Casa del tiempo 54, octubre-noviembre de 2018

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NOVEDADES EDITORIALES

Revista bimestral de cultura

Año XXXVII, época V, Vol. V, número 54 • octubre-noviembre 2018 • $60.00 • ISSN 2448-5446

ECONOMÍA La discriminación de precios y otras estrategias para capturar valor. Una interpretación económica Manuel Castillo Soto y Gloria de la Luz Juárez

FILOSOFÍA Los rostros de la razón: Immanuel Kant desde Hispanoamérica Gustavo Leyva, Álvaro Peláez y Pedro Stepanenko (eds.)

casadeltiempo • número 54 • octubre-noviembre 2018

EDUCACIÓN La evaluación de los académicos. Instituciones y Sistema Nacional de Investigadores, aciertos y controversias Graciela Bensunsán y Giovanna Valenti (coords.)

METODOLOGÍA La metodología configuracionista para la investigación Enrique de la Garza

SOCIOLOGÍA Mirada de jaguar. Venturas y desventuras de la biodiversidad en América Latina Yolanda Massieu Trigo

POESÍA Tocar tu argolla en llamas Roxana Elvridge

Sergio Pitol o las formas de la errancia • La vida trágica de Jean Rhys

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en línea: issuu.com/casadeltiempo

52435 31800

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www.uam.mx/difusion/revista/index.html @casadeltiempo

@casadetiempoUAM

Tiempo en la casa, suplemento electrónico: “Historia y leyenda de la Batería de Salina Cruz”, de Eduardo Piña


Universidad Autónoma Metropolitana

Universidad Autónoma Metropolitana

Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2018

Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2018

Del 24 de noviembre al 2 de diciembre / Expo Guadalajara

Del 24 de noviembre al 2 de diciembre / Expo Guadalajara

Programa de Presentaciones

Programa de Presentaciones

Sábado 24 de noviembre 17:00 h, Foro UAM Mexica. 20 años-20 historias. Primer libro en español escrito por una computadora Rafael Pérez y Pérez (programador) 18:00 h, Foro UAM Revista Diseñomas 1 19:00 h, Foro UAM Revista Cuestión de Diseño #8

Domingo 25 de noviembre 11:00 h, Foro UAM Aproximaciones al ecodiseño Sandra Molina Mata, Brenda García Parra, Rubén Sahagún Angulo et al. 12:00 h, Foro UAM Revista Tecnología & Diseño #8 13:00 h, Foro UAM Razonando con cifras. Banca e inversiones francesas en México, 1880-1929 Alejandro Tortolero Villaseñor 17:00 h, Foro UAM La construcción del futuro en la formación de diseñadores y arquitectos en el TG de la División de Ciencias y Artes para el Diseño UAM-A 17:30 h, Salón B Iglesia, historiografía e instituciones. Homenaje a Brian Connaughton Norma Angélica Castillo Palma, Juan Pablo Ortiz y Luz María Uhthoff López 18:00 h, Foro UAM Revista Tiempo de Diseño #14

19:00 h, Foro UAM Sociedades Americanas en 1828, Simón Rodríguez María del Rayo Ramírez Fierro, Rafael Mondragón Velázquez y Freja Ininna Cervantes Becerril (coords.)

Lunes 26 de noviembre 17:30 h, Foro UAM Soñar en la antigüedad. Los soñadores y su experiencia Sergio Pérez Cortés 18:00 h, Salón D Plataforma web Siete palabras. Un proyecto artístico México-Portugal Rafael Ibarra (coord.) 18:30 h, Foro UAM ¡Me quiero, me cuido! Diario de salud Ma. Isabel de Fátima Luengas Aguirre, Laura Patricia Sáenz Martínez, Lucía Alejandra Vergara del Ángel y José Armando García Sánchez 19:30 h, Foro UAM Affordance y diseño Aarón Caballero y Octavio Mercado (comps.)

Martes 27 de noviembre 17:30 h, Foro UAM Presente amistoso Poemas mexicanos sobre el libro 18:30 h, Foro UAM Subjetividad, un acercamiento desde la gestión y la organización Carlos Juan Núñez Rodríguez y María Teresa Magallón Diez (coords.)

Encuentra el Foro UAM en el stand i10

19:30 h, Foro UAM El refugio David Poireth

12:00 h, Salón D Tratado de derecho ambiental mexicano José Juan González Márquez

Miércoles 28 de noviembre

13:00 h, Foro UAM Diferentes miradas en la organización Elvia Espinosa Infante (coord.)

17:30 h, Foro UAM Epistemología histórica e historiografía Norma Durán R.A. (coord.) 17:30 h, Salón B Piedra, papel y tijera: instrumentos en la ciencia en México Miruna Achim, Laura Cházaro y Nuria Valverde (eds.) 18:30 h, Foro UAM La discriminación de precios y otras estrategias para capturar valor Gloria de la Luz Juárez y Manuel Castillo Soto 19:30 h, Foro UAM Modernización y espacio. Imaginarios, ordenamiento y prácticas Akuavi Adonon Viveros, Laura Carballido Coria, Jorge Galindo Monteagudo y Fernanda Vázquez Vela (coords.)

Jueves 29 de noviembre 11:00 h, Foro UAM Entre filosofía y literatura: en torno a Henry James Álvaro Peláez y Zenia Yébenes (eds.)

13:30 h, Salón B Homenaje a Miguel Ángel Flores: El silencio de los muelles / Umbría nube 16:30 h, Salón B Antonio Garduño. Fotografía y periodismo en los inicios del siglo XX Laura Castañeda García y Daniel Escorza Rodríguez 17:00 h, Foro UAM La espuma en la arena. Antología Francis Mestries 18:00 h, Foro UAM El qué y el cómo de la prescripción positiva o usucapión José Guadalupe Zúñiga Alegría 19:00 h, Foro UAM El mundo rural y la cuestión indígena en el México contemporáneo Karina Ochoa y Jorge Mercado Mondragón (coords.) 19:00 h, Escuela de Escritores de la sogem Guadalajara Si te dicen que he llorado por ti Alejandro Licona

12:00 h, Foro UAM Ventanas a lo inesperado. Imagen literaria y fotográfica en Julio Cortázar / Sergio Pitol: autobiografía, vida y escritura Marisol Luna / Noemí Torres

Más presentaciones >>>

Viernes 30 de noviembre

Sábado 1 de diciembre

11:00 h, Foro UAM Mecanismos y Paquete didáctico de mecanismos Homero Jiménez Rabiela

11:00 h, Foro UAM Kafka, las escenas de lo humano Diego Lizarazo y Alberto Martínez

12:00 h, Foro UAM Elementos de termodinámica Luz María García Cruz y Héctor Martín Luna García

12:00 h, Foro UAM Los estudiantes mexicanos ante las reformas universitarias Javier Rodríguez Lagunas y Juan Manuel Hernández Vázquez (coords.)

12:00 h, Salón A Viajeros en los andenes. México 1910-1938 Álvaro Ruiz Abreu 13:00 h, Foro UAM Comunicaciones digitales Mario Reyes Ayala 17:00 h, Foro UAM Hegel actual. La paciencia de lo negativo Gerardo Ávalos 18:00 h, Foro UAM Experiencias desnudas. El lugar del acontecimiento en la historia Armando Bartra 18:30 h, Salón B Derivación tecnológica en apoyo a la agencia académica en educación superior Eduardo Peñalosa Castro y Sandra Castañeda (coords.) 19:00 h, Foro UAM Si te dicen que he llorado por ti Alejandro Licona 20:00 h, Foro UAM Ser mujer en Latinoamérica Francisco Mata Rosas (comp.)

12:00 h, Salón C Revista Argumentos. Premio Miroslava Breach. Sistema de poder y violencia contra periodistas en América Latina Javier Esteinou, Patricia Ortega y Guiomar Rovira (coords.) 13:00 h, Foro UAM Deseografías. Una antropología del deseo Rodrigo Parrini 17:00 h, Foro UAM Mirada de jaguar. Venturas y desventuras de la biodiversidad en América Latina Yolanda Massieu 18:00 h, Foro UAM Lecciones a mí mismo. Vida y universidad Luis Porter 19:00 h, Foro UAM Desarrollo ambiental en la Cuenca del Papaloapan María Eugenia Castro, Salvador Duarte Yuriar, Manuel Lerín Gutiérrez et al. 20:00 h, Salón C El paisaje: métodos y reflexiones de análisis Martín M. Checa-Artasu y Pere Sunyer Martín (coords.)

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Editorial

Sobre los sucesos del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de

qué podía haber causado tal efecto. La multitud intentó es-

las Tres Culturas, de Tlatelolco, Luis González de Alba cuen-

capar por el costado derecho de la plaza y nuevamente fue

ta en Los días y los años: “Dos helicópteros volaban, desde

rechazada. En el centro de la plaza, las distintas corrientes

unas horas antes, trazando círculos sobre la plaza y, en cierto

ya habían producido algunos caídos que se levantaban des-

momento, como si se tratara de alguna peligrosa maniobra

concertados. El extremo izquierdo terminaba en un borde

ejecutada por aviones de circo, empezaron a descender has-

alto y cada nuevo retroceso producía la caída de los que se

ta que los círculos que dibujaban quedaron por abajo de los

encontraban cerca del borde. Desde el edificio Chihuahua

edificios que rodean la plaza. Los dos helicópteros giraban

veíamos la plaza convulsionada por corrientes que se gol-

como si estuvieran unidos por un eje que descendía sobre la

peaban contra bordes invisibles y formaban remolinos en

gente como una enorme cuchilla. Esperábamos verlos estre-

el centro. Entre las voces y gritos empezaron a escucharse

llarse contra una ventana o sobre la plaza, por un momento

claramente los disparos: venían de la parte posterior del

todos contuvimos la respiración. De uno de los helicópteros

Chihuahua. ¡Se acercan por abajo!, pensé. Al mirar frente a

cayó una bengala verde que siguió ardiendo en el suelo. Al-

mí, a lo lejos, hacia el fondo de la plaza, vi que el puente de

rededor de la bengala, como si hubiera sido una piedra en

acceso estaba ocupado por el ejército a todo lo largo. Está-

el agua, se creó una ola que retrocedía hacia los extremos de

bamos totalmente cercados y desde los cuatro extremos los

la plaza. Cayó otra bengala, ésta era roja. A mi lado Sócrates

soldados avanzaban a bayoneta calada”.

tenía el micrófono: ¡No corran, compañeros!, ¡es una provo-

En nuestro número de octubre - noviembre hemos reu-

cación! ¡Compañeros, por favor!, ¡no acepten provocaciones!

nido testimonios, reflexiones y crónicas personales alrededor

¡Por favor! Algo más sucedía allá abajo que nosotros no po-

de esos crímenes —cuya crónica de Luis González de Alba es

díamos ver. La gente había corrido, en un primer impulso,

sólo su sima— con el ánimo de contribuir a la memoria de

hacia el edificio Chihuahua gritando: ¡El Consejo! ¡El Con-

un momento trágico que marcó la historia política y cultural

sejo!; pero, al llegar a la base del edificio montado sobre dos

del México contemporáneo.

grandes columnas y que por esta circunstancia permite ver la

Asimismo, en Antes y después del Hubble, Rafael Toriz

parte posterior, retrocedió aterrorizada; como una sola masa,

celebra el legado del escritor y traductor veracruzano Sergio

como un resorte sacudido en un extremo, el movimiento de

Pitol, y Brenda Ríos nos introduce al mundo literario y a la

retroceso se propagó por toda la plaza. Desde el borde del

vida de la novelista caribeña Jean Rhys.

barandal de concreto que cierra la amplia terraza del tercer

Atraídos por los colores del otoño, deseamos que los

piso nos inclinábamos buscando la fuerza desconocida que

textos y las imágenes de estas páginas permitan a nuestros

había rechazado la carrera de miles de personas que venían

lectores hallar en el recuento de nuestro pasado sombrío

precipitadamente hacia nosotros; pero no encontrábamos

una luz presente.


Rector General Eduardo Abel Peñalosa Castro Secretario General José Antonio De los Reyes Heredia Unidad Azcapotzalco Rector Secretaria Verónica Arroyo Pedroza Unidad Cuajimalpa Rector Rodolfo Suárez Molnar Secretario Álvaro Julio Peláez Cedrés Unidad Iztapalapa Rector Rodrigo Díaz Cruz Secretario Arturo Leopoldo Preciado López Unidad Lerma Rector José Mariano García Garibay Secretario Darío Guaycochea Guglielmi Unidad Xochimilco Rector Fernando de León González Secretaria Claudia Mónica Salazar Villava Casa del tiempo, año xxxvii, época v, vol. v, núm 54 • octubre-noviembre 2018. Revista bimestral de cultura de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Director Francisco Mata Rosas Subdirector Bernardo Ruiz Comité editorial Laura Elisa León, Vida Valero, Rosaura Grether, Erasmo Sáenz (†), María Teresa de la Selva, Gabriela Contreras y Mario Mandujano Coordinación y redacción Alejandro Arteaga y Jesús Francisco Conde de Arriaga Investigación documental Miguel Ángel Flores Vilchis Redes sociales Amelia Salcido Jefe de Diseño Francisco López López Diseño de maqueta y formación Guadalupe Urbina Martínez Imagen de portada Francisco López López Edición Internet Jorge Ordaz Distribución Marco Moctezuma, Subdirección de Distribución y Promoción Editorial, Rectoría General UAM, Prolongación Canal de Miramontes 3855, 2º piso, Ex hacienda San Juan de Dios, Delegación Tlalpan, 14387, Ciudad de México. Casa del tiempo, año XXXVII, época V, vol. V, número 54, octubre-noviembre 2018, es una publicación bimestral editada por la Universidad Autónoma Metropolitana. Prolongación Canal de Miramontes 3855, Col. Ex-Hacienda San Juan de Dios, delegación Tlalpan, C.P. 14387, Ciudad de México; teléfono 5483 4000, ext. 1509 y 1510. Página electrónica de la revista: www.uam.mx/difusion/casadeltiempo, dirección electrónica: editor@correo.uam.mx / editoruamct@gmail.com. Editor Responsable: Mtro. Bernardo Javier Ruiz López. Certificado de Reserva de Derechos al Uso Exclusivo del Título número 04-2013-092511191100-203, ISSN: 2448-5446, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: Ing. Jorge Ordaz Ortiz, Dirección de Tecnologías de la Información, calle Prolongación Canal de Miramontes 3855, 1er piso, Col. Ex-Hacienda San Juan de Dios, Delegación Tlalpan, C.P. 14387, Ciudad de México. Fecha de última modificación: 30 de septiembre de 2018. Tamaño de archivo: 20 MB. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Universidad Autónoma Metropolitana.

editorial, 1 torre de marfil Cuatro poemas, 3 Marius Hulpe

profanos y grafiteros 1968 y la larga noche de la contrainsurgencia, 5 Camilo Vicente Ovalle 1968: más allá del mito. Testimonios, 10 Esteban Ascencio Memorias de un transeúnte, 14 Verónica Bujeiro La generación de la violencia, 18 Alonso Pérez Gay / Gustavo Rojas García Insistencia, 22 Valentina Winocur Libros y rebelión: la literatura del 68, 25 Alejandro Badillo Represión y tecnología en 1968, 28 Javier Palacios Neri

ensayo visual Gráfica del 68, 33

ménades y meninas Geometría y convulsión: la Olimpiada y la gráfica del movimiento estudiantil de 1968, 40 Héctor Antonio Sánchez

antes y después del Hubble Sergio Pitol o las formas de la errancia, 45 Rafael Toriz La vida trágica, el Caribe insuperable: Rhys, 48 Brenda Ríos La dalia púrpura, 53 Iván Medina Fausto moderno, 56 Patricio Bidault Era uno de los calurosos del mes de julio, 59 Jesús Vicente García Borderlands. La política migratoria y el reclutamiento de migrantes, 64 Virginia Negro

intervenciones, 68 Mateo Pizarro

francotiradores Agenda de la agonía. Bernard Pozier y la intimidad del llanto, 69 Moisés Elías Fuentes Ira Franco y Paulette Jonguitud: dos lecciones de armonía, 72 Nora de la Cruz El infierno es una tierra fría. En tierras bajas, de Herta Müller, 75 Adán Medellín Vivir con lo que queda, 77 Elisa Díaz Castelo

colaboran, 80 Tiempo en la casa. Historia y leyenda de la Batería de Salina Cruz Eduardo Piña Garza


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torredemarf ill

Cuatro poemas

Marius Hulpe Traducción del alemán:

Reynol Pérez Vázquez

cocina La mesa estaba puesta, la bandera gris azulado de la mañana aún colgaba frente a la ventana, allí permanecía sentada mi abuela —los lentes, el periódico— y untaba bocadillos de paté de hígado compitiendo contra el tiempo. el cereal integral reposaba cómodo y tentador en su tazón de porcelana, dentro flotaba un par de lágrimas, brillaba en la superficie de la leche, sobre la piel blanca, temblorosa por la tensión. una ola de cereal con chocolate recorrió el cuenco, capas negras emergieron para luego hundirse. la radio estaba puesta desde hacía un siglo, cruzaba la mañana década tras década, una cocina repleta de música del mundo, y allá afuera los autobuses se multiplicaban, repletos de niños de miles de padres, cuyas camionetas un par de kilómetros al sur están descansando bajo un árbol, ahora, en una curva pronunciada, y las noticias no llegaban hasta el anochecer.

éxito policial Fue un jueves, del ventanuco del sótano vecino lo oímos claramente: había desaparecido desde hacía más o menos cuatro semanas. una de las hermanas de la casa se precipitó en el acto por encima de la valla, gritó algo en el frío agujero y resonó una tormenta. la puerta permaneció cerrada.

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arrojamos pequeñas rebanadas de jamón por las rejas enmohecidas. gotas de leche después, la respuesta no sonó ingrata. Al anochecer un pesado coche ascendió la entrada de la bahía. las rojas luces de freno anunciaban un firme desinterés. de inmediato, cuando mi hermana pequeña se puso a preguntar, el interpelado comenzó a mover la cabeza. a cada quien le corresponde saber lidiar con cosas como las que vienen a parar en su propio terreno. la pequeña no lo pensó dos veces: el gato está vivo, dijo.

canción del triste Yo soy el amante más triste. cada palabra amable me vuelve más triste. mira hacia adelante, me dice la gente, pero yo vivo en el ayer. ni hablar. por las noches, cuando estoy en vela, vago por las casas. cuento las luces, hablo con animales. una vez descubrí... lo que aquí no importa.

jardines, estaciones Mucho llegó y se marchó, fue sustituido, o a veces partió también voluntariamente. en especial el sol en el tardío otoño, o aquel que anunció la primavera. llegó todavía más: amigos, maestros, entrenadores, con ellos métodos y un poco más de equipo para el amorío siguiente. los correspondientes cambios de la acción no lo hacían mejor. situaciones para el momento. el manzano en el jardín era luminoso: el momento le parecía sólo una condición límite, lo que contaba, era la primavera sin recolectores entre los pies. por lo menos los mirlos sabían lo que buscaban. cuando las nueces caían en la hierba, muy a menudo ya tarde. luego echaban a volar parvadas, evocaban a todas las posibilidades existentes y a los veranos amorosos y extraordinarios en nosotros.

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rofanos y graf iteros

1968 y la larga noche de la contrainsurgencia Camilo Vicente Ovalle

Soldados mexicanos leen el periĂłdico La prensa el 3 de octubre de 1968. (FotografĂ­a: Mario De Biasi; Sergio Del Grande / Mondadori Portfolio por Getty Images)

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La memoria política parece haber quedado petrificada la noche del 2 de octubre de 1968. Por debajo del calendario cívico-político, que celebra la transición democrática, apenas pueden observarse algunas huellas de aquella ruptura radical que significó el movimiento de 68 en el México del autoritarismo clásico. La noche de Tlatelolco, convertida en el momento democrático con un trágico final, ha oscurecido la radicalidad de la movilización social, así como tendido un manto que hizo desvanecer la respuesta estatal que siguió a esa noche. Ese calendario cívico-político se esfuerza en pasar por alto que el 68 desplegó un nuevo ciclo de participación política radical, particularmente juvenil, que rompió con las estructuras tradicionales y se gestó por fuera o en los márgenes de los espacios institucionalizados. Radicalización que no sólo fue resultado de la experiencia directa de la masacre, sino de todos los procesos acumulados de luchas y proyectos políticos democráticos que fueron cancelados por la represión autoritaria, mucho antes y después del 2 de octubre, formando un sedimento de memoria de resistencia y derrota que alimentó la subjetividad política de la nueva generación que comenzó a cristalizar en ese momento axial de 1968. El discurso transicional, a partir de la alternancia en el año 2000, enalteció el “sacrificio” de los jóvenes sesentayocheros en pos de la democracia, oscureciendo la violencia estatal que hizo gala en Tlatelolco, pero que se desplegó de manera continua y virulenta durante dos décadas. Ese momento conservador de 1968, del que habla Ariel Rodríguez Kuri, alimentó el giro contrainsurgente del Estado mexicano que también se ha pretendido sepultar bajo la “memoria de elogio” del momento democrático.1 Ariel Rodríguez Kuri, “El lado oscuro de la luna. El momento conservador en 1968”, en Conservadurismo y derechas en la historia de México, México, Fondo de Cultura Económica, 2009, pp. 512–59. Sobre las memorias del 68 véase Eugenia Allier Montaño, “De conjura a lucha por la democracia: 1

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Un nuevo contexto ideológico, marcado por la Revolución cubana y la Guerra Fría, junto con experiencias de solidaridad de clase y de la represión autoritaria, dieron forma a la nueva subjetividad política que tomó cuerpo en organizaciones políticas, populares y guerrilleras que quisieron hacer la guerra revolucionaria, incluso antes de 1968, como lo ponen de manifiesto las experiencias del Grupo Popular Guerrillero en Chihuahua, o los jóvenes que se organizaban desde Moscú en 1966 y que formarían el Movimiento de Acción Revolucionaria. Frente a esta nueva configuración de la disidencia política, el Estado mexicano desplegó una nueva estrategia: la contrainsurgencia, con sus estructuras clandestinas de represión y la detención-desaparición forzada de personas como técnica privilegiada. Si bien la masacre de 1968 no fue un momento único cuya brutalidad lanzó a toda una generación a tomar vías no pacíficas para la transformación del régimen, para éste sí fue un momento clave que lo llevó a dar un giro fundamental en el tratamiento hacia la disidencia política. En este sentido, habría que volver a interpretar la represión violenta en la plaza de Tlatelolco el 2 de octubre no como una sobrerreacción del régimen, una respuesta exagerada, sino como una respuesta al tamaño de riesgo que el Estado mexicano estaba percibiendo, real o potencial; a decir de Carlos Montemayor, el 2 de octubre fue “un laboratorio de experimentos represivos a gran escala”.2 La contrainsurgencia se define, fundamentalmente, por la determinación del Estado (o por una parte de éste, en especial las estructuras de seguridad nacional) de estar frente a una situación, potencial o de hecho, de

una historización de las memorias políticas del 68 mexicano”, en Las luchas por la memoria en América Latina: historia reciente y violencia política, México, Bonilla Artigas Editores, 2016, pp. 185–219. 2 Carlos Montemayor, La violencia de Estado en México, antes y después de 1968, México, Debate, 2010, p. 95.

insurgencia social que pone en riesgo el statu quo; las armas de la contrainsurgencia no sólo son militares, sino económicas, políticas y jurídicas. Aunque ya desde 1965 se habían comenzado a formar algunos organismos contraguerrilleros, dentro de las secretarías de Gobernación y Defensa Nacional, fue hasta 1968 cuando el Estado mexicano dio el giro contrainsurgente. El desafío estudiantil y popular en la Ciudad de México no fue el único, en toda la república se presentaron, con distintos grados de organización y violencia política, desafíos al régimen y lo que más preocupación causó fue la posibilidad de coordinación entre estas distintas expresiones. En septiembre de 1968, en el punto más álgido del movimiento estudiantil en la Ciudad de México, la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (acnr), en voz de Genaro Vázquez Rojas, dirigió un mensaje a los estudiantes y profesores movilizados, animándolos a transitar hacia la lucha armada: Al respecto y tomando en cuenta las reales perspectivas y posibilidades del Movimiento Estudiantil, tres fueron en esencia las directivas propuestas por nuestra fuerza revolucionaria, a saber: Primera: Profundizar la lucha estudiantil e integrarla con el Movimiento Popular. Segunda: Deslindar los campos de lucha e integrar una Dirección Política común con las fuerzas revolucionarias, y Tercero: Crear la organización de Combate Armado.3

Esta actitud de búsqueda de la unidad de grupos armados revolucionarios con el movimiento popular preocupó al régimen autoritario. Esta preocupación real alimentó la imaginería en el discurso público y clandestino de la contrainsurgencia. La Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales de Gobernación 3 “Comunicado a los Profesionales e Intelectuales Progresistas de la República Mexicana”, 1 de septiembre, 1968, en Antonio Aranda, Los cívicos guerrerenses, México, Edición de Autor, 1979, pp. 131–32.

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(ips), elaboró un reporte señalando que representantes de Genaro Vázquez ante el “Comité Central de Huelga” en la Ciudad de México, además de solidarizarse con el movimiento, pusieron a “disposición de los estudiantes 400 hombres y armas, las cuales serían entregadas en un término de 24 horas si lo requieren los estudiantes”.4 Aunque esto era prácticamente imposible, dadas las propias carencias de la acnr, lo que estaba en el corazón de ese informe con datos ficticios fue una real intranquilidad por la posibilidad de expansión del núcleo armado y su vinculación con movimientos populares. En julio de 1969 ips informó sobre visitas de miembros y simpatizantes de la acnr a la Ciudad de México, para entrar en contacto con guerrerenses radicados allí, “para poder extender lo que ellos llaman ‘guerrilla’”.5 Estos informes, con distinto grado de precisión o de ficción, dieron cuenta de una tendencia en la organización guerrillera: el reclutamiento, las alianzas, el fortalecimiento del trabajo en el campo y la ciudad, y ampliar la lucha a nivel nacional.6 Como casi todas las organizaciones de la época, la acnr tuvo un espíritu vanguardista, pero también se propuso la construcción de una amplia unidad revolucionaria y popular. Así como la acnr, las redes fueron fundamentales en la historia del Partido de los Pobres (PdlP), encabezado por Lucio Cabañas. La militancia de Lucio Cabañas en el Partido Comunista Mexicano (pcm) lo vinculó con militantes de diversas regiones del país, y con algunos compartió la opción por la lucha armada, como fue el caso de Raúl Ramos Zavala fundador del grupo conocido como Los

agn, Fondo ips, Informe, 20 de agosto, 1968, en Genaro Vázquez Rojas versión pública ips, legajo 1/6, 2009. 5 agn, Fondo ips, Informe, 1 de julio, 1969, en Genaro Vázquez Rojas versión pública ips, legajo 1/6, 2009. 6 “Conclusiones de la reunión llevada a cabo por la Dirección Político-Militar de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria el día 8 de julio de 1969, en las montañas del sur”, Aranda, Los cívicos guerrerenses, pp. 127–28. 4

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Procesos. Desde el mismo año de 1967, miembros del pcm subieron a la sierra a reunirse con Lucio Cabañas y convencerlo de cambiar la opción tomada, y aunque la respuesta fue negativa, en distintos momentos de los primeros años del PdlP el pcm le brindó algunos apoyos. De acuerdo a Laura Castellanos, las primeras adiciones de otros grupos armados se dieron desde 1969, con la llegada a la sierra de sobrevivientes del grupo “Movimiento 23 de Septiembre”. Y el intento de unificación de otros grupos armados con el PdlP fue constante hasta 1972 - 1973. En ese contexto, fue en 1969 cuando el Ejército y el gobierno federal asumieron el desafío de la disidencia como una situación de insurgencia a nivel nacional. Un informe de ips dio cuenta de una reunión realizada el 24 de abril de 1969 en Acapulco; tanto por los asistentes como por los resultados de la reunión, es posible decir que esta reunión fue clave en la redefinición de la estrategia contra el movimiento armado, y el inicio propiamente de la contrainsurgencia como política de Estado. El personaje central de la reunión fue el secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán. Estuvieron presentes, también, los comandantes de las 27 y 35 Zonas Militares, generales Miguel E. Bracamontes García y Juan M. Enríquez Rodríguez, respectivamente. Al parecer hubo un invitado especial: el general John P. McConell, a la sazón comandante en jefe de la fuerza aérea de los Estados Unidos. De acuerdo con ips, el militar estadounidense llegó junto con el secretario de la Defensa al medio día, siendo recibidos por los comandantes de las 27 y 35 Zonas Militares y por “autoridades municipales”. El informe refiere que el estado mayor de la zona militar de Acapulco informó que “la visita de los mencionados funcionarios es de descanso”.7 No se dice si el alto mando estadounidense estuvo en la reunión, 7 ips. “Información de Acapulco”, 23 de abril, 1969, caja 550, expediente 1.


aunque no es descartable. Al día siguiente de su llegada, en el lugar de hospedaje de los mandos militares se celebró la reunión. El tema de la reunión fue las actividades de los distintos grupos disidentes. El primer reconocimiento importante fue la cualidad de esta disidencia: En criterio del Gral. García Barragán, los grupos que operan en Atoyac y Coyuca de Catalán pueden tipificarse como guerrillas rurales por su ideología radical, armamento que poseen, adiestramiento y el adoctrinamiento que en la conciencia de los campesinos intentan imbuir, sobre ideas de extrema izquierda, contando para ese fin con el apoyo incondicional de numerosos profesores egresados de las escuelas normales rurales, especialmente de la de Ayotzinapa.8

La aceptación de la existencia del fenómeno guerrillero resultó fundamental, pues ello significó la posibilidad de elaborar una estrategia que pudiera minar esta nueva forma de la disidencia, tanto en el terreno militar como en el político. En el ámbito público la estrategia fue su no reconocimiento como guerrilla, y colocar en el centro del discurso del poder el ideario revolucionario, que llegaba ya maltrecho a finales de la década de 1960, como mecanismo de disputa política e ideológica: La base de la resolución del problema, consiste principalmente en despertar el valor civil de los residentes de las áreas mencionadas [Atoyac, Coyuca de Catalán, Ajuchitlán, San Marcos] y renovar en alto grado su confianza en las instituciones emanadas de la Revolución. […] Afortunadamente la Revolución Mexicana es la única vacuna contra el virus del comunismo y del clero, que con tanto tesón tratan de realizar malos mexicanos, en la conciencia de las masas económicamente débiles.

No hay que pasar por alto que, como un telón de fon-

do, cuando la reunión tuvo lugar, apenas habían transcurrido seis meses de la masacre del 2 de octubre, y aún resonaban en las oficinas gubernamentales las protestas del movimiento popular de 1968 en distintas ciudades, principalmente en la capital del país. En esa misma reunión, el desafío disidente fue ubicado con carácter nacional y de allí la percepción del Estado de estar frente a una posible situación de insurgencia. Por tanto, la respuesta debía ser general, ya se anunciaba lo que poco más tarde aparecería como el complejo contrainsurgente: la acción coordinada de las dependencias de seguridad del Estado para combatir a la insurgencia. Otra vez el general Marcelino García Barragán: No se puede considerar como especial la situación de las guerrillas en el Estado de Guerrero, porque existen situaciones similares en la mayor parte del territorio nacional. […] Por lo que respecta a las guerrillas urbanas, existen planes muy diferentes en etapas de estudio y realización, contándose con el concurso y la valiosa cooperación de otras dependencias federales, principalmente la de la Secretaría de Gobernación.

Los puntos nodales propuestos se convirtieron pronto en estrategia general: contener geográficamente (desarticulando a las organizaciones y sus redes de apoyo), y desactivar la influencia política. Fueron los primeros pasos de la contrainsurgencia que se extendió, a nivel nacional, hasta mediados de la década de 1980. Los costos humanos de la contrainsurgencia en México, las víctimas y las graves violaciones a derechos humanos, aún no son conocidas con precisión. Los costos políticos, la desarticulación de organizaciones y eliminación de cierto tipo de disidencia, aún se extienden hasta nuestro presente marcado por la administración de la impunidad.

ips. Información de Acapulco, 25 de abril, 1969, en Genaro Vázquez Rojas versión pública ips, legajo 1/6, 2009

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Presos políticos ¡Libertad!, 1968. Pega. Grabado en relieve sobre linóleo sobre papel, 8.2 x 7.2 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

1968. Más allá del mito 10 | casa del tiempo

Esteban Ascencio


En Casa del tiempo presentamos fragmentos de los testimonios de tres integrantes del Consejo Nacional de Huelga (cnh), recopilados en el libro, editado por Laberinto Ediciones, 1968. Más allá del mito por Esteban Ascencio, a quien agradecemos las facilidades otorgadas para su reproducción.

Roberta Avendaño “Tita”. Representante del cnh por la facultad de Derecho de la unam. Antes del 68 los medios de comunicación mostraban un México sin problemas, democrático, modelo y guía de los países latinoamericanos hacia la democracia, en el que no había pobreza, demagogia, presos políticos, nada de eso. Desde López Mateos los medios mostraban una visión del país en pleno auge: ya no éramos los indios de plumas y taparrabos, éramos un país prácticamente moderno con industrias, desarrollo, etcétera. Pero al mismo tiempo López Mateos fue un gran represor de los maestros, médicos y asesino de Rubén Jaramillo, el líder campesino. Sin embargo, los medios de comunicación manejaban las cosas de tal manera que en el país las grandes masas no se enteraban de todo eso. Una vez presidente, Díaz Ordaz maneja la misma imagen de desarrollo y modernización económica, aunque políticamente era autoritario, represor y cerrado. Las demandas del movimiento del 68 no planteaban un cambio hacia el socialismo, ni siquiera un cambio de gobierno, única y exclusivamente buscaban reivindicaban democracia y respeto a la ley. Cuando el movimiento se inicia resulta que los granaderos y policías allanan las escuelas y golpean estudiantes y maestros violando sus derechos porque entraron sin orden de cateo. Pero sucede que los estudiantes se unen y deciden protestar y pedir la renuncia de los jefes policiacos que autorizaron

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la represión: Cueto y Mendiolea. También pidieron la derogación del artículo 145 del Código Penal y la libertad de los presos políticos que es su consecuencia directa. Este artículo nace en la Segunda Guerra Mundial cuando había simpatizantes de los nazis que iban a los países a tratar de obtener su apoyo. Previendo que en México esto no sucedería se creó el artículo 145. Cuando termina la guerra el presidente Alemán, nada tarugo, no lo desaparece y lo deja ahí guardadito; el licenciado sabía perfectamente que este artículo contravenía las libertades democráticas instituidas en la Constitución y lo deja en el Código Penal. El movimiento tuvo la virtud, primero, de despertar la conciencia entre la gente del pueblo, de decirle: “Mira, están haciendo mal uso de esto, date cuenta, defiende tus derechos”. Por eso, junto con los estudiantes, una parte muy importante del pueblo se lanza a apoyar el movimiento. Antes del 68 a cualquier funcionario público se le trataba como un semidiós: el señor presidente, el señor gobernador, el señor secretario, casi se le desenrollaba un tapete cuando pasaba. Cuando llega el movimiento mucha gente se da cuenta de que los funcionarios son individuos como nosotros, comunes y silvestres, que tienen madre (algunos), hijos, comen y van al baño, y que la única diferencia es que han trepado sobre los demás al poder. Por primera vez en 1968, después de muchos años y de manera consciente, el pueblo sale a la calle y grita y vitorea a sus gobernantes, los baja del pedestal, siente que son seres humanos de carne y hueso, falibles, que pueden criticarlos y burlarse de ellos. Con esto, el movimiento del 68 cumplió una función muy importante:

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llegar a la gran mayoría de los gestores socioeconómicos del país y despertarles la capacidad que tienen de poder reclamar aquello que les es propio. Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca. Representante del cnh por la Escuela Nacional de Agricultura. Voy a partir de una tesis que sostuve en el movimiento y sostengo ahora: hay que desmitificar el movimiento del 68, porque se ha convertido en una leyenda alejada de la historia. Es falso que en el 68 hubo dirigentes y dirigidos: hubo representantes de los compañeros de las escuelas que llevaban al cnh la posición de cada una de ellas, esa fue la base democrática del movimiento. Cuando estuve en la cárcel tuve la oportunidad de estudiar e investigar y pude aseverar que teníamos razón. En principio porque no están cumplidos los postulados por los que luchamos, y también porque a pesar de los esfuerzos que ha hecho el sistema, el Estado, para que se olvide el 68, éste persiste, continuará por muchos años más. Yo no conmemoro el 2 de octubre, que me duele y me encabrona, yo conmemoro los 146 días del movimiento del 68 y así deberíamos hacerlo todos. Nos equivocamos en muchas cosas, pero también acertamos en muchísimas otras. El único que no se equivoca es el que no hace nada, ese jamás se va a equivocar, quien se atreve a hacer, a imaginar, a crear esquemas distintos, a soñar y actuar en consecuencia, se equivoca, no hay duda. Todos los compañeros de aquel entonces y la inmensa mayoría de hoy siguen soñando, actuando y pensando.


Para mí es fundamental dar a conocer lo que fueron los 146 días del 68. Eso muy pocas personas lo tratan: no saben qué pasó con la manifestación del rector Barros Sierra, no saben cómo participaron las escuelas, ni cómo se elegían a los representantes — digo representantes y no dirigentes—, el 68 no es un cabrón anecdotario de heroicidades. Lo importante del 68 son las causas esenciales de por qué se da; y lo importante del 2 de octubre, en últimas instancias, no es cuántos muchachos murieron, sino por qué los mataron. Adriana Corona. Representante al cnh por la Preparatoria Seis de la unam. El 68 demostró que para la gente hay símbolos fijos y estáticos, y que es posible pensar de una manera dinámica, más flexible y menos rígida. La sociedad de aquella época era una sociedad muy rígida para hombres y mujeres, pero especialmente para las mujeres. El 68 es parte de un proceso que seguramente se inició antes, que pasó por 1968 donde fue muy fuerte y que siguió posteriormente. El aprendizaje que mucha gente tuvo en esos cuatro meses fue importante. Además, la lucha fue muy diferente a como había sido con otros movimientos previos. Respecto al 68 todavía hay muchas cosas ocultas de lo que cada quien vivió y percibió. Ahí hay mucha tela de dónde cortar y de dónde investigar, porque aún existe mucha pasión de los que participaron en el movimiento por hablar de él. Cuando nos juntamos algunos

de los que estuvimos en el cnh se da una relación muy extraña, es muy extraño lo que sentimos. Tenemos mucha necesidad de hablar, de estar, es como compartir algo muy profundo, no sé, somos parte de un movimiento histórico, algo nuestro y necesitamos hablar de ello. No sé por qué me viene ahora a la memoria una anécdota. Recuerdo que después del desalojo del Zócalo por parte del ejército, me fui en un carro con unos compañeros de Ciencias a cu, a la Facultad de Filosofía que tenía uno de los auditorios más grandes; eran como las dos de la mañana. Cuando comenzaba a llegar la gente vi a Cabeza de Vaca que lloraba y lloraba, no se podía contener, porque vio cómo un tanque del ejército atropelló a un muchacho. Verlo me impactó muchísimo: ese hombre tan grande, tan fuerte como es Cabeza de Vaca, con una fuerza física extraordinaria, llorando así como un niño… fue algo que me dejó huella para toda la vida. Una de las lecciones del 68 es que no se puede comprar lo que no se vende, lo que es abierto y claro. Al movimiento no le llegaron los cañonazos de 50 mil pesos. Esas son unas de las cosas más grandes que nos dejó. Se podrá decir que algunos se fueron al gobierno, pero aun así el 68 no se institucionalizó, ni el cnh como organismo político. El cnh nació y murió de manera incorruptible y lo mismo el movimiento, que significó una experiencia de ejercicio democrático real —efímera si se quiere— sin precedentes en México. Esto, en un país donde la corrupción, la componenda, el chanchullo y la transa son los eternos protagonistas, me parece que es una herencia formidable.

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Memorias de un transeĂşnte 14 | casa del tiempo


Atribuido a Adolfo Mexiac y Antonieta Castillo, La policía y el ejército matan a tus mejores hijos, 1968, cnh-Consejo Nacional de Huelga. Cartel. Grabado en relieve sobre linóleo sobre papel, 35 x 47 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

…la herida nos precede, no inventamos la herida, venimos a ella y la reconocemos Chantal Maillard, Matar a Platón

Verónica Bujeiro

Hay memorias que no nos pertenecen y sin embargo nos marcan. La primera vez que escuché hablar de la masacre de 68 fue en boca de mi madre, quien en esa época trabajaba en la Torre de Nonoalco, un edificio que por su arquitectura hoy en día sigue destacando en el paisaje del norte de la ciudad; dada su cercanía pudo darle una experiencia del hecho de primera mano. No tengo presente mi reacción exacta, ni por qué salió el tema, pero hay una imagen de ese relato que permanece en mi mente y desciende en mi propia historia como si yo misma lo hubiese presenciado. “Cortaron la luz. Luego empezaron a pasar las cruces. No sabíamos qué, pero algo estaba pasando. Seguro tendría que ver con los estudiantes, con los gases lacrimógenos que nos tocaron hace unos días. En la solidaridad de un estado de emergencia, nos organizamos con los compañeros que tenían coche para salir de la oficina. Las calles estaban oscuras, nadie transitaba más que nosotros y las cruces. Por las ventanillas podíamos ver que iban hasta el tope de cuerpos, no sé si heridos o qué. Llegamos a casa y las noticias no dijeron nada. Al día siguiente, tampoco. Ese fue el inicio de un largo silencio”. 3 de octubre de 1968. Es conocido el reporte de los medios de ese día, la nota minúscula en una esquina del periódico en donde se notificaban “unos cuantos muertitos”. La leyenda de un personaje también surgió ese día, el comentarista televisivo Jacobo Zabludowsky supuestamente dijo “hoy tres de octubre es un día soleado”, mientras que

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otros afirmaron que la corbata negra que llevaba puesta era en señal de luto. No es la vida la que da muchas vueltas, es la veleta de nuestras interpretaciones la que nos proporciona los giros. Después de esa noche, mi madre recuerda la ausencia de compañeros de oficina, quienes eran estudiantes de la unam. Las visitas de agentes de la policía que preguntaban por ellos. Trabajadores que aparecían de un día para otro detrás de un escritorio sin una actividad conocida. “Orejas” a las que nadie podía señalar. La memoria hace énfasis en la captura de uno de sus colegas por haber transportado dinamita para estallar una estación eléctrica con la intención de sabotear el informe del presidente Díaz Ordaz. Tiene presente la pena que sintió por llamar a los padres del susodicho para reportar lo acontecido. Como corolario a ese relato añade que años más tarde un auto lujoso se detendría ante ella, el supuesto terrorista aparecería detrás del vidrio ofreciéndole un aventón. En el camino le contó que tenía un buen puesto en una entidad gubernamental. Unas filiaciones vienen y otras se van. Después de eso hay un vacío en sus relatos. Supongo que el tiempo hizo lo suyo. Vino la Olimpiada a borrar una parte, pero esos recuerdos pertenecen a mi padre. Cada vez que recorríamos el periférico, la Ruta de la Amistad, ese paseo escultórico hoy sepultado en segundos pisos y modificaciones, detonaba en su mente el esplendor de la Olimpiada Cultural con la magnificencia de los trajes de los participantes internacionales. No sé por qué esa mención provocaba la aparición del

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color rojo en mi cabeza. Probablemente tenga que ver con la bandera de China. Hay un apéndice que en ocasiones aparece. Un medio día mi madre salió de la oficina para una consulta médica, en su camino se encontró con un grupo de hombres de apariencia normal que llamaban la atención por llevar puesto un guante blanco. Era un jueves de corpus; el año, 1971. Otro evento que se suma a su almanaque de vida como algo que nunca sucedió. Reconozco ser la heredera del recuento de un transeúnte. La marginalidad de mi historia, con minúscula, no podría estar certificada como válida, nunca podría estar inscrita en la mayúscula. Ricardo Piglia dice que “La permanencia de un relato nos hace sentir como si lo hubiésemos vivido” y las presencias cotidianas que pasan inadvertidas me hacen sentir que la historia siempre se lleva a cuestas. Hace no mucho pasé por primera vez por el campo militar número uno y un escalofrío recorrió mi espina. La imagen de la ventanilla de la ambulancia vista por mi madre fija en mi mente el suceso. Pero hay otras de procedencia diversa. Papeles dispersos frente a una iglesia. Gente escondida en un clóset. Los ojos de un hombre muerto debajo de un coche. La pluma de José Revueltas que se salvó en Lecumberri después de un asalto. También hay otra ventana, una niña de doce años se asoma para ver qué pasa, una bala rompe el cristal y se encaja en su pierna de por vida. “2 de octubre no se olvida”, pero crecí entre el palimpsesto que insistía en borrar y el que se imponía


en aparecer. Una historia que se pasaba de mano en mano, como panfletos y chistes políticos, que regocijaban a quien los poseía por contener un algo tantas veces silenciado, como el grito de las pintas en las paredes, los libros que se vendían un día y al siguiente desaparecían para circular otra vez de mano en mano, en forma de copias que un día llegaron a mí con el anuncio de contener “toda la verdad”. Marcelino Perelló visita mi escuela en los años noventa. Al relato de muerte se une uno distinto, lúbrico y vital. No más tragedia, vida, amor, sexo y discusiones de cómo cambiar al mundo. El auditorio repleto de adolescentes a punto de convertirse en jóvenes adultos ardió con su relato. Pero a pesar de tener ahí a alguien que no sólo fue testigo sino protagonista del suceso, había algo incómodo que no sabía discernir. Parecía que a fuerza de repetir el mismo discurso, algo ya se estaba desgastando. Aunque en realidad no era el caso. Más de veinte años después a ese encuentro las ondas radiales desenmascararon públicamente al personaje. Y así como una imagen no puede resumir una historia, un sólo hombre no puede definir a un movimiento. “2 de octubre no se olvida”. Se marca en el calendario como fecha conmemorativa, pero también como el día de la rabia y la violencia contenida. “Habrá marchas, tome sus precauciones”, dictan voces a las que no se les ve la corbata. Sobrevivientes a la matanza, estudiantes y contingentes varios recorren el mismo camino, pero conforme pasan los años se han visto invadidos por agentes que cometen actos de violencia

pueril y caprichosa, dando ocasión a algunos de evocar también ese día aquella creencia atroz que sobrevive al tiempo, la de una “masacre necesaria”. Como transeúnte de la historia un día pude comprobar el paso de estas hordas encolerizadas, quienes a su paso dejaron un impresionante continuo verbal de consignas repartidas en cortinas cerradas de comercios y edificios históricos que al día siguiente, como dicta la costumbre, desaparecieron por completo. “Ni perdón ni olvido”. La política del nuevo siglo realiza triviales esfuerzos por conciliar el pasado, sin aceptarlo del todo. Hace aparecer en los libros de historia la existencia del hecho y lo anuncia esperando aplausos. No me he asomado a ver con qué imagen se ilustra. Tampoco si nombran a los culpables. En una visita al Palacio Negro de Lecumberri, que fue transformando de cárcel a archivo de la nación, escuché decir: “Aquí fui concebida por mis padres en el 68”. “Toda la verdad” no se halla en los libros, sino en los sitios menos esperados, como un ex voto exhibido en un museo de arte contemporáneo. La oración es el tributo de una hija que da gracias por haber salido ilesa junto con su madre de “la terrible matanza que tuvo como escenario la Plaza de las Tres Culturas de Ciudad Tlatelolco, D.F, el día 2 de octubre de 1968 a las 17:30 horas”. Esta humilde ofrenda, ilustrada con fotos de heridos y ambulancias, certifica el hecho más que cualquier libro de historia. Ante su presencia vuelve el escalofrío. Tus ecos están.

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La generación de la violencia Alonso Pérez Gay / Gustavo Rojas García

No. En la universidad no hubo muchos muertos. Fue en Tlatelolco. ¡Ese nombre que quede en nuestra memoria para siempre! Roberto Bolaño, Los detectives salvajes

Para quienes nacimos en los años noventa resulta evidente que el 2 de octubre no se olvida. Sin embargo, no es tan evidente qué es lo que se recuerda: una fecha, una marcha, una masacre y poco más. Quizá lo más importante es que crecimos sabiendo que ese día quien masacró a la población fue el Estado mexicano y que, por tanto, siempre puede ser el Estado. 1968 fue el año de la movilización juvenil a nivel global. París, Praga, California y el Distrito Federal son sólo las geografías icónicas de un proceso social de mayor escala. Fue la época del “prohibido prohibir”, de “ser realistas y exigir lo imposible”. Por todos lados, una generación con niveles educativos impensables para sus padres emergía para reclamar espacios de participación política, pero también de recreación, de expresión, de identidad. La juventud irrumpió para exigir su derecho a existir en sus propios términos, haciéndose hueco en una sociedad tradicionalista que siempre había considerado como inobjetable el camino hacia un modelo de adultez única.

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Adolfo Mexiac, ¡Alto! Asesinos así no se gobierna, 1968. Cartel. Grabado en relieve sobre linóleo sobre papel, 21.8 x 28.2 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

No hay que confundir el reclamo del derecho a existir de una generación con una apología onanística de la individualidad. En todos lados, el movimiento juvenil se amalgamaba con luchas que le precedían. Aquí, con el sindicalismo democrático y el derecho a la participación política; allá con el movimiento de los derechos civiles, con las luchas raciales, con el feminismo y con los procesos independentistas de las colonias africanas. Se hablaba de prohibir la guerra y de abolir las prisiones. El Concilio Vaticano Segundo había abierto las puertas a la Teología de la Liberación. Eran también los años del Nuevo Orden Económico Internacional, proyecto que llegó a que la onu adoptara una resolución que incluía fijar precios para las exportaciones del tercer mundo, garantizar la transferencia tecnológica del centro a las periferias, abolir la deuda externa y regular a las trasnacionales. Era el espíritu de la época: el futuro era un campo abierto, el presente una oportunidad para construirlo. La fotografía no circuló por los diarios nacionales. Al menos no hasta que varios años, varios sexenios habían pasado y la matanza de la Plaza de las Tres Culturas se había convertido en un estandarte. Un joven ensangrentado, en calzones,

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con la boca ligeramente abierta, la chamarra que cuelga en sus brazos esposados los corta a la vista, haciéndolo ver como una Venus de Milo torturada. Horas antes desfilaba con un contingente masivo de jóvenes universitarios y preparatorianos que repudiaban la actitud del gobierno, lo que sigue es de dominio público. Es difícil quitarle la vista de encima al jóven, atrás desfilan militares y otros jóvenes con las manos sobre la pared, excepto uno, que camina tranquilo, la camisa limpia, una mano en un bolsillo como quien busca una caja de cerillos, la otra se balancea con un guante blanco. La imagen de esa época puede parecernos desconcertante. Cincuenta años después, las ideas que inspiraron el 68 prácticamente se han desvanecido. Lo que media entre aquella época y la actualidad es el proceso de desarrollo y consolidación de una nueva forma de estructurar al Estado y a la sociedad: el neoliberalismo. Este proceso ha implicado transformaciones profundas en las instituciones, las dinámicas económicas y sociales, las ideas, el sentido común e, incluso, las fantasías. Ahora nos enfrentamos a un panorama diametralmente opuesto al de hace cincuenta años. Los recortes al gasto público, las amenazas de privatización de la educación, la salud y el resto de la seguridad social, así como el despojo del agua, del territorio y del espacio público hacen que el eje articulador de buena parte de los movimientos sociales sea la resistencia. Ya no se habla de abolir las cárceles, sino de evitar las detenciones arbitrarias y garantizar el debido proceso. Tampoco de prohibir la guerra, sino de que se respeten los acuerdos de Ginebra. Incluso, la lucha por los

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derechos humanos ha ganado en profundidad todo lo que ha perdido en amplitud. Hoy, la lucha es por la vida, contra una muerte que amenaza con instalarse como norma. El despojo y la privatización son sólo una parte de la ecuación; los acompaña la violencia y, en particular, la violencia de Estado, que se ha refuncionalizado en estos cincuenta años: en 1968 la violencia de Estado se ejerció sistemática y selectivamente para desarticular un movimiento social que exigía transformaciones sociales, y conservar el status quo. Hoy, la violencia de Estado se ejerce cotidianamente y de manera generalizada como parte del proceso de transformación neoliberal, mientras que los movimientos sociales resisten a esas transformaciones y responden ante esa violencia. La imagen es antagónica a la que inspiró al 68 y parece reflejada en un espejo: el futuro aparece como algo obscuro e incierto y el presente como el último momento para evitarlo. La fotografía circuló por todos los diarios nacionales: un joven flaco y golpeado con la mirada perdida o censurada con una barra negra. La boca ligeramente abierta, claramente confundido. Horas antes fue interceptado por policías en una estación de metrobús al regresar de la preparatoria. Huyó de ellos, lo detuvieron cuadras adelante, lo que pasó después nadie lo sabe. A las pocas horas de su detención, los estudiantes se concentraron a pedir que apareciera con vida; la noticia tomó vuelo, pasaron cinco días hasta que todos vimos la foto. Es difícil quitarle la vista de encima al joven, con ambas manos sostiene unos pantalones que no son suyos y sólo tiene un zapato.


Tiempo en la casa 54, octubre-noviembre de 2018

Historia y Leyenda de la Batería de Salina Cruz, Eduardo Piña Garza Mediante libros, documentos y datos de archivos públicos e investigaciones personales, Eduardo Piña reconstruye y completa la leyenda sobre la creación y desaparición de la batería fija de Salina Cruz, Oaxaca, entre 1907 y 1912, una historia que recorre el origen del ferrocarril del Istmo, inaugurado por Profirio Díaz, los vericuetos de la Revolución mexicana, y hasta la famosa Batalla de los Dardanelos, en las costas de Turquía, durante la Primera Guerra Mundial.

Si hoy podemos pensar la lucha contra la violencia de Estado es, en parte, gracias a que el 2 de octubre no se nos olvida. Tener en la memoria colectiva lo que ha sido la actuación del Estado mexicano es fundamental para comprender la dinámica de la violencia generalizada, propia de un país en guerra. Sólo reconociendo la evolución de los mecanismos mediante los cuales se ha ejercido la violencia es que podremos explicar los cientos de miles de asesinatos y desapariciones de la actual guerra contra el narcotráfico. Cuando Luis se infartó al volante de su viejo Jetta en ciudad Neza, no había lugar en la prensa para su obituario. Los periódicos nacionales habían reservado las primeras, las segundas y las últimas páginas a la contienda electoral en curso y a la masacre cotidiana que se vivían en México. Un candidato presidencial compartía rebanadas de pastel con niños de preescolar al tiempo que un grupo de sicarios masacraba a una familia entera en su domicilio: las noticias compartían plana. Hacía tiempo que los obituarios ya no medían el pulso de la muerte. Los crematorios eran disputados por los dueños de los muertos, se improvisaba con ácido sulfúrico y la fosa clandestina se había convertido en el sello de la guerra. Bajo ese régimen de teatro y muerte, morir de un infarto manejando en tu barrio no podía ser noticia. Nos toca conservar esa memoria, enriquecerla con las experiencias actuales, contar lo que ha venido sucediendo desde hace cincuenta años y no olvidar. Pero también es cierto que si hoy nos encontramos a

la defensiva no se debe únicamente a la ofensiva del Estado. En el camino se ha perdido el recuerdo de los horizontes que inspiraron el 68, de las utopías que los orientaron y esa noción de la historia como un campo de disputa, como la posibilidad de construir otro mundo. Construir memoria colectiva, conocimiento social acumulado, no puede limitarse a no olvidar la infamia. 21 de noviembre de 2014. Ayer fue un dia soleado. Los estudiantes normalistas que desaparecieron hace dos meses siguen si aparecer, el gobierno los da por muertos, sin cuerpos ni rastro de ellos. La imagen borrosa de una camioneta captada por las cámaras del C4 y un diente es lo que sostiene la versión oficial de lo que sucedió aquella noche en las carreteras que surcan la sierra de Guerrero. En la noche, estudiantes de todo el país llegaron al centro político de la República sin más pliego petitorio que la presentación con vida de los normalistas. Un espacio vacío se abría en la plancha del Zócalo, repleta de manifestantes. En el centro, una hoguera en torno a la figura magnificada del presidente, con la banda y nariz de payaso. Los miles de estudiantes que la rodeaban se separaban de la figura ardiendo del presidente con una precisión extraordinaria, tan cerca como permitía el fuego. Para salir de ese hervidero, paradójicamente, había que entrar a las entrañas de la ciudad. Las estaciones del Metro se abrían como bocas de cemento para tragar a miles de estudiantes que, con suerte, serían escupidos en otro lado de la Ciudad, a la noche tranquila de otro día soleado.

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Jorge Pérez Vega, “V” Hasta la victoria siempre, 1968. Cartel. Grabado en relieve sobre linóleo sobre papel, 34 x 21.7 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

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Insistencia Valentina Winocur

98 Ni las visitas ni yo logramos memorizar el nombre del lugar al que vamos a ir pero estamos emocionados. “¿En serio tiene ruinas prehispánicas?” Me imagino escalando unas pirámides enormes. “Es un quilombo llegar en metro, mejor vamos en auto”. En el camino mi abuela cuenta que ya habíamos ido antes, cuando yo era bebé y acabábamos de llegar a México. Tengo calor y las ruinas no me gustaron. “Les dije que saliéramos antes para no estar justo a pleno rayo del sol”. No son tan altas como pensaba y ni siquiera te dejan subir. “A ver, vení que te tomo una foto junto a esa escalera”. Algunas partes parecen sólo un montón de piedras encimadas. “¡Qué impresionante, che!”. Vamos a una plaza muy grande que está justo al lado. “Se llama así porque aquí se juntan construcciones de tres distintas etapas históricas”. Juego a no pisar las líneas que separan las baldosas rojizas del suelo. Veo a unos niños patinando alrededor de unas astas sin bandera y me dan ganas de ir a jugar con ellos. “No, quedate acá y no estés jodiendo”. Nos formamos para entrar al museo. “Éste es el memorial que hicieron después”. Me aburro. A lo lejos pasa un señor que vende globos. “Pero qué barbaridad, no te puedo creer”. Mi abuela sigue explicando cosas pero ahora en voz baja, como si no quisiera que yo la escuchara. “Se sigue sin saber cuántos murieron”. Pido que me compren un globo. “Si te portás bien, a la salida te compramos uno”. Todos tienen cara seria. Me dan ganas de hacer pipí. “Ahora que entremos, vamos al baño”. Hay fotos en blanco y negro. “El silencio no significa ceder ¡Aquí nadie se rinde!”. Hombres y mujeres.

“¡Libertad a los presos políticos!” En las calles. “Fuera el art. 145”. Con pancartas. “Con grandes mentiras no se resuelven los grandes problemas”. Pienso que los memoriales son lugares con fotos viejas. Salimos y ya no está el señor de los globos. “Creo que algo había oído alguna vez de todo esto pero no sabía que había sido tan fuerte”. Ya me quiero ir a casa, me duelen los pies. “Un poco me recordó a la dictadura”. Se quedan parados platicando. “¿Y ahora cómo está la cosa con los estudiantes?” Les digo que tengo hambre. “Sí, un poco lo mismo que pasa allá”. No me hacen caso y le jalo la manga de la camisa a mi abuela . “Basta nena, que esto es un tema importante”. 2 Se acerca octubre y cada vez se interrumpen más las clases. “Compañeros, a partir del próximo lunes vamos a tomar las instalaciones de manera pacífica”. Pasan por los salones y reparten volantes con los detalles de la marcha. “Como todos los años, el recorrido será desde la Plaza de las Tres Culturas hasta el Zócalo capitalino”. Nunca he ido a esta marcha. “¡Los estudiantes tenemos que estudiar no cerrar las escuelas!” Pero el tema siempre me ha pasado cerca. “¡Tu apatía es parte del problema, cabrón!” Como una herencia postiza. “Calma, muchachos, calma, no se peleen”. Salimos del metro y no sabemos bien por dónde caminar. “Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha estudiantil por América Latina…”. Seguimos a unos chicos que asumimos van al mismo lugar que nosotras. Aunque es peligroso, cruzamos corriendo por en medio de Eje Central. “¡No puede ser que no haya un pinche cruce peatonal

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en esta avenida!” Llegando al otro lado nos damos cuenta de que había un paso subterráneo a una cuadra. Nos quedamos paradas cerca del Centro Cultural Universitario. Veo una panadería llamada “La Esperanza”. Pienso que debería haber llevado mi cámara. Pasamos al lado de las pirámides. Me gustan. Aunque están rodeadas de edificios más altos, sus contornos se imponen, sobresalen. Piedra sobre piedra sostienen el tiempo. Corremos porque ya es la hora en la que nos citaron. Todavía no sabemos que las marchas nunca empiezan a tiempo. Llevamos cartulinas y plumones en la mochila. Nos sentamos en una plataforma que tiene muchas astas sin bandera y nos fijamos qué dicen los letreros de los demás. Escogemos y copiamos dos. “Ni perdón ni olvido. Dos de octubre no se olvida, es de lucha combativa”. Encontramos al contingente de la uam Xochimilco y nos integramos. Hay varias caras conocidas. “Qué chido que vinieron”. Me gusta sentirme parte de algo más grande que yo misma. Nos volteamos a ver y nuestra mirada ahora es cómplice. Atención: vamos a empezar a caminar de manera ordenada… Veo las baldosas rojizas del suelo y me pregunto si serán las mismas que estaban ahí el día que vine con mi abuela. “¿Será el mismo suelo que pisaron los estudiantes en el 68?” Nos aprendemos las consignas rápido y comenzamos a gritarlas. “Educar, educar para transformar, educar, educar para liberar”. Al principio con timidez y cada vez con más firmeza, nuestra voz se suma a todas las que retumban en el aire. “El pueblo consciente se une al contingente”. Se pierde nuestra individualidad y recuperamos a todos aquellos y aquellas que ya no están para poder gritar. Atravesamos la ciudad a pleno rayo del sol y se desdibujan los años. Nos manifestamos por los que se manifestaron. Y esos por los que caminamos, caminan entre nosotros. Somos los que desde entonces queremos un cambio. Los que le exigimos al gobierno vivir con dignidad. No temer de quienes deberían brindarnos seguridad. Compartimos la calle y compartimos su lucha. 43 Han pasado pocos días y se ha convocado a esta marcha. “¿Por qué los detuvieron?” Todavía no hay

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detalles pero lo que sabemos es suficiente para estar indignados. “Se robaron un camión”. No imaginábamos que pasarían años y seguiríamos sin respuestas. “Mi papá dice que es como el 68”. Hay 43 estudiantes desaparecidos. “¿Dónde están?”. Nuestro grito es un eco. “Gobierno farsante que asesinas estudiantes”. Buscamos perder en el desgarro de nuestra voz el miedo que nos comprime el cuerpo. “¡Justicia!” Nos juntamos desesperados. “Fue el Estado”. Otra vez. Vemos las noticias. “Abarca ordenó a la policía municipal detenerlos”. La información comienza a llegar. “Fueron entregados a integrantes del grupo delictivo Guerreros Unidos”. Cada vez más. “Murieron seis personas esa noche”. Y cada vez más oscura. “A uno lo encontraron sin rostro”. Esta vez la tragedia está tendida sobre la guerra contra el narco. Las noticias consiguen llegar saltando el cerco del poder mediático concentrado. No ha pasado en la Ciudad de México. No lo antecede el mismo movimiento. Los 43 no son el 68. Pero están unidos por un hilo que gotea sangre. No necesitamos traer el pasado. Somos nosotros. Estudiantes. O podríamos haberlo sido. Esa certeza nos recorre el cuerpo como un escalofrío. Nos deja tiritando pero en estado de alerta. 50 El relato sigue fragmentado y se espejea a la distancia. Se escucha entre pláticas. Se asoma en las noticias. Se afirma en una conferencia. Son pedazos de otros pedazos que siguen buscando ser desenterrados, para completar los vacíos que las hipótesis más terribles no alcanzan a llenar. Tlatelolco ya no es sólo el nombre para designar un lugar. Habla del fallo más perverso. De la falta de esos hombres y esas mujeres. Incita a la reflexión y nos obliga a revisar lo que se nos cuenta. Los años lo han vuelto un emblema y no puede causar indiferencia. Retomamos su bandera porque el monstruo sigue ahí. “Morir” se puede escribir dentro de “memoria”. Seguimos porque olvidar es resignarse.


Hecho para México, 1968. Grabado en relieve sobre linóleo sobre papel, 21.7 x 33.4 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

Libros y rebelión: la literatura del 68 Alejandro Badillo profanos y grafiteros |

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Hablar de la literatura mexicana, en especial la narrativa, en el contexto del movimiento estudiantil de 1968, implica abarcar un gran número de obras, estilos, intereses. Por un lado, se puede hablar de los libros que trataron de forma directa los hechos del 2 de octubre y, también, las obras representativas que se publicaron en la década de 1960. Hay una gran cantidad de textos que tomaron la matanza de estudiantes en Tlatelolco como tema central y otros que la tocaron tangencialmente, como parte de un contexto fundamental para la historia del país. Quizás, con la distancia de los años, parece que el grueso de la narrativa del 68 retrata una visión de denuncia, crítica con la responsabilidad de Gustavo Díaz Ordaz, sin embargo, algunas obras —casi olvidadas ahora— como la novela Juegos de invierno, escrita por Rafael Solana en la que, de alguna manera, respalda la versión que difundía el gobierno: estudiantes que sólo buscaban el desorden y, sobre todo, la conjura de intereses extranjeros y nacionales para boicotear al Estado mexicano y a las Olimpiadas próximas a celebrarse. Si bien la literatura mexicana ya había roto con el pasado con la Generación de Medio Siglo —pensemos en Farebeuf, novela de Salvador Elizondo publicada en 1965, o La señal, libro de cuentos de Inés Arredondo publicado el mismo año—, aún era importante la influencia del realismo que dominó la primera mitad del siglo. Además de esto, muchos autores aún eran reticentes a buscar, en su literatura, una vocación social. La censura, sin duda, disuadía cualquier crítica al país. Cualquier expresión artística lejana al discurso oficial —un ejemplo claro son las dificultades de exhibición que tuvo la película Los olvidados, de Luis Buñuel, filmada en 1950–—era vista con suspicacias y tenía todo en contra para su difusión. Uno de los pocos autores

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que se atrevieron a entrelazar su visión crítica del país con la literatura fue José Revueltas. Con textos de una gran calidad, el narrador contó con crudeza la vida de los marginados, los presos y los campesinos. Antes y después del 68, la literatura mexicana comenzó una lenta pero irreversible metamorfosis. Quizás dos de las obras más representativas que abordan directamente los hechos del 2 de octubre son La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, y Los días y los años, de Luis González de Alba, ambas publicadas en 1971. Más allá de la polémica entre los dos autores sobre la autoría de algunos fragmentos, es interesante la aproximación y la estructura de los dos libros. En primer lugar, La noche de Tlatelolco se vale de las herramientas del periodismo para reflejar el contexto, el antes y después del 2 de octubre. Lo que destaca es la oralidad y el ensamblaje de cada uno de los fragmentos del libro. Evitando el periodismo tradicional, la autora propone una narrativa que trata de acercar las voces de la calle, las consignas. La realidad, parece decirnos la autora, sólo puede atraparse mediante fragmentos, sobre todo los hechos y las versiones que surgieron a partir del 68. En ese sentido estamos ante un libro propositivo que, a pesar de los años transcurridos, sigue dialogando con el periodismo actual y reivindica su papel como contador de historias. Los días y los años, por otro lado, se construye mediante una estructura más tradicional. González de Alba, muy cerca de la “novela de no ficción”, apuesta por una crónica novelada que narra diversos episodios que rodearon aquella noche. Apostando al dato de primera mano y a una intención abiertamente confesional, González de Alba intenta dar un parte de hechos. En algunos momentos, la narración salta de los antecedentes a las consecuencias. Hay


escenas en la cárcel de Lecumberri, en donde el autor compartió celda con otros estudiantes y activistas. Ahí se entera del curso de la historia después de la matanza en Tlatelolco. Curiosamente, el hecho central del 2 de octubre, en el que estuvo presente, no abarca muchas páginas. Más cercano al testimonio que a una exploración de la forma, Los días y los años sirvió como un ajuste de cuentas que llevó a González de Alba a polemizar con otros actores de su época y con las nuevas generaciones. Su última columna, antes de su suicidio el 2 de octubre de 2016, ejemplifica muy bien los fantasmas con los que estuvo luchando desde el 68. Uno de los autores que, sin ser protagonista directo del 68, contribuyó mediante su obra a reflejar el trayecto de su generación, es Héctor Manjarrez. En su narrativa, sobre todo en sus libros de cuentos, se concentran las inquietudes de los jóvenes de los sesenta y sus búsquedas en las siguientes décadas. En particular en No todos los hombres son románticos, su segundo libro de cuentos, Manjarrez se vuelca en el sexo no como un acto de iluminación espiritual, sino como una forma lúdica, en la que se concentra la rebeldía. Si antes de los movimientos contraculturales el sexo era un tabú, ahora es un territorio para explotar. “Política”, uno de los textos más interesantes, es un ajuste de cuentas — visto y sentido mediante Andrés, el protagonista— con los movimientos sociales que empezaron en los años cincuenta y que fueron objeto de la represión gubernamental. Por supuesto, aparece octubre del 68, pero la intención del autor no es la denuncia social sino abordar, desde la biografía de una persona, los saldos que arroja la pérdida de una época. Más allá de una crónica puntual, Manjarrez busca —como lo han dicho algunos críticos— las preguntas. Andrés observa la disolución de los ideales y los paradigmas. Los años pasan y el escepticismo gana la batalla. Una de las últimas imágenes del relato, la de un hombre que no se reconoce en el espejo, es una metáfora generacional. Este cuento conmueve, precisamente, porque funciona como una especie de biografía colectiva en la que caben no sólo escritores, sino líderes estudiantiles, jóvenes que

acumularon derrotas y que, en algunos casos, se convirtieron en extraños de sí mismos. Quizás para muchos los sesenta y el 68, su actitud provocadora y la experimentación lúdica, estén relacionadas directamente con generaciones de escritores como los agrupados en La Onda. Es verdad: José Agustín, Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña y otros coetáneos tuvieron todos los reflectores en aquellos años y acumularon obras muy difundidas en las décadas siguientes. El papel del escritor se alejó del modelo tradicional: un tipo de saco y corbata, cuidadoso con las formas y los rituales sociales. La provocación, en este grupo, se advierte más en las formas literarias que en tumultuosas experiencias personales. A partir de entonces hay una mayor aceptación del lenguaje coloquial y, sobre todo, el uso de personajes muy jóvenes para retratar un sector de la población ignorado por la sociedad, cuya única función es obedecer y no hacer preguntas. A partir de los años sesenta, el joven sabe que puede expresarse y busca los medios para hacerlo. José Agustín, por ejemplo, publica en 1964 su primer libro, La tumba, a los veinte años de edad. La novela tiene como personaje principal a un adolescente desencantado con todo, especialmente con el mundo de los adultos. Gustavo Sainz publica Gazapo en 1965, una novela protagonizada por Menelao, otro adolescente que rompe con las convenciones familiares y se interna por una historia fragmentaria, narrada desde distintos planos, puntos de vista y plataformas. En ambas obras el cambio tecnológico, la moda, la cultura pop antes desdeñada, son elementos protagónicos. La música, las drogas, el cine, tienen, a partir de entonces, un lugar central en la literatura de muchos autores. En ese sentido, el arte sufre un proceso que lo vuelve un poco más democrático y abierto. Por supuesto, la sociedad mexicana de los años sesenta, a pesar del arrastre de la contracultura y el empuje juvenil, seguía siendo estática en muchos de sus elementos, pero hubo cambios graduales que abrieron nuevas búsquedas en la literatura mexicana durante el resto del siglo xx y el nuevo siglo.

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Equipo Permanente de Grabado Esmeralda [enpeg], Escuela, 1968. Linóleo sobre papel, 8 x 11.5 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

Represión y tecnología en 1968 Javier Palacios Neri 28 | casa del tiempo


La Historia divide al tiempo y lo rotula, lo define; es una manera para localizar, establecer puntos de referencia. Es metahistórico, señal que habilita al mismo desarrollo de los hechos. En este año se recordarán los primeros cincuenta años de los sucesos del 2 de octubre de 1968. Para conservar la memoria de esos hechos, se revivirán otros acontecimientos sucedidos ese año. ¿Cuál era el estado de la tecnología en 1968? El desarrollo tecnológico es un instrumento de desarrollo ideado por el hombre en el tiempo. Su trascendencia deviene en función de quienes detentan el poder político y el económico. Marx explicó cómo las relaciones de producción y fuerzas productivas se convierten en características específicas de la actividad económica, política, social, tecnológica, científica y cultura de cada época. En otras palabras, lo que distingue a una sociedad de otra no es lo que fabrica o produce sino cómo los produce y cuáles son las herramientas para generar los bienes de consumo para la sociedad correspondiente.1 En una sociedad inserta en el modo de producción capitalista, el desarrollo tecnológico juega un papel determinante para la vida económica al actuar como instrumento de activación-reactivación de los procesos

1 Karl Marx, Capital y tecnología, manuscritos inéditos (1861-1863). Traducción de Alfonso García. México, Terra Nova, 1980, Marx, Carlos. El Capital. Tomo I, traducción de Wenceslao Roces. 2ª edición, México, Fondo de Cultura Económica, 1994.

de producción, de la economía, el crecimiento y desarrollo económicos pero además, como mecanismo de control y manipulación de las relaciones sociales existentes como herramienta para el trabajo dentro de la estructura social correspondiente. Aun cuando la tecnología y la innovación ofrecen cada día demostraciones de sus avances para cambiar de forma radical la vida diaria de los humanos, el objetivo de quienes aportan recursos para estas actividades se enfoca al impulso de la producción de armamento, técnicas de control y manipulación social, la producción de mercancías para absorber el excedente de los consumidores y la subversión de los procesos democráticos por medio de la manipulación de la información y del consenso prefabricado, procesos con un crecimiento inusitado en tiempo de redes sociales y difusión por Internet. Lo cierto es el surgimiento de la sensibilidad social y la preocupación política por las consecuencias negativas de la ciencia y tecnología por la probable toma de control por los mismos que la alientan. En el México de los años sesenta, la estabilidad económica era una característica a nivel mundial, conocida como “el milagro mexicano”, gracias al llamado desarrollo estabilizador, el cual favoreció a la economía mexicana. Hubo indicadores a nivel macroeconómico en niveles históricos nunca antes vistos: las finanzas públicas sanas y disciplinadas, la tasa de cambio carecía de los vaivenes al menos hasta su primera gran y escandalosa devaluación en 1976, el control de la inflación era

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manejable, los niveles de empleo crecientes, los salarios aunque bajos sin conmociones mayores y los conflictos laborales como las protestas ferrocarrileras, la represión contra los médicos y los problemas magisteriales eran sofocados con presteza. Aun así, la nación carecía de momentos de convulsión social amenazante. ¿Qué sucedió alrededor del mundo? El cinco de enero de 1968 se inicia un proceso de democratización en la otrora Checoslovaquia, cuando decidieron la apertura democrática. El estallido fue reprimido días más tarde por las tropas soviéticas y desmantelaron el intento con acciones represivas. El proceso fue conocido como la Primavera de Praga. En contraste, en septiembre el rey Sobhuza II del Reino de Suazilandia, decretó su independencia del Reino Unido y en 1973 abolió la constitución, disolvió el parlamento y se autoproclamó dictador. En marzo, el ejército norteamericano atacó y destruyó el poblado de My Lai en Vietnam del Sur. En la Universidad de la Sorbona, en París, Francia, un grupo de estudiantes se reunieron en torno a Daniel Cohn-Bendit para escuchar sus ideas. Por la tarde, la policía acordonó el campus universitario y detuvo a varios participantes. Dio inicio así, el llamado Mayo francés. Sucedieron actos similares en Santiago de Chile, en Palo Alto, California, uno de los lugares centrales del imperialismo norteamericano. En México algunos intelectuales mencionaron de soslayo los acontecimientos, pero sin duda quien alcanzó notoriedad por sus declaraciones fue el inolvidable José Revueltas, quien había invitado a participar en una conferencia a un activista del Mayo francés. El gobierno mexicano le negó la visa de entrada al país al camarada.2 En el contexto internacional sucedían varias cosas: el 5 de junio fue abatido a disparos el senador Robert F. Kennedy —hermano del presidente John F. Kennedy—,

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José Revueltas, México 68: juventud y revolución, México, Era, 1984.

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por un descendiente de palestinos. Durante el mes de julio se firmó el Tratado de no Proliferación Nuclear para restringir la posesión de armas nucleares por los estados nacionales. Cuando sucedía todo eso, en México se asesinaba a estudiantes y población civil: a diez días de inaugurarse los Juegos Olímpicos, una manifestación de entre seis y diez mil participantes, según cifras de quienes estuvieron esa tarde, llenaron la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, para protestar contra la represión ejercida. Fueron agredidos de manera brutal y como resultado hubo un número nunca conocido de muertos. Los heridos llenaron los hospitales públicos y privados. Algunos de los líderes del movimiento y ciudadanos fueron detenidos por el ejército y llevados a los campos militares donde algunos jamás se localizaron. El control ejercido por el Estado sobre los medios de comunicación mostró su eficiencia: al día siguiente si bien se informó a toda la República, las noticias fueron verdades a medias y en algunos diarios sólo publicaron las insersiones pagadas por el gobierno y trataron a toda costa de minimizar el cobarde asesinato. Aun en la actualidad persiste la incógnita sobre quién fue el autor intelectual del magnicidio y la llamada Comisión de la Verdad se ha visto limitada para esclarecer los hechos y mostrar evidencia para llevar a juicio a los responsables. Las muertes de personas inocentes no detuvieron la realización de los Juegos Olímpicos el 12 de octubre. En el mismo mes, Richard Nixon gana por una diferencia mínima la presidencia de Estados Unidos, después de una tensa espera por el recuento de los votos. En México y en particular, a nivel político, el Estado mantenía un poder hegemónico. Éste imprimió estabilidad a la nación propiciada por un partido político férreo, con la instrumentación de mecanismos de control diversos y sobre todo, orientados a mantener el poder por siempre. Uno de los estudiosos de los procesos políticos mexicanos caracterizó al régimen dominante y hegemónico de los años sesenta con los siguientes rasgos: ausencia de una verdadera oposición


al partido en el poder, el movimiento obrero con formas variadas de control mediante centrales obreras y campesinas dependientes de manera directa del poder del ejecutivo federal.3 Por su parte, los estados y municipios eran controlados por el poder de la Federación. Por estas razones y por carecer de alguna válvula de escape de carácter democrático y gracias al manejo centralizado del poder, la sociedad nacional mostró signos de rebeldía expresados en los diferentes movimientos sociales. Al no haber un conjunto diferenciado de partidos políticos, las elecciones eran organizadas por la Secretaría de Gobernación. Dada la existencia de un régimen de partido único en el ejercicio de prácticas sociales autoritarias, se produce la ruptura de esa paz y se genera el movimiento de protesta, de rebeldía pero sobre todo, de oposición al régimen y de la lucha por el poder. Una de las manifestaciones más notorias fue el surgimiento de diversos grupos armados en el país. Muchos de ellos con distintos programas e ideologías pero con el mismo objetivo: cambiar las estructuras sociales por un régimen de auténtica democracia. El movimiento estudiantil avanzó hacia la reinvindicación no solo del esclarecimiento de los hechos motivadores del asesinato de inocentes, sino como protesta junto a otras de tipo político, como la libertad de los presos políticos, o de conciencia, como se acuñó desde aquellos tiempos. A pesar de la represión, la ciencia continuó con su evolución. En ese año se creó el Centro de Investigación y Estudios Avanzados. La Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional continuaron con los cambios científicos y fue en esos centros donde retumbaron las transformaciones más evidentes y rompieron las viejas y anquilosadas mañas autoritarias. Las protestas dieron origen a nuevas conciencias críticas en todos los órdenes de las ciencias, naturales y sociales. El concepto sobre el avance Pablo González Casanova (1965), La democracia en México. México, Era, 1974.

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científico cambió de dirección: desde su consideración como sinónimo de bienestar, a partir de los años sesenta surgió una condición analítica con la ciencia y la tecnología y se extendió por toda la nación. Esta actitud fue alimentada con otras adversidades relacionadas con la tecnología como accidentes nucleares, envenenamientos de procedencia farmacéutica, derrames petroleros, entre otros. Estas tragedias promovieron el movimiento ecológico, el cual más tarde se convirtió en sustentable a partir del Informe Bruthland del decenio de los ochenta.4 Los movimientos sociales surgidos los sesenta fueron detonantes contraculturales con el establishment, el industrialismo y el Estado tecnocrático. La ciencia y la tecnología comenzaron a convertirse en objetos de escrutinio público y con el paso de los años en sujetos de debate político. Para finales de 1968, se realizó otra hazaña tecnológica propiciada por el uso de las computadoras: el módulo de mando del Apolo viii entró en la órbita lunar y dio diez vueltas alrededor del satélite como ensayo previo al envío del primer hombre a la luna. La acción batió todos los récords para vuelos espaciales hasta esa fecha: por vez primera una nave tripulada escapa a la fuerza de atracción de la Tierra, se conoce y describe la cara oculta de la Luna, nunca antes vista por humano alguno. La tripulación amarizó en el Océano Pacífico sin dificultades. Por otro lado, el uso de las tarjetas de crédito se inició en 1951 mostró su eficiencia para garantizar seguridad al usuario cuando incorporaron la banda magnética.5 No obstante, los estándares de calidad para garantizar la seguridad total fue posible hasta el decenio

Harlem Bruthland, Gro. (1987), Nuestro Futuro Común, Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, Organización de las Naciones Unidas, onu. 5 La banda magnética (magnetic stripe) está compuesta por partículas ferromagnéticas incrustadas en una matriz de resina epóxica. Almacena determinada cantidad de información mediante la codificación para la polarización de las partículas. Un algoritmo lee la información y la comunica a la computadora para aparecer en pantalla. 4

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de los sesenta, cuando la London Transit Authority la instaló para acceso al metro. El primer cajero instalado a nivel mundial ocurrió el año bajo estudio. Fueron los inicios de los llamados Automatic Teller Machine (atm). Al introducir la tarjeta, el atm se comunica de manera electrónica con una computadora central y a su vez, con el banco poseedor de la misma. El primero de los cajeros automáticos se instaló en Nueva York. Su difusión de manera amplia sucedió a partir del decenio de los 80. El siguiente paso fue su operación en red y su expansión se aceleró al ritmo de la globalización y en el presente su uso es posible en cualquier punto del planeta.6 El norteamericano Chester Carlson introdujo uno de los avances tecnológicos más sobresalientes en el contexto de las ciencias de la comunicación: la fotocopiadora. Este dispositivo revolucionó la escritura y la imprenta. Aunque en 1963 el uso de las computadoras personales era limitado, Douglas C. Engelbart patentó el conocido mouse como periférico de entrada a la computadora. En 1968 presentó en la Fall Joint Computer Conference un teclado, el pad, el ratón la pantalla, entre otros accesorios para computadoras. Junto a esta innovación tecnológica está la pantalla de cristal líquido o Liquid Cristal Display (lcd, por sus siglas en inglés). Desarrollada por Jack Janning hubo necesidad de esperar hasta bien avanzado el siglo xx para su introducción y popularidad en pantallas para computadoras.7

6 Véase Javier Palacios Neri, “Los cajeros automáticos en México”, Revista Contacto, caniece, México, 1984. 7 Véase Javier Palacios Neri, “De la televisión analógica a la digital”, ponencia presentada al xxix Congreso Departamental de Investigación. Departamento de Producción Económica, Oaxtepec, Morelos.

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Lars Leksell introdujo el cuchillo laser, útil en operaciones médicas del cerebro. Fue el creador de la llamada radiocirugía. Por otro lado, el mercado aceptó el Jacuzzi: Water that moves you: Cándido Jacuzzi fue un mecánico inventor de la tina de baño conocida por su apellido y junto a sus hermanos fundó la Jacuzzi Brothers, empresa especializada en la construcción de hélices para aviones y bombas hidráulicas. A su vez, Artenstein Gotschlich descubrió la vacuna para combatir al meningococo C. El 30 de septiembre de 1968 salió de la planta de ensamble en Everett, Estados Unidos, el primer Boeing 747, conocido en aquellos momentos como Queen of Skies. El vuelo de prueba fue el 9 de febrero de 1969 y su primer vuelo comercial hasta enero de 1970. La entonces primera dama de ese país bautizó el primer 747 de la compañía Pan Am en el Aeropuerto Internacional Dulles. El 747 propició vuelos internacionales como el realizado desde Nuea York a Londres en enero de 1970. Mientras el mundo entraba en una nueva etapa del desarrollo y avance de las fuerzas productivas, en México el gobierno en el poder abusaba de su autoridad y ejercía la más cruenta de las represiones contra sus gobernados, el pueblo inocente y desarmado, sus estudiantes, lo mejor de la generación de esos tiempos. Los gritos de lucha aún retiemblan entre los edificios de la Unidad Nonoalco-Tlaltelolco: el pueblo, unido jamás será vencido… Este año de 2018 se cumplen cincuenta años. Es fácil decirlo, más sencillo, escribirlo. Pero nuestra consigna sólo será nunca olvidarlo: por todas las víctimas de la represión, no un minuto de silencio, toda una vida de lucha…


Arnulfo Aquino, No claudicaremos, 1968. Cartel. Serigrafía sobre papel, 35.5 x 24 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

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Gráfica del 68

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Atribuido a Jorge Novelo, Deslinde de responsabilidades, 1968. Cartel. Grabado en relieve sobre linรณleo sobre cartรณn, 97 x 70 cm., col. muac, unam, donaciรณn de Arnulfo Aquino, 2002


Atribuido a Crispín Alcázar Partida, Muerte a los que masacran, 1968, mmlm-Movimiento Marxista Leninista de México. Pega. Grabado en linóleo sobre papel, 8.2 x 7.5 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

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Pueblo de México, esto es lo que te ocultan, 1968, cnh-Consejo Nacional de Huelga. Volante. Impresión rotativa sobre papel, 24.5 x 19.5 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002


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Prensa corrupta, 1968, cnh-Consejo Nacional de Huelga. Cartel. SerigrafĂ­a sobre papel, 34.7 x 23.5 cm., col. muac, unam, donaciĂłn de Arnulfo Aquino, 2002


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Adolfo Mexiac, ¡Libertad de expresión!, 1968. Cartel. Grabado en relieve sobre linóleo y serigrafía sobre papel, 65.8 x 51 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002


Jorge Pérez Vega, ¡Gobierno hipócrita y asesino!, 1968. Cartel. Grabado en relieve sobre linóleo sobre papel, 36 x 54 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

Francisco Moreno Capdevila, No más agresión!, 1968. Cartel. Serigrafía sobre papel, 59.5 x 87 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

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Alumnos del maestro Francisco Becerril, México 68 [Olímpico], 1968. Volante. Serigrafía sobre papel, 14.3 x 70 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

Geometría y convulsión: la Olimpiada y la gráfica del movimiento estudiantil de 1968

Héctor Antonio Sánchez

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Hace unas semanas, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo inauguró dos exposiciones, si deleitables, dolorosas: Gráfica del 68 y Grupo Mira. Una historia de los setenta en México. Su paralelo arribo resulta un acierto: antes que meras muestras, son revisiones históricas de la imagen que se suceden no sólo en el tiempo, sino en las formas, los temas y la sensibilidad. Habrá que volver al lugar común: 1968 es un año definitorio de la modernidad mexicana; uno que fractura irremediablemente la máscara de la muerte roja de la revolución y lanza una flecha renovada hacia las luchas por la democratización del país —flecha que atraviesa los momentos cismáticos de 1971, 1988, 2000 y, tristemente, 2014 en Ayotzinapa—. Año telúrico, en él conviven el delirio de un Estado a un paso del pleno desarrollo y el profundo malestar de una juventud que ya no se reconoce en el espejismo de sus instituciones. La materia visual que conservamos de 1968 acusa esta esquizofrenia. Por un lado, el ambicioso Programa de Identidad Olímpica fue responsable de la mayor empresa de diseño gráfico, industrial y urbano que se haya producido en estas latitudes: una labor en verdad tan colosal y exitosa —más de cuatrocientos profesionales mexicanos y extranjeros— que aún hoy es señalada como un referente más allá de nuestras fronteras. Por otro lado, la fotografía documental y la gráfica creada en torno al movimiento

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Duelo olímpico, 1968, Facultad Derecho. Pega. Grabado en relieve sobre linóleo sobre papel, 8 x 11 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

estudiantil revelan un auténtico encono popular y, al cabo, el rostro sin ambages del Estado mexicano: un rostro descarnado, como las esculturas votivas del mundo prehispánico. Hace una década, el Museo de Arte Moderno se propuso rescatar la labor del equipo creativo liderado por Pedro Ramírez Vázquez, en la muestra Diseñando México 68: una identidad olímpica. En esa ocasión, el célebre arquitecto rememoró algunos de los principales desafíos y logros de la aventura. No fueron pocas las innovaciones mexicanas: acaso la más notable fuera la inclusión, en aras de recuperar antiguas tradiciones helénicas, de la Olimpiada Cultural y los proyectos derivados de ella. Cuatro años antes, los Juegos Olímpicos de Tokio habían sido parcialmente televisados, en pleno furor tecnológico del Japón: pero será en México la primera vez que técnica y entretenimiento se unan a gran escala. En ese contexto, el país hace una apuesta, evidente en

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las formas, entre tradición y modernidad: en el teatro grotesco de la Guerra Fría, en que las naciones menores acuden como meras espectadoras de los alardes de las potencias hegemónicas —lo son en la política y en el deporte: el cuerpo como territorio del triunfo de la ideología—, el Programa de Identidad Olímpica no se amedrenta; antes, conocedor de la dilatada herencia cultural que se asocia con el país, crea un diseño de vanguardia que reúne, en síntesis prodigiosa, los aros emblemáticos de los Juegos Olímpicos, el número del año de la justa, las formas geométricas del arte huichol y los recursos descubiertos por el arte Op, predominante en la gráfica de la década: fascinación por las líneas convergentes y divergentes, paralelas, concéntricas. El tiempo ha atribuido a Lance Wyman el célebre cartel de México 68; en cambio, Ramírez Vázquez sostenía en aquella revisión que la base del logotipo se debió a Eduardo Terrazas, director del Departamento de Diseño y Ornato Urbano. En todo caso, la síntesis


allí lograda fue el manantial del que surgió una vasta imaginería que incluyó, entre otros varios dominios, carteles, papelería, timbres postales, mobiliario, señalización y aun uniformes. Corolario escultórico: la Ruta de la Amistad fue concebida por Mathias Goeritz como un gran corredor con identidad propia por la vía que enlazaría la villa y el estadio olímpicos con el canal de Cuemanco, donde tuvieron lugar diversas prácticas. Otros tantos nombres aparecen en el amplio proceso creativo: Michael Gross, Bob Pellegrini y demás puntas de lanza del diseño italiano y sueco. Al contrario de lo que sostuvo la impresionante paranoia de Díaz Ordaz, Ramírez Vázquez recordaba que la tregua olímpica, también de tradición helénica, permitió la convivencia de dicho proceso y el auge de la protesta estudiantil; de hecho, era natural que en un equipo de artistas menores a la treintena, varios estuvieran inmersos en la creación de propaganda de protesta: ni complot antiolímpico ni sabotaje. Todo era posible en la paz: pero la sangre, como sabemos, acabaría por teñir uno de los grandes símbolos de la Olimpiada, y en una de las consecuencias menores del fatídico actuar del gobierno mexicano, las formas desarrolladas por el Programa de Identidad serían reinterpretadas por la gráfica de protesta ligada al movimiento: a la larga, una buena parte de la imaginería olímpica llegaría a nosotros cargada de este signo trágico. Desde luego, sería una torpeza buscar un estilo definitorio en ese corpus: por ejemplo, en la colección donada por Arnulfo Aquino que ahora exhibe el muac. La primera intención de esas piezas nunca fue producir una línea estética, sino exhibir una situación social y política; no obstante, algunos elementos en común surgieron, como era natural entre una generación de artistas formados en la misma academia. La Escuela Nacional de Artes Plásticas, entonces ubicada en San Carlos, se convirtió en un campo de batalla de creación de imágenes: allí se instaló la principal brigada de producción gráfica, una comunidad a la que se sumaron alumnos de la Esmeralda y del Instituto Politécnico Nacional. Su medio predilecto fue el grabado

Y por si fuera poco ¡todos los estudiantes de poli y la uni lo están comprando!, 1968. Cartel. Serigrafía sobre papel, 47 x 25.5 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

en linóleo, aunque también se recurrió a la serigrafía y el offset. Como era natural en tiempos de represión, las obras carecieron de firma; el tiempo, y la memoria, han permitido realizar algunas atribuciones: Jorge Pérez Vega, Eduardo Garduño, Silvia Paz Paredes, Rebeca Hidalgo, Melecio Galván, el mismo Arnulfo Aquino, quienes luego integrarían el grupo Mira; Gabriel Fernández Ledesma, Rius, Crispín Alcázar Partida, Adolfo Mexiac, Miguel Vargas.

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Año de la lucha democrática, 1968. Xilografía sobre papel, 28 x 21.5 cm., col. muac, unam, donación de Arnulfo Aquino, 2002

Las obras, verdaderamente copiosas —acaso de una abundancia que no se veía desde la Revolución—, acusan una serie de temas, algunos ya presentidos desde el pliego petitorio. La lamentación de la madre que pierde a su hijo, suerte de pietà urbana. La liberación de los presos políticos. El férreo control de la prensa y la televisión. Las figuras de Demetrio Vallejo y el Che Guevara. El puño en alto, la V de la Victoria. Bayonetas, palomas ensangrentadas; la disparidad entre el discurso pacifista de la Olimpiada y la militarización del espacio público, donde justamente se reutilizan las formas del Programa de Identidad: un mandril al frente de un ejército de gorilas. Con los días, las imágenes devinieron menos inmediatas y, acordes a las tendencias neohumanistas de la década, se enlazaron a un fondo más universal: rostros ateridos; bocas silenciadas, amordazadas; cuerpos subyugados. Hacia el final se anuncian tímidas formas abstractas o geometrizantes. Frente al dominio estatal de los medios masivos, la gráfica fue el medio de comunicación popular más efectivo, al punto que grupos paramilitares atacaron a la enap y destruyeron materiales y medios: apenas una prefiguración del carácter monstruosamente represivo que mostraría su rostro más violento en Tlatelolco. Como es natural, el torrente de imágenes cesó esa noche, pero el año telúrico de 1968 fue también un punto de quiebre para la gráfica de carácter social creada en México: la gravedad de su testimonio dejó

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su impronta en las décadas por venir, especialmente en la de 1970. Inmensamente politizados, los artistas del año olímpico migraron a otras causas: la denuncia del “Halconazo” en 1971; el apoyo a los movimientos sindicalistas; la solidaridad con las luchas nacionalistas en Latinoamérica, particularmente en Nicaragua; la defensa de la autonomía de diversas universidades públicas del país; en fin, la batalla por la conformación de una izquierda sólida. Allí no sólo reaparecerán las formas y motivos anunciados en el movimiento estudiantil: cobrarán madurez, la forma artística tan alta como la lucha política. Confrontados hoy, los hallazgos visuales del diseño de la Olimpiada y la gráfica social del movimiento estudiantil de 1968 acusan, en verdad, la convivencia de dos países entre cuyos dominios se abre una honda fractura. La marca olímpica, promovida desde el Estado, dio cuenta de una organización y eficacia en que no estuvo ausente la excelencia artística; sin embargo, las imágenes de la revuelta resultaron de una capacidad expresiva digna de las profundas transformaciones soñadas por esa generación. Entre ambos se tiende un puente posible, epitafio de una época y signo en llamas, todavía, de la nuestra: la paloma atravesada por un cuchillo, emblema del divorcio entre la violencia de un Estado que lenta pero indefectiblemente se resquebraja y una población que hace varias décadas ha dejado de reconocerse en sus instituciones.


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La princesa Letizia de España y Sergio Pitol en Madrid en 2006. (Fotografía: Lalo Yasky / WireImage)

Pitol o las formas de la errancia Rafael Toriz

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Hablar de errancia y cosmpolitismo, en el caso de Sergio Pitol, es hablar de dos constantes de su literatura que enriquecen todo el idioma, puesto que en casos como el suyo, donde quedan clara las potestades del lenguaje ante una realidad articulada por la lógica de la impostura, las palabras están llenas del sentido que denotan: la literatura de Pitol es un producto acabado de la sustancia que da forma a la conciencia. Autor de ensayos, relatos y novelas, su caso es paradigmático en la lengua no sólo por haber realizado una titánica tarea de traducción de algunos autores poco frecuentados por la literatura latinoamericana —polacos, ingleses, rusos, italianos y hasta chinos—, sino sobre todo por haber puesto la vara muy alta para los interesados en las literaturas excéntricas, complejas y distintas a las de las matrices formadoras de un típico escritor latinoamericano del siglo xx. En efecto, Pitol es uno de nuestros cosmopolitas, pero uno periférico. Por ello, si con otro autor es que guarda alguna sintonía ese sólo puede ser Juan Rodolfo Wilcock, con quien coincidió en los años sesenta en Roma durantes los ágapes de las hermanas Zambrano y también en la admiración por la obra del irlándes Flann O’ Brienn (a cuya At Swim-Two-Birds Pitol dedicó uno de sus mejores ensayos y cuya versión del inglés al italiano tradujo Wilcock con el título genial de Una pinta d’inchiostro irlandese). No es fácil enfrentarse a la obra de un autor total, que de manera discreta pero continua vivió transformando el formato del género en que se expresaba. A sus primeros libros de relatos, ubicados en las geografías tropicales y azucareras de Veracruz, se suceden escenarios diversos tanto de América latina —Caracas, La Habana, Nueva Orleáns— como una Europa menos prestigiada no sólo por no tratarse de las capitales culturales prototípicas, sino por la distorsión asumida de quien mira como un rasgo estético: “mi miopía de ningún modo atenúo el deslumbramiento. Después del café, guía en mano, comencé a caminar. Se me escapaban los detalles, se desvanecían los contornos; por

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todas partes surgían ante mí inmensas manchas multicolores, brillos suntuosos, pátinas perfectas”. El caso de Pitol demuestra que la geografía impacta directamente en la literatura; en las maneras en que leemos y cómo procesamos lo aprendido. Así, refiriéndose a sus años de precariedad laboral en la Barcelona de los sesenta, es claro y honesto: “le debo a aquel periodo el disfrute de lecturas que con toda seguridad hubieran sido diferentes de haber vivido en mi país o en alguna de las metrópolis culturales. Libre del peso de las modas, de las capillas, de cualquier urgencia de la información, leer se convertía en un acto de hedonismo puro”. Es entonces cuando Pitol, traductor sin par de Henry James, Joseph Conrad, Antón Chéjov, Bruno Schulz, Robert Graves, Ronald Firbank, Ivy Compton-Burnett, Malcolm Lowry, Jerzy Andrzejewski, Luigi Malerba, Elio Vittorini, Vladimir Nabokov y Witold Gombrowicz (a pedido del mismo Witoldo), descuella con una obra personalísima, en la que sus primeras novelas dan fe del profundo conocimiento de la novela artística europea, de las sofisticaciones propias de la narrativa de Elías Canetti, Virginia Woolf o Robert Musil, pero tamizadas por la visión de un mexicano exiliado de sus escenarios naturales (acaso por ello sus primeras novelas tengan algo de opereta, de grotesco guiñol o incluso de pura caricatura). Posteriormente, luego de demostrar con la mítica colección “Los Heterodoxos” de Tusquets que su comprensión de la literatura era de veras vasta, excéntrica y fecunda, su narrativa paródica, comprendida por novelas de Tríptico del Carnaval, será una exploración de la sociedad como esperpento siguiendo los estudios de Mijail Bajtín en su lectura de Rabelais. Y es aquí donde es necesario poner una especial atención a los aportes a la teoría de la novela de Pitol (uno de los pocos emergidos de la tradición mexicana), puesto que tanto desde sus novelas como desde sus traducciones y ensayos lo que parece apuntalar es una idea tan original como perturbadora: la contigüidad y la profunda

correspondencia entre la narrativa de la Europa del Este durante la Guerra Fría con la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo xx. Desde esa perspectiva ya no resulta descabellado pensar a Ferdydurke como una novela latinoamericana o Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoitia como heredera de los procedimientos de Las aventuras del buen soldado Svejk, que Pitol recortaba de esta manera: “el humor de Hásek no evita ningún extremo. Se solaza en su carencia de límites. Se trata de un humor cuartelario y maligno, pero también rotundo y directo. Un humor que se propone perturbar la narración y hacerla estallar por medio de la risa y no sólo reflejarse en alguna mueca esbozada para acompañar la toma de conciencia del gran desorden que rige los destinos del mundo”. La parte final de su obra, donde trazó un amasijo dichoso entre memoria, ensayo, diario de lecturas y crítica literaria, permitió a Pitol una libertad irresctricta en la que priman, sobre los demás, dos valores esenciales: rebeldía y elegancia. Sólo comprendiendo su vocación viajera en el sentido más amplio es posible atisbar el oriente que proponen sus libros, sostenido en la original cartografía de sus lecturas, con ciudades tan dispares como Varsovia, Tifilis, Xalapa o Samarcanda. Ahora que han pasado veinte años de la muerte de Octavio Paz y el influjo de su figura en las nuevas generaciones empieza a cobrar su verdadera dimensión (del legado novelístico de Fuentes cabe esperar muy poco, salvo alguno que otro mamotreto de Jorge Volpi), el magisterio de la obra de Pitol demuestra que incluso quienes no fueron sus alumnos directos son sus alumnos, en tanto narradores y ensayistas habitados por formas excéntricas y transversales de la literatura. La figura de Pitol nos recuerda que, en efecto, es posible ser un escritor total sin necesidad de ejercer la voluntad de poder o dominio, sino alimentado apenas por una pasión creadora y traductora que nos recuerda que la literatura, por fortuna, es siempre un asunto de muchísimas personas.

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Retrato de Jean Rhys

La vida trágica, el Caribe insuperable: Rhys

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Jean Rhys tuvo una vida trágica. Eso no la hace especial, mucha gente tiene una vida trágica. Lo que la hace única es que lleva esa tragedia a una escritura bastante particular: es obscura, es poética, avasalladora. Es una escritora enorme y con ello quiero decir que sus personajes son emblemáticos de una época y de un modo de expresar los problemas sentimentales. Sus personajes pierden ante las pasiones. Una persona deja de ser una persona al instante en que las pasiones la dominan. He ahí la pérdida pero también su enorme humanidad. La vida sólo puede ser explicada a razón de conocer esas pasiones y saber qué se hace con ellas: si se ignoran, la persona pierde parte de sí misma; si se deja abrazar por ellas, es aún peor: la persona no existe más. No hay término medio al parecer. Si el amor es correspondido, o el odio, la persona está sujeta al otro; si no, el cuerpo padece física y mentalmente. Las partes que no se aclaran en sus libros dejan entrever la locura, la paranoia, la persecución y esas partes de la conciencia humana que dejan de funcionar. El mundo femenino es el mundo del encierro, de guardarse todo, de no poder siquiera enunciar el problema de la humanidad centrado en lenguaje, impotencia y expresión. Las personas no pueden hablar y cuando lo hacen dicen todo mal, hacen todo mal. He ahí lo trágico. La marginalidad, el abandono de las personas mayores, tampoco son retratos que levanten el sistema ético como aprendizaje, es un retrato de sociedades que pueden no sentir nada por el otro. El mundo de Rhys es cruel y poderoso. Hay una magia oculta en él, una magia hecha de sueños, la noche, la obscuridad y lo que no se comprende. Una especie de Conrad más pesimista, si eso es posible. Un Conrad crecido en la exuberancia

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del sol y que posee un mundo contrario a esa luminosidad. La luz es esperanza, o eso solemos creer, en la obra de Rhys el sol excesivo, la belleza de ese paisaje caribeño es, además, castigo. El paraíso es el infierno de la imposibilidad de adaptación, de la amistad, de las relaciones familiares. El paraíso vivo es el rechazo de la vida. Es la desolación absoluta. Dios, si existiera, creó esos paraísos para demostrar que se puede tener la belleza más grande y no formar parte de ella, como una lección cruel, y última. Nacemos excluidos de la belleza, la bondad, la correspondencia amorosa. No hay manera de hacer crecer el amor, de que el otro corresponda. He ahí lo trágico. Ancho mar de los sargazos (1966) fue una novela que cayó como fruto en tierra árida. Un libro-manifiesto. No como una novela de iniciación, no de ese modo. No estamos frente a una escritora que se descubre como niña-mujer. No así. Es un libro fundacional. Toma el personaje de Antoinette Cosway, la primera esposa de Rochester, de la novela Jane Eyre (de Charlotte Brontë), y aprovecha esa versión para novelar otra historia situada entre Dominica y Londres, para entender una nación entera. Sólo porque una persona habla. Su historia es la historia de muchos, muchos pueblos. Una historia libre de visiones apocalípticas. Cuando Tony Morrison escribía sobre la negritud o ya había una Maya Angelou en lucha, Rhys se volcaba hacia otra cosa, hacia otro tipo de identidad. Su biografía será, como en muchas grandes autoras, un punto de partida para la invención de la humanidad. Es una pena, por un lado, que su obra sea estudiada más como un documento que ayuda a repensar los estudios coloniales, y el factor político de su “levantamiento” contra la opresión del colonizador. En eso V.S. Naipaul lleva la ventaja. Bien hecha, por otro lado.

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Sin embargo, la riqueza de una obra como la de Rhys, aun esa que no se nota tan madura en algunos cuentos del inicio, vive en un retrato descarnado de la feminidad volátil. Sus personajes, todos mujeres, no son fuertes, son flores trasplantadas de vida breve: incapaces de vivir donde nacieron por el peso de la mirada del otro, el maltrato del otro y aun más incapaces de vivir fuera de ese lugar sagrado, el origen y el clima, el paisaje opresor. La belleza del Caribe se transformará en pesadilla. No puede haber conciencia de la noche, del fruto, del árbol, sin imaginar lo tenebroso, lo que espera detrás, la oscuridad malévola, lo desconocido, la traición en el que se ama. La suavidad viene justo de esta rendición física, emocional y de lengua misma. La lengua materna estará subordinada al que gana, al poderoso, al extranjero. El mestizo pertenece a dos tierras: la de origen y la de llegada. Esa pertenencia es difícil por lo que implica: no se está nunca en donde no hay arraigo. Como criolla, Rhys no podía ser negra en un Caribe negro, con la historia del abuelo tratante de esclavos. Pero no era blanca en Inglaterra. Su acento, su color, su falta de confianza la delataba de inmediato. Como un ser entre dos espacios no halló una tercera vía, no pudo, no supo cómo. Algo hay de Conrad en Rhys: una rendición ante lo que está afuera del hombre. En Conrad la naturaleza es superior, monstruosa, y triunfará porque es el mar, lo que el hombre evita a toda costa, lo que el hombre quiere dominar sin posibilidad de triunfo. No hay manera de idealizar esa naturaleza. Conrad se burla de todo aquel que lo intenta. Rhys, en cambio, nace rendida a ello. Su languidez caribeña no es la personalidad del ocio o del rendido ante el clima extremo, es una languidez espiritual. Por eso sus mujeres son el


epítome de la debilidad: una rara falta de fuerza, como si el cansancio ocupara todo ese espacio que debe ser la voluntad del hombre. La falta de lucha ante la adversidad es notable. Conmovedora. Una apatía del espíritu que dice ante una civilización y un siglo que levanta al hombre por sobre todas las cosas y los valores supremos de identidad y belleza. No. Su palabra será No. Para Rhys el esfuerzo es inútil. Los roles son poderosos. Por eso a la protagonista de Ancho mar de los Sargazos, el padre, sospechando que no tendrá posibilidades, por mucho que la belleza y el exotismo estuviera de su parte, la educó en colegio de monjas, la dotó de buen capital, que por ley inglesa le correspondía al marido. Pasa del poder familiar, del dominio paterno y la indiferencia brutal de la madre a un matrimonio arreglado. Por eso ese final psicótico. Una mujer del Caribe, de una isla además, termina enclaustrada en una habitación fría y húmeda, con muebles viejos, al cuidado de una enfermera (algunos de sus personajes en Que usted la duerma bien, señora tendrán ese destino). Una isla en sí misma. Si eso no es un final triste e irónico, qué lo es. Sin rastros de su belleza, sin haber dispuesto nunca del dinero, sin haber trabajado. Rhys logra una metáfora difícil sobre las relaciones interpersonales: no importa la distancia de uno a otro si no se tiene lenguaje. El lenguaje es un puente. En su obra no hay manera de encontrar un diálogo que funcione: la mujer piensa de manera ecuánime, pero cuando actúa en el diálogo es un ser irracional, ganado por lo celos o la ira. En la segunda parte de Ancho mar de los sargazos el esposo es quien habla, y él tampoco controla la situación: se deja llevar por los rumores de odio alrededor de la familia de su esposa. Un medio

hermano que la odia, la nana que se suponía bruja, el abuelo tratante de esclavos y es incapaz de comprender siquiera a qué se enfrenta. El amor era imposible, nunca confió. El hombre era inmaduro y ella era pasional. No había manera de encuentros. Ella hace un último intento por lograr que él la ame de nuevo, y por amar quiere decir que vuelva a dormir con ella, y le pide a la nana un hechizo. La nana le advierte que no funcionará. Y si acaso sirviera sólo podría estar con ella una vez más y luego él la despreciaría aun más. Ella no cede. Luego, lo que había, se rompe. Ella es una persona que pierde por el deseo. Más masculina que él, por decirlo de un modo. Él es contenido y frío, distante. Habla poco. Se contiene, no se gasta. En el fondo de la relación amorosa está el desprecio que ambos tienen al lugar del otro, al lugar de pertenencia, lengua, identidad. Él nunca quiso entender el sitio donde ella vivió y ella no pudo adaptarse nunca a Inglaterra. Tal y como le pasó a Rhys. Derek Walcott escribió un hermoso poema, larguísimo, considerado en sí una novela en verso, Homeros. Ahí, él toma toda la tradición occidental, la lengua impuesta, el inglés, en el Caribe donde él creció. Como Rhys, es una mezcla de culturas y lenguas. Como Rhys, toma ese idioma y lo convierte en algo para ser devuelto. Walcott reconstruye la historia de Occidente por hacer un Homero tropical. Tropicaliza el viaje de Ulises. A Ulises le pasarán cosas que le pasan a los hombres de Barbados. Y logra una obra maestra. Rhys, por otro lado, no escribe para protestar o dejar testimonio, hay algo de grito, de desesperación, de vida que se va. La escritura es una persona que está muriendo. Se nota el duelo y la conciencia de esa vida que languidece. Excepto que Rhys no está desesperada ni perseguida. Su escritura es triste, no melancólica por

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extrañar su infancia o su tierra perdida, o incluso la casa donde creció, sino triste a secas, con tristeza llana de hombre triste. Hombre consciente de que lo que se haga será en vano. A su personaje, como a ella misma, los niños vecinos en Dominica le decían “Cucaracha blanca”, o “los blancos negros”, porque, al ser pobres, no tenían la misma categoría que los otros blancos. El color de piel va ligado al poder histórico que demarcaba. Una niña criolla, pobre, cuya nana cocinaba pescado seco en lugar del fresco que era más caro, no tenía amigos y cuando por fin logra una ésta le roba el vestido y le tira (justo cuando su casa se incendia y ella se acerca a esa única amiga a pesar del vestido robado) una piedra en la cabeza. No hay esperanza en toda la novela. Infancia triste, adolescencia paralizada siendo educada en un claustro, donde más o menos estaba cómoda y aceptada, y luego vendría la vida itinerante en Europa. Con un final aun peor que el inicio. La novela es el tiempo de la vida de una persona: en ese tiempo ocurren varias cuestiones, el personaje crece, presencia cosas, se enfrenta a sus miedos, evoluciona o no. Una antiheroína: la borracha, la marginal, la desempleada, la amargada, la que atenta contra el sistema. ¿Todo marginal será un atentado a todo sistema? ¿La rebeldía es una posibilidad de los seres incomprendidos? Pequeños escritores malditos, urbanos incomprendidos, sin lengua, sin familia, sin nada que los ate al país nuevo. Hojas al viento, tratando de aferrarse a los tejados, a los árboles, aun si no pueden vivir en ese clima, aun si la vida es dura con las hojas. Rhys pone en evidencia un hecho natural: no siempre las flores trasplantadas sobreviven. La capacidad de sobrevivencia de las especies, Darwin presente, hace notar que las especies frágiles tienen otra manera de esparcir el polen. Hay un matojo en los desiertos, una bola de paja que circula en las películas del western. Se sabe que para reproducirse deja de ser verde y bello, y se deja envejecer y ser rama seca hasta convertirse en esa madeja horrenda de paja. Así, dando vueltas es como logra esparcir su semilla y perpetuar su especie.

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La dalia púrpura Iván Medina

Fotografía: iStock

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A Valeria Sandoval Melo

¿Porqué, en efecto, en un rostro la belleza aparece Luminosa, mientras que el rostro muerto no conserva más Que un vestigio, incluso antes de que sus proporciones Desaparezcan debido a la descomposición de la carne? plotino

Una noche en que la estrellas alumbraban mi infortunio, a su sepulcro me acerqué; lugar del entierro de mis ilusiones, y sin esperanza ninguna, hincado ante su cripta pedí con su denodada vehemencia: “¡Oh, noche, oscuridad amable de la muerte amiga! Pálido habitante de los lugares brumosos, desde tus urnas lúgubres y frías, libera del reposo prometido a la mujer que adoro y reanima su cuerpo con nueva vida”. Terminé el conjuro y a manera de último despido una dalia de un púrpura intenso en la lápida coloqué. ¿Qué más podía añadirse después de ese gran adiós? Al día siguiente, como lo he hecho desde su defunción, pasé el tiempo bebiendo vino sin nada que esperar. Aproveché que resplandeció una fuerza vital en mi interior e inicié algunos bocetos de ella; acuarelas incapaces de transmitir color. En eso, las campanas del convento repiquetearon sin disimulo la entrada del medio día. “Quizá, el continuo redoble anuncia el fallecimiento de algún menesteroso”, pensé con un dejo de cinismo. Encendí la radio y al sintonizar el Vals triste de Sibelius, espontáneamente un raudal de lágrimas apagó la leve fogosidad lograda. Regresé al desamparo habitual del desposeído y bebí en desorden lo que encontré al alcance hasta la saciedad. Por la mañana, al prenderse en automático el televisor, desperté y al prestar atención al noticiero, escuché sobre el hallazgo, cerca del

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cementerio nacional, de una mujer con el cuerpo brutalmente mutilado que sobre el vientre una dalia púrpura reposaba. Me sobresalté al escuchar la noticia y no tuve más que meditar sobre las coincidencias existentes en la vida, y así recordé cómo por esos caprichos de la fortuna había conocido a Valeria, pues tras de vernos en la sala de audición no anhelamos más que la oportunidad de encontrarnos a solas un momento para expresar que deseábamos unir nuestras almas. Sin emoción cualquiera pasó una semana y media, así que decidí dejar mi encierro para recordar los senderos que con Valeria caminaba. Al salir de casa, noté el cielo oscuro; mohíno vaticinador. Llegué pronto a la esquina donde solíamos comprar el periódico y al estar allí me llamaron la atención los encabezados de los principales diarios: “Se halla la undécima víctima salvajemente cercenada en las inmediaciones del cementerio nacional”, se leía en uno y en otro decía: “El asesino deja como única evidencia sobre el cuerpo de la víctima una dalia púrpura. “Esto iba más allá de la casualidad” —pensé removiéndome los nervios—. Me dirigí al cementerio y aunque no pude entrar a él, pues el perímetro estaba acordonado por policías, pude observar desde donde me encontraba la lápida que sellaba a mi amada íntegra, como siempre había estado, aunque noté que todavía conservaba en perfecto estado la dalia que en días pasados había dejado, cosa incomprensible pero de menor importancia. A la mañana siguiente, solicité los servicios de una persona encargada de la limpieza pues mi vida

ruin había hecho estragos en la casa. Para mi sorpresa, enviaron a una mujer de juventud plena con facciones parecidas a las de Valeria, hecho que me afectó anímicamente. Me encerré en el estudio y empecé a ingerir alcohol. Al declinar la tarde, vi entre sueños a través de las ventanas que dan al patio cuando la mucama se dirigía a su alcoba, en eso, una sorda mudez pareció emerger de la noche, de pronto una criatura de rostro carcomido, salida de un pasaje extraviado, ciñó el cuerpo de la joven y similar a un goce infantil enhebrando zarpazos, la desgarró hasta terminar con las manos ensangrentadas; tomó la cabeza y de un tirón la removió. Cerré los ojos para disipar la presencia oscura del miedo alimentada por el mundo de las pesadillas y al abrirlos, igual a un heraldo negro, desde la densa calígine, perforando el abismo, el ser deforme como demacrado bajo los soles de los siglos se deslizó hacia mí. Todavía creyendo que aquel sonámbulo de estropeados pezones negros era un producto que atravesaba la alucinación, me antepuse y aunque faltaba el aliento logré articular: “¡Abandono de Dios, aléjate de mí!” Aun así, la cosa continuó con su pesada aproximación y una vez frente a mí, aquella carne hedionda vociferó con el mortal aliento de ultratumba desde su boca desdentada: “Acalla tu grito en éxtasis y controla tu inhalación. Rememora el sollozo ardiente que sólo en nosotros será eterno. Y basta de tus mezquindades, aquí he juntado doce dalias púrpuras para darte este ramo de flores y agradecerte el retorno a este mundo”.

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Sylens. Imagen: Guerrilla Games

El moderno Fausto Patricio Bidault

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Quizá el personaje más interesante de todo el dramatis personae de Horizon. Zero Dawn (2017), Sylens tiene parecidos con Fausto profundamente arraigados en su construcción dramática. Basta verlo a través de un solo análisis, “Faust’s Divided Self and Moral Inertia”, de J.M. van der Laan, para revelar qué tanta influencia tiene el erudito alemán sobre el antropólogo y chamán futurista. En ocasiones, incluso, da la impresión de que podríamos intercambiar ambos nombres sin alterar el resultado. La ambición de ambos personajes es prácticamente las misma: conocimiento, sobre todo el divino. Para adquirirlo, Sylens ha explorado toda su vida las ruinas de las antiguas grandes metrópolis del siglo xxi. Sus esfuerzos se ven recompensados cuando descubre a Hades, una inteligencia artificial aún activa, que le ofrece los remanentes del conocimiento de la civilización anterior a cambio de convertirse en su sirviente. Es decir, compra su alma. La habilidad de resolver una simple ecuación matemática toma gran peso cuando se considera que la civilización del tercer milenio tuvo que volver a empezar. Tras progresar unos siglos, es una sociedad tribal que resuelven conflictos bélicos con lanzas y flechas; son ignorantes y supersticiosos, y a pesar de estar rodeados de tecnología, tienen una carencia total de conocimiento científico; alaban a las voces de las máquinas de la civilización anterior —similares a Hades— como a dioses. El escepticismo de Sylens, único en este mundo, lo motiva a través de la trama. “Ni asciende, ni desciende”, como dice Van der Laan de Fausto. “Ni progresa ni retrocede, [sino] cambia sin cambiar, se desarrolla sin desarrollarse, [...] al final de la obra no está mejor ni

peor, ni más sabio ni más ignorante que cuando empezó”.1 Aunque puede discutirse si esto es verdad en cuanto a Fausto, Sylens sí es más sabio al final de Horizon: sabe de dónde proviene su civilización, lo que le ocurrió a la anterior, y sobre todo, que era capaz de crear. Estos descubrimientos no sacian su obsesión por el conocimiento, sino lo intensifican. A pesar de ser más sabio, “al final de la obra no está mejor ni peor”; “cambia sin cambiar”. Como Fausto, Sylens también es amoral. [Fausto] está totalmente preocupado por sí mismo, o sea, con su persona (o personas). Como consecuencia ha perdido cualquier y todo fundamento para todo valor. Como una persona dividida, Fausto no puede entablar una relación con otra persona, no puede hacerse (y no se hará) responsable por el Otro, por lo tanto no puede actuar moralmente. [...] Fausto nunca va más allá de su persona, nunca existe fuera de su persona, nunca existe para las demás personas.2

Sylens interactúa casi exclusivamente con Aloy, la protagonista y análoga del jugador. No aparece de pronto, sino gradualmente establece su otredad; lo escuchamos, lo vemos vía holograma y, finalmente, aparece en persona. Ciertamente, parece que no existe “para las demás personas”, sino sólo para Aloy (y el jugador). Su pasado es voluntariamente misterioso y mantiene sus ambiciones ocultas. Todo envuelto en el paquete de su nombre: silence. “Soy un vagabundo solitario quien dejó su tribu hace mucho tiempo. Un explorador de 1 J.M. van der Laan, “Faust’s Divided Self and Moral Inertia”, Monatshefte, vol. 91, no. 4, 1999, p. 452. 2 Ibid., p. 457.

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lugares prohibidos, un investigador de conocimiento perdido. [...] No soy nada si no independiente”.3 La descripción de su pasado ambiguo es muy similar a la que hace Van der Laan del de Fausto: “es casi imposible de determinar quién es en realidad. [...] No tiene raíces, ni herencia, ni pasado [...]. No viene de ningún lado y no tiene hogar alguno. [...] No tiene familia, ni amigos, ni relaciones perdurables, ni comunidad”.4 Carente de empatía, la alianza que Sylens forma con Aloy tras ser traicionado por Hades es peculiar. No está basada en amistad, lealtad o confianza, sino en el interés mutuo, ya que “la confianza [...] cambia y se desmorona como la arena: un pobre cimiento para una asociación”.5 “Ese es un cimiento sólido sobre el que tú y yo quizá podamos crear una nueva ciencia del entendimiento”.6 Sin embargo, en un momento vulnerable, Aloy provoca que asome la empatía de su estoico compañero: “[...] fui innecesariamente cruel. Por tu bien, espero que haya alguien esperándote en el interior de la montaña [donde están sus antepasados]”.7 Por contra intuitivo que parezca, esto también es parte del elemento fáustico según Van der Laan, ya que el personaje de Goethe, “en raras ocasiones experimenta un mínimo de arrepentimiento, pero es sólo de paso, ya que Fausto siempre sigue adelante, y su arrepentimiento no tiene relación con ninguna transformación interna de carácter o conducta”.8 Tras esa aparente ofrenda de amistad, Sylens vuelve a retraerse en su estoicismo impenetrable. En un mundo de ciegos, el tuerto es rey. El conocimiento de la civilización del siglo xxi toma un elemento de divinidad en una sociedad tan ignorante como la de Sylens. Significa un avance de siglos en unos cuantos años. “La visión de Fausto del futuro, de pararse entre personas libres sobre tierra libre es igualmente corrompida por el autobombo que define su experiencia de

Horizon: Zero Dawn, “Marker’s End”. J.M. van der Laan, op. cit., p. 456. 5 Horizon: Zero Dawn, “To Curse the Darkness”. 6 Ídem. 7 Horizon: Zero Dawn. “Terror of the Sun”. 8 J.M. van der Laan, op. cit., p. 454.

máxima alegría”.9 En lugar de liberar a su gente de la ignorancia, Sylens, esperando ser recompensado, sigue los deseos de su amo. Crea un ejército manipulando a los inconformes de una guerra civil y fundando una ciudad estado feudal en cuyo coliseo se sacrifican a los prisioneros de guerra. Así, se vuelve responsable de la pérdida de millares de vidas inocentes. Al haber tenido la opción de iniciar una nueva era, Renacimiento e Ilustración simultáneos, decide no compartir los conocimientos que obtiene. Su curiosidad se convierte en ambición. Y como cualquier ambición, no conoce saciedad. Sylens pone a la humanidad en riesgo nuevamente una vez que Aloy derrota a Hades al capturarlo en lugar de eliminarlo. “Para hacerse moral, la persona debe otorgar o limitar algo de sí mismo [en una relación con los demás], pero eso es precisamente lo que Fausto, como un ser dividido, no puede hacer”,10 y Sylens tampoco. Un nuevo apocalipsis es un riesgo menor ante la única fuente restante del conocimiento de la civilización del siglo xxi, creadora de dioses, de la fauna robótica que lo rodea, de la tecnología que usa: “la expresión de poder máximo, el poder de la deidad, el poder de crear su propio mundo como el Dios judeocristiano en la versión del Génesis”.11 La pregunta sobre qué valor tiene realmente el conocimiento que Horizon genera ciertamente es muy similar a la que genera Fausto, ya que la cercanía de ambos personajes es indudable. Cualquiera que haya interactuado con el ambicioso antropólogo y chamán de Horizon. Zero Dawn tiene una opinión de él no muy lejana a la que Van der Laan tiene de su propio objeto de estudio: “un [...] réprobo totalmente cruel y un depredador pernicioso, alguien del que incluso se podría decir que es un sujeto ‘malvado’ [...] que opera dentro de un vacío moral”.12

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Ídem. Ibid , p. 457. 11 Ibid., p. 460. 12 Ibid., p. 452. 9

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Era uno de los calurosos del mes de julio antes y después del Hubble | 59 Jesús Vicente García


i La ciudad está calurosa y tiene rostro de lluvia. Mitad del año. Julio es de cambios y de decisiones. En el Quijote, el manchego comienza su aventura en ese mes: “Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo”. a Todo comenzó por una invitación para unirse a Facebook, con su logotipo azul y la leyenda en que si aceptas somos amigos, en la cual el término amistad se sacude de toda la teoría de lo profundo sentimental y lo reduce a darle un click a acepto la invitación y con ello la amistad nacía. En el ciberespacio, la amistad es más fácil que en la vida real, sin esas pruebas de honestidad o de sinceridad que siempre han quedado en el abstracto, pero que en esa red social, un me gusta es señal de amistad. ii Día de elecciones en el país. Una semana antes, Basilio leyó la columna de Héctor de Mauleón, quien dijo que leería las crónicas del día 2 de julio para saber qué decían del ambiente, de las calles, de la euforia y la tristeza de los perdedores y ganadores, si habría plantones en Reforma o en Insurgentes, si se tomaría la casa de campaña del partido que hiciera fraude, porque el perdedor de siempre, siempre decía que había fraude. Por eso, en la mañana, Basilio y Pamelo fueron a votar y acordaron verse en la noche para caminar por las calles del centro de la Ciudad de México, ver y sentir lo que la gente hace y deshace. Basilio en su casa. El otro en su trabajo. Yo, la narradora, la mujer alta que conoció a Pamelo en el metro, ha decidido contar este momento, porque ambos están pensativos después de esa jornada en que aún ni acababan de contar los votos y ya había un

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había ganado la presidencia Felipe Calderón Hinojosa. El Peje gritaba fraude. Vinieron los plantones en Reforma que no se vieron en féis, porque éste aún no existía.

iii El calor de julio mañanero convirtió a Basilio en un hombre en su jugo. Mezclilla y camisa roja, boina gris, tenis rojos. Basilio votó y se fue con su mamá Vera a desayunar al mercado popular de la colonia Álamos. Vieron el partido de futbol del mundial. Y en la tarde, los resultados no favorecieron a aquellos por quienes habían votado. La historia de Pamelo no varió mucho. En la tarde, en el periódico, el director les regaló tacos a sus trabajadores.

Ilustraciones de Beatrix G. de Velasco

ganador. En México sucede eso y más. Si se tardan en dar resultados, es fraude; si lo hacen rápido igual, pero esta ocasión nadie habló de un fraude en las presidenciales ni aseguró que se impugnaría o si habría alboroto en las calles y en los medios, en las redes y en las subredes. b Se subían fotos poco a poco. La del perfil comenzó, para la generación X, con desconfianza por aquello de los asaltos y secuestros; para la generación de los milenios, sin pudor subían fotos de sus viajes, dónde comen, con quiénes estudian, de su auto, de su casa; comenzaba la ventana de hacer público lo privado. Basilio, a sus veintiún años, subió al féis la foto que se tomó en la universidad cuando estudiaba letras. Un año antes

c Ahora en el féis se hacían ya álbumes de fotos. Claro, se llenaba un perfil de cómo te llamas, qué te gusta, qué tipo de relación sentimental tienes, dónde estudias y trabajas, qué te gusta de música, de películas, tu mejor grupo y actor, tus gustos geográficos; todo lo que antes de la era ciber se hacía en un cuaderno y se le llamaba chismógrafo. Basilio visitaba el féis para pasar el tiempo y la congoja, porque había perdido a su novia la grandota, a causa de salir con Yadira, la chaparrita y delgada. Además, estaba en la tesis, que sin la ayuda de Pamelo, se le hubiese complicado. Hubo una crisis económica en el país a causa de las hipotecas en Estados Unidos y todo, aquí, vía féis, se lo achacaron a Felipe Calderón, incluso su lucha contra el narcotráfico fue calificada como si fuese personal y hay que agregarle que alguien de un partido de izquierda dijo que el presidente era un borracho, sin aportar una sola prueba. iv Yo, como narradora omnisciente, aunque también soy personaje, tengo el don de estar en todos lados y puedo

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meterme en el pensamiento de ambos y atravesar las paredes como la mirada de Supermán, con esa ubicuidad que se me permite; por ello, puedo afirmar que Pamelo vistió de camisa rosa y tenis ídem; vio en la explanada de la estación Lázaro Cárdenas que cerraron la avenida principal y el Eje 3, la gente pasaba caminando sobre el Eje Central con pancartas de cuyo partido no quiere acordarse. Bajo ese sol de julio, se introdujo al metro y siguió leyendo el Quijote, capítulo 6, el escrutinio de la biblioteca del manchego y que los teóricos lo conocen como el de la crítica literaria, queman y salvan libros. Pensaba que así sería, unos se salvarían, otros no, y habría que volver a empezar políticamente hablando. Salió del metro Juárez y caminó en la calle de Balderas, una ruta que durante años ha utilizado. Pamelo es un ciudadano más que vota y paga impuestos, no anda viendo cómo no pagar renta o cómo no afrontar sus obligaciones, como los hijos, la comida, el techo, el gas, los útiles de escuela o el agua; él trabaja para ganar dinero y cubrir esas necesidades; otros ciudadanos viven de becas que dan los partidos políticos, y el partido que ganó así generó su victoria, amén del odio que logró implantar en el ciudadano joven, en los famosos milenials y una generación anterior, no a la generación X. Ganaron los de la bandera de la izquierda. Como diría Pleberio, el padre de Melibea: “¿Por qué me dejaste triste y solo en este valle de lágrimas? Ah, mi gozo en el pozo”. d Nacieron los memes. Basilio hizo algunos porque un profesor del área de Comunicación les pidió hacer memes políticos y de desamor. El meme es el método de descontextualizar una fotografía o dibujo para cambiarle el sentido con la leyenda que se desee; igual los hay para dar buenas noticias, los buenos días, tardes y noches, para subir una frase de amor o de amistad, y que también se descontextualiza o se le atribuyen las frases a alguien que en su vida diría eso ni borracho, como actores norteamericanos o mexicanos. Se comenzaba a mentir con cierta ingenuidad o, digamos, con poca malicia. En un país europeo, las redes sociales convocaron a una manifestación gigantesca para derrocar a un presidente, para repudiarlo.

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v En la noche, después de las ocho de la noche, Basilio estaba en la esquina de Juárez e Iturbide, justo en la glorieta del El Caballito, frente a la Puerta 1808, de Manuel Felguérez. Se ven sin decir palabra. El abrazo. Los puedo ver caminando con los brazos en los costados, alguna mano en la bolsa del pantalón. A su izquierda, sobre Juárez, los cláxones dictaban su tatatá, tatatá. Basilio empieza a hablar. Dice que en el año dos mil tenía trece años de edad. ¿Y eso qué?, cuestiona Pamelo. Que ocho años después, en 2008, cuando se inventó el féis, yo tenía veintiún años, responde el licenciado Basilio. Y no se decían tantas mentiras, había como un halo de bondad, de gusto por comunicarte con el otro. Pamelo cree entender ese comentario. Hablan poco. Todo Juárez hay autos con el cláxon en todo lo alto y la bandera del partido político ganador. Caminaron hacia el Eje Central, luego se dirigieron al sur y los autos poco a poco fueron silenciándose. e En las elecciones del 2012, ganó Peña Nieto y se habló de fraude una vez más, y se hicieron marchas y se llevaron animales de granja, junto con credenciales de tiendas comerciales, como pruebas de un fraude. Desde antes, todo lo que dijera el presidente era malo y tonto, y más cuando Peña no pudo decir tres libros que hubiese leído, entonces se decía que era un verdadero idiota, se hizo un intento de movimiento estudiantil llamado 132 que terminó vendiéndose a Televisa, la empresa que dirige la mafia del poder. Todo lo que tocara la derecha era parte de una conspiración de la mafia del poder, no había otra respuesta. Un hervidero de odio. De la noche a la mañana, en el féis comenzó a correr la historia del PRI en memes, videos y documentales, en los cuales dicho partido era peor que Ginés de Pasamonte, al cual don Quijote le dio libertad y terminó traicionándolo. vi Han pasado meses. Es septiembre y Pamelo, a diferencia de lo que pensaba Basilio, no ve la euforia de la gente porque sacaron al pri de los Pinos y entrará otro partido que ganó la mayoría en las cámaras, es decir, no


hay con qué hacer la democracia, porque hay poca diversidad política. Basilio decía que la gente se alocó y votó con las tripas y no con la conciencia, pero que había euforia en las redes por los ganadores. Será porque ambos tienen contactos distintos. El féis permite eso, hacer grupos afines, por ello, en el de Pamelo no hay la afinidad que Basilio sí tiene con su generación que dice que les tocó sacar al partido en el poder. Se van a caminar un rato por las calles antes de que Pamelo entre a trabajar. Pamelo hizo sus ahorritos y decidió comprar un auto. El licenciado Valdés le dijo que él le hubiera vendido el suyo, a lo que Pamelo agradeció, pero él quería uno del año. “Es tiempo de lo nuevo y no quiero lo usado”. Frase con metáfora o con connotación. No lo sabe Basilio. f En el féis, la mentira corrió como fuego, como celos, como río. Por un lado, se podía poner alguna noticia o foto con “me gusta”, “me encanta”, “me asombra”, “me entristece” o “me enoja”. Y si la novia no le ponía a uno “me encanta”, pero si en otra notificación salían los celos, claro, cómo no, y Basilio tuvo ese problema con una novia que sabía mucho de literatura griega, que él se sintió algo cohibido y al mismo tiempo la admiraba. Vinieron los trolleos, que es la repetición de las noticias falsas; ya era un diluvio de información en el féis y los cibernautas la leían sin reflexionar. Los buenos y los malos se confundían. Nacían los moralistas que hicieron trizas a quienes hacían un chiste de humor negro, cuando aquí ese humor era lo más común. Chiste de 1985, recogido por Pamelo y contado por esta narradora alta: Si en San Juanico se pone bien caliente la cosa, en el Distrito Federal son bien movidos. Otro: A partir de este terremoto hay que dormir con un hueso en la cabeza para que si viene otro, te encuentren más rápido los perros de rescate. Y todo comenzó en julio, porque es el mes de los cambios; el gran texto que originó la novela moderna así lo ha señalado.

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Borderlands

La polĂ­tica migratoria y el reclutamiento de migrantes Virginia Negro

FotografĂ­a: Venancio Junior Reyes Pacheco

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La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México y Estados Unidos responde a propósitos de propaganda y domina los imprudentes perfiles del presidente de los Estados Unidos. Detrás esto se esconde una historia discordante donde la política y la economía abordan el tema migratorio de forma diferente, donde las personas migrantes resultan actores necesarios para satisfacer una necesidad de mano de obra. Hace tiempo que la política moderna ha perdido su calidad de ciencia deliberativa para someterse a la economía; es, según este teorema, que se forman las políticas migratorias actuales, cuyas raíces se remontan a 1942 con el Programa Bracero. Este último era un acuerdo binacional que patrocinó el cruce legal y temporal de aproximadamente 4.5 millones de trabajadores agrícolas de México a Estados Unidos. Cuando murió en 1964, bajo la presidencia de Kennedy, los inmigrantes fueron expulsados de los Estados Unidos. Hoy no existe ningún acuerdo binacional y en su lugar se ha creado un sistema de visas de trabajo temporal (visas H) divididas en numerosas categorías, donde dominan los permisos específicos para los trabajadores agrícolas. Si se observa de cerca el sistema de visas de los Estados Unidos, el límite entre la legalidad y la ilegalidad se desvanece por un control insuficiente de la calidad del trabajo y un monitoreo exiguo sobre el cumplimiento de las normas contractuales. Según la ong Polaris, gracias a un estudio basado en datos de la línea nacional contra la trata de personas recogidos de 2015 a 2017, se identificaron alrededor de ochocientas víctimas de

trata que estaban en los Estados Unidos con una visa de trabajo temporal. El proceso de reclutamiento es un sistema altamente fragmentado que genera cadenas de negociación que hacen imposible rastrear a los responsables del fraude. Poco publicitado, el presupuesto aprobado por el Congreso en marzo pasado para financiar el número de visas temporales disponibles para el año duplica el número de trabajadores extranjeros temporales. El discurso xenófobo en el que Trump ha basado su campaña electoral eclipsa la realidad de este programa, que cada año atrae a miles de migrantes a los Estados Unidos. Esta categoría de trabajadores migrantes se enfrenta a condiciones inciertas e inseguras, como evidencian numerosas ong que denuncian la explotación del trabajo y otros abusos como la discriminación, el fraude y la trata de personas. Los trabajadores a menudo pagan altas tarifas a los reclutadores con la esperanza de obtener un permiso de trabajo temporal en los Estados Unidos que los une a un solo empleador y son fácilmente susceptibles a los despidos. “La Organización Internacional del Trabajo, muchos investigadores universitarios, sindicatos internacionales y las mismas agencias del North American Agreement on Labor Cooperation, que es el acuerdo que regula las relaciones laborales en el contexto del Tratado de Libre Comercio, indican la inobservancia grave de los derechos sindicales y humanos de las personas trabajadoras mexicanas”, señala Paolo Marinaro, investigador italiano afiliado a la Universidad Nacional

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Autónoma de México y al Centro de Estudios de México y Estados Unidos en la Universidad de California. “Frente a la expedición anual de 214 000 visados temporales, el hecho de que sólo cinco agencias de este año hayan sido registradas por el Servicio Nacional de Empleo es preocupante”, dice Axel García, director ejecutivo en México de la agencia de colocación binacional sin fines de lucro cierto Global, que pretende ser una alternativa sostenible y transparente. “Nosotros en cierto 1 somos la única agencia registrada sin fines de lucro que nos dedicamos a identificar personas jornaleras para trabajar temporalmente en ranchos de Estados Unidos. Nuestra red se apoya en iglesias, organizaciones de derechos humanos, movimientos sociales o activistas con sede en el territorio. Además, estas terceras partes independientes evalúan nuestra labor mediante un cuestionario que se realiza a cada una de las personas, tanto al principio como al final del contrato, para verificar las condiciones de trabajo y, si es necesario, elaborar recomendaciones o buscar alternativas de solución de conflictos en problemáticas que pueden identificar en el rancho. Tratamos de estar presentes y con todos los actores de la cadena de producción, también involucramos a los supermercados, por ejemplo, la cadena costco, que está interesada en tener una cadena productiva libre de fraude, engaños y trata, para sensibilizarlos sobre el tema de la producción de comercio justo: es cierto que los costos son más altos, pero los consumidores, si están informados, están dispuestos a pagarlos”. Si México lucha por garantizar los derechos de sus trabajadores en el exterior, ¿cómo se comporta con los extranjeros llamados a trabajar en sus fincas de café y caña de azúcar, sobre todo en la zona de la frontera sur? En 2006, México decidió regular las agencias de empleo al exigir que todas, incluidas las que contratan para otros países, estuvieran registradas. El modelo regula también la política de migración mexicana hacia los vecinos centroamericanos y se caracteriza por ser

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Al 8 de noviembre de 2017.

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dependiente de la de Estados Unidos. El conflicto entre el orden económico y la democracia ética se repite en México. El 7 de julio de 2014, Enrique Peña Nieto anunció el Programa Frontera Sur con un discurso de protección humanitaria hacia las personas migrantes en tránsito por México. En realidad, el programa forma parte del Plan Mérida, que se centra en la seguridad y, por tanto, en la contención de los flujos migratorios. Entre los que conocen más la realidad de la población migrante en este territorio están los defensores de los derechos de los migrantes como Diego Lorente, del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de Córdoba, con sede en Tapachula, Chiapas. “El plan de Frontera Sur no es más que una estrategia de militarización de la frontera que no ha llevado a una disminución en el flujo, más bien a un deterioro de las condiciones de vida de las personas migrantes. Estamos presenciando un aumento en las detenciones de los jornaleros, personas que habitualmente trabajan en la zona fronteriza, que son tratados como migrantes irregulares y encarcelados en estaciones migratorias, por ejemplo”. Martha Rojas, socióloga con un profundo conocimiento de esta región, explica: “Si las políticas no se flexibilizan la consecuencia inevitable es la irregularidad. Además, los funcionarios del Instituto de Migración necesitan mayor capacitación porque al día de hoy mantienen un trato discriminatorio y a menudo orientan erróneamente a las personas; otro problema son las tipologías existentes de visados que no preservan los derechos de las personas migrantes: no es raro que quien trabaja en la misma finca desde hace treinta años todavía requiere una visa de trabajador fronterizo, borrando todo su historial laboral. Las personas migrantes se ven obligadas a buscar ayuda en figuras informales como coyotes u otros intermediarios exponiéndose así al peligro de posibles fraudes”. Tampoco en el caso del flujo migratorio centroamericano hacia México se han establecido acuerdos interregionales, abriendo la puerta a la informalidad. Para los guatemaltecos y beliceños existe la Tarjeta de Visitante Regional, que ofrece entrada múltiple y salida a los estados de la frontera sur: Campeche, Chiapas,


Tabasco y Quintana Roo, con una estancia máxima de siete días. Para trabajar con regularidad, existe la Tarjeta de Trabajador Fronterizo, con validez anual. En este contexto hay un sistema de intermediarios, incluso menos regulado que el que existe entre México y Estados Unidos. Para actuar como intermediarios existen diferentes tipos de agentes: agencias estatales, sindicatos, asociaciones de productores e intermediarios privados. Los intermediarios tradicionales son comúnmente llamados enganchadores, y la mayoría de las veces los acuerdos con la persona migrante son totalmente informales. De acuerdo con Martha Rojas, la migración en la frontera sur procede sobre todo de Guatemala y se caracteriza como una migración de subsistencia que no utiliza el canal de reclutamiento de la agencia como sucede en otras partes del país; aquí es que existe, y está tipificado por la ley la figura del contratista, que recluta directamente en trabajadores de la comunidad y que por ley debe ser necesariamente de origen guatemalteco. La categoría económica parece ser la única lógica detrás de la política de migración, el comportamiento ético y pensamiento alternativo al calculador son desconocidos. La historia de Olivia Guzmán, nacida en Topolobampo, un puerto en el municipio de Ahome en el estado de la costa del Pacífico de Sinaloa, México, tiene otro sentido. Hace veinte años, por primera vez, dejó su aldea en el golfo de California para ir a trabajar en la industria pesquera de Luisiana. Hoy en día es defensora de los derechos de los trabajadores migrantes y forma parte de la Coalición de Trabajadores y Trabajadoras Migrantes Temporales Sinaloenses formada en 2013 con la ayuda de Prodesc, ong que en 2012 comenzó a monitorear las condiciones de trabajo de los migrantes en Estados Unidos. “Ya había muchos problemas, especialmente en el sistema de contratación. Fraude y costes injustificados estaban a la orden del día, había incluso reclutadores que extorsionaban a trabajadores prometiéndoles una visa y luego dejándoles en deuda y sin ningún tipo de permiso”, dice Olivia. “El problema no ha sido resuelto, por el contrario, ha empeorado. El cobro indebido se ha convertido en una

práctica habitual entre los reclutadores: no importa si estás en la lista desde hace años, en el último momento aparece alguien que puede pagar un poco más y de repente te encuentras sin trabajo”. Olivia cuenta de su pasado como reclutadora, “lo hice por muchos años sin recibir ningún tipo de remuneración, la gente simplemente venía para establecer un contacto con el propietario”. Topolobampo es un pulmón de trabajadores de la industria agrícola y pesquera de Luisiana, con cientos de mexicanos empleados en las industrias del café, la caña de azúcar y la sepia. Hace un par de décadas, las primeras empresas estadounidenses implantaron las granjas de jaiba cerca del puerto, utilizando mano de obra local. “Más y más empresas empezaron a contratar personal a través del programa de visas temporales; las agencias de reclutamiento se han multiplicado, así como los reclutadores individuales que aprovechan las necesidades de las personas exigiendo una cuota para ingresar a la lista y asegurar un trabajo”. Los trabajadores a menudo no quieren denunciar los abusos de los que son víctimas por temor a perder sus empleos y entrar en la temida lista negra. “Estaba cansada del acoso, así que comencé a organizar reuniones semanales en mi casa, aquí, en Topolobampo”. En un país como México, donde muchos sindicatos son “charros”, es decir, controlados por los propios empresarios a expensas de los trabajadores, la operación de Olivia resulta particularmente difícil. “No fue fácil: los reclutadores patrullaban la casa. Un día, incluso dispararon contra mi ventana. Rompí relaciones familiares: mis nueve hermanos trabajan con visa temporal. Gracias a Dios que no han sufrido represalias de los patrones, pero nadie me ha apoyado. Durante casi un año no salí de la casa; mis parientes fueron los primeros en acusarme de poner en riesgo su trabajo. Los entiendo. Mi esposo perdió su trabajo el año pasado porque fue considerado un sedicioso”. A pesar de todo, Olivia está cosechando sus frutos: “Mis tres hijos se graduaron y trabajan aquí en México. Están orgullosos de mí y de lo que hago, y continuaré haciéndolo mientras Dios lo permita”, concluye resueltamente.

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intervenciones Mateo Pizarro

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Agenda de la agonía:

Bernard Pozier y la intimidad del llanto Moisés Elías Fuentes

Editor, traductor, poeta, Bernard Pozier (Canadá, 1955) ha sostenido un fructífero diálogo con la poesía mexicana, a la que difunde desde hace más de veinte años en su natal Quebec mediante ediciones bilingües bajo el sello de Écrits des Forges, casa editorial de la que es director literario. Dos centenas de libros dan fe de la vitalidad y la validez de esta conversación entre la poesía quebequense y la mexicana. Como poeta, Pozier ha sabido escuchar las voces íntimas de la vida cotidiana, que lo mismo adivina en un partido de hockey sobre hielo que ante un paisaje en México, en el descubrimiento de la ciudad que habitamos que en la simple percepción de un instante. Esta intimación con lo cotidiano se inicia, claro está, al intimar con nuestro yo, algo que exige reconocernos en nuestras cualidades y voluntades, en nuestros vicios y miedos. Es de tal intimación con el yo que emerge Agenda de la agonía, poemario en que el autor testimonia el nadir de Louise Blouin, su compañera de vida, minada por una enfermedad terminal. Con frecuencia, ya no es cuestión de más sangre, sino del tiempo que corre por tus venas. Y hablas de tu muerte con una tristeza serena.

Lo primero que llama la atención en Agenda de la agonía es la presencia de Louise Blouin, a quien vemos ir y venir por los poemas; la advertimos viva hasta el último instante. A diferencia de otros libros dedicados a seres amados ya fallecidos, en Agenda de la agonía Louise Blouin no es la amada sin personalidad del poeta, sino que es ella, amante, activa, que se muestra de cuerpo y espíritu enteros, por lo que el dolor de su pérdida es de ambos, de Louise y de Bernard. Pozier devela la muerte de Louise en tres tiempos: agonía, fallecimiento y ausencia. Estos tres tiempos quedan claramente definidos porque expresan de manera distinta la emergencia del dolor: rebelión, desolación y orfandad. Debido a este adentramiento en las fases de la muerte que Bernard Pozier consigue la concordancia de sus dos voces, la del poeta y la del hombre de la vida diaria. Dos voces que lloran un solo llanto:

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desde la primera hasta la última frase es el aire que poco a poco se escapa como los segundos sobre el hilo de las agujas en el tiempo de la carne gratuitamente despreciada

Con notable dominio técnico, Pozier combina en Agenda de la agonía poemas en prosa y en verso y tres tipos de letras: redondas, negritas y cursivas. La combinación parece arbitraria hasta que advertimos, en el transcurso de la lectura, que mientras los poemas en prosa colindan con el diario y a ratos incluso con el epistolario, los poemas en verso, en general delgados, hechos de versos de una sola palabra, con letras cursivas, rememoran el llanto, pero no el resonante de los primeros días, sino el de lágrimas imprevistas y sordas, que irrumpe cuando dimensionamos los alcances de la soledad. Y he aquí otro acierto discursivo de Pozier, toda vez que, en el sentido estricto de la palabra, comunica su desolación, quiero decir, la comparte con la comunidad. La desolación, así, es singular (sólo del poeta), pero también comunitaria (la percibimos y la vivimos nosotros). De este modo, la ausencia de Louise es una experiencia común: Tiendo los brazos, es el vacío que abrazo. Ni mis palabras, ni mis manos te volverán a tocar a partir de ahora. Escribo incluso estas pobres frases para nada, como para nadie. Ni tus palabras, ni tus manos… ni tu meñique en la palma de mi mano a través de mi línea del corazón.

Valiéndose de las líneas en negritas, el poeta enfatiza cuestiones comunes que se vuelven axiales a la hora de la muerte: palabras, manos, un paseo, una lectura. El mundo interior se cimienta en cosas que aparentan nimiedad, cuando en realidad nos desbordan. Zaherido por la inevitable muerte de su mujer, el poeta quebequense comprende que esas cuestiones nimias son imprescindibles para la reconstrucción de su yo íntimo: hacer todo sin esperanza de tiempo completo para que algunos instantes se asemejen aún un poco a la vida al amor al aquí

Con habilidad de estilo, Pozier echa mano de antítesis que nos dejan observar las contradicciones del hombre que, ante la pérdida de su compañera, se muestra jaloneado por la tentación de la derrota y por la fidelidad a la vida, que es, en este caso, fidelidad a la mujer con la que se han compartido treinta años llenos de creatividad y de sentimientos vitales.

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Agenda de la agonía (Agonique agenda) Bernard Pozier Traducción del francés de Bernardo Ruiz, revisión de Ana Cristina Zúñiga y el autor México, uam, 2017, 153 pp.

Por otra parte, el poeta también recurre a la aliteración, que dinamiza el discurso y le confiere gran plasticidad rítmica,1 por lo que Agenda de la agonía es la expresión de un duelo, sí, pero también es palabra poética: Aprés un moment, je repars lentement. Seule mon ombre maintenant m’est inseparable (Tras un momento, parto lentamente. Sólo mi sombra, desde ahora, me es inseparable)

Es por demás curioso que Pozier recurre más a imágenes que a metáforas en el libro. En lo particular, tengo para mí que dicha preferencia responde al hecho de que Agenda de la agonía quiere dejar evidencia palpable de pensamientos, gestos,

sueños, actos, que no pueden desvanecerse con el llanto del autor. Así, los refleja en imágenes espontáneas y emotivas, que son el gran homenaje a la vida de Louise Blouin, quien, sin lugar a dudas, debió amar la poesía tanto como amó al poeta: la mano de los ángeles existe incluso sobre la tierra que no será sino la sombra del cielo cuando las nubes se llevan todo más allá de los horizontes donde oscila toda luz en la explosión de los colores del ocaso existen las alas guardianas ocasionalmente pueden ellas pasar silenciosas sudario de satín

Cabe aquí destacar la traducción acometida por el poeta Bernardo Ruiz, por demás cuidada y dúctil, que nos permite atisbar cómo es la plasticidad de los poemas en su idioma original.

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Ira Franco y Paulette Jonguitud:

dos lecciones de armonía Nora de la Cruz

La novela es, como sabemos, el género más favorecido por las editoriales. Es difícil saber cuántas se publican al año (o al mes), pero en cualquier mesa de novedades resulta evidente su predominio. Sin embargo, en este mar de opciones la calidad puede ser muy desigual. Por ello, el hallazgo de obras sólidas, conmovedoras e inteligentes es un deslumbramiento que vale la pena compartir. Entre mis lecturas preferidas de este año se encuentran dos novelas de autoras jóvenes que consiguen relatos a los que poco se les puede reprochar valiéndose básicamente de un talento sutil: el de mantener el balance por medio de la contención. La reina está muerta, de Ira Franco Publicada por la editorial Paraíso Perdido, ubicada en Guadalajara, La reina está muerta se trata de una novela discontinua, escrita en viñetas breves y agridulces. La historia es contada en primera persona por la protagonista, alrededor de dos episodios y sus consecuencias: el accidente fatal de los padres de la protagonista (la agonía de la madre en particular) y la búsqueda que hace, quince años después, de Don McLean, el compositor de “American pie”. Aunque ambos eventos están lejos de ser comunes, el tono con que se abordan es ligero, desenfadado, más emotivo en lo relacionado con el pasado, incluso con cierto lirismo en algunos momentos, porque en realidad la materia prima de la historia es la memoria y la interpretación que vamos haciendo de la vida, una tan personal que a veces parece incomunicable. Se diría que es, pues, una novela hecha de viñetas breves, casi autónomas, bien calibradas en intensidad. El gran acierto de este relato es, precisamente, que aunque podría ser tentador cargarse hacia el sentimentalismo, a riesgo de ser incluso cursi, el tono nunca se recarga, nos muestra detalles sencillos y concretos que producen una empatía inmediata. La narración es ágil y construida con sensaciones que se expresan en segmentos breves y oraciones sencillas. Además, la voz de la protagonista sí es

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acorde a cada edad, sin sonar afectada o artificial; otro acierto del tono, nada sencillo de lograr. Las anécdotas tienen un buen equilibrio entre lo original y aquello con lo que podemos identificarnos, así que la novela se vuelve entrañable muy rápidamente. Por otra parte, la protagonista femenina es inusual para una novela de crecimiento, en varios sentidos: no existe una gran revelación, no hay un maestro en sentido estricto. Lo más cercano a una guía es la hermana mayor, y lo más próximo a la revelación son las intuiciones que van construyendo por acumulación una manera de ver el mundo. Totalmente refrescante es, por otro lado, que dicha visión sea propia, desligada de la mirada de los mayores, y particularmente de la mirada masculina. Pareciera que la protagonista está a solas en el mundo con la música, o mejor dicho con su capacidad para sumergirse en ella, porque Ira Franco salva también el obstáculo del exceso de repertorio o referencias. Aunque no puede negarse que La reina está muerta presenta intereses comunes a los escritores mexicanos contemporáneos (el fin de la infancia, el fracaso de la utopía comunista), su originalidad radica en estar construida por acumulación, con pincelazos impresionistas, sin la tentación de pontificar que se encuentra a veces en las novelas recientes. Además, ni el accidente, ni la muerte, ni la figura misma de la madre aparecen magnificadas ni romantizadas. Y aunque el tema pudiera sonar juvenil, incluso cliché, tiene muchos matices e incluso momentos muy crudos. Me hizo pensar en Los días más felices, libro de Rodrigo Hasbún, que es mucho más acerca de la imposibilidad de estar verdaderamente cerca de los otros que sobre la adolescencia, aunque desde fuera pareciera lo contrario. En su estudio sobre la memoria, Ira Franco salva bien la trampa del patetismo con el vigor del lenguaje, a veces a un paso de desbordarse en sus licencias creativas, pero en general sencillo, directo y bien equilibrado. El resultado es una novela agridulce cuyo ritmo mantiene el interés del lector, con una sinceridad y una frescura que la vuelven memorable.

Algunas margaritas y sus fantasmas, de Paulette Jonguitud La segunda novela de Paulette Jonguitud es un sofisticado relato dividido en tres partes, con dos hilos narrativos reconocibles (al menos en principio): el de una anciana madre que quiere casar post mortem a su hijo mayor, y el de Óscar, fotógrafa cuya gemela murió a causa del cáncer. El primer hilo, que daría para una novela extraña y siniestra, de un modo inteligente intenta y consigue enraizarse en la realidad actual de México, con su violencia feminicida, al tiempo que observa temas que ya le interesaban a Jonguitud: la descomposición del cuerpo, el envejecimiento y la maternidad, particularmente. Esta combinación de intereses propios con elementos actuales parece arriesgada, pero se aleja del oportunismo gracias a la refinada capacidad de selección de elementos narrativos que la autora realiza, y a la contención del lenguaje, que impide que los temas y los recursos salgan de proporción. Como ocurre con la novela previamente comentada, las anécdotas que propone Jonguitud podrían convertirse en tramas pirotécnicas, pero lo contenido y preciso del lenguaje mantienen el balance, sin por ello perder la emotividad o el lirismo. El tono está bien modulado y le da unidad al material narrativo. Un gran rasgo de inteligencia en esta obra es la construcción misma del terror. Retomando la tradición del género, tiene que ver con los estados límite de la mente o el cuerpo. La historia macabra no es sino la de la demencia senil de la madre, y la de la enfermedad de la gemela. Sin embargo, la ambigüedad fantástica está notablemente bien lograda: ¿el hermano mayor es un fantasma o una alucinación? ¿Alguien cuyo cuerpo es a todas luces deforme es un ser humano o un monstruo? En sintonía con los temas de la narrativa femenina reciente, la relación entre madre e hijo, con su crueldad velada, está bien construida. Al final de la primera parte, la madre y Óscar se encuentran en el cementerio, vinculando ambas tramas: un planteamiento aristotélico perfecto.

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Algunas margaritas y sus fantasmas Paulette Jonguitud México, Cabayo de Troya, 2017, 224 pp.

La reina está muerta Ira Franco Guadalajara, Paraíso Perdido, 2018, 120 pp.

Particularmente notable es la segunda sección del libro, que se enfoca en Óscar y su estancia en una residencia creativa como parte del duelo por su hermana. Todo empieza con lo inmediato del dolor, pero pronto incorpora temas un poco más abstractos, como la fotografía y su conceptualización artística. La trama inicial pasa a un segundo plano para introducir el personaje de Joseph (“un hombre que lleva más de un siglo muerto”). El segmento, que bien podría ser una noveleta autónoma, no es sino una elaboración de la historia del “Hombre elefante”. Es en este punto donde la novela de Jonguitud se convierte de maneras sutiles y logradas en una auténtica historia de monstruos y fantasmas, pero consigue mantener el horror dirigido hacia la observación de la realidad al vincular los intereses de la autora con el clima de violencia actual en México. No se puede negar que Algunas margaritas y sus fantasmas está brillantemente construida y pulcramente escrita, y que pese a su complejidad es atractiva y accesible. El sello Caballo de Troya no ha decepcionado en su compromiso de ofrecer propuestas de calidad, que salgan del canon comercial. Algunas margaritas y sus fantasmas es una novela notable, que merece mucha más atención de la que ha recibido.

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El infierno es una tierra fría

En tierras bajas, de Herta Müller Adán Medellín

En tierras bajas fue el primer libro publicado de Herta Müller (Nitzkydorf, 1953), escritora rumana en lengua alemana ganadora del Premio Nobel de Literatura 2009. El volumen se adentra en la intimidad de una aldea de lengua y cultura alemanas —los suabos del Danubio— mediante el recuento de la vida familiar y de los habitantes de un espacio rural anónimo donde aún se sienten las consecuencias de la derrota y la caída del régimen nazi. Narrado desde la voz de un niña y concebido en una serie de relatos breves —excepto por el que da título a todo el volumen, una suerte de novela corta que reúne fragmentos de base autobiográfica, recuerdos líricos y brutales, flujos de imágenes, descripciones naturalistas y atmósferas emotivas—, las tierras de Müller son un sitio donde conviven los funerales y las fiestas, las misas y las visitas al veterinario, las casas y el paisaje, para revelar la cerrada vida interior de personajes comunes, silenciosos y violentos que rodean a una pequeña que comienza a adquirir conciencia de la vida y las historias que ocurren a su alrededor. Mención especial merece el estilo de Herta Müller: poliédrico porque es escueto y brutal a ratos, pero también bañado de fantasía, imágenes poéticas, sueños y repeticiones como ritornelos que crean una música dura pero que podemos imaginar gracias a la lograda traducción de Juan José Solar. Si bien es cierto que el lenguaje onírico causa extrañeza o desconcierto en ciertos pasajes, pronto entramos a un flujo textual que reproduce la percepción fragmentada de una niña

que nombra desde el asombro, el cuestionamiento o la incomprensión de una vida lejana a cualquier idilio campirano. Müller relatará el abuso contra las mujeres, la superstición y la habladuría populares, pero especialmente la violencia y la crueldad que se ejercen como una conducta inmediata que no distingue entre niños, viejos, jóvenes ni animales. Sin otros códigos morales más que las referencias infantiles de una educación donde los golpes o el uso de la fuerza son cotidianos e irreflexivos, la niña de Müller trazará un mundo donde la existencia explota constantemente para generar flujos: la sangre, la leche, las lágrimas, el semen, la orina o el vómito que acompañan las estaciones y las vidas humanas. Mamá traía cada mediodía leche caliente a la cocina, leche caliente de vaca. Un día le pregunté si ella también se pondría triste si alguien me alejara de su lado y me matara. Fui a dar contra la puerta del armario y acabé con un chichón azul en la frente, el labio superior hinchado y una mancha morada en el brazo. Todo producto del bofetón. Mamá me dijo ya has berreado bastante. Y tuve que dejar de llorar en el acto y ponerme a hablar amistosamente con ella. Los hijos nunca deben guardarles rencor a sus padres, pues se merecen todo lo que éstos hacen con ellos. Tuve que reconocer en voz alta y espontáneamente que me había merecido aquel bofetón, y que era una lástima que a veces los golpes no dieran en el blanco. (80)

En estas tierras narrativas, las mujeres son violadas por sus maridos, los animales domésticos son torturados, los niños

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En tierras bajas Herta Müller Trad. Juan José Solar, Madrid, Siruela / DeBolsillo, 2016, 190 pp.

reciben palizas por hacer preguntas o tocar la cara de sus padres. Además, las instituciones se han petrificado en rutinas que se sostienen en mentiras que se acumulan y se pliegan para hacer avanzar las dinámicas cotidianas: la iglesia miente, los padres mienten, los abuelos mienten. La existencia se vive sin sobresaltos salvo por los berrinches o los ojos llorosos de las madres y las hijas, en un núcleo social marcado por el alcoholismo, la violencia intrafamiliar, la degradación corporal, la distancia generacional y los secretos de un régimen político que manifiesta su poder sutilmente en las colaboraciones, las traiciones y las heridas que exige de sus ciudadanos. Pero el libro de Müller es más que un compendio de violencias. Es, sobre todo, una lengua dúctil, de metáforas provocadoras, donde la poesía y la prosa a ratos anulan sus diferencias y la fuerza de los sueños y las imágenes supera la lógica secuencial de la razón para encadenar un engranaje narrativo, sumergiéndonos en una lírica del mundo que es tan bella como monstruosa, tan libre como enigmática, por momentos oscura, pero siempre crítica y sugerente. La pluma de Müller reconstruye la espera, la alegría, el miedo o el

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sentimiento de disolución vital en un arrobamiento infantil, pero nunca inocente. Me tumbé sobre la hierba alta y me dejé resbalar hacia la tierra. Esperaba que los grandes sauces vinieran hacia mí atravesando el río, que hundiesen en mí sus ramas y esparcieran sus hojas sobre mi cuerpo. Esperaba que dijeran: eres el pantano más bello del mundo, todos venimos a verte. También traemos a nuestras grandes y esbeltas aves acuáticas, que volarán y gritarán dentro de ti. Y tú no podrás llorar, pues los pantanos deben ser valientes y si te metes con nosotros, tendrás que aguantarlo todo.

Melancólica, inquisitiva, berrinchuda, estoica o incomprendida, la niña anónima de Müller yuxtapone las piezas de un universo onírico y brutal para narrarnos la dictadura rumana de Ceaucescu desde un lente microscópico, pero sobre todo para recordarnos que las violencias más influyentes son las que brotan de lo entrañable y lo inmediato. Sin concesiones ni romanticismos, pero lejos de toda inhumanidad tremendista, Müller escribe un libro intenso, brutal, complejo, poético que abre los cauces de una escritura donde no parece existir una frase sin resonancias.


Vivir con lo que queda Elisa Díaz Castelo

Dos preguntas atraviesan, como un río subterráneo, Alguien vivió aquí de Aurelia Cortés Peyron: ¿qué nos queda de lo perdido? y ¿cómo es posible habitar esa pérdida? Al centro del libro, cuatro poemas reflexionan en torno a la manifestación más concreta de la pérdida: la muerte. En ese sentido, en lugar de avanzar en línea recta, el poemario gira alrededor de estos poemas, se estructura en torno suyo como alrededor de un centro imantado. Ellos plantean todas las preocupaciones que Aurelia revisita y desarrolla desde otros ángulos en el resto del libro. La voz poética logra aterrizar una indagación metafísica en imágenes nítidas y metáforas a veces devastadoras. En su “Consideración no lucreciana” Aurelia Cortés Peyron nos dice: Me angustia la inexistencia porque antes fui reloj de sangre, agua revuelta y ciega contra la presa hasta que nada se opuso y rompió en llanto el torrente y el llanto duró poco.

Sin embargo, la muerte no es la única manifestación de lo transitorio en Alguien vivió aquí; Cortés Peyron se enfoca también y sobre todo en aquellas pérdidas cotidianas, todos esos simulacros de la muerte que son las mudanzas, las separaciones, el olvido. Se hace patente que la muerte es también aquella que vivimos a diario acaso sin saberlo, olvidando para siempre detalles de nosotros mismos, de los demás, abandonando rutinas, dejando de transitar ciertos recuerdos. Enfrentada al ejercicio cotidiano de esta pérdida, la voz poética se debate entre dos pulsiones contradictorias. Por un lado, desea aferrarse, rechaza el cambio y existe en un estado de permanente duelo. A veces con coraje, como en la siguiente cita:

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Me opongo a no existir camino en círculos y el círculo no es Dios y no encuentro su metáfora. Casi siempre con melancolía: qué acre exprimir la última luz, que agua bajo la piel, junto al pulmón, qué dolor subcutáneo en lo más suave, qué uña crecida hacia adentro perder cada segundo, una vez y luego para siempre, vacíos los minutos, para siempre huesos que se van drenando lentamente hasta rendirse;

En las antípodas de esta postura, la voz lírica a veces añora la fuerza destructiva del cambio, desdeña la permanencia, sufre casi una avaricia por dejar de existir. Dice la poeta en “Desde la ventana”: Quise la perdición de todo lo sólido frente al avance sonoro del agua.

Alguien vivió aquí logra concretar conceptos vastos, intimidantes, difíciles de abarcar, en símbolos que son a la vez manejables y evocativos. El agua, en esta cita y a lo largo del poemario, se convierte en una manifestación de lo transitorio. Y hay agua en cada poro de este libro, brota a borbotones, aflora en manantiales, ocupa las oquedades y fisuras entre los versos. Es lluvia, es niebla, es rocío sobre el césped, y se utiliza para simbolizar el cambio. Es más, es el agente mismo de la destrucción, pues la destrucción que preocupa a Cortés Peyron no es el arrasar hambriento de las llamas, ni el viento enardecido de huracanes. A la autora le interesa la violencia más tenue, gradual, pero también más irresoluble del agua: la lluvia es un incendio más lento, una nota sostenida

El agua, al insistir, se vuelve un elemento tan agresivo como los otros. Cuando está aliada al tiempo, es tan arrasadora como un incendio, tan sólida y rotunda como una piedra. Durante mi última lectura de Alguien vivió aquí, pensé varias veces, y sin razón aparente, en la segunda parte del

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título de Giorgio Manganelli Centuria, cien breves novelas río. Me di cuenta que el de Cortés Peyrón es, a su modo, un libro río. No me refiero únicamente a la reiterada temática del agua. Más bien, como en todo buen río, no es posible nadar en él dos veces. Cada vez que vuelvo a él los poemas son otros, se transforman, encuentro en ellos matices y ángulos nuevos. Quizá esta polisemia reside en su potencia lírica, en la proliferación de imágenes destiladas hasta su naturaleza simbólica. Por otro lado, la alianza de la autora con el agua, lo río de este libro río, existe también a nivel léxico. Al igual que el agua, el lenguaje de Cortés Peyron es infiltrante, insistente, flexible como un río, a veces amplio y abarcador como la niebla. Pero, sobre todo, como el agua, es fuerte en su delicadeza, poderoso en su fragilidad. El agua, símbolo incisivo e insistente de la destrucción, se contrapone a otro concepto simbólico recurrente: la solidez de lo arquitectónico. Quise aguaceros bíblicos que lavaran los edificios hasta vencerlos y traspasar sus almas porosas para dejarlos descansar al fin horizontales.

Pueblan las páginas de Alguien vivió aquí todo tipo de construcciones humanas: lo habitan parques, frontispicios, casas vacías, ciudades enteras entrevistas. Y también la arquitectura traducida a sombras del cráneo de su padre en una resonancia magnética. Leer Alguien vivió aquí es como entrar en una casa de donde alguien acaba de irse para siempre. En efecto, estas construcciones que lo habitan están siempre vacías, abandonadas y sus ruinas nos hablan de un pasado que ya no existe: la roca ha sido limada casi hasta el silencio por el agua. El lector funge como un arqueólogo que interpreta muros, umbrales, recovecos, aprende a habitar y hace suyo ese espacio erigido por la autora y del cual la autora ya, como lo explica la conjugación en pasado de su título, se ha mudado. Pues la palabra también es una construcción. Alguien vivió aquí instaura una convergencia metafórica entre estas construcciones humanas y el lenguaje mismo:


Aurelia Cortés Peyron, Alguien vivió aquí, Monterrey, Argonáutica/uanl, 2018, 446 pp.

Las palabras que dijiste ahora son lugares, casas siempre en construcción o esquinas vistas de reojo donde no dimos la vuelta. Tus palabras se revelan como un segundo paisaje.

El lenguaje es arquitectura, es lo que permanece del pasado, nos habla de él, podemos habitarlo. las palabras (…) son la fachada de una casa demolida

La arquitectura no es sólo un motivo recurrente; el libro mismo erige una construcción léxica. El título lo sugiere. Al declarar “alguien vivió aquí” dibuja una casa y luego la desaloja; lo mismo sucede con la palabra escrita, permanece más allá de la experiencia que la evocó. Levanta sus muros, construye sus quicios, abre sus ventanas. Nosotros habitamos sus espacios. Y luego nos vamos para siempre. Al pensar en

construcciones, en arquitecturas, el libro medita sobre su propia condición de ser una ruina hecha de palabras. Pues éstas, como nos dice Aurelia, son eso: fachada, restos, cascajo. El lenguaje de la autora tiene una lucidez escalofriante porque se mira a sí mismo y medita sobre su condición. Pero la fuerza de sus imágenes, su capacidad de conmover, nos hace recuperar la fe en que lo perdido, aunque sea un rato, como las huellas húmedas en el césped, permanece. ¿Cómo es posible habitar la pérdida? Me contesto: mediante la escritura. Y pienso en otra pregunta, una que la autora se hace a sí misma de forma recurrente en el poema “Liturgias,” enfrentada a la desolación de la pérdida irremediable: ¿Qué sigue? Pensé que éste era un libro donde se planteaban preguntas más que darse respuestas pero, en esta ocasión y fiel a su naturaleza de libro río, encuentro una respuesta. Unos versos debajo de la iteración de la pregunta: ¿Qué sigue?, la autora afirma, con tremenda lucidez: “vivir con lo que queda”. No demoler la ruina, sino aprender a habitarla. Es una respuesta devastadora y a la vez está llena de esperanza, pues si lo que queda de aquello que perdimos son poemas como los de Alguien vivió aquí, entonces todo habrá valido la pena.

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colaboran Esteban Ascencio (Ciudad de México, 1965). Escritor y editor, estudió Sociología en la unam Entre sus libros se cuentan Me lo dijo Elena Poniatowska, Memorias de un poeta: diálogo con Gonzalo Rojas, Poesía y tango: encuentros con el poeta Horacio Salas y Los cántaros de la noche. Dirige el sello Laberinto Ediciones. Alejandro Badillo (Ciudad de México, 1977). Narrador y reseñista. Es autor, entre otros, de los libros de cuento Ella sigue dormida, El clan de los estetas y las novelas La mujer de los macacos y Por una cabeza. Ganó el Premio Nacional de Novela Breve Amado Nervo. Patricio Bidault. Estudió Letras Modernas en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Ha sido traductor y adaptador para diversas series televisivas y cinematrográficas. Guionista del cortometraje El Rey Maicito. Colaborador de www.morbidofest.com Verónica Bujeiro (Ciudad de México, 1976). Egresada de la licenciatura en Lingüística de la enah, guionista y dramaturga. Es autora de los libros La inocencia de las bestias y Nada es para siempre. Ha sido becaria del imcine, del Fonca y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Nora de la Cruz (Estado de México, 1983). Ha realizado estudios en literatura en la unam, uam y el Claustro de Sor Juana. Ha colaborado en publicaciones digitales como La Fábrica de Mitos Urbanos, Distintas Latitudes, Hoja Blanca, Posdata y Testigos Modestos. Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986). Poeta y traductora. Estudió Letras Inglesas en la unam y cursó la maestría en Literatura Creativa en la Universidad de Nueva York con el apoyo de las becas Fullbright y Goldwater. Becaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca en 2015 y de la Fundación para las Letras Mexicanas en 2016. Moisés Elías Fuentes (Managua, Nicaragua, 1972). Poeta y ensayista, ha publicado el libro de poesía De tantas vidas posibles (2007). En colaboración con Guillermo Fernández Ampié tradujo del inglés al español Ciudad tropical y otros poemas (2009), primer libro de Salomón de la Selva. Jesús Vicente García (Ciudad de México, 1969). Estudió Letras Hispánicas (uam). En 2009 obtuvo el segundo lugar en el ix Premio de Narrativa Breve Tirant lo Blanc, organizado por el Orfeo Catalán. Su libro más reciente es Después de bailar, ¿qué?, bajo el sello Fridaura. Marius Hulpe (Soest, Alemania, 1986). Estudió Filosofía, Literatura y Teatro Leipzig, Potsdam y Berlín. Desde 2006 vive en Hildesheim, donde estudia Escritura Creativa y Periodismo Cultural. Ha publicado en Alemania los libros Wiederbelebung der Lämmer, Einmal werden wir, Süße elektrische Nacht y Der Polen-Komplex. Adán Medellín (Ciudad de México, 1982). Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la unam. Es autor de Vértigos, Tiempos de Furia y El canto circular. Obtuvo en 2017 el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí. Es jefe de redacción de Playboy México. Iván Medina (México, 1974). Ha publicado en revistas de Argentina, Colombia, Chile, España, Estados Unidos y México. Es autor de

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Saqueador de tumbas (2008), Espíritus de paz (2010) y de Cualquier lugar fuera de este mundo (2012). Virginia Negro (Italia, 1985). Periodista, investigadora y académica. Se licenció en Comunicación en las universidades de Bologna y París. Ha realizado trabajos de investigación en España, Polonia, Argentina y México. Actualmente estudia el doctorado en Estudios Latinoamericanos en la unam. Es colaboradora de medios como La Repubblica y Milenio Diario, entre otros. Javier Palacios Neri. Es profesor titular de Teoría Económica del Departamento de Producción Económica, en la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana. Mateo Pizarro (Bogotá, 1984). Es artista plástico. Estudió Artes Electrónicas en la Universidad de los Andes. Brenda Ríos (Acapulco, 1975). Escritora, editora, traductora, profesora universitaria. Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Autora de los libros Las canciones pop hacen pop en mí. Ensayos sobre lo ridículo, lo cotidiano, lo grotesco; Empacados al vacío. Ensayos sobre nada y El vuelo de Francisca. Gustavo Rojas García. Sociólogo por la unam. Activista y defensor de derechos humanos. Integrante de ReverdeSer Colectivo. Sus líneas de investigación son: Sociología histórica, Sociología del conocimiento, neoliberalismo y neo liberalización, violencia, movimientos sociales y política de drogas. Alonso Pérez Gay. Estudió Comunicación en la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana. Redactor e investigador en politico.mx, guionista de televisión y maestro de cine en el Colegio Bilbao. Especialmente interesado en la historia del Cine, la Literatura latinoamericana y la política nacional. Héctor Antonio Sánchez (Minatitlán, 1982). Estudió Letras Hispánicas en la Universidad Veracruzana y el Bridgewater College de Virginia. En 2003 recibió el Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés. Ha sido becario del ivec, el Centro Mexicano de Escritores, la Fundación para las Letras Mexicanas y el Fonca. Rafael Toriz (Veracruz, 1983). Es egresado de la Facultad de Lengua y Literatura Hispánica (uv). Entre sus publicaciones destacan Animalia, editado por la Universidad de Guanajuato, y Metaficciones, editado por la unam, ambos en 2008. Camilo Vicente Ovalle. Es maestro en Historia por la unam, en donde realiza estudios de doctorado. Sus temas de investigación son la violencia política y la represión estatal en México y América Latina en la segunda mitad del siglo xx. Actualmente escribe una historia de la desaparición forzada en México. Valentina Winocur (1991). Es mexicana y argentina. Estudió una licenciatura en Comunicación Social y la maestría en Creación Literaria en la upf. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca de 2016 - 2017 y actualmente está becada por la Fundación para la Letras Mexicanas.


Universidad Autónoma Metropolitana

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Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2018

Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2018

Del 24 de noviembre al 2 de diciembre / Expo Guadalajara

Del 24 de noviembre al 2 de diciembre / Expo Guadalajara

Programa de Presentaciones

Programa de Presentaciones

Sábado 24 de noviembre 17:00 h, Foro UAM Mexica. 20 años-20 historias. Primer libro en español escrito por una computadora Rafael Pérez y Pérez (programador) 18:00 h, Foro UAM Revista Diseñomas 1 19:00 h, Foro UAM Revista Cuestión de Diseño #8

Domingo 25 de noviembre 11:00 h, Foro UAM Aproximaciones al ecodiseño Sandra Molina Mata, Brenda García Parra, Rubén Sahagún Angulo et al. 12:00 h, Foro UAM Revista Tecnología & Diseño #8 13:00 h, Foro UAM Razonando con cifras. Banca e inversiones francesas en México, 1880-1929 Alejandro Tortolero Villaseñor 17:00 h, Foro UAM La construcción del futuro en la formación de diseñadores y arquitectos en el TG de la División de Ciencias y Artes para el Diseño UAM-A 17:30 h, Salón B Iglesia, historiografía e instituciones. Homenaje a Brian Connaughton Norma Angélica Castillo Palma, Juan Pablo Ortiz y Luz María Uhthoff López 18:00 h, Foro UAM Revista Tiempo de Diseño #14

19:00 h, Foro UAM Sociedades Americanas en 1828, Simón Rodríguez María del Rayo Ramírez Fierro, Rafael Mondragón Velázquez y Freja Ininna Cervantes Becerril (coords.)

Lunes 26 de noviembre 17:30 h, Foro UAM Soñar en la antigüedad. Los soñadores y su experiencia Sergio Pérez Cortés 18:00 h, Salón D Plataforma web Siete palabras. Un proyecto artístico México-Portugal Rafael Ibarra (coord.) 18:30 h, Foro UAM ¡Me quiero, me cuido! Diario de salud Ma. Isabel de Fátima Luengas Aguirre, Laura Patricia Sáenz Martínez, Lucía Alejandra Vergara del Ángel y José Armando García Sánchez 19:30 h, Foro UAM Affordance y diseño Aarón Caballero y Octavio Mercado (comps.)

Martes 27 de noviembre 17:30 h, Foro UAM Presente amistoso Poemas mexicanos sobre el libro 18:30 h, Foro UAM Subjetividad, un acercamiento desde la gestión y la organización Carlos Juan Núñez Rodríguez y María Teresa Magallón Diez (coords.)

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19:30 h, Foro UAM El refugio David Poireth

12:00 h, Salón D Tratado de derecho ambiental mexicano José Juan González Márquez

Miércoles 28 de noviembre

13:00 h, Foro UAM Diferentes miradas en la organización Elvia Espinosa Infante (coord.)

17:30 h, Foro UAM Epistemología histórica e historiografía Norma Durán R.A. (coord.) 17:30 h, Salón B Piedra, papel y tijera: instrumentos en la ciencia en México Miruna Achim, Laura Cházaro y Nuria Valverde (eds.) 18:30 h, Foro UAM La discriminación de precios y otras estrategias para capturar valor Gloria de la Luz Juárez y Manuel Castillo Soto 19:30 h, Foro UAM Modernización y espacio. Imaginarios, ordenamiento y prácticas Akuavi Adonon Viveros, Laura Carballido Coria, Jorge Galindo Monteagudo y Fernanda Vázquez Vela (coords.)

Jueves 29 de noviembre 11:00 h, Foro UAM Entre filosofía y literatura: en torno a Henry James Álvaro Peláez y Zenia Yébenes (eds.)

13:30 h, Salón B Homenaje a Miguel Ángel Flores: El silencio de los muelles / Umbría nube 16:30 h, Salón B Antonio Garduño. Fotografía y periodismo en los inicios del siglo XX Laura Castañeda García y Daniel Escorza Rodríguez 17:00 h, Foro UAM La espuma en la arena. Antología Francis Mestries 18:00 h, Foro UAM El qué y el cómo de la prescripción positiva o usucapión José Guadalupe Zúñiga Alegría 19:00 h, Foro UAM El mundo rural y la cuestión indígena en el México contemporáneo Karina Ochoa y Jorge Mercado Mondragón (coords.) 19:00 h, Escuela de Escritores de la sogem Guadalajara Si te dicen que he llorado por ti Alejandro Licona

12:00 h, Foro UAM Ventanas a lo inesperado. Imagen literaria y fotográfica en Julio Cortázar / Sergio Pitol: autobiografía, vida y escritura Marisol Luna / Noemí Torres

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Viernes 30 de noviembre

Sábado 1 de diciembre

11:00 h, Foro UAM Mecanismos y Paquete didáctico de mecanismos Homero Jiménez Rabiela

11:00 h, Foro UAM Kafka, las escenas de lo humano Diego Lizarazo y Alberto Martínez

12:00 h, Foro UAM Elementos de termodinámica Luz María García Cruz y Héctor Martín Luna García

12:00 h, Foro UAM Los estudiantes mexicanos ante las reformas universitarias Javier Rodríguez Lagunas y Juan Manuel Hernández Vázquez (coords.)

12:00 h, Salón A Viajeros en los andenes. México 1910-1938 Álvaro Ruiz Abreu 13:00 h, Foro UAM Comunicaciones digitales Mario Reyes Ayala 17:00 h, Foro UAM Hegel actual. La paciencia de lo negativo Gerardo Ávalos 18:00 h, Foro UAM Experiencias desnudas. El lugar del acontecimiento en la historia Armando Bartra 18:30 h, Salón B Derivación tecnológica en apoyo a la agencia académica en educación superior Eduardo Peñalosa Castro y Sandra Castañeda (coords.) 19:00 h, Foro UAM Si te dicen que he llorado por ti Alejandro Licona 20:00 h, Foro UAM Ser mujer en Latinoamérica Francisco Mata Rosas (comp.)

12:00 h, Salón C Revista Argumentos. Premio Miroslava Breach. Sistema de poder y violencia contra periodistas en América Latina Javier Esteinou, Patricia Ortega y Guiomar Rovira (coords.) 13:00 h, Foro UAM Deseografías. Una antropología del deseo Rodrigo Parrini 17:00 h, Foro UAM Mirada de jaguar. Venturas y desventuras de la biodiversidad en América Latina Yolanda Massieu 18:00 h, Foro UAM Lecciones a mí mismo. Vida y universidad Luis Porter 19:00 h, Foro UAM Desarrollo ambiental en la Cuenca del Papaloapan María Eugenia Castro, Salvador Duarte Yuriar, Manuel Lerín Gutiérrez et al. 20:00 h, Salón C El paisaje: métodos y reflexiones de análisis Martín M. Checa-Artasu y Pere Sunyer Martín (coords.)

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NOVEDADES EDITORIALES

Revista bimestral de cultura

Año XXXVII, época V, Vol. V, número 54 • octubre-noviembre 2018 • $60.00 • ISSN 2448-5446

ECONOMÍA La discriminación de precios y otras estrategias para capturar valor. Una interpretación económica Manuel Castillo Soto y Gloria de la Luz Juárez

FILOSOFÍA Los rostros de la razón: Immanuel Kant desde Hispanoamérica Gustavo Leyva, Álvaro Peláez y Pedro Stepanenko (eds.)

casadeltiempo • número 54 • octubre-noviembre 2018

EDUCACIÓN La evaluación de los académicos. Instituciones y Sistema Nacional de Investigadores, aciertos y controversias Graciela Bensunsán y Giovanna Valenti (coords.)

METODOLOGÍA La metodología configuracionista para la investigación Enrique de la Garza

SOCIOLOGÍA Mirada de jaguar. Venturas y desventuras de la biodiversidad en América Latina Yolanda Massieu Trigo

POESÍA Tocar tu argolla en llamas Roxana Elvridge

Sergio Pitol o las formas de la errancia • La vida trágica de Jean Rhys

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en línea: issuu.com/casadeltiempo

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Tiempo en la casa, suplemento electrónico: “Historia y leyenda de la Batería de Salina Cruz”, de Eduardo Piña


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