Casa del tiempo 37, febrero de 2017

Page 1

PRESENTACIÓN DE LIBRO Sabacio Kristín Dimitrova Presentan: Alejandro Arteaga y Karla Cano

NOVEDADES EDITORIALES POESÍA Como un pez rojo Juan Manuel Gómez

Revista mensual de cultura Año XXXVI, época V, Vol. IV, número 37 • febrero 2017 • $60.00 • ISSN 0185-4275

Centro Cultural Mexiquense Bicentenario 23 de febrero, 17:00 hrs. Vestíbulo de la Biblioteca

ENSAYO LITERARIO Revolución e ironía en la Francia del siglo XIX Salah J. Khan FILOSOFÍA Paradigmas para una metaforología del cosmos Alberto Fragio

René Avilés Fabila 1940-2016

re Su la p le t (B us e os. m ca “Iz “T en el ta ú n to có pa o e di la ti lec go pa en t Q W es rón R pa est pla ico ra er ne T de n”, s” iem sc de , d e po ar ga Jua Ca en gr n rlo la at M s ui ay G cas ta a óm a: en Áv e pá ila z C ar gi na ro , 80 )

Dos décadas sin Juan Vicente Melo

os

De venta en: Librerías UAM · EDUCAL · FCE · Gandhi · Sótano · Péndulo

Alexander McQueen: el horror y la belleza

D

NARRATIVA Soñar que he vivido Luis de la Torre

www.casadelibrosabiertos.uam.mx

casadeltiempo • número 37 • febrero 2017

ARTE Comunidades y contextos en las teorías y prácticas artísticas contemporáneas Mónica Francisca Benítez Dávila (coord.)

Las misiones de Manuel Tolsá


Universidad Autónoma Metropolitana

Universidad Autónoma Metropolitana

Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería 2017

Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería 2017

Encuentra el Foro UAM en nuestro Stand

Encuentra el Foro UAM en nuestro Stand

Programa de Presentaciones

Jueves 23 de febrero 17:00 hrs., Auditorio 6 Los gobiernos progresistas latinoamericanos: contradicciones, avances y retrocesos Griselda Günter, Juan José Carrillo y Fabiola Escárzaga (coords.) 17:00 hrs., Foro UAM Estado, agenda política y participación social: casos y perspectivas en el ámbito local en México y Argentina Miguel Rodrigo González Ibarra y Virginia Ester D´Angelo Gallino 18:00 hrs., Galería de Rectores El fabuloso saqueo del cenote sagrado de Chichén Itzá Pedro Castro 18:00 hrs., Foro UAM La geopolítica del siglo xxi Graciela Pérez, Ana Teresa Gutiérrez y Beatriz Nadia Pérez (coords.) 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Ética y política para tiempos violentos Gerardo Ávalos 19:00 hrs., Foro UAM Los sistemas socioecológicos y su resiliencia: casos de estudio Rafael Calderón Contreras (coord.) Viernes 24 de febrero 12:00 hrs., Auditorio 5 Revolución pasiva y consolidación del moderno Estado mexicano, 1920-1940 Ernesto Soto 13:00 hrs., Salón El Caballito El carnaval de la capital Bulmaro Villarruel 16:00 hrs., Foro UAM Utopías y mitos Javier Meza y Alberto Trejo (coords.) 17:00 hrs., Auditorio 5 Método instrumental para universitarios Ángel Manzur, Judith Cardoso, Rubicela Vargas, Andrés Estrada y Dolores Ayala 17:00 hrs., Salón Filomeno Mata Herejía Alejandro Anaya 17:00 hrs., Foro UAM (In)disciplinar la investigación. Archivo, trabajo de campo y escritura Frida Gorbach y Mario Rufer (coords.) 18:00 hrs., Auditorio Sotero Prieto Hacia un marxismo mundano Armando Bartra 18:00 hrs., Foro UAM Anuario de estudios urbanos 2016 / Crítica de la producción del espacio Elías Huamán Herrera (coord.) 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Tesis filosóficas José María Morelos 19:00 hrs., Foro UAM Los imaginarios del turismo. El caso de los pueblos mágicos Liliana López Levi y Carmen Valverde

Sábado 25 de febrero 12:00 hrs., Auditorio 5 Psicoterapia corporal. Bases teóricas de las prácticas Fernando Ortiz Lachica 13:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Jaime Ruelas: ilustrando el high energy. Arte fantástico mexicano Itzel Sáinz, Juan Rogelio Ramírez y Antonio Ramírez 16:00 hrs., Foro UAM Sujeto, narración y experiencia. Análisis de siete autobiografías de la colección jóvenes escritores Humberto Guerra 17:00 hrs., Salón Filomeno Mata Economía y cultura. Críticas, emprendimientos y solidaridades Marissa Reyes Godínez, Jorge Linares Ortiz y Marco Vinicio Ferruzca Navarro (coords.) 17:00 hrs., Salón El Caballito Teoría y aplicaciones en la administración de riesgos Beatriz Mota Aragón y José Antonio Núñez Mora 17:00 hrs., Foro UAM Revista Argumentos, número especial. Cien años de la constitución Joel Flores (coord.) 18:00 hrs., Salón Filomeno Mata Mi hijo, lo mejor que me ha pasado en la vida. Una aproximación a los significados de las trayectorias sexuales reproductivas de madres adolescentes en contexto de pobreza Gloria Elizabeth García Hernández 18:00 hrs., Foro UAM Capitalismo especulativo y blindaje financiero. El costo de las reservas en México Carlos Rozo Bernal 19:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Psicologías sociales aplicadas. Temas clásicos, nuevas aproximaciones y campos interdisciplinarios Octavio Nateras, Salvador Arciga y Jorge Mendoza (coords.) 19:00 hrs., Foro UAM Diseñomas. Revista internacional de diseño, medio ambiente y sostenibilidad / Paisaje y jardín como patrimonio cultural. Diversas miradas desde México y Brasil Varios Autores / Félix Alfonso Martínez Sánchez y Ana Rita Sá Carneiro (coords.) Lunes 27 de febrero 12:00 hrs., Auditorio 5 Mm1 Un año de diseñarte 2016 Varios Autores 13:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Notas para el curso de administración de la producción Lisaura Walkiria Rodríguez Alvarado y Jesús Loyo Quijada 16:00 hrs., Foro UAM El murmullo social de la violencia en México, La experiencia de los sujetos afectados por la guerra contra el narcotráfico Miriam Bautista Arias 17:00 hrs., Auditorio 5 Metrópolis México / Modelos clave para el diseñador ante los escenarios de cambio Sergio Padilla Galicia / Francisco Javier Gutiérrez Ruiz y Jorge Rodríguez Martínez (coords.)

17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Un acercamiento al álgebra lineal y al análisis vectorial. Tomos I y II Cesareo García Martínez y Hugo Hernández Saldaña 17:00 hrs., Foro UAM Nación y estudios culturales. Debates desde la poscolonialidad Ma. del Carmen de la Peza y Mario Rufer (coords.) 18:00 hrs., Auditorio 5 Universalidad, internacionalidad, instrumentalidad. Caracterizaciones en la arquitectura de la modernidad Aarón Caballero Quiroz 18:00 hrs., Foro UAM Dinero y capital. Hacia una reconstrucción de la teoría del dinero de Marx Roberto Escorcia y Mario Robles 19:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Evaluación del aprendizaje y para el aprendizaje. Reinventar la evaluación en el aula Tiburcio Moreno Olivos 19:00 Foro UAM La revolución silenciosa / La Ciudad de México. Visiones críticas desde la arquitectura, el urbanismo y el diseño Varios autores / Fausto Rodríguez Manzo (coord.) Martes 28 de febrero 12:00 hrs., Auditorio 5 Paradojas de la hipermodernidad. Entrevista a Gilles Lipovetsky y comentarios críticos de sociólogos mexicanos María Magdalena Trujano Ruiz (coord.) 13:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Apreciaciones socioculturales de la música Alan Edmundo Granados Sevilla y José Hernández Prado (coords.) 16:00 hrs., Foro UAM Estrategias frente a la turbulencia económica internacional Ricardo Buzo de la Peña y Carlos Gómez Chiñas (coords.) 17:00 hrs., Auditorio 5 Habitar la centralidad urbana. Reflexiones y debates alrededor de un proyecto de investigación René Coulomb y Víctor Delgadillo (coords.) 17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá La coordinación metropolitana en el sistema federal: experiencias y trazos institucionales Alberto Arellano 17:00 hrs., Foro UAM Revista Cuestión de diseño / Revista Taller Servicio 24 horas Varios Autores 18:00 hrs., Galería de Rectores Espacios y repertorios de la protesta Sergio Tamayo Flores-Alatorre 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Contextos y comunidades en las teorías y prácticas artísticas contemporáneas Mónica F. Benítez Dávila (coord.) 19:00 hrs., Foro UAM Trabajando para vivir, entre la pobreza y la miseria. El caso de los jornaleros agrícolas en México José Manuel Hernández Trujillo y María Antonieta Barrón Pérez

Más presentaciones >>>

Programa de Presentaciones

Miércoles 1 de marzo 12:00 hrs., Auditorio 5 Marx y Freud: hacia una nueva racionalidad de la sociedad y de la historia Gabriel Vargas Lozano y Raúl Páramo Ortega 13:00 hrs., Salón Manuel Tolsá E. P. Thompson, democracia y socialismo Alejandro Estrella (ed.) 16:00 hrs., Foro UAM Santa Federico Gamboa 17:00 hrs., Auditorio 6 El empirismo lógico. Textos básicos Thomas Mormann y Álvaro Peláez (comps.) 17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Voces y experiencias de quienes forjaron una nación. La migración a Estados Unidos desde la época colonial al siglo XX Ángela Moyano y María Estela Báez-Villaseñor 17:00 Foro UAM Revista Fuentes humanísticas # 53 Teresita Quiroz Ávila (dir.) 18:00 Galería de Rectores Imaginar el futuro. Partidos nacionales y programas políticos en México, 1918-1928 Javier Mac Gregor Campuzano 18:00 hrs., Foro UAM Abordajes en innovación, conocimiento y tecnología ante los retos de la realidad contemporánea María Anahí Gallardo Velázquez y David Salvador Cruz Rodríguez (coords.) 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Revista Alegatos # 94 Javier Huerta Jurado (dir.) 19:00 hrs., Foro UAM La masculinidad como producción discursiva y la feminidad como silencio en El vacío y Los años falsos de Josefina Vicens Isabel Lincoln Jueves 2 de marzo 12:00 hrs., Auditorio 5 Paradigmas para una metaforología del cosmos. Hans Blumenberg y las metáforas contemporáneas del universo Alberto Fragio 13:00 hrs., Salón Filomeno Mata Espacialidades. Revista de temas contemporáneos lugares, política y cultura / Trashumante. Revista americana de historia social Varios autores 16:00 hrs., Foro UAM Estudios de arquitectura bioclimática XII / Principios básicos para la accesibilidad en instituciones de educación superior Gloria María Castorena Espinosa (coord.) / Francesca Sasso Yada 17:00 hrs., Auditorio 6 Estrategias didácticas en educación superior basadas en el aprendizaje: innovación educativa y TIC Fernanda Vázquez

<<< Más presentaciones

17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Como un pez rojo Juan Manuel Gómez 17:00 hrs., Foro UAM Charlas de Pedro Ramírez Vázquez / Charlas de Martín L. Gutiérrez Pedro Ramírez Vázquez / Martín L. Gutiérrez 18:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería 43 Francisco Mata Rosas y Felipe Victoriano (coords.) 18:00 hrs., Foro UAM Expo CyAD #2 / CyAD investiga 2016 Varios Autores 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Memorias de guerra de una pequeña francesa Marie-Claire Figueroa 19:00 hrs., Foro UAM Tecnología y diseño #5 Varios Autores Viernes 3 de marzo 12:00 hrs., Auditorio 5 Alimentación de ganado bovino con dietas altas en grano Germán Mendoza Martínez, Raúl Ricalde Velasco et al. 13:00 hrs., Auditorio 6 Hacia una visión antropológica de la discapacidad Mario A. Mandujano Valdés y María del Carmen Sánchez Pérez 16:00 hrs., Foro UAM De la “vieja” a la “nueva” justicia indígena. Transformaciones y continuidades en las justicias indígenas de Michoacán Orlando Aragón Andrade 17:00 Auditorio 5 Lo que su cuerpo me provoca Ethel Krauze 17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Introducción a la biología celular humana. La reprogramación de las células somáticas tisulares: un modelo de diferenciación celular Víctor M. Valdespino Gómez, Patricia M. Valdespino Castillo y Víctor E. Valdespino Castillo 17:00 hrs., Foro UAM Diario de Jerusalén Ignacio Trejo Fuentes 18:00 hrs., Auditorio 4 Análisis y controversias sobre las actuales reformas estructurales Pascual García-Alba Iduñate, María Elvira Buelna Serrano, Lucino Gutiérrez Herrera y Francisco Javier Rodríguez Garza (coords.) 18:00 hrs., Foro UAM Las Bromeliaceae del estado de Morelos Edith González Rocha, Adolfo Espejo Serna, Ana Rosa López Ferrari y Rosa Cerros Tlatilpa 19:00 hrs., Auditorio 4 Sabacio Kristín Dimitrova

19:00 hrs., Foro UAM Diario de filosofía para un Don Nadie Hugo Enrique Sáez Sábado 4 de marzo 12:00 hrs., Auditorio 6 Arnaldo Coen. Donde empieza el silencio en el espacio tiempo Celia Fanjul Peña 13:00 hrs., Salón Filomeno Mata Enrique Segarra. Grabador de luz Enrique Segarra 16:00 hrs., Foro UAM Lo bueno, lo malo y lo feo de la actividad científica y de nuestra visión del universo Caupolicán Muñoz Gamboa 17:00 hrs., Salón Filomeno Mata Arte, teoría y tecnología en el diseño / Educación superior del diseño: pedagogía y conocimiento / Pedagogía del diseño en el Sistema Modular UAM Xochimilco Azucena Mondragón Milán, Ana Julia Arroyo Urióstegui y Carlos Arozamena Guillén (coords.) 17:00 hrs., Foro UAM Participación ciudadana y estructura política en la Ciudad de México Héctor Tejera Gaona 18:00 hrs., Auditorio 5 Para amar el arte Victoria García Jolly 18:00 hrs., Foro UAM “La gente no sabe por quién vota; tiene que hacerlo así, porque así se hace”. Estructura política, identificaciones clientelares y procesos electorales en la Ciudad de México Héctor Tejera Gaona 19:00 hrs., hrs., Salón Filomeno Mata Manual de prácticas de laboratorio. Pruebas de identificación de factores de riesgo de caries Leonor Sánchez Pérez 19:00 hrs., Foro UAM Soñar que he vivido Luis de la Torre

www.casadelibrosabiertos.uam.mx


Editorial

René Avilés Fabila —escritor prolífico y académico destacado, profesor distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana, reconocido por distintas instituciones y universidades del país que le valieron dos veces el Premio Nacional de Periodismo, la Medalla Bellas Artes y el Premio Colima a la mejor obra narrativa— apareció en el panorama de la literatura mexicana en los años sesenta del siglo pasado bajo la guía de Juan José Arreola y Juan Rulfo en el ya legendario Centro Mexicano de Escritores. Polemista y gran conversador, René emprendió con esfuerzo singular varios proyectos culturales, entre ellos, el desaparecido Museo del Escritor y la fundación que lleva su nombre. Sus mayores empresas, sin embargo, fueron la difusión de la cultura y la amistad. Por tanto, a manera de homenaje, Casa del tiempo reunió una muestra representativa de textos de familiares, amigos, lectores, colegas y alumnos en donde se comentan las anécdotas, se valoran las obras o se comparten las lecciones, las recordanzas y el legado del autonombrado Águila Negra. En la sección Ménades y Meninas, Jorge Vázquez Ángeles cuenta los avatares del escultor y arquitecto Manuel Tolsá en la encomienda para transportar de España a México las esculturas y los pertrechos que afianzarían a la recién fundada Academia de San Carlos, las vicisitudes del proyecto arquitectónico del Palacio de Minería y los secretos de la fundición de la Estatua ecuestre de Carlos IV, también llamada el “Caballito”. Asimismo, Héctor Antonio Sánchez nos introduce a la vida breve del diseñador de modas Alexander McQueen cuyas obras fueron exhibidas como piezas de arte en una exposición en el Met de Nueva York tras su muerte autoinfligida, en 2010. Y en Antes y después del Hubble, el poeta José Homero nos comparte un recuerdo personal del escritor veracruzano Juan Vicente Melo a veintiún años de su muerte.


Rector General Salvador Vega y León Secretario General Norberto Manjarrez Alvarez Unidad Azcapotzalco Rector Romualdo López Zárate Secretario Abelardo González Aragón Unidad Cuajimalpa Rector Eduardo Peñalosa Castro Secretario Alfonso Mauricio Sales Cruz Unidad Iztapalapa Rector José Octavio Nateras Domínguez Secretario Miguel Ángel Gómez Fonseca Unidad Lerma Rector Emilio Sordo Zabay Secretario Darío Guaycochea Guglielmi Unidad Xochimilco Rectora Patricia Emilia Alfaro Moctezuma Secretario Guillermo Joaquín Jiménez Mercado Casa del tiempo, año xxxvi, época v, vol. iv, núm 37 • febrero 2017. Revista mensual de cultura de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Director Lucino Gutiérrez Herrera Subdirector Bernardo Ruiz Comité editorial Laura Elisa León, Vida Valero, Rosaura Grether, Erasmo Sáenz, (†) María Teresa de la Selva, Gabriela Contreras y Mario Mandujano Coordinación y redacción Alejandro Arteaga y Jesús Francisco Conde de Arriaga Investigación documental Miguel Ángel Flores Vilchis Redes sociales Amelia Salcido Jefe de Diseño Francisco López López Diseño de maqueta y formación Guadalupe Urbina Martínez Imagen de portada René Avilés Fabila. Fotografía: Bernardo Ruiz Edición Internet Jorge Ordaz Distribución Marco Moctezuma, Subdirección de Distribución y Promoción Editorial, Rectoría General UAM, Prolongación Canal de Miramontes 3855, 2º piso, Ex hacienda San Juan de Dios, Delegación Tlalpan, 14387, Ciudad de México. Casa del tiempo, año XXXVI, época V, vol. IV, número 37, febrero 2017, es una publicación mensual editada por la Universidad Autónoma Metropolitana. Prolongación Canal de Miramontes 3855, Col. Ex-Hacienda San Juan de Dios, delegación Tlalpan, C.P. 14387, México, D.F.; teléfono 5483 4000, ext. 1509 y 1510. Página electrónica www. uam.mx/difusion/casadeltiempo y direcciones electrónicas editor@correo.uam.mx / editoruamct@gmail.com. Editor Responsable: Mtro. Bernardo Javier Ruiz López. Certificado de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo del Título número 04-2013092511191100-203, ISSN: 2448-5446, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Ing. Jorge Ordaz Ortiz, Dirección de Tecnologías de la Información, calle Prolongación Canal de Miramontes 3855, 1er piso, Col. Ex-Hacienda San Juan de Dios, Delegación Tlalpan, C.P. 14387, México, D.F. Fecha de última modificación: 30 de enero de 2017. Tamaño de archivo: 20 MB. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Universidad Autónoma Metropolitana.

editorial, 1 torre de marfil Dogma, 3 Iván Cruz Osorio

profanos y grafiteros René en la intimidad, 6 Rosario Casco Montoya Nuestro último viaje juntos, 10 Iris Santacruz Fabila René Avilés Fabila: un prodigio mitad Águila y mitad Capitán, 15 Teodoro Villegas RAF el escritor; René, el hombre, 17 Bernardo Ruiz Todavía no es nostalgia, 22 Juan Luis Nutte Lectora fiel, 26 Patricia Zama Radiografía de un México convulso: El gran solitario de Palacio, de René Avilés Fabila, 29 Mario Saavedra La revelación apócrifa de Avilés Fabila, 34 Ramón Castillo Cómo no desear a la mujer de mi prójimo, 38 Jesús Vicente García

ménades y meninas Las misiones de Manuel Tolsá, 42 Jorge Vázquez Ángeles Walid Raad: estrategias artísticas ante el desastre, 48 Verónica Bujeiro Alexander McQueen: el horror y la belleza, 54 Héctor Antonio Sánchez

antes y después del Hubble Que veinte años no es nada: dos décadas sin Juan Vicente Melo (1932-1996), 60 José Homero Diario de lecturas para el fin del mundo, 64 Rafael Toriz

intervenciones, 68 Mateo Pizarro

francotiradores Roald Dahl, escritor pornográfico, 69 Andrés García Barrios American Honey, el rito de iniciación o la joven Werther, 71 Brenda Ríos Las tres bodas de Manolita: Almudena Grandes y las vidas simuladas, 73 Moisés Elías Fuentes La vida que se va con vergüenza: La tormenta hindú, de Ana García Bergua, 75 Nora de la Cruz Sol sobre el Sinaia, 78 Claudia Solís-Ogarrio

colaboran, 80 Tiempo en la casa. Dos relatos. “Tú no tienes planes”, de Carlos Gómez Carro, e “Iztapalapa Western”, de Juan de Dios Maya Ávila


torredemarfil

Dogma Iván Cruz Osorio

6 This is Saint Lawrence Avenue the next stop is Morrison Avenue / Soundview

ese momento que no te pertenece y sin embargo has congelado como una mancha en la mirada: un recuerdo que hemos forjado juntos y que no es recuerdo sino lo imaginado que nada tiene que ver contigo pero debemos creerlo nuestro como la última imagen de un moribundo: tu mirada fija en la ventanilla del tren que se arroja a la estación: puedo escucharte frente algo remotísimo que parece tu hijamuerta rodando por las escaleras balbuceas su nombre sin terminar de decirlo si hubieras llegado en el momento exacto pero eres incapaz de verte en el recuerdo de un muerto dicen que sólo los difuntos recordaron qué habías hecho cómo te mentaban entonces dicen que tu sombra sonaba a una procesión de vidrios rotos pero nadie evocó aquello que te niegas a admitir nadie tenía presente si regresabas pero se supo que un agrio hálito de astillas penaba entre los árboles

torre de marfil |

3


6 This is Morrison Avenue / Soundview the next stop is Elder Avenue

—estabas solo y no oías o a saber si un barullo quedó en tu oído pero tu beso no significaba lo mismo que su beso —¿no la amabas? —no lo sabemos pero un cristal roto entró en la frialdad de tu mano y unos vidriecitos empezaron a barbullar entre tus dientes quisieras olvidar el espejo encontrarte con ese otro rostro con ese hombre derruido de manos huecas y homicidas que remueven las sombras qué felices están todos por su arrasamiento por recibir el veneno el bendito fuego en las plazas en sus hogares saben que nada se salvará que la matanza es un don irremediable y que nadie se avergüenza de su silencio así sea todos bien muertos bien silenciosos muñón sobre muñón sshhhh amor de estrepitosas caderas arrúllame entráñame con tu subversiva rabia

6 This is Elder Avenue the next stop is Whitlock Avenue

arando melancolía abajo sin danzones en las banquetas ni mojados sueños en los puentes abaratando en tu vientre mi esperanza hasta la soledad de las manos cuándo vuelves de ahí nos vidrios y tarareas no volveré muerta de pena o de impudicia torneada mía amé mal y tanto tus piernas abrazadoras tu beso adolescente tu lateral izquierdo labio a labio

4 | casa del tiempo


y eres así inmisericorde injuriosa desde tus ojos de dulce muerte y no tengo crepúsculo ni consigna para tu cuerpo de treinta que embriaga y corresponde dignísima de todo cuarto oscuro o rojo camarada Lucía mi dogma

6 This is Whitlock Avenue the next stop is Hunts Point Avenue

el espejo: la mujer desnuda que camina frente a la ventana de izquierda a derecha y percibe su reflejo ¿quién es el hombre que se acerca desnudo y la abraza con su frialdad de niebla? ¿quién era? recuerda su lumbrita sus pezones ateridos clavados en ese reflejo donde no estuviste donde Lucía te amó pero no estuviste porque no tienes recuerdos pero tienes esa imagen que no te dejará —no partía el amor regresaba acaso como de un vidrio roto que ya nos había trinchado las manos —no era nada pero es como quien persigue lo que lleva dentro o lo que dicen que uno lleva dentro —¿quién es? —el círculo no culmina

6 This is Hunts Point Avenue the next stop is Longwood Avenue

su nombre que sólo existe como la figuración de un rostro que hemos tratado de omitir como si aquello que te une irremediablemente con la vida pudiera ser alcanzado por el olvido sus ojos que recuerdas con un nombre inventado o su nuca y la sangre en nuestras manos o su rostro frío que quisieras borrar entre tus dedos Hijamuerta: sólo piedras retumban en la noche como cargueros rumbo al naufragio no estás farfullas en los cristales eres silencio de los navíos torre de marfil |

5


profanos y grafiteros

René en la intimidad

Rosario Casco Montoya

6|

casa del tiempo Rosario y René Aviés Fabila. Fotografía: Fundación René Avilés Fabila


René era un personaje excepcional: carismático, con infatigable sentido del humor, coqueto, presumido, muy culto, buen conversador, incorruptible, amante de la buena comida y la bebida, fotogénico, con una sonrisa encantadora. Lo que más admiraba de él eran: su concepto de amistad —ya que sus amigos eran lo más importante y los defendía a capa y espada—, su generosidad, el respeto que poseía por quienes consideraba fueron sus maestros; pero sobre todo su inquebrantable posición política. Hizo lo que quiso, criticó acremente a quienes consideraba se lo merecían y murió como quería. Incluso, su canción favorita era Non, je ne regrette rien de Charles Dumont y Michel Vaucaire, cantada por Edith Piaf. Es la canción de inicio de su página web de la parte autobiográfica. No, no se lamentó de nada de lo que hizo. Incluso escribió que si bien ingresó al terreno literario con una novela contracultural como fue Los juegos —que le ocasionó muchos sinsabores y repudio de las camarillas culturales en el poder a mediados de los sesenta—, lo volvería a hacer, ya que se divirtió muchísimo al escribirla. Incontables personas le pidieron que escribiera la segunda parte, ya que aún existen esas pequeñas mafias literarias que dicen quiénes valen y quiénes no. Pero no lo consideró necesario. Ignoro si René presentía la muerte. No obstante hablaba muy seguido de ella. Semanas antes a una amiga le contó que quería morir como su mamá, de un derrame cerebral, y una semana antes de morir en una comida con amigos les comentó que quería morir de un solo golpe. En ocasiones me decía que quería fallecer sólo por treinta minutos, para regresar y escribir lo que se sentía. De cualquier manera se le cumplieron los dos primeros deseos. Murió de un infarto masivo al miocardio en cinco minutos. Se fue guapo, con el mismo sentido del humor que lo caracterizó, en plena actividad creativa, con muchos proyectos por delante (como vivir en España, dedicándose exclusivamente a escribir y sin ninguna

profanos y grafiteros |

7


enfermedad visible). Le aterraba quedar inválido, o permanecer entubado o conectado a algún aparato en un hospital. Incluso en la muerte tuvo suerte. En general puedo afirmar que René estaba harto de todo lo que pasaba en México, desde el punto de vista no sólo cultural sino político y social. Nunca comprendió cómo era posible que a nadie le interesara abrir el Museo del Escritor, si él estaba dispuesto a regalar todo su acervo. Ello lo decepcionó mucho después de luchar durante diez años para encontrarle un digno lugar. En ocasiones me decía: “Ya, vende todo y vámonos de este maldito país. Los políticos cada vez son más corruptos y más ignorantes, la sociedad no responde, los medios de comunicación son comparsas del grupo en el poder y la censura sigue existiendo de otra forma, los premios literarios todos están amañados”. Murió decepcionado del país y de la academia, y con un hartazgo muy acentuado. Una de las últimas desilusiones que tuvo fue saber que no ganó el Premio Nacional de Artes y Literatura 2016, ya que se otorgó con argumentos nada literarios, simplemente avalado por el género y enfermedad de la persona que lo ganó. No hubo razones literarias de peso, el premio estaba otorgado de antemano. Tal situación lo afectó mucho sentimentalmente y considero que eso le ocasionó un terrible daño, del que no me di cuenta a tiempo. Su carácter y sentido del humor escondieron ese terrible golpe a su inteligencia, promoción cultural y quehacer literario. Incluso, en una novela que apenas comenzó y ni título tenía, abre con el subtítulo “Palabras finales” de la siguiente manera: La muerte es el final, nada hay después de ella. De ninguna manera habrá un sacerdote. No es que piense en la muerte, es mera precaución en un país que de pronto ante mis ojos se deformó y se perdieron las esperanzas, al menos para mí. Seguiré con mi vida o mejor dicho, caminaré por las rutas que se abran ante mí. Tampoco volveré a escribir, salvo notas cortas o correos electrónicos. He perdido interés en México y honestamente en cualquier otro país por prometedor que pueda ser. Éste es mi testamento o mi última voluntad, escrita sin la amenaza de enfermedades. La vejez llegará cuando llegue y la aceptaré si es decorosa. De lo contrario, nunca está de más una buena dosis de somníferos o, para ser dramático, un pistoletazo en la sien. Ahora, como hombre práctico que soy, le ruego a quien encuentre mi cadáver, si está en buen estado, no lo incineren, denle un uso razonable: que vaya a la Facultad de Medicina de la unam, allí tendré una cierta utilidad. Si la descomposición de mi envoltura es avanzada, entonces sí, quémenlo. Se supone que el fuego purifica y yo sí que necesito de tal proceso. Gracias, atentamente, René Avilés Fabila.

Personalmente pienso que le faltaron cinco años de vida para concluir una novela sobre su padre a sugerencia de Fernando Vallejo que conoció a René Avilés Rojas y que pensaba que era una forma de saldar cuentas con él. Si escribió una novela sobre su madre, por qué no acerca de su progenitor, al que poco conoció y contra

8 | casa del tiempo


quien tantos reclamos tenía. René pensaba que podría haber sido su última novela, una de gran aliento, elaborada fuera del país tras abandonar no sólo el periodismo sino también la academia, dedicado sólo a leer, escribir y pasear. Yo no soy crítica literaria ni me considero de una cultura elevada, pero él hacía mucho caso a mis juicios acerca de su literatura. Yo siempre he sido la primera en leer su producción y en darle mi opinión. Generalmente me hizo caso. Y yo era la última en dar la orden para que se fueran a impresión sus libros. Eso me ha permitido conocer toda su obra y saber que existen cuentos magistrales y novelas bastante buenas que debieron haber tenido una mejor aceptación. Me consta la facilidad con la que escribía, sobre todo los minicuentos. Veía una escultura, una pirámide, un cuadro y se le ocurría un cuento inmediatamente. En todos los viajes que hicimos siempre regresaba con notas para redactar los relatos que imaginó al ver otras culturas, dialogar con diferentes personas y conocer otros escenarios. Es muy pronto para evaluar su obra. Tiene todavía muchos enemigos en la mafia cultural. Creo que será dentro de unos cinco años cuando se valorará cabalmente su producción literaria. Separando al escritor del político o periodista se podrá realizar un análisis más objetivo de lo que significa su obra y de la importancia que tiene por los temas que trató. Será sin duda considerado uno de los mejores escritores mexicanos. Nos conocimos en la Escuela Nacional Preparatoria número 7 y nos hicimos novios el 9 de junio de 1960. Desde entonces y hasta su fallecimiento el 9 de octubre de 2016 siempre estuvimos juntos. Mentiría si dijera que todo fue miel sobre hojuelas. Durante ese periodo tuvimos ratos malos, como cualquier matrimonio. Pero me atrevo a decir que el noventa por ciento de esos cincuenta y seis años fue maravilloso: crecimos juntos en edad e intelectualmente, cada quien en su campo; nunca hubo

competencia de ningún tipo, ni tampoco problemas en cuanto a los recursos económicos que obteníamos. Todo era de los dos. Siempre hubo un entendimiento casi perfecto. Él me ayudaba en lo que podía y yo lo auxiliaba en donde lo requería. Me apoyó todo el tiempo en mi carrera como funcionaria pública y cuando en 2004 tuve que renunciar a la titularidad de una dirección general, me hice cargo completamente de la Fundación René Avilés Fabila. Desde ese entonces estuvimos más cerca, ya lo podía acompañar a algunas actividades y reuniones sociales que antes me era difícil hacerlo. Viajamos a muchos países, y era una delicia conocer lo que sabía de cada lugar que visitábamos. De sus conversaciones siempre aprendí algo y su sentido del humor me encantaba. Por eso ahora me hace falta, extraño esas charlas y pienso en los viajes que estaban programados y que ya no realizaremos juntos. Aunque ignoro qué sigue después de la muerte, René siempre decía que existía un cielo para escritores. Con esta idea ampliada, no sólo para escritores sino para gente querida, me consuelo al pensar que está junto a su hermana Leonora, a quien adoraba, y a numerosos amigos —a los que mucho quería— como Rubén Bonifaz Nuño, José María Fernández Unsaín, Griselda Álvarez, Alí Chumacero, Ricardo Garibay, Elena Garro, Rafael Solana... Igual, quiero pensar que estará conversando con Juan Rulfo, Juan José Arreola, Francisco Monterde, José Revueltas, Jorge Luis Borges, etcétera. Asimismo estará escuchando a sus cantantes favoritos: Elvis Presley, Frank Sinatra, Jim Morrison, John Lennon, Édith Piaf, Roy Orbison, Freddie Mercury… Y al mismo tiempo quiero creer que tendrá la posibilidad de seguir discutiendo y criticando a Carlos Monsiváis, René Avilés Rojas, Rafael Tovar y de Teresa, Octavio Paz, Gustavo Díaz Ordaz… De cualquier manera, y por otras razones, deseo concluir esta nota citando el epílogo de su libro El gran solitario de Palacio: “Carajo, ¡qué soledad!”.

profanos y grafiteros |

9


Rosario Casco, René e Iris Santacruz en París en 1970 / Número 65 de la Rue des Prairies. Fotografías: Fundación René Avilés Fabila e Iris Santacruz

Nuestro último viaje juntos

Iris Santacruz

10 | casa del tiempo


Para Rosario, Alfonso, César y, por supuesto, Claudia.

Enviado: viernes 23 de diciembre de 2016 Para: Claudia

Querida Claudia: Te escribo este primer correo para cumplir la promesa de mantenerte al tanto y para decirte que llegamos bien. No tuvimos inconvenientes, aunque al salir de la Ciudad de México nos detuvieron para revisar los papeles; después de una verificación cuidadosa, nos dejaron pasar sin ningún problema. El avión salió con retraso y me preocupaba avisar a una tal Giulia que llegaríamos un poco más tarde de lo previsto al departamento que rentamos en Rue de la Pachiminerie, en un quinto piso y, como todos los edificios viejos de París, sin elevador. Caminamos un poco para ubicarnos y darle el golpe a la ciudad. Acá la iglesia de Saint-Séverin, allí se cruzan Saint-Germain y Saint-Michel, al otro lado Notre-Dame, por ahí debe estar Shakespeare and Company, desde luego la calle Cujas y la Sorbonne. Creo que mañana debemos empezar por los jardines de Luxemburgo. Diario bajábamos en la estación de Metro Luxemburgo, no importa si veníamos de Denfert-Rochereau, al principio, o de Gambetta después, y siempre cruzábamos el jardín para ir a Boulevard Raspail. En una de tantas caminatas por sus senderos la vimos. Luego él escribiría: Los milagros no son frecuentes y en mi mundo no existen, nunca pude ver a esos amores. Pero en París los portentos ocurren: una vez, cruzando el jardín de Luxemburgo (con Iris, mi hermana), en una banca, estaba sentada la perfecta Catherine Deneuve, quien me cautivó al verla en Belle de jour, de Luis Buñuel. Mi descripción viene de esos días: “Hierática, imperturbable, perfecta, con estupendos problemas sexuales. Estaba sola, con las manos juntas, como una escultura de mármol cubierta por un chal rojizo y una larga falda negra… Su belleza era aún mayor que en la pantalla. Nadie se acercaba a ella. Ni siquiera sus compañeros. No me pasó por la mente la posibilidad de pedirle su firma en mi cuaderno escolar.

Sólo la miré hasta que el sueño concluyó y Catherine desapareció lenta, elegantemente, majestuosa, con rumbo a la salida del jardín, hacia un automóvil oscuro. No maldije mi timidez, me bastó verla a corta distancia durante eternos minutos, que para mí fueron años, siglos”.

Mañana es la cena de Navidad, voy a extrañar a Alfonso. Te mando un beso y muchos saludos, Iris.

Enviado: viernes 24 de diciembre de 2016 Para: Claudia

Querida Claudia: No pudimos dormir, a pesar del cansancio, nos levantamos a las tres de la mañana, como de común acuerdo, y fuimos a la cocina a platicar y a tomar té. En cuanto amaneció quisimos pasar primero a Notre-Dame, pero el operativo policiaco nos hizo desistir. Nos conformamos con ir a Saint-Séverin a prender una vela. Ella dice que los muertos necesitan tener luces encendidas para encontrar su camino, dice que no sabe hacia dónde, pero que nada nos cuesta dejarle luces por todos lados para ayudarle a transitar. Yo no lo creo, de modo que si encuentro libros de visitas o dónde escribir comentarios, le escribiré recados. Prefiero la palabra escrita. En el Pont de Saint-Louis, bajamos las escaleras que conducen al río y allí hicimos nuestra primera parada para despedirnos de él. Luego caminamos a Panthéon y en la iglesia de Saint-Étienne-du-Mont, una bella construcción consagrada a Santa Genoveva, la patrona de París, prendimos otra vela y, para mi fortuna, había un enorme libro sobre un atril, en el que los visitantes dejan sus agradecimientos o peticiones a la santa. Le escribí directamente a René, aunque tal vez debí pedir la intermediación de la santa, para que supiera por qué prendimos unas velas por él y contarle lo del río Sena.

profanos y grafiteros |

11


Caminamos hacia Luxemburgo y allí donde vio la belleza elegantísima de la Deneuve dejamos el primero de sus libros, luego junto a la más pequeña de las dos Estatuas de la Libertad que hay en París, lo dejamos para que descanse en ese jardín en el que únicamente en invierno no buscábamos pretextos para vagabundear por sus rincones. Regresamos a Saint-Germain-des-Prés en busca de la Rhumerie. Ese era, por mucho, nuestro lugar favorito, un bar situado en una de las avenidas más bellas y bulliciosas de todo París, donde bebíamos ron barato con jugo de piña. Íbamos a todas horas, aún en horas de clase, y nos sentábamos en la terraza a ver pasar a la gente. Por cada vaso de ron que bebíamos, nos iban acumulando los dessous de verre y, al final, el mesero contaba cuántos teníamos y eso era lo que nos cobraban. Desde luego sólo sucedió la primera vez, en cuanto mi hermano descubrió tal método de hacer la cuenta, empezó a retirar unos cuantos de cada montón, de modo que siempre nos salía más barato. Por cierto, era el único lugar en el que le gustaba practicar su francés: la même chose, s’il vous plâit. Te mando un abrazo, Iris.

Enviado: viernes 25 de diciembre de 2016 Para: Claudia

Mi querida Claudia: Ya estamos un poco más descansadas. En un día en que todo está cerrado, pensamos que lo mejor era optar por Montmartre, lo encontramos lleno de gente y el Musée de Montmartre abierto. En una ladera en la que aún hay una vieja viña, nos despedimos de él y dejamos sobre una banca uno de sus libros para que alguien lo encuentre. ¿Te imaginas qué hará quien se encuentre De Sirenas a Sirenas, esa bonita edición de la uam? Parece un proyecto de Francis Alÿs, el artista que ha inventado narrativas a partir de acciones inocuas, como la de los caracoles de bronce tirados a la basura para luego tratar de recuperarlos.

12 | casa del tiempo

Al salir del museo, le volví a escribir un mensaje para que sepa que allí estuvimos. Seguro estará contento compartiendo con los fantasmas de Toulousse Lautrec, Degas, Renoir, Picasso o Dalí. Como mañana es cumpleaños de ella, fuimos a ubicar el restaurante en el que quiere comer en el Grand Palais. Bellísimo lugar, con sus arcadas inmensas y su jardín interior y las fuentes móviles de Paul Buri. Caminamos por Saint Honoré y en el Pont Alexandre III tomamos un barquito para recorrer el Sena y ver la Tour Eiffel de noche. Un buen día a pesar de ser feriado. Te mando un gran abrazo, Iris.

Enviado: viernes 26 de diciembre de 2016 Para: Claudia

Querida Claudia: Hoy es su cumpleaños, me imagino que será un día especialmente difícil para ella. Por si fuera poco, amaneció nublado y lluvioso igual que el día que él murió. Iremos al 20é, donde vivimos la mayor parte del tiempo. Hicimos el viaje en Metro hasta la estación Gambetta, donde siempre nos bajábamos para ir al departamento. Llovía muy ligeramente y eso hacía la caminata incómoda, dimos vuelta en Rue Belgrand hasta Rue du Cher y allí, en la Place Émile-Landrin, quisimos hacer un alto para despedirnos de nueva cuenta antes de continuar al número 65 de la Rue des Prairies. Ahora el edificio está remozado, se ve muy bonito, como puedes ver en la foto que te mando. En aquella época era un edificio destartalado y rodeado de viejas casas. Creo que fue el lugar en el que más intensamente trabajó. Recuerdo que apenas se despertaba ponía uno de sus discos favoritos, A Salty Dog de Procul Harum, o Flowers de los Rolling y escuchábamos una y otra vez Out of Time, mientras él tecleaba su máquina. En una carta fechada el 10 de enero de 1972, me escribió:


Voy a tratar de aprovechar lo más posible mi estancia en Europa, aprendiendo francés, escribiendo, leyendo y viajando… Aquí, a huevo he tenido que disciplinarme y he trabajado bastante en mis libros: ahora tengo notas y apuntes para tres cosas distintas y seguro que cuando llegue llevaré por lo menos un original listo para imprenta.

Cuando empezamos a caminar por Avenue du Père-Lachaise hacia el cementerio, el clima mejoró notablemente y el sol brillaba. Le dimos la vuelta completa y por fin encontramos el Mur des Fédérés. Allí nos detuvimos a depositar unas flores y a dejarlo junto a los comuneros. En este año que termina se cumplieron ciento cuarenta y cinco años de la gesta que duró apenas dos meses pero que cambió la historia y fue la base de grandes obras literarias y políticas. Era para nosotros un recorrido habitual, no sólo por estar cerca de la casa, sino por el profundo significado que para él tenía. Muchos saludos, Iris.

Enviado: viernes 27 de diciembre de 2016 Para: Claudia

Claudia: Hoy fue un día nefasto, perdí la cámara y con ella todas las fotos que había tomado. Fuimos a la casa de Victor Hugo porque pensamos que también le gustaría acompañar a ese fantasma. Caminamos un rato y a poco encontramos la Place Sainte-Catherine llena de pequeños restaurantes, escogimos uno llamado Bistrot de la Place. Para ese momento ya llevábamos varias bolsas en las manos; y en estos climas, entrar a un sitio con aire acondicionado es un difícil proceso de desvestirse y acomodar abrigos, bufandas, bolsas, en pequeñas sillas que se tambalean. Pienso que allí fue donde olvidé mi cámara y que al ponerme de nueva cuenta todo lo que se necesita para no quedar congelada, olvidé llevármela. Seguimos nuestro recorrido y cuando me percaté de la pérdida, regresamos a todos y cada uno de

los lugares de nuestro camino, a partir del lugar de la última foto. Escribimos una nota: sólo queremos la memoria de la cámara y ofrecemos €50. Pusimos nuestros teléfonos. Te mando un beso, Iris

Enviado: viernes 28 de diciembre de 2016 Para: Claudia

Hola querida Claudia: Hoy nos mejoró la suerte. Nos levantamos no muy temprano porque ayer no pudimos conciliar el sueño. Estábamos muy enojadas por la pérdida de las fotos. Fuimos a la Place de la Sorbonne. Por allí transitábamos cotidianamente y decidimos que le gustaría permanecer donde tantos estudiantes circulan bajo la mirada vigilante de Auguste Comte. En una jardinera nos dijimos hasta luego los tres y luego, en una banca dejamos el último libro. Al alejarnos vimos primero a un clochard que pasó de largo, y luego un par de jóvenes que se acercaron con curiosidad a la banca. Tomaron el libro y lo ojearon comentando algo, los observamos, al resguardo de Comte, y esperamos hasta que se alejaron con el libro en la mano. Nos encantó la escena, nos hubiera gustado ver qué pasó con los otros libros. Tal vez con el tiempo lo sepamos. Luego a la Rue Cujas número 18, donde está el sórdido Hôtel Cujas Panthéon, en el que vivimos un tiempo. Regresamos al Marais para seguir preguntando por la cámara. En todas partes la respuesta fue: Désolé. Ya completamente oscuro, fuimos a la Tour Eiffel, sabiendo que le gustaría ver de noche el espectáculo de la torre iluminada y nos alejamos del tumulto, que hacía fila para subir, caminando hacia el Quai de Branly y Trocadéro. Allí fue donde nos tomamos esa bonita foto en la que estamos los tres. Hasta hoy, antes de dormirnos, nadie nos llamó en relación con la cámara. Ella tiene aún esperanza, yo

profanos y grafiteros |

13


no. En cualquier caso decidimos que habrá que regresar a los lugares más importantes y volver a tomar fotos. Te mando muchos saludos, Iris Enviado: viernes 29 de diciembre de 2016 Para: Claudia

Hola Claudia: Hoy iremos al Sena a comer para rememorar nuestras andanzas. Eso hacíamos muchas veces a la hora del almuerzo, era una forma agradable y barata de comer. Comprábamos un sándwich jambon fromage —creo que gracias a nosotros los franceses empezaron a mejorar sus panes insípidos con más ingredientes y aderezos— y una botella de vino barato, y nos íbamos al pequeño jardín al final de la Île de la Cité o bien al cine, si es que aún teníamos dinero para eso. Comimos antes de despedimos de él. Sumándonos a esta moda de poner candados en los puentes, compramos uno con tres llaves, una para cada una de nosotras y una para el Sena. Allí se quedó, bajo un sauce llorón que adorna la isla al final. En la noche fuimos a un concierto de piano en la Église Saint-Julien-le-Pauvre, con piezas de Beethoven, Chopin, Lizt y Schubert que le hubiera encantado porque, como sabes, era un amante de la música clásica, además del rock. No podíamos olvidar dejarle una luz. Espero que ustedes estén bien y que se estén preparando para una gran fiesta de Año Nuevo. Saludos y abrazos, Iris Enviado: viernes 30 de diciembre de 2016 Para: Claudia

Querida Claudia: Se terminan los días del viaje. Hoy fuimos de regreso a Luxemburgo, al 67 de Rue des Prairies, y claro, a Père-Lachaise, para tomar nuevamente fotos. Volvimos al Mur des Fédérés. Allí estaban aún nuestras flores y le añadimos otra, ahora de color rosa y amarillo. Para nuestra alegría, encontré la tumba de

14 | casa del tiempo

Paul Lafargue y de la hija de Marx, Laura. Allí se quedó acompañando a los restos del autor del Derecho a la pereza. También en la tumba de los combatientes de las Brigadas Internacionales en España, la de Maurice Thorez y la de Paul Eluard que están uno al lado de otro en una rarísima vecindad, creo que preferirá la charla del surrealista, aunque puede aprovechar para dirimir algunas diferencias con el estalinista. Mira lo que me escribió el 5 de mayo de 1972: El primero de mayo lo pasé en casa de unos cuates en Lagny, a unos veinticinco kilómetros de París, y por lo tanto me perdí las manifestaciones de la izquierda oficial (pc, cgt, etc) y de los gauchistas enloquecidos que hicieron gran dengue en Place Gambetta, algo así como rock y ruedas del marxismo, con violentos slogans contra el gobierno asesino y harta música de conjuntos pop. Jijos de puta, así jamás harán la revolución…

Luego a las tumbas de Jim Morrison y de Oscar Wilde, esas compañías serán más divertidas para él. Ya que ahora nos sentíamos más conocedoras del cementerio, fuimos al Columbarium, donde están los restos de Maria Callas, ni más ni menos, pero también los de otro hermano de René. Aunque tal vez pienses que sólo éramos dos, en realidad éramos más. Él tenía otros hermanos y yo también, nuestros respectivos padres se encargaron de eso. Supe que los vio ocasionalmente y mantuvo algún contacto con ellos. Visitamos el nicho en el que están los restos de Miguel René Avilés Pauliat. Ella llevaba los datos exactos. No imaginas qué lugar más siniestro, como un laberinto por el que transitas, casi en la oscuridad, rodeado de nichos o huecos donde ya no hay nada. Inevitable sentir miedo y pensar en una de esas películas apocalípticas estilo George Romero. Para olvidar esa opresiva experiencia, regresamos al departamento para cenar allí con un buen vino. Nuestro viaje acababa y queríamos hacer un recuento. Creo que mañana no escribiré nada, es día de hacer maletas y aprovechar las horas que nos quedan y brindar por el 2017. Te escribo llegando a casa. Un beso, Iris.


René Avilés Fabila: un prodigio mitad Águila y mitad Capitán Teodoro Villegas RenéAvilés Fa

bila p

or A

́ng el M au ro .C or s te

d ía dac un aF el Avilés René ión

Parto soy, parto seré. Parto, parto, parto. Gonzalo Rojas

Fabila

Así se fue, partió de pronto, después de haber parido intensidades. El golpe fue brutal e inesperado y me sumergió en un bronco océano de recuerdos; primero la muerte de todas mis madres intelectuales: formadores geniales que me ubicaron en la tierra, en los sueños, la creación y sus responsabilidades. Después, el ahora, hace un rato, la muerte de uno de mis dos hermanos mayores, el segundo en orden cronológico, el audaz creador de personajes en la narrativa y en su vida personal. El dolor me suspende el hilo de la coherencia para llevarme al oscuro camino de aceptar la

profanos y grafiteros |

15


verdad. Se fue como llegó, de repente, sin aviso, respetando los cánones del buen cuentista: por sorpresa y con un rotundo izquierdazo a lo más profundo de la conciencia. Perdí al Águila Negra y al Capitán Lujuria, también a René Aviles Fabila. Se fue el excelente profesor que convertía alumnos en apasionados buscadores de historias periodísticas o narrativas. Siempre con la voz del que construye y crea. De mis cuatro hermanos se fue René, prodigio de animal mitad águila y mitad capitán de su conciencia y su juego de vida, lleno de pasiones desatadas. Se dio el lujo de crear la narrativa de su vida. Personificó a varios excelentes personajes: René, el Águila Negra, el Capitán Lujuria, el narrador, el cuentista, el profesor, el maestro, el jefe, el amigo y el hermano, todos en conjunción perfecta y en una sola y mágica persona. Porque no estoy para nadie me echaron. De la república asesinada y de la otra me echaron. De las antologías me echaron. De las décadas salobres me echaron. De lo que no pudieron es del aire.

Gonzalo Rojas

Como el Águila Negra que sobrevuela inmensidades, cuentas el cuento de la vida desde el periodismo y la literatura, a partir del análisis y un impecable uso del español, en la crónica, el artículo, el cuento, la novela y nos llevas a jugar con los personajes de la vida cotidiana, hurgando en sus actitudes prepotentes, corruptas, convenencieras. Tu inició fue como el Capitán Lujuria, adentrándote por medio de la narrativa, en cuento y novela, sobre los sentires de los seres humanos, destacando tu gusto por las mujeres y la buena vida, sin dejar de lado tu compromiso por el análisis de los hechos construidos, ponderando las pasiones como nudos dramáticos que desembocan en tu prosa. Te fuiste y estás, sigue presente en la ausencia que no acabo de entender, en el vacío infame de vasos secos que quiero llenar, pero me faltas y no encuentro, aún, cómo remediarlo. Las ausencias de los que formaron mi vida resplandecen como rayos que iluminan este largo túnel, me quedan sus obras y sus enseñanzas. Expulsarlos sería como atentar contra mi pasado, mi formación y este presente mutilado que ahora, ya viejo, me duele en demasía. Los nombres y sus obras siguen en mi memoria, ahora empiezo a encontrar un nuevo bálsamo en tus maravillosos cuentos, pero me faltan tu voz, una copa en la mano y tu compañía. Empiezo a sentir tus pasos que se acercan.

16 | casa del tiempo


RAF el escritor; René, el hombre Bernardo Ruiz Bernardo Ruiz y René en 1982. Fotografía: Fundación René Avilés Fabila

profanos y grafiteros |

17


Estás perdido Altazor Solo en medio del universo Solo como una nota que florece en las alturas del vacío No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza ¿En dónde estás Altazor? Altazor. El viaje en paracaídas,

Vicente Huidobro

Para un escritor, escribir es la vida. La verdadera, la íntima, la que alimenta su fuego, la que mantiene su vitalidad e interés por continuar preguntándose acerca de las cuestiones del mundo o las razones de ser; o, bien, aquellas que desea e imagina. La escritura es huella y diferencia. Mediante la escritura un hombre se distingue de los demás de un modo identificable: su estilo. Lo personaliza y descubre: devela su rostro verdadero: el de sus procesos de pensamiento; los niveles de su sensibilidad; la profundidad e intensidad de matices con que diferencia entre sí cada ser vivo y cada objeto de los que pueblan el mundo y lo que significan esos procesos. Con su escritura, incluso agrega nuevas creaciones al universo. En el uso del lenguaje de cada escritor se muestra su percepción del tiempo, del espacio y de la historia. A su vez, suma al inventario de técnicas posibles del uso de la palabra escrita códigos, términos y técnicas que permiten aprovechar con mayor agilidad y perfección, en lo sucesivo, el lenguaje. Tal es la tarea de los creadores literarios: abren nuevos destinos para nuestra reflexión, sensibilidad y emociones. Asimismo, conscientes de que su reino no es de este mundo, a la manera del Dante, ofrecen orbes y dimensiones inéditas a nuestros ojos, sin los cuales la historia y la civilización serían continentes yermos, unidimensionales, tristemente habitables. Celebro por ello la obra amplia y plural, producto de la creatividad y oficio de René Avilés Fabila en su tránsito por las edades del hombre. Obra caudalosa donde se alternaron diversidad de géneros y propuestas: las de la fantasía, las de la crítica de lo cotidiano y las miserias políticas, la expresión del amor y la intensidad de la pasión en sus diversos grados. Su trabajo no fue ajeno al reconocimiento de la valía de otros; si

18 | casa del tiempo


bien —cuando fue necesario—, esgrimió las armas del desdén y las navajas de la ironía en más de un corredor de la vida contra quien provocara su ira, su desdén o su acendrada enemistad. Discípulo de Cyril Connolly, Avilés Fabila reconoció que la función genuina de un escritor es producir una obra maestra y que ninguna otra finalidad tiene mayor valor. Fue capaz de afirmar como Chamfort que las pasiones hacen vivir al hombre, en tanto la cordura solamente los permite durar. A lo largo de su vida, su credo se basó en la rebeldía y el desprecio de los autoritarismos y los absurdos de doctrinas e ideologías. Para ello se hizo de una formación muy vasta que le permitió argumentar con solidez a lo largo de su obra en favor de la libertad con pleno desprecio contra la injusticia y los abusos del poder. A la par, y digna de ejemplo, fue su dedicación al amor como una obligación soberana. Gran parte de su obra se interroga respecto a las manifestaciones y sentido del amor, desde Tantadel hasta El amor intangible, su obra está poblada de ejemplos. Como hombre de diversos reinos, se internó en las amplias selvas de la lectura y, durante numerosas jornadas y épocas de su vida, invirtió su tiempo y hacienda en multiplicar y extender estos horizontes apostando por la multiplicación de los libros, por su comprensión y por su difusión. Un ejemplo repetido de ello lo tenemos durante su gestión en la Coordinación General de Difusión Cultural de la unam y posteriormente durante dos ocasiones en la Cordinación de Extensión Universitaria de la Unidad Xochimilco de la uam. Esta actividad, incluso, la replicó en su vida cotidiana mediante la creación de El Búho y El Universo del Búho que fueron piedra de toque para decidirlo para la creación de la Fundación René Avilés Fabila, con sus colecciones de libros Poliedro de El Búho (con el ipn) y, desde hace unos años, en la colección con su nombre para jóvenes escritores que le dedica la buap.

Subráyese que el más intenso trabajo de René en la Fundación se centró los últimos quince años en la promoción del Museo del Escritor, que pudo demostrar su potencial y dimensiones en un espacio de la Delegación Miguel Hidalgo del entonces Distrito Federal. Su efímera presencia se marchitó con el tránsito sexenal que acaba preferentemente con las buenas ideas, pero conserva con cuidado extremo vicios y corruptelas. Es dolorosa la conclusión de RAF en torno a esta experiencia: “Fue un error lamentable pensar que podría contribuir al desarrollo cultural de México. Para ser altruista o se es multimillonario o amigo del presidente en turno y ninguna de ambas cosas soy. Pensar que en el gobierno actual exista alguna sensibilidad cultural, es una completa locura”.1 Avilés Fabila enseñó el oficio de la escritura con asiduidad a los jóvenes y los apoyó infatigable con generosidad y paciencia. Sus alumnos y discípulos han sido muchos, con propia valía; y algunos a través del tiempo aprendieron a disfrutar de su amistad. Ajeno a cualquier torre de marfil, Avilés Fabila recorrió el país dando cursos y conferencias. Su casa por muchos lustros, la Universidad Autónoma Metropolitana, lo reconoció como uno de sus profesores distinguidos; es decir, como un maestro excepcional. Quien lea a RAF con la mirada de Italo Calvino descubrirá a lo largo de su obra un estilo donde compiten la levedad y la velocidad. Si la lectura fuese cronológica, el lector descubrirá una constante preocupación del autor por concentrar su pensamiento, evitar la digresión inútil y diferenciar a sus personajes con precisión. De modo semejante, observará la versatilidad del aprovechamiento de la experiencia biográfica en un amplio número de variantes posibles de diversas existencias, junto a una capacidad de observación cada vez más En La Crónica de hoy, mayo 6 de 2015: http://www.cronica.com.mx/ notas/2015/897183.html

1

profanos y grafiteros |

19


aguzada, cuyo crisol tiene como marca de fábrica el predominio e influencia de tres literaturas notables: la francesa, la norteamericana y la latinoamericana. Si bien Avilés Fabila evita el preciosismo en favor de una visión realista, no deja su prosa de acusar elementos propios de un íntimo romanticismo —particularmente en el ejercicio de la literatura fantástica, sea en relatos, novelas o de manera destacada y excepcional en El amor intangible—. Mas está el contrapunto rabelesiano: ese gusto por el exceso o por situaciones extravagantes que se dan en libros como La canción de Odette o El reino vencido que muestra el escepticismo e ironía que gustaba él de multiplicar en su prosa, como lo demuestra en particular en Tantadel, o en Réquiem por un suicida o De sirenas a sirenas. Para este lector, estos dos títulos junto con Los oficios perdidos y Lejos del edén la tierra son obras excepcionales que ameritan un lugar especial en toda biblioteca. El evangelio según René Avilés Fabila, Tantadel, El libro de mi madre, y la Antigua grandeza mexicana deben ser vistos como libros esenciales para cualquier estudio de las altas proporciones de la obra de RAF. Aunque la conversación íntima con él estará siempre al alcance en Recordanzas y en Nuevas recordanzas. Como ciudadano, como miembro de la polis, René Avilés contempló el ahora y perfiló el mañana con sus crepusculares luces y sus cada vez más alargadas sombras. Nada humano le fue ajeno. Apasionado de la política, despreció a los políticos. Defendió con decisión su dictum y para apuntalar sus afirmaciones aprovechó su conocimiento de la historia, además de las enseñanzas de los grandes universitarios que fueron sus maestros. Donde otros concedieron, Avilés Fabila alzó las proporciones de cada bastión bajo su vigilancia y jamás cedió.

20 | casa del tiempo

Vivió al ritmo de la época, no le amedrentó el destello del cursor en el procesador de palabras, ni abandonó por ello a sus plumas fuente. Distinguía de golpe, de puro oído, a Shakira de Carla Bruni, claro; dominó los recovecos de Google y tuvo miles de interlocutores en Facebook. Nunca se arrepintió de la fatigosa multiplicación de las páginas html en su sitio, ni en sus diversos blogs y cada número mensual de El Búho se incluyó en sus latifundios virtuales. Gustaba competir con Rubén Bonifaz Nuño en galanura y elegancia, y lo retó en más de una ocasión a conquistar a alguna bella con reto osado: “Hermano, lo que no pueda uno, lo intenta el otro”. Podré recordar siempre su familiaridad con las artes visuales y con la música de los grandes clásicos; cabe reconocer su gusto por el Rock and Roll, así como su expertise al volante de su Mustang, y su obsesión por el orden. Pocos de mis colegas han sido amenos como Avilés Fabila en un encuentro literario, en un congreso, en la presentación de un texto, en una feria de libro o en el Palacio de Bellas Artes. Lo sabemos bien amigos y antagonistas. A este discípulo de Juan Rulfo, Juan José Arreola y José Revueltas se le podía citar en La casserole, el San Ángel Inn o el Naples Pizza de New Haven, en el Prendes o en la Hostería de Santo Domingo y sabíamos que estaría a sus anchas. Se sentía igualmente a gusto en el Salón Palacio, La Valenciana, La Providencia o El Gallo de oro, como en “el mar” de Aguascalientes, o en el Jockey Club. Tenía René una ejemplar entereza y solidaridad. Quiero recordar: invitados al honoris causa de Bonifaz Nuño en Colima, allá por septiembre de 84, René fue el único que se quedó firme en la cantina, en espera del desenlace de la batalla campal entre


borrachos, frente a nosotros, por alguna damisela. Nuestros compañeros de mesa habían huido despavoridos; pero nosotros protegimos a nuestra desamparada botella de whisky con una responsabildad aprendida el 13 de septiembre de 1848. La cultura de René iba más atrás de Bizancio y no terminaba en las playas del boom ni en los arrecifes del posmodernismo. RAF sabía bien quiénes eran los Simpson o los X-men y los Pitufos. Alguna tarde muerta en Campeche, nos fuimos con Rosario a ver Supermán I, sin el menor pudor, antes de ir a su conferencia acerca de El gran solitario de Palacio. Bien podía René disertar, rumbo a Tlahuapan, acerca de Borges o de Nerval con Ángel Flores; ponerse a disparar por ociosos sus .38 y .22 con Tola y Montemayor —con las protestas y el escándalo de fondo de las preocupadas esposas—; o desgranar anécdotas del Centro Mexicano de Escritores en alguna hora Hemingway en Sanborns. Jamás puso reparo a la hora de compartir la cuenta ya en el Rodas, ya en La Reina o en el Nuevo León. En fin, con René siempre había algo nuevo por hacer, por comentar y mucho por rememorar o reír todavía en el express o en el whisky del estribo: que si las cenas de los martes en el Rafaello con Mijangos, Rocío Villagarcía y Valencia; acuérdate de aquella comida con Griselda Álvarez, De la Madrid y Sebastian; “les voy a explicar por qué Ruiz me dice mon chef”; “quién se apunta en el arranque del ciclo de conferencias con Sogem, De Garay y el ipn”; o la manera en que le contaba a Chumacero la tarde en que, tras la inauguración de la Escuela de Escritores en Puebla, “por andar de escoltas de José María Fernández Unsaín, al regreso —en la última caseta—, nos detuvo, rodeó y encañonó con cartucho cortado la Federal de Caminos a Eraclio Zepeda, a Alejandro Rendón y a los restantes colegas de la comitiva, con el argumento de que traíamos secuestrada a Ethel Krauze...”. Solamente la sangre fría de Unsaín contuvo el malhadado desenlace aquella tarde; aunque las malas lenguas afirman que a Laco le ganó el miedo. Muchas anécdotas quedan en el recuerdo. Hay otras en Remembranzas, o en sus secuelas; junto con otras, que jamás se escribirán. Queda igualmente la leyenda. Pero René no se ha ido, quedan sus libros, sus discípulos, sus enseñanzas. Nuestra literatura perdió un escritor de valía el 9 de octubre de 2016. En mi caso, perdí un amigo magnífico con quien compartí vida y literatura desde 1981. Eso no es fácil de comprender, René. Tenemos una cita pendiente.

profanos y grafiteros |

21


Todavía no es

22 |

Centro Mexicano Escritores en 1965. De pie: Raúl Navarrete, Domingo Miliani, no identificado, Jorge Arturo Ojeda, René Avilés Fabila, casa deldetiempo Segio Mondragón, Jorge Ayala Blanco, Leopoldo Ayala. Abajo: Juan Rulfo, Felipe García Beraza, Francisco Monterde, Margaret Sheed, Juan José Arreola, Marcela del Río. Fotografía: Fundación René Avilés Fabila


nostalgia Juan Luis Nutte

Durante 1994 asistí cada sábado a un taller de narrativa en el Museo del Chopo, el poeta Juan José de Giovannini lo impartía. Luego de varios meses bajo su tutela, nos alentó para que hiciéramos una revista literaria, argumentando que ya teníamos cierta calidad para publicar nuestros cuentitos. Entusiasmados, ocho integrantes del taller comenzamos a idear el nombre de la revista y a recopilar los mejores textos trabajados con Giovannini. El primer número de El Castillo fue vergonzoso; tuvimos la idea, jóvenes inexpertos en cuestiones de diseño y edición, de mandar imprimir la revista a un taller de los Portales de Santo Domingo. La publicación, más que una revista literaria, fue un folleto comercial. El impresor, sin consultarnos previamente, había tomado la decisión de incluir publicidad de muchos de los locatarios de Santo Domingo, lo único bueno de esa publicación fue que algunos impresores nos ofrecieron descuentos si deseábamos imprimir algún título universitario. El segundo número de la revista fue mejor planeado. El Castillo llegó a tener cuatro números a lo largo de dos años, verdadero record para una revista independiente; llegamos a incluir entrevistas que hicimos a Guillermo Samperio, Edmundo Valadés, Ignacio Betancourt y René Avilés Fabila, incluso éste último llegó a darnos consejos para mejorar nuestra labor editorial, nos cedió un par de cuentos suyos, y también nos hizo el honor de presentar la revista ante un público snob y ebrio en el hoy desaparecido bar de moda: El Hijo del Cuervo. La entrevista con René la realizamos gracias a Giovannini que laboraba en Revista de Revistas, era su vecino de oficina en las instalaciones del Excélsior, donde se albergaba el cubil del suplemento El Búho. Nos emocionó la posibilidad de conocer a uno de los integrantes de la generación de la Onda. Yo ya había leído a Parménides García Saldaña, José Agustín, Gerardo de la Torre y Gustavo Sainz, pero a René Avilés Fabila no. Era extraño que el grupo de amigos

profanos y grafiteros |

23


que nos reuníamos a tallerear y comentar nuestros amoríos frustrados y hallazgos bibliográficos, mientras bebíamos y fumábamos maratónicamente, jamás nos hubiésemos topado con las espléndidas novelas y cuentos de René, y más raro aún porque leíamos cada domingo El Búho donde él, René Avilés, de vez en vez publicaba minificciones, cuentos largos o espléndidos ensayos. Tal vez esto se deba a que René Avilés Fabila cultivó en su literatura un estilo menos desparpajado, elegante, sobrio, adecuado a sus temas amorosos y fantásticos, siempre sazonados con humor negro, mordaz e inteligente que lo distinguía de sus condiscípulos de generación que gustaban más a los jóvenes, o simplemente porque éramos unos chavos que no tenían una disciplina y curiosidad lectora. Así, cuando Juan José de Giovannini nos informó que estaba concertada la cita para entrevistar a René, conseguimos sus libros y empezamos a quererlo y a identificarnos con su peculiar estilo, esto siempre sucede cuando un escritor es de cepa, de esos de veras talentosos. Lo primero que leí fue su espléndida novela Tantadel, narrada con sobriedad y ternura nada impostada, la honestidad de René Avilés para contar y hacernos partícipes de esa historia amorosa que jamás roza la cursilería, fue suficiente para que yo buscara más libros de él. Luego quedé aún más sorprendido con sus cuentos de Hacia el fin del mundo, que me mostraron cómo se debe escribir literatura fantástica y humorística donde no está exenta la sátira política y social. La entrevista fue realizada en su oficina de El Búho. Años después de esa reunión fui colaborador del suplemento, allí conocí a escritores como Francisco Liguori, Andrés Henestrosa, Gonzalo Martré, Ricardo Guzmán Wolffer, Edmundo Domínguez Aragonés, Darío Galicia, Macario Matus, Félix Luis Viera, Otto Raúl González; a los artistas plásticos Juan Alarcón,

24 | casa del tiempo

Gonzalo Utrilla, Felipe Posadas, Fernando Correa Arrazola, además de los integrantes del consejo editorial, que por cierto, con uno de ellos aún conservo una amistad entrañable, David Gutiérrez Fuentes; para el tercer número de El Castillo, David se sumó a nuestra revista, primero como colaborador, luego como miembro del consejo editorial. La entrevista la hicimos Raúl Jiménez, Salvador Bretón y yo, además de un amigo fotógrafo, Humberto Parra, quien se desplazaba a sus anchas dentro de la oficina de René. La entrevista se volvió una charla entre amigos, pronto olvidamos el guión que llevamos, la naturaleza antisolemne de René y la tolerancia que dispensó a esos tres imberbes aspirantes a escritores aquella mañana de algún mes de 1994 nos abrió las puertas de su afecto. Concluida nuestra misión, René nos invitó a volver para charlar de literatura, música y mujeres. Prometimos regresar para obsequiarle la revista donde sería incluida nuestra conversación. Y regresamos al segundo día debido a que nuestro flamante fotógrafo, por algún motivo, había olvidado durante las dos horas que permanecimos con René, quitar el protector de la lente de su cámara fotográfica, sólo había derrochado flashazos sin objetivo alguno. No hallamos a René y tuvimos que conformarnos con una foto que nos prestó David Gutiérrez del archivo del suplemento. Le hicimos algunas vistas después, y ya familiarizados, le propusimos que nos diera un taller de cuento, nos cooperaríamos para pagarle cada sesión. Sin pensarlo mucho, René se negó a que le pagáramos. Nos daría una sesión mensual, dijo, y tal vez ni eso, podrían pasar varios meses sin que pudiésemos tener alguna sesión. Si no teníamos inconveniente con ese detalle, estaba dispuesto a darnos el taller en su oficina de El Búho. Asistimos a su taller durante dos años. Desde la


primera sesión hasta la última, que fue cada viernes, jamás nos plantó. Allí aprendimos que la literatura no debe ser solemne, así sean temas trágicos siempre hay un ángulo risible. Nos recomendaba a sus autores dilectos: Truman Capote, Juan José Arreola, Mailer, Juan de la Cabada, Chejov, Nerval, Torri, Papini, Rubén Salazar Mallén, Elena Garro… Aprendimos a respetar a los escritores que nos antecedieron, a darles su justo valor. Un mañana nos anunció: “Ya no podré darles ni una sesión más. Ya están graduados, están listos para colaborar en El Búho, les pagarán sus colaboraciones, así tendrán para sus dulces y para que me inviten unos güisquis, que bien los merezco luego de haberlos soportado tanto tiempo, cabrones”. Colaboramos en el suplemento durante cinco años hasta que René renunció al Excélsior y nos fuimos con él a darle una nueva vida a El Búho, primero como revista impresa y ahora digital. Luego, gracias a su generosidad y confianza en nuestro talento literario, publicó nuestros primeros libros de cuentos en una colección de narrativa, Gato Encerrado, con el sello de la Unidad Xochimilco de la uam. Ahora que han transcurrido algunos meses del fallecimiento de René, tengo la impresión de que aún vive, que anda viajando de una ciudad a otra para presentar sus libros o dar conferencias en universidades. Tengo esa sensación, ¿cómo expresarlo?, ¡carajo! Sólo los que han sobrellevado la muerte de un ser querido sabrán a qué me refiero con esta inutilidad expresiva, con esta añoranza amorosa que nos abriga por algún tiempo de la pérdida de aquel al que amamos y sabemos que ya no será más persona, que ya no estará más frente a nosotros, que jamás responderá nuestras llamadas telefónicas, los mensajes o los emails. René, mi amigo, mi maestro, sigue presente, como si se hubiese ido de viaje. Mi duelo es tan espeso que me arropa con una somnolencia que entorpece la realidad de mis vigilias y entonces nada de lo que percibo cada día me consuela al advertir el vacío que René ha dejado en mi vida, así vuelvo a reiterar en la sensación de que mi amigo recorre alguna ciudad o quizás se asolea en un nuevo viaje a Egipto. Y pienso firmemente que mi querido René Avilés Fabila aún no es nostalgia, porque la nostalgia es el primer aviso del olvido, y el olvido es la confirmación de lo que ya no existe entre nosotros.

profanos y grafiteros |

25


René y Patricia Zama. Fotografía: Fundación René Avilés Fabila

Lectora fiel Patricia Zama

26 | casa del tiempo


A lo largo de los últimos cuarenta años creo haber reseñado cada uno de los libros de René Avilés Fabila. En diferentes textos he dicho que en las historias de sus cuentos y novelas descubrí a heroínas inauditas para la literatura mexicana, protagonistas del mundo real, que gozan el amor sin esclavismos. He escrito de sus puntuales memorias que rescatan a los actores imprescindibles de la cultura en México, de sus eruditos y divertidos cuentos donde recrea la mitología griega y universal, y de su implacable e irónica prosa política. La grandeza de la obra de René está ampliamente documentada y no sólo por mí, su lectora fiel. Por eso, hoy no me ocupo de ninguno de sus libros en especial, hoy escribo de mi amigo René, cuyo impacto en mi vida y en la cultura mexicana crece como las estelas en el agua. Y lo hago a su estilo, es decir, desde mi experiencia personal: fue él quien me acercó al oficio más gratificante que he ejercido, el de leer y escribir acerca de esas lecturas. Estudié periodismo y conocí a René en septiembre de 1977, cuando trabajé en el entonces naciente unomásuno, primero como ayudante de redacción, luego como reportera de cultura y finalmente como corresponsal de esa sección en Madrid. Al principio mi contacto con René era superficial, a pesar de que en mi casa él era toda una leyenda, porque le dio clases de civismo a mi hermana Guadalupe en la secundaria 35, General Vicente Guerrero, plantel muy cercano a la Prepa 6, en Coyoacán. Guadalupe conservaba como tesoro una fotografía donde posaba con su maestro, célebre tanto por su gallarda figura, como por incitar a sus alumnos a cuestionar toda autoridad. Aunque yo también estudié en la 35, no fui su alumna, para entonces él ya vivía como estudiante en París.

profanos y grafiteros |

27


Lo conocí, pues, en el 77 y nuestras vidas se unieron para siempre cuando me casé con su amigo, el escritor y periodista Marco Aurelio Carballo. En unomásuno lo vi llegar a entregar sus colaboraciones: guapo, impecable, galante y risueño, y leí sus artículos críticos, donde las tragedias de la vida nacional provocaban carcajadas y el lector se obligaba a reflexionar en los lados más oscuros de la política y la cultura desde la esquina del humor irreverente y sarcástico. A partir de aquellos días, junto con Rosario Casco y otros queridos amigos cercanos fuimos compañeros de tertulias, de parrandas y de viajes. Quizá porque siempre me veía leyendo algún libro, quizá porque siempre hablábamos de nuestras lecturas, o más bien, quizá porque solía regalarme sus cuentos y novelas y yo leerlos, un domingo nos convocó a Marco Aurelio y a mí a desayunar en el restaurante del club Libanés de la colonia Florida, donde lo hacíamos con cierta frecuencia, para contarnos de su nombramiento como director de la página cultural del periódico Excélsior. Me pareció natural que invitara a Marco Aurelio a publicar eventualmente crónicas en el periódico, pero me dejó muda cuando a mí me propuso escribir una columna fija de comentarios de libros. Yo tenía más de dos años alejada de los periódicos. La experiencia en unomásuno me dio la certeza de que por mucho que me gustara la aventura, no podría vivir del sueldo de periodista, y empecé a trabajar en la unam, que hasta hoy sigue siendo mi casa. No habría vuelto a los diarios a no ser por la proposición de René. Acepté muerta de miedo, pero muy pronto escribir aquella cuartilla que entregaba cada semana me llenó de gozo. No había pasado ni un año de nuestro debut en la sección cultural, cuando René convenció al

28 | casa del tiempo

director de editar un suplemento cultural semanal. Así nació El Búho, y entonces me encargó una misión más intensa: quería una columna semanal de novedades y comentarios de libros, “unas cinco cuartillas”, me dijo, y yo me aterré. Eso que parecía tan simple ocupaba mi cabeza de día y de noche, y después, cuando me retiré unos años de la oficina para criar a mis hijos, escribir cada semana la columna “Los libros del Búho” se convirtió en mi trabajo de tiempo completo. No sé si habrá alguien que desempeñe un oficio por menos dinero del que nos pagaban entonces a todos los colaboradores de El Búho, pero estoy segura de que nadie era tan feliz como nosotros al hacer su trabajo. Las páginas del suplemento se llenaban cada semana con las plumas de jóvenes y consagrados, había ensayos brillantes, entrevistas con grandes personajes de la cultura, ilustraciones geniales, cuentos, poemas, humor y polémica. Poco a poco la comunidad de colaboradores y lectores creció y estar juntos texto con texto y copa con copa se volvió una celebración permanente. Y cuando cancelaron la publicación del El Búho en Excélsior, esa comunidad creció aún más. Rosario y René crearon la fundación René Avilés Fabila y la revista independiente Universo del Búho. A esto siguieron un sinfín de actividades, la consolidación de la biblioteca de la fundación que sin duda es la más importante en literatura mexicana contemporánea, el Museo del Escritor, las publicaciones en coedición con diferentes instituciones, exposiciones, coloquios, encuentros, homenajes… Las estelas de la presencia de René se siguen multiplicando en cientos de miles de alumnos, lectores, amigos y personajes. Ha sido un gran privilegio haber estado cerca de René, ser parte de esta gran comunidad que formó y ser su lectora fiel.


Radiografía de un México convulso:

El gran solitario de Palacio, de René Avilés Fabila1 Mario Saavedra

René y Alí Chumacero. Fotografía: Fundación René Avilés Fabila

1 Epílogo a la nueva edición de El gran solitario de Palacio (Universidad Popular Autónoma de Veracruz, 2015) que iba a ser leída en una presentación de la misma convocada por el autor en Centro Cultural “Elena Garro”, el pasado jueves 13 de octubre, y que por una obvia y muy triste razón no se llevó a cabo.

profanos y grafiteros |

29


a nuestra siempre querida Rosario

Novela incendiaria que pone el dedo en la llaga con respecto a un sistema represor y corrupto, El gran solitario de Palacio de René Avilés Fabila, como había sucedido menos de un lustro atrás con Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, fue publicada primero en Argentina, sólo que en el caso del mexicano debido a la censura imperante. Alegoría corrosiva y penetrante, centra su mirada crítica en la matanza de Tlatelolco, pero va más allá y busca en el sistema político las complicidades indispensables para cometer la draconiana represión. A diferencia de otras obras que denunciaron el genocidio del gobierno de Díaz Ordaz, que con similar furor y por vías diversas se detuvieron a reflexionar sobre ese indignante asesinato cometido en 1968 —cuando se daban otros movimientos sociales en el mundo—, la de Avilés Fabila permanece vigente por la irónica radiografía y la demoledora crítica que a manera de gran mural ofrece de una idiosincrasia política y una máquina de poder que en muchos sentidos y por desgracia se resisten, en cuanto siguen permeando en la vida nacional. Ya escribió en su momento el argentino Bernardo Vervitsky que este dotado polígrafo había manifestado, desde sus primeros textos, un peculiar talento para abordar con humor inclusive los aspectos más crudos y violentos de la vida, mediante una veta que bien afirma Xavier Villaurrutia, en su visionaria Introducción a la literatura mexicana, no ha sido la predominante dentro de una tradición proclive al melodrama, al tono crepuscular, a la solemnidad. Afín en cambio a aquella contraria herencia de quienes mediante el humor han logrado trastocar los valores establecidos, mover a sus respectivas sociedades a partir de evidenciar las mayores lacras de su tiempo (desde Aristófanes, pasando por Petronio, Rabelais,

30 | casa del tiempo


Moliere, Diderot, entre otros genios de la hilaridad con causa), René Avilés Fabila descubrió desde su anterior y no menos iconoclasta Los juegos, de 1967, su verdadera vocación de humorista dotado e irredento. Novela comentada por críticos de diversas nacionalidades, traducida a varios idiomas y sin duda aceptada por los lectores que han consumido más de veinte ediciones, una de ellas lanzada por la Asamblea Legislativa del DF para conmemorar la matanza del 2 de octubre, se ha convertido en referencia obligada al hablar de ese año fatal para los jóvenes estudiantes. Antecedentes inobjetables del autor serían, desde luego, el Ramón del Valle-Inclán de Tirano Banderas, el Miguel Ángel Asturias de El señor presidente; después de El gran solitario de Palacio vendría, para alimentar una tradición de medular presencia en el curso de la narrativa latinoamericana contemporánea, una significativa zaga sobre dictadores alimentada por novelistas de la talla de Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Augusto Roa Bastos, entre otros. En este sentido, y de cara a una problemática que golpeó de frente a su generación y otras inmediatamente anteriores y posteriores a la suya, El gran solitario de Palacio confirmó la vena crítica y humorística de un escritor que aquí consiguió una viva y feroz disección de un México entonces agobiado bajo los excesos de un sistema político envilecido, ahogado en las miasmas de su propia decadencia. Entramado complejo narrativo en el que el sarcasmo y la ironía actúan a manera de certero escalpelo que lleva a cabo la vivisección de un sistema engangrenado, el entonces joven novelista realizó aquí además un no menos lúcido ejercicio que llama de igual modo la atención por su osada propuesta tanto estilística como estructural, dentro de esa justa línea que el talento del matritense Pedro Salinas supo definir

con juicio meridiano en su lúcido ensayo Tradición y/o originalidad, al estudiar las revolucionarias Coplas a la muerte de su padre de su coterráneo —iluminado poeta de transición— Jorge Manrique. Entre las mejores y más persistentes novelas sobre el 68, El gran solitario de Palacio (título por demás revelador, a partir del “todopoderoso” en su castillo de cristal, abismado en su culpabilidad solitaria) posee los probados méritos literarios y testimoniales de aquellas obras que resisten la pátina del tiempo y por lo mismo se convierten en clásicos. Aunque con el movimiento estudiantil y la histérica represión del mismo por parte del sistema como trasfondo, lo cierto es que los móviles que propiciaron y justificaron la escritura rabiosa de esta novela gozosamente atípica trasciende dicho contexto primario, en cuanto sirve para acceder a un conocimiento y un reconocimiento más puntuales de un México que bien se extiende desde la presidencia del general Lázaro Cárdenas hasta nuestros días. Ya escribió Tolstoi: “Si quieres ser universal, conoce primero tu aldea”; nuestro narrador la entendió a fondo y consiguió así una novela cosmopolita, como lo probara, por ejemplo, su traducción al coreano. Fundamental en el contexto narrativo sobre el 68, para nuestra novelística a contracorriente, este amplio mural conforma a su vez una gran alegoría que entrelaza varias historias, a manera de aquellas ecuménicas novelas-río por antonomasia que como La comedia humana de Balzac o Los Rougon-Macquart de Zola tejen fino con respecto a un complejo entramado de anécdotas y personajes imbricados en un multitonal y fino telar. Si bien el eje es la fatídica tarde del 2 de octubre en Tlatelolco, pudiendo el lector reconocer —mediante este detallado testimonial a varias voces— los rasgos generales y específicos de una trágica acción genocida que

profanos y grafiteros |

31


todavía pesa en la conciencia de la historia moderna de este país, El gran solitario de Palacio constata el por qué dichos acontecimientos siguen representado un saldo pendiente en nuestra memoria colectiva. Escrita desde lo más hondo del juicio y las entrañas en vilo de un joven intelectual y escritor profundamente comprometido tanto con su realidad circundante como con su propio oficio, movido por la rabia meridiana pero también por la vocación de quien emprende una nueva práctica de vuelo estética, en este acrisolado despliegue de multifocales imágenes figuran, contrapuestos, los jóvenes estudiantes idealistas que encarnan el cambio y los represores de un corroído régimen que busca validarse mediante la fuerza autoritaria e intolerante, sorda y ciega. Traducida ya a varias lenguas y con múltiples ediciones y reimpresiones en su haber, esta segunda novela de Avilés Fabila ha sido ampliamente comentada y discutida por la crítica especializada e insertada en la terminología mediática, en tanto se inscribe con rasgos muy singulares dentro de una nutrida pero también desigual nómina de escritores que desde distintos ángulos abordaron la hecatombe estudiantil de 1968. Las más de estas disertaciones coinciden, como la de Giussepe Bellini, en que El gran solitario de Palacio concentra, con certeza y vitalidad elocuentes, una fuerte denuncia, un juego extraordinario de humor e ironía, una interesante propuesta de estilo y de estructura, por la vía de una ágil y efectiva novela testimonial que con maestría logra mezclar los mejores atributos de un escritor y periodista entonces ya maduro. Pero a diferencia del realismo a ultranza de Los juegos, en esta novela René Avilés Fabila nos permite vislumbrar también elementos de su no menos

32 | casa del tiempo

característico apego al género fantástico, en una interesante simbiosis de realismo e imaginación que bien lo hermanan por ejemplo con uno de los perfiles más atractivos del Julio Cortázar fabulador. Ambas vetas muy significativas en el corpus creativo del también autor de esa espléndida novela de exploración casi metafísica que es Réquiem por un suicida, en El gran solitario de Palacio conforman un sólido andamiaje narrativo que por su diversidad de tonalidades y voces es ya un texto obligado —todo un clásico— de nuestra narrativa contemporánea. Para quienes buscaban ver en él tan sólo un crudo testimonial, no tuvieron la capacidad de reconocer entonces su unidad abierta y sensible a varias aristas estéticas. Novela cargada de igual modo de múltiples símbolos que enriquecen su carácter crítico y por lo mismo sus muchos visos sarcásticos e irónicos, su natural raigambre humorística, el escritor consiguió con estas imágenes, que actúan a manera de juego de espejos, satirizar diversos hechos históricos del país y contraponerlos con los últimos acontecimientos bochornosos del 68, moviéndose con notable destreza entre lo hilarante y lo sórdido, entre la farsa y lo trágico. Así nos recuerda de igual modo al esperpento valleinclanesco, por aquello de que en la historia del arte suelen darse las influencias de ida y vuelta, en ambos sentidos, porque no hay que olvidar que este paradigmático polígrafo gallego (Valle-Inclán confirmó precisamente en México la fuente primaria de su capital novela Tirano Banderas) abrevó de estas tierras material invaluable para la conformación de su tirano latinoamericano que encontró cabida tanto en la narrativa como en el teatro. Preso de una heredada megalomanía, de su unipersonal e infinita autoridad, el propio “gran solitario


de Palacio” es a su vez víctima de una no menos malsana condición política, de una desmedida ambición que en la práctica ha hecho de los de su clase los seres más temidos pero también más odiados, conforme en la opinión pública su poder absoluto se trueca en denostación, en menosprecio, de acuerdo a esa constante idiosincrática que periódicamente nos induce a buscar soluciones mesiánicas y un sexenio después corroborar repetidos fracasos. Es un caudillo eterno que para mantener la ilusión de su legalidad, cada seis años cambia su nombre y sus características físicas, modifica ligeramente su proyecto de nación; es lo que más adelante Vargas Llosa calificaría de manera contundente como “La dictadura perfecta”. Rasgo identitario que bien definió Octavio Paz en El laberinto de la soledad, ni el mismo “todopoderoso” puede renunciar a ese estado de aislamiento sin rumbo; agazapado en su palacio de cristal, a piedra y lodo, se condenó a un ostracismo que sabemos se recrudeció con su no menos equivocada designación por parte del gobierno entrante de López Portillo a la embajada de México en España, apenas dos años antes de su muerte por cáncer fulminante en el colon, después de la muerte de Franco y la vuelta de este país a la democracia. El propio autor dijo alguna vez que el título de El gran solitario de Palacio se lo sugirió por cierto una desafortunada frase del propio presidente Gustavo Díaz Ordaz en medio de la crisis, quien en plena tormenta política se calificó como un “solitario en Palacio Nacional”. Escrita con pasión, con rabia, con la indignación propia de un joven escritor cuyos ideales lo habían llevado incluso a renunciar a su filiación al Partido Comunista, porque su severa e implacable naturaleza crítica se caracterizó siempre por no hacer concesiones con ninguna clase de excesos o malversaciones del poder, esta novela de René Avilés Fabila define muy bien las que terminaron por ser las constantes en la geografía de un escritor y periodista siempre fiel a sus convicciones. Cáustica parodia del México postrevolucionario, del que casi desde sus orígenes dio muestras fidedignas una obra particularmente visionaria como El gesticulador de Rodolfo Usigli, quien por otra parte dio entrada de lleno a nuestra dramaturgia moderna, El gran solitario de Palacio es, por méritos propios, un clásico de nuestra narrativa contemporánea, en cuanto imagen cierta de un México que en muchos sentidos —y por desgracia— se resiste del todo a morir.

profanos y grafiteros |

33


La revelación apócrifa de Avilés Fabila Ramón Castillo

Fotografía: Norma Patiño

34 | casa del tiempo


Es mediodía y estamos en la sala. La luz impregna cada rincón como si se tratara de la presencia del espíritu que cobija aquel momento de descubrimiento y paz. El sopor vespertino, luminoso y pleno de sosiego, transmite una sensación no experimentada antes. Hay un placer desconocido en escuchar aquella historia. Las palabras dibujan el milagro de un comienzo cuya simplicidad hace aún más fantástica la épica de un inicio que se remonta a la primera distinción entre luz y sombra. Antes no existía un arriba o un abajo, todo era masa informe y sin tiempo. Luego, cada elemento tomó su lugar y fueron moldeados el espacio, la duración de las estrellas, la frescura de las mañanas, el sabor de la fruta madura. Al día siguiente —continuaba el relato— refulgió el trueno, el mar fue condimentado con sal y los animales cantaron su alegría. Fascinados, escuchábamos mi primo y yo el lejano eco de la creación. Pero el idilio suscitado por el Génesis pronto se trastocaría en duda y, por ende, en motivo de pecado. Los peligros de la educación pública daban al traste con los esfuerzos amorosamente religiosos de mi tía. Al llegar al quinto día, cuando aves y bestias marinas hacen su entrada en este mundo, una sospecha me hizo interrumpir la lectura en voz alta. Formado bajo los preceptos de Charles Darwin, lo primero que desee aclarar fue que, de manera obvia, si se habla del origen del mundo, aquellos primeros pobladores terrestres debieron ser pterodáctilos, velociraptors, diplodocus, entre otros tantos. No podía ser de otra forma. El silencio, por supuesto, sobrevino. Mi infantil arrogancia aunada al cientificismo ingenuo de quien sólo repite lo que memoriza en la escuela le había roto el corazón a mi parentela más devota. Recibí el desconcierto de sus miradas, tal vez con una dosis a partes iguales de condescendencia y enojo, una mirada que me hizo comprender de inmediato, aunque sólo después abrazaría toda su trascendencia, que el disenso y la sensatez son virtudes de escasa popularidad en algunos contextos, particularmente los más beatos. Recordé esta disputa teológica al leer “El verdadero Dios”, breve y juguetona inventiva en la que se sugiere que el Alfa y el Omega creó, en efecto, en primer lugar a los gigantescos reptiles del jurásico, pero, “fastidiado de sus excesos”, decidió aniquilarlos mediante el choque de un meteoro con nuestro planeta. Cansado de la soledad del mundo y a manera de una nueva tentativa, el Todopoderoso se aventuró a moldear unos seres “extraños, raros, inquietantes” y les hizo creer que ellos

profanos y grafiteros |

35


estaban hechos a imagen y semejanza suya, cuando lo cierto es que “Dios tiene la magnífica forma de un Tiranosaurio Rex”. El evangelio según René Avilés Fabila es el volumen que integra éste y varios textos más, todos ellos entretejidos por el humor, el desacato y la inventiva, en torno a uno de los temas más polémicos y efervescentes: el cristianismo y el gigantesco gremio que ha arrastrado detrás suyo. La civilización occidental, o al menos la surgida en Europa, de acuerdo a George Steiner, es deudora de dos grandes narrativas, la herencia griega y la de Jerusalén. El desarrollo cultural, político y económico del Viejo Continente va aparejado al contrapunto de ambas visiones y, sin ninguna duda, el cristianismo ha contado con notable fortuna para extender sus dominios. Esta abrumadora presencia ha hecho de tal credo un blanco tentador para que mentes y sensibilidades variopintas entablen diálogos de índole heterogénea. Desde Lutero hasta Marx, pasando por Sade, Nietzsche y Baudelaire, Milton o Dante, la lista de escritores y filósofos cuya obra se ha acercado a la religión se extiende fecunda, ya sea para confrontar o embellecer su mitología. Con dicha tradición a cuestas, Avilés Fabila se aventuró en la escritura de un conjunto de textos, en su mayoría breves y diáfanos, en los que se engarzan reflexiones sobre el pecado original, el sexo en la Biblia, la figura de Jesucristo, el Ángel caído y varios tópicos más. Con ánimo provocador, su pluma se pasea por conjeturas y sugerencias, nuevas lecturas, acercamientos desenfadados sobre narraciones que se han petrificado gracias al resguardo voraz de teólogos e iluminados. La premisa central del escritor aquí es seguir la sugerencia borgesiana de que las Sagradas Escrituras no son otra cosa que una maravillosa obra de ficción y, por tanto, un libro inagotable no sólo en sus

36 | casa del tiempo

interpretaciones sino, con énfasis, en sus reescrituras. “Como novela —escribe—, la Biblia es perfecta, posee las características de las mejores obras de todos los tiempos, quizá en algún capítulo haya descuidos y los personajes se diluyan en el aire, las fechas sean de poca precisión, pero eso es culpa del tiempo y no de los autores. […] Como señalaba el escritor Juan José Arreola: ‘Toda belleza es formal’ y la Biblia es, con sus excesos y asperezas, pura belleza”. En este sentido, pareciera que el autor reclama su derecho a ejercer el elemental acto de contarlo todo de nuevo, de manera distinta acaso, pero justamente haciendo efectiva la libertad de narrar o entender las palabras no como reglas escritas en piedra, sino desde la comprensión de que ellas son entidades vivas y cambiantes, susceptibles de ser reapropiadas por la imaginación y el sentimiento de quien se aproxima a ellas. Sabe bien Avilés Fabila que no hay en su tentativa una búsqueda por mejorar un libro de tan alta poesía, nadie podría añadir nada a La Iliada o La Odisea, pero sí atina a descubrir en los relatos del libro sagrado del cristianismo el sustrato portentoso de la condición humana, retratada con el cúmulo entero de contradicciones y deslices propios de los seres imperfectos que somos. Cada uno de nosotros es un Ulises en pos de Ítaca, un aqueo en mortal combate, un Job desconcertado ante las terribles pruebas recibidas, un Rey Salomón deseando los “pechos de gacela paciendo entre azucenas” de su amada o una serpiente tentando al prójimo. En sentido inverso, los personajes que pueblan las páginas de la Biblia también son agobiados por los mismos desperfectos de cualquier persona. Así, cuando imagina al mítico Noé, el autor lo dibuja víctima de una resaca, podríamos intuir, provocada por la enorme presión de resguardar al conjunto de la fauna terrestre. Pero ese no es el detalle menor, el navegante del diluvio universal


también tiene descuidos tan graves como haber olvidado las parejas de unicornios, dragones, centauros y sátiros, con la consecuencia obvia de su extinción. La tesitura particular de René Avilés Fabila transita sobre todo por el humor, quizá una de las herramientas más deliciosamente mortíferas a la hora de la iconoclastia y la desacralización; sin embargo, también es posible leer en las páginas de su particular evangelio notas de férrea suspicacia, críticas de punzante tino. Sus ensayos breves, a veces no más extensos que un párrafo, señalan sin empacho la corrupción histórica de la jerarquía católica, sus desproporciones y abusos, el silencio guardado respecto al destino de la Virgen María y Magdalena o las contradicciones y libertades sobre lugares tan inverosímiles como el purgatorio y el limbo —espacios creados, cabe apuntar, no por el Hijo de Dios, sino por eclesiásticos que justificaron su inventiva mediante una iluminación proporcionada por el Espíritu Santo—. Este insobornable talante contrasta con una observación que hizo Ignacio Trejo Fuentes al reseñar El Evangelio según René Avilés Fabila y que no deja de ser una sugestiva clave a la hora de recorrer las páginas del libro. En su texto apunta: “Católico por necesidad, René se ha mantenido al margen de las prácticas religiosas, y antes bien ha mostrado un escepticismo casi ateo en esas cuestiones…”. Es decir, la postura del autor no es radicalmente la de quien descree, es un examinador mordaz mas no un impío, su proximidad con la fe es a un tiempo renuente pero, es posible aventurar, también, fascinada. De ser cierto que su atención a los misterios del cristianismo no era fruto de un escepticismo radical, sino de un regusto por humanizar y comprender el conglomerado de horrores, milagros y contradicciones que ha regido la vida de una porción nada desdeñable de la

humanidad, entonces es posible comprender esa línea de un cuento suyo en la que el personaje principal exclama: “Ah, si Dios me permitiera reescribir la Biblia”. Y a su modo lo hace. René Avilés Fabila emprende múltiples variaciones sobre una nota, empero, humorística; no obstante, también intenta un esfuerzo por añadir un trazo más en la cadena inagotable de bifurcaciones bíblicas. Si este portentoso libro milenario, como todas las grandes historias, pertenece al perenne flujo de la imaginación de los seres humanos, entonces, aún es posible extender sus posibilidades. En otras palabras, cada escritor hace suyo y prolonga ese ingente relato. La literatura es el milagro mediante el cual se construye la Biblioteca de Babel, el lugar donde se multiplica el infinito. Así, reinventa el nacimiento de Eva, las auténticas motivaciones de Satanás, el duelo entre David y Goliat, el liderazgo de Moisés ante su pueblo y otros tantos pasajes icónicos del Libro de Libros. El autor posee una revelación, es decir, un arrebato místico si se quiere, un fervor por comprender y, todavía con mayor fuerza, vivir la auténtica humanidad de quienes modelaron al dios que tutela la vida de los católicos. Su interés no es dejarse llevar por los renglones torcidos de Dios, sino escribir esa otra historia que los Padres de la Iglesia olvidaron consignar. El renovado testamento escrito por Avilés Fabila es ilegítimo ante los ojos azorados de la mojigatería, pues destaca no sólo por su infidelidad al canon, sino por que expone un espíritu preocupado menos por la parafernalia religiosa y más por un verdadero humanismo, una vivencia espiritual en donde la lujuria, la carcajada y los claroscuros son tan necesarios como la pureza y la santidad. El suyo es uno más de los evangelios apócrifos condenados por la Iglesia, es decir, literatura que se quiere gozosa, profundamente pagana.

profanos y grafiteros |

37


Cómo no desear a la mujer de mi prójimo

Jesús Vicente García 38 | casa del tiempo

René y Juan José Arreola en 1999. Fotografía: Fundación René Avilés Fabila


Me está matando el éxito con las mujeres. Tengo amantes maduras, jóvenes, estudiantes, profesoras, empleadas de banco, amas de casa, cajeras de almacén comercial, intelectuales, artistas, cantantes, contorsionistas, rubias, morenas, pelirrojas… No es posible. “Un fauno enfermo de lujuria” René Avilés Fabila

I El cuento “Menús literarios”, de René Avilés Fabila, está incluido en el libro Hacia el fin del mundo, y trata acerca de un señor que visita un restaurante biblioteca, que en lugar de ofrecer alimento biológico, oferta lecturas, a tal grado que el mesero informa que ya un gourmet famoso busca que le cambien el nombre a alimenteca, y va más allá, Alimenteca Nacional. El mesero no deja de mencionar los alimentos literarios, suculentos, por cierto, que como lector se antoja hasta devorar el libro con todo y pasta dura, que tiene casi cuarenta y ocho años, revisada por el autor y por Raymundo Ramos. Basilio lo recuerda porque lo analizó en la clase de literatura mexicana, en la uam Iztapalapa. Afuera del metro uam está un librero, amigo de Pamelo, lugar donde se citó con Basilio, porque quedó en llevarle una edición de El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet, primera edición al español, en la versión de Ángel Samblancat, Costa-Amic, 1944. Basilio ya está ahí. Pamelo llega en su jugo; sólo el metro puede extraer de los cuerpos sudor por litros, de ahí que Basilio piense que entonces todos los usuarios del metro tendrían que ser delgados y sin problemas de salud con respecto a la grasa. Sólo la ficción podría hacer ese milagro. La realidad es otra y en ella vemos a estos dos personajes chocándolas. Pamelo platica con el vendedor y recibe un libro con la finura de una joya, lo ve de cerca, de lejos, lo abre con calma, la primera hoja, la segunda, la dirección de las oficinas de la editorial, López 76, despacho 4; repasa con el pulgar el canto y cual abanico se abre para generar un aire que aspira cual aroma en el cuello de una mujer, se embelesa, mira el lomo, se fija en las letras, la cuarta de forros, cuyo catálogo dice que costaba cuatro pesos, “Precios en Moneda Mexicana”. En el pie de imprenta de la última página ve con asombro la fecha en que terminó de imprimirse, 28 de febrero de 1944, en la Ciudad de México. Siguen platicando, hace las presentaciones. Paga, se dan la mano y le dice al librero que vía guats espera respuesta del otro que le encargó. “Estamos en eso, maestro, ya sabes”. Bajan al metro, Pamelo sigue viendo el libro cual enamorado ante su dama que duerme a un lado. “Te vas a venir, Flaco”. “En ti tengo un buen amigo”. Basilio entiende el albur mas no da respuesta inmediata. Le cuestiona si sólo por eso se citaron ahí, pues la idea era ir a desayunar. Claro, para eso fuimos con el librero, que es el intermediario de los sueños, ¿qué haríamos sin ellos?, el mundo sería más puerco de lo que es. Ellos son las cigüeñas pero con libros: les escribes

profanos y grafiteros |

39


y te llevan el material a tu medida. Un bibliófilo iría al fin del mundo con tal de conseguir un libro que le cambiará la vida, el mundo mismo, por eso existen los artistas, los verdaderos revolucionarios, porque entran en tu mente, en tus ideas, en tu reflexión. Basilio le recuerda el cuento de René Avilés, de quien ha leído varios libros. Fue a la librería Andanzas, en la Roma, y consiguió, además, Cuentos de hadas amorosas y otros textos. Se lo enseña. Pamelo lo toma y le recuerda que él fue a una de sus presentaciones que hicieron el año de su publicación, cuando Basilio era un mocoso de once años (nacido en el 87), y grabó la charla (Pamelo era reportero) en el marco de “Conversaciones con la inteligencia”, que dirigía Lilia Márquez, en el auditorio del plantel 1 del Colegio de Bachilleres, el 25 de septiembre de 1998, a las 11:00 horas, por cierto, una mañana algo fresca. “¿La tienes en usb?”. Pamelo queda atónito ante la pregunta, quiere creer que es un desaguisado de Basilio hecho a propósito, así que le responde normal: la tengo en cinta, en casete. Y como todos los nacidos en esos años, ahora treintones o más, dicen que sí les tocó el casete, que ellos escucharon a The Cure en cinta y ya se sienten viejos (cuando los treinta son apenas el comienzo de cosas nuevas, incluyendo las enfermedades) y lo dicen como si ya hubieran vivido un buen y creen saber todo, porque es parte de la crisis de los treinta y más si se sienten intelectuales. “Vamos a casa. Te invito un huevo a la mexicana y la voz de René”.

oreja para captar cuando habla de Cuentos de hadas y de que sus personajes tienen entre veinte y treinta años, porque crecen con él.

II Basilio guatsapea con la rapidez de un pistolero de película de vaqueros. Escucha a René hablar del 68 y del pri, que se anexó a la conmemoración de la matanza de los estudiantes y le sorprende que ese partido que golpeó y encarceló a jóvenes ahora se anexara a esas efemérides, y una forma fue reeditar cuatro libros que hablaran del caso, entre ellos el de René Avilés, El gran solitario de palacio, 1971. Basilio toma café. Cierra los ojos. Milagrosamente, su cel tampoco hace ruido. Se embelesa. La voz de René lo planta en la vida, su sentido del humor lo hace torcer de risa y sigue parando

De maduro, ya no era creyente, pero cuando era un niño católico decía cómo no voy a desear a la mujer de mi prójimo, a las mamás de mis amiguitos, a sus hermanas, a las amigas de mis amigas, a las hermanas de sus amigas, a las amigas de las hermanas de las vecinas, y yo pensaba si no estaba enfermo, pero si lo estaba, pues que no me curen, déjenme así.

40 | casa del tiempo

Los problemas de la pareja me parecen fascinantes. Aunque hay un problema: en un país donde la educación es defectuosa, donde hay un excesivo catolicismo, el tema amoroso lo han ido postergando, pero novelas como Madame Bovary, de Flaubert, o Ana Karenina, de Tolstoi, han contribuido al desarrollo amoroso de la pareja, lo esencial es eso. En este sentido, creo que la monogamia es algo monstruoso, aunque respeto a quien la ejerce, pero no dejo de pensar que es antinatural.

III Ya no quiero tener novia. Basilio se identifica con el tema a la inversa: en lugar de desear mujeres, ya no, pero no niega que le encantan. Pamelo detiene la cinta. Stop. Aquel sigue con el guats. Zafiro le envió uno, le pregunta por qué ya no la invita a salir, que ya no lo dejará plantado y que le quiere devolver un engargolado con poemas de él. Sonríe y mueve la cabeza negativamente. Le llegan noticias de que se acercan altas temperaturas, estaremos asándonos y mejor, porque tener novia en tiempo de calor es mucho gasto y más si son bebedoras, excepto las pulqueras o cerveceras, son más baratas. “Lo importante es que no quieres tener novia, fuchi las mujeres”, dice Pamelo, y se ríen como niños. Play. René Avilés al micrófono:

Y después dijo algo que a Basilio lo hace reflexionar: que en la literatura el tema amoroso era casi omiso. Stop. “¿Y La Celestina, Cárcel de amor, La lozana andaluza (muy erótica), el mismo Don Quijote de la Mancha, Persiles y Segismunda, las novelas pastoriles tratan el tema


del amor no correspondido, las bizantinas, los sonetos eróticos y amorosos de Lope de Vega y Francisco de Quevedo, Luis de Góngora con su Polifemo y Galatea, el romanticismo de Pedro Antonio de Alarcón, de Leandro Fernández de Moratín con El sí de las niñas, amor por todos lados; Tirso de Molina, Calderón de la Barca, y ya entrados en el xx, Miguel de Unamuno, Azorín, Pío Baroja, luego Federico García Lorca, Dámaso Alonso, los Machado, el mismo Ramón María del Valle-Inclán con sus cuatro sonatas, y los nacidos en los cuarenta y cincuenta, como Javier Marías, por mencionar sólo uno; todo esto es amor y desamor”. Su perorata me marea. Calla, sonríe y mira la grabadora. Play. Avilés Fabila subraya estar más familiarizado con la literatura francesa, principalmente, y la europea, y ahí es donde comenta que el asunto de los celos se le hace atractivo a partir de leer El diablo en el cuerpo, en esa relación tortuosa de los jóvenes protagonistas. Les recomendó a los alumnos leer Santa, de Federico Gamboa, para que vean el sufrimiento de una prostituta, y que vean la película Nunca en domingo, que es la otra cara de la moneda, una prostituta que no sufre y asume que su trabajo es digno, bien remunerado y culto, porque los idiomas que sabe los aprendió en la cama. Lo importante es leer. “México no ha sido un país de grandes lectores, aunque sí tenemos buenos escritores. Se lee poca prosa y menos poesía. Los escritores no viven de sus libros, no producen como para vivir de eso, son pocos quienes sí pueden hacerlo”. Recordó que él lee mucho porque tuvo una formación sin televisión. “La capacidad de un niño para leer y que no ve televisión era superior a los niños y jóvenes de ahora. En estos tiempos, el joven ve programas horrorosos como el de la Chapoy. Eso es terrible”. Reímos como hienas y al mismo tiempo nos entristece saber que la Chapoy y Bisoño siguen vivos, en tanto el maestro René ya no. IV Aquella mañana, una camioneta de la institución, junto con la maestra Márquez, llevó a René Avilés al

periódico Excelsior, Reforma esquina con Bucareli. Nos acompañó otro escritor, alumno de René de su taller literario, Juan Luis Nutte, cuentista y autor de una novela. En la camioneta, René me firmó el libro Hacia el fin del mundo, primera edición, 1969, año en que nací, y La desaparición de Hollywood (y otras sugerencias para principiar un libro), 1973. Habló de política, de escritores, criticó a Carlos Monsiváis, al que no tragaba, y los cuatro, incluyendo al chofer, nos reímos como nunca. Su sentido del humor, ácido, negro, era muy simpático, y respetuoso, por supuesto. Juan y yo nos bajamos con René enfrente del periódico. Él se despidió. La maestra Lilia se fue. Caminamos rumbo al Zócalo. El sol ya quemaba. Eran casi las dos de la tarde. Nos metimos a una cantina. Bebimos cerveza. Obvio, nos emborrachamos. Un par de años después, le entregué a René mi primer libro de cuentos, engargolado y en disquet, para una posible publicación, Transbordo, que salió a la luz en 2002. Él y Bernardo Ruiz creyeron en mí, lo cual agradezco infinitamente. Fui a algunos homenajes que se le hicieron en vida, claro, a los cuales también iba Juan Luis y compañeros literarios como Salvador Bretón, y parrandeábamos hasta amanecer. Le digo a Basilio que el mundo de René sí giraba en torno al arte, que era como una especie de don Quijote, porque creaba su propio mundo de camaradería, borrachera y buena charla, a pesar que amigo personal mío no era, pero igual me atraía su mundo, así que él no se fue todo, sino que dejó el ejemplo de vida. Basilio se queda pensativo. De pronto dice que qué hace con la ex que le envía guats, ya no quiere invertir sentimiento, amor. “Pues llévala a un hotel”. “Nunca hubo nada de nada”. “Por eso, erotízala antes que ella se convierta en mujer del prójimo y entonces sí empieces a desearla más y será más difícil que la tengas, o de plano olvídala”. Preparo más café y él empieza a guatsapear, sonríe y pone cara de travesura. “Ya está”, dice. ¿Qué? “No desearé a la mujer del prójimo. Ella me deseará a mí, mi ex sabrá quién es Basilio y para qué vino al mundo”. Y que me quedo callado.

profanos y grafiteros |

41


Retrato de Manuel Tolsá, Rafael Ximeno y Planes, Museo Nacional de Arte

ménadesymeninas

Las misiones de Manuel Tolsá Jorge Vázquez Ángeles 42 | casa del tiempo


Desde que fue nombrado director de escultura de la Academia de San Carlos, a Manuel Tolsá se le encomendaron grandes misiones. La primera, apenas aceptó el cargo: transportar setenta y seis cajones desde el puerto de Cádiz hasta Nueva España. La historia de las estatuas que viajaban dentro de los cajones demuestra que la lentitud burocrática no es una característica moderna, sino que se remonta siglos atrás. El 4 de noviembre de 1781, bajo el nombre de “Academia de las tres nobles artes de San Carlos: arquitectura, pintura y escultura de la Nueva España”, se fundó la primera escuela de arte para “naturales”. Tres años después, el 18 de noviembre de 1784, se constituyó como “Real Academia de San Carlos de la Nueva España” al expedirse la cédula real correspondiente. Desde 1783, Jerónimo Antonio Gil, primer director de la Academia y grabador de la Real Casa de Moneda, solicitó maestros españoles que impartieran las tres disciplinas y una serie de materiales que resultaron inconseguibles en el nuevo mundo: modelos en yeso de estatuas griegas y romanas, necesarias para enseñar figura humana y proporción. Nadie le hizo caso. En 1785, con el virrey Bernardo de Gálvez y Madrid como intermediario, Gil volvió a pedir los modelos y agregó a la lista pinceles, papel, colores, “y todos aquellos materiales indispensables para la enseñanza y que el propio virrey se comprometió a pagar”.1 Carlos III recibió el encargo hasta 1786 y ordenó a Ignacio Hermosilla, secretario de la Academia de San Fernando, que cumpliera la solicitud. Éste, a su vez, giró instrucciones a José Panicci, reconocido artista de la corte, para que copiara las estatuas más famosas de San Fernando. José Fernando Mangino, superintendente de la Real Casa de Moneda y jefe de Jerónimo Antonio Gil, estaba en España cuando Panicci comenzó a trabajar, y le pidió al escultor y pintor Manuel Tolsá que lo mantuviera al tanto de los trabajos. Mientras se completaban los modelos, dos muertes marcaron el destino de Manuel Tolsá: sin que se precise la fecha exacta, José Arias falleció repentinamente en Nueva España en 1788, dejando vacante el puesto de director de escultura de San

1

Eloísa Uribe, Tolsá, hombre de la ilustración. Conaculta, 1990.

ménades y meninas |

43


Estatua ecuestre de Carlos IV, Manuel Tolsá, Ciudad de México, 1890. (Fotografía: Universal History Archive / uig por Getty Images)

Carlos, y Carlos III se despidió de su reino el 14 de diciembre de ese mismo año. A juzgar por la fechas, cuando Panicci terminó las copias, hacia 1790, Manuel Tolsá aún no había sido nombrado director de escultura de San Carlos pero se hizo cargo de embalar el pedido que llevaba siete años pendiente. Por su tamaño y peso, las estatuas estaban seccionadas como un gigantesco rompecabezas y fueron repartidas en los cajones, debidamente sujetadas por correas de cuero y cubiertas por paja y papel para evitar que se dañaran durante la larga travesía que les esperaba. En el documento número 4 de la Cédula Real del año 1790, número 33, folio 62, se desglosa el contenido de cada cajón. Por ejemplo, el marcado con el número 1 contenía “los muslos y pedazos del medio con los dos brazos del Idolo Egipcio : la cabeza de Platón : la del Mercurio que tiene el bolsillo en mano : la de Remo y la de Rómulo, y la de la Musa”.2 El contenido del ca-

jón número 11 se describía así: “La parte del pie y el de arriba del Pecho y cuello de la Leda, sin manos y la cabeza que no la tiene, ni el original : la cabeza de Patrocoli del vivo que va demás y el Pedestal del Núm. 38 hechado sobre el Delfín”. El 28: “El tronco con la pierna derecha del Apolo, y el Paño que tiene colgando al brazo izquierdo de la misma figura; La Venus que sale del baño con el cupido detrás entera, menos el Printo que está en la Núm. 21 : el Jason entero y las dos piernas del Gladiador moribundo”.3 Mediante la cédula real del 16 de septiembre de 1790, Manuel Tolsá fue designado director de escultura de San Carlos. Además de sus nuevas actividades y su sueldo ($1 800 pesos a pagarse a partir del día en que se embarcara hacia América, aunque pidió dinero por adelantado para preparar el viaje), el valenciano tenía la encomienda de llevar sanos y salvos los cajones que habían llegado a Cádiz el 18 de septiembre de 1790, dos días después del nombramiento de Tolsá. El 24 de

2 Se ha respetado la ortografía y redacción originales tal y como aparece en el libro Breve estudio de la obra y personalidad del escultor y arquitecto Don Manuel Tolsá, de Alfredo Escontría, publicado en 1929. Este libro es el texto de referencia de todos los demás trabajos que se han escrito sobre la vida y obra de Tolsá. Se trata de un ejemplar escurridizo: en la Biblioteca Central de la unam no lo encuentran,

lo mismo que en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras. En el Instituto de Investigaciones Históricas (unam), los dos ejemplares están prestados; pude encontrarlo, por fin, en la Biblioteca Daniel Cosío Villegas del Colegio de México. 3 Alfredo Escontría, Breve estudio de la obra y personalidad del escultor y arquitecto Don Manuel Tolsá, 1929, pp. 109-114.

44 | casa del tiempo


diciembre de 1790,4 junto con su sobrina Joaquina y su criado Pombo, quien en realidad era vaciador de yeso, viajó desde Valencia el día de su cumpleaños, con el título de Académico de Mérito bajo el brazo, indispensable para poder impartir clases en Nueva España, al puerto de Cádiz. Si actualmente un vuelo comercial se retrasa, no sorprende que en los últimos años del siglo xviii, Manuel Tolsá y sus acompañantes esperaran tres meses la llegada de un barco para ir al nuevo mundo. El dinero que se le dio como adelanto se le terminó. Prácticamente quebrado, Tolsá abordó por fin la fragata Santa Paula de la Real Armada, que zarpó hacia La Habana el 20 de febrero de 1791. Una vez ahí, el escultor debía de aguardar otro barco similar, en este caso la fragata Floridablanca, que lo llevaría al puerto de Veracruz. Por fin, el 22 de julio de 1791, Tolsá llegó a México, como cuenta Alfredo Escontría en su libro Breve estudio de la obra y personalidad del escultor y arquitecto Don Manuel Tolsá, sin definir si la fecha se refiere a su arribo a Veracruz o a la capital. De cualquier forma, el escultor permaneció veintinueve días en el puerto, algo que don Manuel aprovechó para conocer a Luisa Sanz Telles Girón Espinosa de los Monteros, con quien se casaría en 1794, mientras que los cajones eran abiertos para acomodar su contenido en cajas más pequeñas y facilitar su traslado por tierra. Este hecho en apariencia intrascendente, provocaría daños a algunas estatuas y dificultaría el proceso de armado que a Tolsá le tomaría

La fecha del nacimiento de Tolsá (24 de diciembre de 1757) que aparece en el libro de Alfredo Escontría, podría estar equivocada, pues en otras publicaciones y en Internet se dice que nació el 4 de mayo del mismo año. Si hacemos caso a Escontría, no deja de ser llamativo que Tolsá viajara hacia Cádiz a la espera del barco que lo llevaría a Nueva España el día de su cumpleaños, el 24 de diciembre de 1790, y que falleciera el 24 de diciembre de 1816, tal y como dice Escontría, en su casa de la calle de la Mariscala para ser enterrado al día siguiente en la iglesia de la Santa Veracruz, a poco más de trescientos metros, y sobre la misma calle, de sus obras más famosas: el Caballito y el Palacio de Minería.

un año completar,5 reparando cabezas destrozadas, dedos amputados, pies astillados, codos partidos. Su fama como escultor le permitió realizar trabajos fuera de la academia: en 1792 se le “comisionó para esculpir unas estatuas colosales para la Catedral que el arquitecto José Damián Ortiz de Castro terminaría en poco tiempo”.6 De acuerdo con Escontría, en septiembre de ese mismo año, a Tolsá se le encarga el proyecto del Palacio de Minería. Al no contar con el grado de arquitecto, Tolsá solicitó a la Academia de San Carlos que “se le extendiera el título de Académico de Mérito en Arquitectura”.7 De acuerdo con los lineamientos de la época no se podía tener dos títulos en dos disciplinas diferentes pero Manuel Tolsá fue la excepción a la regla. Tolsá presentó los planos el 16 de marzo de

4

Palacio de Minería, Pietro Gualdi, Mexico, siglo xix. (Imagen: DeAgostini / Getty Images)

Eloísa Uribe, op.cit., pág. 92 Íbid., pág. 52 7 Alfredo Escontría, op cit., pág. 76. 5 6

ménades y meninas |

45


1797, cinco años después, pero su solicitud de contar con el título de arquitecto le resultó conveniente, si es que la hizo en 1792, cuando Damián Ortiz de Castro fallece a los cuarenta tres años de edad, el 6 de mayo de 1793. La muerte, de nueva cuenta, favorecía a Tolsá, quien de la noche a la mañana vino a encargarse de la conclusión de la Catedral, el proyecto más importante del gremio de los arquitectos. Gracias a las balaustradas que corren a todo lo largo del proyecto, Tolsá unificó los diversos estilos y modas que desde 1571 dejaron su huella en el edificio. El frontón en la portada principal y la cúpula con linternilla son grandes aportaciones de Tolsá quien trabajaría en el proyecto hasta su conclusión en 1813, año en que también se termina el Palacio de Minería, su primera obra arquitectónica en Nueva España. Como en toda primera obra, el valenciano enfrentó varios problemas: rehízo el proyecto cundo le pidieron que agregara un piso más; la escalera monumental tuvo que ser reparada por él mismo, a un precio de tres mil pesos,8 debido al hundimiento del edificio. Sin embargo, en 1830, el hundimiento volvió a afectar la escalera al grado de que el arquitecto Antonio Villard desmontó toda la planta alta, “colocando en el patio, perfectamente numeradas, todas las piezas, y volviendo a montarlas después de reforzados los cimientos sin que se hubiera perdido una sola piedra”.9 Aunque Tolsá no hubiera realizado los proyectos de las casas del Marqués del Apartado, del conde de Buena Vista o los planos del Hospicio Cabañas, ni los altares de diversas iglesias o el busto de Hernán Cortés que se encuentra en el Hospital de Jesús, sería recordado por la que debe considerarse como la estatua más famosa de la ciudad después del Ángel de la Independencia: el “Caballito”, nombre popular que ha sustituido al original: Estatua ecuestre de Carlos IV. La idea se le debe a un malandrín que fue virrey después 8 9

Alfredo Escontría, 1929, pág. 79 Ídem.

46 | casa del tiempo

de Revillagigedo, Miguel de la Grúa Talamanca, marqués de Branciforte, que honró a Carlos IV, uno de los peores monarcas españoles. Branciforte propuso al rey la estatua para encubrir sus malos manejos y ciertas acusaciones de contrabando. Conocedor del espíritu vanidoso del rey, al marqués no le falló el cálculo cuando el 5 de marzo de 1796, Carlos IV autorizó que se construyera la estatua, siempre que no le costara a la Real Hacienda, tal y como propuso Branciforte. Como la estatua se colocaría en la plaza principal, el proyecto debía ser integral y contemplar tanto la estatua y su pedestal como la plaza en sí. A Manuel Tolsá se le encargó el fundido de la estatua y el pedestal, mientras que a Antonio González Velázquez, director de arquitectura de San Carlos, le correspondió la plaza, inspirándose en un diseño de Miguel Ángel para la plaza del Capitolio en Roma. El 9 de diciembre de 1796, fecha del cumpleaños de la reina María Luisa, se develó una estatua provisional de madera. Entre las fiestas organizadas para reunir fondos y hacer la estatua de bronce, destacan las dieciséis corridas de toros realizadas a lo largo de las siguientes dos semanas.10 Branciforte no puede ver la estatua concluida pues dejó el cargo el 31 de mayo de 1798. Corsarios ingleses asaltaron la fragata Asturiana en 1799. Parte del botín eran noventa quintales de calamina, lo que retrasó aún más la fundición que se inició tres años después, el 2 de agosto de 1802, a las cinco de la tarde, cuando se encendieron los hornos que habrían de fundir “seiscientos quintales de metal”.11 A las seis de la mañana del día 4, los hornos continuaban encendidos: el metal ya era líquido ardiente. Tolsá, desvelado y emocionado, dio las órdenes de que vaciaran el metal en el molde pero a la operación se detuvo durante unas horas porque el escultor temía que el molde, expuesto a la intemperie todos esos años, estuviera dañado y que no soportara el 10 11

Eloísa Uribe, op cit., pág. 64 Alfredo Escontría, op cit., pág. 95.


Palacio de Minería, litografía, México, 1855. (Imagen: DeAgostini / Getty Images)

calor. Tras revisarlo, dio inicio el vaciado que durante muchos años se creyó que había sido realizado de una sola pieza. Después de la escandalosa “restauración” a que fue sometido el “Caballito” en 2013, en la que perdió la pátina original, se descubrió que en realidad la estatua fue hecha en siete partes, y que mediante un preciso trabajo de soldadura, Tolsá completó el conjunto, cubriendo los posibles defectos con adornos.12 Cuando la pieza se enfrió y fue retirado el molde, Tolsá tardó catorce meses más en pulirla y detallarla, hasta que el 19 de noviembre de 1803 fue montada en un carro especial que por sus veinte toneladas de peso tardó cuatro días en llegar a la plaza principal. En presencia del virrey José de Iturrigaray, la estatua se elevó por los aires mediante una grúa diseñada por Tolsá que con toda suavidad la depositó en su pedestal para ser develada el 9 de diciembre de 1803.

12

http://eluni.mx/1Vu4QD7

Manuel Tolsá murió el 24 de diciembre de 1816 en su casa de la calle de la Mariscala y fue enterrado en la iglesia de la Santa Veracruz, de donde sus restos, seguramente, fueron sacados durante la Reforma. Hacia 1824, el “Caballito”, como ya le decía la gente, estuvo a punto de ser fundido por órdenes del presidente Guadalupe Victoria. Lucas Alamán la rescató resaltando que más allá de representar a un monarca mediocre e invasor, la estatua era una obra de arte. Para prevenir actos de vandalismo o nuevas intentonas por destruirla, el Caballito fue depositado en el claustro de la antigua universidad hasta el 3 de septiembre de 1851, cuando fue enviada a la glorieta de Bucareli y Reforma. Su marcha, al parecer, terminó el 27 de mayo de 1978 cuando fue colocada en la Plaza Manuel Tolsá, frente el Palacio de Minería. Considerada como una de las más importantes estatuas ecuestres en el mundo, es la única, hasta donde se sabe, que justifica su existencia mediante un “nota al pie”: “México la conserva como un monumento de arte” (Bernardo Ruiz dixit).

ménades y meninas |

47


Walid Raad: estrategias artísticas ante el desastre Verónica Bujeiro

48 | casa del tiempo

Fotografía: Stefan Altenburger, Kunsthalle Zürich


El desastre lo arruina todo, dejando todo como estaba. No alcanza a tal o cual, “yo” no estoy bajo su amenaza. En la medida en que preservado, dejado de lado, me amenaza el desastre, amenaza en mí lo que está fuera de mí, alguien que no soy yo me vuelve pasivamente otro. Maurice Blanchot, La escritura del desastre.

Acudí a la cita pactada para el performance “Walkthrough”, del artista libanés Walid Raad, en el Museo Jumex sin mucha expectativa ni conocimiento previo, más que la idea de curiosear en el mundo de un artista árabe. Una rareza en el panorama, ya que a esas latitudes uno regularmente vincula (por ignorancia o narcisismo occidental) conflicto, masacres, guerras y no mucho más. El performance de Raad se anunciaba como una especie de conferencia en la que se discutiría la actualidad del arte en el mundo árabe, mismo sobre el cual pesa a la vez el tema de una tradición extinta por los cruentos acontecimientos, la reconstrucción de la memoria y la modernidad capitalista de los grandes inversores petroleros. Antes de acceder a la sala, los convocados teníamos que acatar una lista de restricciones regulares como no tomar fotos, no usar celular, no hacer preguntas, etcétera, advertencias motivadas más que por el cuidado de los derechos de autor, por la condición nerviosa del propio Raad ante la “representación”, dado que como él mismo lo dijo más tarde, “no es un actor profesional”. Un detalle significativo que daba cierta pista acerca de lo que se estaba por presenciar. Ataviados con audífonos por los que escucharíamos al artista, pese a tenerlo físicamente a unos cuantos metros de distancia, Walid Raad se presenta ante el público convocado frente a un mural que presenta más que una obra artística común, un organigrama complejo que daba cuenta de una investigación exhaustiva sobre una especie de Afore para artistas visuales llamada Artist Pension Trust (apt). El punto del performance es la anécdota de Raad al ser invitado a dicho programa, cuyo capital y plusvalía reside en la donación de obra para su manejo por el mismo fideicomiso, quien dota de una ganancia no sólo al donante, sino al fondo común que a la larga puede beneficiar a todos los inscritos. Una idea bastante noble si se piensa que los artistas carecen de toda seguridad social a lo largo de sus vidas y en la que Raad concuerda, no sin reserva de una sospecha acerca de investigar cómo funciona.

ménades y meninas |

49


Fotografías: Stefan Altenburger, Kunsthalle Zürich

Lo que el artista libanés descubre es una red de conexiones entre instituciones artísticas, museos, curadores inversionistas, así como miembros de la inteligencia militar israelita. Su investigación oscila entre el asombro por la muestra de datos duros que revelan los mecanismos reales del mundo del arte, en donde los inversionistas y su capital son quienes en realidad mandan, y la sospecha sobre la franca paranoia de un hábil creador de teorías de conspiración. Pero antes de dejar caer al público en cualquier tipo de conclusión, Raad nos conduce a otra sala. Ahora se coloca frente a la proyección de sombras de las paredes vacías de lo que parece un museo europeo para hablarnos sobre la construcción de una isla de los museos en Abu Dabi, pequeña localidad de los Emiratos Árabes que contiene buena parte de la fortuna mundial, quien puede procurarse el lujo de pagar por la franquicia del Museo de Louvre o el moma como uno más de los caprichos a los que puede acceder el dinero. Proyecto que ante la situación y mala fama del mundo árabe no puede dejar de cuestionarse por su doble filo entre la

50 | casa del tiempo

filantropía cultural y la salvaje especulación capitalista. El propio Raad enuncia sus dudas al respecto y pone como ejemplo el caso de un hombre común que al querer acceder a la inauguración de uno de estos museos teme por su vida, pues sabe que va a chocar contra una pared. Al compartir su histeria públicamente, la seguridad del preciado recinto lo remite a un hospital psiquiátrico. La noticia aparece al día siguiente en los periódicos, pero Raad dice que no puede precisar si la fecha es de este año o es de 2024, pues es algo que ya pasó, va a pasar y seguirá pasando. Ante tal declaración, más que el asombro es ya una complicidad lo que se establece con el artista en este punto, por ello es que obedientemente seguimos sus ágiles pasos cuando nos indica que hay una sala más por visitar. Para la última parte de su performance, Walid Raad nos sitúa ante una maqueta que reproduce una sala de exposición muy similar a la que nos encontramos, ahora nos cuenta sobre la renuencia que experimentó al ser invitado a exponer por primera vez en su natal Beirut en una de las primeras galerías importantes después del


largo conflicto que azotó su nación, pero que al aceptar y mandar toda su obra para ser dispuesta en dicho recinto se encontró con que todo su material había encogido. Ante nuestras risas, él enuncia que sabe que no se ha vuelto loco, puesto que eso que está frente a nuestros ojos es la prueba fehaciente de lo que ha ocurrido, y a partir de semejante muestra no se pueden contradecir los hechos. La teoría también se apoya en los auriculares que llevamos puestos, pues su voz parece ya ser un delirio que escuchamos íntimamente en nuestra cabeza. En una pared contigua, especie de simulacro de un muro destruido por una bomba, Raad nos explica cómo creó un proyecto artístico a partir del dictado telepático de los nombres de los artistas más importantes de la historia de Líbano, y sobre otra pared, esta vez perfecta, como la sala de museo que nos alberga, cuenta cómo los colores que han dejado de aparecer en las paletas del arte actual en realidad no se han extinguido, sino que simplemente han huido y se esconden a nuestra vista en anuncios e impresos cotidianos.

En este punto, el tono de su charla se había vuelto más histérico, como si quisiera dejar en nosotros la intención clara de refrendar todo aquello que ha dicho, pese a su naturaleza incómoda entre lo real y lo ficticio. Y cuando más estábamos entrados en el juego, claramente contagiados de esa alucinación que contiene el universo del artista, Walid Raad desaparece de una zancada y nos deja frente al resto de su obra: un panorama consistente en parte por fotos de archivo que muestran ese pasado conflictivo del Líbano que conocemos, esa guerra civil interminable que no puede dejar de definir a sus habitantes. Pero la conmoción que ha creado Raad es suficiente como para apreciar con una gran sonrisa fotografías de motores calcinados, edificios derrocados por las balas, armas de alto calibre y paisajes en los que el horizonte es delimitado por un bombardeo. Pero no es el júbilo lo que nos embarga, sino el aporte que Walid Raad nos ha legado tras su performance al dar un tono diferente para interpretar lo que está frente a nuestros ojos. Fotógrafo de origen, amateur en su adolescencia en Líbano y más tarde ya como un profesional durante

ménades y meninas |

51


Fotografía: Stefan Altenburger, Kunsthalle Zürich

su exilio en Estados Unidos, Walid Raad toma la fotografía como un mediador entre el acontecimiento y su clasificación, tanto en la historia oficial como en la del individuo, y utiliza el archivo fotográfico como una herramienta para crear una realidad alterna, intervenida: En ocasiones uno vive en la experiencia, pero no experimenta nada. Las guerras libanesas fue vividas, pero no experimentadas, y dejaron síntomas históricos e histéricos en la cultura que alguien necesita identificar, coleccionar y archivar, y si no se pueden encontrar, tal vez se puedan producir.1

El proyecto de archivo fotográfico The Atlas Group (1989-2004) es la manera en la que Walid Raad aborda su experiencia durante las guerras civiles en Líbano, agrupando fotos personales y de prensa a las que adjudica un tratamiento que juega con la intervención de la imagen de modo pictórico y la manipulación sobre lo que puede decirse sobre ella. Una de las obras, Let’s be honest the weather helped (1998), muestra imágenes de calles de una Beirut devastada, pero invadidas por un festín de puntos de colores. Cada uno de ellos significa el tipo de munición que impactó dicho paisaje, pues Raad era un ávido coleccionista de balas, y aprendió 1 Walid Raad en conversación, 2016 ICP Infinity Award: Walid Raad, International Center of Photography: https://youtu.be/4eJrFG-QKpU

52 | casa del tiempo

que el color de las mismas implicaba el origen del país de manufactura, lo que resulta en un documento que muestra una alegoría de los países que contribuyeron a la destrucción de su país. My neck is thinner than a hair line (2001) comprende una serie de imágenes sobre los motores de los coches bomba detonados, como especie de cadáveres a los que se les rinde una absurda ceremonia en la que aparecen políticos y ciudadanos curiosos. El discurso de Raad sorprende por su juego ante la tragedia, sin restarle seriedad, ya que nos deja en claro que la memoria es una herida abierta. Sobre la emergencia del mundo árabe en el ámbito artístico en la actualidad, Raad elabora una serie de trabajos bajo el título Scratching on things I could disavow (2007 - presente), mismo al que pertenece el performance Walkthrough, en donde muestra, igualmente de manera desconcertante pero genial, cómo esa tradición artística destruida y saqueada durante las guerras que han asolado esa región del planeta sufre al ser mostrada en los recintos que estados poderosos como Abu Dabi están creando, pues los objetos han cambiado su forma o se niegan a proyectar su sombra al ser expuestos. El caso de Walid Raad es de vital importancia en el mundo del arte contemporáneo, pues ante un contexto histórico trágico siempre surge la interrogante del papel del arte ante los hechos y el deber del artista no sólo por presentarlos, sino por representarlos como un


emisario diplomático, testigo de primera mano, cuya misión parecería ser la de continuar con la cadena informativa de los cruentos sucesos. La disyuntiva que presenta para un artista proveniente de un contexto trágico implica retos importantes, puesto que puede privarlo de su “libertad artística” al querer abordar cualquier otro tema y bien puede arrojarlo al escenario del oportunismo más rampante. La cuestión no es sencilla, este contexto le determina al artista una expectativa en los círculos internacionales (simplemente pensemos en el caso actual de los artistas mexicanos ante la violencia del narcotráfico), peligro ante el cual se corre el peligro de incurrir en los mismos vicios de la escritura de la historia oficial en donde

la subjetividad y el cuestionamiento ante los hechos tienden a homogeneizarse en un discurso que no hace más que recrear los acontecimientos, sin analizar los síntomas reales y tomar en cuenta la distancia que se requiere para entender y procesar cabalmente los traumas y las heridas. Una distancia que Walid Raad finca entre la experiencia traumática y su asimilación en la memoria individual y colectiva como un camino para evidenciar las estrategias narrativas y el simulacro de la construcción de la historia oficial y su relación con la experiencia del individuo. Una posición que nos recuerda que el arte no es una forma de entretenimiento, sino una herramienta para comprender nuestra estancia en el planeta tierra.

Another Letter to the Reader, obra de Walid Raad en la 14 Bienal de Estanbul, Turquía, en 2015. (Fotografía: Selin Alemdar / Getty Images)

ménades y meninas |

53


Alexander McQueen: el horror y la belleza

54 | casa del tiempo

Héctor Antonio Sánchez

Una pieza de la exposición Savage Beauty en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York en 2011. (Fotografía: Charles Eshelman / FilmMagic)


A mediados de febrero de 2010, durante la entrega de los Brit Awards, Lady Gaga presentó un homenaje al diseñador Alexander McQueen, cuya muerte fuera divulgada en medios apenas una semana antes. La cantante, sentada al piano, vestía una singular máscara con motivos florales que se extendía hacia la parte superior de su cabeza, hasta una monumental peluca à la Marie-Antoinette: a sus espaldas se erguía una estatua que la emulaba, una figura femenina con una falda en forma de pianola y los icónicos armadillo shoes de McQueen que la misma cantante popularizara en videos musicales. La extravagante interpretación recordaba por igual algunos momentos de Elton John y David Bowie, quienes hace tanto tiempo exploraron las posibles y fructíferas alianzas entre la moda, la música y el espectáculo, y recordaba particularmente —aunque con menor fortuna, como en una reelaboración minimalista y reductiva— cierta edición de los MTV Video Music Awards donde, acompañada de su corte de bailarines, Madonna presentó “Vogue” ataviada en un exuberante vestido propio de la moda de Versalles. No vanamente asociados al camaleón, Madonna y Bowie han abrazado como pocos las posibilidades de la imagen: el vínculo entre la moda y la música popular ha creado —sobre todo en nuestros días— una plétora de banalidad, tontería y aun vulgaridad, pero en sus mejores momentos ha logrado visiones que colindan con el arte. Sin los préstamos —confesados o no— a Kubrick, Hitchcock, Pasolini; sin la presencia de Steven Klein, Versace y sobre todo McQueen, ¿habría alcanzado tales alturas la fama de Lady Gaga, anclada en la excentricidad de su imagen? Seguramente desde su condición de arte y diseño, el Metropolitan Museum of Art acogió durante la primavera de 2011 la exposición Savage Beauty, que hacía un repaso por la obra de Alexander McQueen mediante seis núcleos temáticos, hermanados en la curaduría por el leitmotiv de su visión romántica. Conviene precisar: romanticismo y posmodernidad, nostalgia y pastiche. Fue un evento inmensamente popular, y comprendía por igual vestimenta y accesorios que la museografía supo disponer en espacios lóbregos y sugerentes.

ménades y meninas |

55


La muestra del Met llegaba precedida por otras tantas dedicadas a la obra de diseñadores en museos públicos, en general recibidas con el favor del público y el escepticismo de los críticos: Giorgio Armani en el Guggenheim, Radical fashion en el Victoria and Albert de Londres. La razón de esta resistencia es evidente: resulta imposible obviar la difícil reconciliación entre una sensibilidad artística capaz de crear formas novedosas del vestido —aun las más audaces, las más delirantes— y el agresivo engranaje de su producción. Acaso de ello provenga, también, la ausencia de una literatura crítica, al contrario de otros órdenes del diseño: la ausencia de un canon. Dicho canon no debería desdeñarse a la ligera. Después de todo, la historia de la moda da cuenta de la interacción entre el modelo de producción y distribución, la sensibilidad cosmopolita y la creatividad individual en el mundo moderno. Desde mediados del siglo xix, París se impuso como la capital del vestido en Occidente, y las piezas de la alta costura, antes anónimas, comenzaron a rubricarse como si de óleos se tratase: en efecto, entre las artes aplicadas, sólo las firmas de arquitectos alcanzarían más aprecio y mayor aura. Pienso en una fotografía de Coco Chanel tomada por Robert Doisneau: la diseñadora, entonces de setenta y un años, aparece nueve veces reflejada en una serie de paneles que flanquean la escalera central de su casa de diseño, en el 31 de la rue Cambon. Ataviada en un sobrio conjunto, la mujer mira fijamente hacia abajo, imantada del hálito reflexivo del creador, lejana ya de los primeros costureros que sirvieron a las élites: una fotografía como una suerte de apoteosis del oficio. Como sabemos, el distanciamiento entre la haute couture y el prêt-à-porter —la pieza exclusiva de la élite y el diseño producido en serie— se profundizó en el siglo y surgieron nuevas capitales del diseño: Londres, Milán, Nueva York, Tokio. Tras una oleada liberal en que

56 | casa del tiempo

Pasarela de la exhibición de Alexander McQueen durante la semana de la moda en París, Francia, en 2009. (Fotograía: Eric Ryan / Getty Images)


Una pieza de Alexander McQueen durante la semana de la moda en París, Francia, en 2010. (Fotografía: Chris Moore / Catwalking / Getty Images)

las prendas dieron identidad a diversas tribus y grupos urbanos, los diseñadores parecieron acercarse cada vez más al arte contemporáneo y extrajeron de los lenguajes existentes elementos para revelar visiones radicales del vestido, más destinados a la exhibición que al uso, a la pasarela y los reflectores que a la venta, como una suerte de sofisticado comentario, comprometido con la vanguardia, de los usos en boga. Ello es particularmente visible en la tradición de Londres, en los egresados del Central Saint Martin’s College of Art and Design: John Galliano primero; Hussein Chayalan, Stella McCartney y el mismo McQueen después. En Savage beauty era palpable una visión tortuosa de la belleza, como tendría que serlo la de un espíritu profundamente romántico instalado en un lenguaje postmoderno, en que parecían sucederse, como presencias fantasmagóricas, los lenguajes del arte que han puesto en crisis la prevalencia de la armonía clásica: helenismo, gótico, barroco, orientalismo, primitivismo. Presencias fantasmales o historicistas: se sucedían también ecos de la moda victoriana y de los usos de Escocia. La primera sección, The romantic mind, examinaba la obra temprana de McQueen: los cortes audaces de sus inicios como modista, su colección para obtener el grado de maestro en Saint Martin —titulada Jack the ripper stalks his victims (1992)— y sus diseños al frente de Givenchy. Jack el destripador: un abrigo de satín rosa con patrones en forma de espinos tejidos con cabellos humanos. Esta visión escabrosa ya no habría de abandonarlo, y era particularmente manifiesta en Romantic gothic and the cabinet of curiosities, un repaso por su obra más oscura con evidente fervor por el gótico victoriano y la melancolía espectral de la casa Usher, cuya herencia reclamaba el propio diseñador: formas constringentes, dominadas por la corsetería; accesorios imposibles que evocaban por igual el amor, el crimen y la sangre.

ménades y meninas |

57


Pasarela de la última colección de Alexander McQueen en el Lincoln Center de Nueva York en 2010. (Fotografía: Andrew H. Walker / Getty Images)

El afán historicista reaparecía, más imperial o más legendario, en Romantic nationalism, señalado por las dos vetas de su identidad: el esplendor decimonónico de Inglaterra o la persistencia atávica del tartán de Escocia. Dos encarnaciones del mundo ancestral: el talante monárquico del conjunto The girl who lived in the tree, de 2008 (una capa de un intenso carmesí que envolvía un vestido blanco de ascendencia griega, propio de la sensibilidad victoriana), inspirado en un cuento inglés, y el carácter arbóreo del vestido Highland rape (1995), evanescente como un acantilado escocés. El eclecticismo devenía más notorio en las dos sucesivas secciones. Romantic exoticism reunía sus trabajos inspirados por culturas ajenas a Occidente: la India, China, África, Turquía y sobre todo el Japón. Abundaban reelaboraciones al kimono, entre ellas el audaz conjunto It’s only a game (2005): una prenda de seda, con motivos típicamente nipones, cubría el torso y la parte superior de los muslos. La cintura iba ceñida por el corset tradicional, con remate en una larga cola, mas la cabeza y los hombros sostenían un casco y hombreras de futbol americano, bellamente serigrafiados con elementos del ukiyo-e. Largas medias y zapatillas rosa completaban el atuendo. Romantic primitivism repasaba el tema del buen salvaje: obras marcadas por la convivencia del hombre y la naturaleza, del animal y el

58 | casa del tiempo


Una pieza de la colección otoño-invierno de Alexander McQueen de 2006 en la Sala Marcel Cerdan en París, Francia. (Fotografía: Andy Paradise / WireImage)

vegetal, que suscitaban interés por su indagación de las fronteras de cuanto llamamos civilización. Algunas piezas de la colección Plato’s Atlantis (2010), la última que completó, aparecían en la parte final, Romantic naturalism, una vuelta al orden natural extraída de su lectura de El origen de las especies que era, también, una pregunta escéptica respecto a nuestra relación con la tecnología: no evolución sino devolución. Abundaban también, desde luego, rasgos tomados de plantas y animales: flores (Sarabande, 2007), cornamentas (Widows of Culloden, 2006), escamas, tenazas (conjunto Jellyfish, 2010). Jellyfish desplegaba las famosas armadillo boots: unas altísimas zapatillas que recuerdan a las tenazas de las langostas y pronostican, en un guiño tan irónico como superfluo, la desaparición de los casquetes polares y la necesaria readaptación al mundo marino que fue el origen de la vida. La obra de McQueen supo explorar con ironía y fortuna uno de los grandes descubrimientos de los románticos: la aleación del horror y la belleza. Fair is foul and foul is fair. Algunas de sus creaciones —rodeadas, sí, por la parafernalia frívola de la moda— son auténticos atisbos a la relación entre lo insondable, lo irracional y lo sublime, caprichos que reúnen el ardor y la muerte. O no logro prevenirme acaso de cierto paño idealista. Pues es natural, desde luego, ver en la forma de nuestra muerte el carácter de nuestra vida: ver en el recuento de nuestros hechos el talante de nuestra obra. Fiel al temperamento de su estilo, Lee Alexander McQueen cometió suicidio la mañana del 11 de febrero de 2010, tras una profunda depresión, al parecer debida a la reciente muerte de su madre. Su mayordomo lo halló colgado en una de las habitaciones de su casa en Green Street. Tenía cuarenta años.

ménades y meninas |

59


antesydespuésdelHubble

Que veinte años no es nada: dos décadas sin

Juan Vicente Melo. Autor anónimo / cnl-inba

Juan Vicente Melo (1932-1996)

60 | casa del tiempo

José Homero


A Rafa, naturalmente. Miente quien dice en la vida “Muchos males he sufrido”. Sólo de un mal sufrimos Es del mal de haber nacido Copla anónima brasileña.

Uno de los primeros meses de 1985 conocí a Juan Vicente Melo en la oficina de Luis Arturo Ramos, a la sazón director del Departamento Editorial de la Universidad Veracruzana, ubicada en una casona estilo andaluz de la calle de Zamora, en Xalapa, actualmente sede de la Escuela para Estudiantes Extranjeros de la universidad. Nos alejaba la edad y nos acercaba la ciudad: vivíamos en el mismo barrio, el Dique, ya para entonces más el rumbo donde se erigía la pequeña villita —una iglesia consagrada a la Guadalupana— y menos el cubil de porros y pandilleros que los abuelos recuerdan. Juan vivía en un sombrío departamento al fondo de un estrecho pasillo en Mártires de Xalapa, que motivaba su observación de que siempre había vivido en calles con nombres heroicos: en México en Mártires del 47 —José de la Colina cuenta que la mordacidad la convirtió en Cadetes del 41—. La vecindad decidió durante varios años, hasta poco antes de su retorno a Veracruz, tardes y noches de apasionada conversación, de enconadas discusiones, de cálidas borracheras. Una de las virtudes menos recordadas de Melo fue su empeño magistral. En Xalapa fungía como una suerte de amuleto. Multitud de curiosos, diletantes, bohemios, periodistas, y aun de las más insólitas profesiones que se reclamaban cercanos a él, cuando no sus pares, discípulos, cofrades lo asediaban, detenían, seguían en las calles, los restoranes, las galerías. Melo los acogía con la delgada, gélida sonrisa que indicaba su renuncia a conversar; esa delgada, silente sonrisa que se convirtió, en sus días postreros, no en una renuncia a conversar —él, que era tan chismoso—, sino en una señal, dolorosa señal, de la imposibilidad de hacerlo. Una tarde de tenue neblina asistimos a una conferencia sobre sicología de masas que dictaba Carlos Monsiváis, concluyendo una semana cultural. Con pasmo descubrimos que la cajetilla de cigarrillos Del Prado también concluía. Melo fumaba mucho y yo, entonces, también.

antes y después del Hubble |

61


Delante nuestro, un muchacho con una sudadera de algodón en tono bermellón, cabello lacio y corto, fumaba esmeradamente. Le pedí cigarrillos y Juan, quien evidentemente lo conocía, me lo presentó como “un ratón de papel”. Tras esa memorable velada en la que el poco cortés director de Sicología cerró las actividades del ciclo con un grosero “espero que el próximo año tengamos algo mejor”, para asombro y solaz del estupefacto Monsiváis, a quien recuerdo alzando sus gruesas cejas y realizando un gesto como si tragara saliva, Rafael Antúnez —tal era aquel fumador empedernido que hoy, retirado del hábito ha escrito un prodigioso ensayo intitulado Memorias de un fumador— y yo comenzamos a encontrarnos en el martirológico departamento de Melo, donde era imposible caminar, ya que los libros estaban siempre amontonados: en piso, sillones, sillas, cama. Recuerdo que además de luchar con la resma de trastos que se acumulaban en el pequeño fregadero de la cocina para encontrar un vaso limpio donde servirnos un trago teníamos que apartar pilas de libros para poder sentarnos. Melo nos transmitió el amor por la genealogía. Él, como sus compañeros de generación, asumieron, por voluntad propia, la tradición del arte exigente, del ejercicio de la crítica en todos los ámbitos de la sociedad, así la política o el arte. Ellos reavivaron la llama de Contemporáneos y de Taller. Ellos se convirtieron en los jóvenes paladines de Octavio Paz en Plural y Vuelta; revista donde las diferencias cronológicas se anularon para converger enarbolando el pendón de la libertad y de la calidad estética. Merced a ese aprendizaje, siempre vi a Graffiti, la revista que dirigí por años de penuria en Xalapa, como una continuidad de ese linaje, aunque con una óptica, claro está, novedosa; y como a esas revistas, a esas generaciones, no pocas veces nos tildaron

62 | casa del tiempo

de extranjerizantes cosmopolitas, elitistas y otros adjetivos que la mediocridad segrega con tanta rapidez como una medusa toxinas. La relación que se estableció entre Juan Vicente y mi generación xalapeña —por entonces, además de Antúnez, Ricardo Perry, Gerardo Ventura, Nina Crangle, Francisco Magaña, Víctor Hugo Vázquez— se expresó en el homenaje en El Ágora de la ciudad del dif Veracruz en enero de 1989. Asistieron Carlos Monsiváis, Tomás Segovia, Andrés González Pagés, Alberto Paredes, Jorge de la Luz, amén de los amigos y jóvenes alumnos de Melo en Xalapa, como Luis Arturo Ramos, Marco Tulio Aguilera Garramuño, Octavio Reyes, Guillermo Villar, Mario Muñoz, Guillermo Cuevas, Antúnez, Ricardo Perry, Francisco Magaña, y quien suscribe, cuyos escritos, junto a una carta de Gabriel García Márquez y un envío de Inés Arredondo, recogimos en sendos números dedicados a Melo en Graffiti, suplemento. Más tarde, en el número cuatro de Graffiti —revista— reprodujimos el texto de Arredondo; una nueva entrega del ensayo que entonces Ramos preparaba sobre Melo —el cual finalmente se convertiría en un libro, Melomanías: la ritualización del universo (una lectura de la obra de Juan Vicente Melo)— y un cuento inédito de Juan: “Tranvía con vista al mar”, el cual generosamente me dedicó. Este homenaje tenía un precedente: el Congreso de Novela organizado por la Universidad Veracruzana en 1984. Nuestra rendición tuvo un cariz más íntimo y aun cuando Monsiváis y Segovia amablemente aceptaron con gentileza la invitación, no existió publicidad suficiente, tanto por la apatía de las autoridades como de los acuciosos periodistas, siempre preocupados por los chisporroteos de las luminarias locales. Debo a Melo la convicción de la literatura, del arte como una íntima y última religión que otorga sentido


a la ausencia de sentido de nuestras existencias. Advierto su huella en el rigor de mis compañeros de generación, en el humor acerbo y maledicente de unos, en ciertos matices de estilo de otros. Sé que su importancia se advierte en cierto modo de coger el cigarrillo, en ciertas muletillas, en la forma de cruzar la pierna. Ignoro a cuántos tocó su gracia; presiento que a muchos. En Xalapa, pienso en Pepe Maya —con quien coincidió en México en los sesenta—, en Eliobet Caudillo, en Cheché Morales, en cofrades ya entonces legendarios y distantes; en México, donde sus coetáneos lo recuerdan con emoción, en José de la Colina, a quien llamé en aquellos días y me confesó el estupor y el dolor que esta muerte le causó, quien escribió un memorable recuerdo que es al mismo tiempo una crónica de su propia juventud; en Monsiváis; en García Ponce; en Gurrola; en Rojo; en Felguérez; en todos aquellos cuyas pinturas, cuyos rostros desde molduras de tonos mortecinos protegían tutelarmente el sueño de Melo en su recámara. Mientras contemplo el framboyán cuyas yemas encendidas se poblaban de zanates al atardecer, pienso también en quienes hicieron más llevaderos sus últimos años en Veracruz, desde sus hermanas hasta los jóvenes escritores del puerto que supieron encontrar en Juan el mentor prodigioso —nadie como él para acercarnos a la Gran Literatura, para introducir al arte y reiterar como motiv de una sutilísima composición, la imposibilidad de vivir sin amor—. Los colores lívidos de las hojas del almendro parecían reflejar los tonos deslavados, como un vestido de raso ligeramente raído, del ocaso. Tarde tropical con un aroma ligeramente ácido y dulzón, como el de la crema de afeitar Gillete, aroma de lima, que usaba Juan Vicente. Ya muchos de los lugares que Juan solía visitar han desaparecido. Hará unos años entré al bar de un hotel en Xalapa y el cantinero me reconoció. “Usted era el joven que venía con Juan Vicente al Barón Rojo, ¿no me recuerda? Yo era el barman”. Una noche volví con Ramos a ese bar pero ya eran otros los empleados. Como el personaje de “El Aleph”, a cada momento constatamos que los objetos, los lugares, cambian, señalando la perennidad de nuestros afanes. Sin embargo, sé que algún día me toparé con alguien, que tras encender un Del Prado y beber un Bacardí “pintadito”, me confiará haber escuchado la tarde del viernes aquel 16 de febrero en el bar de El Salmones, en el antiguo Barón Rojo, en las habitaciones del hotel María Victoria, en el café La Parroquia, en el Teatro del Estado, en todos esos lugares que componen nuestro museo sentimental de la ciudad de Xalapa, el tartajeante sonido de unos pasos y un bastón.

antes y después del Hubble |

63


Diario de lecturas para el fin del mundo

Rafael Toriz

Roberto BolaĂąo. (FotografĂ­a: Pilar Aymerich / LatinContent / Getty Images)

64 | casa del tiempo


Han pasado apenas unas semanas desde que el mundo amaneció con la noticia de que Donald Trump será presidente de los Estados Unidos y ya es factible dar por hecho que se avecina una catástrofe. Además de haber perdido a Bowie, Prince y Leonard Cohen en este año nefasto, se puede asegurar que los tiempos globales ya son otros, y que el siglo que terminó con la caída de las Torres Gemelas ha dado un paso decisivo en pos del albañal pseudo democrático que habitamos, instalados como estamos en un siglo xxi que despunta xenófobo y retrógrada. Desde Buenos Aires se experimenta la sensación de vivir en una suerte de tiempo paralelo, alejado de la realidad y de la historia: en el sur de continente el mundo y su velocidad aparente se ofrecen como un territorio lejano y difuso. Mejor: a veces la distancia viene bien para comprender la dimensión del cataclismo. Los menesteres propios de la supervivencia me han vuelto un lector de novedades, cosa que hace apenas unos años hubiera considerado sacrilegio. Debido a ese cambio de hábito, he podido darme cuenta de que, aunque la literatura tradicional tiene los días contados (al menos más allá de sus autores), aún es posible vertebrar alguna esperanza en los ejercicios de estilo que, si buenos, son siempre exploraciones formales del género que expresan. Leo por estos días Los diarios de Emilio Renzi de Ricardo Piglia y me percato de que antes como ahora lo mejor ante la abulia cotidiana —o la saturación frenética— es abandonarse al mundo paralelo que comporta la escritura, como se lee en las páginas de este treintañero que despunta ya como un lector sofisticado, seguro y de robusta vanidad que se ve a sí mismo como una especie de detective —en este caso obsesionado con el extraordinario diario de Cesare Pavese—1 y que redondaría sus intenciones al escribir el notable cuento “Un

1 “No me interesa el género policial, me interesa escribir relatos bajo la forma de una investigación. Igual, veo al detective como un moderno Ulises perdido en un laberinto (datos, pistas, crímenes) que trata de descifrar con la pesquisa”.

pez en el hielo” que tiene como personaje principal a un tímido asesino: el suicida de El oficio de vivir. Reconstruccción oblicua de un mundo del que apenas quedan huellas, por sus páginas aparece Manuel Puig y su talento, la tozudez de David Viñas y el oficio de un narrador no tan en ciernes obsesionado por los mecanismos de la ficción y por hacerle saber al mundo que él es “un tipo que trabaja”. Piglia registra los deberes que le impone su profesión, siempre tan azarosa, donde poco a poco empieza a ser un referente en Buenos Aires para dirigir colecciones editoriales, dictar conferencias o escribir prólogos. Sus páginas se van volviendo entrañables porque apuntalan la lectura futura de un improbable lector con el que cualquiera que escribe un diario sabe que carga; por ello, es preciso recordarle a ese lector —pero sobre todo a uno mismo— que la fragilidad propia del ejercicio literario no es todo un desvarío y una pérdida de tiempo. En esos guiños cómplices a través de una vanidad taimada que se sabe productiva, y sobre todo en esa necesidad de justificarse ante sí mismo como alguien respetable, muestran la escamoteada dignidad que ayer como hoy se le niega al literato, sobre todo cuando recién se ha comenzado y se cuenta con el honorable privilegio de no ser un cretino: “era un buen muchacho, pero le hizo vicio la escritura”. Piglia le recuerda al mundo del futuro que tuvo los arrestos para ganarse la vida en un medio hostil a través de la literatura. El diario es jugoso no sólo por sus encuentros fugaces con Borges, Virgilio Piñera, Osvaldo Lamborghini y otros personajes de la cultura porteña de la época,2 sino porque permite comprender el entramado de su work in

Pero no sólo porteña, puesto que Piglia sigue desde el sur el presente mexicano: “La Tumba de José Agustín me interesa por el manejo atropellado de un lenguaje áspero que captura el vértigo y el mundo sin salida de la adolescencia. No me interesa su uso del lenguaje muy fechado, una jerga demasiado lexical, palabras que envejecen de un día para el otro. Lo mejor es usar la estrategia de Anthony Burgess, inventar un lenguaje”. 2

antes y después del Hubble |

65


progress, un Piglia antes de Piglia que aparece como un lector de tiempo completo poco atento con la familia pero dedicado a pensar críticamente su apasionada profesión. Decidido, entrevé uno de los derroteros de su empresa: “¿y si lo mejor que yo he escrito en mi vida fueran estas notas, estos fragmentos en los que registro que nunca alcanzo a escribir como quisiera? Admirable paradoja, enfurecido por no poder escribir lo que quiere, un hombre se dedica a registrar en un cuaderno la historia de su vida, siempre contra sí mismo, y se sostiene de sus cuadernos, se observa y va fracasando sin saber que en esos cuadernos está escribiendo la mejor literatura de su tiempo”. El hombre, desde luego, es lúcido: “la historia literaria es siempre una condena para el que escribe en el presente, allí todos los libros están terminados y funcionan como monumentos, puestos en orden como quien camina por una plaza en la noche. Una verdadera historia literaria tendría que estar hecha sobre los libros que no se han terminado, sobre las obras fracasadas, sobre los inéditos: allí se encontraría el clima más verdadero de una época y una cultura”; porfiado, se hace un tiempo para el atasque: “he vuelto a tomar anfetaminas buscando la euforia química y una lucidez luminosa que dura lo que dura la llama de un fósforo (en la que uno se puede, sin embargo, quemar la cabeza)”. En sus diarios se construye una respiración artificial. Otro libro que tengo sobre el escritorio es El espíritu de la ciencia ficción, una novela póstuma de Roberto Bolaño que permite conocer la cocina de un escritor desde un flanco distinto, acaso más ameno. La novela, que inaugura la presencia del autor en Alfaguara (perteneciente al grupo trasnacional Random House Mondadori), permite plantear preguntas de orden sociohistórico que hasta hace poco solían ser relevantes para la crítica. Y es que buena parte de Bolaño, un paria de la república letrada la mayor parte de su vida, ha sido ya normalizado por el mercado, que lo deglute, arrincona y promueve en el lugar de los autores

66 | casa del tiempo

consagrados, pese a que la novela, si bien bien redonda, no es nada del otro mundo. Aunque camine. Por ello, conviene leer con pinzas las palabras de Christopher Dominguez Michael, que prologa el libro: “en el caso de Bolaño, aducir su fortuna al mercadeo es, o no haberlo leído, o ignorar que la novela nació liada al comercio desde los tiempos de Walter Scott, Balzac o Eugène Sue… La historia de la literatura también incluye a quienes la hacen materialmente posible, a los editores y, de un tiempo para acá, a los agentes literarios, unos y otros con sus miserias y sus grandezas”. Curioso. Extraño. ¿Oportunista? Es probable. Nadie ignora que los infrarrealistas y todo lo que representaron se movieron siempre en un espectro muy distinto al del grupo y las poéticas representadas por Paz y su pandilla. Y si bien es cierto que suele señalarse una rotunda diferencia entre el trabajo de Bolaño como narrador y como poeta, es imposible no tener presentes las palabras de Aurelio Asiain al respecto de los infarrealistas, a quienes el establishment despreciaba: “como poetas son deleznables. No tuvieron ninguna repercusión ni en la poesía mexicana ni en la vida literaria del momento, más allá de un solo episodio minúsculo. Que el genio narrativo de Roberto Bolaño haya magnificado ese gesto en epopeya es admirable. Que haya quienes confundan esa versión novelesca con la realidad es ridículo. La versión de la tradición mexicana que parte de esa fantasía novelesca es una tontería sublime”. Consideraciones estéticas proscritas, lo que me resulta una tontería sublime es comparar, como lo hace Domínguez en su prólogo, a Bolaño con Pessoa, que hasta como gracejada resulta una exageración majadera. Ni Bolaño estaría de acuerdo. Nadie duda del talento de chileno, pero la suya, como la de cualquier mortal, es una obra alejada a una galaxia de Pessoa. El espíritu de la ciencia ficción camina con ligereza y es original en el planteo de su trama. Empieza con una entrevista a un joven escritor premiado en medio de lo que parecen ser una fiesta de escritorzuelos borrachos


y pronto brinca a ser una suerte de precuelas de Los detectives salvajes, donde dos chilenos lumpen se enfrentan en un cuarto de azotea a los misterios horrorosos y formativos del DF en los setenta. Talleres literarios incluidos. Mientras uno de ellos escribe singulares cartas a algunos de los principales escritores de ciencia ficción —Ursula K. Le Guin, Fritz Leiber, James Hauer— otro nos regala imágenes y personajes formativos en la línea más bien lumpen y entrañable del mejor Bolaño. Son los perros románticos: “artistas del fuego —me corrigió el doctor Carvajal—, aristas del detritus, desempleados y resentidos, pero no intelectuales”. Y como no sólo de reseñas vive el hombre, también asistí a una de las conferencias dictadas por Michel Houllebecq en Buenos Aires; justamente, a la más sugestiva: aquella que explora la razón por la que los intelectuales franceses han abandonado la izquierda. A diferencia de lo que marca su mito, no he visto en él a un cínico sino a un parresiasta, es decir, a alguien que habla con absoluta franqueza sin temor al qué dirán, exponiéndoe a sí mismo en el acto del decir. Al margen señalar el analfabetismo científico de Sartre y Camus —y de considerar que tanto Lacan como Deleuze y Derrida eran unos charlatanes— se refirió al estado de decandencia de la cultura, el cine y la gastronomía francesa. Se refirió también al carácter profético de algunos de sus libros y lo adujo a fortuitas coincidencias, salvo en el caso del transhumanismo de Las partículas elementales. Habló en serio cuando dijo que consideraba que tanto el pensamiento de Marx como el Freud estaban muertos y vaticinó que, tal vez, en poco tiempo, a Nietzsche le sucedería lo mismo. Y más enfático fue todavía al decir que “prohibir la prostitución en Francia y Suiza es parte del suicidio europeo”. Yo le creo. Empero, las partes más interesantes de su conferencia, a mi juicio, fueron tres. La primera es que los intelectuales, sin tener que ser de derecha, han podido desprenderse del compromiso de militar en la izquierda, por lo que en su opinión

ahora es posible un rango mayor de libertad, mal que le pese a las buenas conciencias. La segunda, pensando en los yihadistas, es que considera que la barbarie del presente, así como vino, habrá de esfumarse, “porque la gente se cansa de la sangre y la masacre”. Mandó a la audiencia a leer la Historia de lo Girondinos de Lamartine y a mí me pareció que su ejemplo bien podría aplicarse para comprender el teatro del horror del narcotráfico mexicano, puesto que si alguien ha asesinado con especial sevicia a sus semejantes han sido siempre los franceses. Y la tercera, que me obligó a pensar lo lejos que estamos del contagio Francia en el presente de América Latina, se puede extraer del párrafo elocuente que citó de La democracia en América, de Alexis de Tocqueville, que describe este presente, fechado en 1840: veo una multitud innumerable de hombres iguales y semejantes, que giran sin cesar sobre sí mismos para procurarse placeres ruines y vulgares, con los que llenar su alma. Cada uno de estos hombres vive por su cuenta y es como ajenos al destino de todos los demás: los hijos y los amigos constituyen para él toda la especie humana; en cuanto al resto de los ciudadanos, vive a su lado pero no los ve; los toca pero no los siente; no existe sino en sí mismo y para él sólo, y si bien le queda una familia, puede decirse que no tiene patria. Sobre éstos se eleva un poder inmenso y tutelar que se encarga sólo de asegurar sus goces y vigilar su suerte. Absoluto, minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejaría al poder paterno, si como él tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su felicidad, mas pretende ser el único agente y el único árbitro de ella; provee a su seguridad y a sus necesidades, facilita sus placeres, conduce sus principales negocios, dirige su industria, arregla sus sucesiones, divide sus herencias y se lamenta de no poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir.

El mundo no va a acabarse todavía, por tanto, conviene ponerse a imaginar.

antes y después del Hubble |

67


intervenciones Mateo Pizarro

68 | casa del tiempo


francotiradores

Roald Dahl, escritor pornográfico Andrés García Barrios

A mi hermano Raúl

Una tarde, hace apenas un año, me senté a releer Platero y yo, y apenas abrí el libro una frase del prólogo atrapó mi atención. En ella, Juan Ramón Jiménez afirmaba que los niños pueden leer cualquier texto salvo “determinadas excepciones que a todos se le ocurren”. La idea encendió en mí una luz de alerta y, pensando en mi hijo de siete años que se está aficionando a la lectura, decidí dedicar la tarde a la purga de la biblioteca familiar, bajo la consigna de retirar sólo “determinadas excepciones” como sugería el poeta español. No tardé mucho en darme cuenta de que la tarea sería ardua, no sólo porque por angas o por mangas en mis estantes se habían colado varios libros desconocidos, sino porque los ya leídos —vistos bajo el microscopio de la censura— me asaltaron con infinidad de preguntas. ¿Deben los niños tener acceso a los libros de filosofía y darse cuenta desde temprana edad de que ni los más grandes pensadores se han puesto de acuerdo en cuál es el “sentido de la vida”? ¿Está bien que lean a E.M. Cioran, a quien más de un lector consideró “el demonio”, o esos textos de Fernando Pessoa donde entre otras cosas confiesa “Envidio a todos no ser yo”? De entre los libros explícitamente sexuales, ¿debo excluir El amante de Lady Chatterley? Eran tantas las preguntas sin respuesta que, si me hubiera guiado por la duda, no habría quedado en los estantes ni la versión original de La cenicienta. En ella, al final, una de las hermanastras se prueba la zapatilla (no de cristal sino de oro), y su madre, viendo que la chica tiene los dedos demasiado largos, le da un cuchillo para que se los corte, diciendo: “Cuando seas reina no irás nunca a pie”. Lo mismo hace con la otra hermanastra, a quien sugiere que se corte el talón; pero en ambos casos el joven príncipe descubre el engaño al ver la sangre, y unas palomas les sacan los ojos a las chicas por falsas y envidiosas. Dos horas después, sensiblemente confundido, acabé excluyendo de mi biblioteca nada más al Marqués de Sade. Esa noche —en mi cama y víctima de insomnio— advertí que había cometido un grave descuido al dejar en su anaquel las Memorias de una Pulga, un textito del siglo xvii

Mi tió Oswald Roald Dahl Barcelona, Anagrama, 2006, 200 pp.

francotiradores |

69


que mis hermanos solían leer en la adolescencia y cuyo título en apariencia inocente me había hecho olvidar otra vez los muchos rincones del cuerpo humano donde suele ocultarse el memorioso insecto. De un brinco me puse de pie y fui a tomar el libro para esconderlo. Ya estando ahí vislumbré de reojo mi colección de Roald Dahl, y recordé que durante la revisión de aquella tarde había encontrado entre sus maravillosas novelas para niños una de título desconocido. La pasta estaba gastada y se advertían numerosas lecturas, y sin embargo yo no recordaba haber oído siquiera hablar de ella. ¿Quién la había traído? No importaba, era lo que yo necesitaba: en esa noche de insomnio, el divertido y cándidamente irreverente Dahl sería ideal para tranquilizarme. ¡Bendito insomnio y bendita elección que salvó a mi hijo! Ya sabía yo que los escritores de cuentos para niños no son los ángeles que imaginamos y que, por ejemplo, Felix Salten, el creador del tierno cervatillo Bambi, también había sido autor de obras pornográficas muy difundidas en su época. Pero lo que leí al volver a mi cama me dejó atónito. Quizás fue lo inesperado o simplemente la idea de que mi hijo hubiera podido acceder algún día a aquel texto, pero al terminar la lectura regresé sin dudarlo a la revisión de mis libros, volviéndola obsesiva y frenética (iba a decir “meticulosa” pero, bajo el recuerdo de esa noche, la palabra sonaría desagradablemente obscena). Mi tío Oswald era el título. Arrebujado entre mis cobijas y sin poner mucha atención en la colorida portada, pasé al texto y desde el primer párrafo me topé con lo inesperado. Roald Dahl hablaba de su difunto tío Oswald Hendryks Cornelius, un hombre que había sido coleccionista de arañas, experto en porcelana china, amante de la ópera y “casi sin duda el mayor fornicador de todos los tiempos”. Repasé varias veces la línea para ver si había leído bien. Sí, aquel amado personaje, contaba Dahl, no sólo había sido un bon vivant y experto seductor sino que poseía un miembro viril tan grande que, en comparación con él, el del histórico Casanova salía reducido a “poco más que un órgano sexual gravemente atrofiado”. Sólo seis líneas más adelante fui puesto al tanto del coito que gozara este gran fornicador con cierta leprosa del desierto del Sinaí. Pues bien, Oswald recibía la visita de cierto comandante, amigo de su padre, que le platicaba sobre un grupo de aborígenes africanos capaces de preparar un polvo de escarabajos machacados con un incomparable poder afrodisiaco. El militar describía su primera experiencia con la sustancia, ocurrida una tarde en su casa al caer uno de aquellos escarabajos en su vaso de Whisky. Primero había sobrevenido el terror y una súbita rigidez en todo el cuerpo; después la relajación y un insufrible ardor en la zona de la ingle. “Podía notar —platicaba el hombre— a todo lo largo de mi miembro cada uno de los

70 | casa del tiempo

latidos de mi corazón. Latía y vibraba terriblemente, y estaba tan tenso como un globo. ¿Habéis visto esos globos largos en forma de salchicha que suelen darles a los niños en las fiestas?” Sin pensarlo dos veces, al día siguiente Oswald se embarcaba rumbo al África, localizaba a los aborígenes, obtenía una buena cantidad del prodigioso polvo y volvía a Europa dispuesto a enriquecerse con él. ¿Vendiéndolo? No, el tío de Dahl era un hombre ambicioso y dotado de un singular ingenio: los poderes del escarabajo daban para mucho más que simplemente ponerlo a la venta. Con un original plan en mente, Oswald se daba a recorrer el viejo continente y a localizar hombres famosos con el objetivo de sacar algo de ellos. En este caso, sacar algo, no significaba “obtener provecho” sino literalmente extraerles “algo” del cuerpo, exprimirlos hasta conseguir cierto fluido corporal cuyo nombre no quiero mencionar aquí. Dotado de la tecnología para preservarlo debidamente, Oswald estaba convencido de que podría venderlo en sumas exorbitantes a las cientos de mujeres millonarias y snobs que pagarían cualquier cifra por llevar en su vientre un hijo de Sigmund Freud o de Albert Einstein. Mi insomnio terminó y entonces tuve que sobreponerme al sueño para seguir leyendo, incapaz de abandonar las peripecias del tío Oswald y su incomparablemente bella cómplice, Yazmín, encargada de hacer las visitas, darles la pócima a los insignes varones y proceder a la recaudación del vital líquido. ¡Qué placer al ver los apellidos de Renoir, Monet, Picasso, Matisse, Stravinski, Mann, Shaw, Wells, Joyce y Nijinsky turnándose el paso entre las piernas de la maravillosa Yazmín, que revoloteaban de cama en cama por todo Europa! Salía el sol cuando mi esposa —que seguramente me escuchó respirar con fuerza— levantó la cabeza para preguntarme qué estaba leyendo. “Es Roald Dahl”, le contesté. “Mmm…, qué lindo”, masculló, y se volvió a quedar dormida. Fue entonces que por primera vez cerré el libro y miré la portada, un dibujo de las piernas desnudas de una mujer en el estilo provocativo de las pin up girls de los años cincuenta. “¿No será otro Roald Dahl? —me pregunté—. ¿O simplemente una duplicación de nombres, un caso de desafortunada homonimia?”. La lectura de la contraportada borró toda duda. Al día siguiente, tras terminar el libro, lo guardé con llave en mi armario, donde está ahora y donde permanecerá hasta que mi hijito alcance la mayoría de edad. En 2016 el mundo entero celebró los cien años del nacimiento de Roald Dahl, el escritor de literatura infantil. Para no aguar las fiestas, esperé la llegada de 2017 para publicar este artículo y entonces sí advertir a padres y maestros de la existencia de ese otro Roald Dahl, autor pornográfico y escritor de grandes obscenidades, al que hay que mantener lejos del alcance de los niños y que, debo confesar, aquella noche me divirtió como nadie lo había hecho desde que leí Matilda.


American Honey, el rito de iniciación o la joven Werther Brenda Ríos

El tema/problema de la juventud Andrea Arnold, la directora de American Honey, persigue un ideal. Ya había trabajado antes el tema de las adolescentes de las clases trabajadoras en Fish Tank (2009). Ahora, en su nueva cinta recrea la vida de una chica que no tiene nada que perder y se une a una caravana de jóvenes que se ganan la vida vendiendo suscripciones a revistas. Chicos como ella, que parecen compartir su situación. Una especie de secta, excepto que su religión es el dinero, y donde la líder de la banda no está, siquiera, en mejores condiciones que ellos. Se dedican a recorrer el país en una Suburban, durmiendo en hoteles baratos de la carretera. Como misioneros de la palabra de Dios, tocan puertas para vender sus suscripciones. Son jóvenes, blancos la mayoría, hermosos. Tendrían el mundo a sus pies pues viven en el centro del imperio, pero la paradoja es que no es así. Almas perdidas y no. No hay vidas ideales, pues, a final de cuentas, el timo del que son capaces al vender las suscripciones no los mantienen en pie mucho tiempo. Así que la vida transcurre entre conseguir el dinero y pasarla borracho, drogado. Comprensible. La alegría sólo puede ser tolerada si viene de afuera. Los estímulos se agradecen. Cada uno de ellos se concentra en su placer. El hedonismo es la rebeldía. Por los instantes de sacar el cuerpo del auto e imaginar que la road movie lleva a alguna parte. La protagonista se llama Star (Sasha Lane). Su madre le había dejado a los hermanos pequeños para que los cuidara. Cuando Star (morena, rastas a la cintura, shorts, bikini debajo de la camiseta amarrada) conoce al chico carismático que la llevaría con la banda, ve a un grupo de chicos desinhibidos y sonrientes. Decide irse con ellos. Había pasado el día buscando sobras en los contenedores de un K-mart. Así hizo la despensa ese día. Entonces se une al circo. Fascinada por lo otro. Se enamoraría de ese chico, Jake (Shia LaBeouf), en una predecible historia tormentosa. Entre el amor no correspondido, la sexualidad, los celos, el drama, está lo otro: el aprendizaje del amor, el deseo; la felicidad no es el difícil dinero, el logro del dinero, la felicidad radica en seguir ahí, formar parte, embonar. Son los niños de nadie, los queridos de nadie. En esa Suburban viven lo único vivible. Lo que no dura mucho. La juventud que se va. La explotación de la que son sujetos no parece una explotación sino un intercambio de bienes. No es casual que se llame Star. Vive en un país donde las estrellas representan

American Honey Dirección de Andrea Arnold Inglaterra-Estados Unidos, 2016 163 minutos

francotiradores |

71


los estados que componen la nación en su bandera. Y es justo eso, una estrella sin fortuna. Star es un personaje del romanticismo alemán, tiene la dualidad de la lucha del alma y del cuerpo. Es joven y como joven no comprende nada del futuro. Su vida es su presente, un presente continuo, eterno, plastificado. Por eso no es de extrañar que el ritmo de la película sea de pronto tan lento. Lo mismo ocurre con la anterior película, ambas duran casi tres horas. Una hazaña para los tiempos en que solemos comprender las narrativas actuales. Algo que requiera nuestra atención por más de hora y media es un reto. Más aún si consideramos que el ritmo de las series de televisión han marcado un ahora y un después en la narrativa mediática. Todo ocurre demasiado rápido y la lentitud como tema o como escena misma requiere otra representación. Una que, quizá, sea demasiado para el espectador. Quien resiste triunfa. Lo femenino Star se vuelve hacia sí misma. Como Mia, de Fish Tank, es en ellas donde se aprende la naturaleza del amor: por el rechazo y por la aceptación que viene de afuera. Son esponjas de odio. Y de algo que se da como si fuera aire: el cuerpo. Aprender a dar, aprender a esperar, pareciera la premisa. Tan jóvenes y sabias. No es azar que las protagonistas sean mujeres. Ni que sean adolescentes. La directora conoce de cerca crecer en familias de clases trabajadoras. En lugares tan prósperos suelen darse los mayores contrastes. De ahí viene ella. Es imposible separar la invención de la crónica personal. Y no tiene la menor importancia. Una bildungsroman, una reflexión dolorosa sobre el crecer y aprender a ser persona. ¿Cómo sabemos que ya estamos formados como seres humanos? ¿Cómo aceptamos a los demás? ¿Cómo nos conocemos? ¿Qué nos hace aceptar al otro? ¿Somos incondicionales? ¿Quién nos enseñó a amar? ¿A negociar el amor, a saber qué hacer con el sexo? ¿Dónde está el bien? ¿Cómo se hace cuando no sabemos cómo seguir? El rito de pertenecer. Bailar en el fuego. Una sociedad primitiva unida por lazos que no son de sangre sino de algo más: de un destino común, de chicos rescatados por sí mismos, sin educación, sin clase, sin dinero. Saben que se tienen a sí mismos. Y que unidos trabajan mejor. Star es una aventurera por necesidad. El futuro no existe, es el presente y un presente precario. La juventud sólo se ve a sí misma, no puede no hacerlo, no puede salir de sí. El descubrimiento de ella como amiga, como amante, como compañera, es uno que será en soledad. Soledad que aprende a vislumbrar. La tragedia de los jóvenes de clases trabajadores podría ser como cualquier tragedia, sin embargo, hay un elemento

72 | casa del tiempo

crucial para la lectura. Estos chicos no son inmigrantes, son hijos de obreros o de protegidos por el Estado, o viven de la asistencia social. Los márgenes con la drogadicción, la violencia, el desempleo, la falta de oportunidades; el duro contexto social es inevitable. Cuadros que se repiten una y otra vez, blancos en guetos de blancos pobres. Embarazos adolescentes, escuelas sin terminar, problemas de dinero siempre. Pero de todo este panorama Arnold se centra en el dilema de una jovencita que comienza a ver todo demasiado pronto. Sin embargo, por muy embelesados que estuviéramos con la belleza mostrada, en los planos generales (carretera, paisajes, montañas, desierto) en los close ups (flores, animales, rostros), en ambos filmes la directora no puede escapar de un cliché, estos personajes femeninos, solos, fuertes, contenidos en sí mismos, independientes, molestos, volubles, se deciden a salir de la situación en la que se encuentran por la mano de un joven, en un auto (promesa de viaje-salida-escapatoria). En el caso de Fish Tank la protagonista se va de viaje al final, sin dinero, con un amigo. En el caso de Star es al inicio de la película. Acepta la mano que le ofrece Jake, una mano como un destino. Un cuento de hadas. Ellas son las bellas despiertas y pueden con todo lo que se les presente pero el príncipe es la cereza. No tiene que haber beso, sólo la promesa de un algo más. Lo desconocido, el peligro, la vida fuera. Eso es lo masculino. Es el contrapunto a lo que ellas ya son. Ellas ya están hechas pero necesitan poner a prueba eso de lo que han sido hechas. El rito La metáfora de una caravana es encontrar ahí las muestras representativas de los seres humanos. En países donde se privilegia la educación y la protección a la infancia estos chicos parecieran ser los escapistas de un sistema, no sólo económico sino moral. Fugitivos, hicieron otra familia, donde pudieran ser ellos mismos. Donde pudieran expresarse sin miedo a represalias. La fiesta es dura. Inventaron un ritual semanal donde el que vendía menos se ponía a pelear con el más fuerte. Se valía todo. Una fiesta salvaje. Sexo, drogas, alcohol. Y la belleza. Esta se encuentra en todas partes, aún en lo abyecto, en el doblez de las personas, en los pliegues del drama. Gente que usa a la gente y los afectos que podrían ser falsos. Star se prepara para lo desconocido. Para pertenecer, para ser de alguna parte. Es una sobreviviente. Hará lo que sea para encajar. Y los demás también. Pese a todo, permanecen. Como una familia verdadera, pese a los pequeños odios, se quedan juntos. Lo ineludible del destino es que llegarían juntos a ninguna parte. El viaje es eterno. Sólo por viajar. No quedarse, no echar raíces. Agotar las ciudades, agotar la visión de los paisajes. Agotar la idea de Estados Unidos. Un país encontrado en cada postal, aun si fuera horrenda o sucia. De eso se trata. La película logró el premio del Jurado en Cannes.


La vida que se va como con vergüenza

La tormenta hindú, de Ana García Bergua

Nora de la Cruz

La tormenta hindú y otras historias Ana García Bergua México, Textofilia, 2015, 192 pp. A la literatura mexicana le falta sentido del humor. Eso es algo que muchos lamentan y casi nadie sabe cómo remediar, pues cuando apenas se asoma en la obra de algún autor suele ser ahuyentado por el descrédito. Acudir al humor como recurso estético parece significar que el escritor no es “serio”, como si Aristófanes no fuera tan fundamental en la cultura clásica como Sófocles u Homero. Tal vez por eso titubeo antes de escribir que La tormenta hindú y otras historias es un conjunto de relatos —veintidós, para ser exactos— escritos en su mayoría en tono humorístico. La duda probablemente tenga que ver con no dar una falsa imagen del libro: se trata de una colección de cuentos sólidos, de dicción contenida. No emplea el humor más frecuente en cultura mexicana (casi siempre orientado hacia la sátira, la parodia, el doble sentido, el slapstick); la autora usa más bien lo que se conoce como dry humour, el que depende puramente de las palabras y su sentido, sobre todo porque se emiten sin inflexiones o gestos, un recurso que identificamos como “humor inglés”. Así, el libro de Ana García Bergua está compuesto con una dicción sencilla, directa y cotidiana, y los cuentos son breves, de situación. Giran de manera evidente en torno a la incertidumbre y el fracaso: vemos cómo distintos personajes afrontan situaciones a veces risibles en sí mismas, o que terminan por ser ridículas por la forma en la que ellos las interpretan, aunque cuando se miran con cuidado son terribles en su mayoría. Predomina el humor, aunque no el pirotécnico, sino el malicioso, que no hace sino mostrar

francotiradores |

73


lo ridículo de nuestras reacciones ante los sucesos, es decir, ante la vida misma. En una de sus columnas para el periódico Excélsior, Jorge Ibargüengoitia decía que en México hay gente que sabe dar las malas noticias, y lo demostraba con anécdotas en las que alguien informaba de alguna calamidad en un comentario casi descuidado, reduciéndola a veces hasta el diminutivo: “¿Anastasia? Ah, pues ya falleció”; “¿Por qué será que el canario no se mueve?”; “Dice el Juan Márquez que ya se cayó al pozo la pelotita” (entiéndase el cabezal de la bomba que permitiría regar la cosecha). Los relatos de La tormenta hindú, diríamos, están contados en el mismo tono: su humor negro radica en decir cosas terribles restándoles importancia, solemnidad, aunque no necesariamente a propósito, sino porque así es como los personajes las observan y las comprenden. Pareciera que se emplea el lenguaje coloquial de clase media mexicana y también su compostura, su cortesía rayana en hipocresía, su chismorreo a media voz, la fingida inocencia con la que en ocasiones insulta “como quien no quiere la cosa” (“está gorda y los tacones no la dejan caminar”, inicia uno de los relatos de García Bergua), su preocupación por el qué dirán y su esfuerzo por guardar las apariencias. El recurso es sutil pero efectivo, y en él recae la gran inteligencia del libro. El tono es lo que unifica al volumen, aunque pueden reconocerse ciertos temas recurrentes. Uno de ellos es la vejez y su relación con la memoria (o su pérdida), y la manera en la que este proceso se relaciona con la identidad. Algunas de las situaciones que se narran podrían ser material para un drama o un cuento de terror, pero la ligereza con la que se cuentan, y la torpeza y cortedad de las reacciones de los personajes producen el absurdo, aunque existen excepciones notables. Dos de los cuentos más sobresalientes del conjunto —“El fantasma” y “Don Fulvio y las máquinas”— abordan el tema de la proximidad de la muerte, sin humor, pero con la misma ligereza que en el resto de las historias. En ambos, la autora observa a sus personajes con mucha más compasión, calibrando bien el efecto emotivo gracias a la contención de su lenguaje. Otro par de anomalías en el volumen son los relatos “El notario” y “Abracadabra”, que podrían considerarse de resolución fantástica. En el primero, se detecta en el desenlace una

74 | casa del tiempo

alegoría evidente, aunque tímida. En el segundo, la situación juega ambiguamente con la existencia de la magia en una de sus acepciones hodiernas: la del acto ejecutado por un prestidigitador de esmoquin y chistera. Se trata de relatos logrados que producen cierta disonancia con el resto, pero que funcionan bien como contrapuntos en medio de la uniformidad aparente del volumen. Si fuera necesario determinar cuál es el imán temático de esta colección de relatos, podría decirse que giran en torno al fracaso o la catástrofe, sea ésta menor, fatal o imaginaria, pero siempre producida en un entorno cotidiano. El juego narrativo es observarlas desde el interior de sus protagonistas, o bien, desde la perspectiva de testigos muy cercanos, que no las comprenden. El efecto cómico es sutil y, de cierta forma, escurridizo. No hay nada pirotécnico ni los cuentos destacan por su vivacidad, pero cuando uno ve de cerca las frases, en apariencia sencillas, se da cuenta de lo terrible que encierran. Aunque algunas situaciones parecen disparatadas, como el dictado demencial de un ejecutivo septuagenario: “podemos aumentar la producción de albúminas en un treinta por ciento si usted me la chupa con esos tacones y le dice al jardinero que no deje salir al perro”, todo suele estar enmarcado siempre en una anécdota realista. Los nombres de los personajes, anacrónicos y cursis, permiten caracterizarlos como pertenecientes a la clase media mexicana y capitalina a partir de ciertos estereotipos, en aras de la brevedad de los cuentos; así, desfilan por estas páginas políticos, notarios, jubilados, meseros, viejitas adineradas, estudiantes de la unam, escritores, ex bailarines, intelectuales, secretarias que leen el horóscopo religiosamente. Pocos personajes están particularizados, es decir, todos son como cualquiera de nosotros. A pesar de la aparente sencillez de la dicción, el lenguaje es certero y las comparaciones son precisas y elocuentes. La estructura de los relatos es sólida y la mayoría de los remates son muy potentes. El problema es que no hay variedad en los recursos de un relato a otro y eso produce una sensación de uniformidad que por momentos parece excesiva. Sin embargo, cada relato funciona bien y hay algunos verdaderamente notables. No cabe duda de que La tormenta hindú y otras historias se trata de un libro logrado, bien escrito, bien editado, con momentos brillantes en la dicción y de gran solidez e ingenio narrativo.


Las tres bodas de Manolita:

Almudena Grandes y las vidas simuladas Moisés Elías Fuentes

Desde hace años, Almudena Grandes se ha ubicado como la mejor escritora española contemporánea, autora de una obra literaria que ha superado, y por mucho, las aspiraciones creativas de la mayor parte de sus compañeros de generación. Dueña de una singular sensibilidad para revelar la poética de lo cotidiano, Grandes ha pulido dicha sensibilidad lo mismo en la narrativa que en el ensayo y el artículo periodístico, ofreciéndonos páginas memorables tanto por la familiaridad del discurso cuanto por su acento, que sin exaltaciones alcanza un lirismo a un tiempo suave y brioso. Natural de Madrid, ciudad en la que nació el siete de mayo de 1960, desde su juventud de aspirante a escritora el tema caro a la narrativa de Almudena Grandes fue y es la historia reciente de España, que ha abordado a partir de distintos puntos de vista y de distintas voces, con un estilo desenvuelto y lleno de vitalidad en el que se reconocen las huellas de Leopoldo Alas “Clarín”, Emilia Pardo Bazán y ante todo Benito Pérez Galdós, de quien aprendió cómo reflejar los grandes hechos de la historia española desde la micro historia. Pero si Grandes es lectora acuciosa de los grandes maestros del realismo español, no menos lo es de los narradores hispanoamericanos del siglo xx, lo mismo quienes labraron lo real maravilloso que quienes siguieron el realismo mágico, lo mismo los novelistas del boom que los “cazadores solitarios”. De hecho, en sus mejores momentos Grandes ha sabido equilibrar la influencia del discurso real maravilloso de Alejo Carpentier con la del realismo galdosiano, así como la del desbordamiento narrativo de García Márquez con la elegante parquedad de Juan Goytisolo. Influencias equilibradas con oficio y gracia, que enriquecen la fluencia de un discurso cadencioso, de descripciones puntuales pero no farragosas, hecho de diálogos tan dúctiles como agudos y de una narración polifónica en la que por igual se escucha la tercera persona que la primera, el narrador omnisciente que el testigo.

Las tres bodas de Manolita Almudena Grandes Barcelona, Tusquets, 2014, 766 pp.

francotiradores |

75


Y es debido al equilibrio tenso y frágil con que sostiene este andamiaje de influencias y recursos, que Almudena Grandes ha emprendido, hasta ahora con buena estrella, Episodios de una guerra interminable, serie compuesta por seis novelas, en las que la madrileña revisa las intimidades de la vida cotidiana durante la dictadura de Francisco Franco. Apunté las intimidades de la vida cotidiana y lo reitero, porque en Episodios de una guerra interminable los marcos históricos funcionan como referentes para ubicar en contextos definidos a los hombres y mujeres que, las más de las veces desde el anonimato, sobrevivieron a la dictadura fascista impuesta por el Generalísimo, con la que discreparon, teniendo casi siempre por única arma el silencio. Tercera entrega de la serie, en Las tres bodas de Manolita Almudena Grandes retoma el planteamiento de la adolescente que se entrega en cuerpo y alma a un proceso de aprendizaje, a pesar de que dicho proceso la arroja a una espiral de sufrimiento emocional y físico que llega, en sus momentos más álgidos, al refinamiento de crueldad. Este modelo femenino, que sale de la aparente seguridad familiar para enfrentarse al caos y la soledad de la vida exterior, ha sido caro a la narrativa de Grandes, quien lo abordó desde su primera novela, Las edades de Lulú, y lo desarrolló en otros títulos, como Malena es un nombre de tango y Atlas de geografía humana. Como en su antecesora, El lector de Julio Verne, en Las tres bodas de Manolita predomina el narrador en primera persona que ve sobrepasada su historia íntima por la Historia en mayúsculas. La microhistoria es la de una muchacha huérfana de madre, apabullada por las responsabilidades que le imponen su padre y su hermano y por la mal llevada relación con la madrasta que no puede, o no quiere, desatarse de su pasado como sirvienta de una familia oligarca. La macrohistoria es la que indica la acotación que acompaña al título: El cura de Porlier, el Patronato de Redención de Penas y el nacimiento de la resistencia clandestina contra el franquismo, Madrid, 1940-1950. Es en esa etapa histórica, dominada por la dictadura franquista, que Grandes sitúa la historia de Manolita, adolescente que ha de batallar, sin preparación alguna, en dos frentes de

76 | casa del tiempo

guerra igual de feroces y trapaceros: el del predominio machista y el de la resistencia contra el Caudillo de España y de la Cruzada. La presentación que hace Manolita de su persona y el cambio radical que experimenta su vida es una pequeña joya de concisión y precisión descriptiva: En los buenos tiempos, las jovencitas se casan por amor. En los malos, muchas lo hacen por interés. Yo me casé con un preso en los peores, por dos multicopistas que nadie sabía poner en marcha. Tenía dieciocho años, y hasta que a mi hermano se le ocurrió complicarme la vida, ni siquiera sabía que existieran máquinas con ese nombre.

En un solo párrafo, Grandes define el perfil de la historia y devela las contradicciones emocionales de esa muchacha que se siente rebasada por el carisma de su padre y su hermano, a más de desnivelada por la atracción y el miedo que le producen los hombres. Incompetente para las labores de clandestinidad y sobrepasada por sus confusiones sentimentales, Manolita ha de realizar, sin embargo, una misión a la que ningún hombre se atreve, y la ha de realizar bajo su cuenta y riesgo. Si en Inés y la alegría, primera novela de la serie, la protagonista es una militante consciente de su compromiso para con la resistencia, aunque en conflicto con sus sentimientos, y en El lector de Julio Verne el personaje central es un hombre que revisa de manera retrospectiva su entrada a la resistencia anti franquista en sus años preadolescentes, en Las tres bodas de Manolita la joven heroína es una muchacha del común, una adolescente tan temerosa de la entrada a la clandestinidad como de la vida misma. Sus primeras reacciones ante la inminencia de su participación en ese otro mundo, que ha visto siempre desde lejos, es la de una niña envejecida prematuramente: El Orejas no había tenido que abandonar a los catorce años un trabajo que le gustaba para hacerse cargo él solo de los trabajos de los demás. Todo eso le había pasado a la tonta de Manolita, al Orejas no. En mi casa, la guerra le había sentado estupendamente a todo el mundo menos a mí.


A partir de este pasaje Manolita experimenta su ineludible desdoblamiento, además de la paradójica comprobación de que todos los que le rodean se han desdoblado, ya de modo sutil, ya violento. Franco y la Falange aplastaron a la República y han repuesto el viejo orden clasista y cerrado de la monarquía borbónica. Los republicanos que no se exiliaron mueren en las cárceles por fusilamiento o por enfermedad. Ante esta sociedad de simuladores y turiferarios sólo unos cuantos se rebelan, pero su rebelión es solitaria, más producto de la venganza individual que de la revolución colectiva. Tal el caso de Francisco Román, la Palmera, rechazado por su familia debido a su homosexualidad: —No voy a acostarme con ninguna, Berna —y mantuvo la cabeza alta al decirlo—. A mí no me gustan las mujeres. Su hermano mayor lo tiró al suelo de una hostia y no volvió a dirigirle la palabra hasta el día del entierro de su madre, cuando le echó de la casa igual que a un perro. —Ten —antes le ofreció trescientas pesetas, y las movió en el aire al ver que no se decidía a cogerlas—. Vete lejos, y no nos avergüences más.

Ambientada en la España anquilosada de la década de 1940, sorprende por lo demás la habilidad técnica de Grandes para contraponer en Episodios de una guerra interminable dos narrativas: la cerrada e intolerante de la dictadura y la sublevada y contestataria de la resistencia clandestina. Y tal actitud contestataria, como en las dos primeras entregas, en Las tres bodas de Manolita se subraya mediante el humor, que es irónico, punzante, con situaciones y personajes que evocan el realismo crudo de la picaresca. Pero también la novela se permite un humor generoso, libre de mordacidades; humor alegre que, por lo demás, funciona como forma sutil de rebelión al hieratismo ampuloso y estéril de Franco y sus partidarios. Humor que es rebeldía porque está vivo y es inquieto y creativo. Creativo, sí, porque la creatividad es la forma más sólida de la rebeldía ante la dictadura. Las recetas de cocina descritas en Inés y la alegría son tan subversivas como las células de

resistencia; los libros de aventuras que arroban a Nino en El lector de Julio Verne resultan tan peligrosos al régimen como la persistencia de la guerrilla. En Las tres bodas de Manolita la creatividad emerge de los cabarets, de los tablaos y el teatro de revista. Emerge, en fin, de un microcosmos de disfraces y simulaciones, de burlas y dobles sentidos. Trizada la realidad por la intolerancia falangista, los fragmentos dispersos crean realidades múltiples que se niegan unas a otras. El régimen impone una normalidad ataráxica, mientras la vida diaria impone una normalidad angustiada, temerosa de todo y de nada. La jerarquía católica ejecuta penitencias tan lentas como crueles mientras que los insurrectos clandestinos se embozan en la duplicidad. Es el mundo de la ficción trasladado al mundo de la realidad real. Con sensibilidad y virtuosismo técnico, Grandes combina y entrelaza estas realidades fragmentarias, otorgando a la historia una particular tensión dramática, sustentada en el aserto de que se trata de realidades pretendidas, simuladas, porque en los mundos asfixiados por la represión y la intransigencia ninguna realidad puede realizarse a plenitud: La cárcel era un lugar tan raro, con todos aquellos hombres encerrados, aquellas mujeres aplastadas contra una verja, los funcionarios caminando entre ellos por un pasillo, que lo que sucedía en su interior producía un efecto de irrealidad que sobrevivía a los juicios, a las sentencias, a las ejecuciones. Quizá esa sensación, la remota serenidad de estar viviendo en una pesadilla que terminaría en cualquier momento, era una simple consecuencia de nuestro instinto de supervivencia.

Más que en sus novelas hermanas, en Las tres bodas de Manolita se acentúan los extravíos y desasosiegos de la vida ahogada por la simulación, la vida que degenera en farsa, donde amar y anhelar y pensar devienen en delitos que se persiguen y se castigan sin miramientos. Y es ahí donde la imaginación entra en juego, como único refugio y alivio para esas vidas encarceladas y falseadas por el rencor y la cobardía de los vencedores.

francotiradores |

77


Sol sobre el Sinaia Claudia Solís-Ogarrio

Mujer de Azafrán Rebeca Orozco México, Planeta, 2015, 231 pp.

78 | casa del tiempo

Como en otro tiempo por la mar salada te va un río español de sangre roja, de generosa sangre desbordada. Pero eres tú, esta vez, quien nos conquistas Y para siempre, ¡oh, vieja y nueva España! Pedro Garfias

Mujer de Azafrán, novela de Rebeca Orozco publicada por Planeta en 2015, cobra una relevancia especial porque no sólo es un ejercicio literario valioso, sino también una reflexión que pone de manifiesto a lo que conduce la exacerbación del rencor, la mentira y la intolerancia. Nada más actual y candente en el concierto internacional que los asuntos en torno a la migración que han desatado abominables brotes de xenofobia, racismo y odio, atizando contravalores que parecen dibujar el perfil de la sociedad de la mitad del siglo xxi. Sin embargo, la novela de Rebeca Orozco no es un grito de agonía, devastación y exilio exclusivamente. Tiene una brillantez particular que emana delicadeza y dulzura, fortaleza y esperanza. Originaria de Sevilla, Rosaura Gaitán desembarca en Veracruz siendo niña al lado de su padre Antonio. A bordo del buque Sinaia, huyen de la Guerra Civil Española. Milagros, la madre de la chica, es una extraordinaria cantante y bailaora de flamenco. Por declamar un puñado de versos subversivos, la toman prisionera enviándola a la cárcel de mujeres en Málaga y luego a la de Alcalá de Henares. Ahí termina de purgar su “delito” y permanece quince años encerrada. El drama desmiembra y devasta a la familia, como lo hizo también con la de cientos de miles de españoles. La narración relata la lucha infatigable de Rosaura —posiblemente también fichada— para regresar con su madre a España. Casándose sin deseo lo logra. Sin embargo, al regreso a México, pierde a su amor verdadero.


Los rincones de Sevilla ya no huelen a naranjos ni a jazmín, sino a municiones y granadas. Bajo las ametralladoras y las bombas, la familia huye a Francia. Antonio puede salvarse de ser destinado al campo de internamiento de Saint Cyprien en el Mediterráneo —que junto con el de Argelès sur Mer— fue de los más importantes de la considerable red que levantó el gobierno de Francia. En ellos se concentró a los quinientos cincuenta mil republicanos españoles que atravesaban la frontera sur huyendo de la contienda. Antonio y Rosaura se embarcan en el puerto de Sète rumbo a Veracruz. Dice García Márquez que un escritor puede escribir lo que le dé la gana siempre que sea capaz de hacerlo creer. Y justamente la novelista lo logra. Teje la urdimbre y la trama de la época envolviéndonos en la atmósfera de este periodo dramático que despedaza a España. Después de casi mil días que duró el conflicto, la península ibérica y sus habitantes jamás volverán a ser los mismos. ¿El sabor de la patria? Rebeca Orozco nos entrega en las manos la mirada de la niña Rosaura que llega a un nuevo país donde Antonio abre una tienda de ultramarinos. La chica hace amigos, descubre juegos, comidas y formas del castellano donde ella va descifrando los códigos, los significados y lenguajes de un nuevo suelo. México les ofrece un futuro como también lo hace a los veinticinco mil refugiados españoles que llegaron entre 1939 y 1942 a suelo mexicano. Nada más profundo que el poder evocativo del gusto y del olfato. El sabor de las viandas, el perfume de la fruta fresca, el olor de casa nos remiten a los más recónditos espacios de nuestra memoria. Los sabores y olores conquistan culturas, territorios y almas. “¿Será la aceituna el sabor de la patria?”, se pregunta Rosaura al morder una, mientras que descubre en su país de adopción, los mangos y las tortillas de maíz y los brillantes colores de las costumbres locales como los cráneos de azúcar de las festividades del Día de muertos. De manera paulatina, la protagonista encuentra un mundo nuevo y diverso integrándose a esas formas culturales particulares de los mexicanos de entender y explicarse la vida. Decía Pound que los buenos escritores son aquellos que conservan la eficiencia del lenguaje. Y esto sin duda guarda la prosa de Orozco. La autora posee un estilo transparente y ameno que salpimienta con giros locales que añaden veracidad y conocimiento a su trabajo narrativo. Al igual que su madre Milagros, Rosaura tenía “pellizco”, la voz andaluza que se emplea para nombrar un talento sui generis a las practicantes destacadas de flamenco. Lo hereda de su progenitora. La chica continúa sus clases en Veracruz bajo la guía de Cayetana, su maestra en un grupo de danza. En estos tiempos conoce a Octavio, su primer y verdadero amor que le hace la

vida llenarse de luz. Al paso de los años y al hacerse una bella e interesante señorita, cuando sale al tablao se cubre con maquillaje la huella que le ha dejado la guerra. Dos cicatrices. Una en la ceja y otra en el cuello por ráfagas de explosivos de los que se salva de morir, pero dejan su rostro marcado para siempre. Entre el llanto de la soleá del palomero y los quejíos de la seguiriya, para la protagonista “la danza es un ritual de catarsis que sólo se explica a través de los sentidos”, como dice David Miranda. Rosaura declara: “Bailo, porque si no me muevo, me detengo y si me detengo, pienso y si pienso me desmorono”. La joven expresa por medio del zapateo la herida que no puede ser ocultada ni con el mejor de los afeites: la idea de su madre prisionera en España, de la que no hay cartas ni noticias. Aromas del Tupinamba La novela de Orozco está estructurada como una obertura. Al principio, nos presenta a los ejecutantes quienes comprueban la afinación de sus instrumentos con objeto de establecer la altura y el modo de la música. En los primeros capítulos de la narración, los protagonistas nos dibujan su perfil, nos trazan su entorno y conforme avanza la historia y las páginas, el relato genera una tensión dramática. Sin duda la novela es una obra de género afortunada. El cuidado de los detalles y el dominio de los protagonistas que describe la escritora nos pintan la Ciudad de México de los republicanos españoles. Un territorio físico y figurado con vida propia, donde Rosaura se muda siendo señorita. Están sus lugares de reunión —entre ellos el célebre Tupinamba, en Bolívar 44— donde los personajes del exilio dialogan sus cosmogonías en una época del país donde también coexiste la nefasta y perniciosa Liga Mexicana de la Decencia. Las manifestaciones sociales y culturales del país sufren la censura de todo aquello que no se atenga a los dictados del Manual de Carreño y de las buenas costumbres de las familias católicas. A La Diana, en Paseo de la Reforma, le colocan brasier y pantaletas. Melodías de Lara y de Cri-Crí son prohibidas. No escapa a la guillotina de dicha asociación el espectáculo de flamenco de Rosa Gaitán. Tildado de provocativo por lo ajustado de su indumentaria y sus movimientos, es rápidamente proscrito. Después de ochenta años, la herida que dejó la Guerra Civil Española y su costra aún siguen frescas. Con el bello y sugestivo título Mujer de Azafrán, Rebeca Orozco nos entrega un trabajo redondo, de una muy meritoria investigación histórica. Personajes con vigorosos espolones literarios se mueven en el escenario de un doloroso drama humano. La novela de esta escritora constituye un espléndido trabajo de ficción: una historia de amor y encuentro entre dos fascinantes culturas.

francotiradores |

79


colaboran Rosario Casco Montoya. Doctora en Economía. Fue parte del comité directivo de la Fundación René Avilés Fabila y del Museo del Escritor. Subdirectora editorial de El Búho. Durante más de treinta y cinco años laboró en distinas dependencias federales en la defensa y conservación del medio ambiente. Iván Cruz Osorio (Tlaxiaco, Oaxaca, 1980). Poeta, editor, crítico literario y gestor cultural. Actualmente es codirector y editor de Malpaís ediciones. Autor de los poemarios Tiempo de Guernica y Contracanto. Fue becario del programa Jóvenes Creadores en el área de poesía en el periodo 2009 - 2010. Verónica Bujeiro (Ciudad de México, 1976). Egresada de la licenciatura en Lingüística de la enah, guionista y dramaturga. Es autora de los libros La inocencia de las bestias y Nada es para siempre. Ha sido becaria del imcine, Fonca y La Fundación para las Letras Mexicanas. Ramón Castillo (Orizaba, 1981). Egresado de la licenciatura en Filosofía en la UdeG. Becario en el área de ensayo en la Fundación para las Letras Mexicanas de 2009 a 2011. Nora de la Cruz (Estado de México, 1983). Ha realizado estudios en Literatura en la unam, uam y el Claustro de Sor Juana. Ha colaborado en publicaciones digitales como La Fábrica de Mitos Urbanos, Distintas Latitudes, Hoja Blanca, Posdata y Testigos Modestos. Moisés Elías Fuentes (Managua, Nicaragua, 1972). Poeta y ensayista, ha publicado el libro de poesía De tantas vidas posibles (2007). En colaboración con Guillermo Fernández Ampié tradujo del inglés al español Ciudad tropical y otros poemas (2009), primer libro de Salomón de la Selva. Jesús Vicente García (Ciudad de México, 1969). Estudió Letras Hispánicas (uam). En 2009 obtuvo el segundo lugar en el ix Premio de Narrativa Breve “Tirant lo Blanc”, organizado por el Orfeo Catalán. Su libro más reciente es Después de bailar, ¿qué?, bajo el sello Fridaura. Andrés García Barrios (1962). Escritor y comunicador. En 1987 mereció la beca para jóvenes escritores del inba en el área de poesía y, en 1999, el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes para realizar proyectos de teatro infantil. Es autor del poemario Crónica del Alba. José Homero. Poeta, ensayista y editor. Fundador y editor de varias revistas y publicaciones dedicadas a la literatura y la crítica del arte y la sociedad, la más conocida de ellas Graffiti (1989-2000). Ha publicado, entre otros, el libro de ensayos La construcción del amor y los poemarios Vista envés de un cuerpo, Luz de viento y La ciudad de los muertos. Juan Luis Nutte (Ciudad de México, 1972). Estudió la licenciatura en Letras Hispánicas en la unidad Iztapalapa de la uam. Es egresado de la Escuela de Escritores de la Sogem. Ha publicado, los libros de cuentos Anécdotas sedientas e Imágenes ligeras. Algunos de sus cuentos están incluidos en las antologías Animalia; bestiario fantástico, Sex-teto y otras piezas para cuatro manos y Cofradía de coyotes, entre otras. Mateo Pizarro (Bogotá, 1984). Es artista plástico. Estudió Artes Electrónicas en la Universidad de los Andes.

Brenda Ríos (Acapulco, 1975). Escritora, editora, traductora, profesora universitaria. Premio Nacional de Poesía “Ignacio Manuel Altamirano” 2013. Autora de los libros Las canciones pop hacen pop en mí. Ensayos sobre lo ridículo, lo cotidiano, lo grotesco, (2013); Empacados al vacío. Ensayos sobre nada (2013) y El vuelo de Francisca (2011). Bernardo Ruiz (ciudad de México, 1953). Escritor, editor y traductor, es miembro del Sistema Nacional de Creadores. Tiene más de veinte libros publicados; el más reciente es la colección de ensayos Asunto de familia (2014). Mario Saavedra. Escritor, periodista, editor, catedrático y crítico. Ha publicado en periódicos y revistas como Excélsior, El Universal, Siempre!, Revista de la Universidad y El Búho. Es autor de los ensayos biográficos Elías Nandido: Poeta de la vida, poeta de la muerte y Rafael Solana: Escribir o morir. Héctor Antonio Sánchez (Minatitlán, 1982). Estudió Letras Hispánicas en la Universidad Veracruzana y el Bridgewater College de Virginia. En 2003 recibió el Premio Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”. Ha sido becario del ivec, el Centro Mexicano de Escritores, la Fundación para las Letras Mexicanas y el Fonca. Iris Santacruz Fabila. Profesora de tiempo completo de la uam desde 1975. Estudió la licenciatura en Sociología y la maestría en Economía en la unam. Obtuvo el doctorado en Ciencias Sociales en la Unidad Xochimilco de la uam. Ha ocupado diversos cargos de responsabilidad dentro de la Universidad Autónoma Metropolitana. Ha colaborado en los periódicos La Crisis y Excélsior. Es coautora del libro Un México para Todos, editado por Planeta. Actualmente es Coordinadora de Asesores el Instituto Politécnico Nacional. Claudia Solís-Ogarrio. Poeta, comunicóloga e internacionalista. Tiene publicados los libros Poemas al fresco, Insomnios y El Colibrí del Delta (2010). Tradujo al español al poeta zulú Mazisi Kunene. Es consultora y promotora nacional e internacional independiente. Rafael Toriz (Veracruz, 1983). Es egresado de Lengua y Literatura Hispánica de la Universidad Veracruzana. Entre sus publicaciones destacan Animalia, editado por la Universidad de Guanajuato, y Metaficciones, editado por la unam, ambos en 2008. Jorge Vázquez Ángeles (Ciudad de México, 1977). Estudió Arquitectura (ui). Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas y del Programa Jóvenes Creadores del Fonca. En 2009 publicó la novela El jardín de las delicias. Teodoro Villegas (Coatzacoalcos, 1946). Docente de la carrera de Comunicación Social en la unidad Xochimilco de la uam. Se ha desempeñado como guionista, articulista, director de escena, locutor, productor y coordinador de Radio Educación. En 1996 publicó el poemario Inventar el amor. Patricia Zama. Desde 2001 es editora en la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la unam. Actualmente escribe de libros en las columnas semanales “Mesita de noche” para las revistas Siempre! y El Búho, y “Estación Victoria” para el diario La Prensa.

Tiempo en la casa. Dos relatos. “Tú no tienes planes”, de Carlos Gómez Carro, e “Iztapalapa Western”, de Juan de Dios Maya Ávila


Universidad Autónoma Metropolitana

Universidad Autónoma Metropolitana

Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería 2017

Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería 2017

Encuentra el Foro UAM en nuestro Stand

Encuentra el Foro UAM en nuestro Stand

Programa de Presentaciones

Jueves 23 de febrero 17:00 hrs., Auditorio 6 Los gobiernos progresistas latinoamericanos: contradicciones, avances y retrocesos Griselda Günter, Juan José Carrillo y Fabiola Escárzaga (coords.) 17:00 hrs., Foro UAM Estado, agenda política y participación social: casos y perspectivas en el ámbito local en México y Argentina Miguel Rodrigo González Ibarra y Virginia Ester D´Angelo Gallino 18:00 hrs., Galería de Rectores El fabuloso saqueo del cenote sagrado de Chichén Itzá Pedro Castro 18:00 hrs., Foro UAM La geopolítica del siglo xxi Graciela Pérez, Ana Teresa Gutiérrez y Beatriz Nadia Pérez (coords.) 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Ética y política para tiempos violentos Gerardo Ávalos 19:00 hrs., Foro UAM Los sistemas socioecológicos y su resiliencia: casos de estudio Rafael Calderón Contreras (coord.) Viernes 24 de febrero 12:00 hrs., Auditorio 5 Revolución pasiva y consolidación del moderno Estado mexicano, 1920-1940 Ernesto Soto 13:00 hrs., Salón El Caballito El carnaval de la capital Bulmaro Villarruel 16:00 hrs., Foro UAM Utopías y mitos Javier Meza y Alberto Trejo (coords.) 17:00 hrs., Auditorio 5 Método instrumental para universitarios Ángel Manzur, Judith Cardoso, Rubicela Vargas, Andrés Estrada y Dolores Ayala 17:00 hrs., Salón Filomeno Mata Herejía Alejandro Anaya 17:00 hrs., Foro UAM (In)disciplinar la investigación. Archivo, trabajo de campo y escritura Frida Gorbach y Mario Rufer (coords.) 18:00 hrs., Auditorio Sotero Prieto Hacia un marxismo mundano Armando Bartra 18:00 hrs., Foro UAM Anuario de estudios urbanos 2016 / Crítica de la producción del espacio Elías Huamán Herrera (coord.) 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Tesis filosóficas José María Morelos 19:00 hrs., Foro UAM Los imaginarios del turismo. El caso de los pueblos mágicos Liliana López Levi y Carmen Valverde

Sábado 25 de febrero 12:00 hrs., Auditorio 5 Psicoterapia corporal. Bases teóricas de las prácticas Fernando Ortiz Lachica 13:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Jaime Ruelas: ilustrando el high energy. Arte fantástico mexicano Itzel Sáinz, Juan Rogelio Ramírez y Antonio Ramírez 16:00 hrs., Foro UAM Sujeto, narración y experiencia. Análisis de siete autobiografías de la colección jóvenes escritores Humberto Guerra 17:00 hrs., Salón Filomeno Mata Economía y cultura. Críticas, emprendimientos y solidaridades Marissa Reyes Godínez, Jorge Linares Ortiz y Marco Vinicio Ferruzca Navarro (coords.) 17:00 hrs., Salón El Caballito Teoría y aplicaciones en la administración de riesgos Beatriz Mota Aragón y José Antonio Núñez Mora 17:00 hrs., Foro UAM Revista Argumentos, número especial. Cien años de la constitución Joel Flores (coord.) 18:00 hrs., Salón Filomeno Mata Mi hijo, lo mejor que me ha pasado en la vida. Una aproximación a los significados de las trayectorias sexuales reproductivas de madres adolescentes en contexto de pobreza Gloria Elizabeth García Hernández 18:00 hrs., Foro UAM Capitalismo especulativo y blindaje financiero. El costo de las reservas en México Carlos Rozo Bernal 19:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Psicologías sociales aplicadas. Temas clásicos, nuevas aproximaciones y campos interdisciplinarios Octavio Nateras, Salvador Arciga y Jorge Mendoza (coords.) 19:00 hrs., Foro UAM Diseñomas. Revista internacional de diseño, medio ambiente y sostenibilidad / Paisaje y jardín como patrimonio cultural. Diversas miradas desde México y Brasil Varios Autores / Félix Alfonso Martínez Sánchez y Ana Rita Sá Carneiro (coords.) Lunes 27 de febrero 12:00 hrs., Auditorio 5 Mm1 Un año de diseñarte 2016 Varios Autores 13:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Notas para el curso de administración de la producción Lisaura Walkiria Rodríguez Alvarado y Jesús Loyo Quijada 16:00 hrs., Foro UAM El murmullo social de la violencia en México, La experiencia de los sujetos afectados por la guerra contra el narcotráfico Miriam Bautista Arias 17:00 hrs., Auditorio 5 Metrópolis México / Modelos clave para el diseñador ante los escenarios de cambio Sergio Padilla Galicia / Francisco Javier Gutiérrez Ruiz y Jorge Rodríguez Martínez (coords.)

17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Un acercamiento al álgebra lineal y al análisis vectorial. Tomos I y II Cesareo García Martínez y Hugo Hernández Saldaña 17:00 hrs., Foro UAM Nación y estudios culturales. Debates desde la poscolonialidad Ma. del Carmen de la Peza y Mario Rufer (coords.) 18:00 hrs., Auditorio 5 Universalidad, internacionalidad, instrumentalidad. Caracterizaciones en la arquitectura de la modernidad Aarón Caballero Quiroz 18:00 hrs., Foro UAM Dinero y capital. Hacia una reconstrucción de la teoría del dinero de Marx Roberto Escorcia y Mario Robles 19:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Evaluación del aprendizaje y para el aprendizaje. Reinventar la evaluación en el aula Tiburcio Moreno Olivos 19:00 Foro UAM La revolución silenciosa / La Ciudad de México. Visiones críticas desde la arquitectura, el urbanismo y el diseño Varios autores / Fausto Rodríguez Manzo (coord.) Martes 28 de febrero 12:00 hrs., Auditorio 5 Paradojas de la hipermodernidad. Entrevista a Gilles Lipovetsky y comentarios críticos de sociólogos mexicanos María Magdalena Trujano Ruiz (coord.) 13:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Apreciaciones socioculturales de la música Alan Edmundo Granados Sevilla y José Hernández Prado (coords.) 16:00 hrs., Foro UAM Estrategias frente a la turbulencia económica internacional Ricardo Buzo de la Peña y Carlos Gómez Chiñas (coords.) 17:00 hrs., Auditorio 5 Habitar la centralidad urbana. Reflexiones y debates alrededor de un proyecto de investigación René Coulomb y Víctor Delgadillo (coords.) 17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá La coordinación metropolitana en el sistema federal: experiencias y trazos institucionales Alberto Arellano 17:00 hrs., Foro UAM Revista Cuestión de diseño / Revista Taller Servicio 24 horas Varios Autores 18:00 hrs., Galería de Rectores Espacios y repertorios de la protesta Sergio Tamayo Flores-Alatorre 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Contextos y comunidades en las teorías y prácticas artísticas contemporáneas Mónica F. Benítez Dávila (coord.) 19:00 hrs., Foro UAM Trabajando para vivir, entre la pobreza y la miseria. El caso de los jornaleros agrícolas en México José Manuel Hernández Trujillo y María Antonieta Barrón Pérez

Más presentaciones >>>

Programa de Presentaciones

Miércoles 1 de marzo 12:00 hrs., Auditorio 5 Marx y Freud: hacia una nueva racionalidad de la sociedad y de la historia Gabriel Vargas Lozano y Raúl Páramo Ortega 13:00 hrs., Salón Manuel Tolsá E. P. Thompson, democracia y socialismo Alejandro Estrella (ed.) 16:00 hrs., Foro UAM Santa Federico Gamboa 17:00 hrs., Auditorio 6 El empirismo lógico. Textos básicos Thomas Mormann y Álvaro Peláez (comps.) 17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Voces y experiencias de quienes forjaron una nación. La migración a Estados Unidos desde la época colonial al siglo XX Ángela Moyano y María Estela Báez-Villaseñor 17:00 Foro UAM Revista Fuentes humanísticas # 53 Teresita Quiroz Ávila (dir.) 18:00 Galería de Rectores Imaginar el futuro. Partidos nacionales y programas políticos en México, 1918-1928 Javier Mac Gregor Campuzano 18:00 hrs., Foro UAM Abordajes en innovación, conocimiento y tecnología ante los retos de la realidad contemporánea María Anahí Gallardo Velázquez y David Salvador Cruz Rodríguez (coords.) 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Revista Alegatos # 94 Javier Huerta Jurado (dir.) 19:00 hrs., Foro UAM La masculinidad como producción discursiva y la feminidad como silencio en El vacío y Los años falsos de Josefina Vicens Isabel Lincoln Jueves 2 de marzo 12:00 hrs., Auditorio 5 Paradigmas para una metaforología del cosmos. Hans Blumenberg y las metáforas contemporáneas del universo Alberto Fragio 13:00 hrs., Salón Filomeno Mata Espacialidades. Revista de temas contemporáneos lugares, política y cultura / Trashumante. Revista americana de historia social Varios autores 16:00 hrs., Foro UAM Estudios de arquitectura bioclimática XII / Principios básicos para la accesibilidad en instituciones de educación superior Gloria María Castorena Espinosa (coord.) / Francesca Sasso Yada 17:00 hrs., Auditorio 6 Estrategias didácticas en educación superior basadas en el aprendizaje: innovación educativa y TIC Fernanda Vázquez

<<< Más presentaciones

17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Como un pez rojo Juan Manuel Gómez 17:00 hrs., Foro UAM Charlas de Pedro Ramírez Vázquez / Charlas de Martín L. Gutiérrez Pedro Ramírez Vázquez / Martín L. Gutiérrez 18:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería 43 Francisco Mata Rosas y Felipe Victoriano (coords.) 18:00 hrs., Foro UAM Expo CyAD #2 / CyAD investiga 2016 Varios Autores 19:00 hrs., Salón de la Academia de Ingeniería Memorias de guerra de una pequeña francesa Marie-Claire Figueroa 19:00 hrs., Foro UAM Tecnología y diseño #5 Varios Autores Viernes 3 de marzo 12:00 hrs., Auditorio 5 Alimentación de ganado bovino con dietas altas en grano Germán Mendoza Martínez, Raúl Ricalde Velasco et al. 13:00 hrs., Auditorio 6 Hacia una visión antropológica de la discapacidad Mario A. Mandujano Valdés y María del Carmen Sánchez Pérez 16:00 hrs., Foro UAM De la “vieja” a la “nueva” justicia indígena. Transformaciones y continuidades en las justicias indígenas de Michoacán Orlando Aragón Andrade 17:00 Auditorio 5 Lo que su cuerpo me provoca Ethel Krauze 17:00 hrs., Salón Manuel Tolsá Introducción a la biología celular humana. La reprogramación de las células somáticas tisulares: un modelo de diferenciación celular Víctor M. Valdespino Gómez, Patricia M. Valdespino Castillo y Víctor E. Valdespino Castillo 17:00 hrs., Foro UAM Diario de Jerusalén Ignacio Trejo Fuentes 18:00 hrs., Auditorio 4 Análisis y controversias sobre las actuales reformas estructurales Pascual García-Alba Iduñate, María Elvira Buelna Serrano, Lucino Gutiérrez Herrera y Francisco Javier Rodríguez Garza (coords.) 18:00 hrs., Foro UAM Las Bromeliaceae del estado de Morelos Edith González Rocha, Adolfo Espejo Serna, Ana Rosa López Ferrari y Rosa Cerros Tlatilpa 19:00 hrs., Auditorio 4 Sabacio Kristín Dimitrova

19:00 hrs., Foro UAM Diario de filosofía para un Don Nadie Hugo Enrique Sáez Sábado 4 de marzo 12:00 hrs., Auditorio 6 Arnaldo Coen. Donde empieza el silencio en el espacio tiempo Celia Fanjul Peña 13:00 hrs., Salón Filomeno Mata Enrique Segarra. Grabador de luz Enrique Segarra 16:00 hrs., Foro UAM Lo bueno, lo malo y lo feo de la actividad científica y de nuestra visión del universo Caupolicán Muñoz Gamboa 17:00 hrs., Salón Filomeno Mata Arte, teoría y tecnología en el diseño / Educación superior del diseño: pedagogía y conocimiento / Pedagogía del diseño en el Sistema Modular UAM Xochimilco Azucena Mondragón Milán, Ana Julia Arroyo Urióstegui y Carlos Arozamena Guillén (coords.) 17:00 hrs., Foro UAM Participación ciudadana y estructura política en la Ciudad de México Héctor Tejera Gaona 18:00 hrs., Auditorio 5 Para amar el arte Victoria García Jolly 18:00 hrs., Foro UAM “La gente no sabe por quién vota; tiene que hacerlo así, porque así se hace”. Estructura política, identificaciones clientelares y procesos electorales en la Ciudad de México Héctor Tejera Gaona 19:00 hrs., hrs., Salón Filomeno Mata Manual de prácticas de laboratorio. Pruebas de identificación de factores de riesgo de caries Leonor Sánchez Pérez 19:00 hrs., Foro UAM Soñar que he vivido Luis de la Torre

www.casadelibrosabiertos.uam.mx


PRESENTACIÓN DE LIBRO Sabacio Kristín Dimitrova Presentan: Alejandro Arteaga y Karla Cano

NOVEDADES EDITORIALES POESÍA Como un pez rojo Juan Manuel Gómez

Revista mensual de cultura Año XXXVI, época V, Vol. IV, número 37 • febrero 2017 • $60.00 • ISSN 0185-4275

Centro Cultural Mexiquense Bicentenario 23 de febrero, 17:00 hrs. Vestíbulo de la Biblioteca

ENSAYO LITERARIO Revolución e ironía en la Francia del siglo XIX Salah J. Khan FILOSOFÍA Paradigmas para una metaforología del cosmos Alberto Fragio

René Avilés Fabila 1940-2016

re Su la p le t (B us e os. m ca “Iz “T en el ta ú n to có pa o e di la ti lec go pa en t Q W es rón R pa est pla ico ra er ne T de n”, s” iem sc de , d e po ar ga Jua Ca en gr n rlo la at M s ui ay G cas ta a óm a: en Áv e pá ila z C ar gi na ro , 80 )

Dos décadas sin Juan Vicente Melo

os

De venta en: Librerías UAM · EDUCAL · FCE · Gandhi · Sótano · Péndulo

Alexander McQueen: el horror y la belleza

D

NARRATIVA Soñar que he vivido Luis de la Torre

www.casadelibrosabiertos.uam.mx

casadeltiempo • número 37 • febrero 2017

ARTE Comunidades y contextos en las teorías y prácticas artísticas contemporáneas Mónica Francisca Benítez Dávila (coord.)

Las misiones de Manuel Tolsá


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.