antecedentes los catecismos, silabarios, las fábulas morales y algunos libros dedicados a la instrucción, la escolástica y la docencia– se caracteriza por las mismas tendencias que los países de las metrópolis, que son: Excesiva religiosidad. Apego a los textos educativos. Moralina a cucharadas. Enseñanza de una obediencia irracional y ciega a la infancia. Del mismo modo que se importan con la iglesia los hábitos de una literatura catequizante, muy pedagógica o portadora de una moral colonialista, igual se rescatan de la rica tradición oral del continente: los mitos, las tradiciones, las leyendas y el folclore autónomos de las raíces indígenas, así como de España, África, Asia y demás potencias europeas que intervienen en el traumático proceso de Conquista y Colonización. RNC

387


Esa literatura evoluciona a través de los siglos, para convertirse hoy en un múltiple abanico de posibilidades expresivas que cultivan los autores, de país en país. Unos se mueven más en la tradición, otros en la más desmedida modernidad, los hay que alternan con una literatura más fantástica y los que se vuelcan a lo más duro y revulsivo del realismo. América no ha estado ajena pues a las corrientes mundiales, pero mantiene muy vivo un poder innato de fabulación, una dosis poética en los contenidos y un beber constante en la historia como fuente nutricia de los argumentos. Tampoco ha escapado a los momentos de furor con la literatura realista y al rescate de las sagas que se inicia planetariamente con la vuelta a Fantasía de la última década del xx, encabezado por el rescate de la saga de Narnia o del Señor de los anillos y el nacimiento de Harry Potter, ese complejo fenómeno de promoción y aceptación en los más amplios escaños de lectura.

Los fundadores de la creación José Martí (1853-1895). ¿Se puede decir de este cubano de vida tan plena como breve que fue quizás el pensador humanista más grande que ha dado América, quien mejor la conoció en casi todos sus rincones y quien se dedicó a cantarle, no solo con su oratoria, periodismo y bellas letras, sino con su ejecutoria y hasta con la ofrenda de su vida entera entregada a la causa de Nuestra América? A lo largo de toda su obra, vasta, infinita y llena de caminos, los niños y jóvenes pueden encontrar motivos, razones suficientes para el hallazgo. Sin embargo, no contento con cuanto ya había legado, en 1889 Martí concibió la creación de una revista dedicada a los niños y fue entonces que de los meses de julio a octubre se publicaron los cuatro históricos números de su famosa revista La Edad de Oro, convertida por la magia de ediciones sucesivas en libro de culto, de cabecera, para infinidad de lectores cubanos... y del mundo. Monteiro Lobato (1882-1948) en Brasil es considerado el padre o fundador de la nueva literatura infantil en Brasil. Como todos los renovadores se apartó del canon literario impuesto hasta entonces y volvió su mirada a las cosas sencillas, populares, de la RNC

388


campiña, pero con un lenguaje nuevo y vigoroso, para regalar a la infancia historias llenas de imaginería poética, de aventura, acción y figuras fantásticas tomadas de la mítica nacional. Entre sus libros más gustados merecen citar El rancho del pájaro amarillo, Historias de tía Anastasia, etc. México Ermilio Abreu Gómez (Mérida, México, 18 de septiembre de 1894-Ciudad de México, 14 de julio de 1971). Fue un escritor, historiador, periodista, dramaturgo y ensayista mexicano. El interés que despertó en él Sor Juana Inés de la Cruz, se convirtió en la pasión de su vida. Su edición crítica a las obras de la monja jerónima significaron el redescubrimiento de su obra para la literatura mexicana. Es autor de un célebre libro para niños que le consagraría: Canek. En Venezuela Teresa de la Parra (París, 1895-Madrid, 1936). Su vida transcurrió entre Europa y Venezuela. Para 1915 ya había escrito algunos cuentos utilizando el seudónimo “Fru-Fru”. Dictó importantes conferencias acerca de la mujer y su importancia durante la colonia y la independencia, también sobre el feminismo. Su novela Ifigenia ganó el Primer Premio en un concurso de escritores americanos en 1924. Tiene publicados, entre otros, los siguientes títulos: Diario de una señorita que se fastidia (1922), La mamá X (1922), Ifigenia (novela, 1924), Memorias de Mamá Blanca (novela, 1929), Cartas (1951) y Tres conferencias inéditas (1953) y otra figura es José Rafael Pocaterra (Valencia, 1889-Montreal, 1955). Narrador, poeta, ensayista e historiador. Se opuso a la dictadura de Juan Vicente Gómez y estuvo en prisión desde 1919 hasta 1922; exilándose en Canadá, donde fue profesor de Literatura en la Universidad de Montreal. A su regreso, tras la muerte de Gómez, se incorpora a la política. Fue embajador de Venezuela en Londres, Brasil, Estados Unidos y La Unión Soviética. En 1950 regresó a Montreal como profesor de la misma cátedra. Algunos de sus títulos publicados son: Política feminista (reeditado como El doctor bebé) (novela, 1913), Tierra del sol amada (novela, 1918), Cuentos grotescos (1922), Memorias de un venezolano de la decadencia (1927) y para niños La I latina. El uruguayo Horacio Quiroga (1879-1937) quizás sea junto a Julio Cortázar y Jorge Luis Borges uno de los escritores más peculiares que RNC

389


ha dado nuestro continente. Este hombre de extraña personalidad y vida muy peculiar vivió durante muchos años en Misiones, Argentina, donde se vinculó al mundo de la selva y todas sus especies. Sus libros más famosos, que escribió pensando en sus hijos, son Cuentos de la selva y Cartas desde la selva. Sin embargo, el auténtico Quiroga, ese donde conviven la ternura y la violencia, el horror y la fascinación, lo misterioso y lo cotidiano, las anacondas y los almohadones de pluma, los buques fantasmas y los hombres convertidos en tigre, siempre –y eternamente– será admirado por los voraces lectores infantiles. En Costa Rica, Carmen Lyra, seudónimo de María Isabel Carvajal (San José, 15 de enero de 1887-México, 14 de mayo de 1949), fue una escritora, pedagoga y política costarricense de izquierda. Inicia muy joven su labor literaria y en sus primeros escritos se ve influenciada por los autores franceses. Sus preocupaciones de educadora encarnaron en su obra cuando compuso teatro infantil –La niña sol, Había una vez–, cuando redactó temas para libros infantiles de texto, en su obra recopiladora y creadora de cuentos para niños o prosa de su propia invención, cuando escribió o dirigió una revista para estudiantes o docentes en general; por lo que como escritora resultó novedosa y ejemplar [en el medio literario costarricense].

Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga (Vicuña, Chile, 7 de abril de 1889-Nueva York, 10 de enero de 1957), fue una destacada poetisa, diplomática, feminista y pedagoga chilena. Es una de las principales figuras de la literatura chilena y latinoamericana, fue la primera persona –y mujer– de América Latina en ganar el Premio Nobel de Literatura, el cual recibió en 1945.

Los continuadores de una tradición En Costa Rica, Joaquín Gutiérrez Mangel (Limón, 30 de marzo de 1918–16 de octubre de 2000, San José) fue el creador del famoso personaje infantil Cocorí, miembro de la Academia Costarricense de la Lengua y Premio Nacional de Cultura Magón 1975. Hombre RNC

390


multifacético, fue ajedrecista, periodista, cronista de guerra, novelista, cuentista, poeta, traductor, editor, profesor universitario y político. Trotamundos, de sus muchos recorridos, escribió diarios, crónicas y memorias. De Brasil, Francisco Marins (1922) ha sido uno de los autores más populares en este país desde mediados de siglo XX, sobre todo por sus series de aventuras de corte policial en las que se muestra la auténtica naturaleza y esencia del paisaje de la selva y el campo. Sus dos series más famosas son Expedición a los martirios y Los Misterios de Taquara Poca o En las tierras del Rey Café, traducidas al castellano y donde enfrenta a pandillas de niños con un mundo enigmático y lleno de peripecias. Durante años trabajó como editor en la editorial Melhoramentos y en 1957 recibió el Premio de la Academia Brasileira de las Letras. También escribió las novelas históricas La fabulosa aventura de Fernando de Magallanes y La aldea sagrada. De la Argentina contemporánea María Elena Walsh (Ramos Mejía, Buenos Aires, 1ero de febrero de 1930 - Buenos Aires, 10 de enero de 2011) fue una poetisa, escritora, música, cantautora, dramaturga y compositora argentina de trascendencia universal, considerada un “mito viviente, prócer cultural (y) blasón de casi todas las infancias”. Leopoldo Brizuela puso de relieve el valor de su creación al decir “lo escrito por María Elena configura la obra más importante de todos los tiempos en su género, comparable a la Alicia de Lewis Carroll o a Pinocho; una obra que revolucionó la manera en que se entendía la relación entre poesía e infancia”. Traducida a muchas lenguas, dibujó la infancia de generaciones y generaciones de lectores de todo el mundo. En Venezuela, Orlando Araujo (Calderas, 1928 - Caracas, 1987) destaca como ensayista, cuentista y periodista. Cursó estudios de Letras y Economía en la Columbia University de Nueva York. Ejerció la docencia en las facultades de Economía y Humanidades de la Universidad Central de Venezuela y fue director de la Escuela de Letras de la misma casa de estudios. Obtuvo diversos premios por su obra, entre ellos: Primer Premio en el Concurso de Cuentos de El Nacional (1968) y Premio Nacional de Literatura (1975). Entre sus libros destacan: Lengua y creación en la RNC

391


obra de Rómulo Gallegos (ensayo, 1955), Compañero de viaje (relatos, 1970), Contrapunteo de la vida y muerte. Ensayo sobre la poesía de Alberto Arvelo Torrealba (1974), Los viajes de Miguel Vicente, Pata Caliente (relatos infantiles, 1977), 7 cuentos (1977), Glosas al pie de monte (relatos, 1980), Cartas a San Sebastián para que no me olvide (relatos, 1988, La yunta borracha (cuento) y En busca del reino perdido (ensayo). Entre los más jóvenes en Argentina, destaca ineludiblemente Sandra Comino (Juanín, 1965). Escritora, periodista. Docente y coordinadora de talleres de escritura y de promoción de la lectura. Investigadora de literatura infantil. Coordinadora de la Biblioteca Infantil de la Fundación El Libro de Buenos Aires. Miembro de Alija (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil Argentina), Sección Argentina de IBBY. Integrante del Consejo Editorial de la revista La Mancha. Su libro La casita azul mereció el Premio Iberoamericano Para Leer el Veintiuno de los IBBY de América Latina. Lara Ríos (seudónimo de Marilyn Echeverría Zurcher), nacida en Costa Rica en 1934. Ha participado en numerosos cursos y talleres y se dedica a la literatura infantil como autora y promotora. Ha incursionado en las artes plásticas, en las que experimenta con diversas técnicas, así como en la talla en madera. Fundadora del Instituto de Literatura Infantil y Juvenil que preside en la actualidad. Obtuvo el Premio Carmen Lyra en 1975 y en 1992 ingresa a la Lista de Honor IBBY con su novela Mo. Para la ecuatoriana Edna Iturralde, una de las más destacadas en la actualidad, la vida es escribir. Cuando no escribe, siente que el tiempo le jugó una mala pasada al correr a sus espaldas. Escribe desde el quinto grado. Comenzó con “cuentos a pedido” para sus compañeros y hoy ha publicado más de una treintena de libros de diferentes temas, pero se inclina a lo histórico y lo multicultural. Su literatura juega en la constante “aventura-misteriomagia. Es una de las autoras más conocidas en el continente y fue condecorada por el municipio de Quito con el Gran Collar a la Literatura (2008) y seleccionada por la SEP (Secretaría de Educación Pública) de México (2005 y 2003). Mereció el Premio Internacional Skipping Stones Award de los Estados Unidos (2005 y 2002), el Premio Nacional a las Artes Quitsa-to (2004) por toda su RNC

392


obra y el Premio Nacional Darío Guevara Mayorga (2001). También de Ecuador es la quiteña Leonor Bravo. Escritora de muchos sueños y muchos compromisos. Ama escribir y leer cuentos a los niños. Dirige talleres de creación literaria y desarrollo humano. Ha publicado quince libros de literatura y otros tantos de educación inicial y familiar. Dirigió durante cinco años Girándula, Asociación Ecuatoriana del Libro Infantil y Juvenil, filial del IBBY en Ecuador. Ruth Rocha (1931-2005) nació en Sao Paulo, Brasil. Se graduó en Sociología y luego cursó una especialización en Pedagogía. Ha sido, además, traductora y editora. Fue, durante años, orientadora educacional y como editora, responsable de la División de Publicaciones Infantiles de la Editora Abril. Comenzó a publicar artículos sobre educación para la revista Cláudia en 1967 y en el 1969 ya escribía las primeras historias para niños en la revista Recreio. Su estilo es muy diverso y se caracteriza por una fábula sobre los males del mundo moderno y gran sentido del humor. Otra brasileña es Marina Colasanti (1937, Asmara, Eritrea, Etiopía), una destacada poeta, ensayista, traductora y autora de libros para niños. Hija de padres italianos, su familia se radicó en Brasil allá por los años cuarenta, cuando ella aún era una niña. Actualmente vive en la ciudad de Río de Janeiro con su esposo y sus dos hijas. En 1952 ingresó en la Escuela Nacional de Bellas Artes y se especializó en grabado en metal. Entre 1962 y 1973 desarrolló actividades periodísticas como editora, cronista, redactora e ilustradora. Paralelamente se dedicó a la escritura y sus primeras obras estuvieron dirigidas al público adulto, pero luego se dedicó a la infancia, preferentemente a los cuentos de hadas. En la Venezuela actual, quizás sea Laura Antillano (Valencia, Venezuela, 1950) una de las autoras más sobresaliente desde hace décadas. Narradora y docente. En 1977 recibió el premio del Concurso de Cuentos de El Nacional. Ha publicado numerosos títulos en narrativa, y particularmente en narrativa infantil. Entre sus obras más conocidas destacan La bella época (1969), Un carro largo se llama tren (1975), Los niños y la literatura infantil (1976), Perfume de Gardenia (1984), La luna no es pan de hornos y otras historias (1987), Solitaria solidaria (1990) y en otros géneros, Apuntes sobre RNC

393


literatura para niños y jóvenes (1998) y Elogio a la comunidad (2004). Jurado en dos ocasiones del Premio Casa de las Américas en la modalidad de literatura para niños y jóvenes. Del mismo modo, su compatriota Armando José Sequera (Caracas, 1953) es escritor y periodista, autor de una treintena de libros, la mayoría de narrativa. Realizó estudios en la Universidad Central de Venezuela, donde optó por el título de Licenciado en Comunicación Social, mención Medios Audiovisuales. Ha obtenido quince premios literarios, entre ellos el Casa de las Américas (1979) por Evitarle malos pasos a la gente. Esta misma obra le proporcionó en 1996 Diploma de Honor de IBBY (Internacional Board on Books for Young People, Basilea, Suiza, 1996). Por Píldoras de Dinosaurio recibió el Premio Nacional de Literatura para Niños y Jóvenes “Rafael Rivero Oramas” (mención Libro Informativo) del Ministerio de Educación (Caracas 1997). Su libro de cuentos para niños Teresa recibió el Premio Único de la Bienal Latinoamericana “Canta Pirulero” del Ateneo de Valencia y El libro de Teresa (que reúne Teresa, Mi mamá es más bonita que la tuya y Los hermanos de Teresa) es todo un éxito en Cuba. Otra venezolana que destaca es Marissa Vannini (Firenze, Italia, 1929). Reside desde hace años en Venezuela, donde ha ejercido como titular de la Cátedra de Italiano del Departamento de Idiomas Modernos de la Universidad Central de Venezuela. Tuvo a su cargo la Cátedra de Literatura y Bibliotecas Infantiles. Ha publicado numerosos libros por los que ha recibido diversos premios, por ejemplo, La fogata (editorial Juventud, 1979) obtuvo un año antes el Premio Europeo de Literatura Juvenil en la provincia de Trento, para libros inéditos. Su interés por conjugar historia y novela se revelan en la trama de El oculto (Editorial Juventud, 1990), mítico sitio que muestra la hermosura de su tierra adoptiva y la fuerza de su rica historia. Del mismo modo Mercedes Franco (El Tejero, Monagas, Venezuela, 1948) quien es Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Central de Venezuela, docente, productora de programas de radio y colabora en las páginas de opinión de El Nacional, es una autora de obra considerable. La Academia Nacional de la Historia reunió sus crónicas en el libro Cantos de Sirena (1988) y su novela RNC

394


La capa roja (1992) mereció el Segundo Premio del Concurso de Novela Miguel Otero Silva de la Editorial Planeta (1991). Otros libros publicados son: Los cuentos del taller y Vuelven los fantasmas. Premio Universidad de los Llanos, Fantasmas clásicos de la Llanura (Cojedes, 2000) y La piedra del duende (Alfaguara 2000). Explora en los mitos y tradiciones de su tierra, con acierto narrativo y humor. De Argentina, la que más destaca por su reciente Premio Hans Christian Andersen es María Teresa Andruetto, quien estudió literatura en la Universidad Nacional de Córdoba en la década del setenta y colaboró en la formación de un centro especializado en lectura y literatura para la juventud en Córdoba luego de una breve estadía en la Patagonia. Es autora de una novela titulada Tama publicada en 1992 y que fue premiada con el Premio Municipal Luis Tejeda lo que le da ánimo para publicar la bibliografía restante. Lengua Madre, finalista Premio Clarín Novela 2007. Libros: Veladuras, 2006. Premio Los Mejores Libros de 2007. Banco del Libro, Caracas (Venezuela), La mujer en cuestión, 2003; Todo movimiento es cacería, 2002 (5ª edición, 2006); Stefano, 1997 (5ta reedición, 2006). Premio White Ravens 1998. Internationale Jugendbibliothek. Múnich. Alemania. Por su obra para niños recibe el Nobel de la Literatura Infantil en abril de 2012. Este galardón ya lo había recibido Lygia Bojunga Nunes, quien nació en 1932 en Pelotas. Su primer libro para niños fue publicado en 1972, Los compañeros, a través de aquella hermosa fábula animal consigue criticar con agudeza males de su tierra grande, América. Después del éxito que alcanzó esta obra, que entre otros ganó el Premio Jabuti y se tradujo a varias lenguas, la creación de Bojunga Nunes discurre por dos caminos bien evidentes. De una parte, las fábulas sobre animales con honda repercusión humana: Angélica, El sofá estampado, y de la otra, los libros que abordan problemas reales de la infancia en su inarmónico mundo de relaciones con los adultos: El bolso amarillo, La cuerda floja, La casa de la Madrina, Mi amigo el pintor, Juntos los tres, El abrazo y Seis veces Lucas. Otra merecedora de tan alto estímulo es la también brasileña Ana María Machado, quien alguna vez ha dicho: Es posible que en lo hondo de mi corazón haya algo que me haga preferir escribir para RNC

395


niños. Porque cuando escribo para ellos tengo más espacio, más libertad. Libertad para jugar, para imaginar, para creer y para esperar. Ana María Machado nació en Río de Janeiro, Brasil. Su vocación por la literatura nace en 1969 cuando edita su primer libro. Desde entonces, obras suyas para niños y adultos han sido publicadas en numerosos países. Además de escribir y teorizar sobre literatura para niños, es narradora y poeta. En 1979 abrió la primera librería infantil en Brasil: Malasartes. Fue presidenta del jurado del Premio Andersen y miembro del Comité Ejecutivo del IBBY. Ha escrito artículos en revistas especializadas como: Piedra Libre, Primeras Noticias, Hojas de Lectura y Parapara. Es autora de libros para adultos y sobrepasa el centenar de obras para niños. Ha recibido numerosos premios en Brasil y en otros países. En México, Francisco Hinojosa nacido en 1954 se destaca por su ingenio y humor. Estudió literatura en la UNAM. Ha sido editor, cronista y autor de libros para niños. Sus obras tienen un sentido del humor verdaderamente corrosivo y duro, reflejando situaciones críticas cotidianas que a todos llena de risa y humor, a veces hasta la crueldad. La peor señora del mundo, Los experimentos del doctor Funes, son dos de sus títulos más aceptados por los niños y los niños sin edad. Su coterránea María García Esperón (México, 1964) es una destacada autora de novelas históricas y de corte fantástico y libros de poesía, que se ha dado a conocer luego de la publicación de su obra El disco del tiempo (Premio el Barco de Vapor), y también un mexicano por adopción Jorge Elías Luján, que nació en Córdoba, Argentina, y desde 1978 vive en México, D.F. con su esposa Rebeca y sus hijos Uriel y Nicole. Es arquitecto, licenciado en Lengua y Letras Hispánicas (Universidad Nacional Autónoma de México), músico, escritor y poeta. Hacia fines de los años sesenta formó el grupo interdisciplinario para niños Los Saltimbanquis, una agrupación representativa de la movida cultural cordobesa en el área del teatro político durante la década siguiente. Los Saltimbanquis actuaron en asociaciones barriales, sindicatos y otras instituciones populares. Actualmente se dedica a la poesía para niños y ha publicado en numerosos países. En Chile destaca Mauricio Paredes, uno de los más exitosos autores de literatura infantil en la actualidad, ha publicado obras como La cama mágica de Bartolo (2002), La familia Guácatela (2005), Verónica RNC

396


la niña biónica (2005), Los sueños mágicos de Bartolo (2006), El diente desobediente de Rocío (2005) y El festín de Agustín (2006). Seguidor de Roald Dahl, sus textos buscan una comunicación directa con los niños apelando a la fantasía, la exploración de lo cotidiano y la transgresión. También de esa tierra del sur americano es Manuel Peña Muñoz, nacido en Valparaíso, Chile, en 1951. Es doctor en Filología Hispánica. Cursó estudios de especialización de Literatura Infantil en España. Ha sido traducido a varias lenguas y recibido numerosos premios como el Gran Angular, de Ediciones SM, de España. La cubana Alma Flor Ada (Camagüey, Cuba, 1938) quizás sea la autora de la isla caribeña, que sin residir en ella desde hace más de medio siglo más haya trascendido internacionalmente. Por su amplitud se elige lo más significativo de su bibliografía a juicio de la propia autora. Cualquier interés adicional, consultar: www. almaflorada.com Algunas obras: Encaje de piedra, The Gold Coin, Dear Peter Rabbit, Under the Royal Palms, Where the Flames Trees Bloom, Gathering the Sun, My Name is María Isabel, The Lizard and the Sun/La lagartija y el sol, Mediopollito, Coral y espuma. Abecedario del mar, ¿Quién cuida al cocodrilo? Del mismo modo destacó, pero en la isla, Dora Alonso (Máximo Gómez, Matanzas, 1910-La Habana, 2001) que es la figura más conocida de la LIJ en Cuba. Ganadora en 1980 del Premio Casa de las Américas por El valle de la Pájara Pinta, la obra más divulgada y premiada. Ha publicado Aventuras de Guille, El cochero Azul, Palomar, El grillo caminante, La flauta de chocolate, El libro de Camilín, Los payasos, Ponolani, Gente de mar, Once caballos, Tres lechuzas en un cuento, Agua pasada, Escrito en el verano y numerosas obras de teatro para niños. Fue Premio Nacional de Literatura, Premio Especial La Rosa Blanca y Premio Magistral La Rosa Blanca en el 2000. Onelio Jorge Cardoso (Calabazar de Sagua, 1914-La Habana, 1986) es otro autor de la isla que por su amplia producción cuentística, recibió el sobrenombre de “el Cuentero”, en su amplia obra deben destacarse los siguientes títulos para niños: Tres cuentos para niños (Gente Nueva, 1968), Caballito blanco (Gente Nueva, 1968, 1974, 1978, 1980, 1981 (en ruso) 1989, 2004), Negrita (Gente Nueva, 1984), Dos ranas y RNC

397


una flor (Gente Nueva, 1987), Los indocubanos (Gente Nueva, 1981), Crecimiento (Pueblo y Educación, 1980), La serpenta (Argentina, Colíhue, 1991). Sin tener una vasta obra para la infancia también en Cuba Mirta Aguirre (La Habana, 1912-1980) destacó por su quehacer autoral y teórico. Poetisa, autora de textos diversos en prosa para libros de lectura escolar, teórica y crítica de la literatura infantil. Publicó para los niños: Juegos y otros poemas. Editorial Gente Nueva, La Habana, 1974 (existen varias reediciones). Su ponencia “Verdad y fantasía en la literatura para niños“, presentada en el Primer Fórum sobre Literatura Infantil y Juvenil, celebrado en diciembre de 1972, marca pautas en los procesos de creación y de crítica de LIJ en el país. Cuba: Félix Pita Rodríguez (Bejucal, 1909-La Habana, 1990). Narrador y poeta. Publicó para la infancia: Niños de Viet Nam Editorial Gente Nueva, La Habana, 1968; El libro de Lien. En: Prosa, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1979, y Proyectos del lirio, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1992. El poeta mejor cantor de la naturaleza antillana también nació en Cuba: Nicolás Guillén (Camagüey, 1902-La Habana, 1989). Poeta y dramaturgo. Publicó para la infancia: Por el Mar de las Antillas anda un barco de papel. Poemas para niños mayores de edad. Ediciones Unión, Colección Ismaelillo, La Habana, 1978, Palma sola. (Selección y prólogo de Rafaela Chacón Nardi). Editorial Gente Nueva, La Habana, 1995, (reedición en el 2001), y Canción de cuna para despertar a un negrito, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1991. (Poema incluido originalmente en el libro La paloma de vuelo popular, de 1958). Eliseo Diego (La Habana, 1920-Ciudad de México, 1994). Poeta, crítico, autor de textos diversos para libros de lectura escolar, realizador de excelentes traducciones y versiones como las de los cuentos de Andersen, los hermanos Grimm, Perrault y La Bella y la Bestia, de Madame Leprince de Beaumont. Publicó para los niños: Soñar despierto, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1988. (Premio “La Rosa Blanca”, Premio de la Crítica). En la República Dominicana destaca Brunilda Contreras (Santo Domingo). Es una destacada escritora para niños e investigadora RNC

398


en el folclore campesino de su tierra. Organiza numerosos talleres. Integra el Círculo Dominicano de Literatura para Niños. Ha publicado varios ensayos e investigaciones. También varios libros para niños de adivinanzas y retahílas. De Bolivia el más sobresaliente durante años quizá sea Oscar Alfaro (San Lorenzo, Bolivia, 5 de septiembre de 1921-25 de diciembre de 1963). Su obra más conocida son cuentos para niños y jóvenes que estuvieron muy vinculados –y aún se utilizan– en el proceso educativo-docente. Ya más recientemente destacada en al país andino Gaby Vallejo Canedo (Cochabamba, 1940). Es una destacada autora, investigadora y promotora boliviana de literatura para niños de incansable ejecutoria. Durante años ha presidido la Sección Boliviana del IBBY y ha promovido la literatura de su tierra asistiendo a conferencias, encuentros y congresos. Entre otros ha publicado la novela para niños Juvenal Nina, Amor de Colibrí, Detrás de los sueños, Mi primo es mi papá y Llenar de libros las casas de los niños. En la Argentina de los setenta renueva el movimiento alguien de obra tan trascendente como Laura Devetach (Reconquista, provincia de Santa Fe, 5 de octubre de 1936). Es una reconocida escritora, poeta, narradora y docente argentina. Se dedica especialmente al público infantil. También escribió obras teatrales y libretos para radio y televisión. Ejerció la docencia a nivel primario, secundario, terciario y universitario. Fue, junto a escritores argentinos como María Elena Walsh, Graciela Montes, Ema Wolf, Ricardo Mariño o Elsa Bornemann, precursora de la literatura infantil como literatura en sí misma, más allá de ser material educativo. Sus libros estuvieron prohibidos durante la dictadura militar que gobernó el país entre 1976 y 1983. Junto a su esposo Gustavo Roldán, fundó las colecciones Cuentos del pajarito remendado y Libros del Malabarista para Ediciones Colíhue. Gustavo Roldán (Sáenz Peña, provincia de Chaco, 1935-Buenos Aires, 2012). Centró su trabajo como director de colecciones de libros para niños; coordinador de talleres literarios de escritura y reflexión; de grupos de trabajo sobre literatura infantil; de talleres y encuentros con niños en escuelas y bibliotecas en su país. Algunos de sus libros publicados: Historia de Pajarito Remendado RNC

399


(1984), Un pájaro de papel (1984), Zorro y medio (1984), Pedro Urdemales y el árbol de plata (1985) y Como si el ruido pudiera molestar (1985). Otra autora que hoy destaca en Argentina es Silvia G. Schujer (Olivos, Buenos Aires, 1956). Cursó el Profesorado de Literatura, Latín y Castellano. Trabajó en producciones discográficas dirigiendo coros infantiles para los sellos CBS, Music Hall y RCA. Coordinó el Departamento Pibes de la Unión de trabajadores de Prensa de Buenos Aires. Fue codirectora del suplemento infantil del diario La Voz; secretaria de redacción del periódico Mensajero, de la revista infantil Cordonessueltos y realizó colaboraciones en medios gráficos: los diarios Crónica y Popular, y las revistas Anteojito, Cosmik, Billiken, Humi, Cordones Sueltos, A-Z diez y La Nación de los Chicos. Es muy relevante su abundante y comprometida obra literaria. Ganadora del Premio Casa de las Américas 1986 por Cuentos y chinventos. Más recientemente se ha dado a conocer en esa tierra Liliana Bodoc (Santa Fe, Argentina, 1958). Escritora. Cursó la carrera de Literaturas Modernas. Durante años trabajó como docente. A los cuarenta años decidió que escribir ya no era tarea de otros y se ha dedicado a la escritura desde entonces con un éxito singular. Su saga de los confines, que integran la trilogía de los títulos Los días de la sombra, Los días del venado, Los días del fuego, publicada por Editorial Norma, son de los libros más apreciados en la actualidad americana. Del mismo modos Graciela Montes (Argentina, 1947) es escritora, traductora y editora, es autora de casi un centenar de títulos traducidos a varias lenguas. Su literatura se acerca, por una parte, a lo tradicional y, de otra, a los problemas de la infancia, pero con un sentido del humor y una dosis de fantasía poco frecuentes en el universo de las lecturas infantiles. Entre sus títulos: Historia de un amor exagerado, Otroso, Irulana y el Ogromonte, Tengo un monstruo en el bolsillo, Uña de dragón, La guerra de los panes, Federico crece y A la sombra de la inmensa cuchara. En Colombia Gloria Cecilia Díaz, colombiana de nacimiento, pero parisina de adopción, se dio a conocer en España con un relato lleno de intimidad y poesía, El valle de los cocuyos, Premio Barco de Vapor en 1985. Con El sol de los venados (Premio Barco RNC

400


de Vapor en 1992) volvió a adentrarse en la novela ambientada en América Latina, como si su autoría solo pudiera tener un espacio literario, el de la crítica social y la denuncia de las condiciones en que se vive en su bella tierra. Ya antes había publicado, en la desaparecida Argos Vergara, el libro El secreto de la laguna (1982), y en su país se puede conseguir un libro de poesía titulado El árbol que arrulla y otros poemas para niños (1995). Otro coterráneo bien conocido en el continente es Luis Darío Bernal Pinilla (Bogotá, Colombia, 1950). De profesión abogado y escritor. Ha estado vinculado con la problemática de la promoción de la lectura; la literatura infantil y juvenil y la educación. Tiene numerosos premios y ha publicado en todo el continente. La Editorial Gente Nueva dio a conocer: Catalino Bocachica (2005), La batalla de la luna rosada (2008) y Anacaona y las tormentas (2011). También Irene Vasco (Bogotá, Colombia, 1952) es escritora y animadora de talleres de promoción de la lectura. Tiene una gran imaginación y un sentido de la aventura porque siempre anda viajando en pos de auditorios para contarles sus cuentos y compartir sus muchas experiencias. Así, ha vivido no solo en su tierra, sino en Venezuela y los Estados Unidos. Ha ganado diversos premios y tiene numerosas publicaciones. Triunfo Arciniegas (Málaga, estado de Santander, Colombia, 1957) es igualmente un reconocido escritor para niños y adultos. Durante años dirigió un teatro para niñas y hoy se dedica a la realización de talleres sobre lectura en todos los países donde deja su huella. Excelente narrador oral. Su estilo es desde un humor exacerbado en la crítica y el absurdo hasta cierto aire de mordacidad en sus narraciones. Un mundo apenas conocido... Pese a todas estas figuras destacadas y otras tantas que el espacio me limita a incluir, la literatura infantil del continente americano se resiente todavía, en sentido general, de estos aspectos negativos: cierto apego a la tradición más conservadora, dispersión de sus valores principales en áreas geográficas inmediatas, pero separadas por barreras políticas, geográficas o económicas, poco conocimiento entre un país e influencia nociva de un poderoso mercado que establece pautas de distribución irracionales entre uno y otro país, sobre todo por resortes de mercado. Pero al mismo tiempo RNC

401


se pronuncia valientemente por los siguientes valores: abordaje creciente de los temas tabú, preocupación por el sujeto niño como ente que interactúa con la sociedad, rescate creativo de mitos y tradiciones, lucha por valores nacionales y continentales y contra la globalización y la consolidación de literaturas nacionales en pleno desarrollo. América tiene, pues, una historia para ser contada... una historia abierta, infinita, rica y llena de caminos aún por explorar y con un futuro promisorio y un horizonte inabarcable...

RNC

402




LA CIENCIA COMO UTOPÍA


Imagen de archivo.


Asdrúbal González

pEDRO DE VERÁSTEGUI, PRIMER BOTáNICO DE VENEZUELA

La naturaleza venezolana permaneció parcialmente inexplorada hasta el año finisecular (1799), que se llena con la presencia de Alejandro de Humboldt y Amado Bonpland. Los pasos exploradores del eu­ropeo no tomaron en cuenta a Venezuela sino en las postrimerías del período co­lonial: en el largo interín, solo está la presencia en nuestro territorio (desde Cumaná hasta el bajo Caroní, año 1754) de Peter Loefling, botánico integrante de la expedición científica de don José Solano y Bote, destinada a establecer los límites hispano-portugue­ses en el territorio colindante con Brasil; y la del químico español Pedro de Verástegui, que desde Puerto Cabello (año 1779) pre­para herbarios y plantas vivas y semillas para re­mitir al Real Jardín Botá­nico de Madrid. No sucedió igual con las Antillas y la Guayana, que serían lugares de arribo de los primeros empeños cientí­ficos. Holandeses, france­ses e ingleses incluyeron, junto a sus objetivos colo­ nizadores, la visión del asombro que encuentra respuesta en las ciencias. Completaron entonces los viajeros la informativa labor de los cronistas. Las islas caribeñas especialmente confrontaron las pupilas de los sabios. Y hasta se dio el caso de un pirata, Jhon Esquemeling, que alternó sus tareas de acechar galeones y saquear RNC

407


ciu­dades hispanas, con el afán naturalista que describía árboles y animales, y cos­tumbres de los habitantes de las costas ma­rítimas que sirvieron de escenario a sus principales correrías. Cuando el empeño se hizo continental, correspondió al territorio de Brasil servir de base a las investigaciones botá­nicas... En la Guayana Ho­landesa (Surinam, año 1699) aparece la primera mujer –María Sibila Mérian– que inscribe su nombre en los anales científicos de Amé­rica. Las costas de Chile y Perú copiarán en el año 1707 la huella bo­tánica de Luis Feuillée. A partir de 1736 trabaja en las cercanías de Quito la expedición que, con el objeto de medir un grado del meridiano cerca de la línea ecuatorial, dirigiera el científico francés Carlos María de La Condamine, y en la cual laboró el botánico José de Jussieu. La Guayana Francesa re­cibió igualmente la visita de afamados naturalistas: P. Barriere (año 1722), Fusée Aublet (año 1762) y L.C. Richard (año 1781). Los viajes de circunvalación global del francés Louis Antoine de Bougainville (1776 a 1770) y del inglés James Cook (1768-1775) complementaron la visión científica del mundo. Estos viajes explora­torios contribuyeron a incrementar el interés por el trópico. La aparición en el año 1763 de Species Plantarum (traducida del latín al español en 1784), obra del sabio sueco Karl von Linné, proporcionó un sistema na­tural para la clasificación de las especies y los géne­ros de las plantas. El estu­dio de la geografía se in­crementó a todos los nive­les, y el cosmos surgió como un reto a la investi­gación. Pero en lo que al continente americano respecta, el adve­nimiento de Carlos III al trono de España fue un acontecimiento singular, porque se había España prácticamente privado desde el Descubrimiento, del conocer científico de sus ricas posesiones ul­tramarinas. Vastos terri­torios que ofrecían oportu­nidad para el estudio de una flora rica en plantas medicinales, con valiosos especímenes a desarrollar mediante la agricultura, capaces de proporcionar materias primas a la in­dustria, permanecían inexplorados... Fue entonces el despotismo ilustrado de Carlos III lo que, junto a la incentivación económica y la organización jurídica y administrativa de las Pro­v incias, abrió definitiva­mente las puertas del continente hispano para que penetra­ran la ciencia y la cultura. RNC

408


En este importante período de la historia americana, emerge de la soledad de los archivos Pedro de Verástegui. A él corresponderá realizar la primera relación sistemática de la flora venezolana... Cuando el 21 de marzo de 1779 se remite desde España al Intendente de Caracas una Real Orden, acompañada de doce ejem­plares de una Instrucción, mediante las cuales se es­tablecía la conveniencia de enviar al Real Jardín Bo­tánico de Madrid, “...para la enseñanza de la Medicina, de la Agricultura, y en general de muchas Artes y Ciencias Físicas, se­millas, arbolitos y plantas nuevas, o sean tiernas, que se encuentran en los dis­tritos de su mando...”, ya nuestro personaje había efec­tuado estudios sobre la flora de los alrededores de Puerto Cabello y, es lógico suponer, en el valle de San Esteban. Así se desprende de la res­puesta del Intendente, fe­chada en Caracas el 14 de junio del mismo año, que lleva a España “... la relación que ha formado el químico español don Pedro de Ve­rástegui, avecindado en Puerto Cabello, de las plantas que se conocen en esta Provincia”. En la respuesta a esta misiva, firmada por don José de Galves en San Lorenzo (España) a 12 de noviembre de 1779, se reconoce la labor de Verás­tegui, se le gratifica, y se le encarga continuar en la elaboración de herbarios, muestras de plantas, recolección de se­ millas y siembra de árboles para remitir a la península, ampliando su radio de acción a toda la Provincia de Caracas e inmediatas, y con el señalamiento expreso de que debía adjuntar un catálogo con los nombres, virtudes y usos de las plantas que remitiera... Venezuela tiene así en Pedro de Verástegui a un iniciador de las ciencias na­turales; y Puerto Cabello, el privilegio de ser el punto inicial de referencia en el estudio de la flora venezolana.

¿Quién era don Pedro de Verástegui? El personaje de esta historia nació en Eslava (España) en fecha aún indeterminada. Ejercía como boticario en la Pamplona de su país natal, cuando el 7 de noviembre de 1776 fue autorizado para trasladarse a la Provincia de Venezuela, y reemplazar a un hermano que regentaba la botica que en Puerto Cabello tenía establecida la Real Compañía Guipuzcoana, anexa al llamado Hospital de los Vizcaínos. Su preparación como químico y botánico, y la aplicación del RNC

409


método científico de su maestro Linné, le permitieron realizar con eficacia la primera clasificación venezolana de la flora autóctona... Por propia iniciativa y posteriormente en su condición de Visitador General de la Renta del Tabaco y Juez en Comisión, recorrerá a partir de 1881 y durante cuatro años el centro y occidente de Venezuela, en especial los valles de Aragua, y las ciudades de Barinas, Guanare, Mérida y La Grita, elaborando informes y señalando recomendaciones sobre el cultivo y beneficio del tabaco. En su condición de químico, realizará estudios sobre la explotación del salitre de la laguna de Urao (Lagunillas), a fin de utilizarlo en la elaboración de pólvora. En la región merideña se hallaba, cuando le correspondió confrontar las actividades de la Rebelión de los Comuneros (julio a septiembre de 1781), que desde la ciudad de El Socorro, en la Nueva Granada, hasta poblaciones de los actuales estados Mérida y Trujillo, removía con sus ansias libertadoras el marasmo colonial. A petición de su superior jerárquico, el Intendente don José de Avalos, inspecionará las minas de cobre de Aroa. Regresará a la Madre Patria en el año 1784. En Madrid, el treinta y uno de julio de mil setecientos ochenta y cinco, muere este porteño de corazón universal. Se ha considerado al sabio alemán Alejandro de Humboldt y al naturalista francés Amado Bonpland, quienes visitaron a Puerto Cabello el 28 de febrero de 1800, como los iniciadores de los estudios botánicos en Venezuela: desde veinte años antes (1779), según queda establecido, aparece Pedro de Verástegui en estos mismos menesteres. Reclamamos el mérito intelectual de haber rescatado al personaje de esta biografía desde la soledad de los archivos, y estampado su nombre en la letra impresa de los libros.

RNC

410


Imagen de archivo.



C OLABORADORES

C OLABORADORES



GUSTAVO PEREIRA (Punta de Piedra, estado Nueva Esparta, 1940) Es poeta y ensayista. Se doctoró en Estudios Literarios en la Universidad de París. Formó parte del grupo Símbolo (1958), y fue director-fundador de la revista Trópico Uno de Puerto La Cruz. Ha publicado más de treinta libros, entre los que destacan: Preparativos del viaje (1964); En plena estación (1966); El interior de las sombras (1968); Los cuatro horizontes del cielo (1970); Poesía de qué (1971); Libro de los Somaris (1974); Segundo libro los Somaris (1979); Vivir contra morir (1988), entre otros. Fue director de la Revista Nacional de Cultura (1999, 2002). Ha recibido reconocimientos como: Premio Único del Concurso Latinoamericano de Poesía de la revista Imagen (1970), el Premio Fundarte de Poesía (1993), el Premio Municipal de Poesía de Caracas (1988), el premio de la XII Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1997), el Premio Nacional de Literatura (2000) y el Premio Víctor Valera Mora (2011).

Mario Sanoja Obediente (1934) Antropólogo egresado de la UCV en 1957 y doctor en Antropología de la misma universidad (1966). Diplomado en Etnología (MA) de la Universidad de la Sorbona, París, en 1961. Profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela. Premio Nacional de Cultura, mención Humanidades (2006). Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia (1984). Premio Municipal de Literatura (1974). Orden al Mérito Académico Dr. José María Vargas en primera y segunda clase (1985-1976). Orden Nacional al Mérito al Trabajo (1989). Algunas de sus obras son: De la recolección a la agricultura; Antiguas formaciones y modos de producción Venezolanos; La gente de la canoa; Economía política de los Warao; Historia sociocultural de la Economía Venezolana.

Nelly Arvelo-Jiménez (Valencia, estado Carabobo, 1939) Antropóloga de la Universidad Central de Venezuela en 1963.Su primer trabajo se titula Informe Preliminar sobre excavaciones realizadas en la Antigua Misión de Nuestra Señora de Abarico, un sitio arqueológico de la época Indo-Hispana del Estado Yaracuy. Realizó estudios formales de posgrado en la Universidad de Cornell. Allí obtuvo el título de Master of Arts en 1968 y el PhD en 1971 con RNC

415


una tesis sobre Relaciones políticas en una sociedad tribal. Estudio de los Ye’kuana, Indígenas del Amazonas venezolano, el cual fue publicado en inglés en la prestigiosa serie de la Universidad de Cornell: Latin American Studies Program Dissertation Series y luego en castellano, en México, por el Instituto Indigenista Interamericano. Este trabajo constituye un clásico en Antropología Política. Desde 1971 Nelly Arvelo ha sido investigadora en el Departamento de Antropología, iniciándose como Investigador Asociado y culminando su carrera oficial como Emérito en 1994. Como antropóloga sociocultural, Nelly Arvelo se ha especializado en el estudio de las instituciones políticas y religiosas de las sociedades indígenas de la Amazonía venezolana.

Caracciolo Parra Pérez (Mérida, 1888-París, 1964) Político e historiador venezolano. Ministro de Educación (1936) y de Relaciones Exteriores (1941-1945), se encargó interinamente de la Presidencia de la República (1943 y 1944). Autor de diversos estudios sobre la emancipación venezolana, como, Bolívar, contribución al estudio de sus ideas políticas (1928), El régimen español en Venezuela (1932), Historia de la Primera República de Venezuela (1939) y Nariño y la independencia de Venezuela (1956). Su verdadera inquietud intelectual se encuentra alrededor de la figura del general Francisco de Miranda, personaje a quien dedica buena parte de sus investigaciones, publicadas originalmente en francés. La más importante de ellas es Miranda et la révolution française (1925); otras como Delphine de Custine, belle amie de Miranda (1927 y Miranda et Madame de Custine (1950), son derivaciones del primer texto.

José Martí (La Habana, 1853-Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y escritor cubano. Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive. Como poeta se le conoce por Ismaelillo (1882), obra que puede considerarse un adelanto de los presupuestos modernistas por el dominio de la forma sobre el contenido; Versos libres (1878-1882), La edad de oro (1889) y Versos

RNC

416


sencillos (1891), esta última decididamente modernista y en la que predominan los apuntes autobiográficos y el carácter popular. Entre sus obras dramáticas destacan Adúltera (1873), Amor con amor se paga (1875) y Asala. También fundó una revista para niños, La Edad de Oro, en la que aparecieron los cuentos Bebé y el señor Don Pomposo, Nene traviesa y La muñeca negra. Publicó ensayos, algunos de carácter revolucionario como El presidio político en Cuba (1871); El Manifiesto de Montecristi o su Diario de campaña. Sus Obras completas (1963-1965) constan de 25 volúmenes.

Tomás Straka (Caracas, 1972) Graduado de profesor de Ciencias Sociales por el Instituto Pedagógico de Caracas. Profesor de Historia e Investigador en la Universidad Católica Andrés Bello. Máster en Historia de Venezuela por la UCV. Miembro del cuerpo editorial de la revista Tierra Firme. Es especialista en Historia de las Ideas Políticas, Historia de la Iglesia Católica y forma parte del Instituto S. J. Oropeza de Investigación Histórica de la UCAB. Algunas de sus obras son: La voz de los vencidos, ideas del partido Realista de Caracas (18101821) (2000); La tradición de lo moderno, Venezuela en diez enfoques (2006); La épica del desencanto (2009); Historia de la Iglesia Católica en Venezuela. Documento para su estudio (Compilación documental junto con el historiador Manuel Donís, 2010).

Juan Antonio Calzadilla Arreaza (Caracas, 1959) En 1984 egresa de la Universidad de París X-Nanterre como licenciado en Filosofía. En 1995 obtuvo el Premio de Narrativa Fundarte, por su mininovela La hendija. Publicó el Módulo de expresividad literaria y poética y el Módulo para talleres de promoción de la lectura en 2005, los cuales recibieron en 2007 el Premio Nacional del Libro. Actualmente trabaja en el Centro Nacional de Historia (CNH) y colaboró recientemente en la elaboración de los escritos que acompañan la exposición itinerante La revolución de 1810, el espíritu libertario de un pueblo, inaugurada el 17 de julio de 2010 en el Museo de Bellas Artes (MBA). RNC

417


Temístocles Salazar (Caripito, estado Monagas, 1942) Licenciado en Educación, Universidad Central de Venezuela. Magíster Scientiarum en Historia, mención Historia Económica Contemporánea de Venezuela, y doctor en Historia en la UCV (2005). Cursó estudios de Derecho en la Universidad Católica del Táchira. Director de la Escuela de Educación, extensión San Cristóbal, de la Universidad de los Andes (ULA). También fundador de la cátedra de Historia de la Educación en la Carrera de Educación de la ULA-Táchira (1973). Miembro fundador del Centro de Investigaciones Histórico-Pedagógicas Regina Mujica de Velásquez (1989) y Museo Pedagógico Temístocles Salazar. Ha realizado numerosos proyectos de investigación a través del CDCHT (Consejo de Desarrollo Científico Humanístico y Tecnológico) de la Universidad de Los Andes. Miembro de la Comisión Organizadora de FUNDACITE-Táchira. Coautor del Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Polar. Miembro Constituyentista de la República Bolivariana de Venezuela (1999). Algunas de sus obras publicadas son: Eustoquio Gómez (1997); Las Constituciones del estado Táchira (2002); Las hojas de Perséfone (2002). . Ramón Querales (Matatere, estado Lara, 1937) Reside en Barquisimeto donde se desempeña como Cronista Oficial del Municipio Iribarren. Su trabajo intelectual comprende obras de poesía, cuento, crónicas, historia, ensayos literarios, bibliografía y hemerografía, teatro, literatura, lenguas y culturas indígenas. Ha recibido cinco premiaciones nacionales de poesía y una estatal así como el Premio de Literatura Antonio Arráiz mención Ensayo, otorgado por el Municipio Iribarren. Su obra publicada consta de más de sesenta títulos entre los que se mencionan sus poemarios Aguas negras; Exiliado del alba; La guaroa; Habitación del olvido, entre otros ensayos, antologías, trabajos bibliohemerográficos y de historia municipal.

María Eugenia Bravo Periodista. Docente Universitaria. Poeta, ensayista y compiladora de la obra inédita de María Calcaño. Ha publicado tres libros en la editorial Monte Ávila, producto de esa labor de compilaRNC

418


ción, Obras poéticas completas (2008); Páginas de un diario olvidado (2012) y Antología de poesía de María Calcaño. (2014). Ha colaborado en diversas revistas literarias y políticas, entre ellas: A Plena Voz, Poda, Revista Hispanoamericana de Literatura de LUZ y la Revista del BCV, en cuyo número 36 aparece un trabajo reciente suyo: Poesía y militancia en la obra de Olga Luzardo. Invitada como poeta y conferencista a la FILVEN (2013 Maturín, 2013 Zulia, y 2012 Caracas). Así mismo participó como poeta en el Festival Mundial de Poesía (2013, Trujillo) y actualmente (2014, Caracas) con su libro inédito: “Visa de olvido” (2012-2014). Es Referente de Literatura por el estado Zulia del Sistema de Culturas Populares. Recibió el Premio Municipal de Poesía (1993) y el Premio de Investigación Literaria (2008). Es Magister en Literatura Latinoamericana de la ULA (Trujillo, 2004) y su tesis obtuvo el Premio Anual de Investigación por esa institución (2005).

Simón Bolívar (Caracas, 1783 - Santa Marta, Colombia 1830) De nombre Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco, nace en Caracas el 24 de julio de 1783. Hijo de Juan Vicente Bolívar y Ponte y doña María de la Concepción Palacios y Blanco. Casó en 1802 con María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, quien murió poco después. Después de perder su esposa, Bolívar regresó a España con su tutor y amigo, Simón Rodríguez, en 1804. Bolívar regresó a Venezuela en 1807 después de una breve visita a los Estados Unidos. En 1808 la junta de Caracas declaró su independencia de España y Bolívar fue enviado a Inglaterra con Andrés Bello y Luis López Méndez en una misión diplomática. Luego de una vida dedicada a la libertad, de los pueblos de América, muere en la ciudad colombiana de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830. Celso Medina (Cumaná, estado Sucre, 1954) Profesor del Instituto Pedagógico de Maturín desde 1984. Egresó como licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura de la Universidad de Oriente, en 1983. Obtuvo la Maestría en Literatura Latinoamericana, en la Universidad Pedagógica ExpeRNC

419


rimental Libertador, Núcleo Maracay y el Doctorado en Filología Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca. Fue fundador de la Biblioteca de Temas y Autores del Estado Sucre y se desempeñó como su primer Secretario Ejecutivo. Fue director de Cultura del Estado Sucre. Dirigió la revista Cálice. Autor de los libros de poemas Oleaje, Misterios gozosos y Epígrafes para el ave de la sed y de los libros de ensayos Sísifo entre nosotros, La literatura frente al pesimismo e Historia y novela en Denzil Romero.

Mariana Libertad Suárez (Caracas, 1974) Diplomada en estudios postdoctorales de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, de la Universidad Central de Venezuela y doctora en Filología Hispánica de la Universidad Complutense de Madrid. Se desempeña como profesora del Departamento de Literatura de la Universidad Simón Bolívar (Valle de Sartenejas, Venezuela). Recibe en el 2008 IV edición del Premio Internacional de Ensayo Mariano Picón Salas; en el 2006 el Premio de Autores Inéditos de la Editorial Monte Ávila en el género de ensayo y una mención del Premio Temas. Es autora del libro Criaturas que no pueden ser: narradoras venezolanas en el postgomecismo (Monte Ávila Editores, 2005).

Lolola Hernández-Barbarito Caracas. Licenciada en Estudios Internacionales por la Universidad Central de Venezuela (1976). Diplomado del Instituto de Altos Estudios Internacionales Universidad de París (1971). Doctorado en Estudios del Desarrollo en CENDES, UCV (1991). Docente universitaria a partir de 1973 en la Escuela de Estudios Internacionales (FACES) UCV.

Adolfo Rodríguez (Guárico, 1938) Licenciado en Letras y doctor en Ciencias Sociales por la UCV, profesor jubilado de la Universidad Rómulo Gallegos, promotor cultural y columnista de periódicos nacionales y regionales. Investigador dedicado fundamentalmente al estudio de los llanos colombo-venezolanos, narrador y ensayista, ha recibido diversos premios literarios, entre ellos el Municipal de Historia, por su biografía de Ezequiel Zamora; el de la Comisión Bicentenario de Vargas por su reportaje José RNC

420


María Vargas: los sueños y el destino, y el de la Fundación Cultural Barinas por su ensayo El oído en el llano: El Daimon de Gallegos.

Armando González Segovia (Yacurito, estado Portuguesa, 1965) Licenciado en Educación en la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. MSc en Historia Económica y Social de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA). Director del Archivo Histórico del Estado Cojedes. Fue Cronista del Municipio Anzoátegui del mismo estado por 14 años. Consejero de la Directiva Nacional de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Ha publicado diversos textos y artículos en revistas especializadas tanto de historia como de educación.

Héctor Seijas (Caracas, 1957) Ensayista. Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela. Se ha desempeñado como jefe de redacción de la revista A Plena Voz, y actualmente ejerce como editor de la colección A Plena Voz de la Fundación Editorial el perro y la rana. Algunas de sus obras son: Cuadernos de pensión (1994); La posibilidad infinita (1989); Comprensión de nuestras ciudades (2004); La flor imaginaria (1990); Cruz del Sur, una librería, una revista, una causa: 1951-1962 (2002).

Leonardo Gustavo Ruiz (Barinas, estado Barinas.1959) Poeta, ensayista, promotor cultural. Ha participado en diversos talleres literarios. Fue miembro del grupo Caín de Mérida. Fundador de las revistas Letra Continua y Vértice de Barquisimeto. Ha sido distinguido con Mención de Honor en el Premio Municipal de poesía de Mérida, en 1985. Algunas de sus obras son: Heráclito/ Caín (1999); Libro de muertos (1999); Extravíos y direcciones (2000); El ambiente y nosotros (2004).

Adriana Arpini (Argentina, 1952) Es profesora y licenciada en Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza, Argentina), doctora en Filosofía por la misma Universidad, donde actualmente se desempeña como profesora de RNC

421


grado y posgrado. Se inició en la docencia universitaria de grado en la cátedra Ética Social y Profesional de la Carrera de Trabajo Social, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo, en la que obtuvo por concurso el cargo de Profesora Asociada Efectiva (1986 - 2005). Actualmente es Profesora Titular Efectiva de la cátedra de Antropología Filosófica de la Carrera de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (1996 y continúa), dicta por extensión el Seminario de Temas de Historia de las Ideas Sociales y Políticas.

Graciela Maturo (Santa Fe de la Vera Cruz, Argentina, 1928) Escritora, poeta, crítica literaria y catedrática universitaria. Egresa de la universidad de Cuyo, Mendoza, con el título de licenciada en Letras. Como docente universitaria ejerció las cátedras de Introducción a la Literatura y Teoría Literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires y ocupa actualmente la de Literatura Iberoamericana en la Universidad Católica Argentina. En 1989 fundó el Centro de Estudios Iberoamericanos de la misma universidad. Entre otras distinciones ha recibido el Premio de Poesía Laurel, 1958 por Un viento hecho de pájaros; Premio Municipal Mendoza, 1960 por El rostro; Premio de la Sociedad Argentina de Escritores por El mar que en mí resuena; Premio Bienal de Literatura de Mendoza, 1966 por Habita entre nosotros; Mención de Honor de la OEA por Canto de Eurídice, 1967; Premio Ensayo Provincia de Santa Fe, 1967 por Julio Cortázar y el hombre nuevo; Faja de Honor de la SADE, 1984 por La literatura hispanoamericana: de la utopía al Paraíso.

Lourdes Manrique (Caracas, 1953) Narradora, dramaturga, docente de la Universidad Simón Rodríguez e investigadora. Magíster en Ciencias de la Educación (La Sorbona, París v) y titular del diploma en Estudios Avanzados en Psicología Social y Psicología Aplicada a la Educación (Universidad de Nanterre, Paris x). Es igualmente magíster en Arte, mención Teatro Latinoamericano (UCV). Es autora de las obras teatrales La sombra de Asta (escenificada en la Sala Horacio Peterson, bajo la dirección de Blanca Sánchez) y El descenso a los infiernos (2001); de los RNC

422


textos ensayísticos La noción oficial de cultura Colonia-potsgomecismo (2004), La comedia de costumbres de período guzmancista (2005), Los movimientos populares en Latinoamérica (2005), y del texto narrativo Sólo las medias de seda (1991), reeditada por Monte Ávila en el 2007 y publicada en la colección Continentes.

Alberto Hernández (Calabozo, estado Guárico, 1952) Egresado del Pedagógico de Maracay, Hernández realizó estudios de postgrado en la Universidad Simón Bolívar, en Literatura Latinoamericana. Fundador de la revista literaria Umbra, es colaborador de revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio Juan Beroes por toda su obra literaria. Ha representado a su país en diferentes eventos literarios: Universidad de San Diego, California, Estados Unidos, y Universidad de Pamplona, Colombia. Encuentro para la presentación de una antología de su poesía, publicada en México, Cancún, por la Editorial Presagios. Miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo. Se desempeña como secretario de redacción del diario El Periodiquito, de la ciudad de Maracay, estado Aragua. Mantiene el blog Puertas de Galina. Parte de su obra ha sido traducida al inglés y al árabe. José Carlos De Nóbrega (Caracas, 1964) Ensayista y narrador. Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo (UC). Ha publicado los libros de ensayo Textos de la prisa y Sucre, una lectura posible, ambos en 1996, y Derivando a Valencia a la deriva (2006). Fue director de la revista La Tuna de Oro, editada por la UC. Forma parte de la redacción de la revista Poesía, auspiciada por la misma casa de estudios. En 2007 su blog Salmos compulsivos obtuvo el Premio Nacional del Libro a la mejor página web. Héctor Padrón (Caracas, 1978) Autor con fe en las letras como camino abierto a la conjunción de la exploración de la existencia, la sociedad y sus tramas, la invitación

RNC

423


a posicionarse desde una perspectiva crítica para escribir acerca del espíritu humano. Se ha desempeñado como bombero adscrito al Cuerpo de Apagafuegos de la Universidad Central de Venezuela. Miembro fundador del colectivo cultural estudiantil Rumbo Geográfico. En el año 2006 gana el Primer Lugar del Concurso de Relato y Poesía de la Escuela de Geografía de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV. En 2007 contribuye con un ensayo corto para el Festival Caracas Guevarista, Todas Artes para el Che.

José Gustavo Meléndez Filippe (Caracas, 1949) Licenciado en Educación Superior mención Desarrollo Cultural por la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (Unesr). Inicia sus actividades artísticas en el año 1967. Ha impartido talleres de formación teatral tales como: Actuación, Dirección Teatral, Voz y Dicción, Estructura del Drama, Aproximación al Proceso Teatral, etc. Se ha desempeñado como actor en más de una decena de programas de televisión y en dos largometrajes (Macho y hembra, El secreto) y cuatro cortos de carácter educativo. Ha participado en una decena de festivales nacionales e internacionales (La Habana, Bogotá, Santiago de Compostela y Lugo (España). Entre otros cargos se ha desempeñado como Director del Teatro Universitario de la UCV durante trece años. Productor de radio en Radio Nacional de Venezuela, profesor de Unearte y de la Escuela de Teatro César Rengifo. Productor del programa La voz de los caminos.

Poy Márquez (Flor Auristela Márquez Ugueto) Caracas. Es mención Docente en Danza Contemporánea en la Universidad Nacional de las Artes y licenciada en Educación, mención Desarrollo Cultural. Miembro de la Compañía Coreoarte donde se desempeña hace treinta años como bailarina, intérprete, investigadora y docente.

Teófilo Tortolero (Valencia, estado Carabobo, 1936-Nirgua, estado Yaracuy, 1990) Abogado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo, RNC

424


donde fue jefe del Departamento de Publicaciones y del Departamento de Literatura. Es cofundador de la revista Poesía en esta misma casa de estudios. Ganó dos veces el Premio Único de Poesía de la Bienal José Rafael Pocaterra. Existe en su obra y su vida una fuerte intensidad espontánea y una entrega confiada al azar, y de aquí su amor por los valores de una vida agreste, sencilla, que antagonizó con los desconcertantes ritmos de la subsistencia urbana. Su poesía aluvional recoge fuentes disímiles, desde las cantigas y églogas de la poesía española hasta la poesía de Charles Baudelaire y Vicente Gerbasi. Su obra poética publicada comprende los títulos siguientes: Demencia precoz (1968), Las drogas silvestres (1970), 55 poemas (1981), Parfumajaguaro (1984), La última tierra (1991) y El día perdurable (Antología mínima, 1991).Resta por recoger en estudio una antología general la obra de Tortolero, poco conocida en verdad y escasamente editada en libros ya agotados desde hace tiempo, a pesar de ser una de las voces más auténticas y trascendentes de la poesía contemporánea de Venezuela.

Edgar Méndez (Cabimas, estado Zulia, 1955) Licenciado en Letras por la Universidad del Zulia, magíster en Lingüística y Enseñanza del Lenguaje en la misma casa de estudios. Profesor de la U.N.E Rafael María Baralt. Coordinador del taller de Expresión Literaria de la Facultad de Ingeniería (LUZCabimas (1996-2001)) y del grupo literario Palaba Abierta. (19962001). Colaborador de las revistas: Vórtice 21, Educación en Marcha, Perfil Gremial, En Ristre, Dominios, Oikos, Imagen, Trapos y Helechos. Asimismo, colaborador de los periódicos locales: Crítica, El Zuliano y El Regional del Zulia, en el cual dirigió la página literaria “Palabra Abierta”. Está incluido en las antologías Gente del lago y Atisbando llamaradas, de Velia Bosch y Julio Jiménez respectivamente. Figura en el Diccionario General del Zulia, de Luis Guillermo Hernández y Jesús Ángel Parra.

Freddy Ñáñez (Petare, 1976) Titiritero, poeta y editor. Cineasta. En 2000 funda la editorial Nadie Nos Edita y la revista literaria Sujeto Almado la cual dirige hasta el 2007. Ha publicado entre otros los poemarios: Todos los RNC

425


instantes (1999); Un millón de pájaros muertos (2002); Los hombres que vienen de morir; Fuego donde dice paraíso (2004); Bajo palabra (2005); y Sombra bajo tierra. Con el poemario Postal de sequía gana, en 2009, la XVII Bienal José Antonio Ramos Sucre. En la actualidad preside la Fundación para la Cultura y las Artes de la Alcaldía de Caracas.

José Miguel Acosta Fabelo Biólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela. Graduado en la especialidad de montaje en el Conservatoire du Cinéma Français de París. Profesor Agregado de la Mención Cine de la Escuela de Artes, UCV. Jefe de la Cátedra de Historia del Cine en dicha Mención. Asesor del Centro de Investigación y Documentación de la Fundación Cinemateca Nacional. Participó en los textos colectivos Panorama histórico del cine en Venezuela y Filmografía venezolana 1897-1938; es autor del libro La década del cine oficial: 1927-1938.

Enrique Pérez Díaz (La Habana, Cuba, 1958) Narrador, periodista, editor, poeta y uno de esos intelectuales múltiples capaces de edificar con palabras y con acciones. Ha sido galardonado con los siguientes premios: Especial Abril 2001, y Romance de la Niña Mala por el conjunto de su obra para niños; Premio Aniversario del Triunfo de la Revolución del MININT; La Rosa Blanca de la Sección de Literatura Infantil de la UNEAC, entre otros. Ha organizado varias ediciones del Encuentro Iberoamericano de Literatura y congresos en que el libro y los autores para niños tienen un espacio de privilegio. Algunos de sus títulos publicados son: Inventarse un amigo (1993); El (des) concierto de los gatos (1995); Los extraños oficios de abuela bruja (1996); Escuelita de los horrores (1999); El niño que conversaba con la mar (1999); Micifuz y Minino son grandes amigos (2000).

RNC

426


Asdrúbal González (Puerto Cabello, estado Carabobo, 1938) Poeta. Abogado con postgrado en Derecho Sindical. Narrador. Historiador. Colaborador en las revistas universitarias Humanidades (1960); Universitas Emeritenses (desde 1958); Cultura Universitaria (Caracas, desde 1961). Miembro de la Academia Nacional de la Historia. Entre otras obras, ha publicado Romancero sobre el surco (19609; Harén92 (2000); Fue una lucha del pueblo, lo aseguro (1971); Bartolomé Salom o la virtud (1975).

Antonio Corredor Aveledo Maturín, 1983. Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello, con una tesis sobre fray Juan Antonio Navarrete y su Arca de letras y teatro universal. Hizo el posgrado en Lingüística y Lexicografía Hispánica en la Escuela de Lexicografía Hispánica de la Real Academia Española, Madrid. Se ha desempeñado como profesor de literatura, de castellano y de latín. Actualmente trabaja en el Instituto de Lenguas y Literaturas hispánicas de la Universidad de Neuchâtel, en Suiza, en donde hace su tesis doctoral.

RNC

427



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.