Cuentos Infantiles

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INTRODUCCION El cuento es uno de los géneros literarios más antiguos de la humanidad. De la tradición oral pasó a ser escrito por los cuentistas. pero sigue pasando de boca en boca. Traspasó las barreras generacionales, culturales, lingüísticas, territoriales y los muchos siglos que los separan entre una y otra época. En su divulgación y propagación formaron parte Importante los padres y, primordialmente, los abuelos y las abuelas y, por supuesto, los maestros de escuela. Los cuentos hicieron abrir los ojos de generaciones de niños ávidos de saber, de conocer, estimulan y motivan su fantasía.



LA NIÑA Y LA PRINCESA Samanta era una pequeña y humilde niña que vivía en las afueras de un hermoso reino. Su familia tenía pocos recursos y era una de las más pobres del pueblo. Sin embargo, Samanta estudiaba en uno de los mejores colegios del reino, pues su padre se esforzaba trabajando para el Rey y, en lugar de recibir monedas de oro como pago, le pedía que su hija pudiera estudiar en la mejor escuela, ya que era una niña muy estudiosa. En el colegio, Samanta era el blanco perfecto para las bromas pesadas debido a sus orígenes. Diariamente merendaba sola y alejada de sus compañeros de clase para no levantar ningún alboroto. Un frío día, Samanta se encontraba en una de las pequeñas mesas del patio a la hora de la merienda. Tenía frío y hambre, puesto que sus padres pasaban por una terrible crisis. Su vestimenta era pobre y escasa, aunque poseía un pequeño y ligero abrigo que la protegía un poco del fuerte frío Pasó unos minutos observando a los demás niños comer y algo llamó su atención inmediatamente: Johana, una de las niñas más populares, había discutido con sus amigos y estos le habían destrozado su abrigo en pequeñas e inservibles partes. Samanta, en lugar de sentirse bien por lo que había sucedido, se sentía preocupada por ello. Corrió hasta Johana, y sin pensarlo demasiado, se quitó su fino abrigo cubriendo sus hombros. Después, como la directora había salido para avisar a todos de que la hora de la merienda había terminado, Samanta se fue corriendo sin despedirse de Johana. Esa misma tarde, a la hora de la salida, Samanta recorrió la ruta de costumbre directa a casa, sin darse cuenta de que la compañera a la que acababa de ayudar, Johanna, la seguía. A la mañana siguiente un gran alboroto hizo que Samanta saltara de su cama y corriera hasta la salida de su casa. Allí vio a su madre llorando de rodillas y a su padre hablando con el mismo Rey en persona. Detrás del hombre, había una carretilla llena de comida, semillas para sembrar y ganado. Tras aquel gesto la familia de Samanta era más rica que nunca. La verdad era que aquella niña a quien Samanta había ayudado con tanta humildad era la hija del Rey, quién quedó agradecida profundamente por aquella acción y decidió recompensar a la familia de Samanta por ello. Desde ese mismo día, Samanta y su familia ya no volvieron a tener una vida difícil y la pequeña se pasaba los días en el reino jugando con su nueva mejor amiga, Johana



Carmela y los niños de clase Carmela era una niña muy inteligente, más que los demás. Esto hacía que cada día, en su escuela, observase muchas cosas que no le gustaban y que a ella le parecía que estaban mal. Aquellas cosas nunca le afectaban a ella directamente, pero lo cierto es que eso no hacía que le importasen menos. Sabía reconocer con facilidad a todos aquellos compañeros que durante la hora del recreo se disfrazaban de abusones. Y Carmela sabía muy bien lo que pensaba en cuanto a que se disfrazasen de abusones, porque estos mismos chicos cuando llegaban a casa se convertían en seres blanditos y mimados por mamá. Lo cierto es que no había visto nunca que esto fuese así, pero Carmela no podía evitar imaginarse a aquellos compañeros refunfuñando en sus casas por unas tortitas, por ver más y más horas la televisión o por jugar a los videojuegos. Al igual que muchos niños se disfrazaban de abusones, había otros que se vestían de cobardes, de tímidos o de personas débiles. Estos compañeros y compañeras del cole siempre estaban en el punto de mira de los abusones, y a menudo eran el blanco de sus bromas y de sus grandes hazañas. Aquellas hazañas consistían, para los abusones, en perseguir hasta el cansancio a los cobardes para buscarles siempre su punto débil y reírse de ello. En realidad no existía ningún punto débil, porque estos compañeros en teoría cobardes, llegaban a casa y ayudaban en todo a sus padres, visitaban a sus abuelitos, hacían siempre sus deberes, eran amigos de sus amigos…un montón de cosas y responsabilidades sobre sus espaldas que no les hacían flaquear ni abandonar. Y a pesar de tener que aguantar a diario a los abusones, seguían levantándose cada mañana para ir al cole con la cabeza bien alta y con una buena sonrisa para sus padres. La inteligencia de Carmela hacía que pudiese observar y analizar todo aquello que veía a su alrededor como si se tratase de un puzle. Las piezas encajaban y unos personajes parecían ser necesarios para que hubiese otros, y así, como cuando analizaban poemas en clase y hablaban del bien y del mal. Sin embargo, aunque Carmela no lo sabía, ella también tenía un papel y formaba parte del grupo que denominada “de los cobardes”. Observaba todas aquellas cosas que la removían por dentro, y era incapaz de pronunciar una sola palabra de disgusto o de rechazo. Tenía miedo de los abusones, al igual que muchos otros de sus compañeros, y eso que sabía muy bien que aquellos niños se convertían en un ovillo de lana cuando eran regañados en casa por sus padres y por la razón que fuese. El miedo engullía toda la confianza de Carmela, esa confianza tan gran que demostraba a la hora de plantear sus ideas en su interior, casi como una adulta. Y así sería el paso de Carmela por la escuela, hasta casi el final. Un paso inadvertido por asignaturas y compañeros que terminarían desapareciendo de su vida para siempre. Lo que no sabía Carmela entonces es que aquellos abusones se terminarían convirtiendo en cobardes y los cobardes en fuertes y seguros de sí mismo. Y es que la escuela definía el camino de los niños y niñas con mucha frecuencia. El suyo también había sido definido y Carmela, con los años, se convirtió en una excelente abogada de las causas injustas



Un pequeño pececito Había una vez, y te lo digo porque me lo contaron (me lo contó un ratoncito muy viajero que había estado por los mares navegando y había conocido a un pececito muy inquieto que se lo encontró cuando él estaba pescando…). El ratón me contó un relato que me dejó alucinado. Abre tus orejas y atiende a mi cuento. Existía un pececito que vivía en lo más profundo del mar, era pequeñito y lleno de bonitos colores con manchitas en su piel. Su mamá estaba loca con él, nunca paraba, siempre quería jugar y a la escuela no quería ir a estudiar. Su mamá siempre le decía: -Pececito vete a la escuela, porque no llegarás a ser nada y no aprenderás a poder esquivar a las redes y cañas de pescar… Pero el pececito se reía de su mamá y le decía: -Ay mamá, déjame disfrutar y poder navegar, soy muy joven y quiero conocer el mar. Su mamá se llevaba las aletas a la cabeza y lo dejaba navegar, no podía retenerlo por mucho tiempo más. El pececito feliz se recorría el mar, y un día encontró una gamba fácil de atrapar que colgaba asustada y fue corriendo a atraparla, era un gran manjar… Pero al comérsela con su boquita se dio cuenta de que se había quedado enganchado, no podía navegar, y algo le empujó hacia el exterior… Muy asustado intentó escabullirse, pero estaba atrapado. Entonces sintió como caía en algo duro y escuchó una vocecilla: -¡¡Ohhh!! Este es muy pequeño… El pececillo lo miró, era un pequeño ratón, asustado le pidió que lo dejara, que quería volver con su mamá. El ratoncito lo miró y le sonrió: -¿Tú no tendrías que estar en la escuela? Eres muy pequeño para andar sólo por estos mares, deberías estar estudiando… Gracias que soy un ratoncito bueno, porque te podrían haber pescado los humanos y te hubieran llevado y acabarías frito… El pececito lo miró muy asustado y empezó a llorar, quería volver con su mamá… El ratón lo tranquilizó y le aconsejó que en vez de surcar mares, tendría que ir a aprender para su futuro… El pequeño pez le prometió que estudiaría mucho y jamás le volvería a pasar nada de eso porque sería muy listo. El ratón se alegró al oír eso, le soltó, y le pidió que volviera a casa con su madre para descansar. El pececito se tiró al agua y se despidió de su amigo el ratón, le dio las gracias y se sumergió… Al poco rato llegó a su casa y su madre estaba muy preocupada. Cuando le vio se alegró y le dio muchos besos… Pececito le prometió ir a estudiar y ser muy listo, su madre muy contenta le dio más besos y le dijo que le había preparado gambas, pero pececito no tenía muchas ganas de cenar y miró a su madre con mala cara. En fin, eso hizo aprender a pececito y nunca más se fue solo por el mar y no faltó a clase ningún día.



EL NIÑO Y LA LUNA Estaba asomado por la ventana mirándola con suma alegría, era esa bella luna gitana que con mirada de amor le sonreía. Con cara de tristeza y una lágrima que se le escurría, muy dolorido a la luna le decía, le decía que nadie lo quería. Yo te quiero, contestó la luna con dolor. ¿Quién no te quiere niño? ¿Quién no te da amor? Todas las personas desperdician el quererte, yo te quiero y te querré hasta tu muerte. ¿Qué esconde esa bella cara de angelito? De este niñito inocente y tan bonito, este bello ángel inocente de un delito, como su tamaño lleno de maleza, muy poquito El niño satisfecho de lo que le acababan de decir le pidió a la luna un gran favor. Que todas las noches lo fuera a bendecir. Que le dé un gran beso y que lo haga con amor El niño alegre subió a la cuna y se durmió, y entusiasmado la noche siguiente a la luna esperó. Miró por la ventana y no la encontró, y muy enojado a esperarla en su cuna se sentó. Pasaron las horas, no llegaba la luna, el niño se levantó de la cuna y fue a buscarla a la laguna pero por más que gritó no estaba la luna. Fue al monte de un cerro y subió, con una alta voz a la luna le gritó y ella nunca se apareció. Vio un pino alto y le preguntó: Pino alto, ¿qué ves desde la punta de tus hojas? Puedo hacerte una pregunta y no te enojas ¿No has visto al círculo brillante? ¿A aquella luna bonita y elegante? Yo sé de quién hablas, dijo el pino, Ella hoy a visitarme vino vestida con un vestido elegante y fino y a decirme un secreto ella vino Me dijo que vendría alguien a buscarla y que yo le dijera que él fuera hoy a visitarla Ella está apagada y sin pasión. Que necesita que alguien le cante una canción El niño corrió a buscar a su amiga, mientras gritaba que él canta para ella con tal de que se le quite la fatiga y vuelva a ser como siempre bella. Encontró a la luna sentada con toda su luz apagada


que le decía al niño desilusionado que ya no podrá visitarlo para nada. El niño triste preguntó ¿por qué no? ¿Que había hecho él para este castigo? ¿Qué si ya no podía ser su amigo? ¿Qué si ya no quería verlo más? En eso el niño despierta de su sueño. Él había soñado algo desagradable, algo feo e indeseable, pero en realidad nada sucedió. Estaba ahí la luna dándole su bendición, el niño acostado en su cuna mirándola con admiración. Fueron la luna y el niño felices, la luna siempre lo visitó.



El niño y la estrella Había una vez un niño al que le gustaban mucho las estrellas; era tanta su pasión que se pasaba todas las noches mirando el cielo desde su ventana, hasta que un día el pequeño encontró una estrella muy especial, la más hermosa de todo el cielo, convirtiéndose ésta en su favorita. Noche tras noche la encontraba siempre en el cielo, hasta que un día de repente no era capaz de verla. El pequeño se vistió corriendo y salió de su cuarto trepando por un pequeño árbol que tenía enfrente de su ventana. Fue caminando y caminando buscándola sin parar, recorriendo un largo camino hasta que la encontró, pero de repente se dio cuenta de que se había perdido. Sus padres angustiados y preocupados le empezaron a buscar, no sabían dónde podría estar su hijo. El pequeño al mismo tiempo intentaba buscarles a ellos entre la oscuridad de la noche, pero no era capaz de encontrar el camino hacia su casa. En ese momento su estrella favorita comenzó a brillar fuertemente, moviéndose en el cielo como si quisiera marcarle el camino hacia ellos. Siguió a la estrella durante todo el camino consiguiendo encontrar finalmente su casa donde estaban sus padres muy preocupados. El niño fue hacía ellos rápidamente para abrazarlos, sintiéndose muy contento al poder estar otra vez con su familia. El niño al volver a su habitación miró por la ventana y, dando gracias a la estrella por ayudarle a encontrar a sus padres, se durmió feliz al saber que tenía una nueva amiga que le ayudaría siempre cuando no pudiera encontrar el camino entre la oscuridad.



EL Sacapuntas Carlitos era un buen estudiante y un niño de buenas costumbres. Un día vio que a otro niño se le caía el sacapuntas, y rápido se apresuró a recogerlo para entregárselo al niño. Pero cuando lo vio en su mano dijo: ¡es el sacapuntas más bonito que he visto! ¡Tiene unos dibujos y colores tan bonitos! De manera que Carlitos dejó al niño marchar, convencido de que le vería al día siguiente para devolverle el sacapuntas. Cuando Carlitos llegó a su casa, observó con más cuidado el sacapuntas, y cada vez le gustaba más ¡Es que es tan bonito! Entonces decidió probarlo: ¡Qué bien saca la punta de mis lápices! Durante la cena, Carlitos dejó el sacapuntas en su mano y le preguntó a su mamá: Si yo encuentro algo en la calle, ¿puedo quedármelo, verdad? Solo te lo puedes quedar —contestó la madre sabiamente—, si no hay forma de devolvérselo a su dueño. ¿Y si yo lo necesito? —Preguntó Carlitos— ¿Es justo que lo devuelva? —Para saber si algo es justo o no —dijo la madre calmadamente—, lo que tenemos que hacer es ponernos en el lugar de la otra persona. Por ejemplo, supongamos que alguien se queda con tu compás en la escuela y una niña lo encuentra… ¿Mi compás nuevo? —interrumpe Carlitos, alarmado. Sí, tu compás nuevo —continúa la madre— ¿Verdad que no sería justo que la niña se quedara con tu compás aunque lo necesitara? No —Dijo Carlitos con decisión. Ponerse en el lugar de la otra persona —explica la madre—, se llama empatía. Y devolver algo que no es de uno, se llama honestidad. Siempre que no estés seguro de si algo es justo o no, usa la empatía y la honestidad. Y Carlitos se dio cuenta de que había obrado mal y devolvió el sacapuntas a su dueño orgulloso de sí mismo.



Descubriendo la Navidad Había una vez un lugar llamado Villa Mágica. Allí vivían toda clase de criaturas maravillosas, entre ellos un pequeño pueblo de elfos en donde no había llegado nunca la Navidad. Todos estaban muy tristes hasta que un día algo extraordinario ocurrió. Un frío día de invierno, tres elfos, Turlond, Tarmiso y Término, se dirigieron a un viejo bosque donde nadie se atrevía a entrar desde hace muchos años. Había una leyenda muy antigua que decía: “El que logre pasar el bosque, encontrará una cosa muy valiosa.” Ellos iban con miedo, inseguros, nadie había entrado nunca en aquel lugar. Sólo sabían que había algo, pero no sabían si era bueno o malo. Mientras se dirigían allí oían ruidos: parecían voces de personas y risas, pero no pudieron ver a nadie alrededor. Turlond, Tarmiso y Término empezaron a sentirse contentos y alegres de manera inexplicable. El miedo les abandonaba poco a poco según iban avanzando por el bosque. Según iban caminando se quedaban más impresionados: los árboles les saludaban, las ardillas les seguían, los ciervos les acariciaban. ¡Los animales hablaban! Llegaron a un sitio donde había muchos regalos, todo era ilusión y felicidad. Un pequeño hombre con barba blanca estaba ahí, vestido con un atuendo rojo y un gran gorro en su cabeza. Tamizo, el elfo más joven, dijo: -Hola, somos los elfos que se adentraron en el bosque para encontrar el tesoro que hay al final del camino, ¿quién eres? -Soy Papá Noel, os llevo esperando mucho tiempo, y ahora que por fin habéis llegado hasta aquí os daré algo muy especial. En ese momento, Papá Noel les entregó el regalo más valioso que tenía, tres pequeñas campanillas mágicas. -Ya podéis volver a vuestro pueblo, en cuanto estéis ahí tocad cada uno de vosotros la campanilla que os he regalado. Los elfos agradecieron el regalo de Papá Noel, aunque no llegaron a entender muy bien para qué servían las campanillas. Al volver al pueblo no se pudieron ni imaginar lo que iba a suceder. Al tocar la primera campanilla, los árboles se encendieron con unas hermosas luces y todo quedó nevado. Al tocar la segunda las calles se inundaron de felicidad y alegría, y finalmente, al tocar la tercera, en cada casa del pueblo aparecieron una gran multitud de regalos. Nuestros queridos amigos no se lo pudieron creer, fue el inicio de la Navidad en Villa Mágica. Todos recibieron la felicidad y la magia que siempre estuvieron esperando, y al alzar su mirada al cielo pudieron ver un pequeño trineo volador que dejaba una preciosa estela dorada en el firmamento.



Ya no llores princesa Está la Princesa llorando desde su balcón. No viendo más que el cielo negro, sin lamparitas tintineantes, sin viento y nubes oscuras. Sólo la luna. Ese Príncipe que un día subió lejos. Más allá del tope, de donde casi nunca se regresa. Allá está Luna, aquí la Princesa. Llorando está la Princesa porque se siente sola. Y blanca. Y vacía. La princesa quiere subir a dormir con Luna, pero aún no. Aún no. Sonríe Luna cuando ve a la Princesa en el balcón. Y le acaricia la mejilla con un rayito de él. Con una caricia lejana, fría y cercana, y con todos los sentimientos posibles entre un astro que cabe en la mirada y desde donde mil miradas pueden ver. Ya no llores Princesita, que Luna se entristece cuando te ve triste en tu balcón. Ya no llores Princesita, porque también lloro yo.



EL COCO Mi abuelita me decía todas las noches: Duérmete niño, que si no, viene el coco, que se lleva a los niños que duermen poco. Yo no sabía quién era El Coco, pero me imaginaba a un monstruo loco, grande, feo y lleno de mocos, que salía del armario de mi habitación o de la oscuridad de un rincón. Para que la abuelita no me asustara me hacía el dormido hasta que ella se marchara, sin hacer ruido. Luego me dormía y se acababa el día. Pero una noche apareció El Coco y me metió en un saco, saltó por la ventana el muy loco mientras gritaba Paco, Paco. Ay que pena, ay que llanto, ni hablo, ni canto, ¡que yo soy su cena! Por el bosque me llevó hasta su árbol y delante de un caldero me colocó en la cocina, para cocinarme con cecina. ¡Socorro, ayudadme, que el Coco va a cocinarme! Cuando estaba llorando oí una voz que dijo: Despierta, hijo, que estas solo soñando. Era mi papa.



El viaje de las cinco vocales En una ciudad llamada Abecedario vivían consonantes y vocales. Un día se enfadaron a causa de que todas querían ser mejores que las otras. Un día las consonantes llamaron a la Z para idear una trampa para las vocales y ese engaño consistía en esto: Aprovechando que la U había salido a comprar el pan, mandaron una carta a cada una de las vocales diciendo que habían raptado a U, cosa que era mentira. Al recibir la noticia, fueron en ayuda de su compañera. Al cabo de un rato llegaron al lugar donde las consonantes tenían preparada su trampa. De repente, las consonantes se dieron cuenta de que les faltaba una de las vocales. Era la U. Rápidamente mandaron a un guardián que la raptara. Después de un tiempo llegó la U y soltaron la catapulta que tenían preparada. Fueron lanzando a cada vocal a un continente distinto. La A, se encontró en un país muy raro y preguntó a unos guardabosques donde estaba. El guardabosque contestó que se encontraba en África. La vocal se sobresaltó, ¿en África? Tengo que buscar a mis amigas. Y recorrió todo el mundo. Navegó por mares y océanos, lagos y ríos y al final llegó a un continente llamado Europa, donde se encontró con su amiga la E que estaba llorando. -¿Por qué lloras? -preguntó la A. Y la E le contestó que porque no encontraba a sus amigas. -Pues yo soy tu amiga A y quiero que me ayudes a encontrarlas. -Muchas gracias A. Y siguieron su camino. Pasados unos días llegaron a un país nuevo que se llamaba India. Ahí se encontraron con su amiga I, que también las estaba buscando. Y las tres juntas continuaron camino hacia otro continente que se llamaba Oceanía. Allí estaba su amiga O, que al verlas corrió a su encuentro. Las cuatro juntas recobraron fuerzas para ir a buscar a la U, y se pusieron en camino. Por último llegaron a EEUU, donde permanecía su amiga U triste y afligida. Al verlas corrió a abrazarlas y se puso muy contenta. Todas juntas regresaron a casa, donde se encontraron a las consonantes deprimidas y tristes por el acto que habían cometido, ya que se habían dado cuenta de que no podrían volver a pronunciar las palabras bonitas de la vida, como por ejemplo: PAZ, AMOR, BELLEZA, COMPASIÓN, ETC… Así que decidieron preparar una fiesta en honor a las cinco vocales.



La Princesa y su Sonrisa Mágica Había una vez una hermosa princesa que tenía el don de sanar y de que todo fuera perfecto con solo sonreír. Pero un día, una malvada bruja aprovechó una oportunidad para llevársela y encerrarla en lo más alto de su castillo, siendo custodiada por un enorme dragón que era lo único que amaba. Los soldados enviados por su padre hicieron todo lo posible por rescatarla, pero sin éxito. A la princesa se le había borrado la sonrisa del rostro; estaba muy triste y, por esto, la gente de su castillo también. A los niños no se les veía jugar; las flores iban muriendo; los arboles no daban frutos; ya no salía ningún arcoíris y todo se tornó gris. La malvada bruja había logrado lo que quería. Al pasar los días todo empeoraba, hasta el punto de que enfermara incluso el enorme dragón. Sí, aunque pertenecía a la bruja, a dragón le gustaba la alegría que reinaba en el castillo de la princesa. La bruja, al ver a su dragón tan enfermo, tomó la decisión de dejar en libertad a la princesa. Ésta se puso tan, pero tan feliz, que su sonrisa volvió y con ella asomó un bello arcoíris que hizo desaparecer todo lo gris. Florecieron las rosas, los árboles se llenaron de los mejores frutos, las personas y los niños se veían alegres…. Y la princesa, acercándose al dragón casi moribundo, sonrió y le dijo: ¡Mejoraras hermoso dragón! El dragón comenzó a abrir los ojos y a tener fuerzas nuevamente. La bruja también se puso muy contenta y esto hizo que se volviera hermosa. Se dirigió a la princesa y dijo: ¡Gracias princesa! Prometo nunca más hacerte daño. Mi dragón y yo vamos a cuidarte siempre para que nadie lo intente. Y la princesa y sus padres se mostraron agradecidos y vivieron muy felices.



El Bosque Mágico Un día una pequeña de 12 años decidió buscar un hada para ella, bonita, con alas, pequeña y con el pelo largo, así que marchó hacia un misterioso bosque que tenía cerca de su casa convencida de que encontraría lo que buscaba. Empezó a andar y andar hasta que se encontró con una viejecita que tenía la cara muy arrugada y el pelo largo. La chica le dijo: -¿Quién eres tú? Pero la viejecita no respondió. La chica muy perseverante volvió a preguntar: -¿Hay hadas por aquí? -No, pero sé dónde hay- dijo la viejecita. -¿Me podría decir dónde están?-dijo entusiasmada la chica. -Eso depende, ¿quieres el hada para disecar o para arrancarle las alas? -¡No! La quiero para jugar con ella y convertirme en hada después. -Bueno, entonces ven conmigo. Qué quieres, ¿ser hada primero y encontrar luego el hada, o primero la encuentras y luego eres hada? -Me gustaría ser hada cuanto antes mejor. – dijo la chica. -Muy bien. – dijo la viejecita. Así que se dirigieron hacia una choza que parecía abandonada. Cuando entraron la chica se quedó boquiabierta porque no se creía lo que estaba viendo. La choza estaba llena de ollas con un fuego de llama azul, una gran chimenea y unos buhitos recién nacidos con su madre en un rincón. La anciana empezó a sacar botes de un armario, colocándolos sobre una mesa que había al lado de una olla de gran tamaño. Acto seguido metió su contenido en la olla junto con las palabras: –Luchum mechum, hadomus hadiomus, rubius bonitus, pequeñous comb aleños… ¡Bum Bang! De la olla salió una preciosa hada tal como ella quería. La viejecita le dijo a la chica: -Esta pequeña hada será tu nueva compañera, se llama Luz, solo falta que le pidas el deseo de convertirte tú también en hada. La chica se sorprendió muchísimo, pero hizo lo que le había pedido. A los pocos segundos empezó a encogerse y de repente…¡Pum!, ella también se transformó en una preciosa hada. -Gracias, gracias-dijo la chiquilla. -De nada. Ahora tenemos que volver al bosque, pero no te asustes ya que al convertirte en hada ahora podrás ver lo que había invisible para la vista de las personas corrientes. Allí encontraremos a otras hadas y nuevos amigos. – Tú sígueme-dijo Luz. Al salir aparecieron en un bosque totalmente distinto al que conocía la pequeña. En él se encontraban duendes, árboles charlando, setas celebrando el cumpleaños de una ardilla, y hadas, muchas hadas. Una rubia, otra morena, otra marrón, otra verde, otra azul, otra amarilla, otra negra, y así de todos los colores. Sus nuevos amigos del bosque mágico bautizaron a la niña convertida en hada con el nombre de Pétalo. Pétalo encontró el hogar que deseaba junto a las hadas y otras criaturas que le mostraban la belleza de bosque junto con la fantasía y magia de su mundo.



EL SECRETO DEL ABUELO Esta historia comienza en una gran ciudad llena de casas y tiendas donde vivían Miguel y su padre.Un día, el papá de Miguel le dijo que tenía que marcharse una temporada a un lejano país por motivos de trabajo. Hijo,no tengo más remedio que llevarte a Bosqueflorido con el abuelo Nicolás -le dijo al niño. No me apetece dejar mi casa -pensó Miguel- ¿Con quién jugaré en el campo? ¡Con el abuelo no, seguro, porque anda tan lento como un caracol!. No exageres, te lo pasaras bien con él, además dicen que Bosqueflorido está encantado -le dijozsu papá-, pero nadie ha descubierto su secreto. ¿Un secreto en el bosque? -bostezó Miguel-¡Bah, tonterías! Al día siguiente Miguel y su papá partieron hacía el pueblo, llegando a media tarde donde su abuelo les recibió con una gran sonrisa al saber que su nietecito iba a quedarse una temporada con él. Sin embargo Miguel no sonreía. Pensaba con nostalgia en las luces y en las tiendas de su ciudad.Lleno de tristeza, Miguel abrazó a su papá y se despidió de él. Los días pasaban. El abuelo era muy bueno, pero Miguel se sentía cada vez más infeliz. Mientras el abuelo le contaba siempre las mismas historias sobre los animales del bosque, Miguel pensaba en sus amigos de la ciudad, que estarían jugando a la pelota sin él. Una tarde, cuando estaba asomado a la ventana, Miguel vio pasar una nube de mariposas de colores.¡Quizás pueda jugar con ellas!, pensó. Y salió corriendo de la casa para seguir a aquellas criaturas que volaban libres, brillando al sol. En lo más espeso del bosque, las mariposas se alejaron en todas direcciones. Entonces Miguel se dio cuenta de que estaba muy lejos de casa, en el bosque desconocido. Mariposas, maripositas, ¿cómo puedo volver a casa? -empezó a gritar Miguel. No lo sabemos, ¡hemos nacido hace tres días! -respondieron las mariposas. Miguel se quedó solo en medio de un gran silencio. ¿Podríais indicarme el camino para salir del bosque? -le preguntó a un puercoespín. ¿Quién molesta mi sueño? -preguntó el búho cuando oyó llegar a Miguel; después abrió sus grandes ojos amarillos y se sacudió las plumas. Perdona, me he perdido y ahora no sé cuál es el camino para salir del bosque. -Respondió Miguel. Uhm, han pasado muchos años por mis plumas, pero no los suficientes para conocer todos los senderos del bosque. Sólo la tortuga más vieja de Bosqueflorido conoce todos los caminos… Tendrás que buscarla tú mismo, porque nadie sabe dónde está. Dicho esto, el búho cerró los ojos y volvió a dormirse.Ya era de noche y Miguel se sentía cada vez más solo y más triste. Comenzó a pensar en todos los secretos de Bosqueflorido que su abuelo le había contado mientras él pensaba en otra cosa.Pero no recordaba nada y, además, empezaba a tener un poco de miedo. Desconsolado, se sentó sobre una gran piedra y se puso a llorar. ¿Quién está mojando mi concha? -Susurró una voz cansada. Sorprendido, Miguel dio un salto, miró a su alrededor y se dio cuenta de que se había sentado precisamente en la concha de una enorme tortuga.Era tan vieja y tenía tantas arrugas que


Miguel supo que había encontrado la que buscaba.Entonces se tragó sus lágrimas y le contó toda su historia.La tortuga le escuchó en silencio y luego le dijo: Como creo que ya te has dado cuenta de que el bosque no es un lugar para jugar, monta sobre mi espalda y trataré de llevarte al sendero correcto. Agarrado a la dura concha de la vieja tortuga, Miguel se sentía seguro en la oscuridad de la noche. Al llegar a cierto lugar, la tortuga se detuvo. Puedes bajar, -dijo- el bosque termina aquí. Pero ¿cómo encontraré mi casa? -preguntó Miguel asustado. Hay un hombre más viejo y más sabio que yo, que conoce todos los caminos, dentro y fuera de Bosqueflorido. Búscale. Dicho esto, la tortuga desapareció. Miguel se acurrucó en el suelo, desconsolado, sin darse cuenta de que una lucecita se acercaba en la noche. Era el abuelo Nicolás, que había salido a buscarle con su linterna. ¡Él es el hombre más sabio del bosque!, pensó Miguel mientras corrí al encuentro de su abuelo. El viejo y el niño se dieron un abrazo muy, muy fuerte durante mucho rato. Bajo la paciente guía del abuelo, Miguel aprendió a conocer Bosqueflorido y a todos sus habitantes. Había comprendido ya que el bosque no tenía secretos para el abuelo Nicolás.



EL MAGO DE LOS SUEÑOS Hace muchos años vivía en un país lejano un joven llamado Samuel. Un día estaba Samuel oyendo una charla que daba el mago de los sueños, en ella decía que cada uno siguiera su sueño sin importarle lo que los demás pensaran, pero Samuel no estaba seguro de su sueño, él quería investigar lugares que nadie había pisado aún pero no sabía como hacerlo. Al día siguiente fue a visitar a una amiga de su infancia, pidiéndole que le ayudara. Ella le ofreció una buena ayuda llevándolo a un lugar que nunca antes había visto y ella le dijo: Tú, Samuel lo que quieres ser es explorador, y no es fácil conseguirlo, pero yo sé que puedes conseguirlo. ¿Cómo? – Preguntó Samuel. Siguiendo tu corazón. Estas palabras no las comprendió muy bien Samuel, pero con el paso del tiempo, fueron tomando sentido. El mago de los sueños confió en que Samuel lo consiguiera y fue a visitarle, el mago ya sabía que Samuel tenía problemas con su sueño, el mago se ofreció a ayudarle. Samuel lo agradeció tanto que al final, con ayuda de su gran amigo el mago de los sueños consiguió ser un fantástico explorador. Estaba Samuel un día en un barco rumbo a un país lejano y vio reflejada la imagen de su gran amigo el mago de los sueños en el mar, sonriéndole.



Andy el sabelotodo La humildad es un valor muy importante que toda persona debería tener, pues un señor muy sabio dijo una vez: “todos somos ignorantes, pero no todos ignoramos las mismas cosas”, por eso, las personas no deberían sentirse superiores a otras por saber algunas cosas. Esta historia comienza en una ciudad. Allí había una escuela muy grande llena de niños alegres y flores, donde las maestras enseñaban con amor y paciencia las cosas básicas de la vida. En uno de los salones había un niño muy especial llamado Andy que amaba leer y sentía mucha curiosidad por el mundo que le rodeaba. Pero Andy tenía un terrible defecto, se burlaba de sus amigos porque no sabían tantas cosas como él, incluso a veces corregía a la profesora porque no explicaba las cosas tal como él las había leído, y esto con el tiempo ocasionó que sus compañeros no quisieran jugar más con él. Andy no entendía porque tomaban aquella actitud si el sólo estaba ayudándolos y no se daba cuenta de que los hería con su manera de decir las cosas. Un día Andy se acercó a jugar con sus compañeros y ellos dejaron de jugar y se fueron. La profesora, preocupada con aquella actitud, habló con ellos en la siguiente clase: Hace rato vi que excluyeron a Andy en el recreo, niños. Y cuando él se acercó para unírseles, dejaron de jugar. ¿Por qué están tomando esa actitud? Todos se quedaron en silencio sin saber qué decir, hasta que un niño tímidamente se puso de pie y habló por todos: Andy es malo con nosotros porque no sabemos tantas cosas como él, nos dice de mala manera que así no son las cosas y no deja que nosotros mismos aprendamos, por eso no queremos jugar con él. Andy –Dijo la profesora- ¿Eso es cierto? Sí profesora –Dijo Andy. ¿Por qué lo haces? – Preguntó la maestra mirándolo. Porque quiero que mis amigos también sepan las cosas que yo sé –Contestó bajando la cabeza tristemente. Pero no es la manera adecuada de hacerlo, Andy, debes ser más tolerante con las demás personas y comprender que tienen otros intereses y saben cosas distintas. Yo estoy orgullosa de que seas un niño tan activo, pero debes evitar comportarte como un sabelotodo, ya que a tus compañeros eso les hace sentir muy mal.


Andy comprendió las palabras de su profesora, y se dio cuenta de que por ser arrogante había herido sin querer a sus amigos. Entonces, se puso en pie y se disculpó por su actitud. Lo siento mucho por haber actuado de esta manera- Dijo Andy mirando a sus compañeros. Yo siento haberte dejado jugando sólo Andy- Dijo una linda niña que tenía un lazo rosa en el cabello. Y todos se pusieron de pie y se disculparon con Andy. Luego se abrazaron contentos. Andy había aprendido que debía ser humilde y tolerante. Y sobre todo aprendió que, hablando, se solucionaban los grandes problemas.



La mejor decisión Carlitos era un niño muy pequeño, lento y torpe, y aunque siempre se esforzaba era muy malo en los deportes. No tenía amigos y siempre estaba solo, y los demás niños de su calle le llamaban “tonto”. Jugaba en los columpios todas las tardes, y eventualmente, siempre llegaba alguien a molestarle. Pues sí que tienes la frente grande…, y no sabes lanzar ni un balón —le decían todo el tiempo para molestarle. Sin embargo, él, que era muy paciente, les sonreía de modo que estos niños se aburrían y se iban. Pero uno de ellos era más pesado de lo normal, y no perdía la oportunidad de humillar al pobre Carlitos. Su nombre era Joaquín, y era tan grande y fuerte como una muralla. No había en todo el parque un niño que le enfrentara. Por alguna razón, no hacía otra cosa que molestar a Carlitos, y amenazaba a los demás niños para que no hablasen con él. ¡Quien se atreva a con Carlitos hablar, mi puño descubrirá! – decía Joaquín. Y como en el parque le tenían mucho miedo, no se atrevían a desafiarlo y Carlitos jugaba solo en sus columpios día tras día. Pero no sólo hacía que todos de él se alejaran, sino que además, Joaquín, le lanzada balones de futbol a la cara y lo empujaba cada vez que pasaba junto a él. A pesar de eso, el dulce Carlitos nunca perdía la paciencia. Todo eso, hasta que un día, Joaquín fue demasiado lejos empujando muy fuerte el columpio de Carlitos. El pequeño niño salió volando, tanto, que cayó al suelo rompiéndose las gafas. En uno de sus bracitos también sentía algo de dolor. Solo entonces, finalmente, Carlitos comenzó a llorar: ¡Miren todos, Carlitos es un llorón! —gritó Joaquín, al ver sus lágrimas brotar. Carlitos salió corriendo mientras todos se reían, y juró que nuca más regresaría a ese parque. Y así fue, porque nunca nadie volvió a verlo en el parque e incluso corrieron rumores de que su familia se había mudado a otra parte. Pasados los años, tanto Joaquín como Carlitos crecieron y cada uno hizo su vida por su lado. Pero un día, Joaquín tuvo un accidente con su bici. Justo antes de una curva se distrajo, y sin darse cuenta, tropezó con un palo. Intentó ponerse de pie, pero el tobillo le dolía demasiado, incluso tenía en la pierna un enorme bulto morado. No había nadie cerca que le pudiese ayudar, lo que hizo que Joaquín desesperase. Comenzó a llorar con fuerza pero nadie parecía escucharle, hasta que a lo lejos vio a un niño que se acercaba. Joaquín no podía creer lo que estaba viendo: ¡era Carlitos! Joaquín, ¿te ocurrió algo malo? —preguntó Carlitos ofreciéndole la mano. ¿Tú no te habías mudado? —respondió Joaquín tomándole la mano. Carlitos le ayudó a levantarse y le preguntó cómo podía ayudarle. «¿Por qué se portaba tan bien este niño con él, después de todo lo que le había hecho? ¿No recordaba el empujón del columpio?» ¿Qué es lo que planeas? ¿Acaso no recuerdas que hace unos años me burlé de ti y te llamé “llorón”? Entonces Carlitos reventó de la risa mientras le daba a su compañero una palmada en la espalda: Hay dos clases de personas en este mundo: las que cuando son heridas quieren hacerse más fuertes y las que pierden el rumbo.


Joaquín, muy sorprendido, comprendió las palabras de Carlitos. De hecho, viéndole de esa forma, casi le parecía un héroe. Aun así, ahora estás ayudándome… Que tú hayas sido malo conmigo, no quiere decir que yo tenga que serlo con nadie. Fue en ese momento cuando Joaquín entendió lo fuerte que era Carlitos a pesar de ser pequeño. Y así, de repente, sin mediar palabra, le pidió que fueran amigos.



El caracol triste Érase una vez un pequeño caracol que vivía en un huerto. Siempre estaba muy triste porque los demás caracoles tenían hermosas casas y la de él era vieja y aburrida. Cada mañana los caracoles felices se paseaban por el huerto con sus hermosas casitas y él se queda en un rincón muy triste, mirando como los caracoles felices triunfaban enseñando sus hermosas casas. El caracolito se sentía muy desolado y se escondió tras una lechuga, allí pensaba en cómo podría conseguir una casita similar a la de sus compañeros. De repente, el caracol triste vio pasar a otro caracol con una velocidad impresionante. Se quedó mirándolo un rato, era fantástico correr tanto, pensaba el triste caracol. Yo con una casa vieja y tan lento, no impresiono a nadie. El caracol, aún más triste, fue a esconderse tras una fresa. Decidió que nunca más saldría. Cuando más triste estaba nuestro pequeño amigo, un caracol más viejo y sabio pasó delante de él, iba preparado como para irse de viaje. El caracol triste se quedó muy sorprendido, era el primer caracol que salía del huerto. El caracol viejo se dio cuenta de su tristeza y se acercó a él, proponiéndole irse de viaje los dos juntos. Nuestro pequeño amigo, al oír esas palabras sonrió tanto que su alegría fue la envidia de todos los caracoles. Corrió para preparar sus maletas y su velocidad también fue la envidia de todos, y en menos de un segundo el caracol, ahora alegre, estaba allí preparado para irse de aventura. Todos le envidiaban. Así salió el caracol de aquel huerto, alegre y bien reconocido por los demás. Esto sirvió para que aprendiera que la envidia es mala y que cada uno tiene lo que tiene porque se lo ha ganado.



El Dragón Salvador Érase una vez un dragón que se llamaba Max. Su sueño era ser el mejor salvador del mundo. Al parecer iba a ir a un parque muy divertido en el bosque de Camelot. Pero, llegó la maldad. Mientras Max estaba dando vueltas en la rueda giratoria, apareció una máquina del tiempo y salió un dragón que empezó a soltar objetos en un volcán cercano. Este dragón se llamaba Stoop y venía del futuro. Soñaba en ser el único que viviera en la Tierra y en el Universo. Stoop no sabía que Max tenía poderes, pero resulta que los dos tienen los mismos poderes. Los dos pueden congelar exhalando intensamente, pueden quemar con el fuego de sus ojos muy abierto, y secar con la mano muy fuerte. También pueden correr a súper velocidad activando ese poder dando patadas muy rápidas en el suelo antes de salir a toda velocidad. Los dos dragones empezaron a pelear porque Max le dijo que parara de molestar al volcán. Pero cuando a Stoop le mandan algo que no quiere hacer, se enfada. Y así comenzó la batalla de los dragones. Stoop peleaba con una serie de poderes: fuego, hielo, fuego, súper velocidad. Y Max luchaba: hielo, fuego, hielo, fuego, súper velocidad. Resulta que los poderes eran contrarios y no podía ganar ninguno de los dos porque si mezclas fuego con hielo se crea piedra. Como los dragones no pueden tener la súper velocidad mientras vuelan arriba y abajo, las piedras caen al suelo a toda velocidad y los dragones no llegan a cogerlas. Pero cuando llevaban mucho tiempo peleando, Max empezó a entender por qué estaba atacando mal. Porque no sabía que Stoop estaba haciendo otra serie distinta a la suya. Así que Max decidió escoger el poder anterior para tener el mismo poder activado que Stoop. Pero como Max tenía la habilidad de activar dos poderes a la vez, eligió usar el poder de congelar y quemar. Stoop le atacó con fuego. Fuego y fuego no hacen nada. Pero el hielo de Max con el fuego de Stoop creó piedra. Por suerte, Max llegó a coger la piedra, esquivó el fuego de Stoop con la súper velocidad y se acercó a él y le tiró la piedra. Entonces, cayó la piedra y como Stoop se había quedado sorprendido del ataque con hielo y fuego a la vez, Max aprovechó y le volvió a lanzar la piedra en forma de estalactita y se la clavó en la barriga. El dragón que había venido del futuro, Stoop, murió vencido por Max, el dragón que salvó a los habitantes de Camelot. La gente agradecida votó y decidieron que Max fuera el rey de Camelot. Y así se convirtió en el dragón salvador.



La flor más bonita del mundo Hola, soy Liria, la mamá de las niñas de la historia que os voy a contar ahora. Y esta historia empieza así: «Cuentan que las niñas Estrella y Luna querían hacerle un regalo especial a su madre y pensaron en qué es lo que podrían regalarle. A Luna, que era la mayor, se le ocurrió que podrían regalarle una flor, y Estrella, como era pequeñita, no entendía que tenía de especial una flor. Luna le explicó que no buscarían una flor cualquiera; buscarían una flor muy, muy especial, y muy bonita. Podrían aprovechar que su padre las llevaría a casa de su abuela Julia dentro de poco, y como ella sabía mucho de plantas y quiere mucho a su hija, las querría ayudar. Cuando llegaron le contaron lo que pensaban y la abuela les dijo que podían mirar por todo su jardín, que era enorme. Empezaron a buscar, pero no encontraron nada. Cuando volvieron a su casa hablaron con su padre, el las acompañó hasta la tienda de flores más grande del pueblo, pero tampoco encontraron nada. Después fueron al campo de su padre y al campo de su tío, donde había muchas flores, pero en ninguno encontraron lo que buscaban. Cuando anocheció volvieron a casa agotadas y se quedaron dormidas. Al despertar, su padre les preguntó si seguirían buscando la flor, pero las niñas le contestaron que no, que ya se habían rendido. Se fueron al escritorio a dibujar, y como habían estado los dos días anteriores pensando todo el tiempo en la flor que iban a regalar a su mamá, no se les ocurrió otra cosa más que dibujarla. Cuando mamá entró por la puerta para hablar con las niñas, se acercó y vio los dibujos encima de la mesa. Les preguntó por qué estaban tristes si habían hecho unas flores muy bonitas, y ellas le explicaron lo que ocurría. Señalando las flores que habían hecho les dijo que se habían equivocado, puesto que habían ido a buscar una flor especial sin saber que ya la tenían en el corazón y solo tenían que sacarla fuera». Cogí los dibujos de mis dos hijas y les di un gran abrazo acompañado de un fuerte beso.



Anabel y su plantita Anabel era una niña muy tierna y despierta. Tenía los ojos muy grandes y del color del café, las mejillas rosadas y el cabello rubio y largo. La mamá de Anabel adoraba su cabello y pasaba muchos minutos peinándolo con cariño y haciéndole trencitas, que adornaba después con florecillas de colores. A Anabel le gustaba mucho usar bolsos de colores que tejía su abuela, y los combinaba con zapatos de charol brillante. Anabel siempre se esforzaba en ser buena con todos y nunca hacía llorar a otros niños por nada. Sus padres estaban muy orgullosos de su hija, y por ello, cuando el cumpleaños de Anabel comenzaba a acercarse, se preocuparon por no poder regalarla lo que ella quería, un perrito al cual dar mimos y poder sacar a pasear. Anabel era alérgica a los animales y no podía tener mascotas. A Anabel esto la ponía muy triste, y para superarlo se encerraba en su habitación a pasar el tiempo con sus muñecas. Papá y mamá hablaban mucho sobre este tema pensando cual podía ser la solución para acabar con la tristeza de su hija. Llegado el día de su cumpleaños, el papá de Anabel creyó haber encontrado el regalo perfecto y lo guardó envuelto en una bonita cajita con agujeros. ¡Qué emocionado iba con su regalo! Cuando papá llegó por fin al anochecer, encendieron el fuego y cantaron alegres la canción de cumpleaños. Anabel estaba emocionada con su regalo, así que cuando llegó por fin el momento, lo abrió rápidamente: Es una plantita papá- Dijo Anabel confundida mirando el regalo. Así es – Sonrió su papá. Anabel se quedó mirando la maceta con la planta un rato, sin decir ninguna palabra. Fue entonces cuando su padre se sentó junto a ella y dándole un beso en la frente le explicó: Esa planta está tan viva como lo estamos tú y yo. Necesita amor como cualquier ser vivo. Debes alimentarla con agua y sacarla a tomar sol por las mañanas y hablarle con cariño para que crezca y de flores – Dijo papá mirando a su hija – Conviértela en tu mejor amiga y verás cómo te hará enormemente feliz. Anabel abrazó a su papá con fuerza y le agradeció el regalo dando saltitos de emoción. Al fin había encontrado a una amiga a la que cuidar y dar mimos.


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